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A UN TOCHECITO



       Oh tierna avecilla que lloras la ausencia
       De tus compañeros con fúnebre canto,
         En cuya aflictiva fatal advertencia
         Miras ya perdido tu plácido canto.

Ya no ere3s como antes que alegre y contento volabas,
             Cantabas el dulce concierto;
         Por eso tu angustia modela tu acento
     Haciendo que triste se escuche en el huerto.

         El vuelo invisible de acérrimas balas
       A los de tu especie troncaharon la vida;
       Por eso, en su busca, batiendo las alas,
      Clamores levantas de angustias sentidas.
EL GAMO PRISIONERO



   En el verde paraje soñador de la Hundida,
  Un día cálido, fueron cazadores con perros,
 A cazar los venados hacia el pie de los cerros,
  Cada cual con peinilla a su cinto prendida.

   Penetraron un tanto por la selva sombría,
   Y los ávidos perros hacia abajo siguieron,
Y esperantes, muy listos, sin lesión le cogieron,
    Y se estalla un bullicio de febril alegría.

     Erase una gamita en lactógeno estado,
  Y observaron, entonces, que dejaba familia.
   Ya su cruel enemigo de su bosque la exilia
Y hasta ahora su vida de la muerte ha escapado.

    De esta finca su dueño a su casa la lleva
  Con ternura y cuidado, con humano cariño,
  Y hasta frases le dice que se aplican al niño,
   Pero ella sus quejas a sus bosques eleva.

 Está en brazos humanos y le sobran caricias.
   Su cuidado y esmero esta casa ofrecióle;
Pero todo es en vano, ya no está con su prole,
Aquí mismo se observó que perdió sus delicias.

    Aquí todo le sobra, pero todo le falta,
   Es inútil pretendan darle plácido amaño.
 Todo, aquí, cuanto mira para ella es extraño,
Y una incógnita pena, muy profunda, le asalta.
¿Dime suerte –pregunta- me permites que vuelva
       A mi antigua ya mi propia morada
  Donde Dios, mi Creador, me tenía colocada?
   ¿Me permites, un día, regresar a mi selva?

  Este gamo dolioso que interroga a su suerte,
     Es por ver si recibe un alivio a su duelo,
 Porque siente, cual madre, un vivísimo anhelo,
Pero, en cambio, percibe un presagio de muerte.

   Ella sigue entre mimos, pero nada la alegra
      Y se ve prisionera y en extraña región,
    Y parece que piensa en su dulce mansión
   Y creyera en su muerte ya fatídica y negra!

  Ella brinca y violenta muchas veces la cuerda,
   Pretendiendo escaparse a su cruel atadura
   Y transluce la pena que la inquieta y tortura
    Y con honda nostalgia su familia recuerda.

    Olfatea, levantando su amoldada cabeza
   Otras veces se queda pensativa y dormida;
   Ya parece que sueña con su prole querida,
Que dejara en sus bosques con profunda tristeza.

     De su albígena leche sus hijuelos carece
   Y afanosos la buscan en su agreste morada,
     Y cautiva y sufriente ya se ve desolada,
   Y sus pobres lactantes de hambre parecen.
No le alivian caricias, ya no ve regocijos,
   Ya perdió libertad, compañero y montañas,
Muy heridas se encuentran sus maternas entrañas
 Y le abruma el recueros de sus huérfanos hijos.

      Escucharle parece su doliente clamor.
   Se debate impotente por correr hacia ellos,
   Mas empaña la muerte esos ojos tan bellos,
    Y se muere, la pobre, de angustioso dolor.
CANTO A CERRO BRAVO



      Oh soledad augusta del retiro,
 Donde el amor se inspira en su quebranto,
   Permíteme que te hable si me inspiro
   Cuando contemplo tu silencio santo.

      Oh triste soledad en cuyo seno
  No hay un ave que entone sus cantares
     Para alegrar sus tétricos pesares,
   Ni el dulce susurrar de aire sereno.

    Porque en ti solo ráfagas furentes,
        Oh campo triste y solitario,
      Sacuden recio musgo milenario
    Que guarda del dolor notas silentes.

Poco hay que alegrar y mucho que entristece
      En tu sombría y muda soledad;
     Sólo la luz del sol que resplandece
       Te da una pasajera suavidad.

     Región tediosa, campo aridecido,
       Expresivo silencio del dolor,
      Donde todo reposa entumecido
     Por un hielo tenaz y abrumador.

   Oh, ¿Quién pudiera, soledad callada,
        Aflictiva morada del olvido,
   Comprender lo que en tu roca helada
    Hay de bello y tristísimo escondido?
¡Cuan hermoso, a pesar de la pobreza¡
  De cuanto son tus propias alegrías
   Se simboliza en su fatal tristeza,
   Se encierra del amor las elegías.

  No del amor que sólo ha conocido
     De la flor el delicado almíbar,
  Sino aquel cuya suerte le ha traído,
    Para libarla, la copa del acíbar.

De aquellos corazones que, inculpables,
 Y han regado el jardín inconsolables,
De sus sueños, con lágrimas de muerte.

    Y tu, sin duda, soledad querida,
    Escuchas compasiva y generosa
Los suspiros que exhala un alma herida
Para guardar en tu mansión umbrosas.

  Esas son tus secretas hermosuras,
     Esas tus inauditas armonías,
    Nidales de las dulces poesías,
   De los castos amores y ternuras.

 Por eso el que padece a ti te nombra
  Y a ti recurre a derramar su llanto,
Para que tu le enjuagues con tu manto
  Y u consuelo le des bajo tu sombra.

