Anacleto, un joven de 17 años, necesita reunir dinero para asistir a la universidad. Utiliza su ingenio para completar mandados de su madre y ganar dinero, como comprar carne barata de un carnicero desordenado. Con los $50,000 ganados, asiste a la universidad solo para descubrir que las clases fueron canceladas por un apagón. Decide caminar a casa, pero se cansa y toma un bus, donde debe sentarse en el peligroso primer escalón de la escalera.
1. Las aventuras de Anacleto
Episodio I: el primer día en la U
Anacleto era un joven común y corriente de unos diezcipuya (17) años de edad,
único hijo de don Procopio Y doña Durumbumbina, estos eran unos padres
ejemplares por su similitud a los caballos, bueno eso es otra historia no nos
desviemos del tema. El día 17 de Febrero del presente año sería el primero en el
que este brillante joven ingresaría a la educación superior, pero poseía un
problema , no tenía ni un michigo peso para asistir a la anhelada institución, se
había gastado toda la marmaja que le suministraron sus padres y por tal motivo se
encontraba rucio y con las manos limpias, porque ni les rascaban para vaticinar
que iba acoger el preciado fisco, en ese instante le llamo su mejor amigo, un tal
Serapio, dijo su madre; el cual además de ser su amigo del ama, era disque
compañero de estudio ( bueno esa era lo que él decía, supuestamente se había
matriculado) pero este le llamo para informarle que iba a madrugar hacia la “U”,
para poder agarrar la primera chiva del día que salía a las 3 am, disque por
frescura y comodidad, pero Anacleto sabía que estaba igual o peor que él y la
verdadera razón era porque no tenía ni un cinco ni siquiera para comprarse un
manchatripas, en caso, lo está invitando a semejanza atrocidad, pero ya el joven
Anacleto tenía su plan de movilidad craneado, por tal motivo rechazo la genuina
invitación de su amigo inmediatamente. El plan de Anacle consistía en acumular la
mayor cantidad de dinero posible durante el día, realizando los apreciados,
anhelados y amados “mandados” que le encomendaban sus queridos padres.
Dicho esto se ofreció, ¡qué digo! Se regalo hacer todos los mandados que le
digieran. Su madre se extraño bastante porque primero que todo las encomiendas
las hacia el viejo Sofonías (su perro) y cuando le decían al chimuelo siempre tenía
una excusa para decir que no. Bueno aunque extraño y sospecho el
comportamiento del imberbe su madre le entrego 20000 pesos para que le
comprara dos (2) kilos de carnes; de inmediato la inteligencia del mozalbete le
abrumó por completo todo su ser, de una forma sagaz y vivaracha se sabía todas
las clases de carne, los cortes y los precios de ésta. Teniendo esta información a
2. su disposición se dirigió hacia don Pancracio, un excelente carnicero (eso era lo
que el viejo decía) reconocido en todo el pueblo por su inapropiada porquería e
inadecuada presentación del servicio, eso era lo menos que le importaba al
muérgano de Anacleto, lo único que le interesaba eran los precios de las carnes
que en este cuchitril eran muchísima más barata. Este le pide un kilo de sobre
barriga y seguidamente le dice que se la relaje delgadísimamente, realizando un
corte quirúrgico en forma diagonal para que se viera bastante, pero el puerco del
carnicero estaba comiéndose un grasiento chicote de chicharrón y sin usar
guantes ni mucho menos lavarse la manos, se dispone a realizar la indicación del
muchacho, cogiendo un machete que tenia por ahí bien oxidado se dispone a
mochar el primer pedazo de carne que se le atravesó(pero eso sí, es muy preciso;
todo hay que decirlo) y posteriormente con la destreza de un experimentado
