2. En portada:
Divina Pastora de Alonso Miguel de Tovar
Derechos de autor registrados
2018 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado.
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
¿Dónde están? - Federico Salvador Ramón – Edición actualizada
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@gmail.com
3. por
Federico Salvador Ramón
Publicado en la Revista Mariana Esclava y Reina
Febrero de 1930
Guadix – Granada - España
Edición actualizada por
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
4. ¿DÓNDE ESTÁN?
Federico Salvador Ramón
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4
En Ti y nada más que en Ti.
En tu seno, en tu corazón, en tu amor, Reina Inmaculada. En esa divina bodega que encierras en
tu pecho sacrosanto, ahí están los hombres que han de venir.
Pero, ¿cuándo salen a la luz del día tal como ellos han de ser?
¿Es acaso, Señora Inmaculada, que, absortos ante los encantos de tu hermosura y subyugados por
la suavidad de tus sublimes virtudes, viven agotados en Tu contemplación y en Ti sólo viven?
¿Es que hallaron en Ti el monte y el collado do mana el agua pura y, regalándose en tu gracia
purísima, no quieren salir de las delicias de los campos de flores esmaltados, en donde Tú recreas con
aromas de nardos y blancura de azucenas y timideces de violetas a las almas delicadas que, si sienten
amores, sólo para Ti quieren sentirlos?
¿Es, por ventura, que esas almas, que de veras te aman y que sienten sus delicias en tu amor, juzgan
que hicieron por tu gloria cuanto pudieron y debieron, porque trabajan, porque sufren y quieren trabajar
más y sufrir más? Pero trabajan en sus obras, más que en las tuyas; en lo que ellas quieren, más que en lo
que quieres Tú.
¿Es, acaso, por este motivo por el cual los que te aman no llegan a formar la colmena, en donde el
enjambre unido, compacto, fuerte, labora fecundo para utilidad y regalo de todos? Porque es indudable que
hoy existen almas enamoradas de María y tan llenas de sabiduría y de santidad que, no sé si atreverme a
decirlo, difícilmente se hallará otra época en la que se cuenten más hombres distinguidos por su ciencia y
virtud y, esto no obstante, no aparecen los hombres que han de venir.
¡Pluguiera al cielo que ya llenaran el mundo y nosotros no los conociéramos!
¡Pero tenemos tantos motivos para dudar de que existan ya esos hombres!
«Ellos han de ser formados por el Altísimo, en unión con su Madre, y serán grandes santos que
sobrepujarán en santidad a la mayor parte de los otros santos, como los cedros del Líbano exceden a los
arbustillos.»
Hay almas que, al meditar estas extraordinarias palabras del amadísimo vidente de Montfort, en
su humildad, dicen y repiten una y mil veces y hoy y mañana, y siempre, que no son capaces, que son tan
miserables que les es imposible alcanzar santidad tanta. Y, de ahí, deducen que no pueden ni pensar en ser
del número de los hombres que han de venir. Pero, a todas luces, es añagaza de Lucifer esta falsa humildad
en la resolución que toman, porque al hombre para ser santo le basta querer y corresponder, le basta estar
5. ¿DÓNDE ESTÁN?
Federico Salvador Ramón
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5
pronto al llamamiento divino, sin regatear en el tiempo ni en el modo. Dios, que nos llama para un fin, nos
dará todos los medios superabundantes para que lleguemos al fin que Él se propone.
Cierto es que nosotros, de nosotros mismos, nada podemos en el orden sobrenatural, pero no por
eso dejamos de hacer de nuestra parte cuanto podemos para ser santos, aunque no tenemos para qué pensar
en el más o en el menos.
El grado de santidad de cada alma a Dios sólo es dado conocerlo. Nosotros, cuando estemos en la
visión beatífica, veremos cómo se distingue la claridad de los santos entre si y la diferencia que hay en el
esplendor de los tronos en que se asientan los santos. Acá, nuestras comparaciones entre uno y otro justo,
están expuestas a múltiples equivocaciones.
