1. Violencia contra la mujer
Una víctima de violencia contra la mujer.
La violencia contra la mujer también denominada violencia de género es toda acción
hostil dirigida contra las mujeres por el solo hecho de serlo. Esta violencia presenta
numerosas facetas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión
física o psicológica y el asesinato. Produciéndose en muy diferentes ámbitos (familiar,
laboral, formativo,..), adquiere especial dramatismo en el ámbito de la pareja y
doméstico, en el que anualmente las mujeres son asesinadas a manos de sus parejas por
decenas o cientos en los diferentes países del mundo.
Al menos una de cada tres mujeres en el mundo ha padecido a lo largo de su vida un
acto de violencia de género (maltrato, violación, abuso, acoso,…) Desde diversos
organismos internacionales se ha resaltado que este tipo de violencia es la primera causa
de muerte o invalidez para las mujeres entre 15 y 44 años.
También las Naciones Unidas, en 1999, a propuesta de la República Dominicana con el
apoyo de 60 países más, aprobó declarar el 25 de noviembre Día Internacional de la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
: «La violencia contra la mujer tiene un alcance mundial y se presenta en todas las
sociedades y culturas, afectando a la mujer sin importar su raza, etnia, origen social,
riqueza, nacionalidad o [...] condición».[3]
Mujer maltratada con un bastón», dibujo de Goya.
La violencia contra la mujer tratada en los organismos oficiales
En 1993 las Naciones Unidas reconocían «la urgente necesidad de una aplicación
universal a la mujer de los derechos y principios relativos a la igualdad, seguridad,
libertad, integridad y dignidad de todos los seres humanos». También reconocía el papel
desempeñado por las organizaciones en pro de los derechos de la mujer, organizaciones
que facilitaron dar visibilidad al problema.
Siendo la violencia contra la mujer un problema que afecta a los derechos humanos, que
«constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el
hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación
en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de la mujer, y que la
violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que
se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto del hombre», ve la
necesidad de definirla con claridad como primer paso para que, principalmente los
Estados, asuman sus responsabilidades y exista «un compromiso de la comunidad
internacional para eliminar la violencia contra la mujer».
La declaración incluye seis artículos en los que se define la violencia contra la mujer y
las formas y ámbitos de esta violencia, al tiempo que enumera los derechos de las
mujeres para alcanzar la igualdad y su pleno desarrollo e insta a los Estados y
2. organizaciones internacionales a desarrollar estrategias y poner los medios para
erradicarla.
En el mismo sentido, el 5 de marzo de 1995, se adoptó la «Convención Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer: Convención de
Belem Do Para».
[editar] Raíces de la violencia contra la mujer
La violencia contra la mujer está ligada a la consideración de la mujer que se desprende
de la familia patriarcal. La humanidad en sus orígenes pudo estar constituida por
comunidades matriarcales, así lo expuso Lewis Henry Morgan, considerado uno de los
fundadores de la antropología moderna, en su libro La sociedad primitiva en 1877. «La
abolición del derecho materno fue [pudo ser] la gran derrota del sexo femenino».[13]
Actualmente la familia patriarcal puede aparecer desdibujada tras siglos de esfuerzos de
la mujer por emanciparse; en sus orígenes, convirtió a la mujer en objeto propiedad del
hombre, el patriarca. Al patriarca pertenecían los bienes materiales de la familia y sus
miembros. Así, la mujer pasaba de las manos del padre a las manos del esposo, teniendo
ambos plena autoridad sobre ella, pudiendo decidir, incluso, sobre su vida. La mujer
estaba excluida de la sociedad, formaba parte del patrimonio de la familia, relegada a la
función reproductora y labores domesticas.
En la Roma clásica, en sus primeros tiempos, es manifiesta la dependencia de la mujer,
debiendo obediencia y sumisión al padre y al marido.