cirujano agarra la navaja de un corta uña, realizando la pedida circuncisión de la
carne, seguidamente se la entrega al mucharejo; este le mira fijamente y con voz
de conchudo le dice: ¡he y! Y la ñapa que, el viejo se sonríe un poco y le encima
un pedazo de pata como de burro, el joven hace caso miso a tremenda vianda,
pide el vuelto que son 15500 pesitos y se marcha, tanto sonreído como placentero
hacia la casa, sin antes de esconder muy bien tan apreciado tesoro. Cuando llega
al hogar le entrega la encomienda a su madre y esta dice impresionada: ¡milagro!,
¡milagro! Que te dieron bastante carne, el joven echa una carcajada y agrega:
madre tú sabes que yo solo compro pura carne exclusiva en lugares prestigiosos,
estás hablando con un profesional en la materia, me extraña que dudes de mis
capacidades mercantiles. Todos se ríen del buen humor del bellaco; cuando el
bandido se iba, su madre le llama nuevamente, esta vez para que le hiciera otro
mandado, como esta tan botado, éste no respondió se queda callado, analizando
la situación y como sacaría el mayor provecho de este negocio lucrativo, le dice:
claro que si querida madre cuando he dicho que no a tus peticiones, ésta se
extraña aun mas, pero también saca provecho de la situación diciéndole: ¡vea
mijito! Vaya a donde doña Burgundófora y le dice que me mande 8 plátanos
maduros y una cebolla de huevo, el joven ciña su rostro y agrega: ¡mande! O que
le fije; - ¡ah sí! Mijito es lo mismo ella ya sabe como es el asunto, dice la madre;
3. ya sabe ¡jun.! , usted está al tanto que no me gusta hacer esos tipos de trabajo, no
están a mi nivel, lo mío es plata en mano y bolsillos llenos, digo y familia llena;
hágase nomas agrega la madre. De inmediato interviene don Procopio y le da
2000 pesos diciéndole: vaya haga el mandado pues, acaso no está muy servicial
hoy; si p’a, pero vea que eso no alcanza, los plátanos son a 300 pesos; ¡ya
subieron!, ¡Virgen Santísima! Qué raro, si yo ayer mande al viejo Sofonías a
realizar el mismo mandado y hasta me trajo vuelto, dice el padre; y el pelado
arremete suponiendo: ¡quién sabe de dónde se robo esos plátanos Sofonías,
porque bien negros que si estaban!, bueno no me revire vaya haga la encomienda
y no me alegue. Bravo y mal humorado se dispone a realizar tan despreciada
encomienda, pero sin antes de ingeniarse la forma de cómo ganaría la mayor
renta de tal desolador negocio. Más calmado y relajado se dirige a donde don
Deuteronomio (un vecino de la otra cuadra) y le dice: señor deute usted por
casualidad no tiene por ahí unos platanitos maduros que me facilite; el viejo se
sonríe y dice: ¡jun.! Voy a ver si tengo, espere ahí yo busco; cómo no, don señor,
dice el mucharejo. Cuando el viejo se asoma nuevamente sale con una bolsa de
20 plátanos maduros grandes, cada uno parece un racimo, hermosos estos
tubérculos preponderantes; el chamaco con una sonrisa dice: gracias y
seguidamente con voz aguda comenta: no tiene por ahí una cebollita; no mijo esa
se me acabaron ayer; el muchacho susurra: ¡que verraco viejo tan amarrado,
ombe!, gracias de todas manera y se marcha.
Cuando se dirige hacia su hogar entra un rato donde Serapio, le pide un vaso de
agua y este le dice: sáquelo que estoy un poco ocupado (viendo hora de
aventura), este ni corto ni perezoso se dirige a la caballota (bueno así le dice a la
nevera, porque patea brutalmente), pero como ya le sabia la manía, la abre con un
palo, saca agua y además se embolsa la cebolla que necesita y luego se marcha
el conchudo. Cuando llega a la casa tira la bolsa y dice: ¡p’a que no digan que no
hago mandados!, seguidamente se encierra en su cuarto.
