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NUESTRO 2020
Voces y miradas detrás del cristal
TODAS LAS QUE SOMOS
NUESTRO 2020
Voces y miradas detrás del cristal
TODAS LAS QUE SOMOS
Este libro, es un esfuerzo colectivo.
Los derechos de cada escrito pertenecen a su autora.
Edición y recopilación: Yolanda Alicia Cicero Ocaranza
Maquetación y diseño: Yolanda Jose Gudiño Cicero
Ilustración: Tania Recio
Dedicamos esta obra a todos y todas las trabajadoras de salud, de limpieza,
del campo, quienes con su trabajo diario e incansable han sostenido
nuestra existencia.
Lo dedicamos también a la memoria de quienes perdieron la batalla
pero vivirán siempre en nuestros corazones.
Prólogo
En una plática que tuvimos mi hija y yo, surgió la idea de
hacer un libro basado en las experiencias vividas durante la pan-
demia de COVID19. Esta pandemia causó gran temor entre la
población mundial, ya que, habiendo empezado en China, pron-
to abarcó todo el mundo, provocando una serie de cambios, no
sólo en los cuidados sanitarios como el uso del cubrebocas, go-
gles, caretas y lavado frecuente de manos; una cuarentena que em-
pezó en marzo y no tiene para cuándo acabar, también transfor-
mó la economía y la educación, en fin, un cambio total en la vida.
	En este escenario, quisimos tener el testimonio de muje-
res de todas las edades. A mi mente acudieron los nombres de al-
gunas amigas que podrían participar, así las fui anotando, prime-
ro las integrantes de mi familia, mi hija, mi nieta, mis nueras, mis
primas, sus hijas, sus nietas, después amigas, sus hijas y nietas.
	La respuesta fue muy positiva, dos días después de la
invitación empezaron a llegar las participaciones, así, conta-
mos con la colaboración de una queridísima amiga de 96 años,
todo un ejemplo de vitalidad y excelente actitud ante la vida.
Hay relatos de toda índole, algunos llenos de humor, otros
mostrando preocupación, otros más, reflejando una gran tran-
quilidad... en fin, todo un retrato de la rara situación que esta-
mos viviendo y, que sin duda nos dejará marcadas para siempre.
Gracias a todas ustedes por participar en este proyecto, ha sido
muy hermoso leer sus experiencias.
Yolanda Cicero Ocaranza, CDMX septiembre del 2020
Presentación
Un día, tuvimos que recluirnos en casa ante la amenaza de un
nuevo virus. Ya nos había pasado antes, sin embargo, nunca con tan-
tos medios de comunicación para enterarnos de lo que acontece al
otro lado del mundo, nunca con la posibilidad de unir nuestras voces
para hermanarnos a la distancia. En este contexto de incertidumbre y
aislamiento, fue que, a través de una llamada de Whats, mi mamá y yo
ideamos este proyecto.
Nos ilusinó la idea de escuchar los relatos de nuestras amigas
y familiares, pensarnos juntas a pesar de la distancia. Tejer historias,
que es lo que siempre hemos hecho, es nuestra vocación compartida.
En esta serie de relatos hay voces de niñas pequeñas, adolescentes,
jóvenes y adultas. Al principio no imaginamos que la respuesta fuera
tan rápida, ni que tantas mujeres se dieran un tiempo para sentarse a
escribir su historia y compartírnosla por mail, pero lo hicieron.
Las mujeres contamos historias para vaciar el alma, para apren-
der y enseñar, para construir el futuro propio y el de las otras, a través
de la palabra nos llenamos de esperanza y fuerza. Estos relatos del
2020 están escritos desde distintas perspectivas, diferentes ciudades y
países, pero todos hablan desde las mujeres niñas, jóvenes y adultas a
quienes el 2020, obligó a mirar la vida a través de la ventana y desde
ahí narrarse como protagonistas de una historia que apenas se está
escribiendo.
Muchas gracias a todas las que nos confiaron sus voces y acep-
taron compartirlas. Seguramente sus testimonios habrán de unirse a
muchos otros alrededor del mundo.
Yolanda Gudiño Cicero. CDMX, Septiembre del 2020
Índice
Aida Brener B. Pesadilla terrorífica
Alba Malaver Terapia poética en tiempos de pandemia
Alejandra Molina Gudiño Testimonio de la pandemia
Amparo Montoya Mi anécdota, COVID 19
Ana Leticia Gudiño Escrito pandemia
Anahí Robles Hernández Cuarentena
Azahari Zarza Trujillo Experiencia, tiempos de COVID 19
Azucena Edalí Molina G. Sorpresiva cuarentena
Brenda Sánchez Escrito pandemia
Clara González Espacio tiempo
Claudia Jacal Murillo Algunas vivencias durante la cuarentena
Concepción Azuara ¿Cómo he vivido el COVID 19?
Dina Dantus ¿Cómo me afectó el Coronavirus?
Elena Flores Zárate Experiencia de esta cuarentena
Esther Ortega Ruiz Pandemia 2020
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55
Frida Palos Gudiño Tocar fondo en la cuarentena es lo mejor que me
ha pasado
Guadalupe Moguel Pasquel Aprendizajes de pandemia
Irma López de la Rosa Mi hermano Alberto en cuarentena
Isabel Cicero Ortiz Mi vida duante la pandemia
Jimena Mateos González Tiempo de capullo
Josefina Romero Nuestro descanso obligatorio
Laura Castro Experiencia COVID 19
Leticia Arana Mundo arrodillado
Lilia Miranda Colín Experiencia cuarentena
Lucía García Morales Una cuarentena mundial que supera todo lo
vivido
Lucía Zúñiga Aplausos
Luisa Antonieta Mateos Enero 1 de 2020
Ma. de Lourdes Alarcón Robles Bodas de oro
Ma. de Lourdes Espinosa Serrano Confinamiento Lulú
Ma. del Rosario Pliego Neri Experiencia desagradable
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63
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83
85
87
89
97
Ma. Esther Betanzos 19 en Italia
Macarita Elizondo Gasperín/ Macarita Náder Elizondo
40 Reflexiones en una cuarentena
María Clara de Greiff De bolsas veganas y COVID 19 en Vermont
María José Cortés López Una playa para mí, un aeropuerto vacío
y el duelo
Mariana Ruiz Velazco El día a día en los tiempos de la cuarentena
Martina Villareal Mateos Sobreviviente del COVID 19
Paula Carolina Mateos Pandemia Covid 19, 2020
Pilar López de la Rosa ¿Alguna vez imaginamos esto?
Renata Quiroz Sepúlveda Lo que he pensado esta cuarentena
Rocío Villegas Pandemia, música y dulces/ Mi cumpleaños COVID
Samantha Jasso Horrible cuarentena 2020
Silvia Sirota 10 de mayo 2020
Sofía Rincón Pandemia 2020
Tere Gudiño Tere abuela y madre
Verónica Jacal Murillo Lo que importa
99
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123
127
129
131
133
135
Verónica Vallejo Mi experiencia en esta cuarentena
Yolanda Cicero Ocaranza Pandemia Covid 19 2020
Yolanda García Morales Ciudad típica de Metepec
Yolanda Gudiño Cicero No se aceptan niños
139
143
145
151
Pesadilla terrorífica
Aida Brener B.
Un extraño enemigo llamado Coronavirus, que es invisible y
que contagia y contamina al ser humano, nos amenaza con un pano-
rama de terror y un gran miedo e incertidumbre por no saber cómo
combatirlo. Esto parece un mal sueño, una pesadilla, pero desafor-
tunadamente no lo es, porque es la realidad a la que se enfrenta el
mundo entero en este siglo XXI, que se ve, en mayor o menor medida,
amenazado por este virus que ha creado una pandemia.
El brote surgió a finales de diciembre en la ciudad de Wuhan,
China, en ese lugar viven once millones de personas, de ahí se ha ex-
pandido a casi todo el mundo. Este virus, a diferencia de los anteriores
que ha padecido la humanidad, se transmite y se contagia de persona
a persona, sólo con pequeñas gotas de saliva al toser, estornudar o al
hablar.
Los científicos han observado que las personas de la cuarta edad
son las más propensas a contraer el virus y a fallecer, pues es la pobla-
ción más vulnerable, también las personas con diabetes y problemas
cardiacos, por esta razón hay que mantenerlos aislados para evitar que
se contagien o contagien a los demás, esto es para evitar un colapso
en el sistema de salud.
El mundo entero se enfrenta a un gran reto, en la actualidad
no hay ningún medicamento que lo detenga y las indicaciones de los
científicos son: lavarnos las manos continuamente, usar un gel an-
tibacterial y mantener una distancia de tres metros entre persona y
persona. Es la mayor crisis de esta generación, no podemos tocarnos,
saludarnos, besarnos, abrazarnos, reunirnos y salir a divertirse.
15
Mis hijos están muy preocupados por mí, cada uno por separa-
do me hablaron y me dijeron: “te tienes que quedar en casa por catorce
días”, a lo cual yo accedí, así que heme aquí en mi casa tratando de
sobrellevar este aislamiento y encierro voluntario, me siento viviendo
como en una burbuja protegida por cuatro paredes, he tratado de estar
ocupada para evitar caer en el aburrimiento y el tedio. Estoy comu-
nicada con el exterior virtualmente, el encierro me lleva a una vida
virtual y a una comunicación telefónica con todos.
En este momento no estoy aburrida porque tengo cosas en
qué ocuparme, por primera vez desde mi niñez y juventud me sobra
tiempo, mismo que he tratado de utilizar haciendo cosas productivas,
como realizar las tareas propuestas por el profesor de literatura, estoy
haciendo “Mis memorias por escrito”.
Yo también estoy muy preocupada por mis hijos, ellos también
son de la tercera edad, temo que se contagien, nadie está exento y eso
me angustia. Han tomado la decisión de trabajar en casa y creo que lo
están logrando, lo cual me tranquiliza un poco. Todos estamos preo-
cupados, pero como dice mi hijo Gregorio: “no hay que preocuparse,
hay que ocuparse”, sabias palabras que nos llevan a reflexionar sobre
qué hacer en estos momentos de crisis.
Estoy llena de dudas e incertidumbre, por ejemplo, ¿qué sigue
después de estos catorce días de encierro y aislamiento? ¿voy a poder
salir a la calle y ver a mi familia y amigos? Todo el porvenir es muy
incierto.
Me preocupa la pandemia, pero también que las personas cai-
gan en un estado de aburrimiento, apatía, depresión y angustia, que
aparezca una psicosis colectiva en la cual se pierdan límites y el res-
peto hacia los otros y florezca el miedo, porque un encierro completo
puede generar escasez de todo lo necesario, el desabasto de alimentos
puede ocasionar una gran hambruna en el mundo. Pero a pesar de
estas preguntas, trato de ser optimista y no pierdo la esperanza de que
pronto encuentren algo que frene esta pandemia.
16
Terapia poética en tiempos de pandemia
Alba Malaver
“Lo más maravilloso del mundo es saber cómo pertenecer a uno
mismo”.
Michel de Montaigne
Solo unos pocos logramos escapar del miedo, del encierro. Huir
de la presión de los medios de comunicación, de la sobrecarga laboral,
de la soledad, de la pérdida del empleo, del caos producido por el ma-
nejo de la pandemia del Covid-19. Mantenernos vivos. Salvarnos. Este
espacio lo encontramos elevando nuestra conciencia, haciendo uso del
lenguaje a través de la terapia poética. Las letras nos han salvado.
Aunque la carga laboral en mi hogar se dividió equitativamen-
te, al llegar la pandemia me hallé en medio de una vorágine, libre de
dependientes pero sumida en un bumerang de improvisaciones para
sostener el nivel de aprendizaje de mis alumnos de español. Nadie es-
taba preparado. El día con todas sus horas en estas circunstancias no
alcanza. ¿Cómo robarle tiempo al tiempo para la lectura y escritura?
Recordé, no es la primera vez que vivo el encierro. El internado
donde estudié la secundaria me enseñó a convivir y a encontrar en
las letras el mejor refugio. Corría el mes de julio del 2020 y para mi
fortuna, en medio del caos mundial y gracias a la tecnología, apareció
la oportunidad de ingresar a un Taller de escritura creativa impartido
por el escritor mexicano Gunter Petrak. ¡Me alegré! Me emocionó el
hecho de poder invitar a mi madre a participar de esta maravillosa
experiencia. Ella, una profesora retirada de 71 años, quien a pesar
de estar acostumbrada a permanecer en casa, comenzaba a sentirse
17
agobiada por las determinaciones del gobierno Colombiano para pro-
teger la vida de los adultos mayores; cuarentenas se convirtieron en
meses de aislamiento. Ahora, las dos tendríamos algo que nos uniría
semana a semana, un taller literario desde México; ella en Colombia y
yo en Estados Unidos.
El taller tomó rumbo. La cita de los lunes a las cinco de la tarde
a través de zoom se convirtió en un ritual. No importaron las trasno-
chadas ni las madrugadas para completar mi trabajo docente con tal
de llegar a tiempo con los escritos. No estuvimos solas mi madre y yo,
también Julieta, Claudia, Pilar, Eugenia, Estefanía, además de Victor,
Fidel y Raymundo formaron parte del grupo. Todos en la misma bús-
queda. Siete mujeres y tres hombres. Ellas sicólogas, investigadoras,
docentes; ellos, un ingeniero, un publicista y un empresario. Esto no
es una coincidencia. Hallamos un lugar para ser libres, el maravilloso
mundo de las letras. Cada uno compartió un escrito nuevo cada sema-
na durante dos meses.
Puntuales a las 5:00 de la tarde, cada lunes nuestros escritos
fueron desnudándonos. Prosa y versos eran confesiones. Temas como
la angustia frente a la muerte, la levedad del ser, el amor, el desamor,
relatos autobiográficos del campo y la ciudad, instantes de poesía, la
vida en la época de la revolución mexicana y hasta tácticas para en-
frentar la pandemia se convirtieron en un deleite.
Estuvimos de acuerdo, la confianza entregada por el maestro
fue uno de los grandes aportes pues animó y suscitó la emoción de la
entrega semanal. Nos leíamos y nos escuchábamos. Claudia nos delei-
tó con sus cartas, una de ellas a la muerte, encontrando una profun-
da reconciliación; Julieta registró episodios del contraste de su propia
vida; cuando niña debió emigrar de la ciudad al campo; Víctor nos
llevó de viaje a San Juan Raya, Puebla y al matrimonio de su hija en
Alemania; su narración logró que viéramos cada uno de los colores
de sus registros fotográficos, enriqueciendo con sus palabras nuestra
imaginación y cultura a través de su experiencia visual, fielmente de-
tallada. Viajamos y bailamos en la celebración junto a él.
18
Fidel, desde su mundo textil, logró tejer con palabras versos li-
bres en donde pudimos palpar algo tan simple como una copa de vino
sobre la mesa. Eugenia compartió la felicidad de haber consolidado,
después de décadas, su deseo de escribir; al comienzo horas frente al
papel, ahora minutos solamente para soltar su pluma. Estefanía, una
joven investigadora se sintió libre de viajar dentro de sí misma, re-
flexionar sobre su soledad y encontrarse plena, allí en su mundo inte-
rior. Pilar, nos recordó la importancia de cultivar en nuestros jóvenes
el amor por la educación y la determinación necesaria para lograr sus
metas. Raymundo nos llevó a Acatlán, Oaxaca; pudimos saborear el
proceso de la extracción y elaboración de la miel de caña de la mano
de una abuelita y su nieta. Mi madre, Rosa Elena, logró reencontrarse
con su sensibilidad para la poesía y compartirnos imágenes que pervi-
virán. Yo volví a divisar la belleza de mi pueblo, Manta, Cundinamar-
ca, y comprobar una vez más el papel del lenguaje en un mundo ávido
de esperanza y de salvación.
19
21
Testimonio de la pandemia
Alejandra Molina Gudiño
Mi nombre es Alejandra, tengo treinta y cuatro años, tengo dos
hijos, la mayor de cuatro años y el menor de un año. Mi esposo y yo
trabajamos en empresas de tecnología. Antes del coronavirus mi hija
asistía al colegio, mi hijo a la guardería, nosotros trabajábamos en la
mañana en la oficina y por la tarde en casa.
¿Cómo nos afectó la pandemia? De inicio de un día para otro
supimos que los niños no podrían ir al colegio y recibimos comunica-
dos de las empresas pidiendo que permaneciéramos en casa y conti-
nuáramos nuestras labores desde ahí, incluso se me informó que había
un caso sospechoso de coronavirus en la oficina y que el sitio tendría
que permanecer cerrado para su desinfección. El manejo de la empre-
sa fue impecable, los directores se mostraron increíblemente humanos
y transmitieron esto en cascada. Afortunadamente mi esposo recibió
el mismo apoyo.
Definitivamente nos cambió la dinámica familiar. Decidimos
que la persona que nos apoya con el quehacer permaneciera en su casa
por un tiempo en lo que la crisis pasaba, de esta manera ni ella ni no-
sotros estaríamos expuestos, también decidimos que seguiríamos pa-
gándole una parte de su sueldo como apoyo y aseguramos su regreso
a trabajar en cuanto las cosas estuvieran más tranquilas.
Mi esposo y yo tuvimos que adecuarnos, pues ahora las labo-
res habían aumentado, los niños necesitaban a sus padres y nosotros
necesitábamos seguir trabajando. Al principio nos costó mucho, mi
pequeño aún gateaba y pasaba la mayor parte del tiempo en el suelo,
por lo que era vital mantener lo más limpio posible. Esa parte se car-
gó un poco más en mí, tal vez porque inconscientemente las mujeres
tenemos el cargo de administradoras y ejecutoras. No aguanté mucho,
tuve que soltar, relajarme y apoyarme más en mi pareja. Repartimos
tareas y realmente él fue mi mejor apoyo emocional.
Iniciaron las clases virtuales para mi hija, ahora pasaba horas en
la pantalla entre las clases de kinder e incluso las clases de ballet y, la
televisión y Netflix se volvieron nuestro mejor aliado cuando tenía-
mos conferencias de trabajo o días con más carga laboral. Sé que no
es lo mejor, pero realmente no hay muchas opciones. Hay días en que
me siento fatal por las horas que pasan en la pantalla, cargo con mil
culpas por todo lo que quisiera hacer y no puedo. Tuve que adicionar
las labores de maestra a mis actividades y hacer malabares con el resto
de mis obligaciones.
Creo que los niños son los que más se han visto afectados, pues
perdieron sus actividades y tuvieron que adaptarse a una nueva ruti-
na, dejaron de ver a sus amigos y sí se desesperan por no poder salir,
hacen mil preguntas y no terminan de entender qué pasa; sin embar-
go, son un ejemplo, aceptaron los cambios, nos motivaron a seguir, a
reinventarnos y construir nuevos proyectos, a ser más creativos. Sin
duda son superhéroes.
Mal que bien, con días buenos y días malos, hemos ido adap-
tándonos a la realidad que elegimos vivir. Ocurrieron mil cosas y no
alcanzaría a escribirlas todas, pero dentro de todo, me siento afortu-
nada. La pandemia me dio la oportunidad de retomar mis clases de
baile (que dejé por falta de tiempo), tengo trabajo, no he dejado de
percibir mi sueldo (con algunos ajustes pero no ha dejado de llegar),
tengo a mis hijos conmigo, un esposo maravilloso que no ha dejado
de apoyarme ni un minuto y nos hemos mantenido más unidos, tengo
a mis amigas con quienes intercambiamos tips y nos escuchamos; mis
padres y hermana con quienes el contacto se volvió indispensable para
mantener la salud emocional de todos.
22
Al final, cada uno decidimos quedarnos con lo bueno o lo malo,
claro que ha habido cosas malas, pero elegí ver lo positivo, aprender
de esto y seguir adelante.
23
Mi anécdota, COVID 19
Amparo Montoya
Somos una familia numerosa, nos gusta reunirnos en cumplea-
ños, aniversarios, lutos y misas, recordando a nuestros seres queridos
que ya han fallecido y vanagloriando a aquellos que aún siguen por
aquí, siempre encontramos un motivo para reunirnos, comer y con-
vivir.
La pandemia no nos ha permitido reunirnos pero el internet ha
hecho lo suyo y a pesar de la distancia física podemos seguir comuni-
cándonos y festejando de forma virtual.
Dentro de la familia hay muchas personalidades únicas, rim-
bombantes, risibles y admirables; dentro del selecto grupo tengo dos
sobrinas que han aprovechado esta situación para crear videos caseros
donde vierten mucha de su creatividad, ya que en mayo la mayoría de
los hermanos, sobrinos y coadyubados celebran sus cumpleaños, las
habilidades de mis sobrinas han sido de gran ayuda, pues se les ha
ocurrido grabar videos como regalo de cumpleaños personalizados
para cada festejado. Se le pide a la familia fotografías donde el feste-
jado aparezca, música de su agrado, grabaciones de voz y el video es
para desearles mil felicidades.
La casa que mi madre me heredó con mucho amor está dividida
en dos, mi hermano vive en la parte superior y nosotros en la inferior.
Mis sobrinas hicieron un video para mi vecino – hermano el día de
su cumpleaños, debo mencionar que mi hermano es de un humor
“especial”, así que mis sobrinas estaban emocionadas por mandarle su
video y ver su reacción. Enviaron el video en el primer minuto de la
madrugada por lo que lo despertaron, él pudo haber agradecido y sen-
tirse feliz con el regalo, pero en vez de hacer eso les envió un mensaje
25
que decía: ¡chamacas ya duérmanse y dejen dormir jaja muchas gracias
por quitarme el sueño”.
Esa noche convivimos por primera vez en mucho tiempo en
esta pandemia, pues nos reímos a carcajadas al enterarnos del mensaje
que él les había enviado a mis sobrinas, la partida del pastel y el soplido
de la vela. Nos conectamos por video chat con los demás familiares y
esa noche hubo risas, recuerdos, porras, canciones y la pasamos bien.
Basta con salir por el portón para darse cuenta de la situación
por la que pasa la colonia donde vivo. Algunas personas usan masca-
rillas profesionales, que se dice duran una semana con buena protec-
ción, otras más utilizan cubrebocas convencionales y más comunes
que duran tres horas, también hay cubrebocas de neopreno, los hay
caseros hechos con algún material improvisado, algún girón de tela,
camiseta vieja con hoyos, un bóxer y hasta llegué a encontrar con un
brasier jaja, en estos últimos no estamos seguros de su eficacia o si
puedan proteger, pero dan risa sus mascarillas.
También ves personas con caretas improvisadas hechas de algu-
na mica o plástico, algunos otros con lentes de sol, gogles e incluso al-
gún ocurrente con careta de soldador. La gente usa cubrebocas, otros
utilizan cubrebocas y careta, algunos cubrebocas sin tapar la nariz y
muchos mas no usan más que valor mexicano.
Los medios y el gobierno comenzaron a otorgar información en
el mes de abril. Observé que la gente iba por la calle comprando, sin
cubrebocas ni careta. Al pasar el tiempo el gobierno seguía con sus
informes diarios acerca de la pandemia y de su evolución, sin embargo
las personas no se cuidaban, pero hoy en día la gente por fin ha deci-
dido protegerse.
Decidí hacer una encuesta entre los vecinos y personas conoci-
das: ¿por qué aumentó el uso de cubrebocas y caretas? La respuesta
fue que tuvieron una experiencia personal, donde un familiar, vecino
o compañero resultó contagiado. Unos sobreviven y otros fallecen y
por eso han decidido protegerse.
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27
Escrito pandemia
Ana Leticia Gudiño Arana
Desde mis inicios en la vida del ser médico y madre … no lle-
gué a imaginar lo que cambiaría un ser microscópico la rutina, los
malos hábitos e inclusive el afecto entre los seres queridos. Día a día
nos enfrentamos a enfermedades, accidentes, vida y muerte pero esto
sobrepasó los límites .
Miedos e incertidumbre pero con la certeza de que era inminen-
te la necesidad de un cambio radical, una sacudida social, para darnos
cuenta de que íbamos muy “campantes” viviendo sin cuidados.
Ser madre y médico ha sido un gran desafío en todos los senti-
dos, dividir la mente y el corazón es un reto que tomé, donde hay días
en los que cierro los ojos y pienso en la mirada de mi hijo, en su olor,
esas ganas de correr y abrazarlo. Pero también en el ímpetu de crecer
y contribuir a la sociedad, a los dolientes, que día a día ingresan al
nosocomio esperando esa calidez y la solución a su problema de salud.
Esa motivación nos ha llevado a tomar este camino, frío en bastantes
ocasiones pero lleno de momentos de satisfacción .
Grandes experiencias nos permite la pandemia, retos emocio-
nales y físicos, equipos de protección personal que nos roban la co-
modidad, esa sensación de ahogo durante 8 horas, cargando angustia
y peso extra, llegando momentos que definen todo, en los que sobre
tus manos y criterio médico descansan los pronósticos y la decisión de
a quién otorgarle una máquina de ventilación mecánica (que se sabe
abiertamente que estuvieron contadas en la mayoría de terapias inten-
sivas); rebasadas por el número de pacientes que ingresaban …
Sabiendo que el paciente grave es hijo , sobrino, nieto, padre de
alguien más que lo espera en casa, donde radica el derecho a la salud y
que todos merecemos la oportunidad de luchar. En fin, ¿vale la pena?
