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ÍNDICE




Agradecimientos ...................................................        5
Introducción..........................................................     7
1. Para entrar en materia ........................................         25
2. ¿Qué es negociar? ............................................          39
3. Separando la paja del trigo ................................            57
4. Modelos de negociación .....................................            73
5. La práctica de la negociación efectiva ..................               91
6. Encontrarse con los otros .....................................         125
7. El arte de la negociación ....................................          147
8. Tres experiencias ...............................................       175
Bibliografía ...........................................................   211




                                          3
4
AGRADECIMIENTOS




   Va nuestro agradecimiento a Monique Altschul y a Marta
Fernández Longo, a Elena Moráis, a Alfredo y Pía Veiravé y
a Héctor Libertella por sus lecturas críticas y lúcidas. Y a Ed-
gardo Russo y a Sandra Román, que dieron sentido a muchos
párrafos.
   Y naturalmente a nuestras secretarias Silvina Franco y Ma-
ría Gabriela Estévez.
   Además tenemos una deuda de honor para con quienes nos
sacaron de apuros una y otra vez con sus escritos. Desde las
conceptualizaciones de K. W. Thomas, que vimos confirmadas
en nuestras primeras conversaciones sistemáticas, hasta los
textos de Ian McCall, y de Lax y Sebenius, los escritos de otros
especialistas ayudaron a acortar el camino muchas veces.
   En la bibliografía anotamos algunos de los libros que man-
tienen mayor coherencia con nuestra manera de operar y que
nos ayudan a pensar en nuestro aporte desde la experiencia
en un contexto latinoamericano. A nuestros amigos les reco-
mendamos su lectura porque encontrarán estímulos para se-
guir avanzando.
   Finalmente, gracias a nuestros maestros. Un negociador no
se hace solo.




                                5
6
INTRODUCCION




NEGOCIAR ES JUEGO DE GRANDES

   En el idioma inglés se marca la diferencia entre juegos de
chicos y juegos de grandes. A los primeros se los llama play;
a los segundos, game.
   La diferencia entre unos y otros radica en la mayor o menor
complejidad de sus reglas, en las posibilidades de inventar,
en el manejo de la sorpresa, en la necesidad de un aprendi-
zaje y de una preparación previa, y en la premisa de que los
límites pueden ser modificados mediante acuerdos entre los
participantes.
   Los juegos de niños (play) son repetitivos, sólo requieren
de la presencia de otros chicos, empiezan y terminan cuando
cualquiera de los jugadores siente el impulso de hacerlo, y se
conservan, con pequeñas variantes, a lo largo de los años y
en distintas culturas. El escondite, la mancha, la ronda, el salto
al rango han existido y existen en todos los continentes y en
todas las épocas. Son juegos de convenciones muy elementa-
les, con los que los chicos aprenden a estar unos con otros ob-
viando el diálogo. Estos juegos no codifican los intercambios,
a un punto tal que, aun en casos de disputas, ninguno de los
jugadores se puede enojar durante mucho tiempo. Están juntos
sin estar juntos, porque cada uno está en lo suyo.
   Cuando los niños crecen y van accediendo a una comunica-


                                  7
ción más elaborada, aprenden a utilizar elementos simples en
otra escala de complejidad: muñecos para jugar a la familia,
autitos para hacer carreras, cubos para construir casas. Estos
extienden el campo de acción y cumplen el papel de inter-
mediarios, diferenciando al niño de sus propias representa-
ciones e incorporando nociones de espacio (adentro/afuera),
de tiempo (antes/después), de roles (padre/madre/maestra/
alumno) y toda una gama de valores, creencias y actitudes.
Las interacciones propias de un ser humano desarrollado van
tomando forma. Con ello, el juego se va definiendo por asi-
milación de la cultura a la que el niño pertenece. Las reglas
del mundo real son trasladadas al mundo de la fantasía; las
casas ya no son universales y se parecen a las de la realidad
de cada cultura, y papá y mamá serán dramatizados tal como
los chicos los han visto en sus propios hogares. Más tarde
aparecerán los primeros juegos de cartas, incluyendo núme-
ros, reglas y modificaciones condicionadas por el azar: la oca
o el ludo. Hasta que se instalan frente a una computadora y
oprimen comandos para jugar con un mundo más extendido.
   Los juegos de grandes (game) tienen reglas: se puede parti-
cipar o se puede mirar, ya que enseñan tanto al que observa
como al protagonista. Tienen pautas escritas, pautas tácitas
(cómo se juega, con quién se juega, hasta cuándo, con qué
elementos), e incorporan mecanismos para estimularse por me-
dio de grados de complejidad creciente: cuanto más se apren-
de, más se disfruta, porque este placer aumenta a medida que
crecen la calidad y la sabiduría del rival.
   El tenis tiene un sistema de puntajes sumamente comple-
jo que no permite un resultado acumulativo directo, como en
el fútbol, porque cada tantas jugadas la partida recomienza
casi desde cero. El sistema de puntajes está relativizado para
mantener hasta el final una mayor incertidumbre del resulta-
do. Naturalmente el póquer, el ajedrez, el tute cabrero, para
mencionar algunos otros, estimulan a personas muy distintas,
que se divierten con gente que conoce, comparte sus reglas y


                              8
las desarrolla con un alto nivel de pericia.
   La negociación tiene mucho de juego de grandes. Y aunque
hay una cantidad de reglas conocidas, admite la invención
constante, porque se apela a la inteligencia de los participan-
tes para generar nuevas opciones, nuevos caminos, nuevas
secuencias. Y se juega “en serio”. A diferencia de la llamada
“negociación tradicional” en la que se pretende “ganar para
no perder”, las negociaciones efectivas exigen un aceitado
juego en el que las reglas pueden ser cuestionadas, acordadas
y vueltas a modificar. ¡De hecho es mejor negociador quien
negocia intensivamente y aprende de sus propios errores!
   Hay preguntas que derivan de la manera como el nego-
ciador resuelve dificultades personales. Por ejemplo: ¿Cómo
puedo combinar mi necesidad de contar con reglas claras y
mi deseo de violarlas? ¿Cómo encaro mi necesidad de buscar
límites y mi deseo de saltar sobre ellos? ¿Cómo se acepta que
se cumplan sanciones previamente acordadas cuando se pro-
duce una infracción? Son preguntas que pueden responderse
como quien analiza cualquier juego de grandes y se propone
mejorar su desempeño.
   Un juego de grandes necesita que las dos partes sepan
que el otro es competente y confiable. Esto incluye el reconoci-
miento de que cada uno puede contar con recursos distintos y
que a su vez pueden estar en conflicto. Pero sobre todo exige
saber que uno y otro pueden fortalecerse y debilitarse a partir
de sus propias reacciones y conductas.
   La negociación es un juego: requiere que los protagonis-
tas se estimulen al enfrentar dificultades y oportunidades. Es
competitiva porque involucra intereses económicos, prestigio
personal, consecuencias políticas, etc. Y en muchos casos uno
descubre prácticas que remiten más a los juegos de niños que
a los de adultos. No debe sorprender que el negociador se di-
vierta mientras desempeña su delicado papel, y que al mismo
tiempo se muestre preocupado por cada movida del tablero,
mientras observa en sí mismo y en el otro las tentaciones de


                                9
dosificar reglas sutiles e infracciones infantiles.
   Quizás esta dificultad haga que mucha gente sostenga que
un buen negociador nace…; con lo cual se evita, con elegan-
cia, enfrentar una realidad: para que la negociación dé lugar
a resultados satisfactorios, debe existir un proceso. Y esto es
fácilmente comprobable, porque no bien nos ponemos a tra-
bajar en casos concretos advertimos que la mayoría de las
personas no vacilan en aceptar ayuda para convertirse en me-
jores negociadores. Y en ese aprendizaje equilibran espontá-
neamente el beneficio deseado con el método necesario para
alcanzarlo. Existen pocas necesidades tan explícitas como la
de aprender a negociar, y también aquí —como en el tenis o
en el truco— podemos aprender en la medida en que acepte-
mos el desafío y establezcamos las reglas.
   En ese caso, a poco de avanzar, cada persona advierte
en qué medida estaba actuando de manera inadecuada. En
parte porque desplazaba esfuerzos hacia donde no corres-
pondía, o bien porque consideraba la negociación como algo
esencialmente manipulativo y característico de individuos con
intereses espurios y personalidad repudiable. Es probable que
esta última conjetura lo inhibiera o incomodara, haciendo que
su propio juego se asemejase más al de los niños…
   Y no necesariamente debe ser así. El adulto se afirma apren-
diendo de sus propios errores y también de los ajenos, y una
de las actividades que más lo ocupan es la negociación: un
proceso de comunicaciones muy elaboradas y complejas, que
puede ser manejado manteniendo coherencia con los valores
personales, y preservándose en la determinación de límites y
el diseño de reglas. De este modo, como en un juego atrayente
de seducción y desafíos, la negociación se desarrolla por invi-
taciones recíprocas, regulada por quienes utilizan los criterios
y las modalidades que mejor sirvan a los intereses de ambas
partes.
   Así la negociación se transforma en “juego” inserto en la
realidad: es “en serio”. Y puede disfrutarse en la medida en


                               10
que los jugadores comprendan su corresponsabilidad por el
resultado…
   Es un juego civilizado, característico de cada cultura, que
alude al contrato social que regula las tendencias violentas y
articula relaciones complejas, si las cuales es improbable el
progreso. Es un juego que si es jugado desaprensivamente re-
cuerda la ley de la selva, porque en su brutalidad confirmaría
el prejuicio de que siempre prima el más feroz. Sin embargo,
no bien se reduce el dominio del azar empiezan a visualizar-
se los beneficios. Si se introduce la racionalidad a partir del
diálogo, conducirá a que ambas partes distribuyan mejor “lo
existente”. Si logran incorporar nociones de futuro generando
un vínculo, y se permiten, conjuntamente, imaginar escenarios
estimulantes, los resultados pueden crecer de modo notable.
En este último caso, las partes “compiten contra elementos ex-
ternos para agregar valor”. Mediante esta derivación de la
energía competitiva se puede procesar la crisis y extender la
compatibilidad de las partes en función de resultados que mo-
difican y benefician a ambos participantes.
   Esas tres instancias abren el campo a la negociación, como
en un juego en el que se reducen con inteligencia la incerti-
dumbre y la ambigüedad, se incorpora con sensatez lo con-
creto y se advierten las ventajas de la asociación virtual.


ESTE LIBRO ES PARA USTED

   En Obra abierta, Umberto Eco sostiene que más allá del
carácter definitivo de un libro, el sentido siempre supera la in-
tención del autor y es completado por el lector, en un proceso
que se inscribe en el tiempo y modifica el texto mismo en su
circulación. El lector lo completa y se lo apropia.
   Si aceptamos esta premisa, a medida que usted lea este
libro observara que su mente comenta, acuerda, cuestiona,
o bien se hace preguntas a las que usted mismo irá dando


                                 11
respuestas. Inventará conversaciones, se le ocurrirán ideas, in-
tentará dialogar. De esa manera usted reescribirá este libro.
Cada idea y cada situación alcanzaran dentro de usted una
riqueza que hasta ahora la página escrita apenas anticipa, y
que jamás podría llegar a tener si no es a través de su trabajo
de lector e intérprete.
    Lo escribimos pensando en la invitación que propone la lec-
tura, que es a su vez una buena metáfora de la Negociación
Efectiva.
    En ella cada negociador, si tiene clara la necesidad del
intercambio y el placer del éxito, se coloca como libro abierto
ante el otro…, y dice lo que el otro completará sea con pala-
bras o en su imaginación… Cuanto más clara sea la presenta-
ción que cada uno haga de sí mismo, mas probable será que
la complementación que haga el otro contribuya a alcanzar
los propios objetivos y redunde en beneficio mutuo.
    Por lo tanto recuerde, al leer, que un escrito es, por defini-
ción, inconcluso. Necesita de su curiosidad, de su fantasía,
de su memoria, de su capacidad de asociación. Sin la partici-
pación activa del lector, el texto permanece incompleto. Algo
parecido ocurre en una negociación. Ninguna negociación
exitosa depende de una sola de las partes, por más talento
que ésta tenga. Tanto las oportunidades como los conflictos
pueden ser canalizados de formas muy diversas. Una de ellas
es la negociación. De su manejo equilibrado depende el éxito,
y ese manejo descansa en la capacidad de complementación
que posean los negociadores. Si sus conductas son pasivas o
imprudentes o si desconocen elementos centrales del proble-
ma, la negociación puede peligrar o frustrarse.
    Intelectualmente, estas ideas tienen la edad del mundo. Sin
embargo, sólo ahora empezamos a tomar conciencia de los
fracasos que provocaron los modelos convencionales. Toda
situación conflictiva despierta posturas cínicas en el intento de
solucionarlas, como “la caridad empieza por casa”, “la mejor
forma de defensa es el ataque”, “el que pega primero pega


                                12
dos veces”. Con frecuencia, nuestra naturaleza nos predispo-
ne a la acción solitaria, y cuando adquirimos un saber técnico
tendemos a definir cada dificultad como un problema a resol-
verse. En esas condiciones, tratamos de actuar como exper-
tos, identificando variables clave, recogiendo datos, eligiendo
la “mejor” herramienta para zanjar diferencias… Damos por
sentado que nuestro saber técnico cierra toda posibilidad de
debate.
    Por el contrario, para leer Don Quijote de la Mancha o
cualquier otro gran libro, casi naturalmente el lector pone su
asombro al servicio del texto y se deja sorprender. Le interesa
el relato y le divierten las aventuras, al mismo tiempo que evo-
ca las propias, sean reales o fantásticas. Así, el lector se deja
llevar y reescribe en si mismo la historia que va leyendo. Cier-
tas cosas se le escapan porque su interés está en otro lado, y
se detiene, en cambio, en otras porque se relacionan con lo
que le está pasando en esa etapa de la vida. El libro se abre
al lector que lo aprovecha para su crecimiento. En beneficio
propio. Lejos de tratarse de un problema para resolver y ce-
rrar, es una oportunidad de goce.
    Entre una metodología sistemática y el ejercicio de la crea-
tividad de las partes, la negociación debe tanto (o más) al
ingenio como al rigor científico. Una negociación tiene mucho
de artesanía: invita a encontrar soluciones nuevas.
    Al igual que en la tarea creativa, las negociaciones avan-
zan cuando cada una de las partes advierte que no puede
hacer la tarea descansando sobre lo ya conocido; más aún,
que la obra depende en esencia de las innovaciones en el
trabajo de los materiales y no sólo de los esfuerzos de la pura
voluntad; que ante el desafío, sin un concurso inteligentemente
competitivo, los logros serán menudos. Y, por último, que esta
tarea deber ser hecha siempre con el otro.
    Como un chico que goza leyendo las aventuras de San-
dokán en la Malasia o un adulto que se apasiona con las pá-
ginas de un texto que habla directamente de sus inquietudes,


                                 13
una negociación nos seduce y ayuda a plantearnos caminos.


TENER QUE NEGOCIAR INCOMODA

   Trabajar cansa (Lavorare stanca). Cesare Pavese, el gran
escritor italiano, utilizó este título para una colección de sus
poemas. Dentro del mismo espíritu podríamos decir: “tener
que negociar incomoda”. Hablamos de “tener que negociar”,
no de negociar, porque las innumerables transacciones que
hacemos todos los días, por el simple hecho de ser adultos en
un mundo complejo, están incorporadas naturalmente a nues-
tras relaciones previas, a proyectos compartidos y a la lógi-
ca de las diferencias. Sin embargo, cuando nos vemos ante
la disyuntiva de “tener que negociar”, vale decir de encarar
alguna acción con quienes no nos une algo trascendente, el
proceso se vuelve esforzado.
   El argentino César Bruto, en uno de sus ensayos sobre Los
grandes inbentos deste mundo (sic), se ocupó del trabajo. Em-
pieza diciendo que el laburo es lo más horrible que hay en
la vida, ya que laburo significa levantarse a las seis de la
mañana, darse cuenta que uno ya está atrasado, afeitarse
mal y cortarse la cara, correr a la esquina y descubrir que ya
hay otras personas en la cola, de manera que, cuando llega
el colectivo, uno tiene que ir colgado y llega a la fábrica tarde
y el capataz le grita. Por eso dice “laburar es horrible”. Lo
más hermoso que hay en el mundo —sigue con sus reflexiones
César Bruto— es el trabajo. Porque uno se levanta un sábado
a la mañana a eso de las nueve, pone la pava al fuego y
se hace unos mates, da unas vueltas y se pregunta qué va a
hacer. Hasta que encuentra en el fondo unas tablas y decide
fabricarse la mesita de luz; va a lo de don Nicola, el ferretero,
conversa hasta que le pide prestado un martillo y al final del
día tiene su mesita. Por eso no hay nada mas hermoso que
trabajar.


                               14
No hay nada más lindo que hacer las cosas con autono-
mía, sin depender de quienes puedan obligarnos a transigir
en función de sus propios intereses, parcialmente enfrentados
con los nuestros…
    Negociar no es difícil. En cambio, “tener que negociar”
incomoda. Porque a menos que uno lo haga conscientemente,
siente que avanza a ciegas, que improvisa a destiempo…,
motivos por os cuales sus limitaciones se evidencian. Uno no
sabe con exactitud qué necesita o demanda el otro, ni tiene
ideas demasiado claras de lo que le conviene en cada mo-
mento. Al embarcarse en una negociación, a medida que se
van desarrollando las tratativas se advierte que las cosas se
van modificando y uno no acierta a dominar la totalidad de la
situación. Pero “tiene que hacerlo” a su pesar.
    Está perdido o, por lo menos, así se siente; como en un par-
tido de potrero, en el cual donde va la pelota, ahí van todos.
Con el peligro de que en un potrero, siempre ganan los que
tienen experiencia de potrero… y se puede dejar en el camino
aun al más profesional.
    Ante esta alternativa, previsible por cierto, hay quienes en-
frentan una negociación apelando a su inteligencia e intentan
prepararse apoyándose en sus conocimientos técnicos. Enca-
ran la negociación como si fuese un entuerto que requiere
una solución. Este tipo de preparación es necesaria pero in-
suficiente, porque se limita a una técnica. Otros intuyen que
nunca acertarían a prepararse lo suficientemente bien, por lo
cual confían en su capacidad de escuchar e improvisar sobre
la marcha. Basan su trabajo en una concepción táctica, en la
que es vital utilizar toda su sensibilidad para operar teniendo
en cuenta al otro. Esta actitud es positiva pero, como en el
caso anterior, insuficiente.
    Para que negociar sea una actividad entretenida y valo-
rada, es preciso dotar a ambos elementos de una concepción
estratégica, y dibujar con ellos un mapa de ruta que permita
saber dónde estamos, y cuáles son las opciones existentes.


                                 15
En los tiempos que corren, resulta cada vez más importante
hacerlo bien, y de eso vamos a hablar.


DEBEMOS APRENDER A NEGOCIAR

   En nuestras latitudes, la palabra “negociar” tiene connota-
ciones negativas. A menudo escuchamos entre personas de
cierto nivel social “Tuve que negociar”, confesando vergüenza
y debilidad por no haber podido imponerse al otro sin más
trámite.
   La frase recuerda que no negocia el que desea, sino quien
se ve obligado a hacerlo. De ahí que surjan, casi naturalmen-
te, las necesidades de fortalecerse antes de negociar, de “pre-
pararse” en el sentido de “armarse”, puesto que se ve la nego-
ciación como una suerte de batalla. De ahí que se la eluda, a
menos que uno se sienta poderoso, seguro o muy bien acom-
pañado por quienes pueden volcar la decisión a nuestro favor.
   En tales circunstancias, os rivales se trenzan en extensas y
estériles disputas que “hacen el campo orégano” a quienes ob-
servan la escena desde una posición distante y aprovechan las
desavenencias en beneficio propio. Los enfrentamientos abren
el campo a quienes pueden beneficiarse de la debilidad que
genera la disputa. Para el de afuera, sólo es cuestión de darse
tiempo y aprovechar en beneficio propio tales desavenencias
y situaciones de parálisis.
   Años de negociaciones tradicionales entre “fuertes y débi-
les” desgastan a ambas partes. Pero, si bien sabemos que
siempre habrá “fuertes y débiles”, lo peligroso es que estas
figuras dramáticas de contrincantes sean asumidas por per-
sonas, en rondas de discusiones que permiten la entrada de
terceros, que harán su propia cosecha. Años de batallas gana-
das y guerras perdidas nos llevan a buscar mecanismos más
civilizados de resolución de conflictos, mecanismos que pue-
den dar lugar al desarrollo de pactos y acercamiento de par-


                              16
tes, y que redunden en beneficio mutuo para quienes encaran
una misma oportunidad. Sin duda, para que esto sea posible
hay que inventar nuevas formas de entendimiento.
   En las sociedades modernas, no solamente negocian los
“hombres de negocios”. Negocian marido y mujer; hijos y pa-
dres; los deportistas con sus clubes; las líneas internas del sin-
dicato… lo hacen a diario de forma sistemática, y más allá de
las buenas relaciones que puedan existir entre ellos, asumién-
dose en sus individualidades y ocupando roles. Si se comete el
error de presuponer que por el sólo hecho de ser padre e hijo,
o marido y mujer, las transacciones entre ellos se resolverán
con espontaneidad, se está olvidando que, a menudo, para
poder llegar a buen término en el manejo de las diferencias,
deberían utilizarse prácticas efectivas de negociación.
   Cuanto mayor sea el beneficio derivado de esas negocia-
ciones, mayor será la probabilidad que esas personas tengan
para fortalecerse como individuos y encarar negociaciones
complejas con los demás. Y si actúan en el marco de una or-
ganización, tanto más delicado ha de ser el proceso…
   ¿Tenemos tiempo para reflexionar? No demasiado, porque
los cambios son lo único previsible, y lo que ayer parecía ina-
movible o impensable, hoy ya se ha modificado: unas veces
esto resulta de acciones planificadas, otras de la influencia de
factores externos y a menudo imprevistos. En un ámbito de tal
naturaleza, se hace imprescindible aprender a negociar. En
primer término con nosotros mismos, para evitar falsas posicio-
nes de omnipotencia, y poder encarar con eficacia y credibili-
dad las relaciones con terceros…


PODEMOS MEJORAR

   ¿Cómo negociamos los latinoamericanos? En los países ri-
cos en posibilidades, pero alejados del tráfico mundial más
activo, desarrollamos conductas y actitudes individualistas y


                                 17
usufructuamos los recursos en proyectos de corto plazo, en-
frentándonos a menudo con socios potenciales.
   Somos parte de lo más rancio de la tradición individualista.
Para nosotros, el otro es siempre una molestia: tiene lo que
desearíamos tener y al mismo tiempo nos recuerda lo peor
de nosotros mismos… con lo cual nos inhabilitamos como ne-
gociadores, ya que el otro es percibido como un enemigo a
quien conviene alejar y, en lo posible, destruir.
   Sucede entonces que negociar es vivido como una imposi-
ción. Y esta sensación nos impulsa a hacerlo casi exclusiva-
mente en beneficio propio, desconociendo las necesidades del
otro, aun cuando haya motivos para vislumbrar proyectos en
ciernes, si acaso pudiéramos valorizar una relación de interde-
pendencia mutua. Así se explica que

•	desarrollamos destrezas para desenvolvernos solos, creati-
  va y anárquicamente, pero tenemos dificultades para formar
  equipos y asociaciones de largo plazo;
•	somos hábiles en el desarrollo de paliativos, pero torpes
  para descubrir e implementar soluciones que vayan al fondo
  de la cuestión;
•	tenemos facilidad para explicar fracasos e inventar victorias
  morales y, sin embargo carecemos de respuestas ante la pre-
  gunta: “¿Cómo es que, siendo tan lúcidos, protagonizamos
  tan pocos éxitos?”.
•	
   No creemos que sea una maldición haber nacido en un
continente rico, ni estar condenados por una u otra tradición
cultural. De todas maneras, somos los hombres los que enri-
quecemos la cultura con los cambios que desarrollamos ante
nuevas circunstancias.
   En cada negociación en la que hemos participado como
consultores, comprobamos que los prejuicios pueden demos-
trarse cuando sobreviene una crisis, y cuando los protagonis-
tas logran reunirse. Descubrimos que los negociadores com-


                              18
parten metas mucho más amplias que las imaginadas antes de
comenzar el diálogo; que los estereotipos ceden y el campo
de acción se extiende mucho más de lo que se había supuesto
en el análisis previo.
   No se trata de inventar lo ya inventado, sino de adecuarlo
a nuestra idiosincrasia y circunstancias particulares y de crear
nuevas opciones cada vez que sea posible. Mucho de lo que
advertimos ha sido experimentado en otras latitudes: países
más adelantados han pasado ya por estas circunstancias. Sin
duda adaptaremos lo que pueda resultar útil, desembarazán-
donos de aquellos elementos que no nos sirvan por ser incon-
gruentes con nuestra modalidad o con el desarrollo de nues-
tras instituciones. Por ejemplo, cuando se negocia en países
anglosajones, existe un marco institucional y organizacional
que sustenta y delimita la actividad, mientras que en nuestros
países ante cada negociación parecen ponerse en juego los
aspectos mas variados de la vida social y económica… Pero
aun así la esencia de la negociación es idéntica.


