4 Poemas Miskitos de la Costa Caribe de Nicaragua.pdf
Acuarelas Hbbinas Volumen I
1. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 1
MIGUEL JUSTINO RAMIREZ ADRIANZEN
ACUARELAS
HUANCABAMBINAS
VOL. I
LEYENDAS Y AÑORANZAS
DE MI ANDE
Piura, Julio de 1,943
2. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 2
OBISPADO DE PIURA
_____ . _____
Nos, D. D. Fortunato Chirichigno, por la gracia de Dios y
benignidad de la S. S. A.
OBISPO DE PIURA
A nuestro amado hijo en Cristo, Pbro. Miguel Justino
Ramírez Adrianzén.
En vista de la solicitud que me habéis presentado,
pidiéndome la necesaria licencia para dar a la imprenta la
primera parte de nuestra obra folklórica ACUARELAS
HUANCABAMBINAS, siendo el titulo de la primera parte,
presentada a nuestra aprobación y censura LEYENDAS Y
AÑORANZAS DE MI ANDE, y habiendo sido examinada por
Nuestra orden, sin que se haya hallado algo opuesto a la fe o
sanas costumbres.
OS CONCEDEMOS la licencia necesaria para que pueda ser
impresa, debiendo, conforme a Ley, remitir dos ejemplares a esta
H. Curia Episcopal. Dado en nuestro palacio Episcopal de la
Ciudad de Piura, a los trece de septiembre de mil novecientos
cuarenta y nueve. Sellado por el de nuestro cargo, firmado pos
Nos y refrendado por nuestro Canciller.
Tómese razón, comuníquense y archívense.
L.S. FORTUNATO
Obispo de Piura
Por orden de su Excia.
L.S. José Santos García
Canciller.
3. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 3
¡Viva Cristo Rey!
Quiero vivir y morir en la Fe y Gracia de mi Divino
Maestro Cristo Jesús, de quien soy indigno Ministro suyo.
DECLARO:
Que en cuales quiera de mis escritos, frase, palabras o
conceptos expresados en este librito ACUARELAS
HUANCABAMBINAS, no están conforme con las enseñanzas de mi
Señor Jesucristo o de mi Madre la Iglesia, son fruto de mi
ignorancia:
Que al dar publicidad a este librito ACUARELAS
HUANCABAMBINAS sólo pretendo dar a conocer a los amantes
de nuestra literatura autóctona los usos, costumbres, creencias,
supersticiones, poesías del alma popular, sin identificarme con
las ideas y expresiones en ellas vertidas.
POR LO TANTO:
Como humilde y buen hijo de la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana las someto enteramente a sus enseñanzas y
me adhiero incondicionalmente a la Fe de mi Señor Jesucristo, a
quien sean dados siempre honor y gloria.
Miguel Justino Ramírez Adrianzén
Presbítero
Huancabamba, julio 1° de 1943
5. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 5
PROLOGO
____ . ____
Para los Huancabambinos, para nosotros que hemos salido a
la edad temprana de nuestro terruño, siempre es una suerte el
volver a él, para mirar con ojos absortos el rubí del Pariacaca y la
esmeralda del Güitiligún, los pétreos colosos tutelares de nuestro
pueblo anfractuoso y multicolor.
Es una suerte tornar al cabo de algunos años al escenario de
nuestros juegos, de nuestros ajetreos, de nuestros amores, de
nuestros estudios y de nuestros sueños infantiles, de la época
pueril en que considerábamos a nuestros lares como el centro del
microcosmos único que admitíamos finito, como que sólo llegaba
al agreste horizonte formado por las cumbres de los cerros
circunvecinos.
Pero suerte mayor es la que ha tenido Miguel Justino
Ramírez Adrianzén, pues torno a Huancabamba después de
largos años, ordenado en Roma, cuando ya era un hombre
cuajado en el crisol de una espléndida cultura general. Y no llego
sólo a ver y volver, sino a quedarse por más o menos una década,
dedicado paralelamente a dos actividades espirituales; el
sacerdocio y el amor a la tierra natal. Llegar, ver y volver es para
nosotros magnifico; pero para Miguel Justino Ramírez Adrianzén
ha sido mejor, por haberse quedado para ver de nuevo, con ojos
distintos, lo que vio en la infancia cuando todo parece mágico y
mágicamente opera en nuestra conciencia naciente. El sí ha
podido darse el placer que otros Huancabambinos le envidiamos,
de establecer comparaciones subjetivas entre la visión de la
niñez y la representación ecuánime del adulto, que ve cosas
nuevas, pero no puede ver todas las que vio, nítidas, en la
primera edad.
Y como no ha sido contemplativa solamente la actitud de
Ramírez, y como a su inteligencia y a su cultura, une rara
habilidad de saber interpretar y decir, he aquí que ha producido
brillantes paginas emocionadas y para sus coterráneos
6. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 6
emocionantes, algunas de las cuales integran este libro de
“Acuarelas Huancabambinas”, que he leído y releído con
placer, casi –si se puede decir– con devoción, reverentemente.
Con Pedro Elera y con José Eulogio Garrido –que en libro
“Carbunclos” a ver ido sentimentalmente gratísimo recuerdo de
su infancia huancabambina– Miguel Justino Ramírez integra la
trilogía de intelectualidad y de la emotividad huancabambina.
El primero, ya desaparecido, romántico poeta del siglo
anterior, como homero y como Milton, ciego y espiritualmente
vidente, dijo de Huancabamba su patria.
“Si yo sería inmortal, patria querida,
por una eternidad mi único anhelo
seria descorrer toda mi vida,
de tus recuerdos el dorado velo;
para que el alma, siempre conmovida
con la idea elocuente de tu cielo,
no admitiera otro bien que tu belleza,
ni otra felicidad que tu grandeza”.
¡Y cómo nos sentimos, Elera, tan bien en Huancabamba, por
su belleza! ¡Y cómo no podemos, Elera, tener la felicidad de verla
grande! ¡Y hemos de conformarnos, Elera, con sólo verla bella!
Ramírez hubiera podido escribir lo que Elera escribió y
acaso quisiera también suscribir lo que a Elera le acabo de decir
yo.
Acuarelas Huancabambinas, Leyendas y añoranzas de mi
ande, escritas con habilidad y cariño, conforman el libro que el
lector tiene delante y a cuya atenta lectura se le invita,
prometiéndosele vivos cuadros exóticos para la gente “Yungana”,
episodios emocionantes, paisajes de embeleso, leyendas
telúricas, personajes heterogéneos; pero formando todo una
unidad harmónica.
7. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 7
El estilo, a veces cortado, del autor es original. Y sus
repeticiones, que podrían ser monótonas, son, por el contrario,
emotivas, como por ejemplo:
“Una sombra que se vestía con las gotas del agua.
Una sombra que caminaba con los vientos.
Una sombra que llamaba con los truenos.
Una sombra que hacía señas con los relámpagos.
Una sombra que gemía y silbaba con la tempestad”
Al leer estas líneas, sin quererlo pensamos en el poeta
suicida cuando en uno de sus nocturnos, dice:
“… Y eran una,
Y eran una,
Y eran una sola sombra larga,
Y eran una sola sombra larga,
Y eran una sola sombra larga”.
Atinadas metáforas campean por el libro. La pálida luna, la
luna argentina, la luna de plata, la Selene de los poetas es
raramente descrita por Ramírez: “La luna redonda ilumina con su
luz Color de Mercurio los campos y los montes”. La luna de plata
es usual; la luna mercúrica es original.
El largo trato con la gente andina ha hecho del autor un
experto en vocablos y giros de la fabla serrana. Par los no
habituados en ella el autor ha escrito al final del libro una jerga
huancabambina, con la que puede bien entender, expresiones
como estas:
“He venido a visitarlas –dice una labriega, hablando con las
plantas- y ver si están poniendo (o cargando) –Velay, vos, que
haragana que estás,- Y vos, también, que marraja que tías
quedau”.
Eglógico y poemático muchas veces, siempre es acertado en
la descripción del ambiente y de la escena y siempre fácil en la
8. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 8
narración de los sucesos, lo que ha de ser especialmente
placentero para nuestros coterráneos y novedoso para los
lectores extraños a nuestro bendito lar.
El capítulo final del libro, la ultima “Acuarela”, ha tenido
Ramírez la exquisita delicadeza de dedicármela. Y se lo agradezco
mucho al amigo, al paisano, con quien tenemos, en los campos del
intelecto y del espíritu, muchas coincidencias y ninguna
discrepancia, con quien estudiamos juntos en la escuelita
primaria, allá entre los cerros miríficos donde seguíamos
embelesados la procesión inolvidable de la Virgen del Carmen,
con sus “diablicos” trompudos y cascabeleros y su “Capataz” de
amplia capa y henchida panza… Y me enorgullece que diga de mí
lo que dice: que soy huancabambino cien por ciento: Claro que
me enorgullece el elogio por venir de un huancabambino de
veinticuatro quilates.
Néstor Samuel Martos Garrido.
9. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 9
¿POR QUE ACUARELAS HUANCABAMBINAS?
¿Acuarelas?...
-Sí, acuarelas.
Y ¡Acuarelas Huancabambinas!
Bien sé, lector amigo, que tú ya sabes que acuarelas son
pinturas que hacen con colores diluidos en agua, y ¡Velay
catay! Por qué se me ha ocurrido bautizar esta runfla de
costumbres de mi santa tierra con el nombre de Acuarelas
Huancabambinas, porque son pinturas hechas a pluma con el
folklore huancabambino diluido en tinta.
Que hacen conocer a Huancabamba
Que hacen amarla
Que hacen recordarla.
Y que a ti, te invito a leerlas, para que las pongas colorido en
donde les falta, corrijas líneas en donde estén mal trazadas,
quites sombras en donde te venga en mente y agregues luz en
donde tu gusto lo exija.
Si satisfacen tu curiosidad o tu paladar literario, muchas
gracias, dispénsales un rinconcito en los anaqueles de tu
biblioteca. Y si las encuentras mondas y lirondas y de mal gusto,
entiérralas para que descansen en paz, y amén.
10. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 10
Y sin meterme en literaturas, ni en filosofías, llanamente te
diré lo que dijeron no se quienes, y que aquí viene a sacarme de
aprietos:
Conocer, es amar…
Recordar es vivir…
Que mentiríamos que amamos la tierra en donde hemos
nacido, sí al mismo tiempo:
Desconociéramos los recuerdos de familia.
Ignoráramos las tradiciones que nos legaron nuestros
mayores.
Olvidáramos los hechos históricos que la encumbran y la
encadenan a la vida nacional.
Si no siguiéramos las huellas de los hijos ilustres que han
dado celebridad.
Conocer nuestro pueblo:
Es amarlo.
Y todo está dicho.
Es sentir orgullo de haber nacido en él, sin que importe el
que ocupe un modesto rincón en el Ande.
Es amar nuestra cuna.
Es amar el regazo y los brazos de nuestra madre.
Es amar el sacrifico y trabajo de nuestro padre.
Es amar nuestra infancia juguetona y bullanguera.
Es amar nuestra juventud soñadora y visionaria.
Es amar nuestra virilidad madura y juiciosa.
Es amar nuestra senectud invernal y cargada de experiencia.
Es amar nuestro postrer descanso.
Recordar nuestro pueblo:
Es vivir.
Es vivir la vida que amontonó años pletóricos de recuerdos.
Es vivir la vida que se va llevando girones de nuestros
corazones.
11. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 11
Es vivir para realizar el prodigio bíblico del Profeta,
vivificando ese hacinamiento de estampas y memorias de
tiempos pretéritos.
Conocer nuestro pueblo:
Es amarlo.
Es amar la vida que ellos nos dieron.
Es amar la vida que pone sello inconfundible en las
colectividades de los pueblos.
Es amar las costumbres de nuestros mayores.
Porque los pueblos son:
Lo que son sus costumbres.
Y las costumbres son:
El vivir cotidiano de las colectividades.
El espíritu de los pueblos que vivificó el ayer, realiza el
presente e informará el mañana.
Y conocer esas costumbres:
Es fusionar nuestra mente y nuestro corazón con la mente y
el corazón de nuestros antepasados.
Es forjar nuestra vida en el molde que ellos nos dejaron.
Es sentir hoy, lo que ellos sintieron ayer.
Es creer hoy, lo que los hijos verificarán mañana.
Y recordar esas costumbres
Es vivir
Es vivir los recuerdos de nuestros padres adentrándonos en
el laberinto de su existencia.
Es vivir los recuerdos latentes en nuestra alma.
Es vivir los hechos pasados que realizaron las generaciones
de tiempos idos.