     Y por eso tú fúnebre mutismo
  Tiene frases sentidas y elocuentes.
 Si él es del sentimiento el simbolismo
   Del dolor y las lágrimas fervientes,
Ellas quienes revelan el sigilo
Sublime en las penumbras del boscaje
 De grande inspiración y alto lenguaje
    Y de las penas silencioso asilo.
A UNA VAQUITA TRISTE

 Allá en las mangas de La Cabrera
   Vi una vaquita llorar de pena
  Con su voz triste, tan lastimera,
 Que hasta mi alma de pesar llena.

   Rodeaba el sitio donde murió
     Su ternerita, ya degollada,
     Y ve su sangre allí regada;
 Siente de muerte su horrible olor,
  Sigue afanosa doquier llamando
  Con su materno y hondo dolor.

 Siente una angustia desconocida,
   Busca incesante, con aflicción,
 Con voz más triste y enronquecida
    Por su continúa reiteración.

  Oye un ruidito por los rastrojos,
   De pajarillos en la enramada,
  Como tan pronto mira sus ojos,
  Vuelve y le llama y no ve nada.

  Y ya mas débil en su esperanza,
     en su profunda desilusión
vuelve a llamarla con más tardanza…
  ya no la espera, por conclusión.
LA MULA DEL CASTILLO



Oigan la historia de la mula de El Castillo,
 Lo que vino a vender don Juan Castillo,
    Que no vale siquiera un cuartillo
   Y que no se desbarata por el cuero.

    Una marrana le ofreció él, antes,
   Y, sin embargo, no le pesa el trato,
Porque tocando un verso, hoy cantantes,
  Serán para él gozar por mucho rato.

    Una perra ofrecióle por la mula,
  Pero él no quiso, y le ofreció a Miruz,
     Y como el rico no se disimula,
    Arropa a todo el que le falta luz.

   Misiá María Jesús quedó contenta,
    Y con don Juan del trato se reía,
   Y al negociar con él esa osamenta,
     Hicieron una fiesta de alegría,

    Y fue tanto el placer y el regocijo
   En la celebración de aquella fiesta,
   Que se vino don Juan de la Floresta
       Con su hija mayor y un hijo.

      Sólo faltó venir don Agustín,
   Pero él, como la mula, sin halagos,
    Perdió manjares, música y tragos
     Porque sentía de su vida el fin.
Por eso, al cabo de su amarga vida,
  Quiso darle descanso en Miraflores,
   Ya dando allí su eterna despedida
   Queda libre de todos los rigores.

  ¡Pobre animal¡ le tiembla la rodilla
  Bajo el peso violento de unos años,
   Porque tiene la edad de Luis Villa,
Como, también, los mismos desengaños.

Mientras este animal fue de don Juan,
  Le permitió don Agustín Quintero
Que comiera buen pasto en su potrero,
   Aunque está más feo que Satán;

 Y cuando supo que era de otro dueño,
    Con voz imperativa y agrio ceño,
   Le dijo: “Saca ese animal de aquí,
  Que yo no tengo más pasto para ti”
LA FONDA DE LA SUECIA

    En el año presente se presume
 Que hay, no se dónde, una mortecina
   En un lugar secreto, clandestina,
    Y Gerardo Naranjo la consume.

    El oculto lugar no se ha sabido
  Donde esta pútrea fábrica reside.
  Según la horrible fetidez despide,
Su producto es horrendo, corrompido.

  De esa fábrica el sitio, a los factores
      Privado les está comunicar
   A todos los demás consumidores,
   Porque por esto puede fracasar.

  Preciso es que la gente campesina
  No lo sepa jamás, pues se asegura
Que no hay venta sabiéndolo, y se opina
Que morirían sus dueños de amargura.

  No menos le pasará al comprador.
    Por eso les oculta este sigilo,
  Comprando muy barato por mayor,
  Luego vender con malicioso estilo.

    Ellos, en el secreto y la creencia
  Que todo campesino está inocente,
  Se ríen con malvada complacencia,
  Lucrando este producto pestilente.
Yo también reiré con ellos, juntos,
  Cuando les cuente, una y otra vez,
  De esta fonda feroz tantos asuntos
   De una grande y horrible fetidez.

 Basta decir que allá en ese aposento
No se aguanta ni siquiera dos segundos,
  Parece que se asfixia de tormento
 Con esos gases pútridos e inmundos.

 Pues tal fonda llamar no debe fonda,
     Otro mejor quisiera darle yo
 Quitándole el final, es tan hedionda,
   Para que quede, así, diciendo fo.

  Para agregarle a ésta hay otra voz,
      Y así se le dará etimología,
 Y en su nombre, formado de las dos,
    Se diría lo que allí se desearía.

     A este monosílabo que indica
   Un mal olor, agréguese macelo,
Y veremos su nombre y lo que implica,
 Pues con sólo pensar se eriza el pelo.

    Mucha gente, feliz y verdadera,
  Hace tiempo nos cuentan una cosa:
   Que de noche, por toda carretera
  Ven pasar una máquina espantosa.
De la noche a las doce, que lo han visto,
    Y que deja las gentes aterradas,
   Y yo creo, si aquí no me despisto,
 Son cargas de jabón allí exportadas.

 Pues a mí no me aterra ni me pasma,
 Ni como esas personas me costerno,
 Porque se la misión de ese fantasma
  Es traernos jabón de los infiernos.

      Ese torvo y magnifico aparato
  Pertenece a muchísimos fondistas;
   Ellos allá lo compran muy barato,
  Y los demonios son los maquinistas.

  No tienen que pagar exportación:
     Ese tributo a ellos les regala
    El interés del infernal dragón,
Es que lo venden con conciencia mala.

