I.E JOSÉ ABELARDO QUIÑONES
GONZÁLES - OYOTÚN
ÁREA DE
EDUCACIÓN RELIGIOSA
Querida familia Quiñonense, muy buenas noches.
Ante la presente situación, debido a las medidas restrictivas impuestas por las autoridades para
evitar el contagio y luchar así para conseguir la erradicación de esta pandemia, se hace difícil la
celebración sacramental de la Penitencia.
¿Cómo pedir perdón al Señor por nuestros pecados en estos días de confinamiento
para celebrar con gozo la Penitencia y la necesidad de prepararnos convenientemente
en los días centrales de nuestra fe: el Santo Triduo Pascual de la Pasión, Sepultura y
Resurrección del Señor?
La iglesia con gran amor de Madre nos enseña que cuando el fiel se encuentre
en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, debe de
recordar que la contrición perfecta, procedente del amor del Dios amado sobre
todas las cosas, expresada por una sincera petición de perdón (la que el
penitente pueda expresar en ese momento) y acompañada del voto de
confesarse, es decir, del firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión
sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales”.
Es por eso que esta noche, nos hemos reunido para, celebrar la Palabra de
Dios, en casa y en familia, en esta liturgia penitencial no sacramental tan
importante para la vida cristiana. Nos disponemos pues, en silencio y con el
corazón elevado a Dios para participar todos con el canto de inicio.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La gracia, la misericordia y la paz de Dios nuestro Padre y de Jesús nuestro Salvador,
estén con todos nosotros, ahora y por siempre. Amén.
Nos hemos reunido para vivir un momento de renovación de nuestra vida. Por eso
viviremos ahora una Liturgia Penitencial no Sacramental juntos, como familia Quiñonense.
El Señor renueva todas las cosas y nos ofrece la posibilidad de acoger sus dones, su
amor. Reconozcamos, por tanto, nuestros pecados, y confiemos en su perdón.
Oremos.
Padre bueno, que has creado al ser humano a tu imagen y semejanza,
y lo has creado por amor y para el amor:
abre nuestros ojos para que descubramos el mal que hemos cometido;
mueve nuestro corazón para que con sinceridad volvamos a ti;
que tu amor reúna a tus hijos dispersos por el pecado;
que tu misericordia sane y robustezca a quienes debilitó su fragilidad;
para que restaurados por tu amor,
resplandezca en nosotros la imagen de tu Hijo, Jesucristo
que contigo vive y reina
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Lectura de la carta de san Pablo a los Romanos 12, 1-21
Les exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es
su culto espiritual. Y no se amolden a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la
voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Por la gracia de Dios que me ha sido dada les digo a todos y a cada uno de ustedes: No se estimen en más de lo que conviene, sino estímense
moderadamente, según la medida de la fe que Dios otorgó a cada cual. Pues, así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no
todos los miembros cumplen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en
relación con los otros miembros. Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la profecía, de acuerdo
con la regla de la fe; el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la enseñanza; el que exhorta, ocupándose en la
exhortación; el que se dedica a distribuir los bienes, hágalo con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace obras de misericordia,
con gusto. Que su amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apéguense a lo bueno.
Ámense cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no sean
negligentes; en el espíritu, manténganse fervorosos, sirviendo constantemente al Señor. Que la esperanza les tenga
alegres; manténganse firmes en la tribulación, sean asiduos en la oración; compartan las necesidades de los santos;
practiquen la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen; bendigan, sí, no maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que
lloran. Tengan la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndose al nivel
de la gente humilde. No se tengan por sabios. A nadie devuelvan mal por mal. Procuren lo bueno ante toda la gente.
En la medida de lo posible y en lo que dependa de ustedes, manténganse en paz con todo el mundo. No tomen la
venganza por su cuenta, queridos; dejen más bien lugar a la justicia, pues está escrito: Mía es la venganza, yo daré lo
merecido, dice el Señor. Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber:
actuando así amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial: Salmo 50
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.
V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R/.
V/. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.
V/. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
V/. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo
en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los
fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
"Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos
manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para comprometerlo
y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que no tiene pecado, que le tire la
primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo,
se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó
solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?;
¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo:
"Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor, Jesús.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Reconocer el bien:
El Señor ha dicho, por boca del apóstol: «No se amolden a este mundo, sino
transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir cuál es la
voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto».
• En mis opciones personales y familiares, ¿me dejo llevar por la forma común de
actuar y de pensar (consumismo, cultura del descarte, superficialidad ante las
necesidades de los otros)?
• ¿Cuántas veces hago mía la lógica del «siempre se ha hecho así» en la familia, en
el trabajo, en la vida de la Iglesia?