Es vivir los hechos venideros que realizarán las generaciones
de tiempos futuros.
12. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 12
Porque esas costumbres también son:
Un interrogante que se abre.
Un interrogante que se cierra.
No te olvides de las horas de cariño, de alegría, de triunfo.
Pasionarias de las horas de lucha, de abatimiento, de dolor,
de llanto, que se siembran y crecen en las veras del río de nuestra
vida que corren a hundirse en el mar de la eternidad.
Estelas que deja la vida que pasa.
Eslabones de piedra.
Eslabones de cobre.
Eslabones de hierro.
Eslabones de plata.
Eslabones de oro.
¡No importa de qué!
Porque todos son eslabones que forman la cadena de nuestra
historia.
Y esas costumbres de ayer y de hoy:
Son el alfa y el omega, que encierran la vida huancabambina,
y que tú, lector amigo, encontraras en esta Exposición de
Acuarelas Huancabambinas que te ofrezco.
Porque acuarelas Huancabambinas son:
La narración de exactos verismos de las costumbres de ayer
y de hoy que han tenido su lienzo en esta provincia piurana de
Huancabamba.
Fragmentos de la vida anecdótica popular llena de emoción.
Bosquejos y remedos de las bellezas del ande, y que mi
espíritu de observación ha plasmado en escuetas y débiles líneas
desprovistas de colorido y de vena literaria.
13. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
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En acuarelas Huancabambinas:
Finalmente te diré, haciendo mío un pensamiento de
Bécquer, que te relato no sé si cuentos que parecen historias, o
más bien, son historias folklóricas Huancabambinas que parecen
cuentos.
Y…
Conocer, es amar…
Recordar, es vivir…
Si no lo tienes a mal, lector amigo
Huancabamba, 8 de Febrero de 1943.
MIGUEL JUSTINO RAMIREZ ADRIANZEN.
14. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 14
EL PARIACACA Y EL GUITILIGUN
Cerró Pariacaca
Cerró Güitiligún
Indios viejos del caserío de Cajas de Segunda nos
contaron esta Leyenda que tiene “Sabor
cusqueño”, y que nos dice de la incógnita
desaparición del pueblo de Huancapampa de tanta
importancia en tiempos del incanato. (De nuestra
Monografía de Huancabamba)
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Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 15
Cerros Legendarios.
PARIACACA y GUITILIGUN (1) son dos cerros coloreados de
bermejo el uno y de galena el otro que, en cielo Zafiro, perfilan las
siluetas de una ballena y de una pirámide; el primero está al
levante, el segundo al poniente de la ciudad de Huancabamba; el
uno parece recelar del otro porque entre ambos guardan en sus
entrañas la leyenda del encantamiento del pueblo incaico de
Huancapampa que, sobre verde campiña, sueña hoy en su
glorioso pasado.
El Pariacaca, es roja y rutilante hoguera que prende todas las
mañanas el sol del amanecer, el Güitiligún, es cenicienta y
humeante hoguera que se apaga con el sol al hundirse solitario
en cada atardecer.
El Pariacaca es cerro romántico por el que se asoma
coquetona la luna plateando de encantos a la ciudad. El
Güitiligún, es cerro épico de noche y día atalaya la ciudad.
El Pariacaca, se perfuma de heliotropo, y se retrata y se baña
en las aguas de la quebrada Ungulo. El Güitiligún, se perfuma de
tuyuguero, y se retrata y se baña en las aguas del Río Grande (2).
El Pariacaca, es centinela erótica que se eleva como himno
matinal de alabanza a la Divinidad. El Güitiligún, es centinela de
recogimiento y gratitud que se eleva como himno vespertino de
acción de gracias a la Divinidad.
__________
(1) Pariacaca.- Llamado también Cerro Colorado, presenta formación geológica
distinta de los demás cerros que rodean a la ciudad de Huancabamba
(Departamento de Piura); está al este y debe su nombre al color rojizo que
tiene. Pariacaca, palabra quechua: Paria “Rojo” y Caca “Peña”. Según el
Diccionario Sanmarti, significa “Peña de gorriones”.
Güitiligún.- Cerro que se encuentra al oeste de la ciudad, tiene la forma de
pirámide. No sabemos a qué dialecto pertenece, los indígenas nos han dicho
que significa Cerro Resguardo. A otros indígenas los hemos oído llamarlo
Buitriligun, significando Peña de Buitres, pues, en sus peñas abundan estas
aves de rapiña.
(2) En muchos documentos antiguos de esta Provincia, y aún actualmente, los
indios denominan todavía Rio Grande al rio Huancabamba.
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El Pariacaca, guarda en el cementerio viejo los restos de los
hijos de Huancabamba que murieron antaño. El Güitiligún,
guarda en el cementerio nuevo (1) los restos de los hijos de
Huancabamba que morirán hogaño.
El Pariacaca, es oriente, es vida, abre un interrogante que
parece preguntarnos ¿de dónde vienes? El Güitiligún es ocaso, es
término, cierra un interrogante que parece decirnos ¿A dónde
vas?
El Pariacaca y el Güitiligún son los dos cerros que formó el
Padre Sol para guardar encantado el pueblo de Huancapampa, y
al Rey blanco y a sus soldados cuando quisieron apoderarse del
pueblo y de su Inga. Así lo cuenta la leyenda, y hela aquí:
Encantamiento del pueblo Incaico de Huancapampa.
Idos son ya los tiempos que a nuestro antepasados se les
apareció un Negro, joven apuesto y de garrida presencia.
Se Inquietaron las pacíficas gentes de las tribus
Huancabambinas, porque para ellas, como lo es aun para los
indios de hoy, el “Negro” es un heraldo de acontecimientos a
realizarse, encarna un espíritu maligno que acarrea la desgracia,
el exterminio o la muerte, y en las “mesas de brujería” representa
al diablo. Por eso su presencia les anunciaba que algo extraño,
algo extraordinario iba a suceder.
Cavilosos y angustiados le seguían por doquiera iba,
atisbando sus pasos y ponderando sus palabras ¡tantas cosas
raras veían en él!
__________
(1) La ciudad de Huancabamba tiene “dos cementerios”, ambos a 2 km de la
ciudad, llamados Cementerio Viejo y Cementerio Nuevo; el primero, aunque
clausurado, aun continúan sepultando cadáveres pues desean que sus
sagrados restos reposen junto a los restos de sus mayores; en el segundo
sepultan los cadáveres de los que fallecen en nuestros días.
17. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 17
Un día vieron que desaparecían por una de las cuevas
llamadas de los Tucos que se ven en el cerro Pariacaca, en la
parte que da a la ciudad. No supieron más de él, nadie le volvió a
ver, todos olvidaron al misterioso aparecido. Transcurrido había
un año desde la desaparición misteriosa del “Negro”, y ¡Cual no
sería el asombro de las gentes al verle salir por el socavón que
existe en la parte sureste del Pariacaca, al lado del cerro Chite!
¡Qué contraste! ¡Que de alifafes descubrían ahora en él, estaba
viejo, demacrado e irreconocible y, de remate el “Negro” estaba
oriento!.. ¡El cerro Pariacaca lo había pasmado!
-¿Qué había sucedido al negro? Se preguntaban mutuamente
las gentes curiosas. ¿Qué cosas ha visto o ha encontrado en el
vientre del cetáceo ciclópeo el Pariacaca que, en tal talante, lo
había arrojado? ¿Qué ha hecho, allí dentro, durante un año? Como
otro Jonás, este “Negro” misterioso, después de un año, salía
incólume del vientre del cetáceo ciclópeo el Pariacaca para contar
la destrucción y el encanto de la Huancapampa Incaica.
Recuperado que hubo el equilibrio de sus facultades y
curado de “la tapiadura” del cerro, el “Negro”, contó, a las gentes
que le abrumaban con encuestas, estas lindas cosas:
En el vespertino de cierto día… De esos vespertinos
rosicleres del ande que son como los ardientes anhelos de un
corazón apasionado… como poemas vernaculares que canta el
alma soñadora cuando ríe la fronda y el prado y cantan los
pajarillos… Como la oración de la tarde que brota a flor de labios
cuando el heliotropo exhala de su corola delicado aroma… Como
la única orquesta que se escucha cuando la noche llega en el
rumor de las quebradas y en el siseo del viento avivando
esperanzas… En uno de esos vespertinos cuando los “candelillos”
prenden sus luces, de las cuevas del Pariacaca salían como
vomitados noctívagos avechuchos que con sus onomatopéyicos
tucúuu… tucúuu… tucúuu… cuuurrr… que parecían doblar de
viejas y rajadas campanas al día que declina, me paseaba yo por
el lomo del cerro Pariacaca inquiriendo que podría ser el similor
de una lengua de luz que muchas veces había visto resplandecer
18. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 18
en las noches oscuras. De pronto sentí correr un vientecillo frio
que enervaba mi cuerpo y me arrastraba hacia la boca de la cueva
de los Tucos, era el vientecillo “mal aire del gentil” que me atraía,
sin saber cómo fui camino adelante, el mundo desapareció de mi
vista, sumido en el caos era presa de encantamiento, una “sombra
fuerte” me conducía al corazón del mismo cerro Pariacaca, y
cuando menos lo esperaba y como si despertara de un sueño me
hallaba en el pueblo cautivo de Huancapampa. Las grandezas
arquitectónicas de que se enorgulleció allí estaban aun enhiestas;
por su aderezo y por los recamados de oro se distinguían el
Templo del sol, el Recinto de la Vírgenes Sagradas y el Palacio del
Inga. Allí estaban las grandes despensas en donde se guardaban
los ajustes de combustible para cada año. Qué hermosa es la
laguna que había allí, la cual se podía bogar en canoas o en balsas.
Y tantas cosas admirables tiene aquel pueblo encantado que, el
año transcurrido me ha parecido un solo día.
Los Ingas, señores de este pueblo y de estas tierras habían
vivido en medio de la opulencia y el regalo, y sus moradores
fueron felices, viviendo en paz dedicados a sus trabajos hasta el
infausto día en que desde lejanas tierras llegó un forastero y
poderoso Rey Blanco que, lleno de codicia y envidia, quiso
apoderarse de las tierras y riquezas. Más, todo el ahinco que en
reducir a servidumbre al Inga y a sus vasallos ponían eran
espuelas que apremiaban a estas tribus a rechazar a los intrusos.
No quedaba otra cosa que la conquista para dominarlas.
Un parlamentario enviado por el Rey Blanco se presentó
ante el Inga para conminarlo a entregarse con toda su gente y
con todos sus bienes.
El Inga, después de escuchar airado tal intimidación, para
hacerle conocer a los suyos, hace tocar la generala. Todos acuden
presurosos al llamado del Inga. Todos se manifiestan decididos a
rechazar al intruso. Todos están resueltos a resistir y a morir si
es necesario.
Un grito general de ¡Guerra! ¡Guerra! Se oyó en todos los
confines de las tribus Huancabambinas.
19. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 19
Ambos bandos estaban ya listos para presentar batalla a su
contendor. Retiro y fuga vergonzosa esperaba el Rey Blanco si la
suerte era adversa a sus armas; dogal de esclavitud esperaba al
Rey Inga si era derrotado en la batalla.
El Inga se había parapetado con los suyos en la plaza y en las
entradas del pueblo. El Rey Blanco acampaba con sus soldados en
la cima del Güitiligún.
Se inicia la batalla…
Se pelea denodadamente…
Se encabritó el espíritu del Rey Blanco con la negativa y
aunque llevaba las de perder, enardecido de ira toma de su aljaba
una flecha, la enciende, tesa el arco y, desde la cumbre del cerro
Güitiligún, la arroja contra el Inga que en aquel momento se
encontraba con sus mejores guerreros en la plaza principal. La
flecha va a clavarse certeramente en el corazón del Inga.
Al sentirse herido el Inga, clama a su padre el Sol vengue su
muerte dando tres airados gritos que retumbaron en los cerros.
¡Venganza, oh Padre Sol!
¡Venganza, oh Padre Sol!
¡Venganza, oh Padre Sol!
Agonizante, cae en los brazos de sus vasallos que le rodean
consternados. El Inga, da el adiós a sus bizarros vasallos y
haciendo un esfuerzo supremo como para recoger los últimos
alientos de su espíritu arranca valeroso de su pecho la flecha
encendida y la tira sobre el pueblo. Al instante, voraz incendio
abraza la población y por encanto y como una lengua de fuego
surge rubicundo y calcinado el cerro Pariacaca que, como en
20. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
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áureo cofre, guarda para siempre cautiva a la sin par
Huacapampa Incaica.
