1. TRASTORNOS NEURÓTICOS
1.- INTRODUCCIÓN
Las neurosis son enfermedades de la personalidad caracterizadas por conflictos intrapsíquicos que inhiben las
conductas sociales. Producen una perturbación del equilibrio interior del neurótico que una alteración de su
sistema de la realidad. A este respecto, dichas reacciones neuropáticas constituyen las formas de enfermedades
mentales crónicas "menores", es decir que desestructuran menos profundamente que las psicosis (Delirios crónicos
y Esquizofrenia) el sistema del Yo en sus relaciones con la Realidad.
2.- MARCO TEORICO
La fisonomía clínica de las neurosis viene caracterizada:
• Por síntomas neuróticos. Son los trastornos de conducta, de sentimientos o de ideas que manifiestan una
defensa contra la angustia y que constituyen, en relación con este conflicto interno, un compromiso del
que el sujeto obtiene, desde posición neurótica, un cierto provecho (beneficios secundarios de la neurosis).
• Por el carácter neurótico del Yo. Éste, a través de la identificación consigo mismo, no puede encontrar
buenas relaciones con el prójimo ni un equilibrio interior satisfactorio.
El paciente neurótico fabrica sus síntomas y es esto lo que confiere a la neurosis esta estructura artificial que
desorienta a los médicos que no poseen experiencia de dichos enfermos.
Existen 3 tres neurosis fuertemente "estructuradas": la neurosis fóbica (histeria de angustia), donde la angustia
está comprometida en un sistema ideo afectivo simbólico (agorafobia, fobia de los cuchillos, etc.); la neurosis
histérica (histeria de conversión), donde la angustia se neutraliza por su enmascaramiento en expresiones
psicosomáticas artificiales; y la neurosis obsesiva, en la cual la angustia es remplazada por un sistema de actos
prohibidos o de pensamientos mágicos forzados. Por tanto las neurosis pueden clasificarse en:
a) Neurosis indiferenciada: neurosis de angustia.
b) Neurosis grandemente diferenciadas: neurosis fóbica, neurosis histérica, neurosis obsesiva.
2.1 TRASTORNOS DE ANSIEDAD
La ansiedad es un estado que se acompaña de una sensación de temor y de molestias somáticas como
palpitaciones y sudoración, que denotan la hiperactividad del sistema nervioso autónomo. La ansiedad influye en la
cognición y tiende a distorsionar la percepción. Se diferencia de miedo, que es una respuesta apropiada a una
amenaza conocida; la ansiedad es una respuesta a una amenaza desconocida, vaga o conflictiva.
La angustia es un afecto que aparece ante una percepción (interna o externa) que se vive como una amenaza para
el sujeto. Aunque hoy día ansiedad y angustia se utilizan de forma casi indistinta, el término ansiedad describe una
vivencia más larvada y permanente, mientras que angustia tiene su origen en angor y remite a una mayor
intensidad y a un sufrimiento “somático” (angor deriva del verbo ango: oprimir, estrangular, estrechar). La
semiología de la ansiedad comprende:
• Amplificación peyorativa: movimiento imaginativo que lleva hasta el absurdo las perspectivas de la
desgracia.
• Expectativas de peligro: inquietud o miedo ante lo ocurrido.
• Desconcierto: sensación de desorganización de las fuerzas vitales, de impotencia.
La angustia normal forma parte del devenir mismo de la vida de todo ser humano y, generalmente, se explica
cuantitativamente y cualitativamente por el estímulo que la desencadena. La angustia patológica se distingue por:
• Ser anacrónica, pues lleva a revivir situaciones pasadas.
• Ser fantasmagórica, pues su génesis no es el mundo real, sino la representación imaginaria de un conflicto
inconsciente.
• Ser estereotipada o repetitiva por cuanto está afincada en el carácter del sujeto.
Todas las personas experimentan ansiedad en algún momento en el curso de sus vidas. No obstante, la ansiedad es
patológica cuando ocurre junto con otros trastornos como depresión, o cuando los síntomas y comportamientos
relacionados con ella son tan graves y ocurren con tal frecuencia que interfieren con el trabajo o las relaciones. Los
trastornos de ansiedad incluyen trastorno de pánico, fobia social, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno
obsesivo-compulsivo y fobias específicas.