La respuesta es Sí , no hay duda
28
Cuarentena
Anahí Robles Hernández
Mi nombre es Anahí, tengo 32 años, mi esposo se llama Jai-
me, tengo dos hijas hermosas, Sinahí y Ana Sofía, soy profesora de
nivel primaria, vivimos con mis padres y mi hermano menor Iván
Alejandro y quiero platicar mi experiencia durante esta cuarentena. Es
un tanto difícil, pero para mí fueron de una gran ayuda económica,
voy a platicar por qué. Actualmente, o mejor dicho, hace tiempo me
encontré en un problema financiero muy fuerte, estresante para mí
y para mi familia, pero a pesar de la situación adversa en la que me
encontraba, lo tomé con calma en el trabajo, fueron días en los que
mandas trabajos, recabas evidencias, pero pensé: estamos en contin-
gencia, no van a hacer las cosas, para qué mando tanto trabajo si no le
van a dar la importancia que debe tener, claro, algunos alumnos, no
todos. Les mandé las actividades y les pedí me enviaran evidencias de
que hicieron lo que solicité, hubo padres que repetían las fotos, me di
cuenta que lo hicieron sólo por cumplir, sin embargo yo cumplí con
mi trabajo de alguna manera, así que yo no me estresé tanto.
Ahora tengo un problema, o no se si lo sea realmente, tengo
ganas de vender algo. Un día, terminando Semana Santa, le dije a mi
papá: ¿y si vendemos pollo? y él accedió diciendo “órale”, pero de re-
pente se quedó callado y luego me dijo: ¿y qué pasará cuando entres
a trabajar? Yo le respondí, pues tú sigues vendiendo, así ya no vas a
manejar el taxi, mejor lo das a trabajar y tú sigues con el puesto, ¿cómo
ves? Obviamente no empezaría al día siguiente porque no contaba con
dinero en ese momento, pero estaba próxima la quincena y de ahí in-
vertiría, pero al día siguiente mi papá me levantó temprano y me dijo:
¿vas a ir por el pollo? Y qué creen, él me dio el dinero para invertir,
29
así es que inicié mi negocio de pollo fresco y como en todo negocio, a
veces se vende y a veces no y de ese modo fue un escape para no estar
pensando en la contingencia.
Al principio no sabía si creer o no creer en este virus, pero estar
vendiendo nos ayuda a distraernos. Mi vecina es viuda y vive sola,
tiene una tienda, no sabíamos si realmente comía o no y, desde que
estamos vendiendo nos da de desayunar, se viene a comer a la casa con
nosotros, en fin, todo el tiempo estamos conviviendo y eso le ha ayu-
dado para olvidarse de su enfermedad y del virus, a mis hijas también
les ha ayudado, ellas no salen a ningún lado, son inteligentes y saben
que debemos tener precauciones como el lavado de manos, sólo mi
esposo y yo vamos por el pollo pero tomando todas las precauciones
necesarias, porque aunque no hemos tenido gente cercana con ese
problema, nos cuidamos.
Seguimos vendiendo pollo y con las ventas y las quincenas que
me siguen pagando estamos abonando a las deudas y las estamos sal-
dando más rápido. Gracias a Dios y al esfuerzo de mi esposo estamos
saliendo adelante. Ya sólo nos quedan dos deudas por pagar, pero
saldadas éstas, estaremos más tranquilos.
Esta cuarentena también me ayudó a acercarme más a mi hija
mayor porque está atravesando por una etapa difícil, en la que por
todo rezongaba y, lo peor, también en la escuela estaba teniendo di-
ficultades, constantemente me llamaban para darme quejas y obvia-
mente me enojaba y la regañaba, le pegaba y en esta contingencia me
sentaba con ella a trabajar en sus tareas que fueron demasiadas y, tra-
bajábamos las dos diciéndole qué hacer, cómo hacerlo y algunas cosas
yo las hacía. ¿Por qué? porque no le daba tiempo de terminar con todo
y debía enviar el trabajo a una hora determinada, pero le ayudó a darse
cuenta que no es difícil, sólo es cuestión de que tenga ganas de hacer
las cosas, así que espero que esto le haya servido de experiencia para
echarle más ganas el siguiente ciclo escolar.
30
Ana Sofía feliz de la vida por no ir a la escuela, sí trabajó al-
gunas cosas pero no todo el tiempo, desde mi punto de vista, no era
necesario estresar a los niños pequeños con tantas actividades. Sofi
trabaja bien cuando se dedica y está sin presión, ella quiere entrar a la
primaria, aprende rápido, mejor que le cueste a su maestra de primer
grado su aprendizaje.
Salimos a caminar por el pueblo guardando todas las medidas
precautorias como usar cubrebocas, no saludar de mano, etc. Al re-
gresar nos lavamos las manos. Estamos bien, cuando nos dieron el
aviso formal que hasta el 10 de agosto reanudaremos clases me sentí
tranquila, más relajada y consciente que el próximo ciclo escolar en-
traré a trabajar con más ganas, porque, soy sincera, este ciclo escolar
que pasó, entre tantos problemas que venía arrastrando en el trabajo,
personales, económicos, familiares, etc., no me daban ganas de ir a
trabajar, sólo lo hacía por inercia y no debe ser así, porque me gusta
mi trabajo a pesar de que no es mi vocación, he aprendido a tomarle
cariño y lo que hago lo hago bien y lo veo en los resultados que tienen
mis alumnos, gracias a ellos me esfuerzo cada día más por ser la mejor
profesora de la escuela que, aunque soy nueva ahí, me estoy integran-
do al equipo de trabajo y hasta el momento vamos bien
Esto es algo de lo que puedo platicar de mi experiencia en esta
contingencia, que tomo como una pausa en mi vida laboral para acla-
rar mi situación financiera y emocional. Y ahora estoy bien, mi familia
está bien, todos estamos bien, logrando salir de este problema al que
los arrastré a todos en cuestión emocional, pero si me ven bien, ellos
estarán bien y le doy gracias a Dios por ayudarme en todo momento y
por no dejarme sola, ¡gracias!
31
Experiencia, tiempos de COVID 19
Azhari Zarza Trujillo
Soy Azhari, tengo una pequeña hija, soy nutrióloga y mi esposo
paramédico, vivo al lado de casa de mi mamá, tengo una hermana y
una sobrina que, en una semana “normal” nos vemos una o dos veces
a la semana, a veces hasta diario.
Trabajo en oficinas de lunes a viernes con seis personas más; los
días de trabajo son divertidos, la dinámica diaria ha sido loca y son
como mi segunda familia, apurada pero día a día me iba acoplando y
haciendo mi rutina tratando de organizar cada día.
Desde que empezó esta pandemia, lo primero que se me vino a
la mente, fue mi familia, su seguridad, su salud, ante todo mi hija, mi
mamá, esto lo cambió todo de repente.
Han pasado muchas etapas, de pánico, de estrés, de tristeza, de
impotencia y hasta de incredulidad; han sido tres meses que a veces
pasan lento y a veces pasan rápido, es como una montaña rusa donde
a veces estoy de buen ánimo y a veces no tanto y otras en el suelo. Se
siente un peso y una responsabilidad muy grande en los hombros hoy
en día, se suman más cosas que llevar de las normales... una casa, una
educación (de mi hija), un cuidado, una economía, en fin, todo se du-
plicó, a todo se sumaron mil cosas más.
1.- Trabajo y escuela en casa: hoy en día trabajo una semana en
oficina y una semana desde casa, al trabajo se ha sumado la educación
de mi hija desde casa, sus clases en línea, sus tareas, tenerle paciencia,
al principio fue complicado, hoy tengo mucha más paciencia y al hacer
sus actividades hemos aprendido a hacerlas más fáciles. Estar al pen-
diente de su educación y de su alimentación desde casa, cocinar más,
tenga tiempo o no, saber si hizo su clase los días que no estoy, ver con
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quién se queda, porque papá trabaja 24 por 24, monitorear si desayu-
nó, si comió, si tomó agua, si obedeció, etc., me hace feliz.
En el trabajo estoy casi sola, únicamente vamos dos o tres per-
sonas la semana que voy, pero de mi programa de trabajo sólo voy yo,
así que todo lo que salga lo saco sola, la mayor parte del día estoy sola
sin nadie con quien platicar, con quien apoyarse y no hay con quien
tomar un café antes de comenzar. Trato de hacer y adelantar todo lo
más posible para no llevar trabajo a casa y sólo sacar lo que vaya sa-
liendo cuando me toca estar desde casa y poner más atención a lo que
me toca en el hogar.
2.- Miedo a enfermar: se sumó el miedo a mi salud, la de mi
hija y la de mi mamá, depende mucho del cuidado que tengamos mi
marido y yo al salir a trabajar; del contacto que tengamos con pacien-
tes o con personas enfermas. Al salir, todas las medidas posibles, pero
hay días que entra la paranoia y lavo mis manos mil veces, salir a la
calle a comprar la despensa para nosotros y mi mamá, cuidar lo que
toco, no estar cerca de la gente, no tocar mi cara, etc. Hay días en los
que solo estando en casa me siento protegida. Hemos cruzado mil plá-
ticas mi esposo y yo acerca de lo que pasaría si alguien enfermara, cuál
sería el plan A o el plan B. Rentamos una casa para que él fuera a vivir
aparte en caso de atender a un paciente y así no pondríamos en riesgo
a los demás, pudimos vivir así una semana o dos, pero la distancia y
nuestras actividades no nos dejaron y regresamos a vivir juntos otra
vez con el miedo de siempre de saber que algún día él puede traer el
virus o la enfermedad; a veces relajamos las medidas de seguridad, se
nos olvida que existe, que está pasando y que es real, que está afuera.
Hoy sabemos de más casos, más cerca, de gente que conocemos que
da positivo al virus y volvemos a estresarnos y a intensificar las me-
didas.
3.- Aprender a organizarte de diferente manera: organizar los
tiempos en casa, en el trabajo, para las compras, para las salidas esen-
ciales, las actividades en la familia, distraer la mente entre nosotros.
Comencé a tratar de organizar mi tiempo para hacer las cosas de la
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escuela, la comida, el aseo, el trabajo, arreglos y limpieza en casa que
no hago por falta de tiempo. Soy una persona que hace listas para todo
para no olvidarlo, entonces empecé a hacer listas para todo lo que te-
nía que hacer, lo que faltaba de comprar, para despensa, para comida,
para los “arreglos”, en fin, una lista que nunca termino y que aun es-
tando en casa sigo sin tiempo para avanzar en ella. Traté de empezar a
hacer ejercicio, a cuidar mi cara, mi cabello, creo que he puesto tantas
cosas pendientes por hacer que no he sido constante en ninguna y que
apenas voy medio flotando en el día a día.
4.- Estados de ánimo: cursas por los estados de ánimo de
todos los que vivimos “juntos” (mi hija, mi mamá, mi marido y los
míos) y de los que no vivimos “juntos” (mi hermana). El estado de
ánimo ha sido muy variable en todos. Para mi mamá, quien es muy
independiente en sus actividades y muy frecuentes sus salidas “viajes
pequeños o largos”, ha sido complicado no poder salir en tres meses
o más, entonces cruza por depresión, ansiedad, tristeza, impotencia
y coraje, cuando llega a salir a la esquina ve tanta gente que no usa
cubrebocas... mi hija a veces se desespera, ya quiere ver a sus amigos,
regresar a la escuela, se aburre, todo el día quiere que juegue con ella,
algunas veces puedo dedicarle unos minutos pero entre tanto, siento
que no es suficiente; mi hermana aun en la distancia, también necesita
llamadas de pláticas para soltar todo lo que nos pasa y todo lo que sen-
timos, compartimos miedos, sentimientos, son llamadas largas, ahora
las visitas son más seguidas, una vez a la semana para distraer a mi
mamá y a las niñas, eso nos ha ayudado mucho, seguimos siendo gran
apoyo entre nosotras; mi marido (él y yo somos una ruleta rusa, somos
nuestra primera “línea de estrés jaja) en tres meses hemos estado bien
y hemos estado mal, mi genio a veces disparado al igual que su genio,
todo se ha juntado, pero poco a poco vamos sobreviviendo a estas
emociones, platicamos de lo que sabemos de la enfermedad, de nues-
tros proyectos que se vieron pausados, de la dinámica familiar, de lo
que nos aburrimos, etc. Y yo, pues he experimentado mil sentimientos
día a día, a veces me siento confiada, hay días que muero de estrés,
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de miedo, (tanto que hasta siento dolor de cabeza, de oídos o lo que
sea) hay días en los que no quiero hacer nada, otros en que lo quiero
hacer todo, pero a todos hay algo que nos pegó duro, el no tocarnos,
no abrazarnos, no besarnos, a veces siento que exageramos pero me
da tanto miedo sentirme culpable que mi mamá o mi hija se enfermen,
lo importante es que cada día agradezco un día más de vida, un día
más de salud.
5.- Lo bueno: creo que dentro de todo mi familia, en lo general
y yo en lo particular, hemos tenido cosas buenas a raíz de esto, esta-
mos más unidos, más al pendiente de saber cómo amanecimos, le lla-
mo más a mi papá, pregunto más cómo está, si ya comió, si está bien.
Llamo o escribo más a mis tíos, a la familia, a las amigas, comemos
mejor, tratamos de hacer ejercicio y pasamos más tiempo juntos. Bien
o no, trato de hacer mis hábitos de cuidado hacia mi persona, hacia mi
familia. Hoy valoro más lo que tengo, hoy valoro más cada día la vida
de mis padres, la de la familia más cercana.
Esta pandemia ha dejado muchos cambios, muchos sentimien-
tos, muchas lágrimas, muchos corajes, un poco de paz, muchos agra-
decimientos por ser tan bendecida, ha dejado de todo, ha dejado cosas
buenas y, para mí, la idea de cambiar mi chip, de retomar las cosas
buenas, mis creencias, de ser mejor persona, voltear a ver cosas que
dejé y que lo importante siempre serán las cosas que no se pueden
comprar, que ahorrar es indispensable, que uno debe tener priorida-
des y el tiempo para tu familia es lo primero. A pesar de no ser muy
joven, pero no muy grande, este tiempo también me ha dejado pensar
¿qué pasará cuando yo falte? Y de eso, lo que más me asusta es dejar
a mi pequeña y los pormenores de quién verá o hará lo que yo hago,
sea poco o sea mucho. Lo único que hoy en día quiero, es tener a mi
familia completa, pasar esto victoriosos y unidos, que aprendamos a
retomar la vida “normal” y adaptarnos a esto, aprender a vivir con la
nueva realidad que de ninguna manera volverá a ser como antes.
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Sorpresiva cuarentena
Azucena Edalí Molina G.
Me llamo Edalí, casada desde hace cinco años y tengo dos niñas
hermosas. Cuando esta cuarentena empezó, mis niñas tenían dos años
ocho meses y un año cinco meses.
Normalmente desempeño un trabajo muy demandante. Mi hija
mayor iba a maternal y la pequeña estaba al cuidado de mi mamá. Ella
cuidaba a las dos niñas cuando el trabajo se alargaba por muchas horas
después de mi horario de salida. Algunas veces mi esposo apoyaba.
En enero de este año fui diagnosticada con dos enfermedades
reumatológicas y estuve sometida desde finales de ese mes, a inmuno-
supresores y corticoides.
La cuarentena me tomó por sorpresa y, al igual que a muchas
personas, me cambió el ritmo de vida, en pocas palabras (y debido a
decisiones que se tomaron por el bien de las niñas) pasé de nunca es-
tar en casa, ni los fines de semana, a quedarme todos los días, de casi
nunca cocinar a cocinar los siete días de la semana, las tres comidas,
y a hacerme cargo de las labores domésticas casi por completo, ya que
la señora que me ayuda no vendría porque al utilizar el transporte pú-
blico, el peligro al contagio del virus era muy grande.
En un inicio la dinámica familiar fluyó bien, aunque con algu-
nos tropiezos. Yo estaba feliz de poder pasar tiempo con mis hijas y
tenía toda la pila y la energía para ponerles hasta cuatro actividades
diferentes al día, pintura, plastilina, texturas, todo lo que veía en inter-
net que podían hacer, sobre todo mi hija mayor que estaba cursando
maternal, incluso hicimos una piñata y le organizamos una fiesta de
cumpleaños a mi esposo, cocinábamos pizza, galletas y pasteles, en
pocas palabras el tiempo en familia nos sentó bastante bien.
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Pensamos que esta situación duraría sólo hasta el quince de
abril, al no ser así, la división de tareas domésticas entre mi esposo
y yo empezaron de nuevo a recaer mayormente en mí y vaya que ya
no me resultaban tan divertidas. El encierro se me hizo cada vez más
difícil y el estado de ánimo de los adultos en casa se puso un poco más
tenso.
En mi trabajo, debía entrar de guardia para los primeros días
de mayo, sin embargo, debido a los medicamentos y a los malos re-
sultados médicos, quedé exenta de presentarme, teniendo que estar al
pendiente del teléfono por si podía ayudar a mis compañeros en algo
desde casa. Simultáneamente, comenzaron a enviarme de la escuela
actividades para que realizara mi hija mayor, teniendo que mandar
evidencia de cada actividad todos los días.
Para estas fechas, sentí que dentro de mí crecía un trol, sentí que
no estaba cumpliendo con nada, ni como mamá, ni como trabajadora
y mucho menos como educadora. Pasaba por un sinfín de emociones
al día, ninguna muy agradable, estaba enojada, frustrada, desesperada
y hasta deprimida, después llegó el insomnio, dolores de cabeza, en
fin, mi estado físico y mental no lograban encontrar un equilibrio.
Así llegué a inicios de junio, la situación seguía igual de compli-
cada, sobre todo porque ya llevaba mucho tiempo sin dormir. Decidí
dejar en paz el envío de evidencias de las tareas de mi hija, ya que no
tenía paciencia para ayudarla a desarrollarlas y al estar en maternal no
afectaría sus calificaciones de preescolar. Mi esposo empezó a irse a
trabajar unos días, eso, aunque me ayudó a liberar un poco de tensión,
también implicaba que me quedara sola con las pequeñas, pero con mi
poca paciencia, por las noches solo sentía culpa por no ser lo que yo
considero una buena madre.
Aunado a que, debido al trabajo y a las situaciones emocionales
de mi marido, cada día se hacía cargo de menos actividades domésti-
cas y del cuidado de las niñas, a las que regañaba aún más que yo.
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Para colmo, al realizarme mis estudios de rutina, la enferme-
dad reumatológica que afectaba mi sangre empeoró, al grado de casi
terminar en el hospital y requerir transfusiones de sangre. A fin de
evitarlo me aumentaron las dosis de cortisona, lo que agigantó al trol
interno.
Una semana después, mi doctora me diagnosticó con fibromial-
gia, resultó que esta enfermedad y el uso prolongado de corticoides,
eran responsables de alimentar a mi trol y mis malestares físicos.
A partir de mediados de junio he trabajado a distancia y, aunque
las dosis de cortisona e inmunodepresores son altísimas, sin mencio-
nar todo lo que tengo que tomar para combatir sus efectos adversos,
he salido adelante de esta cuarentena, con la ayuda invaluable de mi
mamá quien me ha apoyado mucho con mis hijas, sobre todo los días
que mi esposo se va a trabajar.
También exigí el regreso de la señora que me ayuda, ya que con
los dolores físicos, el trabajo, la cocina y las hijas, me resultaba por
demás imposible hacerme cargo también de la limpieza.
Y así iniciamos julio y parece que esta cuarentena no termina...
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Escrito pandemia
Brenda Sánchez
Mi nombre es Brenda y mi experiencia en esta cuarentena ha
tenido altas y bajas, estoy casada hace casi 23 años y tengo 3 hermosos
hijos. Antes de que el Covid 19 llegara a nuestras vidas, yo pensaba
pedirle el divorcio a mi esposo porque hace mucho tiempo que ya no
lo amo y él lo sabe... él no ha querido darme el divorcio porque dice
que me ama. Esta cuarentena me ha mostrado quién me ama y quién
no, quién es mi amiga y quién no. Empecé a ver las cosas de otra for-
ma y empecé a valorar las cosas simples de la vida, el aire, el sol en mi
cara, el abrazo de mi madre, de una amiga y sé que mi esposo me ama
de verdad y, no lo he decidido aún, pero creo que me voy a dar otra
oportunidad con él.
Siento mucha tristeza al ver que hay tanta gente que no cree en
este virus... conozco personas que han muerto por la necesidad de
salir a trabajar y gente a la que no le importa porque no cree que esto
es real. Hoy Dios y el planeta están hartos de esperar a que nos caiga
el veinte para cambiar y ser mejores seres humanos, pero creo que
ya se cansaron de esperar a que la humanidad reaccione. No lo va a
hacer nunca porque seguimos cometiendo los mismos errores; no nos
importa la naturaleza ni los animales ni todas las cosas hermosas que
Dios nos dio, no lo valoramos y no lo merecemos, sólo espero que la
humanidad reaccione antes de que no haya vuelta atrás, y que Dios
nos ilumine y que los que no creen en el Covid 19 se cuiden y cuiden
a los demás.
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Cuidemos a la madre Tierra con todos los animales que hay en
ella y que los niños que hoy nacen sean educados para amar y cuidar
la naturaleza, que crezcan con valores y principios.
Sólo pido un mundo mejor para mis hijos, por favor Señor apiá-
date de nosotros.
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Espacio tiempo
Clara González
Por lo pronto la suerte de poder estar física o virtualmente con
Juan el compañero de mi vida, nuestras hijas, Gisela, Frida y Jimena y
nietos Santiago, Emilia, Alina y Martina, todos queridísimos.
Agradecer el avance de la tecnología y contar con los maravi-
llosos celulares. Poder llamar y ver a los entrañables de la familia,
hermanas, primas y por supuesto amigos.
Compartir esta inesperada vivencia colectiva desde un escenario
para algunos de nosotros más que privilegiado. Ese es nuestro caso.
Aproximadamente hace 45 años durante la infancia y adolescen-
cia de nuestros hijos, con un pequeño grupo de amigos con los que
compartíamos formas de vida y experiencias en diferentes escuelas,
en búsqueda de una educación basada en métodos que estimulan la
creatividad, investigación, experimentación, el trabajo en equipo, el
respeto a las diferencias y capacidades de los otros, nos involucramos
y consolidamos una gran amistad,
Con este grupo de amigos que Juan Mateos bautizó con el nom-
bre de Club Quintito, al llegar a secundaria con nuestros hijos mayo-
res, dejamos la escuela y creamos el colegio Icarie con un grupo de
maestros entusiastas y con mi hermana amiga de toda la vida, Cristina
Payán Q.P.D., con la que compartimos varios proyectos de vida en
temas educativos y culturales.
Uno de los principios que a mí me entusiasmó y me pareció muy
importante, era cómo se integró el consejo técnico de la escuela, que
de manera tripartita estaba formado por la representación de alumnos,
maestros y padres de familia, donde se planteaban y discutían todo
tipo de temas para la toma de decisiones.
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Un día, mientras empezaba un evento en la escuela, Alejandra
Jaidar, otra querida amiga, que era la representante de los padres de fa-
milia y yo, comentábamos lo entusiasmados que veíamos a los jóvenes
y la escuela y, a manera de juego se nos ocurrió que podríamos iniciar
un nuevo proyecto: “hacernos viejitos juntos”
Lo compartimos con nuestras familias y comenzamos a fan-
tasear. Lo primero era encontrar un terreno para construir nuestras
casas y las instalaciones para disfrutar con los hijos y los nietos, viendo
al futuro, para apoyarnos cuando estuviéramos pensionados, poder
compartir gastos si requeríamos enfermeros, fisioterapias y esas reali-
dades al envejecer.
Fue un año complicado para muchos por un recorte que hizo el
gobierno, recuerdo que se bautizó como sida (sin ingresos desde agos-
to) y cuatro de los integrantes del Club Quintito perdimos el trabajo
el mismo día.
En septiembre de 1985 fue el temblor que nos marcó a todos.
Para el mes de diciembre nos asociamos con los Aceves y los Peña y
entre las tres familias pusimos un pequeño restaurante en el centro
de Tlalpan, su nombre: “La Quimera”, nombre que nunca se pudo
utilizar, entonces se le puso el nombre original que habíamos pensado
“Boca del Río”.
Unos meses después, algunos consiguieron trabajo, los Aceves
en Roma y Maru y yo seguimos juntas un año, al siguiente nos queda-
mos solos Juan y yo. Desafortunadamente Alejandra enfermó y muy
joven nos dejó. Pedro, su hermano menor, se unió al club y creo que
fue en 1986 cuando encontró Oacalco, un pequeño pueblo en More-
los, tranquilo y con una extraordinaria vista.
