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Manual Operativo
Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud
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Presentación
El Manual Operativo para la Prevención, Detección y atención de la
Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud,
es una selección de estrategias extraídas de la experiencia de nuestra
organización en la atención centrada en las necesidades específicas de
quienes viven en contextos de violencia.
Este Manual plantea las acciones para la atención a la violencia desde el
ámbito de salud.
El Manual está organizado en tres secciones:
I. Marco de referencia.
II. Atención médica.
III. Prevención.
Manual Operativo
Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud
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Capítulo 1
Conceptos básicos sobre la violencia familiar, sexual y contra las
mujeres
MARCO GENERAL
Definiciones sobre la violencia familiar, sexual y contra las mujeres.
La Norma Oficial Mexicana NOM-046-SSA2-2005, Prestación de Servicios de Salud. Criterios
para la atención médica de la violencia familiar, define en el numeral 4.27 como violencia
familiar “al acto u omisión, único o repetitivo, cometido por un miembro de la familia en
contra de otro u otros integrantes de la misma, sin importar si la relación se da por
parentesco consanguíneo, de afinidad, o civil mediante matrimonio, concubinato u otras
relaciones de hecho, independientemente del espacio físico donde ocurra.”
La definición contempla no sólo daños físicos, sino también psicológicos y sexuales
independientemente de la existencia de lesiones visibles, y no limita la violencia al ámbito
del hogar sino que contempla la posibilidad de que la misma ocurra en lugares públicos
como las calles, los medios de transporte, los centros de trabajo.
La violencia entre los miembros de las familias es un fenómeno muy extendido que debe
visibilizarse a través del personal de salud capacitado para su detección, y de acciones de
promoción que permitan que las mujeres identifiquen las diversas formas de la violencia
familiar y sexual para generar alternativas de solución al problema.
La violencia es producto de las relaciones asimétricas de poder entre las personas, así como
de las desigualdades sociales, y esto explica por qué hay personas o grupos que son más
susceptibles de vivir en situaciones de violencia. No es casual que las mujeres, las niñas y los
niños, los discapacitados, los ancianos, las ancianas, los indígenas, las personas con opciones
sexuales diferentes sean más vulnerables a la violencia por su propia condición. Debido a la
posición de subordinación que ocupan en la sociedad, y que se reproduce a través de la
ideología y de las instituciones, estas personas se vuelven más vulnerables a los abusos de
poder y, por lo tanto, están más expuestas a la violencia.
La Norma Oficial Mexicana NOM-046-SSA2-2005 identifica como “grupos vulnerables a las
niñas, niños, adolescentes mujeres embarazadas o personas en situaciones especialmente
difíciles, adultos mayores; hombres y mujeres con enfermedad física o mental
discapacitante, o en desventaja física, económica o cultural.”
Si bien cualquier miembro de la familia –mujer u hombre- puede ser susceptible de sufrir
agresiones por parte de otro –también de cualquier sexo- hay suficientes evidencias que
muestran que son las niñas, los niños y las mujeres quienes mayoritariamente viven
situaciones de violencia. Es por ello que este fenómeno ha sido reconocido como un
problema de salud pública tanto en México como en el ámbito internacional.
Existen muy diversos términos y expresiones para referirse al problema de la violencia
contra las mujeres. Es frecuente escuchar hablar de las mujeres maltratadas o mujeres
golpeadas, de violencia doméstica o violencia intrafamiliar y violencia basada en el género.
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Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud
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Después de una minuciosa revisión de la literatura existente y para los efectos de este
Modelo, además de la que establece la NOM-046-SSA2-2005, México reconoce las
definiciones que expresan los consensos alcanzados en el ámbito internacional y que
describen las múltiples dimensiones del problema.
“La violencia contra la mujer es cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause
muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público
como en el privado”
Asimismo, se establece que la violencia contra las mujeres:
“Es consecuencia del orden de género que se establece en la sociedad, orden socialmente
construido que determina una jerarquía y poder distintos para ambos sexos. Según este
orden las mujeres se encuentran en una posición subordinada frente a los hombres, los que a
su vez ejercen poder sobre ellas de distintas maneras, siendo la violencia una manifestación
de ese poder. Este orden es avalado y mantenido por el conjunto de la sociedad, a través de
las costumbres, las leyes e instituciones. La discriminación y la violencia hacia las mujeres es
aceptada socialmente porque forma parte del sistema social establecido.”
“La violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus formas, a lo largo del ciclo de vida y
tanto en el ámbito público como privado, constituye una violación de los derechos humanos.
Es también un obstáculo para la equidad y un problema de justicia. Por las graves
implicaciones que tiene para la salud de las mujeres, debe ser considerada una prioridad de
salud pública.”
La importancia de las definiciones citadas radica en que establecen que las causas de la
violencia contra las mujeres provienen de un orden social basado en las diferencias de
poder y la jerarquía existente entre hombres y mujeres, que es un problema relacionado
con la justicia y la equidad social.
TIPOS DE VIOLENCIA: DEFINICIONES OPERATIVAS
En el Modelo Integrado se distinguen los siguientes tipos de violencia:
Violencia física. Se refiere al uso de la fuerza física o de armas en ataques que lesionan o
hieren como golpear, asfixiar, morder, arrojar objetos contra la otra persona, patear,
empujar, utilizar un arma, como un revólver, cuchillo u objeto punzo cortante. El abuso
físico suele agravarse a lo largo del tiempo y puede culminar con la muerte de la mujer. La
NOM-046-SSA2-2005 lo reconoce como maltrato físico y lo define como “el acto de agresión
que causa daño físico”. Es la forma más evidente de violencia, sin embargo las
consecuencias psicológicas pueden ser más graves que las secuelas físicas de la violencia.
Violencia psicológica. Es el abuso emocional, verbal, maltrato y menoscabo de la estima
hacia una o unas personas, mediante críticas, amenazas, insultos, comentarios despectivos y
manipulación por parte del agresor. La NOM-046-SSA2-2005 la reconoce como “la acción u
omisión que provoca, en quien lo recibe, alteraciones psicológicas o trastornos
psiquiátricos:”
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Es preciso destacar que frecuentemente las diferentes expresiones de la violencia se
presentan de manera combinada, sobre todo con la psicóloga que acompaña al resto de las
formas de agresión.
Algunos ejemplos de abuso psicológico son:
Menospreciar o humillar frente a otras personas.
Gritar, insultar, ofender.
Celar, ejercer control.
Aislar de la familia y amigos.
Amenazar o dañar a personas o cosas queridas.
Maltratar o dar muerte a los animales domésticos.
Amenazas de golpes o muerte.
Amenazar con quitar los hijos y las hijas.
Aunque la violencia psicológica es la que se da en mayor medida, está presente en todas las
demás formas de violencia; es necesario identificarla cuando se presenta de manera única,
puesto que es a la que se le pone menos atención y requiere un tratamiento específico.
Abandono.“Es el acto de desamparo injustificado, hacia uno o varios miembros de la familia
con los que se tienen obligaciones que derivan de las disposiciones legales y que ponen en
peligro la salud.”
Maltrato sexual. La NOM-046-SSA2-2005, define el maltrato sexual como “la acción u
omisión mediante la cual se induce o se impone la realización de prácticas sexuales no
deseadas o respecto de las cuales se tiene incapacidad para consentir.”
Se refiere al acto que con fines lascivos cometa una persona de cualquier sexo contra otra
para obligarla a realizar actos sexuales sin su consentimiento, con o sin fines de cópula,
valiéndose de su posición jerárquica, derivada de relaciones laborales, docentes, domésticas
o cualquiera otra que implique subordinación, así como sometimiento por fuerza física o
moral.
Este concepto incluye todas las formas de coerción sexual, por ejemplo: el hostigamiento, la
imposición forzada de determinadas prácticas sexuales tales como el manoseo, la
exposición a la pornografía, etcétera. Comprende acciones que obligan a una persona a
participar en actos sexuales sin su consentimiento; incluye el sexo forzado incluso por
razones económicas, la violación durante una cita lo que puede incluir la administración de
alcohol y drogas; la violación marital, la violación por grupos de hombres (pandilleros); el
incesto; el embarazo forzado; el tráfico en la industria del sexo. Se incluyen las relaciones
sexuales forzadas dentro del matrimonio.
Es importante aclarar que la violación es el uso o amenaza de uso de fuerza física o coacción
emocional, para penetrar en los orificios vaginal, oral o anal de una persona sin su
consentimiento. Asimismo, el ataque sexual en un contacto sexual que no cuenta con el
consentimiento de la mujer y no necesariamente incluye penetración. En la mayoría de los
casos, el atacante es alguien que la mujer conoce y tanto la violación como el ataque sexual
pueden ocurrir por única vez o continuamente.
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La violencia sexual es la que permanece más oculta, particularmente la que ocurre en la
familia contra las mujeres y niños o niñas.
Violencia Económica. Se refiere al control del dinero, a no informar el monto de los
ingresos familiares y a impedir el acceso a ellos.
Violencia Patrimonial. Se refiere al control del patrimonio, herencia o bienes
materiales de la pareja o hijos.
Violencia Institucional. Este tipo de violencia ha sido definido como una forma
específica de abuso que las instituciones, privadas o públicas, cometen hacia las
personas, se genera en dos niveles y puede causar daño físico o emocional:
1. De la institución hacia sus propios trabajadores.
2. De la institución hacia usuarios de los servicios que dicha institución presta.
Este último tipo de violencia incluye la negación del tratamiento, no referir a otros servicios,
suministro deliberado de información defectuosa o incompleta, largas esperas injustificadas
o discriminatorias para ser atendidas en las instalaciones, maltrato verbal, negación de
medicamentos y atención, manejo del dolor como generador de culpa. Amnistía
Internacional ha señalado que los actos de violencia contra la mujer que causan dolor o
sufrimiento físico mental o grave, y que pueden ser prevenidos por los Estados, son
prohibidos por la convención de la ONU contra la Tortura y Otro Tratamiento o Castigo
Cruel, Inhumano o Degradante.
LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA
La violencia es parte de nuestra realidad. Todas las personas, en diferentes contextos
geográficos, políticos y culturales, con independencia de su condición económica, edad,
etnia y sexo son objeto de violencia en sus múltiples expresiones cotidianas. La violencia
está presente en todas partes, en las calles, las escuelas, los centros de trabajo y en los
hogares. Los medios de comunicación nos muestran todos los días imágenes o descripciones
de hechos violentos.
El uso de la violencia es motivo de preocupación y reprobación social que se expresa en el
rechazo a la guerra, el genocidio, el homicidio, el terrorismo. Sin embargo, estos fenómenos
son valorados de distinta manera, según el contexto ene l que se presentan y los grupos
sociales a los que afectan. Lo que en una sociedad o en un determinado momento histórico
es considerado violento, puede no serlo en un contexto distinto. La aceptación, tolerancia o
sanción de las conductas violentas varía de una sociedad a otra y se modifica en el tiempo,
al modificarse las creencias y los valores. Más aún, en nuestra sociedad se expresan de
manera simultánea manifestaciones ambivalentes de reprobación y tolerancia ante la
violencia, en particular hacia algunas de sus manifestaciones y ámbitos de ocurrencia.
El uso ancestral de la violencia como un mecanismo para la resolución de conflictos entre
personas, grupos y naciones ha llevado a su interpretación como un rasgo inevitable de la
conducta humana. Esta idea de que la violencia es un rasgo inherente a la naturaleza
humana impide la comprensión de sus causas y limita las posibilidades de su prevención y
de la atención a sus consecuencias.
La violencia es un comportamiento aprendido que tiene sus raíces en la cultura, en la forma
como se estructuran y organizan las sociedades. La utilización de la violencia como un
mecanismo para reducir los conflictos se aprende desde la niñez y se transmite de una
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generación a otra a través de la familia, los juegos, la educación, el cine, los medios de
comunicación, etcétera.
Si bien la violencia se ejerce de muchas maneras y sus consecuencias se manifiestan en
daños de diversa índole, todos los actos violentos –ya sea entre personas, grupos,
comunidades o países-, tienen en común el objetivo del sometimiento y el control de la otra
parte, es decir, el ejercicio del poder mediante la fuerza.
 El Informe Mundial sobre la violencia y la Salud publicado en 2002 por la
Organización Mundial de la Salud, define la violencia como “el uso deliberado de la
fuerza física y el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo,
otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de
causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o
privaciones.”
“Para que una conducta violenta sea posible, tiene que darse una condición: la existencia de
cierto desequilibrio de poder, que puede estar definido culturalmente o por el contexto, o
producido por maniobras interpersonales de control de la relación.”
El poder se puede definir como la habilidad de las personas o grupos de provocar la
obediencia de otras personas o grupos. Para ejercer el poder, las personas o grupos que lo
detentan deben poseer recursos superiores a los que tienen las personas que obedecen,
recursos que éstos valoran y necesitan. Los recursos se refieren no sólo a bienes materiales
o al dinero, sino también a la aprobación social, al prestigio, a los servicios, a la seguridad,
etcétera.
La violencia contra las mujeres, en particular la que es infligida por la pareja, es
frecuentemente explicada por razones individuales, es decir por características específicas
tanto de la persona que agrede como de la que es agredida. Con esto se tiende a pensar que
la violencia es ocasionada por el abuso del alcohol y las drogas por parte del agresor.
También existe la percepción, muy generalizada, de que la violencia contra las mujeres en el
contexto familiar es un fenómeno exclusivo de las familias o comunidades pobres. Estas
creencias son erróneas. El abuso de alcohol y drogas son factores que influyen o que
favorecen el surgimiento de la violencia, pero no son su causa. De igual manera, la pobreza,
el desempleo, la falta de acceso a la educación, el hacinamiento, la falta de disponibilidad de
bienes y servicios y la carencia de recursos, no son por sí mismos causas de la violencia, son
factores que configuran condiciones de vida y situaciones que la propician y la favorecen;
sin embargo, la violencia afecta a las personas, hogares y comunidades de todas las
condiciones sociales y niveles de ingreso.
 El poder se puede definir como la habilidad de las personas o grupos de provocar la
obediencia de otras personas o grupos. Para ejercer el poder, las personas o grupos
que lo detentan deben poseer recursos superiores a los que tienen las personas que
obedecen, recursos que estos valoran y necesitan. Los recursos se refieren no sólo a
bienes materiales o al dinero, sino también a la aprobación social, al prestigio, a los
servicios, a la seguridad, etcétera.
La diversidad de situaciones sociales y de historia personales configura los factores de riesgo
de violencia que requieren explicaciones que no se limiten al campo de acción y
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conocimientos de los distintos profesionales que pueden poner mayor énfasis, ya sea en las
patologías individuales o en aspectos del entorno social. La atención integrada de la
violencia contra las mujeres requiere que el problema sea comprendido de manera integral
e integrada, es decir, que se refiera a las características de las personas involucradas en el
problema, agresores y quienes viven situaciones de violencia, y también al contexto en el
que se desenvuelven, para identificar las necesidades y las capacidades de atención en los
diferentes servicios que se requieren.
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UNA MANIFESTACIÓN DE LAS INEQUIDADES
La violencia que se ejerce contra las mujeres ha sido considerada por mucho tiempo como
algo “natural” y de carácter privado. No ha sido sino hasta muy recientemente cuando el
movimiento de mujeres, aunado a la preocupación y acción de los gobiernos, ha hecho
visible el problema y lo han posicionado en la agenda pública.
El origen de la violencia contra las mujeres se encuentra enraizado en las creencias que
tienen las sociedades sobre las mujeres y los hombres. En México, como en casi todo el
mundo, persisten las creencias sobre lo que deben se los comportamientos femeninos y
masculinos con base en estereotipos muy marcados: a esto se le llama roles o construcción
de género. Se suele pensar que las mujeres son por naturaleza dulces, sumisas,
sentimentales y pasivas, y que los hombres son fuertes, activos, agresivos y dominantes.
Con base en estas creencias se justifica que los hombres impongan su voluntad y autoridad
sobre las mujeres, incluso recurriendo a la violencia. El comportamiento masculino de
dominación y control no es natural, es resultado de la construcción de los géneros y sus
relaciones que van modelando las actitudes y conductas diferenciadas entre unos y otras.
 El término género se refiere a las diferencias de comportamiento, de actividades y
de actitudes de mujeres y hombres, que tienen su origen en la educación y la
cultura. Dichas diferencias no están determinadas por la biología, sino que son
resultado de las creencias sociales sobre lo que deben ser las mujeres y los
hombres. El mayor valor que la sociedad asigna a los hombres ha originado una
posición de desventaja para las mujeres que se traduce en un menor acceso a
recursos, oportunidades y toma de decisión. El género da cuenta de las relaciones
entre hombres mujeres caracterizadas por la asimetría de poder. La violencia
contra las mujeres es una expresión de las desigualdades de género.
Las actitudes de violencia hacia las mujeres se deben a la exaltación y la valoración social de
ciertas características consideradas como masculinas y, por lo tanto, no deben ser juzgadas
como patológicas.Las mujeres, por su parte, asumen y reproducen los roles de sumisión y
subordinación socialmente aceptados como parte de la feminidad. Tales conductas son
resultados de un entorno social que avala el poder y la autoridad de los hombres sobre las
mujeres.
Como resultado, estas desigualdades limitan la posibilidad de las mujeres para desarrollar y
ejercitar sus capacidades, para su propio beneficio y para el conjunto de la sociedad. Por
ello, la atención a la violencia contra las mujeres desde la perspectiva de género implica
reconocerla como un problema que se explica por la posición de desventaja social de las
mujeres frente a los hombres. Significa tomar en cuenta las características e historias
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personales de mujeres que viven en situación de violencia y sus agresores, sin perder de
vista el contexto social en el que ocurre la violencia.
LA VIOLENCIA SE VIVE Y APRENDE EN TODOS LOS ÁMBITOS DE LA VIDA, INCLUYENDO LA
FAMILIA
En nuestra sociedad prevalece una imagen idealizada de familia a la que se percibe como el
núcleo básico indivisible (madre, padre, hijo e hijas) que convive en armonía y amor. Sin
embargo, esta imagen contrasta con la realidad cotidiana de un espacio en el que se
expresan, simultáneamente, relaciones de colaboración y conflicto y en el que con
frecuencia el poder se ejerce por cualquier medio, aun en contra de los derechos
individuales. La experiencia muestra que justamente en el ámbito familiar es donde se
registra la mayor prevalencia de violencia contra las mujeres y que es un hombre
afectivamente cercano, generalmente la pareja, quien la inflige.
La creencia de que la familia debe ser preservada a toda costa implica la negación de la
realidad del contexto familiar que, con frecuencia, se encuentra muy alejado del ideal e
impide dar una atención adecuada al problema de la violencia que ocurre en las familias y a
las consecuencias que tiene para la salud física y mental de quienes viven en situación de
violencia.
Existe una gran variedad de familias y de arreglos de convivencia que es necesario tener en
cuenta para comprender el contexto personal, cultural y afectivo en el que ocurre la
violencia. La diversidad de familias está determinada por las distintas formas de convivencia
y por el tipo de relaciones que establecen las personas que la componen. Las familias
pueden estar formadas por personas que tienen lazos legales, de parentesco consanguíneo
o vínculos afectivos que le dan cohesión y sentido de pertenencia a un grupo de personas.
Muchas familias están formadas por una pareja -ya sea en matrimonio legal o no- y las hijas
e hijos solteros; otras están compuestas por la madre o el padre y los hijos e hijas solteros.
Otras formas de convivencia son las familias extensas formadas por una o varias parejas con
hijos e hijas, otros parientes como abuelas o abuelos, tíos y tías, e incluso algunas personas
que no son parientes. Existen familias compuestas por parejas divorciadas o separadas con
los hijos de matrimonios anteriores y, en algunos casos, con hijos comunes. Las parejas de
homosexuales, ya sean de hombres o de mujeres, con o sin hijos e hijas, también son otra
forma de familia. No todas las familias se forman con base en una pareja, algunas se
constituyen con personas que conviven juntas por lazos de amistad y afecto y comparten
gastos y responsabilidades. No debe suponerse que la violencia familiar sólo ocurre en un
determinado tipo de hogar y ésta debe ser considerada como tal, con independencia de la
forma que adopte la familia en la que se origine el problema.
El ejercicio de la autoridad se convierte comúnmente en generador de violencia como
mecanismo de control de los hombres hacia los demás integrantes de la familia,
particularmente hacia las mujeres. La rigidez de las jerarquías y el apego a las creencias
respecto a lo que deben ser los comportamientos de mujeres y hombres son elementos que
se deben considerar para evaluar el riesgo de violencia contra las mujeres en la familia.
Es necesario enfatizar que existe una doble moral sobre la violencia en el ámbito doméstico
que a la vez la rechaza socialmente y la justifica o tolera porque ocurre entre las cuatro
paredes de la vivienda. Esta visión de la violencia dentro del hogar como un asunto privado
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sustenta la idea de que no se debe intervenir y contribuye al agravamiento del problema.
Por ello es necesario insistir en que la violencia contra las mujeres en la familia es un
problema público a pesar de que suceda, la mayoría de las veces, en la esfera de lo privado.
