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Teresa de Jesús,
la sabiduría de una mujer
Sumario
3 Pórtico
4 Entrevista a... Rómulo Cuartas
Santa Teresa: reto, denuncia y propuesta.
Xabier Segura
9 Pensamiento
Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer.
Xabier Segura
20 Perfil de Evangelio
Su presencia. Vicenç M. Farré
21 Mirada de mujer
La belleza más grande. Carta abierta al
Papa Francisco. Lourdes Campi
24 Maná
Sensatos. Francesc Casanovas
25 Experiencias de vida
Un jardín de flores. Imma Borrós
29 Mater et magistra
Un pueblo en medio del mundo y para el mundo
Xavier Estopá
34 Pensamiento breve
Personalidad. Francesc Casanovas
35 Arte y vida
El Éxtasis de Santa Teresa. Carles Rivas
Núm. 94 / II trimestre de 2015
4 €
Edita y distribuye:
Seminario del Pueblo de Dios
C. Calabria, 
 Barcelona
Tel.    
editorial@spdd.org
www.spdd.org
Dirección: Xavier Estopá
Redactores: Joan Perera, Francesc Boqueras
Corrector: Xabier Segura
Secretaría y maquetación:
Carme Fainé
Impresión: Impremta Barnola (Guissona)
ISSN: -
Depósito Legal: B--
SPDEdicions
Pórtico
3II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
E
n el año  la Iglesia celebra el quinto centenario del nacimiento de
santa Teresa de Jesús con un año jubilar teresiano. De esta manera se
nos brinda la oportunidad de contemplar la vivencia humana y
espiritual de esta hermana mayor en la fe.
Los cristianos somos por naturaleza personas de reflexión; nuestra fe nos
lleva a rememorar las hazañas que el Señor ha obrado en su Iglesia en las
diferentes etapas de la historia. Por eso hoy nos fijamos en Teresa de Jesús,
para que, contemplando una mujer de su época y situándola en el marco de
sus circunstancias históricas concretas, nos infunda su espíritu emprendedor
y su firme confianza en la acción del Señor a través de su enseñanza y acción
eclesial.
A veces la admiración por los santos produce cierta sensación de
inaccesibilidad o distancia, y puede parecer que su peculiar experiencia de
Dios nos sobrepasa y desborda. Ciertamente les profesamos respeto y
veneración; pero, al mismo tiempo, la Iglesia nos los propone como modelos
y ejemplos a seguir. Los santos, precisamente porque son auténticos
cristianos, son muy humanos. Son personas como nosotros, con defectos y
virtudes; desde su profunda indigencia han sentido la mirada misericordiosa
del Señor y han escuchado una llamada particular a seguirle, subrayando
algún aspecto concreto del Evangelio. Pero el Concilio Vaticano II nos dice
que todos los cristianos sin exclusión estamos llamados a la santidad (cf.
Lumen Gentium, ). Por ello merece la pena conocer los testimonios de esos
hermanos nuestros, tomando conciencia de que el don de Dios que ellos
acogieron en sus vidas no es de ninguna manera incompatible con sus
limitaciones y defectos.
El presente número de Cambio de Mentalidad es, fundamentalmente, una
invitación a acercarnos a la santa doctora de Ávila, una mujer verdaderamen-
te apasionada por la humanidad divina de Jesús. Para quienes trataron
personalmente con ella les supuso una interpelación. Os invitamos a saborear
el testimonio cristiano de una mujer que también hoy puede ser para
nosotros un motivo de renovación de la propia fe.
En la entrevista conversamos con Rómulo Cuartas, carmelita y estudioso
de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. En el artículo de
pensamiento, Xabier Segura nos introduce en la vida y el pensamiento de la
Santa. Y en la sección «Arte y Vida» Carlos Rivas nos presenta la obra
escultórica de Bernini: «El Éxtasis de Santa Teresa».
Os deseamos una lectura muy provechosa. l
4 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Entrevista a...
Santa Teresa,
reto, denuncia y propuesta
Xabier Segura
Durante este año se está ce-
lebrando un año teresiano, con
el V centenario del nacimiento
de Teresa de Jesús. Teresa es una
mujer del siglo XVI. ¿Cuál es su
mensaje para una sociedad mo-
derna y globalizada en el siglo
XXI?
En su lenguaje narrativo des-
complicado y seductor, santa Te-
resa es un reto, una denuncia y
una propuesta. Nos reta a un co-
nocimiento real de nosotros mis-
mos y del valor personal de cada
ser humano. Hasta llega a afir-
mar que es «gran bestialidad» no
saber bien quiénes somos, de
dónde venimos y a dónde vamos.
Por eso denuncia la identidad ar-
tificial que nos ha impuesto la
sociedad de consumo que nos in-
duce a pensar que valemos más
por el cumplimiento de estereo-
tipos y esquemas mentales idea-
dos para hacernos pensar que va-
lemos por lo que consumimos,
por lo que poseemos o por nues-
tra capacidad de dominar a los
demás. Se nos induce a anular lo
mejor de nosotros mismos, que
es la dimensión trascendente de
nuestro ser, para generarnos la
angustia de estar siempre consu-
miendo, lo que no tiene ninguna
capacidad para saciar nuestra
verdadera naturaleza e identi-
dad. Mientras la sociedad de
consumo concretada en el llama-
do «estado del bienestar» nos
convence de que somos lo que
consumimos, Teresa nos dice
con toda su fuerza: «Eres lo que
es tu relación con Dios.» Por eso
la propuesta o anuncio teresiano
apunta a lo esencial, a lo más
hondo de lo humano: no somos
una realidad oscura y sombría
sino que nuestro interior es una
realidad luminosa donde «hay
una morada para Dios», que ha-
bita en todo ser humano.
Rómulo Cuartas Londoño
Religioso y presbítero de la Orden de Carmelitas Descalzos. Doctor en teología y especialista
en mística cristiana, con especial énfasis en los místicos españoles del siglo XVI: Teresa de
Jesús y Juan de la Cruz. Desde hace algunos años trabaja como vice-rector y profesor del
Centro Internacional Teresiano-Sanjuanista de Ávila (CITES). Es además autor de numerosos
artículos y libros relacionados con la mística y la espiritualidad
5II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Dios inhabitante en todos no ha-
ce distinción alguna por razones
de género. Teresa nos pone en
plano de igualdad ante Dios y
desde ahí denuncia toda discri-
minación, exclusión y someti-
miento no sólo de la mujer sino
de cualquier ser humano. Por eso
más que de un feminismo en el
sentido en que lo entendemos
hoy, en Teresa podemos hablar
de un humanismo en el cual se
incluye la peculiar riqueza de la
identidad del género femenino,
pero sin perder de vista que la
meta que ella propone para to-
dos, hombres y mujeres, es la
identificación o configuración
con Cristo, en el cual se superan
estas discriminaciones nacidas
del afán de dominio y de la arro-
gancia, ajenas a Cristo y a su
mensaje.
El Papa Francisco ha dicho
que es necesario elaborar una
teología de la mujer en la Iglesia,
descubrir el papel de la mujer.
¿Nos aporta Teresa de Jesús ele-
mentos significativos para esta
reflexión? ¿Cuál sería el papel
de la mujer en la Iglesia, según
el pensamiento de Teresa de Je-
sús?
Ciertamente hace falta una
profunda y amplia reflexión teo-
lógica sobre la mujer que supere
una teología sesgada y medida
sólo desde la vertiente patriarcal,
en sí misma excluyente, y que ha-
ga gala de la igualdad fundamen-
tal de todo ser humano. No se
trata de una teología reivindica-
nuevas relaciones entre las per-
sonas, encontrar el verdadero
fundamento para la solidaridad,
la justicia, el respeto por la natu-
raleza, un nuevo orden econó-
mico. Según santa Teresa todo
puede ser nuevo si surge de la
experiencia de Dios y apunta a
Dios como máximo bien: «Sólo
Dios basta… quien a Dios tiene
nada le falta».
¿Se podría valorar a Teresa
de Jesús como una defensora de
la mujer, en la sociedad y en la
Iglesia? ¿Es Teresa de Jesús fe-
minista?
Por su profunda identidad
con Cristo en el contexto lace-
rantemente machista de su siglo,
no superado todavía hoy, santa
Teresa es una profunda defenso-
ra de la mujer en cuanto con su
vida, en su praxis y en su pro-
puesta apunta a superar toda dis-
tinción o exclusión por razones
de género. Reclama con fuerza
el papel de la mujer en la Iglesia
y en la sociedad
con base en un
fundamento
muy sólido.
Tanto el varón
como la mujer
son imagen y
semejanza del
mismo Dios; es
el mismo Dios
el que vive en el
interior de las
mujeres como
en el de los
hombres, y ese Ü
¿Cuál sería su aportación
fundamental a la espiritualidad
y a la vida de la Iglesia?
La espiritualidad teresiana es
simple, consistente y responde a
nuestra naturaleza. No se distrae
con métodos o prácticas compli-
cadas. Apunta al campo relacio-
nal. Esta espiritualidad relacio-
nalnosllevaaestarenpermanente
contacto con nuestra propia in-
terioridad, en cuyo fondo habita
quien sabemos nos ama, quien
siempre nos escucha, y donde en-
contramos criterios y valores de
vida para disfrutar de una vida
auténtica sin dependencias ni es-
clavitudes. De ahí que la Iglesia,
inspirada y enseñada por Teresa
tienda a vitalizarse y hacerse más
creíble por la vía de la experien-
cia de Dios. Ya la Iglesia tiene
bien claro, que más que de un
proceso de adoctrinamiento se
trata de comunicar la experiencia
del encuentro con el Dios vivo y
verdadero en el interior de cada
persona y así establecer unas
Ý Teresa nos dice con toda su fuerza: «Eres lo que es tu relación con Dios»
6 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
tiva de género, pues
creo que la mujer no
busca desplazar o
desconocer al varón,
sino ser reconocida
en su dignidad, en
su identidad y en sus
capacidades con
igualdad de oportu-
nidades. Se trata de
una teología que de-
sarrolle, con todas
sus consecuencias
prácticas aquello de
san Pablo: en Cristo
Jesús ya no hay esclavo ni libre
ni hombre ni mujer ya que todos
somos uno en Cristo (Ga ,-
).
En este sentido, santa Teresa,
que sufrió profundamente ese an-
ticristianismo, marcado por el
machismo, es una voz profética
limpia y llena de luz: «…ni abo-
rrecisteis, Señor de mi alma,
cuando andabais por el mundo,
a las mujeres, antes las favorecis-
teis siempre con mucha piedad y
hallasteis en ellas tanto amor y
más fe que en los hombres… por-
que veo los tiempos de manera
que nos es razón desechar ánimos
virtuosos y fuertes, aunque sean
de mujeres» (CE ,). La Santa
habla siempre desde su experien-
cia de comunión con Cristo. Y
en el trato que recibe de Él ve que
no sólo no la excluye sino que la
identifica con Él mismo hasta lle-
gar a decirle: «Ya sabes el despo-
sorio que hay entre tú y yo, y ha-
biendo esto, lo que yo tengo es
tuyo y así te doy todos los traba-
jos y dolores que pasé y con esto
puedes pedir a mi Padre como
cosa propia» (CC ). De tal ma-
nera que, según la experiencia de
santa Teresa, ninguna función,
ministerio o misión está vetada a
la mujer, como tampoco a nin-
gún hombre se excluye de la ex-
periencia de unión con Cristo
que ella expresa bajo el símbolo
del matrimonio espiritual. Si to-
dos somos uno en Cristo Jesús,
asumimos como propia la misión
de Cristo, según la medida del
don de Dios, para el bien común.
En esta proyección el Papa Fran-
cisco y Teresa coinciden en volver
a lo más genuino del Evangelio
para vivirlo en lo más cotidiano
de nuestro existir.
Teresa de Jesús era conside-
rada por algunos como ilumi-
nada y heterodoxa, y su doc-
trina fue analizada por la
Inquisición. Hoy es doctora de
la Iglesia, aunque tuvo que su-
frir mucho. ¿Cuál fue la relación
de Teresa de Jesús con la jerar-
quía eclesial? ¿De qué manera
es ella obediente y fiel a la Igle-
sia?
En muchos casos todas aque-
llas sospechas nacían del miedo
a los nuevos movimientos tanto
teológicos como espirituales.
Más que temer a los posibles
errores temían a su propia igno-
rancia, a su inmovilismo intelec-
tual y a su carencia de experien-
cia espiritual.
Por eso les resultaba más fácil
sospechar, perseguir y condenar
que cambiar y abrirse a la fuerza
del Evangelio. Por eso la Santa
lamenta tanto la postura de le-
trados y teólogos más predis-
puestos a decir: «¡¡Demonio, de-
monio!!» donde podían decir:
«¡¡Dios, Dios!! (V ,).
Como decíamos antes, Teresa
no sólo fue reconocida en vida
como santa sino que muy pron-
to, después de su muerte, se la
reconocía como doctora en las
cosas de espíritu. De tal manera
Ý Nos reta a un conocimiento real de nosotros mismos
y del valor personal de cada ser humano
Ü
7II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
que, como afirmó el Papa Pablo
VI en , la Iglesia más que
proclamar a Teresa de Jesús doc-
tora de la Iglesia lo que hizo fue
reconocerle un doctorado que ya
ostentaba desde mucho tiempo
atrás, aunque fuera un doctorado
forjado en la criba de la sospecha
ylaincomprensión,especialmen-
te en la que la santa llamaba
«contradicción de buenos», entre
quienes hubo obispos, frailes de
su misma Orden, teólogos, con-
fesores, miembros del clero, reli-
giosos y hasta religiosas.
Pero, en general las relaciones
de Teresa con la jerarquía fueron
cordiales, obsequiosas y de res-
petuoso acatamiento, aunque
muchas veces lamenta los incom-
prensibles obstáculos que encon-
tró en algunos.
