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UNA APROXIMACION AL CONCEPTO SALUD ENFERMEDAD.

                                                           Por: Fred G. Manrique Abril

INTRODUCCION:
 El contenido gira en torno de la teoría general de la salud, abordándola como un concepto aplicable
al ser humano, tanto en el contexto de su pertenencia social como en forma particular al individuo.
Se aspira a señalar los elementos centrales de la discusión sobre este tema, del concepto y la
teoría de la salud, partiendo de una visión global acerca de su evolución histórica y desglosando
analíticamente la definición y el enfoque actuales de la Organización Mundial de la Salud.
En forma complementaria, en el documento se plantea un análisis sobre los factores determinantes
y condicionantes del proceso salud-enfermedad, procurando destacar los aspectos de mayor relieve
y haciendo énfasis en la relación integral y de la interdependencia entre ellos, tanto intrínseca al
fenómeno como en relación con el desarrollo general de la humanidad.

1. ASPECTOS GENERALES DE LA EVOLUCION DEL CONCEPTO DE SALUD
Conviene comenzar por dar una revisión rápida a las tendencias históricas que ha enfrentado el
problema de la conceptualización sobre la salud, advirtiendo que no se hace aquí ninguna precisión
cronológica sobre las diferentes etapas que se insinúan en el texto.
 Antes de entrar a discutir sobre el concepto de salud que se maneja actualmente, conviene hacer
algunas reflexiones sobre lo que pudo ocurrir en tiempos pretéritos alrededor de la forma como el
ser humano pudo ir construyendo las abstracciones necesarias para entender o para explicarse la
salud y la enfermedad. Partamos de una época indefinida con un ser homínido pedestre, lo
bastante evolucionado como para poder elaborar pensamientos explicativos de la realidad que
enfrenta.
Desde los albores mismos de los tiempos, el hombre, en su relación dinámica con el medio natural,
se vio envuelto en situaciones difíciles y peligrosas que ponían en riesgo su integridad física y hasta
su vida misma, ya fuera por los riesgos inherentes a la naturaleza salvaje y a los accidentes
geográficos propios del territorio que habitaba, o por la presencia de otros animales que competían
con él en ese espacio.
Para garantizar su supervivencia en ese medio tuvo que enfrentar necesariamente situaciones de
peligro; lo hizo mediante acciones directas de lucha con sus enemigos naturales de otras especies,
o de la suya propia, o corriendo los riesgos naturales que le ofrecía el mundo físico por el que tenía
que desplazarse en búsqueda de alimentos.
Como consecuencia de su empeño instintivo por resolver las situaciones críticas a su favor, de
seguro en las peleas o a su paso por lugares inhóspitos y peligrosos, muchas veces se provocó o le
ocasionaron heridas y lesiones físicas, transitorias o permanentes. De igual modo, cuando enfrentó
problemas, luchas y peligros, también debió experimentar temor, angustia y hasta situaciones de
zozobra grupal que debieron afectar su ánimo y su mente. Pero en ambos casos, de inmediato le
fue posible reconocer las causas de las lesiones o del miedo, mediante la asociación simple de
eventos, de tipo instintivo, o por una percepción primaria algo más compleja que ya debería
empezar a diferenciarlo de las otras especies de vertebrados.
Como resultado de enfrentar dichas situaciones de riesgo, dañinas o peligrosas, paulatinamente fue
tomando conciencia de su vulnerabilidad ante el medio natural en que se movía; la experiencia
vivencial acumulada le permitía evitar conscientemente los riesgos conocidos, cada vez con
resultados más adecuados al estímulo, es decir, con mejores resultados ante riesgos cada vez más
complejos. Tal es el caso de la actitud que debió asumir ante las posibles heridas provocadas en
combate, las lesiones óseas por caídas de altura, las mordeduras de animales ponzoñosos, los
fenómenos telúricos, las aguas tormentosas, el rayo, el fuego, el ahogamiento, etc.
En dichas circunstancias de permanente relación objetiva y dinámica con el entorno, el hombre
primitivo tuvo que ir elaborando un concepto claro de su relativa fragilidad ante la naturaleza,
admitió su vulnerabilidad, -podía ser muerto o herido por causas reconocibles- y debió asumir


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actitudes conscientes para evitar esos riesgos o para buscar la mejor manera de controlar sus
consecuencias.
Tal vez de manera recíproca, al evitar conscientemente los riesgos conocidos, podía estar
admitiendo inconscientemente cierto estado de no-alteración o de salud física y de tranquilidad; en
otras palabras, fue la alteración de su estado rutinario de normalidad funcional la que lo impulsó a
pensar en lo deseable de no estar herido o temeroso. Eso por lo menos desde nuestra visión actual
de lo que pudo ocurrir, siguiendo un curso lógico de reconocimiento del peligro y del daño, tal como
ocurre con el aprendizaje natural que hace un niño actualmente.
Teniendo en cuenta lo anteriormente planteado, no podemos afirmar que el hombre primitivo
hubiese llegado a elaborar un concepto de prevención de esos riesgos que ya podía reconocer; es
posible que más bien haya actuado instintivamente frente a ellos partiendo de la experiencia, tanto
individual como colectiva, es decir de aquellas vivencias que iba compartiendo e internalizando
gracias a su instinto gregario y a su pertenencia a un colectivo socializante.
Pero aparte de esas causas de daño que logró reconocer y que le ocasionaron dolor y muerte,
también experimentó el dolor, la disfunción, la discapacidad y la muerte misma, por causas que no
pudo explicar mediante el mismo mecanismo de pensamiento desarrollado como producto de las
circunstancias hasta aquí señaladas, es decir, por la vía del razonamiento empírico basado en la
experiencia objetiva, percibida cotidianamente.
Tal vez fue el dolor de cualquier tipo, intenso y creciente, no asociable a alguna causa conocida, lo
primero que impulsó a nuestro hombre primitivo (lo mismo que a cualquier paciente corriente de
hoy) a buscar una explicación a ese nuevo estado de alteración perceptible claramente, o de
"enfermedad", que además le provocaba temor e inseguridad. De cierto modo era como si estuviese
de nuevo ante un enemigo peligroso al cual no pod_ EC O(',i)_a combatir solo y, lo que es peor,
ante un adversario al que no podía ver ni reconocer, es decir frente a lo desconocido.
Pero no fue sólo el dolor el único motivo de sus inquietudes. Muchos otros estados de alteración
orgánica o psíquica que le ocasionaron síntomas alarmantes como el vómito, la diarrea, la tos
productiva intensa o con sangre, los desmayos, las convulsiones, los ataques de locura y hasta la
muerte súbita, debieron conducir necesariamente al hombre y a su grupo social a la misma
búsqueda de explicación. Debió hacerlo en forma individual o colectivamente, obedeciendo a su
naturaleza de ser altamente evolucionado y pensante, enfrentado a una realidad que debía conocer
y dominar para beneficio de su supervivencia y de las demandas naturales de su cotidianidad.
Conviene resaltar aquí, en este orden de ideas, que la construcción conceptual partió, entonces, de
la alteración o la enfermedad y no de la "salud" o la no-alteración, según lo percibiera y se viera
impulsado a hacerlo el hombre en ese momento histórico. En otras palabras, lo que el hombre
busca explicarse en primera instancia es la enfermedad o, mejor, esa sensación de malestar y
alteración que experimenta. Por el contrario, no busca explicarse el estado de no-enfermedad o de
normalidad y plenitud vital, lo cual parece ser propio de su ser.

Grandes hitos durante la evolución del concepto.
Para efectos de comprender mejor algunos momentos culminantes en la historia del concepto de la
salud y la enfermedad, o por lo menos para diferenciar algunas etapas de ese proceso que la
cultura humana ha recorrido hasta nuestros días, podemos diferenciar, artificialmente, algunos
periodos que se asocian con la predominancia social del pensamiento explicativo, filosófico,
fuertemente ligado a la ideología de los pueblos.
En ese orden de ideas, abordaremos la salud y la enfermedad durante las etapas primitivas del
pensamiento mágico, en el predominio posterior del pensamiento religioso y en algunos momentos
de gran influencia del pensamiento médico. Veamos:

1.1     Conceptualización mágica
En el predominio del pensamiento mágico como mecanismo de abstracción explicativa de la
realidad que le corresponde, el hombre enfrenta y explica los fenómenos de la naturaleza
animándolos, es decir, atribuyéndoles características espirituales semejantes a las suyas propias,
-animación antropomórfica o espiritualización de los fenómenos inanimados de la naturaleza- e

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intentando una relación de dominio hacia ella en un nivel de competencia de igual a igual. Al fin y al
cabo, en sus comienzos el hombre social comparte y enfrenta la realidad natural casi de la misma
manera que los demás seres vivientes; la diferencia estriba en la capacidad creciente que va
logrando su pensamiento para abstraer y discernir sobre su presencia en la naturaleza, sobre su
vida y su realidad.
Si asociamos este periodo de la evolución del concepto de salud con una etapa primitiva del
pensamiento humano, debemos aceptar a la magia, o mejor al pensamiento mágico, como la
principal herramienta explicativa de la realidad en esta materia de las alteraciones del
funcionamiento del cuerpo. Podemos calificar al concepto de salud imperante en esta primera etapa
como concepto mágico ya que a estas alturas del desarrollo del conocimiento humano, el hombre
acudía a la magia para explicarse la realidad de su entorno; con ella buscaba, así mismo, dominar
los fenómenos de la naturaleza para su beneficio y seguridad.
Es en este momento cuando el hombre considera que esos estados de alteración o "enfermedad",
de causa no reconocible, provienen de la acción de otras fuerzas de la naturaleza cuyos espíritus
compiten con él, agrediéndolo y causándole daño; por esto necesita crear mecanismos que le
permitan contrarrestar esas fuerzas malignas o invocar, en su apoyo, otras que le sean favorables;
lo hace generalmente mediante procedimientos también mágicos que en cada cultura adoptan
símbolos y rituales propios y específicos, muy característicos de cada una.
En el desenvolvimiento social que necesariamente va produciéndose con el transcurso del tiempo,
la división del trabajo hace surgir a los "magos" de diversas categorías y facultades. Entre otros
personajes mágicos, surgen los médicos brujos, conocidos genéricamente como shamanes,
quienes además de cumplir funciones de liderazgo social y espiritual en sus comunidades, se
convirtieron en especialistas en la conducción de rituales de sanación o curación, enfrentando sus
poderes con aquellos de las fuerzas de la naturaleza causantes del mal y la enfermedad.
Los shamanes, al comienzo ancianos respetables de gran experiencia, eran los personajes
aceptados por la sociedad tribal como facultados por su sabiduría y por sus dones especiales, como
los únicos capaces de combatir a los espíritus malignos causantes del dolor, la disfunción, el daño,
o la misma muerte; así mismo, estos personajes precursores de la curación podían ejercer su poder
para proteger a las personas o para causar daños a otros seres.
Debemos insistir en señalar que el concepto que subyace a todo este proceso es el de la
enfermedad sentida, o la alteración física o mental perceptible por los miembros de la sociedad, sin
causa conocida, pero explicada dentro del contexto ideológico dominante en la colectividad.
Aunque el pensamiento mágico también alcanzó desarrollos para lograr la prevención de los riesgos
y evitar los daños, son éstos los que suscitan la invocación de la magia, y no la búsqueda de la
salud como un concepto elaborado socialmente a modo de paradigma, de situación idealmente
deseable. La magia se utiliza es para combatir la enfermedad y para evitar la agresión, previniendo
sus consecuencias o en muchos casos, por el contrario, para provocar daño a los enemigos, ya sea
haciéndoles mal en forma directa, o aumentando los riesgos que les pueden perjudicar y enfermar.
Es indispensable destacar que esta forma mágica de conceptualizar sobre la enfermedad persiste
aún en nuestros días entre la población, independientemente de su nivel cultural, pero
especialmente entre aquella de relativo nivel bajo en lo educativo y en el acceso al conocimiento
universal: Los grupos humanos que se encuentran constituidos en comunidades con cierta
identidad cultural y en circunstancias de pobreza y postergación social, tienen mayor tendencia a
las explicaciones mágicas de la enfermedad, lo mismo que a introducir y usar ritos de la
espiritualidad en las sesiones o actos de curación.
Las creencias populares sobre el "mal de ojo", "la pérdida de la sombra", el "tocado de difunto", el
"embrujamiento", el "hechizo", "los maleficios" y muchas otras entidades de este mismo estilo,
utilizadas para explicar padecimientos, síndromes, enfermedades o estados patológicos de ciertas
características, lo mismo que para propiciar circunstancias del azar y la suerte, favorables o
adversas, así como los personajes y los métodos para curarlas o prevenirlas, son ejemplos típicos
de la persistencia de esta forma de raciocinio mágico que sigue teniendo enorme presencia en
campos y ciudades.


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Ese concepto mágico que hemos esbozado está presente en las prácticas médicas shamánicas, en
la medicina indígena y en las prácticas populares, tanto en la prevención como en la curación de
afecciones y alteraciones orgánicas y psíquicas y, además, es compartido, como intención
explicativa, por los enfermos y por quienes los tratan. Este hecho es de gran importancia en la
relación médico paciente, como veremos más adelante.
Solo basta pensar en los amuletos, talismanes, metales, perfumes y, en fin, en toda suerte de
símbolos mágicos preventivos, de diversa naturaleza, que son utilizados en todas las culturas del
mundo, y en los innumerables pacientes de brujos y magos curadores, para evidenciar la vigencia
de esta antiquísima forma de raciocinio sobre el fenómeno de la salud, presente aún en las
civilizaciones consideradas como más avanzadas.
En nuestro país estos personajes se anuncian libremente en los periódicos y en ellos destacan sus
facultades especiales y la fuerza inmensa de sus poderes mágicos, para que sus clientes
seleccionen a quien más les convenga, según sea la forma como culturalmente éstos interpretan
sus necesidades, ya sean afectivas u orgánicas. Muchos pacientes que no encuentran solución a su
caso dentro de la medicina oficial, terminan acudiendo a los servicios de este sistema médico
paralelo, no ortodoxo, y a lo mejor encuentran un espacio cultural más cercano de comprensión y
afectividad que, aún dentro de lo esotérico y extraño, les ofrece confianza y seguridad en la
comunicación y mantiene vivas sus esperanzas.

1.2      Conceptualización religiosa
En un periodo posterior, el desenvolvimiento y progreso de la sociedad humana trae consigo
nuevos riesgos para el hombre, los cuales, -aunados a los que no logró dominar y controlar la
magia- lo conducen a la aceptación de la posible existencia de otra forma de pensamiento superior,
sobrenatural, creador, tan poderoso que puede dominar a todas las fuerzas de la naturaleza,
especialmente al ser humano.
Aparece así la religión como el sendero explicativo que confiere a la divinidad el control de todos los
fenómenos de la naturaleza, incluida la vida humana y todas sus relaciones cósmicas, sociales y las
propias de su medio interno.
Los dioses, propios de cada nación y de cada cultura que se consolida como civilización, castigan o
recompensan de acuerdo al código ético que cada sociedad instituye para su control interno. La
vida cotidiana del ser humano se impregna de un profundo contenido religioso que, de nuevo, le
recuerda y reitera su vulnerabilidad y su pequeñez ante las fuerzas del universo.
El antiguo brujo o shaman pasa a ser sacerdote y su labor social consiste ahora en intermediar,
igualmente, entre el hombre y la divinidad, ahora mediante procedimientos mas elaborados, pero
también rituales de distinta complejidad, cuya pretensión fundamental consiste en aplacar al dios,
adorándolo, para ganar así su complacencia y sus favores.
En ese contexto de conceptualización religiosa inscribimos un nuevo período que llamamos de
concepto religioso, donde la situación alterada, o "enfermedad", cuya explicación no es evidente,
tiene causalidad divina (también para otros males de los que se reconoce ya su causa) y la
morbilidad es percibida por el hombre como castigo o fruto de la ira de los dioses, por la
transgresión de los preceptos instituidos para la vida espiritual o para el comportamiento dentro del
colectivo.
También en este período la prevención y la curación son otorgadas por la decisión de la deidad, a
quién se le atribuyen comportamientos muy cercanos a los sentimientos humanos; ahora es el dios
antropomorfizado que admite un médico sacerdote como intermediario para otorgar al hombre sus
favores, curándolo de sus enfermedades o concediéndole la gracia de disfrutar de la plenitud de sus
capacidades orgánicas y espirituales o mentales.
Es importante destacar cómo dentro de esta forma religiosa de intentar la explicación de la
enfermedad, los problemas mentales manifiestos en forma de alteraciones graves de la conducta, -
que provocaron sorpresa y hasta estupor en los grupos- se atribuyeron casi siempre a la acción de
las divinidades demoníacas que poseyeron a ciertos individuos para manifestarse a través de ellos.
También las enfermedades convulsivas, sobretodo la epilepsia del tipo gran mal, se consideraron
de esa manera y, aún hoy, se pretende curarlas con exorcismos y rituales antisatánicos.

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De todas maneras, la divinidad protectora era la única que podía desalojar los demonios del poseso
a través de sus sacerdotes especializados en los exorcismos y en los rituales contra el poder de
estas deidades negativas. No resulta muy aventurado afirmar que en casi todas las culturas,
también los dioses negativos, o sea los demonios, son quienes pueden ocasionar o favorecer las
enfermedades de cualquier clase, sobre todo las mentales.
En estas primeras etapas del concepto, fuertemente asociado a la explicación que ofrecía la
religión, (y aún ahora) muchas enfermedades consideradas hoy como mentales se asociaron
indefectiblemente a las divinidades negativas, y su terapéutica y control, cuando se intentó,
invariablemente revistió características rituales, casi litúrgicas, o condujo a medidas mas extremas
como sucedió durante la inquisición.
El confinamiento y abandono inhumanos a que se sometió a los enfermos mentales hasta hace
poco tiempo, casi siempre fue custodiado por comunidades religiosas, o hermandades y logias,
cuya misión en la sociedad parecía ser el garantizar el aislamiento de los castigados y posesos
cercanos al demonio, en tal forma que el resto de la colectividad estuviera exenta de su influencia y
de la vergüenza de sus pecados y faltas.
En muchas culturas surgieron incluso los dioses médicos que se ocuparon específicamente del
problema de la enfermedad física o mental, motivo por el cual se les erigieron templos especiales a
donde acudían los enfermos en búsqueda de sus favores, dando origen a la aparición de los
primeros lugares sagrados destinados a los rituales de sanación, donde se reunían millares de
personas afectadas por algún mal para ser curados. Fueron los albores de la institucionalización de
los enfermos, pretéritos de los hospitales y de las casas de curación.
En esas condiciones de agrupamiento de los casos de enfermedad, los sacerdotes tuvieron más
tiempo de contacto con los enfermos y mayor oportunidad de desarrollar conocimientos clínicos,
gracias al hecho de poder observar el curso natural de los procesos mórbidos, las reacciones
orgánicas y mentales de los pacientes y las respuestas de éstos a sus técnicas y procedimientos
terapéuticos.
Los sacerdotes egipcios de la antigüedad, aparte de cuidar a los enfermos practicaron el
embalsamamiento de los muertos y durante esa práctica tuvieron posibilidades de observar la
anatomía de las vísceras, e inclusive muchas alteraciones anatomopatológicas como tumores y
malformaciones que paulatinamente fueron relacionando con las causas de la muerte o la
enfermedad de los individuos vivos.
Tal vez de allí partió la primera división, o diferenciación durante el mismo momento, entre el
concepto de salud y enfermedad que manejan los médicos en su quehacer profesionalizado y el
que tiene y vive el paciente en el transcurso de su enfermedad, derivado de su pertenencia cultural
y de su grado de comprensión personal del problema que lo aqueja.
Debemos llamar de nuevo la atención en el sentido de admitir la persistencia de este tipo de
sustrato conceptual profundamente religioso para comportarse ante la enfermedad, presente aún en
nuestra cultura y sobretodo entre la población de los estratos más pobres. Persiste y se afianza
entre ellos el concepto de fragilidad y vulnerabilidad de los humanos, supeditando y
empequeñeciendo al hombre en forma total ante la divinidad.
Para muchos de ellos su salud y su destino siguen estando en las manos de alguna divinidad y por
eso son renuentes a asumir comportamientos conscientes hacia la prevención de riesgos y a la
utilización racional de los servicios médicos institucionales. Dentro de esta condición puede
inscribirse a los estratos socioeconómicos más pobres y aún a ciertos grupos de fanáticos
religiosos.
También conocemos múltiples ejemplos de comportamientos basados en esta forma de concepto y
que observamos a diario, tanto en el ámbito de las conductas individuales en sus prácticas
religiosas, como en los templos y santuarios dedicados a la invocación de favores curativos que
otorga la divinidad a través de santos o personificaciones especiales.
En nuestro país existen muchos lugares tradicionalmente dedicados a esta función como los
santuarios de Monserrate, Las Lajas, Buga, Bojacá, etc.; también los hay consagrados por
situaciones de curación milagrosa en los que el intermediario no es ni un santo ni un sacerdote, sino


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una persona que ha "recibido la gracia" como la niña de Piendamó o el "lego" sanador de algún
lugar especial cualquiera.
Muchas personas vivas o muertas han jugado ese papel de sanadores milagrosos, pero casi
siempre rodeados de un halo de misticismo y religiosidad, como en el caso del médico venezolano
José Gregorio Hernández y otros personajes latinoamericanos y europeos. Aunque los rituales y
ceremonias que rodean las prácticas curativas en este contexto son muy diferentes en cada caso,
siempre subyace una profunda fe y confianza entre los pacientes y un ambiente de misterio y
espiritualidad entre los protagonistas.
No sobra señalar que, dado el espacio tan sutil que separa la magia de la religión, es posible
encontrar manifestaciones y comportamientos ante la enfermedad y la curación en donde se
producen mezclas muy complicadas de conceptos y prácticas, bastante arraigados también en
ciertos grupos culturales y en estratos deprimidos de la población, cuyo acceso a los servicios
asistenciales oficialmente aceptados, es muy bajo o no produce cambios importantes en los
conceptos predominantes de salud y enfermedad dentro de su cosmovisión.
En muchas de nuestras comunidades rurales e indígenas se practican actualmente ritos y
ceremonias de sanación que combinan la tradición profundamente americana, indígena, con
elementos de tipo religioso de origen eurasiático o africano. También es común observar la
presencia de actos religiosos y ritos litúrgicos en hospitales y clínicas con propósitos de apoyo
terapéutico, ya sea como "pago de promesas", para recibir a cambio la curación o para que los
médicos, intermediarios, sean "iluminados" en su ejercicio. Se procuran refuerzos espirituales.