El proyecto de hacernos viejitos juntos seguía adelante, noso-
tros teníamos dificultades económicas y los amigos solidarios insistie-
ron en prestarnos para que pudiéramos comprar el terreno donde, re-
unidas las cinco familias, Los Quintos, “nos haríamos viejitos juntos”
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En Oacalco hemos compartido cualquier cantidad de situacio-
nes y celebrado cumpleaños, bodas, nacimientos de los nietos...
Maru y Pedro al igual que Alejandra enfermaron y fallecieron.
Pues es en Oacalco donde estamos hace casi cuatro meses, in-
tentando como muchos habitantes del planeta, percibir, imaginar y
aprehender esta nueva forma de vivir la vida y la muerte de miles de
personas por el Coronavirus, sólo conocemos las cifras y no sabemos
sus nombres y lugares donde han fallecido con grandes diferencias y
desigualdades.
45
Algunas vivencias durante la cuarentena
Claudia Jacal Murillo
Al principio no lo podía creer, pero al cerrar oficinas privadas
y de gobierno, pues como que lo tuve que asimilar. He tomado todas
las medidas necesarias para protegerme y proteger a mis papás, se oían
comentarios de que a un amigo de un amigo de un conocido le dio el
virus, mes y medio después ya era a un conocido el que se enfermó
de Covid 19, ahora ya mencionan a mi colonia como de las que tie-
nen más contagios, esto me genera miedo, incertidumbre, enojo, son
muchas emociones y sólo me consuela el tener lo necesario y poder
aguantar.
A mí me toca salir a la calle a conseguir lo necesario para la
comida, antes de salir, la verdad, me pongo muy nerviosa y ansiosa, al
llegar al super espero que no se me acerquen y no me acerco tampoco,
sin embargo en una ocasión, un señor se puso muy agresivo porque
decía que me le acerqué demasiado (ni aunque hubiera estado guapo
jajaja), la verdad me sorprendió, yo que estoy procurando cumplir con
todas las indicaciones y sale este hombre con sus comentarios absur-
dos de que me le estaba acercando mucho, le dije que no, que yo estaba
a más de metro y medio y siguió diciendo enojado que yo no respetaba
y bla bla bla y le dije: señor, ¿sabe cuánto mide más o menos mi brazo
más lo largo del carrito? Se enojó más y nunca aceptó su error y se fue
diciendo miles de barbaridades que fue mejor no escuchar.
En otra ocasión, en otra tienda, yo estaba formada y parada en
mi “X”, me moví un poquito porque una persona iba a pasar y me
alejé de ella lo más posible, en eso la que estaba formada tras de mí se
puso en mi crucecita y yo dije: ¿en serio?, señora no está guardando la
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distancia y me quitó mi lugar y contestó muy enojada: noooo tú estás
mal, no señora y volvió a decirme nooo tú estás mal, ya no le dije nada,
porque como al otro, no la iba a sacar de su error y, para qué discutir,
de todas formas salí molesta por cómo la gente se comporta.
En otra ocasión, en el banco me senté en un sillón a esperar
que me atendieran con mi ticket y una señora se sentó al lado mío,
cuando por indicaciones debió hacerlo en el sillón de atrás, me puse
algo nerviosa y me volteé, me saludó, le contesté y se enojó porque no
volteé a verla y me dijo: ¿qué les pasa a todos, andan muy asustados,
qué crees que te voy a contagiar, por qué no me contestas el saludo? Le
dije, sí señora hay mucho susto y sí le contesté el saludo, no tengo por
qué voltear, no la vaya a contagiar además debió sentarse atrás como
se indica, ella se molestó y me dijo: mi esposo es doctor y me dice que
no hay que exagerar, no por ello hay que ser maleducado porque yo
soy muy sociable y me gusta platicar y la gente exagera y es grosera, le
dije: señora hay que comprender la situación, no es algo que se haya
vivido antes, qué bueno, me da gusto que su esposo sea doctor para
que la atienda, ya que es peligroso estar hablando con todo mundo, no
la vayan a contagiar y, yo no soy tan sociable, así que sólo salgo lo in-
dispensable y sí le contesté el saludo, que tenga un buen día y cuídese
mucho, en eso la llamaron a ella para atenderla. Así que tanto socia-
bles como antisociales la situación altera a todos de una u otra forma.
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¿Cómo he vivido el COVID 19?
Concepción Azuara
Fuerte pregunta pero mucho que decir.
A mí, el 20 me cayó el lunes 16 de marzo de 2020, pues mi hijo
Pierre estaba en Londres estudiando su maestría y mi esposo esta-
ba viendo con su agente de viajes si nos podíamos traer a Pierre de
regreso, ya que en Londres se estaban poniendo las cosas difíciles y
su universidad cerró. Había la posibilidad de que viajara a México el
miércoles 18 de marzo y estábamos en pláticas con él de qué era lo más
conveniente. En eso, el lunes 16 nos llamó el agente de viajes dicién-
donos que el vuelo del día 18 se había cancelado pero que había un
vuelo para ese mismo lunes y que Pierre debía estar en el aeropuerto
en las siguientes dos horas, mi esposo llamó a nuestro hijo y sabia-
mente tomaron la decisión de que regresara.
Ese mismo día 16 era el cumpleaños de nuestra hija Paulina que
vive en Kalimori, una residencia para personas con discapacidad inte-
lectual que se encuentra en Malinalco, ella tiene rasgos autistas y ese
día venía a la ciudad de México, nos visita cada 15 días de domingo a
martes y regresa a Kalimori.
Ante la situación de que Pierre regresaba de Londres, hablamos
a la terapeuta de Kalimori pidiéndole que no enviara a Paulina a la
Ciudad de México pues existía el riesgo de que Pierre estuviese conta-
giado del Covid 19 y no podíamos tenerlos juntos. Esa tarde me puse
muy mal, lloré mucho temiendo el trayecto de Pierre desde Londres
hasta llegar a mi casa, las posibilidades de contagiarse en el camino y
al mismo tiempo la tristeza de no poder ver a Paulina. Hasta hoy no
la hemos podido ver, pues por medidas de seguridad Kalimori no deja
49
que vayamos a visitarla ni puede venir, lo agradezco porque la cuidan
y está en un lugar bellísimo en el campo.
Esa tarde decidí dormirme, desconectarme, no pensar. En la
noche entré a mi primer zoom de muchos, como todos sabemos es lo
de hoy.
Decidí entrar al zoom para pensar en otra cosa, vi a mi maestra
y amigas del yoga y observé la clase, me dio paz y pensé: me late. Por
la noche llegó Pierre de Londres y estuvo una catorcena en su cuarto,
mis respetos por la manera de aceptar estar así.
Yo me cuido mucho por mi familia pero sobre todo por mi
mamá que tiene 92 años y es de alto riesgo, la amo y no quiero dejar
de verla, es al único lugar que salgo.
Después de ese lunes decidí que tenía que aceptar quedarme en
casa y empecé a organizar mi vida de manera de hacerla más fácil y
placentera, me metí de lleno a clases de yoga todos los días con mis
maestras de toda la vida, por zoom e instagram, retomé mis clases
de inglés, me organicé con mi equipo de trabajo de mi inmobiliaria y
estamos diario en línea estando en contacto apoyádonos unos a otros.
Con mi esposo e hijo organizamos ver películas, hacer manua-
lidades, cocinar, escucharnos, apoyarnos, cuando uno cae el otro lo
levanta.
Me siento afortunada de poder vivir la cuarentena en una bella
casa con espacios para cada uno de nosotros y que hemos tenido el
apoyo, ayuda y amistad de Sandy y Reina que trabajan con nosotros
en casa y eso me ha permitido trabajar, hacer yoga y estar menos es-
tresada.
El Covid cambió al mundo, cambió la manera de ver la vida y
entender que puede pasar mucho tiempo para que vuelva a ver a mi
hija Regina, mi adorada nieta Leonora y mi yerno Lowry, pero lo que
más agradezco es que estemos con vida y deseo que las personas que
están sufriendo encuentren consuelo.
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¿Cómo me afectó el Coronavirus?
Dina Dantus
Me dio mucha tristeza, no el estar en cuarentena, sino el no po-
der ver a la familia y a las amistades como antes.
Me entristeció también ver a México tan hermoso, alegre y vi-
vaz, ahora solitario y apagado. Tanta gente que no puede recibir ayuda
médica por causa de un gobierno nefasto que, aún sabiendo lo que se
venía, no se preparó para ayudar durante esta pandemia. Todo por no
haber tomado las medidas necesarias.
También me entristece ver como la gente no puede llevar comi-
da a su casa por falta de empleo.
Dios bendiga a los médicos, enfermeras, personal de salud y a
toda la gente que está haciendo todo lo posible para que los que pode-
mos estar en casa estemos bien.
Dios ilumine al gobierno para que salve a nuestro país.
51
Experiencia de esta cuarentena
Elena Flores Zárate
Para mí esta cuarentena no se me ha dificultado tanto, pues yo
soy de estar más tiempo en casa y me gusta convivir con mis hijos. En
casa vivimos tres generaciones, mis padres que cuentan con 85 años y
les ha sido difícil adaptarse al encierro, pues todavía son personas muy
activas y no están quietas y me ha costado hacer que acaten las reglas,
aun así, los he visto muy preocupados porque nos hemos dado cuenta
que han muerto varias personas conocidas.
Llevamos a cabo medidas de limpieza en lo posible. Están preo-
cupados por los empleos de sus hijos, aunque les decimos que gracias
a Dios todos conservan su trabajo. También están preocupados por la
gente que ha perdido su empleo y por la situación que se viene. Aquí
en casa hemos ayudado en lo posible a los que lo necesitan, incluso a
mi sobrino le preocupó tanto la situación de varias personas, que de-
cidió juntar despensas y repartirlas a los más necesitados.
A mis hermanos, que los absorbe el trabajo todo el día, les ha
costado adaptarse a estar en casa, pero les ha servido para convivir
más con sus hijos y se van a hacer ciclismo en la montaña con todas
las medidas de seguridad y han hecho ejercicio en familia. Los hijos
se adaptan más al encierro porque ellos prácticamente nacieron con la
tecnología y saben mejor que sus papás llevar un curso por internet.
Pero aun así todos estamos preocupados por los empleos, pues
estamos viviendo una situación muy difícil y muchas empresas están
quebrando.
Queremos saber cómo se va a resolver esta pandemia y desea-
mos que nadie de nuestra familia pase por un mal momento o por un
contagio como otras familias lo están viviendo.
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Todo esto nos dejará un aprendizaje, cada quien lo verá de di-
ferente manera y cada quien tiene su opinión del por qué de esta si-
tuación. Además, muchos hemos perdido la confianza y credibilidad
en el gobierno. Por el momento, aquí en casa hemos tratado de ser
productivos por muy pequeño que sea nuestro esfuerzo y oramos por
toda la humanidad. Mis padres se han dado cuenta que nos dieron una
gran enseñanza para poder superar este tipo de contratiempos.
54
Pandemia 2020
Esther Ortega Ruiz
Soy Esther Ortega Ruiz, tengo 96 años y a estas alturas de mi
vida he presenciado muchos eventos que pueden haberse considera-
do como pandemias. Cuando empecé a tener consciencia recuerdo la
Expropiación Petrolera, situación que unió a los mexicanos ante una
adversidad extranjera que veía amenazados sus intereses, también la
llegada de españoles que solicitaron asilo a México motivada por la
guerra civil en su país, más tarde a mediados de los años 40, la inesta-
bilidad política y atrocidades que provocaba el hermano del presidente
Ávila Camacho. Después, la llegada de un civil a la presidencia: Mi-
guel Alemán, con muchas promesas y el pueblo con mucha esperanza
de que algo bueno sucediera, pero fuimos prosperando a costa de
germinar y enquistar una corrupción de enorme daño y magnitud que,
hasta la fecha, nos sigue lacerando en todos los aspectos socio cultu-
rales y económicos del país.
Para los años 60 y 70, observé el actuar de presidentes que agre-
dieron a sus ciudadanos, llegando a usar al ejército para masacrarlos.
Posteriormente, hasta la fecha, grandes despojos, robo y corrupción,
de la clase política que dice amar a México y se dedica a saquear al país
y a desestabilizar el posible desarrollo que se debería haber llevado a
cabo bajo gobiernos honestos.
Me ha tocado saber de casos de poliomielitis, viruela, saram-
pión, rabia, tuberculosis, sida, influenza y ahora el Covid 19. Esta bre-
ve introducción sólo sirve como antecedente pero no sólo ha ocurrido
en México, quizá aquí sí en mayor magnitud, sino también en todo el
mundo, en donde lo que ha prevalecido es el Gran Egoísmo humano
55
generando guerras económicas y ahora las biológicas. Considero que
este bicho ha sido creado con fines de desestabilización económica, no
importando la cantidad de muertos, aún en el propio país que pudo
haber generado este virus.
A mi parecer, la pandemia es el hombre, sobre todo aquellos
que dirigen a los países, ya que su ambición desmedida, el racismo, la
xenofobia, las amenazas y su “supuesta superioridad racial” hacen que
el mundo penda de un hilo, ejemplo Donald Trump.
Se mandan misiones al espacio donde se dejan muestras de
quiénes habitan el planeta Tierra, dejando mensajes de Paz Universal,
mientras que aquí se han saqueado países y continentes, dejados en
la miseria y abandonados a su suerte, viéndolos con repugnancia y
cerrando las fronteras, convirtiendo los actos bélicos en dobles inten-
ciones de crueldad y de maldad.
Me da enorme tristeza la cantidad de inocentes que han muerto
y otros tantos cuya suerte no será nada agradable.
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57
Tocar fondo en la cuarentena es lo mejor
que me ha pasado
Frida Palos Gudiño
Mi 2020 comenzó como el de muchas personas, lleno de metas
y propósitos. Empecé a ir más seguido al gimnasio, con el mismo
mantra (bastante tóxico si me lo preguntan) de todos los años, “éste
año iré al gimnasio diario, solo comeré ensaladas y tendré mi cuerpo
soñado para junio”. Como es de esperarse, esto duró solo un mes,
antes de ceder y comer todo lo que me había prohibido. Pero todo iba
muy bien, salía con mis amigas cada fin de semana, me habían dado
el papel principal en una obra de teatro que íbamos a montar, estaba
saliendo con alguien de mi universidad. Todo era perfecto, tal vez
demasiado perfecto. Si esos tres meses hubieran sido un fast-forward
en una película, la canción Easy de Commodores hubiera sonado en el
fondo como banda sonora.
Como pueden imaginarse la escena de comedia romántica no
me duró y me pasó lo que le pasó a todo el mundo. De un día para
otro tuve que empacar todas mis pertenencias en cajas y despedirme
de mi libertad, amigas, papel principal en la obra de teatro y de todo lo
bueno que me estaba pasando. Regresé a casa de mi mamá, en donde
todos los días tenía que averiguar como meterme a mis clases en línea,
veía las noticias con la esperanza de regresar a mi comedia romántica
lo antes posible, solo para decepcionarme y asustarme por lo que salía
en la televisión.
Comenzaron las vacaciones de verano y el no tener contacto con
más personas comenzó a afectarme. No podía escapar de la realidad,
ya había leído mi libro favorito dos veces y visto todas las series y pe-
lículas buenas en Netflix, no quería entrar a las redes sociales que sólo
me recordaban que no podía estar con las personas a las que quiero y
hacer rutinas de ejercicio como todos los demás simplemente no me
apetecía. Decidí encerrarme en mi cuarto por días sin salir, mas que
para ir al baño y a veces para asaltar el refrigerador y volver a escon-
derme en mi cuarto. Dormía todo el día y lloraba toda la noche. Las
veces que estaba despierta por el día, todo me irritaba y las peleas con
mi mamá eran interminables.
Así pasaron semanas, días y me da vergüenza pero casi meses,
hasta que decidí buscar ayuda. Encontré una psicóloga que me ha es-
tado dando terapia por medio de video llamadas y aunque ha sido un
proceso largo y pesado, poco a poco me fui sintiendo mejor. Me die-
ron ganas de empezar hobbies nuevos, como hornear pan de plátano,
intentar aprender a pintar con óleo, hacer yoga ,entre otras cosas. Poco
a poco volví a recuperar una rutina de sueño sana, me atreví a decirle
a mis amigas por lo que estaba pasando y no sólo eso, ahora también
estoy trabajando en cosas de mi pasado que no sabía que me afecta-
ban, estoy aprendiendo a tener una buena relación conmigo misma e
incluso disfruto el tiempo en cuarentena.
No puedo decir que todo es perfecto y estoy feliz las veinticua-
tro horas del día, todavía hay días en los que no quiero salir de mi
cama y otros en los que termino llamándole a alguna amiga a las tres
de la mañana, pero todo esto me ha ayudado más que cualquier expe-
riencia en mi vida y me ha hecho apreciar más a las amigas que tengo.
58
Aprendizajes de pandemia
Guadalupe Moguel Pasquel
En enero de 2020, cuando apareció el Covid 19 en China, en
México muchos lo veíamos muy lejano. En aquel momento no ima-
ginábamos que este virus causaría un gran revuelo en unos cuantos
días atrapando a nuestros cuerpos, sacudiendo nuestras mentes y en
muchos casos robando también nuestros espíritus. Se nos había olvi-
dado que ya hoy existen vuelos de diecisiete horas y media sin escalas,
que conquistan los cielos y atraviesan los mares y océanos cruzando
desafiantes hasta diez husos horarios, para comunicar al mundo en
menos de lo que dura un día (Auckland, Nueva Zelanda, hasta Doha,
la capital de Catar, 14,529 km de distancia entre las dos ciudades).
Al paso del tiempo, mientras van corriendo los meses, muchos
sentimientos han perturbado a mi alma. Guardada en mi apartamento
he aprendido muchas cosas, la primera: agradecer a la vida todos los
días por las dichas que me ha obsequiado en mi camino por ella. Gra-
cias por la salud y el bienestar de todos los míos, yo incluida, gracias
por la fortuna vergonzosa que me permite despertar cada mañana
sin zozobra sabiendo que estos tiempos difíciles un día van a termi-
nar, mientras que yo, afortunada de mí, aguardo leyendo, escribiendo,
viendo películas y comunicándome por diferentes medios con mi fa-
milia y amigos.
En segundo lugar, esta pandemia me ha permitido organizarme
con mis tres hijas para platicar con ellas, su padre, mis nietas, mis yer-
nos y mi consuegra en la distancia y disfrutar de nuestros encuentros
semanales reuniendo mágicamente los miles de kilómetros que nos
separan en una pantalla y reírnos compartiendo anécdotas y hasta co-
59
miendo todos juntos, cada uno desde su casa. De esta manera hemos
festejado los cumpleaños, aniversarios especiales, el día de las madres
y de los padres y en otros momentos, también he convivido con el
resto de mi familia, con mis hermanos, sobrina y amigos, estrechando
nuestros lazos solidarios en medio de la desventura que le tocó vivir al
mundo en este desolado año.
Mi tercer aprendizaje concierne a mi cuñado, con el que alimen-
to a mi cuerpo y a mi alma. Hoy también gozo al degustar mis guisos,
los que preparo sólo para mí, aquellos que antes de la pandemia amaba
cocinar para los otros. Saboreo con el mismo placer mis platillos, así
como mis libros y mis momentos frente a mi computador que me per-
mite aprender, viajar, crear, inventar y entretejer historias...
La reflexión me ha acompañado todo este tiempo, a veces de
manera interna, en ocasiones, compartiendo con amigos. Me pregun-
to qué le sucede al ser humano para maltratar con tanto empeño a su
planeta y me respondo que el egoísmo ha alimentado ciegamente su
egolatría, destruyendo a su paso sin piedad a seres vivos, aniquilando
por igual a otros humanos, arrollando la vegetación y exterminando
a los animales. Empeñándose sin sosiego en alterar el equilibrio del
medio ambiente.
Vivimos tiempos difíciles, nos espera otros, tal vez peores, es
primordial que aprendamos de las experiencias y que guardemos en
nuestra memoria a largo plazo los propósitos y promesas que nos he-
mos hecho durante estos prolongados meses de contingencia, recor-
demos que cuando Noé comenzó a construir su arca aún no estaba
lloviendo.
Quiero tener fe, quiero creer y guardar la esperanza de que este
feroz virus que ha destruido implacable a centenares de miles de vi-
das, que ha llevado a la ruina física y mental a millones de personas a
lo largo del mundo, va a dejar tatuada en nuestros corazones la ense-
ñanza que nos permitirá convertirnos en mejores personas:
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Como dice Mario Benedetti:
“Cuando la tormenta pase
y se amasen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo...
Cuando la tormenta pase
te pido Dios apenado
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado”
Así observo el transcurso de los días en compañía de mis dos
gatas, mientras me deshago de viejas ataduras y de bultos inservibles
que me impiden viajar libre y ligera y espero el momento en que por
fin podré estrechar otra vez entre mis brazos a todos los míos y de-
cirles muy de cerca cuánto los amo. Soy jubilada, maestra jubilada de
la UNAM.
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Mi hermano Alberto en cuarentena
Irma López de la Rosa
Hola buenos días, el 12 de marzo recibí una llamada angustiosa,
era Pancho, me dijo que mi hermano Alberto estaba muy mal. Fui de
inmediato, estaba en un puesto de tamales, Eve, la secretaria de mi
cuñado, estaba con él, sudaba mucho y llamamos una ambulancia, nos
llevaron a una clínica, donde permaneció hasta el sábado 14, lo que
le sucedió fue que la presión le subió mucho y se le paralizó el lado
izquierdo del cuerpo, en esa clínica nada le hicieron.
El lunes el Dr. Bonilla nos dijo que lo lleváramos al sanatorio
Balbuena y ahí le hicieron unos exámenes, mismos que salieron bien.
Su rehabilitación era muy importante, el Dr. Bonilla nos recomen-
dó una terapista, pero nunca pudimos contactar con ella, mi amigo
Efraín nos recomendó otra terapista y nos ha dado muy buen resulta-
do, mi hermano empezó a caminar con la andadera hace dos meses y
empieza a ir al baño a bañarse con la ayuda de Efraín.
Yo tengo muy mal el dedo gordo de la mano derecha, me duele
mucho y el dolor aumentaba al lavar los trastes del desayuno, comida
y cena, pero ahora Alberto me ayuda con eso, además ya se baña solo
y se rasura.
Han pasado tres meses sin salir de casa por el Coronavirus, para
distraerme empecé a hacer gelatinas y pasteles y me salen ricos.
Hoy se cumplen cuatro meses de que se enfermó, ya va mejor, el
otro día dijo que sacaría a pasear a Golem, mi perro, yo no lo detuve,
después de una hora regresaron, di gracias a Dios por traerlo con bien,
hoy salió a la carnicería y después se fue hasta Plutarco y Municipio
Libre a comprar corazones e hígados de pollo pero no hubo, luego fue
a comprar una papaya.
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Ya llevamos dos meses rezando el rosario dos veces al día, a las
once de la mañana y a las seis de la tarde y los domingos vemos la misa
de la Basílica de Guadalupe a las doce del día.
Doy gracias a Dios porque mi hermano se está recuperando.
64
Mi vida durante la pandemia
Isabel Cicero Ortiz
Soy una mujer de 65 años, jubilada hace cuatro años, que dis-
fruté mis treinta y cinco años de vida laboral en la Secretaría de Edu-
cación Pública en el área de Educación Especial y siempre pensé que
cuando me jubilara, sería para dedicar más tiempo a la familia y mi
casa. Así lo he hecho.
Al igual que la mayoría, nunca imaginé que viviríamos una pan-
demia de esta magnitud, que nos obligaría a cambiar tanto nuestro
comportamiento y actividades. La gravedad y los riesgos que enfren-
tamos cada día son increíbles, al principio el peligro lo veíamos un
poco más lejano, pero poco a poco hemos visto el peligro más cerca
de nosotros, al empezar a identificar a los contagiados entre amigos
y familiares. Eso va pesando en el ánimo, sobre todo, al ver que los
meses van pasando y la esperanza que teníamos en un principio, de
que sería de dos o tres meses, se va transformando en seis, doce o
dieciocho meses.
En estas circunstancias la vida y la salud de la familia es lo pri-
mordial. Mi esposo y yo al igual que mi hija y su familia, en virtud
de que vivimos en un mismo terreno de unos setenta metros de largo,
decidimos ser compañeros de pandemia y también recibimos una vez
por semana, por lo general, a nuestros otros dos hijos, buscando tam-
bién un equilibrio entre la salud física y emocional.
Hemos tenido que limitar el apoyo que teníamos de personal
de limpieza de las casas y diversas reparaciones. Eso ha tenido conse-
cuencias positivas y negativas. Positivas, como involucrar a los niños
en todas esas actividades y que yo disfruto mucho hacer las cosas per-
65
sonalmente y el trabajo en el jardín y en mi pequeño huerto. Negativas
como un accidente que provocó quemaduras a mi esposo, que pueden
haber sido de tercer grado y que él decidió curarse en casa con asesoría
médica telefónica, yo dudé en varias ocasiones, pero él se mantuvo fir-
me y al cabo de unas cinco o seis semanas logró curarse por completo.