Empero, hay medidas de santidad que son inequívocas si nosotros las sabemos aplicar; a lo menos,
no nos engañan en lo que se refiere a la apreciación de la santidad en sus principios, en sus bases
fundamentales. Nosotros no sabremos decir cuando un santo es más humilde que otro, pero es bien cierto
que el que sea más humilde delante de Dios, será más ensalzado, y que el que más ahonde en su propio
desprecio, será el que más alto levante la fábrica de su santidad.
Podemos concluir con toda evidencia que al hablar el Vidente Montfortiano de la excelsa santidad
de los esclavos de amor divino en María, lo que asegura es que serán singularmente humildes, y, por lo
tanto, mientras no veamos hombres con un límite de humildad más profundo que los límites hasta hoy
conocidos, no podremos decir que tenemos el indicio seguro de que ya han venido los hombres que han de
venir y que serán, según la gráfica frase del Beato Luis María que de mil maneras repite,« pequeños y
pobres, según el mundo, y rebajados ante los otros como el talón, hollados y oprimidos, como el talón lo es
respecto de los demás miembros del cuerpo.»
He ahí el secreto para alcanzar la perfección que predica el mariano Maestro de los esclavos.
Y comoquiera que la hondura de la humildad se mide con lo largo de la obediencia, por este
fundamental motivo tantas veces hemos dicho y repetido en esta humildísima Revista que esas almas serán
las que se apresten a servir a Jesucristo en María, obedeciendo sin regateos a la jerarquía eclesiástica desde
el Papa hasta el último párroco rural.
Mis amados compañeros y hermanos en el sacerdocio, ya seáis seculares, ya religiosos, advertid
que tal vez habla Dios a vuestro corazón y, sin daros cuenta, hacéis por no ver el camino tan recto, tal vez
espantable a primera vista, como es toda mortificación y propio vencimiento a nuestra deteriorada
naturaleza por el pecado y las malas pasiones.
Pero no olvidéis que esos esclavos, pobres y pequeños ante los ojos del mundo, «serán ricos de las
gracias de Dio que María les distribuirá abundantemente; grandes y exaltados en santidad delante de Dios;
superiores a toda criatura por su celo inflamado y tan fuertemente apoyados en el socorro divino que, con
la humildad de su talón, en unión de María, aplastarán la cabeza del diablo y harán triunfar a Jesucristo.»
¿Es posible más claridad?
¿Por qué espantarse ante la humillación de la suprema obediencia ni ante la exaltación en el
apostolado, si todo es obra de Dios, mediante María?
¡Para Jesucristo la gloria, para nosotros la humillación!
¿Qué merecemos los hombres más que desprecios?
Queramos nosotros ser obedientes hasta la muerte, y muerte de Cruz, y lo demás se nos dará por
añadidura. Con el Apóstol, sienta nuestra alma, en lo más profundo de su anonadamiento, que todo «lo
podemos en Aquél que nos conforta», y, entonces, ¿cómo no ha de ser el más regalado fruto de nuestras
6. ¿DÓNDE ESTÁN?
Federico Salvador Ramón
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almas ser pobres y pequeños y, como el talón, delante de todas las personas con las cuales hemos de convivir
y con las que hemos de tratar, haciéndonos en todo a ellas para llevarlas a Cristo?
¡Seglares que amáis al divino Pastor de nuestras almas y que debéis participar en toda acción
católica, principalmente en la obra directa de la salvación de las almas, no temáis la obediencia a vuestros
Prelados, a vuestros Párrocos!
Trabajad guiados por ellos, y pedid al Príncipe de los Pastores que pronto envíe a los que ha de
enviar para que, en ellos, podáis aprender humildad, sumisión, obediencia… Y, cuando la humana flaqueza
se os quiera imponer, en esos apóstoles de los últimos tiempos, inflaméis vuestro celo y, sin temer a nada
ni a nadie, por ellos alentadas, luchéis con denuedo las batallas del Señor hasta que veamos al mundo
convertido en un solo redil con un solo Pastor, y sintamos en todas las naciones la paz de Cristo en el reino
de Cristo, y de los corazones de todos los hombres, como si fuera un solo corazón, brote el gran himno de
gloria que nos enseña Pío XI, que ponen en práctica los mártires de la Iglesia y, hoy muy en especial los
atribulados mexicanos, himno que todo católico siente en lo más íntimo de su alma:
¡Viva Cristo Rey!
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Derechos de autor registrados
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