El Padre Sol tendió sobre el Pariacaca dosel teñido de
purpura y negros nubarrones cubrieron el Güitiligún.
El Rey Blanco recibe su castigo siendo transformado en
laguna Invencible y rugiente en las entrañas del Güitiligún, y sus
soldados se transformaron en peces que poblarían sus aguas.
Callaba el “Negro” y volvía a su ensimismamiento.
Y hoy, en las tempestades:
Por eso, agregaron los indígenas que esta Leyenda les
contaron, nadie ha podido dar con la laguna que se comunica con
las lagunas de las Huaringas. En las tempestades que
desencadenan sobre el cerro Güitiligún la laguna encantada se
sale de madre, y por las “Zanoras” que forman el “Citan” del cerro
Güitiligún vagan los peces, que de ella son arrebatados y que son
los soldados del Rey Blanco.
La flecha de oro, diz que aun se la ve relucir en las noches
cerradas y, cuando alguien quiere apoderarse de ella, como su
corazón esté lleno de codicia al intentar cogerla “Siguro que se le
juye de las manos y ¡das! Se hunde en el Pariacaca y desaparece
esta luzada de oro”.
21. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 21
PANORAMA HUANCABAMBINO
MERCEDES TARSILA.
LUZ MARIA LUISA.
Nuestros Padres nos enseñaron a amar la
tierra en que nacimos, ellos ¡La quisieron
tanto! ¡Y la quisieron grande! Recordando el
cariño paternal dedico a ustedes la
descripción del hermoso Panorama de
nuestra tierra natal.
Bendiciendo al señor.
Escribe V. Bernini: “Cuando desde lo Alto de un Monte
dirigimos la mirada sobre una vasta extensión de colinas y llanos,
o de noche paseando por una senda solitaria miramos al cielo
estrellado, ¿No nos sentimos, por decirlo así, arrebatados a un
mundo nuevo? ¿No parece que las puertas de los cielos se abren
para invitarnos a un palacio encantador?
Así también, ¡Cuantas veces! Desde los altozanos de la
ciudad, o desde los alcores vecinos he paseado mi vista por el
hermoso Panorama que circunda a Huancabamba, mi tierra
bendita, otras tantas veces me he sentido arrebatado a bendecir
al Señor que es quien la ha rodeado de tan grandioso y bello
horizonte y de tan embrujada y variopinta campiña.
Horizonte Huancabambino:
¡Caleidoscopio maravilloso! En él saltan graciosos,
indefinidos y caprichosamente dibujados los perfiles recortados
de las multicolores aristas de las cumbres andinas que circundan
a la ciudad.
Huamani:
¡Puna fría! En donde corre el viento arremolinado y ululante
y humedecido de neblina, y desde donde desciende ondeando en
22. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 22
las pajas del cerro, en las ramas de los arbustos, y en los trigales
de las laderas el alado cierzo, como si fuera al hálito enervante de
los brujos.
Huaringas:
¡Lagunas encantadas! Talismanes de portentos maravillosos
¡Mezquitas de peregrinantes crédulos que buscan buena suerte,
buena salud, o tratan de ajustar un amor o de compactar un daño!
¡Huaringas! Símbolos tradicionales del espíritu agorero de
las antiguas y modernas gentes.
¡Huaringas! ¡Cuán mentadas y visitadas sois!
Jiplan y Ullma:
Montículos cascajosos que sirven de atalaya a las fértiles
llanuras de Chontapampa y que, por entre las colinas de Yaputo y
de Aliguay, se alzan para otear la ciudad.
Altillo:
Campiña hermosa salpicada de casitas rodeadas de verdor
que inclemente cuartea y destruye “La Rajadura” (1) Derrumbes
que amenazan la ciudad. Ojos de agua que aparecen de las
filtraciones de los terrenos superiores. Mirador que se desquicia.
Cataluco:
¡Cumbres azuladas! Cubiertas por umbrosas selvas y cuyas
faldas presentan un tablero inclinado y parcelado por las chacras,
por las invernas y por los sembríos.
Tablero coloreado por el bermellón de las tejas de los
techados de las casas de los indígenas.
________
(1) La Rajadura.-La ciudad de Huancabamba está amenazada por una grieta
que baja desde el Altillo y termina en el Rio, bifurcándose en una grieta que
termina en el arenal y la otra en el Ungulo y en el rio.
23. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 23
Pariacaca:
¡Farallón rojizo con figura de ballena! Que nos regalas con
esa hoguera siempre encendida y alimentada por la ira del
encantamiento del Inga Huancabambino.
¡Oh legendario Colorado! Tú guardas también cautiva a la sin
par Huancabamba Incaica, y nos hablas de un pasado glorioso.
¡Pariacaca! ¡Qué bello eres en las inolvidables noches de
plenilunio! Noches de cielo turquí; noches de ilusión; nocturnos
de amor; noches místicas, que recrean el alma contemplando las
beldades del creador, acercándola más a él; noches privilegiadas
que permiten contemplar, de diferentes puntos, dos veces la
aparición tranquila y majestuosa de la luna que, como blanca
hostia se va elevando en la curvidad celeste subida por las manos
de invisible sacerdote, y tú, ¡Oh Colorado! Simbolizas áureo cáliz
que lo circunda como espirales de inciencio, las juguetonas
neblinas.
Chite:
¡Feliz cerro! Porque desde tu cima el inmortal “Ciego Elera”
(1) contemplo, también, en su niñez, la belleza de esta bendita
tierra y su recuerdo y revelación inolvidable arrancaron de su
lira las notas sentidas de su “Canto a Huancabamba”.
La Viuda:
¡Cerro altivo y de leyenda! Cumbres elevadas que se alzan a
lo infinito, y se cubren con manto virginal de neblinas para no
permitir se distingan las enmarañadas sendas por las cuales
pudiera escapar “La Viuda” cautiva por el amor del pastor.
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(1) Don Pedro Elera, poeta romántico huancabambino conocido por el “Ciego
Elera”.
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Lindamente engalanada, pero marchita por el llanto su
hermosa faz, la han visto muchas veces las gentes, y han
escuchado las suplicas que les hacía para que acudan a libertarla,
pero al punto, se oyen ruidos espantosos, se desencadenan
tempestades, se corre el albur de ser ganados por el cerro y
quedar encantados. La Viuda desaparece por el laberinto de las
sendas.
Cañón del Rio Grande:
Como en dos cortinas se rasga aquí el panorama para dejar
escapar las aguas del Rio Grande que, cual sierpe de plata, va
huyendo al marañón.
Saquir:
¡Cerro añilado! Que cual trapecio te alzas en medio de las
ricas, fértiles y sedientas tierras sondorillanas. Cerro “sordo” a
los embrujos de los aquelarres.
Güitiligún:
¡Legendario vigía de la ciudad! Desde tus andenes ¡Cuan
bella se divisa la campiña huancabambina!
De tus entrañas, y de antro desconocido, nuestras abuelitas
vieron salir al “Carbunclo” todas las noches de viernes Santo, y
sus labios prorrumpieron en cuentos mil relatos estas fantásticas
apariciones saturadas de ingenuidades y de inverosímiles.
Las tempestades de invierno parecen repetir el prodigio
obrado por Moisés en la roca de Horeb, pues cuando de entre las
cargadas nubes que sopla el Jalqueño saltan los rayos para
enterrarse en tus cumbres, de aquí y de allá nacen innumerables
torrentes que descienden en borbollones cenagosos formando
“sitanes” que por derrubiadas peñas saltan en estruendosas
cascadas, y por las hondonadas, como colambos y macanches
trenzados en lucha mortal, bajan las “Zanoras” retorciéndose en
sus lechos llenos de cantos y guijarros que arrastran en ímpetu
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loco las aguas limonosas chispeando candela, y zumbando en los
chiflones de sucias espumas hasta llegar a confundirse con el Rio
Grande, al que dejan, como tributo de invasión, carrascales
ingentes que le obligan a replegarse hacia los barrancos de la
ciudad.
Tu ríspida pendiente esta revestida de henequenes, juncos,
pishcoles, cactus cuyos brazos semejan candelabros de catedral
sosteniendo grandes y gruesos cirios, en el chorro de lana que
brota de estos brazos parecen, incrustados como rubíes sus
golosos y rojos frutos.
Tambo y Matara:
¡Lomas romboidales! En cuyas cimas los sembrados de
cereales, los potreros cubiertos de verdeantes pastos, y las
montañas tupidas de maderas van formando ondulaciones
variopintas hasta arribar a las tierras puneñas de Jacocha.
Cash-cashs:
¡Peregrino dombo pétreo! Que das la impresión de un viejo
castillo señorial adornado de almenas y torres.
Quispe y Jicate:
¡Laderas frías y de magnifico clima! Tierras cubiertas por
voluptuosas mieses y habitadas por lindas serranitas de tipo
español.
Rio Grande:
Rio murmurante en cuya cañada se siente un vacio de
infinita grandeza, y en cuya cuenca mueren los ribazos andinos,
abruptos, guijosos, llenos de barrancos unos, y escondiendo
verdes vegas otros!
Rio grande que con el rumor de tus aguas adormeces a la
ciudad que cual náyade surge de tus cristales para reclinarse
plácidamente sobre el lecho de voluptuosa campiña policromada
por los cercos de méjicos, entrelazados con plantas de capulíes,
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morales, limos, chirimoyos que encierran en áreas multiformes
maizales y pastales en donde pasen los ganados.
Pleonasmo:
Pleonasmo de bellezas indescriptibles y de singular
magnificencia, de rincones encantadores; de armonioso silbar de
“regidores” y pajarillos; de ir y volver de los rebaños guiados por
zagalitas que llevan siempre el “Guango” como cayado, y el
“Shucsho” como compás de la canción monótona e indefinida que
escapa de su pecho como ancestral gemido de su raza autóctona.
De ir y volver de bueyes majestuosos que tiran el arado
puyados por el fornido cholo que no piensa sino en la proximidad
de la lluvia que ha de fecundar la semilla que ha echado en el
surco confiado de obtener de la bondad de Dios abundante
cosecha.
De serpentear de caminos y de estrechas sendas que
conducen a las humildes chozas de indígenas que se esconden
entre los matorrales y rediles de ganados.
De rumor de ríos y quebradas que cantan himnos en las
noches silenciosas.
Y de mil bellezas más.
Es el panorama que circunda a Huancabamba.
Y que es un himno de alabanzas al Dios que lo ha creado, y
que en el alma de todo buen huancabambino al conjuro de los
recuerdos.
Sugiere espiritualidad…
Sugiere grandiosidad…
Sugiere amor…
Sugiere poesía…
¡Qué hermoso y que elocuente es para mí este rincón del
ande, de esta mi querida tierra bendita!
27. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
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GUICUCU: MI TAITAAA
A los hijos de san francisco de Asís que
como Párrocos, regentarán la dilatada
y católica provincia de Huancabamba.
Que benéfica sea su labor sacerdotal y
óptima los frutos en mies del señor.
Las gentes de mi tierra se inquietan:
Jinetes con talante cauteloso y llevando consigo un
instrumental desconocido cruzan la ciudad.
¡Todo un enigma!
Las gentes de mi tierra están inquietas, curiosas, parleras.
Unas van, otras vienen.
Unas preguntan, otras responden.
Unas afirman haber oído, otras haber visto.
Unas traen noticias de allá, otras llevan recados de acá.
¡Qué pasa? ¡Qué sucede?
¡Por qué preocupación tanta?
A mí, lector amigo, allí me tienes en medio del barullo,
inquiriendo, y… cuentan que… ¡No sé!.. Se trata de… No es un
dogma… Si quieres creer, lo crees, y si no quieres, ¡No te he dicho
nada!
Cordonazo de San Francisco:
Las horas meridianas están sofocantes, sombrías tristes.
Ráfagas de viento súbitas, cortantes, calientes, han
doblegado las copas de los arboles, han barrido las pampas, las
laderas, los caminos; han levantado aquí y allá torbellinos de
polvo y hojarasca; en las alturas han arremolinado las nubes y las
han hecho girar de oriente a poniente.
¡Parece que va a llover!
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Las faldas de los cerros, cubiertas de humedad y vaporosa
neblina, parecen estar detrás de una luna de vidrio empañada,
mas la neblina se torna densa y negra como si fuera un poncho de
barragán.
¡Se cerró el aguacero!
Uno tras otro, los rayos comienzan a estampar sus rúbricas
diamantinas en las altas cumbres, inundando el horizonte con
lámparas de luz vivísima y el cielo parece quebrarse y echa a la
borda sus cargas de cajones (1).
Las nubes vierten copiosamente sobre la tierra gruesas gotas
de agua.
¡Y llueve a cantaros!
