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                        CEVALLOS,
                        LA COLONIA DEL SACRAMENTO
                        Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA
                        AL RÍO DE LA PLATA
                        OSCAR C. ALBINO
                                                                                               El vicealmirante Oscar C. Albino
                                                                                               egresó de la Escuela Naval Militar
                                                                                               en 1956 como guardiamarina
                                                                                               del Cuerpo de Comando
                                                                                               Escalafón Naval.
                                                                                               Realizó cursos de Artillería,
                                                                                               Salvamento y CIC.
En la historia argentina actual es común mencionar                                             Ejerció los Comandos del patrulle-
                                                                                               ro Murature, corbeta Guerrico, Je-
dos invasiones inglesas al Río de la Plata: la primera en 1806 (Beresford), con la Recon-      fe del SEYCAD, Comando Naval
quista de Buenos Aires, y la segunda en 1807 (Whitelocke) con la Defensa de Buenos Ai-         de Tránsito Marítimo, Segunda Di-
res. Pero es casi desconocido el primer intento realizado con razonables expectativas de       visión de Destructores, Comando
                                                                                               del Área Naval Puerto Belgrano,
éxito poco más de cuarenta años antes (1), como veremos.                                       Jefe de la Base Naval Puerto Bel-
                                                                                               grano y Comandante de Opera-
Considero que en 1806 y 1807 hubo una sola invasión con tres desembarcos importan-             ciones Navales.
                                                                                               Pasó a situación de retiro en
tes: Quilmes, Maldonado, Ensenada. Porque la armada inglesa permaneció en el Río de            agosto de 1991.
la Plata entre junio de 1806 y enero de 1808, y en ese lapso los buques no estuvieron
inactivos. La misma crónica inglesa lo confirma: “cinco desembarcos anfibios y tres asal-
tos a ciudades españolas”. (2) Es un tema interesante para otro trabajo.

Para llegar al porqué de esta Primera Invasión Inglesa al Río de la Plata en 1762/63 es
necesario bucear un poco en las conocidas ambiciones expansionistas portuguesas so-
bre las colonias españolas en Sudamérica y los conflictos consecuentes. Particularmen-
te para nosotros, la existencia de la Colonia del Sacramento, las guerras provocadas pe-
riódicamente por la sucesión al trono de España (el sempiterno temor de Francia a verse
encerrada entre dos familias germanas), y finalmente la política inglesa siempre buscan-
do en su provecho el equilibrio de poder en Europa; sus manifiestas ambiciones comer-
ciales globales y el uso que hizo de Portugal como peón de su política.
                                                                                               Boletín del Centro Naval

Hay un importante trabajo sobre el tema de este primer ataque, del Dr. Enrique M. Bar-         Número 810
ba, publicado originalmente en 1950 en la revista Humanidades, Facultad de La Plata, y         Enero/abril de 2005
mencionado luego en Historia Marítima Argentina. (3)                                           Recibido: 11.10.2002


No pretendo corregir ni agregar a ese trabajo, que cito en gran parte de manera abrevia-
                                                                                               (1)
da, sino hacerlo accesible al público naval, sumar información complementaria y, particu-      Personalmente adhiero al criterio del
larmente, rescatar y difundir la poco apreciada figura de quien fuera nuestro primer Virrey,   contraalmirante Destéfani en cuanto a
don Pedro de Cevallos, y que como Teniente General de los Ejércitos de España y Gober-         que la primera fue la que mencionare-
nador General del Río de la Plata tuvo a su cargo la defensa en aquella oportunidad. Por       mos, de 1762/63, y la segunda la ocu-
                                                                                               pación de Puerto Egmont, Malvinas, en
sus condiciones castrenses y personales, lo considero como el mejor militar que tuvo Es-
                                                                                               1766-74; ver Historia Marítima Argenti-
paña en América en todo el período colonial.                                                   na, vol. III, pág. 309, vol. IV, pág. 311.

Y justamente a lo largo del período colonial, la Colonia del Sacramento fue indudablemen-      (2)
te la manzana de la discordia en el Río de la Plata; punto estratégico tanto militar como      The Royal Navy in the River Plate ....
                                                                                               pág. Ix.
comercial; que en manos portuguesas era la base ideal de penetración del contrabando
inglés en nuestro territorio, por entonces de 6 millones de kilómetros cuadrados. Como         (3)
tal, Inglaterra intentaría aprovecharla en 1762 para dar un paso adelante. Aclaremos que       H.M.A., volumen III, pág. 309.
este último país siempre apoyó a Portugal contra España.
42   CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA




     Debo reconocer sin embargo, que ante la ineptitud administrativa española, la presencia
     portuguesa en Colonia, sacando provecho del comercio del contrabando, fue un aliciente
     de desarrollo económico para la región del Uruguay actual. Aún antes de la existencia de
     la Colonia, las descuidadas costas de la ribera norte eran utilizadas por los portugueses
     para introducir contrabando.

     Fue un constante anhelo de Portugal desconocer el Tratado de Tordesillas (lo lograría en
     1750) y expandir su asentamiento americano hasta el Río de la Plata. En 1676, atendien-
     do a reclamos de la corona portuguesa, el Papa extiende la jurisdicción de la diócesis de
     Río de Janeiro hasta las márgenes del Río de la Plata.

     La separación de las dos coronas (España y Portugal, 1640) afectó seriamente la situa-
     ción financiera portuguesa al eliminar el contrabando rioplatense, que era una importan-
     te fuente de recursos.

     Por lo tanto, la fundación de la Colonia no es un hecho aislado o fortuito sino la secuela
     de un conjunto complejo de factores económicos y políticos, algunos de los cuales se
     pierden en el tiempo. En corto, la necesidad de revivir la economía de Río de Janeiro, ex-
     plotando la extraordinaria abundancia de ganado vacuno en la banda oriental del Uruguay.

     Continúa nuestra historia cuando el 26 de enero de 1680 el gobernador de Río de Janei-
     ro, Manuel de Lobo, funda en nombre de Portugal un asentamiento sobre la costa norte del
     Río de la Plata, casi frente a Buenos Aires, a la que denomina Colonia del Sacramento. Reac-
     ciona España y el siguiente 6 de agosto, el Maestre de Campo Antonio de Vera y Mujica, por
     orden del gobernador de Buenos Aires, José de Garro, la toma en nombre de España.

     En el conjunto de sus permanentes problemas exteriores, España tenía una amplia varie-
     dad de enemigos, y por entonces una complicada situación con Francia. Como aditivo, sus
     colonias del Atlántico Sur eran una presa codiciada para muchos. El mariscal Vauban ha-
     bía presentado un proyecto de asalto a Buenos Aires; no fueron por lo tanto solamente
     los ingleses. Pero la sucesión del trono español cambiaría en pocos años la situación.

     En 1681 el débil gobierno español de Carlos II firma el Tratado Provisional (de Lisboa),
     por el cual la Colonia vuelve a manos portuguesas (concretado en febrero de 1683); mien-
     tras, una comisión estudiaría los reclamos y derechos de ambas partes. El tema se de-
     mora en el tiempo por desacuerdos de los delegados, y aun el Papa, a quien se le había
     solicitado mediación, tampoco se expide esperando que el problema se solucione políti-
     camente sin comprometerlo.

     Pero Carlos II, rey de España, muere en 1700. Los pretendientes al trono vacante son
     dos: el duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el Habsburgo Carlos, archiduque
     de Austria. Cuando finalmente el duque de Anjou asume como Felipe V de España (primer
     Borbón), el emperador de Alemania Leopoldo I, padre de Carlos, le declara la guerra. Lo
     apoyan, entre otros, Inglaterra, Holanda y Portugal.

     Ha comenzado la llamada Guerra de Sucesión de la Corona Española. No será ciertamen-
     te la única (la última por esta causa fue la guerra franco-prusiana de 1870).

     En 1701, por el Tratado de Alforza, España renuncia a la Colonia, la que en teoría podía
     ser mantenida solamente por mar y sin posibilidades (¿?) de expandirse tierra adentro
     más allá del alcance de un tiro de cañón.

     Como ingrediente interesante, en 1703 se firman dos importantes tratados entre Inglate-
     rra y Portugal. El primero (16 de mayo), colocaba a Portugal del lado de la Gran Alianza
     Anglo-Austríaca, que apoyaba a la monarquía Habsburgo en su lucha contra los Borbones
     por el trono de España, y que hizo de Portugal una base de desembarco para las tropas
BCN 810                               43


británicas durante la Guerra de la Sucesión Española. En la práctica, Portugal quedaba
bajo la dependencia política de Inglaterra.

El segundo, llamado Tratado de Methuen (27 de diciembre), aunque nominalmente un pac-
to comercial, tuvo importantes consecuencias económicas para ambos países.

Fue firmado por el diplomático inglés John Methuen, enviado en Portugal, y por el portu-
gués conde de Alegrete. Por el mismo, los portugueses aceptaban admitir textiles ingle-
ses, que habían previamente prohibido. Inglaterra, por su parte, aceptaba importar opor-
to con un impuesto un tercio menor que le aplicaban a los vinos franceses. El tratado tam-
bién le daba al rey de Portugal el derecho de prohibir nuevamente la importación de tex-
tiles ingleses si éstos reducían los impuestos a los vinos franceses.

Portugal quedaba por lo tanto libre de la dominación franco-española, a cambio de ser co-
locado en una posición de dependencia económica de Inglaterra. La industria del vino se
desarrolló rápidamente en la región del alto Douro, la mayoría de ella era controlada por
capitalistas británicos. Vastos campos de granos fueron convertidos en viñedos, de ma-
nera que el pan de Portugal fue sacrificado por el vino para los ingleses. Además, Portu-
gal continuó siendo un país agrícola, productor de materias primas y un importador de pro-
ductos manufacturados. Como resultado, la naciente industria portuguesa quedó demo-
rada por más de un siglo. El tratado fue finalmente revocado por un acuerdo de 1842; pe-
ro de cualquier manera, Portugal continuó siendo un satélite de Inglaterra hasta la diso-
lución del imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial.