SOPLAN VIENTOS NUEVOS

   En la actualidad, aparecen procesos convergentes que nos
hacen repensar viejos problemas. Por una parte, el mundo se
está achicando. Y por otra crece la necesidad de cada grupo
de diferenciarse afirmando su propia identidad. Ambas cir-
cunstancias requieren un uso mucho más flexible de la comu-
nicación, y de la forma como puedan articularse los deseos y
las limitaciones concretas.
   En un nivel universal existe una serie de progresos científicos
y técnicos que han alterado la realidad política y económica.
Registramos esos cambios a diario. A través de los satélites,
obtenemos información que antes sólo llegaba a unos pocos.
La televisión nos alcanza imágenes simultáneas de lo que está
sucediendo en la otra cara del planeta y abre el campo a


                                 19
negociaciones que hasta hace poco parecían imposibles. Así,
por ejemplo, el inversor en “valores futuros” que reside en
Illinois conoce el rendimiento de una hectárea en Junín casi
mejor que el lugareño, y la gente que opera en la bolsa de
valores de Tokio aprovecha oportunidades en Ginebra que los
expertos locales sólo advertirían unas horas más tarde.
    De la misma manera, cada grupo humano expresa su iden-
tidad y reclama su lugar en la tierra. Cambia la naturaleza
de cada país y se modifica la noción de estado-nación. Las
minorías exigen ser tratadas con equidad, y se ponen en tela
de juicio antiguas “certidumbres”.
    Estos dos fenómenos convergentes marcan el pasaje de lo
finito a lo infinito, de lo que acostumbrábamos ver como limi-
tado a lo que aún desconocemos pero debe ser alcanzado. Si
antes pensábamos en términos restrictivos y localistas, ahora
podemos sentirnos estimulados a reflexionar y abarcar una
entidad mayor.
    Hace unos años, al mudarse uno de nosotros a una casa
situada apenas a doscientos metros de la anterior, una vieja
vecina nos preguntó si “nos íbamos porque no nos gustaba
el barrio”. Nos dimos cuenta que, para ella, “barrio” era lo
que alcanzaba a abarcar con la vista desde su ventana. Y
sorprendentemente, la mayoría de nosotros tenemos “barrios”
inscriptos en nuestras mentes que hacen que lo conocido sea
“poco, pero bueno”, y todo lo otro resulte temible…
    Negociar implica saber que el “barrio” es mucho más gran-
de de lo que imaginábamos. Y que “lo otro” no tiene por que
atemorizar. El viejo modelo de aislamiento, el modelo de Ro-
binson Crusoe que, en su isla desierta y tras mucho sacrificio,
descubre con orgullo que puede subsistir y mantenerse solo no
es precisamente el mejor. La sociedad moderna, que está alte-
rándose de manera dramática, ofrece una alternativa rica, si
bien esforzada, porque en ella interactúan grupos humanos di-
versos con intereses parcialmente enfrentados y parcialmente
compartidos. El desafío es encontrar interlocutores con quienes


                              20
ampliar el campo de potencialidades, sobre todo aquellos con
quienes estamos ligados por antiguos conflictos y situaciones
de fracaso. Cabe, naturalmente, la prevención: ¿será posible
hacerlo? En este texto nos proponemos compartir prescripcio-
nes para la acción, que decantamos mediante una práctica
profesional con personas que, conocedoras de los modelos
convencionales, instituyeron alternativas mucho más satisfac-
torias.


LOS PROTAGONISTAS DE ESTE LIBRO

   Actuar como consultores en negociaciones complejas con
algunas de las mejores organizaciones locales e internacio-
nales enriqueció nuestras ideas, ayudó a desarrollar nuestras
teorías y modifico nuestra práctica profesional.
   Los resultados y los procesos seguidos en esas experiencias
están incorporadas a este texto. Todos los casos citados pro-
vienen de la práctica cotidiana y más de un lector amigo se
reconocerá en la transcripción de algún relato.
   Por el trabajo realizado, queremos dejar en claro con quie-
nes compartimos los placeres de investigar, inventar y producir
resultados: nuestros colegas Eduardo Kreimer, Ariel Kievsky
y Victoria Corti Maderna, cuya amistad e ideas permitieron
aprender a aprender en un clima cordial y demandante.

•	Los directivos y especialistas de muchas empresas en nues-
  tro país y en países vecinos que nos ayudaron a cuestionar
  sobrentendidos y a pulir herramientas: siendo expertos ne-
  gociadores ellos mismos, mediante el diálogo y ante los pro-
  blemas concretos aprovechamos su experiencia y pudimos
  desarrollar soluciones creativas juntos.
•	Toda la gente de SCANIA Argentina, su organización co-
  mercial y los equipos gerenciales de sus concesionarios, sus
  principales proveedores industriales, los funcionarios de or-


                                21
ganismos provinciales, la Regional de SMATA Tucumán y el
  cuerpo de delegados de fábrica que obtuvieron logros sig-
  nificativos experimentando y profundizando la Negociación
  Efectiva durante tres años. En SCANIA, quienes fueron los
  impulsores infatigables del modelo, Edmundo Guitart y Luís
  Aparicio. A su lado la iniciativa constante de Héctor Petriz,
  de Esteban Gandulfo, de Osvaldo Durán y sus equipos.
•	Las 600 personas con quienes trabajamos en SOMISA: di-
  rectivos, gerentes, jefes de división y de sección, los direc-
  tivos de la Seccional San Nicolás de la UOM, de ASIMRA,
  APSSA, así como sus cuerpos de delegados. Y muy especial-
  mente el equipo de Relaciones Laborales de la firma, Hugo
  de Luca y Alcibíades Yranzo, que creyeron en el modelo
  para usarlo en una de las empresas más grandes de nuestro
  país y encaminaron un proyecto inédito.
•	Carlos Kulish, principal accionista y presidente de Carpenter
  SA y de Viplastic SA, en la confianza que deposito para
  producir los cambios consensuados que necesitaban ambas
  empresas para permitir su saneamiento oportuno.
•	La gente de la Refinería Dock Sud de SHELL CAPSA, con
  quienes desarrollamos durante más de tres años un progra-
  ma que privilegia la cooperación entre niveles y sectores
  frente a los desafíos tecnológicos y de mercado: John Thur-
  burn y Andrés Nowak, sus aportes fueron fundamentales.
•	Enrique mantilla y Ricardo Fraboschi del Grupo TECHINT
  fueron quienes nos estimularon a trabajar en el tema y nos
  invitaron a hacer los primeros programas en SIDERCA y en
  PROPULSORA SIDERURGICA SA, que luego continuaron de-
  sarrollándose durante años e incluyeron a todas las empre-
  sas del grupo.
•	Las directivas y colegas de CONCIENCIA con quienes en-
  tablamos una relación más que profesional, y con quienes
  aplicamos el modelo en distintos ámbitos sociales de nuestro
  atribulado país, instrumentando nuevas formas de vincula-
  ción que seguramente darán sus frutos en los próximos años.


                               22
•	Los empresarios y los sindicalistas paraguayos a quienes
  ayudamos a solucionar un conflicto muy importante en Ya-
  cyretá, que les había costado varios millones de dólares y
  una huelga de 82 días de duración que afectó a 4200 per-
  sonas;
•	Las más de seis mil personas que asistieron a nuestros semi-
  narios y talleres de negociación efectiva entre 1982 y 1992;
•	Todos aquellos que confiaron en esta metodología, aplicán-
  dola en ocasiones simples y complejas, en empresas y en
  organismos municipales y que, según nos dicen , les permitió
  alcanzar óptimos resultados.



                                              Carlos Altschul
                                    Enrique Fernandez Longo

                                         Buenos Aires, 1992




                               23
24
1
PARA ENTRAR EN MATERIA




“YA SE QUE ES OBVIO, PERO ME RESULTA DIFICIL…”

   Escribir sobre negociación es tan difícil como contarle un
partido de fútbol a alguien que no estuvo en el estadio.
   El que no estuvo tiende a escuchar como si todo fuese evi-
dente y cada observación del otro le parece elemental. No
concibe las sorpresas: los goles no tienen emoción, porque él
ya conoce el resultado.
   Por el contrario, quien asistió al partido en la cancha revive
con el relato sus propias agonías: recuerda cuán difícil fue
cada minuto y cuan desesperantes algunas situaciones par-
ticulares. Se sitúa a nivel personal, recreando la experiencia
vivida en lo que le cuenta al otro.
   Este capítulo analiza lo obvio: lo que todos sabemos pero
tenemos dificultades para poner en práctica. Se corre el riesgo
de resumir aquí “viejas verdades”, pero esto tiene sus ven-
tajas. Ya que todos negociamos cotidianamente, tendemos a
evocar—en los ejemplos extraídos de negociaciones familia-
res y comerciales— la propia incomodidad en la que muchas
veces nos coloca una negociación.
   Veamos las dificultades características de personas que ne-
gocian día a día.
  “Tengo hijos adolescentes. Con ellos negocio todos los fines de semana.


                                    25
Que si les doy el auto. Que a qué hora vuelven. Trato de escucharlos
y en general siento que todo el esfuerzo lo hago yo. Me frustro y salgo
a dar una vuelta por el jardín, pero a la semana siguiente estoy en la
misma”.
“Estoy en Ventas y tengo años de experiencia. Mi problema es que soy
demasiado vehemente. Actúo con premura. Yo al otro le puedo vender
los peces de colores, pero después, si vuelvo a tener que venderle…
¿habré quedado bien con él? ¿Qué pasará?”

“Lo que más me molesta de mi forma de negociar es que tengo que ven-
cer el temor. En mi actividad, las circunstancias te llevan a ir rápido. Y
yo tengo que captar los puntos en común que pueda haber entre las dos
partes. También tengo que ser claro para fijar mi posición y cuidar que
el otro no me convenza de puntos de los que yo no me puedo mover…”

“Cuando salgo de alguna conversación importante con mi jefe, se que
estuvimos negociando, porque yo acepte ciertas cosas y él dijo que iba
a hacer otras, pero me pregunto si no dejé algún cabo suelto…”

“Mis tareas son de apoyo. No negocio con gente de fuera. Hay que
acordarse de que dentro de una organización las cosas son menos
diplomáticas. El otro te dice que podés tener razón y que te entiende,
pero que igual no se puede hacer nada; o que para cerrar hay que
hacer lo que él dice porque si no el proyecto se pincha. Lo que te quiere
decir es: ‘Necesito eso. Dámelo’.”

“El problema es que estamos en una selva, y yo descuento que el otro
siempre me quiere perjudicar.”

“Nuestras negociaciones son técnicas. Nos pasamos horas recogiendo
información, estudiándola y planificando. Trabajamos con especifica-
ciones. Y ciertas cosas no se pueden hacer. ¿Cómo hago para que el
‘no’ que yo le tengo que dar no sea traumático? Que sea claro, porque
es lo que dijimos cuando hicimos el negocio…”




                                  26
“Tengo que aprender a reconocer las intenciones del otro. A captar lo
  que necesita. Porque si no las capto, me pongo muy mal.”

  “Aplacar mi rigidez. En mi actividad, tengo límites preciso respecto de
  lo que puedo hacer y lo que no. Me exijo mucho para hacer las cosas
  bien y al final del día quedo muerto. Veo que la gente se va abatida.
  A menudo cierro una discusión y me doy cuenta de que el tipo se va
  liquidado.”

  “Nuestras negociaciones son duras. Pero como siempre negociamos
  con la misma gente, nos conocemos bien. Sin embargo la cabeza me
  funciona más rápido que la lengua y me trabo, o siento que no sé
  exponer bien. A menudo me encuentro diciendo algo, quiero agregar
  detalles y confundo al otro. Necesito estar mas tranquilo y decirle lo que
  quiero. Alguna vez tuve que ceder por no saber ordenarme. Y perdí…”

  “Para mí todo debe ser o blanco o negro; quiero cerrar cuanto antes y
  sé que por eso me consideran soberbio.”

  “Lo que más me molesta es encontrarme con alguien que no trabaja
  bien. Gente que no sabe organizarse. Personas que actúan con desi-
  dia. El que acepta algo pero después no hace nada. Frente al laisser
  faire me convierto en una aplanadora…”

   ¿Cómo responder a estas demandas? Dándonos cuenta de
que una Negociación Efectiva requiere mucho más que actuar
con decisión firme, descubrir la solución del problema o actuar
con buena voluntad. Estas son partes de la cuestión, pero in-
suficientes para llegar a un acuerdo plenamente satisfactorio,
ya que una negociación presenta alternativas que llevan, a su
vez, a nuevas negociaciones. Y esto requiere tolerancia para
asimilar las ambigüedades y las dilaciones implícitas en todo
proceso. Cuántas veces hemos escuchado decir a una perso-
na: “Suerte que tengo algo de psicólogo…”.
   A los seres humanos no nos asusta aceptar una cuota excesiva


                                     27
de realidad, y al mismo tiempo la ambigüedad nos causa angus-
tia. Preferimos actuar en situaciones razonablemente estables, en
tanto esas situaciones nos permitan desarrollar nuestros proyectos
con ciertos niveles de previsibilidad. Cada uno elige la zona en
la que desea asumir riesgos, y si bien algunos se arriesgan más
que otros, la mayoría de nosotros establecemos vínculos que po-
nen límite a nuestra desprotección y nos aseguran cierto bienes-
tar: construimos mundos capaces de abarcarnos y contenernos.
Una negociación nos obliga a salirnos de tales marcos…
    Cuando celebramos una negociación exitosa, advertimos
que en ella han intervenido positivamente el sentido común,
y la tolerancia ante posibles frustraciones. Reconocemos ade-
más, que de una negociación no pueden extraerse recetas,
que el esfuerzo estuvo puesto en la búsqueda de los acuerdos
más convenientes y que el proceso no puede ser explicado
apelando exclusivamente a la racionalidad.
    Toda negociación nos plantea preguntas inquietantes a las
que no podemos responder a priori con certeza:

•	¿Cuándo me conviene negociar?
•	¿Qué intereses comparto y cuáles no comparto?
•	¿Competir o colaborar?
•	¿Cómo equilibro autonomía y dependencia?
•	¿Qué riesgos debo asumir?
•	Si evito negociar, ¿pierdo una oportunidad?


¿CUANDO ME CONVIENE NEGOCIAR?

  Son muchos los elementos que impulsan a una persona a
no negociar, a menos que sea verdaderamente necesario: es
más fácil desenvolverse solo. Una persona se sabe más inde-
pendiente cuando actúa sin tener que depender de terceros. Es
más económico y menos complicado.
  Una negociación surge cuando, para alcanzar un beneficio,


                                28
conviene incorporar a un tercero. Puede ser una persona con
quien estamos ligados por cierto grado de compatibilidad, o
bien alguien a quien percibimos como adversario, hecho que
revela que “solamente negocio cuando ‘no puedo evitarlo’ ”.
    Tener que negociar pone en evidencia mi dependencia de
un tercero: lo haré “a regañadientes”.
    Se tiende a pensar que es mucho más fácil solucionar los con-
flictos por cuenta propia, aun cuando no sea siempre posible.
El negociador lo sabe, y sin embargo esto no le evita añorar la
existencia de otro camino que le permita solventar la situación
sin recurrir a terceros. De allí que muchas situaciones percibi-
das como una oportunidad de negociación no sean aceptadas
como tales por quienes deban asumirlas. Primará el deseo de
mantener independencia, actitud que en algunos casos indicará
incompetencia, en otros incomodidad, en otros omnipotencia,
pero que en todos alude a la dificultad de encarrilar una tarea
con otros que, además, reclamarán una parte de los beneficios.
    Hay personas que tienen un talento natural para detectar
oportunidades y hay otros que lo tienen para procesar conflic-
tos. A la mayoría, sin embargo, nos lleva tiempo evaluar cuál
es el equilibrio entre ventajas e inconvenientes que justifiquen
participar de una negociación.
    De acuerdo con el refrán “El buey solo bien se lame”, ten-
demos a evitar esfuerzos que nos comprometan mas allá de
nuestras propias fuerzas. Nos cuesta visualizar los beneficios
de una negociación, aun sabiendo e intuyendo que, en sucesi-
vas etapas, algunas metas planteadas inicialmente sólo como
convenientes pueden llegar a convertirse en cautivantes.
    Me conviene negociar cuando para lograr lo que quiero
necesito la participación de otro. Cuando “solo no puedo”…


¿QUE INTERESES COMPARTO Y CUALES NO?

  Muchos elementos distraen de este fin: ante cualquier po-


                                 29
sibilidad de negociación surgen frases como “posiciones in-
transigentes”, “morigerar la animosidad”, “retaceos para sa-
car provecho”, “beligerancia fuera de contexto”, “puntos de
desencuentro”, “exigencias mínimas”, “riesgos calculados”,
etcétera.
   Sin embargo, la expectativa latente es, cuanto menos, fi-
nalizar la rueda alcanzando nuestros propósitos sin mayores
pérdidas. La pretensión mínima es logar un resultado que no
sea negativo y que, en lo posible, justifique el tiempo invertido;
defender los intereses, aunque sea en lo más elemental; conse-
guir algo que consideramos importante o valioso.
   Se olvida que en toda negociación hay intereses parcial-
mente enfrentados e intereses parcialmente compartidos. Sea
una negociación familiar, empresaria o internacional, hay de-
terminados factores que mantienen enfrentadas a las partes
y hay otros que las aproximan. Por ello surgen y deben ser
atendidos.
   Tácita o abiertamente, las partes lo saben. Lo que ignoran
es en qué medida el otro ofrecerá beneficios, planteará in-
quietudes, efectuará reclamos y presentará quejas o reivindi-
caciones capaces de poner en movimiento una situación que
se perciba como estática. Hacerlo exige eludir posiciones per-
sonales y centrarse en los intereses.
   La tendencia habitual es actuar con táctica y enfatizar o ne-
gativo. En consecuencia, elegir entre dos opciones igualmen-
te extremas: proponerse metas ambiciosas, desmesuradas, o
bien “sacarse de encima” cuanto antes la negociación. Ambas
opciones sobreentienden que se debe evitar todo desgaste o
malestar. El temor por lo que se pueda perder impide muchas
veces invertir creatividad para obtener ganancias adicionales.
Sucede que, en nuestra sociedad, el termino “negociar” está
asociado a la posibilidad de acceder a unja mayor cantidad
de bienes o prerrogativas, que se relacionan con la imposi-
ción y el “poder”. Basándose en estos conceptos, las part6es
actúan, durante el curso de la negociación, haciendo de sus


                                30
propios intereses una cuestión primordial y excluyente que se
expresa por medio de acciones agresivas.
   A lo largo del proceso de negociación, una multiplicidad
de factores tiende a traducirse en la defensa de los propios
intereses. Lo advertimos cuando un negociador habla de su
“posición”, y dice que “trabaja dentro de lineamientos prede-
terminados”, o que ciertas cosas “son inmodificables”. Estas
manifestaciones son comunes, y pueden llegar a interrumpir
la negociación hasta tanto el interlocutor pueda referirlas a
su contexto. En caso contrario, por una resistencia natural a
sentirse dañado y ante la posibilidad de que otro alcance to-
das sus aspiraciones sin conceder nada, cada uno, especu-
larmente, intensifica la predisposición a defender los propios
intereses, adoptando posiciones inflexibles que quizás ayudan
a controlar el miedo, pero que obstaculizan el camino hacia
un proyecto superador.


¿COMPETIR O COLABORAR?

   Siempre que hacemos algo con otro, en parte colaboramos
y en parte competimos. En consecuencia, esta pregunta propo-
ne una falsa disyuntiva.
   En nuestra sociedad estamos condicionados para nego-
ciar como si cada transacción fuese única, y para enfrentar a
nuestro interlocutor como si nunca antes ni después fuésemos
a reencontrarnos. Estos hechos son improbables, dado que
la tendencia es la opuesta: nos movemos en círculos relativa-
mente cerrados, y por nuestra necesidad de introducir mayor
certidumbre, operamos en redes: compramos en los mismos
comercios, nos reunimos con personas a las cuales ya conoce-
mos, actuamos en los mismos ámbitos.
   Aun así, ante una negociación, nos preguntamos si nos
conviene alentar la emergencia de conflictos o bien esforzar-
nos en prevenirlos, cuando lo recomendable es que debemos


                               31
encontrar algún mecanismo que nos permita decidir cuándo
hacerlo uno y cuándo otro.
   Pesan los condicionamientos y nuestra sociedad se caracte-
riza por premiar lo espectacular por encima de lo sistemático:
de hecho, tiene mas “prensa” un actor famoso, de temporada,
que el gerente de una empresa confiable. En caso de duda,
tenderemos a actuar desaprensivamente, olvidando que mu-
chas de las negociaciones más exitosas son las que realiza-
mos a diario, acordando y tramando las contingencias, y te-
niendo en cuenta el equilibrio entre los aspectos competitivos
y cooperativos.
   El manejo de los tiempos está vinculado a los términos de
este espectro. Si la negociación es vista como una relación a
largo plazo, el negociador concluirá que conviene establecer
un marco que incluya a ambas partes, privilegiando relacio-
nes estables. Para ello creará mecanismos que generen cre-
dibilidad y, por lo tanto, cooperación. Tratará de operar en
un marco de confianza, sin olvidad que debe maximizar sus
beneficios. Ni bien se pueda “anclar la negociación en un pro-
yecto de futuro”, se hace mas probable y se puede equilibrar
lo competitivo con lo colaborativo.
   En el caso que se trate de una negociación que se hace
por única vez, es normal que primen los elementos competi-
tivos por sobre los colaborativos. La ecuación Colaboración/
Competencia se verá influenciada por el “cortoplacismo”, y la
motivación del negociador será de “salir airoso” venciendo al
otro…
   Existen, es natural, el deseo de extraer beneficios compara-
tivamente mayores que los que puede obtener la otra parte, y
las dudas sobre la compatibilidad de opciones que llevan al
negociador a usar en su favor elementos objetivos —técnicos,
administrativos, económicos, etc— y aspectos subjetivos —ur-
gencias, prioridades, percepciones no compartidas— que al
evidenciarse como competitivos pueden ser cuestionados por
el otro.