Porque su fidelidad a la Iglesia
tiene un fundamento más fuerte
que la fragilidad humana y ve en
la Iglesia y en sus ministros a
Cristo mismo a quien conoce y
con quien se relaciona cada día
en intensa comunión. Por eso no
se deja distraer por sus fallos. Su
reacción ante sus incomprensio-
nes y resistencias es que Cristo
tiene poder para sacar adelante
su obra y que se sirve de con es-
tos obstáculos para hacerla más
consistente. Por eso la fidelidad
de Teresa a la Iglesia es fidelidad
a Cristo cuyo cuerpo es la Iglesia.
De ahí que su postrera exclama-
ción: «Muero hija de la Iglesia»
se pueda interpretar como un
canto a la fidelidad de Cristo y
una acción de gracias por haber-
la mantenido fiel en esta media-
ción humana de la Iglesia que no
carece de fallos pero que la sos-
tiene en la fidelidad del Señor.
Son famosas las palabras del
nuncio del Papa, Felipe Sega,
que definen a la santa como «an-
dariega, desobediente y contu-
maz». ¿Cómo era la personali-
dad humana de Teresa de Jesús?
Dentro de los esquemas men-
tales del momento, especialmen-
te en lo tocante a la mujer, tanto
en la sociedad como en la Iglesia,
las palabras del Nuncio segura-
mente fueron aplaudidas por
muchos. El estancamiento inte-
lectual, la estrechez de miras y la
poca experiencia para captar algo
que superaba su horizonte inte-
lectual y espiritual no daban pa-
ra más. Más que censurar a Te-
resaelNuncioylosqueleseguían
estaban expresando su temor, su
miopía y su habilidad para abu-
sar del poder descalificando a
quien tenía la cabeza unos me-
tros por encima de las suyas.
Porque la Santa, cuando em-
pieza su «vida pública» como
fundadora, ya tiene experiencia
de muchas cosas, se ha leído mu-
chos libros, conoce y ha tratado
con los más sobresalientes teólo-
gos y biblistas del momento, lle-
va años de profunda experiencia
de comunión con Cristo y tiene
fundada su esperanza y su segu-
ridad en Dios. Por eso desde esa
atalaya desde donde se ven todas
las verdades tiene una libertad
avasalladora y desconcertante.
Una libertad que la hace seduc-
tora e irresistible para algunos y
temible para otros. Anda en la
verdad que la hace libre delante
Ü
Santa Teresa: reto, denuncia y propuesta
de todos, y su sola presencia des-
enmascara y hace dudar especial-
mente a los mediocres que ponen
su seguridad en autoridades pos-
tizas. Esa personalidad tan pro-
fundamente humana la hace
simpática, buena conversadora,
clara en sus planteamientos,
nunca susceptible de ser intimi-
dada ni con amenazas ni con
censuras ni con descalificacio-
nes. Por eso goza de una alegría
profunda que nadie le puede qui-
tar y hace gala de buen humor.
Tiene una libertad
avasalladora y desconcertante.
Una libertad que la hace seduc-
tora e irresistible para algunos
y temible para otros Þ
8 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Ü Así consigue que ni a ella ni a sus
monjas puedan quitarle «esa or-
dinaria alegría que siempre traen
consigo.»
Teresa es conocida especial-
mente por sus experiencias mís-
ticas extraordinarias (levita-
ción, transverberación, etc.) que
han quedado reflejadas en obras
de arte como el Éxtasis de Santa
Teresa de Bernini. ¿Qué impor-
tancia tienen estas experiencias
dentro de su doctrina? ¿Qué es
la mística, dentro de la doctrina
teresiana?
Ciertamente Teresa disfrutó
y sufrió singularísimas experien-
cias místicas que presenta con tal
fuerza narrativa que muchas ve-
ces han tenido más acogida las
figuras y comparaciones con que
las narra que la experiencia que
nos quiere comunicar. Pero ella
misma no se cansa de advertir
que ese es el camino peculiar por
donde ha querido llevarla el Se-
ñor a ella; que a cada persona la
lleva por el camino que le es más
conveniente; y que lo que impor-
ta no son los fenómenos extraor-
dinarios sino «los dejos que de-
jan», es decir, los efectos que
producen en la vida creyente, que
siempre en Teresa se reducen a
dos: crecimiento en el amor de
Dios y crecimiento en el amor al
prójimo. Si no dejan estos efectos
ninguna oración y tampoco nin-
guna experiencia extraordinaria
puede considerarse verdadera. Es
la aplicación en radicalidad de la
máxima evangélica: «por sus fru-
tos los conoceréis» (Mt ,)
La Santa no descarta las ex-
periencias místicas extraordina-
rias en nadie. Pero no fundamen-
ta en ellas ni sus enseñanzas ni
sus propuestas. Lo que realmen-
te es fundamento para ella es la
comunión con la voluntad de
Dios y cumplirla. De ahí que po-
damos decir que para la Santa la
experiencia mística es recibir con
tanta humildad la voluntad de
Dios que no tengamos otro em-
peño que ponerla por obra en la
entrega a los demás. Así, cuanto
más servimos y nos entregamos
al prójimo, más unidos estamos
con Dios y esa será la experiencia
mística más profunda, así no se
dé ni un asomo de fenómenos
extraordinarios.
Ante el reto eclesial de la
Nueva Evangelización, ¿qué nos
aporta Teresa de Jesús?
En consonancia con lo que
hemos dicho anteriormente, el
encuentro de Teresa y el Papa
Francisco se da en la sugestiva
propuesta de volver a la simpli-
cidad del Evangelio con el mis-
mo ardor con que lo vivieron las
primitivas comunidades cristia-
nas que interpelaban a todo el
que las veía vivir, y de quienes
arrancaban esa admiración con-
tenida en la expresión: «¡Mirad
cómo se aman!».
Lo que realmente interpela
con eficacia y mueve a un cam-
bio radical de vida es el testimo-
nio sencillamente vivido y hu-
mildemente comunicado. Decir
Teresa de Jesús es decir experien-
cia, fidelidad, entrega: Experien-
cia del Dios vivo y verdadero sin
glosas, manipulaciones o tergi-
versaciones. Es la experiencia de
recibir a quien me busca; escu-
char a quien me habla; mirar a
quien me mira; caminar con
quien siempre está conmigo por-
que vive en lo más íntimo de mi
ser. Fidelidad a quien siempre ha
sido fiel y no puede dejar de ser-
lo porque sería negarse a sí mis-
mo. Una fidelidad que es entrega
permanente y siempre me está
impulsando a querer darle con-
tento en aquellos en quienes más
y mejor se manifiesta, que son
los pobres, los excluidos, los mi-
grantes, los sin techo, los sin es-
peranza. Para Teresa los grandes
dones de Dios y Dios mismo no
se me dan para que me encierre
en la indiferencia a gozar de lo
que me da. Lo pierdo todo si no
lo entrego. l
Û La Iglesia, inspirada por Teresa, tienda a vitalizarse
y hacerse más creíble por la vía de la experiencia de Dios
8 II trimestre de 2015
9II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Teresa de Jesús,
la sabiduría de una mujer
L
a vida de Teresa de Jesús coincide con el rei-
nado de Felipe II, que regentó un «imperio
donde no se ponía el sol». En la época pos-
terior al cisma protestante y anglicano, Felipe fue
un rey profundamente religioso que puso todo su
esfuerzo en defender la fe católica. La política y la
religión iban unidas y el imperio usaba todo su
poder también para detener las herejías y castigar
El autor nos introduce en la historia de amor de la Santa de Ávila y su encuentro esponsal con
Jesús, mostrando las circunstancias concretas y las dificultades que rodearon su itinerario
vital, y subrayando la novedad que representó para la historia de la espiritualidad eclesial
Pensamiento
Xabier Segura
a sus promotores, fortaleciendo así la unidad po-
lítica. En aquella época la Inquisición asumió un
papel judicial junto al poder secular, persiguiendo
herejes y exigiendo conversiones.
Mientras Europa se desangraba en guerras de
poder de connotaciones también religiosas, Teresa
de Jesús iniciaba una aventura interior que generó
una pequeña reforma descalza y una gigantesca Ü
cambio de mentalidad
10 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
hazaña espiritual. Así fue como unas pobres
mujeres «de ruin condición» mostraron, quizá
mejor que nadie, los caminos del Espíritu en
el seno de la Iglesia.
De hecho, fueron las guerras religiosas con
el protestantismo, unidas al entusiasmo por
la evangelización de América, que impulsaron
la Reforma teresiana: «En este tiempo vinie-
ron a mi noticia los daños de Francia y el es-
trago que habían hecho estos luteranos y
cuánto iba en crecimiento esta desventurada
secta. Dime gran fatiga, y como si yo pudiera
algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le su-
plicaba remediase tanto mal. Parecíame que
mil vidas pusiera yo para remedio de un alma
de las muchas que allí se perdían; y como me
vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar
en lo que yo quisiera en el servicio del Señor,
y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene
tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos
fuesen buenos, determiné a hacer eso poqui-
to que era en mí, que es seguir los consejos
evangélicos con toda la perfección que yo pu-
diese y procurar que estas poquitas que están
aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran
bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a
quien por él se determina a dejarlo todo; y
podría yo contentar en algo al Señor, y que
todas ocupadas en oración por los que son
defendedores de la Iglesia y predicadores y le-
trados que la defienden, ayudásemos en lo que
pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le
traen a los que ha hecho tanto bien...» (Camino
de Perfección ,).
En una época en que aparentemente todo el
mundo era religioso, Teresa consideraba que, en
realidad, Dios tiene pocos amigos, constatando el
escaso agradecimiento que los cristianos solemos
mostrarle.
La respuesta de Teresa a los males de su época
consiste en ofrecer su «determinada determina-
ción», para ser ella misma amiga verdadera de
Dios, entregándose a Él del todo y enseñando a
sus monjas a hacer lo mismo. De esta manera, la
comunidad orante intercedía por todos y se soste-
nía la vida activa de la Iglesia con la oración de las
primeras descalzas.
Buscando la plenitud
El Libro de la Vida nos relata el itinerario hu-
mano y espiritual de una mujer singular, que sor-
prende por su valentía y su fuerza. Durante mu-
Ü
Ý La respuesta de Teresa a los males
de su época consiste en ofrecer su
«determinada determinación», para ser
ella misma amiga verdadera de Dios
11II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Ü
chos años, ella vivió una insatisfacción interior que,
en realidad, escondía una búsqueda apasionada de
la verdad.
De pequeña, la muerte de su madre le provocó
un vacío, que buscará llenar con una mirada inte-
rior hacia la Virgen, a quien adoptó, a partir de en-
tonces mismo, como sustituta de la madre ausente.
La proximidad de la muerte le hizo reflexionar, y
de ahí nacerá su deseo de vida «para siempre». Sien-
do muy pequeña animó a su hermano Rodrigo a
ir a tierra de musulmanes para sufrir el martirio y
así poder conseguir, «tan fácil», la vida eterna y la
visión de Dios. Un tío suyo los recogió fuera de la
ciudad y los devolvió a su casa. Más adelante de-
cidió hacerse monja, pensando que era el camino
«más seguro» para salvarse, y con veintiún años
entró en el convento de la Encarnación de Ávila.
Teresa pasó muchos años de vida religiosa en
una sorda lucha en busca de una plenitud que no
acababa de llegar. Estaba frecuentemente enferma,
y llegó al umbral de la muerte. Dañada y debili-
tada inició un camino nuevo, guiado por la ora-
ción interior que aprendió en lecturas espirituales:
«Tenía este modo de oración: que, como no podía
discurrir con el entendimiento, procuraba repre-
sentar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor
–a mi parecer– de las partes adonde le veía más
solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido,
como persona necesitada me había de admitir a
mí [...] En especial me hallaba muy bien en la ora-
ción del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba
en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si
podía deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor
[...] Muchos años, las más noches antes que me
durmiese, cuando para dormir me encomendaba
a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de
la oración del Huerto, aun desde que no era mon-
ja, porque me dijeron se ganaban muchos perdo-
nes. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mu-
cho mi alma, porque comencé a tener oración sin
saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me
hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguar-
me para dormir» (Libro de la Vida ,).
La santa aprendió a vivir la oración como una
experiencia de interioridad, alejándose de las dis-
tracciones y concentrándose en la figura de Jesús,
a quien sentía más cercano en momentos de sufri-
miento y soledad, como en el huerto de los Olivos.
Iba perseverando en la actitud orante de ponerse
en su presencia, de estar con Él.
Finalmente, después de dieciocho años de vida
religiosa, cuando ella tenía treinta y nueve, vivió
una importante experiencia de conversión que
marcó desde entonces su vida: «Acaecióme que,
entrando un día en el oratorio, vi una imagen que
habían traído allá a guardar, que se había buscado
para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo
muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda
me turbó de verle tal, porque representaba bien lo
que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de
lo mal que había agradecido aquellas llagas, que
el corazón me parece se me partía, y arrójeme cabe
Él con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no
ofenderle […] Esta postrera vez de esta imagen que
digo, me parece me aprovechó más, porque estaba
ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi con-
fianza en Dios. Paréceme le dije entonces que no
me había de levantar de allí hasta que hiciese lo
que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, por-
que fui mejorando mucho desde entonces» (Libro
de la Vida ,.). El cambio radical de Teresa nació
al contemplar la humanidad sufriente de Cristo,
entregado por amor a nosotros, el cual le suscitó
el deseo de responder generosamente. También
encontramos una actitud radical de abandono en
manos de Dios, en pugna con Él: «Que no me ha-
bía de levantar de allí hasta que hiciese lo que le
suplicaba.» Es la lucha de la fe, como la de Israel
con Dios (cf. Gn ,-), de la que nace una he-
rida de amor que acompañará a Teresa a lo largo
de toda su vida.