Yo después de años de no tener catarro y haberme desapareci-
do los síntomas de las alergias que padecí por muchos años, el abuso
de la actividad física y el exceso de humedad que hemos tenido, me
llevó a recaer en un cuadro de alergia que me trajo preocupada en un
principio, pues su manifestación ha sido inflamación en el pecho y tos
seca. El doctor me ha asegurado que es alergia, así que ahora tengo
que medir mis actividades.
En estos días he valorado mucho el tener algunos frutales y
hortalizas en casa, coseché papayas, guayabas, mameyes y una gua-
nábana, me ocupé de distribuir toda la fruta sobrante entre amigos y
familiares. He dedicado tiempo a sembrar nuevas plantas y mejorar
los cuidados de las que tengo, también he mejorado el manejo de la
composta, optimizando el empleo del desecho vegetal de la cocina y
los árboles, para eso he estado consultando información en línea.
En general, aunque mi actividad física es mayor por tener que
ocuparme mayormente de la casa y del jardín, nuestra vida es más
relajada, ya no hay que llevar o recoger a los niños a la escuela y activi-
dades extraescolares, en las cuales yo tenía participación. Al principio
acostumbrábamos reunirnos a las seis de la tarde alrededor de la pis-
cina a conocer los avances de la pandemia y convivir entre nosotros,
pero hemos dejado de hacerlo porque cada vez las noticias fueron
siendo más alarmantes y buscamos otros momentos para convivir,
como a la hora de la comida.
Todos estamos conscientes de las afectaciones emocionales que
podemos sufrir por lo que estamos viviendo, lo hemos externado y
hemos procurado ser tolerantes con el que tiene alguna manifestación.
Tuve que aceptar la inclusión de un nuevo miembro en la familia, la
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mascota con la que mis nietos soñaron por mucho tiempo. Para mí
no ha sido agradable, pero tuve que contener mis manifestaciones de
desagrado por el bien de los demás, para mi hija y su familia la llegada
de Yoyo a la casa ha traído más beneficios que inconvenientes. Él y yo
ya somos amigos respetuosos. He tratado de estar más pendiente de
los niños, así cuando tuvieron clases en línea apoyé cuando se necesitó
y he procurado contribuir proponiendo o realizando actividades con
ellos para mantenerlos divertidos u ocupados, les varío la rutina invi-
tándolos a veces a desayunar o cenar o hacerles sus postres o comidas
favoritas. Para mí ha sido prioritario conversar entre nosotros para
darnos ánimo y apoyarnos.
La familia extensa y los amigos han sido también compañeros
invaluables y la tecnología nos ha permitido tener un contacto fre-
cuente con ellos.
Nuestro grupo familiar de pandemia ha sido una fortaleza, in-
cluyendo a mis dos hijos, que por lo general comparten unas horas
cada semana. Hemos platicado más que nunca y nos hemos apoyado
unos a otros, me da mucho gusto que mis nietos suelan buscarme o a
su abuelo para platicar de pasatiempos o plantearnos alguna preocu-
pación.
Agradezco a la vida por mi familia y los amigos que tengo, quie-
ro mucho a mi estado y mi país, pero quisiera sentirme orgullosa de
él por tener gobernantes ordenados, generosos, sabios y humanos que
procuren el bienestar de todos.
Mérida, Yucatán Julio 20 de 2020
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Tiempo de capullo
Jimena Mateos González
Querido diario, hoy es el tache número 85 que marco en el ca-
lendario desde que nos mandaron a casa el 16 de marzo a causa de
la epidemia del Coronavirus. Esta mañana mi hija y yo dimos juntas
una clase de cómo preparar guacamole al resto de su clase de 3er gra-
do de primaria. Sacamos el molcajete que heredamos de la abuela de
mi esposo, un molcajete donde se preparan salsas desde la década de
1940. El artefacto nacido en San Juan Ixcayopan hace 80 años viajó en
barco hasta Los Gatos, California y ha sido bien honrado en altares y
manjares.
Los días son largos, pero muy ordenados, muy parecidos uno al
otro, hemos creado nuevos rituales familiares y nuestra gatita de un
año no podría estar más feliz teniéndonos a todos en casa y haciéndole
mimos cada vez que no nos deja bajar las escaleras.
Las ruedas de las bicicletas están cansadas de tanto girar, lleva-
ban cinco años paraditas y empolvándose en el garage, en los últimos
días salen a trabajar casi todas las tardes, en velocidad crucero, alrede-
dor del barrio y cada que podemos nos vamos en bici al lago.
Esta semana recibiré mi última quincena. La empresa para la
que trabajaba está por declararse en quiebra, tenía un preescolar que
ha cerrado sus puertas porque los padres ya no quieren pagar colegia-
turas a maestras virtuales que, aunque entregan su corazón a la sesión
de Zoom, no logran conectar psicológicamente del todo con los niños
y los padres terminan por tener que encargarse de sus hijos, cosa que
para algunos es imposible por distintas razones.
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El casero del preescolar y las oficinas donde yo trabajaba, es un
pastor quien no accedió a condonar el alquiler y puso los pizarrones y
mesitas de patitas en la calle. Así son las cosas.
No hay mal que por bien no venga, durante este tiempo me he
acordado lo mucho que me gusta ayudar y comunicar... ahora retomé
mi camino y mi negocio, ahora vendo Viajes Virtuales.
Querido diario... ya regresé al teclado, hoy es el día 109 desde
que nos mandaron a casa. Ya fui y vine, literal, ya volví a hacer las
compras en el súper, ya fuimos a la playa y hasta nos quedamos a
dormir en un hotel y comimos sentados en un restaurante. Siento que
olemos a desinfectante de tanto que nos hemos puesto, nos estamos
volviendo locos.
Dicen que cambiar de aires es muy sano, quiero mucho a mi
familia, pero...hay días que no quiero lavar ni una sola calabacita más.
Esa escapadita al mar fue un gran alivio, correr descalza en la playa,
sentir el viento en la cara, subir las dunas a contemplar el océano y
mirar el horizonte sin pensar en nada, hasta que una gaviota se acercó
a querernos robar el lunch improvisado y devorarlo sin miedo al con-
tagio. Recordé lo sencillo que puede ser el mundo, lo básico que es el
humano, lo poco que necesitamos para vivir.
Hoy es 4 de julio y para evitar contagios de Covid 19, desde la
mañana cerraron el acceso a las playas de nuestro condado, porque
por tradición la gente se aglomera junto al mar a celebrar con cohetes
y música el Día de la Independencia. Al parecer es México quien no
quiere que cruce nadie de norte a sur para evitar contagios.
Hay poco que celebrar, las manifestaciones de Black Lives Mat-
ter nos han llenado de esperanza, pero en nuestro barrio no ha habido
una sola marcha, aunque las tiendas sí tapiaron sus aparadores por
miedo a los saqueos que se desataron. La pintoresca Ciudad de Los
Gatos, por dos semanas parecía pueblo fantasma del oeste. Silencio
o miedo.
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Pero ayer que pasamos por ahí, las terrazas de los restaurantes
estaban vivas, con gente sentada sin mantener muy sana distancia,
los ojos se veían sonrientes, la boca no lo sé, porque muchos usaban
cubrebocas.
La moda del cubrebocas. Hemos visto ya distintos estilos, el
mío sigue siendo el de cirujano, pero como calzones, ahora todos te-
nemos que ponernos uno, no importa si tiene florecitas, puntitos o
rayas, a diferencia del chonino, el cubreboca es mejor mientras más
te cubra, nada de tanga, nada de encaje, debe ser como de abuelita,
grueso y como paracaídas.
Sin más rollo me despido porque ya llegó la hora del lunch y hay
que lavar y picar las calabacitas, pero ahora con mejor humor y muy,
muy animada con mi nuevo negocio virtual que me ha llevado a reco-
nectar con mis pasiones y con la gente que más quiero.
Somos prudentes y seguiremos sin reunirnos con casi nadie,
nos lavaremos las manos ya agrietadas de tanto lavar y rociaremos
todo con desinfectante. Seremos pacientes y no tomaremos un avión
a México, porque si vamos es para ver y abrazar a los abuelos, pero
hay que hacer cuarentena antes de verlos y hay que hacer cuarentena
al regresar, si es que están las fronteras abiertas.
Por cierto... ya no bajé a hacer la calabacita, mi marido va a
preparar hotdogs caseros, me relajo y bienvenido sea el jitomate en
catsup sin calabacitas y a relajarnos en este día de fiesta local. Happy
4th of July!
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Nuestro descanso obligatorio
Josefina Romero
Soy Josefina, tengo 85 años, mi esposo se llama Julián Matagne,
él es contador público y tiene un despacho contable, llevamos cin-
cuenta años de casados más siete de noviazgo.
Nuestro descanso obligatorio por el problema del Coronavirus
no ha sido mucho problema pues hemos hecho cosas que nos gustan
a Julián y a mí; él se pone a trabajar en sus papeles del despacho o se
pone a ver las noticias en la computadora, yo, como todos los días, me
pongo a pintar después de haber desayunado y dejar preparado lo que
vamos a comer.
Como a las doce le llevo su café a Julián para que siga trabajando
y yo sigo pintando. En estos meses creo que he pintado como diez o
más cuadros porque les voy a mandar a mis sobrinas para sus hijos,
uno de ellos es una jovencita que tiene una flor en la mano, otros son
unas hermanas en que una de ellas pinta y la otra le sostiene un apara-
to de petróleo porque pintaba de noche, se ven muy bonitas. Otro es
para un niño, es un zorro que lo tiene abrazado un niño.
Todo lo que pinto me gusta mucho, pero lo que más disfruto es
pintar a la Vírgen de Guadalupe, estas pinturas no son grandes, miden
como 30 cm por 20 cm, cuando las pinto le digo a la Vírgen de Gua-
dalupe que me siga permitiendo pintarla, ya he regalado muchas, no
sé cuántas, pero soy feliz de pintar. Si Dios nuestro Señor me ha dado
el don de pintar y regalar las vírgenes, les digo a las personas a quienes
las regalo, que le recen su Ave María.
Por la tarde Julián y yo nos ponemos a leer y ya como a las siete
de la noche, rezamos nuestro rosario, porque gracias a Dios somos
73
católicos desde niños y, así como estamos de grandes, le rezamos al
angelito de la guarda y la Dulce Madre.
Han sido tres meses de estar en casa, pero para mí no ha sido
pesado, pues tenemos un jardín al que regamos cada día y le ponemos
agüita de granadina a los pajaritos y vienen desde temprano, uno que
viene es negro, blanco y amarillo, se llama primavera, es lindo, hay
otros rojos de la cabeza y la colita y otros gorriones y colibríes, todos
son muy lindos, yo los tengo a la vista desde donde pinto, soy feliz.
Yo creo que ya pronto se terminará nuestro encierro. Ya tengo
ganas de ver a mis amigas y platicar personalmente con ellas y pre-
guntarles cómo pasaron este tiempo de cuarentena y poder ir a comer
a un restaurante.
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Experiencia COVID 19
Laura Castro
La experiencia que he tenido con esta pandemia, creo es una
situación difícil de entender, pues en un momento nos cambió la vida.
Se presentaron cambios que nunca imaginamos, quizás cuando empe-
zó nunca creímos en la magnitud de los cambios en nuestra forma de
vida. Al inicio creímos que serían días para dedicar tiempo a nuestro
hogar, hacer arreglos en casa que, por siempre andar de prisa, no po-
díamos hacerlos a detalle.
Así pasan días y días y aún no podemos decir que esto ya está
resuelto, cada día hay más preocupación. Luego fuimos agotando los
pendientes de casa, las llamadas, y así pasan los días sin que haya so-
lución.
Extrañamos mucho a los hijos, a los nietos, a la familia, a los
amigos. No poder abrazarlos y por nuestra edad tener riesgo de conta-
giarnos, que tristeza y además no saber hasta cuándo será esto.
También hay cambios favorables en nuestra forma de ver y ana-
lizar, quizás esto nos ha hecho valorar muchas cosas, no poder estar
y disfrutar de las reuniones en familia, abrazarnos y visitarnos sin
restricciones, no tener la libertad que teníamos de salir. Las noches
son de insomnio queriendo resolver todo esto y pensando cuándo po-
dremos tener la libertad que teníamos; que tristeza ver que el mundo
está lleno de contagio y de peligros, lo que nos queda es dar gracias a
Dios por estar vivos y pedir que pronto pase esta pesadilla.
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Mundo arrodillado
Leticia Arana
Pocos nos atreveríamos a predecir con exactitud, menos si fuese
un panorama como el actual, tan aterrador como apocalíptico, que
tiene de rodillas a todas las naciones del mundo. Tampoco, imaginar
que así de insignificante, por su dimensión microscópica, se convierta
en un Emperador implacable.
Grandes, pequeños, potentados, miserables, ricos, pobres, sa-
bios e insulsos, religiosos, ateos, arrogantes, caritativos adivinadores
o videntes, famosos, brujos y calculadores, nos hemos convertido en
súbditos de éste que con descaro, lleva en su nombre, la Corona.
No hay fórmulas mágicas que le resistan, ni estrategias cien-
tíficas capaces por ahora, de minimizar tal poderío, pues su avance
despiadado traspasó fronteras sin pasaporte o visa, ensanchando el
temor, pánico y desesperación, amén de los enormes efectos econó-
micos, airados “rings” entre autoridades de todos los niveles, quienes
gritan a modo de mercado, una división polarizante e infinita.
Coronavirus te detesto, por esa enorme capacidad para someter
a fuertes y débiles, imponer muros prohibir abrazos y arrebatar la vida.
Tu tránsito, facilitando discriminación, rechazos, desconfianza
y separación física entre hermanos o afectos filiales, por miedo al con-
tagio, enmarca una inaceptable realidad.
Lamentable herencia dialéctica para los pequeños, cuya inocen-
cia también canta el impacto de un “bicho” que se ha enseñoreado,
robando nuestra felicidad. Coronavirus, he de reconocer que llegaste
para alcanzar nuestro destino.
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Experiencia cuarentena
Lilia Miranda Colín
Me llamo Lilia, tengo 55 años, me casé de 18, llevo 36 años de
casada, soy Contador Público y actualmente tengo un despacho con-
table. Soy madre de 3 hijos: Axel de 36, Emmanuel de 27 y Marisol de
24, los 3 son abogados, el mayor de ellos, casado. Tengo 2 hermosos
nietos, Dulce María de 10 y Gael de 7.
La experiencia que he tenido en estos tres meses de cuarentena,
ha sido de incertidumbre, tristeza, dolor y cierta ansiedad, pero a su ve
alentadora y llena de esperanza. El giro repentino que todo esto vino a
dar a nuestras vidas, ha representado un parteaguas donde he tratado
de anteponer mi fe por encima de cualquier momento o sentimiento
adverso. Mantengo mi mente ocupada con pensamientos positivos; lo
primero que hago al despertar, es agradecer a Dios por el nuevo día,
preparo el desayuno, realizo trabajo de oficina en casa y, aunque tengo
quien me apoye en el hogar me he involucrado más en ello, leo, plati-
co con mis hijos, jugamos, reímos, hacemos video llamadas con mis
nietos, llamo a mis hermanos y amigos, disfruto preparar la comida,
tres días a la semana hago ejercicio, lo cual me produce bienestar físico
y trato de comer sanamente. En fin, he procurado que este tiempo en
familia sea productivo, alentador y de enseñanza. Gracias a Dios hasta
hoy, esta ha sido la forma de afrontar este difícil momento de pande-
mia que afronta la humanidad.
Trato de no ver noticias, por el contrario, me concreto en orar
por todos los enfermos, personal médico, enfermeras, químicos, gente
que se ha quedado sin empleo etc. Clamo a Dios que se apiade de la
humanidad y cuide de nuestras familias.
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Cabe señalar que en noviembre de 2019, escuché en los dife-
rentes noticieros acerca de este virus Covid 19 que inició en Wuhan,
China, llegué a pensar que esto sería controlable, así como lo fue en su
momento el de la influenza, pero a medida que el tiempo transcurría
y la información fluía en todas partes (noticias, redes sociales, amigos,
familiares...) fui haciendo consciencia de la incontrolable pandemia a
la que se enfrentaba el mundo, bastaba prender el televisor para es-
cuchar y ver imágenes desgarradoras de países europeos, tales como
España e Italia y Francia donde los hospitales se encontraban a su
máxima capacidad llegando el momento en que se daba prioridad de
ser atendidos a las personas que tuvieran mayores posibilidades de
sobrevivir.
En febrero de 2020 se dan los primeros casos de Covid 19 en
México provenientes de personas que llegaban del extranjero, paula-
tinamente se fueron multiplicando, de ahí que el gobierno mexicano
tomara medidas de protección: quedarse en casa, usar cubrebocas, gel
antibacterial, lavado constante de manos y sana distancia.
La prioridad del hombre es tener, hacer, ir, venir, comprar. Vivi-
mos de manera desmedida. Hoy es muy triste ver cómo la juventud ha
caído en los excesos sin importar las consecuencias que acarrea todo
esto, el hombre se da culto a sí mismo levantando sus propios ídolos
(dinero, poder, placer). La pérdida de valores y la desintegración fami-
liar ha traído consigo todos estos males que tristemente han acabado
con las familias.
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Una cuarentena mundial que supera todo lo vivido
Lucía García Morales
Un sábado del mes de marzo en la sobremesa comentando so-
bre un virus, bacteria, sabrá Dios que había empezado en China y se
estaba expandiendo en el mundo, empezaron a sonar los celulares,
mensajes alarmantes que el próximo viernes sería el último día que
asistirían los alumnos a la escuela dos semanas antes de Semana San-
ta, muchos maestros nos preguntábamos, ¿y qué vamos a hacer sin
alumnos? Según la indicación del Secretario de Educación Pública y
de forma contradictoria, dice que los docentes no estamos inmunes a
esta enfermedad. Llega el lunes y la indicación es preparen clase, acti-
vidades, estrategias, etc., y un grupo de WhatsApp para tener comu-
nicación con sus alumnos. A partir de mañana deben traer una carta
de salud donde los padres testifiquen que su hijo está sano y no tiene
síntomas de tos, temperatura y respira bien. Pasa la semana y todos a
su casa, no salgan. “Quédate en casa”, las noticias son alarmantes.
¿Qué vamos a realizar en un principio? cuatro semanas... bueno
hay mucho que hacer.
En familia, limpiar hasta el último rincón de la casa, tenemos
mucho tiempo y hay que entretenernos.
Pasan las horas, los días, las semanas y el primer mes de la cua-
rentena. No hay regreso a la escuela, el contagio es muy grande. Al-
gunos por miedo, temor y respeto a la autoridad no salimos, otros no
creen y siguen con sus actividades (no precisamente de trabajo).
Como todo es novedad, hay muchas cosas que tenemos que ha-
cer, tenemos tiempo de sobra, manualidades, hornear, hacer comida
más laboriosa y diferente a la habitual; pero el celular, la televisión y
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la computadora cansan, aburren y empiezan las emociones a salir, la
ansiedad, la impaciencia y que ya no tienes la paciencia para elaborar
alguna actividad y no hay donde comprar los materiales, todo está
cerrado.
Hay cumpleaños que no podemos festejar, fechas importantes,
aniversarios, día del niño, de las madres, todas esas fechas que tuvie-
ron que ser festejadas en aislamiento y, no sólo esas fechas sino que
hasta cosas relevantes como citas médicas, tratamientos y cosas simi-
lares fueron canceladas o aplazadas y te empiezas a preguntar ¿será
cierto?
Las noticias y las redes sociales dicen “sí”, gracias a Dios no
hay nadie cercano enfermo, pero también es bien conocido que todos
tenemos un familiar, un amigo o alguien que está o trabaja en el sec-
tor salud y platicando con ellos te dicen “es cierto cuídense” y es muy
doloroso.
Difícil ya que no hay suficientes materiales para atenderte y la
lucha sigue contigo mismo, no puedo salir, tengo que estar en mi casa,
pasan dos meses y hay momentos en que me rebasa la paciencia, la
ansiedad y llega el llanto a mi cara ¡ya no puedo!, calma, no está en
nuestras manos, hay que echarle ganas. Y así pasa el tiempo, llegan
noticias de las escuelas, si el semáforo está en verde esperaremos el
C.T.E. presencial, de lo contrario será virtual.
Yo pido y ruego a Dios que la gente entienda y nos cuidemos
para volver a la normalidad con su respectiva distancia, uso de cubre-
bocas y todas aquellas medidas de prevención, para evitar que se siga
propagando el Covid 19.
Gracias por permitir expresar algo de lo que siento, pienso y
vivo a diario.
82
Aplausos
Lucía Zúñiga
Hola soy Lucía, tengo 13 años y vivo en Madrid, España.
Al abrir los ojos cada mañana, esperaba con gran ilusión que
fueran las ocho de la noche, ya que mientras siguiéramos encerrados
en casa, cada día sería igual.
Sin embargo, había una actividad que siempre esperaba con mu-
chas ganas: la hora de los aplausos. Un momento en el que los vecinos
teníamos la oportunidad de convivir pese a que fuese cada uno desde
su ventana, ¡a veces incluso manteníamos cortas conversaciones!
Tantas ganas tenía de que aquella actividad llegara que... ¡a veces
era capaz de comenzarla yo! A mis padres esto no les gustaba mucho,
pero no obstante yo disfrutaba viendo cómo se iban uniendo los ve-
cinos poco a poco.
Mis emociones y ánimo al aplaudir estaban reflejados en mis
manos ya que siempre terminaban rojas.
La razón por la que tanto me gustaba esta acción era porque
para los ciudadanos era nuestro momento de convivir mientras para
otras personas, como podrían ser los médicos, era señal de apoyo y
fuerza.
Poco a poco, conforme el virus iba disminuyendo, los aplau-
sos de los vecinos también disminuían. Ahora ya nadie aplaude por
suerte, pues eso significa que esto ya casi se acabará, o al menos eso
pensamos.
83
Enero 1 de 2020
Luisa Antonieta Mateos
2020, el 4 de febrero cumplí 80 años, algo por lo que aún estoy
feliz. Era una esperanza secreta llegar a ver mi vida desde esta altura,
estoy bien, muy bien, sin embargo me doy cuenta que lo que hago lo
hago más despacio, el tiempo se me pasa más rápido, también noto
que camino más lento.
Tal vez, sólo tal vez, este sea el año en el que dejaré de dar clases
de inglés a mis queridos pequeños.
¡Marzo Coronavirus! ¡Covid 19! !cuarentena! ¡quédate en casa!
Desconcierto. Miedo. ¿Qué pasa?
La querida escuela en la que he pasado 19 años, cerrada. Los
pequeños deben quedarse en casa. ¡Clases virtuales! Todo lo que tiene
que ver con esto es muy difícil.
¡Sorpresa! es algo nuevo y un reto.
28 de mayo nuestro aniversario número 60, no lo puedo creer,
cumplimos 60 años de casados, me encanta sí, si estoy feliz.
Junio, sigue la pandemia, quédate en casa, la nueva normalida.
Cubrebocas, sana distancia, lávate las manos... Veré que sigue, los nue-
vos sucesos. ¡Que interesante! ¿Qué pasará?
85
Bodas de oro
Ma. de Lourdes Alarcón Robles
Sólo relataré un acontecimiento verdaderamente importante du-
rante esta pandemia. Mi esposo murió en enero de 2019. Él estaba
muy entusiasmado con celebrar las bodas de oro y quería que fuése-
mos organizando nuestro festejo. El once de junio, mismo día de mi
cumpleaños número 77 sería nuestro aniversario. Era tan grande su
deseo de festejar nuestras bodas de oro, que la víspera de esta fecha,
decidí organizar una reunión en línea por zoom con mi hijo, su esposa
y mis dos lindas nietas de 13 y 11 años que viven en Madrid.
Me vestí de novia con el mismo vestido de la boda y aparecí en
escena con los acordes de la marcha nupcial entonados por mí. En esta
reunión virtual, también estaba la familia de mi querida nuera, todos,
excepto mi hijo y su familia, vivimos en la ciudad de México. Fue una
verdadera sorpresa para todos. Hicimos un gran brindis y al finalizar
la reunión me tomé una foto junto a la de los novios de hacía 50 años.
Para mí y los míos fue una fiesta inolvidable.
87
Confinamiento Lulú
Ma. de Lourdes Espinosa Serrano
En el gran confinamiento que empezó para nosotros el 23 de
marzo de 2020, he estado viviendo la oportunidad de estar más en
contacto con mis seres queridos, tanto con los que viven conmigo
como con los externos, con ellos lo hago a través de video llamadas y
por teléfono fijo, al igual que con mis alumnos de la tercera edad.