                              32
Si bien estas circunstancias son previsibles, y pueden cargar
la relación con una cuota suplementaria de ansiedad, el ne-
gociador debe crear —aun en el caso de negociaciones pun-
tuales— una relación tal que mantenga la calidad del vínculo,
incluso en casos en que la negociación parezca, en principio,
beneficiar más a uno que al otro. No es impensable que, con
el tiempo, las ventajas compensen la inversión.


¿COMO EQUILIBRO AUTONOMIA Y DEPENDENCIA?

   Una negociación compromete, porque reúne a personas
diferentes, cada una de las cuales actúa por cuenta propia
y, a menudo, por cuenta de otro. Iniciada la negociación, se
desarrolla un vínculo interdependiente, ya que las acciones
recíprocas condicionan y repercuten sobre las futuras acciones
del otro. Para que la relación sea fructífera, cada unos de los
interlocutores deberá mantener un nivel de cierta autonomía
respecto de las personas que estén de su lado, ya que el vín-
culo con las personas de otra parte deberá contemplar que
se involucren en un proyecto conjunto. Esta articulación es un
proceso delicado que sólo se alcanza teniendo en claro los in-
tereses de las partes y los beneficios que deriven del acuerdo.
   Toda negociación crea vínculos y genera reciprocidad, aun
cuando circunstancialmente alguna de las partes intente elu-
dirla. Si uno actuase desconociendo esta interdependencia,
constataría, en las acciones o negociaciones futuras con la
otra parte, ésta se lo recriminará, reclamando una continuidad
sin la cual es imposible avanzar.
   Esto se hace particularmente azaroso y difícil con aquellos
que prefieren abordar una negociación tácticamente: cada
movida pensada a partir de lo que pueda hacer el otro, y
cada decisión encubriendo las intenciones propias. Cuando
esto se produce, el negociador actúa como un personaje que
sigue los dictados del libreto ajeno y deja de lado las inclina-


                                 33
ciones del sentido común, que provienen de su propio sentido
común y experiencia. Esto exige el aprendizaje de una “acti-
tud actoral”, lo que no solo puede ser difícil sino incomodo,
ya que el otro negociador podría advertir que lo que uno dice
tiene más de un sentido, que aumentará entonces su propia
suspicacia. Además, cuando uno se pone “en personaje”, el
otro tenderá a hacer algo similar, con lo cual el juego, que de
por sí es complejo, se dificulta aún más.
   Hay quienes ante la imposibilidad de mantener un cierto
grado de autonomía mientras establecen vínculos firmes y cla-
ros con la otra parte, se muestran inflexibles en sus premisas
o utilizan esquemas impostados: la técnica del “bueno” y del
“malo”, o brindar concesiones como quien corta un salame
en rodajas finitas, etc. Es común que estas personas se sientan
incomodas negociando, porque saben que desempeñan un
rol —como un actor— y dejan de usar su fortaleza mayor: la
de ser una persona. Pueden desenvolverse bien, aunque siem-
pre hay algo forzado que el otro reconoce y puede usar en su
contra…, con lo cual se hace a sí mismo vulnerable…
   Es mas fácil negociar si uno logra mantener la coherencia
entre lo que es como individuo y lo que debe hacer como
negociador. Sin duda, un adulto mantiene reserva cuando co-
rresponde hacerlo, y utiliza los elementos que le ayudarán a
defender sus intereses. En este sentido, el negociador cuida
la información, y en algún momento hará hincapié en aspec-
tos que le convienen, forzando la información del otro. Sin
embargo, quien piensa la negociación estratégicamente tiene
mayores posibilidades de desenvolverse como persona y con-
servar su autonomía manteniéndose al mismo tiempo fiel a las
necesidades de la relación que va trazando con su interlocutor
circunstancial.
   Mientras sostiene el vínculo con las personas, el negociador
mantiene en claro sus intereses: es exigente y ambicioso en la
consecución de sus fines, y cordial y atento con los negociado-
res de la otra parte. Esto se logra más fácilmente en la medida


                              34
en la que exista autenticidad. La comprobación de su valor se
da cuando, en la siguiente ronda, el otro lo reconoce.
   En síntesis, equilibrio autonomía y dependencia, buscando
la interdependencia.


¿QUE RIESGOS DEBO ASUMIR?

   Un gerente de una firma mediana mediana cuenta esta his-
toria increíble:

  “Haciendo el análisis de nuestros gastos de un trimestre descubrí que
  SEGBA nos había facturado un exceso de U$S 120.000 de electrici-
  dad, además del 20% en concepto por retención de impuestos. La cifra
  era muy importante y debía encontrar una manera de hacer entender
  a los responsables que habían cometido un error. Envié varias cartas y
  no fueron contestadas.
  En una visita a las oficinas públicas me dijeron que enviara una carta
  documento, a lo que me negué, ya que esto me quitaría toda posibili-
  dad de mantener las cosas en el carril personal, y me puse a esperar.
  Averigüé dónde se reunía el gerente de la sucursal con su gente y co-
  mencé a ir a sentarme en el corredor. Después de varias semanas se me
  acercaron para decir que me pagarían en kilowatts, a lo que contesté
  que quería los dólares y cuanto antes. Usted comprenderá que hacía
  esto con mucha perseverancia y tranquilidad. Nunca levanté la voz.
  Ellos no podían reconocerlo porque corrían el riesgo de ser despedidos,
  ya que el error era grande, pero al mes uno de ellos me trajo un legajo
  muy grueso que mostraba que habían sido concientes de su equivoca-
  ción. Me dijo que no comprendían como habíamos tardado tanto en
  hacer el reclamo. Ahí me di cuenta que nos iban a devolver el dinero…
  Ofrecieron darnos un crédito fiscal que no necesitábamos. Tuve mucha
  paciencia, y en tres meses nos dieron el cheque… A los funcionarios los
  trasladaron a otra oficina…”

  Este gerente hizo algo inusual: mantuvo la relación a nivel


                                    35
personal, fortaleció su vínculo con la contraparte y evitó los
enfrentamientos que hubieran sucedido a un reclamo legal.
No se planteó la cuestión como una negociación “entre em-
presas”, sino como un problema a resolver entre personas de
carne y hueso, concientes de que se cometen errores y que
estos pueden ser subsanados.
   El establecimiento del vínculo se propone lograr beneficios
ostensibles. Toda negociación implica riesgos, ante todo el de
no llevar a buen término el proyecto, a lo que se suma el
peligro potencial de exponerse a compromisos indeseables o
difíciles de cumplir. Sin embargo, involucrarse personalmente
nunca es un riesgo. Menos aun en una cultura como la nuestra,
en la que el diálogo nos es natural y las decisiones son toma-
das por individuos.
   Por lo general, tendemos a pensar en términos de réditos y
riesgos, y los visualizamos como expectativas a superar. Cuan-
do el resultado es concreto, los riesgos pueden definirse con
mayor facilidad aunque, a veces, los resultados de una ne-
gociación sean difíciles de evaluar en términos cuantitativos.
Muchas negociaciones avanzan con lentitud y la mayoría de
las que resultan exitosas mantienen cierto nivel de reserva por
esta duda.
   Cuando se negocia algo entre dos personas, las dificulta-
des pueden superarse con cierta facilidad. Pero cuando la ne-
gociación involucra a instituciones, el espectro de los temas
y los problemas es más amplio y compromete a terceros que
deberán ratificar lo actuado. En dichos casos, resulta impres-
cindible desarrollar elementos precisos de evaluación.
   Más allá de los beneficios concretos que se pueden obtener
a corto plazo, el buen negociador dedica tiempo a valorar
resultados —sean ellos mensurables o subjetivos—, preferente-
mente de consuno con sus contrapartes, ya que estas evalua-
ciones debes ser aceptables para terceros en defensa de pro-
yectos de largo alcance, capaces de superar las coyunturas…



                              36
SI EVITO NEGOCIAR, ¿PIERDO LA OPORTUNIDAD?

  Hay un antiguo proverbio hindú que dice:
  “Tres son las cosas que nunca vuelven al lugar de partida: la flecha
  lanzada, la palabra empeñada y la oportunidad perdida”
   Por motivos personales o en nombre de una organización,
al requerir la presencia de otros el negociador se propone un
proyecto que lo supera y potencia el surgimiento de nuevos
réditos y modificaciones en el estado de las cosas. Esto es
deseable. Y su tarea consistirá entonces no solo en “obtener
beneficios mensurables”, sino también en crear el clima propi-
cio para que los interlocutores admitan que eso es posible. Por
lo tanto, cuando invita o acepta una invitación para negociar,
lo hace para ampliar el proyecto inicial. Y si bien la presencia
de otros limita su autonomía, le permite, en compensación,
abarcar alternativas impensables desde el aislamiento.
   Siempre existe la posibilidad de negociar, aun en situacio-
nes muy acotadas; aun entre contendientes cuyas relaciones
de fuerza, antecedentes, ideologías o actitudes parecerían
impedir la relación, aun allí donde parecen no existir interlo-
cutores.
   Quizás el único lugar en el que no cabe la negociación
sea el cementerio. En todos los otros ámbitos hay espacios
para crecer y seres dispuestos para intentarlo. Sin embargo,
la negociación requiere una iniciativa que transforme la posi-
bilidad en oportunidad.




                                   37
38
2
¿QUÉ ES NEGOCIAR?




UNA ANÉCDOTA

   Un jueves, en San Carlos de Bariloche, fuimos a Puerto Pa-
ñuelo con la intención de pasear por Isla Victoria y Arrayanes.
Nos habíamos preparado para salir con el catamarán de las
14 horas.
   Llegamos quince minutos antes de la hora anunciada para
la partida y en la boletería no había nadie. Un aviso anuncia-
ba que el paseo de las 14 salía sólo los días lunes, miércoles
y viernes. Supuestamente habíamos sido mal informados, pero
para nuestra confusión, comprobamos que había otro cartel,
más grande grabado en madera, que anunciaba paseos todos
los días a esa hora, razón por la cual una persona que llegó
en ese momento empezó a criticar abiertamente la falta de
consideración de la empresa. Con una pareja de extranjeros
decidimos investigar por nuestra cuenta.
   Teníamos la secreta esperanza de poder hacer le paseo. En
el muelle conversamos con un marinero de otro barco, que era
la única persona visible en el puerto. Pedimos hablar con el
capitán y el marinero sostuvo que no estaba, aunque al rato lo
fue a buscar. El capitán, que estaba trabajando, salió a char-
lar. Preguntamos si podríamos hacer el paseo en su barco, ya
que se habían reunido muchas personas —iríamos veinte pa-


                                39
sajeros—, pero replicó que la Prefectura no lo autorizaría, que
los dueños de la agencia ya se habían retirado a sus casas y
que no tenían teléfono, de manera que sería imposible contac-
tarlos u obtener el permiso. Era una conversación agradable,
más en el estilo de una charla de amigos que pasan una tarde
comentando sucedidos que de clientes que intentan persuadir
a un empresario de los beneficios de un trato.
    Llegados a este punto, al dueño del barco se le ocurrió que
quizás el Patagonia podría hacer el viaje, aunque también eso
era improbable, porque su tripulación se había retirado hacía
ya media hora. Le pedimos en número de teléfono del dueño
y la Prefectura nos permitió comunicarnos desde sus oficinas.
En el transcurso de las conversaciones, el grupo de viajeros se
iba renovando: mientras algunos volvían al hotel decepciona-
dos, otros se sumaban a la partida siguiendo las alternativas
con curiosidad, y un chico iba y venía del muelle a sus pa-
dres llevando y trayendo las noticias. Hacer el paseo por la
Isla Victoria y Arrayanes se había convertido en una pequeña
aventura. Explicamos por teléfono nuestra situación al dueño
del Patagonia. Nos dijo que sus marineros ya estaban de fran-
co, pero que haría todo lo posible por complacernos. Tardaría
media hora en llegar porque estaba terminando el postre.
    Cuando anunciamos al grupo que era posible hacer el via-
je, algunos empezaron a preocuparse por el precio que nos
pedirían. Uno puso un límite máximo, sobre la base del valor
del paseo oficial, mientras otro calculo que no tendríamos que
pagar la tasa de Parques Nacionales, porque la oficina ya ha-
bía cerrado. Después de ver el Patagonia por fuera, una seño-
ra dijo que debería ser mas barato porque era un barco más
antiguo y menos confortable que los catamaranes, al tiempo
que un caballero anticipaba que, por ser un paseo en peque-
ño grupo, sería mucho mas cómodo. Mientras uno sostuvo que
estábamos en manos del dueño del barco —quién podría im-
ponernos la tarifa—, otro dejó en claro que en tal caso tenía-
mos que estar preparados para escuchar y renunciar a hacer


                              40
el paseo si el precio fuese exorbitante, pero un par de familias
se molestó porque ése era su último día de vacaciones y no
tendrían oportunidad de visitar la isla. Algunos comenzaron a
irritarse, diciendo que habían esperado mucho tiempo y que
“era responsabilidad del hombre atendernos bien” y compen-
sar nuestra espera. Desde el principio de las tratativas había
pasado sólo media hora. Estábamos avanzando en nuestro
intento y, sin embargo algunos se angustiaban pensando en el
momento en que llegase el dueño del Patagonia.
    Al cuarto de hora, un auto entró a toda velocidad, estacio-
nó junto al barco, y salieron los tripulantes preparados para
zarpar. El capitán inició la conversación con una gran sonrisa,
diciendo que había tratado de llegar lo antes posible y que
era un buen día para el paseo, ya que no había viento en el
lago. Acordaríamos juntos hacia donde ir y a que hora volver.
Dijo que la idea de llamarlo le gusto mucho porque podríamos
beneficiarnos todos: ellos por el dinero extra que ganarían y
nosotros por poder realizar el viaje. Explico que normalmente
cobraba por la salida, a valor de charter, en dólares, pero
esta vez nos cobraría por persona y en pesos. Nosotros hi-
cimos el cálculo y considerando la cantidad de pasajeros, la
suma pedida excedía el valor en dólares, por lo que hicimos
una contraoferta. El capitán la acepto, agrego como regalo
personal que los menores no pagarían y así partimos de in-
mediato.
    De una situación donde no parecía haber opciones posibles
ni interlocutor a la vista, pasamos a gozar de una tarde de sol
en el Nahuel Huapi. Habíamos negociado con éxito.


UNA DEFINICION

   Negociar es el proceso a través del cual, ante un proyecto
particular, se detectan las tensiones propias de un conflicto, se
investigan oportunidades, se amplían los recursos, se resuel-


                                 41
ven diferencias personales y situaciones objetivas concretas y
se obtienen beneficios imposibles de lograr por sí solo.
    La negociación es un proceso, vale decir, un fenómeno que
muestra alteraciones continuas, una serie de acciones que con-
ducen a un fin, una actividad humana que se propone cambios
y progresos. Y, por extensión, el camino que intenta quebrar
una situación potencialmente dilemática. En el caso del Pata-
gonia, las sucesivas conversaciones constituyen el “proceso”,
y la recolección de información es el elemento que permite
seguir adelante. Proceso en el que, a medida que se avanza,
se van produciendo resultados, ninguno de los cuales es defi-
nitivo hasta llegar al momento del acuerdo.
    Surge ante un proyecto particular: el deseo de conseguir
algo está generado por un propósito. En nuestro ejemplo era
el paseo, conocer el bosque de Arrayanes ese día. Ese era
nuestro interés, compartido por otros que se acercaron al puer-
to. Al enterarnos que el barco no saldría, nuestras expectativas
se vieron frustradas. Sin embargo, iniciamos una búsqueda
que al principio parecía condenada al fracaso, y que estaba
sustentada por un interés muy fuerte al que no queríamos re-
nunciar.
    Advertimos las tenciones propias de un conflicto; tanto es
así que cada persona que llegaba a la ventanilla, reacciona-
ba insultando a un culpable —la empleada ausente—, si bien
la mayoría reconocía que el cartel alertaba que los jueves los
paseos estaban suspendidos. Algunos, considerando que no
había posibilidad alguna de superar el inconveniente, acep-
taron la situación y se fueron de inmediato. No imaginaron la
posibilidad de otras opciones y concluyeron que había una
sola forma de realizar el paseo.
    De hecho no existía información alguna que nos estimulase
a seguir adelante, ya que el oficial de Prefectura y el sereno
nos advirtieron cordialmente que no habría mas viajes ese día.
Aun así, aquellos para quienes esa era la única o la mejor
ocasión para hacer el paseo nos dispusimos a investigar si ha-


                               42
bía alguna otra posibilidad. A pesar de la falta de empleados
iniciamos nuestra búsqueda, reconociendo que sería improba-
ble hacer el paseo ese día. El primer paso fue buscar informa-
ción conversando con la única persona que estaba a la vista:
el marinero. Y por su intermedio logramos indicios que nos
ayudaron a avanzar.
    Sabíamos que solo descubriendo nuevos recursos podría-
mos concretar nuestro paseo, y para ello teníamos que estable-
cer algún vínculo: el marinero y el capitán eran personas muy
bien dispuestas, pero durante un largo rato no hubo ninguna
indicación que nos permitiese suponer que haríamos el viaje.
Después de constatar que no estaban en condiciones de sa-
tisfacer nuestra demanda, seguíamos dependiendo de ellos
para averiguar si algún otro estaría habilitado y dispuesto a
hacerlo…
    El capitán mencionó al dueño del Patagonia, pero aun así
nos movíamos en el terreno de las conjeturas. Más allá de la
información, carecíamos de criterios o de elementos concre-
tos. Después, todo se volvió más simple: la llamada al dueño
del Patagonia, su interés y las condiciones que finalmente se
acordaron permitieron resolver las diferencias personales y las
situaciones objetivas concretas (cuándo saldríamos, quiénes
irían, a dónde viajaríamos, cuál sería el precio, etc.) y lograr
beneficios que resultaron superiores a los imaginados inicial-
mente: un paseo informal, en una embarcación más hospitala-
ria, con gente que se había conocido durante la espera, a un
precio inferior al temido, y con una tripulación a la cual nos
ligaba una relación que nosotros mismos habíamos tramado.


COMO Y CUANDO SURGE UNA NEGOCIACION

   Pasemos ahora al ejemplo de Juan. Vive solo, ha trabajado
bien durante el año, y llegadas las vacaciones tiene el dinero
suficiente para ir en su auto al mar. No depende de nadie y


                                43
no hay otra alternativa que lo estimule. En su caso, decidir es
simple, ya que no existen dudas ni se plantean transacciones
ni hay tampoco otras oportunidades que lo tienten. Puede al-
canzar su objetivo sin analizar disyuntivas preocupantes.
   Cuando cada parte cumple con sus objetivos sin necesidad
de vincularse a terceros, la negociación es aparentemente in-
necesaria: esto ocurre cuando existe un interés excluyente en
una situación en la que no se avizoran riesgos importantes ni
perdidas significativas.
   Parece ser el caso de Juan, quien no se ve obligado a ne-
gociar consigo mismo eligiendo entre distintas alternativas ni
con sus amigos ni con terceros que limiten su radio de acción.
Esto es ideal, porque Juan es conciente de que hay otros que
no tienen su libertad de movimiento. Puede decidir viajar solo,
manteniendo total independencia, pero también puede ofrecer
llevar un amigo en su coche: ser generoso si lo desea. Este
recurso le permitiría ser solidario y al mismo tiempo viajar
acompañado, y fortalecer una relación que le significará un
reconocimiento. Sin embargo, cuando empieza a pensar en
cómo sería la conversación con un amigo, advierte más y más
dificultades: la negociación ofrece ciertas ventajas, pero inclu-
ye también inconvenientes.
   Sin embargo, la idea de no ir acompañado no lo aban-
dona, porque Juan identifica objetivos que si bien podría al-
canzar por sí solo, se potenciarían si incluyera a un tercero:
reduciría sus gastos de traslado viajando con alguien que ac-
cediera a compartir los costos. En ese caso, preferiría viajar
con un amigo cuya compañía le daría placer, pero a su vez
le obligaría a plantearse otras disyuntivas: ¿Le cobrará o no
al amigo? ¿Sólo la nafta? ¿Parte de otros costos? ¿Tendrá que
pasarlo a buscar por su casa o le pedirá que se acerque él a
la suya? Habrá una oportunidad de reducir costos, pero esa
oportunidad estará ligada a limitaciones en su libertad de ac-
ción. ¿Le conviene? Decida lo que decida, las negociaciones
son internas. Son negociaciones consigo mismo. De prospe-


                               44
Cómo avanza una negociación efectiva


A. Cada parte                                    Negociación
   cumple con sus                                innecesaria.
   objetivos sin
   vincularse con
   terceros.


B. Surge                                        Negociación
   conveniencia de                             percibida com
   vinculación.                                   incómoda.


C. Se identifican               +            Negociación con
   costos, beneficios                          oportunidades
                                    -
   y riesgos.                                   identificadas.


D. Se resuelven                                  Negociación
                                +
   problemas y se afir-         +                    puntual
   ma la relación.              -                   efectiva.


E. El vínculo ayuda                          Conveniencia de
                                +
   a descubrir                  -
                                             extender la rela-
   oportunidades.               +                       ción.