Un itinerario de amistad y amor
Para Teresa la vida cristiana es un camino de
oración. Es famosa su definición: «No es otra cosa
oración mental, a mi parecer, sino tratar de amis-
tad, estando muchas veces a solas con quien sabe-
mos nos ama» (Libro de la Vida ,). Vemos aquí
Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
12 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
la esencia de la oración como una
experiencia de reciprocidad: de
nosotros a él (tratar de amistad),
y de él a nosotros (con quien sa-
bemos que nos ama). Una expe-
riencia que exige repetición y per-
severancia, intimidad personal.
En el proceso de la oración te-
resiana se descubre una evolu-
ción. Primero es ella la que, si-
guiendo la doctrina de algunos
textos de espiritualidad de su
época, dirige su mente hacia las
imágenes de Cristo o hacia esce-
nas imaginadas del Evangelio.
Posteriormente estos libros fue-
ron prohibidos, y ella se ve em-
pujada a encontrar la luz en la voz
interior de Jesús: «Cuando se qui-
taron muchos libros de romance,
que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos
me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por
dejarlos en latín; me dijo el Señor: No tengas pena,
que Yo te daré libro vivo… Su Majestad ha sido el
libro verdadero adonde he visto las verdades»
(Libro de la Vida ,). El Jesús imaginado pasa a
ser una presencia interior.
En el camino espiritual Teresa busca a Jesús
en su humanidad, como amigo, y va descubrien-
do con sorpresa un itinerario que va de la amistad
al desposorio, a la unión plena y transformada en
el Amado. En sus primeras etapas Teresa era un
poco reticente a asumir el símbolo esponsal como
clave iluminadora del camino espiritual. Las mon-
jas eran denominadas comúnmente «esposas de
Cristo», pero ella era consciente del papel de la
mujer casada en su tiempo, más bien sometida a
una sociedad de matriz patriarcal, sin capacidad
de decisión y dominada, sin posibilidad de estu-
diar ni de enseñar. En cierto sentido, con su pro-
yecto fundacional, Teresa crea nuevos espacios de
libertad y crecimiento humano y espiritual para
las mujeres.
Con el paso del tiempo, el mismo Jesús se pre-
senta a Teresa como esposo, y ella descubre que se
trata de un esposo diferente, que conoce a la mu-
jer y se preocupa de ella, la quiere verdaderamen-
te y cuida de su bienestar. Y Jesús mismo le pro-
pone el desposorio: «De aquí adelante, no sólo
como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi
honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra
es ya tuya y la tuya mía» (Relaciones ). Ser espo-
sa de Cristo conduce, al final del camino, a com-
partirlo todo con Él, en plena reciprocidad. No se
trata de ser esclava del marido, utilizada por él,
sino de dar y recibir amor, servicio, diálogo... Por
eso, al final de Las Moradas, Teresa asume ya ple-
namente la simbología esponsal: el verdadero es-
poso es Cristo, que ama apasionadamente la Iglesia
y a cada persona concreta, ofreciéndole espacios
de vida y recreación; en esta unión el alma ofrece
su debilidad humana y recibe la grandeza de los
dones divinos.
La obra escrita de Teresa
Todas las obras de Teresa transmiten su propia
experiencia vital y de oración, y comunican su pe-
dagogía. El Libro de la Vida es una reflexión sobre
su propia historia, contemplada desde la miseri-
Ü
Ý El cambio radical de Teresa nació al contemplar la huma-
nidad sufriente de Cristo, entregado por amor a nosotros,
el cual le suscitó el deseo de responder generosamente
13II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Ü
Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
cordia del Señor, que vino a buscarla. Camino de
perfección se escribió como un manual de oración
pensado para las primeras carmelitas. El libro de
Fundaciones es una crónica de la dimensión activa
que va ligada a la vida mística de su autora. El li-
bro de las Relaciones, también llamado Cuentas de
Conciencia, es la agrupación de varios textos tere-
sianos donde explica el contenido de sus diálogos
con Jesús en la oración. Las Exclamaciones son tex-
tos de plegaria personal.
Pero la obra culminante de la santa es Las Mo-
radas o Castillo Interior, que diseña la perspectiva
de un bello y sorprendente camino espiritual. Se
trata de una de las mayores obras de espiritualidad
de todos los tiempos, escrita en dos meses, en me-
dio de viajes y tribulaciones. Redactado según el
más puro estilo teresiano, sin mirar atrás, sin co-
rrecciones. Teresa no se lo piensa mucho, y su plu-
ma escribe sobre lo que llena su
corazón. El estilo resulta a veces
un poco confuso. Diseña un re-
corrido con siete estancias que no
están claramente definidas, con
elementos que se repiten de mo-
dos diversos.
La obra de Las Moradas tiene
muchas lecturas, todas válidas,
que se adaptan a la circunstan-
cia y realidad de quien se acerca
a ella. Los principios que ema-
nan están llenos de luz, en un
camino de mistagogia cristiana
que nos hace penetrar el miste-
rio de la vida, caminando con
Jesús a nuestro lado. La tradi-
ción carmelitana salvaguarda
y comunica este tesoro, que es
para toda la Iglesia.
Teresa había iniciado su
camino espiritual experimen-
tando su propia miseria y pe-
cado. Pero la presencia viva
de Dios va modificando pro-
gresivamente el concepto de
sí misma. Fijémonos en las palabras que
Jesús le dirige en Relaciones : «Y como estaba es-
pantada de ver tanta majestad en cosa tan baja
como mi alma, entendí: “No es baja, hija, pues
está hecha a mi imagen”.» Ella descubre que no
debe mirar tanto su pequeñez, miseria y pecado,
sino la belleza que Dios ha puesto en ella, la ima-
gen de Dios impresa en su interior: «No hallo yo
cosa con que comparar la gran hermosura de un
alma y la gran capacidad; y verdaderamente ape-
nas deben llegar nuestros entendimientos, por
agudos que fuesen, a comprenderla, así como no
pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo
dice que nos crió a su imagen y semejanza» (Las
Moradas ,).
Sus obras, escritas por obediencia
a sus confesores o a Jesús mismo,
manifiestan la apasionada voluntad de
ofrecer su mensaje a todo el mundo Þ
14 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
De ahí nace la idea fundamental del libro: en
nuestro interior hay un gran castillo de diamante,
transparente, profundamente hermoso, con mu-
chas estancias, y en lo más profundo del castillo
está la presencia de Dios.
El camino teresiano es un penetrar en nuestro
interior, pero no para buscarse uno mismo, no para
recrear los traumas y complejos del inconsciente,
sino para salir en busca del Otro, la fuente del Ser.
De esta manera la fe nos sustrae de la esclavitud de
contemplarnos a nosotros mismos, y nos conduce
misteriosamente por un camino de alteridad y tras-
cendencia, que no contradice sino que realiza la
propia identidad personal. Nos realizamos en el
Otro, para el que estamos diseñados, creados a su
imagen, y será Él quien dará forma a todas las re-
laciones con los demás. Esta idea motriz se encuen-
tra en el trasfondo de todo el camino espiritual, y
explica cómo al final del camino se unifica la ex-
periencia de amor y de unidad con Dios con el
amor concreto y servicial a los hermanos.
En este camino de perfeccionamiento, Teresa
ha diseñado siete experiencias. Conviene señalar
que no se trata de siete escalones en un camino de
perfección espiritual de ascenso hacia Dios, sino
de siete experiencias humanas en que la persona
recorre al mismo tiempo un camino hacia Dios y
hacia uno mismo, y donde el amor al prójimo es
la garantía de autenticidad. Las siete moradas del
Castillo son experiencias que se pueden superpo-
ner, o donde unas pueden preparar las otras, pero
por encima de todo está siempre la misteriosa vo-
luntad e iniciativa de Dios que trabaja a cada uno
según le place.
La primera Morada consiste en entrar en el
Castillo, en la propia interioridad, para conocerse
por la fe, abandonando el egocentrismo para bus-
car a Dios. Ponerse en gracia, reconocer los peca-
dos, hacer penitencia. La segunda es meditar la
propia vida y acercarse a Jesús, centrarse en Él y
en su humanidad, leer libros devotos, desapegarse
de posesiones egoístas. La tercera conlleva una de-
cisión personal: actos
interiores y exteriores
de virtudes que fortale-
cen la fe, perseverancia
en las dificultades, y se
ofrece a Jesús las pro-
pias miserias, la propia
humildad.
Como hemos visto,
en las tres primeras
Moradas predomina la
ascética y la iniciativa
personal, con oración
de meditación. En
cambio, la cuarta Mo-
rada, la del medio, es
una morada de transi-
ción, como el gusano
de seda que se va a ce-
rrar en el capullo para
Ü
El camino teresiano es un penetrar en nuestro interior, Ý
pero no para recrear los traumas y complejos del inconsciente,
sino para salir en busca del Otro, fuente del Ser
15II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
una transformación definitiva. En la experiencia
de recogimiento y de intimidad con el Señor, se
vive de la fe, en la gratuidad y en actitud de servi-
cio.
Las tres últimas Moradas tienden a la mística,
con oración de contemplación, dando paso a la
iniciativa divina. La quinta representa la muerte
del gusano convertido en mariposa, el dinamismo
bautismal (muerte-resurrección), donde la nueva
criatura brota de la fe y vive sólo para agradar a
Dios. La sexta es un espacio de unión y aprendi-
zaje en el amor, donde la fe se
muestra como una herida de
amor, como un anhelo de júbilo
lleno. La séptima es la unión ple-
na y consumada de amor: confi-
guración con Cristo en un total
olvido de uno mismo, sin miedo
a las adversidades ni de la muerte.
Al final del camino espiritual
la persona se caracteriza por estar
siempre en la presencia de Dios,
con la conciencia de que Dios vive
en ella y ella vive en Dios. El re-
sultado es una vida llena de amor
a los demás concretado en obras
(«obras quiere el Señor»: cf. Las
Moradas ,,), servicio y entrega.
El hombre nuevo es una persona
libre, generosa, sin temores, en-
tregada, siempre disponible, hu-
milde, totalmente confiada en la
misericordia del Señor.
Teresa, una mujer, nos ha
mostrado esta criatura nueva, este
tesoro de espiritualidad: la gesta-
ción de la vida divina en el seno
de cada uno de los creyentes.
La gran aportación teresiana
No subrayaremos nunca suficientemente, sin
embargo, que la mayor aportación de Teresa en la
teología y en la espiritualidad es el volver a recu-
perar la centralidad de la humanidad de Cristo.
En su época, este tema fue revolucionario, ya
que, aparte de algunos espirituales y miembros de
nuevos grupos –como los jesuitas–, se pensaba que
para acceder a lo superior y divino había que ale-
jarse de lo humano. Teresa de Jesús, siguiendo los
consejos de algunos directores espirituales, había
intentado una oración abstracta sobre Dios, pero
no conseguía avanzar en ella. Será su propia expe-
riencia de oración la que le guiará por un camino
lleno de dificultades, y con el apoyo de varias fi-
guras, como Pedro de Alcántara o Francisco de
Ý Teresa defenderá la condición
femenina y apelará al mismo Jesús,
que, «cuando andaba por el mundo…
halló entre las mujeres tanto amor, y más
fe, que en los hombres»
Ü
16 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Borja, encontrará el impulso necesario para man-
tener una opinión, hoy universalmente aceptada:
todos los dones y gracias que Dios quiere dar al
hombre pasan por la humanidad de Cristo, que
no se debe abandonar nunca.
La gran santa castellana desarrolló una sabidu-
ría profundamente humana, un conocimiento de
la interioridad personal y una pedagogía espiritual
personalizada conectada con la vida real. Ella es,
sin duda, una de las mujeres que más ha influido
en la historia de la espiritualidad.
Encontramos en Teresa una gran riqueza y
complejidad. Una gran «maestra de espirituales»
y, al mismo tiempo, una mujer práctica y concre-
ta, que pasó mucho tiempo emprendiendo nego-
cios, compras, fundaciones de conventos, buscan-
do dinero y organizando personas.
La gran mística es también una gran líder, para
hombres y mujeres, ocupada en los detalles más
concretos de la vida diaria, tal como se puede com-
probar en sus cartas. Sabe dar sabios consejos para
el progreso espiritual, pero también advertencias
prácticas para moverse en el mundo real y secular.
Su sabiduría práctica queda bien reflejada en sa-
bias sentencias diseminadas por sus obras: «entre
los pucheros también anda Dios»; «de devociones
a bobas nos libre Dios»; «la paciencia todo lo al-
canza», etc.
La intuición de la humanidad de Cristo impul-
sa una espiritualidad humanista, que acoge los ele-
mentos culturales de su época y los conduce pe-
dagógicamente a la Buena Noticia del mensaje cris-
tiano. Teresa canta y baila con sus monjas, escribe
poesías y comparte con ellas su intimidad y con-
fidencias, promueve espacios lúdicos de recreación,
procura el bienestar de todos, rechaza exageracio-
nes ascéticas o devociones pietistas, es muy exi-
gente, pero, al mismo tiempo, comprensiva y mi-
sericordiosa. Encontramos en ella una pedagogía
realista y práctica, un discernimiento humano y
eclesial. Une lo humano con lo divino en una vida
de radicalidad cristiana, también muy familiar y
fraterna.
Fue precisamente la humanidad de Cristo, la
relación personal con Él, que le dio el equilibrio
humano y espiritual que anhelaba. En el encuen-
tro personal y humano con Jesús quedaron sacia-
dos sus deseos de amor infinito.