  Dejemos el jabón. Ya es oportuno
   Ver cómo lo siguiente se analiza.
De excelente conciencia sólo hay uno,
 Al otro hay que pagarle hasta la risa.

      Yo no dejaré un maravedí.
   No es justo secundar al usurero,
   Porque muchos engaños recibí
    En ese desgraciado matadero.
La pereza o la gran necesidad
    Nos hace someterá mil engaños
Que otros hombres nos hacen sin piedad,
    Ricos pobres y míseros tacaños.

  Tiene conciencia, sí, de su maldad,
 Más no hacen caso a la razón severa;
 De riqueza sin honra en su ansiedad,
De una injusta ambición que desespera.

   Cuántas veces el pobre campesino
    Que llega esta fonda de Gerardo,
   Fuere un extraño, fuere su vecino,
   Se lo manda con cucas sin retardo.

   Saben algunos, no lo saben todos,
   Que tiene una balanza pecadora;
   Pero somos tan cándidos y godos
  Que le damos la ganga a toda hora.

  Permítaseme decir cómo es su pesa:
    Pues media libra es libra para él,
   Y, sin embargo, dice con tristeza:
 “Caramba, le pesé muy largo a aquél”

   Por eso, de comprar aquí detesto,
      Y todos, ojalá, lo detestaran,
  Y, así, en este lugar triste y funesto,
   Ya de él deslechar no se dejaran.
Y si por esto, “viejas” me remachas,
Si es que así mermas tu sangriento anhelo,
  Por ellas no peleo… ni por muchachas..
   Yo, por las viejas… ¡Poco me desvelo!

      Y si acaso me obliga a pelear,
   Aunque no haya motivo suficiente,
   Le pido que no me vaya a traicionar
    Que yo a la fonda le tiré de frente.

   De arrancarnos los dos la triste vida
   Supongamos que fuésemos capaz,
    Pero es mejor que siga su medida
   Aunque después se lo alce Satanás.

 Por los lados, por dentro y toda esquina,
        A todo conocido y pasajero
       Ya no le manifiesta sino ruina
   Este rancho antiestético y grosero.

  Este rancho, deseo, para que aprenda
    A dejar la medida que importuna,
Que en una noche, en explosión tremenda,
   Se vuele hasta los cachos de la luna.
FIN DE MI AUTOCANO

 ¡Murió mi Autocano, mi fiel compañero,
Que tanto, en su tiempo, descanso me dio¡
  Sus hábiles cabos, de cera y de acero,
  Cuán ásperas sendas, tan hábil cruzó.

 De oriente a occidente cruzó la comarca
  Y pasto gratuito le dieron sus predios;
     Pero en ese día fatal de su parca,
 Para combatirla no hubieron remedios.

     Tal vez eficaces y varios hubieron,
    Pero la naturaleza le fue opositora,
  Y, desamparado, sus fuerzas murieron
   Y en él ya la muerte selló su victoria.

  En vano aquel día yo estaba a su lado,
  Siquiera por verlo, no había medicina,
  Y en el verde llano, tendido e inflado,
    Un cólico intenso su vida asesina.

   Él fue en el trabajo feliz y obediente
 En hora cualquiera, camino el que fuere;
   Por eso su muerte e aqueja doliente,
 Porque su recuerdo constante me hiere.

  Con vaga esperanza le di una bebida,
  Con ávido anhelo su alivio buscando,
    Pero más ligero se acaba su vida,
  Y otra vez no verlo jamás caminando.
¡Tan noble, tan bueno, tan fiel y constante
    Que casi tres lustros tan bien me sirvió,
  Y en todos sus pasos, con grato semblante,
    Muy gratos recuerdos doquier me dejó!

     El amigo humano no igual se maneja,
     Con esa nobleza, con esa constancia,
      Porque recibiendo favores se aleja
     De quien ha tenido gratuita ganancia.

  Muchos hay que pagan favores con males.
 De esta clase de hombres conozco yo varios.
      Y así no nos pagan ni los animales,
   Pero los humanos se tornan contrarios.

     Devolver los males con los beneficios,
            Nos dan este ejemplo,
Y en cambio de oprobios se muestran propicios.
Eso, eso en mi existencia, observo y contemplo.

¿Cómo el hombre al hombre paga los favores?
  Pues con sus caprichos y tontos resabios,
       Con ingratitud y miles sinsabores
   Y con sus tristezas, desdenes y agravios.

       Mi cabalgadura, gratuita presté
   Para ir por remedios allá a Manzanares,
   A un cierto vecino que aquí no apunté…
   Después me pagaron con varios pesares
Porque en esa noche que fui al Camalión
Buscando un remedio que allí había seguro,
   He hallado tan sólo la cruel negación,
 Quedando en la misma tristeza y apuro.

   Llamando y llamando, y más repetía…
       Y apenas al rato oí voz humana
 Y un perro ladrando (que ya me mordía),
    Latiendo furioso, cercano a su cama.

   Con sólo sus niños había una señora.
 Con voz suplicante le expuse mi urgencia,
  Y más que mis voces lo explica la hora,
  Pero, sin embargo, no tuvo clemencia.

  No prendió siquiera luz para buscarlo,
      No tuvo un rayito de la caridad.
  Y, así al suplicante más desconsolarlo,
    Siguió recibiendo negra oscuridad.

   Me volví afligido, sin una esperanza,
    Por aquella senda torcida y oscura
 Que con nuestra vida es fiel semejanza,
Así en sus tinieblas como en su amargura.