El paterfamilias tenía sobre sus hijos en derecho a vida y muerte; podía venderlos como
esclavos en territorio extranjero, abandonarlos al nacer o entregarlos a manos de los
familiares de sus víctimas si habían cometido algún delito; desposarlos y pactar o
disolver sus matrimonios. Pero así como los varones pasaban a ser paterfamilias cuando
moría el padre, y adquirían todas sus atribuciones jurídicas dentro de su familia, las
mujeres, por el contrario, iban a permanecer de por vida subordinadas al poder
masculino, basculando entre el padre, el suegro y el esposo.
Antonio Gil Ambrona.[14]
Este modelo de familia patriarcal ancestral sufrió durante la República y el Imperio
numerosas modificaciones. El derecho sobre la vida de la mujer fue abolido. A ésta se le
seguía reservando la pena de muerte en determinados supuestos, pero ya no era el
marido el que decidía sobre ello, siendo la comunidad la encargada de juzgarla. En
determinados momentos la mujer llegó a conseguir una cierta emancipación: podía
divorciarse en igualdad de condiciones con el hombre, dejó de mostrarse como la mujer
abnegada, sacrificada y sumisa y en la relación entre esposos se vio matizada la
autoridad del marido. Esto ocurría principalmente en las clases altas y no evitó que la
violencia siguiese dándose en el seno del matrimonio «dirigida a controlar y someter a
las mujeres mediante la agresión física o el asesinato».[15]
Los avances que pudieron darse durante la República y el Imperio romanos
desaparecieron en el periodo oscuro del medievo. Una sociedad que rendía culto a la
violencia, la ejerció también contra las mujeres y estas se convirtieron frecuentemente
en moneda de cambio para fraguar alianzas entre familias. «En las clases más bajas,
3. además de cumplir con la función reproductora, constituían mano de obra para trabajar
en el hogar y en el campo».[16]
En esta historia han jugado un papel importante las religiones, suponiendo una
justificación moral del modelo patriarcal: «Las casadas estén sujetas a sus maridos
como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la
Iglesia y salvador de su cuerpo».[17]
Otra consecuencia del patriarcado ha sido la exclusión histórica de la mujer de la
sociedad; estando excluida de todos sus ámbitos: el cultural, el artístico, el político, el
económico… Siendo ésta otra forma de violencia ejercida contra la mujer.
No es hasta la revolución industrial en occidente, cuando se permite a la mujer
participar en la vida social, que verdaderamente comienza una trayectoria de
emancipación. No obstante, los usos y abusos cometidos contra las mujeres durante
siglos, se ha demostrado difíciles de erradicar.
[editar] Consideración actual
La violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico;
se da en todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o
cultura. Las estructuras de poder de la sociedad que la perpetúan se caracterizan por su
profundo arraigo y su intransigencia. En todo el mundo, la violencia o las amenazas de
violencia impiden a las mujeres ejercitar sus derechos humanos y disfrutar de ellos.
Amnistía Internacional, Está en nuestras manos. No más violencia contra las mujeres.
[18]
Fueron las organizaciones feministas en la segunda mitad del siglo XX las que dieron
visibilidad plena al problema de la violencia contra la mujer. Es curioso que en muchos
países se confeccionasen estadísticas sobre accidentes de tráfico al tiempo que se
ignoraba la incidencia de feminicidios y violaciones. En Francia, un artículo de Janna
Hanmer, aparecido en la revista Questions Feministes, dirigido por Simone de
Beauvoir, se preguntaba por qué no se elaboraban estadísticas sobre la incidencia de la
violencia contra la mujer en el seno de la familia; «encontraba la respuesta,
precisamente, en que el fenómeno era considerado como un problema particular y no un
hecho social».[19] América Latina y el Caribe ha sido «una de las regiones del mundo
que mayor atención ha prestado a la lucha contra la violencia hacia la mujer»,
mostrándose especialmente activa en la consolidación de redes sociales, sensibilizando
a los medios de comunicación, adquiriendo compromisos institucionales y legislando
para erradicar un problema que afecta al 50% de la población mundial limitando y
conculcando sus más elementales derechos humanos.[20] En aquellos tiempos costó hacer
ver que las agresiones hacia las mujeres no eran producto de momentos de frustración,