Desvelando el genio femenino
El historiador García Cárcel considera que del
 al  hubo en España unos . juicios
de la Inquisición, con unas . víctimas morta-
les. Teresa coincide con una de las épocas más du-
ras y, por ejemplo, funda un convento en Toledo
cuando precisamente su arzobispo, Bartolomé de
Carranza, está todavía en prisión acusado de ilu-
minismo. En otro momento, en Valladolid, fue
sentenciada Ana Enríquez, acusada de participar
en los círculos protestantes del doctor Cazalla.
Años más tarde sería amiga de Teresa de Jesús y
colaboradora en las fundaciones teresianas.
En aquellos tiempos duros, Teresa enseña doc-
trinas de oración de interioridad a un grupo de
hombres y mujeres. Sus obras, escritas por obe-
diencia a sus confesores o a Jesús mismo, manifies-
tan también la apasionada voluntad de ofrecer su
mensaje a todo el mundo, impulsada por aquella
humanidad de Jesús que le había impactado.
Es sorprendente el caso de una de sus obras,
que se ha denominado Conceptos del Amor de Dios,
un comentario al Cantar de los Cantares. Mientras
Fray Luis de León había sido encarcelado por tra-
ducir al castellano este libro bíblico, Teresa, que
no había estudiado teología ni tenía acceso direc-
to a la Biblia, se atrevió a escribir un comentario,
que su confesor hizo quemar, aunque se ha con-
servado una versión incompleta. Allí explica la ra-
zón de su atrevimiento: «No hemos de quedar las
mujeres tan fuera de gozar las riquezas del Señor»
(Conceptos del Amor de Dios ,).
Y es que, si miramos con atención el contexto
de su época, se agiganta la figura de Teresa de Jesús
como mujer, ya que la condición femenina se en-
contraba socialmente marginada: «Basta ser mujer
para caérseme las alas, cuanto más mujer y ruin»
(Libro de la Vida ,). A las mujeres del siglo XVI
no se las consideraba capaces de tener oración si-
lenciosa. Y Teresa recoge estas dificultades: «Mu-
Ü
17II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
chas veces acaece con decirnos… no es para muje-
res, que les podrán venir ilusiones, mejor será que
hilen» (Camino de Perfección ,). Sin embargo,
Teresa defiende no sólo el derecho de la mujer a la
oración, sino incluso el de enseñar en la Iglesia.
No fueron pocos los sufrimientos que esta postu-
ra le ocasionó ante las incomprensiones de su épo-
ca. En la primera versión del libro Camino de Per-
fección, Teresa había escrito una queja, que ella
mismo había borrado siguiendo el consejo de al-
gún confesor, y que hoy se ha podido recuperar:
«¿No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorra-
ladas e incapaces para que no hagamos cosa que
valga nada por Vos en público –ni osemos hablar
algunas verdades que lloramos en secreto–, no nos
habéis de oír petición tan justa?... No lo creo yo,
Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois Justo
juez –y no como los jueces de este mundo, que,
como son hijos de Adán y, en fin, todos varones–,
no hay virtud de mujer que no tengan por sospe-
chosa.» Hoy todo el mundo reconoce la sabiduría
espiritual de esta gran mujer; pero ella pasó en vida
una difícil situación que la acompañó hasta el fi-
nal de sus días, ya que no llegó a ver su Libro de
la Vida fuera de la Inquisición, donde estaba sien-
do examinado. Con este dolor murió en Alba de
Tormes, pero contenta de morir «hija de la Iglesia».
Una mujer singular, que no pudo ser entendida
por el máximo representante del Papa en España,
el nuncio Felipe Sega: «Es una fémina inquieta,
andariega, desobediente y contumaz, que a título
de oración inventaba malas doctrinas, andando
fuera de clausura contra la orden del Concilio de
Trento, enseñando como maestra, contra lo que
san Pablo enseñó mandando que las mujeres no
enseñasen.»
Teresa encuentra la respuesta en la oración. En
la Relación  ella misma comenta: «Estando, po-
cos días después de esto que digo, pensando si te-
nían razón los que les parecía mal que yo saliese a
fundar, y que estaría yo mejor empleándome siem-
pre en oración, entendí: “Mientras se vive, no está
la ganancia en procurar gozarme más, sino en ha-
cer mi voluntad.” Parecíame a mí, pues san Pablo
Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
Ý Para Teresa la vida cristiana es un camino de oración
Ü
18 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
dice del encerramiento de las mujeres –que me
han dicho poco ha y aun antes lo había oído–, que
ésta sería la voluntad de Dios. Díjome: “Diles que
no se sigan por sola una parte de la Escritura, que
miren otras, y que si podrán por ventura atarme
las manos.”»
La relación personal con Jesús reafirma y reva-
loriza la condición femenina de Teresa y le anima
a llevar un mensaje de vida en el seno de la Iglesia.
Para defender la condición femenina, ella apelará
al mismo Jesús, que, «cuando andaba por el mun-
do... halló entre las mujeres tanto amor, y más fe,
que en los hombres». Aunque, para poder confir-
mar su opinión, debe buscar algún apoyo mascu-
lino: «Hay muchas más que hombres a quien el
Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo Fray
Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que
decía aprovechaban mucho más en este camino
que hombres, y daba de ello excelentes razones,
que no hay para qué las decir aquí, todas en favor
de las mujeres» (Libro de la Vida ,).
La mujer, maestra y pedagoga en la fe
Y,¿ cómo ve Teresa la mujer en la Iglesia? Teresa
presenta varios modelos de mujer como ejemplo
de vida cristiana: la Virgen, María Magdalena o
la Samaritana, de la que recuerda siempre un cua-
dro de casa de su padre: «¡Oh, qué de veces me
acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Sama-
ritana!, y así soy muy aficionada a aquel Evangelio;
y es así, cierto, que sin entender como ahora este
bien, desde muy niña lo era, y suplicaba muchas
veces al Señor me diese aquel agua, y la tenía di-
bujada adonde estaba siempre, con este letrero,
cuando el Señor llegó al pozo. Domine, da mihi
aquam» (Libro de la Vida ,).
Particularmente significativa es la figura de Ma-
ría Magdalena, que hace aparecer en el Libro de la
Vida, justo después del relato de su propia conver-
sión: «Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena
y muchas veces pensaba en su conversión, en es-
pecial cuando comulgaba, que como sabía estaba
allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus
pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágri-
mas. Y no sabía lo que decía, que harto hacía quien
por sí me las consentía derramar, pues tan presto
se me olvidaba aquel sentimiento. Y encomendá-
bame a aquesta gloriosa Santa para que me alcan-
zase perdón» (Libro de la Vida ,).
Ü
Ý El mundo de hoy reclama una
vivencia que sea capaz de unificar lo
humano y lo divino, regalo precioso de la
humanidad de Cristo
19II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
Siguiendo la mentalidad de la época, Teresa de
Jesús une, bajo el nombre de María Magdalena,
tres mujeres que aparecen en el Nuevo Testamento
y que hoy la exégesis actual separa: María de Mag-
dala, a la que Jesús liberó de siete demonios, María
de Betania, hermana de Marta y Lázaro, y la pe-
cadora que unge a Jesús con perfumes. Los datos
sobre ella se ampliaban con la leyenda popular ex-
puesta en el libro de vidas de santos Flos Sanctorum,
que contaba cómo después de la Ascensión de Je-
sús, María fue al desierto donde vivió treinta años
con grandes penitencias. Teresa recoge esta idea y
la aplica a las carmelitas: «Imite a la Magdalena,
que de que esté fuerte, Dios la llevará al desierto»
(Libro de la Vida ,).
Teresa ve en María Magdalena un prototipo de
la vida cristiana: por su conversión, por su paso
del estado de pecado al del amor a Cristo (la pe-
cadora en casa de Simón), como modelo de con-
templación (María ha escogido la mejor parte),
como ejemplo de amor humilde y servicio (lava
los pies a Jesús), y como testigo de la resurrección
ante los apóstoles.
Es significativo un texto de un certamen litera-
rio ideado por Teresa de Jesús, llamado el Vejamen.
Teresa había escuchado de Dios unas palabras in-
teriores («Búscate en mí») y hace un concurso li-
terario con varias personas para ver quién descubre
el significado de las palabras divinas. No conoce-
mos las respuestas de los autores, pero sí el comen-
tario que les devuelve Teresa. Llama la atención la
respuesta que da al Padre Juan de la Cruz, llena
de sentido del humor: «Harto buena doctrina dice
en su respuesta, para quien quisiere hacer los ejer-
cicios que hacen en la Compañía de Jesús, mas no
para nuestro propósito. Caro costaría, si no pudié-
semos buscar a Dios sino cuando estuviésemos
muertos al mundo. No lo estaba la Magdalena, ni
la Samaritana, ni la Cananea, cuando le hallaron
[…] Dios me libre de gente tan espiritual, que todo
lo quiere hacer contemplación perfecta, dé do die-
re. Con todo, los agradecemos el habernos tan bien
dado a entender lo que no preguntamos. Por eso,
es bien hablar siempre de Dios, que de donde no
pensamos nos viene el provecho.»
Corrige aquí Teresa una tendencia, según ella,
un poco «espiritualista», y presenta tres mujeres
paganas o pecadoras que se encuentran con Jesús
y le siguen. La Magdalena, la Samaritana y la Ca-
nanea dan testimonio de que Jesús viene cuando
Él quiere, y que lo importante es responder con
prontitud y amor, no esperando una cierta «con-
templación perfecta» que podría condicionar su
llamada gratuita.
El día  de septiembre de  Pablo VI reco-
noció a santa Teresa de Jesús el título de Doctora
de la Iglesia, la primera mujer entre doctores.
Teresa, hoy
Quinientos años después de su nacimiento, la
Santa es muy actual entre nosotros. Y es que tam-
bién hoy, que vivimos en un mundo de grandes
cambios, es necesario el testimonio de personas
que comuniquen una experiencia de Dios, una ex-
periencia vivida en comunidad.
El mundo de hoy reclama una vivencia que sea
capaz de unificar lo humano y lo divino, regalo
precioso de la humanidad de Cristo. Recogemos
unas palabras de Mons. Demetrio Fernández Gon-
zález, obispo de Córdoba, en la carta pastoral de
comienzo del curso -: «La época de santa
Teresa fue un tiempo de cambios, de apertura a
un nuevo mundo, de renacimiento. Fue un verda-
dero cambio de época. Una constelación de santos
dio un fuerte impulso a la Iglesia, a la evangeliza-
ción, a la verdadera reforma. Así sucede en nues-
tros días, en la que no sólo hay cambios, sino que
somos también ante un cambio de época. Y por
eso son necesarios los santos que vivan el Evangelio
“sin glosa”, en pobreza y humildad, que abran ca-
minos al Evangelio, que arriesguen su vida por
Jesucristo, que salgan al encuentro del hombre con-
temporáneo para mostrarle la belleza de la vida
cristiana. Un tiempo en el que, ante tantas mise-
rias, viejas y nuevas, el hombre se encuentre con
la misericordia, para tener esperanza.»
«En tiempos recios» (Libro de la Vida ,), «son
menester amigos fuertes de Dios para sustentar a
los flacos» (Ídem ,). l
20 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Perfil de Evangelio
Su presencia Vicenç M. Farré
J
esús, cuando ascendió al cielo, no nos dejó
solos. Él nos aseguró su presencia entre
nosotros para siempre. Dijo a sus discípulos:
«Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo» (Mt ,b).
Esta presencia del Resucitado acompaña a los
discípulos, que van por todo el
mundo a enseñar y a realizar todo
lo que el Maestro nos ha
ordenado.
No es una presencia física. Es
una presencia que se hace patente
con la acción invisible del Espíritu
Santo. Él es el Defensor que
permanece para siempre con
nosotros (cf. Jn ,).
El Dios hecho hombre no deja
de intervenir en la historia del
Pueblo de Dios, porque es el
Emmanuel, el Dios con nosotros.
El hombre, en su libertad,
recibiendo el bautismo, ha sido
insertado en el misterio trinitario,
y es la Trinidad la que se hace
presente en la humanidad hasta el
fin de los tiempos. Es la presencia
de Dios Padre en Jesucristo y
actuando en unidad por el
Espíritu Santo.
Por ello, Dios en Jesucristo, su amor hecho
humanidad, puede enseñar a guardar todo lo
que su Palabra ha manifestado, durante toda la
historia hasta el fin de los tiempos. Y ha grabado
dentro del corazón de cada uno todo lo que Él
quiere que observemos para ser felices.
La Iglesia, como comunidad de discípulos de
Cristo, ha recibido el don del Espíritu Santo, y
su presencia ha hecho posible conservar el
depósito de la fe contenido en
la Sagrada Escritura, se ha
nutrido con los sacramentos,
lo ha explicado ejerciendo su
magisterio y lo ha
inculturizado en cada época,
aplicando las iniciativas
pastorales en cada cultura,
según las costumbres
arraigadas en cada país.
También la presencia del
Espíritu de Jesús en sus
seguidores les ha fortalecido
en las persecuciones, en
medio del martirio, y en toda
circunstancia negativa,
iluminando con la verdad
cualquier posible error o
trampa que pueda oscurecer
la autenticidad de la vida
cristiana.
La presencia del
Resucitado en la comunidad
eclesial ha sido siempre fuente de luz, de verdad
y de vida que anima a caminar hacia el Reino
eterno. l
21
cambio de mentalidad
II trimestre de 2015
Mirada de mujer
La belleza más grande
Carta abierta al Papa Francisco
Lourdes Campi
Estimado Papa Francisco:
¡Cuántas veces los hombres y las mujeres, qui-
zá por nuestra poca fe, vivimos angustiados, nos
sentimos pequeños y sufrimos la impotencia de
no poder hacer cosas grandes! ¡Cuántas veces ex-
perimentamos las fuerzas del mal dentro de noso-
tros y en el mundo entero! A menudo nos inquie-
ta la perenne pregunta: «Dios mío, ¿dónde estás?»