 Un grito en la noche es cosa alarmante,
 Es cosa que causa muy fuerte impresión,
 Es cosa que aterra, es algo importante…
   Y no se me presta ninguna atención.
Motivo ha sido éste muy justificable
     De haber asistido mi solicitud,
Pues causa fue ésta de un bien innegable
    Y aquí fui tratado con ingratitud.

No soy un chusmero ni soy vagabundo.
 Ya bien conocido, soy mal conocido.
 Pero así es la vida del mísero mundo
  En cuyas tinieblas está sumergido.

Murió mi autocano, mi fiel compañero…
ANTAGONISMO

   Oh Dios Todopoderoso
 De bondad y de clemencia,
 Da a mi huérfana existencia
   Un porvenir venturoso.

    Alumbra mi oscuridad
   Con tu divino esplendor,
    Dando alivio a mi dolor
      En mi larga solead.

  ¿Qué me suscita a querer
 A la mujer que no me ama?
¿Por qué mi pecho se inflama
   Por una ingrata mujer?

 Di, ¿Qué suerte dura es ésta
      Que no sabe sonreír
       Y no puedo definir
     Y mi corazón detesta?

¿Qué es esto, como un arcano,
   Que me pone pensativo
  Con presentimiento activo
 Como un siniestro cercano?

 ¿Cómo llamará esta suerte?
¿Venturosa?... ¿Desgraciada?..
  Pues digna eres, anhelada.
    ¡Infeliz o quiero verte¡
Si eres feliz y dichosa
    Tráeme consuelo y paz;
    Si no, no vengas jamás
  Si tú has de ser espantosa.

 Dura me ha sido hasta ahora
   Y hoy te miro más adusta
  Y ya tu aspecto me asusta
  Con esta inmensa demora.

Oh suerte, ahora os pregunto:
¿Por qué esta luenga tardanza
  En realizar mi esperanza
   En éste común asunto?

¿Dios, mi Señor, desde el cielo,
  Mandó que así me trataras
    Y que de mi te burlaras
 Cuando buscara el consuelo?

  ¡A cuántos, esta desgracia
  En sus horas de erotismo,
   Habrá llevado al abismo
      Esta juvenil falacia¡

  ¡ A Cuántos, diré también,
     La idea de lo infinito
  Habrá impedido el delito,
   Dándoles la paz del bien¡
Dios que es amor y bondad,
     Al amor hízolo bueno,
    Y lo ha llenado de cieno
    La humana perversidad.

    Su gran belleza y dulzura
  Se mira en los mandamientos
Que habiendo sus cumplimientos
 ¡Qué belleza¡ ¡Qué hermosura¡

   ¡oh raro amor mentiroso,
  Tan bueno, bello y amable
 Cuando eres santo y glorioso,
   Y si eres malo, execrable!

    En mí te siento benigno,
   Por sana tengo tú esencia,
  Y no hallas correspondencia
     O estás en ser indigno;

   O con grande dificultad,
  Muy tarde la has percibido;
Más cuando harto te han herido,
   Contrario a tu voluntad.

  Oh amor, si estás encerrado
    En un ser malediciente,
  De mil modos, convincente,
  Lo hubieras ya comprobado.

  Mal fruto no da árbol bueno,
       Esto es antinatural;
    Propio lo da cada cual,
   Pero no dan fruto ajeno.

    ¿Qué sirte oculta y fatal
Es la que encierra mi vida,
Que mira, ya ensombrecida,
    El sueño de su ideal?

¿Fui mal hijo, mal hermano,
  Soy loco, soy perezoso,
 Soy un hombre peligroso
   Resultaré un tirano?

 ¿Soy lenguaraz y blasfemo,
  Obsceno y calumniador,
   De vírgenes violador?
  De todo eso nada temo.

 ¿Tendré la mala tendencia
 De volverme algún ladrón?
 No está eso en mi corazón,
 No nací con esa herencia.

   Y de toda esta maldad
Que vengo aquí enumerando,
 No debo ni estoy pagando,
  Tengo mi tranquilidad.

   Y de maldades mayores
 Está el mundo corrompido.
  Él, no se las ha impedido
 Para encontrar sus amores.

  ¿Seré un enfermo quizá?
 ¿Tal vez ya nada prometo?
  En trabajar me concreto
   Y sano mi cuerpo está.



  ¿Será que soy algún loco
 Y en malgastar me recreo?
Trabajar es mi deseo,
 Ni soy demente, tampoco.

  ¿O estoy en decrepitud,
  Murieron mis energías?
  Pues aún tengo alegrías,
  Buen ánimo y juventud.

 En estos males que escribo,
   De tanta maledicencia
   No me asusta la codicia
 Que sea de alguno cautivo.

¿Me saco en limpio con esto?
 Pues también soy pecador,
   Soy de miseria y dolor
 Y a muchos males detesto.

 Y en aquel verso terrible
Que implica tanta amargura
 Y una suma desventura,
En mí, tampoco es posible.

     De aquella fatalidad
  Le pido a mi buen criador
    Me libre de tal horror
   Por su infinita bondad.

 Oh Señor, dame paciencia,
     Valor y resignación,
    En esta malcondición
De amor sin correspondencia.




 Querer la que no nos ama
Y no amar la que nos quiere,
Esto el corazón nos hiere
 Y esto adversidad se llama.

   Herido soy, sin ofensa,
   Propio del injusto y vil,
  Ignaro, ingrato, pueril….,
¡Pero hay ley de recompensa!

     ¡Oh mi dulce Adnaí:
  Pues sufrir solo merezco,
 Mis sufrimientos te ofrezco,
     Todo por amor a ti!

   Y de tanta indiferencia
  No conozco más motivos;
 No hay en mi ser atractivos,
 De eso si tengo conciencia.