tensión o arrebatos, contingencias de la vida en común; sino que eran consecuencia de
los intentos de mantener la subordinación de la mujer, de la consideración ancestral de
la mujer como un objeto propiedad del hombre; y, por lo tanto, deberían dársele una
consideración especial.[19]
1975-1985 se declaró Decenio de la Mujer. Especial importancia tuvo la celebración del
Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres en Bruselas en 1976, siendo la
primera vez que se tipificaron como crímenes diferentes tipos de violencia cometidos
contra las mujeres, creándose la Red Feminista Internacional con programas de apoyo y
4. solidaridad. Consecuencia de su resonancia, en 1979, la Asamblea de las Naciones
Unidas aprobó la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Contra la Mujer y en 1980 se celebró en México la I Conferencia
Mundial de la ONU sobre la Mujer, activándose al año siguiente la Convención para
Erradicar la Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Estos acontecimientos
impulsaron toda una serie de medidas legislativas y modificaciones de códigos penales
que en los diferentes países se han venido produciendo desde entonces. En 1993 las
Naciones Unidas ratificaba la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia Contra
la Mujer y en 1995, en Belem do Para (Brasil), se adoptó la Convención Interamericana
para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer.[21]
Hoy en día numerosos países cuentan con estrategias específicas para combatir la
violencia contra la mujer. Estos países han modificado su legislación incluyendo en ella
leyes contra la violencia hacia la mujer, diseñan planes generales y sectoriales para
combatirla y promueven campañas para interesar a los diferentes ámbitos de la sociedad
en este problema. Estas estrategias han servido a su vez para sensibilizar a Estados y
Sociedad ante otras formas de violencia: contra la infancia, ancianos, minusválidos,
colectivos minoritarios,…[20] No obstante, la violencia contra la mujer sigue
produciéndose en tasas insoportables. También, habiendo sido las sociedades
occidentales las pioneras en esta lucha, siendo en estas sociedades donde los
movimientos por los derechos de la mujer antes y más se han desarrollado, en otras
muchas sociedades, esta lucha se encuentra sensiblemente retrasada.
[editar] Violencia contra la mujer en la familia
La violencia contra la mujer comienza en la infancia y es en la familia donde
principalmente se ejerce esa violencia. La infancia es especialmente vulnerable a la
violencia y la niña sufre un plus añadido por su condición femenina. A la ablación,
generalizada en determinadas comunidades e ineludiblemente ligada al sexo femenino,
el comercio sexual que puede arrancar ya en el seno de la familia con la venta de la
niña, o el infanticidio y los abusos sexuales, más frecuentemente ligados al sexo
femenino, se une una más estricta autoridad paterna, ejercida también por hermanos, y
una educación discriminatoria que limita sus expectativas vitales.
El infanticidio femenino es habitual en determinadas culturas. «En la India la
proporción entre hombres y mujeres es la más desigual del mundo».[22] En Pakistán y
Bangladesh existen parecidos desequilibrios y en regiones de China el infanticidio
femenino está generalizado. Una percepción de la mujer devaluada, costumbres
discriminatorias, considerar la educación de las niñas como una carga y los deseos del
padre de perpetuar el apellido mediante un varón serían las causas de estos infanticidios.
«En algunas zonas de Pakistán –y también en el vecino Afganistán- el nacimiento de
una niña va acompañado de ritos de duelo».[23] En China, la imposición del «hijo único»
en 1978, en un país con una marcada y ancestral preferencia por la descendencia
masculina, multiplicó este tipo de infanticidios.[24] En la actualidad, la posibilidad de
detectar el sexo durante el embarazo ha venido a agravar el problema con abortos
selectivos.
Más del 80% de las violaciones las perpetran miembros de la familia de la víctima, y
mayoritariamente a edades muy tempranas, cuando esta no pasa de ser una niña. Padres,
abuelos, tíos,... Adultos en los que ella confía pasan a ser sus agresores. Este es un
5. problema mundial que en muchas ocasiones no trasciende más allá de los límites de la
propia familia, la niña sufre la violencia en silencio, avergonzada y con sentimientos de
culpa.[25]
La venta de niñas sería otra violencia sufrida por la mujer en la infancia y en la familia.