Tengo la oportunidad de dar clases a un grupo de adultos mayo-
res y debido a esta situación les he elaborado rutinas de calentamiento,
movimientos para la salud, así como las formas diez y trece que son de
la disciplina china Taichi Chuan (manos libres y formas) y terminando
con los cuatro elementos de energía (tierra, agua, viento y fuego), esto
lo he logrado a través de la red del WhatsApp logrando que se ejerci-
ten en los espacios de su casa.
Me han proporcionado una gran satisfacción al ver que sí los
llevan a cabo, ya que me han comentado que se han sentido muy bien
física, mental y espiritualmente.
Se dio la oportunidad de que una amiga me llamó y me comentó
que había visto unos ejercicios en YouTube, los cuales no le satisfa-
cían, porque no le daban una explicación sobre los mismos y me pidió
si le podía enviar algunos de los que yo doy.
Le envié algunas rutinas de calentamiento con su debida ex-
plicación y me comentó que algunos eran como los que hacía ella en
yoga, le comenté que efectivamente son disciplinas que van muy uni-
das, primero fue el Taichi (movimientos suaves), en ambos hay esti-
ramientos, en Taichi trabajamos en silla por ser adultos mayores pero
su función es dar el bienestar al Ser (mente, cuerpo y espíritu) esto me
dio la oportunidad de elaborar el procedimiento escrito de las rutinas
89
Nuestro 2020
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  • 1. NUESTRO 2020 Voces y miradas detrás del cristal TODAS LAS QUE SOMOS
  • 2.
  • 3. NUESTRO 2020 Voces y miradas detrás del cristal TODAS LAS QUE SOMOS
  • 4. Este libro, es un esfuerzo colectivo. Los derechos de cada escrito pertenecen a su autora. Edición y recopilación: Yolanda Alicia Cicero Ocaranza Maquetación y diseño: Yolanda Jose Gudiño Cicero Ilustración: Tania Recio
  • 5. Dedicamos esta obra a todos y todas las trabajadoras de salud, de limpieza, del campo, quienes con su trabajo diario e incansable han sostenido nuestra existencia. Lo dedicamos también a la memoria de quienes perdieron la batalla pero vivirán siempre en nuestros corazones.
  • 6.
  • 7. Prólogo En una plática que tuvimos mi hija y yo, surgió la idea de hacer un libro basado en las experiencias vividas durante la pan- demia de COVID19. Esta pandemia causó gran temor entre la población mundial, ya que, habiendo empezado en China, pron- to abarcó todo el mundo, provocando una serie de cambios, no sólo en los cuidados sanitarios como el uso del cubrebocas, go- gles, caretas y lavado frecuente de manos; una cuarentena que em- pezó en marzo y no tiene para cuándo acabar, también transfor- mó la economía y la educación, en fin, un cambio total en la vida. En este escenario, quisimos tener el testimonio de muje- res de todas las edades. A mi mente acudieron los nombres de al- gunas amigas que podrían participar, así las fui anotando, prime- ro las integrantes de mi familia, mi hija, mi nieta, mis nueras, mis primas, sus hijas, sus nietas, después amigas, sus hijas y nietas. La respuesta fue muy positiva, dos días después de la invitación empezaron a llegar las participaciones, así, conta- mos con la colaboración de una queridísima amiga de 96 años, todo un ejemplo de vitalidad y excelente actitud ante la vida. Hay relatos de toda índole, algunos llenos de humor, otros mostrando preocupación, otros más, reflejando una gran tran- quilidad... en fin, todo un retrato de la rara situación que esta- mos viviendo y, que sin duda nos dejará marcadas para siempre. Gracias a todas ustedes por participar en este proyecto, ha sido muy hermoso leer sus experiencias. Yolanda Cicero Ocaranza, CDMX septiembre del 2020
  • 8.
  • 9. Presentación Un día, tuvimos que recluirnos en casa ante la amenaza de un nuevo virus. Ya nos había pasado antes, sin embargo, nunca con tan- tos medios de comunicación para enterarnos de lo que acontece al otro lado del mundo, nunca con la posibilidad de unir nuestras voces para hermanarnos a la distancia. En este contexto de incertidumbre y aislamiento, fue que, a través de una llamada de Whats, mi mamá y yo ideamos este proyecto. Nos ilusinó la idea de escuchar los relatos de nuestras amigas y familiares, pensarnos juntas a pesar de la distancia. Tejer historias, que es lo que siempre hemos hecho, es nuestra vocación compartida. En esta serie de relatos hay voces de niñas pequeñas, adolescentes, jóvenes y adultas. Al principio no imaginamos que la respuesta fuera tan rápida, ni que tantas mujeres se dieran un tiempo para sentarse a escribir su historia y compartírnosla por mail, pero lo hicieron. Las mujeres contamos historias para vaciar el alma, para apren- der y enseñar, para construir el futuro propio y el de las otras, a través de la palabra nos llenamos de esperanza y fuerza. Estos relatos del 2020 están escritos desde distintas perspectivas, diferentes ciudades y países, pero todos hablan desde las mujeres niñas, jóvenes y adultas a quienes el 2020, obligó a mirar la vida a través de la ventana y desde ahí narrarse como protagonistas de una historia que apenas se está escribiendo. Muchas gracias a todas las que nos confiaron sus voces y acep- taron compartirlas. Seguramente sus testimonios habrán de unirse a muchos otros alrededor del mundo. Yolanda Gudiño Cicero. CDMX, Septiembre del 2020
  • 10.
  • 11. Índice Aida Brener B. Pesadilla terrorífica Alba Malaver Terapia poética en tiempos de pandemia Alejandra Molina Gudiño Testimonio de la pandemia Amparo Montoya Mi anécdota, COVID 19 Ana Leticia Gudiño Escrito pandemia Anahí Robles Hernández Cuarentena Azahari Zarza Trujillo Experiencia, tiempos de COVID 19 Azucena Edalí Molina G. Sorpresiva cuarentena Brenda Sánchez Escrito pandemia Clara González Espacio tiempo Claudia Jacal Murillo Algunas vivencias durante la cuarentena Concepción Azuara ¿Cómo he vivido el COVID 19? Dina Dantus ¿Cómo me afectó el Coronavirus? Elena Flores Zárate Experiencia de esta cuarentena Esther Ortega Ruiz Pandemia 2020 15 17 21 25 27 29 33 37 41 43 47 49 51 53 55
  • 12. Frida Palos Gudiño Tocar fondo en la cuarentena es lo mejor que me ha pasado Guadalupe Moguel Pasquel Aprendizajes de pandemia Irma López de la Rosa Mi hermano Alberto en cuarentena Isabel Cicero Ortiz Mi vida duante la pandemia Jimena Mateos González Tiempo de capullo Josefina Romero Nuestro descanso obligatorio Laura Castro Experiencia COVID 19 Leticia Arana Mundo arrodillado Lilia Miranda Colín Experiencia cuarentena Lucía García Morales Una cuarentena mundial que supera todo lo vivido Lucía Zúñiga Aplausos Luisa Antonieta Mateos Enero 1 de 2020 Ma. de Lourdes Alarcón Robles Bodas de oro Ma. de Lourdes Espinosa Serrano Confinamiento Lulú Ma. del Rosario Pliego Neri Experiencia desagradable 57 59 63 65 69 73 75 77 79 81 83 85 87 89 97
  • 13. Ma. Esther Betanzos 19 en Italia Macarita Elizondo Gasperín/ Macarita Náder Elizondo 40 Reflexiones en una cuarentena María Clara de Greiff De bolsas veganas y COVID 19 en Vermont María José Cortés López Una playa para mí, un aeropuerto vacío y el duelo Mariana Ruiz Velazco El día a día en los tiempos de la cuarentena Martina Villareal Mateos Sobreviviente del COVID 19 Paula Carolina Mateos Pandemia Covid 19, 2020 Pilar López de la Rosa ¿Alguna vez imaginamos esto? Renata Quiroz Sepúlveda Lo que he pensado esta cuarentena Rocío Villegas Pandemia, música y dulces/ Mi cumpleaños COVID Samantha Jasso Horrible cuarentena 2020 Silvia Sirota 10 de mayo 2020 Sofía Rincón Pandemia 2020 Tere Gudiño Tere abuela y madre Verónica Jacal Murillo Lo que importa 99 101 105 109 113 115 117 119 121 123 127 129 131 133 135
  • 14. Verónica Vallejo Mi experiencia en esta cuarentena Yolanda Cicero Ocaranza Pandemia Covid 19 2020 Yolanda García Morales Ciudad típica de Metepec Yolanda Gudiño Cicero No se aceptan niños 139 143 145 151
  • 15. Pesadilla terrorífica Aida Brener B. Un extraño enemigo llamado Coronavirus, que es invisible y que contagia y contamina al ser humano, nos amenaza con un pano- rama de terror y un gran miedo e incertidumbre por no saber cómo combatirlo. Esto parece un mal sueño, una pesadilla, pero desafor- tunadamente no lo es, porque es la realidad a la que se enfrenta el mundo entero en este siglo XXI, que se ve, en mayor o menor medida, amenazado por este virus que ha creado una pandemia. El brote surgió a finales de diciembre en la ciudad de Wuhan, China, en ese lugar viven once millones de personas, de ahí se ha ex- pandido a casi todo el mundo. Este virus, a diferencia de los anteriores que ha padecido la humanidad, se transmite y se contagia de persona a persona, sólo con pequeñas gotas de saliva al toser, estornudar o al hablar. Los científicos han observado que las personas de la cuarta edad son las más propensas a contraer el virus y a fallecer, pues es la pobla- ción más vulnerable, también las personas con diabetes y problemas cardiacos, por esta razón hay que mantenerlos aislados para evitar que se contagien o contagien a los demás, esto es para evitar un colapso en el sistema de salud. El mundo entero se enfrenta a un gran reto, en la actualidad no hay ningún medicamento que lo detenga y las indicaciones de los científicos son: lavarnos las manos continuamente, usar un gel an- tibacterial y mantener una distancia de tres metros entre persona y persona. Es la mayor crisis de esta generación, no podemos tocarnos, saludarnos, besarnos, abrazarnos, reunirnos y salir a divertirse. 15
  • 16. Mis hijos están muy preocupados por mí, cada uno por separa- do me hablaron y me dijeron: “te tienes que quedar en casa por catorce días”, a lo cual yo accedí, así que heme aquí en mi casa tratando de sobrellevar este aislamiento y encierro voluntario, me siento viviendo como en una burbuja protegida por cuatro paredes, he tratado de estar ocupada para evitar caer en el aburrimiento y el tedio. Estoy comu- nicada con el exterior virtualmente, el encierro me lleva a una vida virtual y a una comunicación telefónica con todos. En este momento no estoy aburrida porque tengo cosas en qué ocuparme, por primera vez desde mi niñez y juventud me sobra tiempo, mismo que he tratado de utilizar haciendo cosas productivas, como realizar las tareas propuestas por el profesor de literatura, estoy haciendo “Mis memorias por escrito”. Yo también estoy muy preocupada por mis hijos, ellos también son de la tercera edad, temo que se contagien, nadie está exento y eso me angustia. Han tomado la decisión de trabajar en casa y creo que lo están logrando, lo cual me tranquiliza un poco. Todos estamos preo- cupados, pero como dice mi hijo Gregorio: “no hay que preocuparse, hay que ocuparse”, sabias palabras que nos llevan a reflexionar sobre qué hacer en estos momentos de crisis. Estoy llena de dudas e incertidumbre, por ejemplo, ¿qué sigue después de estos catorce días de encierro y aislamiento? ¿voy a poder salir a la calle y ver a mi familia y amigos? Todo el porvenir es muy incierto. Me preocupa la pandemia, pero también que las personas cai- gan en un estado de aburrimiento, apatía, depresión y angustia, que aparezca una psicosis colectiva en la cual se pierdan límites y el res- peto hacia los otros y florezca el miedo, porque un encierro completo puede generar escasez de todo lo necesario, el desabasto de alimentos puede ocasionar una gran hambruna en el mundo. Pero a pesar de estas preguntas, trato de ser optimista y no pierdo la esperanza de que pronto encuentren algo que frene esta pandemia. 16
  • 17. Terapia poética en tiempos de pandemia Alba Malaver “Lo más maravilloso del mundo es saber cómo pertenecer a uno mismo”. Michel de Montaigne Solo unos pocos logramos escapar del miedo, del encierro. Huir de la presión de los medios de comunicación, de la sobrecarga laboral, de la soledad, de la pérdida del empleo, del caos producido por el ma- nejo de la pandemia del Covid-19. Mantenernos vivos. Salvarnos. Este espacio lo encontramos elevando nuestra conciencia, haciendo uso del lenguaje a través de la terapia poética. Las letras nos han salvado. Aunque la carga laboral en mi hogar se dividió equitativamen- te, al llegar la pandemia me hallé en medio de una vorágine, libre de dependientes pero sumida en un bumerang de improvisaciones para sostener el nivel de aprendizaje de mis alumnos de español. Nadie es- taba preparado. El día con todas sus horas en estas circunstancias no alcanza. ¿Cómo robarle tiempo al tiempo para la lectura y escritura? Recordé, no es la primera vez que vivo el encierro. El internado donde estudié la secundaria me enseñó a convivir y a encontrar en las letras el mejor refugio. Corría el mes de julio del 2020 y para mi fortuna, en medio del caos mundial y gracias a la tecnología, apareció la oportunidad de ingresar a un Taller de escritura creativa impartido por el escritor mexicano Gunter Petrak. ¡Me alegré! Me emocionó el hecho de poder invitar a mi madre a participar de esta maravillosa experiencia. Ella, una profesora retirada de 71 años, quien a pesar de estar acostumbrada a permanecer en casa, comenzaba a sentirse 17
  • 18. agobiada por las determinaciones del gobierno Colombiano para pro- teger la vida de los adultos mayores; cuarentenas se convirtieron en meses de aislamiento. Ahora, las dos tendríamos algo que nos uniría semana a semana, un taller literario desde México; ella en Colombia y yo en Estados Unidos. El taller tomó rumbo. La cita de los lunes a las cinco de la tarde a través de zoom se convirtió en un ritual. No importaron las trasno- chadas ni las madrugadas para completar mi trabajo docente con tal de llegar a tiempo con los escritos. No estuvimos solas mi madre y yo, también Julieta, Claudia, Pilar, Eugenia, Estefanía, además de Victor, Fidel y Raymundo formaron parte del grupo. Todos en la misma bús- queda. Siete mujeres y tres hombres. Ellas sicólogas, investigadoras, docentes; ellos, un ingeniero, un publicista y un empresario. Esto no es una coincidencia. Hallamos un lugar para ser libres, el maravilloso mundo de las letras. Cada uno compartió un escrito nuevo cada sema- na durante dos meses. Puntuales a las 5:00 de la tarde, cada lunes nuestros escritos fueron desnudándonos. Prosa y versos eran confesiones. Temas como la angustia frente a la muerte, la levedad del ser, el amor, el desamor, relatos autobiográficos del campo y la ciudad, instantes de poesía, la vida en la época de la revolución mexicana y hasta tácticas para en- frentar la pandemia se convirtieron en un deleite. Estuvimos de acuerdo, la confianza entregada por el maestro fue uno de los grandes aportes pues animó y suscitó la emoción de la entrega semanal. Nos leíamos y nos escuchábamos. Claudia nos delei- tó con sus cartas, una de ellas a la muerte, encontrando una profun- da reconciliación; Julieta registró episodios del contraste de su propia vida; cuando niña debió emigrar de la ciudad al campo; Víctor nos llevó de viaje a San Juan Raya, Puebla y al matrimonio de su hija en Alemania; su narración logró que viéramos cada uno de los colores de sus registros fotográficos, enriqueciendo con sus palabras nuestra imaginación y cultura a través de su experiencia visual, fielmente de- tallada. Viajamos y bailamos en la celebración junto a él. 18
  • 19. Fidel, desde su mundo textil, logró tejer con palabras versos li- bres en donde pudimos palpar algo tan simple como una copa de vino sobre la mesa. Eugenia compartió la felicidad de haber consolidado, después de décadas, su deseo de escribir; al comienzo horas frente al papel, ahora minutos solamente para soltar su pluma. Estefanía, una joven investigadora se sintió libre de viajar dentro de sí misma, re- flexionar sobre su soledad y encontrarse plena, allí en su mundo inte- rior. Pilar, nos recordó la importancia de cultivar en nuestros jóvenes el amor por la educación y la determinación necesaria para lograr sus metas. Raymundo nos llevó a Acatlán, Oaxaca; pudimos saborear el proceso de la extracción y elaboración de la miel de caña de la mano de una abuelita y su nieta. Mi madre, Rosa Elena, logró reencontrarse con su sensibilidad para la poesía y compartirnos imágenes que pervi- virán. Yo volví a divisar la belleza de mi pueblo, Manta, Cundinamar- ca, y comprobar una vez más el papel del lenguaje en un mundo ávido de esperanza y de salvación. 19
  • 20.
  • 21. 21 Testimonio de la pandemia Alejandra Molina Gudiño Mi nombre es Alejandra, tengo treinta y cuatro años, tengo dos hijos, la mayor de cuatro años y el menor de un año. Mi esposo y yo trabajamos en empresas de tecnología. Antes del coronavirus mi hija asistía al colegio, mi hijo a la guardería, nosotros trabajábamos en la mañana en la oficina y por la tarde en casa. ¿Cómo nos afectó la pandemia? De inicio de un día para otro supimos que los niños no podrían ir al colegio y recibimos comunica- dos de las empresas pidiendo que permaneciéramos en casa y conti- nuáramos nuestras labores desde ahí, incluso se me informó que había un caso sospechoso de coronavirus en la oficina y que el sitio tendría que permanecer cerrado para su desinfección. El manejo de la empre- sa fue impecable, los directores se mostraron increíblemente humanos y transmitieron esto en cascada. Afortunadamente mi esposo recibió el mismo apoyo. Definitivamente nos cambió la dinámica familiar. Decidimos que la persona que nos apoya con el quehacer permaneciera en su casa por un tiempo en lo que la crisis pasaba, de esta manera ni ella ni no- sotros estaríamos expuestos, también decidimos que seguiríamos pa- gándole una parte de su sueldo como apoyo y aseguramos su regreso a trabajar en cuanto las cosas estuvieran más tranquilas. Mi esposo y yo tuvimos que adecuarnos, pues ahora las labo- res habían aumentado, los niños necesitaban a sus padres y nosotros necesitábamos seguir trabajando. Al principio nos costó mucho, mi pequeño aún gateaba y pasaba la mayor parte del tiempo en el suelo, por lo que era vital mantener lo más limpio posible. Esa parte se car-
  • 22. gó un poco más en mí, tal vez porque inconscientemente las mujeres tenemos el cargo de administradoras y ejecutoras. No aguanté mucho, tuve que soltar, relajarme y apoyarme más en mi pareja. Repartimos tareas y realmente él fue mi mejor apoyo emocional. Iniciaron las clases virtuales para mi hija, ahora pasaba horas en la pantalla entre las clases de kinder e incluso las clases de ballet y, la televisión y Netflix se volvieron nuestro mejor aliado cuando tenía- mos conferencias de trabajo o días con más carga laboral. Sé que no es lo mejor, pero realmente no hay muchas opciones. Hay días en que me siento fatal por las horas que pasan en la pantalla, cargo con mil culpas por todo lo que quisiera hacer y no puedo. Tuve que adicionar las labores de maestra a mis actividades y hacer malabares con el resto de mis obligaciones. Creo que los niños son los que más se han visto afectados, pues perdieron sus actividades y tuvieron que adaptarse a una nueva ruti- na, dejaron de ver a sus amigos y sí se desesperan por no poder salir, hacen mil preguntas y no terminan de entender qué pasa; sin embar- go, son un ejemplo, aceptaron los cambios, nos motivaron a seguir, a reinventarnos y construir nuevos proyectos, a ser más creativos. Sin duda son superhéroes. Mal que bien, con días buenos y días malos, hemos ido adap- tándonos a la realidad que elegimos vivir. Ocurrieron mil cosas y no alcanzaría a escribirlas todas, pero dentro de todo, me siento afortu- nada. La pandemia me dio la oportunidad de retomar mis clases de baile (que dejé por falta de tiempo), tengo trabajo, no he dejado de percibir mi sueldo (con algunos ajustes pero no ha dejado de llegar), tengo a mis hijos conmigo, un esposo maravilloso que no ha dejado de apoyarme ni un minuto y nos hemos mantenido más unidos, tengo a mis amigas con quienes intercambiamos tips y nos escuchamos; mis padres y hermana con quienes el contacto se volvió indispensable para mantener la salud emocional de todos. 22
  • 23. Al final, cada uno decidimos quedarnos con lo bueno o lo malo, claro que ha habido cosas malas, pero elegí ver lo positivo, aprender de esto y seguir adelante. 23
  • 24.