EL MODELO ECOLÓGICO AYUDA A LA COMPRENSIÓN INTEGRAL DEL PROBLEMA DE LA
VIOLENCIA
La violencia contra las mujeres no se puede atribuir a una sola causa, es un problema que
obedece a factores sociales, psicológicos, legales, culturales y biológicos. El modelo
denominado ecológico –recomendado por especialistas en el tema- enfoca el problema
desde la perspectiva de los distintos contextos en los que se desarrolla una persona, y ayuda
a identificar los distintos niveles en los que se manifiesta la violencia, los factores que
influyen en ella, y proporciona un marco para explicar la interacción entre dichos
factores.(Figura 1)
De acuerdo con este modelo, los factores que influyen en la probabilidad de experimentar o
cometer violencia interactúan en cuatro niveles:
El nivel individual de las personas. Se refiere a los antecedentes personales que
influyen en el comportamiento del individuo y en sus relaciones. Se consideran en
este ámbito las experiencias de maltrato sufrido en la niñez o de presencia de
episodios violentos, el aprendizaje de la resolución de conflictos por medios
violentos, la baja autoestima tanto de las mujeres que viven en situación de
violencia como de los hombres violentos.
El nivel familiar/relacional. Es el contexto de las relaciones más cercana del
individuo en el que el abuso tiene lugar, generalmente la familia u otra relación de
trato íntimo, la pareja, las amistades. Se refiere a las relaciones familiares
autoritarias que se expresan en el control masculino de los bienes y de la toma de
decisiones dentro de la familia, y a los conflictos conyugales como factores
predictivos de la violencia.
El nivel de la comunidad. Se refiere a la influencia de valores, usos, costumbres y
dinámicas de organización comunitaria que establecen y refuerzan el aislamiento de
las mujeres, la falta de apoyo social, la tolerancia y legitimación social de la
violencia. En este nivel se encuentran las instituciones y estructuras sociales en las
que se desarrollan las relaciones sociales y las características que incrementan el
riesgo de actos violentos. Las instituciones son el medio de reproducción de las
creencias, normas sociales y estereotipos prevalecientes sobre las mujeres y los
hombres, por ejemplo, la escuela, los medios de comunicación, la Iglesia, el ámbito
laboral, las instituciones recreativas, los organismos judiciales y de seguridad,
etcétera. La pobreza y el desempleo son también factores que inciden en
condiciones que favorecen la presencia de la violencia. La falta de una legislación y
servicios para las mujeres en situación de violencia, así como la atención inadecuada
que las agrede aún más son elementos explicativos. El aislamiento de las mujeres,
tanto de la comunidad como de la familia, y la impunidad de los agresores,
contribuyen a la reproducción del problema.
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El nivel de la sociedad. Es el contexto más amplio y se refiere a factores relativos al
medio económico y social, a las formas de organización de la sociedad, a las normas
culturales y a las creencias que contribuyen a crear un clima en el que se propicia o
inhibe la violencia. Está relacionado con los mecanismos de socialización, formales y
no formales, que articulan y refuerzan las relaciones de poder; que pregonan los
esquemas de autoridad y subordinación para hombres y mujeres, respectivamente;
que toleran el castigo físico a las mujeres y a las niñas; que estimulan y aceptan la
violencia como medio para resolver los conflictos; que sostienen y defienden la
ubicación de las mujeres como “propiedad” de los hombres. Se refiere a las
relaciones desiguales de poder entre ambos en todos los ámbitos; a las ideas sobre
la obediencia, a las concepciones sobre la familia y los derechos y deberes de sus
integrantes. En este nivel se ubican las políticas públicas en diversos ámbitos
(económicas, educativas, sanitarias y sociales) que contribuyen a mantener las
desigualdades entre los diferentes grupos de la sociedad.
Como se puede observar en la figura 1, la superposición de los cuatro niveles ilustra la forma
como los factores de cada nivel influyen entre sí y muestra sus interacciones. El análisis
mediante el modelo ecológico permite advertir que la atención de la violencia contra las
mujeres debe comprender múltiples medidas mediante la participación de una adversidad
de actores e instituciones, para con ellos abarcar los diferentes niveles en los que se
manifiesta.
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EL CICLO DE LA VIOLENCIA
La violencia tiene profundos efectos psicológicos que deterioran la autoestima, provocan
sentimientos de impotencia e inhiben la capacidad de las mujeres para tomar decisiones
respecto a la situación en la que viven. A esta incapacidad que desarrollan las mujeres para
enfrentar la situación en la que se encuentran se le ha denominado síndrome de
indefensión aprendida, que se a las actitudes de aceptación, culpa y pasividad que suelen
ser interpretadas erróneamente como falta de voluntad para enfrentar las agresiones. La
dependencia económica de las mujeres, el miedo a las represalias, la esperanza de que las
conductas violentas del agresor cambiarán cuando él muestra arrepentimiento, son
mecanismos que intervienen en la reproducción de la violencia. La autoincriminación de la
agredida y la creencia de que la conducta de la pareja depende se su propio
comportamiento, es otro de los mecanismos de su reproducción. “La mujer permanece en el
ciclo de la violencia hasta que pierde la esperanza.”
Las conductas violentas contra el componente femenino de la pareja generalmente
aparecen desde que inicia la relación, y se agravan con el paso del tiempo. Es común que
estas conductas se extiendan a otros miembros de la familia, sobre todo a las niñas y los
niños, los que a su vez aprenden a comportarse violentamente o a tolerar el abuso.
Existe una creencia, muy extendida, que sostiene que las mujeres que viven en situación de
violencia tienen cierta responsabilidad en ella, es decir, la provocan o la propician y,
además, la toleran porque les gusta. No es así. Estas apreciaciones impiden la comprensión
acerca de la enorme dificultad e incluso la imposibilidad de las mujeres para romper con el
ciclo de la violencia sin ayuda externa. Como se ilustra en la Figura 2, el ciclo de la violencia
tiene varias etapas: acumulación de tensión, contención, violencia explícita, remordimiento,
promesas y reconciliación.
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El aislamiento en el que se mantienen las mujeres que viven en situación de violencia, les
impide percibir formas alternas de vida y de relaciones interpersonales, por lo cual, la
asumen como lo “normal” hasta que tienen acceso a medios que les permitan tomar
conciencia de las afecciones y las afectaciones. La comprensión de estos efectos de la
violencia es crucial para quienes prestan servicios de salud, ya que ubica el problema en su
justa dimensión y evita, ya sea la minimización del problema o la culpabilización de las
mujeres por la violencia de la que son objeto.
Es importante saber que la violencia suele agravarse cuando la mujer determina poner fin a
la relación, hacer una denuncia o iniciar los trámites de divorcio, ya que al enfrentar la
pérdida de control y sometimiento de la mujer, el agresor adopta actitudes extremas. Otros
factores como el embarazo, el uso de anticonceptivos, el aborto –ya sea espontáneo o
provocado-, el nacimiento de hijos no deseados o del sexo femenino y la decisión de la
mujer de buscar un trabajo pueden también ser factores para que los niveles de la violencia
aumenten. Las percepciones de riesgo de las mujeres que acuden a solicitar apoyo deben
ser consideradas con mucha seriedad para el diseño de las medidas de protección y
seguridad que deban tomarse.
Por todo lo anterior, los programas y acciones para la prevención y atención de la violencia
familiar, sexual y contra las mujeres deben contribuir a eliminar sus causas, atenuar las
condiciones que la favorecen y prevenir los factores de riesgo, mediante una infraestructura
de apoyo que proporcione a las mujeres que se encuentran en situación de violencia las
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condiciones mínimas para remontar su situación; por ejemplo, informarlas sobre sus
derechos y brindarles alternativas de asesoría legal y apoyo psicológico; enlazarlas con las
instituciones de atención existentes como refugios, oficinas de atención a la mujer y
organizaciones no gubernamentales especializadas e, incluso, explorar las alternativas de
obtención de ingresos y capacitación para lograr su autonomía económica.
MAGNITUD DEL PROBLEMA EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL
Según el Banco Mundial la violencia de género es responsable por uno de cada cinco días de
vida saludable perdidos (AVISA) por las mujeres en edad reproductiva y estudios recientes
destacan que es causa significativa de enfermedades y muertes femeninas, producto de
golpizas durante el embarazo, de violaciones conyugales, de abuso sexual en la niñez, de
abortos practicados en malas condiciones sanitarias, de esterilización forzadas, de carencias
alimenticias y de escaso acceso a los servicios de salud, entre otras.
Otros datos en el ámbito mundial, señalan que por lo menos una de cada cinco mujeres en
algún momento de su vida ha sido maltratada física o sexualmente por uno o varios
hombres. En muchos casos, en los que se incluyen mujeres embarazadas, niñas, jóvenes,
son objeto de ataques graves, sostenidos o repetitivos.
La organización Mundial de la Salud (OMS), por su partes, reportó que 40 estudios
cuantitativos llevados a cabo en 24 países durante el año 2000, revelaron que entre 20 y
50% de las mujeres entrevistadas habían sufrido violencia física por parte de su pareja y que
por lo menos una de cada cinco sufre violación o intento de violación en el transcurso de su
vida. Otro dato es que el tipo más común de abuso es la “violencia doméstica” o el maltrato
físico, emocional o sexual de las mujeres por parte de sus parejas íntimas.
Se estima que en América Latina y el Caribe, 50% de las mujeres sufre algún tipo de
violencia dentro de la familia, sin contar otras formas de violencia que afectan a las mujeres
y niñas en diferentes espacios sociales.
En 1993, un estudio de la Organización Panamericana de la Salud, (OPS), estableció que de
45 a 60% de los homicidios contra mujeres se perpetran dentro de la casa y que la mayoría
de estos homicidios son cometidos por el marido o el conviviente. Asimismo, los intentos de
suicidio son 12 veces más frecuentes entre mujeres que sufrieron violencia que entre las
que no la padecieron.
MAGNITUD DEL PROBLEMA EN MÉXICO
En México se están multiplicando los esfuerzos por contar con datos y estudios que
permitan conocer la magnitud y características de la VFSM, tanto por parte de las
instituciones académicas y civiles, como de las gubernamentales. Los indicadores con los
que se cuenta permiten describir las características y el impacto de la violencia.
La alta prevalencia de la violencia hacia las mujeres y hacia los niños y las niñas.
El alto porcentaje de hombres, generalmente el de la pareja, que son
responsables de la violencia contra las mujeres.
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Las diferentes manifestaciones de la violencia contra las mujeres tienen graves
consecuencias en su salud física y mental y atentan contra su integridad
personal.
La violencia física está ineludiblemente acompañada de la violencia psicológica
y, eventualmente, de la sexual.
La violencia sexual tiende a invisibilizarse en la medida en que es perpetrada por
una persona emocionalmente involucrada con la agredida.
Las mujeres en situación de violencia, generalmente sufren múltiples agresiones
en el tiempo y éstas suelen agravarse progresivamente, convirtiéndose esto en
un padecimiento crónico.
Los hombres que agreden a sus parejas con frecuencia muestran un alto control
de su comportamiento frente a otras personas.
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Capítulo 2
¿Cómo podemos ayudar a una mujer que nos dice que está siendo
maltratada?
Abordaje del hombre violento
PRIMERA ENTREVISTA
Cuando una mujer nos refiere una situación de maltrato, es importante (OMS, 1998; Salber,
2000):
a) Recibir a la paciente sola, escucharla, creerle e intentar que se sienta cómoda y
segura. El ser escuchada y creída puede ser para la mujer una experiencia
importante de reafirmación.
b) Asegurarle la confidencialidad de la visita: “Sepa usted que lo que me esta
diciendo es confidencial y quedará entre nosotras”.
c) Informarle de que el maltrato es un problema que afecta a muchas mujeres
puede ayudarla a disminuir el sentimiento de soledad y aislamiento.
d) Decirle que nadie merece ser maltratada, que ella no tiene la culpa.
e) Comentarle que precisa ayuda y se le puede ayudar, aunque no intervendremos
si ella no lo desea.
f) Explicarle que no es conveniente para ella que comente esta conversación con
su pareja (habitualmente el marido ha logrado el control sobre ellas,
obligándoles a contarle todo lo que hacen).
g) Empezar a explicarle que algunos de los síntomas que presenta son
consecuencia de la violencia que padece.
La escucha activa y comprensiva y el dar unas informaciones básicas constituyen
ya de hecho una intervención terapéutica que puede resultar de gran ayuda
para la mujer.
Además de esta mínima intervención, proponemos continuar para hablar
específicamente de su situación y ayudar a organizar el seguimiento. Cuando
una mujer confía en nosotras su situación de maltrato, este hecho en sí mismo
le supone un gran alivio. Si nos es posible, le ofreceremos seguir viéndola en
consulta, para valorar sus posibles necesidades tanto en materia de salud como
de trabajo, amigas, autonomía, etc., y seguir ofreciendo apoyo (Mc Cauley,
1998). Salir de una relación de maltrato es un proceso en general largo que
requiere una intervención continuada. Incluso si consideramos necesaria la
derivación a otros profesionales o instituciones, es necesario mantener el
seguimiento, ya que la derivación puede funcionar o no.
Es muy importante que la o el profesional en quien la mujer se ha confiado se
constituya siempre que sea posible en una persona de referencia a quien la
mujer puede acudir ante cualquier duda, siguiendo todo el proceso (Perlado y
Azpeitia, 1999). Aunque casi siempre necesitaremos de la asesoría y
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colaboración de otras profesionales, dado que en general la mujer presenta
necesidades múltiples y el seguimiento es complejo.
Si no nos consideramos con capacidades para ofrecer seguimiento a la mujer o
si no tenemos tiempo para ella, la orientaremos hacia la trabajadora social del
centro o hacia un centro de atención a mujeres.
En el caso de que no sea una paciente nuestra y estemos en un contexto de
Urgencias, o nos sintamos con inseguridad ente este problema, la
propondremos derivación a un centro de atención a mujeres o a una
profesional, con experiencia en intervención en situaciones de maltrato
(psicóloga, trabajadora social, etc.). Es deseable que nos aseguremos de que la
derivación ha funcionado y la mujer dispone de apoyos.
h) Debemos evaluar asimismo si está en una situación de peligro inmediato para
su vida, preguntándole directamente si cree que es seguro volver a su casa e
informándole de la Orden de protección.
i) Registro en la historia si la mujer está de acuerdo, del relato, de cómo se siente,
de cómo la percibimos y de la información que le devolvemos. Pueden
constituir un aportación importante si la mujer decide emprender una acción
judicial en ese momento o más adelante.
SEGUIMIENTO
a) Identificar, con la ayuda de la mujer, los diferentes tipos de maltrato a los que está
sometida. En la Tabla 7.1 se expone un posible test para la valoración de diferentes
tipos de maltrato, que podemos pasar en consulta. Además de ayudar a la mujer a
hablar, nos puede dar información no solo para caracterizar el tipo de maltrato, sino
también su gravedad. En nuestra experiencia es un instrumento útil, ya que a la
mujer maltratada espontáneamente le resulta muy difícil hablar sobre los diferentes
tipos de maltrato a los que está sometida y suele verbalizar solo una pequeña parte,
por pudor o desconocimiento.
El abordar todos los aspectos que constituyen el maltrato ayuda tanto a la mujer
como al profesional a conocer su verdadera dimensión.
b) A partir de los datos que ella nos ha dado, nombrar y devolver mínimamente
elaborados, los tipos de maltrato en los que se encuentra.
Debemos tener presente que puede ser difícil admitir que está en situación de
maltrato o negarlo por baja autoestima, lealtad a la pareja, vergüenza, no haber
otra forma de relación, etc. No se deben forzar mucho las resistencias.
c) Dar información a partir de lo que nos está diciendo sobre:
Los derechos de las personas, en especial de aquellos que ellas de forma
personalizada no se atreven a ejercer y legitimarlas para ello; por
ejemplo:“lo que te sucede es una violación; tienes derecho a negarte y si te
niegas no es faltarle a él, es hacerte respetar”.
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Sobre la escalada de la violencia, el ciclo de la violencia, situaciones de
riesgo, estrategias habituales del hombre violento, etc.
d) Valorar el grado de peligro que suele estar en relación con su sensación de riesgo.
Aunque hay ocasiones en las que las mujeres no valoran suficientemente el riesgo.
Si una mujer nos dice que corre peligro es preciso creerle.
e) Identificar las creencias erróneas (mitos y estereotipos) sobre el rol femenino, así
como señalar y cuestionar la justificación, protección y defensa que hace muchas
veces del hombre que las está maltratando. Ayudándole a ampliar su perspectiva.
f) Estimular que sea parte activa en resolver situación. Que sea ella misma la que diga
qué necesita y cómo desea ser ayudada. Puede ser útil peguntarle qué cree que
podría hacer para mejorar su situación (en el aspecto psicológico, físico, social,
económico…). Ellas mismas tienen, por lo general, ideas para mejorar algunos
aspectos de su situación, que por inseguridad no se han atrevido a realizar.
g) Estimularla en su propia autonomía y desarrollo, en especial frente a la figura
masculina y frente a la sociedad, desmitificar la necesidad de mantener la relación y
apoyarla para que comience a pensar y cuidar de su propio bienestar así como el de
sus hijas e hijos.
h) Favorecer contactos y derivar, si lo desea, a profesionales sensibilizadas/os con
experiencia en trabajar con mujeres en situación de maltrato. La mujer en situación
de maltrato en muchas ocasiones precisa no solo atención sanitaria, sino también
asesoría jurídica, laboral, psicoterapia, apoyo social, etc. Mantener seguimiento,
aunque derivemos a otras profesionales.
i) Favorecer que tenga proyectos y actividades propias, así como relaciones de
amistad con otras mujeres.
j) Considerar la posibilidad de derivar a grupos de mujeres de promoción de la salud o
desarrollo personal y autoayuda. O planteárnoslo como actividad del centro de
salud.
En el proceso de atención es preciso:
 Tener en cuenta sus temores y responder a ellos activando sistemas de seguridad
(ver plan de seguridad), no forzarlas a que tomen ninguna decisión, ni dar consejos;
en su lugar sugerir, ayudarla a reflexionar, proponer, pero manteniendo un respeto
en todo momento a su proceso para que sea ella quien tome sus propias decisiones.
 Evitar que se culpe, se autocritique, se reproche así como cualquier otra
autovaloración negativa. Por ejemplo: cuando las mujeres se califican a sí mismas
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como tontas, torpes, ignorantes, estúpidas…, devolverles que han actuado como
mejor han sabido o podido en su momento; si no ha funcionado es momento de
rectificar y aprender de ello, no de lastimarse más aún, tratándose mal así mismas.
 Permitir manifestaciones emocionales como llanto, rabia…, ya que lo contrario
supone para ellas un esfuerzo añadido a una situación ya en sí misma angustiosa.
 Evitar en lo posible interrupciones como llamadas de teléfono, que alguien entre en
consulta… Si sucede ser muy breve y pedir disculpas, indicar de antemano que no
está en nuestra mano evitarlo de forma absoluta. Que al menos perciba nuestra
sensibilidad ante su situación.
 No culpabilizar ni buscar culpables ni hacer juicios de valor (¿Porqué sigue con él?
¿Qué ha hecho usted para que él sea tan violento? Si usted quisiera realmente
acabar con la situación se iría). No interpretar, describiendo hechos y situaciones tal
como ellas mismas los dicen. Devolverles la realidad cuando mantienen ilusiones
absurdas, niegan o justifican.
 Favorecer su autoestima, señalándoles sus capacidades y logros.
 Evitaremos dar la impresión de que todo se va arreglar fácilmente.
En la figura 7.1 se resumen los aspectos básicos de la intervención.
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Figura 7.1. Continuación
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Tabla 7.1. Test de detección de tipos de maltrato
¿Controla continuamente su tiempo?
¿Es celoso y posesivo? ¿Le acusa de ser infiel y coquetear sin motivo?
¿Le desamina a tener elaciones con familiares o amigas o los
menosprecia o ridiculiza?
¿Le humilla o ridiculiza frente a los demás? ¿La insulta o amenaza?
¿Le dificulta estudiar o trabajar? ¿Decide las cosas que usted puede
hacer o no?
¿Controla sus gastos o la obliga a rendir cuentas?
¿No tiene en cuenta sus necesidades (le deja el peor sitio de la casa, lo
peor de la comida…)?
¿Le dice que a dónde va sin él y que no es capaz de hacer nada por
usted misma?
¿Ironiza sobre sus creencias o no las valora?
¿En ocasiones le produce miedo?
Cuando se enfada, ¿llega a empujarla o golpearla? ¿Desordena o
ensucia a propósito?
¿Rompe o destruye objetos de valor sentimental?
¿Compite con los hijos e hijas por su atención? ¿La desautoriza
habitualmente delante de ellas o ellos?
¿Insiste en tener relaciones sexuales a la fuerza aunque usted no tenga
ganas?
EN SITUACIONES DE URGENCIA
Siempre que atendamos a una mujer que ha sido agredida por su pareja, Le preguntaremos
que desde cuando viene ocurriendo y si piensa que es seguro volver a su casa. Si la mujer
piensa que corre peligro, le ayudaremos a decidir a dónde ir: a casa de un familiar, de una
amiga, a una casa de acogida. Le informaremos de la Ley que regula la protección de las
víctimas de violencia doméstica (Ley 27/2003 de 31 de Julio). Deberemos tener siempre a
mano un teléfono de referencia para ingresar en un refugio. Si no hay alojamiento en un
refugio, tendremos previsto qué hacer: ¿Vales para una pensión u hotel? ¿Admisión en un
hospital?
Preguntas que nos pueden ayudar a valorar la situación: ¿Dónde está el agresor?
¿Últimamente se han intensificado sus conductas abusivas? ¿Tiene él acceso a armas de
fuego o de otro tipo? ¿La ha amenazado con matarla? ¿Ella le cree?
Si ha pensado en ir con su familia o amigas, ¿tiene la seguridad de que no van a
confabularse secretamente con el hombre violento, permitiendo que él tenga acceso a ella,
al pensar equivocadamente que ayudan a salvar la familia?
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¿Dónde están los niños y niñas u otras personas a su cargo? ¿Cree que están seguros?