Estas ventas pueden tener diversas finalidades, pero el lucrativo negocio de la
prostitución, las enfermizas inclinaciones sexuales de clientes, unido a la miseria en la
que se ven sumidas muchas familias han extendido el comercio de niñas, menores de
diez años en muchos casos, destinadas a la explotación sexual.[25] Podríamos decir que
es un problema limitado a determinados países no occidentales, pero es occidente desde
donde parten los clientes en un «turismo sexual» que está adquiriendo auge. «El
llamado "turismo sexual" es una de las formas contemporáneas del saqueo al que viven
sometidos los países pobres. […] Según la UNICEF existen en torno a doscientos mil
adeptos del turismo sexual» (cuatro de cada diez turistas que visitan Tailandia lo hacen
solos).[26]
A estas violencias, aún habría que sumar otras muchas de menor carácter que irían
desde un mayor autoritarismo paterno y familiar, a los matrimonios forzosos. La
violencia ejercida contra la mujer, sea cual sea su naturaleza, tiene como marco
preferente la familia.[27]
[editar] Violencia contra la mujer en la pareja
Mujer quemada con ácido, Camboya.
La violencia contra la mujer por parte de su pareja o ex-pareja está generalizada en el
mundo dándose en todos los grupos sociales independientemente de su nivel
económico, cultural o cualquier otra consideración. Aún siendo de difícil cuantificación,
dado que no todos los casos trascienden más allá del ámbito de la pareja, se supone que
un elevado número de mujeres sufren o han sufrido este tipo de violencia. Estudios
realizados en países por desarrollar arrojan una cifra de maltrato en torno al 20%,
encontrándose los índices más bajos en países de Europa, en Estados Unidos, Canadá,
Australia y Japón con cifras en torno al 3%.[28]
«Es un hecho que en una relación de pareja la interacción entre sus miembros adopta
formas agresivas». En todas las relaciones humanas surgen conflictos y en las relaciones
de pareja también. Las discusiones, incluso discusiones acaloradas, pueden formar parte
de la relación de pareja. En relaciones de pareja conflictivas pueden surgir peleas y
llegar a la agresión física entre ambos. Esto, que podría alcanzar cotas de violencia que
serían censurables y perseguibles, formaría parte de las dificultades a las que se
enfrentan las parejas. El maltrato nada tiene que ver con esto; en el maltrato el agresor
6. siempre es el mismo: «Por definición, el conflicto es una modalidad relacional que
implica reciprocidad y es susceptible de provocar un cambio. Por el contrario, el
maltrato, aunque adopte las mismas formas –agresiones verbales y físicas-, es unilateral,
siempre es la misma persona la que recibe los golpes».[29]
En la pareja el maltrato es mayoritariamente ejercido por él contra ella. Tiene unas
causas específicas: los intentos del hombre por dominar a la mujer, la baja estima que
determinados hombres tienen de las mujeres; causas que conducen a procurar instaurar
una relación de dominio mediante desprecios, amenazas y golpes.
Los rasgos más visibles del maltrato son las palizas y los asesinatos, son los que
trascienden del ámbito de la pareja; sin embargo, los maltratos de «baja intensidad», los
maltratos psíquicos que mantenidos en el tiempo socavan la autoestima de la mujer, son
los que mayoritariamente se dan.[30] Cuando trasciende un caso de maltratos, la mujer
puede llevar años sufriéndolos. Y si los maltratos pueden producirse en cualquier etapa
de la historia de la pareja, es en el momento de la ruptura y tras esta, si se produce,
cuando llegan a exacerbarse.
Es frecuente tratar el tema de los maltratos como casos individuales, los maltratadores
sufrirían una suerte de trastornos que les conducirían a maltratar a la mujer y a ésta, en
su fragilidad, a recibir esos maltratos. Esta sería una visión del problema tranquilizadora
que no pondría en cuestión el modelo patriarcal.