  • 25. Mi anécdota, COVID 19 Amparo Montoya Somos una familia numerosa, nos gusta reunirnos en cumplea- ños, aniversarios, lutos y misas, recordando a nuestros seres queridos que ya han fallecido y vanagloriando a aquellos que aún siguen por aquí, siempre encontramos un motivo para reunirnos, comer y con- vivir. La pandemia no nos ha permitido reunirnos pero el internet ha hecho lo suyo y a pesar de la distancia física podemos seguir comuni- cándonos y festejando de forma virtual. Dentro de la familia hay muchas personalidades únicas, rim- bombantes, risibles y admirables; dentro del selecto grupo tengo dos sobrinas que han aprovechado esta situación para crear videos caseros donde vierten mucha de su creatividad, ya que en mayo la mayoría de los hermanos, sobrinos y coadyubados celebran sus cumpleaños, las habilidades de mis sobrinas han sido de gran ayuda, pues se les ha ocurrido grabar videos como regalo de cumpleaños personalizados para cada festejado. Se le pide a la familia fotografías donde el feste- jado aparezca, música de su agrado, grabaciones de voz y el video es para desearles mil felicidades. La casa que mi madre me heredó con mucho amor está dividida en dos, mi hermano vive en la parte superior y nosotros en la inferior. Mis sobrinas hicieron un video para mi vecino – hermano el día de su cumpleaños, debo mencionar que mi hermano es de un humor “especial”, así que mis sobrinas estaban emocionadas por mandarle su video y ver su reacción. Enviaron el video en el primer minuto de la madrugada por lo que lo despertaron, él pudo haber agradecido y sen- tirse feliz con el regalo, pero en vez de hacer eso les envió un mensaje 25
  • 26. que decía: ¡chamacas ya duérmanse y dejen dormir jaja muchas gracias por quitarme el sueño”. Esa noche convivimos por primera vez en mucho tiempo en esta pandemia, pues nos reímos a carcajadas al enterarnos del mensaje que él les había enviado a mis sobrinas, la partida del pastel y el soplido de la vela. Nos conectamos por video chat con los demás familiares y esa noche hubo risas, recuerdos, porras, canciones y la pasamos bien. Basta con salir por el portón para darse cuenta de la situación por la que pasa la colonia donde vivo. Algunas personas usan masca- rillas profesionales, que se dice duran una semana con buena protec- ción, otras más utilizan cubrebocas convencionales y más comunes que duran tres horas, también hay cubrebocas de neopreno, los hay caseros hechos con algún material improvisado, algún girón de tela, camiseta vieja con hoyos, un bóxer y hasta llegué a encontrar con un brasier jaja, en estos últimos no estamos seguros de su eficacia o si puedan proteger, pero dan risa sus mascarillas. También ves personas con caretas improvisadas hechas de algu- na mica o plástico, algunos otros con lentes de sol, gogles e incluso al- gún ocurrente con careta de soldador. La gente usa cubrebocas, otros utilizan cubrebocas y careta, algunos cubrebocas sin tapar la nariz y muchos mas no usan más que valor mexicano. Los medios y el gobierno comenzaron a otorgar información en el mes de abril. Observé que la gente iba por la calle comprando, sin cubrebocas ni careta. Al pasar el tiempo el gobierno seguía con sus informes diarios acerca de la pandemia y de su evolución, sin embargo las personas no se cuidaban, pero hoy en día la gente por fin ha deci- dido protegerse. Decidí hacer una encuesta entre los vecinos y personas conoci- das: ¿por qué aumentó el uso de cubrebocas y caretas? La respuesta fue que tuvieron una experiencia personal, donde un familiar, vecino o compañero resultó contagiado. Unos sobreviven y otros fallecen y por eso han decidido protegerse. 26
  • 27. 27 Escrito pandemia Ana Leticia Gudiño Arana Desde mis inicios en la vida del ser médico y madre … no lle- gué a imaginar lo que cambiaría un ser microscópico la rutina, los malos hábitos e inclusive el afecto entre los seres queridos. Día a día nos enfrentamos a enfermedades, accidentes, vida y muerte pero esto sobrepasó los límites . Miedos e incertidumbre pero con la certeza de que era inminen- te la necesidad de un cambio radical, una sacudida social, para darnos cuenta de que íbamos muy “campantes” viviendo sin cuidados. Ser madre y médico ha sido un gran desafío en todos los senti- dos, dividir la mente y el corazón es un reto que tomé, donde hay días en los que cierro los ojos y pienso en la mirada de mi hijo, en su olor, esas ganas de correr y abrazarlo. Pero también en el ímpetu de crecer y contribuir a la sociedad, a los dolientes, que día a día ingresan al nosocomio esperando esa calidez y la solución a su problema de salud. Esa motivación nos ha llevado a tomar este camino, frío en bastantes ocasiones pero lleno de momentos de satisfacción . Grandes experiencias nos permite la pandemia, retos emocio- nales y físicos, equipos de protección personal que nos roban la co- modidad, esa sensación de ahogo durante 8 horas, cargando angustia y peso extra, llegando momentos que definen todo, en los que sobre tus manos y criterio médico descansan los pronósticos y la decisión de a quién otorgarle una máquina de ventilación mecánica (que se sabe abiertamente que estuvieron contadas en la mayoría de terapias inten- sivas); rebasadas por el número de pacientes que ingresaban …
  • 28. Sabiendo que el paciente grave es hijo , sobrino, nieto, padre de alguien más que lo espera en casa, donde radica el derecho a la salud y que todos merecemos la oportunidad de luchar. En fin, ¿vale la pena? La respuesta es Sí , no hay duda 28
  • 29. Cuarentena Anahí Robles Hernández Mi nombre es Anahí, tengo 32 años, mi esposo se llama Jai- me, tengo dos hijas hermosas, Sinahí y Ana Sofía, soy profesora de nivel primaria, vivimos con mis padres y mi hermano menor Iván Alejandro y quiero platicar mi experiencia durante esta cuarentena. Es un tanto difícil, pero para mí fueron de una gran ayuda económica, voy a platicar por qué. Actualmente, o mejor dicho, hace tiempo me encontré en un problema financiero muy fuerte, estresante para mí y para mi familia, pero a pesar de la situación adversa en la que me encontraba, lo tomé con calma en el trabajo, fueron días en los que mandas trabajos, recabas evidencias, pero pensé: estamos en contin- gencia, no van a hacer las cosas, para qué mando tanto trabajo si no le van a dar la importancia que debe tener, claro, algunos alumnos, no todos. Les mandé las actividades y les pedí me enviaran evidencias de que hicieron lo que solicité, hubo padres que repetían las fotos, me di cuenta que lo hicieron sólo por cumplir, sin embargo yo cumplí con mi trabajo de alguna manera, así que yo no me estresé tanto. Ahora tengo un problema, o no se si lo sea realmente, tengo ganas de vender algo. Un día, terminando Semana Santa, le dije a mi papá: ¿y si vendemos pollo? y él accedió diciendo “órale”, pero de re- pente se quedó callado y luego me dijo: ¿y qué pasará cuando entres a trabajar? Yo le respondí, pues tú sigues vendiendo, así ya no vas a manejar el taxi, mejor lo das a trabajar y tú sigues con el puesto, ¿cómo ves? Obviamente no empezaría al día siguiente porque no contaba con dinero en ese momento, pero estaba próxima la quincena y de ahí in- vertiría, pero al día siguiente mi papá me levantó temprano y me dijo: ¿vas a ir por el pollo? Y qué creen, él me dio el dinero para invertir, 29
  • 30. así es que inicié mi negocio de pollo fresco y como en todo negocio, a veces se vende y a veces no y de ese modo fue un escape para no estar pensando en la contingencia. Al principio no sabía si creer o no creer en este virus, pero estar vendiendo nos ayuda a distraernos. Mi vecina es viuda y vive sola, tiene una tienda, no sabíamos si realmente comía o no y, desde que estamos vendiendo nos da de desayunar, se viene a comer a la casa con nosotros, en fin, todo el tiempo estamos conviviendo y eso le ha ayu- dado para olvidarse de su enfermedad y del virus, a mis hijas también les ha ayudado, ellas no salen a ningún lado, son inteligentes y saben que debemos tener precauciones como el lavado de manos, sólo mi esposo y yo vamos por el pollo pero tomando todas las precauciones necesarias, porque aunque no hemos tenido gente cercana con ese problema, nos cuidamos. Seguimos vendiendo pollo y con las ventas y las quincenas que me siguen pagando estamos abonando a las deudas y las estamos sal- dando más rápido. Gracias a Dios y al esfuerzo de mi esposo estamos saliendo adelante. Ya sólo nos quedan dos deudas por pagar, pero saldadas éstas, estaremos más tranquilos. Esta cuarentena también me ayudó a acercarme más a mi hija mayor porque está atravesando por una etapa difícil, en la que por todo rezongaba y, lo peor, también en la escuela estaba teniendo di- ficultades, constantemente me llamaban para darme quejas y obvia- mente me enojaba y la regañaba, le pegaba y en esta contingencia me sentaba con ella a trabajar en sus tareas que fueron demasiadas y, tra- bajábamos las dos diciéndole qué hacer, cómo hacerlo y algunas cosas yo las hacía. ¿Por qué? porque no le daba tiempo de terminar con todo y debía enviar el trabajo a una hora determinada, pero le ayudó a darse cuenta que no es difícil, sólo es cuestión de que tenga ganas de hacer las cosas, así que espero que esto le haya servido de experiencia para echarle más ganas el siguiente ciclo escolar. 30
  • 31. Ana Sofía feliz de la vida por no ir a la escuela, sí trabajó al- gunas cosas pero no todo el tiempo, desde mi punto de vista, no era necesario estresar a los niños pequeños con tantas actividades. Sofi trabaja bien cuando se dedica y está sin presión, ella quiere entrar a la primaria, aprende rápido, mejor que le cueste a su maestra de primer grado su aprendizaje. Salimos a caminar por el pueblo guardando todas las medidas precautorias como usar cubrebocas, no saludar de mano, etc. Al re- gresar nos lavamos las manos. Estamos bien, cuando nos dieron el aviso formal que hasta el 10 de agosto reanudaremos clases me sentí tranquila, más relajada y consciente que el próximo ciclo escolar en- traré a trabajar con más ganas, porque, soy sincera, este ciclo escolar que pasó, entre tantos problemas que venía arrastrando en el trabajo, personales, económicos, familiares, etc., no me daban ganas de ir a trabajar, sólo lo hacía por inercia y no debe ser así, porque me gusta mi trabajo a pesar de que no es mi vocación, he aprendido a tomarle cariño y lo que hago lo hago bien y lo veo en los resultados que tienen mis alumnos, gracias a ellos me esfuerzo cada día más por ser la mejor profesora de la escuela que, aunque soy nueva ahí, me estoy integran- do al equipo de trabajo y hasta el momento vamos bien Esto es algo de lo que puedo platicar de mi experiencia en esta contingencia, que tomo como una pausa en mi vida laboral para acla- rar mi situación financiera y emocional. Y ahora estoy bien, mi familia está bien, todos estamos bien, logrando salir de este problema al que los arrastré a todos en cuestión emocional, pero si me ven bien, ellos estarán bien y le doy gracias a Dios por ayudarme en todo momento y por no dejarme sola, ¡gracias! 31
  • 32.
  • 33. Experiencia, tiempos de COVID 19 Azhari Zarza Trujillo Soy Azhari, tengo una pequeña hija, soy nutrióloga y mi esposo paramédico, vivo al lado de casa de mi mamá, tengo una hermana y una sobrina que, en una semana “normal” nos vemos una o dos veces a la semana, a veces hasta diario. Trabajo en oficinas de lunes a viernes con seis personas más; los días de trabajo son divertidos, la dinámica diaria ha sido loca y son como mi segunda familia, apurada pero día a día me iba acoplando y haciendo mi rutina tratando de organizar cada día. Desde que empezó esta pandemia, lo primero que se me vino a la mente, fue mi familia, su seguridad, su salud, ante todo mi hija, mi mamá, esto lo cambió todo de repente. Han pasado muchas etapas, de pánico, de estrés, de tristeza, de impotencia y hasta de incredulidad; han sido tres meses que a veces pasan lento y a veces pasan rápido, es como una montaña rusa donde a veces estoy de buen ánimo y a veces no tanto y otras en el suelo. Se siente un peso y una responsabilidad muy grande en los hombros hoy en día, se suman más cosas que llevar de las normales... una casa, una educación (de mi hija), un cuidado, una economía, en fin, todo se du- plicó, a todo se sumaron mil cosas más. 1.- Trabajo y escuela en casa: hoy en día trabajo una semana en oficina y una semana desde casa, al trabajo se ha sumado la educación de mi hija desde casa, sus clases en línea, sus tareas, tenerle paciencia, al principio fue complicado, hoy tengo mucha más paciencia y al hacer sus actividades hemos aprendido a hacerlas más fáciles. Estar al pen- diente de su educación y de su alimentación desde casa, cocinar más, tenga tiempo o no, saber si hizo su clase los días que no estoy, ver con 33
  • 34. quién se queda, porque papá trabaja 24 por 24, monitorear si desayu- nó, si comió, si tomó agua, si obedeció, etc., me hace feliz. En el trabajo estoy casi sola, únicamente vamos dos o tres per- sonas la semana que voy, pero de mi programa de trabajo sólo voy yo, así que todo lo que salga lo saco sola, la mayor parte del día estoy sola sin nadie con quien platicar, con quien apoyarse y no hay con quien tomar un café antes de comenzar. Trato de hacer y adelantar todo lo más posible para no llevar trabajo a casa y sólo sacar lo que vaya sa- liendo cuando me toca estar desde casa y poner más atención a lo que me toca en el hogar. 2.- Miedo a enfermar: se sumó el miedo a mi salud, la de mi hija y la de mi mamá, depende mucho del cuidado que tengamos mi marido y yo al salir a trabajar; del contacto que tengamos con pacien- tes o con personas enfermas. Al salir, todas las medidas posibles, pero hay días que entra la paranoia y lavo mis manos mil veces, salir a la calle a comprar la despensa para nosotros y mi mamá, cuidar lo que toco, no estar cerca de la gente, no tocar mi cara, etc. Hay días en los que solo estando en casa me siento protegida. Hemos cruzado mil plá- ticas mi esposo y yo acerca de lo que pasaría si alguien enfermara, cuál sería el plan A o el plan B. Rentamos una casa para que él fuera a vivir aparte en caso de atender a un paciente y así no pondríamos en riesgo a los demás, pudimos vivir así una semana o dos, pero la distancia y nuestras actividades no nos dejaron y regresamos a vivir juntos otra vez con el miedo de siempre de saber que algún día él puede traer el virus o la enfermedad; a veces relajamos las medidas de seguridad, se nos olvida que existe, que está pasando y que es real, que está afuera. Hoy sabemos de más casos, más cerca, de gente que conocemos que da positivo al virus y volvemos a estresarnos y a intensificar las me- didas. 3.- Aprender a organizarte de diferente manera: organizar los tiempos en casa, en el trabajo, para las compras, para las salidas esen- ciales, las actividades en la familia, distraer la mente entre nosotros. Comencé a tratar de organizar mi tiempo para hacer las cosas de la 34
  • 35. escuela, la comida, el aseo, el trabajo, arreglos y limpieza en casa que no hago por falta de tiempo. Soy una persona que hace listas para todo para no olvidarlo, entonces empecé a hacer listas para todo lo que te- nía que hacer, lo que faltaba de comprar, para despensa, para comida, para los “arreglos”, en fin, una lista que nunca termino y que aun es- tando en casa sigo sin tiempo para avanzar en ella. Traté de empezar a hacer ejercicio, a cuidar mi cara, mi cabello, creo que he puesto tantas cosas pendientes por hacer que no he sido constante en ninguna y que apenas voy medio flotando en el día a día. 4.- Estados de ánimo: cursas por los estados de ánimo de todos los que vivimos “juntos” (mi hija, mi mamá, mi marido y los míos) y de los que no vivimos “juntos” (mi hermana). El estado de ánimo ha sido muy variable en todos. Para mi mamá, quien es muy independiente en sus actividades y muy frecuentes sus salidas “viajes pequeños o largos”, ha sido complicado no poder salir en tres meses o más, entonces cruza por depresión, ansiedad, tristeza, impotencia y coraje, cuando llega a salir a la esquina ve tanta gente que no usa cubrebocas... mi hija a veces se desespera, ya quiere ver a sus amigos, regresar a la escuela, se aburre, todo el día quiere que juegue con ella, algunas veces puedo dedicarle unos minutos pero entre tanto, siento que no es suficiente; mi hermana aun en la distancia, también necesita llamadas de pláticas para soltar todo lo que nos pasa y todo lo que sen- timos, compartimos miedos, sentimientos, son llamadas largas, ahora las visitas son más seguidas, una vez a la semana para distraer a mi mamá y a las niñas, eso nos ha ayudado mucho, seguimos siendo gran apoyo entre nosotras; mi marido (él y yo somos una ruleta rusa, somos nuestra primera “línea de estrés jaja) en tres meses hemos estado bien y hemos estado mal, mi genio a veces disparado al igual que su genio, todo se ha juntado, pero poco a poco vamos sobreviviendo a estas emociones, platicamos de lo que sabemos de la enfermedad, de nues- tros proyectos que se vieron pausados, de la dinámica familiar, de lo que nos aburrimos, etc. Y yo, pues he experimentado mil sentimientos día a día, a veces me siento confiada, hay días que muero de estrés, 35
  • 36. de miedo, (tanto que hasta siento dolor de cabeza, de oídos o lo que sea) hay días en los que no quiero hacer nada, otros en que lo quiero hacer todo, pero a todos hay algo que nos pegó duro, el no tocarnos, no abrazarnos, no besarnos, a veces siento que exageramos pero me da tanto miedo sentirme culpable que mi mamá o mi hija se enfermen, lo importante es que cada día agradezco un día más de vida, un día más de salud. 5.- Lo bueno: creo que dentro de todo mi familia, en lo general y yo en lo particular, hemos tenido cosas buenas a raíz de esto, esta- mos más unidos, más al pendiente de saber cómo amanecimos, le lla- mo más a mi papá, pregunto más cómo está, si ya comió, si está bien. Llamo o escribo más a mis tíos, a la familia, a las amigas, comemos mejor, tratamos de hacer ejercicio y pasamos más tiempo juntos. Bien o no, trato de hacer mis hábitos de cuidado hacia mi persona, hacia mi familia. Hoy valoro más lo que tengo, hoy valoro más cada día la vida de mis padres, la de la familia más cercana. Esta pandemia ha dejado muchos cambios, muchos sentimien- tos, muchas lágrimas, muchos corajes, un poco de paz, muchos agra- decimientos por ser tan bendecida, ha dejado de todo, ha dejado cosas buenas y, para mí, la idea de cambiar mi chip, de retomar las cosas buenas, mis creencias, de ser mejor persona, voltear a ver cosas que dejé y que lo importante siempre serán las cosas que no se pueden comprar, que ahorrar es indispensable, que uno debe tener priorida- des y el tiempo para tu familia es lo primero. A pesar de no ser muy joven, pero no muy grande, este tiempo también me ha dejado pensar ¿qué pasará cuando yo falte? Y de eso, lo que más me asusta es dejar a mi pequeña y los pormenores de quién verá o hará lo que yo hago, sea poco o sea mucho. Lo único que hoy en día quiero, es tener a mi familia completa, pasar esto victoriosos y unidos, que aprendamos a retomar la vida “normal” y adaptarnos a esto, aprender a vivir con la nueva realidad que de ninguna manera volverá a ser como antes. 36
  • 37. Sorpresiva cuarentena Azucena Edalí Molina G. Me llamo Edalí, casada desde hace cinco años y tengo dos niñas hermosas. Cuando esta cuarentena empezó, mis niñas tenían dos años ocho meses y un año cinco meses. Normalmente desempeño un trabajo muy demandante. Mi hija mayor iba a maternal y la pequeña estaba al cuidado de mi mamá. Ella cuidaba a las dos niñas cuando el trabajo se alargaba por muchas horas después de mi horario de salida. Algunas veces mi esposo apoyaba. En enero de este año fui diagnosticada con dos enfermedades reumatológicas y estuve sometida desde finales de ese mes, a inmuno- supresores y corticoides. La cuarentena me tomó por sorpresa y, al igual que a muchas personas, me cambió el ritmo de vida, en pocas palabras (y debido a decisiones que se tomaron por el bien de las niñas) pasé de nunca es- tar en casa, ni los fines de semana, a quedarme todos los días, de casi nunca cocinar a cocinar los siete días de la semana, las tres comidas, y a hacerme cargo de las labores domésticas casi por completo, ya que la señora que me ayuda no vendría porque al utilizar el transporte pú- blico, el peligro al contagio del virus era muy grande. En un inicio la dinámica familiar fluyó bien, aunque con algu- nos tropiezos. Yo estaba feliz de poder pasar tiempo con mis hijas y tenía toda la pila y la energía para ponerles hasta cuatro actividades diferentes al día, pintura, plastilina, texturas, todo lo que veía en inter- net que podían hacer, sobre todo mi hija mayor que estaba cursando maternal, incluso hicimos una piñata y le organizamos una fiesta de cumpleaños a mi esposo, cocinábamos pizza, galletas y pasteles, en pocas palabras el tiempo en familia nos sentó bastante bien. 37
  • 38. Pensamos que esta situación duraría sólo hasta el quince de abril, al no ser así, la división de tareas domésticas entre mi esposo y yo empezaron de nuevo a recaer mayormente en mí y vaya que ya no me resultaban tan divertidas. El encierro se me hizo cada vez más difícil y el estado de ánimo de los adultos en casa se puso un poco más tenso. En mi trabajo, debía entrar de guardia para los primeros días de mayo, sin embargo, debido a los medicamentos y a los malos re- sultados médicos, quedé exenta de presentarme, teniendo que estar al pendiente del teléfono por si podía ayudar a mis compañeros en algo desde casa. Simultáneamente, comenzaron a enviarme de la escuela actividades para que realizara mi hija mayor, teniendo que mandar evidencia de cada actividad todos los días. Para estas fechas, sentí que dentro de mí crecía un trol, sentí que no estaba cumpliendo con nada, ni como mamá, ni como trabajadora y mucho menos como educadora. Pasaba por un sinfín de emociones al día, ninguna muy agradable, estaba enojada, frustrada, desesperada y hasta deprimida, después llegó el insomnio, dolores de cabeza, en fin, mi estado físico y mental no lograban encontrar un equilibrio. Así llegué a inicios de junio, la situación seguía igual de compli- cada, sobre todo porque ya llevaba mucho tiempo sin dormir. Decidí dejar en paz el envío de evidencias de las tareas de mi hija, ya que no tenía paciencia para ayudarla a desarrollarlas y al estar en maternal no afectaría sus calificaciones de preescolar. Mi esposo empezó a irse a trabajar unos días, eso, aunque me ayudó a liberar un poco de tensión, también implicaba que me quedara sola con las pequeñas, pero con mi poca paciencia, por las noches solo sentía culpa por no ser lo que yo considero una buena madre. Aunado a que, debido al trabajo y a las situaciones emocionales de mi marido, cada día se hacía cargo de menos actividades domésti- cas y del cuidado de las niñas, a las que regañaba aún más que yo. 38
  • 39. Para colmo, al realizarme mis estudios de rutina, la enferme- dad reumatológica que afectaba mi sangre empeoró, al grado de casi terminar en el hospital y requerir transfusiones de sangre. A fin de evitarlo me aumentaron las dosis de cortisona, lo que agigantó al trol interno. Una semana después, mi doctora me diagnosticó con fibromial- gia, resultó que esta enfermedad y el uso prolongado de corticoides, eran responsables de alimentar a mi trol y mis malestares físicos. A partir de mediados de junio he trabajado a distancia y, aunque las dosis de cortisona e inmunodepresores son altísimas, sin mencio- nar todo lo que tengo que tomar para combatir sus efectos adversos, he salido adelante de esta cuarentena, con la ayuda invaluable de mi mamá quien me ha apoyado mucho con mis hijas, sobre todo los días que mi esposo se va a trabajar. También exigí el regreso de la señora que me ayuda, ya que con los dolores físicos, el trabajo, la cocina y las hijas, me resultaba por demás imposible hacerme cargo también de la limpieza. Y así iniciamos julio y parece que esta cuarentena no termina... 39
  • 40.
  • 41. Escrito pandemia Brenda Sánchez Mi nombre es Brenda y mi experiencia en esta cuarentena ha tenido altas y bajas, estoy casada hace casi 23 años y tengo 3 hermosos hijos. Antes de que el Covid 19 llegara a nuestras vidas, yo pensaba pedirle el divorcio a mi esposo porque hace mucho tiempo que ya no lo amo y él lo sabe... él no ha querido darme el divorcio porque dice que me ama. Esta cuarentena me ha mostrado quién me ama y quién no, quién es mi amiga y quién no. Empecé a ver las cosas de otra for- ma y empecé a valorar las cosas simples de la vida, el aire, el sol en mi cara, el abrazo de mi madre, de una amiga y sé que mi esposo me ama de verdad y, no lo he decidido aún, pero creo que me voy a dar otra oportunidad con él. Siento mucha tristeza al ver que hay tanta gente que no cree en este virus... conozco personas que han muerto por la necesidad de salir a trabajar y gente a la que no le importa porque no cree que esto es real. Hoy Dios y el planeta están hartos de esperar a que nos caiga el veinte para cambiar y ser mejores seres humanos, pero creo que ya se cansaron de esperar a que la humanidad reaccione. No lo va a hacer nunca porque seguimos cometiendo los mismos errores; no nos importa la naturaleza ni los animales ni todas las cosas hermosas que Dios nos dio, no lo valoramos y no lo merecemos, sólo espero que la humanidad reaccione antes de que no haya vuelta atrás, y que Dios nos ilumine y que los que no creen en el Covid 19 se cuiden y cuiden a los demás. 41
  • 42. Cuidemos a la madre Tierra con todos los animales que hay en ella y que los niños que hoy nacen sean educados para amar y cuidar la naturaleza, que crezcan con valores y principios. Sólo pido un mundo mejor para mis hijos, por favor Señor apiá- date de nosotros. 42
  • 43. Espacio tiempo Clara González Por lo pronto la suerte de poder estar física o virtualmente con Juan el compañero de mi vida, nuestras hijas, Gisela, Frida y Jimena y nietos Santiago, Emilia, Alina y Martina, todos queridísimos. Agradecer el avance de la tecnología y contar con los maravi- llosos celulares. Poder llamar y ver a los entrañables de la familia, hermanas, primas y por supuesto amigos. Compartir esta inesperada vivencia colectiva desde un escenario para algunos de nosotros más que privilegiado. Ese es nuestro caso. Aproximadamente hace 45 años durante la infancia y adolescen- cia de nuestros hijos, con un pequeño grupo de amigos con los que compartíamos formas de vida y experiencias en diferentes escuelas, en búsqueda de una educación basada en métodos que estimulan la creatividad, investigación, experimentación, el trabajo en equipo, el respeto a las diferencias y capacidades de los otros, nos involucramos y consolidamos una gran amistad, Con este grupo de amigos que Juan Mateos bautizó con el nom- bre de Club Quintito, al llegar a secundaria con nuestros hijos mayo- res, dejamos la escuela y creamos el colegio Icarie con un grupo de maestros entusiastas y con mi hermana amiga de toda la vida, Cristina Payán Q.P.D., con la que compartimos varios proyectos de vida en temas educativos y culturales. Uno de los principios que a mí me entusiasmó y me pareció muy importante, era cómo se integró el consejo técnico de la escuela, que de manera tripartita estaba formado por la representación de alumnos, maestros y padres de familia, donde se planteaban y discutían todo tipo de temas para la toma de decisiones. 43
  • 44. Un día, mientras empezaba un evento en la escuela, Alejandra Jaidar, otra querida amiga, que era la representante de los padres de fa- milia y yo, comentábamos lo entusiasmados que veíamos a los jóvenes y la escuela y, a manera de juego se nos ocurrió que podríamos iniciar un nuevo proyecto: “hacernos viejitos juntos” Lo compartimos con nuestras familias y comenzamos a fan- tasear. Lo primero era encontrar un terreno para construir nuestras casas y las instalaciones para disfrutar con los hijos y los nietos, viendo al futuro, para apoyarnos cuando estuviéramos pensionados, poder compartir gastos si requeríamos enfermeros, fisioterapias y esas reali- dades al envejecer. Fue un año complicado para muchos por un recorte que hizo el gobierno, recuerdo que se bautizó como sida (sin ingresos desde agos- to) y cuatro de los integrantes del Club Quintito perdimos el trabajo el mismo día. En septiembre de 1985 fue el temblor que nos marcó a todos. Para el mes de diciembre nos asociamos con los Aceves y los Peña y entre las tres familias pusimos un pequeño restaurante en el centro de Tlalpan, su nombre: “La Quimera”, nombre que nunca se pudo utilizar, entonces se le puso el nombre original que habíamos pensado “Boca del Río”. Unos meses después, algunos consiguieron trabajo, los Aceves en Roma y Maru y yo seguimos juntas un año, al siguiente nos queda- mos solos Juan y yo. Desafortunadamente Alejandra enfermó y muy joven nos dejó. Pedro, su hermano menor, se unió al club y creo que fue en 1986 cuando encontró Oacalco, un pequeño pueblo en More- los, tranquilo y con una extraordinaria vista. El proyecto de hacernos viejitos juntos seguía adelante, noso- tros teníamos dificultades económicas y los amigos solidarios insistie- ron en prestarnos para que pudiéramos comprar el terreno donde, re- unidas las cinco familias, Los Quintos, “nos haríamos viejitos juntos” 44
  • 45. En Oacalco hemos compartido cualquier cantidad de situacio- nes y celebrado cumpleaños, bodas, nacimientos de los nietos... Maru y Pedro al igual que Alejandra enfermaron y fallecieron. Pues es en Oacalco donde estamos hace casi cuatro meses, in- tentando como muchos habitantes del planeta, percibir, imaginar y aprehender esta nueva forma de vivir la vida y la muerte de miles de personas por el Coronavirus, sólo conocemos las cifras y no sabemos sus nombres y lugares donde han fallecido con grandes diferencias y desigualdades. 45
  • 46.