Las gentes se recogen en sus casas.
Los caminantes corren a albergarse bajo los árboles coposos.
Los zagales con sus rebaños se hacen hato bajo los chopes o
se recogen en sus rediles.
Los pájaros vuelan raudos a sus nidos o a refugiarse en las
enramadas.
Las raposas huyen a sus cuevas y guaridas.
Sólo los sapos y las ranas martillando estentóreos cro crós
en sus gargantas salen de sus escondrijos saltando regocijados.
¡Corred, volad, huid que emparama la tempestad!
Nuevas rachas de viento zumban en los arboles, baten
puertas y ventanas de las casas, sus dueños corren a trancarlas.
¡Las ventanas de mis ojos trancadas están también por el
sueño!
¡Y rige la tempestad!
Goterones de agua y tamaños granizos redoblan en los
techos de calamina y apedrean en los techos de teja.
El agua corre formando “Zanoras” cenegosas, estrepitosas y
humeantes arrastrando galfas y palizadas, y por los
despeñaderos saltan los sitanes.
¡Jesús, que aguacero tan loco!
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(1) Cargadas de Cajones.- De esta manera se expresan las gentes cuando
escuchan truenos prolongados.
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Las nubes terminaron de acechar su aguaceronaso y se
desvanecieron, apagaron sus luces deslumbrantes, silenciaron su
duelo atronador y huyeron de los cerros.
¡Amainó la tempestad!
Es que ha sido sólo pasadita de nube.
¡Paramo blanco!
¡Paramo espanta mestizo! (1)
¡El cordonazo de San Francisco!
“Ya no cae ni lluvia, ni hay viento.
Ya en el cielo refulge buen solaso.
Se acabó el páramo espanta mestizo.
Y de San Francisco el cordonazo”.
A descubrir un misterio y un tesoro:
Como un airón de gloria ostentan ya las descargadas y
sutiles nubecillas bello y gayo arco iris, pendón de paz izado en el
cielo.
El sol esplendente en el dombo azul eléctrico irradiaba vida,
alegría y bonanza de los corazones.
Los arboles, lavado el polvo de sus hojas tenían avivando su
glauco atrayente, y golosos succionaban savia por sus venas.
Las gotas de rocío fulgían nacaradas en las corolas virginales
de las flores y en las hojas verdes de esperanza.
Las últimas briznas de agua agonizaban en los prados o
escurriendo de las laderas fecundadas caían a las quebradas.
Los caminos “Resbalosos” y llenos de charcos sus
“Camellones” comenzaban aorearse.
Los “regidores” silbaban sus melodías vesperales en los
faiques cubiertos de botones amarillos que despedían agradable
aroma esparcida por el fresco vientecillo.
Los campos se alegraban y revivían.
¡Después de la tempestad había venido la calma!
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(1) Espanta Mestizo.- Garúas pasajeras que los indígenas no hacen caso y que
diz los blancos se atemorizan.
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Calles debajo de la ciudad van caballeros varios jinetes, que
por la vestimenta pertrechosa que lucen, nos dicen que van en
plan de exploración.
Cada cual rumiando van los comentarios que había recogido
de las gentes y puestos ahítas sus imaginaciones.
Las crecientes de “El cordonazo de San Francisco” habían
arrastrado juntamente con la palizada el puente de chalaco por el
que debían pasar a la banda, pero esto no los detiene, pues el “Rio
había bajado”, (1) y el desplaye era vadeable.
Acicateados por descubrir un “Misterio” y un “Oculto
Tesoro” arrean… y arrean las caballerías en cuestas, bajadas y
llanos.
Sin saber cómo, ni cómo no, ni por dónde, extraviaron el
camino que los llevaba a “Uchupata”. Voltearon el cerro Saquir y
se encontraron en la mitad del más bello y ameno prado y la
“Huaca” y la “Ermita” ¡Oh! Allí estaban.
Una ríspida subida, una laja de granito negro y un murillo de
piedra con chamba levantado alrededor del prado les impide
llegar a él.
¿Quien la guiado a los viajeros hasta este encantador lugar?
¿Qué virtud desconocido los ha empujado hasta su valladar?
Era el “Espiritu” del Inca, la “Vertu” del cerro añilado de
Saquir que los “había ganado” a los viajeros y los había conducido
hasta aquel ignoto prado.
Pero la codicia se apodero de ellos y sufren en castigo la
pena de Tántalo: estan a tiro de piedra de la “Huaca” y la “Ermita”
que afanosamente buscaban y no pueden pasar adelante; están
estupefactos, inmóviles.
Invocan la “vertu”, abren un portillo en la muralla, suben
encorajinados y se dirigen por el sendero que conduce a la puerta
de la Ermita, orlada por un arco formado por las enmarañadas
zarzas crecidas junto a él, y que daban acceso a la bocamina de la
huaca.
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(1) Bajar el Río.- Disminuir de caudal. En la costa dícese cuando el rio llega a un
lugar o primera repunta de una creciente.
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Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 31
Fuera, las paredes de la ermita están ruinosas, ennegrecidas
por la humedad y correr del tiempo destructor, musgos y hiedras
se trepaban por ellas.
Dentro de la ermita reina silencio y quietud de tumba; el aire
se siente pesado y mal oliente a moho; el altar mayor se ha
destruido; los calendrabos están verdosos por la materia
formada sosteniendo velas sucias, amarillentas, chorreadas,
torcidas; los floreros rotos, las violetas, las azucenas se han
podrido y deshojado; las paredes cubiertas de polvo y telarañas;
el piso cuarteado y ostentando estampadas varias huellas de
cascos de caballos.
Mas allá la huaca cubierta de espinas y abrojos, la entrada
osca, impenetrable; un ruido misterioso y espeluznante se
escucha en su interior, allí estaba encantado el trapiche maldito,
empañado con la pátina de los siglos.
Los viajeros se estremecieron de miedo cerval, estaban
mudos de espanto y quisieron huir. Huir para no quedar
encantados.
Iban hacerlo, cuando inopinadamente escucharon un ruido
producido por las revoluciones de las masas del trapiche de oro
encantado en la huaca que les heló la sangre, y en la ermita
escucharon como aleteo de un pajarillo primero, luego pasos de
sandalias y el frufrú de tosco sayal, y estupefactos vieron
aparecer un Fraile Franciscano, flácido de cuerpo, macilento de
rostro, de humilde mirada fijada en el suelo, de encanecido
cerquillo y cubierto con la cepellinaque, con paso grave se
encaminaba al centro del altar, lo besa, se vuelve hacia ellos y,
con voz dulce y reposada que penetraba en el alma, estas cosas
les dijo:
-Hermanos míos, ¡Quien os ha traído hasta este lugar vedado
a los curiosos mortales! ¡Quien ha podido decirlos de mi
existencia! ¡Por que habéis venido a romper el silencio de soledad
y de mi retiro! ¿Sois tan potentes y magos para sacarme de este
encantamiento?
Amad y servid a Dios en espíritu y en verdad.
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Amaos los unos a los otros.
La sangre del justo y el salario del pobre claman venganza
del cielo.
Maldito, el que a Dios maldice.
Y tomando su nudoso cordón hizo con él una cruz en el aire,
y desapareció por donde había aparecido.
Soplo un fuerte viento como de huracán, la ermita bambaleó
y silencio el ruido en la huaca.
Pero en la lejana vega en donde verdeaba el cañaveral
chirriaban las masas del trapiche de oro encantado, y en el cerco
de méjicos que circunda la choza melancólicamente llamaba
“Guicucu” a mi Táaii-táa.
Yo, lector amigo, como antes te he manifestado, estaba en el
número de los expedicionarios que hablan llegado a Uchupata a
descubrir el misterio solapado en la ermita ruinosa y desencantar
el trapiche de oro de la huaca, ¡Qué desilusión! Acababa de recibir
una carta de un amigo (1) en la cual me contaba esta “Leyenda”
me había quedado dormido en mi hamaca, con la carta en las
manos y…”estaba soñando”…
Uchupata:
Uchupata es palabra quechua que, según los entendidos,
significa: “Cima, lugar del ají”. Uchu: Ají; Pata: Andén, cima.
En los documentos encontrados por el que esto escribe, en el
archivo parroquial de Huancabamba, consta que en el año 1783:
“Guaylas” “Ochupata” e “Ingano”, eran haciendas que distaban 7
leguas del pueblo; aprediadas en 2,000 pesos, cuyos dueños eran
los indios que trabajaban por composición del Rey.
__________
(1) Los datos de esta Leyenda fueron recogidos por el Normalista
huancabambino Sr. Ismael A. Samaniego en la excursión que con los
alumnos de 5° y 6° año del centro escolar de Canchaque N° 42 hiciera al
caserío Uchupata, agregando otros más que me dieran otros amigos y
vecinos del lugar. Muy agradecido. En el cerro Campana de Canchaque se
afirma que una serpentina de oro y trapiche están encantados y dícese que
pertenecieron a un sacerdote que los había desencantado y se ha tejido
también una leyenda muy parecida.
33. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 33
En Guaylas residían 13 hombres casados, 11 mujeres
casadas, 3 adultos y 3 adultas y párvulas.
Tierras de pan sembrar y de criar. Tenían 500 vacas; 150
yeguas, 142 ovejas y 102 cabras.
Las tres haciendas formaron la “Parcialidad de Huarmaca” o de
“Ingano”, tuvieron libro especial para sentar partidas de bautismos y
defunciones.
Actualmente “Uchupata” forma parte como caserío del
distrito de Sondorillo. Dista del pueblo 10 Kilómetros
aproximadamente. Tiene escuela Mixta numero 471.
El Guicucú:
Con el nombre de “Guicucú”, se conoce en Huancabamba un
pájaro cuyo plumaje es color amarillo marrón, el pecho
amarillento, muy parecido al zorzal, su nombre lo debe a su canto
tristón que en invierno parece decir: Gui-cuu-cúuu y que los
indígenas interpretan por mi Táaii-táaa; en el verano cambia de
modulación y claramente se distingue: chaau-cháau, significando:
“Adios-adios”. Canta al atardecer, cuando asienta la neblina o va a
llover, por eso se le llama también el “llamador de agua”. Vive en
las partes frías, en las cordilleras. Su nido es muy original, lo hace
en hueco profundo a los bordes de los peñascos, otros nos han
dicho que los hacen en el centro de los matorrales, el ingreso a él
lo forma una gradería acaracolada.
El Señor Feudal y el San Franciscano:
En la hoyada de Uchupata, a la izquierda del camino de
herradura que va de Sondorillo a Huarmaca, se ve un montículo
guijoso de tierra amarillenta, resumiendo agua bermellonada y
conocido por el nombre de la “Huaca de Jamanga”, es muy
conocida y celebrada por los brujos, pues allí hacen sus
“atomías”, es decir, compactan con el negro o espíritu maligno,
citan las sombras o espíritus y “ajustan” en ella a los contrarios,
afirmando que aquellas gotas de agua que filtran de la huaca son
las sombras, o los indios encantados por maldición sacerdotal.
34. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
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En esta huaca, refiere la leyenda, que hay enterrados una
“Serpentina de plata y un trapiche de oro” que en los tiempos que
no existían cheques circulares pero sí el fino metal por un
acaudalado Señor Feudal, dueño de aquella comarca que
cultivaba cuidadosamente con el trabajo forzado de los indios, y
extraía de las entrañas de las cordilleras los preciados metales
auríferos y argénteos. En las medias noches de los viernes, diz se
oye el crujido de las masas del trapiche y el gotear de la
destilación de la serpentina.
El señor Feudal era un mandón, un explotador, un ambicioso
con genio dado a perros.
Arabescos y jacarandas rodeaban su suntuosa residencia,
deslumbrante era la ostentación que de lujo hacia, muelles las
comodidades, voluptuoso su vivir. Se alimentaba con la injusticia
y sus pies corrían la maldad y se apresuraban a derramar la
sangre inocente de los pobres indígenas que amenazaban aquella
fortuna y proporcionaba aquel regalo, pero que henchian de
despojos sus míseras cabañas.
En la misma hondonada a tiros de fusil, a la sombra de
vergonzante vegetación, cercada de cardos y “cabuyas”, se erguía
increpadora una humilde “Ermita”, deslucida y pobretona, en
donde se respiraba atmósfera de virtud, aquella ermita era la
única armadura defensiva que tenían los pobres indios contra el
orgullo y atrocidades de aquel inicuo y ambicioso patrón, era un
pararrayos providencial de sus iras y venganzas, un oasis de
caridad y consuelo. Vivía en ella un hijo del pobrecillo de Asís.