1.3     El concepto médico de la salud
Finalmente, dentro de estos antecedentes, o más bien esbozos de la evolución del concepto de
salud que, como hemos visto, es realmente de la enfermedad o la alteración organo-psíquica
perceptible por el ser humano, nos interesa destacar aquí otro período caracterizado por la enorme
influencia que ha ejercido sobre los individuos el sistema médico oficial de cada sociedad.
Denominamos como sistema médico oficial aquel conjunto de conceptos, conocimientos y prácticas
curativas, y los personajes que las ejecutan profesionalizadamente, cuyo quehacer ha sido
institucionalmente aceptado por la sociedad donde se desempeña, y legitimado por la anuencia del
Estado y sus diversos regímenes de gobierno, en cada nación históricamente constituida.
Es preciso tener en cuenta que durante el predominio de las formas de conceptualizar la salud
anteriormente expuestas, también se fue conformando un sistema médico, mágico o religioso, que
poco a poco fue ganando su espacio de poder dentro de la sociedad a partir de la aceptación, por
parte de ésta, de la existencia de esa especialidad de trabajo y de sus resultados, sobre todo de los
evidentemente favorables y positivos.
La persistencia actual de diversos sistemas médicos muy antiguos en ciertos grupos culturales,
puede explicarse a partir del éxito que sus miembros internalizan de los resultados positivos de
dichos sistemas, cuando hay curaciones concretas percibidas por el enfermo y divulgadas dentro
del grupo social al que pertenece, acordes con la forma predominante de conceptualizar e
interpretar el fenómeno dentro de su cultura. Curaciones evidentes que pueden ser mágicas,
místicas o sobrenaturales ante los ojos de la gente, según sean sus creencias.
Tal como señalamos líneas atrás, desde la antigüedad los médicos y sacerdotes de diversas
culturas tuvieron oportunidad, por razón de su práctica, de observar y manipular cadáveres con lo
que pudieron asociar ciertos estados de enfermedad a la presencia de alteraciones orgánicas,
parásitos, malformaciones anatómicas, tumores etc. Esta situación les permitió ir desarrollando
nuevas ideas y más profundas sobre su manera de interpretar el fenómeno de la enfermedad, así
no se apartaran del todo del concepto básico en el que apoyaban su trabajo y con él su imagen
social; mediante estos mecanismos incontrolables empezaba así a separarse conceptualmente el
médico de su paciente.
De todas maneras, en forma empírica los médicos aprendieron a curar y prevenir ciertos procesos
patológicos, cada vez con mayor eficiencia, generando y acumulando conocimientos curativos a
partir de la experiencia y profesionalización de su quehacer y también por la convalidación que les
otorgó la necesidad de los otros, máxime cuando alcanzaron buenos resultados.

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Gracias a los éxitos curativos que sin duda lograron en muchos casos, aumentó su aceptación entre
la colectividad y la demanda de sus servicios los fue acercando, especialmente a los más ilustres y
connotados, al espacio político del poder, -atendieron a reyes y gobernantes- con lo cual se fueron
legitimando poco a poco las características y contenidos de su quehacer ante la sociedad civil.
Paulatinamente los sanadores y médicos ganaban ascendiente entre la sociedad.
Dicha legitimación permitió también el florecimiento de escuelas y academias médicas dirigidas por
personajes ilustres, en donde fue posible cultivar ese conocimiento y acrecentarlo en sus técnicas y
procedimientos, apoyándose en otras disciplinas que también ganaban espacios oficiales en la
sociedad, como la filosofía, la física, la química, las matemáticas, la biología y muchas otras
disciplinas científicas que comenzaron a surgir.
Alrededor de este punto conviene revisar la historia de la Medicina en las distintas naciones, para
evidenciar la influencia social y política de las diferentes corrientes del pensamiento médico, con
mayor predominio en cada una de ellas y en cada momento de su historia y de su progreso.
El desenvolvimiento del saber médico fue tomando como eje de su objeto de conocimiento al
cuerpo humano, en su funcionamiento y en las alteraciones anatómicas y fisiológicas que pudieran
explicar las enfermedades, y poco a poco fue construyéndose una tendencia muy marcada hacia lo
orgánico, -biológico- como única fuente de explicación del fenómeno patológico, base fundamental
de su preocupación.
Con el progreso de la ciencia y la tecnología, la medicina ha tenido mayores posibilidades de
profundizar en esa tendencia y ha desarrollado mejores técnicas de curación que intervienen al
sustrato orgánico; pero debido a eso mismo no ha avanzado con la misma celeridad en el
conocimiento de la enfermedad mental sin explicación biológica, ni se ha preocupado con la misma
intensidad por explicar la salud en el contexto social.
El sistema médico contemporáneo, animado por esa tendencia organicista, y convertido en
hegemónico por la ciencia oficial y el Estado que convalida e institucionaliza su quehacer, también
ha derivado sus esfuerzos cognoscitivos a la curación, cuyos resultados económicos son más
atractivos en el ejercicio del mercado legal de la profesión.
En suma, existe una corriente del pensamiento médico, con gran influencia institucional en la
sociedad, que continúa imponiendo una ideología de la salud basada en el manejo de la
enfermedad y que desafortunadamente ha frenado los avances de la medicina preventiva y del
discernimiento sociológico respecto del quehacer en salud, desarticulando la medicina del
compromiso que implica el análisis integral del desarrollo de la humanidad desde un ángulo
verdaderamente científico y totalizante, y separándola de la ligazón indispensable que debe tener
con las ciencias humanas especialmente.
Dado el interés predominante de esta tendencia en reparar la "máquina biológica" y alcanzar el
equilibrio funcional y el "silencio orgánico", con lo cual obtiene resultados a veces espectacu-lares,
también en el campo de la salud mental, o mejor de la enfermedad mental, se ha retrasado el
avance del conocimiento, por lo menos en lo que respecta a los desarrollos que debería tener la
medicina en este campo.

2. HACIA UN NUEVO MARCO CONCEPTUAL DE LA SALUD
En el presente siglo se ha dado un interesante impulso a la discusión sobre el concepto de salud y
se ha avanzado en la conformación de una teoría más integral que busca trascender el abordaje
meramente biológico de la enfermedad para entender la salud humana.
El rápido avance de la ciencia ha permitido profundizar en el conocimiento de la enfermedad,
desentrañando sus causas aparentes y conformando un enorme acervo de conocimiento etiológico
y terapéutico que, de alguna manera, ha conducido al sistema médico a la tendencia exagerada por
la curación a ultranza, con un abandono casi inconsciente por el hombre y su contexto familiar,
psicológico y social, en el cual está necesariamente inmerso sea cual sea su condición de enfermo,
convaleciente o sano.
Sin embargo, también en este siglo ha surgido un movimiento suscitado por la influencia de las
ciencias sociales en la teorización de la salud, el cual se ha dado a la tarea de trabajar sobre el


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concepto de la salud como tal, sin tener que partir de su contrario, la enfermedad o la afección, para
definirla.
Este enfoque, que constituyó la principal preocupación de las primeras reuniones de expertos de la
Organización Mundial de la Salud -OMS- incorporó a la conceptualización la categoría del bienestar
para poder aplicar, tanto al individuo como a los grupos sociales, un nuevo concepto de salud que
fuese más integral y permitiese un abordaje holístico de esta problemática.
Como producto de la influencia de esa corriente y después de inagotables debates entre
especialistas de diversas tendencias filosóficas y políticas de la posguerra, a mediados del presente
siglo, por consenso de las naciones participantes de la ONU, su organización recién creada, la
OMS, se definió la salud como "Un estado de completo bienestar físico, social y mental y no solo la
ausencia de enfermedad o afección".
Esta aproximación teórica ha constituido la definición básica sobre la cual se ha apoyado la salud
pública del mundo actual para orientar sus planes y programas, enfrentándose aún a las tendencias
asistencialistas que consideran la curación como el espacio más natural de la atención médica y
dejan los asuntos del bienestar a otros sectores sociales.
Aunque la definición de salud de la OMS ha sido cuestionada por muchos teóricos arguyendo que
es una utopía inalcanzable para todos los miembros de un grupo social, me parece que, aún así, su
enfoque es válido y deseable; quizás su aporte más importante es el de hacer girar el concepto de
salud en torno del bienestar.
En consecuencia, atendiendo al objetivo de este documento resumen, haremos un desglose de la
definición enunciada, primero descodificando el concepto de bienestar para, a partir de allí, ubicar el
concepto e interpretación de la salud, procurando alcanzar una visión social amplia y panorámica de
este proceso que atañe a la vida humana, tanto individual como colectivamente.
Igualmente, atendiendo al mismo enfoque contextual, más adelante haremos un resumen y una
clasificación, con fines eminentemente prácticos, de los factores determinantes y condicionantes
más importantes de este interesante fenómeno de la salud humana, con especial énfasis en la
salud comunitaria y social.

2.1     Anotaciones generales sobre el bienestar
Cuando se piensa trabajar sobre el bienestar como concepto, de inmediato emergen dos
alternativas de reflexión para abordarlo. Por una parte, en lo que éste puede significar para un
individuo que lo experimenta y siente como tal y, por otra, en el bienestar como concepto aplicable a
la colectividad, es decir como categoría de análisis social.
La primera vía, en el ámbito individual, nos conduce al bienestar como una sensación, o mejor
como un conjunto de sensaciones, que el hombre experimenta y que se reflejan en su estado de
ánimo cada vez que obtiene, de su relación activa con el medio, algún resultado que le gratifica en
forma de gozo, tranquilidad y, por qué no, de felicidad y alegría, de plenitud de vivir.
Estar bien, sentirse bien, disfrutar del agrado de vivir es, para cada individuo, una forma de placer
subjetivo que se experimenta conscientemente y que indudablemente se refuerza y cualifica con el
transcurrir de la vida y con el perfeccionamiento de los medios que utilice para alcanzar ese estado
de satisfacción sensual.
Aunque no podemos negar categóricamente que otros animales experimentan este tipo de
sensaciones, parece ser el hombre quien con mayor intensidad busca esta percepción de agrado en
su relación permanente con el mundo exterior, con la cual de paso garantiza su supervivencia y
todos los demás aspectos de su vida cotidiana, en los que invierte su intención y su capacidad
transformadora.
En suma, el bienestar para el hombre, como sensación o como sentimiento, es experimentado a
partir de lograr una relación exitosa con el entorno, es decir, obteniendo de él los beneficios
necesarios para su satisfacción vital. Pero la búsqueda de esos beneficios parte, según nuestro
parecer, de las necesidades que enfrenta permanentemente tanto en su vida cotidiana como a
mediano y largo plazo, en el transcurrir de su existencia.
Entendemos por necesidad para el hombre, -nos interesa precisar este concepto desde ahora para
sustentar la argumentación- como toda circunstancia de carencia, dificultad o vacío y de impulso

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instintivo, inherente a la vida del ser humano, que lo mueve de manera perentoria e insoslayable,
consciente o inconscientemente, a intervenir la realidad en la que está inmerso, con propósitos
evidentes de obtener de ella beneficios y satisfacciones, perceptibles o no de manera inmediata, y
que le ofrezcan soluciones exitosas y favorables a su permanente relación con el medio ambiente
en general.
En este orden de ideas, el hombre tendría necesidades urgentes o prioritarias que requieren
solución inmediata y otras que, aunque también deben ser solucionadas, su satisfacción real puede
ser diferida o percibidas en el inmediato futuro o mucho más tarde; de todas maneras él se mueve
conscientemente hacia su alcance, construyendo paulatinamente los elementos para lograrlo.
A partir de la consideración anterior y para efectos de cierta precisión clasificatoria, -necesaria de
hacer desde un comienzo- en general podemos llamar necesidades primarias, básicas o
fundamentales, a todas aquellas que son prácticamente vitales para el ser humano y por tanto
implican mayor urgencia en su solución.
La segunda alternativa hacia la explicación del bienestar, como concepto aplicable al análisis de la
sociedad, corresponde más al campo de la teoría social.
Desde este ángulo es preciso definir el bienestar como una categoría teórica cuyo alcance pueda
ser aplicable a la colectividad como ente social, y que también contenga los elementos que
permitan el análisis del caso particular, del individuo aislado, pero inmerso en el contexto de su
pertenencia social. Si aceptamos que para el ser humano la sensación de bienestar proviene del
grado y medida en que satisfaga sus necesidades más inmediatas y trabaje activamente para
mejorar sus condiciones de vida, lo mismo que para solucionar otras necesidades que puedan
presentársele como producto de su desenvolvimiento social, podemos afirmar sin mucho riesgo de
error que debe existir una relación muy intensa entre la satisfacción de las necesidades humanas y
el bienestar social, con las particularidades del medio ambiente general en el cual se da esa
relación.
El bienestar como categoría social de análisis debe, pues, abordar todo el espacio de esa relación,
admitiendo de entrada que es una relación enteramente dinámica entre el ser humano y su entorno,
para poder aplicárselo al conjunto.
Con base en los señalamientos anteriores, la pregunta que surge entonces es: ¿Cuáles serían esas
necesidades que todos los seres humanos deben solucionar para obtener un grado de bienestar
que podríamos considerar como esencial?.
La respuesta a este interrogante debe permitirnos considerar todos los aspectos que tienen que ver
con el hombre en su relación con el medio exterior, -aceptando que existe un medio interior propio
de cada hombre, difícilmente generalizable- en cualquier momento histórico, pasado o futuro, y en
cualquier forma de inserción y pertenencia social que le corresponda. Es decir, en primera instancia
debemos encontrar una respuesta tan general, tan filosófica, que por lo menos nos ayude a
identificar los grandes componentes de las necesidades humanas.
Sin pretender hacer una relación exhaustiva de esas necesidades, a las que denominamos
"Necesidades primarias o básicas", nos parece que para alcanzar un grado de bienestar también
básico o esencial, es absolutamente indispensable para el hombre, solucionar aquellas que tienen
que ver con su cotidianidad, con su diario vivir, y cuyo grado de satisfacción caracteriza sus
condiciones materiales y la calidad de su vida. Podemos, en primera instancia, considerar como
necesidades fundamentales, las siguientes:
         *       La alimentación.
         *       La vivienda.
         *       El vestuario.
         *       El afecto.
         *       La comunicación
         *       La educación.
         *       El trabajo.
         *       La recreación.
         *       La seguridad.
         *       La libertad.

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En las líneas siguientes se hacen algunas brevísimas anotaciones sobre cada una de ellas, para
ubicar dichas necesidades en el orden de ideas que estamos exponiendo en cuanto a la
aproximación al concepto de salud a partir de la comprensión del bienestar.
El análisis de cada una de las necesidades propuestas como básicas y del conjunto de ellas,
aplicado al ser humano en general, nos debe acercar al entendimiento genérico de la salud.

La Alimentación. La Nutrición.
Diariamente y por toda la vida debe solucionarse esta necesidad perentoria. Clave como garantía
de la subsistencia, su satisfacción ideal debe producirse cuando la alimentación proporciona los
requerimientos nutricionales indispensables para el adecuado funcionamiento orgánico.
El solo hecho de alimentarse, aunque no se esté logrando el cometido nutricional, también produce
sensaciones de agrado transitorio una vez satisfecha el hambre, pero con el tiempo las deficiencias
de la dieta pueden provocar alteraciones orgánicas graves, inclusive irreversibles, o el instinto
puede hacer aún más perentoria la búsqueda de ciertos nutrientes fundamentales como sucede con
el agua, el calcio y otros; es decir, la necesidad tiene inherente un motor instintivo.
La satisfacción de las necesidades nutricionales, especialmente durante la infancia, casi que define
las perspectivas de la capacidad intelectual de los individuos y de su desarrollo armónico
neurofisiológico y pondoestatural (relación talla-peso). La adecuada nutrición en las edades críticas,
en ciertos estados fisiológicos, y en general durante toda la vida, garantiza la capacidad de
respuesta orgánica a las agresiones del medio, lo mismo que determina las posibilidades de
recuperación biológica
No sobra destacar aquí cómo la satisfacción de esta necesidad sentó las bases del desarrollo de la
economía de la humanidad y aún hoy juega importante papel en las relaciones comerciales en el
ámbito mundial.
Es preciso recordar que el sistema nutricional de cualquier sociedad tiene tres componentes
fundamentales que son: a) la disponibilidad de alimentos, b) el consumo y c) el aprovechamiento
biológico de los nutrientes, cuya interdependencia e interrelación termina por determinar el estado
nutricional de la población.

2.1.2 La Vivienda. El Territorio. El espacio de poder.
Desde siempre el hombre ha necesitado de un lugar en donde guarecerse, dormir, descansar,
alimentarse, aparearse y criar a sus hijos y, en fin, pasar la mayor parte de su vida y, al mismo
tiempo, ejercer su autonomía individual o familiar y conformar su territorio propio e infranqueable. La
vivienda también ha constituido para el hombre una necesidad inherente a su propia existencia, de
imperativa solución.
Las características de la vivienda, en cuanto a localización, tamaño, distribución de los ambientes,
materiales, aireación, iluminación, servicios domiciliarios, etc., influyen de diversas maneras en los
procesos de socialización de los niños, en las relaciones intrafamiliares, en la nutrición familiar y
pueden implicar la presencia de riesgos, tanto físicos como psicológicos para sus habitantes.
El concepto de territorio sería aplicable a una forma de vivienda del colectivo social, como geografía
habitable, que ha dado pie a la conformación de los espacios de influencia nacional (regiones o
países), y a una intrincada estructura de relaciones político-sociales cuyo punto de partida podría
analizarse desde la necesidad primaria de la vivienda y de la influencia territorial que precisa ejercer
el ser humano para asegurar su existencia.

2.1.3 El Vestuario. La Imagen social.
Aparte de garantizar la protección corporal a las condiciones climáticas u ocupacionales, el vestido
satisface al hombre en su apariencia exterior y de presencia ante los demás e inclusive en relación
con sus normas éticas.
En todas las culturas el atuendo personal tiene connotaciones de estatus social y hasta permite
identificar a los individuos según su rango u ocupación.
Las características del vestuario, de acuerdo con las diferentes circunstancias culturales que
pueden determinarlas, aparte de ofrecer protección corporal específica, participan en los elementos

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psicológicos de autoidentificación y autoestima. Hay atuendos impuestos vergonzantes o que
exaltan y confieren atributos especiales; de allí pueden derivarse, pues, riesgos físicos o psíquicos.

2.1.4 El Afecto. El Amor. La Solidaridad.
Esta necesidad corresponde al ámbito más profundo y complejo del hombre, cual es su esfera
mental y, como sabemos ahora, debe ser idealmente satisfecha desde el mismo momento de la
concepción.
Al referirnos al campo afectivo estamos pensando en todas las formas del afecto, ya sea de
individuo a individuo en forma de amor heterosexual, amor filial o familiar, amistad, etc. o de la
sociedad hacia éste y viceversa, como expresión de solidaridad y de los sentimientos de
pertenencia grupal o social en general. Los requerimientos afectivos del ser humano están
presentes prácticamente en todas las situaciones de la vida.
Sobra señalar todos los alcances que tiene la satisfacción de esta necesidad, con la cual se abona
el camino para la internalización del agrado y felicidad que puede provocar la solución de otras
perentoriedades. El hombre equilibrado o satisfecho afectivamente muestra mayor creatividad y
productividad en todas las acciones que emprende, del mismo modo que parece ser menos
vulnerable a las agresiones de la vida cotidiana, ya sean físicas o mentales.

2.1.5 La Comunicación. La Socialización. El desplazamiento espacial.
Como ser pensante el hombre necesita interactuar con los demás a través de todas las formas de
comunicación posibles, con lo cual estrecha sus vínculos sociales, aprende inclusive a amar e
intercambia conocimientos y cultura. La imposibilidad de satisfacer esta necesidad conduce al ser
humano al atraso de su desarrollo y hasta la disminución de su potencialidad afectiva.
Mediante la comunicación verbal, escrita, corporal o gestual, pictórica, escultórica, musical, etc., el
ser humano expresa sus inquietudes, aprende a compartir la vida social incorporando normas y
preceptos, se socializa, y recibe estímulos e informaciones que le reafirman su afectividad y sus
sentimientos de ser perteneciente a la colectividad. La ausencia o disminución de estos vínculos
pueden afectar su situación psíquica o favorecer la aparición de riesgos orgánicos derivados de
sensaciones de abandono y soledad.
El transporte como forma de comunicación o desplazamiento espacial se convierte, cada día más,
en una necesidad perentoria para el ser humano moderno en la medida en que, desplazándose fácil
y rápidamente, reduce el tiempo y la distancia para interactuar en distintos lugares.