¿Tiene miedo de que estén en peligro si ella no regresa a casa?
¿Necesita intervención médica o psiquiátrica inmediatas? ¿Tiene ideas de muerte? ¿Ha
pensado en matarse? ¿Necesita psicoterapia en crisis urgente?
LA SEGURIDAD DE LA MUJER
En cada consulta, es conveniente evaluar el riesgo que corre la paciente (García-Moreno,
2002). Ello permite a la mujer percatarse mejor del peligro y a nosotros organizar mejor el
seguimiento y los dispositivos de ayuda a poner en marcha.
a) Preparar un plan por si necesita salir urgentemente de su casa (Salber, 2000)
Aunque en muchas ocasiones a la mujer en situación de maltrato le cuesta trabajo
percibir las posibles situaciones de peligro, la animaremos a tener preparados
documentos de la casa (títulos, seguros, documentos del coche, hipotecas), DNI,
permiso de conducir, pasaporte, certificados de nacimiento, libro de familia,
informes médicos, dinero, llaves, certificados, carnets, agenda, títulos, medicación
que esté tomando, teléfono móvil, número de teléfono y direcciones de agencias
comunitarias, familiares y amigas, etc., en una bolsa y guardarlos en casa de una
amiga o familiar de confianza. Que no tema dejar los bienes ni la casa, ya que su
persona vale mucho más que todo ello.
Debe decidir a dónde ir si tuviera que dejar urgentemente su casa y tener un plan
previsto para acudir allí.
b) Preparar qué hacer ante una agresión.
En el caso de que ocurriera una agresión la animaremos a alejarse cuanto antes e ir
a un lugar seguro. Si no pudiera alejarse, abrirá puertas y ventanas y gritará ¡fuego!
Que todo el mundo se entere en vez de callar, puede salvarla.
Puede acordar con hijas o hijos mayores, vecinas, amigas, familia o policía no estar
sola y aislada en la casa. Acordará una señal para usar si necesita ayuda inmediata.
Evitar ir con él a lugares aislados o que él la lleve en coche al lugar de trabajo e
incluso al centro de salud o al hospital para que la vea el personal sanitario, sobre
todo si esto sucede después de un episodio de agresión.
No tomar tranquilizantes ni otras sustancias que puedan disminuir sus reflejos.
c) Planificar la salida, si ha decidido dejarle.
No debe darle información sobre sus planes y se irá cuando la situación no cree
sospechas. Mantener en secreto dónde va, para que él no pueda encontrarla.
Preparar documentos importantes, escrituras, certificados, títulos.
Denunciar si forma parte de una estrategia mayor y cuidadosamente planificada y si
su seguridad puede quedar garantizada.
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d) Después de la separación.
Continuar alerta y mantener la protección. En la escuela deben saber que nadie,
salvo que ella lo autorice, puede recogerlos.
No conviene tener contactos con él y menos a solas o en casa; si lo hace, debe tener
siempre testigos. Si se pone violento, no intentar hacerle comprender, ni calmarlo,
lo adecuado es irse inmediatamente.
Si llama por teléfono y esta agresivo: conviene colgar el teléfono y comunicarlo a su
abogada y, si puede grabarlo. Es útil cambiar de número o filtrar las llamadas con un
contestador. Puede llegar correo ofensivo que conviene sea atendido por otra
persona.
EL TRABAJO GRUPAL
En la atención a mujeres en situación de riesgo o de maltrato es necesario considerar la
posibilidad de poner en marcha grupos de mujeres o derivarla a grupos de apoyo y
autoayuda (OMS, 2000) que puedan existir en nuestra zona o área de salud.
Entendemos por trabajo grupal aquel en el que:
 Hay tiempo para que las participantes expresen sus creencias, valores y
experiencias, e interactúen entre sí, para poner en contacto y compartir sus
distintos marcos de referencia.
 La coordinadora del grupo favorece la participación e interacción entre las
personas del grupo.
En nuestro país están teniendo lugar diversas experiencias de trabajo con grupos de
mujeres, puestas en marcha desde los Servicios de Atención Primaria y Salud Mental,
Ayuntamientos, Organizaciones No Gubernamentales, Asociaciones de Mujeres, etc.
(Nogueiras, 1999; Sanz, 1997; Calle, 1999; Millan, 2002 ; Távora, 2003) tanto con mujeres en
situación de maltrato como de quienes se encuentran en proceso de separación o que ya se
han separado o con quienes están en situación de malestar psicosocial (depresión,
ansiedad, somatizaciones, aislamiento social, etc.).
En el contenido de los talleres es importante abordar los estereotipos, expectativas sociales
y socialización de mujeres y hombres; los diferentes roles que realizamos, cómo percibimos
nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, las bases de las relaciones de pareja; el reparto de
responsabilidades; las relaciones afectivas, adaptación a los cambios y elaboración de las
pérdidas afectivas.
Al compartir sus experiencias en el grupo, y poder expresar sus vivencias libremente, sin ser
cuestionadas, las mujeres:
Comienzan a valorar su propia experiencia y la de las demás y adquirir seguridad
en ellas mismas.
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Se dan cuenta de que sus vivencias tienen aspectos comunes y de que no solo
es un problema de ellas individual, sino que tiene un origen social y se con la
educación que como mujeres han recibido. El darse cuenta de que no solo les
pasa a ellas les supone un gran alivio.
“A mí el grupo me ha ayudado a descargar mi dolor y ver que no estoy loca; que
lo mismo que sufro yo, sufren otras” “Yo creía que era yo sola la que tenía
problemas y he visto que la demás poco más o menos también los tienen”.
Clarifican sus propios pensamientos, sentimientos, y conflictos y les ayuda a
irlos elaborando, a irlos resolviendo.
Se dan cuenta de que ocupan un lugar dentro del grupo. Este se constituye en
un espacio propio, fuera de su familia, en el que se sienten a gusto y son
respetadas. Ello les ayuda a establecer relaciones significativas unas con otras y
salir de su aislamiento.
Desarrollan habilidades de comunicación y escucha. Al ser diferentes entre ellas
encuentran distintas formas de relacionarse, de solucionar conflictos, de tomar
iniciativas, etc.
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Capítulo 3
El trabajo social con mujeres maltratadas
Intervención individual
INTRODUCCIÓN
A las personas en nuestra cultural se les socializa de forma diferente según determinadas
variables como son: clase social, económica… pero una variable crucial es la del sexo: las
personas nacidas mujer no reciben la misma socialización de las nacidas varón, y esto
determina que las personas de distinto género se comporten y reaccionen de manera
diferente, y los mensajes, valores y actitudes que reciben sean distintos.
Existe una interacción importante entre lo individual y lo social, estos factores influyen en la
actitud de las personas, y a la hora de intervenir con ellas los debemos tener presentes, se
podrían distinguir tres aspectos:
Los macrosociales son de amplio alcance y se encuentran en el conjunto de la sociedad:
Creencias y valores culturales.
Concepción acerca del poder y de la obediencia.
Actitudes hacia el uso de la fuerza.
Legitimación institucional de la violencia.
Los modelos violentos (medios de comunicación) y la impunidad de los mismos.
Los microsociales, son los que tenemos en el entorno más inmediato:
Problemas económicos.
Desempleo.
Dependencia física o psíquica.
Autoritarismo
Baja autoestima
Los psicosociales, todo aquello de lo que el individuo dispone o ha adoptado (habilidades,
actitudes, valores, conductas…) como única forma de resolver problemas.
Estos tres tipos de factores se relacionan mutuamente, así pues, las personas, los grupos y
colectivos sociales también influyen en lo macrosocial y pueden modificarlo. Las influencias
son mutuas y los procesos de interrelación son dinámicos.
Además la violencia se aprende, se va instalando poco a poco en las relaciones desiguales,
no es algo que empieza de un día para otro. Toda acción violenta genera más violencia,
tanto para los agentes activos (agresores) como para las pasivas (agredidas), esta es la causa
fundamental de la intervención, que además debiera ir hacia ambos agentes.
Existe otro tipo de violencia, de la que me parece importante hacer una breve mención, es
la institucional, (directa o indirectamente) como puede ser:
Lentitud en los procesos.
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Descoordinación en las instituciones y entre los/las profesionales.
Pasividad y/o ausencia de implicación profesional.
Falta de realismo y de formación.
LA INTERVENCIÓN SOCIAL
“La intervención social, es todo esfuerzo consciente, organizado y dirigido, individual o
colectivo, que tiene como fin actuar sobre el medio social, para mantener una situación,
mejorarla o transformarla. Es realizado por trabajadores sociales con personas, grupos o
comunidades con el fin de alcanzar determinados resultados” (Diccionario de E. Ander-egg).
El/la trabajadora social interviene a tres niveles:
 Nivel de intervención preventiva: en la promoción de la salud y la prevención de la
enfermedad.
 Nivel de intervención en riesgo: cuando existe un peligro importante para la
persona/familia, sea este consciente o no de la situación.
 Nivel de intervención en crisis: Cuando se desarrolla el problema, estos momentos
son privilegiados para que se produzca reorganización o estancamiento.
La diferencia entre estos tres niveles viene dada por la mayor o menor incidencia que
tengan en la persona las consecuencias.
La entrevista
Entrevista, es el espacio para que sucedan cosas, salga la angustia, el problema, las dudas…
acuden al profesional porque quieren algo, quizás no es lo que verbalizan… vergüenza,
pena, culpa…
Si hay una demanda, ¿por qué viene?, ¿qué necesidades tiene?, (quizás ni ella misma lo
sabe, se cree que su relación de pareja es “normal”, es lo que ella conoce y vive) es algo tan
común y tan cotidiano que muchas mujeres, y profesionales ni reparan en ello, quizás no
estaría de más incluirlo en todas las entrevistas, de una manera directa o indirecta,
conociendo los mecanismos que toda persona tiene para no reconocer y asumir que es
víctima de maltrato, y mucho más difícil aún para la persona que tiene una conducta
agresiva hacia la mujer.
Habilidades a destacar
Atención: que la persona perciba que nos interesa lo que dice. Física: contexto,
(ambiente adecuado), personal (reconocimiento verbal), postural (distancia
correcta, contacto visual). Psíquica: observación, (atención a la conducta no verbal,
coherencia o no con lo que dice). Escucha activa: (captar el contenido sustancial y el
sentimiento del momento).
Acogida: Transmitir interés, confianza, calidez y seguridad (llama por el nombre,
asentir, respeto, quizá es la primera y la única vez que pueda hablar, darse cuenta
de que puede cambiar, aceptación)
Escucha: decodificar adecuadamente el lenguaje verbal del no verbal, comprender
el contenido del mensaje.
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Respuesta: comunicar a la persona que se ha captado su mundo emocional y
vivencial, mejora el autoconocimiento y la responsabilidad.
Actitudes que deben desarrollarse durante todo el proceso de intervención
Empatía: capacidad de percibir y comprender lo que piensa y experimenta la
persona, y comunicarle esta comprensión en un lenguaje que entienda. Escucha
selectiva de mensajes. Permanecer conectado con la persona pero no fundido con
su afectividad.
Veracidad en la relación: armonía y coherencia entre la relación verbal y no verbal.
Relación directa con contacto visual, no influenciada por situaciones externas a la
entrevista. La veracidad implica también decir la verdad a la persona, hacerlo de la
forma adecuada y en el momento oportuno.
Tolerancia y acogimiento: al profesional le corresponde tolerar su situación de
sufrimiento y no exigir una actitud personal impecable. La mujer debe percibir que
es acogida globalmente con la esperanza de resolver su situación.
Capacidad de contención: el profesional se debe mantener íntegro/a y sostenerla,
la contención es el elemento central y no es posible si el/la profesional se funde en
la emocionalidad de la paciente. Debe tener la tranquilidad suficiente como para
darle seguridad.
Capacidad de poner límites: calidez firme, marcar límites en la relación, hasta
donde puede y debe llegar como profesional, que no puede abordar y tratar de
resolver todos los problemas.
Mantener la diferenciación: no perder la diferencia de posiciones entre profesional y
paciente. La caída en aparentes relaciones amiguistas, paternalistas o maternalistas,
o incluso seductoras hacen perder los papeles a ambos. Como profesional lo que
pone en juego es su saber y sus recursos globales.
Aspectos, que debemos tener presentes en la intervención
Propiciar que las mujeres se responsabilicen en la búsqueda de soluciones.
Cuidar el lenguaje y el estilo personal.
Trabajar el consentimiento de la mujer.
Objetividad.
Ser conscientes de las potencialidades de la situación.
No buscar culpables ni culpabilizar.
Tener presente el contexto social de la familia.
No utilizar tono de censura o de valoración culpabilizadora.
Acompañar y orientar a la mujer durante todo el proceso.
Dar refuerzos positivos.
Devolver continuamente la realidad a la mujer.
No juzgar ni prejuzgar conductas.
Debemos ser conscientes de las limitaciones en el momento de la intervención, ya que nos
encontramos con una serie de obstáculos (desde la falta de medios, vivienda, problemas de
salud, hijos menores, hasta la escasa colaboración en muchos casos de las personas
afectadas…) en lo que el profesional no puede incidir directamente.
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INTERVENCIÓN DEL/LA TRABAJADOR/A SOCIAL EN ATENCIÓN PRIMARIA
“El trabajo social en salud, es la actividad profesional que tiene por objeto la investigación
de factores psicosociales que inciden ene l proceso de salud-enfermedad así como el
tratamiento de los problemas psicosociales que aparecen en relación a las situaciones de
enfermedad, tanto si tienen que ver con su desencadenamiento como si se derivan de
aquellas situaciones”. (Amaya Ituarte Tellaeche).
El objetivo de nuestra intervención es la atención social a la mujer, sin perder la objetividad
y la neutralidad, respetando en todo momento sus límites y sus códigos, -aunque no se
compartan- ya que son los suyos y hasta ahora le han servido para salir adelante. Todo ello
hasta que conozca otras alternativas y pueda elegir las que mejor se adapten a sus
necesidades y le sirvan para superar la crisis en la que se encuentra inmersa.
Los objetivos específicos que nos planteamos en la intervención con la mujer son los
siguientes:
Contribuir al análisis del problema que le afecta.
Fomentar la motivación de la mujer, para que sea agente de su propio cambio.
Potenciar el desarrollo de habilidades para afrontar la situación.
Apoyar durante todo el proceso en la toma de decisiones.
Favorecer una adecuada utilización de los recursos comunitarios.
Antes de empezar a trabajar con ella es importante tener presente que muchas mujeres con
las que entramos en contacto, antes de haber llegado a nuestra consulta, han intentado
buscar ayuda por su cuenta, con amigos, miembros de la familia, líneas telefónicas de
servicio permanente, programas de radio… Y en estas experiencias es fácil que se hayan
sentido juzgadas, acusadas, no creídas, presionadas para tomar decisiones. Y en algunos
casos puede ser que la ayuda haya dado como resultado que la situación empeore.
Por ello, las intervenciones para que sean eficaces, desde un punto de vista terapeútico, son
aquellas en las cuales hacemos que la mujer se sienta segura y a salvo, no enjuiciándola, ni
acusándola, ni presionándola, remarcando su fortaleza y valor, respetando la valoración que
ella hace de la situación que vive y aportándole (si creemos que en ese momento puede
escuchar) información sobre otras posibilidades, formas de vida y los recursos disponibles.
Para concretar haré un breve recorrido sobre los diferentes momentos de la intervención
una vez que la mujer ha llegado (derivada o a demanda) a la consulta de la trabajadora
social.
Investigación
Es una parte inicial del proceso, que intenta situar al y a la profesional ante lo que está
viviendo la mujer y su familia.
Además, sirve para que tanto él y la profesional como la mujer definan cuál es la situación
en la que se encuentra, y qué factores de riesgo y de protección tiene en ese momento. Es
decir, no solamente identificar y definir los factores de riesgo, sino también las capacidades
protectoras, los recursos personales y su red natural de apoyo.
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También sirve para ir señalando a la mujer qué tipo de apoyo y ayuda va a encontrar en
nuestro equipo y cuáles fuera de él.
Definición del problema con la mujer
Interpretar y consensuar con ella la situación en la que se encuentra (dificultades y
capacidades) de sí misma.
Es imprescindible poner nombres y apellidos a lo que está sucediendo, a ella y a su entorno,
sin emplear conceptos vejatorios, pero tampoco adornar los problemas de tal forma que
escondan la trascendencia social y legal de las situaciones de riesgo, y de los daños físicos,
psíquicos y sexuales que se pueden estar produciendo en la mujer.
Al mismo tiempo podemos ir identificando las posibilidades de cambio, en el momento que
comienza a verbalizar y elaborar lo que pasa, ya está empezando a entrar en un proceso de
cambio, a veces el/la profesional está tan pendiente de su objetivo final y de resultados, que
el camino que ella va haciendo, no lo percibe ni lo valora.
TRATAMIENTO PSICOSOCIAL Y/O DERIVACIÓN
Una vez definida la situación, decidimos, conjuntamente con la mujer, si se trata de una
situación susceptible de abordar desde el servicio de trabajo social, o si debe ser derivada a
un servicio especializado.
Cualidades de una derivación
Información previa sobre el recurso que va a utilizar, y orientación sobre su
funcionamiento.
Coordinación previa con el/la profesional que le va a recibir. Lo que derivamos es
toda la relación y confianza que la mujer ha puesto en las/los profesionales, y no un
informe o un expediente. Se trata de que ella vea la continuidad de la intervención y
no comenzar de nuevo a contar toda su vida.
Seguimiento con el profesional o el equipo que la está tratando, y si es posible
también con ella, debe mantenerse una relación coordinada y fluida entre ambos
servicios. Cuando no existe una buena coordinación y relación, transmitimos
inconscientemente a la mujer nuestro desacuerdo con la valoración o la
intervención del otro equipo o profesional, y sembramos en ella la duda, la
desconfianza y la confusión, elementos que no la van a ayudar precisamente a
resolver sus problemas.
Una adecuada derivación debe dejar claro a la mujer las puertas a las que puede
dirigirse si nuevas dificultades o situaciones de crisis lo hacen necesario.
Tratamiento psicosocial
Una vez definida con ella la situación en la que se encuentra y los problemas que debe
abordar, vamos planteando proyectos/objetivos fácilmente alcanzables, ya que el proceso
es mucho más eficaz si empezamos con éxitos que con fracasos, a medida que la mujer vaya
avanzando irá introduciendo objetivos que la llevarán a cambios mayores. No basta
únicamente que los defina, sino que los vaya asimilando, (con la cabeza y con el corazón) y
así ira viendo la capacidad de reorganizar su vida.
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En el proceso de reorganización además de los avances también se irán dando retrocesos,
pero la función del profesional es actuar de espejo, recordándole la situación de partida y
los cambios efectuados. Al hablar de reorganización hago referencia al apoyo que las
mujeres necesitan para irse dotando de instrumentos que les permitan abordar por sí
mismas los problemas que se les presenten en un futuro.
Las mujeres deben sentirse apoyadas en sus decisiones. Cuando se enfrentan con multitud
de obstáculos y barreras (no olvidemos que eso les ocurre con facilidad) para conseguir su
seguridad, una mujer maltratada puede tomar la decisión de pararse, y adoptar una actitud
pasiva, que ha sido la estrategia que ha utilizado durante mucho tiempo, y la que más
conoce.
Aquí como profesionales no debemos confundirnos creyendo que una mujer
parada/inactiva es igual que una mujer que no tiene interés por salvarse, y no debemos
tomar la misma actitud que ellas, independientemente de sus decisiones, debemos
continuar batallando con la mejor manera de apoyarlas, manifestando interés por su
seguridad, por su vida diaria, el deseo y la disposición a seguir buscando soluciones que
mejoren la vida de ella y sus hijas e hijos, respetando en todo momento su ritmo y darle
espacio para que reaccione y tome decisiones.
Los contenidos abordados durante el proceso de apoyo social son:
Área personal (autoconcepto, autoestima y habilidades personales)
Área relacional (relaciones interpersonales e integración en el entorno social).
El tratamiento de apoyo social debe estar encuadrado dentro de un espacio adecuado y un
tiempo programado previamente:
Espacio: despacho de la trabajadora social, o el domicilio.
Tiempo: entrevistas de 30 a 45 minutos máximo.
Periodicidad: semanal o quincenal, la duración será en función de la evolución.
En la fase final debe quedar claro que:
 El planteamiento de vida es el que la mujer quiere fijarse.
 Como profesionales la hemos ayudado a recorrer el proceso, pero ahora debemos
respetar dicho planteamiento.
 Por otro lado debemos ser conscientes que el medio sociocultural de la mujer marca
también determinados valores y estilos de vida, que pueden ser diferentes a los del
profesional.
No debemos juzgar el éxito de nuestra intervención por las acciones o decisiones que tome
la mujer. Una mujer corre mayor riesgo de ser agredida cuando toma la decisión de
abandonar la relación con el hombre violento, por lo que puede pasar mucho tiempo hasta
que lo haga o puede no hacerlo.
Puede que resulte frustrante para los y las profesionales que la mujer permanezca con un
hombre agresor, pero si se tiene la convicción de haber reconocido y validado
correctamente la situación de ella, y de haber ofrecido los recursos, la información y el
apoyo adecuados, se puede confiar en que se ha hecho todo lo que se podía para ayudarla.
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DETECCIÓN DEL MALTRATO PSICOLÓGICO
Además de estos aspectos voy a hacer unas breves anotaciones sobre la dificultad de la
intervención con la mujer que padece maltrato psicológico, por ser el más difícil de detectar,
además de ser sobre el que menos información existe, y el que más mujeres lo padece.
