2. La malnutrición crónica en los primeros años de vida provoca frecuentes retrasos
del crecimiento y afecta a la persona, tanto sanitaria como social mente durante
toda su vida. Aunque la mejor prevención empieza en la niñez, la adopción de
medidas para mejorar el acceso a los alimentos también sería beneficiosa para los
adolescentes. La anemia es uno de los principales problemas de origen nutricional
que afecta a las chicas. Prevenir embarazos precoces y mejorar el estado de
nutrición de las niñas antes de que queden embarazadas podría reducir la
mortalidad materna e infantil y ayudar a romper el círculo vicioso de la malnutrición
intergeneracional. Ello requiere no sólo mejorar el acceso a alimentos nutritivos y a
suplementos de micronutrientes, sino también, en muchos sitios, prevenir las
infecciones. La adolescencia es un buen momento para adquirir hábitos saludables
de alimentación y ejercicio, que pueden contribuir al bienestar físico y psicológico
durante ese periodo, y para reducir la probabilidad de que en la edad adulta
aparezcan enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición. Promover modos
de vida sanos también es fundamental para atajar la rápida progresión de la
epidemia de obesidad.
3. Muchos problemas de salud mental surgen al
término de la infancia y principios de la
adolescencia. El hecho de potenciar la
sociabilidad, la capacidad para resolver
problemas y la confianza en uno mismo
ayuda a prevenir problemas de salud mental
como los trastornos del comportamiento, la
ansiedad, la depresión o los trastornos ligados
a la comida, junto con otras conductas de
riesgo como las ligadas a la vida sexual, el
consumo de sustancias o las actitudes
violentas.