Su voz penetraba en el silencio de los campos; el ruido de los
pliegues de su sayal y los restallidos de sus sandalias se
confundían con el bisbisear de las doradas mieses agitadas por
las brisas de la tarde, cuando iba a evangelizar a los
atormentados colonos, sumidos en el error y en la idolatría, les
llevaba palabras de amor y de resignación que eran para ellos
bálsamo que curaba las abiertas heridas de su corazón y dulces
esperanzas de una vida mejor y de recompensas celestiales.
35. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
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El cuidaba de ellos, como cuidaba Francisco de las florecías
del campo y las avecillas de los bosques.
El les daba el pan de caridad, como Francisco lo daba al lobo
de Gubbio y al cuervo de la Porciúncula.
El daba su capa por su vida, como Francisco la dio al pastor
por el corderillo que llevaba atado con recia soga destinado al
matadero.
El les enseñaba amar a Dios y poner con él su confianza,
como Francisco tenía todas sus cosas en Dios.
El les enseñaba a ensalzarle y bendecirle entonando cánticos
de alegría, como francisco en la euritmia matinal de las avecillas.
A los compas de sus tristes yaravíes, entonaban como
Francisco su himno al hermano sol.
El les repetía siempre el evangelio de amor: “Amaos los unos
a los otros” y haced penitencia para conquistar el reino de los
cielos.
El ennoblecía la condición abyecta en que vivían
despertando ideales divinos de grandezas eternas.
El les inculcaba la virtud de la obediencia y respeto para
amansar el orgullo de su poderoso amo.
El también, hablaba de la Justicia Divina para despertar del
letargo de desmoralización en que el Señor Feudal vivía, pero
este tenía el corazón berroqueño y oídos de mercader para
escuchar sus obligaciones.
Maldición y encantamiento
En los días del señor, el hijo de Francisco de Asís congregaba
a todos los indios para que asistiesen a la santa misa. Arrogante
y ufano asistía también el amo, en lugar visible y preferencial,
más por satisfacer su orgullo que por cumplir un precepto.
El hijo de Francisco de Asís instruía a todos en las verdades
eternas, y un domingo estas divinas sentencias enhebraba:
Hermanos carísimos en el señor: “Adquirid la sabiduría que vale
más que la plata y sus frutos son más precioso que el oro
acendrado”
36. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 36
“El Señor introduce la miseria en la casa del impío, pero echa
su bendición sobre las cosas de los pobres”.
“Quien esconde los granos será maldito de los pueblos; mas
la bendición descenderá sobre la cabeza de los que sacan al
mercado”
“Abominables son al Señor, las pesas falsas; malísima cosa en
la balanza infiel”
“No hace el Señor acepción de personas en perjuicio del
pobre, y escucha las palabras del injuriado”
“Vosotros los siervos, estad sumisos con todo temor a los
amos, no tan solo a los buenos y apacibles, sino también a los de
recia condición”
“Si tienes un siervo fiel, cuida de él como de ti mismo, trátalo
como hermano”
Y vosotros, amos, haced otro tanto con ellos, excusando las
amenazas; considerando que unos y otros tenéis un mismo Señor
allá en los cielos y que no hay en El acepción de personas.
“El señor no dará largas, sino que vengara a los justos, y hará
justicia, el fortísimo no sufrirá a sus opresores, sino que con
tribulaciones quebrantara su espinazo”.
Estas palabras de los libros santos, hirieron en lo vivo el
orgullo del patrón, quien precipitadamente abandona el lugar
sagrado jurando castigar y callar la voz del predicador.
Se dirige a su casa. Vestido de sus mejores prendas y valiosas
alhajas, y en el corcel ricamente enjaezado, vuelve a la ermita,
ciego de cólera, con la faz demudada, con el cabello aborrascado
sobre la frente, con pisto de matón, con el rebenque chasqueante
en su mano temblorosa de ira y su corazón sediento de venganza.
Galopa su caballo y su furia se acrecienta, energúmeno
infernal, penetra en la ermita, y así despotrica.
Yo tratar de tú y voz a estos indios salvajes.
Yo considerarme hermano e igual a quienes tengo con el
dogal en el cuello.
Yo abrir mis graneros a estos perros hambrientos.
Yo tener que pagar jornal a quienes son mis esclavos.
37. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
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¡Se habrá visto cosa igual!
En un ¡Ay! Desgarrador y de espanto prorrumpen los
pobrecitos indios implorando la misericordia Divina.
El rebenque del sacrílego no cesa de descargar en fieros
latigazos sobre las espaldas de los allí reunidos, sus improperios
y blasfemias resuenan en ecos aterradores. El indomable y
desbocado bruto se encabrita, relincha, piafa como si quisiera
echar de sí tan pesada carga.
El misionero levantando los brazos al cielo y clamando al
Señor los libres de la vindicta, cae de rodillas ante el altar y ora.
El rabioso amo no ceja en su criminal y sacrílego vejamen
contra aquellos indefensos e inocentes indios, era un chacal
hambriento diezmando el rebaño. Su ira iba a descargarla
también contra el misionero franciscano.
-Vos fraile desalmado e ingrato inculcando sentimientos de
redención y libertad a quienes me pertenecen por derecho de
conquista.
A mí, obligarme a repartir mi fortuna a esta gente canalla y
mal nacida.
Vuestras palabras son amargas como el ajenjo y venenosas
como el vitriolo, pero no han de doblegar mi cerviz.
Ni vuestras amenazas ni vuestras maldiciones caerán sobre
mí. ¡Dios en los cielos y yo en mis heredades!
El hijo de Francisco de Asís se levanta, su rostro está severo,
su mirada avasalladora, imperiosa su voz, y apostrofando al
blasfemo feudal, le dice:
-¡Detente, furia infernal! Tus crímenes y tus sacrilegios
claman venganza al cielo. “Ni andes diciendo: ¡Gran poder es el
mío! ¿Quién podrá hacer dar razón de mis acciones? Pues Dios
seguramente tomara de ti terrible venganza”.
¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito!
El talante del misionero y aquella terrible maldición
atemperaron la ira del señor feudal, acoquinado y avergonzado,
quiso hacer volver grupas a su desbocado bruto. ¡Pero inútil!
Como una visión desaparece en el encantamiento, dando un
38. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 38
terrible grito de ¡Maldición! Su caballo indómito relinchó
espantosamente, y el trapiche de oro crujió terroríficamente.
Se había encantado. La tierra se lo había tragado.
La calma vuelve a los ultrajados indios y en profundo
silencio y recogimiento claman perdón al Altísimo.
El Hijo de Francisco de Asís llena de consuelos y de amor a
los fieles pero convertidos en gotas de agua bermellonada
quedan también encantados.
Entonces el hijo de Francisco de Asís canta tristemente la
elegía de su encanto y transformándose en “Guicucu”, alza el
vuelo, desaparece y en las lejanías iba muriendo su silbo:
¡Gui-cucu! ¡Gui-cucu…!
¡Mi-taii táaa! ¡Mi-taii táaa…!
Chau chaaau! Chau chaaau…!
¡Adiós! ¡Adios! ¡Adios! ¡Adiós!
39. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 39
MINGANDO EN LAS ARADAS, EN LAS SIEMBRAS
Y EN LAS COSECHAS
A la señora Emilia Gonzales Orbegoso
de Barúa Ganoza.
¡Dios! ¡Tierra! ¡Vida vernacular!
¡Dios!
¡Tierra!
¡Vida vernacular!
¡Dios! Hacedor.
¡Tierra! Obra de sus manos.
¡Vida vernacular! Trabajo.
Dios, espíritu perfectísimo ¡Mi Padre!
Tierra, limo del que fui formado ¡Mi madre!
Trabajo, mandato divino, medio para llegar a Dios.
Naturaleza, beldad, magnamidad de Dios, ¡Que bella eres!
Dios puso en ti un edén amenísimo.
En tu silencio de infinidad tienes un bello y elocuente
lenguaje: “Los cielos y la tierra pregonan la gloria de Dios”
“Gloria a Dios en las alturas”, cantan los ángeles.
“Gloria a Dos en las alturas”, repite el hombre.
“Y en la tierra paz”, canta los ángeles.
“Y en la tierra paz”, repercute la naturaleza ecoica.
Tierra, morada del hombre viador, trasunto de la patria
celestial. Tierra, cofre sacrosanto, que recibió la Púrpura Divina,
que la santificó y redimió.
Tierra, regada por el sudor del hombre para amasar el pan
de cada día, en el rodar del tiempo…
Rueda el tiempo y rueda la vida.
Rueda la vida: naciendo, creciendo, muriendo.
Rueda la vida, para perderse en el momento único, presente,
infinito, Eternidad.
40. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 40
Rueda el tiempo en el rodar de la tierra sobre su eje dando
origen al día y a la noche.
Rueda el tiempo en el año solar sobre la mesa redonda de las
cuatro estaciones:
Viene el invierno y ruedan las siembras.
Viene la primavera y ruedan las flores.
Viene el verano y ruedan los frutos.
Viene el otoño y ruedan las cosechas.
Y en este vertiginoso rodar de estaciones, de días y de
noches de etapas de la vida, el hombre cumple el mandato divino:
"Comerás el pan con el sudor de tu rostro"; siente en carne
propia la maldición divina: "Arrancando espinas y abrojos"; se
redime y hace méritos: "cosechando frutos de vida eterna".
El hombre ama y admira la naturaleza; pero ama, y
contempla en ella a Dios.
¡Oh que bella es la naturaleza!
¡Oh qué bello es vivir en ella!
¡Qué linda y apacible la vida, agreste y vernacular, que rueda
juntamente con el rodar de la creación y embelesa el alma con
fulgores de lampos de esperanzas eternas!
¡Vivir en la tierra para merecer vivir en el cielo!
¡Oh hombre has sido creado para amar a Dios y para cultivar
la tierra y merecer ir a Dios!
-Sí, cultiva ¡oh hombre! cultiva:
Cultiva la tierra:
Cultiva la inteligencia, la verdad.
Cultiva el corazón, el amor.
Cultiva la virtud, el bien.
Cultiva la creación arrancándole sus secretos
y conociendo sus maravillas, que ella te predica: ¡Dios!
¡Oh hombre, eres cultivador por antonomasia!
"Hombre hecho de tierra, para trabajar la tierra: Agrícola es;
pero si en el trabajo material ve la ordenación divina que lo lleva
a la consecución de un fin divino; Divino es".
41. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 41
Las aves del cielo no siembran, ni tienen graneros, y nunca
les falta qué comer.
Los lirios del prado no hilan, ni tejen y se visten con primor.
Y el hombre que no puede agregar un codo a su estatura, ni
cae un pelo de su cabeza sin la voluntad de Dios: “tiene poca fe”.
Los cielos y la tierra, en el arpa inconmensurable de la
hermosa bóveda azul tañen canticos y loas a la magnificencia de
Dios; el hombre de fe en la pequeña armónica de su corazón
salmodia himnos de amor y canticos de reconocimiento al
Creador, por eso del alto cielo desciende rocío matinal de
bendiciones y de paz sobre la tierra y aparece refulgente el sol
sobre los buenos y sobre los malos.
¡Oh que bella es la naturaleza!
En su silencio de infinidad tiene un bello y elocuente
lenguaje.
¡Qué bello es vivir en ella teniendo el corazón en el cielo!
Todo un Dios bajo del cielo para vivir en ella.
¡Que linda y apacible la vida agreste y vernacular que rueda
juntamente con el rodar de la creación y embelesa el alma con
fulgores de lampos de esperanzas eternas!
¿Quién por insensible que sea no siente la grandeza y beldad
de la creación "cuando ora levante sus ojos al cielo, ora los tienda
sobre la tierra, ora los fije sobre sí mismo"? ¿Y quién no
siente impelido a exclamar? "Cielos y tierra, ángeles y hombres
bendigamos juntos al señor que nos ha creado, alabémosle y
ensalcémosle eternamente".
Edén, Edén, que te perdimos.
Edén, Edén, en que Dios puso al hombre para que trabajara.
Edén, Edén, ¡oh feliz tú en el que un Dios prometió hacerse
hombre, por el hombre que allí le había ofendido!
Tierra, tierra, que regamos con lágrimas y sudores para
conquistar el cielo.
¡Qué bella es la naturaleza!
¡Qué bello vivir en ella para merecer vivir en el cielo!
¡Qué linda y apacible la vida agreste y vernacular que rueda
juntamente con el rodar de la creación y embelesa nuestra alma
42. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 42
con fulgores de lampos de esperanzas eternas!