                                    +
F.   Se investigan
     beneficios y formas   +            +        Negociación
     de asociación.        +            +            efectiva
                                                  extendida.
                           +            +
G. Se consolida
   la cooperación,
   ampliando intereses                            Relación de
   comunes y respetan-                      asociación virtual.
   do las diferencias.     +            +



                               45
rar la idea de compartir el viaje, se empiezan a identificar
costos, riesgos y beneficios: las opciones aparecen como una
oportunidad que puede aprovecharse ventajosamente aunque
conlleven ciertas dificultades.
   Juan deberá evaluar si los costos son mayores o menores
que los beneficios, no exclusivamente por la importancia del
factor económico, sino porque de la evaluación correcta de-
pende el aprovechamiento de la oportunidad. En caso contra-
rio, ésta quedará librada al azar, a cuestiones de simpatía o
de orden secundario, que no necesariamente serán las que
brinden mayor satisfacción. Cuando Juan puede precisar lo
que mas le conviene y decidir, hablamos de una negociación
puntual efectiva, porque en ella se ha resuelto una situación de
conflicto y eventualmente se afirmara un vínculo entre partes.
   Si acaso Juan decide llevar a su amigo o a quien sea, y
queda satisfecho con lo que ha elegido, es muy probable que
la relación se fortalezca. Ambos descubrirán campos de in-
terés común y polemizarán sobre otros, pero la reciprocidad
dinámica que ha inaugurado ese viaje en auto podrá llevarlos
a mejorar su nivel de tenis, a presentarse mutuamente nuevos
amigos y a sentirse bien acompañados, extendiendo sus vín-
culos en una relación de conveniencia mutua. Con el tiempo
podrán consolidar mecanismos estables de cooperación, am-
pliándose el campo de interés común, con reconocimiento de
sus identidades y diferencias. Lo que puede haber comenzado
como una relación de beneficio circunstancial, podrá consti-
tuirse en una relación de asociación virtual.
   Nos encontraos aquí con el caso de una o dos personas
reunidas en un proyecto común en el que la posibilidad de
acuerdo queda librada a quienes entran en contacto directo.
   A diferencia de este caso, las negociaciones que se dan en
el marco de una empresa u organización involucran siempre
a más de dos personas. Sin embargo —aun considerando di-
ferencias de ámbitos y escalas— toda negociación involucra
directa o indirectamente a terceros, que a menudo deben ra-


                               46
tificar, de palabra o de hecho, lo tratado entre las partes que
negocian. La naturaleza del proceso de crecimiento de una
negociación efectiva es similar en todos los casos. El proceso
de negociación surge y se afianza cuando se establecen víncu-
los y se encaran las tareas pensando en un proyecto de futuro
que beneficie a las partes.
    Por lo tanto, la negociación es un proceso civilizado que, te-
niendo en cuenta las necesidades y expectativas de las partes,
y respetando sus deseos, considera las realidades y fantasías
de cada individuo y las características del ámbito y momento
específico en el que se desempeñan.
    Una persona o un grupo social acceden, negociando, a be-
neficios que por sí solos no podrían obtener. Lo hacen median-
te transacciones complejas que los obligan a asumir riesgos,
pérdidas calculadas y sorpresas. Los resultados no se produ-
cen espontáneamente ni por buena fortuna, sino a partid de
un proceso deliberado, paciente, característico de adultos.
    La naturaleza de este proceso podrá ser distinta en cada
cultura, pero en cada caso se pondrá en juego la superación
de las dificultades de acceder a nuevos recursos, desarrollar
relaciones, dirimir disputas y superar escollos.


A VECES SE COMPLICA

    Las experiencias del Patagonia y de Juan son útiles para
entrar en materia. Pero más allá de las negociaciones que
emprendemos a nivel personal, cumpliendo determinados ro-
les —como hijos, amigos, viajeros, padres, esposos—, hay
otras que superan el marco de las personas implicadas, abar-
cando estructuras institucionales complejas. En estos casos, los
efectos de la negociación se hacen más evidentes. Pasamos a
analizar un caso particular.
    Carlos Martínez, supervisor de Reparaciones Mayores del
taller mecánico de una concesionaria que vende unidades y


                                 47
repuestos y brinda servicios de mantenimiento, nos relata este
caso:

  “Fulvio Gentilli es un cliente leal y serio, y la relación con él se fue
  construyendo con mucho cuidado. Tiene una flota importante en la zona
  y cuando decide agregar una unidad, la compra aquí y sabe de la
  conveniencia de que tengamos los repuestos originales, a pesar de que
  sean mas caros. Viene al taller desde hace muchos años y está contento
  con nuestro trabajo. Pudiendo recurrir al service de su pueblo, viene
  a vernos a nosotros. Nunca pregunta cuanto cuesta una reparación y
  muchas veces le hacemos pequeños arreglos sin cobrarle.

  “La semana pasada yo venía a la capital para hacer un curso. Él había
  dejado un camión para un reemplazo de bomba, y antes de salir, al
  ver la unidad, le dije que no íbamos a tener que cambiarle piezas.
  Pero luego los operarios las cambiaron y él cree que, al no estar yo, el
  bombista lo engañó.

  “Le aseguraron que las piezas fueron cambiadas, pero él no quedó
  convencido. Había dejado dos unidades para reparar cuyo costo fue
  de U$S 11.000, que pagó sin el menor cuestionamiento, en tanto que
  el cambio de la bomba sólo era de U$S 1000, o sea que no se trataba
  de una cuestión de dinero, sino de confianza.

  “‘Todos los bombistas son iguales’, me decía. Creía que si yo no esta-
  ba, el taller no le respondía de la misma manera.

  “Creo que él cometió un error porque retiró su unidad y sólo cuando
  llegó a su pueblo, a casi 400 kilómetros del taller, la desarmó y nos
  llamó para quejarse.

  “Nuestro problema era recuperar su confianza, y entonces lo llamé y lo in-
  vité a venir a Córdoba. Le mostré todos los documentos… y todavía no es-
  toy seguro si lo convencí... Nos pasamos años ganando su confianza, pero
  me voy yo, le pasa alguna cosa y enseguida él piensa que lo estafamos…”



                                    48
En este caso las transacciones se han complicado, porque
se refieren no solo a relaciones entre individuos, como en los
casos de Juan y el Patagonia, sino a vínculos entre un cliente
y un jefe del taller. Vale decir, entre personas que cumplen
funciones en el marco de una empresa y son parte de una es-
tructura organizativa. Gentilli tiene un socio y Martínez tiene
jefe y supervisados. Más allá de los elementos objetivos del
problema —por ejemplo que los operarios hayan comproba-
do la necesidad de cambiar piezas, invalidando con esto una
opinión del jefe comunicada prematuramente al cliente— exis-
ten factores subjetivos, como ser la diferencia que media entre
la confianza depositada en la persona del jefe y la que no se
ha extendido todavía a los operarios.
   Por una parte, reconocemos que aqueloo9s que negocian
son siempre personas. No negocia “una firma con otra firma”:
negocia Martínez con Gentilli —una persona con otra—. Y en
esa negociación se juegan sus motivaciones y sus expectati-
vas personales. Pero, además, debemos considerar que estas
“personas” están encuadradas en un ámbito que por una par-
te las limita —en tanto sus decisiones afectan a terceros— y
por otra parte las potencia, ya que al ser parte de una organi-
zación compleja cuentan con recursos y posibilidades mucho
mas amplios que si actuasen individualmente.
   Las negociaciones que involucran a organizaciones se hacen
más complejas porque allí existen niveles jerárquicos, y sectores
con especialidades y responsabilidades diferenciadas, donde
se juegan objetivos parcialmente enfrentados, urgencias distin-
tas y apreciaciones diversas de la realidad. Sin embargo, debe-
mos ser cautelosos en las definiciones. Aun cuando la negocia-
ción se haga mas compleja por la escala de intereses en juego,
ésta puede desarrollarse con facilidad en la medida en que las
perdonas y los roles que asumen se apoyen mutuamente. Por el
contrario, la venta de un inmueble a un comprador timorato con
una desmesurada carga afectiva puesta en “su primer departa-


                                 49
mento” puede resultar complicadísima.
   Es por eso que la verdadera complejidad de una negocia-
ción está dada por una combinatoria de factores y variables
que, en el análisis de cada caso, muestran cierta distancia
entre la teoría y la práctica concreta. La implicación de cada
una de las partes, la posibilidad de incluir elementos cuantifi-
cados, el buen o mal huimos de los negociadores, la aparición
de intereses imprevistos una vez iniciada la negociación, son
algunos de los factores que definen el nivel de complejidad


MAS DIFICIL AUN EN UN CONTEXTO TURBULENTO

  La familia Alvarez tiene en alquiler una casa: cuando se les pregunta
  por el valor de la renta dan una cifra en dólares, lo que parece razo-
  nable en un país con inflación. Por intermedio de una inmobiliaria se-
  leccionan un inquilino, con el que llega a un acuerdo en moneda local
  y firman un contrato. Durante dos años la relación es satisfactoria, a
  pesar de que la inestabilidad de la economía provoca alternadamente
  serios perjuicios a ambas partes y les hace dudar de la equidad del
  valor acordado.

  Por los avatares de la política económica, en algunos momentos el loca-
  dor siente que lo que recibe es muy inferior a lo originalmente acorda-
  do, mientras que en el trimestre posterior, será el inquilino quien tendrá
  la misma sensación.

  Cuando a los dos años deciden renovar el contrato, se proponen bus-
  car un acuerdo en el que nadie resulte perjudicado. Cada uno se ha
  asesorado con amigos, han analizado el caso, y se preguntan cómo
  hacerlo de la mejor manera posible. Simultáneamente, el agente de la
  inmobiliaria telefonea para recordarles que de extenderse el contrato, a
  él le corresponde cobrar su comisión. A su vez, las partes se preguntan
  si es imprescindible sellar el contrato formalmente, dado que si no lo
  hicieran podrían ahorrarse una suma importante de dinero. Por último,



                                    50
se plantean como acordar en un contexto que los obligará a comunicar-
  se mes a mes, ya que la inestabilidad de la moneda pone en crisis los
  contratos entre las personas.

   Los Alvarez y su inquilino extienden el contrato, descansan-
do mas en la capacidad de comunicarse que en la presunta
existencia de un ámbito institucional. La ausencia de esa protec-
ción los inhibe de realizar sus transacciones de la mejor forma
posible. Pero tienen muy presente que la debilidad del contrato
social alienta las conductas oportunistas, promueve la descon-
fianza e inhibe a mucha gente de asumir riesgos… Confían en
que el otro no los va a defraudar y para protegerse mutuamente
acuerdan reglas que van a ayudarlos a no improvisar sin el
consenso del otro. Para poder hacerlo, se encuentran, discuten
cada inconveniente posible, se dan garantías que descansan
en el supuesto de que, ya que la relación les conviene a ambos,
otras consideraciones pueden quedar postergadas. Confían en
que van a reunirse tantas veces como sea necesario para que el
pacto sea respetado. Suscribirán un contrato, pero el aval mas
sólido será el que han contraído entre ellos.
   Construir un acuerdo de estas características es esforzado,
aun para particulares que, sin dificultades aparentes, esta-
blecen una relación cara a cara. Se hace mucho mas difícil
cuando las partes negocian a distancia, no tienen un interés
personal en el vínculo o deben defender intereses ante terceros
que, para cerciorarse del buen desempeño de quien negocia
en su nombre, introducen controles para asegurarse de que el
criterio de quien los representa es el mas conveniente.
   En un contexto turbulento resulta esencial sumar esfuerzos y
sobrecomunicar.


IMPOSIBLE SI UNO NO SE LO PROPONE

  Hasta ahora hemos hablado de negociaciones en las que


                                   51
se comparte cierto interés y cierto nivel de urbanidad. La co-
municación es posible y los intereses del otro son aceptados
como legítimos. Independientemente de las dificultades, en los
cuatro casos analizados las partes actúan sabiendo que se be-
neficiarán en la medida en que logren establecer un diálogo y
reglas de juego que les peritan alcanzar mejor sus propósitos.
   Sin embargo, existen situaciones en las que una o ambas
partes recelan del otro, o bien hacen valer su peso, su fuerza,
su voluntad, en contra del otro. Las negociaciones de los pro-
veedores de “autopartes” con terminales automotrices tienen
esta característica. Los contactos entre las empresas y su red
de distribución comercial suelen ser así. Muchas veces, las
relaciones entre sindicatos y empresas responden al mismo
modelo. Y una gran parte de las transacciones entre locadores
e inquilinos sufre esta misma limitación. Son relaciones donde
la negociación se ve como una puja, y en ellas predominan el
artilugio, la sospecha y el engaño.
   No existe allí una concepción del beneficio mutuo ni de
relación extendida en el tiempo. Por el contrario, cada parte
entiende que “lo que pierdo yo, lo gana él”. Ambas juegan
cada ocasión como “la última”, en la cual quien se beneficia
demostrará su poderío y la vulnerabilidad del otro. Cada in-
teracción comenzará como si las partes no hubiesen tenido
éxitos ni fracasos de los cuáles aprender. Cada negociación
se encarará dramáticamente y será terrible: cuando una de las
partes entienda que ha triunfado, humillará al otro, y cuando
sienta que ha sido perjudicada, difamará y negará.
   Uno “gana” el otro “pierde”. A esta modalidad llamamos
“Negociación Tradicional” y puede ser explicada de distintas
maneras. Desde conflictos de intereses entre las partes hasta
ignorancia de las formas adecuadas para alcanzar los fines.
   Sin embargo, determinadas conductas sólo se entienden
aceptando que, de la misma manera que en el hombre hay
pulsiones de vida, también las hay de muerte. En tales ca-
sos es bueno tomar distancia. Además, hay que prever las


                              52
situaciones de crisis donde las partes pueden llegar a tomar
conciencia de que es imprescindible actuar en función de una
filosofía mas sana.

  “Nos sentimos mal. Quedamos mal después del último conflicto. Son
  muchos problemas los que tenemos que enfrentar ahora, son serios y
  vienen de antaño; sabemos que tenemos que cambiar, pero no sabe-
  mos por donde empezar. Estamos apremiados y la posibilidad de que
  volvamos a cometer los mismos errores es muy alta”

  “¿Sabe cómo negociamos hasta ahora? Discutimos lo que nos trae el
  sindicato. De nuestro lado, casi no nos preparamos, porque tenemos
  nuestra posición tomada y cada caso lo usamos para ver cómo defen-
  demos lo nuestro…”
  “Ellos piden el 18% y después de varias reuniones les damos el 12% y
  les pedimos que, como contraprestación, no vengan con mas exigen-
  cias en los próximos tres meses. Así negociamos y ahora vamos a tener
  que cambiar porque ya no hay para repartir…”
   Cuando el triunfalismo decae, las decisiones no se inspiran
en elecciones de tipo ético, sino práctico. De todos modos, se
revierte la tendencia al enfrentamiento y comienzan a ensa-
yarse prácticas de beneficio mutuo. Son casos en los que hay
un aprendizaje y se crean las condiciones para valorar, en el
corto y el lago plazo, los beneficios de ejercitar una negocia-
ción coherente con el crecimiento y la salud.


EXPERIENCIAS POSITIVAS

   En una firma importante se estaba discutiendo una reestruc-
turación completa, estimulada por las caídas de producción
de un material sintético que había sido reemplazado por otro
de mayor calidad y menores costos. Ante la perdida de com-
petitividad, los directivos habían hecho una serie de propues-
tas para resolver el caso, pero era u tema complejo técnica y


                                   53
socialmente. Se venía hablando del tema desde hacía mucho
tiempo y durante tres años —a través de mejora de métodos,
reducciones de costos, exportaciones a costo incremental y
una serie de procedimientos contables— se pudo evitar la
reestructuración, con lo cual la gente conservó su trabajo y se
mantuvo el flujo de caja,. Se le prolongó la vida a la planta,
pero llegó un momento en que se hacía imposible seguir pos-
tergando la decisión.
   Se habían hecho tantos esfuerzos con tanta pericia y buena
voluntad que nadie creía que la planta iba a cerrar, pero llegó
el momento en que no se podía recurrir a ningún otro artilugio.
Ahora bien, esa fábrica era un símbolo, dado que la empresa
había sido fundada en ese lugar y casi todos los profesionales,
que en el momento de la decisión estaban en cargos directi-
vos, habían pasado por esas oficinas. Además, en el período
en el que se cuestionaba su continuidad trabajaba en ella el
personal de mayor antigüedad y menor calificación técnica,
aun a nivel de supervisión, y lo hacían bajo régimen de insalu-
bridad, trabajando seis horas y cobrando por ocho.
   Por otra parte todos sabían que la decisión debería ser to-
mada tarde o temprano; con la mirada puesta en el futuro se
organizó un programa completo de actividades que, partien-
do de un plan estratégico, incluía elementos técnicos, admi-
nistrativos, económico-financieros y humanos. En este sentido,
se capacitó a la gente para que trabajara en otros sectores;
se preservaron las preferencias personales y el traslado de
grupos informales —los operarios podían elegir con que com-
pañeros pasarían a otro sector—; se dieron garantías tempo-
rarias de beneficios hasta que se pudiera ofrecer una tarea
similar; hubo un plan de jubilación especial para voluntarios;
se dio una gratificación por única vez. A raíz de todas estas
modificaciones, no se despidió a nadie y ningún empleado
perdió su situación salarial. Se respetaron los grupos de per-
tenencia: los grupos receptores ayudaron a integrar a los nue-
vos. Quizá lo más importante es que todos pudieron aprender


                              54
algo con esa experiencia.
   Fue una negociación laboriosa, duró meses con los respon-
sables de todos los sectores y las comisiones internas. En algún
momento los antiguos directivos de planta decían: “Pero no
les vamos a dar esto también…”, y se discutía, porque no se
trataba de dar ni de pedir. Era una negociación en beneficio
mutuo que sirvió no sólo para desarrollar una forma distinta de
trabajar juntos sino para controlar el daño.




                                55
56
3
SEPARANDO LA PAJA DEL TRIGO




¿ESTAMOS TODOS LOCOS?

  “Mirá Juan, ¡al final soy un pobre imbécil! Porque al que le duele el es-
  tómago es a mí, y quién tiene la úlcera soy yo. Al principio te aguantás,
  porque trabajás en una empresa que te paga todos los 31, y la calle
  está dura. No se trata de comprar el diario de los domingos y encontrar
  trabajo.

  “En la firma hay una política que dice que nosotros siempre tenemos ra-
  zón. Para eso somos grandes. Vos podés darme todas tus explicaciones
  y yo te voy a entender. Tengo todo el tiempo del mundo para escuchar-
  te, pero la razón siempre la voy a tener yo, porque la firma no pierde
  nunca. Y esto no es sólo de mi jefe actual, que para que esté contento
  tenemos que volvernos locos todos. Es una política de la empresa.

  “Te cuento la última. Veníamos con faltantes para armar el nuevo mode-
  lo. El fabricante es un proveedor tradicional nuestro. Una persona for-
  mal, yo hasta te diría sacrificado. Tiene la casa al lado de la planta, y
  siempre descubre alguna cosa para mejorar. De organización no sabe
  mucho, pero es un campeón produciendo.

  “Nuestra gente de Aseguramiento de Calidad lo aprobó en la Cate-
  goría A y posiblemente se le pidan subconjuntos en el mediano plazo


                                     57
si podemos llegar a un acuerdo de largo plazo. Así que fijáte que la
  compañía lo tiene identificado como un proveedor excelente.
  “Ahora bien, el mes pasado nos aviso que tenía que reservar los equi-
  pos para producir para otro comprador importante. A nosotros no nos
  afectaba, pero de repente los de Ventas dijeron que les creció la de-
  manda y decidimos pedirle el doble de entrega de lo que estaba pro-
  gramado originalmente, y necesitábamos una cantidad importante de
  piezas en 48 horas, así que fui a su casa, lo encontré trabajando y
  modificó su programación, contrató gente y nos entregó lo que le pe-
  díamos con la calidad de siempre.

  “El problema es que cuando pasaron tres semanas y le teníamos que
  pagar, los de Finanzas me dicen que ciertos ajustes no se los van a re-
  conocer, y que yo lo tengo que presionar para que acepte. ¿Me querés
  decir con qué cara se lo digo? Como política es pésima, pero además
  nos enfrenta con un proveedor al que en pocos meses le van a subsidiar
  la compra de equipamientos para los subconjuntos que te decía.

  “Esta es la última, pero vivo así desde hace años. Como muy mal, me
  hago mala sangre, me peleo con mi mujer, discuto por gusto y vivo
  gritando a gente que respeto. Estamos todos locos.“

   Esta transcripción no sorprenderá demasiado a quienes tra-
bajan con organizaciones, aunque quizá perturbe su estilo
coloquial. La incluimos para recordar duras comprobaciones
y para hacer evidente que cualquier sugerencia para negociar
mejor debe siempre tener en cuenta lo que sucede en el plano
de la realidad.


SERIA MAS FACIL SI FUESEN MAQUINAS

   Simplificando, podríamos aventurar que las empresas son
invenciones sociales en las cuales un grupo amplio y diferen-
ciado de personas actúa de manera concertada para realizar


                                  58
tareas complejas. Para operar eficientemente se instauran cri-
terios de jerarquía y de división del trabajo, intentando prever
la toma de decisiones por medio de normas y canalizando
las comunicaciones mediante documentos escritos. Se opera
por medio de políticas generales y procedimientos, intentando
reducir al máximo las excepciones. Cuando la empresa se
desenvuelve en un contexto estable, tiene carácter monopólico
y se concentra en pocas tareas, el modelo burocrático es razo-
nablemente adecuado.
   La teoría sostiene que, de esta forma, una estructura social
de tales características podría repetir día a día sus actividades
con escaso margen de error, remedando un mecanismo de
relojería. Se separan las tareas intelectuales de las manuales,
y usando registros históricos y criterios administrativos y técni-
cos, se categoriza y programa eludiendo la consideración de
casos singulares. Para esos casos, se descansa en la capaci-
dad de unos pocos que, desde cargos jerárquicos, resolverán
las situaciones coyunturales, los riesgos, innovaciones, pleitos,
controversias, y sorpresas.
   Para poder lograrlo se desarrollan modelos y tecnologías
que permitan encuadrar, diagnosticar y decidir lo que resulte
más conveniente, de manera tal que se haga innecesario el
intercambio de ideas y opiniones. De esto resulta que, en mu-
chas organizaciones, se incorpora innovación sólo después
de muchos ensayos y pruebas que garanticen que la novedad
puede ser aprovechada en gran escala.
   Quienes actúan en organizaciones complejas se acostum-
bran a reducir su participación a temas que, como lo reco-
mienda la tarea de la burocracia, reclaman una valoración
de lo que puede ser universal, y no ya de las excepciones. Las
personas se amoldan a lo que les demanda menos esfuerzo.
   La mayoría acata esta premisa y repite comportamientos
que dejan de tener validez cuando cambia el contexto político
social, crece la competencia y se hace necesario asumir ries-
gos y pensar estratégicamente. En el ínterin, por otra parte, el


                                 59
peso de la estructura política, ha asfixiado la capacidad de
innovación, manteniendo incomunicados a los sectores, evi-
tando la posibilidad de aprendizaje y resistiendo todo aquello
que ponga en tela de juicio los procedimientos establecidos
como, por ejemplo, la dinámica requerida para una negocia-
ción.
    Por lo tanto, no es para sorprenderse que se posterguen
las decisiones, se evite la confrontación, se procure continuar
uniformando aun donde ello sea improcedente y se asignen
“hombres providenciales” a negociaciones críticas.
    Sin duda, no es fácil modificar pautas organizacionales e
introducir discrecionalidad en cada una de las tareas que se
cumplen en una fábrica, por ejemplo. El hecho de que en al-
gunos países, incluso el nuestro, se lo esté intentando, muestra
tanto la necesidad de desarrollar nuevas prácticas como la di-
ficultad de poder hacerlo de manera eficaz. Además, la globa-
lización de la economía y la necesidad de instaurar prácticas
más eficientes, así como los modelos de negociación que es
imprescindible desarrollar para garantizar la supervivencia,
contribuyen a flexibilizar las pautas de negociación interna.
    Los directivos de muchas organizaciones han tomado con-
ciencia de los costos que se derivan de mantener estructuras y
pautas políticas del pasado. Pero esos mismos dirigentes ven
afectado su futuro por el proceso de cambio que deben insti-
tuir, y a veces se resisten a hacerlo, ante lo cual se producen
los previsibles conflictos internos. Sin embargo, no olvidemos
que justamente las características mas salientes de una organi-
zación compleja inhiben la emergencia de aquellos atributos
necesarios para una negociación, y que en ese tipo de orga-
nizaciones llegan a cargos de importancia personas con alta
necesidad de poder —no necesariamente de logro—, cuyas
predisposiciones hegemónicas son un obstáculo cierto a la fle-
xibilidad y a la templanza requeridas para llevar a cabo una
negociación eficaz.