 Pues miles hay inferiores,
  Viejos, feos, desvalidos,
   Y han sido favorecidos
 Cada cual con sus amores.

 Sordos, mudos, leporinos,
En muy graves desperfectos,
 Y han hallado sus afectos
 Bastardos y aún genuinos.

Dignos son, por consiguiente,
   De gran consideración,
   Viniendo así, de nación,
  Con su cuerpo deficiente.




  En su estado lamentable,
¡Oh, cuánto pesar se encierra,
Si así los echó a la tierra
     El destino inexorable!

  Allí me quedo inconsciente,
     Pensando aterrorizado,
   Que el castigo del culpado
Se extienda hasta el inconciente.

¡Oh amor, misterio insondable,
    Que llenas el universo!
  ¡Manso, terrible y perverso,
   benigno, cruel y adorable!

  Y en mí (gracias a mi Dios),
  Tal vez es porque no canta
  Un jilguero en mi garganta,
    Que les fastidia mi voz.

   ¡Pero existe un ruiseñor,
   Y en mi cerebro se anida,
     Que dulcifica mi vida
      Y consuela mi dolor!
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Poesias pablo emilio

  • 1. A UN TOCHECITO Oh tierna avecilla que lloras la ausencia De tus compañeros con fúnebre canto, En cuya aflictiva fatal advertencia Miras ya perdido tu plácido canto. Ya no ere3s como antes que alegre y contento volabas, Cantabas el dulce concierto; Por eso tu angustia modela tu acento Haciendo que triste se escuche en el huerto. El vuelo invisible de acérrimas balas A los de tu especie troncaharon la vida; Por eso, en su busca, batiendo las alas, Clamores levantas de angustias sentidas.
  • 2. EL GAMO PRISIONERO En el verde paraje soñador de la Hundida, Un día cálido, fueron cazadores con perros, A cazar los venados hacia el pie de los cerros, Cada cual con peinilla a su cinto prendida. Penetraron un tanto por la selva sombría, Y los ávidos perros hacia abajo siguieron, Y esperantes, muy listos, sin lesión le cogieron, Y se estalla un bullicio de febril alegría. Erase una gamita en lactógeno estado, Y observaron, entonces, que dejaba familia. Ya su cruel enemigo de su bosque la exilia Y hasta ahora su vida de la muerte ha escapado. De esta finca su dueño a su casa la lleva Con ternura y cuidado, con humano cariño, Y hasta frases le dice que se aplican al niño, Pero ella sus quejas a sus bosques eleva. Está en brazos humanos y le sobran caricias. Su cuidado y esmero esta casa ofrecióle; Pero todo es en vano, ya no está con su prole, Aquí mismo se observó que perdió sus delicias. Aquí todo le sobra, pero todo le falta, Es inútil pretendan darle plácido amaño. Todo, aquí, cuanto mira para ella es extraño, Y una incógnita pena, muy profunda, le asalta.
  • 3. ¿Dime suerte –pregunta- me permites que vuelva A mi antigua ya mi propia morada Donde Dios, mi Creador, me tenía colocada? ¿Me permites, un día, regresar a mi selva? Este gamo dolioso que interroga a su suerte, Es por ver si recibe un alivio a su duelo, Porque siente, cual madre, un vivísimo anhelo, Pero, en cambio, percibe un presagio de muerte. Ella sigue entre mimos, pero nada la alegra Y se ve prisionera y en extraña región, Y parece que piensa en su dulce mansión Y creyera en su muerte ya fatídica y negra! Ella brinca y violenta muchas veces la cuerda, Pretendiendo escaparse a su cruel atadura Y transluce la pena que la inquieta y tortura Y con honda nostalgia su familia recuerda. Olfatea, levantando su amoldada cabeza Otras veces se queda pensativa y dormida; Ya parece que sueña con su prole querida, Que dejara en sus bosques con profunda tristeza. De su albígena leche sus hijuelos carece Y afanosos la buscan en su agreste morada, Y cautiva y sufriente ya se ve desolada, Y sus pobres lactantes de hambre parecen.
  • 4. No le alivian caricias, ya no ve regocijos, Ya perdió libertad, compañero y montañas, Muy heridas se encuentran sus maternas entrañas Y le abruma el recueros de sus huérfanos hijos. Escucharle parece su doliente clamor. Se debate impotente por correr hacia ellos, Mas empaña la muerte esos ojos tan bellos, Y se muere, la pobre, de angustioso dolor.
  • 5. CANTO A CERRO BRAVO Oh soledad augusta del retiro, Donde el amor se inspira en su quebranto, Permíteme que te hable si me inspiro Cuando contemplo tu silencio santo. Oh triste soledad en cuyo seno No hay un ave que entone sus cantares Para alegrar sus tétricos pesares, Ni el dulce susurrar de aire sereno. Porque en ti solo ráfagas furentes, Oh campo triste y solitario, Sacuden recio musgo milenario Que guarda del dolor notas silentes. Poco hay que alegrar y mucho que entristece En tu sombría y muda soledad; Sólo la luz del sol que resplandece Te da una pasajera suavidad. Región tediosa, campo aridecido, Expresivo silencio del dolor, Donde todo reposa entumecido Por un hielo tenaz y abrumador. Oh, ¿Quién pudiera, soledad callada, Aflictiva morada del olvido, Comprender lo que en tu roca helada Hay de bello y tristísimo escondido?