2.1.1 AGORAFOBIA SIN ATAQUE DE PÁNICO
Se caracteriza por la presencia de agorafobia y síntomas similares a la angustia en un individuo sin antecedentes
de crisis de angustia inesperadas. Es la más frecuente (60%). consiste en evitar situaciones de los que podría
resultar difícil escapar, o en las que no se podría disponer de ayuda en caso de padecer angustia. De manera
característica, el paciente teme salir de casa, mezclarse con la gente o hacer cola, cruzar un puente o viajar en
autobús, tren o automóvil, y precisan de acompañantes para los desplazamientos. Puede aparecer como entidad
independiente, pero en más de un 75% de las veces acompaña a un trastorno de angustia. La psiquiatría
norteamericana sostiene que la agorafobia casi siempre representa una complicación del trastorno de angustia,
mientras que la psiquiatría europea afirma que es un trastorno propio que puede seguir, o no, al inicio de las
crisis de angustia.
2. 2
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Debe diferenciarse de otras causas de agorafobia como: fobia específica, fobia social, trastorno depresivo mayor,
trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno de ansiedad por separación.
2.1.2 FOBIA SOCIAL Y SIMPLE
El término fobia deriva del griego phobos, pánico que el dios griego del mismo nombre generaba a sus enemigos.
El común denominador de las fobias es la angustia desplazada con un pretexto hacia objetos, actividades o
situaciones específicas que son vividas por el sujeto como temores irracionales, persistentes, exagerados y
patológicos.
Las fobias específicas también pueden hacer referencia a la posibilidad de perder el control, angustiarse y
desmayarse al exponerse al objeto temido. Por ejemplo, los individuos temerosos de la sangre y las heridas
pueden estar preocupados asimismo por la posibilidad de desmayarse. En presencia del estímulo fóbico aparece
de forma inmediata y casi invariablemente una respuesta de ansiedad. El nivel de ansiedad o temor suele variar
en función del grado de proximidad al estímulo fóbico y al grado en que la huida se ve limitada. Sin embargo, la
intensidad del temor no siempre se relaciona de forma tan previsible con el estímulo. En ocasiones aparecen
crisis de angustia con sintomatología completa como respuesta al estímulo fóbico, especialmente cuando la
persona se ve obligada a permanecer en esa situación o cree que la huida es imposible. Debido a la aparición de
ansiedad anticipatoria cuando el individuo se ve en la necesidad de entrar en situaciones fóbicas para él, éstas
suelen acabar siendo evitadas. Con menos frecuencia, el individuo se obliga a sí mismo a soportar la situación
fóbica, aunque esto propicia la aparición de una intensa ansiedad. Pueden especificarse los siguientes subtipos
para indicar el objeto del miedo o evitación en la fobia específica: tipo animal, sangre-inyecciones-daño,
ambiental, situacional, etc.
FOBIA SOCIAL
Existe una angustia intensa y persistente ante situaciones donde el paciente se siente observado por personas
desconocidas, o que precisan de una interacción social o una actuación en público. La persona teme actuar de un
modo (o mostrar síntomas de angustia) que resulte humillante o embarazoso. El DSM-IV-TR permite distinguir la
fobia social generalizada si los temores hacen referencia a la mayoría de situaciones sociales, considerando
también el diagnóstico adicional de trastorno de la personalidad por evitación. El subtipo generalizado, frente al
circunscrito (p. ej., fobia a hablar en público), es más grave y ocasiona un malestar mayor, muestra una menor
reactividad cardíaca, suele aparecer típicamente a mediados de la edad adulta, a veces con el antecedente
infantil de timidez o inhibición social y tiene menor respuesta a la terapia cognitiva-conductual típica.
Los individuos con fobia social generalizada suelen tener miedo tanto a actuar en público como a situaciones
sociales interactivas. Debido a que los individuos con fobia social no acostumbran a confesar espontáneamente
la amplia variedad de situaciones sociales que les producen temor. Los individuos que no reúnen los criterios
definitorios de fobia social generalizada conforman un grupo heterogéneo donde puede incluirse a personas que
temen una actuación ante el público en concreto y personas que, si bien tienen miedo a varias situaciones
sociales, no puede decirse que las teman todas. Los individuos con fobia social generalizada pueden ser más
propensos a presentar deficiencias en sus habilidades sociales y a padecer un serio deterioro de sus relaciones
sociales y laborales.