Desde el ámbito sociosanitario, como servicio de entrada de todo tipo de población,
tenemos más posibilidades de detectarlo y, por lo tanto, de trabajarlo.
La intervención no puede ser tan precoz como deseamos, ya que las que lo padecen y los
profesionales no lo asumen en muchos casos como un maltrato, y en ocasiones no son
conscientes de que lo vienen soportando, y tampoco el propio agresor es, en muchos casos,
consciente, de que con su actitud de poder está maltratando a la mujer, hasta que no se
transforma en un maltrato físico.
La gravedad del maltrato psicológico no es tanto que pueda ser la antesala del físico, sino
que en sí mismo es algo altamente pernicioso para la salud y el equilibrio emocional de
quien lo sufre y de quienes rodean a las que lo padecen.
Si yo como mujer desconozco mis derechos, no sé cuándo se está cometiendo abuso de
poder, sea en la esfera laboral, social, privada… Difícilmente voy a poder cambiar mi vida y
con ello mi entorno.
DENUNCIAS O PARTE DE LESIONES
Si bien es cierto que denunciar una situación de violencia nos permite avanzar, a nivel social,
en la visibilización de la violencia y en castigo a los hombres violentos, a diario vemos a
muchas mujeres que no quieren o no pueden hacerlo.
Informaremos a la mujer de que el maltrato es un delito y que tiene derecho a denunciarlo.
Y analizaremos con ella las posibles ventajas e inconvenientes, (porque depende mucho de
quien posteriormente juzgue el hecho) apoyándola y respetándola en la decisión que tome.
Es importante que esta decisión sea tomada con tranquilidad, sin coacción y en el momento
que ella considere.
La denuncia no resuelve el problema. Antes de denunciar, es imprescindible que la mujer
esté en un proceso de recuperación personal y haya decidido aspectos concretos sobre su
futuro, y tenga una estrategia preparada para empezar a realizar cambios en su situación.
Debe ser además convenientemente asesorada en la formulación y tramitación de la
denuncia, si desea realizarla.
La mujer debe saber sobre la conveniencia de no retirar las denuncias, ante la promesa de
los hombres agresores de cambiar. En muchas ocasiones el único objetivo que ellos
persiguen es la retirada de la misma. Es necesario leer siempre la denuncia antes de
firmarla, en ella, la mujer incluirá todo aquello que considere importante y que no se haya
recogido.
Acompañar a la denuncia informes médicos, sociales, psicológicos, de servicios de urgencias.
Estas estrategias deben haber sido trabajadas previamente con la mujer y elaboradas por
ella, nunca por profesionales.
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Aconsejable realizar
Si la mujer ha optado por formular denuncia, debe tener presente algunos aspectos:
1. No informar al agresor de lo que piensa hacer, ni de los planes que ella está
elaborando. Cuando ella ha tomado esta decisión, él la siente distinta y la acosa a
preguntas, debe estar preparada, y dar algún razonamiento que no levante
sospechas.
2. No tomar sustancias que afecten a la capacidad de razonar y tomar decisiones,
aunque se encuentre muy nerviosa.
3. Informar sólo a un número reducido de personas sobre las decisiones que ha
tomado acerca de lo que piensa hacer.
4. Preparar una serie de documentos que es necesario llevar consigo (libro de familia,
escritura de la vivienda, contrato de trabajo, DNI, tarjeta sanitaria, agenda, informes
médicos, tarjetas del banco, el dinero en efectivo que haya podido reunir, ropa,
medicamentos, llaves de casa…).
Con respecto al parte de lesiones o notificación judicial (esto sobre todo si hay menores)
que debemos hacer como profesionales cuando acude una mujer que ha recibido malos
tratos, me gustaría comentar que considero muy importante especificar las lesiones
detectadas, transcribir lo que ella manifiesta (no somos quien para dudar de su palabra),
explicarle la utilidad de dicho documento, y sobre todo hacerlo por ayudar a la mujer y no
únicamente por “cubrirnos las espaldas”, como se oye en muchas ocasiones.
También quiero aclarar que estoy totalmente en contra de comunicarlo o hacer una
denuncia, si la mujer no da su consentimiento, o en ese momento no puede tomar la
decisión de sí quiere o no hacerlo. Me parece prioritario el respeto y la confidencialidad de
la persona, (a la que nos debemos como profesionales), debemos intentar analizar con ella
qué se puede hacer para mejorar su situación.
Se dice que como profesionales sociosanitarios tenemos la obligación legal de hacer una
denuncia en caso de lesiones importantes y si la vida de la persona peligra, o cuando
consideren que la víctima no está capacitada para tomar decisiones, pero yo estoy de
acuerdo con el Colegio de Médicos de Barcelona, que considera que, en los casos de
agresiones, ha de ser la propia víctima la que ha de denunciar los hechos, y como
profesionales apoyarle. En los casos que la denuncia sea independiente a la actuación
posterior de la mujer o ella no esté de acuerdo, puede resultar perjudicial para los intereses
de la paciente, e decir desde mi punto de vista no es aconsejable hacerla, a no ser que ella
lo solicite, ya que la estrategia de intervención debe ir en la línea de trabajar con ella y para
ella, nunca en contra.
No obstante, se haga o no la denuncia, debemos tener en cuenta que aquí no finaliza
nuestra intervención, siempre se debe plantear, bien darle una nueva cita, o informarle de
recursos o derivarle a profesionales especializados en violencia de género.
Tampoco está indicada la recomendación de una terapia de pareja, ni la medicación
familiar, ya que ambos miembros de la pareja no están en igualdad de condiciones y se
puede agravar el problema.
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Capítulo 4
Aspectos legales del maltrato
El que las mujeres y los profesionales pongamos en conocimiento de la autoridad judicial las
situaciones de maltrato va a permitir que avancemos a nivel social, tanto en hacer visible la
violencia de pareja como en que los hombres violentos reciban castigo. Sin embargo, las
cosas no son tan fáciles cuando trabajamos con las mujeres individualmente.
Abordamos aquí las cuestiones legales en un doble aspecto; el de las mujeres y su derecho a
denunciar y nuestro deber como profesionales hacia el ordenamiento jurídico y hacia las
mujeres.
Queremos compartir y debatir con ustedes nuestras experiencias, reflexiones y dudas.
REFLEXIONES GENERALES
Hemos constatado que en la mayoría de las ocasiones lo que las mujeres quieren es romper,
terminar con la situación de violencia que vienen padeciendo, pero no quieren denunciar. Y
no podemos olvidar que para ello no es imprescindible acudir a la vía penal mediante la
interposición de una denuncia.
Nuestra legislación civil prevé la posibilidad de separarse y ello puede llevarse a acabo,
tanto por un procedimiento judicial de mutuo acuerdo o a petición de un cónyuge con el
consentimiento del otro, como por un procedimiento sin acuerdo o “contencioso”, pero en
ningún caso es necesario que exista, previamente a la demanda de separación, una
denuncia por malos tratos físicos o psicológicos.
Una de las causas legales de separación es la conducta injuriosa o vejatoria de un cónyuge al
otro, así como el cumplimiento de los deberes conyugales de respecto y ayuda mutua.
En la actualidad y probablemente a raíz de las campañas contra los malos tratos, en
ocasiones, se confunden los problemas que llevan consigo una mala relación de pareja con
el maltrato psicológico y se pueden llevar a la jurisdicción penal, cuestiones que deben ser
resueltas en la vía civil, esto es, en los procesos de separación.
Incluso, en ocasiones puede ser más disuasorio para llegar a una separación pactada el
miedo a que se interponga una denuncia y que la justicia penal entre a juzgar, que el
resultado de un juicio en vía penal con una sentencia absolutoria, pues a nuestro criterio,
este resultado puede reforzar la actitud de los hombres violentos.
En todo proceso penal se aplicará siempre por los juzgadores el principio de presunción de
inocencia: toda persona es inocente mientras no se pruebe lo contrario. Por lo tanto, si no
tenemos pruebas suficientes de una situación de maltrato y es probable que el resultado de
la denuncia sea una sentencia absolutoria, habrá que plantearse seriamente si la denuncia
es o no procedente.
Evidentemente, cuando una mujer quiere terminar con una relación de pareja es porque no
se siente bien tratada, pero como profesionales es nuestra obligación intentar objetivar la
situación, teniendo muy en cuenta que si detectamos que la mujer tiene miedo los más
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importante es impedir que se pueda poner en peligro su seguridad y/o la de sus hijos e hijas.
En ocasiones la mera presentación de una denuncia, si la respuesta policial o judicial no es
inmediata, y lamentablemente no suele serlo, la situación de riesgo se acentúa.
Como profesionales de la salud tenemos la obligación de recomendar las medidas
preventivas más eficaces para la protección efectiva de las mujeres, y si ella tiene miedo a la
reacción que pueda provocar en su pareja la denuncia, la primera medida a adoptar debe
ser la efectiva separación: poner distancia con el agresor antes que este sepa que la mujer
está dispuesta a terminar la relación.
Existen hoy centros de recuperación y casas de acogida para las mujeres maltratadas a las
que pueden acudir, si el caso lo requiere, pero la decisión ha de ser tomada por ella,
siempre con el debido asesoramiento, tanto social como psicológico y jurídico.
En ocasiones podemos detectar que, si bien hay malos tratos, la mujer no tiene miedo a su
pareja, a la reacción que esta puede tener si ella decide separarse, sino a la separación en sí
misma y, en ese caso, quizá lo más adecuado es que reciba el debido asesoramiento jurídico
para poder separarse de la manera más rápida y eficaz posible.
En fin, a nuestro entender, es sumamente importante que las mujeres que deciden
separarse, antes de llevar a cabo ninguna actuación ante los tribunales, tengan a su
disposición el asesoramiento adecuado del o de la profesional del derecho que va a hacerse
cargo de todo el proceso hasta su finalización. Las mujeres deberían poder tomarse el
tiempo necesario para decidir qué profesional va a hacerse cargo de una cuestión de tan
vital importancia para ella como es su futuro y el de su familia. En cualquier caso, es
necesario advertir a la mujer en situación de maltrato, que no comente sus planes con su
pareja, pues habitualmente ello le produce gran cólera, que en muchas ocasiones ha
conducido a no pocos hombres a herir o matar a la mujer e incluso a las hijas e hijos; ya que
no pueden aceptar que ella haga su propia vida.
LAS DENUNCIAS DE LAS MUJERES
En los protocolos y folletos redactados en los últimos años por las instituciones sanitarias y
sociales se induce a la mujer a denunciar si está sometida a violencia por parte de su pareja.
Aunque nos parece que debemos informar a las mujeres de que el maltrato es un delito, de
que tiene derecho a denunciar y a asesoría jurídica gratuita, y recomendarles que se
asesoren convenientemente en una Asociación de Mujeres o un Centro de Atención a
Mujeres, lo cierto en que nos encontramos con que, cuando una mujer está inmersa en una
situación de maltrato, habitualmente está debilitada física y psíquicamente, lo que dificulta
tomar decisiones inmediatas y tiene miedo, muchas veces fundado, pues aún no se están
poniendo muchas veces medidas de protección inmediatas de la mujer por parte del
sistema policial y/o judicial cuando ellas denuncian –como es la detención del agresor y
puesta a disposición judicial para que pueda acordarse la orden de protección-.
Otros miedos de la mujer tienen que ver con las amenazas de él, con el futuro de ella y de
sus hijas e hijos y con la pérdida de la familia en cuya creación puso todo su empeño:
“Yo quiero a mi marido. No quiero que vaya a prisión, ni que pierda su trabajo. Solo quiero
que deje de pegarme”.
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“Él me ha pedido perdón y me ha prometido cambiar. Creo que debo darle otra
oportunidad”.
“Me ha dicho que si se lo cuento a alguien va a llevarse a los niños”.
“El solo me pega cuando bebe. Yo quiero seguir ayudándole a que deje de beber”.
“No quiero vivir con él, yo no sabría vivir sola. Tengo miedo”.
“Él es doctor. No quiero que esto afecte a su carrera. Y no quiero que nadie sepa que él me
pega”.
Creemos que es importante que la decisión de denunciar la tome la mujer con tranquilidad,
sin presiones, y lo haga en el momento que ella considere.Nuestra atención consistirá en
analizar con ellas las ventajas y los riesgos, recomendar la asesoría jurídica y respetar lo que
decida.
Las ventajas de separarse de él son muchas (recobrar la salud y la confianza) en ella misma,
vivir independientemente y tranquila, salir del aislamiento, terminar con las humillaciones,
etc.). Antes de denunciar la mujer debe saber que existen también inconvenientes y riesgos:
puede ser que no la tomen en serio, que la culpen o no la crean, que él aumente las
amenazas, que él aumente las amenazas, que el sistema jurídico no garantice su seguridad,
etc. Lo más importante es que favorezcamos que la mujer pueda iniciar un proceso de
recuperación personal, haya decidido aspectos concretos sobre su futuro y tenga una
estrategia preparada para empezar a cambiar su situación.
Si la mujer decide no denunciar creemos que es importante respetar su decisión.
En el caso de que inicie una demanda de separación y/o una denuncia, redactaremos un
informe médico en el que se describa claramente el relato del maltrato (a ser posible con las
propias palabras de la mujer), la duración y evolución; los síntomas físicos y psíquicos que
presenta, la relación que a nuestro juicio presenta su situación con sus problemas de salud y
el tratamiento que ha venido siguiendo. Si hay otras profesionales atendiendo o que han
atendido a la mujer, le recomendaremos que solicite un informe.
PARTE DE LESIONES
En México existe la obligación legal de poner en conocimiento de la autoridad judicial la
existencia de lesiones que presumiblemente provengan de una agresión. Sin embargo, en
nuestra experiencia, la mayoría de las mujeres que están siendo sometidas a violencia física
no desean denunciar ni que nadie lo sepa. Otras veces denuncian una paliza como si fuera
un hecho puntual y como desconocen la dinámica de los malos tratos, ante las amenazas o
las promesas de cambiar de él retiran la denuncia; lo que origina en el hombre mayor
sensación de poder y control y en ellas de desvalimiento y de no valer nada. Además, las
mujeres muchas veces necesitan un tiempo largo para su recuperación física, y sobre todo
psíquica, antes de poder decidir qué quieren hacer y cómo van a reorganizar su vida.
Aunque es importante que cuando atendamos a una mujer sometida a malos tratos
registremos en la historia clínica los hechos que nos está comentando, y ofrecer a la mujer
un parte de lesiones cuando estemos ante una situación de maltrato físico agudo, antes de
redactarlo y enviarlo al juez, creemos que es preciso tener presente los deseos de la mujer y
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respetar la confidencialidad a los que nos debemos, como profesionales. En caso contrario,
quebraríamos la necesaria relación de confianza entre la mujer y nosotras y, por tanto, la
protección emocional que tanto necesita y que todo entorno sanitario debe garantizar.
Puesto que la relación de maltrato no es un hecho puntual, aunque la mujer a veces acuda
para que la atendamos por las agresiones físicas recibidas, no debemos olvidar preguntar
desde cuándo vienen ocurriendo las agresiones y otros tipos de malos tratos, así como
indagar por otros síntomas psíquicos que presenta. Si nos referimos exclusivamente a las
agresiones y al estado emocional del momento, estaremos minimizando las repercusiones
de la violencia en la salud de la mujer.
Es muy importante también que la mujer, antes de denunciar, reciba asesoría jurídica y
apoyo psicológico para poder analizar y tomar decisiones sobre su relación de pareja y su
vida.
Una situación excepcional sería aquella en la que a nuestro juicio ella o sus hijas o hijos
corran un grave peligro y observemos que no está en condiciones de darse cuenta de ello.
Aún y así, nos parece que lo fundamental sería persuadirla de que debe acudir a un lugar
seguro y ayudarla en las gestiones necesarias. Y no actuar en lo posible en contra de los
deseos de la mujer.
INFORME MÉDICO
Es un documento importante como prueba judicial, tanto si la mujer decide denunciar como
si no lo desea hacer, en la previsión de que pueda hacerlo más adelante. O si decide iniciar
un procedimiento de separación.
Aspectos a tener en cuenta en la redacción
1. Debe reflejar desde cuándo comenzaron los malos tratos. En España el Código Penal
contempla como delito la violencia física o psicológica que se ocasiona con
habitualidad.
En nuestra experiencia, cuando una mujer nos refiere estar en una situación de
malos tratos (psíquicos o físicos), estos se han venido dando a lo largo de bastante
tiempo, habitualmente años; no es nunca un hecho puntual.
2. Características de los malos tratos y evolución de los mismos. Reflejaremos los
diferentes tipos de violencia a las que está siendo sometida: verbal, psicológica,
ambiental, social física, etc., describiéndolas en el informe con las propias palabras
de la paciente.
3. Síntomas físicos y psíquicos o lesiones que ha presentado o presenta. Duración y
evolución de los mismos. Diagnóstico y tratamiento que ha requerido y si ha
precisado derivación a otros servicios.
4. Nuestro juicio clínico sobre la relación que presentan los síntomas con el maltrato.
El informe debe ser leído a la mujer antes de su redacción definitiva. En muchas ocasiones
ella no desea que consten en el mismo, aspectos de los malos tratos que le hace sentirse
humillada o avergonzada. (No suelen desear que consten actos de violencia sexual a los que
se ha visto sometida).
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Seremos cuidadosas y lo escribiremos con letra clara, de modo que cualquier otro
profesional y la autoridad judicial puedan entenderlo.
Responsabilidades legales del personal de salud en el marco de la
atención a la violencia
MARCO GENERAL
El tratamiento de la violencia contra las mujeres está regulado por ordenamientos legales,
que definen las obligaciones del personal de salud y les dan certeza sobre las posibilidades y
límites de su participación en la atención a las mujeres en situación de violencia.
La prestación de los servicios de atención médica es una obligación legal establecida en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de Salud y el
Reglamento de la Ley General de Salud en materia de Atención Médica. En conjunto, tales
ordenamientos señalan que la atención médica es una forma de garantizar el derecho a la
protección de la salud.
De acuerdo con esos mismos ordenamientos, las usuarias de los servicios de salud que
afrontan riesgos médicos, deben ser eficaz y diligentemente atendidas por el personal
disponible, para resolver el riesgo que enfrentan.
Las diversas omisiones, negligencias o descuidos previsibles o deliberados del personal de
salud en el proceso de atención médica acarrean responsabilidades deducibles mediante
distintas vías (civil, penal o administrativa), y cuyo grado y sanción será determinado por
autoridad competente, de acuerdo con las circunstancias del hecho (por ejemplo, la
disponibilidad de recursos materiales, la previsión o diligencia de quien preste el servicio, la
asunción o no de maniobras médicamente indicadas, etcétera.) y las consecuencias
finalmente resentidas por las usuarias.
Las normas oficiales mexicanas, por su parte, ofrecen diversos lineamientos de atención que
deben ser asumidos por el personal de salud de acuerdo con el tipo de atención específica
que las usuarias requieran. En la medida en la que estas Normas Oficiales fijan criterios o
contienen catálogos de maniobras médicamente indicadas para resolver o remontar algún
peligro en la salud, fijan obligaciones para el personal que presta los servicios de salud; la
falta de seguimiento de los lineamientos establecidos en las normas se puede traducir en los
diversos tipos de responsabilidad médica profesional.
OBLIGACIONES SUSTANTIVAS DEL PERSONAL DE SALUD EN LA ATENCIÓN A VIOLENCIA
El personal de salud en la atención a mujeres en situación de violencia debe actuar
conforme a lineamientos establecidos en leyes, reglamentos y normas. Entre estas
obligaciones se encuentran:
1. Atención médica de la violencia familiar
La atención médica de la violencia familiar, es el conjunto de servicios que se proporcionan
con el fin de promover, proteger y restaurar la salud física y mental de las usuarias y los
usuarios involucrados en situación de violencia familiar; incluye la promoción de relaciones
no violentas, la prevención de la violencia familiar, la detección y el diagnóstico de las
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personas que viven esa situación, la evaluación del riesgo en el que se encuentran, la
promoción, protección y restauración de su salud física y mental a través del tratamiento o
referencia a instancias especializadas. El instrumento normativo que regula la atención
médica en materia de violencia familiar es la NOM-046-SSA2-2005.
Lineamientos para la actuación:
Todas las instituciones, dependencias y organizaciones del Sistema Nacional
de Salud que presten servicios de salud deberán otorgar atención médica a
las usuarias o los usuarios involucrados en situación de violencia familiar, los
cuales pueden ser identificados desde el punto de vista médico, como la
usuaria o el usuario afectado, el que pudo haber realizado el maltrato, y el
involucrado indirectamente en este tipo de situaciones, ya que todos éstos
en algún momento pueden requerir la prestación de los servicios de salud.
Incluye la promoción, protección y restauración de la salud física y mental a
través del tratamiento, rehabilitación o referencia a instancias
especializadas, información de medidas médicas alternativas si el caso lo
requiere y, cuando sea solicitado y las condiciones lo permitan, la
promoción y restauración de la salud de los probables agresores.
El personal de salud proporcionará la información y atención médica a
quienes se encuentran involucrados en situaciones de violencia familiar,
debiendo referirlos, cuando se requiera, a otros servicios, unidades médica,
instituciones y organismos con mayor capacidad resolutiva, con el fin de
lograr precisión diagnóstica, continuidad del tratamiento, rehabilitación, así
como apoyos legal y psicológico para los cuales estén facultados.
La prestación de servicios de salud deberá realizarse de conformidad con el
manual de procedimientos apropiados, con el fin de aplicar de manera
adecuada la ruta crítica de la usuaria o el usuario involucrados en la
situación de violencia familiar.