Si sumamos el interés de Gran Bretaña en el Río de la Plata y la enemistad, fruto de in-
tereses opuestos de ésta con España, nos encontraremos con consecuencias importan-
tes para nuestra área, las que se prolongarán en el tiempo, mucho más allá del alcance
de este trabajo.

En abril de 1704 España le declara la guerra a Portugal; en octubre una fuerza de Bue-
nos Aires al mando del sargento mayor Baltasar García Ross reconquista la Colonia pa-
ra España (había sido entregada en 1701).

En estas circunstancias, nace en Cádiz el 29 de junio de 1715 nuestro personaje, Pedro
Antonio Francisco de Cevallos Cortez y Calderón. Si bien el apellido de su padre era Ze-
ballos, siempre firmó “Ceballos”. (4)                                                             (4)
                                                                                                  Por línea paterna descendía del rey
En 1716, nuestra manzana de la discordia pasa nuevamente a manos de Portugal por el               godo Recaredo, y por la materna esta-
                                                                                                  ba emparentado con Hernán Cortez.
Tratado de Utrecht de 1713.

Paz de Utrecht, en realidad, que comprendió varios tratados firmados entre los beligeran-
tes como epílogo de la Guerra por la Sucesión del Trono de España. En lo que hace a es-
te último país, cede, a Inglaterra, Gibraltar y Menorca; el tratado fue precedido por el Acuer-
do de Asiento por el cual España cedió a Inglaterra el derecho exclusivo de abastecer de
negros a sus colonias por los próximos treinta años (4.800 negros por año por puerto).

Es interesante destacar que la corona inglesa firma un tratado que va a ejecutar a través
de una intermediaria, la South Sea Company (conocida en la literatura en idioma caste-
llano como Compañía Inglesa del Mar del Sur). Algo similar a lo que veremos con la East
India Company.

La South Sea Company fue fundada en 1711 para comerciar (principalmente esclavos)
con las colonias españolas en América, suponiendo que la Guerra de Sucesión Españo-
la, que se encontraba en sus etapas finales, terminaría con un tratado que autorizaría tal
comercio. En realidad, el Tratado de Utrecht fue menos favorable que lo esperado, pero
en 1718 el rey Jorge I se convirtió en Governor de la Compañía, originando un optimismo
especulativo irreal, en el que influyó la propuesta de la Compañía, aceptada por el Parla-
44                                CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA




                                  mento, de hacerse cargo de gran parte de la deuda nacional. Finalmente, en diciembre
                                  de 1720 la Compañía se derrumbó y muchos inversores quedaron arruinados. La House
                                  of Commons ordenó una investigación que demostró que por lo menos tres ministros ha-
                                  bían especulado y aceptado sobornos. A esta manía especulativa de 1720, o engaño, se
                                  la llamó South Sea Bubble.

                                  La creciente relevancia del enclave luso-británico en el Río de la Plata, la Colonia del Sa-
                                  cramento, preocupa a Madrid y para prevenir los avances portugueses en la costa norte
                                  del río, la Corona dispone la ocupación del abandonado territorio de la Banda Oriental, pa-
                                  ra lo cual ordena al gobernador de Buenos Aires en ese momento, don Bruno Mauricio de
                                  Zabala, la fundación del fuerte y pueblo de Montevideo, que realiza el 28 de abril de 1726.

                                  Mientras tanto, ¿qué es de la vida de nuestro personaje? Se educó en el Seminario de
                                  Nobles de Madrid para cursar la carrera de las armas, y en 1730 es subteniente, aunque
                                  dedicado a la política. En 1739 es Capitán de Infantería del Regimiento de Órdenes de
                                  Cataluña. De su peculio reorganiza, instruye y adiestra al regimiento, por lo cual el rey lo
(5)                               nombra en 1741 Coronel (5) del Regimiento y Caballero de la Orden de Santiago.
Coronel en aquella época era el
cargo de Jefe de un regimiento.
                                  Actuó con gran valor en las guerras por la sucesión de los tronos de Polonia y de Austria,
                                  libradas ambas, en lo que a España concierne, en campos de Italia. En 1744 es ascen-
                                  dido en el campo de batalla a Brigadier; en 1747 por comportamiento de extremo valor
                                  es Mariscal de Campo a los 32 años.

                                  Retomando el campo de la política internacional, después de algunos años de calma vuel-
                                  ven los problema: en 1750 se firma el Tratado de Madrid (o de Permuta), que deroga la
                                  línea de Tordesillas; la Colonia vuelve a España a cambio de entregar a Portugal siete
                                  pueblos de las misiones jesuíticas sobre el río Uruguay y los territorios de lo que es hoy
                                  Santa Catalina y Río Grande del Sur. En la práctica, España permuta tierras españolas por
                                  otras tierras españolas. Una cláusula secreta posterior comprometía el uso de la fuerza
                                  para desalojar a los indios.

                                  La oposición de los jesuitas y de los indios de las Misiones fue violenta; es necesario re-
                                  conocer que estos últimos habían sido el muro de contención de los avances portugue-
                                  ses, razón por la cual SMF (Su Majestad Fidelísima, el rey de Portugal) quería despresti-
                                  giar y desplazar a la Compañía.

                                  El desalojo no fue pacífico y dio origen a las guerras guaraníticas, donde España comba-
                                  te a los viejos misioneros que querían seguir perteneciendo a España, y en las que los
                                  indios fueron masacrados tanto por españoles como por portugueses. Al enterarse de la
                                  resistencia, la Corona decide enviar una expedición de 1.000 hombres al mando de Ce-
                                  vallos, a quien se le otorga el grado de Teniente General de los Ejércitos de su Majestad
                                  y se lo designa Gobernador y Capitán General de la Provincia del Río de la Plata. Su ta-
                                  rea: terminar con el traslado y trasmigración, creando nuevos pueblos. En realidad era
                                  una expedición dirigida solapadamente contra la Compañía de Jesús.

                                  Para destacar la confianza del rey en el nuevo Gobernador, se le dio amplia libertad para
                                  cambiar, agregar o dejar de cumplir cualquiera de las órdenes impartidas, siempre que re-
(6)                               dundaran en beneficio del Rey de España. (6)
Ver Gammalson.

                                  Cuando Cevallos llega a Buenos Aires en noviembre de 1757 (tenía 42 años), la rebelión
                                  ya había sido dominada, y restaba entonces completar la mudanza y asentamiento de los
                                  indígenas a los nuevos pueblos a construir en la margen derecha del río Uruguay. Queda-
                                  ban por reunir y trasladar unos 15.000, incluso los dispersos.

                                  Para el feliz y pacífico cumplimiento de esta tarea, que comienza a mediados de 1757,
                                  evitando nuevos problemas, era necesario ganarse la confianza de los aborígenes. Ceva-
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llos dio un ejemplo de tolerancia, siendo de destacar el buen trato brindado a los mis-
mos. Su preocupación era que los indígenas no cayeran en manos de los portugueses,
que los hubieran esclavizado. Pudo darse cuenta de la falsedad de los informes sobre la
Compañía, y se valió de la ascendencia de los sacerdotes sobre aquéllos. La tarea que-
dó concluida para fines de ese año. En diciembre contrae paludismo, enfermedad que lo
atormentará hasta el fin de sus días.

Algunos autores atribuyen la condescendencia que mostró hacia indios y esclavos du-
rante sus mandatos en el Río de la Plata al afectuoso recuerdo de su niñera negra Ma-
ría Rodríguez.

Pero con visión política de futuro, Cevallos da instrucciones de no destruir los pueblos
abandonados, pensando que si los portugueses no cumplían con la entrega de la Colonia,
él no entregaría en definitiva esos pueblos, temperamento que es aceptado por la Corona.

También para fines de año avizora una posible guerra contra Portugal y comienza a pre-
parar su plan. Temía un ataque inglés a Montevideo o Maldonado (7), por lo que pide re-        (7)
fuerzos técnicos y de artillería y plantea la necesidad de mejorar la defensa de Maldona-      No estaba equivocado el Goberna-
                                                                                               dor; Roberts cita 13 tentativas o
do. Sus sospechas no eran infundadas, dada la actitud de los portugueses de reforzar la
                                                                                               planes contra el Río de la Plata en-
Colonia en vez de prepararse para entregarla.                                                  tre 1711 y 1802. Ver H.M.A., volu-
                                                                                               men IV, pág. 313.
El plan del Gobernador incluía que en caso de guerra y aliarse España a otra potencia,
esta última debería encargarse de tomar Río de Janeiro, quedando para los españoles del
Río de la Plata avanzar desde el sur hasta Santa Catalina. Mientras tanto, Cevallos per-
siguió el contrabando y tomó acciones para evitar los avances portugueses en territorios
españoles; adoptó medidas para la protección naval del Río de la Plata.

Finalmente, en el año del Señor de 1761 se firman dos tratados importantes de resulta-
dos contrapuestos. En febrero, entre España y Portugal el Tratado del Pardo, que revoca
el de 1750. Puede considerarse un triunfo de los informes elevados a la corona por Ce-
vallos, quien ordena el regreso de los indios a sus antiguos pueblos.

En agosto se firma el Tercer Pacto de Familia entre los Borbones de España y los de Fran-
cia, dirigido evidentemente contra Inglaterra, la que reacciona y declara la guerra en ene-
ro de 1762. A su vez, al negarse el rey de Portugal a expulsar a los buques ingleses de
sus puertos, España le declara la guerra en junio.