2.1.6 El Conocimiento. La Educación. La Cultura espiritual.
El hombre necesita apropiarse de los conocimientos desarrollados por las generaciones anteriores y
crear conocimientos nuevos a partir de aquellos y de su relación dinámica con el entorno, para
poder dominar a la naturaleza, cada vez con más eficiencia, y así transformarla en forma útil y
práctica para obtener resultados en su beneficio.
En este sentido, muy amplio, consideramos la educación como una necesidad fundamental de
conocimientos para orientar sus acciones, comprender mejor el universo y recrear su cultura.
No hay que olvidar que existen aspectos alienantes en la educación cuando esta se orienta a hacer
prevalecer ciertas formas de aceptación del orden de las cosas.

2.1.7 El Trabajo. La Producción. El Empleo. El Ingreso.
Para el hombre es indispensable poder transformar la realidad en su beneficio mediante las
actividades productivas. Con ellas interviene la naturaleza a su voluntad, con propósitos
pragmáticos, para procurarse bienes y servicios.
En la sociedad moderna, con el empleo desarrolla esa función natural de producir para satisfacer
sus necesidades y obtiene así ingresos monetarios o en especie, con los cuales se procura cierto
nivel de bienestar.
No discutimos aquí los aspectos relacionados con la estructura económico-política en la que se
inscriben las relaciones de producción y que establecen diferencias de oportunidad para los
hombres en cuanto a los beneficios de la producción.

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2.1.8 La Recreación. El Esparcimiento. El Solaz.
Contribuye a sobrellevar las tensiones del cotidiano a través del descanso, la alegría y las
distracciones sensuales que gratifican sin esfuerzos, recreando la mente y el cuerpo mediante
actividades lúdicas, intranscendentes y agradables; de este modo se prepara la psiquis y su
expresión, el ánimo, para enfrentar otras dificultades del mismo vivir, al tiempo que se le da
descanso y solaz al cuerpo.
Son innumerables las formas de recreación, deporte, juego y esparcimiento que subyacen a todas
las culturas, creadas consciente o inconscientemente por el individuo o por el colectivo, con fines
precisos de regocijo y disipación y para sustraerse de las circunstancias corrientes que implican
dedicación, trabajo y agotamiento físico y mental.

2.1.9 La Seguridad. Los Servicios. La Paz social.
La conciencia humana de su vulnerabilidad y de los peligros que encierra su relación con el entorno
lo impulsan a necesitar, casi inconscientemente, garantías para su vida propia, para su familia y sus
pertenencias más cercanas.
En el mismo sentido, por su pertenencia social y la conciencia de que no puede lograrlo todo
actuando aisladamente, precisa de los demás, o del producto de la actividad social en forma de
bienes y servicios para su vivienda, su familia y su espacio de poder.
Como resultado de esa relación social tan compleja, aspira permanentemente a un devenir del
colectivo que le sea plácido y no implique para él, su familia o su comunidad cercana, ninguna
amenaza o riesgo.
La insatisfacción en este sentido origina sentimientos de temor e inseguridad que afectan su ánimo
cotidiano y hasta su sueño, su apetito, su sexualidad y el disfrute de otras fuentes de placer,
conformando situaciones individuales o colectivas de estrés o angustia que lo hacen más
susceptible a toda clase de agresiones. Las situaciones de estrés y temor derivadas de cualquier
circunstancia que genere sentimientos de temor o inseguridad en la colectividad pueden conducir a
la aparición de enormes conflictos sociales, al caos y la violencia, con todas sus consecuencias
mentales y de riesgos biológicos.

2.1.10 La Libertad. La Autonomía. La Realización.
Quizás la satisfacción de esta necesidad sea la que conlleva intrínsecamente el disfrute de la
solución de las demás.
Entendemos la libertad como la posibilidad que el hombre debe tener de no estar sujeto a ninguna
forma de presión o de coacción que limite su desenvolvimiento en todos los aspectos de la vida, y
como la perspectiva de llegar a realizarse en sus aspiraciones más sentidas y más íntimas, con una
autonomía que solo resida en su capacidad y en los límites que le impone el respeto a la libertad de
sus semejantes.

2.2.    ALGO A MANERA DE CONCLUSIÓN INICIAL
No obstante el intento clasificatorio anterior, debemos considerar que la solución a las necesidades
planteadas no es perseguida por el hombre de manera mecánica, una a una, como si se tratara de
llenar un requisito de inmediatez, sino que forman parte integral de su vida, firmemente integradas a
su instinto de supervivencia y a su deseo innato de ser y estar cada vez mejor y, por eso, están
íntimamente interrelacionadas e interactuantes en un sistema cuyo producto final es el bienestar
básico, perceptible, disfrutable y sentido claramente por el ser humano.
En otros enfoques teóricos que relacionan las necesidades, el bienestar y el desarrollo a escala
humana, muchas de las necesidades planteadas atrás como básicas, son consideradas mas bien
como "satisfactores" de otras que son determinadas a partir de enfoques axiológicos y
existenciales. Para esta taxonomía, la salud es un satisfactor de necesidades axiológicas de
protección, subsistencia y afecto, y hace parte del ser como satisfactor existencial.
En el orden de ideas que venimos exponiendo, dado que estamos buscando explicación a la salud
en el marco del bienestar, insistimos en llegar al concepto de salud mediante una elaboración

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teórica que parte de las necesidades humanas y el bienestar, ya que consideramos que es en el
hombre, como ser que integra lo bio-psico-social, donde se materializa y se convierte en percepción
el resultado de ese proceso.
En el desenvolvimiento social, la solución de las necesidades básicas, -proceso permanente y
dinámico- hace que se complementen y refuercen unas a otras y resulta casi imposible delimitar
cómo contribuye la satisfacción de cada una a la percepción subjetiva del bienestar en un momento
dado, como sentimiento o como estado de ánimo. Por lo tanto, es igualmente imposible discriminar
el bienestar en físico, social o mental a partir de tales o cuales necesidades satisfechas para
alcanzar cada uno de esos calificativos, que se nos ocurren puramente artificiales para efectos de
comprensión, cuando se trata de definir la salud con base en este enfoque.
En otras palabras, la salud como resultante de un proceso de bienestar, fruto de la satisfacción de
necesidades, difícilmente puede ser calificada en física o mental, dependiendo de cuales de estas
necesidades estén satisfechas, sino que es producto íntegro de la más alta armonía de la relación
del hombre con el medio externo.
En síntesis, el bienestar como categoría social aplicable al análisis de la vida humana debe ser
considerado como un todo integral ya que reside en la esfera psíquica del hombre y es producto de
su identidad y pertenencia bio-psico-social.
Ya que partimos del bienestar como eje explicativo del concepto de salud, podríamos decir, pues,
que para alcanzar un estado de salud mínimo ideal sería indispensable tener satisfechas las
necesidades anteriormente mencionadas como fundamentales, de una manera armónica e integral.
En consecuencia, estar sano es alcanzar un estado de bienestar pleno e integral en forma
claramente perceptible, cuya expresión es la armonía organopsíquica, biológica y funcional, y
socioafectiva, colectivizante, que favorece la relación más productiva con el entorno y que gratifica
la vida del hombre.
En las circunstancias actuales de la humanidad esas condiciones de bienestar tal vez puedan ser
alcanzadas transitoriamente, lo cual sería ciertamente un estado de salud momentáneo, efímero,
para un individuo o una comunidad de desarrollo casi perfecto.
Lograrlo de manera permanente, sería producto de un proceso más elaborado y más complejo y,
por supuesto, más perteneciente al transcurso y desenvolvimiento de la sociedad y su dinámica
histórica, donde las fuerzas sociales pugnan por alcanzar acceso igualitario para todos los seres
humanos a la oportunidad de satisfacer sus necesidades.
En resumen, en el marco de este análisis podemos tomar como marco de referencia conceptual
para la salud comunitaria y social, el desarrollo de un proceso permanente hacia el bienestar pleno
de todos los miembros de la colectividad, producto de la satisfacción más apropiada de las
necesidades fundamentales de los asociados.
En este sentido, entendemos la salud comunitaria como el grado de bienestar colectivo que ha
logrado alcanzar un núcleo poblacional homogéneo étnica y socialmente, que comparte un espacio
geográfico definido y ha construido una identidad social, producto de su interactuar permanente y
de la internalización de su pertenencia grupal, donde se generan sentimientos de solidaridad y
desarrollos organizativos tendientes a avanzar en su dinámica interna y en el alcance de sus
preocupaciones y objetivos comunes.
Si se tratara de medir la situación de salud de una comunidad no utilizaríamos, pues, indicadores
negativos de la morbimortalidad solamente, sino todos aquellos que puedan caracterizar su grado
de bienestar y, por ende, la calidad de sus condiciones de vida; a partir de ese abordaje sí es
posible explicar las enfermedades que la aquejan como ente social y cuyas consecuencias se
reflejan en la apariencia física y mental de sus miembros.
Finalmente, retomando la idea del bienestar como sentimiento subjetivo, no sobra señalar que cada
quien puede sentirlo en mayor o menor medida ante un mismo nivel de necesidades satisfechas,
dependiendo de las expectativas de su propia historia personal, de su inserción social y de su
medio interno. En consecuencia, existe cierto relativismo sociocultural en la percepción del
bienestar, tanto individual como colectivamente.
Para el observador externo a una comunidad o para el teórico social que pretende establecer el
nivel de vida y de salud de un colectivo, será indispensable recurrir a las categorías del bienestar

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previamente definidas con relación a un modelo de comparación o a un paradigma. Esto sugiere
que el análisis de dicha problemática también es relativo.
Ahora bien, es necesario pensar entonces qué es la enfermedad.
En el orden de ideas que venimos exponiendo, la enfermedad resultaría de cualesquier alteración
del bienestar; así esta afectase tanto al individuo como a la colectividad, y pudiese ser o no
percibida como tal, de la misma manera como puede no haber conciencia colectiva de la salud a la
luz del marco conceptual aquí expuesto.
En otras palabras, también el concepto de enfermedad adquiere de esta manera una dimensión en
lo social, y su expresión en el individuo, ya sea física o mental, se deriva de alguna manera del
grado de satisfacción de las necesidades básicas o primarias.
En el caso de la enfermedad mental, por ejemplo, resulta más fácil encontrarle explicación en el
campo de las necesidades afectivas y de socialización, seguridad, comunicación, libertad, etc.,
aunque también pueden intervenir la nutrición, la educación y, en fin, todas las demás, ya que,
como hemos afirmado, existe una verdadera interrelación e interdepen-dencia entre los resultados
de la satisfacción de ellas a nivel perceptual del individuo.
En la enfermedad considerada como puramente física, si es que esto es posible dado el carácter
integral de reacción del ser humano, como en el caso de una fractura, un tumor o una infección
respiratoria, el grado de bienestar alcanzado por el individuo tiene una relación directa, tanto con los
riesgos que la han producido como con los factores que determinan su evolución y perspectivas de
curación.
Hacer residir la enfermedad exclusivamente en el cuerpo o en la mente del individuo para encontrar
un espacio en donde intervenirla, obedece a una tendencia reduccionista de la medicalización de la
salud cuyo ánimo principal es la curación. Esta tendencia tal vez sea necesaria en un momento
dado, por la búsqueda pragmática de resultados inmediatos para dar solución a problemas muy
concretos de alteraciones orgánicas, como en el caso de la fractura o el tumor; sin embargo, el ideal
sería que el tratamiento del enfermo trascendiera el espacio de su cuerpo para adentrarse en el
cotidiano social y de sus necesidades primarias, para garantizar de ese modo su recuperación
integral, o sea para recuperar efectivamente su salud.
Ahora bien, en el individuo también se materializan y expresan, ya sea orgánica o psíquicamente,
alteraciones o enfermedades cuyo origen fundamental se encuentra en las relaciones sociales que
establece desde su nacimiento, ya sea en el ámbito familiar, comunitario o con la sociedad en su
totalidad y de las cuales él deriva las perspectivas de su misma sobrevivencia.
El desarrollo de esas enfermedades o su nivel comparativo de gravedad, también dependen del
grado de satisfacción de necesidades primarias que dicho individuo haya alcanzado a obtener como
producto de esa relación con la sociedad; recordemos que algunas necesidades primarias solo se
solucionan en la esfera de la socialización, la comunicación y el grado de afecto y solidaridad que
pueda recibir en su permanente interactuar con los demás, y que esta satisfacción es crucial en
ciertas etapas de la vida, especialmente en la niñez, la adolescencia y la ancianidad.
Debemos resaltar como ejemplos de este tipo de afecciones de origen social, el abandono, ya sea
de niños o ancianos, el retardo mental y la pobreza y sus consecuencias, como entidades que
conducen a un sinnúmero de alteraciones, no solo organopsíquicas sino del orden social en general
y que, como veremos más adelante, constituyen las principales enfermedades de las que tienen
que ocuparse las instituciones que la sociedad ha desarrollado para mitigar en alguna medida la
injusticia e inequidad, y hasta la vergüenza de las clases dominantes que han construido ese orden
social que condiciona las diferencias de oportunidad de los individuos para satisfacer sus
necesidades.
El médico, por la función social de su trabajo, siempre tendrá que estar cerca de las consecuencias
de este proceso, cerca del dolor, la enfermedad y la muerte.

3. FACTORES DETERMINANTES Y CONDICIONANTES DE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD
Hasta el momento hemos expuesto una serie de reflexiones acerca del fenómeno de la salud y la
enfermedad a partir del desglose conceptual del bienestar, con el cual pretendemos, con cierta


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insistencia, abrir un espacio a la comprensión de la salud en si misma, sin tener que recurrir a la
enfermedad para explicarla.
Con este intento explicativo no dejamos de admitir la utopía que significa alcanzar ese momento de
salud plena, producto del bienestar total, de la felicidad individual y colectiva como expresión de un
desenvolvimiento social que fuese perfecto. Pero no por eso, por la dificultad para lograrlo, debe
evitarse la búsqueda del conocimiento teórico de la salud respecto del bienestar, estableciendo por
lo menos un sendero que enmarque posibles intervenciones conscientes hacia su alcance.
Pero, inclusive partiendo del análisis expuesto para definir la salud, es necesario identificar otros
elementos que hacen parte del contexto en que se mueve el individuo y su posibilidad de
aproximarse a obtenerla. Es decir, tanto el individuo como la colectividad están sujetos a diversos
factores que intervienen de manera muy significativa en esa relación dinámica que hemos
planteado para el hombre que busca satisfacer sus necesidades y alcanzar el bienestar y la salud.
El ser humano tiene ciertas particularidades intrínsecas que le son propias y lo identifican e
individualizan. Igualmente el medio ambiente en el que se desenvuelve y con el que interactúa,
posee características propias en un lugar y tiempo determinados.
El producto de la relación dinámica de estas particularidades, perceptible por el hombre como
bienestar depende, entonces, del modo cómo se influencien y modifiquen mutuamente, lo cual, de
por sí, determina las perspectivas de utilidad que el medio pueda brindar al colectivo social a lo
largo del tiempo.
En consecuencia, las propiedades del medio físico y del hombre, en su interacción, determinan, en
un lugar y un momento dados, las características y posibilidades de obtención del bienestar y la
salud. Es preciso, pues, identificar globalmente las diferencias de esas propiedades para esclarecer
de qué modo determina esas posibilidades. Llamaremos a esto factores determinantes de tipo
biológico y ecológico de la salud.
Por otra parte, la pertenencia social del hombre, en distintos momentos de la historia de la
humanidad y de las formaciones sociales, hace que existan condiciones también particulares que
modifican la oportunidad de satisfacer sus necesidades y alcanzar cierto nivel de salud, ya sea
favoreciéndola o limitándola.
Discriminaremos esos factores condicionantes en sociales, económicos, políticos, culturales y de la
prestación institucional de servicios, haciendo especial énfasis en la oferta de los servicios de
bienestar y salud. En resumen, en este aparte discriminaremos el contexto en que se inscribe el
fenómeno de la salud, individual y comunitaria, en dos grandes grupos de factores, a saber:

1.        Factores Determinantes:
a.        Ecológicos:
  -El aire.                    -La flora.
-El agua.                      -La fauna.
-El suelo.                     -Los desastres naturales
-EL clima.
.
Biológicos:
--Genéticos.                   -Étnicos.
-Constitucionales.             -Sexuales
-Etáreos.

2. Factores Condicionantes:
a. Sociales:
-La estructura social.         -Las migraciones.
-La familia.                   -La seguridad y la paz.
-Los niveles                   -La organización y participación comunitaria.
educativos.                    -Las sociopatías.

b.     Culturales:

                                                                                                    15
-Los conceptos predominantes.               -La medicina tradicional.
-Los hábitos y costumbres.                  -Otras medicinas.
-Los comportamientos.

c.     Políticos:
-El Estado y la estructura política.              -Los regímenes y sus planes.
-Las relaciones de poder.                         -Los proyectos de clase.
-La ideología.

d.      Económicos:
-Las relaciones de producción.
-El ingreso y el gasto.
-El trabajo y los riesgos ocupacionales.

e.     De servicios:
-De bienestar y desarrollo.            -Calidad.
-De salud.                             -Continuidad.
-Cobertura.                            -Impacto.
-Accesibilidad.

3.1.    FACTORES ECOLOGICOS.
Las condiciones propias del medio ambiente físico universal determinan al ser humano sus
posibilidades de supervivencia y de la calidad de los elementos que puede obtener de él para
satisfacer sus necesidades, tanto individual como colectivamente.
Conviene hacer una corta reflexión sobre algunos elementos de la naturaleza, en los distintos
lugares donde se asienta el hombre, que le establecen límites casi absolutos a su sobrevivencia o le
implican esfuerzos adaptativos intensos, o grandes inversiones de transformación para adecuarlos
a sus propósitos.
El aire, en sus diversas características físicoquímicas y de contenido de gases y sustancias vitales,
establece condiciones favorables o no a la vida y determina en el hombre respuestas orgánicas de
tipo adaptativo, derivadas básicamente de la concentración del oxígeno atmosférico. Al mismo
tiempo, como producto de la actividad del hombre, puede sufrir alteraciones que lo hacen nocivo ya
que éste lo conduce, lo comprime y lo dilata, lo contamina y se sirve de él, y termina alterándolo en
su esencia y en su capacidad de renovación.
El agua, por su calidad, su disponibilidad, su cantidad y todas sus características físicas, químicas y
microbiológicas, y su relación con las actividades humanas, también le determina oportunidades
vitales y sociales al hombre. Está perfectamente comprobado cómo su uso indebido y su
contaminación provocan grandes problemas de salud pública en forma de endemias y epidemias de
enfermedades de origen hídrico.
El suelo, entendido como la superficie útil del planeta donde el hombre escoge o se ve obligado a
asentarse, tiene propiedades específicas de relieve, calidad, textura, y, en fin, físicas y químicas, lo
mismo que asiento de otras formas de vida, que determinan de manera definitiva las posibilidades
agropecuarias de la actividad humana, mediante las cuales se busca la seguridad alimentaria.
Asimismo, el suelo soporta las soluciones habitacionales y su estabilidad le marca límites de
permanencia a viviendas, aguas, animales y cultivos. Los aspectos relativos a la tenencia de la
tierra son claves en el bienestar, pero pertenecen mas a los condicionantes de tipo socioeconómico.
El clima, con sus propiedades de temperatura, humedad, pluviosidad, pisos térmicos,
comportamiento de los vientos y de la luminosidad y, en fin, de toda su dinámica, le impone al
hombre condiciones particulares, poco modificables, que lo obligan a adaptaciones fisiológicas,
alimentarias y aún del modo como puede satisfacer otras necesidades básicas.
La flora, muy útil y también peligrosa en ciertos momentos, ofrece posibilidades de alimentación y
nutrición, plantas medicinales, materias primas, vivienda, e innumerables usos y beneficios a la
humanidad. No es necesario insistir en su influencia determinante sobre la vida y el bienestar.

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Es importante resaltar el papel definitivo que la microflora y algunos subproductos vegetales pueden
jugar como fuente de intoxicaciones, enfermedades y alteraciones fisiológicas, ya sea por ingesta,
aspiración, contacto directo o exposición prolongada.
La fauna, al igual que la anterior, no sólo es fuente de vida humana sino que también establece
condiciones de oportunidad al hombre para alcanzar satisfacciones en las mas variadas esferas,
desde la nutrición hasta las gratificaciones estéticas, afectivas y de la producción de bienes y
servicios.
Dentro de esta consideración de la fauna como factor determinante de la salud, cabe destacar la
presencia en el medio natural de toda clase de formas de vida animal que pueden afectar al hombre
física o mentalmente. Desde los virus hasta los grandes mamíferos pueden causar lesiones
mortales o irreversibles al ser humano.
Las bacterias, los hongos, los parásitos, los insectos y toda clase de transmisores y vectores de
patologías, están presentes por doquier y determinan, en su relación con el hombre, circunstancias
de franca alteración del bienestar y la salud.
La naturaleza, en fin, actúa de manera integrada y armónica, a pesar de la presencia del hombre, y
cada uno de los elementos atrás señalados como factores ecológicos está íntimamente
interrelacionado, determinando en forma de conjunto la perspectiva de vida humana y con ella las
oportunidades del goce de la felicidad, de la salud.
Las fuerzas del cosmos, así sea en los espacios más reducidos, como en el planeta mismo o en los
nichos ecológicos donde se localiza el hombre, pueden destruir la vida mediante desastres
naturales, conflagraciones imprevistas, o sembrar la enfermedad y la zozobra entre los
sobrevivientes, impotentes ante la superioridad de su dinámica.
Es indispensable aclarar que en la relación entre el hombre y el medio natural desde los comienzos
de la vida, los dos se han transformado mutuamente de manera profunda. Hasta el momento el
hombre ha obtenido los mejores resultados desarrollando y aplicando su inteligencia transformadora
sobre la naturaleza, pero ha pecado de imprevisión al ocasionar contaminación y deterioro del
medio a un ritmo más acelerado que la capacidad de restablecimiento del equilibrio natural. En esta
forma el determinante ecológico adquiere dimensiones insospechadas que incluso pueden
amenazar la supervivencia de la especie humana.