Nos vemos solos, frustrados en los grandes ideales;
las malas noticias nos atenazan en el presente, el
futuro es incierto y el miedo paraliza aquel paso
que en otros momentos era decidido y caminaba
hacia la utopía de un mundo mejor.
En cambio, cuando le escuchamos, día tras día,
recibimos de usted palabras de valentía, coraje,
novedad, alegría. Gracias, Santo Padre, por su vi-
talidad a favor de la Iglesia universal y de la hu-
manidad entera, que nos trae luz, serenidad, espe-
ranza y, sobre todo, un gran optimismo cristiano
y humano.
Usted es un hombre enamorado del bien, de la
paz y de la libertad, enamorado de Cristo y de la
Iglesia. Un hombre que cree en el Amor. Un hom-
bre que, a buen seguro, no se avergüenza de llorar
en silencio por tanto sufrimiento en el mundo, por
la injusticia, por las heridas de todo tipo que pa-
dece la humanidad.
Creo que es por todo ello que se ha dedicado
un año jubilar a la misericordia, consciente de sus
beneficios para la humanidad. ¡Cuán grande y pro-
fundo el contenido de esta palabra! Disfrutar de
la misericordia de Dios y de la misericordia de los
hermanos.
Todos llevamos dentro el fuerte impulso de la
fraternidad universal, queremos la paz, la solida-
Ý Como un estallido de luz, el don
de la misericordia y del perdón hacen
posible empezar de nuevo, volver
a las verdes praderas del Reino
Ü
22 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
ridad, la igualdad, la dignidad de los
hombres y mujeres de este mundo. Sin
embargo, este deseo lo experimentamos
frágil, y vemos cómo fácilmente rom-
pemos nuestras relaciones de amor y de
amistad, y dejamos paso –a veces sin ni
darnos cuenta– a la división, al odio, a
las desavenencias. Como un estallido
de luz, el don de la misericordia y del
perdón hacen posible empezar de nue-
vo, volver a las verdes praderas del Reino
donde Jesús espera acogernos con su
amor.
Pero hay que tener presente que la
virtud que precede a la misericordia es
la fe. Fe en Dios y fe en los hermanos.
Creer que Dios es amor y que me quie-
re a pesar de mi pecado. Esta es la verdadera paz
y el verdadero descanso. ¡Cuántos sufrimientos y
escrúpulos, cuánto miedo e incluso desesperación,
por no confiar en el amor del Padre! ¡Cuántos es-
fuerzos para lograr una perfección y escalar virtu-
des o para ganarse una buena estancia en el cielo!
Y en el otro extremo, ¡qué peligroso caer en el re-
lativismo pensando que todo es igual y que Dios
ya hará lo que yo no he querido hacer!
Entonces, ¿cuál es el camino justo? Santa Teresa
del Niño Jesús nos puede ayudar con frases como
«en el corazón de la Iglesia quiero ser el Amor»; «el
ascensor que debe llevarme al cielo son tus brazos,
¡oh Jesús!» De ella aprendemos la responsabilidad
humana de amar, y a la vez la confianza de que en
Dios todo es gracia. Ella deseaba vivir la experien-
cia más grande, tener todas las vocaciones y vivir
todos los carismas, y en el amor encontró la res-
puesta a sus anhelos de santidad. Sabía, sin embar-
go, que sin Jesús no podía hacer nada, y ella solo
podía ofrecerle sus manos vacías. Equilibrio per-
fecto, de humanidad y divinidad. Fijémonos en ella
para vivir la infancia espiritual y penetrar así en el
gran misterio de la misericordia.
Pero hay que tener fe en los hermanos, en los
hombres y mujeres que nos rodean cada día. Santa
Teresa de Ávila dice que no hay belleza más gran-
de que el alma de una persona, que es como un
Ü
gran castillo de diamantes o un paraíso que hace
disfrutar a nuestro Señor. ¿Sabemos ver esta belle-
za? La Santa del Carmelo puede decir esto porque
es un alma contemplativa. Contemplar es más que
mirar. Contemplar es dejarse sorprender por lo que
ves,aunqueseaatravésdelvelodelafe.Contemplar
es permanecer en quietud, vacíos de nosotros mis-
mos, dejándonos modelar por el don de la caridad.
La fe en la humanidad viene de encontrar esta be-
lleza en el interior del ser humano, que es imagen
y semejanza del Creador. Desde este atractivo y la
fascinación por la persona, vivir la misericordia
será una necesidad y no la práctica de una virtud
pesada.
Yo veo en usted, Santo Padre, esta fascinación
para todos. Su rostro expresa alegría ante las per-
sonas, sobre todo con las más necesitadas de per-
dón y de consuelo. Usted quiere ir a las periferias
de nuestro corazón donde está el desamor, la frial-
dad y la indiferencia, para llevar –como usted di-
ce– el bálsamo de la misericordia. ¡Oh bálsamo
divino que suaviza nuestras heridas y nos devuel-
ve a los brazos del Padre Eterno donde reposamos
felices y tranquilos!
Ý Contemplar es dejarse sorprender
por lo que ves, aunque sea a través
del velo de la fe
23
cambio de mentalidad
II trimestre de 2015
La belleza más grande
Y nos propone una peregrinación simbólica ha-
cia la Puerta Santa de Roma. Atravesado el umbral
de esta puerta, nos espera la caricia del Señor, el
abrazo eterno, la mirada de amor, la acogida de
nuestra indigencia y la palabra de perdón.
En este Año Jubilar, también yo me propongo
hacer esta peregrinación a Roma, a ser posible, co-
mo un momento extraordinario de gracia. Pero a
la vez me propongo otro peregrinaje más ordina-
rio, del día a día, de lo cotidiano. Peregrinar hacia
los hermanos y prójimos que me rodean y ofrecer-
les lo que soy. Por mí misma soy pequeña, reves-
tida de mis signos pobres, pero con Cristo soy todo
y lo puedo todo. Identificada en esta humanidad
del Señor, quiero poner mi persona al servicio del
Amor. Peregrinar hacia los hombres y mujeres con
mis sentidos iluminados por la fe.
Mirar a los demás y a mí misma con compa-
sión, no desde arriba como juez, sino fijamente, de
tú a tú, sabiendo que todos estamos hechos del
mismo barro. Escuchar a todos, con el deseo del
conocimiento, con el fin de sentir el latido de cada
corazón y encontrar el tesoro escondido en cada
interior. Y mirar con discernimiento para distin-
guir lo que es auténtico y dejar lo que no lo es. A
menudo, más allá de la primera impresión, se es-
conde el manantial de agua viva que el Espíritu
ha derramado en nuestros corazones. Degustar el
ambiente de amor, de paz, de armonía y de cielo
que todos, como buenos artistas guiados por el
Evangelio de Cristo, somos capaces de engendrar
en nuestras familias, comunidades, parroquias y
grupos de trabajo. Tocar con ternura las heridas
que todos llevamos en el corazón. Muchas veces,
mejor que con mil palabras, lo haremos acarician-
do, cogiendo la mano, dando un beso: ¡un gesto
corporal lleno de afecto! Así queremos transmitir
al otro la proximidad, el compañerismo, la delica-
deza. Es la manera humana que tenemos para vi-
vir la misericordia que usted nos propone, Papa
Francisco.
Esta es mi mirada de madre, de esposa, de her-
mana, pero sobre todo de mujer. La mujer, como
usted dice, vive la realidad de la vida humana y
cristiana de una manera diferente, incluso –usted
lo ha dicho–, de manera más rica y más profunda.
Déjeme expresar una vez más mi convencimiento
personal, y lo hago con palabras de san Pablo: «Para
el Señor no hay mujer sin hombre ni hombre sin
mujer» (Co ,). Quizás sea en esta relación en-
tre el hombre y la mujer donde hace más falta la
misericordia, para encontrar la perla del encuentro
y superar el dolor de la separación. En la relación
de amor de ambos encontramos la luz justa y ne-
cesaria para encarar la grande, bonita y apasiona-
da aventura humana y cristiana de nuestro pere-
grinar.
Deseo ser testigo de la misericordia de Dios, y
hacer posible, así, sus intenciones. Gracias por su
mirada de amor. l
Û Usted quiere ir a las periferias
de nuestro corazón donde está
el desamor, la frialdad y la indiferencia,
y llevarle el bálsamo de la misericordia
24 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Escrito del 5 de mayo
de 2000, de la serie
de catequesis mensuales
dirigidas al Seminario
del Pueblo de Dios
por su fundador.
Redactor: Manel Serradell
Maná
Francesc Casanovas
L
a mentalidad evangélica no viene de los hombres. «El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la
tierra, es de la tierra y habla de la tierra» (Jn 3,31). Si obedecemos a Dios, él nos da su Espíritu Santo (cf. Hechos 5,32)
y nos convertimos en testigos de su pensamiento. El Espíritu Santo es el encargado de iluminar nuestro entendimien-
to con una penetrante intuición de las cosas reveladas en la Palabra.
Ser sensatos es poner en el cuerpo el movimiento que procede de los dones del Espíritu. No hay nadie capaz de actuar
según la mentalidad divina. Cuando con humildad aprendemos a amar según el corazón de Jesús y de María, entonces
los movimientos del cuerpo, empujados por la gracia, se armonizan y disfrutamos de la caridad divina por los méritos de
Jesucristo.
Ser sensatos es propio de personas que han madurado en el seno de una comunidad que vive unida en la mutua y
continua caridad. Gracias a la penetración profunda e intuitiva de la Revelación, nos convertimos en contemplativos en la
intuición sencilla de la verdad: «Simplex intuitus veritatis» (Tomás de Aquino, Summa Theologica II-II q. 180 a. 3 ad 1). La
mentalidad nueva del Evangelio es esa penetración profunda de las verdades de fe. Sin prejuicios de ningún tipo aplica-
mos a los casos concretos y singulares de la vida lo que vemos con fe desnuda. El don del Espíritu Santo nos hace probar
gustosamente y sabrosamente las delicias de la luz en la humanidad divina de Jesús.
El proceso de reflexión de la Palabra de Dios se convierte en cuerpo en el pensamiento iluminado por la fe, ayudando
a captar el sentido profundo de las Escrituras. Paso a paso se manifiesta el significado misterioso, las realidades espiritua-
les que, a través de los efectos, nos llevan a las causas. Debemos aprender a preguntarnos a menudo: «¿Por qué he hecho
tal cosa? ¿Qué razón doy de mi manera de actuar?». Esto es propio del don del entendimiento sobrenatural.
Nosotros tenemos el sentir de Cristo (cf. 1Co 2,16) cuando vivimos de la fe y rechazamos los sentimientos del propio
yo. La ceguera espiritual y el embotamiento de los sentidos se oponen radicalmente a la sublime forma de pensar que nos
da el Señor. Lo que no podemos hacer es actuar de una manera burda por falta de sensibilidad ante la belleza en sí misma.
Deberíamos empeñarnos en vivir la bienaventuranza que corresponde a los limpios de corazón, porque estos ven a
Dios. El Espíritu Santo es amigo del recogimiento y de la soledad. «No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios» (Ef 4,30).
Sin Él, no sabríamos nada del misterio trinitario del Dios único; ni de la mirada misericordiosa del Padre ni de la expe-
riencia sabrosa que nos viene del Verbo hecho hombre: «Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
contemplamos y palparon nuestras manos» (1Jn 1,1).
El entendimiento obtuso, los movimientos remolones, el saco pesado de los sentimentalismos que arrastramos con
nuestra inercia y con nuestra inseguridad, nos hacen vivir sometidos e instalados en los instintos carnales. La agilidad del
Espíritu Santo es contraria al andar pesado de los que razonan como los hombres y no como Dios: «¡Tus pensamientos no
son los de Dios, sino los de los hombres!» (Mt 16,23).
El misterio del amor de Dios sólo se deja entrever en la mirada virginal de quienes aman con la caridad enamorada del
Señor. l
Sensatos
24 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
25II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Experiencias de vida
Un jardín de flores
Imma Borrós
N
ací en Manresa (Barcelona) y hace unos diez años
que resido en el País Vasco, viviendo en común con
María Luisa. Mi trabajo forma parte de mi misión
eclesial, en una de las parroquias céntricas de Bilbao.
Me considero privilegiada al poder compartir la vivencia
cristiana con las personas que, por motivos diversos, se acer-
can a la parroquia. Todos estos años de servicio parroquial me
han hecho comprender y, sobre todo experimentar, que la Igle-
sia es un jardín de flores, donde cada una es única y distinta;
y, así, aportando su peculiar belleza y aroma, hacen posible el
jardín entero. Es bien cierto que disfruto mucho conociendo
tantas y tantas flores de este inmenso y precioso jardín.
Mi trabajo es bastante variado, porque tanto puedo estar
haciendo tareas en el despacho parroquial, como realizando
algunos trabajos de mantenimiento de los locales o colaboran-
do en la liturgia. Procuro hacerlo todo con el deseo de servir,
a fin de ir construyendo juntos los espacios del Reino. Cada
día aprendo cosas nuevas, y, cuando me doy cuenta de algún
desacierto, procuro corregirme y tener buen trato con las per-
sonas.
¿Qué destacaría de mi trabajo? Sin duda alguna, lo que
considero más importante y enriquecedor es la relación perso-
nal. Cada persona es un mundo con una inmensidad de regis- Ü
Ý Cuando les abro la puerta
procuro que se encuentren
acogidos y que se sientan en la
parroquia como en su casa
26 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
tros distintos, y esto me hace dar cuenta que cada uno es ama-
do por Dios con un amor único y personal; Él hace de sus
hijos una preciosa obra de arte, esa flor de belleza única de la
que anteriormente hablábamos.