Para todo este relato histórico de los sucesos en Europa y las acciones en el Río de la
Plata es necesario tener debidamente en cuenta las demoras en las comunicaciones, que
con muy buena suerte no demoraban menos de dos a tres meses.

Sospechando la evolución de la situación, y siempre temeroso de un intento de invasión
por ingleses y/o portugueses, Cevallos pasa con su ejército a la Banda Oriental y ejerce
una indiscreta vigilancia sobre la Colonia. En setiembre se entera de la declaración de
guerra y, sin esperar órdenes, la ataca, captura y ocupa el 2 de noviembre. Reconstruye
y fortifica ciudad y puerto.

Por esta acción, el Rey lo nombrará caballero de la Real Orden de San Genaro y, además,
Gentilhombre de Cámara.

Los prisioneros militares son embarcados en los buques portugueses, que habían perma-
necido en el puerto para colaborar con la defensa de la ciudad, y enviados a Río de Ja-
neiro. Gran parte de los civiles son internados bien lejos en territorio argentino, particu-
                                                                                               (8)
larmente en la zona cordillerana. (8)                                                          Por esta circunstancia, y por el lado
                                                                                               portugués, mis antepasados paternos
Aparte de las previsiones terrestres, Cevallos organizó una reducida pero no despreciable      fueron radicados en Mendoza.
46                                   CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA




                                     flotilla, al mando del teniente de navío Carlos Sarriá. Fue lamentable la conducta de este
                                     oficial, quien al comenzar el asedio a Colonia busca refugio con sus buques en la Ense-
                                     nada. Luego, y pese a las órdenes de Cevallos, tampoco participará de la defensa cuan-
                                     do el ataque inglés.

                                     Con todos los antecedentes políticos que hemos visto, en 1761 se materializa el intento
(9)                                  de invasión anglo-portuguesa a Buenos Aires. (9)
Para estas acciones sigo el rela-
to de Barba; Historia Marítima,
tomo IV, pág. 311.                   Contando los ingleses como segura, en manos de sus aliados, la Colonia del Sacramen-
                                     to (no pudieron prever que caería en poder de Cevallos el 2 de noviembre), planearon y
                                     organizaron durante ese año una empresa apoyada en ese puerto, que de triunfar coro-
                                     naría la serie de depredaciones en las posesiones españolas. La meta era apoderarse,
                                     junto con los portugueses, del Río de la Plata, quedando la parte oriental para éstos y
                                     Buenos Aires y sus dependencias para Inglaterra.

                                     El mentor de esta aventura habría sido el embajador portugués en Londres, y como vol-
                                     vería a repetirse, parece que influyó el informe de un marinero inglés, Joseph Reed, que
                                     había estado en Buenos Aires entre 1754 y 1759, el que se presentó ante el capitán Mac
                                     Namara declarando que Buenos Aires, cuyo río conocía, lo mismo que sus “entradas y sa-
                                     lidas de tierra”, era de fácil conquista y presa apetecible por su gran riqueza.

                                     Puede que parezca exagerado pensar en la seriedad de las versiones, todas españolas,
                                     acerca de que Inglaterra y Portugal hubiesen tramado tal aventura; lo cierto es que los
                                     elementos que se movilizaron dan visos de veracidad a los papeles que han llegado a
                                     nuestro conocimiento.

                                     Se hizo cargo de la empresa nada menos que la Compañía de las Indias Orientales. Se
                                     fijaron carteles en Londres buscando voluntarios que quisiesen emplearse en una expe-
                                     dición al Mar del Sur (¿?), ofreciendo hacerlos participar de lo que en ella se adquiriese.
                                     Se cargaron los buques con productos ingleses para ser introducidos y comercializados
                                     en estas tierras.

                                     Como en el caso ya mencionado de la South Sea Company, es interesante destacar tam-
                                     bién aquí la intervención de la Compañía de las Indias Orientales, o en su nombre abre-
(10)                                 viado en inglés British East India Company (su nombre legal era Governor and Company
Indias Orientales: término gene-     of Merchants of London Trading with the East Indies). Daba a la aventura la máscara de
ral que se refiere tanto a las is-   una empresa de guerra realizada por particulares cuando en realidad estaba controlada
las de la actual República de        por el gobierno y se dirigía contra el poder español en América. No sería la primera vez
Indonesia (conocidas antigua-
                                     que Inglaterra auspiciaba aventuras de este tipo, guardando silencio en caso de fracaso
mente como Indias Holandesas
o Indias Orientales Holande-         y aprovechando sus ventajas en caso de éxito.
sas), a todas las islas del archi-
piélago malayo o a todos los         Originalmente fue una organización comercial y política británica formada para compartir el
anteriores más toda el Asia          comercio de las especias en las Indias Orientales (10), pero problemas con los holandeses
Sudoriental y la India. La prác-
                                     la circunscribieron a la India. Caso típico de la complicada modalidad inglesa, con el apoyo
tica moderna limita general-
mente el término al archipiéla-      de la corona, la Compañía asumió la administración política de los territorios sobre los que
go malayo.                           se expandía, disponiendo incluso de ejército propio. Para la época que nos interesa, sus ne-
                                     gocios en la India no pasaban por su mejor momento. A los fines prácticos, podemos decir
(11)                                 que la British East India Company desaparecerá después del Motín de la India de 1857.
El navío era el buque de guerra
más importante de la época de
la vela; montaba más de 60 ca-       Volviendo a nuestro relato, fue designado comandante de la expedición aquel capitán Mac
ñones y era capaz de enfrentar       Namara, ex marino de la compañía, a quien la armada inglesa le “vende” un navío, el
a cualquier otro buque o a for-      Kingston (11), y una fragata, la Ambuscade. La aventura fue preparada sin disimulo, por el
talezas costeras. Resulta intere-    contrario fue ampliamente publicitada, y encarada como una empresa política y económi-
sante que este navío, de nom-
                                     ca financiada por suscripción.
bre Kingston, fue rebautizado
por la Compañía Lord Clive, ex
gobernador de Bengala en la In-      No está claro cuál era el status legal de Mac Namara, aunque la información publicada
dia, y que aún vivía.                posteriormente en diarios ingleses lo mencionan como “corsario”.
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Los buques zarparon de Inglaterra en julio de 1762 y en Lisboa el rey le concede a Mac
Namara el cargo de Jefe de Escuadra, “para ser tenido entre los portugueses como de su
propio Monarca [...] y también las órdenes convenientes para que sacara de Brasil las em-
barcaciones y tropas necesarias”. (12)                                                          (12)
                                                                                                Ver Incendio y naufragio del
                                                                                                Lord Clive.
En Río de Janeiro el gobernador Gomes Freire, Conde de Bobadela, incrementa sensible-
mente la fuerza, aportando otra fragata (Gloria), seis bergantines de transporte y 600
hombres de tropa. Conocedor de la zona, recomienda a Mac Namara que para atacar Bue-
nos Aires el mejor lugar para desembarcar era la Ensenada de Barragán, que además no
estaba protegida.

Zarpan de Río y, como ironía para los expedicionarios, no hay dudas que se cruzaron en el mar
sin verse con los buques que llevaban a Río a los prisioneros portugueses de Colonia.

Los problemas comenzaron entonces a principios de diciembre, cuando a la altura de
Montevideo se enteraron de que la Colonia estaba nuevamente en manos españolas.
Avanzan sobre la costa uruguaya hasta Riachuelo, pero no se dejan engañar por Cevallos
que había izado banderas portuguesas en la costa.

Decidieron entonces atacar directamente a Buenos Aires, pero salvó a la ciudad su eterna
primera línea de defensa: el Río de la Plata con sus bajíos y sus temibles e imprevistas
sudestadas. No tenían prácticos, los que habían sido enviados a Río por Cevallos; sonda-
ron el río pero no pudieron encontrar el canal para cruzar con sus buques mayores. (13)         (13)
                                                                                                Téngase en cuenta que ya antes
                                                                                                de 1723 había prácticos paten-
Retornaron a la zona de Montevideo, donde un buque portugués les trajo desde Río de
                                                                                                tados del río, siendo el primero
Janeiro la orden de regresar. Las autoridades de Brasil, conocedoras del escenario y de         el capitán Pedro Gronardo; ver
lo que significaba Cevallos, habían perdido el optimismo inicial y desconfiaban del éxito       Eduardo R. Kershen, carta de
de la empresa.                                                                                  lectores en La Nación Revista
                                                                                                del 21 de julio de 2002.
Lamentablemente para Mac Namara en el mismo buque llegó un práctico del puerto de Co-
lonia que lo convenció de que conocía los canales para entrar al puerto y atacar la ciudad.

Se realizó un consejo de guerra para decidir las acciones a emprender; parece que privó
la opinión de los comandantes subordinados. Codicia y orgullo marinero de por medio, no
se cumplió la orden de regresar, y el 6 de enero de 1763 atacaron Colonia con sus tres
buques mayores.

Hay una anécdota que dice que uno de los paisanos que apostó Cevallos como vigía en
la costa, le manda un mensaje informando el avistaje y agregaba: “esos buques están bue-
nos para la bala roja”. (14)                                                                    (14)
                                                                                                Bala que antes de cargarla era
                                                                                                calentada al rojo; muy eficaz
Resulta difícil explicar que una expedición planificada y desarrollada durante casi un año
                                                                                                para provocar incendios.
fracasara tras un increíble duelo al cañón de unas pocas horas. Otra pregunta es: ¿por
qué no desembarcaron la tropa, intentando un doble asalto, por mar y por tierra?