El modelo psicopatológico explica la violencia como resultado de conductas desviadas
propias de ciertos individuos cuya historia personal está caracterizada por una grave
perturbación. Este enfoque, al fin y al cabo tranquilizador, habla de un «otro», un
«enfermo» o «delincuente», al que, después de examinarlo, se le puede castigar o tratar
médicamente. Desde el punto de vista feminista la violencia masculina se percibe como
un mecanismo de control social que mantiene la subordinación de las mujeres respecto
de los hombres. La violencia contra las mujeres se deriva de un sistema social cuyos
valores y representaciones asignan a la mujer el status de sujeto dominado.
Maryse Jaspard.[31]
Las consecuencias últimas de la violencia contra la mujer en la pareja son la de decenas
o cientos de mujeres muertas cada año, en los diferentes países, a manos de sus parejas
o ex-parejas.
[editar] Violación
Las violaciones son una realidad mundial. Tanto en los países ricos como en los pobres,
pese a las diferencias culturales, religiosas y sociales las mujeres siguen consideradas
frecuentemente como meros objetos
Sandrine Treiner.[32]
«La violación es, sin ningún género de dudas, la forma más evidente de dominación
ejercida, de manera violenta, por los hombres sobre las mujeres».[32] En ella se traslucen
los iconos atávicos presentes aún en la mente del hombre, lo que se conoce como
machismo: implica un menosprecio de la mujer considerándola como mero objeto
destinado a satisfacer las apetencias sexuales y la convicción de que la mujer debe estar
sometida al hombre. No supone considerar a la mujer inferior al hombre en una cuestión
7. de grado sino el considerarla un ser inferior, un ser con el que se pueden cometer todo
tipo de excesos.
Más del 14% de las mujeres Estadounidenses mayores de 17 años admiten haber sido
violadas. Esta cifra se podría extrapolar a otras sociedades occidentales. Y aunque en
países este porcentaje puede bajar (8% en Canadá, 11,6 en Suiza, 5,9 en Finlandia), en
Sudáfrica, uno de los países en los que el problema es más preocupante, el porcentaje
sube al 25% con 1.500.000 violaciones cada año. Nuevamente es el ámbito de la
familiar donde se produce el mayor porcentaje de violaciones, probablemente más del
70%.[33] [34]
Las cifras ponen de relieve la dimensión de la violación como abuso de poder y
confianza, y echan por tierra la tendencia culpabilizadota de tantas sociedades que
consideran que las víctimas de las violaciones son unas mujeres imprudentes que tienen
comportamientos arriesgados: atuendos provocativos, salidas nocturnas, Etc.
Sandrine Treiner.[35]
Serían las mujeres con unos mayores niveles de formación e independencia las que más
estarían expuestas a ser violadas. Estarían más expuestas a ser violadas aquellas mujeres
con mayor determinación ante los requerimientos sexuales no deseados; lo que indicaría
que muchas violaciones no llegan a producirse al ceder las mujeres ante relaciones
sexuales impuestas. Por lo que al hecho de la violación habría que sumar el de la
imposición de relaciones sexuales no deseadas, forma de violación que no figuraría en
las estadísticas.[33]
La sexualidad no siempre resulta una elección para la adolescente: un 15,4 por 100 de
las chicas declaraban «haber sufrido una o varias relaciones sexuales “bajo coerción” o
“a la fuerza”». Entre ellas, las tres cuartas partes de las relaciones impuestas lo habían
sido por otros jóvenes y, con mayor frecuencia, por jóvenes conocidos.
Raquel Osborne.[36]
La violación produce efectos devastadores que van más allá de los causados por la
violencia ejercida. Las mujeres violadas pueden caer en profundas depresiones,
pudiendo llegar a suicidarse, pueden cambiar su carácter volviéndose más retraídas, caer
en el consumo de alcohol o drogas,… El sida o quedar embarazadas de su agresor son
también sus posibles consecuencias. Las mujeres victimas de la violación sufren una
doble agresión, a la del agresor se suma la de la familia y la comunidad. La mujer
violada queda estigmatizada por una familia y una sociedad que depositan su honor en
su cuerpo. En según que culturas puede ser asesinada por miembros de su propia familia
para «lavar su honor» o sufrir su rechazo y el de la comunidad.