  • 47. Algunas vivencias durante la cuarentena Claudia Jacal Murillo Al principio no lo podía creer, pero al cerrar oficinas privadas y de gobierno, pues como que lo tuve que asimilar. He tomado todas las medidas necesarias para protegerme y proteger a mis papás, se oían comentarios de que a un amigo de un amigo de un conocido le dio el virus, mes y medio después ya era a un conocido el que se enfermó de Covid 19, ahora ya mencionan a mi colonia como de las que tie- nen más contagios, esto me genera miedo, incertidumbre, enojo, son muchas emociones y sólo me consuela el tener lo necesario y poder aguantar. A mí me toca salir a la calle a conseguir lo necesario para la comida, antes de salir, la verdad, me pongo muy nerviosa y ansiosa, al llegar al super espero que no se me acerquen y no me acerco tampoco, sin embargo en una ocasión, un señor se puso muy agresivo porque decía que me le acerqué demasiado (ni aunque hubiera estado guapo jajaja), la verdad me sorprendió, yo que estoy procurando cumplir con todas las indicaciones y sale este hombre con sus comentarios absur- dos de que me le estaba acercando mucho, le dije que no, que yo estaba a más de metro y medio y siguió diciendo enojado que yo no respetaba y bla bla bla y le dije: señor, ¿sabe cuánto mide más o menos mi brazo más lo largo del carrito? Se enojó más y nunca aceptó su error y se fue diciendo miles de barbaridades que fue mejor no escuchar. En otra ocasión, en otra tienda, yo estaba formada y parada en mi “X”, me moví un poquito porque una persona iba a pasar y me alejé de ella lo más posible, en eso la que estaba formada tras de mí se puso en mi crucecita y yo dije: ¿en serio?, señora no está guardando la 47
  • 48. distancia y me quitó mi lugar y contestó muy enojada: noooo tú estás mal, no señora y volvió a decirme nooo tú estás mal, ya no le dije nada, porque como al otro, no la iba a sacar de su error y, para qué discutir, de todas formas salí molesta por cómo la gente se comporta. En otra ocasión, en el banco me senté en un sillón a esperar que me atendieran con mi ticket y una señora se sentó al lado mío, cuando por indicaciones debió hacerlo en el sillón de atrás, me puse algo nerviosa y me volteé, me saludó, le contesté y se enojó porque no volteé a verla y me dijo: ¿qué les pasa a todos, andan muy asustados, qué crees que te voy a contagiar, por qué no me contestas el saludo? Le dije, sí señora hay mucho susto y sí le contesté el saludo, no tengo por qué voltear, no la vaya a contagiar además debió sentarse atrás como se indica, ella se molestó y me dijo: mi esposo es doctor y me dice que no hay que exagerar, no por ello hay que ser maleducado porque yo soy muy sociable y me gusta platicar y la gente exagera y es grosera, le dije: señora hay que comprender la situación, no es algo que se haya vivido antes, qué bueno, me da gusto que su esposo sea doctor para que la atienda, ya que es peligroso estar hablando con todo mundo, no la vayan a contagiar y, yo no soy tan sociable, así que sólo salgo lo in- dispensable y sí le contesté el saludo, que tenga un buen día y cuídese mucho, en eso la llamaron a ella para atenderla. Así que tanto socia- bles como antisociales la situación altera a todos de una u otra forma. 48
  • 49. ¿Cómo he vivido el COVID 19? Concepción Azuara Fuerte pregunta pero mucho que decir. A mí, el 20 me cayó el lunes 16 de marzo de 2020, pues mi hijo Pierre estaba en Londres estudiando su maestría y mi esposo esta- ba viendo con su agente de viajes si nos podíamos traer a Pierre de regreso, ya que en Londres se estaban poniendo las cosas difíciles y su universidad cerró. Había la posibilidad de que viajara a México el miércoles 18 de marzo y estábamos en pláticas con él de qué era lo más conveniente. En eso, el lunes 16 nos llamó el agente de viajes dicién- donos que el vuelo del día 18 se había cancelado pero que había un vuelo para ese mismo lunes y que Pierre debía estar en el aeropuerto en las siguientes dos horas, mi esposo llamó a nuestro hijo y sabia- mente tomaron la decisión de que regresara. Ese mismo día 16 era el cumpleaños de nuestra hija Paulina que vive en Kalimori, una residencia para personas con discapacidad inte- lectual que se encuentra en Malinalco, ella tiene rasgos autistas y ese día venía a la ciudad de México, nos visita cada 15 días de domingo a martes y regresa a Kalimori. Ante la situación de que Pierre regresaba de Londres, hablamos a la terapeuta de Kalimori pidiéndole que no enviara a Paulina a la Ciudad de México pues existía el riesgo de que Pierre estuviese conta- giado del Covid 19 y no podíamos tenerlos juntos. Esa tarde me puse muy mal, lloré mucho temiendo el trayecto de Pierre desde Londres hasta llegar a mi casa, las posibilidades de contagiarse en el camino y al mismo tiempo la tristeza de no poder ver a Paulina. Hasta hoy no la hemos podido ver, pues por medidas de seguridad Kalimori no deja 49
  • 50. que vayamos a visitarla ni puede venir, lo agradezco porque la cuidan y está en un lugar bellísimo en el campo. Esa tarde decidí dormirme, desconectarme, no pensar. En la noche entré a mi primer zoom de muchos, como todos sabemos es lo de hoy. Decidí entrar al zoom para pensar en otra cosa, vi a mi maestra y amigas del yoga y observé la clase, me dio paz y pensé: me late. Por la noche llegó Pierre de Londres y estuvo una catorcena en su cuarto, mis respetos por la manera de aceptar estar así. Yo me cuido mucho por mi familia pero sobre todo por mi mamá que tiene 92 años y es de alto riesgo, la amo y no quiero dejar de verla, es al único lugar que salgo. Después de ese lunes decidí que tenía que aceptar quedarme en casa y empecé a organizar mi vida de manera de hacerla más fácil y placentera, me metí de lleno a clases de yoga todos los días con mis maestras de toda la vida, por zoom e instagram, retomé mis clases de inglés, me organicé con mi equipo de trabajo de mi inmobiliaria y estamos diario en línea estando en contacto apoyádonos unos a otros. Con mi esposo e hijo organizamos ver películas, hacer manua- lidades, cocinar, escucharnos, apoyarnos, cuando uno cae el otro lo levanta. Me siento afortunada de poder vivir la cuarentena en una bella casa con espacios para cada uno de nosotros y que hemos tenido el apoyo, ayuda y amistad de Sandy y Reina que trabajan con nosotros en casa y eso me ha permitido trabajar, hacer yoga y estar menos es- tresada. El Covid cambió al mundo, cambió la manera de ver la vida y entender que puede pasar mucho tiempo para que vuelva a ver a mi hija Regina, mi adorada nieta Leonora y mi yerno Lowry, pero lo que más agradezco es que estemos con vida y deseo que las personas que están sufriendo encuentren consuelo. 50
  • 51. ¿Cómo me afectó el Coronavirus? Dina Dantus Me dio mucha tristeza, no el estar en cuarentena, sino el no po- der ver a la familia y a las amistades como antes. Me entristeció también ver a México tan hermoso, alegre y vi- vaz, ahora solitario y apagado. Tanta gente que no puede recibir ayuda médica por causa de un gobierno nefasto que, aún sabiendo lo que se venía, no se preparó para ayudar durante esta pandemia. Todo por no haber tomado las medidas necesarias. También me entristece ver como la gente no puede llevar comi- da a su casa por falta de empleo. Dios bendiga a los médicos, enfermeras, personal de salud y a toda la gente que está haciendo todo lo posible para que los que pode- mos estar en casa estemos bien. Dios ilumine al gobierno para que salve a nuestro país. 51
  • 52.
  • 53. Experiencia de esta cuarentena Elena Flores Zárate Para mí esta cuarentena no se me ha dificultado tanto, pues yo soy de estar más tiempo en casa y me gusta convivir con mis hijos. En casa vivimos tres generaciones, mis padres que cuentan con 85 años y les ha sido difícil adaptarse al encierro, pues todavía son personas muy activas y no están quietas y me ha costado hacer que acaten las reglas, aun así, los he visto muy preocupados porque nos hemos dado cuenta que han muerto varias personas conocidas. Llevamos a cabo medidas de limpieza en lo posible. Están preo- cupados por los empleos de sus hijos, aunque les decimos que gracias a Dios todos conservan su trabajo. También están preocupados por la gente que ha perdido su empleo y por la situación que se viene. Aquí en casa hemos ayudado en lo posible a los que lo necesitan, incluso a mi sobrino le preocupó tanto la situación de varias personas, que de- cidió juntar despensas y repartirlas a los más necesitados. A mis hermanos, que los absorbe el trabajo todo el día, les ha costado adaptarse a estar en casa, pero les ha servido para convivir más con sus hijos y se van a hacer ciclismo en la montaña con todas las medidas de seguridad y han hecho ejercicio en familia. Los hijos se adaptan más al encierro porque ellos prácticamente nacieron con la tecnología y saben mejor que sus papás llevar un curso por internet. Pero aun así todos estamos preocupados por los empleos, pues estamos viviendo una situación muy difícil y muchas empresas están quebrando. Queremos saber cómo se va a resolver esta pandemia y desea- mos que nadie de nuestra familia pase por un mal momento o por un contagio como otras familias lo están viviendo. 53
  • 54. Todo esto nos dejará un aprendizaje, cada quien lo verá de di- ferente manera y cada quien tiene su opinión del por qué de esta si- tuación. Además, muchos hemos perdido la confianza y credibilidad en el gobierno. Por el momento, aquí en casa hemos tratado de ser productivos por muy pequeño que sea nuestro esfuerzo y oramos por toda la humanidad. Mis padres se han dado cuenta que nos dieron una gran enseñanza para poder superar este tipo de contratiempos. 54
  • 55. Pandemia 2020 Esther Ortega Ruiz Soy Esther Ortega Ruiz, tengo 96 años y a estas alturas de mi vida he presenciado muchos eventos que pueden haberse considera- do como pandemias. Cuando empecé a tener consciencia recuerdo la Expropiación Petrolera, situación que unió a los mexicanos ante una adversidad extranjera que veía amenazados sus intereses, también la llegada de españoles que solicitaron asilo a México motivada por la guerra civil en su país, más tarde a mediados de los años 40, la inesta- bilidad política y atrocidades que provocaba el hermano del presidente Ávila Camacho. Después, la llegada de un civil a la presidencia: Mi- guel Alemán, con muchas promesas y el pueblo con mucha esperanza de que algo bueno sucediera, pero fuimos prosperando a costa de germinar y enquistar una corrupción de enorme daño y magnitud que, hasta la fecha, nos sigue lacerando en todos los aspectos socio cultu- rales y económicos del país. Para los años 60 y 70, observé el actuar de presidentes que agre- dieron a sus ciudadanos, llegando a usar al ejército para masacrarlos. Posteriormente, hasta la fecha, grandes despojos, robo y corrupción, de la clase política que dice amar a México y se dedica a saquear al país y a desestabilizar el posible desarrollo que se debería haber llevado a cabo bajo gobiernos honestos. Me ha tocado saber de casos de poliomielitis, viruela, saram- pión, rabia, tuberculosis, sida, influenza y ahora el Covid 19. Esta bre- ve introducción sólo sirve como antecedente pero no sólo ha ocurrido en México, quizá aquí sí en mayor magnitud, sino también en todo el mundo, en donde lo que ha prevalecido es el Gran Egoísmo humano 55
  • 56. generando guerras económicas y ahora las biológicas. Considero que este bicho ha sido creado con fines de desestabilización económica, no importando la cantidad de muertos, aún en el propio país que pudo haber generado este virus. A mi parecer, la pandemia es el hombre, sobre todo aquellos que dirigen a los países, ya que su ambición desmedida, el racismo, la xenofobia, las amenazas y su “supuesta superioridad racial” hacen que el mundo penda de un hilo, ejemplo Donald Trump. Se mandan misiones al espacio donde se dejan muestras de quiénes habitan el planeta Tierra, dejando mensajes de Paz Universal, mientras que aquí se han saqueado países y continentes, dejados en la miseria y abandonados a su suerte, viéndolos con repugnancia y cerrando las fronteras, convirtiendo los actos bélicos en dobles inten- ciones de crueldad y de maldad. Me da enorme tristeza la cantidad de inocentes que han muerto y otros tantos cuya suerte no será nada agradable. 56
  • 57. 57 Tocar fondo en la cuarentena es lo mejor que me ha pasado Frida Palos Gudiño Mi 2020 comenzó como el de muchas personas, lleno de metas y propósitos. Empecé a ir más seguido al gimnasio, con el mismo mantra (bastante tóxico si me lo preguntan) de todos los años, “éste año iré al gimnasio diario, solo comeré ensaladas y tendré mi cuerpo soñado para junio”. Como es de esperarse, esto duró solo un mes, antes de ceder y comer todo lo que me había prohibido. Pero todo iba muy bien, salía con mis amigas cada fin de semana, me habían dado el papel principal en una obra de teatro que íbamos a montar, estaba saliendo con alguien de mi universidad. Todo era perfecto, tal vez demasiado perfecto. Si esos tres meses hubieran sido un fast-forward en una película, la canción Easy de Commodores hubiera sonado en el fondo como banda sonora. Como pueden imaginarse la escena de comedia romántica no me duró y me pasó lo que le pasó a todo el mundo. De un día para otro tuve que empacar todas mis pertenencias en cajas y despedirme de mi libertad, amigas, papel principal en la obra de teatro y de todo lo bueno que me estaba pasando. Regresé a casa de mi mamá, en donde todos los días tenía que averiguar como meterme a mis clases en línea, veía las noticias con la esperanza de regresar a mi comedia romántica lo antes posible, solo para decepcionarme y asustarme por lo que salía en la televisión. Comenzaron las vacaciones de verano y el no tener contacto con más personas comenzó a afectarme. No podía escapar de la realidad, ya había leído mi libro favorito dos veces y visto todas las series y pe- lículas buenas en Netflix, no quería entrar a las redes sociales que sólo
  • 58. me recordaban que no podía estar con las personas a las que quiero y hacer rutinas de ejercicio como todos los demás simplemente no me apetecía. Decidí encerrarme en mi cuarto por días sin salir, mas que para ir al baño y a veces para asaltar el refrigerador y volver a escon- derme en mi cuarto. Dormía todo el día y lloraba toda la noche. Las veces que estaba despierta por el día, todo me irritaba y las peleas con mi mamá eran interminables. Así pasaron semanas, días y me da vergüenza pero casi meses, hasta que decidí buscar ayuda. Encontré una psicóloga que me ha es- tado dando terapia por medio de video llamadas y aunque ha sido un proceso largo y pesado, poco a poco me fui sintiendo mejor. Me die- ron ganas de empezar hobbies nuevos, como hornear pan de plátano, intentar aprender a pintar con óleo, hacer yoga ,entre otras cosas. Poco a poco volví a recuperar una rutina de sueño sana, me atreví a decirle a mis amigas por lo que estaba pasando y no sólo eso, ahora también estoy trabajando en cosas de mi pasado que no sabía que me afecta- ban, estoy aprendiendo a tener una buena relación conmigo misma e incluso disfruto el tiempo en cuarentena. No puedo decir que todo es perfecto y estoy feliz las veinticua- tro horas del día, todavía hay días en los que no quiero salir de mi cama y otros en los que termino llamándole a alguna amiga a las tres de la mañana, pero todo esto me ha ayudado más que cualquier expe- riencia en mi vida y me ha hecho apreciar más a las amigas que tengo. 58
  • 59. Aprendizajes de pandemia Guadalupe Moguel Pasquel En enero de 2020, cuando apareció el Covid 19 en China, en México muchos lo veíamos muy lejano. En aquel momento no ima- ginábamos que este virus causaría un gran revuelo en unos cuantos días atrapando a nuestros cuerpos, sacudiendo nuestras mentes y en muchos casos robando también nuestros espíritus. Se nos había olvi- dado que ya hoy existen vuelos de diecisiete horas y media sin escalas, que conquistan los cielos y atraviesan los mares y océanos cruzando desafiantes hasta diez husos horarios, para comunicar al mundo en menos de lo que dura un día (Auckland, Nueva Zelanda, hasta Doha, la capital de Catar, 14,529 km de distancia entre las dos ciudades). Al paso del tiempo, mientras van corriendo los meses, muchos sentimientos han perturbado a mi alma. Guardada en mi apartamento he aprendido muchas cosas, la primera: agradecer a la vida todos los días por las dichas que me ha obsequiado en mi camino por ella. Gra- cias por la salud y el bienestar de todos los míos, yo incluida, gracias por la fortuna vergonzosa que me permite despertar cada mañana sin zozobra sabiendo que estos tiempos difíciles un día van a termi- nar, mientras que yo, afortunada de mí, aguardo leyendo, escribiendo, viendo películas y comunicándome por diferentes medios con mi fa- milia y amigos. En segundo lugar, esta pandemia me ha permitido organizarme con mis tres hijas para platicar con ellas, su padre, mis nietas, mis yer- nos y mi consuegra en la distancia y disfrutar de nuestros encuentros semanales reuniendo mágicamente los miles de kilómetros que nos separan en una pantalla y reírnos compartiendo anécdotas y hasta co- 59
  • 60. miendo todos juntos, cada uno desde su casa. De esta manera hemos festejado los cumpleaños, aniversarios especiales, el día de las madres y de los padres y en otros momentos, también he convivido con el resto de mi familia, con mis hermanos, sobrina y amigos, estrechando nuestros lazos solidarios en medio de la desventura que le tocó vivir al mundo en este desolado año. Mi tercer aprendizaje concierne a mi cuñado, con el que alimen- to a mi cuerpo y a mi alma. Hoy también gozo al degustar mis guisos, los que preparo sólo para mí, aquellos que antes de la pandemia amaba cocinar para los otros. Saboreo con el mismo placer mis platillos, así como mis libros y mis momentos frente a mi computador que me per- mite aprender, viajar, crear, inventar y entretejer historias... La reflexión me ha acompañado todo este tiempo, a veces de manera interna, en ocasiones, compartiendo con amigos. Me pregun- to qué le sucede al ser humano para maltratar con tanto empeño a su planeta y me respondo que el egoísmo ha alimentado ciegamente su egolatría, destruyendo a su paso sin piedad a seres vivos, aniquilando por igual a otros humanos, arrollando la vegetación y exterminando a los animales. Empeñándose sin sosiego en alterar el equilibrio del medio ambiente. Vivimos tiempos difíciles, nos espera otros, tal vez peores, es primordial que aprendamos de las experiencias y que guardemos en nuestra memoria a largo plazo los propósitos y promesas que nos he- mos hecho durante estos prolongados meses de contingencia, recor- demos que cuando Noé comenzó a construir su arca aún no estaba lloviendo. Quiero tener fe, quiero creer y guardar la esperanza de que este feroz virus que ha destruido implacable a centenares de miles de vi- das, que ha llevado a la ruina física y mental a millones de personas a lo largo del mundo, va a dejar tatuada en nuestros corazones la ense- ñanza que nos permitirá convertirnos en mejores personas: 60
  • 61. Como dice Mario Benedetti: “Cuando la tormenta pase y se amasen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo... Cuando la tormenta pase te pido Dios apenado que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado” Así observo el transcurso de los días en compañía de mis dos gatas, mientras me deshago de viejas ataduras y de bultos inservibles que me impiden viajar libre y ligera y espero el momento en que por fin podré estrechar otra vez entre mis brazos a todos los míos y de- cirles muy de cerca cuánto los amo. Soy jubilada, maestra jubilada de la UNAM. 61
  • 62.
  • 63. Mi hermano Alberto en cuarentena Irma López de la Rosa Hola buenos días, el 12 de marzo recibí una llamada angustiosa, era Pancho, me dijo que mi hermano Alberto estaba muy mal. Fui de inmediato, estaba en un puesto de tamales, Eve, la secretaria de mi cuñado, estaba con él, sudaba mucho y llamamos una ambulancia, nos llevaron a una clínica, donde permaneció hasta el sábado 14, lo que le sucedió fue que la presión le subió mucho y se le paralizó el lado izquierdo del cuerpo, en esa clínica nada le hicieron. El lunes el Dr. Bonilla nos dijo que lo lleváramos al sanatorio Balbuena y ahí le hicieron unos exámenes, mismos que salieron bien. Su rehabilitación era muy importante, el Dr. Bonilla nos recomen- dó una terapista, pero nunca pudimos contactar con ella, mi amigo Efraín nos recomendó otra terapista y nos ha dado muy buen resulta- do, mi hermano empezó a caminar con la andadera hace dos meses y empieza a ir al baño a bañarse con la ayuda de Efraín. Yo tengo muy mal el dedo gordo de la mano derecha, me duele mucho y el dolor aumentaba al lavar los trastes del desayuno, comida y cena, pero ahora Alberto me ayuda con eso, además ya se baña solo y se rasura. Han pasado tres meses sin salir de casa por el Coronavirus, para distraerme empecé a hacer gelatinas y pasteles y me salen ricos. Hoy se cumplen cuatro meses de que se enfermó, ya va mejor, el otro día dijo que sacaría a pasear a Golem, mi perro, yo no lo detuve, después de una hora regresaron, di gracias a Dios por traerlo con bien, hoy salió a la carnicería y después se fue hasta Plutarco y Municipio Libre a comprar corazones e hígados de pollo pero no hubo, luego fue a comprar una papaya. 63
  • 64. Ya llevamos dos meses rezando el rosario dos veces al día, a las once de la mañana y a las seis de la tarde y los domingos vemos la misa de la Basílica de Guadalupe a las doce del día. Doy gracias a Dios porque mi hermano se está recuperando. 64
  • 65. Mi vida durante la pandemia Isabel Cicero Ortiz Soy una mujer de 65 años, jubilada hace cuatro años, que dis- fruté mis treinta y cinco años de vida laboral en la Secretaría de Edu- cación Pública en el área de Educación Especial y siempre pensé que cuando me jubilara, sería para dedicar más tiempo a la familia y mi casa. Así lo he hecho. Al igual que la mayoría, nunca imaginé que viviríamos una pan- demia de esta magnitud, que nos obligaría a cambiar tanto nuestro comportamiento y actividades. La gravedad y los riesgos que enfren- tamos cada día son increíbles, al principio el peligro lo veíamos un poco más lejano, pero poco a poco hemos visto el peligro más cerca de nosotros, al empezar a identificar a los contagiados entre amigos y familiares. Eso va pesando en el ánimo, sobre todo, al ver que los meses van pasando y la esperanza que teníamos en un principio, de que sería de dos o tres meses, se va transformando en seis, doce o dieciocho meses. En estas circunstancias la vida y la salud de la familia es lo pri- mordial. Mi esposo y yo al igual que mi hija y su familia, en virtud de que vivimos en un mismo terreno de unos setenta metros de largo, decidimos ser compañeros de pandemia y también recibimos una vez por semana, por lo general, a nuestros otros dos hijos, buscando tam- bién un equilibrio entre la salud física y emocional. Hemos tenido que limitar el apoyo que teníamos de personal de limpieza de las casas y diversas reparaciones. Eso ha tenido conse- cuencias positivas y negativas. Positivas, como involucrar a los niños en todas esas actividades y que yo disfruto mucho hacer las cosas per- 65
  • 66. sonalmente y el trabajo en el jardín y en mi pequeño huerto. Negativas como un accidente que provocó quemaduras a mi esposo, que pueden haber sido de tercer grado y que él decidió curarse en casa con asesoría médica telefónica, yo dudé en varias ocasiones, pero él se mantuvo fir- me y al cabo de unas cinco o seis semanas logró curarse por completo. Yo después de años de no tener catarro y haberme desapareci- do los síntomas de las alergias que padecí por muchos años, el abuso de la actividad física y el exceso de humedad que hemos tenido, me llevó a recaer en un cuadro de alergia que me trajo preocupada en un principio, pues su manifestación ha sido inflamación en el pecho y tos seca. El doctor me ha asegurado que es alergia, así que ahora tengo que medir mis actividades. En estos días he valorado mucho el tener algunos frutales y hortalizas en casa, coseché papayas, guayabas, mameyes y una gua- nábana, me ocupé de distribuir toda la fruta sobrante entre amigos y familiares. He dedicado tiempo a sembrar nuevas plantas y mejorar los cuidados de las que tengo, también he mejorado el manejo de la composta, optimizando el empleo del desecho vegetal de la cocina y los árboles, para eso he estado consultando información en línea. En general, aunque mi actividad física es mayor por tener que ocuparme mayormente de la casa y del jardín, nuestra vida es más relajada, ya no hay que llevar o recoger a los niños a la escuela y activi- dades extraescolares, en las cuales yo tenía participación. Al principio acostumbrábamos reunirnos a las seis de la tarde alrededor de la pis- cina a conocer los avances de la pandemia y convivir entre nosotros, pero hemos dejado de hacerlo porque cada vez las noticias fueron siendo más alarmantes y buscamos otros momentos para convivir, como a la hora de la comida. Todos estamos conscientes de las afectaciones emocionales que podemos sufrir por lo que estamos viviendo, lo hemos externado y hemos procurado ser tolerantes con el que tiene alguna manifestación. Tuve que aceptar la inclusión de un nuevo miembro en la familia, la 66
  • 67. mascota con la que mis nietos soñaron por mucho tiempo. Para mí no ha sido agradable, pero tuve que contener mis manifestaciones de desagrado por el bien de los demás, para mi hija y su familia la llegada de Yoyo a la casa ha traído más beneficios que inconvenientes. Él y yo ya somos amigos respetuosos. He tratado de estar más pendiente de los niños, así cuando tuvieron clases en línea apoyé cuando se necesitó y he procurado contribuir proponiendo o realizando actividades con ellos para mantenerlos divertidos u ocupados, les varío la rutina invi- tándolos a veces a desayunar o cenar o hacerles sus postres o comidas favoritas. Para mí ha sido prioritario conversar entre nosotros para darnos ánimo y apoyarnos. La familia extensa y los amigos han sido también compañeros invaluables y la tecnología nos ha permitido tener un contacto fre- cuente con ellos. Nuestro grupo familiar de pandemia ha sido una fortaleza, in- cluyendo a mis dos hijos, que por lo general comparten unas horas cada semana. Hemos platicado más que nunca y nos hemos apoyado unos a otros, me da mucho gusto que mis nietos suelan buscarme o a su abuelo para platicar de pasatiempos o plantearnos alguna preocu- pación. Agradezco a la vida por mi familia y los amigos que tengo, quie- ro mucho a mi estado y mi país, pero quisiera sentirme orgullosa de él por tener gobernantes ordenados, generosos, sabios y humanos que procuren el bienestar de todos. Mérida, Yucatán Julio 20 de 2020 67
  • 68.
