Publicidad

HOMILÍA DEL DOMINGO 1º DE CUARESMA. CICLO B. DIA 22 DE FEBRERO DEL 2015

15 de Feb de 2015
HOMILÍA DEL DOMINGO 1º DE CUARESMA. CICLO B. DIA 22 DE FEBRERO DEL 2015
Próximo SlideShare
33 Domingo Ordinario - C33 Domingo Ordinario - C
Cargando en ... 3
1 de 1
Publicidad

Más contenido relacionado

Publicidad

Más de FEDERICO ALMENARA CHECA(20)

Publicidad

HOMILÍA DEL DOMINGO 1º DE CUARESMA. CICLO B. DIA 22 DE FEBRERO DEL 2015

  1. HOMILÍA DOMINGO 1º DE CUARESMA. CICLO B. DIA 22 DE FEBRERO DEL 2015 Curioso: el Carnaval, a pesar de que son solamente tres días, es conocido y celebrado –al menos contemplado- en casi todo el mundo. En cambio, la cuaresma y Pascua, que entre las dos abarcan 90 días, pasan casi desapercibidas. En el pórtico de la cuaresma –hoy es el primer domingo- la Iglesia nos presenta la estampa de Jesús que, empujado por el Espíritu, se retira al desierto y allí es tentado. Estampa que queda remachada por el resumen del mensaje de Cristo: “está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. Extraña que la liturgia ponga en primera línea la tentación, cuando ésta es considerada por muchos como algo trasnochado, como algo propio de personas pusilánimes. No obstante, el engolado Francisco Umbral escribía por el año 2000 que “lo primero que tiene que hacer Europa es dominar sus tentaciones –el dinero y el sexo inocente-“. Al fin y al cabo pecado es una tentación aceptada, consentida. La verdad es que Jesús venció las tentaciones. No sucedió así con el pueblo judío o hebreo en el desierto del Sinaí, que añoraba las cebollas y las ollas de carne de Egipto, ni con Adán y Eva. Sin duda ninguna la tentación más conocida se refiere a la de Adán y Eva en el Paraíso. Hoy, el evangelista Marcos no especifica las tentaciones que sintió Jesús en el desierto. Tampoco es necesario, pues cada uno tenemos nuestras tentaciones dependiendo en gran parte de circunstancias y de épocas de la vida. Incluso en cada momento histórico dominan un tipo u otro de tentaciones. Lo cierto es que la tentación ni está en extinción, ni hay que tomarla como algo cursi. Con cierta facilidad podemos descubrir cuáles son las tentaciones más frecuentes en nuestros días. Por ejemplo, la avaricia –somos insaciables-, la falta de solidaridad o el enconcharnos en nuestros intereses, la poca capacidad de sacrificio, la injusticia y la desigualdad manifiestas. Nos tienta el desaliento, el dejarlo para mañana cuando hay que empezarlo hoy. No vamos a caer en el catastrofismo y pedir un nuevo diluvio universal que ahogue la actual humanidad y acabe de raíz con toda corrupción, como nos relata la primera lectura de este domingo. Pero sí se nos invita, se nos urge al “conviértete y cree en el Buena noticia, en el evangelio”. Siempre necesitamos de la conversión, que la practicamos al ir superando las tentaciones. Éstas normalmente no se presentan de forma grosera, sino de modo camaleónico: según aficiones, tendencias, intereses; nos muestran el lado seductor. Ante la droga te dirá que vas a sentirte eufórico y no que vas arruinar tu futuro. La conversión, a la que se nos invita hoy, supone cambiar de mentalidad, quizá de comportamiento, ir en otra dirección, volver a las raíces de nuestra vida cristiana. Convertirse es ponerse del lado del Espíritu frente a la carne, es ir creando el hombre nuevo, del que nos habla la Pascua. En la campaña electoral se insiste constantemente en una sociedad mejor, distinta. Pero para esto es preciso convertirnos. El escritor Antony de Mello cuenta la siguiente historia: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”. A medida que fui haciéndome adulto caí en la cuenta de que había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma. Transformé mi oración y comencé a decir:”Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entren en contacto conmigo, aunque solo sea a mi familia y a mis amigos. Con esto me doy por satisfecho”. Ahora que soy viejo he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente:”Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”. “Conviértete y cree el evangelio” es el lema de la cuaresma. Así construiremos el Reino de Dios. Termino con una pregunta doble: ¿qué voy a hacer esta cuaresma? Y, en segundo lugar, ¿qué tentaciones me tientan más a mí y tientan más a nuestra sociedad?. Al fin y al cabo en el Padre Nuestro pedimos siempre “no nos dejes caer en la tentación”.
Publicidad