En cada tierra sus usos:
Después de este breve prolegómeno, de esta expansión
espiritual bendiciendo a Dios que nos ha creado y admirando la
obra de sus manos, creada para la gloria suya y servicio nuestro,
ved cómo el campesino huancabambino trabaja la tierra, la
siembra y recoge los frutos.
Veamos una manera cómo cumple con el precepto divino:
"Trabajarás"
Asistamos a una escena agrícola.
Venid y ved una "Minga".
Bien sabes, lector amigo, lo que es una "minga”. Por nuestra
historia patria sabes que por la agricultura se engrandeció el
Imperio de los Incas, que las faenas agrícolas, las practicaban al
son de cantos, en medio de grandes regocijos y se trabajaba con
“Mingas”.
Estas Mingas los indígenas aún conservan: mutuamente
hacen la prestación de su trabajo voluntario, con la condición de
reciprocidad.
Y en mi tierra huancabambina también se conservan las
"mingas". Por eso te invito: vayamos al Ande, vayamos a mi
tierra huancabambina porque en cada "tierra sus usos" dice el
adagio, y para hablar de las costumbres de los usos de
mi tierra, ¡Bendito sea Dios! mi mollera me parece ser un
“guango”, mi pluma un “shucsho” y la hebra que se hila y ovilla
mis acuarelas, que cuentan enhebrando y ovillando los "usos y
costumbres Huancabambinas".
El chacray invita a las mingayes a la minga:
Al agricultor serrano que rompe, cruza, riega, desyerba o
cosecha sus cementeras con la ayuda gratuita de las amistades o
compadres se le llama “Chacray”. Y las amistades o compadres
que acuden a su convite se les llaman “Mingayes o Mingueros”.
La “Minga” casi siempre acostumbran hacerla en día
domingo o día de fiesta, reinando alegría.
43. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 43
El “Chacray” abre el calendario Bristol y consulta las
predicaciones del tiempo, averigua los días de las fases de la luna
y dispone las fechas en que ha de realizar las faenas agrícolas: sus
“mingas”; con antelación “convida y pide la fuerza” (1) a los
dueños de las parcelas colindantes para que le “den la mano”
-Pal domingo entrante, dio y en ocho, voy estar de “minga”,
lo ruego, compadrito, paque miacompañes, no ei ser mala paga
con so persona.
-¡Ay, compadrito, nada mías pedido! Mis toros los tengo
ociosos poray iré sin faltita nenguna el domingo muy de
mañanita.
Oscuro, oscuro del domingo convenido, en las lomas y en los
oteros se oyen gritos de los “mingayes”, cuyos ecos se pierden en
las quebradas y contestan los cerros.
-Poyar voooooy…, compadrito, a so miiingaaa…
-Ya vaaamooooss…, Señorciiiitooo… Espeeeeramee en la
trancaaa… Ulalio, padirnos juuuuunntooooss…
-Yastoy yugando los tooooroooss… Y ya mesmiiiitoooo
lualcanzo, compañeriiitooo…
-¡Compadre Juliaaaann! ¡Compadre Juliaaaann… ¿Qué no
viene acompañaaaaarnooooos…? Luestamos esperaaaandoo… No
deje de veniiiirr… Que pa hoy dia hamos quedauuuuuuu…
Y más gritos…
Y más silbos…
Y más recomendaciones…
Y nuevas invitaciones se oyen por doquier…
En las sementeras del “chacray se van reuniendo, van
llegando por el caminos y atajos los “mingayes”.
Unos a “dar la mano”.
Otros a “devolver la fuerza”.
Los aradores con sus bolsicos, con sus barretones o con sus
quichas.
______________
(1) Darse la mano o darse o devolverse la fuerza.- Ayudarse mutuamente y
sin recompensa alguna en las faenas agrícolas otros trabajos.
44. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 44
Los reservadores con sus lampas.
Los cosechadores con sus bolsicos, con sus “pipinas”, con sus
hoces.
Agrados del chacray a los mingayes:
El Chacray recibe a todos los mingayes sonrientes, cariñoso,
con apretones de manos, con palmaditas en los lomos y con la
impresindible “limenta” de aguardiente en la mano pa darlos so
copa a so llegada, pa quitarlos el frio o componer so cuerpo.
Luego brindales so mate de “ucho” (Otros dicen Lucho):
mondoguito, guineo, papas, zapallo, frijolitos verdes, que
asientan con “so poto de guarapo o so medida de caña diarral”.
Al terminar la minga les dan el potaje especial llamado
“patas pa arriba, o zango o colmena”, es la mashca ahogado de
trigo, con chicharrones, culantro, ajo verde, cebolla y manteca y
en caldo de gallina, acompañado de una “servilleta de cancha” o
mote con tocino. A las mujeres o a los hijos de los mingayes que
han ido sólo por gustar, o para acompañar a sus gentes, o a sus
padres, les acomodan el “cashun” o hato en el cual acomodan los
mates chaneros conteniendo el chane.
Los rastrojos descansados están, oxiginandose “pa
componerse” y hacerse fértiles.
Limpios los han dejado los ganados al rebuscarse; y los
recios torbellinos de las tardes los han barrido.
Los cordonazos de otoño los han remojado y humedicido tercia y
“geme”.
El dia de la minga, para hecer las “roturas” ha llegado.
Los mingayes ya están invadiendo la sementera, ¡miradlos!
Treinta o más aradores conduciendo treinta o más yuntas
dirigidas por treinta o más cholitos guiadores.
Cada mingay ha escogido un trozo de terreno para ararlo y
se convidan con sus láteres para darse el encuentro, o hacen
apuestas de ¿Quién saca primerito el trozo?; el chacray es el que
apremia el encuentro o al que primero sale o gana la apuesta con
45. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 45
una buena copa de aguardiente, o con una medida o poto de
guarapo.
El chacray da la voz de comenzar el trabajo:
-Agora sí, compañeritos, a “pujarse parejo” pa acabar
tempranito. ¡Aprovechemos la mañanita que el sol quema como
si juera a llover! ¡Adentro muchos!
Los mingayes escupen las manos y las frotan y arman gran
algazara.
-¡Adentro ñaños! ¡Ñija! ¡Adentro y con dulces!
-Nuay quiacobardarse, compañeritos, pugen no más, quial
toro es al que le duele.
Silban y gritan.
“Pitan” y rien.
Conversan y flirtean.
Y asi animan a las yuntas:
-¡Amo! ¡Amo!
¡Aya! ¡Aya!
¡Jala! ¡Jala!
Al dar la vuelta en el término de cada surco el arador levanta
el arado deteniendo la yunta:
¡Asha! ¡Asha!
Entretanto que el guiador lo hace cejar dándole unos
golpecitos suavemente en la testuz con la varita que lleva para
dirigirla:
-¡Desha! ¡Desha!
¡Vuelta! ¡Vuelta!
El arador de nuevo entierra la reja del arado para abrir un
nuevo surco.
Y así tanto de ida como de regreso van abriendo un nuevo
surco; y en este ir, voltear, venir, animar las yuntas y abrir surcos
se termina “las roturas”.
Las cruzadas:
Hay terrenos que requieren cruzarlos cuando las tierras
están cansadas, gastadas o flacas, aun que hoy generalmente
46. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 46
todos los necesitan. El cruce del terreno suple en pequeña parte
el abono que debería echársele.
En este día de las cruzadas, que también suelen hacerlo el
mismo día de las aradas, de las cabeceras al pie del terreno, y del
pie del terreno a la cabecera suben y bajan las yuntas al son de:
-¡Sube! ¡Sube! No te quedes “Granizo cemarrón”
¡Baja! ¡Baja! Torito mulato.
¡Arriba! ¡Arriba! Que pa eso están bien comidos “guishlulos”
¡Baja! ¡Baja! Torito mulato.
-¡Sube! ¡Sube! Lluvia de plata
¡Baja! ¡Baja! Ojo de venau.
Y suben… Y bajan…
Y bajan… y suben… las yuntas, los aradores, los seguidores.
Y la sementera queda lista para recibir la semilla.
Las siembras:
¿Quién hay que no siembre?
¡Todos vamos sembrando en la vida!
Siembra el sacerdote la semilla divina del Evangelio en el
surco abierto por la fe.
Siembra el padre de familia la semilla de la felicidad de sus
hijos en el surco abierto por sus sacrificios y buenos ejemplos.
Siembra la madre la semilla del amor en el surco de sus
entrañas y el regazo de su pecho.
Siembra el maestro la semilla de la ciencia y de la virtud en
el surco abierto por la instrucción y educación.
Siembra el sabio y el filosofo la semilla de los primeros
principios en el surco abierto por sus investigaciones y
elucubraciones.
Siembra la autoridad la semilla del bien común en el surco
abierto por la custodia del orden y de la ley.
Siembra el Juez la justicia social en el surco abierto de su
recto veredicto y sentencia inapelable de dar a cada uno lo suyo.
Siembra el médico la semilla de la salud en el surco abierto
por sus prescripciones preservativas y por el bisturí.
47. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 47
Siembra el militar la semilla de la paz y del honor nacional
en el surco abierto por la guerra.
Siembra el comerciante la semilla del oro en el surco abierto
por sus industrias y transacciones.
Siembra el poeta la semilla del gay decir en el surco abierto
por sus rimas y sus versos que beben y aspiran la beldad de la
creación.
Siembra el periodista la semilla del bien y del progreso en el
surco abierto por la opinión pública.
Siembra el caritativo la semilla de la gratitud y del merito en
el surco abierto por su generosidad y desprendimiento.
Siembra el amigo la semilla en el surco abierto por la fusión
de dos corazones.
Siembran todas las almas meritos para la otra vida en el
surco abierto por el cumplimiento de las leyes.
Siembran todas las inteligencias.
Siembran todos los corazones.
Siembran todos… Sí, todos.
Todos vamos sembrando por el camino de la vida.
Siembra la creación la belleza…
Siembran las noches oscuras y serenas el cielo de estrellas…
Siembran también los vientos y recogen tempestades…
Siembras las quimeras y recogen desilusiones…
Siembra la ociosidad y recoge vicios…
Se siembra en el mar… y no se recoge nada.
Siembra el agricultor las semillas de las mieses en el surco
que abre la reja del arado… Y vamos a cosechar…
Sí, vamos al campo…
Ya una garza de plumaje negro venida de no sé donde
presagiando invierno y año bueno ha cruzado rauda los aires de
sur a norte.
Ya la luna esta en creciente.
Ya la vacada escosa la han votado a los potreros de los cerros
para que ramoneen las puyas y las hojas tiernas que brotan de
las nacientes semillas.
48. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 48
Ya los porcinos llevan tramojos para que no osen las
sementeras.
Ya las gallinas tienen cruzadas en el pico una pluma para que
no escarben ni mochen las matitas.
Con el ramusgo de la mañanita el chacray ha hecho
desparramar el frejol en la sementera, y a puesto dos pajareros
para ausentar y correr a la “pajarada”; pero la “bichauchada, la
palomada y la enmanada” limpian el grano se levantan diaquí y
si asientan puallá cuando la zumba los guaracazos de los
cholejoncitos pajareros.
Los “mingayes” están listos con sus guiadores y
sembradores, que llevan la alforja sembradora al hombro, un
lado lleno de maíz y el otro lado lleno de habas o frejoles.
Puyan las yuntas, y los novillos echando gallardamente hacia
atrás la testuz; sacan su larga y áspera lengua para lamer ya una
ya otra de las ventanas de sus narices; mueven a uno y otro lado
sus redondos y escandilados ojos negros; enarcan sus cuerpos
sumergidos sus panzas y metiendo sus pezuñas traseras un
palmo adelante; chicotean sobre sus lomos sus mechosas colas;
dejan oír un mugido ronco y cortado como si fuera un quejido de
cólera y protesta, con tronco robusto y majestuoso tiran el arado;
la reja acerada se unde en el suelo presionada por la musculosa
mano del arador, el surco se abre como un símbolo de fuerza y de
trabajo y recibe voluptuoso la semilla virgen que han de
fecundar.
La sembradora camina atrás, siempre al lado de abajo, al
comenzar cada surco mete la mano derecha en cada lado de la
alforja, saca un puñado de semilla, y como si estuviera
contándolas o pasando las cuentas de un rosario va dejándolas
caer por entre medio de sus dedos índice y pulgar una por una y
a cierta distancia, diciendo:
“Sembrare como sembré diantes.
Y venderé como vendí diantes:
Porque si no llegará la oscura
Y el terreno no producirá nada”.
49. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 49
- ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Puaqui! ¡Puaqui! ¡Desha! ¡Desha! Dice en
cambio el cholito guiador.
Los desbordes del nuevo surco cubrían la semilla sembrada
en el anterior y recibía la semilla de otra clase de grano.