El 4 de enero los buques fondean en el Riachuelo, casi a la vista de Colonia. Intentan
algún golpe de mano contra la plaza, que es rechazado. El 6 de enero al amanecer zar-
pan y los tres buques mayores toman posición, fondeando el Lord Clive frente al baluar-
te de Santa Rita, la Ambuscade frente al baluarte de San Pedro Alcántara, y la Gloria
frente al de San Miguel. Los buques se acoderan (15) presentando sus bandas de estri-           (15)
bor a la fortaleza. Estamos hablando de distancias que no superan los cuatrocientos             Acoderar: fondear un ancla adi-
                                                                                                cional en popa para evitar que
metros. No es necesario decir que la defensa costera estaba alerta y preparada, pero            el buque cambie su actitud por
ninguno de los bandos se apresura por abrir el fuego; todo parecía un duelo de aque-            efectos del viento o la corriente.
lla época.

Cerca del mediodía son los ingleses quienes realizan el primer disparo, que es respondi-
48                                   CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA




                                                                                                   San
                                                                                                   Miguel




                                                                                                                                        Gloria




                                                             Santa                                  San
                                                             Rita                                   Pedro




Esquema de la batalla
del 6 de enero de 1763.
Reproducido por cortesía de los
autores del libro Adolfo Kunsch
Oelkers: Incendio y naufragio del
Lord Clive, y Juan Antonio Varese:
Naufragios en Colonia: Patrimonio
histórico, Montevideo, 2003,
Torre del Vigía Ediciones.                                       Lord Clive                                                 Ambuscade



                                     do por las baterías de tierra. Se desarrolló un violento combate, con graves daños por am-
                                     bas partes. Pero los buques llevaron lógicamente las de perder; después de cuatro ho-
                                     ras de duelo artillero, la nave capitana, el Lord Clive, se incendió (posiblemente por el im-
                                     pacto de balas rojas), debiendo ser abandonada.

                                     ¿Cuál fue la suerte del capitán Mac Namara? Pereció en la acción, aunque diversos au-
                                     tores difieren sobre su final. Puede que haya muerto en el incendio de su buque o que
                                     se ahogara al intentar llegar a nado a la costa. Cualquiera fuera la suerte del comandan-
                                     te, cerca de la noche explotó la santabárbara, pero como no se hundió de inmediato le
                                     fue posible a Cevallos rescatar gran parte de la artillería y otros efectos. Los restantes
                                     buques también se retiraron con graves daños, regresando sí ahora a Río de Janeiro.

                                     Los prisioneros ingleses que llegaron a la costa y los civiles portugueses que habían que-
                                     dado en la Colonia fueron enviados a Buenos Aires para ser internados en las provincias.
                                     Así pasó, sin gloria y con mucha pena, el primer intento serio de invasión inglesa al Río
                                     de la Plata. Nos salvaron, repito, el río y la brillante defensa que realizó Cevallos en Co-
                                     lonia, y las previsiones en otros puntos de la costa. Cabe aclarar que durante el combate
                                     el gobernador sufría de otro de sus periódicos ataques de paludismo; pese a la fiebre que
                                     lo consumía se levantó para dirigir personalmente la acción, montado finalmente a caba-
                                     llo por no poder mantenerse en pie.

                                     Puede preguntarse uno sobre el destino de los restos del Lord Clive. En años recientes,
                                     arqueólogos submarinos uruguayos han explorado la costa frente a Colonia y creen haber
BCN 810                                49


encontrado al buque bajo un manto de sedimentos y de rocas. Han recuperado un trozo
de madera que se supone corresponde al timón. (16)                                                (16)
                                                                                                  Ver Incendio y naufragio ...
Después de un descanso y preparación de las defensas, en marzo Cevallos avanza por la             También reportaje al señor Ru-
costa norte del río. Le preocupaba un contraataque portugués; la reconoce hasta Maldo-            bén Collado, diario La Colonia, 6
                                                                                                  de febrero de 2004.
nado, sigue al norte y toma la fortaleza de Santa Teresa en la Angostura del Chuy, y lue-
go el fuerte San Miguel. Continuando hacia el norte toma Río Grande do Sul, que había
sido abandonada por sus defensores, realizando una de las más brillantes campañas que
se hubieran ejecutado bajo los pliegues de la bandera española en el siglo XVIII.

En este lugar lo sorprende la noticia del Tratado de París que pone fin a la Guerra de los
Siete Años, y la Colonia vuelve a manos portuguesas el 27 de diciembre de 1763. SMC
(Su Majestad Católica, el rey de España) restituiría a SMF (Su Majestad Fidelísima, el rey
de Portugal) todas las plazas conquistadas en Europa, América y África.

Las maniobras de la diplomacia hicieron, como en otras oportunidades, estériles los es-
fuerzos y los sacrificios de los funcionarios españoles en América. Y debemos reconocer
la superior calidad militar de las tropas españolas frente a las portuguesas.

Mientras Cevallos permaneció al frente del gobierno de Buenos Aires, los portugueses
cumplieron con lo acordado, pero apenas se embarcó de regreso a España, comenzaron
a invadir territorio español.

Cevallos cumple gestiones diplomáticas en Italia en 1772, por cuyo éxito el rey lo premia
nombrándolo Capitán General de la Provincia de Extremadura. Finalmente, en 1775, es
nombrado Gobernador y Comandante General Militar de Madrid y su distrito.

Como una calesita, siempre girando alrededor de los mismos puntos, muy pronto vuelven
a repetirse aciertos y errores. En los primeros meses de 1776 los portugueses reconquis-
taron puntos importantes, incluido Río Grande, situación que llevó a pensar en establecer
en Buenos Aires un poder político militar fuerte, lo cual culminaría con la creación del Vi-
rreinato en ese mismo año y el envío de una fuerte expedición militar. Debemos señalar
que el plan de Cevallos para acabar con el problema era la invasión y conquista del mis-
mo Portugal para la corona española.

Señalado Cevallos como el militar que debía comandar la expedición, fue consultado so-
bre el tema, no mostrando entusiasmo en la empresa. Al fin aceptó y se lo designó aten-
diendo “al justo aprecio que en su Real consideración merece el talento, celo, actividad
y acreditado desempeño de V. E.”

La real cédula del nombramiento, del 1° de agosto de 1776, decía: “Por cuanto hallándo-
me muy satisfecho de las repetidas pruebas de que tenéis dadas de vuestro amor y ce-
lo a mi real servicio, y habiéndoos nombrado para mandar la expedición que se prepara
en Cádiz, con destino a la América Meridional, dirigida a tomar satisfacción de los portu-
gueses por los insultos cometidos en mis provincias del Río de la Plata, he venido en crea-
ros mi virrey, gobernador y capitán general de las de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Po-
tosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y de todos los corregimientos, pueblos y territorios
a que se extiende la jurisdicción de aquella Audiencia”.

La expedición era fuerte de 9.000 hombres. Objetivo: recuperar los puestos que habían to-
mado los portugueses en el Río Grande de San Pedro, como también el conquistarles cua-
lesquiera otros que se pueda, especialmente la isla de Santa Catalina y la Colonia del Sacra-
mento. Se dejaba al arbitrio de Cevallos el realizar nuevas conquistas en las costas de Brasil.

Por instrucciones del siguiente 4 de agosto se le aclaraba: “tomada dicha Colonia, la ha-
réis demoler y destruir, cegando su puerto cuanto antes se pueda...”. “Es mi voluntad que
50                                       CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA




Bibliografía                             sin embargo de cuanto os dejo prevenido en esta Instrucción quedéis en libertad para
                                         obrar, según lo juzguéis más oportuno, a mi mejor servicio ...”
I    La Primera Invasión Inglesa; En-
     rique M. Barba, en Todo es His-
     toria, noviembre 1970.              Zarpa con una escuadra de 116 buques y aunque su plan original era dirigirse a Monte-
I    Siete Días, Nº 169, págs. 23-       video, ataca primero la isla de Santa Catalina por su excelente fondeadero, la que se rin-
     28.                                 de el 5 de marzo. Por esta acción el rey lo nombra Capitán General de sus Ejércitos. Una
I    Una invasión inglesa durante el     sucesión de temporales le impidió desembarcar en Río Grande, por lo que prosigue viaje
     gobierno de Cevallos; Enrique
                                         a Maldonado y Montevideo.
     M. Barba; Humanidades, revista
     de la Facultad de La Plata, to-
     mo XXXII (año 1950).                Posteriormente, el 5 de junio toma la Colonia, pero cuando se disponía a iniciar otra vez
I    The Royal Navy in the River         su campaña de Río Grande, el 11 de junio, el rey le ordena cesar las hostilidades. El 1º
     Plate 1806-1807; edited by          de octubre se firma el Tratado de San Ildefonso. España se queda definitivamente con la
     John D. Granger; published by
                                         Colonia, la Banda Oriental y las misiones ubicadas en la orilla occidental del Uruguay, pe-
     Scolar Press for the Navy
     Records Society; 1996.              ro también pierde definitivamente Santa Catalina y todo el Río Grande.
I    Los Bloqueos Navales en el Río
     de la Plata; contraalmirante Ho-    Como virrey, Cevallos fue un gobernante valiente, sagaz y progresista; habilitó el puerto
     racio Rodríguez, contraalmirante    para el comercio libre; ordenó la fundación de la Aduana; se ocupó de las industrias ru-
     cont. Pablo Arguindeguy, Institu-
                                         rales; combatió la corrupción. Puede decirse con verdad que durante su gestión echó las
     to Browniano, 1991.
I    Enciclopædia Britannica: tomos      bases para la emancipación económica y política del Plata con respecto al Perú.
     VI, p. 840; IX p. 383; III, p.
     762; I p. 296.                      En 1778 entrega el Virreinato a Vértiz, hasta entonces gobernador. Llega a la Península
I    El Virrey Cevallos; Hialmar         enfermo, y en camino a la Corte se debió detener en el Convento de los Capuchinos, cer-
     Edmundo Gammalson; Ed. Plus
                                         ca de Córdoba, donde muere después de una larga agonía el 26 de diciembre de 1778.
     Ultra, 1976, Buenos Aires.
I    Las Invasiones Inglesas al Río de   Tenía 63 años. Fue enterrado con pompas de Obispo, vistiendo el sayal de los capuchi-
     la Plata 1807-1807; Carlos Ro-      nos y encima el hábito de la Orden de Santiago.
     berts, Ed. Peuser, Buenos Aires
     1938.                               El rey de España, Carlos IV, lo esperaba para otorgarle el título de Marqués de la Colonia,
I    Incendio y Naufragio del Lord
                                         título que pasaría a una de sus hermanas.
     Clive; Adolfo Kunsch Oelkers /
     Naufragios en Colonia: Patrimo-
     nio Histórico; Juan Antonio Vare-   Pedro Antonio de Cevallos yace en la Catedral de Córdoba. Conoció en carne propia aque-
     se. Torre del Vigía Ediciones,      llo de ganar en el campo de batalla y que otros, por ineptitud política, lo pierden en la me-
     Montevideo, 2003.                   sa de negociaciones, herencia que parece hemos recibido de la madre patria.