Disfruto mucho acogiendo a las personas y recibiendo su
acogida, amando y dejándome querer. Y todo eso me hace des-
cubrir que el deseo de comunión constituye la co-
munidad parroquial y la proyecta verdaderamente
hacia la misión. Llevaremos adelante tareas y ser-
vicios muy diversos y complementarios, pero siem-
pre en el espíritu de la comunión que nos enseña
Jesús en el Evangelio; con el sello inequívoco de
engendrar vida de familia y comunicación fraterna.
Por ejemplo, por mi situación actual, no parti-
cipo directamente en ningún grupo pastoral con-
creto. Pero cuando puedo colaborar en alguna ta-
rea o servir en alguna pequeña cosa disfruto como
si fuera un miembro activo. Así, por ejemplo, me
gusta ver a los niños que participan de la cateque-
sis, saludar a las personas mayores del grupo de
Vida Ascendente, que se reúnen semanalmente,
relacionarme con los que visitan a los enfermos o
con los que rezan el Rosario, conversar con los jó-
venes de confirmación, etc. Cuando les veo o les
abro la puerta, procuro que se encuentren acogidos
y que se sientan en la parroquia –la Iglesia– como
en su casa. En la parroquia debemos encontrarnos
bien, porque es nuestra familia de fe.
Procuro, entonces, vivir atenta a las personas
con las que me encuentro cada día, tratando de
aprender de cada una de ellas. Ciertamente, no es
cosa fácil, porque a menudo me pueden dominar
los impulsos de la propia psicología o no estoy su-
ficientemente abierta a la sorpresa del otro, acep-
tándolo tal y como se presenta. En cambio, si pro-
curo conocer el fondo de cada uno y le abro el
corazón con deseo de escucha y acogida, disfruto
mucho de la amistad y fraternidad con los hermanos.
Un día, la fe y la perseverancia de una buena mujer me dejó
muy admirada. Ella, que proviene de otro país, manifestaba
una gran devoción a una imagen de la Virgen que tenemos en
el templo. A mí, particularmente, esa imagen no me inspiraba
mucha devoción, porque me parecía que reflejaba un rostro
muy dolorido, que evocaba un cierto sentimiento de tristeza o
desánimo.
Ü
Imma con Mª Luisa, miembro Externo
del SPD, y dos mujeres de la parroquia
Ý El deseo de comunión
constituye la comunidad
parroquial y la proyecta
verdaderamente hacia la misión
27II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
La mujer en cuestión me contaba que había rogado muchas
veces ante esta imagen de la Virgen, para pedirle que su hija,
que vivía todavía en su país de origen, pudiera reunirse pron-
to con ella en nuestro país. Con gran alegría, ya que la cosa
no era fácil, finalmente se pudo conseguir, y la hija se reunió
de nuevo con su madre. Aquella mujer venía todos los días a
dar gracias a la Virgen. Más adelante, sin embargo, me expli-
có que, lamentablemente, su hija había perdido la vida, y la
mujer, naturalmente afligida y afectada, venía a pedir una misa
por ella.
Pero lo que más me llamó la atención de esta historia triste
y chocante fue que ella continuaba arrodillándose ante la mis-
ma imagen de la Virgen, rezando cada día por su hija, enco-
mendándola a Dios y deseando que María fuera ahora la ma-
dre que le diera protección y consuelo. Me impresionó mucho
la experiencia de esta madre, una mujer sencilla que, lejos de
rebelarse, seguía confiando y orando a Dios. Ver cómo la fe
mueve a las personas fue para mí motivo de admiración pro-
funda y de renovación de aquella oración que solemos hacer:
«Jesús, aumenta mi fe.» La experiencia de esta madre me hizo
cambiar la mirada hacia aquella imagen de María. Comprendí
que la Madre nos acoge siempre y en cualquier circunstancia,
y que precisamente esa cara de sufrimiento era probablemente
la adecuada para las personas que cada día se le acercan, con-
fiándole sus dolores y problemas.
Otro momento fuerte y privilegiado de la vida parroquial
se refiere a las personas que han perdido algún familiar o ami-
go. Se trata, ciertamente, de una ocasión única y muy huma-
na de hacernos presentes y cercanos. A mí, de entrada siempre
me produce un gran respeto acoger a los familiares de un di-
funto, sobre todo porque algunas veces lo viven de una ma-
nera dramática, y no sabes cómo hacerles llegar el consuelo.
Sin embargo, cuando es así, procuro, más que decirles muchas
palabras, hacer mío su dolor con gestos de acogida y de escu-
cha, a fin de ofrecer serenidad, proximidad y esperanza cris-
tiana.
Por otra parte, hay familias que viven estos momentos con
fe y serenidad, siendo un verdadero testimonio de fe y resu-
rrección. Yo misma lo he experimentado recientemente con la
defunción de mi madre, una mujer de mucha fe, que hasta el
último momento vivió confiada en manos de Dios. Cuando
nos dejó, a todas las hermanas nos surgía espontáneamente
hacer una oración y agradecer a Dios su larga y fecunda vida.
Y es como si su fe fuera también la nuestra, ya que, a pesar del
dolor, se respiraba un ambiente de serenidad y confianza. Todas
Un jardín de flores
Ü
Aquella cara de sufrimiento era
probablemente la adecuada
para las personas que cada día
se le acercan, confiándole
sus dolores y problemas Þ
28 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
estas experiencias nos ayudan a dar razón de la esperanza y a
agradecer a Dios el consuelo que nos ofrece cuando confiamos
plenamente en su amor.
A veces la vida parroquial puede ofrecer signos pobres, pero
es el lugar privilegiado a través del cual la Iglesia proyecta la
vida del Reino en el mundo de hoy. Esta pobreza nos hace dar
cuenta que sólo el Señor es capaz de llevar adelante la tarea mi-
sionera que Él mismo nos encomienda. En mi caso, procuro
poner toda la dedicación y consagro a ello la vida, sabiendo que
en mi actuación y testimonio me apoyo en la fuerza de su
Espíritu. Pienso que hacemos un fraude al Evangelio cuando
ponemos la confianza en nuestro prestigio o en nuestras pro-
pias fuerzas, o cuando nos creemos algo por nosotros mismos
o buscamos un protagonismo que no nos corresponde.
Prefiero el silencio de los espacios parroquiales, la vida cris-
tiana sencilla que cada día surge a través de las vivencias de fe
anónimas de tantos cristianos. Disfruto creando vida de fami-
lia, para que resuene el mandamiento del amor recíproco que
nos dio el Señor. Sueño con una Iglesia renovada, de nuevos
horizontes, que sabe ir más allá de ella misma para ir a buscar
al pobre y al alejado; siempre, sin embargo, desde esa sencillez
de los signos pobres que nos ayudan a dar protagonismo al
Señor, a contemplar por encima de todo su acción liberadora
en nosotros y a través de nosotros. l
Ü
Todos estos años de servicio
parroquial me han hecho
disfrutar mucho conociendo
tantas y tantas flores de este
inmenso y precioso jardín,
que es la Iglesia Þ
29II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Con los pies en el suelo
El Papa, consciente de que es-
tá escribiendo una exhortación
apostólica, emplea un lenguaje
interpelador que quiere hacer re-
accionar a los católicos –y yo di-
ría, también a los que no lo son–
ante los retos actuales y las
rápidas transformaciones que la
sociedad nos presenta.
La exhortación, sin embargo,
siempre habla en primera perso-
na. Es decir, no habla como de
alguien que mira los problemas
desde fuera, ni meramente como
un analista o un estadista, sino
que se sumerge en el momento
actual; el Papa, como represen-
tante de la Iglesia, nos invita a
zambullirnos en nuestra realidad
actual, ora como corresponsables
de la situación, ora como valien-
tes atletas de la renovación y del
progreso de nuestro mundo. El
análisis sociológico y político
está bien fundamentado, pero lo
que realmente le preocupa es po-
der ofrecer un discernimiento
evangélico: «La mirada del dis-
cípulo misionero, que se alimen-
ta con la luz y la fuerza del
Espíritu Santo» (EG ).
En esta mirada a la realidad,
el Papa argentino se detiene so-
bre todo en el drama de la des-
igualdad y de la exclusión social,
uno de los temas que caracteri-
zan su pontificado. El asunto que
más le preocupa es la llamada
«globalización de la indiferen-
cia», fruto de un individualismo
exacerbado, y productora de un
relativismo que no tiene en cuen-
ta las necesidades básicas ni la
dignidad del ser humano.
Aquí encontramos una enér-
gica invitación a revisar las prio-
ridades de nuestra escala de va-
Mater et magistra
Un pueblo en medio del
mundo y para el mundo
Xavier Estopá
El autor comenta los capítulos
segundo y tercero de «La alegría
del Evangelio» haciendo eco
del deseo de progreso del
Obispo de Roma para la Iglesia
universal. Un progreso que,
como subraya el artículo,
únicamente es posible
desde una mirada realista
y esperanzada hacia
el mundo y la Iglesia
Ü
30 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
lores, poniendo en evidencia las
contradicciones de nuestra socie-
dad: «La cultura del bienestar
nos anestesia y perdemos la cal-
ma si el mercado ofrece algo que
todavía no hemos comprado,
mientras todas estas vidas trun-
cadas por falta de posibilidades
nos parecen un mero espectácu-
lo que de ninguna manera nos
altera» (EG ). Duras palabras
que no quieren dejarnos indife-
rentes.
También hay una fuerte crítica a
la instauración de una injusta
«ley de la selva», favorecida por
los poderes económicos y las cla-
ses acomodadas, que deja una
gran mayoría de la población en
la cuneta de la sociedad. El Papa
apunta como causa principal la
crisis antropológica, una crisis
que tiene como origen el olvido
culpable de la ética y de Dios,
frente a una nueva reedición de
la idolatría del dinero.
Esta manera de vivir requiere
también un análisis del aspecto
cultural, ya que el hombre res-
ponde siempre a la cultura que
él mismo genera. Francisco ex-
pone la injerencia de una subcul-
tura centrada en los aspectos más
superficiales de la experiencia
humana y que, a través de los
nuevos medios de comunicación,
se difunde en todo el planeta.
Llega a decir: «La realidad cede
el lugar a la apariencia» (EG ).
La legítima búsqueda de sentido
del hombre navega, entonces, en-
tre el racionalismo que inhabili-
ta la experiencia trascendente y
un conjunto de sesgadas formas
de espiritualidad.
En este punto, el Papa hace
una autocrítica interesante, ya
que nos enfrenta con el déficit de
las parroquias y de las comuni-
dades cristianas, que a menudo
son poco acogedoras y no tratan
con suficiente seriedad los pro-
blemas de las personas: «La falta
de acompañamiento pastoral a
los más pobres, la ausencia de
una acogida cordial en nuestras
instituciones, y nuestra dificul-
tad para recrear la adhesión mís-
tica de la fe en un escenario re-
ligioso plural» (EG ).
Sin embargo, el obispo de Ro-
ma reconoce también la influen-
cia de la tradición católica en
muchas culturas y nos exhorta a
valorarla como fermento de hu-
manización y como una auténti-
ca manifestación de la presencia
del Espíritu.
Los retos de la comunidad
cristiana
En la segunda parte de este
capítulo, Francisco se ciñe más
al ámbito intracomunitario de
nuestras iglesias. El Papa se ex-
presa aquí como un pastor pre-
ocupado por el rebaño, o, mejor
aún, como un padre de familia
que, con misericordia, contem-
pla todo lo que hay que mejorar
en el propio hogar: «Reconozco
que necesitamos crear espacios
motivadores y sanadores para los
agentes de pastoral, lugares don-
de regenerar la propia fe en Jesús
crucificado y resucitado, donde
compartir las propias preguntas
más profundas y las preocupa-
ciones cotidianas» (EG ).
Su anhelo está declarado ex-
plícitamente, el anhelo de una
Iglesia que manifieste el rostro
atractivo, resplandeciente y go-
zoso de espacios de comunión
fraterna, de auténticos oasis de
solidaridad y de acompañamien-
to recíprocos (EG ). Una Igle-
sia así no se construye por arte
de magia, sino que pide una seria
vida ascética, fundamentada en
la práctica de las virtudes, y una
purificación profunda y sincera
Ü
Ý El Papa, como representante de la Iglesia, nos invita
a zambullirnos en el momento actual, como valientes
atletas de la renovación y del progreso de nuestro mundo
31II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Ü
de ciertas actitudes que impiden
vivir el Evangelio a pleno pul-
món.
El Papa nos advierte contra una
vida que sea aparentemente ade-
cuada a la moral cristiana, pero
que esconda peligros interiores,
como centrarse excesivamente en
uno mismo, o buscar el éxito
personal y el prestigio. Este pe-
ligro del fuero interno se traspa-
sa fácilmente a la vida eclesial, de
modo que podemos caer en lu-
chas de sectores para ocupar el
protagonismo del ágora eclesial,
como si hubiéramos olvidado
que la esencia del Evangelio
apunta al servicio humilde y a la
donación libre de uno mismo.
Estas actitudes atacarían de raíz
la gratuidad, la generosidad, la
conciencia del don, fundamen-
tales para una auténtica evange-
lización, porque no se puede per-
der de vista que el mensaje viene
únicamente de Jesús.
Quedaríamos en zona de ries-
go, también, si nos dejáramos lle-
var por la desilusión y el pesimis-
mo ante la situación actual. Con
gran fe, el Papa nos exhorta a lu-
char contra nuestros miedos y,
llenos de celo y entusiasmo, nos
propone llegar a todo el mundo,
con la conciencia de que quere-
mos ofrecer un regalo. El antí-
doto es alejarnos del individua-
lismo y de creer en las propias
fuerzas, y buscar la fuerza y la
luz de la comunidad cristiana.