De ida caía de las manos de la sembradora simienta de maíz.
De venida caia de las manos de la sembradora simienta de
habas.
En las siembras, como en las aradas reina también la alegría;
se oyen silvos, gritos, se hacen apuestas.
Los jaques “mingayes” alaban la fuerza de sus novillos; y
queriendo “echarles la pata” (1) a los otros exclaman:
-¡Que van a ser tus yuntas enclenques tan juerzudos como
las mías… Que van poder pararse esos porros magros con mis
viejos aradores.
-Puya. Puya, cholo viejo haragán, que te ganan los toros. Mira
ya voy a sacar mi parada.
-¿Qué gracia, vos sos joven y yo viejo, la tierra me reclama!
-¡Ara, ara, cholo, no estés namorando a la compaña
sembradora, ya la “morena” tiene dueño!
-¡Vaya con lo que salió este viejo pestiferiento, dijo metiendo
su cuchara, la sembradora aludida, malayita con mi mala suerte,
con que corazón luestara hablando! Y pegándole una chupadita
de dientes continúo: cholo patojo vos cree que soy chivo de fiesta
que blanquiando cuatro soles ya está el negocio hecho, este
quiero, este lualzo.
-Oye, china, canturrio el viejo:
“No los digas con soberbia,
Porque la boca castiga”.
-Apúrense, cholos, grito otro, que ya va siendo hora de
mover las quijadas, y allí sí, ¡quiagudos van estar!
________________
(1) Echar la pata.- Adagio que indica que una persona superá a otra persona en un
certamen; o en la ejecución de una obra dejando deslucida a otra.
50. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 50
Y de esta manera entre chanzas y faramallas se ponía fin a
las siembras.
Una ceremonia final realiza el “Chacray”; en el centro de la
sementera. Forma una cruz con granos de maíz, coloca en medio
de ella una crucecita con granas de madera y rocía alrededor
agua bendita; va luego a las cuatro esquinas de la sementera y
rocía igualmente con agua bendita en forma de Cruz pidiendo al
Señor les conceda abundantes cosechas, diciendo:
Ahora si, Dios Taitito, manda tu aguacerito, y líbranos de las
plagas y bendice nuestros sembraus.
Promediando la sementera y las distancias colocan también
dos maniquíes o espantajos revestidos de harapos y una lata para
producir ruido al ser agitada por el viento y sirva para espantar a
los pájaros.
Las sembradoras durante la siembra no pueden en todo el
día ni hilar, ni tejer, ni escarmenar lana, ni desmotar algodón,
“malograrían toda la simiente”
Los “mingayes” después de pedir los clásicos perdones y
disculpas por la ayuda prestada, desatan los arados y los colocan
sobre el garzón del yugo, de suerte que el timón vaya
arrastrando.
El chacray los despide agradeciéndoles:
-Dios so lo pague, señorcito, por allí corresponderemos
algún día, que todo favor es prestado en esta vida, y estrechando
las manos a todos los “mingayes se dan el
-¡Hasta otro rato, señorcito!
-¡Hasta más tarde, compadritos!
-Puaqui hamos de golver otro día.
Y se van…
Se van cantando alegrías y amores.
Se van silbando tristezas y penas.
Se van comprometiendo para cuando a ellos también les
toque el turno de hacer su minga.
51. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 51
Sembrando tubérculos:
En la siembra de “tubérculos”: papas, ocas, ollocos hay algo
novedoso que merece contarse en párrafo aparte.
La siembra la hacen en el cuarto creciente de la luna.
“Sembrar de semilla”, dicen cuando siembran los tuberculos
en terreno trabajado y que es necesario arar primero. “Sembrar
de mongote”, cuando siembran en terreno nuevo o rozado
recientemente, y entonces la semilla enterranla en huecos
abiertos por los barretones o por “quinchas”.
Sembrador de tubérculos cualquierita no puede ser, hay que
conseguir individuos que tengan “buena mano”, de lo contrario se
daña la semilla o no nace.
Se les alimenta especialmente con sancochado de cuyes y
gallina.
Deben guardar dieta de la mujer.
No pueden coger ni sogas, ni bejucos, porque si estas cosas
hacen la planta no carga y se hace raizuda.
Terminada la siembra debe tirar bajo la barbacoa o cama
para dormir, el barretón o la quincha y el bolsico que ha utilizado
en la siembra e ir a dar cuenta a la “comadre candela”, dicendole:
-Comadre Candela: ya sembré las papas, las ocas, los ollocos
que me mandastes sembrar; y abrazandose con las tullpas
continua:
“Naceran, naceran papitas, olloquitos, oquitas…
No se dejaran comer del “puluche”
Cargaran… cargaran papitas, olloquitos, oquitas…
Grandes y buenas pa nuestro buche…
Como las tullpas… como las tullpas…
Grandes y buenas pa nuestro buche…
Como las tullpas… como las tullpas…
No se dejaran comer del puluche.
Resiervos:
Nacida la semilla y cuando la matita ya esta grandecita que
pueda resistir al sol y al viento se hacen las resiervas pa que el
52. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 52
monte no gane el sembrau y a la vez apodan los tubérculos pa
que macolen y pongan buenos cuayes.
Nacida la planta no se permite el ingreso a la sementera a
ninguna mujer cargando hijos, por que el llanto del “Guagua”
atrae daños, robos y perjuicios.
Para las resiervas, los mingayes forman cuadrillas de a ocho
a veinte personas teniendo por jefe un puntero, resiervan en
cuadros que llaman “chascos”; al terminar la parcela se juntan
todos para cerrar el chasco y el chacray les convida una copa de
aguardiente o una medida de “guarapo”.
El chacray recomienda a los reservadores mingayes:
-Tendrán cuidadito, señorcitos con no pelar las matitas del
maíz juntamente con el monte.
Si por casualidad los mingayes arrancan o malograran
alguna planta buena, de esta manera se disculpan.
-Chacraycito, esta matita a sido “macho”, por eso lo hemos
sacau.
De pronto uno de los reservadores exclaman:
-¡Suerte! ¡Suerte! El chacray está de güenas, va a tener güena
cosecha yayaiii… La arañita cargadora, chacraycito… La arañita
cargadora, chacraycito, devisela, devisela como se paseya con su
quipecito en so espinazo.
En verdad, una araña caminaba junto a una mata de maíz,
llevando en la parte del espinazo una bolsita llena de sus
huevecitos, el “quipe”, y por eso la conoce con el nombre de la
“Araña cargadora”, que presagia opima cosecha.
Las malas yerbas arrancadas se hacían montones y se
botaban a los caminos, o se juntaban para quemarlas tan luego se
sequen.
La resierva ha terminado.
Asustando las sementeras:
Días después…
Lumbrarada riente de sol.
Alegría esmeraldina de las sementeras.
53. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 53
Regosijos de los campesinos.
Una mujer en cinta avanza por los sembrados recorriéndolos
y viendo donde las plantas no están poniendo o cargando y con
su “guango” varea suavemente a las matas marrajas diciéndoles
suplicante:
“He venido a visitarlas y ver si están poniendo.
Velay, vos que aragana que estas;
Y vos, también que marraja que tias quedau.
Cargaran, cargaran bastantísimo.
Pa eso he venido, asustarlas pa sutarlas…
Pa que carguen y ni se queden asina no más.
Pura hoja… pura hoja y nada de fruto…
Pa que no las empuñe el chamusco
Cargaran… cargaran bastantísimo.
Cosa de dar gusto y no quedarlas yanga no ma…
Si sienta la plaga la sembrado (o sea el gusano verde,
llamado puluche) “paque la plaga se alevante y se vayga”, cogen
unos gusanos y los tuestan, o bien les atraviesan un palito por la
cola y sacándolo por la boca para voltear al revés al gusano y lo
clavan a la raíz de la planta; o bien hacen exorcizar del sacerdote
un poco de gusanos, y luego los entierran en los sembrados y
esparcen agua bendita por la sementera; o bien llaman a un brujo
paque lo bote “yanga” a la plaga puel cerro. Y, riase su merced:
¡La plaga sialza!
Cuando el maíz comienza a choclear la chacraya manda
“sacar las madres”, o primeros y mejores choclos y hacen con
ellos tamales a los sancochan, no pueden asarlos pues esto trae el
“chamusco” a la sementera.
Segunda vez la mujer en cinta vuelve otro dia a entrar a la
sementera para “asustar la chacra de dentro… en dentro… de
dentro… en dentro…”
54. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 54
Jaulas, Chiclas, Trampas:
No podemos pasar por alto este acápite relacionado con las
jaulas, chiclas, trampas que, en tiempo de cosechas, suelen
colocarse contra los animales dañinos.
Los chiquillos se entretienen amarrando lasos corredizos en
los choclos para cazar pericos.
O bien hacen jaulas para cazar pajarillos, y especialmente
palomas. De cañas de carrizo o pequeñas varas hacen una camilla
en forma de capa de caja, de los angulos de la jaula que descansan
en tierra, amarran un torzalito que forma triangulo al ser tezado
por la punta de una barillaque lleva en la parte superior dos
ranuras o “mueshcashs”, en la una se sostiene la jaula y en la otra
hecha por el reverso se sostiene otra varilla que fijada en la tierra
mantiene la jaula levantada. En tierra y dentro del angulo que
forma el torzalito colocan granos de maíz, trigo o alberjas; el
pajarillo salta al torzalito, cae la jaula y queda atrapado en ella.
Otros colocan una sola varilla dividida en dos mitades que se
superponen en la división hecha en forma de L; la mitad superior
lleva una ranura en la cual se sostiene la jaula levantada y la otra
mitad va a tierra tesando el torzalito, al saltar sobre este el
pajarillo, la varita se desune y cae a tierra la jaula.
A los perros o les amarran una pata delantera al collar, o
bien del collar amarran un pedazo de soga que arrastra un trozo
de palo de madera pesada de 40 cm x 4 de diámetro
aproximadamente y al que denominan “Carlanca o Tarlanca”,
esta impide al perro el alejarse de la casa.
A los chanchos colocan en el pescuezo un triangulo formado
de palos y que llaman “tramojo”
Para los perros dañinos y para los zorros pactichos colocan
en los portillos abiertos “La chicla”. Es una cama en forma de
triangulo hecha de magueyes o varas del tamaño de un metro
más o menos, sobre la cual colocan varias piedras de regular
tamaño; debajo, en el centro, colocan un trozo de carne; una de
las puntas de la “Chicla” la apoyan levantada en un estacón o en
55. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 55
un tronco de árbol, de tal manera, que pueda resbalar fácilmente
y caer en el momento que el “perverso”, coma la carnaza.
Hay otra trampa llamada horca. Se aprovecha un árbol o bien
se planta un horcón; a una distancia se clavan en el suelo
formando circulo y calculando que pueda meter la cabeza un
perro, varias estaquitas de 30 cm., aproximadamente, una de las
cuales, que da frente al horcón, debe ser doble y estar
profundamente enterrada tiene la forma del numero uno, la
llaman “Garabato”, cuyo vértice debe quedar a la altura de otra
estaquita, clavada en el centro del circulo y a la altura de 10 o de
15cm., llamada “puya”, en la cual colocan el bocado o trozo de
carne y apoyan, de suerte que pueda zafar fácilmente extremo de
un palito transversal que se sostiene además en el ángulo del
“garabato”, del extremo se amarra una cuerda doble que resista
la fuerza de la trampa y que se amarra del otro extremo a la veta
o soga que colgada al horcón mantiene en suspenso una piedra
de regular tamaño; al otro extremo de la veta o soga se coloca
formando lazo corredizo sobre el circulo de estacas. El perro al
meter la cabeza y cuello para comer la carne, mueve y suelta el
palito transversal, cae la piedra dando tirón a la soga que enlaza
al perro y muere ahorcado.
Otro en lugar de piedra, aseguran en el suelo una vara gruesa
y flexible, la apoyan sobre el horcón o sobre un trapecio de palos,
arqueándola cuanto resista; del extremo de esta palanca
aseguran la veta que por medio de la cuerda doble queda tensada
y sosteniendo el palito transversal que presiona sobre el
“garabato” y monta sobre la puya en donde esta la carnaza. Al
soltarse este palito la palanca da el tirón terrible al animal
chicoteándolo en el aire y ahorcándolo.
Las cosechas:
¡Qué alegre que están los campos!
¡Qué alegre y fresca la mañana!
¡Qué alegre la choza y alegre la pampa barrida!
¡Qué alegre y satisfecha la familia campesina!
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¡Que alegres los fogones y bullidoras las menestras en las
ollas que han de dar pábulo a la concurrencia de la minga!
