La nevera no da leche
Artículo publicado por Ricardo Valencia Ramírez, Director Estratégico de la
Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo
Tampoco cuelgan frutas de ella, ni produce verduras; no contiene un nacedero de agua y los
pollosque guardano fueronincubadosensuinterior.Estassonel tipo de aclaraciones que las
profesoras hacen a los niños en las jornadas del jardín infantil. Constituyen lecciones de una
importancia capital para niños que nacen, habitan, se divierten y viven en las grandes
ciudades.Entérminosde método,estasclasesestánhermanadasconel conteodel hipnotista:
cumplen la función de interrumpir una ensoñación.
Las ciudades desempeñan magníficas tareas de especialización del trabajo y provisión de
bienes públicos. Sin embargo, tienen la capacidad de generar una mirada fragmentada e
incompleta de la realidad. Ejemplo de esto es la relación que, en ellas, tenemos con las
basuras: en el mejor de los casos las depositamos en bolsas negras, en el interior de
contenedoresque nosimpidenver, las sacamos a la calle o las arrojamos por un conducto del
edificio y (abracadabra): ¡desaparecieron!
La historia, sin embargo, ya se habrá adivinado, no termina ahí. Muchas basuras no van
siquiera a las canecas, sino que son arrojadas a la calle. Luego son arrastradas por la lluvia
hasta las alcantarillas. De ahí viajan a los ríos que, a su vez, las transportan hasta el mar. Así,
por ejemplo, muchas de nuestras basuras concluyen su periplo en una gigantesca sopa de
plástico que habita en el centro-norte del Océano Atlántico. Dicha sopa tiene tres veces el
tamaño de España y las muestras tomadas por científicos indican que, por cada kilo de
plancton, hay 6 kilos de plástico flotando en esta monumental concentración.
Por suerte, aquel no es el destino de la mayoría de las basuras. El 70% de los residuos que
producimos en el planeta son recogidos por el servicio público de aseo o por recicladores de
oficio.Lacantidad, no obstante,esparaponerlospelosde punta:segúnD-Waste, producimos
alrededor de 1.900 millones de toneladas anuales de residuos. Algo equivalente a casi 5
millonesde aviones747completamente cargados. Además, el Banco Mundial estima que, de
continuareste ritmo,parael año 2025 la humanidadproducirá2.200 millonesde toneladasde
residuos sólidos.
Un extraterrestre racional que nos visitara supondría que semejante producción de residuos
sería ampliamente aprovechada. Sin embargo, esa no es la situación. Apenas el 19% de los
residuosque se recogenenel planetasondestinadosal reciclaje. El resto de ellos termina sus
días en hoyos masivos o incineradores. Ahí concluye su vida útil, su capacidad de prestarnos
servicios.
Detrás de este fenómeno se
esconde una confianza ciega (y
un sistema de incentivos) en la
capacidadde lanaturaleza para proveernos materias primas. Cada envase o empaque que se
entierraenrellenos sanitarios, o que es quemado en una planta de recuperación energética,
debe ser repuesto por un envase o empaque nuevo. Para ello, se puede usar materia prima
virgen, materiales reciclados o una combinación de ambos. Sobra decir que a mayor uso de
material reciclado, menor es la demanda de materias primas vírgenes.
Sin embargo, tal obviedad no se refleja plenamente en las reglas de juego de la producción
industrial. El sistema de incentivos de las reglas dominantes privilegian el uso de materias
primas vírgenes sobre la demanda de materiales reciclables. Los Estados enfrentan el gran
desafío de crear incentivos que inviertan esta relación.
Las empresas,por su parte, vienen entendiendo que el reciclaje desborda las fronteras de la
filantropía e invade la estructura completa de las cadenas de valor. Son estas las estructuras
productivasconpoderde escalapara crear mercadossólidosyatraercantidadesrelevantesde
material recicladodesde lacanecahastael envase oel empaque final. Son nuevas cadenas de
valoren sunaturalezay ensu forma.Hacenel salto de economías lineales (de la naturaleza al
relleno sanitario) a economías circulares, que alivian el peso sobre los ecosistemas.
Un ejemplo de ello es la decisión tomada por Coca-Cola de incluir en sus envases un 25% de
material reciclado.Tal decisióntransformóel mercadode reciclajede PETenColombia.Llevóa
ENKA de demandar 12.000 toneladas por año, de PET reciclado, a buscar cerca de 36.000
toneladas adicionales de dicho material.
Ello pone en evidencia los beneficios económicos y ambientales de las decisiones
empresariales. La buena noticia es que, en América Latina, tal dinámica trae consigo un
beneficio social de gran escala. Cerca de 4 millones de personas de la región viven del oficio
del reciclaje.Sucrecimientoindustrial ylasnuevasexigenciasambientalesestán dando lugar a
una serie de reformas institucionales: la región está cambiando los sistemas basados en
enterramientode residuosporesquemassoportadosenel reciclaje operado por cooperativas
de recicladores.
Aunque el camino es largo y requiere de decisiones más profundas y la
participaciónde muchos más jugadores, la economía verde ha encontrado en el reciclaje una
opción real de constituir sistemas productivos con un saldo positivo en materia social,
económica y ambiental.
Reciclaje-Inclusivo @IRR_Reciclaje