La atención médica otorgada a quienes se vean involucrados en situación de
violencia familiar deberá ser proporcionada por prestadores de servicios de
atención médica sensibilizados y capacitados.
En la atención de las personas usuarias involucradas en situación de
violencia familiar, quienes presten servicios de salud deberán apegarse a los
criterios de oportunidad, calidez, confidencialidad, honestidad y respeto a
su dignidad.
CRITERIO DE OPORTUNIDAD
Brindar un tratamiento adecuado e inmediato es una obligación del Estado. El criterio de
oportunidad se vulnera cuando no se ofreció en su caso la atención médica requerida,
dentro de los márgenes de paciencia y técnica razonables o, en su defecto, no se realizaron
todas las acciones médicas y humanas indispensables para preservar la salud del paciente.
Para posibilitar y fortalecer mecanismos que fortalezcan este criterio, se establecen
procedimientos precisos a utilizar y sistemas de evaluación preventiva.
Quienes presten servicios de salud no pueden excusarse de brindar atención médica cuando
esté en peligro la vida, un órgano o una función, sin distingo de cualquier tipo, por lo que
están obligados a realizar las maniobras necesarias con el propósito de estabilizar las
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  • 1. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 1 Presentación El Manual Operativo para la Prevención, Detección y atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud, es una selección de estrategias extraídas de la experiencia de nuestra organización en la atención centrada en las necesidades específicas de quienes viven en contextos de violencia. Este Manual plantea las acciones para la atención a la violencia desde el ámbito de salud. El Manual está organizado en tres secciones: I. Marco de referencia. II. Atención médica. III. Prevención.
  • 2. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 2 Capítulo 1 Conceptos básicos sobre la violencia familiar, sexual y contra las mujeres MARCO GENERAL Definiciones sobre la violencia familiar, sexual y contra las mujeres. La Norma Oficial Mexicana NOM-046-SSA2-2005, Prestación de Servicios de Salud. Criterios para la atención médica de la violencia familiar, define en el numeral 4.27 como violencia familiar “al acto u omisión, único o repetitivo, cometido por un miembro de la familia en contra de otro u otros integrantes de la misma, sin importar si la relación se da por parentesco consanguíneo, de afinidad, o civil mediante matrimonio, concubinato u otras relaciones de hecho, independientemente del espacio físico donde ocurra.” La definición contempla no sólo daños físicos, sino también psicológicos y sexuales independientemente de la existencia de lesiones visibles, y no limita la violencia al ámbito del hogar sino que contempla la posibilidad de que la misma ocurra en lugares públicos como las calles, los medios de transporte, los centros de trabajo. La violencia entre los miembros de las familias es un fenómeno muy extendido que debe visibilizarse a través del personal de salud capacitado para su detección, y de acciones de promoción que permitan que las mujeres identifiquen las diversas formas de la violencia familiar y sexual para generar alternativas de solución al problema. La violencia es producto de las relaciones asimétricas de poder entre las personas, así como de las desigualdades sociales, y esto explica por qué hay personas o grupos que son más susceptibles de vivir en situaciones de violencia. No es casual que las mujeres, las niñas y los niños, los discapacitados, los ancianos, las ancianas, los indígenas, las personas con opciones sexuales diferentes sean más vulnerables a la violencia por su propia condición. Debido a la posición de subordinación que ocupan en la sociedad, y que se reproduce a través de la ideología y de las instituciones, estas personas se vuelven más vulnerables a los abusos de poder y, por lo tanto, están más expuestas a la violencia. La Norma Oficial Mexicana NOM-046-SSA2-2005 identifica como “grupos vulnerables a las niñas, niños, adolescentes mujeres embarazadas o personas en situaciones especialmente difíciles, adultos mayores; hombres y mujeres con enfermedad física o mental discapacitante, o en desventaja física, económica o cultural.” Si bien cualquier miembro de la familia –mujer u hombre- puede ser susceptible de sufrir agresiones por parte de otro –también de cualquier sexo- hay suficientes evidencias que muestran que son las niñas, los niños y las mujeres quienes mayoritariamente viven situaciones de violencia. Es por ello que este fenómeno ha sido reconocido como un problema de salud pública tanto en México como en el ámbito internacional. Existen muy diversos términos y expresiones para referirse al problema de la violencia contra las mujeres. Es frecuente escuchar hablar de las mujeres maltratadas o mujeres golpeadas, de violencia doméstica o violencia intrafamiliar y violencia basada en el género.
  • 3. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 3 Después de una minuciosa revisión de la literatura existente y para los efectos de este Modelo, además de la que establece la NOM-046-SSA2-2005, México reconoce las definiciones que expresan los consensos alcanzados en el ámbito internacional y que describen las múltiples dimensiones del problema. “La violencia contra la mujer es cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” Asimismo, se establece que la violencia contra las mujeres: “Es consecuencia del orden de género que se establece en la sociedad, orden socialmente construido que determina una jerarquía y poder distintos para ambos sexos. Según este orden las mujeres se encuentran en una posición subordinada frente a los hombres, los que a su vez ejercen poder sobre ellas de distintas maneras, siendo la violencia una manifestación de ese poder. Este orden es avalado y mantenido por el conjunto de la sociedad, a través de las costumbres, las leyes e instituciones. La discriminación y la violencia hacia las mujeres es aceptada socialmente porque forma parte del sistema social establecido.” “La violencia contra las mujeres, en cualquiera de sus formas, a lo largo del ciclo de vida y tanto en el ámbito público como privado, constituye una violación de los derechos humanos. Es también un obstáculo para la equidad y un problema de justicia. Por las graves implicaciones que tiene para la salud de las mujeres, debe ser considerada una prioridad de salud pública.” La importancia de las definiciones citadas radica en que establecen que las causas de la violencia contra las mujeres provienen de un orden social basado en las diferencias de poder y la jerarquía existente entre hombres y mujeres, que es un problema relacionado con la justicia y la equidad social. TIPOS DE VIOLENCIA: DEFINICIONES OPERATIVAS En el Modelo Integrado se distinguen los siguientes tipos de violencia: Violencia física. Se refiere al uso de la fuerza física o de armas en ataques que lesionan o hieren como golpear, asfixiar, morder, arrojar objetos contra la otra persona, patear, empujar, utilizar un arma, como un revólver, cuchillo u objeto punzo cortante. El abuso físico suele agravarse a lo largo del tiempo y puede culminar con la muerte de la mujer. La NOM-046-SSA2-2005 lo reconoce como maltrato físico y lo define como “el acto de agresión que causa daño físico”. Es la forma más evidente de violencia, sin embargo las consecuencias psicológicas pueden ser más graves que las secuelas físicas de la violencia. Violencia psicológica. Es el abuso emocional, verbal, maltrato y menoscabo de la estima hacia una o unas personas, mediante críticas, amenazas, insultos, comentarios despectivos y manipulación por parte del agresor. La NOM-046-SSA2-2005 la reconoce como “la acción u omisión que provoca, en quien lo recibe, alteraciones psicológicas o trastornos psiquiátricos:”
  • 4. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 4 Es preciso destacar que frecuentemente las diferentes expresiones de la violencia se presentan de manera combinada, sobre todo con la psicóloga que acompaña al resto de las formas de agresión. Algunos ejemplos de abuso psicológico son: Menospreciar o humillar frente a otras personas. Gritar, insultar, ofender. Celar, ejercer control. Aislar de la familia y amigos. Amenazar o dañar a personas o cosas queridas. Maltratar o dar muerte a los animales domésticos. Amenazas de golpes o muerte. Amenazar con quitar los hijos y las hijas. Aunque la violencia psicológica es la que se da en mayor medida, está presente en todas las demás formas de violencia; es necesario identificarla cuando se presenta de manera única, puesto que es a la que se le pone menos atención y requiere un tratamiento específico. Abandono.“Es el acto de desamparo injustificado, hacia uno o varios miembros de la familia con los que se tienen obligaciones que derivan de las disposiciones legales y que ponen en peligro la salud.” Maltrato sexual. La NOM-046-SSA2-2005, define el maltrato sexual como “la acción u omisión mediante la cual se induce o se impone la realización de prácticas sexuales no deseadas o respecto de las cuales se tiene incapacidad para consentir.” Se refiere al acto que con fines lascivos cometa una persona de cualquier sexo contra otra para obligarla a realizar actos sexuales sin su consentimiento, con o sin fines de cópula, valiéndose de su posición jerárquica, derivada de relaciones laborales, docentes, domésticas o cualquiera otra que implique subordinación, así como sometimiento por fuerza física o moral. Este concepto incluye todas las formas de coerción sexual, por ejemplo: el hostigamiento, la imposición forzada de determinadas prácticas sexuales tales como el manoseo, la exposición a la pornografía, etcétera. Comprende acciones que obligan a una persona a participar en actos sexuales sin su consentimiento; incluye el sexo forzado incluso por razones económicas, la violación durante una cita lo que puede incluir la administración de alcohol y drogas; la violación marital, la violación por grupos de hombres (pandilleros); el incesto; el embarazo forzado; el tráfico en la industria del sexo. Se incluyen las relaciones sexuales forzadas dentro del matrimonio. Es importante aclarar que la violación es el uso o amenaza de uso de fuerza física o coacción emocional, para penetrar en los orificios vaginal, oral o anal de una persona sin su consentimiento. Asimismo, el ataque sexual en un contacto sexual que no cuenta con el consentimiento de la mujer y no necesariamente incluye penetración. En la mayoría de los casos, el atacante es alguien que la mujer conoce y tanto la violación como el ataque sexual pueden ocurrir por única vez o continuamente.
  • 5. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 5 La violencia sexual es la que permanece más oculta, particularmente la que ocurre en la familia contra las mujeres y niños o niñas. Violencia Económica. Se refiere al control del dinero, a no informar el monto de los ingresos familiares y a impedir el acceso a ellos. Violencia Patrimonial. Se refiere al control del patrimonio, herencia o bienes materiales de la pareja o hijos. Violencia Institucional. Este tipo de violencia ha sido definido como una forma específica de abuso que las instituciones, privadas o públicas, cometen hacia las personas, se genera en dos niveles y puede causar daño físico o emocional: 1. De la institución hacia sus propios trabajadores. 2. De la institución hacia usuarios de los servicios que dicha institución presta. Este último tipo de violencia incluye la negación del tratamiento, no referir a otros servicios, suministro deliberado de información defectuosa o incompleta, largas esperas injustificadas o discriminatorias para ser atendidas en las instalaciones, maltrato verbal, negación de medicamentos y atención, manejo del dolor como generador de culpa. Amnistía Internacional ha señalado que los actos de violencia contra la mujer que causan dolor o sufrimiento físico mental o grave, y que pueden ser prevenidos por los Estados, son prohibidos por la convención de la ONU contra la Tortura y Otro Tratamiento o Castigo Cruel, Inhumano o Degradante. LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA La violencia es parte de nuestra realidad. Todas las personas, en diferentes contextos geográficos, políticos y culturales, con independencia de su condición económica, edad, etnia y sexo son objeto de violencia en sus múltiples expresiones cotidianas. La violencia está presente en todas partes, en las calles, las escuelas, los centros de trabajo y en los hogares. Los medios de comunicación nos muestran todos los días imágenes o descripciones de hechos violentos. El uso de la violencia es motivo de preocupación y reprobación social que se expresa en el rechazo a la guerra, el genocidio, el homicidio, el terrorismo. Sin embargo, estos fenómenos son valorados de distinta manera, según el contexto ene l que se presentan y los grupos sociales a los que afectan. Lo que en una sociedad o en un determinado momento histórico es considerado violento, puede no serlo en un contexto distinto. La aceptación, tolerancia o sanción de las conductas violentas varía de una sociedad a otra y se modifica en el tiempo, al modificarse las creencias y los valores. Más aún, en nuestra sociedad se expresan de manera simultánea manifestaciones ambivalentes de reprobación y tolerancia ante la violencia, en particular hacia algunas de sus manifestaciones y ámbitos de ocurrencia. El uso ancestral de la violencia como un mecanismo para la resolución de conflictos entre personas, grupos y naciones ha llevado a su interpretación como un rasgo inevitable de la conducta humana. Esta idea de que la violencia es un rasgo inherente a la naturaleza humana impide la comprensión de sus causas y limita las posibilidades de su prevención y de la atención a sus consecuencias. La violencia es un comportamiento aprendido que tiene sus raíces en la cultura, en la forma como se estructuran y organizan las sociedades. La utilización de la violencia como un mecanismo para reducir los conflictos se aprende desde la niñez y se transmite de una
  • 6. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 6 generación a otra a través de la familia, los juegos, la educación, el cine, los medios de comunicación, etcétera. Si bien la violencia se ejerce de muchas maneras y sus consecuencias se manifiestan en daños de diversa índole, todos los actos violentos –ya sea entre personas, grupos, comunidades o países-, tienen en común el objetivo del sometimiento y el control de la otra parte, es decir, el ejercicio del poder mediante la fuerza.  El Informe Mundial sobre la violencia y la Salud publicado en 2002 por la Organización Mundial de la Salud, define la violencia como “el uso deliberado de la fuerza física y el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.” “Para que una conducta violenta sea posible, tiene que darse una condición: la existencia de cierto desequilibrio de poder, que puede estar definido culturalmente o por el contexto, o producido por maniobras interpersonales de control de la relación.” El poder se puede definir como la habilidad de las personas o grupos de provocar la obediencia de otras personas o grupos. Para ejercer el poder, las personas o grupos que lo detentan deben poseer recursos superiores a los que tienen las personas que obedecen, recursos que éstos valoran y necesitan. Los recursos se refieren no sólo a bienes materiales o al dinero, sino también a la aprobación social, al prestigio, a los servicios, a la seguridad, etcétera. La violencia contra las mujeres, en particular la que es infligida por la pareja, es frecuentemente explicada por razones individuales, es decir por características específicas tanto de la persona que agrede como de la que es agredida. Con esto se tiende a pensar que la violencia es ocasionada por el abuso del alcohol y las drogas por parte del agresor. También existe la percepción, muy generalizada, de que la violencia contra las mujeres en el contexto familiar es un fenómeno exclusivo de las familias o comunidades pobres. Estas creencias son erróneas. El abuso de alcohol y drogas son factores que influyen o que favorecen el surgimiento de la violencia, pero no son su causa. De igual manera, la pobreza, el desempleo, la falta de acceso a la educación, el hacinamiento, la falta de disponibilidad de bienes y servicios y la carencia de recursos, no son por sí mismos causas de la violencia, son factores que configuran condiciones de vida y situaciones que la propician y la favorecen; sin embargo, la violencia afecta a las personas, hogares y comunidades de todas las condiciones sociales y niveles de ingreso.  El poder se puede definir como la habilidad de las personas o grupos de provocar la obediencia de otras personas o grupos. Para ejercer el poder, las personas o grupos que lo detentan deben poseer recursos superiores a los que tienen las personas que obedecen, recursos que estos valoran y necesitan. Los recursos se refieren no sólo a bienes materiales o al dinero, sino también a la aprobación social, al prestigio, a los servicios, a la seguridad, etcétera. La diversidad de situaciones sociales y de historia personales configura los factores de riesgo de violencia que requieren explicaciones que no se limiten al campo de acción y
  • 7. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 7 conocimientos de los distintos profesionales que pueden poner mayor énfasis, ya sea en las patologías individuales o en aspectos del entorno social. La atención integrada de la violencia contra las mujeres requiere que el problema sea comprendido de manera integral e integrada, es decir, que se refiera a las características de las personas involucradas en el problema, agresores y quienes viven situaciones de violencia, y también al contexto en el que se desenvuelven, para identificar las necesidades y las capacidades de atención en los diferentes servicios que se requieren. LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UNA MANIFESTACIÓN DE LAS INEQUIDADES La violencia que se ejerce contra las mujeres ha sido considerada por mucho tiempo como algo “natural” y de carácter privado. No ha sido sino hasta muy recientemente cuando el movimiento de mujeres, aunado a la preocupación y acción de los gobiernos, ha hecho visible el problema y lo han posicionado en la agenda pública. El origen de la violencia contra las mujeres se encuentra enraizado en las creencias que tienen las sociedades sobre las mujeres y los hombres. En México, como en casi todo el mundo, persisten las creencias sobre lo que deben se los comportamientos femeninos y masculinos con base en estereotipos muy marcados: a esto se le llama roles o construcción de género. Se suele pensar que las mujeres son por naturaleza dulces, sumisas, sentimentales y pasivas, y que los hombres son fuertes, activos, agresivos y dominantes. Con base en estas creencias se justifica que los hombres impongan su voluntad y autoridad sobre las mujeres, incluso recurriendo a la violencia. El comportamiento masculino de dominación y control no es natural, es resultado de la construcción de los géneros y sus relaciones que van modelando las actitudes y conductas diferenciadas entre unos y otras.  El término género se refiere a las diferencias de comportamiento, de actividades y de actitudes de mujeres y hombres, que tienen su origen en la educación y la cultura. Dichas diferencias no están determinadas por la biología, sino que son resultado de las creencias sociales sobre lo que deben ser las mujeres y los hombres. El mayor valor que la sociedad asigna a los hombres ha originado una posición de desventaja para las mujeres que se traduce en un menor acceso a recursos, oportunidades y toma de decisión. El género da cuenta de las relaciones entre hombres mujeres caracterizadas por la asimetría de poder. La violencia contra las mujeres es una expresión de las desigualdades de género. Las actitudes de violencia hacia las mujeres se deben a la exaltación y la valoración social de ciertas características consideradas como masculinas y, por lo tanto, no deben ser juzgadas como patológicas.Las mujeres, por su parte, asumen y reproducen los roles de sumisión y subordinación socialmente aceptados como parte de la feminidad. Tales conductas son resultados de un entorno social que avala el poder y la autoridad de los hombres sobre las mujeres. Como resultado, estas desigualdades limitan la posibilidad de las mujeres para desarrollar y ejercitar sus capacidades, para su propio beneficio y para el conjunto de la sociedad. Por ello, la atención a la violencia contra las mujeres desde la perspectiva de género implica reconocerla como un problema que se explica por la posición de desventaja social de las mujeres frente a los hombres. Significa tomar en cuenta las características e historias
  • 8. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 8 personales de mujeres que viven en situación de violencia y sus agresores, sin perder de vista el contexto social en el que ocurre la violencia. LA VIOLENCIA SE VIVE Y APRENDE EN TODOS LOS ÁMBITOS DE LA VIDA, INCLUYENDO LA FAMILIA En nuestra sociedad prevalece una imagen idealizada de familia a la que se percibe como el núcleo básico indivisible (madre, padre, hijo e hijas) que convive en armonía y amor. Sin embargo, esta imagen contrasta con la realidad cotidiana de un espacio en el que se expresan, simultáneamente, relaciones de colaboración y conflicto y en el que con frecuencia el poder se ejerce por cualquier medio, aun en contra de los derechos individuales. La experiencia muestra que justamente en el ámbito familiar es donde se registra la mayor prevalencia de violencia contra las mujeres y que es un hombre afectivamente cercano, generalmente la pareja, quien la inflige. La creencia de que la familia debe ser preservada a toda costa implica la negación de la realidad del contexto familiar que, con frecuencia, se encuentra muy alejado del ideal e impide dar una atención adecuada al problema de la violencia que ocurre en las familias y a las consecuencias que tiene para la salud física y mental de quienes viven en situación de violencia. Existe una gran variedad de familias y de arreglos de convivencia que es necesario tener en cuenta para comprender el contexto personal, cultural y afectivo en el que ocurre la violencia. La diversidad de familias está determinada por las distintas formas de convivencia y por el tipo de relaciones que establecen las personas que la componen. Las familias pueden estar formadas por personas que tienen lazos legales, de parentesco consanguíneo o vínculos afectivos que le dan cohesión y sentido de pertenencia a un grupo de personas. Muchas familias están formadas por una pareja -ya sea en matrimonio legal o no- y las hijas e hijos solteros; otras están compuestas por la madre o el padre y los hijos e hijas solteros. Otras formas de convivencia son las familias extensas formadas por una o varias parejas con hijos e hijas, otros parientes como abuelas o abuelos, tíos y tías, e incluso algunas personas que no son parientes. Existen familias compuestas por parejas divorciadas o separadas con los hijos de matrimonios anteriores y, en algunos casos, con hijos comunes. Las parejas de homosexuales, ya sean de hombres o de mujeres, con o sin hijos e hijas, también son otra forma de familia. No todas las familias se forman con base en una pareja, algunas se constituyen con personas que conviven juntas por lazos de amistad y afecto y comparten gastos y responsabilidades. No debe suponerse que la violencia familiar sólo ocurre en un determinado tipo de hogar y ésta debe ser considerada como tal, con independencia de la forma que adopte la familia en la que se origine el problema. El ejercicio de la autoridad se convierte comúnmente en generador de violencia como mecanismo de control de los hombres hacia los demás integrantes de la familia, particularmente hacia las mujeres. La rigidez de las jerarquías y el apego a las creencias respecto a lo que deben ser los comportamientos de mujeres y hombres son elementos que se deben considerar para evaluar el riesgo de violencia contra las mujeres en la familia. Es necesario enfatizar que existe una doble moral sobre la violencia en el ámbito doméstico que a la vez la rechaza socialmente y la justifica o tolera porque ocurre entre las cuatro paredes de la vivienda. Esta visión de la violencia dentro del hogar como un asunto privado
  • 9. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 9 sustenta la idea de que no se debe intervenir y contribuye al agravamiento del problema. Por ello es necesario insistir en que la violencia contra las mujeres en la familia es un problema público a pesar de que suceda, la mayoría de las veces, en la esfera de lo privado. EL MODELO ECOLÓGICO AYUDA A LA COMPRENSIÓN INTEGRAL DEL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA La violencia contra las mujeres no se puede atribuir a una sola causa, es un problema que obedece a factores sociales, psicológicos, legales, culturales y biológicos. El modelo denominado ecológico –recomendado por especialistas en el tema- enfoca el problema desde la perspectiva de los distintos contextos en los que se desarrolla una persona, y ayuda a identificar los distintos niveles en los que se manifiesta la violencia, los factores que influyen en ella, y proporciona un marco para explicar la interacción entre dichos factores.(Figura 1) De acuerdo con este modelo, los factores que influyen en la probabilidad de experimentar o cometer violencia interactúan en cuatro niveles: El nivel individual de las personas. Se refiere a los antecedentes personales que influyen en el comportamiento del individuo y en sus relaciones. Se consideran en este ámbito las experiencias de maltrato sufrido en la niñez o de presencia de episodios violentos, el aprendizaje de la resolución de conflictos por medios violentos, la baja autoestima tanto de las mujeres que viven en situación de violencia como de los hombres violentos. El nivel familiar/relacional. Es el contexto de las relaciones más cercana del individuo en el que el abuso tiene lugar, generalmente la familia u otra relación de trato íntimo, la pareja, las amistades. Se refiere a las relaciones familiares autoritarias que se expresan en el control masculino de los bienes y de la toma de decisiones dentro de la familia, y a los conflictos conyugales como factores predictivos de la violencia. El nivel de la comunidad. Se refiere a la influencia de valores, usos, costumbres y dinámicas de organización comunitaria que establecen y refuerzan el aislamiento de las mujeres, la falta de apoyo social, la tolerancia y legitimación social de la violencia. En este nivel se encuentran las instituciones y estructuras sociales en las que se desarrollan las relaciones sociales y las características que incrementan el riesgo de actos violentos. Las instituciones son el medio de reproducción de las creencias, normas sociales y estereotipos prevalecientes sobre las mujeres y los hombres, por ejemplo, la escuela, los medios de comunicación, la Iglesia, el ámbito laboral, las instituciones recreativas, los organismos judiciales y de seguridad, etcétera. La pobreza y el desempleo son también factores que inciden en condiciones que favorecen la presencia de la violencia. La falta de una legislación y servicios para las mujeres en situación de violencia, así como la atención inadecuada que las agrede aún más son elementos explicativos. El aislamiento de las mujeres, tanto de la comunidad como de la familia, y la impunidad de los agresores, contribuyen a la reproducción del problema.