  • 6. ¡Cuan hermoso, a pesar de la pobreza¡ De cuanto son tus propias alegrías Se simboliza en su fatal tristeza, Se encierra del amor las elegías. No del amor que sólo ha conocido De la flor el delicado almíbar, Sino aquel cuya suerte le ha traído, Para libarla, la copa del acíbar. De aquellos corazones que, inculpables, Y han regado el jardín inconsolables, De sus sueños, con lágrimas de muerte. Y tu, sin duda, soledad querida, Escuchas compasiva y generosa Los suspiros que exhala un alma herida Para guardar en tu mansión umbrosas. Esas son tus secretas hermosuras, Esas tus inauditas armonías, Nidales de las dulces poesías, De los castos amores y ternuras. Por eso el que padece a ti te nombra Y a ti recurre a derramar su llanto, Para que tu le enjuagues con tu manto Y u consuelo le des bajo tu sombra. Y por eso tú fúnebre mutismo Tiene frases sentidas y elocuentes. Si él es del sentimiento el simbolismo Del dolor y las lágrimas fervientes,
  • 7. Ellas quienes revelan el sigilo Sublime en las penumbras del boscaje De grande inspiración y alto lenguaje Y de las penas silencioso asilo.
  • 8. A UNA VAQUITA TRISTE Allá en las mangas de La Cabrera Vi una vaquita llorar de pena Con su voz triste, tan lastimera, Que hasta mi alma de pesar llena. Rodeaba el sitio donde murió Su ternerita, ya degollada, Y ve su sangre allí regada; Siente de muerte su horrible olor, Sigue afanosa doquier llamando Con su materno y hondo dolor. Siente una angustia desconocida, Busca incesante, con aflicción, Con voz más triste y enronquecida Por su continúa reiteración. Oye un ruidito por los rastrojos, De pajarillos en la enramada, Como tan pronto mira sus ojos, Vuelve y le llama y no ve nada. Y ya mas débil en su esperanza, en su profunda desilusión vuelve a llamarla con más tardanza… ya no la espera, por conclusión.
  • 9. LA MULA DEL CASTILLO Oigan la historia de la mula de El Castillo, Lo que vino a vender don Juan Castillo, Que no vale siquiera un cuartillo Y que no se desbarata por el cuero. Una marrana le ofreció él, antes, Y, sin embargo, no le pesa el trato, Porque tocando un verso, hoy cantantes, Serán para él gozar por mucho rato. Una perra ofrecióle por la mula, Pero él no quiso, y le ofreció a Miruz, Y como el rico no se disimula, Arropa a todo el que le falta luz. Misiá María Jesús quedó contenta, Y con don Juan del trato se reía, Y al negociar con él esa osamenta, Hicieron una fiesta de alegría, Y fue tanto el placer y el regocijo En la celebración de aquella fiesta, Que se vino don Juan de la Floresta Con su hija mayor y un hijo. Sólo faltó venir don Agustín, Pero él, como la mula, sin halagos, Perdió manjares, música y tragos Porque sentía de su vida el fin.
  • 10. Por eso, al cabo de su amarga vida, Quiso darle descanso en Miraflores, Ya dando allí su eterna despedida Queda libre de todos los rigores. ¡Pobre animal¡ le tiembla la rodilla Bajo el peso violento de unos años, Porque tiene la edad de Luis Villa, Como, también, los mismos desengaños. Mientras este animal fue de don Juan, Le permitió don Agustín Quintero Que comiera buen pasto en su potrero, Aunque está más feo que Satán; Y cuando supo que era de otro dueño, Con voz imperativa y agrio ceño, Le dijo: “Saca ese animal de aquí, Que yo no tengo más pasto para ti”
  • 11. LA FONDA DE LA SUECIA En el año presente se presume Que hay, no se dónde, una mortecina En un lugar secreto, clandestina, Y Gerardo Naranjo la consume. El oculto lugar no se ha sabido Donde esta pútrea fábrica reside. Según la horrible fetidez despide, Su producto es horrendo, corrompido. De esa fábrica el sitio, a los factores Privado les está comunicar A todos los demás consumidores, Porque por esto puede fracasar. Preciso es que la gente campesina No lo sepa jamás, pues se asegura Que no hay venta sabiéndolo, y se opina Que morirían sus dueños de amargura. No menos le pasará al comprador. Por eso les oculta este sigilo, Comprando muy barato por mayor, Luego vender con malicioso estilo. Ellos, en el secreto y la creencia Que todo campesino está inocente, Se ríen con malvada complacencia, Lucrando este producto pestilente.
  • 12. Yo también reiré con ellos, juntos, Cuando les cuente, una y otra vez, De esta fonda feroz tantos asuntos De una grande y horrible fetidez. Basta decir que allá en ese aposento No se aguanta ni siquiera dos segundos, Parece que se asfixia de tormento Con esos gases pútridos e inmundos. Pues tal fonda llamar no debe fonda, Otro mejor quisiera darle yo Quitándole el final, es tan hedionda, Para que quede, así, diciendo fo. Para agregarle a ésta hay otra voz, Y así se le dará etimología, Y en su nombre, formado de las dos, Se diría lo que allí se desearía. A este monosílabo que indica Un mal olor, agréguese macelo, Y veremos su nombre y lo que implica, Pues con sólo pensar se eriza el pelo. Mucha gente, feliz y verdadera, Hace tiempo nos cuentan una cosa: Que de noche, por toda carretera Ven pasar una máquina espantosa.
