2. El mensaje más importante hoy es sobre la
llamada de Dios. En las tres lecturas
encontraremos la llamada de Dios al profeta
Isaías, a san Pablo y en el evangelio a san Pedro.
3. Ahora va
a ser la
llamada
definitiva.
Primero va a pedirle un poco para luego darle más.
Primero le pide la barca para poder mejor predicar
a la muchedumbre que estaba junto al lago.
4. Dios no es un
ser lejano,
sino que se
acerca al ser
humano; para
curarle, para
liberarle, para
llenarle de
dones.
5. Pero también se
acerca para
pedirle, para
valerse de él,
para enviarle.
Para esto Dios
llama. De esto
hablamos hoy.
6. De hecho Dios llama a
todos los humanos,
pero especialmente a
los bautizados. Si
tenemos la luz de la
fe, no es sólo para
tener vida en
nosotros, sino para
ser luz y fermento
para los demás.
7. A algunas
personas Dios
las llama de una
manera
especial.
Comenzamos
con la llamada a
san Pedro,
según nos lo
dice el
evangelio.
Lc 5, 1-11
8. En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la
palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos
barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían
desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las
barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echad las redes para
pescar”. Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche
bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las
redes”. Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande
que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca,
para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron
las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se
arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy
un pecador”. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los
que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo
mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran
compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora
serás pescador de hombres”. Ellos sacaron las barcas a tierra y,
dejándolo todo, lo siguieron.
9. Ya san Pedro
conocía bastante
a Jesús desde que
su hermano
Andrés le había
llevado a su
encuentro. A ratos
convivía con
Jesús, pero a
ratos seguía en la
pesca.
10. Luego le pide que
eche las redes para
pescar. Eso sí era
pedir mucho a unos
pescadores
experimentados.
Habían pasado la
noche intentando
pescar y, cosa rara,
no habían pescado
nada. Ellos sabían
que de día era más
difícil.
11. Para ello, le dice
Jesús a Pedro:
“Rema mar
adentro y echad
vuestras redes
para pescar”.
Para nosotros entrar mar adentro es una invitación que
conlleva riesgos de temporales inesperados, es una
invitación al trabajo serio de cada día o de situaciones
más difíciles. Significa la necesidad de arriesgar para ir a
anunciar la palabra de Dios a ciertos ambientes y
situaciones difíciles.
13. Pedro se fía de Jesús. Esta es una gran cualidad
que hoy nos enseña san Pedro. Se necesitaba
mucha confianza en el Señor. No tuvo que
resultarle fácil; pero logra decir: “Por tu palabra
echaré las redes”.
14. Nosotros, si
queremos hacer
algo grande en la
vida, debemos
fiarnos de Jesús. Y
no nos podemos fiar
de Jesús, si no le
conocemos en
profundidad, desde
lo más íntimo del
corazón.
15. Y se
realizó
el
milagro.
Y se llenaron las dos barcas de peces. De hecho
se había realizado un primer milagro en Pedro al
confiar en la palabra de Jesús.
17. Fiarse de Jesús está unido con el sentirse
pequeño. No se congenia el sentirse llamado por
el Señor y ser al mismo tiempo soberbio, como si
uno fuese algo grande y merecedor.
18. Por eso san
Pedro,
cuando vio la
redada de
peces
realizada
para él, se
sintió poca
cosa, se
sintió como
un pecador
ante la gran
bondad de
Jesús.
19. Jesús había preparado aquellas circunstancias
para hacer a san Pedro la definitiva llamada:
“Desde ahora serás pescador de hombres”.
20. Para cumplir
esa llamada
debía tener
Pedro una
larga y
profunda
preparación.
La vocación se parecía en algo a su oficio: Hasta ahora
sacaba peces del mar para que, con su muerte, ayudara
a la vida material del hombre. Desde ahora sacaría
hombres del mal o de la muerte para que tuvieran vida
espiritual, la vida de Dios.
21. Un día Jesús le daría más a san Pedro y también
le exigiría más: la responsabilidad de dirigir la
barca espiritual de la Iglesia.
22. Dios nos suele
llamar de forma
sencilla, en los
acontecimientos
diarios. Quizá alguno
sienta una llamada
más especial, como
lo sintió el profeta
Isaías y leemos en la
1ª lectura.
Isaías 6, 1-2a. 3-8
23. El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre
un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro,
diciendo: "¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la
tierra está llena de su gloria!“ Y temblaban los umbrales de
las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de
humo. Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de
labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios
impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los
ejércitos.“ Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua
en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la
aplicó a mi boca y me dijo: "Mira; esto ha tocado tus labios,
ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.“
Entonces, escuché la voz del Señor, que decía: "¿A quién
mandaré? ¿Quién irá por mí?“ Contesté: "Aquí estoy,
mándame."
24. El profeta Isaías sintió la grandeza de Dios. Pero
una grandeza penetrante en el espíritu, que es la
santidad. Santo es el nombre propio de Dios: El
que no está contaminado por la materia. Por eso
nosotros cantamos en la misa a Dios como tres
veces santo.
32. Cuanto más uno llega
a sentir la grandeza
infinita del amor de
Dios, tanto más
siente su propia
inutilidad, la
convicción de su
propia pobreza. Por
eso el profeta
exclama: "¡Ay de mí,
estoy perdido!”
33. Es el mismo sentimiento de san Pedro al
constatar la grandeza de Jesús por el milagro.
34. Y también es el mismo
sentimiento de san
Pablo. Hoy en la 2ª
lectura, en el capítulo
15 de la 1ª carta a los
corintios, al hablar de
la resurrección y de
cómo Jesús se
apareció a los
apóstoles, dice que
también se le apareció
a él. Pero se siente tan
indigno que dice que él
es como “un aborto”.
35. Dios quiere que
quien sea llamado
se sienta indigno
para que estime
más el don de
Dios. No es
llamado por sus
propios méritos,
sino por la
voluntad amorosa
de Dios.
36. Dios en verdad
escoge lo
“pequeño”, lo que
ante el mundo no
tiene relevancia,
para por su medio
hacer maravillas.
Así la Virgen y lo
constatamos en la
vida de muchos
santos.
37. Quizá somos como los apóstoles antes de aquel
encuentro: confiaban nada más que en sus
propias fuerzas. Para que aprendieran a poner
su confianza en Jesús, hizo que aquella noche
no cogieran peces. Fue estando con Jesús
cuando se realizó la gran pesca.
38. “La mies es
mucha”. Hacen
falta personas
valientes y
humildes que
quieran oír la voz
de Dios que, de
manera muy
callada, pasa a
nuestro lado
diciendo: “¿A
quién mandaré?
¿Quién irá por mí?“