3.2     FACTORES BIOLOGICOS.
Existen elementos de carácter genético y constitucional inherentes a cada ser humano,
eventualmente agrupables por poblaciones de características similares, que definitivamente
establecen y determinan la perspectiva de respuesta orgánica y psíquica del individuo en su
relación con el entorno.
Ciertas improntas genéticas transmitidas de generación en generación pueden determinar en un
sujeto la aparición de una enfermedad, como en el caso de la diabetes, o hacerlo más susceptible a
ciertos riesgos, como en el albinismo y los efectos de la luz solar sobre la piel; de igual manera, por
la vía genética se puede portar mayor resistencia a ciertos estímulos nocivos o tener mayor fuerza
física si las condiciones de vida permiten desarrollar esa posibilidad.
Muchas de estas características genéticas pueden ser transmitidas en forma dominante o recesiva
y aparecer o no en la prole; de todas maneras se porta la tendencia o el rasgo de susceptibilidad, lo
cual es de por sí inmodificable, por lo menos por ahora.
En la actualidad se han podido identificar con claridad las tendencias familiares en la incidencia de
muchas patologías físicas y mentales, independientemente de otras condiciones que pudieran
suscitarlas. Seguramente están ligadas a rasgos genéticos.
Otros aspectos que podemos considerar como factores determinantes de la salud, de tipo biológico,
como la raza, el sexo, la capacidad de respuesta inmunológica individual y otros aspectos
constitucionales de los individuos tienen, sin duda, substratos herenciales que los determinan.
En el caso de ciertas comunidades, los riesgos de alteraciones genéticas comunes pueden ser más
altos debido a circunstancias de emparentamiento consanguíneo que favorecen la aparición de
rasgos patológicos subyacentes. Muchos problemas de salud física como el retardo mental y
algunas malformaciones congénitas podrían ser evitados con apropiada consejería genética.

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En definitiva, independientemente de condiciones ideales para alcanzar el bienestar, muchos
individuos pueden sufrir alteraciones de su salud que, una vez son manifiestas, resulta imposible su
curación con el conocimiento y la tecnología actuales.
Puede decirse, en consecuencia, que a pesar de que la humanidad llegue a condiciones ideales de
vida para todos sus miembros, las enfermedades de origen genético seguirán afectando,
seguramente, a cierta cantidad de ellos.
Por la misma vía del origen genético también habrá individuos con mayor o menor capacidad de
enfrentar riesgos físicos, químicos, biológicos, psicológicos y sociales.

3.3     FACTORES SOCIALES.
El análisis de la influencia de este grupo de factores sobre la oportunidad de alcanzar la salud para
el hombre, individual o colectivamente, puede resultar muy extenso y complejo.
Sin embargo, para efectos de simplificar su comprensión dentro de este marco de referencia que
hemos escogido para contextualizar el fenómeno de la salud, los consideramos como
condicionantes, en la medida que son cambiantes y modificables por el hombre mismo a través de
la dinámica intrínseca del proceso social y de las diferentes formaciones donde se inscriben las
relaciones entre los miembros de la colectividad.
Por otra parte, aunque dentro de lo social pueden englobarse todos los aspectos relativos a las
relaciones entre los hombres y sus resultantes de orden cultural, económico, político y hasta
psicológico, en este aparte haremos una división un poco artificial de cada uno de ellos, haciendo
especial hincapié en algunos elementos que nos parecen de mayor importancia.
Desde un ángulo global, la estructura y orden de cada formación social, históricamente constituidas,
determinan condiciones muy específicas a los distintos grupos que las han conformado, en lo que
se refiere al acceso directo a los beneficios de la producción de toda la sociedad.
Dicho acceso está definido por la pertenencia de clase social, la inserción en el proceso productivo,
la identidad étnica y el grado de desarrollo de las instituciones sociales, sumado a todos los
aspectos que las interrelacionan y articulan en el movimiento de estos procesos.
La solución de las necesidades de los asociados y, por ende, su bienestar y su salud están
condicionados, pues, por la oportunidad que brinda la sociedad a cada uno para lograrla,
dependiendo de su identidad y su ubicación dentro de la estructura y organización de la formación
social a la que pertenece. Dichas condiciones le definen inexorablemente a cada individuo el
espacio de su autonomía, capacidad e independencia para transformar en su beneficio la realidad
que le corresponde.
El motor de la sociedad parece ser la lucha permanente por ampliar ese espacio y alcanzar así
mayor oportunidad para satisfacer, cada vez mejor, las necesidades y anhelos de los asociados.
Señalaremos brevemente algunos elementos que caracterizan de algún modo las consecuencias de
ese grado de oportunidad, para individuos y comunidades, y que parecen tener mayor influencia
sobre la salud física y mental.
En el ámbito de la familia y en relación con su conformación, tamaño, estabilidad, relaciones
afectivas internas y demás elementos de la interacción padres hijos, pueden surgir condicionantes
de las perspectivas nutricionales y psicológicas de todos sus miembros, incluyendo situaciones
como las malformaciones congénitas, la desnutrición, el maltrato, la deprivación psicoafectiva, el
retardo mental, el abandono de niños y ancianos o la muerte de alguno de sus miembros. Bastante
se ha trabajado en las ciencias sociales para dilucidar la génesis de muchas psico y sociopatías en
este ámbito del núcleo familiar.
Innumerables problemas que surgen desde la familia pueden escapar a la influencia que ejerce la
estructura social sobre ella, por lo menos en lo que tiene que ver con los aspectos más íntimos de
su relación interna y que atinan especialmente al campo de lo psicológico.
Los niveles educativos y el grado de los conocimientos alcanzados por individuos y grupos, también
provocan condiciones de mayor o menor riesgo de enfermar, en relación con ciertos
comportamientos conscientes y adquiridos que tienen que ver con prácticas de higiene y cuidado
personal y de reconocimiento de situaciones que pueden favorecer la salud física y mental. Muchas
de las intervenciones preventivas que se emprendan desde las instituciones de salud, dependen del

                                                                                                  18
nivel de comprensión e internalización que puedan hacer los asociados frente al contenido de los
mensajes y propuestas que se les hagan.
Las migraciones como fenómeno social, libres o forzosas, aparte de significar la adaptación a
nuevos nichos ecológicos, los cuales pueden ser agresivos y malsanos, encierran diversas
situaciones de riesgo familiar y social que afectan al individuo en forma de estrés, hiponutrición,
sobresfuerzo y, en fin, dificultades para su bienestar, dada la transitoriedad de los asentamientos y
la sensación de desarraigo y de inasibilidad del porvenir. Además, el proceso migratorio puede
conllevar desajustes en otras variables demográficas que afectan determinantes biológicos, como la
nupcialidad, la natalidad y mortalidad, los apareamientos consanguíneos, la promiscuidad sexual,
etc.
Las situaciones relacionadas con la seguridad social, la convivencia y la paz social,
independientemente de los factores que puedan suscitar su alteración, condicionan de manera
notable la oportunidad de los individuos y grupos para alcanzar la solución a sus necesidades y,
sobretodo, se convierten en factores de estrés y riesgo intenso tanto físico como mental.
La pérdida o disminución del alcance de la seguridad que otorga alguna institución, como producto
de un pacto social que ha hecho el individuo durante su vida productiva, provoca sentimientos de
abandono y desprotección en el adulto maduro que pueden afectar su vida familiar y su salud
mental con todas las consecuencias que de allí pueden desprenderse.
La organización y participación comunitaria, como elementos de desarrollo social, juegan un
importantísimo papel en la capacidad de reivindicación y lucha por el mejoramiento de las
condiciones de vida, el bienestar colectivo y la salud como resultante. Obviamente, la organización
colectiva democratiza y cohesiona los movimientos dirigidos a buscar solución a los problemas
comunes.
Muchos otros problemas que podemos considerar como sociales, tales como la delincuencia, las
toxicomanías, la violencia, la prostitución, la mendicidad, la indolencia y la insensibilidad, solo
pueden explicarse como derivados de la estructura y el orden establecidos en nuestra formación
social, que es una típica sociedad de clases.

3.4     FACTORES CULTURALES.
Las particularidades de los diversos nichos ecológicos en los cuales han florecido los grupos
humanos, al tiempo que les ha permitido desarrollar sus habilidades de supervivencia, les ha
ofrecido espacios donde recrear su inteligencia, su creatividad artística y espiritual y de donde hacer
surgir su interpretación de la realidad. El lenguaje y todas las formas de comunicación y el
interactuar social permanente, van conformando pautas de actuación y pensamiento colectivos que
afianzan los comportamientos individuales y constituyen verdaderos patrones de conducta que
pueden asumirse inclusive inconscientemente.
En las prácticas diarias y en general en todos los aspectos de la vida, el ser humano internaliza
conductas y pensamientos construidos por la colectividad en la que se desenvuelve y ciertos
comportamientos se vuelven habituales; de igual manera, muchas de esas prácticas y actitudes se
convierten en costumbres que se convalidan con lo consuetudinario y se arraigan en la cultura
espiritual y material, identificándola y dándole características propias.
La interpretación de los fenómenos de la naturaleza y sus distintas formas de conocimiento también
adquieren tintes de ideología dominante en la medida que sustentan estructuras de poder, ya sea
en el ámbito de toda una sociedad o en el mismo núcleo familiar o grupal. Estas formas de
conceptualización colectivizada, ligadas profundamente a los elementos de tipo material que se
desarrollan para poner en práctica los conocimientos e interpretaciones, se convierten en poderosos
instrumentos culturales que moldean el comportamiento de las nuevas generaciones y que tienden
a mantener ciertas tendencias explicativas de la realidad.
Dentro de ese contexto de socialización de las ideologías se mueven igualmente las creencias
religiosas, las tendencias filosóficas, las corrientes del pensamiento social y, en fin, las
interpretaciones cosmovisivas. También dentro de ellas podemos ubicar las explicaciones y
comportamientos colectivos respecto a la enfermedad y la salud, en medio de una intrincada trama
de interrelaciones de lo ideológico y de la cultura espiritual.

                                                                                                    19
El concepto de salud y enfermedad predominante en cada sociedad o grupo humano, merced a
esos mecanismos socializantes, condiciona en los individuos y en los colectivos sus
comportamientos habituales en relación con este fenómeno. Dependiendo de la forma de
explicación admitida por el inconsciente social respecto de la enfermedad, los comportamientos
frente a ella o a los modos de prevenirla y curarla serán consecuencia de esa interpretación y, al
mismo tiempo, al ser asumidos conscientemente, servirán de sustrato psicológico favorable al
resultado esperado de los procedimientos y actitudes puestas en juego para su solución.
Como señalamos en las notas sobre la evolución del concepto de salud, en muchos grupos
humanos todavía persisten ideologías de tipo mágico, religioso, u organicista acerca del problema
de la enfermedad, que consecuentemente los impulsa a utilizar prácticas y procedimientos acordes
a esa explicación que subyace y que, de todos modos, condiciona su actitud frente a ella. Por eso
encontramos núcleos humanos que aún practican la hechicería, la magia, los ritos religiosos y otros
procedimientos empíricos para prevenir o curar todo tipo de padecimientos. Insistimos en la
importancia del trasfondo psicológico que, por lo menos a nivel del paciente, juega favorablemente
en la evolución exitosa de ciertas enfermedades de origen psicosomático.
Los hábitos y costumbres relacionados con la salud, surgidos, como hemos anotado, de la cultura
consolidada en este campo, condicionan de manera muy importante la perspectiva de los individuos
a gozar de una buena condición física y mental, dependiendo de la forma como estos favorezcan o
limiten el contacto con algunos riesgos o puedan interferir en las reacciones defensivas orgánicas y
en la evolución del proceso mórbido; Asimismo, los hábitos y costumbres alimentarias y las
conductas nutricionales relacionadas sobretodo con la crianza, pueden condicionar de manera casi
determinante el futuro orgánico e intelectual de los individuos. Obviamente es necesario tener en
cuenta las oportunidades sociales que condicionan el acceso a los alimentos y la adopción de
algunos hábitos provocados más por las condiciones materiales de vida que por la internalización
simple de esquemas de comportamiento validados colectivamente.
Los hábitos y costumbres higiénicos relacionados con el cuidado del cuerpo, con el sexo, con la
crianza, con la ropa, con el domicilio, con el trabajo, con la comida y, en fin, con las actividades y
relaciones humanas del cotidiano, pueden favorecer la aparición de entidades patológicas sin que el
individuo tenga conciencia clara de la relación que existe entre su comportamiento y la enfermedad
o, en el caso contrario, con su bienestar físico y mental.
En suma, los comportamientos individuales y colectivos, validados culturalmente, condicionan la
salud y los riesgos de enfermar y morir de las personas. Podemos identificar algunos claramente
nocivos para el organismo como el tabaquismo, el alcoholismo y otras toxicomanías, la glotonería
(en ciertos grupos), el uso excesivo de sal y azúcar, la disipación y la promiscuidad, y otro
sinnúmero de conductas aceptadas socialmente que afectan la fisiología orgánica o favorecen
situaciones de desajuste psíquico.
Otros aspectos comportamentales como el machismo, el autoritarismo en el seno familiar y otras
actitudes injustas consagradas socialmente, como la obediencia ciega impuesta en ciertas
relaciones de poder (aún en la relación médico paciente), o los patrones impuestos por los medios
de comunicación masiva, o los símbolos y actitudes de estatus arribistas que siguen los
adolescentes, también pueden condicionar la salud por mayor exposición e inducción a riesgos, o
por limitación en conductas que podrían favorecer la evolución de la enfermedad.
La medicina tradicional, como práctica médica propia de cada cultura, íntimamente ligada al
sentimiento popular y a su comportamiento en salud, lo mismo que la presencia de otras prácticas
médicas que le puedan ser cercanas en los conceptos y el estilo de sus procedimientos, también
pueden ser factores condicionantes de la salud de individuos y colectivos en la medida que
contribuyan o no a solucionar los problemas del cotidiano o a retardar la respuesta de
intervenciones comprobadamente efectivas.

3.5    FACTORES POLITICOS.
Considerando lo político como todas las circunstancias sociales que le definen a los individuos y a
los grupos su acceso real al poder y a las decisiones que los afectan dentro del manejo de los
intereses públicos, podemos decir que el nivel de satisfacción de sus necesidades, aquel que se

                                                                                                      20
deriva de la oferta de las instituciones públicas, está en relación directa con el grado de pertenencia
activa que tenga en las fuerzas sociales que pugnan por el poder y, por ende, en la capacidad de
presión y de convocatoria en el contenido de las decisiones mismas. En ese contexto se mueven
las luchas reivindicativas de las diversas agremiaciones y de las clases sociales.
La estructura de cada sociedad y del Estado que legitima las reglas de juego social en pactos
explícitos codificados, condiciona definitivamente, dentro del resultado de la gestión pública que
finalmente llega al individuo y a los colectivos en forma de servicios, su acceso real a los beneficios
de la oferta estatal para la solución de sus necesidades y a través de ellas obtener algún nivel de
bienestar y de salud.
Cada formación social, de acuerdo con el desarrollo de sus fuerzas políticas, ha conducido a la
colectividad a la adopción de una forma de organización y de una estructura del poder que se
sustentan en una ideología dominante, a través de la cual se convalidan las relaciones entre los
asociados y hasta se explican las diferencias de oportunidades sociales de cada uno de ellos.
Las ideologías hegemónicas generalmente crean los mecanismos que establecen las posibilidades
de acceso de los miembros de la comunidad al producto social y al poder político, lo cual es
internalizado por los ciudadanos mediante la educación y la tradición familiar; de esta manera las
desigualdades se hacen legítimas y los individuos se resignan inconscientemente a su suerte
cuando dicho acceso no los favorece.
En fin, el orden político de cada sociedad condiciona en los individuos, diferentes oportunidades de
satisfacción de sus necesidades, por lo menos en lo que respecta a los beneficios de la
administración de los bienes públicos.
Los regímenes de gobierno en los diversos Estados y su accionar, así como sus decisiones y
planes, pueden favorecer o no la salud de la población, dependiendo de la importancia que estos le
concedan al componente de desarrollo social en general y del sector de servicios de salud en
particular. Como ya hemos planteado en otros apartes de este documento, si un gobierno invierte
más en el campo de la política social hacia el desarrollo, posiblemente esté haciendo más por la
salud de la gente que si sus gastos los dirige a construir hospitales.
Finalmente, dentro de los factores políticos como condicionantes de la salud, podríamos mencionar
los que se derivan de la confrontación de las fuerzas sociales y que pueden llegar en algunos casos
a la lucha armada o a la utilización de formas de violencia de todo tipo. Son obvias las
consecuencias, tanto en el ámbito físico como mental, que se derivan de esta situación y que
pueden tener hondas repercusiones históricas en cada sociedad.
Como parte de esa dinámica social de lucha por el poder, los proyectos políticos de clase cualifican
la contienda y pueden contribuir a democratizar la utilización de los recursos sociales, sobre todo
cuando existen hegemonías de clase en el poder que afectan a una mayoría que paulatinamente va
organizándose y ejerciendo presión igualmente política.

3.6     FACTORES ECONOMICOS.
La estructura social y política y las relaciones económicas al interior de cada formación social, están
íntimamente relacionadas y, como es obvio, se determinan recíprocamente y todas se mueven
alrededor de la producción y distribución de bienes y servicios en el conjunto social. Por tanto, para
no tener que ahondar en profundidades teóricas, en estas líneas solo señalaremos algunos
aspectos que consideramos económicos y que tienen una relación directa con la salud de las
personas y con las condiciones del medio ambiente que habitan.
El análisis de las relaciones de producción en cualquier modelo económico social nos conduce
necesariamente a la estructura de la propiedad y, por esa vía, a las oportunidades de los individuos
a los beneficios de la producción, ya sea a través de su posesión directa o mediante el ingreso
monetario que mediatiza la adquisición de bienes y servicios.
Esa situación condiciona definitivamente la oportunidad de satisfacción de necesidades primarias
que puedan ser solucionadas en el mercado, dependiendo de la capacidad adquisitiva que el
modelo le impone a todos y cada uno de los miembros de la colectividad.
Empero, independientemente de esa condición estructural que le determina ciertos ingresos a cada
individuo, algunos factores microeconómicos relacionados con la distribución intrafamiliar del

                                                                                                     21
ingreso o con la dimensión sociofamiliar del gasto, juegan también un importante papel en la salud
de la familia y del individuo, según sea que el comportamiento del gasto atienda las necesidades de
ella en un orden de prioridad adecuado, cuando éste no alcanza para cubrirlas todas en un
momento dado, o cuando, por exceso, el ingreso se distrae en necesidades secundarias o
accesorias, con detrimento de la solución de las primarias.
Algunas familias, víctimas de la publicidad y el consumismo, gastan en artículos suntuarios y
descuidan la buena nutrición de los niños; otras no tienen ingresos suficientes para alimentarse
pero deben gastar mucho en transporte a su trabajo o consumen bebidas alcohólicas en exceso, tal
vez para mitigar las angustias de la pobreza.
En consecuencia, el ingreso y el comportamiento del gasto a nivel individual o familiar, deben ser
considerados como condicionantes importantes de la salud, como elementos que mediatizan el
mercado de satisfacciones.
No es necesario insistir aquí en la relación directa entre la pobreza y las condiciones de salud. De
acuerdo con nuestra argumentación central sobre la salud, podemos decir que la pobreza es la
enfermedad más prevalente de cuantas afectan a la sociedad y la que favorece con mayor
intensidad la aparición de otras que afectan el cuerpo y la mente de los asociados.
Por otra parte, cabe mencionar la importancia de los riesgos ocupacionales en la salud de los
trabajadores, y del hombre en general, ya que no existe actividad productiva alguna que no encierre
algún riesgo físico o mental, especialmente en las acciones repetitivas y en aquellas que implican
mucha atención y tensión del operario, y en las que son peligrosas de por sí como la minería o la
manipulación de radiactivos.
En suma, hay factores económicos que condicionan la salud individual y colectiva y que se
relacionan con la producción, con la propiedad de los medios de producción, con el mercado de
bienes y servicios y con el ingreso y las decisiones del gasto en satisfacción de necesidades.
Asimismo, la mayoría de las actividades productivas provocan alteraciones importantes del medio
ambiente físico, por cuanto implican transformaciones profundas de los elementos de la naturaleza,
o porque en el curso de su procesamiento se producen sustancias y deshechos contaminantes que
modifican las circunstancias ecológicas que favorecen la vida animal.
En dichas condiciones, podemos afirmar que el proceso productivo y las circunstancias económicas
que lo rodean, se convierten en factores condicionantes de la salud individual y colectiva a través de
la generación de nuevos riesgos ecológicos y sociales.