• Teniendo en cuenta cómo organizo mi tiempo, entrego mis energías y me conduzco
en las relaciones con los otros, ¿intento descubrir cuál es la voluntad de Dios, o me
contento con llevar a cabo mis propios proyectos?
Aferrarse al bien:
El Señor ha dicho, por boca del Apóstol: «Que su amor no sea fingido;
aborreciendo lo malo, apéguense a lo bueno. Ámense cordialmente unos a
otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo.»
• ¿Me conformo con buscar lo que es bueno solamente en algunas
situaciones o dejo que sea decisivo en mi vida?
• ¿Alimento la oscuridad en mí, la hipocresía, la falsedad, que me impiden
mantenerme unido al bien?
• ¿A qué realidades viven unidos mi corazón y mis preocupaciones?
• ¿Sé unirme sin cansarme al bien de los otros, a las cosas positivas que
aportan a la realidad? ¿O soy implacable con respecto a los que me rodean o
a los que me parecen diferentes?
Hacer el bien:
El Señor ha dicho, por boca del Apóstol: «No seáis negligentes; en el espíritu, manteneos
fervorosos, sirviendo constantemente al Señor».
• ¿Encuentro siempre excusas y pretextos para dejar para mañana el bien que puedo hacer hoy?
• ¿Me enfrento a las dificultades que aparecen en la vida, perseverando en hacer el bien y sirviendo
al Señor?
• ¿Me desanimo ante las dificultades, o busco seguir adelante?
• ¿Vivo el presente, reconociéndolo como el tiempo en el que Dios quiere que yo y los otros
vivamos felices, o vivo mi vida de manera mediocre?
Testimoniar el bien:
El Señor ha dicho, por boca del Apóstol: «Procuren lo bueno ante toda la gente.»
• ¿Doy testimonio de mi pasión por el bien y el Evangelio allí donde estoy, en la
familia, en el lugar de trabajo, en la vida social, en las plataformas virtuales?
• ¿Me avergüenzo de reconocerme como cristiano públicamente, para evitar la
vergüenza y que me clasifiquen?
• ¿Siento la responsabilidad de animar a los jóvenes a vivir según el Evangelio y a
dar testimonio de él? ¿De qué manera?
Vencer con el bien:
El Señor ha dicho, por boca del Apóstol: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el
bien.»
• ¿De qué manera puedo vivir, implicándome personalmente, para que esto sea realidad?
• ¿Cómo podemos vivir esta hermosa exhortación dentro de nuestra familia, en la Iglesia?
Hermanos, confesemos ahora unidos nuestros pecados y oremos los unos por los
otros, para que la misericordia de Dios nos transforme en lo que el Señor desea de
cada uno de nosotros y de toda su Iglesia.
YO CONFIESO
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes
hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.
Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
RENUNCIAS BAUTISMALES
Como hicieron nuestros padres y padrinos el día de nuestro bautismo,
ahora renunciamos al mal:
¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Sí, renuncio.
¿Renuncian a todas las seducciones del mal, para que no domine en
ustedes la violencia, la soberbia, la mentira y la codicia?
Sí, renuncio.
¿Renuncian a cualquier forma de egoísmo e insolidaridad que
destruye el amor?
Sí, renuncio.
PETICIONES
1. Por toda la Iglesia, para que sea Madre acogedora. Roguemos al Señor.
2. Por el Papa Francisco y los líderes de otras iglesias para que posibiliten la
unidad de los cristianos. Roguemos al Señor.
3. Por nuestra familia Quiñonense, para que sea casa de misericordia y todos
encuentren su lugar. Roguemos al Señor.
4. Por las familias para que sean escuelas de misericordia, donde aprendamos a
amar y a perdonar. Roguemos al Señor.
5. Por la reconciliación entre pueblos y naciones, la paz y el final de las guerras.
Roguemos al Señor.
6. Por todos los que sufren, por los enfermos y los desplazados, por los
hambrientos y encarcelados, los pobres y los marginados, por los que mueren
solos y abandonados para que reciban el amor de Dios por el testimonio de
nuestra caridad. Roguemos al Señor.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.
Oremos.
Señor, ayuda y protege siempre a esta familia, reunida en tu amor; líbrala
del pecado, de manera que sea fiel a la vocación del Bautismo, camine en la
comunión, dé testimonio a todos de la alegría del Evangelio y llegue a la
felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
ORACIÓN A LA VIRGEN MARÍA EN TIEMPOS DE PANDEMIA
«Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de
salvación y de esperanza.
Nosotros nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz
estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe
Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes de qué tenemos necesidad y
estamos seguros que proveerás, para que, como en Caná de Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del
Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros
sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de
la cruz, a la alegría de la resurrección.
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios.
No desprecies nuestras súplicas que estamos en la prueba y libéranos de
todo pecado, o Virgen gloriosa y bendita”.