2.1.3 TRASTORNOS DE PÁNICO
La característica principal de una crisis de angustia es la aparición aislada y temporal de miedo o malestar de
carácter intenso. Los síntomas somáticos pueden manifestarse de forma brusca por una descarga súbita y
aislada del sistema nervioso vegetativo junto a un miedo intenso a morir o a perder el control, se acompaña de al
menos 4 de un total de 13 síntomas somáticos o cognoscitivos, duran aproximadamente entre 15 y 30 minutos y
su expresión máxima es en los primeros 10 minutos.
Los 13 síntomas somáticos o cognoscitivos vienen constituidos por palpitaciones, sudoración, temblores o
sacudidas, sensación de falta de aliento o ahogo, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácicos,
náuseas o molestias abdominales, inestabilidad o mareo (aturdimiento), desrealización o despersonalización,
miedo a perder el control o «volverse loco», miedo a morir, parestesias y escalofríos o sofocaciones. Las crisis
que reúnen los restantes criterios, pero presentan menos de 4 de estos síntomas, se denominan crisis
sintomáticas limitadas.
La ansiedad característica de las crisis de angustia puede diferenciarse de la ansiedad generalizada por su
naturaleza intermitente, prácticamente paroxística, y su característica gran intensidad.
Los parientes de primer grado de los individuos con trastorno de angustia tienen entre cuatro y siete veces más
probabilidades de presentar este trastorno. Sin embargo, en los centros asistenciales entre la mitad y las tres
cuartas partes de los pacientes con trastorno de angustia no presentan el antecedente de un pariente de primer
grado afectado. Los estudios con gemelos indican una influencia genética en la aparición del trastorno de
angustia.
Existen tres tipos característicos de crisis de angustia, que se diferencian por el modo de inicio y la presencia o
ausencia de desencadenantes ambientales:
DRA. LILIAN DIESTRO 2
3. 3
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• crisis de angustia inesperadas (no relacionadas con estímulos situacionales)
• crisis de angustia situacionales (desencadenadas por estímulos ambientales
• crisis de angustia más o menos relacionadas con una situación determinada
2.1.4 TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA
El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por la preocupación excesiva (expectación aprensiva) y la
aparición de síntomas de angustia permanentes, aunque estos síntomas fluctúan según los acontecimientos de la
vida diaria.
Para el diagnóstico en el DSM-IV-TR se requiere ansiedad y preocupación durante seis meses, más como mínimo
tres de los siguientes seis síntomas:
• Inquietud
• Fatigabilidad fácil
• Dificultad de concentración
• Irritabilidad
• Tensión muscular
• Alteraciones del sueño
Se requiere además afectación clínicamente significativa o deterioro social, laboral u otros.
En la ansiedad generalizada los síntomas más frecuentes son:
1. Psíquicos:
• Preocupación excesiva, o expectación aprehensiva
• Hipervigilancia
• Tensión motora
2. Neurovegetativos:
• Cardiovasculares: Taquicardia, palpitaciones y extrasístoles.
• Respiratorias: Opresión precordial a veces irradiada al brazo, puntadas torácicas, etc.
• Gastrointestinales: Sequedad bucal, hipersalivación, bolo esofágico, diarreas, etc.
• Sistema nervioso: Parestesias, palidez, mareos, alergias diversas y temblores.
• Piel: Sudores profusos, bochornos.
• Oftalmológicas: Visión borrosa.
• Genitourinarios: Poliaquiuria, a menudo metrorragia, frigidez, eyaculación precoz.