4. Al día siguiente ya más calmado con los 50 mil pesitos más asegurado que pago
de profesor por cobertura, por los esfuerzos laborales de su arduo trabajo; se
dispone a llamar a Serapio para saber a qué hora se encuentran para ir a la U,
pero increíblemente contesta doña Eutiquia y le dice que no está, que había
madrugado para la universidad porque disque tenía una inducción, de inmediato
el chimuelo se acuerda de lo que le había dicho su amigo y dice: ¡claro!, ¡claro!
Muchas gracias doña señora, y cuelga.
Más tarde se prepara para ir por primera vez a su soñada Universidad, de una
manera increíble se emperifolla rigorosamente poniéndose la mejor “percha” que
tiene, se baña como 5 veces en el día y se junta cuanta loción encuentra en su
camino. Bueno llego el momento, sale de la casa hediendo en loción, se cree el
más vaciladode la cuadra, camina, ¡qué digo camina! Vuela, no quiere tocar la
tierra se dirige hacia el transporte sin antes de cambiar el billete de 50 por
menudas; este se sabe las rutas, fletes, precios y todo lo que tiene que ver con el
transporte público. De inmediato separo los 1200 pesos que vale el pasaje y se
guarda el resto , entra en la buseta, se sienta en la quinta fila silla 16 y al lado
pone su preciado bolso como si fuese a pagar los dos pasajes ; dura mas él en
poner el boso cuando de un momento a otro se llena el carro, de gentuza,
chusma, ciudadanos de poca y baja reputación, sencillamente del vulgo (dice este
al observar los aspectos), hacia al joven se dirige una mal herida anciana con dos
muletas y pie enyesado; el pillo se hace el dormido, hasta cobija tiene, se arropa
de pie a cabeza y se hace el invisible, por tal motivo a la viejita le toca tirarse al
piso . Cuando repentinamente se monta una exuberante dama, una bellosura de
mujer a tan humilde cacharro, vuele a un néctar divino como ambrosía celestial,
ésta se dirige hacia el único puesto que queda, el de Anacleto y este ni corto ni
perezoso quita el bolso del puesto, prácticamente lo tira por la ventana, quita
hasta el brazal del asiento para que la beldad se siente, pero ésta muy amable
dice: señora ahí tiene un puesto, dirigiéndose a la anciana. ¡Oiga! A la señora no
le habían dicho esto cuando sin importarle yeso ni mucho menos muletas, da un
semejante brinco y se aplasta en tan inmaculado asiento. Anacleto lo único que
hace es sonreír tenuemente, pero por dentro tiene es gana es de bombardear a
5. tan venerable anciana, porque además vuele como a piel roja y otros olores que
no se pueden mencionar ni describir en este texto.
Por fin el mozalbete llegaa su apreciada U, tras haber pasado tan incómoda
situación, un poco golpeado y magullado por los golpes que da la vida, pero en
ese instante se olvida de todo sus dolores, se arrodilla, da las gracias, realiza 4
vueltas canelas, 3 mortales y un espectacular tornillo; presentación que tenía ya
prepara disque para impresionar a la comunidad estudiantil, pero
lamentablemente se encontraba solo, porque se había ido la energía y por tal
motivo las clases fueron suspendidas; el joven no podía creer esto, no cabía en su
cabeza tan grave realidad, de inmediato la locura lo abrumo por completo
simplemente porque no le habían avisado que no había clase y peor aún, lo que
más le dolía los $1200 que tenía que dar nuevamente para poder regresar a casa.