3.7     FACTORES DE LA PRESTACION DE SERVICIOS.
Hasta el momento hemos señalado factores inherentes al individuo, al medio físico y al contexto
social general en el que se inscribe el proceso que configura las circunstancias del bienestar, como
vía conducente a la salud individual y colectiva, a partir de la consideración de que ésta es producto
final de la satisfacción armónica de las necesidades humanas.
Como lo advertimos al comienzo, hemos separado por grupos de factores, -un tanto artificialmente-
llamándolos determinantes y condicionantes de la salud, con el único fin de facilitar y ordenar su
análisis desde un punto de vista genérico y para el propósito de este documento.
Admitimos que es difícil este ejercicio puesto que se corre el riesgo de caer en reduccionismos o
dar la impresión de perder la visión integral del conjunto en el que dichos factores están
íntimamente ligados, interactuantes e interrelacionados; por esto resulta muy complicado establecer
límites o espacios particulares para cada uno de ellos. Por ahora, aceptémoslo así.
Separar la prestación de servicios de los factores políticos o económicos puede ser un ejemplo de
lo anterior, en cuanto esta prestación depende en buena parte de las decisiones gubernamentales o
de las condiciones del mercado y de la iniciativa privada.
Sin embargo, para efectos de visualizar el carácter condicionante que los servicios pueden ejercer
sobre la situación de salud de las personas y de las comunidades, conviene analizar algunos
aspectos que son propios de éstos y cuyo alcance definitivamente se traduce en satisfacción de
necesidades.
Con base en el marco conceptual que venimos trabajando para la salud, los servicios a considerar
son, pues, los relacionados con el desarrollo y el bienestar social y con los de salud directamente.

                                                                                                    22
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Un enfoque al concepto salud-enfermedad