2.2 TRASTORNOS PSICÓGENOS DISOCIATIVOS
TRASTORNO DE CONVERSIÓN
Los trastornos conversivos o de conversión son definidos como fenómenos pseudoneurológicos, cuya principal
característica es la pérdida o alteración de una función que se asemeja a una enfermedad neurológica sin que
existan hallazgos exploratorios congruentes con la misma. Ambos sistemas coinciden en considerar como requisito
para el diagnóstico el establecimiento de un nexo asociativo temporal entre “un estresor psicosocial identificable”
o la “expresión de un conflicto intrapsíquico” y el inicio de los síntomas, lo cual implica una más que discutible
asunción de hipotéticas teorías etiopatogénicas traumática y de conflicto interno del trastorno conversivo.
Los síntomas conversivos pueden clasificarse en función de su naturaleza motora o sensorial, siendo los más
frecuentes la parálisis, afonía, crisis convulsivas, alteraciones de la marcha o la coordinación, ceguera, visión
escotómica y anestesia. Estos síntomas no pueden estar “sometidos a control voluntario”, ni “determinados”
culturalmente ni tampoco limitarse a un dolor o disfunción sexual. En muchos casos el paciente puede mostrar una
aparente despreocupación muy característica y que se ha denominado belle indifference.
Existe asociación entre el trastorno de conversión y los trastornos del sistema nervioso central, y en sugerir que la
causa de dicho trastorno se encontraba en el estrés y situaciones ambientales, que afectan las áreas “afectivas” del
cerebro de una persona con una hipersensibilidad premórbida. El trastorno se inicia generalmente en los últimos
años de la adolescencia o los primeros de la edad adulta, siendo particularmente rara su aparición antes de los 10
años o después de los 35. La intensidad de los síntomas suele impedir la actividad de la vida diaria.
2.3 TRASTORNOS DE SOMATIZACION
Somatización
Toda expresión de una vivencia subjetiva de malestar psicológico en modo y manera de síntomas físicos, orgánicos
o somáticos, que pueden presentarse clínicamente de modo aislado o estructurado total o parcialmente en forma
de síndromes o complejos sintomatológicos o semiológicos, sin que se encuentre fundamentación médico-biológica
de los mismos (criterio enormemente discutible y relativo), pero pudiéndose conjeturar una relación de causalidad
entre estas vivencias y estos síntomas con problemas, conflictos o trastornos psicológicos y psicopatológicos según
el modelo médico-psiquiátrico de enfermedad.
Definición
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Es una afección crónica en la cual hay numerosas dolencias físicas, que pueden durar por años y ocasionar
desajustes sustanciales. Los síntomas físicos son causados por problemas psicológicos y no se puede identificar
ningún problema físico subyacente.
2.3.1 TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL
La preocupación excesiva por algún defecto imaginado en el aspecto físico es la característica más relevante de este
trastorno. Los pacientes suelen mostrarse avergonzados y excesivamente preocupados por sí mismos, lo que les
provoca un malestar significativo y un deterioro social o laboral. Numerosos pacientes realizan conductas de
comprobación compulsivas y solicitan intervención médica. El trastorno dismórfico corporal presenta un índice de
comorbilidad hasta del 60% según algunos trabajos publicados. Especialmente se relaciona con la fobia social, la
depresión, el consumo de sustancias y el trastorno de personalidad por evitación.
El curso de este trastorno es crónico con pocos episodios de recuperación o remisión de síntomas y con una
variación de la intensidad de estos a lo largo del tiempo. El inicio de la enfermedad se sitúa en la adolescencia y
puede ser gradual o repentino. Apenas existen estudios epidemiológicos que aporten datos sobre la prevalencia en
la población general de este trastorno debido a que está infra diagnosticado. Estas cifras se encuentran entre un 5 y
un 40%. Algunos estudios estiman que un 5% de los pacientes que acuden a centros de estética padecen ese
trastorno.
Se debe distinguir de otras enfermedades dónde también están presentes preocupaciones corporales, como en el
caso de la anorexia (las preocupaciones se centran en el peso), del trastorno del estado de ánimo (preocupaciones
sobre la apariencia congruentes con el estado de ánimo), del trastorno de la personalidad por evitación o con fobia
social (las preocupaciones pueden ser por defectos reales y son poco intensas), o del trastorno obsesivo-com-
pulsivo (las intrusiones y compulsiones no se centran únicamente en el aspecto físico).