El Papa también pide encarar
temas pendientes, como revisar
el papel social y eclesial de la mu-
jer, o buscar una concepción del
ministerio ordenado que real-
mente exprese su condición de
servicio.
En definitiva, Francisco nos
pide regenerarnos a la luz del
Evangelio y ofrecer a todos el
mensaje de liberación y de aper-
tura de Jesús de Nazaret. Con-
cluye el capítulo con el entusias-
mo de un niño evangélico: «Los
desafíos están para superarlos.
Seamos realistas, pero sin perder
la alegría, el coraje y la entrega
esperanzada. No nos dejemos ro-
bar la fuerza misionera» (EG
).
Un pueblo evangelizador
En el capítulo tercero, el Papa
entra en el tema central de la en-
cíclica, el del anuncio del Evan-
gelio. Ante todo quiere dejar cla-
ro que se trata de un anuncio
salvífico, que afecta a la integri-
dad de la persona humana. El
evangelizador debe tener claro,
por lo tanto, que el único que
salva es Dios, y que lo hace mo-
vido por su gran misericordia. Es
lo que Francisco designa como
«el principio de la primacía de la
gracia» (EG ); sólo por pura
gracia los cristianos somos sus
colaboradores, y lo somos como
asambleaconvocadadirectamen-
te por su amor.
Debemos ser muy conscien-
tes, por tanto, de la importancia
de la dimensión comunitaria:
«Nadie se salva solo, esto es, ni
como individuo aislado ni por
sus propias fuerzas. Dios nos
Su anhelo es de una Iglesia que manifieste
el rostro atractivo, resplandeciente y gozoso de espacios
de comunión fraterna, de auténticos oasis de solidaridad
y de acompañamiento recíprocos Þ
Un pueblo en medio del mundo y para el mundo
32 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
atrae teniendo en cuenta la com-
pleja trama de relaciones inter-
personales que supone la vida en
una comunidad humana» (EG
). Y esta característica afecta
también al terreno de la evange-
lización. No sólo porque cada
cristiano tiene el deber y el dere-
cho de proclamar las maravillas
de Dios, sino también porque es
todo el conjunto de la asamblea
que posee la fuerza y el atractivo
de regalar la vida nueva del Rei-
no. Jesús resucitado se ha com-
prometido con esta dimensión
comunitaria, en aquel «dos o tres
reunidos en su nombre» (Mt ,
), y lo hace porque el Reino
implica claramente las relaciones
interpersonales y sociales.
El aspecto social y comuni-
tario da pie al tema de la univer-
salidad, una dimensión que
siempre tenemos que seguir de-
sarrollando y profundizando. La
evangelización cristiana, en efec-
to, no puede dejar de ser sensible
a la inculturación, ni dejar de es-
tar atenta a la diversidad de sen-
sibilidades y culturas, «diversi-
dad de rostros» (EG ). La
evangelización necesita adaptar-
se a toda expresión cultural y en
todo contexto social, no como
un mal menor, sino como un te-
soro de diálogo y de enriqueci-
miento mutuo.
En esta acogida de la diversi-
dad, que debe confluir finalmen-
te en la unidad, conviene consi-
derar el papel de los diversos
carismas al servicio de la evan-
gelización. Debe poder integrar
armónicamente cada carisma en
el conjunto de toda la Iglesia, de
modo que todos ofrezcan su es-
pecificidad como las caras diver-
sas de un único y precioso dia-
mante.
Ciertamente, la cultura de la
unidad posee una fuerza evan-
gelizadora impresionante; pro-
bablemente está todavía poco
profundizada y hace que pida-
mos, siempre de nuevo y con in-
sistencia, el don del Espíritu
Santo, el gran Armonizador de
esta diversidad de pueblos y cul-
turas en la unidad del único
Pueblo de Dios.
Evangelizadores
En esta tarea no valen las ex-
cusas. Francisco nos propone
una Iglesia donde cada bautizado
asuma la responsabilidad de co-
municar su propio descubri-
miento de la novedad del Evan-
gelio.
Esta decisión interior depen-
de únicamente de la necesidad
de transmitir la alegría del kerig-
ma, nunca del estatus social o de
la formación académica del cre-
yente. No podemos eludir nues-
tra tarea evangelizadora, porque
el anuncio es una realidad coti-
diana que se desarrolla en el
mano a mano con nuestros con-
temporáneos, en el testimonio y
en la palabra que abre nuevas
perspectivas, de persona a perso-
na. La evangelización no es un
Ü Ý «Dios nos atrae
teniendo en cuenta la
compleja trama de
relaciones interpersonales
que supone la vida en una
comunidad humana»
33II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
ejercicio de marketing, sino una
comunicación de la salvación vi-
vida «en primera persona»: «Tu
corazón sabe que no es lo mismo
la vida sin Él; entonces esto que
has descubierto, eso que te ayuda
a vivir y que te da una esperanza,
eso es lo que necesitas comunicar
a los demás» (EG ).
Por ello, la audacia evangeli-
zadora es una experiencia perso-
nal, más aliada con el deseo de
comunicar que con las cualida-
des individuales.
Esta realidad, como decía-
mos, tiende a su expresión comu-
nitaria y, por tanto, cultural.
Cuando el Evangelio arraiga en
una cultura, ésta se convierte en
una cultura evangelizadora, con
el rico abanico de posibilidades
que ello supone.
La piedad popular es una cla-
ra expresión; como lugar teoló-
gico, no puede ser despreciada,
sino que se debe redescubrir co-
mo una manifestación del Espí-
ritu capaz de producir un testi-
monio cierto y veraz.
Y, del mismo modo que la
piedad popular se convierte en
expresión de la vida teologal del
pueblo, también lo debe ser el
diálogo con el ámbito académi-
co. En este sentido el Papa pide
explícitamente: «Convoco a los
teólogos a cumplir este servicio
como parte de la misión salvífica
de la Iglesia. Pero es necesario
que, para este propósito, lleven
en el corazón la finalidad evan-
gelizadora de la Iglesia y también
de la teología, y no se contenten
con una teología de escritorio»
(EG ).
La homilía
Una de las formas importan-
tes de la evangelización es la ho-
milía, ya que en ella el sacerdote
puede atraer a la asamblea hacia
la verdad, la belleza y el bien. Pa-
ra lograr este propósito, es im-
prescindible el diálogo con Dios,
con la Palabra y con el pueblo.
Esto implica la experiencia de la
oración, el conocimiento profun-
do y académico de la Escritura y
el conocimiento del pueblo al
que el predicador se dirige: «Un
predicador es un contemplativo
de la Palabra y también un con-
templativo del pueblo» (EG ).
También se pone de relieve el
contexto donde la Palabra es pro-
clamada y comentada: la litur-
gia. Contexto que ciñe la expo-
sición y la orienta, ya que forma
parte de un todo, respecto al cual
no puede ni desentonar ni caer
en un exceso de protagonismo.
Alejándose de toda concepción
de superficialidad, el Obispo de
Roma entiende la homilética ple-
namente insertada en la dona-
ción de vida: «La preocupación
por la forma de predicar también
es una actitud profundamente
espiritual. Es responder al amor
de Dios, entregándose con todas
nuestras capacidades y nuestra
creatividad a la misión que Él
nos confía; pero también es un
ejercicio exquisito de amor al
prójimo, porque no queremos
ofrecer a los demás algo de esca-
sa calidad» (EG ).
A fin de facilitar esta buena
calidad de la predicación, se
aconseja la proximidad del len-
guaje, «hablar con imágenes», y
un tono sugerente y positivo,
alentador.
El kerigma: LaBuenaNoticia
de la misericordia
Finalizando el capítulo, el Pa-
pa hace referencia al kerigma: el
anuncio de la definitiva acción
de Dios, en Cristo, en favor de
la humanidad.
La misericordia abraza y ple-
nifica este kerigma como don de
Dios –iniciativa de su amor– y
reclama la respuesta de cumplir
el mandato del Señor: «Este es
mi mandamiento, que os améis
unos a otros como yo os he ama-
do» (Jn ,). El anuncio de la
misericordia libera e impulsa
para dar a conocer el kerigma;
el cual es designado como pri-
mer anuncio y como eje sobre el
que crecemos y maduramos du-
rante toda nuestra experiencia
cristiana.
Todo esto necesita buscar pa-
ra el anuncio lenguajes auténti-
camente significativos, empapa-
dos de belleza, verdad y bondad,
que manifiesten a los hombres el
misterio. Coherente con este
plan de vida extensivo a todos los
bautizados, que son, al mismo
tiempo, evangelizadores, el Papa
concluye el documento con una
exhortación a convivir con la
Palabra: «Nosotros no buscamos
a tientas ni necesitamos esperar
a que Dios nos dirija la palabra,
porque realmente Dios ha habla-
do; ya no es el gran desconocido,
sino que se ha mostrado. Acoge-
mos el sublime tesoro de la Pa-
labra revelada» (EG ). l
Un pueblo en medio del mundo y para el mundo
34 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Personalidad
Pensamiento breve
La personalidad de cada cual
está enraizada
en la mirada amorosa y gratuita
de Jesucristo.
Y nosotros, también con gratuidad
de amor y amistad, le conocemos como
el Hijo de Dios hecho hombre.
Todos, incluso el diablo,
podemos ser portavoces de este gran
acontecimiento histórico.
Pero tan sólo pueden ser sus testigos
los amigos íntimos de Dios –Misterio
trinitario–. Estos amigos
confirman la palabra de Jesús
con la fe y con la fuerza de las obras.
Francesc Casanovas
35II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
E
l genial artista de la Roma barroca, Gian
Lorenzo Bernini, después de haber sido el
preferido del papa Urbano VIII, con la
muertedeéste()ylallegadadelpapaInocencio
X, cayó en desgracia víctima de las conspiraciones
de la corte papal y de las acusaciones debidas al
proyecto fracasado de erigir dos campanarios en
la basílica de San Pedro. El cardenal veneciano
Federico Cornaro aprovechó que Bernini había
sido apartado de los grandes encargos papales para
encomendarle la realización de una capilla fune-
El Éxtasis de Santa Teresa
Carlos Rivas
El Éxtasis de Santa
Teresa (o
Transverberación de
Santa Teresa), obra
realizada por Gian
Lorenzo Bernini entre
1647 y 1651, es
considerada una de las
obras maestras de la
escultura barroca. Se
encuentra en una capilla
lateral del transepto de
la Iglesia de Santa María
de la Victoria, en Roma.
raria en la iglesia de Santa María de la Victoria,
para su familia Cornaro, y que fuera dedicada a
santa Teresa de Jesús, recién canonizada el .
La repercusión que tendrá el Éxtasis de Santa Te-
resa, de Bernini, junto con alguna otra obra de ese
momento, hará cambiar la suerte del artista, al
darse cuenta Inocencio X de que no podía ignorar
un genio como Gian Lorenzo.
A menudo el comentario de esta obra de Bernini
se centra en el conjunto escultórico del ángel y la
Santa, que ciertamente es la parte central y más
Arte y vida
Ü
36 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
Fotos:CarlesRivas
37II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
relevante, pero para entenderla bien hay que tener
en cuenta que Gian Lorenzo planteó con cuidado
todo el espacio de la capilla como un escenario
donde expresar el Éxtasis de la Santa.
El concilio de Trento (-) había recomen-
dado que mediante el arte religioso «se expongan
a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de
los santos, y los milagros que Dios ha obrado por
ellos, para que den gracias a Dios por ellos, y adap-
ten su vida y costumbres a los ejemplos de los mis-
mos santos; y para que se ejerciten a adorar, amar
a Dios y practicar la piedad» (Sesión XXV). Es de
esta manera que Gian Lorenzo concibe la obra:
nos ofrece la oportunidad de compartir la contem-
plación de la experiencia de Dios que experimen-
tó santa Teresa. Y nos lo expone como si se trata-
ra de una representación teatral a la que estamos
invitados.
La familia Cornaro asiste al acto desde las tri-
bunas que Bernini coloca a cada lado de la capilla;
nosotros asistimos desde la platea, desde la nave
de la iglesia. La disposición escenográfica es evi-
dente.
Bernini desarrolló una concepción artística
donde trataba de unir, dentro de la obra de arte,
la arquitectura, la pintura y la escultura; lo llamó
el bel composto, y la capilla Cornaro de Santa María
de la Victoria es un buen ejemplo de ello.
Gian Lorenzo utiliza un texto de la santa como
coronamiento de la obra: unos angelitos sostienen
la declaración de amor de Cristo a Teresa en sus
«bodas místicas»: Nisi coelum creassem, ob té sola
creasem (Si no hubiera creado el cielo, para ti sola
lo crearía). Por debajo de esta leyenda ocurre todo,
ángeles y putti de estuco con cintas de flores de
azahar decoran el arco de entrada a la capilla.
Detrás de ellos más ángeles, ahora pintados con
instrumentos y llenos de movimiento, enmarcan
un cielo abierto, en fiestas, donde el Espíritu Santo
en forma de paloma es el centro. Este cielo irrum-
pe en el techo de la capilla, escondiendo las formas
arquitectónicas de la bóveda y es iluminado por
un ventanal con una vidriera de la Santa con un
libro abierto en una mano y una pluma de escriba
en la otra, acompañada de un angelito.
Abajo, entre la profusión de colores y formas
de mármoles y alabastros, a cada lado de la capilla
se abre un palco donde están esculpidos los miem-
bros de la familia Cornaro que contemplan y co-
mentan la escena principal, como invitando al es-
pectador a hacer lo mismo. El escenario central se
encuentra enmarcado por una estructura convexa
en forma de retablo con unas columnas y frontis-
picios truncados. Dentro de este escenario se de-
sarrolla la acción hacia la que converge toda la ca-
pilla: la magnífica escultura de Bernini donde se
encuentra la Santa en éxtasis y un ángel con una
flecha en la mano. Gian Lorenzo construyó una
linterna exterior en la fachada para hacer entrar la
luz de forma que iluminara la escultura cenital-
mente, deslizando la luz por unos rayos dorados
que descienden hasta la escena.