  • 1. UNA APROXIMACION AL CONCEPTO SALUD ENFERMEDAD. Por: Fred G. Manrique Abril INTRODUCCION: El contenido gira en torno de la teoría general de la salud, abordándola como un concepto aplicable al ser humano, tanto en el contexto de su pertenencia social como en forma particular al individuo. Se aspira a señalar los elementos centrales de la discusión sobre este tema, del concepto y la teoría de la salud, partiendo de una visión global acerca de su evolución histórica y desglosando analíticamente la definición y el enfoque actuales de la Organización Mundial de la Salud. En forma complementaria, en el documento se plantea un análisis sobre los factores determinantes y condicionantes del proceso salud-enfermedad, procurando destacar los aspectos de mayor relieve y haciendo énfasis en la relación integral y de la interdependencia entre ellos, tanto intrínseca al fenómeno como en relación con el desarrollo general de la humanidad. 1. ASPECTOS GENERALES DE LA EVOLUCION DEL CONCEPTO DE SALUD Conviene comenzar por dar una revisión rápida a las tendencias históricas que ha enfrentado el problema de la conceptualización sobre la salud, advirtiendo que no se hace aquí ninguna precisión cronológica sobre las diferentes etapas que se insinúan en el texto. Antes de entrar a discutir sobre el concepto de salud que se maneja actualmente, conviene hacer algunas reflexiones sobre lo que pudo ocurrir en tiempos pretéritos alrededor de la forma como el ser humano pudo ir construyendo las abstracciones necesarias para entender o para explicarse la salud y la enfermedad. Partamos de una época indefinida con un ser homínido pedestre, lo bastante evolucionado como para poder elaborar pensamientos explicativos de la realidad que enfrenta. Desde los albores mismos de los tiempos, el hombre, en su relación dinámica con el medio natural, se vio envuelto en situaciones difíciles y peligrosas que ponían en riesgo su integridad física y hasta su vida misma, ya fuera por los riesgos inherentes a la naturaleza salvaje y a los accidentes geográficos propios del territorio que habitaba, o por la presencia de otros animales que competían con él en ese espacio. Para garantizar su supervivencia en ese medio tuvo que enfrentar necesariamente situaciones de peligro; lo hizo mediante acciones directas de lucha con sus enemigos naturales de otras especies, o de la suya propia, o corriendo los riesgos naturales que le ofrecía el mundo físico por el que tenía que desplazarse en búsqueda de alimentos. Como consecuencia de su empeño instintivo por resolver las situaciones críticas a su favor, de seguro en las peleas o a su paso por lugares inhóspitos y peligrosos, muchas veces se provocó o le ocasionaron heridas y lesiones físicas, transitorias o permanentes. De igual modo, cuando enfrentó problemas, luchas y peligros, también debió experimentar temor, angustia y hasta situaciones de zozobra grupal que debieron afectar su ánimo y su mente. Pero en ambos casos, de inmediato le fue posible reconocer las causas de las lesiones o del miedo, mediante la asociación simple de eventos, de tipo instintivo, o por una percepción primaria algo más compleja que ya debería empezar a diferenciarlo de las otras especies de vertebrados. Como resultado de enfrentar dichas situaciones de riesgo, dañinas o peligrosas, paulatinamente fue tomando conciencia de su vulnerabilidad ante el medio natural en que se movía; la experiencia vivencial acumulada le permitía evitar conscientemente los riesgos conocidos, cada vez con resultados más adecuados al estímulo, es decir, con mejores resultados ante riesgos cada vez más complejos. Tal es el caso de la actitud que debió asumir ante las posibles heridas provocadas en combate, las lesiones óseas por caídas de altura, las mordeduras de animales ponzoñosos, los fenómenos telúricos, las aguas tormentosas, el rayo, el fuego, el ahogamiento, etc. En dichas circunstancias de permanente relación objetiva y dinámica con el entorno, el hombre primitivo tuvo que ir elaborando un concepto claro de su relativa fragilidad ante la naturaleza, admitió su vulnerabilidad, -podía ser muerto o herido por causas reconocibles- y debió asumir 1
  • 2. actitudes conscientes para evitar esos riesgos o para buscar la mejor manera de controlar sus consecuencias. Tal vez de manera recíproca, al evitar conscientemente los riesgos conocidos, podía estar admitiendo inconscientemente cierto estado de no-alteración o de salud física y de tranquilidad; en otras palabras, fue la alteración de su estado rutinario de normalidad funcional la que lo impulsó a pensar en lo deseable de no estar herido o temeroso. Eso por lo menos desde nuestra visión actual de lo que pudo ocurrir, siguiendo un curso lógico de reconocimiento del peligro y del daño, tal como ocurre con el aprendizaje natural que hace un niño actualmente. Teniendo en cuenta lo anteriormente planteado, no podemos afirmar que el hombre primitivo hubiese llegado a elaborar un concepto de prevención de esos riesgos que ya podía reconocer; es posible que más bien haya actuado instintivamente frente a ellos partiendo de la experiencia, tanto individual como colectiva, es decir de aquellas vivencias que iba compartiendo e internalizando gracias a su instinto gregario y a su pertenencia a un colectivo socializante. Pero aparte de esas causas de daño que logró reconocer y que le ocasionaron dolor y muerte, también experimentó el dolor, la disfunción, la discapacidad y la muerte misma, por causas que no pudo explicar mediante el mismo mecanismo de pensamiento desarrollado como producto de las circunstancias hasta aquí señaladas, es decir, por la vía del razonamiento empírico basado en la experiencia objetiva, percibida cotidianamente. Tal vez fue el dolor de cualquier tipo, intenso y creciente, no asociable a alguna causa conocida, lo primero que impulsó a nuestro hombre primitivo (lo mismo que a cualquier paciente corriente de hoy) a buscar una explicación a ese nuevo estado de alteración perceptible claramente, o de "enfermedad", que además le provocaba temor e inseguridad. De cierto modo era como si estuviese de nuevo ante un enemigo peligroso al cual no pod_ EC O(',i)_a combatir solo y, lo que es peor, ante un adversario al que no podía ver ni reconocer, es decir frente a lo desconocido. Pero no fue sólo el dolor el único motivo de sus inquietudes. Muchos otros estados de alteración orgánica o psíquica que le ocasionaron síntomas alarmantes como el vómito, la diarrea, la tos productiva intensa o con sangre, los desmayos, las convulsiones, los ataques de locura y hasta la muerte súbita, debieron conducir necesariamente al hombre y a su grupo social a la misma búsqueda de explicación. Debió hacerlo en forma individual o colectivamente, obedeciendo a su naturaleza de ser altamente evolucionado y pensante, enfrentado a una realidad que debía conocer y dominar para beneficio de su supervivencia y de las demandas naturales de su cotidianidad. Conviene resaltar aquí, en este orden de ideas, que la construcción conceptual partió, entonces, de la alteración o la enfermedad y no de la "salud" o la no-alteración, según lo percibiera y se viera impulsado a hacerlo el hombre en ese momento histórico. En otras palabras, lo que el hombre busca explicarse en primera instancia es la enfermedad o, mejor, esa sensación de malestar y alteración que experimenta. Por el contrario, no busca explicarse el estado de no-enfermedad o de normalidad y plenitud vital, lo cual parece ser propio de su ser. Grandes hitos durante la evolución del concepto. Para efectos de comprender mejor algunos momentos culminantes en la historia del concepto de la salud y la enfermedad, o por lo menos para diferenciar algunas etapas de ese proceso que la cultura humana ha recorrido hasta nuestros días, podemos diferenciar, artificialmente, algunos periodos que se asocian con la predominancia social del pensamiento explicativo, filosófico, fuertemente ligado a la ideología de los pueblos. En ese orden de ideas, abordaremos la salud y la enfermedad durante las etapas primitivas del pensamiento mágico, en el predominio posterior del pensamiento religioso y en algunos momentos de gran influencia del pensamiento médico. Veamos: 1.1 Conceptualización mágica En el predominio del pensamiento mágico como mecanismo de abstracción explicativa de la realidad que le corresponde, el hombre enfrenta y explica los fenómenos de la naturaleza animándolos, es decir, atribuyéndoles características espirituales semejantes a las suyas propias, -animación antropomórfica o espiritualización de los fenómenos inanimados de la naturaleza- e 2
  • 3. intentando una relación de dominio hacia ella en un nivel de competencia de igual a igual. Al fin y al cabo, en sus comienzos el hombre social comparte y enfrenta la realidad natural casi de la misma manera que los demás seres vivientes; la diferencia estriba en la capacidad creciente que va logrando su pensamiento para abstraer y discernir sobre su presencia en la naturaleza, sobre su vida y su realidad. Si asociamos este periodo de la evolución del concepto de salud con una etapa primitiva del pensamiento humano, debemos aceptar a la magia, o mejor al pensamiento mágico, como la principal herramienta explicativa de la realidad en esta materia de las alteraciones del funcionamiento del cuerpo. Podemos calificar al concepto de salud imperante en esta primera etapa como concepto mágico ya que a estas alturas del desarrollo del conocimiento humano, el hombre acudía a la magia para explicarse la realidad de su entorno; con ella buscaba, así mismo, dominar los fenómenos de la naturaleza para su beneficio y seguridad. Es en este momento cuando el hombre considera que esos estados de alteración o "enfermedad", de causa no reconocible, provienen de la acción de otras fuerzas de la naturaleza cuyos espíritus compiten con él, agrediéndolo y causándole daño; por esto necesita crear mecanismos que le permitan contrarrestar esas fuerzas malignas o invocar, en su apoyo, otras que le sean favorables; lo hace generalmente mediante procedimientos también mágicos que en cada cultura adoptan símbolos y rituales propios y específicos, muy característicos de cada una. En el desenvolvimiento social que necesariamente va produciéndose con el transcurso del tiempo, la división del trabajo hace surgir a los "magos" de diversas categorías y facultades. Entre otros personajes mágicos, surgen los médicos brujos, conocidos genéricamente como shamanes, quienes además de cumplir funciones de liderazgo social y espiritual en sus comunidades, se convirtieron en especialistas en la conducción de rituales de sanación o curación, enfrentando sus poderes con aquellos de las fuerzas de la naturaleza causantes del mal y la enfermedad. Los shamanes, al comienzo ancianos respetables de gran experiencia, eran los personajes aceptados por la sociedad tribal como facultados por su sabiduría y por sus dones especiales, como los únicos capaces de combatir a los espíritus malignos causantes del dolor, la disfunción, el daño, o la misma muerte; así mismo, estos personajes precursores de la curación podían ejercer su poder para proteger a las personas o para causar daños a otros seres. Debemos insistir en señalar que el concepto que subyace a todo este proceso es el de la enfermedad sentida, o la alteración física o mental perceptible por los miembros de la sociedad, sin causa conocida, pero explicada dentro del contexto ideológico dominante en la colectividad. Aunque el pensamiento mágico también alcanzó desarrollos para lograr la prevención de los riesgos y evitar los daños, son éstos los que suscitan la invocación de la magia, y no la búsqueda de la salud como un concepto elaborado socialmente a modo de paradigma, de situación idealmente deseable. La magia se utiliza es para combatir la enfermedad y para evitar la agresión, previniendo sus consecuencias o en muchos casos, por el contrario, para provocar daño a los enemigos, ya sea haciéndoles mal en forma directa, o aumentando los riesgos que les pueden perjudicar y enfermar. Es indispensable destacar que esta forma mágica de conceptualizar sobre la enfermedad persiste aún en nuestros días entre la población, independientemente de su nivel cultural, pero especialmente entre aquella de relativo nivel bajo en lo educativo y en el acceso al conocimiento universal: Los grupos humanos que se encuentran constituidos en comunidades con cierta identidad cultural y en circunstancias de pobreza y postergación social, tienen mayor tendencia a las explicaciones mágicas de la enfermedad, lo mismo que a introducir y usar ritos de la espiritualidad en las sesiones o actos de curación. Las creencias populares sobre el "mal de ojo", "la pérdida de la sombra", el "tocado de difunto", el "embrujamiento", el "hechizo", "los maleficios" y muchas otras entidades de este mismo estilo, utilizadas para explicar padecimientos, síndromes, enfermedades o estados patológicos de ciertas características, lo mismo que para propiciar circunstancias del azar y la suerte, favorables o adversas, así como los personajes y los métodos para curarlas o prevenirlas, son ejemplos típicos de la persistencia de esta forma de raciocinio mágico que sigue teniendo enorme presencia en campos y ciudades. 3
  • 4. Ese concepto mágico que hemos esbozado está presente en las prácticas médicas shamánicas, en la medicina indígena y en las prácticas populares, tanto en la prevención como en la curación de afecciones y alteraciones orgánicas y psíquicas y, además, es compartido, como intención explicativa, por los enfermos y por quienes los tratan. Este hecho es de gran importancia en la relación médico paciente, como veremos más adelante. Solo basta pensar en los amuletos, talismanes, metales, perfumes y, en fin, en toda suerte de símbolos mágicos preventivos, de diversa naturaleza, que son utilizados en todas las culturas del mundo, y en los innumerables pacientes de brujos y magos curadores, para evidenciar la vigencia de esta antiquísima forma de raciocinio sobre el fenómeno de la salud, presente aún en las civilizaciones consideradas como más avanzadas. En nuestro país estos personajes se anuncian libremente en los periódicos y en ellos destacan sus facultades especiales y la fuerza inmensa de sus poderes mágicos, para que sus clientes seleccionen a quien más les convenga, según sea la forma como culturalmente éstos interpretan sus necesidades, ya sean afectivas u orgánicas. Muchos pacientes que no encuentran solución a su caso dentro de la medicina oficial, terminan acudiendo a los servicios de este sistema médico paralelo, no ortodoxo, y a lo mejor encuentran un espacio cultural más cercano de comprensión y afectividad que, aún dentro de lo esotérico y extraño, les ofrece confianza y seguridad en la comunicación y mantiene vivas sus esperanzas. 1.2 Conceptualización religiosa En un periodo posterior, el desenvolvimiento y progreso de la sociedad humana trae consigo nuevos riesgos para el hombre, los cuales, -aunados a los que no logró dominar y controlar la magia- lo conducen a la aceptación de la posible existencia de otra forma de pensamiento superior, sobrenatural, creador, tan poderoso que puede dominar a todas las fuerzas de la naturaleza, especialmente al ser humano. Aparece así la religión como el sendero explicativo que confiere a la divinidad el control de todos los fenómenos de la naturaleza, incluida la vida humana y todas sus relaciones cósmicas, sociales y las propias de su medio interno. Los dioses, propios de cada nación y de cada cultura que se consolida como civilización, castigan o recompensan de acuerdo al código ético que cada sociedad instituye para su control interno. La vida cotidiana del ser humano se impregna de un profundo contenido religioso que, de nuevo, le recuerda y reitera su vulnerabilidad y su pequeñez ante las fuerzas del universo. El antiguo brujo o shaman pasa a ser sacerdote y su labor social consiste ahora en intermediar, igualmente, entre el hombre y la divinidad, ahora mediante procedimientos mas elaborados, pero también rituales de distinta complejidad, cuya pretensión fundamental consiste en aplacar al dios, adorándolo, para ganar así su complacencia y sus favores. En ese contexto de conceptualización religiosa inscribimos un nuevo período que llamamos de concepto religioso, donde la situación alterada, o "enfermedad", cuya explicación no es evidente, tiene causalidad divina (también para otros males de los que se reconoce ya su causa) y la morbilidad es percibida por el hombre como castigo o fruto de la ira de los dioses, por la transgresión de los preceptos instituidos para la vida espiritual o para el comportamiento dentro del colectivo. También en este período la prevención y la curación son otorgadas por la decisión de la deidad, a quién se le atribuyen comportamientos muy cercanos a los sentimientos humanos; ahora es el dios antropomorfizado que admite un médico sacerdote como intermediario para otorgar al hombre sus favores, curándolo de sus enfermedades o concediéndole la gracia de disfrutar de la plenitud de sus capacidades orgánicas y espirituales o mentales. Es importante destacar cómo dentro de esta forma religiosa de intentar la explicación de la enfermedad, los problemas mentales manifiestos en forma de alteraciones graves de la conducta, - que provocaron sorpresa y hasta estupor en los grupos- se atribuyeron casi siempre a la acción de las divinidades demoníacas que poseyeron a ciertos individuos para manifestarse a través de ellos. También las enfermedades convulsivas, sobretodo la epilepsia del tipo gran mal, se consideraron de esa manera y, aún hoy, se pretende curarlas con exorcismos y rituales antisatánicos. 4
  • 5. De todas maneras, la divinidad protectora era la única que podía desalojar los demonios del poseso a través de sus sacerdotes especializados en los exorcismos y en los rituales contra el poder de estas deidades negativas. No resulta muy aventurado afirmar que en casi todas las culturas, también los dioses negativos, o sea los demonios, son quienes pueden ocasionar o favorecer las enfermedades de cualquier clase, sobre todo las mentales. En estas primeras etapas del concepto, fuertemente asociado a la explicación que ofrecía la religión, (y aún ahora) muchas enfermedades consideradas hoy como mentales se asociaron indefectiblemente a las divinidades negativas, y su terapéutica y control, cuando se intentó, invariablemente revistió características rituales, casi litúrgicas, o condujo a medidas mas extremas como sucedió durante la inquisición. El confinamiento y abandono inhumanos a que se sometió a los enfermos mentales hasta hace poco tiempo, casi siempre fue custodiado por comunidades religiosas, o hermandades y logias, cuya misión en la sociedad parecía ser el garantizar el aislamiento de los castigados y posesos cercanos al demonio, en tal forma que el resto de la colectividad estuviera exenta de su influencia y de la vergüenza de sus pecados y faltas. En muchas culturas surgieron incluso los dioses médicos que se ocuparon específicamente del problema de la enfermedad física o mental, motivo por el cual se les erigieron templos especiales a donde acudían los enfermos en búsqueda de sus favores, dando origen a la aparición de los primeros lugares sagrados destinados a los rituales de sanación, donde se reunían millares de personas afectadas por algún mal para ser curados. Fueron los albores de la institucionalización de los enfermos, pretéritos de los hospitales y de las casas de curación. En esas condiciones de agrupamiento de los casos de enfermedad, los sacerdotes tuvieron más tiempo de contacto con los enfermos y mayor oportunidad de desarrollar conocimientos clínicos, gracias al hecho de poder observar el curso natural de los procesos mórbidos, las reacciones orgánicas y mentales de los pacientes y las respuestas de éstos a sus técnicas y procedimientos terapéuticos. Los sacerdotes egipcios de la antigüedad, aparte de cuidar a los enfermos practicaron el embalsamamiento de los muertos y durante esa práctica tuvieron posibilidades de observar la anatomía de las vísceras, e inclusive muchas alteraciones anatomopatológicas como tumores y malformaciones que paulatinamente fueron relacionando con las causas de la muerte o la enfermedad de los individuos vivos. Tal vez de allí partió la primera división, o diferenciación durante el mismo momento, entre el concepto de salud y enfermedad que manejan los médicos en su quehacer profesionalizado y el que tiene y vive el paciente en el transcurso de su enfermedad, derivado de su pertenencia cultural y de su grado de comprensión personal del problema que lo aqueja. Debemos llamar de nuevo la atención en el sentido de admitir la persistencia de este tipo de sustrato conceptual profundamente religioso para comportarse ante la enfermedad, presente aún en nuestra cultura y sobretodo entre la población de los estratos más pobres. Persiste y se afianza entre ellos el concepto de fragilidad y vulnerabilidad de los humanos, supeditando y empequeñeciendo al hombre en forma total ante la divinidad. Para muchos de ellos su salud y su destino siguen estando en las manos de alguna divinidad y por eso son renuentes a asumir comportamientos conscientes hacia la prevención de riesgos y a la utilización racional de los servicios médicos institucionales. Dentro de esta condición puede inscribirse a los estratos socioeconómicos más pobres y aún a ciertos grupos de fanáticos religiosos. También conocemos múltiples ejemplos de comportamientos basados en esta forma de concepto y que observamos a diario, tanto en el ámbito de las conductas individuales en sus prácticas religiosas, como en los templos y santuarios dedicados a la invocación de favores curativos que otorga la divinidad a través de santos o personificaciones especiales. En nuestro país existen muchos lugares tradicionalmente dedicados a esta función como los santuarios de Monserrate, Las Lajas, Buga, Bojacá, etc.; también los hay consagrados por situaciones de curación milagrosa en los que el intermediario no es ni un santo ni un sacerdote, sino 5
  • 6. una persona que ha "recibido la gracia" como la niña de Piendamó o el "lego" sanador de algún lugar especial cualquiera. Muchas personas vivas o muertas han jugado ese papel de sanadores milagrosos, pero casi siempre rodeados de un halo de misticismo y religiosidad, como en el caso del médico venezolano José Gregorio Hernández y otros personajes latinoamericanos y europeos. Aunque los rituales y ceremonias que rodean las prácticas curativas en este contexto son muy diferentes en cada caso, siempre subyace una profunda fe y confianza entre los pacientes y un ambiente de misterio y espiritualidad entre los protagonistas. No sobra señalar que, dado el espacio tan sutil que separa la magia de la religión, es posible encontrar manifestaciones y comportamientos ante la enfermedad y la curación en donde se producen mezclas muy complicadas de conceptos y prácticas, bastante arraigados también en ciertos grupos culturales y en estratos deprimidos de la población, cuyo acceso a los servicios asistenciales oficialmente aceptados, es muy bajo o no produce cambios importantes en los conceptos predominantes de salud y enfermedad dentro de su cosmovisión. En muchas de nuestras comunidades rurales e indígenas se practican actualmente ritos y ceremonias de sanación que combinan la tradición profundamente americana, indígena, con elementos de tipo religioso de origen eurasiático o africano. También es común observar la presencia de actos religiosos y ritos litúrgicos en hospitales y clínicas con propósitos de apoyo terapéutico, ya sea como "pago de promesas", para recibir a cambio la curación o para que los médicos, intermediarios, sean "iluminados" en su ejercicio. Se procuran refuerzos espirituales. 1.3 El concepto médico de la salud Finalmente, dentro de estos antecedentes, o más bien esbozos de la evolución del concepto de salud que, como hemos visto, es realmente de la enfermedad o la alteración organo-psíquica perceptible por el ser humano, nos interesa destacar aquí otro período caracterizado por la enorme influencia que ha ejercido sobre los individuos el sistema médico oficial de cada sociedad. Denominamos como sistema médico oficial aquel conjunto de conceptos, conocimientos y prácticas curativas, y los personajes que las ejecutan profesionalizadamente, cuyo quehacer ha sido institucionalmente aceptado por la sociedad donde se desempeña, y legitimado por la anuencia del Estado y sus diversos regímenes de gobierno, en cada nación históricamente constituida. Es preciso tener en cuenta que durante el predominio de las formas de conceptualizar la salud anteriormente expuestas, también se fue conformando un sistema médico, mágico o religioso, que poco a poco fue ganando su espacio de poder dentro de la sociedad a partir de la aceptación, por parte de ésta, de la existencia de esa especialidad de trabajo y de sus resultados, sobre todo de los evidentemente favorables y positivos. La persistencia actual de diversos sistemas médicos muy antiguos en ciertos grupos culturales, puede explicarse a partir del éxito que sus miembros internalizan de los resultados positivos de dichos sistemas, cuando hay curaciones concretas percibidas por el enfermo y divulgadas dentro del grupo social al que pertenece, acordes con la forma predominante de conceptualizar e interpretar el fenómeno dentro de su cultura. Curaciones evidentes que pueden ser mágicas, místicas o sobrenaturales ante los ojos de la gente, según sean sus creencias. Tal como señalamos líneas atrás, desde la antigüedad los médicos y sacerdotes de diversas culturas tuvieron oportunidad, por razón de su práctica, de observar y manipular cadáveres con lo que pudieron asociar ciertos estados de enfermedad a la presencia de alteraciones orgánicas, parásitos, malformaciones anatómicas, tumores etc. Esta situación les permitió ir desarrollando nuevas ideas y más profundas sobre su manera de interpretar el fenómeno de la enfermedad, así no se apartaran del todo del concepto básico en el que apoyaban su trabajo y con él su imagen social; mediante estos mecanismos incontrolables empezaba así a separarse conceptualmente el médico de su paciente. De todas maneras, en forma empírica los médicos aprendieron a curar y prevenir ciertos procesos patológicos, cada vez con mayor eficiencia, generando y acumulando conocimientos curativos a partir de la experiencia y profesionalización de su quehacer y también por la convalidación que les otorgó la necesidad de los otros, máxime cuando alcanzaron buenos resultados. 6
  • 7. Gracias a los éxitos curativos que sin duda lograron en muchos casos, aumentó su aceptación entre la colectividad y la demanda de sus servicios los fue acercando, especialmente a los más ilustres y connotados, al espacio político del poder, -atendieron a reyes y gobernantes- con lo cual se fueron legitimando poco a poco las características y contenidos de su quehacer ante la sociedad civil. Paulatinamente los sanadores y médicos ganaban ascendiente entre la sociedad. Dicha legitimación permitió también el florecimiento de escuelas y academias médicas dirigidas por personajes ilustres, en donde fue posible cultivar ese conocimiento y acrecentarlo en sus técnicas y procedimientos, apoyándose en otras disciplinas que también ganaban espacios oficiales en la sociedad, como la filosofía, la física, la química, las matemáticas, la biología y muchas otras disciplinas científicas que comenzaron a surgir. Alrededor de este punto conviene revisar la historia de la Medicina en las distintas naciones, para evidenciar la influencia social y política de las diferentes corrientes del pensamiento médico, con mayor predominio en cada una de ellas y en cada momento de su historia y de su progreso. El desenvolvimiento del saber médico fue tomando como eje de su objeto de conocimiento al cuerpo humano, en su funcionamiento y en las alteraciones anatómicas y fisiológicas que pudieran explicar las enfermedades, y poco a poco fue construyéndose una tendencia muy marcada hacia lo orgánico, -biológico- como única fuente de explicación del fenómeno patológico, base fundamental de su preocupación. Con el progreso de la ciencia y la tecnología, la medicina ha tenido mayores posibilidades de profundizar en esa tendencia y ha desarrollado mejores técnicas de curación que intervienen al sustrato orgánico; pero debido a eso mismo no ha avanzado con la misma celeridad en el conocimiento de la enfermedad mental sin explicación biológica, ni se ha preocupado con la misma intensidad por explicar la salud en el contexto social. El sistema médico contemporáneo, animado por esa tendencia organicista, y convertido en hegemónico por la ciencia oficial y el Estado que convalida e institucionaliza su quehacer, también ha derivado sus esfuerzos cognoscitivos a la curación, cuyos resultados económicos son más atractivos en el ejercicio del mercado legal de la profesión. En suma, existe una corriente del pensamiento médico, con gran influencia institucional en la sociedad, que continúa imponiendo una ideología de la salud basada en el manejo de la enfermedad y que desafortunadamente ha frenado los avances de la medicina preventiva y del discernimiento sociológico respecto del quehacer en salud, desarticulando la medicina del compromiso que implica el análisis integral del desarrollo de la humanidad desde un ángulo verdaderamente científico y totalizante, y separándola de la ligazón indispensable que debe tener con las ciencias humanas especialmente. Dado el interés predominante de esta tendencia en reparar la "máquina biológica" y alcanzar el equilibrio funcional y el "silencio orgánico", con lo cual obtiene resultados a veces espectacu-lares, también en el campo de la salud mental, o mejor de la enfermedad mental, se ha retrasado el avance del conocimiento, por lo menos en lo que respecta a los desarrollos que debería tener la medicina en este campo. 2. HACIA UN NUEVO MARCO CONCEPTUAL DE LA SALUD En el presente siglo se ha dado un interesante impulso a la discusión sobre el concepto de salud y se ha avanzado en la conformación de una teoría más integral que busca trascender el abordaje meramente biológico de la enfermedad para entender la salud humana. El rápido avance de la ciencia ha permitido profundizar en el conocimiento de la enfermedad, desentrañando sus causas aparentes y conformando un enorme acervo de conocimiento etiológico y terapéutico que, de alguna manera, ha conducido al sistema médico a la tendencia exagerada por la curación a ultranza, con un abandono casi inconsciente por el hombre y su contexto familiar, psicológico y social, en el cual está necesariamente inmerso sea cual sea su condición de enfermo, convaleciente o sano. Sin embargo, también en este siglo ha surgido un movimiento suscitado por la influencia de las ciencias sociales en la teorización de la salud, el cual se ha dado a la tarea de trabajar sobre el 7