  • 69. Tiempo de capullo Jimena Mateos González Querido diario, hoy es el tache número 85 que marco en el ca- lendario desde que nos mandaron a casa el 16 de marzo a causa de la epidemia del Coronavirus. Esta mañana mi hija y yo dimos juntas una clase de cómo preparar guacamole al resto de su clase de 3er gra- do de primaria. Sacamos el molcajete que heredamos de la abuela de mi esposo, un molcajete donde se preparan salsas desde la década de 1940. El artefacto nacido en San Juan Ixcayopan hace 80 años viajó en barco hasta Los Gatos, California y ha sido bien honrado en altares y manjares. Los días son largos, pero muy ordenados, muy parecidos uno al otro, hemos creado nuevos rituales familiares y nuestra gatita de un año no podría estar más feliz teniéndonos a todos en casa y haciéndole mimos cada vez que no nos deja bajar las escaleras. Las ruedas de las bicicletas están cansadas de tanto girar, lleva- ban cinco años paraditas y empolvándose en el garage, en los últimos días salen a trabajar casi todas las tardes, en velocidad crucero, alrede- dor del barrio y cada que podemos nos vamos en bici al lago. Esta semana recibiré mi última quincena. La empresa para la que trabajaba está por declararse en quiebra, tenía un preescolar que ha cerrado sus puertas porque los padres ya no quieren pagar colegia- turas a maestras virtuales que, aunque entregan su corazón a la sesión de Zoom, no logran conectar psicológicamente del todo con los niños y los padres terminan por tener que encargarse de sus hijos, cosa que para algunos es imposible por distintas razones. 69
  • 70. El casero del preescolar y las oficinas donde yo trabajaba, es un pastor quien no accedió a condonar el alquiler y puso los pizarrones y mesitas de patitas en la calle. Así son las cosas. No hay mal que por bien no venga, durante este tiempo me he acordado lo mucho que me gusta ayudar y comunicar... ahora retomé mi camino y mi negocio, ahora vendo Viajes Virtuales. Querido diario... ya regresé al teclado, hoy es el día 109 desde que nos mandaron a casa. Ya fui y vine, literal, ya volví a hacer las compras en el súper, ya fuimos a la playa y hasta nos quedamos a dormir en un hotel y comimos sentados en un restaurante. Siento que olemos a desinfectante de tanto que nos hemos puesto, nos estamos volviendo locos. Dicen que cambiar de aires es muy sano, quiero mucho a mi familia, pero...hay días que no quiero lavar ni una sola calabacita más. Esa escapadita al mar fue un gran alivio, correr descalza en la playa, sentir el viento en la cara, subir las dunas a contemplar el océano y mirar el horizonte sin pensar en nada, hasta que una gaviota se acercó a querernos robar el lunch improvisado y devorarlo sin miedo al con- tagio. Recordé lo sencillo que puede ser el mundo, lo básico que es el humano, lo poco que necesitamos para vivir. Hoy es 4 de julio y para evitar contagios de Covid 19, desde la mañana cerraron el acceso a las playas de nuestro condado, porque por tradición la gente se aglomera junto al mar a celebrar con cohetes y música el Día de la Independencia. Al parecer es México quien no quiere que cruce nadie de norte a sur para evitar contagios. Hay poco que celebrar, las manifestaciones de Black Lives Mat- ter nos han llenado de esperanza, pero en nuestro barrio no ha habido una sola marcha, aunque las tiendas sí tapiaron sus aparadores por miedo a los saqueos que se desataron. La pintoresca Ciudad de Los Gatos, por dos semanas parecía pueblo fantasma del oeste. Silencio o miedo. 70
  • 71. Pero ayer que pasamos por ahí, las terrazas de los restaurantes estaban vivas, con gente sentada sin mantener muy sana distancia, los ojos se veían sonrientes, la boca no lo sé, porque muchos usaban cubrebocas. La moda del cubrebocas. Hemos visto ya distintos estilos, el mío sigue siendo el de cirujano, pero como calzones, ahora todos te- nemos que ponernos uno, no importa si tiene florecitas, puntitos o rayas, a diferencia del chonino, el cubreboca es mejor mientras más te cubra, nada de tanga, nada de encaje, debe ser como de abuelita, grueso y como paracaídas. Sin más rollo me despido porque ya llegó la hora del lunch y hay que lavar y picar las calabacitas, pero ahora con mejor humor y muy, muy animada con mi nuevo negocio virtual que me ha llevado a reco- nectar con mis pasiones y con la gente que más quiero. Somos prudentes y seguiremos sin reunirnos con casi nadie, nos lavaremos las manos ya agrietadas de tanto lavar y rociaremos todo con desinfectante. Seremos pacientes y no tomaremos un avión a México, porque si vamos es para ver y abrazar a los abuelos, pero hay que hacer cuarentena antes de verlos y hay que hacer cuarentena al regresar, si es que están las fronteras abiertas. Por cierto... ya no bajé a hacer la calabacita, mi marido va a preparar hotdogs caseros, me relajo y bienvenido sea el jitomate en catsup sin calabacitas y a relajarnos en este día de fiesta local. Happy 4th of July! 71
  • 72.
  • 73. Nuestro descanso obligatorio Josefina Romero Soy Josefina, tengo 85 años, mi esposo se llama Julián Matagne, él es contador público y tiene un despacho contable, llevamos cin- cuenta años de casados más siete de noviazgo. Nuestro descanso obligatorio por el problema del Coronavirus no ha sido mucho problema pues hemos hecho cosas que nos gustan a Julián y a mí; él se pone a trabajar en sus papeles del despacho o se pone a ver las noticias en la computadora, yo, como todos los días, me pongo a pintar después de haber desayunado y dejar preparado lo que vamos a comer. Como a las doce le llevo su café a Julián para que siga trabajando y yo sigo pintando. En estos meses creo que he pintado como diez o más cuadros porque les voy a mandar a mis sobrinas para sus hijos, uno de ellos es una jovencita que tiene una flor en la mano, otros son unas hermanas en que una de ellas pinta y la otra le sostiene un apara- to de petróleo porque pintaba de noche, se ven muy bonitas. Otro es para un niño, es un zorro que lo tiene abrazado un niño. Todo lo que pinto me gusta mucho, pero lo que más disfruto es pintar a la Vírgen de Guadalupe, estas pinturas no son grandes, miden como 30 cm por 20 cm, cuando las pinto le digo a la Vírgen de Gua- dalupe que me siga permitiendo pintarla, ya he regalado muchas, no sé cuántas, pero soy feliz de pintar. Si Dios nuestro Señor me ha dado el don de pintar y regalar las vírgenes, les digo a las personas a quienes las regalo, que le recen su Ave María. Por la tarde Julián y yo nos ponemos a leer y ya como a las siete de la noche, rezamos nuestro rosario, porque gracias a Dios somos 73
  • 74. católicos desde niños y, así como estamos de grandes, le rezamos al angelito de la guarda y la Dulce Madre. Han sido tres meses de estar en casa, pero para mí no ha sido pesado, pues tenemos un jardín al que regamos cada día y le ponemos agüita de granadina a los pajaritos y vienen desde temprano, uno que viene es negro, blanco y amarillo, se llama primavera, es lindo, hay otros rojos de la cabeza y la colita y otros gorriones y colibríes, todos son muy lindos, yo los tengo a la vista desde donde pinto, soy feliz. Yo creo que ya pronto se terminará nuestro encierro. Ya tengo ganas de ver a mis amigas y platicar personalmente con ellas y pre- guntarles cómo pasaron este tiempo de cuarentena y poder ir a comer a un restaurante. 74
  • 75. Experiencia COVID 19 Laura Castro La experiencia que he tenido con esta pandemia, creo es una situación difícil de entender, pues en un momento nos cambió la vida. Se presentaron cambios que nunca imaginamos, quizás cuando empe- zó nunca creímos en la magnitud de los cambios en nuestra forma de vida. Al inicio creímos que serían días para dedicar tiempo a nuestro hogar, hacer arreglos en casa que, por siempre andar de prisa, no po- díamos hacerlos a detalle. Así pasan días y días y aún no podemos decir que esto ya está resuelto, cada día hay más preocupación. Luego fuimos agotando los pendientes de casa, las llamadas, y así pasan los días sin que haya so- lución. Extrañamos mucho a los hijos, a los nietos, a la familia, a los amigos. No poder abrazarlos y por nuestra edad tener riesgo de conta- giarnos, que tristeza y además no saber hasta cuándo será esto. También hay cambios favorables en nuestra forma de ver y ana- lizar, quizás esto nos ha hecho valorar muchas cosas, no poder estar y disfrutar de las reuniones en familia, abrazarnos y visitarnos sin restricciones, no tener la libertad que teníamos de salir. Las noches son de insomnio queriendo resolver todo esto y pensando cuándo po- dremos tener la libertad que teníamos; que tristeza ver que el mundo está lleno de contagio y de peligros, lo que nos queda es dar gracias a Dios por estar vivos y pedir que pronto pase esta pesadilla. 75
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  • 77. Mundo arrodillado Leticia Arana Pocos nos atreveríamos a predecir con exactitud, menos si fuese un panorama como el actual, tan aterrador como apocalíptico, que tiene de rodillas a todas las naciones del mundo. Tampoco, imaginar que así de insignificante, por su dimensión microscópica, se convierta en un Emperador implacable. Grandes, pequeños, potentados, miserables, ricos, pobres, sa- bios e insulsos, religiosos, ateos, arrogantes, caritativos adivinadores o videntes, famosos, brujos y calculadores, nos hemos convertido en súbditos de éste que con descaro, lleva en su nombre, la Corona. No hay fórmulas mágicas que le resistan, ni estrategias cien- tíficas capaces por ahora, de minimizar tal poderío, pues su avance despiadado traspasó fronteras sin pasaporte o visa, ensanchando el temor, pánico y desesperación, amén de los enormes efectos econó- micos, airados “rings” entre autoridades de todos los niveles, quienes gritan a modo de mercado, una división polarizante e infinita. Coronavirus te detesto, por esa enorme capacidad para someter a fuertes y débiles, imponer muros prohibir abrazos y arrebatar la vida. Tu tránsito, facilitando discriminación, rechazos, desconfianza y separación física entre hermanos o afectos filiales, por miedo al con- tagio, enmarca una inaceptable realidad. Lamentable herencia dialéctica para los pequeños, cuya inocen- cia también canta el impacto de un “bicho” que se ha enseñoreado, robando nuestra felicidad. Coronavirus, he de reconocer que llegaste para alcanzar nuestro destino. 77
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  • 79. Experiencia cuarentena Lilia Miranda Colín Me llamo Lilia, tengo 55 años, me casé de 18, llevo 36 años de casada, soy Contador Público y actualmente tengo un despacho con- table. Soy madre de 3 hijos: Axel de 36, Emmanuel de 27 y Marisol de 24, los 3 son abogados, el mayor de ellos, casado. Tengo 2 hermosos nietos, Dulce María de 10 y Gael de 7. La experiencia que he tenido en estos tres meses de cuarentena, ha sido de incertidumbre, tristeza, dolor y cierta ansiedad, pero a su ve alentadora y llena de esperanza. El giro repentino que todo esto vino a dar a nuestras vidas, ha representado un parteaguas donde he tratado de anteponer mi fe por encima de cualquier momento o sentimiento adverso. Mantengo mi mente ocupada con pensamientos positivos; lo primero que hago al despertar, es agradecer a Dios por el nuevo día, preparo el desayuno, realizo trabajo de oficina en casa y, aunque tengo quien me apoye en el hogar me he involucrado más en ello, leo, plati- co con mis hijos, jugamos, reímos, hacemos video llamadas con mis nietos, llamo a mis hermanos y amigos, disfruto preparar la comida, tres días a la semana hago ejercicio, lo cual me produce bienestar físico y trato de comer sanamente. En fin, he procurado que este tiempo en familia sea productivo, alentador y de enseñanza. Gracias a Dios hasta hoy, esta ha sido la forma de afrontar este difícil momento de pande- mia que afronta la humanidad. Trato de no ver noticias, por el contrario, me concreto en orar por todos los enfermos, personal médico, enfermeras, químicos, gente que se ha quedado sin empleo etc. Clamo a Dios que se apiade de la humanidad y cuide de nuestras familias. 79
  • 80. Cabe señalar que en noviembre de 2019, escuché en los dife- rentes noticieros acerca de este virus Covid 19 que inició en Wuhan, China, llegué a pensar que esto sería controlable, así como lo fue en su momento el de la influenza, pero a medida que el tiempo transcurría y la información fluía en todas partes (noticias, redes sociales, amigos, familiares...) fui haciendo consciencia de la incontrolable pandemia a la que se enfrentaba el mundo, bastaba prender el televisor para es- cuchar y ver imágenes desgarradoras de países europeos, tales como España e Italia y Francia donde los hospitales se encontraban a su máxima capacidad llegando el momento en que se daba prioridad de ser atendidos a las personas que tuvieran mayores posibilidades de sobrevivir. En febrero de 2020 se dan los primeros casos de Covid 19 en México provenientes de personas que llegaban del extranjero, paula- tinamente se fueron multiplicando, de ahí que el gobierno mexicano tomara medidas de protección: quedarse en casa, usar cubrebocas, gel antibacterial, lavado constante de manos y sana distancia. La prioridad del hombre es tener, hacer, ir, venir, comprar. Vivi- mos de manera desmedida. Hoy es muy triste ver cómo la juventud ha caído en los excesos sin importar las consecuencias que acarrea todo esto, el hombre se da culto a sí mismo levantando sus propios ídolos (dinero, poder, placer). La pérdida de valores y la desintegración fami- liar ha traído consigo todos estos males que tristemente han acabado con las familias. 80
  • 81. Una cuarentena mundial que supera todo lo vivido Lucía García Morales Un sábado del mes de marzo en la sobremesa comentando so- bre un virus, bacteria, sabrá Dios que había empezado en China y se estaba expandiendo en el mundo, empezaron a sonar los celulares, mensajes alarmantes que el próximo viernes sería el último día que asistirían los alumnos a la escuela dos semanas antes de Semana San- ta, muchos maestros nos preguntábamos, ¿y qué vamos a hacer sin alumnos? Según la indicación del Secretario de Educación Pública y de forma contradictoria, dice que los docentes no estamos inmunes a esta enfermedad. Llega el lunes y la indicación es preparen clase, acti- vidades, estrategias, etc., y un grupo de WhatsApp para tener comu- nicación con sus alumnos. A partir de mañana deben traer una carta de salud donde los padres testifiquen que su hijo está sano y no tiene síntomas de tos, temperatura y respira bien. Pasa la semana y todos a su casa, no salgan. “Quédate en casa”, las noticias son alarmantes. ¿Qué vamos a realizar en un principio? cuatro semanas... bueno hay mucho que hacer. En familia, limpiar hasta el último rincón de la casa, tenemos mucho tiempo y hay que entretenernos. Pasan las horas, los días, las semanas y el primer mes de la cua- rentena. No hay regreso a la escuela, el contagio es muy grande. Al- gunos por miedo, temor y respeto a la autoridad no salimos, otros no creen y siguen con sus actividades (no precisamente de trabajo). Como todo es novedad, hay muchas cosas que tenemos que ha- cer, tenemos tiempo de sobra, manualidades, hornear, hacer comida más laboriosa y diferente a la habitual; pero el celular, la televisión y 81
  • 82. la computadora cansan, aburren y empiezan las emociones a salir, la ansiedad, la impaciencia y que ya no tienes la paciencia para elaborar alguna actividad y no hay donde comprar los materiales, todo está cerrado. Hay cumpleaños que no podemos festejar, fechas importantes, aniversarios, día del niño, de las madres, todas esas fechas que tuvie- ron que ser festejadas en aislamiento y, no sólo esas fechas sino que hasta cosas relevantes como citas médicas, tratamientos y cosas simi- lares fueron canceladas o aplazadas y te empiezas a preguntar ¿será cierto? Las noticias y las redes sociales dicen “sí”, gracias a Dios no hay nadie cercano enfermo, pero también es bien conocido que todos tenemos un familiar, un amigo o alguien que está o trabaja en el sec- tor salud y platicando con ellos te dicen “es cierto cuídense” y es muy doloroso. Difícil ya que no hay suficientes materiales para atenderte y la lucha sigue contigo mismo, no puedo salir, tengo que estar en mi casa, pasan dos meses y hay momentos en que me rebasa la paciencia, la ansiedad y llega el llanto a mi cara ¡ya no puedo!, calma, no está en nuestras manos, hay que echarle ganas. Y así pasa el tiempo, llegan noticias de las escuelas, si el semáforo está en verde esperaremos el C.T.E. presencial, de lo contrario será virtual. Yo pido y ruego a Dios que la gente entienda y nos cuidemos para volver a la normalidad con su respectiva distancia, uso de cubre- bocas y todas aquellas medidas de prevención, para evitar que se siga propagando el Covid 19. Gracias por permitir expresar algo de lo que siento, pienso y vivo a diario. 82
  • 83. Aplausos Lucía Zúñiga Hola soy Lucía, tengo 13 años y vivo en Madrid, España. Al abrir los ojos cada mañana, esperaba con gran ilusión que fueran las ocho de la noche, ya que mientras siguiéramos encerrados en casa, cada día sería igual. Sin embargo, había una actividad que siempre esperaba con mu- chas ganas: la hora de los aplausos. Un momento en el que los vecinos teníamos la oportunidad de convivir pese a que fuese cada uno desde su ventana, ¡a veces incluso manteníamos cortas conversaciones! Tantas ganas tenía de que aquella actividad llegara que... ¡a veces era capaz de comenzarla yo! A mis padres esto no les gustaba mucho, pero no obstante yo disfrutaba viendo cómo se iban uniendo los ve- cinos poco a poco. Mis emociones y ánimo al aplaudir estaban reflejados en mis manos ya que siempre terminaban rojas. La razón por la que tanto me gustaba esta acción era porque para los ciudadanos era nuestro momento de convivir mientras para otras personas, como podrían ser los médicos, era señal de apoyo y fuerza. Poco a poco, conforme el virus iba disminuyendo, los aplau- sos de los vecinos también disminuían. Ahora ya nadie aplaude por suerte, pues eso significa que esto ya casi se acabará, o al menos eso pensamos. 83
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  • 85. Enero 1 de 2020 Luisa Antonieta Mateos 2020, el 4 de febrero cumplí 80 años, algo por lo que aún estoy feliz. Era una esperanza secreta llegar a ver mi vida desde esta altura, estoy bien, muy bien, sin embargo me doy cuenta que lo que hago lo hago más despacio, el tiempo se me pasa más rápido, también noto que camino más lento. Tal vez, sólo tal vez, este sea el año en el que dejaré de dar clases de inglés a mis queridos pequeños. ¡Marzo Coronavirus! ¡Covid 19! !cuarentena! ¡quédate en casa! Desconcierto. Miedo. ¿Qué pasa? La querida escuela en la que he pasado 19 años, cerrada. Los pequeños deben quedarse en casa. ¡Clases virtuales! Todo lo que tiene que ver con esto es muy difícil. ¡Sorpresa! es algo nuevo y un reto. 28 de mayo nuestro aniversario número 60, no lo puedo creer, cumplimos 60 años de casados, me encanta sí, si estoy feliz. Junio, sigue la pandemia, quédate en casa, la nueva normalida. Cubrebocas, sana distancia, lávate las manos... Veré que sigue, los nue- vos sucesos. ¡Que interesante! ¿Qué pasará? 85
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  • 87. Bodas de oro Ma. de Lourdes Alarcón Robles Sólo relataré un acontecimiento verdaderamente importante du- rante esta pandemia. Mi esposo murió en enero de 2019. Él estaba muy entusiasmado con celebrar las bodas de oro y quería que fuése- mos organizando nuestro festejo. El once de junio, mismo día de mi cumpleaños número 77 sería nuestro aniversario. Era tan grande su deseo de festejar nuestras bodas de oro, que la víspera de esta fecha, decidí organizar una reunión en línea por zoom con mi hijo, su esposa y mis dos lindas nietas de 13 y 11 años que viven en Madrid. Me vestí de novia con el mismo vestido de la boda y aparecí en escena con los acordes de la marcha nupcial entonados por mí. En esta reunión virtual, también estaba la familia de mi querida nuera, todos, excepto mi hijo y su familia, vivimos en la ciudad de México. Fue una verdadera sorpresa para todos. Hicimos un gran brindis y al finalizar la reunión me tomé una foto junto a la de los novios de hacía 50 años. Para mí y los míos fue una fiesta inolvidable. 87
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  • 89. Confinamiento Lulú Ma. de Lourdes Espinosa Serrano En el gran confinamiento que empezó para nosotros el 23 de marzo de 2020, he estado viviendo la oportunidad de estar más en contacto con mis seres queridos, tanto con los que viven conmigo como con los externos, con ellos lo hago a través de video llamadas y por teléfono fijo, al igual que con mis alumnos de la tercera edad. Tengo la oportunidad de dar clases a un grupo de adultos mayo- res y debido a esta situación les he elaborado rutinas de calentamiento, movimientos para la salud, así como las formas diez y trece que son de la disciplina china Taichi Chuan (manos libres y formas) y terminando con los cuatro elementos de energía (tierra, agua, viento y fuego), esto lo he logrado a través de la red del WhatsApp logrando que se ejerci- ten en los espacios de su casa. Me han proporcionado una gran satisfacción al ver que sí los llevan a cabo, ya que me han comentado que se han sentido muy bien física, mental y espiritualmente. Se dio la oportunidad de que una amiga me llamó y me comentó que había visto unos ejercicios en YouTube, los cuales no le satisfa- cían, porque no le daban una explicación sobre los mismos y me pidió si le podía enviar algunos de los que yo doy. Le envié algunas rutinas de calentamiento con su debida ex- plicación y me comentó que algunos eran como los que hacía ella en yoga, le comenté que efectivamente son disciplinas que van muy uni- das, primero fue el Taichi (movimientos suaves), en ambos hay esti- ramientos, en Taichi trabajamos en silla por ser adultos mayores pero su función es dar el bienestar al Ser (mente, cuerpo y espíritu) esto me dio la oportunidad de elaborar el procedimiento escrito de las rutinas 89