1. Homilía II domingo de Pascua
Queridos hermanos y hermanas, la vocación sacerdotal no nos hace inmunes al
sufrimiento, o a la ausencia y es por eso que hago mías las palabras del ilustre
compositor Rafael Manjarrez para decir que: el que nunca ha estado ausente
no ha sufrió guayabo, hay cosas que hasta que no se viven no se saben...
Anoche, encerrado en mi habitación y un poco tembloroso por la mescla de
sentimientos encontrados escribía mi homilía, que detalla en pocas pinceladas
algo de tristeza y ausencia sentimental, por no poder encontrarme rodeado de
todos los que me han acompañado en este largo proceso.
Aunque no somos inmunes al sufrimiento, es posible vivirlo con esperanza. Se
puede ser feliz con sabor a las bienaventuranzas de Jesús. Llevar una vida feliz
pasando por la muerte, llegando a la Pascua.
Se puede vivir con esperanza sí nos sostiene una vida de oración sustanciosa
que nos haga mirar las llagas gloriosas del cuerpo de Jesús, como las vio Tomás.
Esa es la clave, esa es la llave; por esa vía se puede entrar en el corazón
misericordioso de Dios, manifestado desde la cruz del Señor.
En este segundo domingo de Pascua, la Iglesia celebra la fiesta de la Divina
Misericordia. Unidos como una comunidad de creyentes, continuamos
expresando nuestra alegría y fe en el Cristo resucitado. Mientras celebramos la
victoria de Cristo sobre la muerte, hay una cosa importante que debemos
recordar: permanecer unidos para dar un testimonio efectivo de Cristo
resucitado como lo hizo la primitiva comunidad. Un solo corazón y una sola
alma, frase que refleja nuestro lema de ordenación: que todos sean uno.
Queridos hermanos, la unidad es la mejor manera de dar testimonio de la
resurrección de Cristo.
Vivir en unidad es el mejor testimonio que podemos dar como sus discípulos.
Por tanto, sus discípulos prestaron atención a esta instrucción al permanecer
unidos en su misión.
En el evangelio de hoy, Cristo se presentó a sus discípulos. Durante esta visita
tan importante, restauró su paz y los encargó como ministros del sacramento
de la reconciliación. El sacramento de la reconciliación es el sacramento de la
2. misericordia. No fue fácil para Tomás creer que Cristo ha resucitado. Así que,
al dar testimonio de Cristo resucitado, sin duda nos encontraremos con
personas que dudarán de nuestro testimonio. Esto no debe desanimarnos.
Debemos extender esta misericordia a los demás. Por tanto, estamos llamados
a ser apóstoles de la misericordia. Así que, al difundir la buena nueva de la
resurrección de Cristo, debemos dar gracias a Dios Padre de nuestro Señor
Jesucristo. Porque su misericordia y generosidad es eterna.
Pidamos a nuestra madre la Virgen del buen paso, a san Jacinto y a san Juan
que nos ayuden en nuestra tarea.