  • 10. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 10 El nivel de la sociedad. Es el contexto más amplio y se refiere a factores relativos al medio económico y social, a las formas de organización de la sociedad, a las normas culturales y a las creencias que contribuyen a crear un clima en el que se propicia o inhibe la violencia. Está relacionado con los mecanismos de socialización, formales y no formales, que articulan y refuerzan las relaciones de poder; que pregonan los esquemas de autoridad y subordinación para hombres y mujeres, respectivamente; que toleran el castigo físico a las mujeres y a las niñas; que estimulan y aceptan la violencia como medio para resolver los conflictos; que sostienen y defienden la ubicación de las mujeres como “propiedad” de los hombres. Se refiere a las relaciones desiguales de poder entre ambos en todos los ámbitos; a las ideas sobre la obediencia, a las concepciones sobre la familia y los derechos y deberes de sus integrantes. En este nivel se ubican las políticas públicas en diversos ámbitos (económicas, educativas, sanitarias y sociales) que contribuyen a mantener las desigualdades entre los diferentes grupos de la sociedad. Como se puede observar en la figura 1, la superposición de los cuatro niveles ilustra la forma como los factores de cada nivel influyen entre sí y muestra sus interacciones. El análisis mediante el modelo ecológico permite advertir que la atención de la violencia contra las mujeres debe comprender múltiples medidas mediante la participación de una adversidad de actores e instituciones, para con ellos abarcar los diferentes niveles en los que se manifiesta.
  • 11. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 11 EL CICLO DE LA VIOLENCIA La violencia tiene profundos efectos psicológicos que deterioran la autoestima, provocan sentimientos de impotencia e inhiben la capacidad de las mujeres para tomar decisiones respecto a la situación en la que viven. A esta incapacidad que desarrollan las mujeres para enfrentar la situación en la que se encuentran se le ha denominado síndrome de indefensión aprendida, que se a las actitudes de aceptación, culpa y pasividad que suelen ser interpretadas erróneamente como falta de voluntad para enfrentar las agresiones. La dependencia económica de las mujeres, el miedo a las represalias, la esperanza de que las conductas violentas del agresor cambiarán cuando él muestra arrepentimiento, son mecanismos que intervienen en la reproducción de la violencia. La autoincriminación de la agredida y la creencia de que la conducta de la pareja depende se su propio comportamiento, es otro de los mecanismos de su reproducción. “La mujer permanece en el ciclo de la violencia hasta que pierde la esperanza.” Las conductas violentas contra el componente femenino de la pareja generalmente aparecen desde que inicia la relación, y se agravan con el paso del tiempo. Es común que estas conductas se extiendan a otros miembros de la familia, sobre todo a las niñas y los niños, los que a su vez aprenden a comportarse violentamente o a tolerar el abuso. Existe una creencia, muy extendida, que sostiene que las mujeres que viven en situación de violencia tienen cierta responsabilidad en ella, es decir, la provocan o la propician y, además, la toleran porque les gusta. No es así. Estas apreciaciones impiden la comprensión acerca de la enorme dificultad e incluso la imposibilidad de las mujeres para romper con el ciclo de la violencia sin ayuda externa. Como se ilustra en la Figura 2, el ciclo de la violencia tiene varias etapas: acumulación de tensión, contención, violencia explícita, remordimiento, promesas y reconciliación.
  • 12. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 12 El aislamiento en el que se mantienen las mujeres que viven en situación de violencia, les impide percibir formas alternas de vida y de relaciones interpersonales, por lo cual, la asumen como lo “normal” hasta que tienen acceso a medios que les permitan tomar conciencia de las afecciones y las afectaciones. La comprensión de estos efectos de la violencia es crucial para quienes prestan servicios de salud, ya que ubica el problema en su justa dimensión y evita, ya sea la minimización del problema o la culpabilización de las mujeres por la violencia de la que son objeto. Es importante saber que la violencia suele agravarse cuando la mujer determina poner fin a la relación, hacer una denuncia o iniciar los trámites de divorcio, ya que al enfrentar la pérdida de control y sometimiento de la mujer, el agresor adopta actitudes extremas. Otros factores como el embarazo, el uso de anticonceptivos, el aborto –ya sea espontáneo o provocado-, el nacimiento de hijos no deseados o del sexo femenino y la decisión de la mujer de buscar un trabajo pueden también ser factores para que los niveles de la violencia aumenten. Las percepciones de riesgo de las mujeres que acuden a solicitar apoyo deben ser consideradas con mucha seriedad para el diseño de las medidas de protección y seguridad que deban tomarse. Por todo lo anterior, los programas y acciones para la prevención y atención de la violencia familiar, sexual y contra las mujeres deben contribuir a eliminar sus causas, atenuar las condiciones que la favorecen y prevenir los factores de riesgo, mediante una infraestructura de apoyo que proporcione a las mujeres que se encuentran en situación de violencia las
  • 13. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 13 condiciones mínimas para remontar su situación; por ejemplo, informarlas sobre sus derechos y brindarles alternativas de asesoría legal y apoyo psicológico; enlazarlas con las instituciones de atención existentes como refugios, oficinas de atención a la mujer y organizaciones no gubernamentales especializadas e, incluso, explorar las alternativas de obtención de ingresos y capacitación para lograr su autonomía económica. MAGNITUD DEL PROBLEMA EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL Según el Banco Mundial la violencia de género es responsable por uno de cada cinco días de vida saludable perdidos (AVISA) por las mujeres en edad reproductiva y estudios recientes destacan que es causa significativa de enfermedades y muertes femeninas, producto de golpizas durante el embarazo, de violaciones conyugales, de abuso sexual en la niñez, de abortos practicados en malas condiciones sanitarias, de esterilización forzadas, de carencias alimenticias y de escaso acceso a los servicios de salud, entre otras. Otros datos en el ámbito mundial, señalan que por lo menos una de cada cinco mujeres en algún momento de su vida ha sido maltratada física o sexualmente por uno o varios hombres. En muchos casos, en los que se incluyen mujeres embarazadas, niñas, jóvenes, son objeto de ataques graves, sostenidos o repetitivos. La organización Mundial de la Salud (OMS), por su partes, reportó que 40 estudios cuantitativos llevados a cabo en 24 países durante el año 2000, revelaron que entre 20 y 50% de las mujeres entrevistadas habían sufrido violencia física por parte de su pareja y que por lo menos una de cada cinco sufre violación o intento de violación en el transcurso de su vida. Otro dato es que el tipo más común de abuso es la “violencia doméstica” o el maltrato físico, emocional o sexual de las mujeres por parte de sus parejas íntimas. Se estima que en América Latina y el Caribe, 50% de las mujeres sufre algún tipo de violencia dentro de la familia, sin contar otras formas de violencia que afectan a las mujeres y niñas en diferentes espacios sociales. En 1993, un estudio de la Organización Panamericana de la Salud, (OPS), estableció que de 45 a 60% de los homicidios contra mujeres se perpetran dentro de la casa y que la mayoría de estos homicidios son cometidos por el marido o el conviviente. Asimismo, los intentos de suicidio son 12 veces más frecuentes entre mujeres que sufrieron violencia que entre las que no la padecieron. MAGNITUD DEL PROBLEMA EN MÉXICO En México se están multiplicando los esfuerzos por contar con datos y estudios que permitan conocer la magnitud y características de la VFSM, tanto por parte de las instituciones académicas y civiles, como de las gubernamentales. Los indicadores con los que se cuenta permiten describir las características y el impacto de la violencia. La alta prevalencia de la violencia hacia las mujeres y hacia los niños y las niñas. El alto porcentaje de hombres, generalmente el de la pareja, que son responsables de la violencia contra las mujeres.
  • 14. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 14 Las diferentes manifestaciones de la violencia contra las mujeres tienen graves consecuencias en su salud física y mental y atentan contra su integridad personal. La violencia física está ineludiblemente acompañada de la violencia psicológica y, eventualmente, de la sexual. La violencia sexual tiende a invisibilizarse en la medida en que es perpetrada por una persona emocionalmente involucrada con la agredida. Las mujeres en situación de violencia, generalmente sufren múltiples agresiones en el tiempo y éstas suelen agravarse progresivamente, convirtiéndose esto en un padecimiento crónico. Los hombres que agreden a sus parejas con frecuencia muestran un alto control de su comportamiento frente a otras personas.
  • 15. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 15 Capítulo 2 ¿Cómo podemos ayudar a una mujer que nos dice que está siendo maltratada? Abordaje del hombre violento PRIMERA ENTREVISTA Cuando una mujer nos refiere una situación de maltrato, es importante (OMS, 1998; Salber, 2000): a) Recibir a la paciente sola, escucharla, creerle e intentar que se sienta cómoda y segura. El ser escuchada y creída puede ser para la mujer una experiencia importante de reafirmación. b) Asegurarle la confidencialidad de la visita: “Sepa usted que lo que me esta diciendo es confidencial y quedará entre nosotras”. c) Informarle de que el maltrato es un problema que afecta a muchas mujeres puede ayudarla a disminuir el sentimiento de soledad y aislamiento. d) Decirle que nadie merece ser maltratada, que ella no tiene la culpa. e) Comentarle que precisa ayuda y se le puede ayudar, aunque no intervendremos si ella no lo desea. f) Explicarle que no es conveniente para ella que comente esta conversación con su pareja (habitualmente el marido ha logrado el control sobre ellas, obligándoles a contarle todo lo que hacen). g) Empezar a explicarle que algunos de los síntomas que presenta son consecuencia de la violencia que padece. La escucha activa y comprensiva y el dar unas informaciones básicas constituyen ya de hecho una intervención terapéutica que puede resultar de gran ayuda para la mujer. Además de esta mínima intervención, proponemos continuar para hablar específicamente de su situación y ayudar a organizar el seguimiento. Cuando una mujer confía en nosotras su situación de maltrato, este hecho en sí mismo le supone un gran alivio. Si nos es posible, le ofreceremos seguir viéndola en consulta, para valorar sus posibles necesidades tanto en materia de salud como de trabajo, amigas, autonomía, etc., y seguir ofreciendo apoyo (Mc Cauley, 1998). Salir de una relación de maltrato es un proceso en general largo que requiere una intervención continuada. Incluso si consideramos necesaria la derivación a otros profesionales o instituciones, es necesario mantener el seguimiento, ya que la derivación puede funcionar o no. Es muy importante que la o el profesional en quien la mujer se ha confiado se constituya siempre que sea posible en una persona de referencia a quien la mujer puede acudir ante cualquier duda, siguiendo todo el proceso (Perlado y Azpeitia, 1999). Aunque casi siempre necesitaremos de la asesoría y
  • 16. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 16 colaboración de otras profesionales, dado que en general la mujer presenta necesidades múltiples y el seguimiento es complejo. Si no nos consideramos con capacidades para ofrecer seguimiento a la mujer o si no tenemos tiempo para ella, la orientaremos hacia la trabajadora social del centro o hacia un centro de atención a mujeres. En el caso de que no sea una paciente nuestra y estemos en un contexto de Urgencias, o nos sintamos con inseguridad ente este problema, la propondremos derivación a un centro de atención a mujeres o a una profesional, con experiencia en intervención en situaciones de maltrato (psicóloga, trabajadora social, etc.). Es deseable que nos aseguremos de que la derivación ha funcionado y la mujer dispone de apoyos. h) Debemos evaluar asimismo si está en una situación de peligro inmediato para su vida, preguntándole directamente si cree que es seguro volver a su casa e informándole de la Orden de protección. i) Registro en la historia si la mujer está de acuerdo, del relato, de cómo se siente, de cómo la percibimos y de la información que le devolvemos. Pueden constituir un aportación importante si la mujer decide emprender una acción judicial en ese momento o más adelante. SEGUIMIENTO a) Identificar, con la ayuda de la mujer, los diferentes tipos de maltrato a los que está sometida. En la Tabla 7.1 se expone un posible test para la valoración de diferentes tipos de maltrato, que podemos pasar en consulta. Además de ayudar a la mujer a hablar, nos puede dar información no solo para caracterizar el tipo de maltrato, sino también su gravedad. En nuestra experiencia es un instrumento útil, ya que a la mujer maltratada espontáneamente le resulta muy difícil hablar sobre los diferentes tipos de maltrato a los que está sometida y suele verbalizar solo una pequeña parte, por pudor o desconocimiento. El abordar todos los aspectos que constituyen el maltrato ayuda tanto a la mujer como al profesional a conocer su verdadera dimensión. b) A partir de los datos que ella nos ha dado, nombrar y devolver mínimamente elaborados, los tipos de maltrato en los que se encuentra. Debemos tener presente que puede ser difícil admitir que está en situación de maltrato o negarlo por baja autoestima, lealtad a la pareja, vergüenza, no haber otra forma de relación, etc. No se deben forzar mucho las resistencias. c) Dar información a partir de lo que nos está diciendo sobre: Los derechos de las personas, en especial de aquellos que ellas de forma personalizada no se atreven a ejercer y legitimarlas para ello; por ejemplo:“lo que te sucede es una violación; tienes derecho a negarte y si te niegas no es faltarle a él, es hacerte respetar”.
  • 17. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 17 Sobre la escalada de la violencia, el ciclo de la violencia, situaciones de riesgo, estrategias habituales del hombre violento, etc. d) Valorar el grado de peligro que suele estar en relación con su sensación de riesgo. Aunque hay ocasiones en las que las mujeres no valoran suficientemente el riesgo. Si una mujer nos dice que corre peligro es preciso creerle. e) Identificar las creencias erróneas (mitos y estereotipos) sobre el rol femenino, así como señalar y cuestionar la justificación, protección y defensa que hace muchas veces del hombre que las está maltratando. Ayudándole a ampliar su perspectiva. f) Estimular que sea parte activa en resolver situación. Que sea ella misma la que diga qué necesita y cómo desea ser ayudada. Puede ser útil peguntarle qué cree que podría hacer para mejorar su situación (en el aspecto psicológico, físico, social, económico…). Ellas mismas tienen, por lo general, ideas para mejorar algunos aspectos de su situación, que por inseguridad no se han atrevido a realizar. g) Estimularla en su propia autonomía y desarrollo, en especial frente a la figura masculina y frente a la sociedad, desmitificar la necesidad de mantener la relación y apoyarla para que comience a pensar y cuidar de su propio bienestar así como el de sus hijas e hijos. h) Favorecer contactos y derivar, si lo desea, a profesionales sensibilizadas/os con experiencia en trabajar con mujeres en situación de maltrato. La mujer en situación de maltrato en muchas ocasiones precisa no solo atención sanitaria, sino también asesoría jurídica, laboral, psicoterapia, apoyo social, etc. Mantener seguimiento, aunque derivemos a otras profesionales. i) Favorecer que tenga proyectos y actividades propias, así como relaciones de amistad con otras mujeres. j) Considerar la posibilidad de derivar a grupos de mujeres de promoción de la salud o desarrollo personal y autoayuda. O planteárnoslo como actividad del centro de salud. En el proceso de atención es preciso:  Tener en cuenta sus temores y responder a ellos activando sistemas de seguridad (ver plan de seguridad), no forzarlas a que tomen ninguna decisión, ni dar consejos; en su lugar sugerir, ayudarla a reflexionar, proponer, pero manteniendo un respeto en todo momento a su proceso para que sea ella quien tome sus propias decisiones.  Evitar que se culpe, se autocritique, se reproche así como cualquier otra autovaloración negativa. Por ejemplo: cuando las mujeres se califican a sí mismas
  • 18. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 18 como tontas, torpes, ignorantes, estúpidas…, devolverles que han actuado como mejor han sabido o podido en su momento; si no ha funcionado es momento de rectificar y aprender de ello, no de lastimarse más aún, tratándose mal así mismas.  Permitir manifestaciones emocionales como llanto, rabia…, ya que lo contrario supone para ellas un esfuerzo añadido a una situación ya en sí misma angustiosa.  Evitar en lo posible interrupciones como llamadas de teléfono, que alguien entre en consulta… Si sucede ser muy breve y pedir disculpas, indicar de antemano que no está en nuestra mano evitarlo de forma absoluta. Que al menos perciba nuestra sensibilidad ante su situación.  No culpabilizar ni buscar culpables ni hacer juicios de valor (¿Porqué sigue con él? ¿Qué ha hecho usted para que él sea tan violento? Si usted quisiera realmente acabar con la situación se iría). No interpretar, describiendo hechos y situaciones tal como ellas mismas los dicen. Devolverles la realidad cuando mantienen ilusiones absurdas, niegan o justifican.  Favorecer su autoestima, señalándoles sus capacidades y logros.  Evitaremos dar la impresión de que todo se va arreglar fácilmente. En la figura 7.1 se resumen los aspectos básicos de la intervención.
  • 19. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 19
  • 20. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 20 Figura 7.1. Continuación
  • 21. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 21 Tabla 7.1. Test de detección de tipos de maltrato ¿Controla continuamente su tiempo? ¿Es celoso y posesivo? ¿Le acusa de ser infiel y coquetear sin motivo? ¿Le desamina a tener elaciones con familiares o amigas o los menosprecia o ridiculiza? ¿Le humilla o ridiculiza frente a los demás? ¿La insulta o amenaza? ¿Le dificulta estudiar o trabajar? ¿Decide las cosas que usted puede hacer o no? ¿Controla sus gastos o la obliga a rendir cuentas? ¿No tiene en cuenta sus necesidades (le deja el peor sitio de la casa, lo peor de la comida…)? ¿Le dice que a dónde va sin él y que no es capaz de hacer nada por usted misma? ¿Ironiza sobre sus creencias o no las valora? ¿En ocasiones le produce miedo? Cuando se enfada, ¿llega a empujarla o golpearla? ¿Desordena o ensucia a propósito? ¿Rompe o destruye objetos de valor sentimental? ¿Compite con los hijos e hijas por su atención? ¿La desautoriza habitualmente delante de ellas o ellos? ¿Insiste en tener relaciones sexuales a la fuerza aunque usted no tenga ganas? EN SITUACIONES DE URGENCIA Siempre que atendamos a una mujer que ha sido agredida por su pareja, Le preguntaremos que desde cuando viene ocurriendo y si piensa que es seguro volver a su casa. Si la mujer piensa que corre peligro, le ayudaremos a decidir a dónde ir: a casa de un familiar, de una amiga, a una casa de acogida. Le informaremos de la Ley que regula la protección de las víctimas de violencia doméstica (Ley 27/2003 de 31 de Julio). Deberemos tener siempre a mano un teléfono de referencia para ingresar en un refugio. Si no hay alojamiento en un refugio, tendremos previsto qué hacer: ¿Vales para una pensión u hotel? ¿Admisión en un hospital? Preguntas que nos pueden ayudar a valorar la situación: ¿Dónde está el agresor? ¿Últimamente se han intensificado sus conductas abusivas? ¿Tiene él acceso a armas de fuego o de otro tipo? ¿La ha amenazado con matarla? ¿Ella le cree? Si ha pensado en ir con su familia o amigas, ¿tiene la seguridad de que no van a confabularse secretamente con el hombre violento, permitiendo que él tenga acceso a ella, al pensar equivocadamente que ayudan a salvar la familia?