  • 8. concepto de la salud como tal, sin tener que partir de su contrario, la enfermedad o la afección, para definirla. Este enfoque, que constituyó la principal preocupación de las primeras reuniones de expertos de la Organización Mundial de la Salud -OMS- incorporó a la conceptualización la categoría del bienestar para poder aplicar, tanto al individuo como a los grupos sociales, un nuevo concepto de salud que fuese más integral y permitiese un abordaje holístico de esta problemática. Como producto de la influencia de esa corriente y después de inagotables debates entre especialistas de diversas tendencias filosóficas y políticas de la posguerra, a mediados del presente siglo, por consenso de las naciones participantes de la ONU, su organización recién creada, la OMS, se definió la salud como "Un estado de completo bienestar físico, social y mental y no solo la ausencia de enfermedad o afección". Esta aproximación teórica ha constituido la definición básica sobre la cual se ha apoyado la salud pública del mundo actual para orientar sus planes y programas, enfrentándose aún a las tendencias asistencialistas que consideran la curación como el espacio más natural de la atención médica y dejan los asuntos del bienestar a otros sectores sociales. Aunque la definición de salud de la OMS ha sido cuestionada por muchos teóricos arguyendo que es una utopía inalcanzable para todos los miembros de un grupo social, me parece que, aún así, su enfoque es válido y deseable; quizás su aporte más importante es el de hacer girar el concepto de salud en torno del bienestar. En consecuencia, atendiendo al objetivo de este documento resumen, haremos un desglose de la definición enunciada, primero descodificando el concepto de bienestar para, a partir de allí, ubicar el concepto e interpretación de la salud, procurando alcanzar una visión social amplia y panorámica de este proceso que atañe a la vida humana, tanto individual como colectivamente. Igualmente, atendiendo al mismo enfoque contextual, más adelante haremos un resumen y una clasificación, con fines eminentemente prácticos, de los factores determinantes y condicionantes más importantes de este interesante fenómeno de la salud humana, con especial énfasis en la salud comunitaria y social. 2.1 Anotaciones generales sobre el bienestar Cuando se piensa trabajar sobre el bienestar como concepto, de inmediato emergen dos alternativas de reflexión para abordarlo. Por una parte, en lo que éste puede significar para un individuo que lo experimenta y siente como tal y, por otra, en el bienestar como concepto aplicable a la colectividad, es decir como categoría de análisis social. La primera vía, en el ámbito individual, nos conduce al bienestar como una sensación, o mejor como un conjunto de sensaciones, que el hombre experimenta y que se reflejan en su estado de ánimo cada vez que obtiene, de su relación activa con el medio, algún resultado que le gratifica en forma de gozo, tranquilidad y, por qué no, de felicidad y alegría, de plenitud de vivir. Estar bien, sentirse bien, disfrutar del agrado de vivir es, para cada individuo, una forma de placer subjetivo que se experimenta conscientemente y que indudablemente se refuerza y cualifica con el transcurrir de la vida y con el perfeccionamiento de los medios que utilice para alcanzar ese estado de satisfacción sensual. Aunque no podemos negar categóricamente que otros animales experimentan este tipo de sensaciones, parece ser el hombre quien con mayor intensidad busca esta percepción de agrado en su relación permanente con el mundo exterior, con la cual de paso garantiza su supervivencia y todos los demás aspectos de su vida cotidiana, en los que invierte su intención y su capacidad transformadora. En suma, el bienestar para el hombre, como sensación o como sentimiento, es experimentado a partir de lograr una relación exitosa con el entorno, es decir, obteniendo de él los beneficios necesarios para su satisfacción vital. Pero la búsqueda de esos beneficios parte, según nuestro parecer, de las necesidades que enfrenta permanentemente tanto en su vida cotidiana como a mediano y largo plazo, en el transcurrir de su existencia. Entendemos por necesidad para el hombre, -nos interesa precisar este concepto desde ahora para sustentar la argumentación- como toda circunstancia de carencia, dificultad o vacío y de impulso 8
  • 9. instintivo, inherente a la vida del ser humano, que lo mueve de manera perentoria e insoslayable, consciente o inconscientemente, a intervenir la realidad en la que está inmerso, con propósitos evidentes de obtener de ella beneficios y satisfacciones, perceptibles o no de manera inmediata, y que le ofrezcan soluciones exitosas y favorables a su permanente relación con el medio ambiente en general. En este orden de ideas, el hombre tendría necesidades urgentes o prioritarias que requieren solución inmediata y otras que, aunque también deben ser solucionadas, su satisfacción real puede ser diferida o percibidas en el inmediato futuro o mucho más tarde; de todas maneras él se mueve conscientemente hacia su alcance, construyendo paulatinamente los elementos para lograrlo. A partir de la consideración anterior y para efectos de cierta precisión clasificatoria, -necesaria de hacer desde un comienzo- en general podemos llamar necesidades primarias, básicas o fundamentales, a todas aquellas que son prácticamente vitales para el ser humano y por tanto implican mayor urgencia en su solución. La segunda alternativa hacia la explicación del bienestar, como concepto aplicable al análisis de la sociedad, corresponde más al campo de la teoría social. Desde este ángulo es preciso definir el bienestar como una categoría teórica cuyo alcance pueda ser aplicable a la colectividad como ente social, y que también contenga los elementos que permitan el análisis del caso particular, del individuo aislado, pero inmerso en el contexto de su pertenencia social. Si aceptamos que para el ser humano la sensación de bienestar proviene del grado y medida en que satisfaga sus necesidades más inmediatas y trabaje activamente para mejorar sus condiciones de vida, lo mismo que para solucionar otras necesidades que puedan presentársele como producto de su desenvolvimiento social, podemos afirmar sin mucho riesgo de error que debe existir una relación muy intensa entre la satisfacción de las necesidades humanas y el bienestar social, con las particularidades del medio ambiente general en el cual se da esa relación. El bienestar como categoría social de análisis debe, pues, abordar todo el espacio de esa relación, admitiendo de entrada que es una relación enteramente dinámica entre el ser humano y su entorno, para poder aplicárselo al conjunto. Con base en los señalamientos anteriores, la pregunta que surge entonces es: ¿Cuáles serían esas necesidades que todos los seres humanos deben solucionar para obtener un grado de bienestar que podríamos considerar como esencial?. La respuesta a este interrogante debe permitirnos considerar todos los aspectos que tienen que ver con el hombre en su relación con el medio exterior, -aceptando que existe un medio interior propio de cada hombre, difícilmente generalizable- en cualquier momento histórico, pasado o futuro, y en cualquier forma de inserción y pertenencia social que le corresponda. Es decir, en primera instancia debemos encontrar una respuesta tan general, tan filosófica, que por lo menos nos ayude a identificar los grandes componentes de las necesidades humanas. Sin pretender hacer una relación exhaustiva de esas necesidades, a las que denominamos "Necesidades primarias o básicas", nos parece que para alcanzar un grado de bienestar también básico o esencial, es absolutamente indispensable para el hombre, solucionar aquellas que tienen que ver con su cotidianidad, con su diario vivir, y cuyo grado de satisfacción caracteriza sus condiciones materiales y la calidad de su vida. Podemos, en primera instancia, considerar como necesidades fundamentales, las siguientes: * La alimentación. * La vivienda. * El vestuario. * El afecto. * La comunicación * La educación. * El trabajo. * La recreación. * La seguridad. * La libertad. 9
  • 10. En las líneas siguientes se hacen algunas brevísimas anotaciones sobre cada una de ellas, para ubicar dichas necesidades en el orden de ideas que estamos exponiendo en cuanto a la aproximación al concepto de salud a partir de la comprensión del bienestar. El análisis de cada una de las necesidades propuestas como básicas y del conjunto de ellas, aplicado al ser humano en general, nos debe acercar al entendimiento genérico de la salud. La Alimentación. La Nutrición. Diariamente y por toda la vida debe solucionarse esta necesidad perentoria. Clave como garantía de la subsistencia, su satisfacción ideal debe producirse cuando la alimentación proporciona los requerimientos nutricionales indispensables para el adecuado funcionamiento orgánico. El solo hecho de alimentarse, aunque no se esté logrando el cometido nutricional, también produce sensaciones de agrado transitorio una vez satisfecha el hambre, pero con el tiempo las deficiencias de la dieta pueden provocar alteraciones orgánicas graves, inclusive irreversibles, o el instinto puede hacer aún más perentoria la búsqueda de ciertos nutrientes fundamentales como sucede con el agua, el calcio y otros; es decir, la necesidad tiene inherente un motor instintivo. La satisfacción de las necesidades nutricionales, especialmente durante la infancia, casi que define las perspectivas de la capacidad intelectual de los individuos y de su desarrollo armónico neurofisiológico y pondoestatural (relación talla-peso). La adecuada nutrición en las edades críticas, en ciertos estados fisiológicos, y en general durante toda la vida, garantiza la capacidad de respuesta orgánica a las agresiones del medio, lo mismo que determina las posibilidades de recuperación biológica No sobra destacar aquí cómo la satisfacción de esta necesidad sentó las bases del desarrollo de la economía de la humanidad y aún hoy juega importante papel en las relaciones comerciales en el ámbito mundial. Es preciso recordar que el sistema nutricional de cualquier sociedad tiene tres componentes fundamentales que son: a) la disponibilidad de alimentos, b) el consumo y c) el aprovechamiento biológico de los nutrientes, cuya interdependencia e interrelación termina por determinar el estado nutricional de la población. 2.1.2 La Vivienda. El Territorio. El espacio de poder. Desde siempre el hombre ha necesitado de un lugar en donde guarecerse, dormir, descansar, alimentarse, aparearse y criar a sus hijos y, en fin, pasar la mayor parte de su vida y, al mismo tiempo, ejercer su autonomía individual o familiar y conformar su territorio propio e infranqueable. La vivienda también ha constituido para el hombre una necesidad inherente a su propia existencia, de imperativa solución. Las características de la vivienda, en cuanto a localización, tamaño, distribución de los ambientes, materiales, aireación, iluminación, servicios domiciliarios, etc., influyen de diversas maneras en los procesos de socialización de los niños, en las relaciones intrafamiliares, en la nutrición familiar y pueden implicar la presencia de riesgos, tanto físicos como psicológicos para sus habitantes. El concepto de territorio sería aplicable a una forma de vivienda del colectivo social, como geografía habitable, que ha dado pie a la conformación de los espacios de influencia nacional (regiones o países), y a una intrincada estructura de relaciones político-sociales cuyo punto de partida podría analizarse desde la necesidad primaria de la vivienda y de la influencia territorial que precisa ejercer el ser humano para asegurar su existencia. 2.1.3 El Vestuario. La Imagen social. Aparte de garantizar la protección corporal a las condiciones climáticas u ocupacionales, el vestido satisface al hombre en su apariencia exterior y de presencia ante los demás e inclusive en relación con sus normas éticas. En todas las culturas el atuendo personal tiene connotaciones de estatus social y hasta permite identificar a los individuos según su rango u ocupación. Las características del vestuario, de acuerdo con las diferentes circunstancias culturales que pueden determinarlas, aparte de ofrecer protección corporal específica, participan en los elementos 10
  • 11. psicológicos de autoidentificación y autoestima. Hay atuendos impuestos vergonzantes o que exaltan y confieren atributos especiales; de allí pueden derivarse, pues, riesgos físicos o psíquicos. 2.1.4 El Afecto. El Amor. La Solidaridad. Esta necesidad corresponde al ámbito más profundo y complejo del hombre, cual es su esfera mental y, como sabemos ahora, debe ser idealmente satisfecha desde el mismo momento de la concepción. Al referirnos al campo afectivo estamos pensando en todas las formas del afecto, ya sea de individuo a individuo en forma de amor heterosexual, amor filial o familiar, amistad, etc. o de la sociedad hacia éste y viceversa, como expresión de solidaridad y de los sentimientos de pertenencia grupal o social en general. Los requerimientos afectivos del ser humano están presentes prácticamente en todas las situaciones de la vida. Sobra señalar todos los alcances que tiene la satisfacción de esta necesidad, con la cual se abona el camino para la internalización del agrado y felicidad que puede provocar la solución de otras perentoriedades. El hombre equilibrado o satisfecho afectivamente muestra mayor creatividad y productividad en todas las acciones que emprende, del mismo modo que parece ser menos vulnerable a las agresiones de la vida cotidiana, ya sean físicas o mentales. 2.1.5 La Comunicación. La Socialización. El desplazamiento espacial. Como ser pensante el hombre necesita interactuar con los demás a través de todas las formas de comunicación posibles, con lo cual estrecha sus vínculos sociales, aprende inclusive a amar e intercambia conocimientos y cultura. La imposibilidad de satisfacer esta necesidad conduce al ser humano al atraso de su desarrollo y hasta la disminución de su potencialidad afectiva. Mediante la comunicación verbal, escrita, corporal o gestual, pictórica, escultórica, musical, etc., el ser humano expresa sus inquietudes, aprende a compartir la vida social incorporando normas y preceptos, se socializa, y recibe estímulos e informaciones que le reafirman su afectividad y sus sentimientos de ser perteneciente a la colectividad. La ausencia o disminución de estos vínculos pueden afectar su situación psíquica o favorecer la aparición de riesgos orgánicos derivados de sensaciones de abandono y soledad. El transporte como forma de comunicación o desplazamiento espacial se convierte, cada día más, en una necesidad perentoria para el ser humano moderno en la medida en que, desplazándose fácil y rápidamente, reduce el tiempo y la distancia para interactuar en distintos lugares. 2.1.6 El Conocimiento. La Educación. La Cultura espiritual. El hombre necesita apropiarse de los conocimientos desarrollados por las generaciones anteriores y crear conocimientos nuevos a partir de aquellos y de su relación dinámica con el entorno, para poder dominar a la naturaleza, cada vez con más eficiencia, y así transformarla en forma útil y práctica para obtener resultados en su beneficio. En este sentido, muy amplio, consideramos la educación como una necesidad fundamental de conocimientos para orientar sus acciones, comprender mejor el universo y recrear su cultura. No hay que olvidar que existen aspectos alienantes en la educación cuando esta se orienta a hacer prevalecer ciertas formas de aceptación del orden de las cosas. 2.1.7 El Trabajo. La Producción. El Empleo. El Ingreso. Para el hombre es indispensable poder transformar la realidad en su beneficio mediante las actividades productivas. Con ellas interviene la naturaleza a su voluntad, con propósitos pragmáticos, para procurarse bienes y servicios. En la sociedad moderna, con el empleo desarrolla esa función natural de producir para satisfacer sus necesidades y obtiene así ingresos monetarios o en especie, con los cuales se procura cierto nivel de bienestar. No discutimos aquí los aspectos relacionados con la estructura económico-política en la que se inscriben las relaciones de producción y que establecen diferencias de oportunidad para los hombres en cuanto a los beneficios de la producción. 11
  • 12. 2.1.8 La Recreación. El Esparcimiento. El Solaz. Contribuye a sobrellevar las tensiones del cotidiano a través del descanso, la alegría y las distracciones sensuales que gratifican sin esfuerzos, recreando la mente y el cuerpo mediante actividades lúdicas, intranscendentes y agradables; de este modo se prepara la psiquis y su expresión, el ánimo, para enfrentar otras dificultades del mismo vivir, al tiempo que se le da descanso y solaz al cuerpo. Son innumerables las formas de recreación, deporte, juego y esparcimiento que subyacen a todas las culturas, creadas consciente o inconscientemente por el individuo o por el colectivo, con fines precisos de regocijo y disipación y para sustraerse de las circunstancias corrientes que implican dedicación, trabajo y agotamiento físico y mental. 2.1.9 La Seguridad. Los Servicios. La Paz social. La conciencia humana de su vulnerabilidad y de los peligros que encierra su relación con el entorno lo impulsan a necesitar, casi inconscientemente, garantías para su vida propia, para su familia y sus pertenencias más cercanas. En el mismo sentido, por su pertenencia social y la conciencia de que no puede lograrlo todo actuando aisladamente, precisa de los demás, o del producto de la actividad social en forma de bienes y servicios para su vivienda, su familia y su espacio de poder. Como resultado de esa relación social tan compleja, aspira permanentemente a un devenir del colectivo que le sea plácido y no implique para él, su familia o su comunidad cercana, ninguna amenaza o riesgo. La insatisfacción en este sentido origina sentimientos de temor e inseguridad que afectan su ánimo cotidiano y hasta su sueño, su apetito, su sexualidad y el disfrute de otras fuentes de placer, conformando situaciones individuales o colectivas de estrés o angustia que lo hacen más susceptible a toda clase de agresiones. Las situaciones de estrés y temor derivadas de cualquier circunstancia que genere sentimientos de temor o inseguridad en la colectividad pueden conducir a la aparición de enormes conflictos sociales, al caos y la violencia, con todas sus consecuencias mentales y de riesgos biológicos. 2.1.10 La Libertad. La Autonomía. La Realización. Quizás la satisfacción de esta necesidad sea la que conlleva intrínsecamente el disfrute de la solución de las demás. Entendemos la libertad como la posibilidad que el hombre debe tener de no estar sujeto a ninguna forma de presión o de coacción que limite su desenvolvimiento en todos los aspectos de la vida, y como la perspectiva de llegar a realizarse en sus aspiraciones más sentidas y más íntimas, con una autonomía que solo resida en su capacidad y en los límites que le impone el respeto a la libertad de sus semejantes. 2.2. ALGO A MANERA DE CONCLUSIÓN INICIAL No obstante el intento clasificatorio anterior, debemos considerar que la solución a las necesidades planteadas no es perseguida por el hombre de manera mecánica, una a una, como si se tratara de llenar un requisito de inmediatez, sino que forman parte integral de su vida, firmemente integradas a su instinto de supervivencia y a su deseo innato de ser y estar cada vez mejor y, por eso, están íntimamente interrelacionadas e interactuantes en un sistema cuyo producto final es el bienestar básico, perceptible, disfrutable y sentido claramente por el ser humano. En otros enfoques teóricos que relacionan las necesidades, el bienestar y el desarrollo a escala humana, muchas de las necesidades planteadas atrás como básicas, son consideradas mas bien como "satisfactores" de otras que son determinadas a partir de enfoques axiológicos y existenciales. Para esta taxonomía, la salud es un satisfactor de necesidades axiológicas de protección, subsistencia y afecto, y hace parte del ser como satisfactor existencial. En el orden de ideas que venimos exponiendo, dado que estamos buscando explicación a la salud en el marco del bienestar, insistimos en llegar al concepto de salud mediante una elaboración 12
  • 13. teórica que parte de las necesidades humanas y el bienestar, ya que consideramos que es en el hombre, como ser que integra lo bio-psico-social, donde se materializa y se convierte en percepción el resultado de ese proceso. En el desenvolvimiento social, la solución de las necesidades básicas, -proceso permanente y dinámico- hace que se complementen y refuercen unas a otras y resulta casi imposible delimitar cómo contribuye la satisfacción de cada una a la percepción subjetiva del bienestar en un momento dado, como sentimiento o como estado de ánimo. Por lo tanto, es igualmente imposible discriminar el bienestar en físico, social o mental a partir de tales o cuales necesidades satisfechas para alcanzar cada uno de esos calificativos, que se nos ocurren puramente artificiales para efectos de comprensión, cuando se trata de definir la salud con base en este enfoque. En otras palabras, la salud como resultante de un proceso de bienestar, fruto de la satisfacción de necesidades, difícilmente puede ser calificada en física o mental, dependiendo de cuales de estas necesidades estén satisfechas, sino que es producto íntegro de la más alta armonía de la relación del hombre con el medio externo. En síntesis, el bienestar como categoría social aplicable al análisis de la vida humana debe ser considerado como un todo integral ya que reside en la esfera psíquica del hombre y es producto de su identidad y pertenencia bio-psico-social. Ya que partimos del bienestar como eje explicativo del concepto de salud, podríamos decir, pues, que para alcanzar un estado de salud mínimo ideal sería indispensable tener satisfechas las necesidades anteriormente mencionadas como fundamentales, de una manera armónica e integral. En consecuencia, estar sano es alcanzar un estado de bienestar pleno e integral en forma claramente perceptible, cuya expresión es la armonía organopsíquica, biológica y funcional, y socioafectiva, colectivizante, que favorece la relación más productiva con el entorno y que gratifica la vida del hombre. En las circunstancias actuales de la humanidad esas condiciones de bienestar tal vez puedan ser alcanzadas transitoriamente, lo cual sería ciertamente un estado de salud momentáneo, efímero, para un individuo o una comunidad de desarrollo casi perfecto. Lograrlo de manera permanente, sería producto de un proceso más elaborado y más complejo y, por supuesto, más perteneciente al transcurso y desenvolvimiento de la sociedad y su dinámica histórica, donde las fuerzas sociales pugnan por alcanzar acceso igualitario para todos los seres humanos a la oportunidad de satisfacer sus necesidades. En resumen, en el marco de este análisis podemos tomar como marco de referencia conceptual para la salud comunitaria y social, el desarrollo de un proceso permanente hacia el bienestar pleno de todos los miembros de la colectividad, producto de la satisfacción más apropiada de las necesidades fundamentales de los asociados. En este sentido, entendemos la salud comunitaria como el grado de bienestar colectivo que ha logrado alcanzar un núcleo poblacional homogéneo étnica y socialmente, que comparte un espacio geográfico definido y ha construido una identidad social, producto de su interactuar permanente y de la internalización de su pertenencia grupal, donde se generan sentimientos de solidaridad y desarrollos organizativos tendientes a avanzar en su dinámica interna y en el alcance de sus preocupaciones y objetivos comunes. Si se tratara de medir la situación de salud de una comunidad no utilizaríamos, pues, indicadores negativos de la morbimortalidad solamente, sino todos aquellos que puedan caracterizar su grado de bienestar y, por ende, la calidad de sus condiciones de vida; a partir de ese abordaje sí es posible explicar las enfermedades que la aquejan como ente social y cuyas consecuencias se reflejan en la apariencia física y mental de sus miembros. Finalmente, retomando la idea del bienestar como sentimiento subjetivo, no sobra señalar que cada quien puede sentirlo en mayor o menor medida ante un mismo nivel de necesidades satisfechas, dependiendo de las expectativas de su propia historia personal, de su inserción social y de su medio interno. En consecuencia, existe cierto relativismo sociocultural en la percepción del bienestar, tanto individual como colectivamente. Para el observador externo a una comunidad o para el teórico social que pretende establecer el nivel de vida y de salud de un colectivo, será indispensable recurrir a las categorías del bienestar 13
  • 14. previamente definidas con relación a un modelo de comparación o a un paradigma. Esto sugiere que el análisis de dicha problemática también es relativo. Ahora bien, es necesario pensar entonces qué es la enfermedad. En el orden de ideas que venimos exponiendo, la enfermedad resultaría de cualesquier alteración del bienestar; así esta afectase tanto al individuo como a la colectividad, y pudiese ser o no percibida como tal, de la misma manera como puede no haber conciencia colectiva de la salud a la luz del marco conceptual aquí expuesto. En otras palabras, también el concepto de enfermedad adquiere de esta manera una dimensión en lo social, y su expresión en el individuo, ya sea física o mental, se deriva de alguna manera del grado de satisfacción de las necesidades básicas o primarias. En el caso de la enfermedad mental, por ejemplo, resulta más fácil encontrarle explicación en el campo de las necesidades afectivas y de socialización, seguridad, comunicación, libertad, etc., aunque también pueden intervenir la nutrición, la educación y, en fin, todas las demás, ya que, como hemos afirmado, existe una verdadera interrelación e interdepen-dencia entre los resultados de la satisfacción de ellas a nivel perceptual del individuo. En la enfermedad considerada como puramente física, si es que esto es posible dado el carácter integral de reacción del ser humano, como en el caso de una fractura, un tumor o una infección respiratoria, el grado de bienestar alcanzado por el individuo tiene una relación directa, tanto con los riesgos que la han producido como con los factores que determinan su evolución y perspectivas de curación. Hacer residir la enfermedad exclusivamente en el cuerpo o en la mente del individuo para encontrar un espacio en donde intervenirla, obedece a una tendencia reduccionista de la medicalización de la salud cuyo ánimo principal es la curación. Esta tendencia tal vez sea necesaria en un momento dado, por la búsqueda pragmática de resultados inmediatos para dar solución a problemas muy concretos de alteraciones orgánicas, como en el caso de la fractura o el tumor; sin embargo, el ideal sería que el tratamiento del enfermo trascendiera el espacio de su cuerpo para adentrarse en el cotidiano social y de sus necesidades primarias, para garantizar de ese modo su recuperación integral, o sea para recuperar efectivamente su salud. Ahora bien, en el individuo también se materializan y expresan, ya sea orgánica o psíquicamente, alteraciones o enfermedades cuyo origen fundamental se encuentra en las relaciones sociales que establece desde su nacimiento, ya sea en el ámbito familiar, comunitario o con la sociedad en su totalidad y de las cuales él deriva las perspectivas de su misma sobrevivencia. El desarrollo de esas enfermedades o su nivel comparativo de gravedad, también dependen del grado de satisfacción de necesidades primarias que dicho individuo haya alcanzado a obtener como producto de esa relación con la sociedad; recordemos que algunas necesidades primarias solo se solucionan en la esfera de la socialización, la comunicación y el grado de afecto y solidaridad que pueda recibir en su permanente interactuar con los demás, y que esta satisfacción es crucial en ciertas etapas de la vida, especialmente en la niñez, la adolescencia y la ancianidad. Debemos resaltar como ejemplos de este tipo de afecciones de origen social, el abandono, ya sea de niños o ancianos, el retardo mental y la pobreza y sus consecuencias, como entidades que conducen a un sinnúmero de alteraciones, no solo organopsíquicas sino del orden social en general y que, como veremos más adelante, constituyen las principales enfermedades de las que tienen que ocuparse las instituciones que la sociedad ha desarrollado para mitigar en alguna medida la injusticia e inequidad, y hasta la vergüenza de las clases dominantes que han construido ese orden social que condiciona las diferencias de oportunidad de los individuos para satisfacer sus necesidades. El médico, por la función social de su trabajo, siempre tendrá que estar cerca de las consecuencias de este proceso, cerca del dolor, la enfermedad y la muerte. 3. FACTORES DETERMINANTES Y CONDICIONANTES DE LA SALUD Y LA ENFERMEDAD Hasta el momento hemos expuesto una serie de reflexiones acerca del fenómeno de la salud y la enfermedad a partir del desglose conceptual del bienestar, con el cual pretendemos, con cierta 14
  • 15. insistencia, abrir un espacio a la comprensión de la salud en si misma, sin tener que recurrir a la enfermedad para explicarla. Con este intento explicativo no dejamos de admitir la utopía que significa alcanzar ese momento de salud plena, producto del bienestar total, de la felicidad individual y colectiva como expresión de un desenvolvimiento social que fuese perfecto. Pero no por eso, por la dificultad para lograrlo, debe evitarse la búsqueda del conocimiento teórico de la salud respecto del bienestar, estableciendo por lo menos un sendero que enmarque posibles intervenciones conscientes hacia su alcance. Pero, inclusive partiendo del análisis expuesto para definir la salud, es necesario identificar otros elementos que hacen parte del contexto en que se mueve el individuo y su posibilidad de aproximarse a obtenerla. Es decir, tanto el individuo como la colectividad están sujetos a diversos factores que intervienen de manera muy significativa en esa relación dinámica que hemos planteado para el hombre que busca satisfacer sus necesidades y alcanzar el bienestar y la salud. El ser humano tiene ciertas particularidades intrínsecas que le son propias y lo identifican e individualizan. Igualmente el medio ambiente en el que se desenvuelve y con el que interactúa, posee características propias en un lugar y tiempo determinados. El producto de la relación dinámica de estas particularidades, perceptible por el hombre como bienestar depende, entonces, del modo cómo se influencien y modifiquen mutuamente, lo cual, de por sí, determina las perspectivas de utilidad que el medio pueda brindar al colectivo social a lo largo del tiempo. En consecuencia, las propiedades del medio físico y del hombre, en su interacción, determinan, en un lugar y un momento dados, las características y posibilidades de obtención del bienestar y la salud. Es preciso, pues, identificar globalmente las diferencias de esas propiedades para esclarecer de qué modo determina esas posibilidades. Llamaremos a esto factores determinantes de tipo biológico y ecológico de la salud. Por otra parte, la pertenencia social del hombre, en distintos momentos de la historia de la humanidad y de las formaciones sociales, hace que existan condiciones también particulares que modifican la oportunidad de satisfacer sus necesidades y alcanzar cierto nivel de salud, ya sea favoreciéndola o limitándola. Discriminaremos esos factores condicionantes en sociales, económicos, políticos, culturales y de la prestación institucional de servicios, haciendo especial énfasis en la oferta de los servicios de bienestar y salud. En resumen, en este aparte discriminaremos el contexto en que se inscribe el fenómeno de la salud, individual y comunitaria, en dos grandes grupos de factores, a saber: 1. Factores Determinantes: a. Ecológicos: -El aire. -La flora. -El agua. -La fauna. -El suelo. -Los desastres naturales -EL clima. . Biológicos: --Genéticos. -Étnicos. -Constitucionales. -Sexuales -Etáreos. 2. Factores Condicionantes: a. Sociales: -La estructura social. -Las migraciones. -La familia. -La seguridad y la paz. -Los niveles -La organización y participación comunitaria. educativos. -Las sociopatías. b. Culturales: 15