                               60
EL PESO DEL PASADO

   El habla popular, sin mayores cuestionamientos, acepta la
negociación como una expresión de la guerra, una forma su-
blimada de dar batalla, más civilizada, si se quiere, pero igual-
mente violenta. Habla de avances y retrocesos, de ejercicios
del poder, de estrategias y tácticas, etc. Da por sobreentendi-
do que imposición y aceptación, y más aun hostigamiento y
claudicación serían posiciones válidas, extremos que no cono-
cen las posiciones intermedias del espectro. Como extensión
de las metáforas militares, habla de ocupación de espacios
y que da implícita la noción de territorio. Como fantasía de
quien negocia: dentro de esta forma de pensamiento, progre-
sar es una negociación implica ganar terreno, quitándoselo al
enemigo y extendiendo dominios. En la competencia comer-
cial se habla de “penetración de mercado”, aludiendo a una
analogía similar.
   Entendida de esta manera, la negociación se plantea como
una forma sofisticada del uso de la fuerza y contiene altos már-
genes de cinismo. Es un proceso sustentado en la amenaza y
el engaño, y da por descartado que para persuadir al adver-
sario es esencial que éste entienda quien tiene el monopolio
de la fuerza, o bien tema a quien la tenga, especialmente
cuando no la posee. Estas características se expresan en fra-
ses del tipo:

  “El que tiene fuerza, impone. No negocia.”

  “El que tiene poder, el que ocupa una posición de autoridad, hace que
  los otros hagan lo que él quiere. Sin concesiones.”

  “Se negocia para ganar… y si al hacerlo se puede humillar al otro,
  ¡tanto mejor para demostrar quién es el que manda!”