2.3.2 HIPOCONDRIASIS
La hipocondría es un trastorno polimorfo, caracterizado por tres tipos de elementos:
1. Preocupación o miedo a padecer una enfermedad grave.
2. Convicción de padecer esta enfermedad.
3. Presencia de síntomas físicos.
Este sentimiento de convicción de padecer la enfermedad se da a partir de la interpretación personal de los
síntomas somáticos, de forma que pequeñas molestias física, inespecíficas y sin importancia, son amplificadas y
elevadas por el sujeto a la categoría de enfermedad grave. Evidentemente estas interpretaciones erróneas
persisten a pesar de las exploraciones físicas y médicas apropiadas y repetitivas. En este sentido no es raro que el
paciente acuda a múltiples médicos y consultas por la esperanza de que se le confirme una supuesta enfermedad
física. Es un paciente difícil para el médico, pues desconfía fácilmente cuando se le dice que no tiene ninguna
enfermedad de base orgánica. Tal preocupación por la salud provoca malestar clinicamente significativo o
deterioro social o laboral, ya que la duración del trastorno suele ser prolongada, a veces crónica, y en cualquier
caso superior a 6 meses.
A menudo el trastorno clínico inicia sobre una personalidad hipocondriaca de base. Tampoco es raro que la
hipocondría aparezca acompañada de ansiedad, depresión, trastorno obsesivo compulsivo o trastornos de la
personalidad.
El cuadro clínico será característico desde el punto en que la preocupación y meticulosidad con que exponen sus
síntomas, la frecuencia de sus demandas de consulta y exploración. Ahora lo que no debemos olvidar es que estos
pacientes tienen una alteración sensoperceptiva amplificada, lo que los lleva a sobredimensionar sus “ruidos
corporales”.
No existe un tratamiento específico, lógicamente, si es secundaria a otra enfermedad, el tratamiento debe ir
dirigido al trastorno primario. Sin embargo, si es primaria, el tratamiento farmacológico es inespecífico, aunque en
los últimos años destacan las posibilidades de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) en
dosis elevadas. Sin embargo, lo más importante es conseguir la confianza del paciente, hacer la alianza terapéutica
para qué tome conciencia del origen psíquico de su dolencia. El abordaje psicológico es imprescindible
2.3.3 DEPRESIÓN NEURÓTICA
Es un trastorno neurótico que se caracteriza por una depresión desproporcionada consecuencia de alguna
experiencia aflictiva. A diferencia de los trastornos de tipo psicótico o endógeno, en la depresión neurótica no hay
ideas delirantes. Frecuentemente se presenta junto a un estado de ansiedad.
Es un trastorno caracterizado por un descenso persistente en el ánimo, pensamientos negativos y, en algunos
casos, síntomas somáticos como reacción a una pérdida o fracaso de cualquier tipo. A pesar de su alta prevalencia,
una gran cantidad de casos no llega a ser diagnosticado, lo que compromete su evolución y llega a plantear riesgos
como el de la conducta suicida. Existe para ello dos motivos: la limitada tendencia de estos enfermos a buscar
ayuda y la expresión a través de molestias físicas que pueden ocultar el trastorno depresivo primario. Según
estudios europeos, la depresión es la segunda causa de discapacidad en el mundo. Provoca más incapacidad,
sufrimiento y pérdida de la calidad de vida que otras enfermedades crónicas.
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5. 5
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En el cuadro clínico debemos hacer una diferenciación entre:
• Síntomas nucleares
o Estado de ánimo deprimido
o Pérdida de interés y anhedonia
o Disminución de la vitalidad
• Síntomas accesorios
o Disminución de atención que a veces se percibe como falta de memoria
o Pérdida de confianza en uno mismo y sentimiento de inferioridad
o Ideas de culpa
o Perspectiva sombria del futuro
o Ideas de muerte
o Trastornos del sueño
o Pérdida de libido y apetito
Para el diagnóstico se requiere al menos dos semanas de persistencia del cuadro. Habitualmente se produce un
deterioro en el funcionamiento que afecta en las actividades sociales, laborales y de la vida cotidiana. Es
importante destacar que esta enfermedad se puede ver oculta por consumo de alcohol, hipocondría, fobias,
obsesiones, etc.