Pero Anacleto prefiere caminarse los 23 km que hay de trayectoria desde la U
hacia su hogar, antes de dejarse atracar por los fechores y avaros conductores de
busetas (es lo que él piensa)no había recorrido 300 m cuando ya le dolían las
coyunturas de sus piernas, su cuerpo le temblaba, su boca titiritaba y su
respiración se aceleraba; estaba ¡cansao!, pero este insistía en caminar así su
cuerpo no le respondiera, es que el solo hecho de regalar las 24 monedas de a
$50 lo mantenía de pie. Este siguió otros 10 m y no pudo mas ya molido por la
caminata similar a la de Moncayo decidió descansar un poco, en ese instante se
ilumino ocurriéndole una brillante idea: esta era “tirar dedo” piratearse el pasaje,
pero tenía que hacerlo rápido, puesto que el manto de la noche ya lo estaba
arropando. El escuincle insistió como hora y media, pero solo le acariciaba el
fogoso y desconcertante humo de los carros en su imberbe rostro, dejándole al
paso la miserable condición de “chirrete”; no obstante vislumbró un vehículo en
los cofines de la solitaria carretera, era del transporte público, no tenía más opción
que abordar tan descomunal tiesto, de inmediato hizo la seña de pare con su
mano y el carro le paro a 20 m mas allá de su puesto, este no podía caminar mas,
el ayudante del chofer le decía que se apurara porque era la última buseta que
quedaba; no sé como hizo el mucharejo pero llego, le esperaba un valioso y
exclusivo puesto, el primer escalón de la maravillosa escalera metálica, era el
6. único lugar que quedaba, ya que el ayudante iba pegado en la puerta con los pies
flotando sobre el pavimento de la carretera, le decía al chamaco que no se
preocupara, porque más adelante sobraría puestos, tanto que él se podría acostar
sobre estos. Sabias palabras, si solo eso palabras, porque cabe la casualidad que
toda la plebe se dirigían hacia el miso lugar de Anacleto, este no tuvo más
remedio que apretar y aguantar tan tortuoso recorrido. Cuando llegaron a tan
anhelado destino, se bajo el chofer y su ayudante, seguidamente le metieron
seguro a las puertas y ventanas del vehículo, disque para cobrar los pasajes
correspondientes a cada pasajero y de esta manera no se volaría ningún cliente,
es que en este viaje iban “escapistas” profesionales del sector transporte, viejos
zorros que nunca habían pagado un michigo pasaje y ya don Cristóforo (el chofer)
los tenia identificado. Se fueron bajando uno a uno pagando el determinado
pasaje, menos los escapistas y Anacleto que eran los últimos en bajar, los
“ilustres” estaban ingeniándose la manera de no pagar el servicio, cuando de
repente se armó el merequetengue, comenzó una disputa y trifulca entre estos,
formando una charamusca, tirándose puños, patadas, rodillazos y cabezazos
descontroladamente; cuando entro don Cristóforo y Prondocino les golpearon
salvajemente saliendo de inmediato floreados, volándose del tortuoso pago del
pasaje y muy reídos iban los condenados; cuando Anacleto reacciono de tan
impresionante espectáculo, decidió también volarse, pero si lijosamente no
contaba con la agilidad y malicia indígena del ayudante, que le agarro por los pies,
haciéndole una triple llave inglesa en el cuello, diciéndole: - ¡no ve vas a pagar, no
me vas apagar!, este replico: - ¡ que te voy a pagar ombe! si me vine todo el
trayecto a pie, y usted para que se monto, dijo el chofer, ¡paga! O lo fumigamos,
yo como soy inmune a cualquier veneno, responde el muchacho; pero a este
veneno no, sacando un changón destroza paredes, de inmediato el mucharejo
suda frio, cancanea, se persigna, reza los mil Jesús y dice con voz tibia: - eso no
tiene bala, seguidamente sale embalado, al soco, en zigzag, por si las moscas, sin
antes de mamarse un suculento y tremendo cocotazo por parte del chofer y un
chinazo en la espalda por el ayudante, sacándole un par de lagrimas y una
satisfactoria sonrisa al mismo tiempo, por no dejarse tumbar tan de frente.
7. Cuando arrimo a la casa, llego como todo descabalado con la cabeza ovalada y
su espalda hundida en su pecho, su madre le pregunta: - mijo que le paso; este le
contesta: - nada ama, acostumbrándome a los golpes que da la vida, se sonrió un
poco y se encierra en su cuarto todo dolorido, pero satisfecho por haber defendido
lo suyo como tigre; mientras que su madre decía: - mi hijo se está convirtiendo en
un verdadero hombre.