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Todos ganan

  • 1.
  • 2. 2
  • 3. ÍNDICE Agradecimientos ................................................... 5 Introducción.......................................................... 7 1. Para entrar en materia ........................................ 25 2. ¿Qué es negociar? ............................................ 39 3. Separando la paja del trigo ................................ 57 4. Modelos de negociación ..................................... 73 5. La práctica de la negociación efectiva .................. 91 6. Encontrarse con los otros ..................................... 125 7. El arte de la negociación .................................... 147 8. Tres experiencias ............................................... 175 Bibliografía ........................................................... 211 3
  • 4. 4
  • 5. AGRADECIMIENTOS Va nuestro agradecimiento a Monique Altschul y a Marta Fernández Longo, a Elena Moráis, a Alfredo y Pía Veiravé y a Héctor Libertella por sus lecturas críticas y lúcidas. Y a Ed- gardo Russo y a Sandra Román, que dieron sentido a muchos párrafos. Y naturalmente a nuestras secretarias Silvina Franco y Ma- ría Gabriela Estévez. Además tenemos una deuda de honor para con quienes nos sacaron de apuros una y otra vez con sus escritos. Desde las conceptualizaciones de K. W. Thomas, que vimos confirmadas en nuestras primeras conversaciones sistemáticas, hasta los textos de Ian McCall, y de Lax y Sebenius, los escritos de otros especialistas ayudaron a acortar el camino muchas veces. En la bibliografía anotamos algunos de los libros que man- tienen mayor coherencia con nuestra manera de operar y que nos ayudan a pensar en nuestro aporte desde la experiencia en un contexto latinoamericano. A nuestros amigos les reco- mendamos su lectura porque encontrarán estímulos para se- guir avanzando. Finalmente, gracias a nuestros maestros. Un negociador no se hace solo. 5
  • 6. 6
  • 7. INTRODUCCION NEGOCIAR ES JUEGO DE GRANDES En el idioma inglés se marca la diferencia entre juegos de chicos y juegos de grandes. A los primeros se los llama play; a los segundos, game. La diferencia entre unos y otros radica en la mayor o menor complejidad de sus reglas, en las posibilidades de inventar, en el manejo de la sorpresa, en la necesidad de un aprendi- zaje y de una preparación previa, y en la premisa de que los límites pueden ser modificados mediante acuerdos entre los participantes. Los juegos de niños (play) son repetitivos, sólo requieren de la presencia de otros chicos, empiezan y terminan cuando cualquiera de los jugadores siente el impulso de hacerlo, y se conservan, con pequeñas variantes, a lo largo de los años y en distintas culturas. El escondite, la mancha, la ronda, el salto al rango han existido y existen en todos los continentes y en todas las épocas. Son juegos de convenciones muy elementa- les, con los que los chicos aprenden a estar unos con otros ob- viando el diálogo. Estos juegos no codifican los intercambios, a un punto tal que, aun en casos de disputas, ninguno de los jugadores se puede enojar durante mucho tiempo. Están juntos sin estar juntos, porque cada uno está en lo suyo. Cuando los niños crecen y van accediendo a una comunica- 7
  • 8. ción más elaborada, aprenden a utilizar elementos simples en otra escala de complejidad: muñecos para jugar a la familia, autitos para hacer carreras, cubos para construir casas. Estos extienden el campo de acción y cumplen el papel de inter- mediarios, diferenciando al niño de sus propias representa- ciones e incorporando nociones de espacio (adentro/afuera), de tiempo (antes/después), de roles (padre/madre/maestra/ alumno) y toda una gama de valores, creencias y actitudes. Las interacciones propias de un ser humano desarrollado van tomando forma. Con ello, el juego se va definiendo por asi- milación de la cultura a la que el niño pertenece. Las reglas del mundo real son trasladadas al mundo de la fantasía; las casas ya no son universales y se parecen a las de la realidad de cada cultura, y papá y mamá serán dramatizados tal como los chicos los han visto en sus propios hogares. Más tarde aparecerán los primeros juegos de cartas, incluyendo núme- ros, reglas y modificaciones condicionadas por el azar: la oca o el ludo. Hasta que se instalan frente a una computadora y oprimen comandos para jugar con un mundo más extendido. Los juegos de grandes (game) tienen reglas: se puede parti- cipar o se puede mirar, ya que enseñan tanto al que observa como al protagonista. Tienen pautas escritas, pautas tácitas (cómo se juega, con quién se juega, hasta cuándo, con qué elementos), e incorporan mecanismos para estimularse por me- dio de grados de complejidad creciente: cuanto más se apren- de, más se disfruta, porque este placer aumenta a medida que crecen la calidad y la sabiduría del rival. El tenis tiene un sistema de puntajes sumamente comple- jo que no permite un resultado acumulativo directo, como en el fútbol, porque cada tantas jugadas la partida recomienza casi desde cero. El sistema de puntajes está relativizado para mantener hasta el final una mayor incertidumbre del resulta- do. Naturalmente el póquer, el ajedrez, el tute cabrero, para mencionar algunos otros, estimulan a personas muy distintas, que se divierten con gente que conoce, comparte sus reglas y 8
  • 9. las desarrolla con un alto nivel de pericia. La negociación tiene mucho de juego de grandes. Y aunque hay una cantidad de reglas conocidas, admite la invención constante, porque se apela a la inteligencia de los participan- tes para generar nuevas opciones, nuevos caminos, nuevas secuencias. Y se juega “en serio”. A diferencia de la llamada “negociación tradicional” en la que se pretende “ganar para no perder”, las negociaciones efectivas exigen un aceitado juego en el que las reglas pueden ser cuestionadas, acordadas y vueltas a modificar. ¡De hecho es mejor negociador quien negocia intensivamente y aprende de sus propios errores! Hay preguntas que derivan de la manera como el nego- ciador resuelve dificultades personales. Por ejemplo: ¿Cómo puedo combinar mi necesidad de contar con reglas claras y mi deseo de violarlas? ¿Cómo encaro mi necesidad de buscar límites y mi deseo de saltar sobre ellos? ¿Cómo se acepta que se cumplan sanciones previamente acordadas cuando se pro- duce una infracción? Son preguntas que pueden responderse como quien analiza cualquier juego de grandes y se propone mejorar su desempeño. Un juego de grandes necesita que las dos partes sepan que el otro es competente y confiable. Esto incluye el reconoci- miento de que cada uno puede contar con recursos distintos y que a su vez pueden estar en conflicto. Pero sobre todo exige saber que uno y otro pueden fortalecerse y debilitarse a partir de sus propias reacciones y conductas. La negociación es un juego: requiere que los protagonis- tas se estimulen al enfrentar dificultades y oportunidades. Es competitiva porque involucra intereses económicos, prestigio personal, consecuencias políticas, etc. Y en muchos casos uno descubre prácticas que remiten más a los juegos de niños que a los de adultos. No debe sorprender que el negociador se di- vierta mientras desempeña su delicado papel, y que al mismo tiempo se muestre preocupado por cada movida del tablero, mientras observa en sí mismo y en el otro las tentaciones de 9
  • 10. dosificar reglas sutiles e infracciones infantiles. Quizás esta dificultad haga que mucha gente sostenga que un buen negociador nace…; con lo cual se evita, con elegan- cia, enfrentar una realidad: para que la negociación dé lugar a resultados satisfactorios, debe existir un proceso. Y esto es fácilmente comprobable, porque no bien nos ponemos a tra- bajar en casos concretos advertimos que la mayoría de las personas no vacilan en aceptar ayuda para convertirse en me- jores negociadores. Y en ese aprendizaje equilibran espontá- neamente el beneficio deseado con el método necesario para alcanzarlo. Existen pocas necesidades tan explícitas como la de aprender a negociar, y también aquí —como en el tenis o en el truco— podemos aprender en la medida en que acepte- mos el desafío y establezcamos las reglas. En ese caso, a poco de avanzar, cada persona advierte en qué medida estaba actuando de manera inadecuada. En parte porque desplazaba esfuerzos hacia donde no corres- pondía, o bien porque consideraba la negociación como algo esencialmente manipulativo y característico de individuos con intereses espurios y personalidad repudiable. Es probable que esta última conjetura lo inhibiera o incomodara, haciendo que su propio juego se asemejase más al de los niños… Y no necesariamente debe ser así. El adulto se afirma apren- diendo de sus propios errores y también de los ajenos, y una de las actividades que más lo ocupan es la negociación: un proceso de comunicaciones muy elaboradas y complejas, que puede ser manejado manteniendo coherencia con los valores personales, y preservándose en la determinación de límites y el diseño de reglas. De este modo, como en un juego atrayente de seducción y desafíos, la negociación se desarrolla por invi- taciones recíprocas, regulada por quienes utilizan los criterios y las modalidades que mejor sirvan a los intereses de ambas partes. Así la negociación se transforma en “juego” inserto en la realidad: es “en serio”. Y puede disfrutarse en la medida en 10
  • 11. que los jugadores comprendan su corresponsabilidad por el resultado… Es un juego civilizado, característico de cada cultura, que alude al contrato social que regula las tendencias violentas y articula relaciones complejas, si las cuales es improbable el progreso. Es un juego que si es jugado desaprensivamente re- cuerda la ley de la selva, porque en su brutalidad confirmaría el prejuicio de que siempre prima el más feroz. Sin embargo, no bien se reduce el dominio del azar empiezan a visualizar- se los beneficios. Si se introduce la racionalidad a partir del diálogo, conducirá a que ambas partes distribuyan mejor “lo existente”. Si logran incorporar nociones de futuro generando un vínculo, y se permiten, conjuntamente, imaginar escenarios estimulantes, los resultados pueden crecer de modo notable. En este último caso, las partes “compiten contra elementos ex- ternos para agregar valor”. Mediante esta derivación de la energía competitiva se puede procesar la crisis y extender la compatibilidad de las partes en función de resultados que mo- difican y benefician a ambos participantes. Esas tres instancias abren el campo a la negociación, como en un juego en el que se reducen con inteligencia la incerti- dumbre y la ambigüedad, se incorpora con sensatez lo con- creto y se advierten las ventajas de la asociación virtual. ESTE LIBRO ES PARA USTED En Obra abierta, Umberto Eco sostiene que más allá del carácter definitivo de un libro, el sentido siempre supera la in- tención del autor y es completado por el lector, en un proceso que se inscribe en el tiempo y modifica el texto mismo en su circulación. El lector lo completa y se lo apropia. Si aceptamos esta premisa, a medida que usted lea este libro observara que su mente comenta, acuerda, cuestiona, o bien se hace preguntas a las que usted mismo irá dando 11
  • 12. respuestas. Inventará conversaciones, se le ocurrirán ideas, in- tentará dialogar. De esa manera usted reescribirá este libro. Cada idea y cada situación alcanzaran dentro de usted una riqueza que hasta ahora la página escrita apenas anticipa, y que jamás podría llegar a tener si no es a través de su trabajo de lector e intérprete. Lo escribimos pensando en la invitación que propone la lec- tura, que es a su vez una buena metáfora de la Negociación Efectiva. En ella cada negociador, si tiene clara la necesidad del intercambio y el placer del éxito, se coloca como libro abierto ante el otro…, y dice lo que el otro completará sea con pala- bras o en su imaginación… Cuanto más clara sea la presenta- ción que cada uno haga de sí mismo, mas probable será que la complementación que haga el otro contribuya a alcanzar los propios objetivos y redunde en beneficio mutuo. Por lo tanto recuerde, al leer, que un escrito es, por defini- ción, inconcluso. Necesita de su curiosidad, de su fantasía, de su memoria, de su capacidad de asociación. Sin la partici- pación activa del lector, el texto permanece incompleto. Algo parecido ocurre en una negociación. Ninguna negociación exitosa depende de una sola de las partes, por más talento que ésta tenga. Tanto las oportunidades como los conflictos pueden ser canalizados de formas muy diversas. Una de ellas es la negociación. De su manejo equilibrado depende el éxito, y ese manejo descansa en la capacidad de complementación que posean los negociadores. Si sus conductas son pasivas o imprudentes o si desconocen elementos centrales del proble- ma, la negociación puede peligrar o frustrarse. Intelectualmente, estas ideas tienen la edad del mundo. Sin embargo, sólo ahora empezamos a tomar conciencia de los fracasos que provocaron los modelos convencionales. Toda situación conflictiva despierta posturas cínicas en el intento de solucionarlas, como “la caridad empieza por casa”, “la mejor forma de defensa es el ataque”, “el que pega primero pega 12
  • 13. dos veces”. Con frecuencia, nuestra naturaleza nos predispo- ne a la acción solitaria, y cuando adquirimos un saber técnico tendemos a definir cada dificultad como un problema a resol- verse. En esas condiciones, tratamos de actuar como exper- tos, identificando variables clave, recogiendo datos, eligiendo la “mejor” herramienta para zanjar diferencias… Damos por sentado que nuestro saber técnico cierra toda posibilidad de debate. Por el contrario, para leer Don Quijote de la Mancha o cualquier otro gran libro, casi naturalmente el lector pone su asombro al servicio del texto y se deja sorprender. Le interesa el relato y le divierten las aventuras, al mismo tiempo que evo- ca las propias, sean reales o fantásticas. Así, el lector se deja llevar y reescribe en si mismo la historia que va leyendo. Cier- tas cosas se le escapan porque su interés está en otro lado, y se detiene, en cambio, en otras porque se relacionan con lo que le está pasando en esa etapa de la vida. El libro se abre al lector que lo aprovecha para su crecimiento. En beneficio propio. Lejos de tratarse de un problema para resolver y ce- rrar, es una oportunidad de goce. Entre una metodología sistemática y el ejercicio de la crea- tividad de las partes, la negociación debe tanto (o más) al ingenio como al rigor científico. Una negociación tiene mucho de artesanía: invita a encontrar soluciones nuevas. Al igual que en la tarea creativa, las negociaciones avan- zan cuando cada una de las partes advierte que no puede hacer la tarea descansando sobre lo ya conocido; más aún, que la obra depende en esencia de las innovaciones en el trabajo de los materiales y no sólo de los esfuerzos de la pura voluntad; que ante el desafío, sin un concurso inteligentemente competitivo, los logros serán menudos. Y, por último, que esta tarea deber ser hecha siempre con el otro. Como un chico que goza leyendo las aventuras de San- dokán en la Malasia o un adulto que se apasiona con las pá- ginas de un texto que habla directamente de sus inquietudes, 13
  • 14. una negociación nos seduce y ayuda a plantearnos caminos. TENER QUE NEGOCIAR INCOMODA Trabajar cansa (Lavorare stanca). Cesare Pavese, el gran escritor italiano, utilizó este título para una colección de sus poemas. Dentro del mismo espíritu podríamos decir: “tener que negociar incomoda”. Hablamos de “tener que negociar”, no de negociar, porque las innumerables transacciones que hacemos todos los días, por el simple hecho de ser adultos en un mundo complejo, están incorporadas naturalmente a nues- tras relaciones previas, a proyectos compartidos y a la lógi- ca de las diferencias. Sin embargo, cuando nos vemos ante la disyuntiva de “tener que negociar”, vale decir de encarar alguna acción con quienes no nos une algo trascendente, el proceso se vuelve esforzado. El argentino César Bruto, en uno de sus ensayos sobre Los grandes inbentos deste mundo (sic), se ocupó del trabajo. Em- pieza diciendo que el laburo es lo más horrible que hay en la vida, ya que laburo significa levantarse a las seis de la mañana, darse cuenta que uno ya está atrasado, afeitarse mal y cortarse la cara, correr a la esquina y descubrir que ya hay otras personas en la cola, de manera que, cuando llega el colectivo, uno tiene que ir colgado y llega a la fábrica tarde y el capataz le grita. Por eso dice “laburar es horrible”. Lo más hermoso que hay en el mundo —sigue con sus reflexiones César Bruto— es el trabajo. Porque uno se levanta un sábado a la mañana a eso de las nueve, pone la pava al fuego y se hace unos mates, da unas vueltas y se pregunta qué va a hacer. Hasta que encuentra en el fondo unas tablas y decide fabricarse la mesita de luz; va a lo de don Nicola, el ferretero, conversa hasta que le pide prestado un martillo y al final del día tiene su mesita. Por eso no hay nada mas hermoso que trabajar. 14
  • 15. No hay nada más lindo que hacer las cosas con autono- mía, sin depender de quienes puedan obligarnos a transigir en función de sus propios intereses, parcialmente enfrentados con los nuestros… Negociar no es difícil. En cambio, “tener que negociar” incomoda. Porque a menos que uno lo haga conscientemente, siente que avanza a ciegas, que improvisa a destiempo…, motivos por os cuales sus limitaciones se evidencian. Uno no sabe con exactitud qué necesita o demanda el otro, ni tiene ideas demasiado claras de lo que le conviene en cada mo- mento. Al embarcarse en una negociación, a medida que se van desarrollando las tratativas se advierte que las cosas se van modificando y uno no acierta a dominar la totalidad de la situación. Pero “tiene que hacerlo” a su pesar. Está perdido o, por lo menos, así se siente; como en un par- tido de potrero, en el cual donde va la pelota, ahí van todos. Con el peligro de que en un potrero, siempre ganan los que tienen experiencia de potrero… y se puede dejar en el camino aun al más profesional. Ante esta alternativa, previsible por cierto, hay quienes en- frentan una negociación apelando a su inteligencia e intentan prepararse apoyándose en sus conocimientos técnicos. Enca- ran la negociación como si fuese un entuerto que requiere una solución. Este tipo de preparación es necesaria pero in- suficiente, porque se limita a una técnica. Otros intuyen que nunca acertarían a prepararse lo suficientemente bien, por lo cual confían en su capacidad de escuchar e improvisar sobre la marcha. Basan su trabajo en una concepción táctica, en la que es vital utilizar toda su sensibilidad para operar teniendo en cuenta al otro. Esta actitud es positiva pero, como en el caso anterior, insuficiente. Para que negociar sea una actividad entretenida y valo- rada, es preciso dotar a ambos elementos de una concepción estratégica, y dibujar con ellos un mapa de ruta que permita saber dónde estamos, y cuáles son las opciones existentes. 15
  • 16. En los tiempos que corren, resulta cada vez más importante hacerlo bien, y de eso vamos a hablar. DEBEMOS APRENDER A NEGOCIAR En nuestras latitudes, la palabra “negociar” tiene connota- ciones negativas. A menudo escuchamos entre personas de cierto nivel social “Tuve que negociar”, confesando vergüenza y debilidad por no haber podido imponerse al otro sin más trámite. La frase recuerda que no negocia el que desea, sino quien se ve obligado a hacerlo. De ahí que surjan, casi naturalmen- te, las necesidades de fortalecerse antes de negociar, de “pre- pararse” en el sentido de “armarse”, puesto que se ve la nego- ciación como una suerte de batalla. De ahí que se la eluda, a menos que uno se sienta poderoso, seguro o muy bien acom- pañado por quienes pueden volcar la decisión a nuestro favor. En tales circunstancias, os rivales se trenzan en extensas y estériles disputas que “hacen el campo orégano” a quienes ob- servan la escena desde una posición distante y aprovechan las desavenencias en beneficio propio. Los enfrentamientos abren el campo a quienes pueden beneficiarse de la debilidad que genera la disputa. Para el de afuera, sólo es cuestión de darse tiempo y aprovechar en beneficio propio tales desavenencias y situaciones de parálisis. Años de negociaciones tradicionales entre “fuertes y débi- les” desgastan a ambas partes. Pero, si bien sabemos que siempre habrá “fuertes y débiles”, lo peligroso es que estas figuras dramáticas de contrincantes sean asumidas por per- sonas, en rondas de discusiones que permiten la entrada de terceros, que harán su propia cosecha. Años de batallas gana- das y guerras perdidas nos llevan a buscar mecanismos más civilizados de resolución de conflictos, mecanismos que pue- den dar lugar al desarrollo de pactos y acercamiento de par- 16
  • 17. tes, y que redunden en beneficio mutuo para quienes encaran una misma oportunidad. Sin duda, para que esto sea posible hay que inventar nuevas formas de entendimiento. En las sociedades modernas, no solamente negocian los “hombres de negocios”. Negocian marido y mujer; hijos y pa- dres; los deportistas con sus clubes; las líneas internas del sin- dicato… lo hacen a diario de forma sistemática, y más allá de las buenas relaciones que puedan existir entre ellos, asumién- dose en sus individualidades y ocupando roles. Si se comete el error de presuponer que por el sólo hecho de ser padre e hijo, o marido y mujer, las transacciones entre ellos se resolverán con espontaneidad, se está olvidando que, a menudo, para poder llegar a buen término en el manejo de las diferencias, deberían utilizarse prácticas efectivas de negociación. Cuanto mayor sea el beneficio derivado de esas negocia- ciones, mayor será la probabilidad que esas personas tengan para fortalecerse como individuos y encarar negociaciones complejas con los demás. Y si actúan en el marco de una or- ganización, tanto más delicado ha de ser el proceso… ¿Tenemos tiempo para reflexionar? No demasiado, porque los cambios son lo único previsible, y lo que ayer parecía ina- movible o impensable, hoy ya se ha modificado: unas veces esto resulta de acciones planificadas, otras de la influencia de factores externos y a menudo imprevistos. En un ámbito de tal naturaleza, se hace imprescindible aprender a negociar. En primer término con nosotros mismos, para evitar falsas posicio- nes de omnipotencia, y poder encarar con eficacia y credibili- dad las relaciones con terceros… PODEMOS MEJORAR ¿Cómo negociamos los latinoamericanos? En los países ri- cos en posibilidades, pero alejados del tráfico mundial más activo, desarrollamos conductas y actitudes individualistas y 17
  • 18. usufructuamos los recursos en proyectos de corto plazo, en- frentándonos a menudo con socios potenciales. Somos parte de lo más rancio de la tradición individualista. Para nosotros, el otro es siempre una molestia: tiene lo que desearíamos tener y al mismo tiempo nos recuerda lo peor de nosotros mismos… con lo cual nos inhabilitamos como ne- gociadores, ya que el otro es percibido como un enemigo a quien conviene alejar y, en lo posible, destruir. Sucede entonces que negociar es vivido como una imposi- ción. Y esta sensación nos impulsa a hacerlo casi exclusiva- mente en beneficio propio, desconociendo las necesidades del otro, aun cuando haya motivos para vislumbrar proyectos en ciernes, si acaso pudiéramos valorizar una relación de interde- pendencia mutua. Así se explica que • desarrollamos destrezas para desenvolvernos solos, creati- va y anárquicamente, pero tenemos dificultades para formar equipos y asociaciones de largo plazo; • somos hábiles en el desarrollo de paliativos, pero torpes para descubrir e implementar soluciones que vayan al fondo de la cuestión; • tenemos facilidad para explicar fracasos e inventar victorias morales y, sin embargo carecemos de respuestas ante la pre- gunta: “¿Cómo es que, siendo tan lúcidos, protagonizamos tan pocos éxitos?”. • No creemos que sea una maldición haber nacido en un continente rico, ni estar condenados por una u otra tradición cultural. De todas maneras, somos los hombres los que enri- quecemos la cultura con los cambios que desarrollamos ante nuevas circunstancias. En cada negociación en la que hemos participado como consultores, comprobamos que los prejuicios pueden demos- trarse cuando sobreviene una crisis, y cuando los protagonis- tas logran reunirse. Descubrimos que los negociadores com- 18
  • 19. parten metas mucho más amplias que las imaginadas antes de comenzar el diálogo; que los estereotipos ceden y el campo de acción se extiende mucho más de lo que se había supuesto en el análisis previo. No se trata de inventar lo ya inventado, sino de adecuarlo a nuestra idiosincrasia y circunstancias particulares y de crear nuevas opciones cada vez que sea posible. Mucho de lo que advertimos ha sido experimentado en otras latitudes: países más adelantados han pasado ya por estas circunstancias. Sin duda adaptaremos lo que pueda resultar útil, desembarazán- donos de aquellos elementos que no nos sirvan por ser incon- gruentes con nuestra modalidad o con el desarrollo de nues- tras instituciones. Por ejemplo, cuando se negocia en países anglosajones, existe un marco institucional y organizacional que sustenta y delimita la actividad, mientras que en nuestros países ante cada negociación parecen ponerse en juego los aspectos mas variados de la vida social y económica… Pero aun así la esencia de la negociación es idéntica. SOPLAN VIENTOS NUEVOS En la actualidad, aparecen procesos convergentes que nos hacen repensar viejos problemas. Por una parte, el mundo se está achicando. Y por otra crece la necesidad de cada grupo de diferenciarse afirmando su propia identidad. Ambas cir- cunstancias requieren un uso mucho más flexible de la comu- nicación, y de la forma como puedan articularse los deseos y las limitaciones concretas. En un nivel universal existe una serie de progresos científicos y técnicos que han alterado la realidad política y económica. Registramos esos cambios a diario. A través de los satélites, obtenemos información que antes sólo llegaba a unos pocos. La televisión nos alcanza imágenes simultáneas de lo que está sucediendo en la otra cara del planeta y abre el campo a 19
  • 20. negociaciones que hasta hace poco parecían imposibles. Así, por ejemplo, el inversor en “valores futuros” que reside en Illinois conoce el rendimiento de una hectárea en Junín casi mejor que el lugareño, y la gente que opera en la bolsa de valores de Tokio aprovecha oportunidades en Ginebra que los expertos locales sólo advertirían unas horas más tarde. De la misma manera, cada grupo humano expresa su iden- tidad y reclama su lugar en la tierra. Cambia la naturaleza de cada país y se modifica la noción de estado-nación. Las minorías exigen ser tratadas con equidad, y se ponen en tela de juicio antiguas “certidumbres”. Estos dos fenómenos convergentes marcan el pasaje de lo finito a lo infinito, de lo que acostumbrábamos ver como limi- tado a lo que aún desconocemos pero debe ser alcanzado. Si antes pensábamos en términos restrictivos y localistas, ahora podemos sentirnos estimulados a reflexionar y abarcar una entidad mayor. Hace unos años, al mudarse uno de nosotros a una casa situada apenas a doscientos metros de la anterior, una vieja vecina nos preguntó si “nos íbamos porque no nos gustaba el barrio”. Nos dimos cuenta que, para ella, “barrio” era lo que alcanzaba a abarcar con la vista desde su ventana. Y sorprendentemente, la mayoría de nosotros tenemos “barrios” inscriptos en nuestras mentes que hacen que lo conocido sea “poco, pero bueno”, y todo lo otro resulte temible… Negociar implica saber que el “barrio” es mucho más gran- de de lo que imaginábamos. Y que “lo otro” no tiene por que atemorizar. El viejo modelo de aislamiento, el modelo de Ro- binson Crusoe que, en su isla desierta y tras mucho sacrificio, descubre con orgullo que puede subsistir y mantenerse solo no es precisamente el mejor. La sociedad moderna, que está alte- rándose de manera dramática, ofrece una alternativa rica, si bien esforzada, porque en ella interactúan grupos humanos di- versos con intereses parcialmente enfrentados y parcialmente compartidos. El desafío es encontrar interlocutores con quienes 20
  • 21. ampliar el campo de potencialidades, sobre todo aquellos con quienes estamos ligados por antiguos conflictos y situaciones de fracaso. Cabe, naturalmente, la prevención: ¿será posible hacerlo? En este texto nos proponemos compartir prescripcio- nes para la acción, que decantamos mediante una práctica profesional con personas que, conocedoras de los modelos convencionales, instituyeron alternativas mucho más satisfac- torias. LOS PROTAGONISTAS DE ESTE LIBRO Actuar como consultores en negociaciones complejas con algunas de las mejores organizaciones locales e internacio- nales enriqueció nuestras ideas, ayudó a desarrollar nuestras teorías y modifico nuestra práctica profesional. Los resultados y los procesos seguidos en esas experiencias están incorporadas a este texto. Todos los casos citados pro- vienen de la práctica cotidiana y más de un lector amigo se reconocerá en la transcripción de algún relato. Por el trabajo realizado, queremos dejar en claro con quie- nes compartimos los placeres de investigar, inventar y producir resultados: nuestros colegas Eduardo Kreimer, Ariel Kievsky y Victoria Corti Maderna, cuya amistad e ideas permitieron aprender a aprender en un clima cordial y demandante. • Los directivos y especialistas de muchas empresas en nues- tro país y en países vecinos que nos ayudaron a cuestionar sobrentendidos y a pulir herramientas: siendo expertos ne- gociadores ellos mismos, mediante el diálogo y ante los pro- blemas concretos aprovechamos su experiencia y pudimos desarrollar soluciones creativas juntos. • Toda la gente de SCANIA Argentina, su organización co- mercial y los equipos gerenciales de sus concesionarios, sus principales proveedores industriales, los funcionarios de or- 21
  • 22. ganismos provinciales, la Regional de SMATA Tucumán y el cuerpo de delegados de fábrica que obtuvieron logros sig- nificativos experimentando y profundizando la Negociación Efectiva durante tres años. En SCANIA, quienes fueron los impulsores infatigables del modelo, Edmundo Guitart y Luís Aparicio. A su lado la iniciativa constante de Héctor Petriz, de Esteban Gandulfo, de Osvaldo Durán y sus equipos. • Las 600 personas con quienes trabajamos en SOMISA: di- rectivos, gerentes, jefes de división y de sección, los direc- tivos de la Seccional San Nicolás de la UOM, de ASIMRA, APSSA, así como sus cuerpos de delegados. Y muy especial- mente el equipo de Relaciones Laborales de la firma, Hugo de Luca y Alcibíades Yranzo, que creyeron en el modelo para usarlo en una de las empresas más grandes de nuestro país y encaminaron un proyecto inédito. • Carlos Kulish, principal accionista y presidente de Carpenter SA y de Viplastic SA, en la confianza que deposito para producir los cambios consensuados que necesitaban ambas empresas para permitir su saneamiento oportuno. • La gente de la Refinería Dock Sud de SHELL CAPSA, con quienes desarrollamos durante más de tres años un progra- ma que privilegia la cooperación entre niveles y sectores frente a los desafíos tecnológicos y de mercado: John Thur- burn y Andrés Nowak, sus aportes fueron fundamentales. • Enrique mantilla y Ricardo Fraboschi del Grupo TECHINT fueron quienes nos estimularon a trabajar en el tema y nos invitaron a hacer los primeros programas en SIDERCA y en PROPULSORA SIDERURGICA SA, que luego continuaron de- sarrollándose durante años e incluyeron a todas las empre- sas del grupo. • Las directivas y colegas de CONCIENCIA con quienes en- tablamos una relación más que profesional, y con quienes aplicamos el modelo en distintos ámbitos sociales de nuestro atribulado país, instrumentando nuevas formas de vincula- ción que seguramente darán sus frutos en los próximos años. 22