  • 16. -Los conceptos predominantes. -La medicina tradicional. -Los hábitos y costumbres. -Otras medicinas. -Los comportamientos. c. Políticos: -El Estado y la estructura política. -Los regímenes y sus planes. -Las relaciones de poder. -Los proyectos de clase. -La ideología. d. Económicos: -Las relaciones de producción. -El ingreso y el gasto. -El trabajo y los riesgos ocupacionales. e. De servicios: -De bienestar y desarrollo. -Calidad. -De salud. -Continuidad. -Cobertura. -Impacto. -Accesibilidad. 3.1. FACTORES ECOLOGICOS. Las condiciones propias del medio ambiente físico universal determinan al ser humano sus posibilidades de supervivencia y de la calidad de los elementos que puede obtener de él para satisfacer sus necesidades, tanto individual como colectivamente. Conviene hacer una corta reflexión sobre algunos elementos de la naturaleza, en los distintos lugares donde se asienta el hombre, que le establecen límites casi absolutos a su sobrevivencia o le implican esfuerzos adaptativos intensos, o grandes inversiones de transformación para adecuarlos a sus propósitos. El aire, en sus diversas características físicoquímicas y de contenido de gases y sustancias vitales, establece condiciones favorables o no a la vida y determina en el hombre respuestas orgánicas de tipo adaptativo, derivadas básicamente de la concentración del oxígeno atmosférico. Al mismo tiempo, como producto de la actividad del hombre, puede sufrir alteraciones que lo hacen nocivo ya que éste lo conduce, lo comprime y lo dilata, lo contamina y se sirve de él, y termina alterándolo en su esencia y en su capacidad de renovación. El agua, por su calidad, su disponibilidad, su cantidad y todas sus características físicas, químicas y microbiológicas, y su relación con las actividades humanas, también le determina oportunidades vitales y sociales al hombre. Está perfectamente comprobado cómo su uso indebido y su contaminación provocan grandes problemas de salud pública en forma de endemias y epidemias de enfermedades de origen hídrico. El suelo, entendido como la superficie útil del planeta donde el hombre escoge o se ve obligado a asentarse, tiene propiedades específicas de relieve, calidad, textura, y, en fin, físicas y químicas, lo mismo que asiento de otras formas de vida, que determinan de manera definitiva las posibilidades agropecuarias de la actividad humana, mediante las cuales se busca la seguridad alimentaria. Asimismo, el suelo soporta las soluciones habitacionales y su estabilidad le marca límites de permanencia a viviendas, aguas, animales y cultivos. Los aspectos relativos a la tenencia de la tierra son claves en el bienestar, pero pertenecen mas a los condicionantes de tipo socioeconómico. El clima, con sus propiedades de temperatura, humedad, pluviosidad, pisos térmicos, comportamiento de los vientos y de la luminosidad y, en fin, de toda su dinámica, le impone al hombre condiciones particulares, poco modificables, que lo obligan a adaptaciones fisiológicas, alimentarias y aún del modo como puede satisfacer otras necesidades básicas. La flora, muy útil y también peligrosa en ciertos momentos, ofrece posibilidades de alimentación y nutrición, plantas medicinales, materias primas, vivienda, e innumerables usos y beneficios a la humanidad. No es necesario insistir en su influencia determinante sobre la vida y el bienestar. 16
  • 17. Es importante resaltar el papel definitivo que la microflora y algunos subproductos vegetales pueden jugar como fuente de intoxicaciones, enfermedades y alteraciones fisiológicas, ya sea por ingesta, aspiración, contacto directo o exposición prolongada. La fauna, al igual que la anterior, no sólo es fuente de vida humana sino que también establece condiciones de oportunidad al hombre para alcanzar satisfacciones en las mas variadas esferas, desde la nutrición hasta las gratificaciones estéticas, afectivas y de la producción de bienes y servicios. Dentro de esta consideración de la fauna como factor determinante de la salud, cabe destacar la presencia en el medio natural de toda clase de formas de vida animal que pueden afectar al hombre física o mentalmente. Desde los virus hasta los grandes mamíferos pueden causar lesiones mortales o irreversibles al ser humano. Las bacterias, los hongos, los parásitos, los insectos y toda clase de transmisores y vectores de patologías, están presentes por doquier y determinan, en su relación con el hombre, circunstancias de franca alteración del bienestar y la salud. La naturaleza, en fin, actúa de manera integrada y armónica, a pesar de la presencia del hombre, y cada uno de los elementos atrás señalados como factores ecológicos está íntimamente interrelacionado, determinando en forma de conjunto la perspectiva de vida humana y con ella las oportunidades del goce de la felicidad, de la salud. Las fuerzas del cosmos, así sea en los espacios más reducidos, como en el planeta mismo o en los nichos ecológicos donde se localiza el hombre, pueden destruir la vida mediante desastres naturales, conflagraciones imprevistas, o sembrar la enfermedad y la zozobra entre los sobrevivientes, impotentes ante la superioridad de su dinámica. Es indispensable aclarar que en la relación entre el hombre y el medio natural desde los comienzos de la vida, los dos se han transformado mutuamente de manera profunda. Hasta el momento el hombre ha obtenido los mejores resultados desarrollando y aplicando su inteligencia transformadora sobre la naturaleza, pero ha pecado de imprevisión al ocasionar contaminación y deterioro del medio a un ritmo más acelerado que la capacidad de restablecimiento del equilibrio natural. En esta forma el determinante ecológico adquiere dimensiones insospechadas que incluso pueden amenazar la supervivencia de la especie humana. 3.2 FACTORES BIOLOGICOS. Existen elementos de carácter genético y constitucional inherentes a cada ser humano, eventualmente agrupables por poblaciones de características similares, que definitivamente establecen y determinan la perspectiva de respuesta orgánica y psíquica del individuo en su relación con el entorno. Ciertas improntas genéticas transmitidas de generación en generación pueden determinar en un sujeto la aparición de una enfermedad, como en el caso de la diabetes, o hacerlo más susceptible a ciertos riesgos, como en el albinismo y los efectos de la luz solar sobre la piel; de igual manera, por la vía genética se puede portar mayor resistencia a ciertos estímulos nocivos o tener mayor fuerza física si las condiciones de vida permiten desarrollar esa posibilidad. Muchas de estas características genéticas pueden ser transmitidas en forma dominante o recesiva y aparecer o no en la prole; de todas maneras se porta la tendencia o el rasgo de susceptibilidad, lo cual es de por sí inmodificable, por lo menos por ahora. En la actualidad se han podido identificar con claridad las tendencias familiares en la incidencia de muchas patologías físicas y mentales, independientemente de otras condiciones que pudieran suscitarlas. Seguramente están ligadas a rasgos genéticos. Otros aspectos que podemos considerar como factores determinantes de la salud, de tipo biológico, como la raza, el sexo, la capacidad de respuesta inmunológica individual y otros aspectos constitucionales de los individuos tienen, sin duda, substratos herenciales que los determinan. En el caso de ciertas comunidades, los riesgos de alteraciones genéticas comunes pueden ser más altos debido a circunstancias de emparentamiento consanguíneo que favorecen la aparición de rasgos patológicos subyacentes. Muchos problemas de salud física como el retardo mental y algunas malformaciones congénitas podrían ser evitados con apropiada consejería genética. 17
  • 18. En definitiva, independientemente de condiciones ideales para alcanzar el bienestar, muchos individuos pueden sufrir alteraciones de su salud que, una vez son manifiestas, resulta imposible su curación con el conocimiento y la tecnología actuales. Puede decirse, en consecuencia, que a pesar de que la humanidad llegue a condiciones ideales de vida para todos sus miembros, las enfermedades de origen genético seguirán afectando, seguramente, a cierta cantidad de ellos. Por la misma vía del origen genético también habrá individuos con mayor o menor capacidad de enfrentar riesgos físicos, químicos, biológicos, psicológicos y sociales. 3.3 FACTORES SOCIALES. El análisis de la influencia de este grupo de factores sobre la oportunidad de alcanzar la salud para el hombre, individual o colectivamente, puede resultar muy extenso y complejo. Sin embargo, para efectos de simplificar su comprensión dentro de este marco de referencia que hemos escogido para contextualizar el fenómeno de la salud, los consideramos como condicionantes, en la medida que son cambiantes y modificables por el hombre mismo a través de la dinámica intrínseca del proceso social y de las diferentes formaciones donde se inscriben las relaciones entre los miembros de la colectividad. Por otra parte, aunque dentro de lo social pueden englobarse todos los aspectos relativos a las relaciones entre los hombres y sus resultantes de orden cultural, económico, político y hasta psicológico, en este aparte haremos una división un poco artificial de cada uno de ellos, haciendo especial hincapié en algunos elementos que nos parecen de mayor importancia. Desde un ángulo global, la estructura y orden de cada formación social, históricamente constituidas, determinan condiciones muy específicas a los distintos grupos que las han conformado, en lo que se refiere al acceso directo a los beneficios de la producción de toda la sociedad. Dicho acceso está definido por la pertenencia de clase social, la inserción en el proceso productivo, la identidad étnica y el grado de desarrollo de las instituciones sociales, sumado a todos los aspectos que las interrelacionan y articulan en el movimiento de estos procesos. La solución de las necesidades de los asociados y, por ende, su bienestar y su salud están condicionados, pues, por la oportunidad que brinda la sociedad a cada uno para lograrla, dependiendo de su identidad y su ubicación dentro de la estructura y organización de la formación social a la que pertenece. Dichas condiciones le definen inexorablemente a cada individuo el espacio de su autonomía, capacidad e independencia para transformar en su beneficio la realidad que le corresponde. El motor de la sociedad parece ser la lucha permanente por ampliar ese espacio y alcanzar así mayor oportunidad para satisfacer, cada vez mejor, las necesidades y anhelos de los asociados. Señalaremos brevemente algunos elementos que caracterizan de algún modo las consecuencias de ese grado de oportunidad, para individuos y comunidades, y que parecen tener mayor influencia sobre la salud física y mental. En el ámbito de la familia y en relación con su conformación, tamaño, estabilidad, relaciones afectivas internas y demás elementos de la interacción padres hijos, pueden surgir condicionantes de las perspectivas nutricionales y psicológicas de todos sus miembros, incluyendo situaciones como las malformaciones congénitas, la desnutrición, el maltrato, la deprivación psicoafectiva, el retardo mental, el abandono de niños y ancianos o la muerte de alguno de sus miembros. Bastante se ha trabajado en las ciencias sociales para dilucidar la génesis de muchas psico y sociopatías en este ámbito del núcleo familiar. Innumerables problemas que surgen desde la familia pueden escapar a la influencia que ejerce la estructura social sobre ella, por lo menos en lo que tiene que ver con los aspectos más íntimos de su relación interna y que atinan especialmente al campo de lo psicológico. Los niveles educativos y el grado de los conocimientos alcanzados por individuos y grupos, también provocan condiciones de mayor o menor riesgo de enfermar, en relación con ciertos comportamientos conscientes y adquiridos que tienen que ver con prácticas de higiene y cuidado personal y de reconocimiento de situaciones que pueden favorecer la salud física y mental. Muchas de las intervenciones preventivas que se emprendan desde las instituciones de salud, dependen del 18
  • 19. nivel de comprensión e internalización que puedan hacer los asociados frente al contenido de los mensajes y propuestas que se les hagan. Las migraciones como fenómeno social, libres o forzosas, aparte de significar la adaptación a nuevos nichos ecológicos, los cuales pueden ser agresivos y malsanos, encierran diversas situaciones de riesgo familiar y social que afectan al individuo en forma de estrés, hiponutrición, sobresfuerzo y, en fin, dificultades para su bienestar, dada la transitoriedad de los asentamientos y la sensación de desarraigo y de inasibilidad del porvenir. Además, el proceso migratorio puede conllevar desajustes en otras variables demográficas que afectan determinantes biológicos, como la nupcialidad, la natalidad y mortalidad, los apareamientos consanguíneos, la promiscuidad sexual, etc. Las situaciones relacionadas con la seguridad social, la convivencia y la paz social, independientemente de los factores que puedan suscitar su alteración, condicionan de manera notable la oportunidad de los individuos y grupos para alcanzar la solución a sus necesidades y, sobretodo, se convierten en factores de estrés y riesgo intenso tanto físico como mental. La pérdida o disminución del alcance de la seguridad que otorga alguna institución, como producto de un pacto social que ha hecho el individuo durante su vida productiva, provoca sentimientos de abandono y desprotección en el adulto maduro que pueden afectar su vida familiar y su salud mental con todas las consecuencias que de allí pueden desprenderse. La organización y participación comunitaria, como elementos de desarrollo social, juegan un importantísimo papel en la capacidad de reivindicación y lucha por el mejoramiento de las condiciones de vida, el bienestar colectivo y la salud como resultante. Obviamente, la organización colectiva democratiza y cohesiona los movimientos dirigidos a buscar solución a los problemas comunes. Muchos otros problemas que podemos considerar como sociales, tales como la delincuencia, las toxicomanías, la violencia, la prostitución, la mendicidad, la indolencia y la insensibilidad, solo pueden explicarse como derivados de la estructura y el orden establecidos en nuestra formación social, que es una típica sociedad de clases. 3.4 FACTORES CULTURALES. Las particularidades de los diversos nichos ecológicos en los cuales han florecido los grupos humanos, al tiempo que les ha permitido desarrollar sus habilidades de supervivencia, les ha ofrecido espacios donde recrear su inteligencia, su creatividad artística y espiritual y de donde hacer surgir su interpretación de la realidad. El lenguaje y todas las formas de comunicación y el interactuar social permanente, van conformando pautas de actuación y pensamiento colectivos que afianzan los comportamientos individuales y constituyen verdaderos patrones de conducta que pueden asumirse inclusive inconscientemente. En las prácticas diarias y en general en todos los aspectos de la vida, el ser humano internaliza conductas y pensamientos construidos por la colectividad en la que se desenvuelve y ciertos comportamientos se vuelven habituales; de igual manera, muchas de esas prácticas y actitudes se convierten en costumbres que se convalidan con lo consuetudinario y se arraigan en la cultura espiritual y material, identificándola y dándole características propias. La interpretación de los fenómenos de la naturaleza y sus distintas formas de conocimiento también adquieren tintes de ideología dominante en la medida que sustentan estructuras de poder, ya sea en el ámbito de toda una sociedad o en el mismo núcleo familiar o grupal. Estas formas de conceptualización colectivizada, ligadas profundamente a los elementos de tipo material que se desarrollan para poner en práctica los conocimientos e interpretaciones, se convierten en poderosos instrumentos culturales que moldean el comportamiento de las nuevas generaciones y que tienden a mantener ciertas tendencias explicativas de la realidad. Dentro de ese contexto de socialización de las ideologías se mueven igualmente las creencias religiosas, las tendencias filosóficas, las corrientes del pensamiento social y, en fin, las interpretaciones cosmovisivas. También dentro de ellas podemos ubicar las explicaciones y comportamientos colectivos respecto a la enfermedad y la salud, en medio de una intrincada trama de interrelaciones de lo ideológico y de la cultura espiritual. 19
  • 20. El concepto de salud y enfermedad predominante en cada sociedad o grupo humano, merced a esos mecanismos socializantes, condiciona en los individuos y en los colectivos sus comportamientos habituales en relación con este fenómeno. Dependiendo de la forma de explicación admitida por el inconsciente social respecto de la enfermedad, los comportamientos frente a ella o a los modos de prevenirla y curarla serán consecuencia de esa interpretación y, al mismo tiempo, al ser asumidos conscientemente, servirán de sustrato psicológico favorable al resultado esperado de los procedimientos y actitudes puestas en juego para su solución. Como señalamos en las notas sobre la evolución del concepto de salud, en muchos grupos humanos todavía persisten ideologías de tipo mágico, religioso, u organicista acerca del problema de la enfermedad, que consecuentemente los impulsa a utilizar prácticas y procedimientos acordes a esa explicación que subyace y que, de todos modos, condiciona su actitud frente a ella. Por eso encontramos núcleos humanos que aún practican la hechicería, la magia, los ritos religiosos y otros procedimientos empíricos para prevenir o curar todo tipo de padecimientos. Insistimos en la importancia del trasfondo psicológico que, por lo menos a nivel del paciente, juega favorablemente en la evolución exitosa de ciertas enfermedades de origen psicosomático. Los hábitos y costumbres relacionados con la salud, surgidos, como hemos anotado, de la cultura consolidada en este campo, condicionan de manera muy importante la perspectiva de los individuos a gozar de una buena condición física y mental, dependiendo de la forma como estos favorezcan o limiten el contacto con algunos riesgos o puedan interferir en las reacciones defensivas orgánicas y en la evolución del proceso mórbido; Asimismo, los hábitos y costumbres alimentarias y las conductas nutricionales relacionadas sobretodo con la crianza, pueden condicionar de manera casi determinante el futuro orgánico e intelectual de los individuos. Obviamente es necesario tener en cuenta las oportunidades sociales que condicionan el acceso a los alimentos y la adopción de algunos hábitos provocados más por las condiciones materiales de vida que por la internalización simple de esquemas de comportamiento validados colectivamente. Los hábitos y costumbres higiénicos relacionados con el cuidado del cuerpo, con el sexo, con la crianza, con la ropa, con el domicilio, con el trabajo, con la comida y, en fin, con las actividades y relaciones humanas del cotidiano, pueden favorecer la aparición de entidades patológicas sin que el individuo tenga conciencia clara de la relación que existe entre su comportamiento y la enfermedad o, en el caso contrario, con su bienestar físico y mental. En suma, los comportamientos individuales y colectivos, validados culturalmente, condicionan la salud y los riesgos de enfermar y morir de las personas. Podemos identificar algunos claramente nocivos para el organismo como el tabaquismo, el alcoholismo y otras toxicomanías, la glotonería (en ciertos grupos), el uso excesivo de sal y azúcar, la disipación y la promiscuidad, y otro sinnúmero de conductas aceptadas socialmente que afectan la fisiología orgánica o favorecen situaciones de desajuste psíquico. Otros aspectos comportamentales como el machismo, el autoritarismo en el seno familiar y otras actitudes injustas consagradas socialmente, como la obediencia ciega impuesta en ciertas relaciones de poder (aún en la relación médico paciente), o los patrones impuestos por los medios de comunicación masiva, o los símbolos y actitudes de estatus arribistas que siguen los adolescentes, también pueden condicionar la salud por mayor exposición e inducción a riesgos, o por limitación en conductas que podrían favorecer la evolución de la enfermedad. La medicina tradicional, como práctica médica propia de cada cultura, íntimamente ligada al sentimiento popular y a su comportamiento en salud, lo mismo que la presencia de otras prácticas médicas que le puedan ser cercanas en los conceptos y el estilo de sus procedimientos, también pueden ser factores condicionantes de la salud de individuos y colectivos en la medida que contribuyan o no a solucionar los problemas del cotidiano o a retardar la respuesta de intervenciones comprobadamente efectivas. 3.5 FACTORES POLITICOS. Considerando lo político como todas las circunstancias sociales que le definen a los individuos y a los grupos su acceso real al poder y a las decisiones que los afectan dentro del manejo de los intereses públicos, podemos decir que el nivel de satisfacción de sus necesidades, aquel que se 20
  • 21. deriva de la oferta de las instituciones públicas, está en relación directa con el grado de pertenencia activa que tenga en las fuerzas sociales que pugnan por el poder y, por ende, en la capacidad de presión y de convocatoria en el contenido de las decisiones mismas. En ese contexto se mueven las luchas reivindicativas de las diversas agremiaciones y de las clases sociales. La estructura de cada sociedad y del Estado que legitima las reglas de juego social en pactos explícitos codificados, condiciona definitivamente, dentro del resultado de la gestión pública que finalmente llega al individuo y a los colectivos en forma de servicios, su acceso real a los beneficios de la oferta estatal para la solución de sus necesidades y a través de ellas obtener algún nivel de bienestar y de salud. Cada formación social, de acuerdo con el desarrollo de sus fuerzas políticas, ha conducido a la colectividad a la adopción de una forma de organización y de una estructura del poder que se sustentan en una ideología dominante, a través de la cual se convalidan las relaciones entre los asociados y hasta se explican las diferencias de oportunidades sociales de cada uno de ellos. Las ideologías hegemónicas generalmente crean los mecanismos que establecen las posibilidades de acceso de los miembros de la comunidad al producto social y al poder político, lo cual es internalizado por los ciudadanos mediante la educación y la tradición familiar; de esta manera las desigualdades se hacen legítimas y los individuos se resignan inconscientemente a su suerte cuando dicho acceso no los favorece. En fin, el orden político de cada sociedad condiciona en los individuos, diferentes oportunidades de satisfacción de sus necesidades, por lo menos en lo que respecta a los beneficios de la administración de los bienes públicos. Los regímenes de gobierno en los diversos Estados y su accionar, así como sus decisiones y planes, pueden favorecer o no la salud de la población, dependiendo de la importancia que estos le concedan al componente de desarrollo social en general y del sector de servicios de salud en particular. Como ya hemos planteado en otros apartes de este documento, si un gobierno invierte más en el campo de la política social hacia el desarrollo, posiblemente esté haciendo más por la salud de la gente que si sus gastos los dirige a construir hospitales. Finalmente, dentro de los factores políticos como condicionantes de la salud, podríamos mencionar los que se derivan de la confrontación de las fuerzas sociales y que pueden llegar en algunos casos a la lucha armada o a la utilización de formas de violencia de todo tipo. Son obvias las consecuencias, tanto en el ámbito físico como mental, que se derivan de esta situación y que pueden tener hondas repercusiones históricas en cada sociedad. Como parte de esa dinámica social de lucha por el poder, los proyectos políticos de clase cualifican la contienda y pueden contribuir a democratizar la utilización de los recursos sociales, sobre todo cuando existen hegemonías de clase en el poder que afectan a una mayoría que paulatinamente va organizándose y ejerciendo presión igualmente política. 3.6 FACTORES ECONOMICOS. La estructura social y política y las relaciones económicas al interior de cada formación social, están íntimamente relacionadas y, como es obvio, se determinan recíprocamente y todas se mueven alrededor de la producción y distribución de bienes y servicios en el conjunto social. Por tanto, para no tener que ahondar en profundidades teóricas, en estas líneas solo señalaremos algunos aspectos que consideramos económicos y que tienen una relación directa con la salud de las personas y con las condiciones del medio ambiente que habitan. El análisis de las relaciones de producción en cualquier modelo económico social nos conduce necesariamente a la estructura de la propiedad y, por esa vía, a las oportunidades de los individuos a los beneficios de la producción, ya sea a través de su posesión directa o mediante el ingreso monetario que mediatiza la adquisición de bienes y servicios. Esa situación condiciona definitivamente la oportunidad de satisfacción de necesidades primarias que puedan ser solucionadas en el mercado, dependiendo de la capacidad adquisitiva que el modelo le impone a todos y cada uno de los miembros de la colectividad. Empero, independientemente de esa condición estructural que le determina ciertos ingresos a cada individuo, algunos factores microeconómicos relacionados con la distribución intrafamiliar del 21
  • 22. ingreso o con la dimensión sociofamiliar del gasto, juegan también un importante papel en la salud de la familia y del individuo, según sea que el comportamiento del gasto atienda las necesidades de ella en un orden de prioridad adecuado, cuando éste no alcanza para cubrirlas todas en un momento dado, o cuando, por exceso, el ingreso se distrae en necesidades secundarias o accesorias, con detrimento de la solución de las primarias. Algunas familias, víctimas de la publicidad y el consumismo, gastan en artículos suntuarios y descuidan la buena nutrición de los niños; otras no tienen ingresos suficientes para alimentarse pero deben gastar mucho en transporte a su trabajo o consumen bebidas alcohólicas en exceso, tal vez para mitigar las angustias de la pobreza. En consecuencia, el ingreso y el comportamiento del gasto a nivel individual o familiar, deben ser considerados como condicionantes importantes de la salud, como elementos que mediatizan el mercado de satisfacciones. No es necesario insistir aquí en la relación directa entre la pobreza y las condiciones de salud. De acuerdo con nuestra argumentación central sobre la salud, podemos decir que la pobreza es la enfermedad más prevalente de cuantas afectan a la sociedad y la que favorece con mayor intensidad la aparición de otras que afectan el cuerpo y la mente de los asociados. Por otra parte, cabe mencionar la importancia de los riesgos ocupacionales en la salud de los trabajadores, y del hombre en general, ya que no existe actividad productiva alguna que no encierre algún riesgo físico o mental, especialmente en las acciones repetitivas y en aquellas que implican mucha atención y tensión del operario, y en las que son peligrosas de por sí como la minería o la manipulación de radiactivos. En suma, hay factores económicos que condicionan la salud individual y colectiva y que se relacionan con la producción, con la propiedad de los medios de producción, con el mercado de bienes y servicios y con el ingreso y las decisiones del gasto en satisfacción de necesidades. Asimismo, la mayoría de las actividades productivas provocan alteraciones importantes del medio ambiente físico, por cuanto implican transformaciones profundas de los elementos de la naturaleza, o porque en el curso de su procesamiento se producen sustancias y deshechos contaminantes que modifican las circunstancias ecológicas que favorecen la vida animal. En dichas condiciones, podemos afirmar que el proceso productivo y las circunstancias económicas que lo rodean, se convierten en factores condicionantes de la salud individual y colectiva a través de la generación de nuevos riesgos ecológicos y sociales. 3.7 FACTORES DE LA PRESTACION DE SERVICIOS. Hasta el momento hemos señalado factores inherentes al individuo, al medio físico y al contexto social general en el que se inscribe el proceso que configura las circunstancias del bienestar, como vía conducente a la salud individual y colectiva, a partir de la consideración de que ésta es producto final de la satisfacción armónica de las necesidades humanas. Como lo advertimos al comienzo, hemos separado por grupos de factores, -un tanto artificialmente- llamándolos determinantes y condicionantes de la salud, con el único fin de facilitar y ordenar su análisis desde un punto de vista genérico y para el propósito de este documento. Admitimos que es difícil este ejercicio puesto que se corre el riesgo de caer en reduccionismos o dar la impresión de perder la visión integral del conjunto en el que dichos factores están íntimamente ligados, interactuantes e interrelacionados; por esto resulta muy complicado establecer límites o espacios particulares para cada uno de ellos. Por ahora, aceptémoslo así. Separar la prestación de servicios de los factores políticos o económicos puede ser un ejemplo de lo anterior, en cuanto esta prestación depende en buena parte de las decisiones gubernamentales o de las condiciones del mercado y de la iniciativa privada. Sin embargo, para efectos de visualizar el carácter condicionante que los servicios pueden ejercer sobre la situación de salud de las personas y de las comunidades, conviene analizar algunos aspectos que son propios de éstos y cuyo alcance definitivamente se traduce en satisfacción de necesidades. Con base en el marco conceptual que venimos trabajando para la salud, los servicios a considerar son, pues, los relacionados con el desarrollo y el bienestar social y con los de salud directamente. 22