Lo cierto es que la tradición tribal iraquí no les deja elección: cuando una mujer es
«mancillada» por una violación o por un acto sexual extramatrimonial, está poniendo en
peligro el honor de su familia y de toda la tribu. A la violación se responde con
represalias, pero lo primero es eliminar la «mancha», para lo que es necesario eliminar
físicamente a la mujer
Cécile Hennion.[37]
8. [editar] La violación como arma de guerra
En tiempos de guerra las mujeres se convierten en objetivo para castiga a la comunidad
enemiga. Las guerras en Bosnia y Ruanda pusieron de manifiesto la realidad de las
violaciones sistemáticas en tiempos de guerra, en el presente y en la historia.[38]
Nunca se tendrán cifras ciertas sobre estos hechos, el sentimiento de vergüenza de las
víctimas mayoritariamente las mantendrá en silencio y, también, a estas violaciones, en
numerosos casos, les sigue el asesinato. Se estima que por cada denuncia se han
producido cien casos no denunciados. En la guerra de la antigua Yugoslavia, la
comisión Warburton calculó el número de victimas en 20.000, mientras algunas ONGs
elevaban esta cifra a 50.000. El portavoz de la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU, Tadeuz Mozoviecki, y el informe elaborado por la comisión Bassiouni,
presentado en mayo de 1994, coincidieron en afirmar el carácter sistemático de las
violaciones.[39]
En el cuerpo de la mujer se escenifica el odio hacia el enemigo y las ansias de su
destrucción: la violación puede ser pública, en presencia de sus familiares; a padres y
familiares se les fuerza a su vez a violar a sus hijas y seres queridos. Mujeres, niñas y
niños serían las victimas escogidas. Todo en un intento de anularles como personas y de
perpetuar la victoria sobre la comunidad sojuzgada cargando a sus mujeres con los hijos
de sus enemigos.
La violación es el crimen de profanación por excelenca contra el cuerpo femenino, y,
consecuentemente, contra toda promesa de vida del conjunto de la comunidad. De ahí
que pueda definirse antropológicamente como una tentativa de invadir el espacio
histórico del otro insertando en su árbol genealógico al hijo del enemigo «étnico».
Véronique Nahoum-Grappe.[40]
[editar] Explotación sexual
Según fuentes de la UNODC[41] , durante la década 1990-2000, el tráfico de personas
con destino en la prostitución se cobró 33 millones de víctimas, tres veces más que el
tráfico de esclavos africanos durante cuatrocientos años calculado en 11.500.000
personas.
Este, también, es un crimen universal. Las mujeres captadas con engaños o por la fuerza
pueden pertenecer a cualquier país, principalmente países donde la población sufre
carencias económicas o países en guerra, y el destino puede ser su propio país o
cualquier otro, en este caso, principalmente países ricos.
La explotación sexual convierte a las víctimas en esclavas. Los proxenetas se
enriquecen manteniendo a las víctimas en condiciones infrahumanas, atemorizadas y
amenazadas, obligadas a ejercer la prostitución en condicciones de explotación.
Desde el feminismo se ve como medio para combatir este tráfico el combatir la
prostitución, acabar con el comercio sexual que, consideran, degrada a la mujer. El
debate sobre la prostitución está abierto, existiendo grupos, entre ellos grupos de
mujeres dedicadas a la prostitución, que consideran esta elección un derecho, y
organizaciones feministas dispuestas a erradicarla.
9. [editar] Ablación del clítoris
Artículo principal: Ablación de clítoris
La ablación del clítoris, la mutilación genital femenina, es otra forma de violencia
contra la mujer. Se calcula que anualmente se le practica a dos millones de mujeres. La
ablación reduce a las mujeres a «una mera función reproductora» anulando su
sexualidad.[42]
Las consecuencias de la ablación comienzan en el momento de la intervención con un
dolor insoportable y la posibilidad de producir la muerte de la víctima; prolongándose
las secuelas durante el resto de la vida con dolores crónicos, problemas durante el parto
y generando en la mujer la imposibilidad de mantener relaciones sexuales satisfactorias.