¡Qué alegres, viva y chisporroteante la comadre candela!
¡Qué alegre y laboriosa los cosecheros con sus pipinas,
quinches, hoces y barretones en las manos y con las alforjas
cosecheras al hombro!
¡Qué alegres y doradas las espigas columpiándose en sus
tallos y las mazorcas en sus tarayas y voluptuosos tubérculos
anidados en panzonas aporcas de sus raíces!
¡Qué alegres y satisfechos los ganados rumiando los pangales
y los caballitos trilladores relinchando y piafando en las eras!
¡Qué alegres los pericos y los cumanés picando los choclos,
las palomas y los gorriones recogiendo en las eras, las perdices y
torcazas echadas en sus nidos alimentando a sus pichones, y los
pechos colorados levantando su vuelo como flechas lanzadas del
suelo y diciendo a sus hermanos pájaros en su escala musical:
“que ricos que están los choclitos”!
¡Qué alegres los patos y los gansos nadando en el agua y
picoteando el pasto maduro, y el pavo real tocando corneta en el
mojinete de la casa!
¡Qué alegres las gallinas cacareando el huevo que han puesto
escondido en el maizal!
¡Que alegres y melodiosos los pájaros en los arboles coposos
silbando: “todo es alegría aquí”!
¡Qué alegre zumba el viento cuando acude a los silbos del
ventedor para limpiar de paja y tamo al trigo y a la cebada!
¡Qué alegre los panzones zurrones con sus bocas abiertas y
las trojes barridas esperando llenarse de granos y de tubérculos!
¡Todo esta alegre!
¡Como alegres están las almas que han sembrado el bien y
recogen frutos de virtudes!
¿Cómo alegres están las almas que han desyerbado a tiempo
uno a uno las malezas y abrojos de sus defectos y cosechas la
perfección!
57. Acuarelas Huancabambinas Vol. I
Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 57
¡Como alegres están los corazones gozando en el
cumplimiento de su deber!
¡Como alegres los corazones que desvinculándose de esta
tierra levantan el alma a Dios, como el justo Abel para ofrendarle
lo mejor de sus cosechas; sus buenas obras, y musitar agradecido
y ferviente las ternuras del “Padre nuestro que estas en los
cielos… El pan nuestro de cada día dánosle hoy…!
Almas que cosechais frutos de la tierra, cosechad siempre
bienes que la polilla no destruya, ni el ladrón arrebate y no
olvidéis que el pan no solo os da Dios para “vos” sino que lo da
para todos: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”.
Abrid vuestros graneros a los pobres y a los necesitados, no
sois vosotros sino Dios quien ha dado el incremento a la simiente
que depositasteis en el surco abierto por vuestro trabajo y
regado por vuestro sudor y Dios, Padre de todos es el que hace
salir su sol y hace llover para los buenos y para los malos.
Si, el año ha sido bueno porque Dios ha echado su bendición,
ha enviado su luz, calor, agua, viento, día y noche.
Si, ¡por eso el año ha sido bueno!
¡Por eso la cosecha esta optima!
Y, ¡vaya con la superstición! Muchas veces la cosecha es
abundante porque ha habido la coincidencia de que algún
miembro principal de la familia del chacray ha muerto!!! Y,
¡cascaras dulces, no digo nada!
-“La sementera ha dau como nengun año porque so cabeza o
so mano del chacraycito muerto ha siu la que luaecho cargar a la
chacra”
Mingando en las cosechas:
Una garza de plumaje blanco, venida de no sé donde,
presagiando verano, ha cruzado rauda los aires de norte a sur.
Y a cosechar paisanos.
¡Y a cosechar mingando!
¡Todos están invitados a la minga!
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Y el dia señalado los mingayes cosecheros van a la
sementera y a la voz de mando del chacray comienzan a
despangar choclos con las pipinas; quiebran mazorcas y llenan
las alforjas cosecheras que llevan al hombro.
Con la hoz siegan las pajas del trigo y de lacebada, y amarran
las gavillas.
Con las quinchas o con los barretones sacan nidadas de
papas, ollucos, ocas.
Con las manos manojean habas y pelan alberjas o frejoles.
Hacen montones de papas, de ocas y de ollucos.
Hacen montones de gavillas de trigo y que el acomodador va
formando el “toro-parva”
Hacen montones de tercios de alverjas y de habas, y que el
parvador va formando la parva.
Hacen montones de gavillas de cebada que el ringlador va
formando “los ringlones”.
Y los cosecheros van y vienen de la sementera a la casa y de
la casa a la sementera.
Van con las alforjas cosecheras vacias…
Vuelven con las alforjas cosecheras llenas…
Vuelven a “acostar”
Vuelven a parvar.
Vuelven a ringlar.
Van y vuelven sin cesar.
El frejol se cosecha primero, por la mañana. Por la tarde se
manojean las habas y se pelan las alverjas, luego se cosechan el
maíz.
El trabajo de las cosechas es amenizado con animadas y
sostenidas charlas y sonoras carcajadas.
Unos silban una tonada y otros entonan una cumanana.
Unos avivan la minga y al chacray y otros pitan desafiantes.
De pronto uno de los cosecheros encuentra una mazorca de
maíz cuyos granos están coloreados de amarillo, rojo, blanco o
negro, o unos granos son de un color y otros de otro color y que
llaman “maíz misha”.
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-¡Misha! ¡Misha! ¡Mi suerte!
Y llamando la atención a la cosechera que canturrea a su
lado “una triste”, le dice:
-¡Oye china! ¡Aguita no más que hemosa es esta mazorca, y
recíbela, que alla va! Y la tira para que a su vez la apañe en sus
manos.
Si ella la recibe y la mira… el cosechero mingay se adelanta a
decirle riendo a carcajadas:
-Te mishe… Te mishe para una talega de tortillas… o pa que
me hiles un poncho…
--¡Anda, cholo hambriento y enterezau, que güeaa me la
hiciste…
Y por esta broma, ¡felices días aquellos! La “china mishada”
quedaba obligada a preparar al dia siguiente el buen café con so
talega de tortillas, o bien a hilarse el poncho… Pero, al revés, si la
mingaya cosechara es la que encuentra la “mazorca misha”, (u
otro fruto) es el cholo el que debe cumplimentar a la mishadora
con un convite, con un vestido, con un par de zapatos… según ella
le haya multado.
El sol declina.
Refresca la tarde.
El chilalo canta.
Se va el mingay.
Y la cosecha termina.
Trillas:
Los días están de buen sol.
Los vientos están corriendo.
Los caballitos trilladores ya están prontos y
“arrejuntándose” en el pangal.
Ha llegado volando el día de la trilla.
Las heras están barridas junto a las parvas redondas, junto a
las parvas cuadradas o toros parvas.
Eran cerradas para trillar trigo y cebada.
¡Adentro aguilios!
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Y los caballos sueltos rondan en la era animados por el
areador, que no cesa de animarlos:
- Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uuuuuuuuuuurrrrrrrrr…
Vuelta, vuelta caballito…
Caballito vuelta, vuelta…
Ayo… ayo… caballito…
Caballito no te quedes…
Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uurrrrrrrrr…
¡Guuishshsh!... ¡Guuishshshshshshshshshshshsh!...
¡Ala pajarada!...
Restalla el rebenque y se escucha el zumbido del aleteo de
las avecillas que levantan el vuelo para caer de nuevo ávidos
sobre la era.
Y…
Trillando… Trillando…
Girando… Girando…
Los caballitos en la era…
Tronando… tronando
El arreador el boyero…
Las espigas van soltando
Los granos para el granero…
Eras abiertas para trillar alverjas.
Dos o tres caballitos arrebiatados, y el delantero tirando de
una soga por el trillador.
- Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uuuuuuuuuurrrrrrrrr…
Vuelta, vuelta caballito…
Caballito vuelta, vuelta…
Ayo… ayo caballito…
Caballito no te canses…
- Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uuuuuuuuuurrrrrrrrr…
- ¡Arrrzzaaaa… arrrrzaaaaaaaaaa…
- ¡A la palomada!
Restalla el rebenque y se escucha el tableteo producido
por el aletear de las palomas que levantan el vuelo para caer
de nuevo ávidas sobre la era hasta ponerse buchonas.
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Trillando… Trillando…
Trillando… Trillando…
Girando… Girando…
Los caballitos en la era…
Tronando… tronando
El arreador el boyero…
Las vainas iban soltando
Alverjas para el granero.
El trillado o arreador cabecea primero las gavillas o tercios
en la era poniendo la parte de las espigas hacia el centro, y
comienza de nuevo el vértigo:
El rondar de los caballitos
El girar en el centro como un trompo del trillador.
Animando a los caballitos.
Y espantando a la pajareada.
Cuando ya el grano se ha Soltado de las espigas de las
gavillas puestas, el trillador detiene a los caballos y hace una
nueva echada de gavillas, y de nuevo comienza a movilizar sus
caballitos y a animarlos con sus gritos.
Y luego otra echada…
Y otra…
Y otra…
Cuando se ha terminado la parva, o está muy llena la era, se
comienza a destamar.
Destamando:
Con una horqueta, de palo de un metro de largo más o
menos, que tiene tres dientes cóncavos en forma de tenedor, se
toma un poco del grano trillado y se avienta al aire para que el
viento arrastre la paja y tamo y quede el grano en la era.
El venteador entre tanto llama al viento silbándolo:
- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo…
Y zumbando Zumbando…
Y silbando Silbando...
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Viene el viento...
Sopla la paja.
Sopla el tamo...
El grano se limpia
Cuando la horqueta no puede recoger ni paja, ni el tamo, se
hace uso de la pala, sigue venteando y llamando al viento:
- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo…
En el centro de la era se hace un montón del grano, se coloca
una Cruz pequeña en el medio, y la Cruz se tanteya el pulso para
aventar allí la pala de grano hasta lograr cubrirla; luego se
desentierra esta Cruz y se vuelve a colocar encima tanteyando
siempre el pulso para cubrirla de nuevo; y así hasta que haya
desaparecido el tamo, alternando siempre con las llamadas del
viento:
- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo…
Y zumbando Zumbando…
Y silbando Silbando...
Viene el viento...
Sopla la paja.
Sopla el tamo...
El grano se limpia
Echado de esta manera el grano se carga a las trojes y a los
zurrones.
Cuando se ha recogido la casi totalidad del grano, se barre la
era y se junta la greanza, o sea los granos que quedan mezclados
con tamo y tierra y se ventean con una lapilla o con un mate ya
esto llaman “enrostrar”.
La era queda limpia.
La trilla y la venteada han terminado.
El agricultor serrano guarda para si en sus zurrones cuanto
necesitan para el consumo de su familia durante el año, de allí es
decir: “mi troje, mi zurrón no debe a nadie”; el sobrante es lo
único que venden a las amistades, o llevan de regalo a los
compadres, o de agrado cuando van a pedir “un suplico” a los
blancos. Anteriormente separaban la porción que acostumbraban
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pagar como “primicias” a la Santa Iglesia en el po’o cuarterón o
“primiciero” que para tal fin tenían especialmente reservado; su
capacidad era medio almud.
Vareando:
Los frejoles, las habas, no se trillan, los manojos colócanlos
en un pellejo de toro o sobre jergas y con varas de membrillo o de
chuquo del tamaño de un metro más o menos y que llaman “las
vareadoras” azotan los manojos para separar de las vainas el
grano.
Luego con un mate o con lapilla se ventea para limpiar el
grano.
Jugando a los huamanes:
No sé por qué se llama así al juego en que se entretienen, los
niños en el tiempo de las cosechas.
El juego de los huamanes es muy parecido al juego del Jack,
iba a decir precursor del Jack que juegan nuestros niños de hoy.
“Los huamanes” son frejoles que tienen pintas coloreadas
que los niños separan de los montones en tiempo de las cosechas,
unos con pintas azules, otros negros, otros rojos, otros barrosos,
según el gusto de cada cual. Cada jugador escoge once; de estos
tres tienen nombres especial y se distinguen de los demás por ser
dos los más grandes y uno el mas pequeño de la partida; se les
llama “toro”, al más grande y hace de capitán del oncenio; vaca al
que le sigue en tamaño al anterior y ternerito al más pequeño de
todos; los otros ocho frejoles son de tamaño corriente pero que
llevan la misma pinta; algunos jugadores escogen el capitán de
distinto color de pinta de los huamanes.
-Muchachos, ved que bonitos frejoles de colores están
saliendo en la cosecha.
-¡A ver, enseña!
-Mira, mira estos pintaditos de azul ¡Que bonitos!
-¡Uf! Estos pintaditos de rojo que yo halle, están más bonitos.