  • 23. • Los empresarios y los sindicalistas paraguayos a quienes ayudamos a solucionar un conflicto muy importante en Ya- cyretá, que les había costado varios millones de dólares y una huelga de 82 días de duración que afectó a 4200 per- sonas; • Las más de seis mil personas que asistieron a nuestros semi- narios y talleres de negociación efectiva entre 1982 y 1992; • Todos aquellos que confiaron en esta metodología, aplicán- dola en ocasiones simples y complejas, en empresas y en organismos municipales y que, según nos dicen , les permitió alcanzar óptimos resultados. Carlos Altschul Enrique Fernandez Longo Buenos Aires, 1992 23
  • 24. 24
  • 25. 1 PARA ENTRAR EN MATERIA “YA SE QUE ES OBVIO, PERO ME RESULTA DIFICIL…” Escribir sobre negociación es tan difícil como contarle un partido de fútbol a alguien que no estuvo en el estadio. El que no estuvo tiende a escuchar como si todo fuese evi- dente y cada observación del otro le parece elemental. No concibe las sorpresas: los goles no tienen emoción, porque él ya conoce el resultado. Por el contrario, quien asistió al partido en la cancha revive con el relato sus propias agonías: recuerda cuán difícil fue cada minuto y cuan desesperantes algunas situaciones par- ticulares. Se sitúa a nivel personal, recreando la experiencia vivida en lo que le cuenta al otro. Este capítulo analiza lo obvio: lo que todos sabemos pero tenemos dificultades para poner en práctica. Se corre el riesgo de resumir aquí “viejas verdades”, pero esto tiene sus ven- tajas. Ya que todos negociamos cotidianamente, tendemos a evocar—en los ejemplos extraídos de negociaciones familia- res y comerciales— la propia incomodidad en la que muchas veces nos coloca una negociación. Veamos las dificultades características de personas que ne- gocian día a día. “Tengo hijos adolescentes. Con ellos negocio todos los fines de semana. 25
  • 26. Que si les doy el auto. Que a qué hora vuelven. Trato de escucharlos y en general siento que todo el esfuerzo lo hago yo. Me frustro y salgo a dar una vuelta por el jardín, pero a la semana siguiente estoy en la misma”. “Estoy en Ventas y tengo años de experiencia. Mi problema es que soy demasiado vehemente. Actúo con premura. Yo al otro le puedo vender los peces de colores, pero después, si vuelvo a tener que venderle… ¿habré quedado bien con él? ¿Qué pasará?” “Lo que más me molesta de mi forma de negociar es que tengo que ven- cer el temor. En mi actividad, las circunstancias te llevan a ir rápido. Y yo tengo que captar los puntos en común que pueda haber entre las dos partes. También tengo que ser claro para fijar mi posición y cuidar que el otro no me convenza de puntos de los que yo no me puedo mover…” “Cuando salgo de alguna conversación importante con mi jefe, se que estuvimos negociando, porque yo acepte ciertas cosas y él dijo que iba a hacer otras, pero me pregunto si no dejé algún cabo suelto…” “Mis tareas son de apoyo. No negocio con gente de fuera. Hay que acordarse de que dentro de una organización las cosas son menos diplomáticas. El otro te dice que podés tener razón y que te entiende, pero que igual no se puede hacer nada; o que para cerrar hay que hacer lo que él dice porque si no el proyecto se pincha. Lo que te quiere decir es: ‘Necesito eso. Dámelo’.” “El problema es que estamos en una selva, y yo descuento que el otro siempre me quiere perjudicar.” “Nuestras negociaciones son técnicas. Nos pasamos horas recogiendo información, estudiándola y planificando. Trabajamos con especifica- ciones. Y ciertas cosas no se pueden hacer. ¿Cómo hago para que el ‘no’ que yo le tengo que dar no sea traumático? Que sea claro, porque es lo que dijimos cuando hicimos el negocio…” 26
  • 27. “Tengo que aprender a reconocer las intenciones del otro. A captar lo que necesita. Porque si no las capto, me pongo muy mal.” “Aplacar mi rigidez. En mi actividad, tengo límites preciso respecto de lo que puedo hacer y lo que no. Me exijo mucho para hacer las cosas bien y al final del día quedo muerto. Veo que la gente se va abatida. A menudo cierro una discusión y me doy cuenta de que el tipo se va liquidado.” “Nuestras negociaciones son duras. Pero como siempre negociamos con la misma gente, nos conocemos bien. Sin embargo la cabeza me funciona más rápido que la lengua y me trabo, o siento que no sé exponer bien. A menudo me encuentro diciendo algo, quiero agregar detalles y confundo al otro. Necesito estar mas tranquilo y decirle lo que quiero. Alguna vez tuve que ceder por no saber ordenarme. Y perdí…” “Para mí todo debe ser o blanco o negro; quiero cerrar cuanto antes y sé que por eso me consideran soberbio.” “Lo que más me molesta es encontrarme con alguien que no trabaja bien. Gente que no sabe organizarse. Personas que actúan con desi- dia. El que acepta algo pero después no hace nada. Frente al laisser faire me convierto en una aplanadora…” ¿Cómo responder a estas demandas? Dándonos cuenta de que una Negociación Efectiva requiere mucho más que actuar con decisión firme, descubrir la solución del problema o actuar con buena voluntad. Estas son partes de la cuestión, pero in- suficientes para llegar a un acuerdo plenamente satisfactorio, ya que una negociación presenta alternativas que llevan, a su vez, a nuevas negociaciones. Y esto requiere tolerancia para asimilar las ambigüedades y las dilaciones implícitas en todo proceso. Cuántas veces hemos escuchado decir a una perso- na: “Suerte que tengo algo de psicólogo…”. A los seres humanos no nos asusta aceptar una cuota excesiva 27
  • 28. de realidad, y al mismo tiempo la ambigüedad nos causa angus- tia. Preferimos actuar en situaciones razonablemente estables, en tanto esas situaciones nos permitan desarrollar nuestros proyectos con ciertos niveles de previsibilidad. Cada uno elige la zona en la que desea asumir riesgos, y si bien algunos se arriesgan más que otros, la mayoría de nosotros establecemos vínculos que po- nen límite a nuestra desprotección y nos aseguran cierto bienes- tar: construimos mundos capaces de abarcarnos y contenernos. Una negociación nos obliga a salirnos de tales marcos… Cuando celebramos una negociación exitosa, advertimos que en ella han intervenido positivamente el sentido común, y la tolerancia ante posibles frustraciones. Reconocemos ade- más, que de una negociación no pueden extraerse recetas, que el esfuerzo estuvo puesto en la búsqueda de los acuerdos más convenientes y que el proceso no puede ser explicado apelando exclusivamente a la racionalidad. Toda negociación nos plantea preguntas inquietantes a las que no podemos responder a priori con certeza: • ¿Cuándo me conviene negociar? • ¿Qué intereses comparto y cuáles no comparto? • ¿Competir o colaborar? • ¿Cómo equilibro autonomía y dependencia? • ¿Qué riesgos debo asumir? • Si evito negociar, ¿pierdo una oportunidad? ¿CUANDO ME CONVIENE NEGOCIAR? Son muchos los elementos que impulsan a una persona a no negociar, a menos que sea verdaderamente necesario: es más fácil desenvolverse solo. Una persona se sabe más inde- pendiente cuando actúa sin tener que depender de terceros. Es más económico y menos complicado. Una negociación surge cuando, para alcanzar un beneficio, 28
  • 29. conviene incorporar a un tercero. Puede ser una persona con quien estamos ligados por cierto grado de compatibilidad, o bien alguien a quien percibimos como adversario, hecho que revela que “solamente negocio cuando ‘no puedo evitarlo’ ”. Tener que negociar pone en evidencia mi dependencia de un tercero: lo haré “a regañadientes”. Se tiende a pensar que es mucho más fácil solucionar los con- flictos por cuenta propia, aun cuando no sea siempre posible. El negociador lo sabe, y sin embargo esto no le evita añorar la existencia de otro camino que le permita solventar la situación sin recurrir a terceros. De allí que muchas situaciones percibi- das como una oportunidad de negociación no sean aceptadas como tales por quienes deban asumirlas. Primará el deseo de mantener independencia, actitud que en algunos casos indicará incompetencia, en otros incomodidad, en otros omnipotencia, pero que en todos alude a la dificultad de encarrilar una tarea con otros que, además, reclamarán una parte de los beneficios. Hay personas que tienen un talento natural para detectar oportunidades y hay otros que lo tienen para procesar conflic- tos. A la mayoría, sin embargo, nos lleva tiempo evaluar cuál es el equilibrio entre ventajas e inconvenientes que justifiquen participar de una negociación. De acuerdo con el refrán “El buey solo bien se lame”, ten- demos a evitar esfuerzos que nos comprometan mas allá de nuestras propias fuerzas. Nos cuesta visualizar los beneficios de una negociación, aun sabiendo e intuyendo que, en sucesi- vas etapas, algunas metas planteadas inicialmente sólo como convenientes pueden llegar a convertirse en cautivantes. Me conviene negociar cuando para lograr lo que quiero necesito la participación de otro. Cuando “solo no puedo”… ¿QUE INTERESES COMPARTO Y CUALES NO? Muchos elementos distraen de este fin: ante cualquier po- 29
  • 30. sibilidad de negociación surgen frases como “posiciones in- transigentes”, “morigerar la animosidad”, “retaceos para sa- car provecho”, “beligerancia fuera de contexto”, “puntos de desencuentro”, “exigencias mínimas”, “riesgos calculados”, etcétera. Sin embargo, la expectativa latente es, cuanto menos, fi- nalizar la rueda alcanzando nuestros propósitos sin mayores pérdidas. La pretensión mínima es logar un resultado que no sea negativo y que, en lo posible, justifique el tiempo invertido; defender los intereses, aunque sea en lo más elemental; conse- guir algo que consideramos importante o valioso. Se olvida que en toda negociación hay intereses parcial- mente enfrentados e intereses parcialmente compartidos. Sea una negociación familiar, empresaria o internacional, hay de- terminados factores que mantienen enfrentadas a las partes y hay otros que las aproximan. Por ello surgen y deben ser atendidos. Tácita o abiertamente, las partes lo saben. Lo que ignoran es en qué medida el otro ofrecerá beneficios, planteará in- quietudes, efectuará reclamos y presentará quejas o reivindi- caciones capaces de poner en movimiento una situación que se perciba como estática. Hacerlo exige eludir posiciones per- sonales y centrarse en los intereses. La tendencia habitual es actuar con táctica y enfatizar o ne- gativo. En consecuencia, elegir entre dos opciones igualmen- te extremas: proponerse metas ambiciosas, desmesuradas, o bien “sacarse de encima” cuanto antes la negociación. Ambas opciones sobreentienden que se debe evitar todo desgaste o malestar. El temor por lo que se pueda perder impide muchas veces invertir creatividad para obtener ganancias adicionales. Sucede que, en nuestra sociedad, el termino “negociar” está asociado a la posibilidad de acceder a unja mayor cantidad de bienes o prerrogativas, que se relacionan con la imposi- ción y el “poder”. Basándose en estos conceptos, las part6es actúan, durante el curso de la negociación, haciendo de sus 30
  • 31. propios intereses una cuestión primordial y excluyente que se expresa por medio de acciones agresivas. A lo largo del proceso de negociación, una multiplicidad de factores tiende a traducirse en la defensa de los propios intereses. Lo advertimos cuando un negociador habla de su “posición”, y dice que “trabaja dentro de lineamientos prede- terminados”, o que ciertas cosas “son inmodificables”. Estas manifestaciones son comunes, y pueden llegar a interrumpir la negociación hasta tanto el interlocutor pueda referirlas a su contexto. En caso contrario, por una resistencia natural a sentirse dañado y ante la posibilidad de que otro alcance to- das sus aspiraciones sin conceder nada, cada uno, especu- larmente, intensifica la predisposición a defender los propios intereses, adoptando posiciones inflexibles que quizás ayudan a controlar el miedo, pero que obstaculizan el camino hacia un proyecto superador. ¿COMPETIR O COLABORAR? Siempre que hacemos algo con otro, en parte colaboramos y en parte competimos. En consecuencia, esta pregunta propo- ne una falsa disyuntiva. En nuestra sociedad estamos condicionados para nego- ciar como si cada transacción fuese única, y para enfrentar a nuestro interlocutor como si nunca antes ni después fuésemos a reencontrarnos. Estos hechos son improbables, dado que la tendencia es la opuesta: nos movemos en círculos relativa- mente cerrados, y por nuestra necesidad de introducir mayor certidumbre, operamos en redes: compramos en los mismos comercios, nos reunimos con personas a las cuales ya conoce- mos, actuamos en los mismos ámbitos. Aun así, ante una negociación, nos preguntamos si nos conviene alentar la emergencia de conflictos o bien esforzar- nos en prevenirlos, cuando lo recomendable es que debemos 31
  • 32. encontrar algún mecanismo que nos permita decidir cuándo hacerlo uno y cuándo otro. Pesan los condicionamientos y nuestra sociedad se caracte- riza por premiar lo espectacular por encima de lo sistemático: de hecho, tiene mas “prensa” un actor famoso, de temporada, que el gerente de una empresa confiable. En caso de duda, tenderemos a actuar desaprensivamente, olvidando que mu- chas de las negociaciones más exitosas son las que realiza- mos a diario, acordando y tramando las contingencias, y te- niendo en cuenta el equilibrio entre los aspectos competitivos y cooperativos. El manejo de los tiempos está vinculado a los términos de este espectro. Si la negociación es vista como una relación a largo plazo, el negociador concluirá que conviene establecer un marco que incluya a ambas partes, privilegiando relacio- nes estables. Para ello creará mecanismos que generen cre- dibilidad y, por lo tanto, cooperación. Tratará de operar en un marco de confianza, sin olvidad que debe maximizar sus beneficios. Ni bien se pueda “anclar la negociación en un pro- yecto de futuro”, se hace mas probable y se puede equilibrar lo competitivo con lo colaborativo. En el caso que se trate de una negociación que se hace por única vez, es normal que primen los elementos competi- tivos por sobre los colaborativos. La ecuación Colaboración/ Competencia se verá influenciada por el “cortoplacismo”, y la motivación del negociador será de “salir airoso” venciendo al otro… Existen, es natural, el deseo de extraer beneficios compara- tivamente mayores que los que puede obtener la otra parte, y las dudas sobre la compatibilidad de opciones que llevan al negociador a usar en su favor elementos objetivos —técnicos, administrativos, económicos, etc— y aspectos subjetivos —ur- gencias, prioridades, percepciones no compartidas— que al evidenciarse como competitivos pueden ser cuestionados por el otro. 32
  • 33. Si bien estas circunstancias son previsibles, y pueden cargar la relación con una cuota suplementaria de ansiedad, el ne- gociador debe crear —aun en el caso de negociaciones pun- tuales— una relación tal que mantenga la calidad del vínculo, incluso en casos en que la negociación parezca, en principio, beneficiar más a uno que al otro. No es impensable que, con el tiempo, las ventajas compensen la inversión. ¿COMO EQUILIBRO AUTONOMIA Y DEPENDENCIA? Una negociación compromete, porque reúne a personas diferentes, cada una de las cuales actúa por cuenta propia y, a menudo, por cuenta de otro. Iniciada la negociación, se desarrolla un vínculo interdependiente, ya que las acciones recíprocas condicionan y repercuten sobre las futuras acciones del otro. Para que la relación sea fructífera, cada unos de los interlocutores deberá mantener un nivel de cierta autonomía respecto de las personas que estén de su lado, ya que el vín- culo con las personas de otra parte deberá contemplar que se involucren en un proyecto conjunto. Esta articulación es un proceso delicado que sólo se alcanza teniendo en claro los in- tereses de las partes y los beneficios que deriven del acuerdo. Toda negociación crea vínculos y genera reciprocidad, aun cuando circunstancialmente alguna de las partes intente elu- dirla. Si uno actuase desconociendo esta interdependencia, constataría, en las acciones o negociaciones futuras con la otra parte, ésta se lo recriminará, reclamando una continuidad sin la cual es imposible avanzar. Esto se hace particularmente azaroso y difícil con aquellos que prefieren abordar una negociación tácticamente: cada movida pensada a partir de lo que pueda hacer el otro, y cada decisión encubriendo las intenciones propias. Cuando esto se produce, el negociador actúa como un personaje que sigue los dictados del libreto ajeno y deja de lado las inclina- 33
  • 34. ciones del sentido común, que provienen de su propio sentido común y experiencia. Esto exige el aprendizaje de una “acti- tud actoral”, lo que no solo puede ser difícil sino incomodo, ya que el otro negociador podría advertir que lo que uno dice tiene más de un sentido, que aumentará entonces su propia suspicacia. Además, cuando uno se pone “en personaje”, el otro tenderá a hacer algo similar, con lo cual el juego, que de por sí es complejo, se dificulta aún más. Hay quienes ante la imposibilidad de mantener un cierto grado de autonomía mientras establecen vínculos firmes y cla- ros con la otra parte, se muestran inflexibles en sus premisas o utilizan esquemas impostados: la técnica del “bueno” y del “malo”, o brindar concesiones como quien corta un salame en rodajas finitas, etc. Es común que estas personas se sientan incomodas negociando, porque saben que desempeñan un rol —como un actor— y dejan de usar su fortaleza mayor: la de ser una persona. Pueden desenvolverse bien, aunque siem- pre hay algo forzado que el otro reconoce y puede usar en su contra…, con lo cual se hace a sí mismo vulnerable… Es mas fácil negociar si uno logra mantener la coherencia entre lo que es como individuo y lo que debe hacer como negociador. Sin duda, un adulto mantiene reserva cuando co- rresponde hacerlo, y utiliza los elementos que le ayudarán a defender sus intereses. En este sentido, el negociador cuida la información, y en algún momento hará hincapié en aspec- tos que le convienen, forzando la información del otro. Sin embargo, quien piensa la negociación estratégicamente tiene mayores posibilidades de desenvolverse como persona y con- servar su autonomía manteniéndose al mismo tiempo fiel a las necesidades de la relación que va trazando con su interlocutor circunstancial. Mientras sostiene el vínculo con las personas, el negociador mantiene en claro sus intereses: es exigente y ambicioso en la consecución de sus fines, y cordial y atento con los negociado- res de la otra parte. Esto se logra más fácilmente en la medida 34
  • 35. en la que exista autenticidad. La comprobación de su valor se da cuando, en la siguiente ronda, el otro lo reconoce. En síntesis, equilibrio autonomía y dependencia, buscando la interdependencia. ¿QUE RIESGOS DEBO ASUMIR? Un gerente de una firma mediana mediana cuenta esta his- toria increíble: “Haciendo el análisis de nuestros gastos de un trimestre descubrí que SEGBA nos había facturado un exceso de U$S 120.000 de electrici- dad, además del 20% en concepto por retención de impuestos. La cifra era muy importante y debía encontrar una manera de hacer entender a los responsables que habían cometido un error. Envié varias cartas y no fueron contestadas. En una visita a las oficinas públicas me dijeron que enviara una carta documento, a lo que me negué, ya que esto me quitaría toda posibili- dad de mantener las cosas en el carril personal, y me puse a esperar. Averigüé dónde se reunía el gerente de la sucursal con su gente y co- mencé a ir a sentarme en el corredor. Después de varias semanas se me acercaron para decir que me pagarían en kilowatts, a lo que contesté que quería los dólares y cuanto antes. Usted comprenderá que hacía esto con mucha perseverancia y tranquilidad. Nunca levanté la voz. Ellos no podían reconocerlo porque corrían el riesgo de ser despedidos, ya que el error era grande, pero al mes uno de ellos me trajo un legajo muy grueso que mostraba que habían sido concientes de su equivoca- ción. Me dijo que no comprendían como habíamos tardado tanto en hacer el reclamo. Ahí me di cuenta que nos iban a devolver el dinero… Ofrecieron darnos un crédito fiscal que no necesitábamos. Tuve mucha paciencia, y en tres meses nos dieron el cheque… A los funcionarios los trasladaron a otra oficina…” Este gerente hizo algo inusual: mantuvo la relación a nivel 35
  • 36. personal, fortaleció su vínculo con la contraparte y evitó los enfrentamientos que hubieran sucedido a un reclamo legal. No se planteó la cuestión como una negociación “entre em- presas”, sino como un problema a resolver entre personas de carne y hueso, concientes de que se cometen errores y que estos pueden ser subsanados. El establecimiento del vínculo se propone lograr beneficios ostensibles. Toda negociación implica riesgos, ante todo el de no llevar a buen término el proyecto, a lo que se suma el peligro potencial de exponerse a compromisos indeseables o difíciles de cumplir. Sin embargo, involucrarse personalmente nunca es un riesgo. Menos aun en una cultura como la nuestra, en la que el diálogo nos es natural y las decisiones son toma- das por individuos. Por lo general, tendemos a pensar en términos de réditos y riesgos, y los visualizamos como expectativas a superar. Cuan- do el resultado es concreto, los riesgos pueden definirse con mayor facilidad aunque, a veces, los resultados de una ne- gociación sean difíciles de evaluar en términos cuantitativos. Muchas negociaciones avanzan con lentitud y la mayoría de las que resultan exitosas mantienen cierto nivel de reserva por esta duda. Cuando se negocia algo entre dos personas, las dificulta- des pueden superarse con cierta facilidad. Pero cuando la ne- gociación involucra a instituciones, el espectro de los temas y los problemas es más amplio y compromete a terceros que deberán ratificar lo actuado. En dichos casos, resulta impres- cindible desarrollar elementos precisos de evaluación. Más allá de los beneficios concretos que se pueden obtener a corto plazo, el buen negociador dedica tiempo a valorar resultados —sean ellos mensurables o subjetivos—, preferente- mente de consuno con sus contrapartes, ya que estas evalua- ciones debes ser aceptables para terceros en defensa de pro- yectos de largo alcance, capaces de superar las coyunturas… 36
  • 37. SI EVITO NEGOCIAR, ¿PIERDO LA OPORTUNIDAD? Hay un antiguo proverbio hindú que dice: “Tres son las cosas que nunca vuelven al lugar de partida: la flecha lanzada, la palabra empeñada y la oportunidad perdida” Por motivos personales o en nombre de una organización, al requerir la presencia de otros el negociador se propone un proyecto que lo supera y potencia el surgimiento de nuevos réditos y modificaciones en el estado de las cosas. Esto es deseable. Y su tarea consistirá entonces no solo en “obtener beneficios mensurables”, sino también en crear el clima propi- cio para que los interlocutores admitan que eso es posible. Por lo tanto, cuando invita o acepta una invitación para negociar, lo hace para ampliar el proyecto inicial. Y si bien la presencia de otros limita su autonomía, le permite, en compensación, abarcar alternativas impensables desde el aislamiento. Siempre existe la posibilidad de negociar, aun en situacio- nes muy acotadas; aun entre contendientes cuyas relaciones de fuerza, antecedentes, ideologías o actitudes parecerían impedir la relación, aun allí donde parecen no existir interlo- cutores. Quizás el único lugar en el que no cabe la negociación sea el cementerio. En todos los otros ámbitos hay espacios para crecer y seres dispuestos para intentarlo. Sin embargo, la negociación requiere una iniciativa que transforme la posi- bilidad en oportunidad. 37
  • 38. 38
  • 39. 2 ¿QUÉ ES NEGOCIAR? UNA ANÉCDOTA Un jueves, en San Carlos de Bariloche, fuimos a Puerto Pa- ñuelo con la intención de pasear por Isla Victoria y Arrayanes. Nos habíamos preparado para salir con el catamarán de las 14 horas. Llegamos quince minutos antes de la hora anunciada para la partida y en la boletería no había nadie. Un aviso anuncia- ba que el paseo de las 14 salía sólo los días lunes, miércoles y viernes. Supuestamente habíamos sido mal informados, pero para nuestra confusión, comprobamos que había otro cartel, más grande grabado en madera, que anunciaba paseos todos los días a esa hora, razón por la cual una persona que llegó en ese momento empezó a criticar abiertamente la falta de consideración de la empresa. Con una pareja de extranjeros decidimos investigar por nuestra cuenta. Teníamos la secreta esperanza de poder hacer le paseo. En el muelle conversamos con un marinero de otro barco, que era la única persona visible en el puerto. Pedimos hablar con el capitán y el marinero sostuvo que no estaba, aunque al rato lo fue a buscar. El capitán, que estaba trabajando, salió a char- lar. Preguntamos si podríamos hacer el paseo en su barco, ya que se habían reunido muchas personas —iríamos veinte pa- 39
  • 40. sajeros—, pero replicó que la Prefectura no lo autorizaría, que los dueños de la agencia ya se habían retirado a sus casas y que no tenían teléfono, de manera que sería imposible contac- tarlos u obtener el permiso. Era una conversación agradable, más en el estilo de una charla de amigos que pasan una tarde comentando sucedidos que de clientes que intentan persuadir a un empresario de los beneficios de un trato. Llegados a este punto, al dueño del barco se le ocurrió que quizás el Patagonia podría hacer el viaje, aunque también eso era improbable, porque su tripulación se había retirado hacía ya media hora. Le pedimos en número de teléfono del dueño y la Prefectura nos permitió comunicarnos desde sus oficinas. En el transcurso de las conversaciones, el grupo de viajeros se iba renovando: mientras algunos volvían al hotel decepciona- dos, otros se sumaban a la partida siguiendo las alternativas con curiosidad, y un chico iba y venía del muelle a sus pa- dres llevando y trayendo las noticias. Hacer el paseo por la Isla Victoria y Arrayanes se había convertido en una pequeña aventura. Explicamos por teléfono nuestra situación al dueño del Patagonia. Nos dijo que sus marineros ya estaban de fran- co, pero que haría todo lo posible por complacernos. Tardaría media hora en llegar porque estaba terminando el postre. Cuando anunciamos al grupo que era posible hacer el via- je, algunos empezaron a preocuparse por el precio que nos pedirían. Uno puso un límite máximo, sobre la base del valor del paseo oficial, mientras otro calculo que no tendríamos que pagar la tasa de Parques Nacionales, porque la oficina ya ha- bía cerrado. Después de ver el Patagonia por fuera, una seño- ra dijo que debería ser mas barato porque era un barco más antiguo y menos confortable que los catamaranes, al tiempo que un caballero anticipaba que, por ser un paseo en peque- ño grupo, sería mucho mas cómodo. Mientras uno sostuvo que estábamos en manos del dueño del barco —quién podría im- ponernos la tarifa—, otro dejó en claro que en tal caso tenía- mos que estar preparados para escuchar y renunciar a hacer 40
  • 41. el paseo si el precio fuese exorbitante, pero un par de familias se molestó porque ése era su último día de vacaciones y no tendrían oportunidad de visitar la isla. Algunos comenzaron a irritarse, diciendo que habían esperado mucho tiempo y que “era responsabilidad del hombre atendernos bien” y compen- sar nuestra espera. Desde el principio de las tratativas había pasado sólo media hora. Estábamos avanzando en nuestro intento y, sin embargo algunos se angustiaban pensando en el momento en que llegase el dueño del Patagonia. Al cuarto de hora, un auto entró a toda velocidad, estacio- nó junto al barco, y salieron los tripulantes preparados para zarpar. El capitán inició la conversación con una gran sonrisa, diciendo que había tratado de llegar lo antes posible y que era un buen día para el paseo, ya que no había viento en el lago. Acordaríamos juntos hacia donde ir y a que hora volver. Dijo que la idea de llamarlo le gusto mucho porque podríamos beneficiarnos todos: ellos por el dinero extra que ganarían y nosotros por poder realizar el viaje. Explico que normalmente cobraba por la salida, a valor de charter, en dólares, pero esta vez nos cobraría por persona y en pesos. Nosotros hi- cimos el cálculo y considerando la cantidad de pasajeros, la suma pedida excedía el valor en dólares, por lo que hicimos una contraoferta. El capitán la acepto, agrego como regalo personal que los menores no pagarían y así partimos de in- mediato. De una situación donde no parecía haber opciones posibles ni interlocutor a la vista, pasamos a gozar de una tarde de sol en el Nahuel Huapi. Habíamos negociado con éxito. UNA DEFINICION Negociar es el proceso a través del cual, ante un proyecto particular, se detectan las tensiones propias de un conflicto, se investigan oportunidades, se amplían los recursos, se resuel- 41
  • 42. ven diferencias personales y situaciones objetivas concretas y se obtienen beneficios imposibles de lograr por sí solo. La negociación es un proceso, vale decir, un fenómeno que muestra alteraciones continuas, una serie de acciones que con- ducen a un fin, una actividad humana que se propone cambios y progresos. Y, por extensión, el camino que intenta quebrar una situación potencialmente dilemática. En el caso del Pata- gonia, las sucesivas conversaciones constituyen el “proceso”, y la recolección de información es el elemento que permite seguir adelante. Proceso en el que, a medida que se avanza, se van produciendo resultados, ninguno de los cuales es defi- nitivo hasta llegar al momento del acuerdo. Surge ante un proyecto particular: el deseo de conseguir algo está generado por un propósito. En nuestro ejemplo era el paseo, conocer el bosque de Arrayanes ese día. Ese era nuestro interés, compartido por otros que se acercaron al puer- to. Al enterarnos que el barco no saldría, nuestras expectativas se vieron frustradas. Sin embargo, iniciamos una búsqueda que al principio parecía condenada al fracaso, y que estaba sustentada por un interés muy fuerte al que no queríamos re- nunciar. Advertimos las tenciones propias de un conflicto; tanto es así que cada persona que llegaba a la ventanilla, reacciona- ba insultando a un culpable —la empleada ausente—, si bien la mayoría reconocía que el cartel alertaba que los jueves los paseos estaban suspendidos. Algunos, considerando que no había posibilidad alguna de superar el inconveniente, acep- taron la situación y se fueron de inmediato. No imaginaron la posibilidad de otras opciones y concluyeron que había una sola forma de realizar el paseo. De hecho no existía información alguna que nos estimulase a seguir adelante, ya que el oficial de Prefectura y el sereno nos advirtieron cordialmente que no habría mas viajes ese día. Aun así, aquellos para quienes esa era la única o la mejor ocasión para hacer el paseo nos dispusimos a investigar si ha- 42