El tratamiento se basa en la instauración de medidas psicoterapeúticas y farmacológicas. El abordaje psicológico
requiere pautas de apoyo que ofrezcan seguridad, sinceridad, comprensión disponibilidad y competencia. Se
requiere explicar el carácter temporal y el pronóstico favorable de la enfermedad, evitando la toma de decisiones
trascendentes e intentando implicar al entorno en el proceso curativo. Se debe corregir la idea de incurabilidad y
autoinculpación.
Desde el punto de vista farmacológico se dispone de medicamentos que requieren un periodo de latencia de
entre 10 y 15 días. Se sugiere continuar el tratamiento por lo menos por 6 meses-1 año para prevenir recaídas.
Los antidepresivos tricíclicos como imipramina son de gran eficacia pero debido a sus efectos adversos
(anticolinérgicos) se debe tener cuidado en pacientes cardiópatas, con glaucoma o prostatismo. Los efectos
colaterales como sequedad de boca, aumento de peso, visión borrosa y estreñimiento puede provocar rechazo
del paciente. La segunda opción son los ISRS como la fluoxetina (20-40 mg) ya que tiene menos efectos
secundarios gastrointestinales y disfunción sexual
2.4 PREVENCIÓN DEL SUICIDIO
Al suicidio se lo entiende ahora como un trastorno multidimensional, que resulta de una compleja interacción de
factores biológicos, genéticos, psicológicos, sociológicos y ambientales. La investigación ha mostrado que entre
40-60% de las personas que cometen suicidio han consultado a un médico en el mes anterior al suicidio; de éstos,
son muchos más los que han visto a un médico general que a un psiquiatra. En países donde los servicios de salud
mental no están bien desarrollados, la proporción de personas en crisis suicida que consultan a un médico
general, tiende a ser mayor. Identificar, valorar y manejar a los pacientes suicidas es una tarea importante del
médico, quien juega un papel crucial en la prevención del suicidio. Si un paciente está perturbado
emocionalmente, con pensamientos suicidas vagos, la oportunidad de ventilar sus pensamientos y sentimientos
ante un médico que demuestre interés, puede ser suficiente. No obstante, la oportunidad de un seguimiento
posterior debe dejarse abierta, especialmente si el paciente tiene un inadecuado apoyo social. Sin importar el
problema, los sentimientos de una persona suicida son usualmente una tríada de desamparo, desesperanza y
desespero.
Los tres estados más comunes son: Ambivalencia. La mayoría de los pacientes son ambivalentes hasta el final.
Ésta es una batalla de vaivén entre el deseo de vivir y el de morir. Si esta ambivalencia es usada por el médico
para aumentar el deseo de vivir, el riesgo puede reducirse Impulsividad. El suicidio es un fenómeno impulsivo y el
impulso por su misma naturaleza es transitorio. Si se proporciona apoyo al momento del impulso, la crisis puede
disolverse. Rigidez. Las personas suicidas son rígidas en su pensamiento, su humor y su actuar y sus
razonamientos sufren dicotomía en términos de uno u otro. Al explorar varias posibles alternativas para tratar
con el paciente suicida, el médico gentilmente hace que el paciente tome conciencia de que existen otras
opciones, así no sean ideales
3.- BIBLIOGRAFÍA
1. Harol I. Kaplan. Sadock B, Manual de psiquiatría clínica, 4 ed. Editorial Masson Salvat, 2007.
2. Farreras P.; Rozman M; Medicina Interna; Ed. ELSEVIER; 17° edición, Barcelona-España.2012
3. Gayral L., Barcia D.: Semiología Clínica psiquiátrica. Grupo Arán. Madrid, España.,1991
4. Vallejo Ruiloba Introduccion a la Psicopatologia y la psiquiatría; Edit Elsevier; 6ta ed. 2006
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En el cuadro clínico debemos hacer una diferenciación entre:
• Síntomas nucleares
o Estado de ánimo deprimido
o Pérdida de interés y anhedonia
o Disminución de la vitalidad
• Síntomas accesorios
o Disminución de atención que a veces se percibe como falta de memoria
o Pérdida de confianza en uno mismo y sentimiento de inferioridad
o Ideas de culpa
o Perspectiva sombria del futuro
o Ideas de muerte
o Trastornos del sueño
o Pérdida de libido y apetito
Para el diagnóstico se requiere al menos dos semanas de persistencia del cuadro. Habitualmente se produce un
deterioro en el funcionamiento que afecta en las actividades sociales, laborales y de la vida cotidiana. Es
importante destacar que esta enfermedad se puede ver oculta por consumo de alcohol, hipocondría, fobias,
obsesiones, etc.