                                         Se lo llamó con justicia “el último resplandor de la gloria de España en América”.I




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La primera invasión inglesa en el río del la plata

  • 1. 41 CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA OSCAR C. ALBINO El vicealmirante Oscar C. Albino egresó de la Escuela Naval Militar en 1956 como guardiamarina del Cuerpo de Comando Escalafón Naval. Realizó cursos de Artillería, Salvamento y CIC. En la historia argentina actual es común mencionar Ejerció los Comandos del patrulle- ro Murature, corbeta Guerrico, Je- dos invasiones inglesas al Río de la Plata: la primera en 1806 (Beresford), con la Recon- fe del SEYCAD, Comando Naval quista de Buenos Aires, y la segunda en 1807 (Whitelocke) con la Defensa de Buenos Ai- de Tránsito Marítimo, Segunda Di- res. Pero es casi desconocido el primer intento realizado con razonables expectativas de visión de Destructores, Comando del Área Naval Puerto Belgrano, éxito poco más de cuarenta años antes (1), como veremos. Jefe de la Base Naval Puerto Bel- grano y Comandante de Opera- Considero que en 1806 y 1807 hubo una sola invasión con tres desembarcos importan- ciones Navales. Pasó a situación de retiro en tes: Quilmes, Maldonado, Ensenada. Porque la armada inglesa permaneció en el Río de agosto de 1991. la Plata entre junio de 1806 y enero de 1808, y en ese lapso los buques no estuvieron inactivos. La misma crónica inglesa lo confirma: “cinco desembarcos anfibios y tres asal- tos a ciudades españolas”. (2) Es un tema interesante para otro trabajo. Para llegar al porqué de esta Primera Invasión Inglesa al Río de la Plata en 1762/63 es necesario bucear un poco en las conocidas ambiciones expansionistas portuguesas so- bre las colonias españolas en Sudamérica y los conflictos consecuentes. Particularmen- te para nosotros, la existencia de la Colonia del Sacramento, las guerras provocadas pe- riódicamente por la sucesión al trono de España (el sempiterno temor de Francia a verse encerrada entre dos familias germanas), y finalmente la política inglesa siempre buscan- do en su provecho el equilibrio de poder en Europa; sus manifiestas ambiciones comer- ciales globales y el uso que hizo de Portugal como peón de su política. Boletín del Centro Naval Hay un importante trabajo sobre el tema de este primer ataque, del Dr. Enrique M. Bar- Número 810 ba, publicado originalmente en 1950 en la revista Humanidades, Facultad de La Plata, y Enero/abril de 2005 mencionado luego en Historia Marítima Argentina. (3) Recibido: 11.10.2002 No pretendo corregir ni agregar a ese trabajo, que cito en gran parte de manera abrevia- (1) da, sino hacerlo accesible al público naval, sumar información complementaria y, particu- Personalmente adhiero al criterio del larmente, rescatar y difundir la poco apreciada figura de quien fuera nuestro primer Virrey, contraalmirante Destéfani en cuanto a don Pedro de Cevallos, y que como Teniente General de los Ejércitos de España y Gober- que la primera fue la que mencionare- nador General del Río de la Plata tuvo a su cargo la defensa en aquella oportunidad. Por mos, de 1762/63, y la segunda la ocu- pación de Puerto Egmont, Malvinas, en sus condiciones castrenses y personales, lo considero como el mejor militar que tuvo Es- 1766-74; ver Historia Marítima Argenti- paña en América en todo el período colonial. na, vol. III, pág. 309, vol. IV, pág. 311. Y justamente a lo largo del período colonial, la Colonia del Sacramento fue indudablemen- (2) te la manzana de la discordia en el Río de la Plata; punto estratégico tanto militar como The Royal Navy in the River Plate .... pág. Ix. comercial; que en manos portuguesas era la base ideal de penetración del contrabando inglés en nuestro territorio, por entonces de 6 millones de kilómetros cuadrados. Como (3) tal, Inglaterra intentaría aprovecharla en 1762 para dar un paso adelante. Aclaremos que H.M.A., volumen III, pág. 309. este último país siempre apoyó a Portugal contra España.
  • 2. 42 CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA Debo reconocer sin embargo, que ante la ineptitud administrativa española, la presencia portuguesa en Colonia, sacando provecho del comercio del contrabando, fue un aliciente de desarrollo económico para la región del Uruguay actual. Aún antes de la existencia de la Colonia, las descuidadas costas de la ribera norte eran utilizadas por los portugueses para introducir contrabando. Fue un constante anhelo de Portugal desconocer el Tratado de Tordesillas (lo lograría en 1750) y expandir su asentamiento americano hasta el Río de la Plata. En 1676, atendien- do a reclamos de la corona portuguesa, el Papa extiende la jurisdicción de la diócesis de Río de Janeiro hasta las márgenes del Río de la Plata. La separación de las dos coronas (España y Portugal, 1640) afectó seriamente la situa- ción financiera portuguesa al eliminar el contrabando rioplatense, que era una importan- te fuente de recursos. Por lo tanto, la fundación de la Colonia no es un hecho aislado o fortuito sino la secuela de un conjunto complejo de factores económicos y políticos, algunos de los cuales se pierden en el tiempo. En corto, la necesidad de revivir la economía de Río de Janeiro, ex- plotando la extraordinaria abundancia de ganado vacuno en la banda oriental del Uruguay. Continúa nuestra historia cuando el 26 de enero de 1680 el gobernador de Río de Janei- ro, Manuel de Lobo, funda en nombre de Portugal un asentamiento sobre la costa norte del Río de la Plata, casi frente a Buenos Aires, a la que denomina Colonia del Sacramento. Reac- ciona España y el siguiente 6 de agosto, el Maestre de Campo Antonio de Vera y Mujica, por orden del gobernador de Buenos Aires, José de Garro, la toma en nombre de España. En el conjunto de sus permanentes problemas exteriores, España tenía una amplia varie- dad de enemigos, y por entonces una complicada situación con Francia. Como aditivo, sus colonias del Atlántico Sur eran una presa codiciada para muchos. El mariscal Vauban ha- bía presentado un proyecto de asalto a Buenos Aires; no fueron por lo tanto solamente los ingleses. Pero la sucesión del trono español cambiaría en pocos años la situación. En 1681 el débil gobierno español de Carlos II firma el Tratado Provisional (de Lisboa), por el cual la Colonia vuelve a manos portuguesas (concretado en febrero de 1683); mien- tras, una comisión estudiaría los reclamos y derechos de ambas partes. El tema se de- mora en el tiempo por desacuerdos de los delegados, y aun el Papa, a quien se le había solicitado mediación, tampoco se expide esperando que el problema se solucione políti- camente sin comprometerlo. Pero Carlos II, rey de España, muere en 1700. Los pretendientes al trono vacante son dos: el duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el Habsburgo Carlos, archiduque de Austria. Cuando finalmente el duque de Anjou asume como Felipe V de España (primer Borbón), el emperador de Alemania Leopoldo I, padre de Carlos, le declara la guerra. Lo apoyan, entre otros, Inglaterra, Holanda y Portugal. Ha comenzado la llamada Guerra de Sucesión de la Corona Española. No será ciertamen- te la única (la última por esta causa fue la guerra franco-prusiana de 1870). En 1701, por el Tratado de Alforza, España renuncia a la Colonia, la que en teoría podía ser mantenida solamente por mar y sin posibilidades (¿?) de expandirse tierra adentro más allá del alcance de un tiro de cañón. Como ingrediente interesante, en 1703 se firman dos importantes tratados entre Inglate- rra y Portugal. El primero (16 de mayo), colocaba a Portugal del lado de la Gran Alianza Anglo-Austríaca, que apoyaba a la monarquía Habsburgo en su lucha contra los Borbones por el trono de España, y que hizo de Portugal una base de desembarco para las tropas
  • 3. BCN 810 43 británicas durante la Guerra de la Sucesión Española. En la práctica, Portugal quedaba bajo la dependencia política de Inglaterra. El segundo, llamado Tratado de Methuen (27 de diciembre), aunque nominalmente un pac- to comercial, tuvo importantes consecuencias económicas para ambos países. Fue firmado por el diplomático inglés John Methuen, enviado en Portugal, y por el portu- gués conde de Alegrete. Por el mismo, los portugueses aceptaban admitir textiles ingle- ses, que habían previamente prohibido. Inglaterra, por su parte, aceptaba importar opor- to con un impuesto un tercio menor que le aplicaban a los vinos franceses. El tratado tam- bién le daba al rey de Portugal el derecho de prohibir nuevamente la importación de tex- tiles ingleses si éstos reducían los impuestos a los vinos franceses. Portugal quedaba por lo tanto libre de la dominación franco-española, a cambio de ser co- locado en una posición de dependencia económica de Inglaterra. La industria del vino se desarrolló rápidamente en la región del alto Douro, la mayoría de ella era controlada por capitalistas británicos. Vastos campos de granos fueron convertidos en viñedos, de ma- nera que el pan de Portugal fue sacrificado por el vino para los ingleses. Además, Portu- gal continuó siendo un país agrícola, productor de materias primas y un importador de pro- ductos manufacturados. Como resultado, la naciente industria portuguesa quedó demo- rada por más de un siglo. El tratado fue finalmente revocado por un acuerdo de 1842; pe- ro de cualquier manera, Portugal continuó siendo un