  • 43. bía alguna otra posibilidad. A pesar de la falta de empleados iniciamos nuestra búsqueda, reconociendo que sería improba- ble hacer el paseo ese día. El primer paso fue buscar informa- ción conversando con la única persona que estaba a la vista: el marinero. Y por su intermedio logramos indicios que nos ayudaron a avanzar. Sabíamos que solo descubriendo nuevos recursos podría- mos concretar nuestro paseo, y para ello teníamos que estable- cer algún vínculo: el marinero y el capitán eran personas muy bien dispuestas, pero durante un largo rato no hubo ninguna indicación que nos permitiese suponer que haríamos el viaje. Después de constatar que no estaban en condiciones de sa- tisfacer nuestra demanda, seguíamos dependiendo de ellos para averiguar si algún otro estaría habilitado y dispuesto a hacerlo… El capitán mencionó al dueño del Patagonia, pero aun así nos movíamos en el terreno de las conjeturas. Más allá de la información, carecíamos de criterios o de elementos concre- tos. Después, todo se volvió más simple: la llamada al dueño del Patagonia, su interés y las condiciones que finalmente se acordaron permitieron resolver las diferencias personales y las situaciones objetivas concretas (cuándo saldríamos, quiénes irían, a dónde viajaríamos, cuál sería el precio, etc.) y lograr beneficios que resultaron superiores a los imaginados inicial- mente: un paseo informal, en una embarcación más hospitala- ria, con gente que se había conocido durante la espera, a un precio inferior al temido, y con una tripulación a la cual nos ligaba una relación que nosotros mismos habíamos tramado. COMO Y CUANDO SURGE UNA NEGOCIACION Pasemos ahora al ejemplo de Juan. Vive solo, ha trabajado bien durante el año, y llegadas las vacaciones tiene el dinero suficiente para ir en su auto al mar. No depende de nadie y 43
  • 44. no hay otra alternativa que lo estimule. En su caso, decidir es simple, ya que no existen dudas ni se plantean transacciones ni hay tampoco otras oportunidades que lo tienten. Puede al- canzar su objetivo sin analizar disyuntivas preocupantes. Cuando cada parte cumple con sus objetivos sin necesidad de vincularse a terceros, la negociación es aparentemente in- necesaria: esto ocurre cuando existe un interés excluyente en una situación en la que no se avizoran riesgos importantes ni perdidas significativas. Parece ser el caso de Juan, quien no se ve obligado a ne- gociar consigo mismo eligiendo entre distintas alternativas ni con sus amigos ni con terceros que limiten su radio de acción. Esto es ideal, porque Juan es conciente de que hay otros que no tienen su libertad de movimiento. Puede decidir viajar solo, manteniendo total independencia, pero también puede ofrecer llevar un amigo en su coche: ser generoso si lo desea. Este recurso le permitiría ser solidario y al mismo tiempo viajar acompañado, y fortalecer una relación que le significará un reconocimiento. Sin embargo, cuando empieza a pensar en cómo sería la conversación con un amigo, advierte más y más dificultades: la negociación ofrece ciertas ventajas, pero inclu- ye también inconvenientes. Sin embargo, la idea de no ir acompañado no lo aban- dona, porque Juan identifica objetivos que si bien podría al- canzar por sí solo, se potenciarían si incluyera a un tercero: reduciría sus gastos de traslado viajando con alguien que ac- cediera a compartir los costos. En ese caso, preferiría viajar con un amigo cuya compañía le daría placer, pero a su vez le obligaría a plantearse otras disyuntivas: ¿Le cobrará o no al amigo? ¿Sólo la nafta? ¿Parte de otros costos? ¿Tendrá que pasarlo a buscar por su casa o le pedirá que se acerque él a la suya? Habrá una oportunidad de reducir costos, pero esa oportunidad estará ligada a limitaciones en su libertad de ac- ción. ¿Le conviene? Decida lo que decida, las negociaciones son internas. Son negociaciones consigo mismo. De prospe- 44
  • 45. Cómo avanza una negociación efectiva A. Cada parte Negociación cumple con sus innecesaria. objetivos sin vincularse con terceros. B. Surge Negociación conveniencia de percibida com vinculación. incómoda. C. Se identifican + Negociación con costos, beneficios oportunidades - y riesgos. identificadas. D. Se resuelven Negociación + problemas y se afir- + puntual ma la relación. - efectiva. E. El vínculo ayuda Conveniencia de + a descubrir - extender la rela- oportunidades. + ción. + F. Se investigan beneficios y formas + + Negociación de asociación. + + efectiva extendida. + + G. Se consolida la cooperación, ampliando intereses Relación de comunes y respetan- asociación virtual. do las diferencias. + + 45
  • 46. rar la idea de compartir el viaje, se empiezan a identificar costos, riesgos y beneficios: las opciones aparecen como una oportunidad que puede aprovecharse ventajosamente aunque conlleven ciertas dificultades. Juan deberá evaluar si los costos son mayores o menores que los beneficios, no exclusivamente por la importancia del factor económico, sino porque de la evaluación correcta de- pende el aprovechamiento de la oportunidad. En caso contra- rio, ésta quedará librada al azar, a cuestiones de simpatía o de orden secundario, que no necesariamente serán las que brinden mayor satisfacción. Cuando Juan puede precisar lo que mas le conviene y decidir, hablamos de una negociación puntual efectiva, porque en ella se ha resuelto una situación de conflicto y eventualmente se afirmara un vínculo entre partes. Si acaso Juan decide llevar a su amigo o a quien sea, y queda satisfecho con lo que ha elegido, es muy probable que la relación se fortalezca. Ambos descubrirán campos de in- terés común y polemizarán sobre otros, pero la reciprocidad dinámica que ha inaugurado ese viaje en auto podrá llevarlos a mejorar su nivel de tenis, a presentarse mutuamente nuevos amigos y a sentirse bien acompañados, extendiendo sus vín- culos en una relación de conveniencia mutua. Con el tiempo podrán consolidar mecanismos estables de cooperación, am- pliándose el campo de interés común, con reconocimiento de sus identidades y diferencias. Lo que puede haber comenzado como una relación de beneficio circunstancial, podrá consti- tuirse en una relación de asociación virtual. Nos encontraos aquí con el caso de una o dos personas reunidas en un proyecto común en el que la posibilidad de acuerdo queda librada a quienes entran en contacto directo. A diferencia de este caso, las negociaciones que se dan en el marco de una empresa u organización involucran siempre a más de dos personas. Sin embargo —aun considerando di- ferencias de ámbitos y escalas— toda negociación involucra directa o indirectamente a terceros, que a menudo deben ra- 46
  • 47. tificar, de palabra o de hecho, lo tratado entre las partes que negocian. La naturaleza del proceso de crecimiento de una negociación efectiva es similar en todos los casos. El proceso de negociación surge y se afianza cuando se establecen víncu- los y se encaran las tareas pensando en un proyecto de futuro que beneficie a las partes. Por lo tanto, la negociación es un proceso civilizado que, te- niendo en cuenta las necesidades y expectativas de las partes, y respetando sus deseos, considera las realidades y fantasías de cada individuo y las características del ámbito y momento específico en el que se desempeñan. Una persona o un grupo social acceden, negociando, a be- neficios que por sí solos no podrían obtener. Lo hacen median- te transacciones complejas que los obligan a asumir riesgos, pérdidas calculadas y sorpresas. Los resultados no se produ- cen espontáneamente ni por buena fortuna, sino a partid de un proceso deliberado, paciente, característico de adultos. La naturaleza de este proceso podrá ser distinta en cada cultura, pero en cada caso se pondrá en juego la superación de las dificultades de acceder a nuevos recursos, desarrollar relaciones, dirimir disputas y superar escollos. A VECES SE COMPLICA Las experiencias del Patagonia y de Juan son útiles para entrar en materia. Pero más allá de las negociaciones que emprendemos a nivel personal, cumpliendo determinados ro- les —como hijos, amigos, viajeros, padres, esposos—, hay otras que superan el marco de las personas implicadas, abar- cando estructuras institucionales complejas. En estos casos, los efectos de la negociación se hacen más evidentes. Pasamos a analizar un caso particular. Carlos Martínez, supervisor de Reparaciones Mayores del taller mecánico de una concesionaria que vende unidades y 47
  • 48. repuestos y brinda servicios de mantenimiento, nos relata este caso: “Fulvio Gentilli es un cliente leal y serio, y la relación con él se fue construyendo con mucho cuidado. Tiene una flota importante en la zona y cuando decide agregar una unidad, la compra aquí y sabe de la conveniencia de que tengamos los repuestos originales, a pesar de que sean mas caros. Viene al taller desde hace muchos años y está contento con nuestro trabajo. Pudiendo recurrir al service de su pueblo, viene a vernos a nosotros. Nunca pregunta cuanto cuesta una reparación y muchas veces le hacemos pequeños arreglos sin cobrarle. “La semana pasada yo venía a la capital para hacer un curso. Él había dejado un camión para un reemplazo de bomba, y antes de salir, al ver la unidad, le dije que no íbamos a tener que cambiarle piezas. Pero luego los operarios las cambiaron y él cree que, al no estar yo, el bombista lo engañó. “Le aseguraron que las piezas fueron cambiadas, pero él no quedó convencido. Había dejado dos unidades para reparar cuyo costo fue de U$S 11.000, que pagó sin el menor cuestionamiento, en tanto que el cambio de la bomba sólo era de U$S 1000, o sea que no se trataba de una cuestión de dinero, sino de confianza. “‘Todos los bombistas son iguales’, me decía. Creía que si yo no esta- ba, el taller no le respondía de la misma manera. “Creo que él cometió un error porque retiró su unidad y sólo cuando llegó a su pueblo, a casi 400 kilómetros del taller, la desarmó y nos llamó para quejarse. “Nuestro problema era recuperar su confianza, y entonces lo llamé y lo in- vité a venir a Córdoba. Le mostré todos los documentos… y todavía no es- toy seguro si lo convencí... Nos pasamos años ganando su confianza, pero me voy yo, le pasa alguna cosa y enseguida él piensa que lo estafamos…” 48
  • 49. En este caso las transacciones se han complicado, porque se refieren no solo a relaciones entre individuos, como en los casos de Juan y el Patagonia, sino a vínculos entre un cliente y un jefe del taller. Vale decir, entre personas que cumplen funciones en el marco de una empresa y son parte de una es- tructura organizativa. Gentilli tiene un socio y Martínez tiene jefe y supervisados. Más allá de los elementos objetivos del problema —por ejemplo que los operarios hayan comproba- do la necesidad de cambiar piezas, invalidando con esto una opinión del jefe comunicada prematuramente al cliente— exis- ten factores subjetivos, como ser la diferencia que media entre la confianza depositada en la persona del jefe y la que no se ha extendido todavía a los operarios. Por una parte, reconocemos que aqueloo9s que negocian son siempre personas. No negocia “una firma con otra firma”: negocia Martínez con Gentilli —una persona con otra—. Y en esa negociación se juegan sus motivaciones y sus expectati- vas personales. Pero, además, debemos considerar que estas “personas” están encuadradas en un ámbito que por una par- te las limita —en tanto sus decisiones afectan a terceros— y por otra parte las potencia, ya que al ser parte de una organi- zación compleja cuentan con recursos y posibilidades mucho mas amplios que si actuasen individualmente. Las negociaciones que involucran a organizaciones se hacen más complejas porque allí existen niveles jerárquicos, y sectores con especialidades y responsabilidades diferenciadas, donde se juegan objetivos parcialmente enfrentados, urgencias distin- tas y apreciaciones diversas de la realidad. Sin embargo, debe- mos ser cautelosos en las definiciones. Aun cuando la negocia- ción se haga mas compleja por la escala de intereses en juego, ésta puede desarrollarse con facilidad en la medida en que las perdonas y los roles que asumen se apoyen mutuamente. Por el contrario, la venta de un inmueble a un comprador timorato con una desmesurada carga afectiva puesta en “su primer departa- 49
  • 50. mento” puede resultar complicadísima. Es por eso que la verdadera complejidad de una negocia- ción está dada por una combinatoria de factores y variables que, en el análisis de cada caso, muestran cierta distancia entre la teoría y la práctica concreta. La implicación de cada una de las partes, la posibilidad de incluir elementos cuantifi- cados, el buen o mal huimos de los negociadores, la aparición de intereses imprevistos una vez iniciada la negociación, son algunos de los factores que definen el nivel de complejidad MAS DIFICIL AUN EN UN CONTEXTO TURBULENTO La familia Alvarez tiene en alquiler una casa: cuando se les pregunta por el valor de la renta dan una cifra en dólares, lo que parece razo- nable en un país con inflación. Por intermedio de una inmobiliaria se- leccionan un inquilino, con el que llega a un acuerdo en moneda local y firman un contrato. Durante dos años la relación es satisfactoria, a pesar de que la inestabilidad de la economía provoca alternadamente serios perjuicios a ambas partes y les hace dudar de la equidad del valor acordado. Por los avatares de la política económica, en algunos momentos el loca- dor siente que lo que recibe es muy inferior a lo originalmente acorda- do, mientras que en el trimestre posterior, será el inquilino quien tendrá la misma sensación. Cuando a los dos años deciden renovar el contrato, se proponen bus- car un acuerdo en el que nadie resulte perjudicado. Cada uno se ha asesorado con amigos, han analizado el caso, y se preguntan cómo hacerlo de la mejor manera posible. Simultáneamente, el agente de la inmobiliaria telefonea para recordarles que de extenderse el contrato, a él le corresponde cobrar su comisión. A su vez, las partes se preguntan si es imprescindible sellar el contrato formalmente, dado que si no lo hicieran podrían ahorrarse una suma importante de dinero. Por último, 50
  • 51. se plantean como acordar en un contexto que los obligará a comunicar- se mes a mes, ya que la inestabilidad de la moneda pone en crisis los contratos entre las personas. Los Alvarez y su inquilino extienden el contrato, descansan- do mas en la capacidad de comunicarse que en la presunta existencia de un ámbito institucional. La ausencia de esa protec- ción los inhibe de realizar sus transacciones de la mejor forma posible. Pero tienen muy presente que la debilidad del contrato social alienta las conductas oportunistas, promueve la descon- fianza e inhibe a mucha gente de asumir riesgos… Confían en que el otro no los va a defraudar y para protegerse mutuamente acuerdan reglas que van a ayudarlos a no improvisar sin el consenso del otro. Para poder hacerlo, se encuentran, discuten cada inconveniente posible, se dan garantías que descansan en el supuesto de que, ya que la relación les conviene a ambos, otras consideraciones pueden quedar postergadas. Confían en que van a reunirse tantas veces como sea necesario para que el pacto sea respetado. Suscribirán un contrato, pero el aval mas sólido será el que han contraído entre ellos. Construir un acuerdo de estas características es esforzado, aun para particulares que, sin dificultades aparentes, esta- blecen una relación cara a cara. Se hace mucho mas difícil cuando las partes negocian a distancia, no tienen un interés personal en el vínculo o deben defender intereses ante terceros que, para cerciorarse del buen desempeño de quien negocia en su nombre, introducen controles para asegurarse de que el criterio de quien los representa es el mas conveniente. En un contexto turbulento resulta esencial sumar esfuerzos y sobrecomunicar. IMPOSIBLE SI UNO NO SE LO PROPONE Hasta ahora hemos hablado de negociaciones en las que 51
  • 52. se comparte cierto interés y cierto nivel de urbanidad. La co- municación es posible y los intereses del otro son aceptados como legítimos. Independientemente de las dificultades, en los cuatro casos analizados las partes actúan sabiendo que se be- neficiarán en la medida en que logren establecer un diálogo y reglas de juego que les peritan alcanzar mejor sus propósitos. Sin embargo, existen situaciones en las que una o ambas partes recelan del otro, o bien hacen valer su peso, su fuerza, su voluntad, en contra del otro. Las negociaciones de los pro- veedores de “autopartes” con terminales automotrices tienen esta característica. Los contactos entre las empresas y su red de distribución comercial suelen ser así. Muchas veces, las relaciones entre sindicatos y empresas responden al mismo modelo. Y una gran parte de las transacciones entre locadores e inquilinos sufre esta misma limitación. Son relaciones donde la negociación se ve como una puja, y en ellas predominan el artilugio, la sospecha y el engaño. No existe allí una concepción del beneficio mutuo ni de relación extendida en el tiempo. Por el contrario, cada parte entiende que “lo que pierdo yo, lo gana él”. Ambas juegan cada ocasión como “la última”, en la cual quien se beneficia demostrará su poderío y la vulnerabilidad del otro. Cada in- teracción comenzará como si las partes no hubiesen tenido éxitos ni fracasos de los cuáles aprender. Cada negociación se encarará dramáticamente y será terrible: cuando una de las partes entienda que ha triunfado, humillará al otro, y cuando sienta que ha sido perjudicada, difamará y negará. Uno “gana” el otro “pierde”. A esta modalidad llamamos “Negociación Tradicional” y puede ser explicada de distintas maneras. Desde conflictos de intereses entre las partes hasta ignorancia de las formas adecuadas para alcanzar los fines. Sin embargo, determinadas conductas sólo se entienden aceptando que, de la misma manera que en el hombre hay pulsiones de vida, también las hay de muerte. En tales ca- sos es bueno tomar distancia. Además, hay que prever las 52
  • 53. situaciones de crisis donde las partes pueden llegar a tomar conciencia de que es imprescindible actuar en función de una filosofía mas sana. “Nos sentimos mal. Quedamos mal después del último conflicto. Son muchos problemas los que tenemos que enfrentar ahora, son serios y vienen de antaño; sabemos que tenemos que cambiar, pero no sabe- mos por donde empezar. Estamos apremiados y la posibilidad de que volvamos a cometer los mismos errores es muy alta” “¿Sabe cómo negociamos hasta ahora? Discutimos lo que nos trae el sindicato. De nuestro lado, casi no nos preparamos, porque tenemos nuestra posición tomada y cada caso lo usamos para ver cómo defen- demos lo nuestro…” “Ellos piden el 18% y después de varias reuniones les damos el 12% y les pedimos que, como contraprestación, no vengan con mas exigen- cias en los próximos tres meses. Así negociamos y ahora vamos a tener que cambiar porque ya no hay para repartir…” Cuando el triunfalismo decae, las decisiones no se inspiran en elecciones de tipo ético, sino práctico. De todos modos, se revierte la tendencia al enfrentamiento y comienzan a ensa- yarse prácticas de beneficio mutuo. Son casos en los que hay un aprendizaje y se crean las condiciones para valorar, en el corto y el lago plazo, los beneficios de ejercitar una negocia- ción coherente con el crecimiento y la salud. EXPERIENCIAS POSITIVAS En una firma importante se estaba discutiendo una reestruc- turación completa, estimulada por las caídas de producción de un material sintético que había sido reemplazado por otro de mayor calidad y menores costos. Ante la perdida de com- petitividad, los directivos habían hecho una serie de propues- tas para resolver el caso, pero era u tema complejo técnica y 53
  • 54. socialmente. Se venía hablando del tema desde hacía mucho tiempo y durante tres años —a través de mejora de métodos, reducciones de costos, exportaciones a costo incremental y una serie de procedimientos contables— se pudo evitar la reestructuración, con lo cual la gente conservó su trabajo y se mantuvo el flujo de caja,. Se le prolongó la vida a la planta, pero llegó un momento en que se hacía imposible seguir pos- tergando la decisión. Se habían hecho tantos esfuerzos con tanta pericia y buena voluntad que nadie creía que la planta iba a cerrar, pero llegó el momento en que no se podía recurrir a ningún otro artilugio. Ahora bien, esa fábrica era un símbolo, dado que la empresa había sido fundada en ese lugar y casi todos los profesionales, que en el momento de la decisión estaban en cargos directi- vos, habían pasado por esas oficinas. Además, en el período en el que se cuestionaba su continuidad trabajaba en ella el personal de mayor antigüedad y menor calificación técnica, aun a nivel de supervisión, y lo hacían bajo régimen de insalu- bridad, trabajando seis horas y cobrando por ocho. Por otra parte todos sabían que la decisión debería ser to- mada tarde o temprano; con la mirada puesta en el futuro se organizó un programa completo de actividades que, partien- do de un plan estratégico, incluía elementos técnicos, admi- nistrativos, económico-financieros y humanos. En este sentido, se capacitó a la gente para que trabajara en otros sectores; se preservaron las preferencias personales y el traslado de grupos informales —los operarios podían elegir con que com- pañeros pasarían a otro sector—; se dieron garantías tempo- rarias de beneficios hasta que se pudiera ofrecer una tarea similar; hubo un plan de jubilación especial para voluntarios; se dio una gratificación por única vez. A raíz de todas estas modificaciones, no se despidió a nadie y ningún empleado perdió su situación salarial. Se respetaron los grupos de per- tenencia: los grupos receptores ayudaron a integrar a los nue- vos. Quizá lo más importante es que todos pudieron aprender 54
  • 55. algo con esa experiencia. Fue una negociación laboriosa, duró meses con los respon- sables de todos los sectores y las comisiones internas. En algún momento los antiguos directivos de planta decían: “Pero no les vamos a dar esto también…”, y se discutía, porque no se trataba de dar ni de pedir. Era una negociación en beneficio mutuo que sirvió no sólo para desarrollar una forma distinta de trabajar juntos sino para controlar el daño. 55
  • 56. 56
  • 57. 3 SEPARANDO LA PAJA DEL TRIGO ¿ESTAMOS TODOS LOCOS? “Mirá Juan, ¡al final soy un pobre imbécil! Porque al que le duele el es- tómago es a mí, y quién tiene la úlcera soy yo. Al principio te aguantás, porque trabajás en una empresa que te paga todos los 31, y la calle está dura. No se trata de comprar el diario de los domingos y encontrar trabajo. “En la firma hay una política que dice que nosotros siempre tenemos ra- zón. Para eso somos grandes. Vos podés darme todas tus explicaciones y yo te voy a entender. Tengo todo el tiempo del mundo para escuchar- te, pero la razón siempre la voy a tener yo, porque la firma no pierde nunca. Y esto no es sólo de mi jefe actual, que para que esté contento tenemos que volvernos locos todos. Es una política de la empresa. “Te cuento la última. Veníamos con faltantes para armar el nuevo mode- lo. El fabricante es un proveedor tradicional nuestro. Una persona for- mal, yo hasta te diría sacrificado. Tiene la casa al lado de la planta, y siempre descubre alguna cosa para mejorar. De organización no sabe mucho, pero es un campeón produciendo. “Nuestra gente de Aseguramiento de Calidad lo aprobó en la Cate- goría A y posiblemente se le pidan subconjuntos en el mediano plazo 57
  • 58. si podemos llegar a un acuerdo de largo plazo. Así que fijáte que la compañía lo tiene identificado como un proveedor excelente. “Ahora bien, el mes pasado nos aviso que tenía que reservar los equi- pos para producir para otro comprador importante. A nosotros no nos afectaba, pero de repente los de Ventas dijeron que les creció la de- manda y decidimos pedirle el doble de entrega de lo que estaba pro- gramado originalmente, y necesitábamos una cantidad importante de piezas en 48 horas, así que fui a su casa, lo encontré trabajando y modificó su programación, contrató gente y nos entregó lo que le pe- díamos con la calidad de siempre. “El problema es que cuando pasaron tres semanas y le teníamos que pagar, los de Finanzas me dicen que ciertos ajustes no se los van a re- conocer, y que yo lo tengo que presionar para que acepte. ¿Me querés decir con qué cara se lo digo? Como política es pésima, pero además nos enfrenta con un proveedor al que en pocos meses le van a subsidiar la compra de equipamientos para los subconjuntos que te decía. “Esta es la última, pero vivo así desde hace años. Como muy mal, me hago mala sangre, me peleo con mi mujer, discuto por gusto y vivo gritando a gente que respeto. Estamos todos locos.“ Esta transcripción no sorprenderá demasiado a quienes tra- bajan con organizaciones, aunque quizá perturbe su estilo coloquial. La incluimos para recordar duras comprobaciones y para hacer evidente que cualquier sugerencia para negociar mejor debe siempre tener en cuenta lo que sucede en el plano de la realidad. SERIA MAS FACIL SI FUESEN MAQUINAS Simplificando, podríamos aventurar que las empresas son invenciones sociales en las cuales un grupo amplio y diferen- ciado de personas actúa de manera concertada para realizar 58
  • 59. tareas complejas. Para operar eficientemente se instauran cri- terios de jerarquía y de división del trabajo, intentando prever la toma de decisiones por medio de normas y canalizando las comunicaciones mediante documentos escritos. Se opera por medio de políticas generales y procedimientos, intentando reducir al máximo las excepciones. Cuando la empresa se desenvuelve en un contexto estable, tiene carácter monopólico y se concentra en pocas tareas, el modelo burocrático es razo- nablemente adecuado. La teoría sostiene que, de esta forma, una estructura social de tales características podría repetir día a día sus actividades con escaso margen de error, remedando un mecanismo de relojería. Se separan las tareas intelectuales de las manuales, y usando registros históricos y criterios administrativos y técni- cos, se categoriza y programa eludiendo la consideración de casos singulares. Para esos casos, se descansa en la capaci- dad de unos pocos que, desde cargos jerárquicos, resolverán las situaciones coyunturales, los riesgos, innovaciones, pleitos, controversias, y sorpresas. Para poder lograrlo se desarrollan modelos y tecnologías que permitan encuadrar, diagnosticar y decidir lo que resulte más conveniente, de manera tal que se haga innecesario el intercambio de ideas y opiniones. De esto resulta que, en mu- chas organizaciones, se incorpora innovación sólo después de muchos ensayos y pruebas que garanticen que la novedad puede ser aprovechada en gran escala. Quienes actúan en organizaciones complejas se acostum- bran a reducir su participación a temas que, como lo reco- mienda la tarea de la burocracia, reclaman una valoración de lo que puede ser universal, y no ya de las excepciones. Las personas se amoldan a lo que les demanda menos esfuerzo. La mayoría acata esta premisa y repite comportamientos que dejan de tener validez cuando cambia el contexto político social, crece la competencia y se hace necesario asumir ries- gos y pensar estratégicamente. En el ínterin, por otra parte, el 59
  • 60. peso de la estructura política, ha asfixiado la capacidad de innovación, manteniendo incomunicados a los sectores, evi- tando la posibilidad de aprendizaje y resistiendo todo aquello que ponga en tela de juicio los procedimientos establecidos como, por ejemplo, la dinámica requerida para una negocia- ción. Por lo tanto, no es para sorprenderse que se posterguen las decisiones, se evite la confrontación, se procure continuar uniformando aun donde ello sea improcedente y se asignen “hombres providenciales” a negociaciones críticas. Sin duda, no es fácil modificar pautas organizacionales e introducir discrecionalidad en cada una de las tareas que se cumplen en una fábrica, por ejemplo. El hecho de que en al- gunos países, incluso el nuestro, se lo esté intentando, muestra tanto la necesidad de desarrollar nuevas prácticas como la di- ficultad de poder hacerlo de manera eficaz. Además, la globa- lización de la economía y la necesidad de instaurar prácticas más eficientes, así como los modelos de negociación que es imprescindible desarrollar para garantizar la supervivencia, contribuyen a flexibilizar las pautas de negociación interna. Los directivos de muchas organizaciones han tomado con- ciencia de los costos que se derivan de mantener estructuras y pautas políticas del pasado. Pero esos mismos dirigentes ven afectado su futuro por el proceso de cambio que deben insti- tuir, y a veces se resisten a hacerlo, ante lo cual se producen los previsibles conflictos internos. Sin embargo, no olvidemos que justamente las características mas salientes de una organi- zación compleja inhiben la emergencia de aquellos atributos necesarios para una negociación, y que en ese tipo de orga- nizaciones llegan a cargos de importancia personas con alta necesidad de poder —no necesariamente de logro—, cuyas predisposiciones hegemónicas son un obstáculo cierto a la fle- xibilidad y a la templanza requeridas para llevar a cabo una negociación eficaz. 60
  • 61. EL PESO DEL PASADO El habla popular, sin mayores cuestionamientos, acepta la negociación como una expresión de la guerra, una forma su- blimada de dar batalla, más civilizada, si se quiere, pero igual- mente violenta. Habla de avances y retrocesos, de ejercicios del poder, de estrategias y tácticas, etc. Da por sobreentendi- do que imposición y aceptación, y más aun hostigamiento y claudicación serían posiciones válidas, extremos que no cono- cen las posiciones intermedias del espectro. Como extensión de las metáforas militares, habla de ocupación de espacios y que da implícita la noción de territorio. Como fantasía de quien negocia: dentro de esta forma de pensamiento, progre- sar es una negociación implica ganar terreno, quitándoselo al enemigo y extendiendo dominios. En la competencia comer- cial se habla de “penetración de mercado”, aludiendo a una analogía similar. Entendida de esta manera, la negociación se plantea como una forma sofisticada del uso de la fuerza y contiene altos már- genes de cinismo. Es un proceso sustentado en la amenaza y el engaño, y da por descartado que para persuadir al adver- sario es esencial que éste entienda quien tiene el monopolio de la fuerza, o bien tema a quien la tenga, especialmente cuando no la posee. Estas características se expresan en fra- ses del tipo: “El que tiene fuerza, impone. No negocia.” “El que tiene poder, el que ocupa una posición de autoridad, hace que los otros hagan lo que él quiere. Sin concesiones.” “Se negocia para ganar… y si al hacerlo se puede humillar al otro, ¡tanto mejor para demostrar quién es el que manda!” 61