  • 13. De la noche a las doce, que lo han visto, Y que deja las gentes aterradas, Y yo creo, si aquí no me despisto, Son cargas de jabón allí exportadas. Pues a mí no me aterra ni me pasma, Ni como esas personas me costerno, Porque se la misión de ese fantasma Es traernos jabón de los infiernos. Ese torvo y magnifico aparato Pertenece a muchísimos fondistas; Ellos allá lo compran muy barato, Y los demonios son los maquinistas. No tienen que pagar exportación: Ese tributo a ellos les regala El interés del infernal dragón, Es que lo venden con conciencia mala. Dejemos el jabón. Ya es oportuno Ver cómo lo siguiente se analiza. De excelente conciencia sólo hay uno, Al otro hay que pagarle hasta la risa. Yo no dejaré un maravedí. No es justo secundar al usurero, Porque muchos engaños recibí En ese desgraciado matadero.
  • 14. La pereza o la gran necesidad Nos hace someterá mil engaños Que otros hombres nos hacen sin piedad, Ricos pobres y míseros tacaños. Tiene conciencia, sí, de su maldad, Más no hacen caso a la razón severa; De riqueza sin honra en su ansiedad, De una injusta ambición que desespera. Cuántas veces el pobre campesino Que llega esta fonda de Gerardo, Fuere un extraño, fuere su vecino, Se lo manda con cucas sin retardo. Saben algunos, no lo saben todos, Que tiene una balanza pecadora; Pero somos tan cándidos y godos Que le damos la ganga a toda hora. Permítaseme decir cómo es su pesa: Pues media libra es libra para él, Y, sin embargo, dice con tristeza: “Caramba, le pesé muy largo a aquél” Por eso, de comprar aquí detesto, Y todos, ojalá, lo detestaran, Y, así, en este lugar triste y funesto, Ya de él deslechar no se dejaran.
  • 15. Y si por esto, “viejas” me remachas, Si es que así mermas tu sangriento anhelo, Por ellas no peleo… ni por muchachas.. Yo, por las viejas… ¡Poco me desvelo! Y si acaso me obliga a pelear, Aunque no haya motivo suficiente, Le pido que no me vaya a traicionar Que yo a la fonda le tiré de frente. De arrancarnos los dos la triste vida Supongamos que fuésemos capaz, Pero es mejor que siga su medida Aunque después se lo alce Satanás. Por los lados, por dentro y toda esquina, A todo conocido y pasajero Ya no le manifiesta sino ruina Este rancho antiestético y grosero. Este rancho, deseo, para que aprenda A dejar la medida que importuna, Que en una noche, en explosión tremenda, Se vuele hasta los cachos de la luna.
  • 16. FIN DE MI AUTOCANO ¡Murió mi Autocano, mi fiel compañero, Que tanto, en su tiempo, descanso me dio¡ Sus hábiles cabos, de cera y de acero, Cuán ásperas sendas, tan hábil cruzó. De oriente a occidente cruzó la comarca Y pasto gratuito le dieron sus predios; Pero en ese día fatal de su parca, Para combatirla no hubieron remedios. Tal vez eficaces y varios hubieron, Pero la naturaleza le fue opositora, Y, desamparado, sus fuerzas murieron Y en él ya la muerte selló su victoria. En vano aquel día yo estaba a su lado, Siquiera por verlo, no había medicina, Y en el verde llano, tendido e inflado, Un cólico intenso su vida asesina. Él fue en el trabajo feliz y obediente En hora cualquiera, camino el que fuere; Por eso su muerte e aqueja doliente, Porque su recuerdo constante me hiere. Con vaga esperanza le di una bebida, Con ávido anhelo su alivio buscando, Pero más ligero se acaba su vida, Y otra vez no verlo jamás caminando.
  • 17. ¡Tan noble, tan bueno, tan fiel y constante Que casi tres lustros tan bien me sirvió, Y en todos sus pasos, con grato semblante, Muy gratos recuerdos doquier me dejó! El amigo humano no igual se maneja, Con esa nobleza, con esa constancia, Porque recibiendo favores se aleja De quien ha tenido gratuita ganancia. Muchos hay que pagan favores con males. De esta clase de hombres conozco yo varios. Y así no nos pagan ni los animales, Pero los humanos se tornan contrarios. Devolver los males con los beneficios, Nos dan este ejemplo, Y en cambio de oprobios se muestran propicios. Eso, eso en mi existencia, observo y contemplo. ¿Cómo el hombre al hombre paga los favores? Pues con sus caprichos y tontos resabios, Con ingratitud y miles sinsabores Y con sus tristezas, desdenes y agravios. Mi cabalgadura, gratuita presté Para ir por remedios allá a Manzanares, A un cierto vecino que aquí no apunté… Después me pagaron con varios pesares
  • 18. Porque en esa noche que fui al Camalión Buscando un remedio que allí había seguro, He hallado tan sólo la cruel negación, Quedando en la misma tristeza y apuro. Llamando y llamando, y más repetía… Y apenas al rato oí voz humana Y un perro ladrando (que ya me mordía), Latiendo furioso, cercano a su cama. Con sólo sus niños había una señora. Con voz suplicante le expuse mi urgencia, Y más que mis voces lo explica la hora, Pero, sin embargo, no tuvo clemencia. No prendió siquiera luz para buscarlo, No tuvo un rayito de la caridad. Y, así al suplicante más desconsolarlo, Siguió recibiendo negra oscuridad. Me volví afligido, sin una esperanza, Por aquella senda torcida y oscura Que con nuestra vida es fiel semejanza, Así en sus tinieblas como en su amargura. Un grito en la noche es cosa alarmante, Es cosa que causa muy fuerte impresión, Es cosa que aterra, es algo importante… Y no se me presta ninguna atención.