  • 22. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 22 ¿Dónde están los niños y niñas u otras personas a su cargo? ¿Cree que están seguros? ¿Tiene miedo de que estén en peligro si ella no regresa a casa? ¿Necesita intervención médica o psiquiátrica inmediatas? ¿Tiene ideas de muerte? ¿Ha pensado en matarse? ¿Necesita psicoterapia en crisis urgente? LA SEGURIDAD DE LA MUJER En cada consulta, es conveniente evaluar el riesgo que corre la paciente (García-Moreno, 2002). Ello permite a la mujer percatarse mejor del peligro y a nosotros organizar mejor el seguimiento y los dispositivos de ayuda a poner en marcha. a) Preparar un plan por si necesita salir urgentemente de su casa (Salber, 2000) Aunque en muchas ocasiones a la mujer en situación de maltrato le cuesta trabajo percibir las posibles situaciones de peligro, la animaremos a tener preparados documentos de la casa (títulos, seguros, documentos del coche, hipotecas), DNI, permiso de conducir, pasaporte, certificados de nacimiento, libro de familia, informes médicos, dinero, llaves, certificados, carnets, agenda, títulos, medicación que esté tomando, teléfono móvil, número de teléfono y direcciones de agencias comunitarias, familiares y amigas, etc., en una bolsa y guardarlos en casa de una amiga o familiar de confianza. Que no tema dejar los bienes ni la casa, ya que su persona vale mucho más que todo ello. Debe decidir a dónde ir si tuviera que dejar urgentemente su casa y tener un plan previsto para acudir allí. b) Preparar qué hacer ante una agresión. En el caso de que ocurriera una agresión la animaremos a alejarse cuanto antes e ir a un lugar seguro. Si no pudiera alejarse, abrirá puertas y ventanas y gritará ¡fuego! Que todo el mundo se entere en vez de callar, puede salvarla. Puede acordar con hijas o hijos mayores, vecinas, amigas, familia o policía no estar sola y aislada en la casa. Acordará una señal para usar si necesita ayuda inmediata. Evitar ir con él a lugares aislados o que él la lleve en coche al lugar de trabajo e incluso al centro de salud o al hospital para que la vea el personal sanitario, sobre todo si esto sucede después de un episodio de agresión. No tomar tranquilizantes ni otras sustancias que puedan disminuir sus reflejos. c) Planificar la salida, si ha decidido dejarle. No debe darle información sobre sus planes y se irá cuando la situación no cree sospechas. Mantener en secreto dónde va, para que él no pueda encontrarla. Preparar documentos importantes, escrituras, certificados, títulos. Denunciar si forma parte de una estrategia mayor y cuidadosamente planificada y si su seguridad puede quedar garantizada.
  • 23. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 23 d) Después de la separación. Continuar alerta y mantener la protección. En la escuela deben saber que nadie, salvo que ella lo autorice, puede recogerlos. No conviene tener contactos con él y menos a solas o en casa; si lo hace, debe tener siempre testigos. Si se pone violento, no intentar hacerle comprender, ni calmarlo, lo adecuado es irse inmediatamente. Si llama por teléfono y esta agresivo: conviene colgar el teléfono y comunicarlo a su abogada y, si puede grabarlo. Es útil cambiar de número o filtrar las llamadas con un contestador. Puede llegar correo ofensivo que conviene sea atendido por otra persona. EL TRABAJO GRUPAL En la atención a mujeres en situación de riesgo o de maltrato es necesario considerar la posibilidad de poner en marcha grupos de mujeres o derivarla a grupos de apoyo y autoayuda (OMS, 2000) que puedan existir en nuestra zona o área de salud. Entendemos por trabajo grupal aquel en el que:  Hay tiempo para que las participantes expresen sus creencias, valores y experiencias, e interactúen entre sí, para poner en contacto y compartir sus distintos marcos de referencia.  La coordinadora del grupo favorece la participación e interacción entre las personas del grupo. En nuestro país están teniendo lugar diversas experiencias de trabajo con grupos de mujeres, puestas en marcha desde los Servicios de Atención Primaria y Salud Mental, Ayuntamientos, Organizaciones No Gubernamentales, Asociaciones de Mujeres, etc. (Nogueiras, 1999; Sanz, 1997; Calle, 1999; Millan, 2002 ; Távora, 2003) tanto con mujeres en situación de maltrato como de quienes se encuentran en proceso de separación o que ya se han separado o con quienes están en situación de malestar psicosocial (depresión, ansiedad, somatizaciones, aislamiento social, etc.). En el contenido de los talleres es importante abordar los estereotipos, expectativas sociales y socialización de mujeres y hombres; los diferentes roles que realizamos, cómo percibimos nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, las bases de las relaciones de pareja; el reparto de responsabilidades; las relaciones afectivas, adaptación a los cambios y elaboración de las pérdidas afectivas. Al compartir sus experiencias en el grupo, y poder expresar sus vivencias libremente, sin ser cuestionadas, las mujeres: Comienzan a valorar su propia experiencia y la de las demás y adquirir seguridad en ellas mismas.
  • 24. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 24 Se dan cuenta de que sus vivencias tienen aspectos comunes y de que no solo es un problema de ellas individual, sino que tiene un origen social y se con la educación que como mujeres han recibido. El darse cuenta de que no solo les pasa a ellas les supone un gran alivio. “A mí el grupo me ha ayudado a descargar mi dolor y ver que no estoy loca; que lo mismo que sufro yo, sufren otras” “Yo creía que era yo sola la que tenía problemas y he visto que la demás poco más o menos también los tienen”. Clarifican sus propios pensamientos, sentimientos, y conflictos y les ayuda a irlos elaborando, a irlos resolviendo. Se dan cuenta de que ocupan un lugar dentro del grupo. Este se constituye en un espacio propio, fuera de su familia, en el que se sienten a gusto y son respetadas. Ello les ayuda a establecer relaciones significativas unas con otras y salir de su aislamiento. Desarrollan habilidades de comunicación y escucha. Al ser diferentes entre ellas encuentran distintas formas de relacionarse, de solucionar conflictos, de tomar iniciativas, etc.
  • 25. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 25 Capítulo 3 El trabajo social con mujeres maltratadas Intervención individual INTRODUCCIÓN A las personas en nuestra cultural se les socializa de forma diferente según determinadas variables como son: clase social, económica… pero una variable crucial es la del sexo: las personas nacidas mujer no reciben la misma socialización de las nacidas varón, y esto determina que las personas de distinto género se comporten y reaccionen de manera diferente, y los mensajes, valores y actitudes que reciben sean distintos. Existe una interacción importante entre lo individual y lo social, estos factores influyen en la actitud de las personas, y a la hora de intervenir con ellas los debemos tener presentes, se podrían distinguir tres aspectos: Los macrosociales son de amplio alcance y se encuentran en el conjunto de la sociedad: Creencias y valores culturales. Concepción acerca del poder y de la obediencia. Actitudes hacia el uso de la fuerza. Legitimación institucional de la violencia. Los modelos violentos (medios de comunicación) y la impunidad de los mismos. Los microsociales, son los que tenemos en el entorno más inmediato: Problemas económicos. Desempleo. Dependencia física o psíquica. Autoritarismo Baja autoestima Los psicosociales, todo aquello de lo que el individuo dispone o ha adoptado (habilidades, actitudes, valores, conductas…) como única forma de resolver problemas. Estos tres tipos de factores se relacionan mutuamente, así pues, las personas, los grupos y colectivos sociales también influyen en lo macrosocial y pueden modificarlo. Las influencias son mutuas y los procesos de interrelación son dinámicos. Además la violencia se aprende, se va instalando poco a poco en las relaciones desiguales, no es algo que empieza de un día para otro. Toda acción violenta genera más violencia, tanto para los agentes activos (agresores) como para las pasivas (agredidas), esta es la causa fundamental de la intervención, que además debiera ir hacia ambos agentes. Existe otro tipo de violencia, de la que me parece importante hacer una breve mención, es la institucional, (directa o indirectamente) como puede ser: Lentitud en los procesos.
  • 26. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 26 Descoordinación en las instituciones y entre los/las profesionales. Pasividad y/o ausencia de implicación profesional. Falta de realismo y de formación. LA INTERVENCIÓN SOCIAL “La intervención social, es todo esfuerzo consciente, organizado y dirigido, individual o colectivo, que tiene como fin actuar sobre el medio social, para mantener una situación, mejorarla o transformarla. Es realizado por trabajadores sociales con personas, grupos o comunidades con el fin de alcanzar determinados resultados” (Diccionario de E. Ander-egg). El/la trabajadora social interviene a tres niveles:  Nivel de intervención preventiva: en la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad.  Nivel de intervención en riesgo: cuando existe un peligro importante para la persona/familia, sea este consciente o no de la situación.  Nivel de intervención en crisis: Cuando se desarrolla el problema, estos momentos son privilegiados para que se produzca reorganización o estancamiento. La diferencia entre estos tres niveles viene dada por la mayor o menor incidencia que tengan en la persona las consecuencias. La entrevista Entrevista, es el espacio para que sucedan cosas, salga la angustia, el problema, las dudas… acuden al profesional porque quieren algo, quizás no es lo que verbalizan… vergüenza, pena, culpa… Si hay una demanda, ¿por qué viene?, ¿qué necesidades tiene?, (quizás ni ella misma lo sabe, se cree que su relación de pareja es “normal”, es lo que ella conoce y vive) es algo tan común y tan cotidiano que muchas mujeres, y profesionales ni reparan en ello, quizás no estaría de más incluirlo en todas las entrevistas, de una manera directa o indirecta, conociendo los mecanismos que toda persona tiene para no reconocer y asumir que es víctima de maltrato, y mucho más difícil aún para la persona que tiene una conducta agresiva hacia la mujer. Habilidades a destacar Atención: que la persona perciba que nos interesa lo que dice. Física: contexto, (ambiente adecuado), personal (reconocimiento verbal), postural (distancia correcta, contacto visual). Psíquica: observación, (atención a la conducta no verbal, coherencia o no con lo que dice). Escucha activa: (captar el contenido sustancial y el sentimiento del momento). Acogida: Transmitir interés, confianza, calidez y seguridad (llama por el nombre, asentir, respeto, quizá es la primera y la única vez que pueda hablar, darse cuenta de que puede cambiar, aceptación) Escucha: decodificar adecuadamente el lenguaje verbal del no verbal, comprender el contenido del mensaje.
  • 27. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 27 Respuesta: comunicar a la persona que se ha captado su mundo emocional y vivencial, mejora el autoconocimiento y la responsabilidad. Actitudes que deben desarrollarse durante todo el proceso de intervención Empatía: capacidad de percibir y comprender lo que piensa y experimenta la persona, y comunicarle esta comprensión en un lenguaje que entienda. Escucha selectiva de mensajes. Permanecer conectado con la persona pero no fundido con su afectividad. Veracidad en la relación: armonía y coherencia entre la relación verbal y no verbal. Relación directa con contacto visual, no influenciada por situaciones externas a la entrevista. La veracidad implica también decir la verdad a la persona, hacerlo de la forma adecuada y en el momento oportuno. Tolerancia y acogimiento: al profesional le corresponde tolerar su situación de sufrimiento y no exigir una actitud personal impecable. La mujer debe percibir que es acogida globalmente con la esperanza de resolver su situación. Capacidad de contención: el profesional se debe mantener íntegro/a y sostenerla, la contención es el elemento central y no es posible si el/la profesional se funde en la emocionalidad de la paciente. Debe tener la tranquilidad suficiente como para darle seguridad. Capacidad de poner límites: calidez firme, marcar límites en la relación, hasta donde puede y debe llegar como profesional, que no puede abordar y tratar de resolver todos los problemas. Mantener la diferenciación: no perder la diferencia de posiciones entre profesional y paciente. La caída en aparentes relaciones amiguistas, paternalistas o maternalistas, o incluso seductoras hacen perder los papeles a ambos. Como profesional lo que pone en juego es su saber y sus recursos globales. Aspectos, que debemos tener presentes en la intervención Propiciar que las mujeres se responsabilicen en la búsqueda de soluciones. Cuidar el lenguaje y el estilo personal. Trabajar el consentimiento de la mujer. Objetividad. Ser conscientes de las potencialidades de la situación. No buscar culpables ni culpabilizar. Tener presente el contexto social de la familia. No utilizar tono de censura o de valoración culpabilizadora. Acompañar y orientar a la mujer durante todo el proceso. Dar refuerzos positivos. Devolver continuamente la realidad a la mujer. No juzgar ni prejuzgar conductas. Debemos ser conscientes de las limitaciones en el momento de la intervención, ya que nos encontramos con una serie de obstáculos (desde la falta de medios, vivienda, problemas de salud, hijos menores, hasta la escasa colaboración en muchos casos de las personas afectadas…) en lo que el profesional no puede incidir directamente.
  • 28. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 28 INTERVENCIÓN DEL/LA TRABAJADOR/A SOCIAL EN ATENCIÓN PRIMARIA “El trabajo social en salud, es la actividad profesional que tiene por objeto la investigación de factores psicosociales que inciden ene l proceso de salud-enfermedad así como el tratamiento de los problemas psicosociales que aparecen en relación a las situaciones de enfermedad, tanto si tienen que ver con su desencadenamiento como si se derivan de aquellas situaciones”. (Amaya Ituarte Tellaeche). El objetivo de nuestra intervención es la atención social a la mujer, sin perder la objetividad y la neutralidad, respetando en todo momento sus límites y sus códigos, -aunque no se compartan- ya que son los suyos y hasta ahora le han servido para salir adelante. Todo ello hasta que conozca otras alternativas y pueda elegir las que mejor se adapten a sus necesidades y le sirvan para superar la crisis en la que se encuentra inmersa. Los objetivos específicos que nos planteamos en la intervención con la mujer son los siguientes: Contribuir al análisis del problema que le afecta. Fomentar la motivación de la mujer, para que sea agente de su propio cambio. Potenciar el desarrollo de habilidades para afrontar la situación. Apoyar durante todo el proceso en la toma de decisiones. Favorecer una adecuada utilización de los recursos comunitarios. Antes de empezar a trabajar con ella es importante tener presente que muchas mujeres con las que entramos en contacto, antes de haber llegado a nuestra consulta, han intentado buscar ayuda por su cuenta, con amigos, miembros de la familia, líneas telefónicas de servicio permanente, programas de radio… Y en estas experiencias es fácil que se hayan sentido juzgadas, acusadas, no creídas, presionadas para tomar decisiones. Y en algunos casos puede ser que la ayuda haya dado como resultado que la situación empeore. Por ello, las intervenciones para que sean eficaces, desde un punto de vista terapeútico, son aquellas en las cuales hacemos que la mujer se sienta segura y a salvo, no enjuiciándola, ni acusándola, ni presionándola, remarcando su fortaleza y valor, respetando la valoración que ella hace de la situación que vive y aportándole (si creemos que en ese momento puede escuchar) información sobre otras posibilidades, formas de vida y los recursos disponibles. Para concretar haré un breve recorrido sobre los diferentes momentos de la intervención una vez que la mujer ha llegado (derivada o a demanda) a la consulta de la trabajadora social. Investigación Es una parte inicial del proceso, que intenta situar al y a la profesional ante lo que está viviendo la mujer y su familia. Además, sirve para que tanto él y la profesional como la mujer definan cuál es la situación en la que se encuentra, y qué factores de riesgo y de protección tiene en ese momento. Es decir, no solamente identificar y definir los factores de riesgo, sino también las capacidades protectoras, los recursos personales y su red natural de apoyo.
  • 29. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 29 También sirve para ir señalando a la mujer qué tipo de apoyo y ayuda va a encontrar en nuestro equipo y cuáles fuera de él. Definición del problema con la mujer Interpretar y consensuar con ella la situación en la que se encuentra (dificultades y capacidades) de sí misma. Es imprescindible poner nombres y apellidos a lo que está sucediendo, a ella y a su entorno, sin emplear conceptos vejatorios, pero tampoco adornar los problemas de tal forma que escondan la trascendencia social y legal de las situaciones de riesgo, y de los daños físicos, psíquicos y sexuales que se pueden estar produciendo en la mujer. Al mismo tiempo podemos ir identificando las posibilidades de cambio, en el momento que comienza a verbalizar y elaborar lo que pasa, ya está empezando a entrar en un proceso de cambio, a veces el/la profesional está tan pendiente de su objetivo final y de resultados, que el camino que ella va haciendo, no lo percibe ni lo valora. TRATAMIENTO PSICOSOCIAL Y/O DERIVACIÓN Una vez definida la situación, decidimos, conjuntamente con la mujer, si se trata de una situación susceptible de abordar desde el servicio de trabajo social, o si debe ser derivada a un servicio especializado. Cualidades de una derivación Información previa sobre el recurso que va a utilizar, y orientación sobre su funcionamiento. Coordinación previa con el/la profesional que le va a recibir. Lo que derivamos es toda la relación y confianza que la mujer ha puesto en las/los profesionales, y no un informe o un expediente. Se trata de que ella vea la continuidad de la intervención y no comenzar de nuevo a contar toda su vida. Seguimiento con el profesional o el equipo que la está tratando, y si es posible también con ella, debe mantenerse una relación coordinada y fluida entre ambos servicios. Cuando no existe una buena coordinación y relación, transmitimos inconscientemente a la mujer nuestro desacuerdo con la valoración o la intervención del otro equipo o profesional, y sembramos en ella la duda, la desconfianza y la confusión, elementos que no la van a ayudar precisamente a resolver sus problemas. Una adecuada derivación debe dejar claro a la mujer las puertas a las que puede dirigirse si nuevas dificultades o situaciones de crisis lo hacen necesario. Tratamiento psicosocial Una vez definida con ella la situación en la que se encuentra y los problemas que debe abordar, vamos planteando proyectos/objetivos fácilmente alcanzables, ya que el proceso es mucho más eficaz si empezamos con éxitos que con fracasos, a medida que la mujer vaya avanzando irá introduciendo objetivos que la llevarán a cambios mayores. No basta únicamente que los defina, sino que los vaya asimilando, (con la cabeza y con el corazón) y así ira viendo la capacidad de reorganizar su vida.
  • 30. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 30 En el proceso de reorganización además de los avances también se irán dando retrocesos, pero la función del profesional es actuar de espejo, recordándole la situación de partida y los cambios efectuados. Al hablar de reorganización hago referencia al apoyo que las mujeres necesitan para irse dotando de instrumentos que les permitan abordar por sí mismas los problemas que se les presenten en un futuro. Las mujeres deben sentirse apoyadas en sus decisiones. Cuando se enfrentan con multitud de obstáculos y barreras (no olvidemos que eso les ocurre con facilidad) para conseguir su seguridad, una mujer maltratada puede tomar la decisión de pararse, y adoptar una actitud pasiva, que ha sido la estrategia que ha utilizado durante mucho tiempo, y la que más conoce. Aquí como profesionales no debemos confundirnos creyendo que una mujer parada/inactiva es igual que una mujer que no tiene interés por salvarse, y no debemos tomar la misma actitud que ellas, independientemente de sus decisiones, debemos continuar batallando con la mejor manera de apoyarlas, manifestando interés por su seguridad, por su vida diaria, el deseo y la disposición a seguir buscando soluciones que mejoren la vida de ella y sus hijas e hijos, respetando en todo momento su ritmo y darle espacio para que reaccione y tome decisiones. Los contenidos abordados durante el proceso de apoyo social son: Área personal (autoconcepto, autoestima y habilidades personales) Área relacional (relaciones interpersonales e integración en el entorno social). El tratamiento de apoyo social debe estar encuadrado dentro de un espacio adecuado y un tiempo programado previamente: Espacio: despacho de la trabajadora social, o el domicilio. Tiempo: entrevistas de 30 a 45 minutos máximo. Periodicidad: semanal o quincenal, la duración será en función de la evolución. En la fase final debe quedar claro que:  El planteamiento de vida es el que la mujer quiere fijarse.  Como profesionales la hemos ayudado a recorrer el proceso, pero ahora debemos respetar dicho planteamiento.  Por otro lado debemos ser conscientes que el medio sociocultural de la mujer marca también determinados valores y estilos de vida, que pueden ser diferentes a los del profesional. No debemos juzgar el éxito de nuestra intervención por las acciones o decisiones que tome la mujer. Una mujer corre mayor riesgo de ser agredida cuando toma la decisión de abandonar la relación con el hombre violento, por lo que puede pasar mucho tiempo hasta que lo haga o puede no hacerlo. Puede que resulte frustrante para los y las profesionales que la mujer permanezca con un hombre agresor, pero si se tiene la convicción de haber reconocido y validado correctamente la situación de ella, y de haber ofrecido los recursos, la información y el apoyo adecuados, se puede confiar en que se ha hecho todo lo que se podía para ayudarla.