A las secuelas físicas habría que añadir las psíquicas: la mujer a la que se le ha
practicado la ablación es consciente de la mutilación a la que ha sido sometida pudiendo
perder su autoestima.[43]
Es la expresión más visible de los esfuerzos del hombre por dominar a la mujer, su
finalidad sería la de «calmar» las inclinaciones sexuales de la mujer y «garantizar su
fidelidad al esposo».[44]
La ablación se practica, principalmente, en comunidades de países africanos
subsaharianos y, aunque mayoritariamente es practicada por comunidades musulmanas,
también se practica en comunidades animistas, cristianas y judías. Entre los países
donde se practica la ablación se encuentran: Nigeria, Senegal, Sudán, Egipto, Etiopía
(de mayoría cristiana), Pakistán, Indonesia, Malasia,… «Es una tradición cultural y no
religiosa, aunque coincida que sea en los países islámicos donde más frecuentemente se
practique. […] En la mayoría de las comunidades musulmanas no se aplica la ablación,
pero el imaginario social y religioso la ha asociado al Islam».[45]
La ablación es, en muchos casos, llevada en secreto por las comunidades que la
practican. Se trata de una tradición muy difícil de erradicar ya que puede ocurrir que
padres, principalmente madres, aún mostrándose en desacuerdo, se sientan en la
obligación de practicarla a sus hijas ante el temor de no poderlas casar.
La experiencia nos ha enseñado que no hay que dejar de repetir qué es la mutilación
sexual para convencer de la necesidad absoluta de erradicar una práctica abyecta que
reduce a las mujeres a una mera función reproductora y desprecia su dignidad como
seres humanos.
Linda Weil-Curiel.[42]
[editar] Feminicidio[46]
Artículo principal: Femicidio
El feminicidio o femicidio es el homicidio de mujeres motivado por su condición de
mujer. Se trata de un término más específico que el de homicidio y serviría para dar
visibilidad a las motivaciones últimas de una mayoría de los homicidios de mujeres: la
misoginia y el machismo; siendo «la forma más extrema de violencia contra la mujer».
[47]
10. El feminicidio es el crimen contra las mujeres por razones de género. Es un acto que no
responde a una coyuntura ni actores específicos, pues se desarrolla tanto en tiempos de
paz como en tiempos de conflicto armado y las mujeres víctimas no poseen un perfil
único de rango de edad ni de condición socioeconómica. Sin embargo, existe mayor
incidencia de la violencia en mujeres en edad reproductiva. Los autores de los crímenes
tampoco responden a una especificidad ya que estos actos pueden ser realizados por
personas con quienes la víctima mantiene un vínculo afectivo, amical o social, como por
ejemplo familiares, parejas, enamorados, novios, convivientes, cónyuges,
exconvivientes, excónyuges o amigos. También es realizado por personas conocidas,
como vecinos, compañeros de trabajo y de estudio; de igual forma que por
desconocidos para la víctima. Asimismo, puede ser perpetrado de manera individual o
colectiva, e incluso por mafias organizadas.
Flora Tristán
El término feminicidio se está extendiendo, principalmente, en América Latina y el
Caribe, siendo la castellanización de feminicide acuñado por Diana Russel y Jill
Radford en su texto Feminicide. The politics of women killing, de 1992.[48]
Flora Tristán, haciéndose eco de movimientos feministas, considera que la aceptación y
extensión del término feminicidio permitiría evidenciar mejor la magnitud de este tipo
de violencia contra la mujer, sería un tipo de homicidio específico en el que concurren
causas históricas y que actualmente supone un grave problema social.
Los datos recogidos por el Centro de Mujeres de Perú (CMP) referidos a los años 2003,
2004 y 2005 revelaron que más del 64% de las víctimas de feminicidio mantenían una
relación afectiva con el agresor; y únicamente el 12% de estos agresores eran
desconocidos para el entorno de la víctima.