satélite de Inglaterra hasta la diso- lución del imperio británico después de la Segunda Guerra Mundial. Si sumamos el interés de Gran Bretaña en el Río de la Plata y la enemistad, fruto de in- tereses opuestos de ésta con España, nos encontraremos con consecuencias importan- tes para nuestra área, las que se prolongarán en el tiempo, mucho más allá del alcance de este trabajo. En abril de 1704 España le declara la guerra a Portugal; en octubre una fuerza de Bue- nos Aires al mando del sargento mayor Baltasar García Ross reconquista la Colonia pa- ra España (había sido entregada en 1701). En estas circunstancias, nace en Cádiz el 29 de junio de 1715 nuestro personaje, Pedro Antonio Francisco de Cevallos Cortez y Calderón. Si bien el apellido de su padre era Ze- ballos, siempre firmó “Ceballos”. (4) (4) Por línea paterna descendía del rey En 1716, nuestra manzana de la discordia pasa nuevamente a manos de Portugal por el godo Recaredo, y por la materna esta- ba emparentado con Hernán Cortez. Tratado de Utrecht de 1713. Paz de Utrecht, en realidad, que comprendió varios tratados firmados entre los beligeran- tes como epílogo de la Guerra por la Sucesión del Trono de España. En lo que hace a es- te último país, cede, a Inglaterra, Gibraltar y Menorca; el tratado fue precedido por el Acuer- do de Asiento por el cual España cedió a Inglaterra el derecho exclusivo de abastecer de negros a sus colonias por los próximos treinta años (4.800 negros por año por puerto). Es interesante destacar que la corona inglesa firma un tratado que va a ejecutar a través de una intermediaria, la South Sea Company (conocida en la literatura en idioma caste- llano como Compañía Inglesa del Mar del Sur). Algo similar a lo que veremos con la East India Company. La South Sea Company fue fundada en 1711 para comerciar (principalmente esclavos) con las colonias españolas en América, suponiendo que la Guerra de Sucesión Españo- la, que se encontraba en sus etapas finales, terminaría con un tratado que autorizaría tal comercio. En realidad, el Tratado de Utrecht fue menos favorable que lo esperado, pero en 1718 el rey Jorge I se convirtió en Governor de la Compañía, originando un optimismo especulativo irreal, en el que influyó la propuesta de la Compañía, aceptada por el Parla-
  • 4. 44 CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA mento, de hacerse cargo de gran parte de la deuda nacional. Finalmente, en diciembre de 1720 la Compañía se derrumbó y muchos inversores quedaron arruinados. La House of Commons ordenó una investigación que demostró que por lo menos tres ministros ha- bían especulado y aceptado sobornos. A esta manía especulativa de 1720, o engaño, se la llamó South Sea Bubble. La creciente relevancia del enclave luso-británico en el Río de la Plata, la Colonia del Sa- cramento, preocupa a Madrid y para prevenir los avances portugueses en la costa norte del río, la Corona dispone la ocupación del abandonado territorio de la Banda Oriental, pa- ra lo cual ordena al gobernador de Buenos Aires en ese momento, don Bruno Mauricio de Zabala, la fundación del fuerte y pueblo de Montevideo, que realiza el 28 de abril de 1726. Mientras tanto, ¿qué es de la vida de nuestro personaje? Se educó en el Seminario de Nobles de Madrid para cursar la carrera de las armas, y en 1730 es subteniente, aunque dedicado a la política. En 1739 es Capitán de Infantería del Regimiento de Órdenes de Cataluña. De su peculio reorganiza, instruye y adiestra al regimiento, por lo cual el rey lo (5) nombra en 1741 Coronel (5) del Regimiento y Caballero de la Orden de Santiago. Coronel en aquella época era el cargo de Jefe de un regimiento. Actuó con gran valor en las guerras por la sucesión de los tronos de Polonia y de Austria, libradas ambas, en lo que a España concierne, en campos de Italia. En 1744 es ascen- dido en el campo de batalla a Brigadier; en 1747 por comportamiento de extremo valor es Mariscal de Campo a los 32 años. Retomando el campo de la política internacional, después de algunos años de calma vuel- ven los problema: en 1750 se firma el Tratado de Madrid (o de Permuta), que deroga la línea de Tordesillas; la Colonia vuelve a España a cambio de entregar a Portugal siete pueblos de las misiones jesuíticas sobre el río Uruguay y los territorios de lo que es hoy Santa Catalina y Río Grande del Sur. En la práctica, España permuta tierras españolas por otras tierras españolas. Una cláusula secreta posterior comprometía el uso de la fuerza para desalojar a los indios. La oposición de los jesuitas y de los indios de las Misiones fue violenta; es necesario re- conocer que estos últimos habían sido el muro de contención de los avances portugue- ses, razón por la cual SMF (Su Majestad Fidelísima, el rey de Portugal) quería despresti- giar y desplazar a la Compañía. El desalojo no fue pacífico y dio origen a las guerras guaraníticas, donde España comba- te a los viejos misioneros que querían seguir perteneciendo a España, y en las que los indios fueron masacrados tanto por españoles como por portugueses. Al enterarse de la resistencia, la Corona decide enviar una expedición de 1.000 hombres al mando de Ce- vallos, a quien se le otorga el grado de Teniente General de los Ejércitos de su Majestad y se lo designa Gobernador y Capitán General de la Provincia del Río de la Plata. Su ta- rea: terminar con el traslado y trasmigración, creando nuevos pueblos. En realidad era una expedición dirigida solapadamente contra la Compañía de Jesús. Para destacar la confianza del rey en el nuevo Gobernador, se le dio amplia libertad para cambiar, agregar o dejar de cumplir cualquiera de las órdenes impartidas, siempre que re- (6) dundaran en beneficio del Rey de España. (6) Ver Gammalson. Cuando Cevallos llega a Buenos Aires en noviembre de 1757 (tenía 42 años), la rebelión ya había sido dominada, y restaba entonces completar la mudanza y asentamiento de los indígenas a los nuevos pueblos a construir en la margen derecha del río Uruguay. Queda- ban por reunir y trasladar unos 15.000, incluso los dispersos. Para el feliz y pacífico cumplimiento de esta tarea, que comienza a mediados de 1757, evitando nuevos problemas, era necesario ganarse la confianza de los aborígenes. Ceva-
  • 5. BCN 810 45 llos dio un ejemplo de tolerancia, siendo de destacar el buen trato brindado a los mis- mos. Su preocupación era que los indígenas no cayeran en manos de los portugueses, que los hubieran esclavizado. Pudo darse cuenta de la falsedad de los informes sobre la Compañía, y se valió de la ascendencia de los sacerdotes sobre aquéllos. La tarea que- dó concluida para fines de ese año. En diciembre contrae paludismo, enfermedad que lo atormentará hasta el fin de sus días. Algunos autores atribuyen la condescendencia que mostró hacia indios y esclavos du- rante sus mandatos en el Río de la Plata al afectuoso recuerdo de su niñera negra Ma- ría Rodríguez. Pero con visión política de futuro, Cevallos da instrucciones de no destruir los pueblos abandonados, pensando que si los portugueses no cumplían con la entrega de la Colonia, él no entregaría en definitiva esos pueblos, temperamento que es aceptado por la Corona. También para fines de año avizora una posible guerra contra Portugal y comienza a pre- parar su plan. Temía un ataque inglés a Montevideo o Maldonado (7), por lo que pide re- (7) fuerzos técnicos y de artillería y plantea la necesidad de mejorar la defensa de Maldona- No estaba equivocado el Goberna- dor; Roberts cita 13 tentativas o do. Sus sospechas no eran infundadas, dada la actitud de los portugueses de reforzar la planes contra el Río de la Plata en- Colonia en vez de prepararse para entregarla. tre 1711 y 1802. Ver H.M.A., volu- men IV, pág. 313. El plan del Gobernador incluía que en caso de guerra y aliarse España a otra potencia, esta última debería encargarse de tomar Río de Janeiro, quedando para los españoles del Río de la Plata avanzar desde el sur hasta Santa Catalina. Mientras tanto, Cevallos per- siguió el contrabando y tomó acciones para evitar los avances portugueses en territorios españoles; adoptó medidas para la protección naval del Río de la Plata. Finalmente, en el año del Señor de 1761 se firman dos tratados importantes de resulta- dos contrapuestos. En febrero, entre España y Portugal el Tratado del Pardo, que revoca el de 1750. Puede considerarse un triunfo de los informes elevados a la corona por Ce- vallos, quien ordena el regreso de los indios a sus antiguos pueblos. En agosto se firma el Tercer Pacto de Familia entre los Borbones de España y los de Fran- cia, dirigido evidentemente contra Inglaterra, la que reacciona y declara la guerra en ene- ro de 1762. A su vez, al negarse el rey de Portugal a expulsar a los buques ingleses de sus puertos, España le declara la guerra en junio. Para todo este relato histórico de los sucesos en Europa y las acciones en el Río de la Plata es necesario tener debidamente en cuenta las demoras en las comunicaciones, que con muy buena suerte no demoraban menos de dos a tres meses. Sospechando la evolución de la situación, y siempre temeroso de un intento de invasión por ingleses y/o portugueses, Cevallos pasa con su ejército a la Banda Oriental y ejerce una indiscreta vigilancia sobre la Colonia. En setiembre se entera de la declaración de guerra y, sin esperar órdenes, la ataca, captura y ocupa el 2 de noviembre. Reconstruye y fortifica ciudad y puerto. Por esta acción, el Rey lo nombrará caballero de la Real Orden de San Genaro y, además, Gentilhombre de Cámara. Los prisioneros militares son embarcados en los buques portugueses, que habían perma- necido en el puerto para colaborar con la defensa de la ciudad, y enviados a Río de Ja- neiro. Gran parte de los civiles son internados bien lejos en territorio argentino, particu- (8) larmente en la zona cordillerana. (8) Por esta circunstancia, y por el lado portugués, mis antepasados paternos Aparte de las previsiones terrestres, Cevallos organizó una reducida pero no despreciable fueron radicados en Mendoza.