  • 31. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 31 DETECCIÓN DEL MALTRATO PSICOLÓGICO Además de estos aspectos voy a hacer unas breves anotaciones sobre la dificultad de la intervención con la mujer que padece maltrato psicológico, por ser el más difícil de detectar, además de ser sobre el que menos información existe, y el que más mujeres lo padece. Desde el ámbito sociosanitario, como servicio de entrada de todo tipo de población, tenemos más posibilidades de detectarlo y, por lo tanto, de trabajarlo. La intervención no puede ser tan precoz como deseamos, ya que las que lo padecen y los profesionales no lo asumen en muchos casos como un maltrato, y en ocasiones no son conscientes de que lo vienen soportando, y tampoco el propio agresor es, en muchos casos, consciente, de que con su actitud de poder está maltratando a la mujer, hasta que no se transforma en un maltrato físico. La gravedad del maltrato psicológico no es tanto que pueda ser la antesala del físico, sino que en sí mismo es algo altamente pernicioso para la salud y el equilibrio emocional de quien lo sufre y de quienes rodean a las que lo padecen. Si yo como mujer desconozco mis derechos, no sé cuándo se está cometiendo abuso de poder, sea en la esfera laboral, social, privada… Difícilmente voy a poder cambiar mi vida y con ello mi entorno. DENUNCIAS O PARTE DE LESIONES Si bien es cierto que denunciar una situación de violencia nos permite avanzar, a nivel social, en la visibilización de la violencia y en castigo a los hombres violentos, a diario vemos a muchas mujeres que no quieren o no pueden hacerlo. Informaremos a la mujer de que el maltrato es un delito y que tiene derecho a denunciarlo. Y analizaremos con ella las posibles ventajas e inconvenientes, (porque depende mucho de quien posteriormente juzgue el hecho) apoyándola y respetándola en la decisión que tome. Es importante que esta decisión sea tomada con tranquilidad, sin coacción y en el momento que ella considere. La denuncia no resuelve el problema. Antes de denunciar, es imprescindible que la mujer esté en un proceso de recuperación personal y haya decidido aspectos concretos sobre su futuro, y tenga una estrategia preparada para empezar a realizar cambios en su situación. Debe ser además convenientemente asesorada en la formulación y tramitación de la denuncia, si desea realizarla. La mujer debe saber sobre la conveniencia de no retirar las denuncias, ante la promesa de los hombres agresores de cambiar. En muchas ocasiones el único objetivo que ellos persiguen es la retirada de la misma. Es necesario leer siempre la denuncia antes de firmarla, en ella, la mujer incluirá todo aquello que considere importante y que no se haya recogido. Acompañar a la denuncia informes médicos, sociales, psicológicos, de servicios de urgencias. Estas estrategias deben haber sido trabajadas previamente con la mujer y elaboradas por ella, nunca por profesionales.
  • 32. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 32 Aconsejable realizar Si la mujer ha optado por formular denuncia, debe tener presente algunos aspectos: 1. No informar al agresor de lo que piensa hacer, ni de los planes que ella está elaborando. Cuando ella ha tomado esta decisión, él la siente distinta y la acosa a preguntas, debe estar preparada, y dar algún razonamiento que no levante sospechas. 2. No tomar sustancias que afecten a la capacidad de razonar y tomar decisiones, aunque se encuentre muy nerviosa. 3. Informar sólo a un número reducido de personas sobre las decisiones que ha tomado acerca de lo que piensa hacer. 4. Preparar una serie de documentos que es necesario llevar consigo (libro de familia, escritura de la vivienda, contrato de trabajo, DNI, tarjeta sanitaria, agenda, informes médicos, tarjetas del banco, el dinero en efectivo que haya podido reunir, ropa, medicamentos, llaves de casa…). Con respecto al parte de lesiones o notificación judicial (esto sobre todo si hay menores) que debemos hacer como profesionales cuando acude una mujer que ha recibido malos tratos, me gustaría comentar que considero muy importante especificar las lesiones detectadas, transcribir lo que ella manifiesta (no somos quien para dudar de su palabra), explicarle la utilidad de dicho documento, y sobre todo hacerlo por ayudar a la mujer y no únicamente por “cubrirnos las espaldas”, como se oye en muchas ocasiones. También quiero aclarar que estoy totalmente en contra de comunicarlo o hacer una denuncia, si la mujer no da su consentimiento, o en ese momento no puede tomar la decisión de sí quiere o no hacerlo. Me parece prioritario el respeto y la confidencialidad de la persona, (a la que nos debemos como profesionales), debemos intentar analizar con ella qué se puede hacer para mejorar su situación. Se dice que como profesionales sociosanitarios tenemos la obligación legal de hacer una denuncia en caso de lesiones importantes y si la vida de la persona peligra, o cuando consideren que la víctima no está capacitada para tomar decisiones, pero yo estoy de acuerdo con el Colegio de Médicos de Barcelona, que considera que, en los casos de agresiones, ha de ser la propia víctima la que ha de denunciar los hechos, y como profesionales apoyarle. En los casos que la denuncia sea independiente a la actuación posterior de la mujer o ella no esté de acuerdo, puede resultar perjudicial para los intereses de la paciente, e decir desde mi punto de vista no es aconsejable hacerla, a no ser que ella lo solicite, ya que la estrategia de intervención debe ir en la línea de trabajar con ella y para ella, nunca en contra. No obstante, se haga o no la denuncia, debemos tener en cuenta que aquí no finaliza nuestra intervención, siempre se debe plantear, bien darle una nueva cita, o informarle de recursos o derivarle a profesionales especializados en violencia de género. Tampoco está indicada la recomendación de una terapia de pareja, ni la medicación familiar, ya que ambos miembros de la pareja no están en igualdad de condiciones y se puede agravar el problema.
  • 33. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 33 Capítulo 4 Aspectos legales del maltrato El que las mujeres y los profesionales pongamos en conocimiento de la autoridad judicial las situaciones de maltrato va a permitir que avancemos a nivel social, tanto en hacer visible la violencia de pareja como en que los hombres violentos reciban castigo. Sin embargo, las cosas no son tan fáciles cuando trabajamos con las mujeres individualmente. Abordamos aquí las cuestiones legales en un doble aspecto; el de las mujeres y su derecho a denunciar y nuestro deber como profesionales hacia el ordenamiento jurídico y hacia las mujeres. Queremos compartir y debatir con ustedes nuestras experiencias, reflexiones y dudas. REFLEXIONES GENERALES Hemos constatado que en la mayoría de las ocasiones lo que las mujeres quieren es romper, terminar con la situación de violencia que vienen padeciendo, pero no quieren denunciar. Y no podemos olvidar que para ello no es imprescindible acudir a la vía penal mediante la interposición de una denuncia. Nuestra legislación civil prevé la posibilidad de separarse y ello puede llevarse a acabo, tanto por un procedimiento judicial de mutuo acuerdo o a petición de un cónyuge con el consentimiento del otro, como por un procedimiento sin acuerdo o “contencioso”, pero en ningún caso es necesario que exista, previamente a la demanda de separación, una denuncia por malos tratos físicos o psicológicos. Una de las causas legales de separación es la conducta injuriosa o vejatoria de un cónyuge al otro, así como el cumplimiento de los deberes conyugales de respecto y ayuda mutua. En la actualidad y probablemente a raíz de las campañas contra los malos tratos, en ocasiones, se confunden los problemas que llevan consigo una mala relación de pareja con el maltrato psicológico y se pueden llevar a la jurisdicción penal, cuestiones que deben ser resueltas en la vía civil, esto es, en los procesos de separación. Incluso, en ocasiones puede ser más disuasorio para llegar a una separación pactada el miedo a que se interponga una denuncia y que la justicia penal entre a juzgar, que el resultado de un juicio en vía penal con una sentencia absolutoria, pues a nuestro criterio, este resultado puede reforzar la actitud de los hombres violentos. En todo proceso penal se aplicará siempre por los juzgadores el principio de presunción de inocencia: toda persona es inocente mientras no se pruebe lo contrario. Por lo tanto, si no tenemos pruebas suficientes de una situación de maltrato y es probable que el resultado de la denuncia sea una sentencia absolutoria, habrá que plantearse seriamente si la denuncia es o no procedente. Evidentemente, cuando una mujer quiere terminar con una relación de pareja es porque no se siente bien tratada, pero como profesionales es nuestra obligación intentar objetivar la situación, teniendo muy en cuenta que si detectamos que la mujer tiene miedo los más
  • 34. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 34 importante es impedir que se pueda poner en peligro su seguridad y/o la de sus hijos e hijas. En ocasiones la mera presentación de una denuncia, si la respuesta policial o judicial no es inmediata, y lamentablemente no suele serlo, la situación de riesgo se acentúa. Como profesionales de la salud tenemos la obligación de recomendar las medidas preventivas más eficaces para la protección efectiva de las mujeres, y si ella tiene miedo a la reacción que pueda provocar en su pareja la denuncia, la primera medida a adoptar debe ser la efectiva separación: poner distancia con el agresor antes que este sepa que la mujer está dispuesta a terminar la relación. Existen hoy centros de recuperación y casas de acogida para las mujeres maltratadas a las que pueden acudir, si el caso lo requiere, pero la decisión ha de ser tomada por ella, siempre con el debido asesoramiento, tanto social como psicológico y jurídico. En ocasiones podemos detectar que, si bien hay malos tratos, la mujer no tiene miedo a su pareja, a la reacción que esta puede tener si ella decide separarse, sino a la separación en sí misma y, en ese caso, quizá lo más adecuado es que reciba el debido asesoramiento jurídico para poder separarse de la manera más rápida y eficaz posible. En fin, a nuestro entender, es sumamente importante que las mujeres que deciden separarse, antes de llevar a cabo ninguna actuación ante los tribunales, tengan a su disposición el asesoramiento adecuado del o de la profesional del derecho que va a hacerse cargo de todo el proceso hasta su finalización. Las mujeres deberían poder tomarse el tiempo necesario para decidir qué profesional va a hacerse cargo de una cuestión de tan vital importancia para ella como es su futuro y el de su familia. En cualquier caso, es necesario advertir a la mujer en situación de maltrato, que no comente sus planes con su pareja, pues habitualmente ello le produce gran cólera, que en muchas ocasiones ha conducido a no pocos hombres a herir o matar a la mujer e incluso a las hijas e hijos; ya que no pueden aceptar que ella haga su propia vida. LAS DENUNCIAS DE LAS MUJERES En los protocolos y folletos redactados en los últimos años por las instituciones sanitarias y sociales se induce a la mujer a denunciar si está sometida a violencia por parte de su pareja. Aunque nos parece que debemos informar a las mujeres de que el maltrato es un delito, de que tiene derecho a denunciar y a asesoría jurídica gratuita, y recomendarles que se asesoren convenientemente en una Asociación de Mujeres o un Centro de Atención a Mujeres, lo cierto en que nos encontramos con que, cuando una mujer está inmersa en una situación de maltrato, habitualmente está debilitada física y psíquicamente, lo que dificulta tomar decisiones inmediatas y tiene miedo, muchas veces fundado, pues aún no se están poniendo muchas veces medidas de protección inmediatas de la mujer por parte del sistema policial y/o judicial cuando ellas denuncian –como es la detención del agresor y puesta a disposición judicial para que pueda acordarse la orden de protección-. Otros miedos de la mujer tienen que ver con las amenazas de él, con el futuro de ella y de sus hijas e hijos y con la pérdida de la familia en cuya creación puso todo su empeño: “Yo quiero a mi marido. No quiero que vaya a prisión, ni que pierda su trabajo. Solo quiero que deje de pegarme”.
  • 35. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 35 “Él me ha pedido perdón y me ha prometido cambiar. Creo que debo darle otra oportunidad”. “Me ha dicho que si se lo cuento a alguien va a llevarse a los niños”. “El solo me pega cuando bebe. Yo quiero seguir ayudándole a que deje de beber”. “No quiero vivir con él, yo no sabría vivir sola. Tengo miedo”. “Él es doctor. No quiero que esto afecte a su carrera. Y no quiero que nadie sepa que él me pega”. Creemos que es importante que la decisión de denunciar la tome la mujer con tranquilidad, sin presiones, y lo haga en el momento que ella considere.Nuestra atención consistirá en analizar con ellas las ventajas y los riesgos, recomendar la asesoría jurídica y respetar lo que decida. Las ventajas de separarse de él son muchas (recobrar la salud y la confianza) en ella misma, vivir independientemente y tranquila, salir del aislamiento, terminar con las humillaciones, etc.). Antes de denunciar la mujer debe saber que existen también inconvenientes y riesgos: puede ser que no la tomen en serio, que la culpen o no la crean, que él aumente las amenazas, que él aumente las amenazas, que el sistema jurídico no garantice su seguridad, etc. Lo más importante es que favorezcamos que la mujer pueda iniciar un proceso de recuperación personal, haya decidido aspectos concretos sobre su futuro y tenga una estrategia preparada para empezar a cambiar su situación. Si la mujer decide no denunciar creemos que es importante respetar su decisión. En el caso de que inicie una demanda de separación y/o una denuncia, redactaremos un informe médico en el que se describa claramente el relato del maltrato (a ser posible con las propias palabras de la mujer), la duración y evolución; los síntomas físicos y psíquicos que presenta, la relación que a nuestro juicio presenta su situación con sus problemas de salud y el tratamiento que ha venido siguiendo. Si hay otras profesionales atendiendo o que han atendido a la mujer, le recomendaremos que solicite un informe. PARTE DE LESIONES En México existe la obligación legal de poner en conocimiento de la autoridad judicial la existencia de lesiones que presumiblemente provengan de una agresión. Sin embargo, en nuestra experiencia, la mayoría de las mujeres que están siendo sometidas a violencia física no desean denunciar ni que nadie lo sepa. Otras veces denuncian una paliza como si fuera un hecho puntual y como desconocen la dinámica de los malos tratos, ante las amenazas o las promesas de cambiar de él retiran la denuncia; lo que origina en el hombre mayor sensación de poder y control y en ellas de desvalimiento y de no valer nada. Además, las mujeres muchas veces necesitan un tiempo largo para su recuperación física, y sobre todo psíquica, antes de poder decidir qué quieren hacer y cómo van a reorganizar su vida. Aunque es importante que cuando atendamos a una mujer sometida a malos tratos registremos en la historia clínica los hechos que nos está comentando, y ofrecer a la mujer un parte de lesiones cuando estemos ante una situación de maltrato físico agudo, antes de redactarlo y enviarlo al juez, creemos que es preciso tener presente los deseos de la mujer y
  • 36. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 36 respetar la confidencialidad a los que nos debemos, como profesionales. En caso contrario, quebraríamos la necesaria relación de confianza entre la mujer y nosotras y, por tanto, la protección emocional que tanto necesita y que todo entorno sanitario debe garantizar. Puesto que la relación de maltrato no es un hecho puntual, aunque la mujer a veces acuda para que la atendamos por las agresiones físicas recibidas, no debemos olvidar preguntar desde cuándo vienen ocurriendo las agresiones y otros tipos de malos tratos, así como indagar por otros síntomas psíquicos que presenta. Si nos referimos exclusivamente a las agresiones y al estado emocional del momento, estaremos minimizando las repercusiones de la violencia en la salud de la mujer. Es muy importante también que la mujer, antes de denunciar, reciba asesoría jurídica y apoyo psicológico para poder analizar y tomar decisiones sobre su relación de pareja y su vida. Una situación excepcional sería aquella en la que a nuestro juicio ella o sus hijas o hijos corran un grave peligro y observemos que no está en condiciones de darse cuenta de ello. Aún y así, nos parece que lo fundamental sería persuadirla de que debe acudir a un lugar seguro y ayudarla en las gestiones necesarias. Y no actuar en lo posible en contra de los deseos de la mujer. INFORME MÉDICO Es un documento importante como prueba judicial, tanto si la mujer decide denunciar como si no lo desea hacer, en la previsión de que pueda hacerlo más adelante. O si decide iniciar un procedimiento de separación. Aspectos a tener en cuenta en la redacción 1. Debe reflejar desde cuándo comenzaron los malos tratos. En España el Código Penal contempla como delito la violencia física o psicológica que se ocasiona con habitualidad. En nuestra experiencia, cuando una mujer nos refiere estar en una situación de malos tratos (psíquicos o físicos), estos se han venido dando a lo largo de bastante tiempo, habitualmente años; no es nunca un hecho puntual. 2. Características de los malos tratos y evolución de los mismos. Reflejaremos los diferentes tipos de violencia a las que está siendo sometida: verbal, psicológica, ambiental, social física, etc., describiéndolas en el informe con las propias palabras de la paciente. 3. Síntomas físicos y psíquicos o lesiones que ha presentado o presenta. Duración y evolución de los mismos. Diagnóstico y tratamiento que ha requerido y si ha precisado derivación a otros servicios. 4. Nuestro juicio clínico sobre la relación que presentan los síntomas con el maltrato. El informe debe ser leído a la mujer antes de su redacción definitiva. En muchas ocasiones ella no desea que consten en el mismo, aspectos de los malos tratos que le hace sentirse humillada o avergonzada. (No suelen desear que consten actos de violencia sexual a los que se ha visto sometida).
  • 37. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 37 Seremos cuidadosas y lo escribiremos con letra clara, de modo que cualquier otro profesional y la autoridad judicial puedan entenderlo. Responsabilidades legales del personal de salud en el marco de la atención a la violencia MARCO GENERAL El tratamiento de la violencia contra las mujeres está regulado por ordenamientos legales, que definen las obligaciones del personal de salud y les dan certeza sobre las posibilidades y límites de su participación en la atención a las mujeres en situación de violencia. La prestación de los servicios de atención médica es una obligación legal establecida en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de Salud y el Reglamento de la Ley General de Salud en materia de Atención Médica. En conjunto, tales ordenamientos señalan que la atención médica es una forma de garantizar el derecho a la protección de la salud. De acuerdo con esos mismos ordenamientos, las usuarias de los servicios de salud que afrontan riesgos médicos, deben ser eficaz y diligentemente atendidas por el personal disponible, para resolver el riesgo que enfrentan. Las diversas omisiones, negligencias o descuidos previsibles o deliberados del personal de salud en el proceso de atención médica acarrean responsabilidades deducibles mediante distintas vías (civil, penal o administrativa), y cuyo grado y sanción será determinado por autoridad competente, de acuerdo con las circunstancias del hecho (por ejemplo, la disponibilidad de recursos materiales, la previsión o diligencia de quien preste el servicio, la asunción o no de maniobras médicamente indicadas, etcétera.) y las consecuencias finalmente resentidas por las usuarias. Las normas oficiales mexicanas, por su parte, ofrecen diversos lineamientos de atención que deben ser asumidos por el personal de salud de acuerdo con el tipo de atención específica que las usuarias requieran. En la medida en la que estas Normas Oficiales fijan criterios o contienen catálogos de maniobras médicamente indicadas para resolver o remontar algún peligro en la salud, fijan obligaciones para el personal que presta los servicios de salud; la falta de seguimiento de los lineamientos establecidos en las normas se puede traducir en los diversos tipos de responsabilidad médica profesional. OBLIGACIONES SUSTANTIVAS DEL PERSONAL DE SALUD EN LA ATENCIÓN A VIOLENCIA El personal de salud en la atención a mujeres en situación de violencia debe actuar conforme a lineamientos establecidos en leyes, reglamentos y normas. Entre estas obligaciones se encuentran: 1. Atención médica de la violencia familiar La atención médica de la violencia familiar, es el conjunto de servicios que se proporcionan con el fin de promover, proteger y restaurar la salud física y mental de las usuarias y los usuarios involucrados en situación de violencia familiar; incluye la promoción de relaciones no violentas, la prevención de la violencia familiar, la detección y el diagnóstico de las
  • 38. Manual Operativo Para la Prevención, Detección y Atención de la Violencia Familiar, Sexual y contra las Mujeres en los Centros de Salud 38 personas que viven esa situación, la evaluación del riesgo en el que se encuentran, la promoción, protección y restauración de su salud física y mental a través del tratamiento o referencia a instancias especializadas. El instrumento normativo que regula la atención médica en materia de violencia familiar es la NOM-046-SSA2-2005. Lineamientos para la actuación: Todas las instituciones, dependencias y organizaciones del Sistema Nacional de Salud que presten servicios de salud deberán otorgar atención médica a las usuarias o los usuarios involucrados en situación de violencia familiar, los cuales pueden ser identificados desde el punto de vista médico, como la usuaria o el usuario afectado, el que pudo haber realizado el maltrato, y el involucrado indirectamente en este tipo de situaciones, ya que todos éstos en algún momento pueden requerir la prestación de los servicios de salud. Incluye la promoción, protección y restauración de la salud física y mental a través del tratamiento, rehabilitación o referencia a instancias especializadas, información de medidas médicas alternativas si el caso lo requiere y, cuando sea solicitado y las condiciones lo permitan, la promoción y restauración de la salud de los probables agresores. El personal de salud proporcionará la información y atención médica a quienes se encuentran involucrados en situaciones de violencia familiar, debiendo referirlos, cuando se requiera, a otros servicios, unidades médica, instituciones y organismos con mayor capacidad resolutiva, con el fin de lograr precisión diagnóstica, continuidad del tratamiento, rehabilitación, así como apoyos legal y psicológico para los cuales estén facultados. La prestación de servicios de salud deberá realizarse de conformidad con el manual de procedimientos apropiados, con el fin de aplicar de manera adecuada la ruta crítica de la usuaria o el usuario involucrados en la situación de violencia familiar. La atención médica otorgada a quienes se vean involucrados en situación de violencia familiar deberá ser proporcionada por prestadores de servicios de atención médica sensibilizados y capacitados. En la atención de las personas usuarias involucradas en situación de violencia familiar, quienes presten servicios de salud deberán apegarse a los criterios de oportunidad, calidez, confidencialidad, honestidad y respeto a su dignidad. CRITERIO DE OPORTUNIDAD Brindar un tratamiento adecuado e inmediato es una obligación del Estado. El criterio de oportunidad se vulnera cuando no se ofreció en su caso la atención médica requerida, dentro de los márgenes de paciencia y técnica razonables o, en su defecto, no se realizaron todas las acciones médicas y humanas indispensables para preservar la salud del paciente. Para posibilitar y fortalecer mecanismos que fortalezcan este criterio, se establecen procedimientos precisos a utilizar y sistemas de evaluación preventiva. Quienes presten servicios de salud no pueden excusarse de brindar atención médica cuando esté en peligro la vida, un órgano o una función, sin distingo de cualquier tipo, por lo que están obligados a realizar las maniobras necesarias con el propósito de estabilizar las