El tratamiento se basa en la instauración de medidas psicoterapeúticas y farmacológicas. El abordaje psicológico
requiere pautas de apoyo que ofrezcan seguridad, sinceridad, comprensión disponibilidad y competencia. Se
requiere explicar el carácter temporal y el pronóstico favorable de la enfermedad, evitando la toma de decisiones
trascendentes e intentando implicar al entorno en el proceso curativo. Se debe corregir la idea de incurabilidad y
autoinculpación.
Desde el punto de vista farmacológico se dispone de medicamentos que requieren un periodo de latencia de
entre 10 y 15 días. Se sugiere continuar el tratamiento por lo menos por 6 meses-1 año para prevenir recaídas.
Los antidepresivos tricíclicos como imipramina son de gran eficacia pero debido a sus efectos adversos
(anticolinérgicos) se debe tener cuidado en pacientes cardiópatas, con glaucoma o prostatismo. Los efectos
colaterales como sequedad de boca, aumento de peso, visión borrosa y estreñimiento puede provocar rechazo
del paciente. La segunda opción son los ISRS como la fluoxetina (20-40 mg) ya que tiene menos efectos
secundarios gastrointestinales y disfunción sexual
2.4 PREVENCIÓN DEL SUICIDIO
Al suicidio se lo entiende ahora como un trastorno multidimensional, que resulta de una compleja interacción de
factores biológicos, genéticos, psicológicos, sociológicos y ambientales. La investigación ha mostrado que entre
40-60% de las personas que cometen suicidio han consultado a un médico en el mes anterior al suicidio; de éstos,
son muchos más los que han visto a un médico general que a un psiquiatra. En países donde los servicios de salud
mental no están bien desarrollados, la proporción de personas en crisis suicida que consultan a un médico
general, tiende a ser mayor. Identificar, valorar y manejar a los pacientes suicidas es una tarea importante del
médico, quien juega un papel crucial en la prevención del suicidio. Si un paciente está perturbado
emocionalmente, con pensamientos suicidas vagos, la oportunidad de ventilar sus pensamientos y sentimientos
ante un médico que demuestre interés, puede ser suficiente. No obstante, la oportunidad de un seguimiento
posterior debe dejarse abierta, especialmente si el paciente tiene un inadecuado apoyo social. Sin importar el
problema, los sentimientos de una persona suicida son usualmente una tríada de desamparo, desesperanza y
desespero.
Los tres estados más comunes son: Ambivalencia. La mayoría de los pacientes son ambivalentes hasta el final.
Ésta es una batalla de vaivén entre el deseo de vivir y el de morir. Si esta ambivalencia es usada por el médico
para aumentar el deseo de vivir, el riesgo puede reducirse Impulsividad. El suicidio es un fenómeno impulsivo y el
impulso por su misma naturaleza es transitorio. Si se proporciona apoyo al momento del impulso, la crisis puede
disolverse. Rigidez. Las personas suicidas son rígidas en su pensamiento, su humor y su actuar y sus
razonamientos sufren dicotomía en términos de uno u otro. Al explorar varias posibles alternativas para tratar
con el paciente suicida, el médico gentilmente hace que el paciente tome conciencia de que existen otras
opciones, así no sean ideales
3.- BIBLIOGRAFÍA
1. Harol I. Kaplan. Sadock B, Manual de psiquiatría clínica, 4 ed. Editorial Masson Salvat, 2007.
2. Farreras P.; Rozman M; Medicina Interna; Ed. ELSEVIER; 17° edición, Barcelona-España.2012
3. Gayral L., Barcia D.: Semiología Clínica psiquiátrica. Grupo Arán. Madrid, España.,1991
4. Vallejo Ruiloba Introduccion a la Psicopatologia y la psiquiatría; Edit Elsevier; 6ta ed. 2006
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