  • 19. Motivo ha sido éste muy justificable De haber asistido mi solicitud, Pues causa fue ésta de un bien innegable Y aquí fui tratado con ingratitud. No soy un chusmero ni soy vagabundo. Ya bien conocido, soy mal conocido. Pero así es la vida del mísero mundo En cuyas tinieblas está sumergido. Murió mi autocano, mi fiel compañero…
  • 20. ANTAGONISMO Oh Dios Todopoderoso De bondad y de clemencia, Da a mi huérfana existencia Un porvenir venturoso. Alumbra mi oscuridad Con tu divino esplendor, Dando alivio a mi dolor En mi larga solead. ¿Qué me suscita a querer A la mujer que no me ama? ¿Por qué mi pecho se inflama Por una ingrata mujer? Di, ¿Qué suerte dura es ésta Que no sabe sonreír Y no puedo definir Y mi corazón detesta? ¿Qué es esto, como un arcano, Que me pone pensativo Con presentimiento activo Como un siniestro cercano? ¿Cómo llamará esta suerte? ¿Venturosa?... ¿Desgraciada?.. Pues digna eres, anhelada. ¡Infeliz o quiero verte¡
  • 21. Si eres feliz y dichosa Tráeme consuelo y paz; Si no, no vengas jamás Si tú has de ser espantosa. Dura me ha sido hasta ahora Y hoy te miro más adusta Y ya tu aspecto me asusta Con esta inmensa demora. Oh suerte, ahora os pregunto: ¿Por qué esta luenga tardanza En realizar mi esperanza En éste común asunto? ¿Dios, mi Señor, desde el cielo, Mandó que así me trataras Y que de mi te burlaras Cuando buscara el consuelo? ¡A cuántos, esta desgracia En sus horas de erotismo, Habrá llevado al abismo Esta juvenil falacia¡ ¡ A Cuántos, diré también, La idea de lo infinito Habrá impedido el delito, Dándoles la paz del bien¡
  • 22. Dios que es amor y bondad, Al amor hízolo bueno, Y lo ha llenado de cieno La humana perversidad. Su gran belleza y dulzura Se mira en los mandamientos Que habiendo sus cumplimientos ¡Qué belleza¡ ¡Qué hermosura¡ ¡oh raro amor mentiroso, Tan bueno, bello y amable Cuando eres santo y glorioso, Y si eres malo, execrable! En mí te siento benigno, Por sana tengo tú esencia, Y no hallas correspondencia O estás en ser indigno; O con grande dificultad, Muy tarde la has percibido; Más cuando harto te han herido, Contrario a tu voluntad. Oh amor, si estás encerrado En un ser malediciente, De mil modos, convincente, Lo hubieras ya comprobado. Mal fruto no da árbol bueno, Esto es antinatural; Propio lo da cada cual, Pero no dan fruto ajeno. ¿Qué sirte oculta y fatal
  • 23. Es la que encierra mi vida, Que mira, ya ensombrecida, El sueño de su ideal? ¿Fui mal hijo, mal hermano, Soy loco, soy perezoso, Soy un hombre peligroso Resultaré un tirano? ¿Soy lenguaraz y blasfemo, Obsceno y calumniador, De vírgenes violador? De todo eso nada temo. ¿Tendré la mala tendencia De volverme algún ladrón? No está eso en mi corazón, No nací con esa herencia. Y de toda esta maldad Que vengo aquí enumerando, No debo ni estoy pagando, Tengo mi tranquilidad. Y de maldades mayores Está el mundo corrompido. Él, no se las ha impedido Para encontrar sus amores. ¿Seré un enfermo quizá? ¿Tal vez ya nada prometo? En trabajar me concreto Y sano mi cuerpo está. ¿Será que soy algún loco Y en malgastar me recreo?
  • 24. Trabajar es mi deseo, Ni soy demente, tampoco. ¿O estoy en decrepitud, Murieron mis energías? Pues aún tengo alegrías, Buen ánimo y juventud. En estos males que escribo, De tanta maledicencia No me asusta la codicia Que sea de alguno cautivo. ¿Me saco en limpio con esto? Pues también soy pecador, Soy de miseria y dolor Y a muchos males detesto. Y en aquel verso terrible Que implica tanta amargura Y una suma desventura, En mí, tampoco es posible. De aquella fatalidad Le pido a mi buen criador Me libre de tal horror Por su infinita bondad. Oh Señor, dame paciencia, Valor y resignación, En esta malcondición De amor sin correspondencia. Querer la que no nos ama Y no amar la que nos quiere,
  • 25. Esto el corazón nos hiere Y esto adversidad se llama. Herido soy, sin ofensa, Propio del injusto y vil, Ignaro, ingrato, pueril…., ¡Pero hay ley de recompensa! ¡Oh mi dulce Adnaí: Pues sufrir solo merezco, Mis sufrimientos te ofrezco, Todo por amor a ti! Y de tanta indiferencia No conozco más motivos; No hay en mi ser atractivos, De eso si tengo conciencia. Pues miles hay inferiores, Viejos, feos, desvalidos, Y han sido favorecidos Cada cual con sus amores. Sordos, mudos, leporinos, En muy graves desperfectos, Y han hallado sus afectos Bastardos y aún genuinos. Dignos son, por consiguiente, De gran consideración, Viniendo así, de nación, Con su cuerpo deficiente. En su estado lamentable, ¡Oh, cuánto pesar se encierra,
  • 26. Si así los echó a la tierra El destino inexorable! Allí me quedo inconsciente, Pensando aterrorizado, Que el castigo del culpado Se extienda hasta el inconciente. ¡Oh amor, misterio insondable, Que llenas el universo! ¡Manso, terrible y perverso, benigno, cruel y adorable! Y en mí (gracias a mi Dios), Tal vez es porque no canta Un jilguero en mi garganta, Que les fastidia mi voz. ¡Pero existe un ruiseñor, Y en mi cerebro se anida, Que dulcifica mi vida Y consuela mi dolor!