  • 6. 46 CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA flotilla, al mando del teniente de navío Carlos Sarriá. Fue lamentable la conducta de este oficial, quien al comenzar el asedio a Colonia busca refugio con sus buques en la Ense- nada. Luego, y pese a las órdenes de Cevallos, tampoco participará de la defensa cuan- do el ataque inglés. Con todos los antecedentes políticos que hemos visto, en 1761 se materializa el intento (9) de invasión anglo-portuguesa a Buenos Aires. (9) Para estas acciones sigo el rela- to de Barba; Historia Marítima, tomo IV, pág. 311. Contando los ingleses como segura, en manos de sus aliados, la Colonia del Sacramen- to (no pudieron prever que caería en poder de Cevallos el 2 de noviembre), planearon y organizaron durante ese año una empresa apoyada en ese puerto, que de triunfar coro- naría la serie de depredaciones en las posesiones españolas. La meta era apoderarse, junto con los portugueses, del Río de la Plata, quedando la parte oriental para éstos y Buenos Aires y sus dependencias para Inglaterra. El mentor de esta aventura habría sido el embajador portugués en Londres, y como vol- vería a repetirse, parece que influyó el informe de un marinero inglés, Joseph Reed, que había estado en Buenos Aires entre 1754 y 1759, el que se presentó ante el capitán Mac Namara declarando que Buenos Aires, cuyo río conocía, lo mismo que sus “entradas y sa- lidas de tierra”, era de fácil conquista y presa apetecible por su gran riqueza. Puede que parezca exagerado pensar en la seriedad de las versiones, todas españolas, acerca de que Inglaterra y Portugal hubiesen tramado tal aventura; lo cierto es que los elementos que se movilizaron dan visos de veracidad a los papeles que han llegado a nuestro conocimiento. Se hizo cargo de la empresa nada menos que la Compañía de las Indias Orientales. Se fijaron carteles en Londres buscando voluntarios que quisiesen emplearse en una expe- dición al Mar del Sur (¿?), ofreciendo hacerlos participar de lo que en ella se adquiriese. Se cargaron los buques con productos ingleses para ser introducidos y comercializados en estas tierras. Como en el caso ya mencionado de la South Sea Company, es interesante destacar tam- bién aquí la intervención de la Compañía de las Indias Orientales, o en su nombre abre- (10) viado en inglés British East India Company (su nombre legal era Governor and Company Indias Orientales: término gene- of Merchants of London Trading with the East Indies). Daba a la aventura la máscara de ral que se refiere tanto a las is- una empresa de guerra realizada por particulares cuando en realidad estaba controlada las de la actual República de por el gobierno y se dirigía contra el poder español en América. No sería la primera vez Indonesia (conocidas antigua- que Inglaterra auspiciaba aventuras de este tipo, guardando silencio en caso de fracaso mente como Indias Holandesas o Indias Orientales Holande- y aprovechando sus ventajas en caso de éxito. sas), a todas las islas del archi- piélago malayo o a todos los Originalmente fue una organización comercial y política británica formada para compartir el anteriores más toda el Asia comercio de las especias en las Indias Orientales (10), pero problemas con los holandeses Sudoriental y la India. La prác- la circunscribieron a la India. Caso típico de la complicada modalidad inglesa, con el apoyo tica moderna limita general- mente el término al archipiéla- de la corona, la Compañía asumió la administración política de los territorios sobre los que go malayo. se expandía, disponiendo incluso de ejército propio. Para la época que nos interesa, sus ne- gocios en la India no pasaban por su mejor momento. A los fines prácticos, podemos decir (11) que la British East India Company desaparecerá después del Motín de la India de 1857. El navío era el buque de guerra más importante de la época de la vela; montaba más de 60 ca- Volviendo a nuestro relato, fue designado comandante de la expedición aquel capitán Mac ñones y era capaz de enfrentar Namara, ex marino de la compañía, a quien la armada inglesa le “vende” un navío, el a cualquier otro buque o a for- Kingston (11), y una fragata, la Ambuscade. La aventura fue preparada sin disimulo, por el talezas costeras. Resulta intere- contrario fue ampliamente publicitada, y encarada como una empresa política y económi- sante que este navío, de nom- ca financiada por suscripción. bre Kingston, fue rebautizado por la Compañía Lord Clive, ex gobernador de Bengala en la In- No está claro cuál era el status legal de Mac Namara, aunque la información publicada dia, y que aún vivía. posteriormente en diarios ingleses lo mencionan como “corsario”.
  • 7. BCN 810 47 Los buques zarparon de Inglaterra en julio de 1762 y en Lisboa el rey le concede a Mac Namara el cargo de Jefe de Escuadra, “para ser tenido entre los portugueses como de su propio Monarca [...] y también las órdenes convenientes para que sacara de Brasil las em- barcaciones y tropas necesarias”. (12) (12) Ver Incendio y naufragio del Lord Clive. En Río de Janeiro el gobernador Gomes Freire, Conde de Bobadela, incrementa sensible- mente la fuerza, aportando otra fragata (Gloria), seis bergantines de transporte y 600 hombres de tropa. Conocedor de la zona, recomienda a Mac Namara que para atacar Bue- nos Aires el mejor lugar para desembarcar era la Ensenada de Barragán, que además no estaba protegida. Zarpan de Río y, como ironía para los expedicionarios, no hay dudas que se cruzaron en el mar sin verse con los buques que llevaban a Río a los prisioneros portugueses de Colonia. Los problemas comenzaron entonces a principios de diciembre, cuando a la altura de Montevideo se enteraron de que la Colonia estaba nuevamente en manos españolas. Avanzan sobre la costa uruguaya hasta Riachuelo, pero no se dejan engañar por Cevallos que había izado banderas portuguesas en la costa. Decidieron entonces atacar directamente a Buenos Aires, pero salvó a la ciudad su eterna primera línea de defensa: el Río de la Plata con sus bajíos y sus temibles e imprevistas sudestadas. No tenían prácticos, los que habían sido enviados a Río por Cevallos; sonda- ron el río pero no pudieron encontrar el canal para cruzar con sus buques mayores. (13) (13) Téngase en cuenta que ya antes de 1723 había prácticos paten- Retornaron a la zona de Montevideo, donde un buque portugués les trajo desde Río de tados del río, siendo el primero Janeiro la orden de regresar. Las autoridades de Brasil, conocedoras del escenario y de el capitán Pedro Gronardo; ver lo que significaba Cevallos, habían perdido el optimismo inicial y desconfiaban del éxito Eduardo R. Kershen, carta de de la empresa. lectores en La Nación Revista del 21 de julio de 2002. Lamentablemente para Mac Namara en el mismo buque llegó un práctico del puerto de Co- lonia que lo convenció de que conocía los canales para entrar al puerto y atacar la ciudad. Se realizó un consejo de guerra para decidir las acciones a emprender; parece que privó la opinión de los comandantes subordinados. Codicia y orgullo marinero de por medio, no se cumplió la orden de regresar, y el 6 de enero de 1763 atacaron Colonia con sus tres buques mayores. Hay una anécdota que dice que uno de los paisanos que apostó Cevallos como vigía en la costa, le manda un mensaje informando el avistaje y agregaba: “esos buques están bue- nos para la bala roja”. (14) (14) Bala que antes de cargarla era calentada al rojo; muy eficaz Resulta difícil explicar que una expedición planificada y desarrollada durante casi un año para provocar incendios. fracasara tras un increíble duelo al cañón de unas pocas horas. Otra pregunta es: ¿por qué no desembarcaron la tropa, intentando un doble asalto, por mar y por tierra? El 4 de enero los buques fondean en el Riachuelo, casi a la vista de Colonia. Intentan algún golpe de mano contra la plaza, que es rechazado. El 6 de enero al amanecer zar- pan y los tres buques mayores toman posición, fondeando el Lord Clive frente al baluar- te de Santa Rita, la Ambuscade frente al baluarte de San Pedro Alcántara, y la Gloria frente al de San Miguel. Los buques se acoderan (15) presentando sus bandas de estri- (15) bor a la fortaleza. Estamos hablando de distancias que no superan los cuatrocientos Acoderar: fondear un ancla adi- cional en popa para evitar que metros. No es necesario decir que la defensa costera estaba alerta y preparada, pero el buque cambie su actitud por ninguno de los bandos se apresura por abrir el fuego; todo parecía un duelo de aque- efectos del viento o la corriente. lla época. Cerca del mediodía son los ingleses quienes realizan el primer disparo, que es respondi-
  • 8. 48 CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA San Miguel Gloria Santa San Rita Pedro Esquema de la batalla del 6 de enero de 1763. Reproducido por cortesía de los autores del libro Adolfo Kunsch Oelkers: Incendio y naufragio del Lord Clive, y Juan Antonio Varese: Naufragios en Colonia: Patrimonio histórico, Montevideo, 2003, Torre del Vigía Ediciones. Lord Clive Ambuscade do por las baterías de tierra. Se desarrolló un violento combate, con graves daños por am- bas partes. Pero los buques llevaron lógicamente las de perder; después de cuatro ho- ras de duelo artillero, la nave capitana, el Lord Clive, se incendió (posiblemente por el im- pacto de balas rojas), debiendo ser abandonada. ¿Cuál fue la suerte del capitán Mac Namara? Pereció en la acción, aunque diversos au- tores difieren sobre su final. Puede que haya muerto en el incendio de su buque o que se ahogara al intentar llegar a nado a la costa. Cualquiera fuera la suerte del comandan- te, cerca de la noche explotó la santabárbara, pero como no se hundió de inmediato le fue posible a Cevallos rescatar gran parte de la artillería y otros efectos. Los restantes buques también se retiraron con graves daños, regresando sí ahora a Río de Janeiro. Los prisioneros ingleses que llegaron a la costa y los civiles portugueses que habían que- dado en la Colonia fueron enviados a Buenos Aires para ser internados en las provincias. Así pasó, sin gloria y con mucha pena, el primer intento serio de invasión inglesa al Río de la Plata. Nos salvaron, repito, el río y la brillante defensa que realizó Cevallos en Co- lonia, y las previsiones en otros puntos de la costa. Cabe aclarar que durante el combate el gobernador sufría de otro de sus periódicos ataques de paludismo; pese a la fiebre que lo consumía se levantó para dirigir personalmente la acción, montado finalmente a caba- llo por no poder mantenerse en pie. Puede preguntarse uno sobre el destino de los restos del Lord Clive. En años recientes, arqueólogos submarinos uruguayos han explorado la costa frente a Colonia y creen haber
  • 9. BCN 810 49 encontrado al buque bajo un manto de sedimentos y de rocas. Han recuperado un trozo de madera que se supone corresponde al timón. (16) (16) Ver Incendio y naufragio ... Después de un descanso y preparación de las defensas, en marzo Cevallos avanza por la También reportaje al señor Ru- costa norte del río. Le preocupaba un contraataque portugués; la reconoce hasta Maldo- bén Collado, diario La Colonia, 6 de febrero de 2004. nado, sigue al norte y toma la fortaleza de Santa Teresa en la Angostura del Chuy, y lue- go el fuerte San Miguel. Continuando hacia el norte toma Río Grande do Sul, que había sido abandonada por sus defensores, realizando una de las más brillantes campañas que se hubieran ejecutado bajo los pliegues de la bandera española en el siglo XVIII. En este lugar lo sorprende la noticia del Tratado de París que pone fin a la Guerra de los Siete Años, y la Colonia vuelve a manos portuguesas el 27 de diciembre de 1763. SMC (Su Majestad Católica, el rey de España) restituiría a SMF (Su Majestad Fidelísima, el rey de Portugal) todas las plazas conquistadas en Europa, América y África. Las maniobras de la diplomacia hicieron, como en otras oportunidades, estériles los es- fuerzos y los sacrificios de los funcionarios españoles en América. Y debemos reconocer la superior calidad militar de las tropas españolas frente a las portuguesas. Mientras Cevallos permaneció al frente del gobierno de Buenos Aires, los portugueses cumplieron con lo acordado, pero apenas se embarcó de regreso a España, comenzaron a invadir territorio español. Cevallos cumple gestiones diplomáticas en Italia en 1772, por cuyo éxito el rey lo premia nombrándolo Capitán General de la Provincia de Extremadura. Finalmente, en 1775, es nombrado Gobernador y Comandante General Militar de Madrid y su distrito. Como una calesita, siempre girando alrededor de los mismos puntos, muy pronto vuelven a repetirse aciertos y errores. En los primeros meses de 1776 los portugueses reconquis- taron puntos importantes, incluido Río Grande, situación que llevó a pensar en establecer en Buenos Aires un poder político militar fuerte, lo cual culminaría con la creación del Vi- rreinato en ese mismo año y el envío de una fuerte expedición militar. Debemos señalar que el plan de Cevallos para acabar con el problema era la invasión y conquista del mis- mo Portugal para la corona española. Señalado Cevallos como el militar que debía comandar la expedición, fue consultado so- bre el tema, no mostrando entusiasmo en la empresa. Al fin aceptó y se lo designó aten- diendo “al justo aprecio que en su Real consideración merece el talento, celo, actividad y acreditado desempeño de V. E.” La real cédula del nombramiento, del 1° de agosto de 1776, decía: “Por cuanto hallándo- me muy satisfecho de las repetidas pruebas de que tenéis dadas de vuestro amor y ce- lo a mi real servicio, y habiéndoos nombrado para mandar la expedición que se prepara en Cádiz, con destino a la América Meridional, dirigida a tomar satisfacción de los portu- gueses por los insultos cometidos en mis provincias del Río de la Plata, he venido en crea- ros mi virrey, gobernador y capitán general de las de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Po- tosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y de todos los corregimientos, pueblos y territorios a que se extiende la jurisdicción de aquella Audiencia”. La expedición era fuerte de 9.000 hombres. Objetivo: recuperar los puestos que habían to- mado los portugueses en el Río Grande de San Pedro, como también el conquistarles cua- lesquiera otros que se pueda, especialmente la isla de Santa Catalina y la Colonia del Sacra- mento. Se dejaba al arbitrio de Cevallos el realizar nuevas conquistas en las costas de Brasil. Por instrucciones del siguiente 4 de agosto se le aclaraba: “tomada dicha Colonia, la ha- réis demoler y destruir, cegando su puerto cuanto antes se pueda...”. “Es mi voluntad que
  • 10. 50 CEVALLOS, LA COLONIA DEL SACRAMENTO Y LA PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL RÍO DE LA PLATA Bibliografía sin embargo de cuanto os dejo prevenido en esta Instrucción quedéis en libertad para obrar, según lo juzguéis más oportuno, a mi mejor servicio ...” I La Primera Invasión Inglesa; En- rique M. Barba, en Todo es His- toria, noviembre 1970. Zarpa con una escuadra de 116 buques y aunque su plan original era dirigirse a Monte- I Siete Días, Nº 169, págs. 23- video, ataca primero la isla de Santa Catalina por su excelente fondeadero, la que se rin- 28. de el 5 de marzo. Por esta acción el rey lo nombra Capitán General de sus Ejércitos. Una I Una invasión inglesa durante el sucesión de temporales le impidió desembarcar en Río Grande, por lo que prosigue viaje gobierno de Cevallos; Enrique a Maldonado y Montevideo. M. Barba; Humanidades, revista de la Facultad de La Plata, to- mo XXXII (año 1950). Posteriormente, el 5 de junio toma la Colonia, pero cuando se disponía a iniciar otra vez I The Royal Navy in the River su campaña de Río Grande, el 11 de junio, el rey le ordena cesar las hostilidades. El 1º Plate 1806-1807; edited by de octubre se firma el Tratado de San Ildefonso. España se queda definitivamente con la John D. Granger; published by Colonia, la Banda Oriental y las misiones ubicadas en la orilla occidental del Uruguay, pe- Scolar Press for the Navy Records Society; 1996. ro también pierde definitivamente Santa Catalina y todo el Río Grande. I Los Bloqueos Navales en el Río de la Plata; contraalmirante Ho- Como virrey, Cevallos fue un gobernante valiente, sagaz y progresista; habilitó el puerto racio Rodríguez, contraalmirante para el comercio libre; ordenó la fundación de la Aduana; se ocupó de las industrias ru- cont. Pablo Arguindeguy, Institu- rales; combatió la corrupción. Puede decirse con verdad que durante su gestión echó las to Browniano, 1991. I Enciclopædia Britannica: tomos bases para la emancipación económica y política del Plata con respecto al Perú. VI, p. 840; IX p. 383; III, p. 762; I p. 296. En 1778 entrega el Virreinato a Vértiz, hasta entonces gobernador. Llega a la Península I El Virrey Cevallos; Hialmar enfermo, y en camino a la Corte se debió detener en el Convento de los Capuchinos, cer- Edmundo Gammalson; Ed. Plus ca de Córdoba, donde muere después de una larga agonía el 26 de diciembre de 1778. Ultra, 1976, Buenos Aires. I Las Invasiones Inglesas al Río de Tenía 63 años. Fue enterrado con pompas de Obispo, vistiendo el sayal de los capuchi- la Plata 1807-1807; Carlos Ro- nos y encima el hábito de la Orden de Santiago. berts, Ed. Peuser, Buenos Aires 1938. El rey de España, Carlos IV, lo esperaba para otorgarle el título de Marqués de la Colonia, I Incendio y Naufragio del Lord título que pasaría a una de sus hermanas. Clive; Adolfo Kunsch Oelkers / Naufragios en Colonia: Patrimo- nio Histórico; Juan Antonio Vare- Pedro Antonio de Cevallos yace en la Catedral de Córdoba. Conoció en carne propia aque- se. Torre del Vigía Ediciones, llo de ganar en el campo de batalla y que otros, por ineptitud política, lo pierden en la me- Montevideo, 2003. sa de negociaciones, herencia que parece hemos recibido de la madre patria. Se lo llamó con justicia “el último resplandor de la gloria de España en América”.I TERMINAL 6 SOCIEDAD ANÓNIMA Hipólito Yrigoyen y Costa del Paraná, C.C. 60 - 2202 Puerto General San Martín (Santa Fe), Argentina Tel. 54 (3476) 438000 - Fax 54 (3476) 438046 E-Mail: term6@terminal6.com.ar - http://www.terminal6.com.ar