La obra representa un célebre fragmento del
Libro de la Vida (,), la autobiografía de santa
Teresa de Jesús, donde la santa explica una visión:
«Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta
visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquier-
do, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por
maravilla; aunque muchas veces se me representan
ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada
que dije primero. En esta visión quiso el Señor le
viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso
mucho, el rostro tan encendido que parecía de los
ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan.
Deben ser los que llaman querubines, que los nom-
bres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo
hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de
otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las
manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro
me parecía tener un poco de fuego. Este me pare-
cía meter por el corazón algunas veces y que me
llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las
llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor
grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me
hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la sua-
vidad que me pone este grandísimo dolor, que no
hay desear que se quite, ni se contenta el alma con
menos que Dios. No es dolor corporal sino espi-
ritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo,
y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa Ü
El Éxtasis de Santa Teresa
38 II trimestre de 2015
cambio de mentalidad
entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad
lo dé a gustar a quien pensare que miento.»
Bernini representa la escena central con már-
mol de Carrara, trabajado con gran virtuosismo,
enmarcada por el escenario y con un fondo de lu-
minosos rayos dorados que descienden hacia las
figuras. El ángel se mantiene erguido ante la Santa,
abriéndole el vestido por el pecho de donde acaba
de extraer la flecha dorada que mantiene en la ma-
no derecha. El ángel mira complacido y sonriente
el gesto extasiado de Teresa. Ella suelta su cabeza
con los ojos entornados, casi cerrados, y la boca
entreabierta por la que parece salir un gemido. Su
cuerpo queda abandonado, la mano izquierda
cuelga sin fuerza, así como el pie izquierdo, des-
calzo –recordando el nombre de la orden reforma-
da por la Santa–. Tan sólo el pie derecho se apoya
precariamente en la roca-nube, la mano derecha
descansa entre los pliegues del vestido, con los de-
dos despegando en un movimiento que recuerda
las llamas de un fuego vivo. Gian Lorenzo se re-
crea en los pliegues del vestido, llenando la escena
de un movimiento y una fuerza que supera el ca-
Ü rácter estático del material utilizado, confiriendo
al estático mármol un dinamismo sublime. El con-
traste entre la quietud de su cuerpo y el movimien-
to de los vestidos transmite maravillosamente el
sentir del momento. La Santa se nos presenta llena
de un sentimiento de dolor y placer, que «no desea
que se quite».
No son extrañas las críticas que pronto recibió
la obra, ya que se veía un marcado carácter de éx-
tasis sexual. Realmente Bernini representa esplén-
didamente una mujer abandonada al placer que
ha conquistado todo su cuerpo. Pero quien se que-
de con ello hará como el necio que, cuando el sa-
bio apunta hacia las estrellas, su mirada limitada
sólo ve el dedo que los señala. La experiencia mís-
tica de santa Teresa, ella misma la describe como
espiritual, pero en la que el cuerpo no deja de par-
ticipar. Es evidente que la experiencia va más allá,
porque no es frecuente que el éxtasis divino trans-
forme y transmita la fuerza para llevar adelante la
obra de Dios. Es de agradecer contemplarlo en
Teresa de Jesús mediante esta genial obra de Ber-
nini. l
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Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer

  • 1. revista de pensamiento cristiano - núm. 94 - II trimestre de 2015revista de pensamiento cristiano - núm. 94 - II trimestre de 2015revista de pensamiento cristiano - núm. 94 - II trimestre de 2015 Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
  • 2. Sumario 3 Pórtico 4 Entrevista a... Rómulo Cuartas Santa Teresa: reto, denuncia y propuesta. Xabier Segura 9 Pensamiento Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer. Xabier Segura 20 Perfil de Evangelio Su presencia. Vicenç M. Farré 21 Mirada de mujer La belleza más grande. Carta abierta al Papa Francisco. Lourdes Campi 24 Maná Sensatos. Francesc Casanovas 25 Experiencias de vida Un jardín de flores. Imma Borrós 29 Mater et magistra Un pueblo en medio del mundo y para el mundo Xavier Estopá 34 Pensamiento breve Personalidad. Francesc Casanovas 35 Arte y vida El Éxtasis de Santa Teresa. Carles Rivas Núm. 94 / II trimestre de 2015 4 € Edita y distribuye: Seminario del Pueblo de Dios C. Calabria,   Barcelona Tel.     editorial@spdd.org www.spdd.org Dirección: Xavier Estopá Redactores: Joan Perera, Francesc Boqueras Corrector: Xabier Segura Secretaría y maquetación: Carme Fainé Impresión: Impremta Barnola (Guissona) ISSN: - Depósito Legal: B-- SPDEdicions
  • 3. Pórtico 3II trimestre de 2015 cambio de mentalidad E n el año  la Iglesia celebra el quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús con un año jubilar teresiano. De esta manera se nos brinda la oportunidad de contemplar la vivencia humana y espiritual de esta hermana mayor en la fe. Los cristianos somos por naturaleza personas de reflexión; nuestra fe nos lleva a rememorar las hazañas que el Señor ha obrado en su Iglesia en las diferentes etapas de la historia. Por eso hoy nos fijamos en Teresa de Jesús, para que, contemplando una mujer de su época y situándola en el marco de sus circunstancias históricas concretas, nos infunda su espíritu emprendedor y su firme confianza en la acción del Señor a través de su enseñanza y acción eclesial. A veces la admiración por los santos produce cierta sensación de inaccesibilidad o distancia, y puede parecer que su peculiar experiencia de Dios nos sobrepasa y desborda. Ciertamente les profesamos respeto y veneración; pero, al mismo tiempo, la Iglesia nos los propone como modelos y ejemplos a seguir. Los santos, precisamente porque son auténticos cristianos, son muy humanos. Son personas como nosotros, con defectos y virtudes; desde su profunda indigencia han sentido la mirada misericordiosa del Señor y han escuchado una llamada particular a seguirle, subrayando algún aspecto concreto del Evangelio. Pero el Concilio Vaticano II nos dice que todos los cristianos sin exclusión estamos llamados a la santidad (cf. Lumen Gentium, ). Por ello merece la pena conocer los testimonios de esos hermanos nuestros, tomando conciencia de que el don de Dios que ellos acogieron en sus vidas no es de ninguna manera incompatible con sus limitaciones y defectos. El presente número de Cambio de Mentalidad es, fundamentalmente, una invitación a acercarnos a la santa doctora de Ávila, una mujer verdaderamen- te apasionada por la humanidad divina de Jesús. Para quienes trataron personalmente con ella les supuso una interpelación. Os invitamos a saborear el testimonio cristiano de una mujer que también hoy puede ser para nosotros un motivo de renovación de la propia fe. En la entrevista conversamos con Rómulo Cuartas, carmelita y estudioso de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. En el artículo de pensamiento, Xabier Segura nos introduce en la vida y el pensamiento de la Santa. Y en la sección «Arte y Vida» Carlos Rivas nos presenta la obra escultórica de Bernini: «El Éxtasis de Santa Teresa». Os deseamos una lectura muy provechosa. l
  • 4. 4 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Entrevista a... Santa Teresa, reto, denuncia y propuesta Xabier Segura Durante este año se está ce- lebrando un año teresiano, con el V centenario del nacimiento de Teresa de Jesús. Teresa es una mujer del siglo XVI. ¿Cuál es su mensaje para una sociedad mo- derna y globalizada en el siglo XXI? En su lenguaje narrativo des- complicado y seductor, santa Te- resa es un reto, una denuncia y una propuesta. Nos reta a un co- nocimiento real de nosotros mis- mos y del valor personal de cada ser humano. Hasta llega a afir- mar que es «gran bestialidad» no saber bien quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Por eso denuncia la identidad ar- tificial que nos ha impuesto la sociedad de consumo que nos in- duce a pensar que valemos más por el cumplimiento de estereo- tipos y esquemas mentales idea- dos para hacernos pensar que va- lemos por lo que consumimos, por lo que poseemos o por nues- tra capacidad de dominar a los demás. Se nos induce a anular lo mejor de nosotros mismos, que es la dimensión trascendente de nuestro ser, para generarnos la angustia de estar siempre consu- miendo, lo que no tiene ninguna capacidad para saciar nuestra verdadera naturaleza e identi- dad. Mientras la sociedad de consumo concretada en el llama- do «estado del bienestar» nos convence de que somos lo que consumimos, Teresa nos dice con toda su fuerza: «Eres lo que es tu relación con Dios.» Por eso la propuesta o anuncio teresiano apunta a lo esencial, a lo más hondo de lo humano: no somos una realidad oscura y sombría sino que nuestro interior es una realidad luminosa donde «hay una morada para Dios», que ha- bita en todo ser humano. Rómulo Cuartas Londoño Religioso y presbítero de la Orden de Carmelitas Descalzos. Doctor en teología y especialista en mística cristiana, con especial énfasis en los místicos españoles del siglo XVI: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Desde hace algunos años trabaja como vice-rector y profesor del Centro Internacional Teresiano-Sanjuanista de Ávila (CITES). Es además autor de numerosos artículos y libros relacionados con la mística y la espiritualidad
  • 5. 5II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Dios inhabitante en todos no ha- ce distinción alguna por razones de género. Teresa nos pone en plano de igualdad ante Dios y desde ahí denuncia toda discri- minación, exclusión y someti- miento no sólo de la mujer sino de cualquier ser humano. Por eso más que de un feminismo en el sentido en que lo entendemos hoy, en Teresa podemos hablar de un humanismo en el cual se incluye la peculiar riqueza de la identidad del género femenino, pero sin perder de vista que la meta que ella propone para to- dos, hombres y mujeres, es la identificación o configuración con Cristo, en el cual se superan estas discriminaciones nacidas del afán de dominio y de la arro- gancia, ajenas a Cristo y a su mensaje. El Papa Francisco ha dicho que es necesario elaborar una teología de la mujer en la Iglesia, descubrir el papel de la mujer. ¿Nos aporta Teresa de Jesús ele- mentos significativos para esta reflexión? ¿Cuál sería el papel de la mujer en la Iglesia, según el pensamiento de Teresa de Je- sús? Ciertamente hace falta una profunda y amplia reflexión teo- lógica sobre la mujer que supere una teología sesgada y medida sólo desde la vertiente patriarcal, en sí misma excluyente, y que ha- ga gala de la igualdad fundamen- tal de todo ser humano. No se trata de una teología reivindica- nuevas relaciones entre las per- sonas, encontrar el verdadero fundamento para la solidaridad, la justicia, el respeto por la natu- raleza, un nuevo orden econó- mico. Según santa Teresa todo puede ser nuevo si surge de la experiencia de Dios y apunta a Dios como máximo bien: «Sólo Dios basta… quien a Dios tiene nada le falta». ¿Se podría valorar a Teresa de Jesús como una defensora de la mujer, en la sociedad y en la Iglesia? ¿Es Teresa de Jesús fe- minista? Por su profunda identidad con Cristo en el contexto lace- rantemente machista de su siglo, no superado todavía hoy, santa Teresa es una profunda defenso- ra de la mujer en cuanto con su vida, en su praxis y en su pro- puesta apunta a superar toda dis- tinción o exclusión por razones de género. Reclama con fuerza el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad con base en un fundamento muy sólido. Tanto el varón como la mujer son imagen y semejanza del mismo Dios; es el mismo Dios el que vive en el interior de las mujeres como en el de los hombres, y ese Ü ¿Cuál sería su aportación fundamental a la espiritualidad y a la vida de la Iglesia? La espiritualidad teresiana es simple, consistente y responde a nuestra naturaleza. No se distrae con métodos o prácticas compli- cadas. Apunta al campo relacio- nal. Esta espiritualidad relacio- nalnosllevaaestarenpermanente contacto con nuestra propia in- terioridad, en cuyo fondo habita quien sabemos nos ama, quien siempre nos escucha, y donde en- contramos criterios y valores de vida para disfrutar de una vida auténtica sin dependencias ni es- clavitudes. De ahí que la Iglesia, inspirada y enseñada por Teresa tienda a vitalizarse y hacerse más creíble por la vía de la experien- cia de Dios. Ya la Iglesia tiene bien claro, que más que de un proceso de adoctrinamiento se trata de comunicar la experiencia del encuentro con el Dios vivo y verdadero en el interior de cada persona y así establecer unas Ý Teresa nos dice con toda su fuerza: «Eres lo que es tu relación con Dios»
  • 6. 6 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad tiva de género, pues creo que la mujer no busca desplazar o desconocer al varón, sino ser reconocida en su dignidad, en su identidad y en sus capacidades con igualdad de oportu- nidades. Se trata de una teología que de- sarrolle, con todas sus consecuencias prácticas aquello de san Pablo: en Cristo Jesús ya no hay esclavo ni libre ni hombre ni mujer ya que todos somos uno en Cristo (Ga ,- ). En este sentido, santa Teresa, que sufrió profundamente ese an- ticristianismo, marcado por el machismo, es una voz profética limpia y llena de luz: «…ni abo- rrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, a las mujeres, antes las favorecis- teis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres… por- que veo los tiempos de manera que nos es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres» (CE ,). La Santa habla siempre desde su experien- cia de comunión con Cristo. Y en el trato que recibe de Él ve que no sólo no la excluye sino que la identifica con Él mismo hasta lle- gar a decirle: «Ya sabes el despo- sorio que hay entre tú y yo, y ha- biendo esto, lo que yo tengo es tuyo y así te doy todos los traba- jos y dolores que pasé y con esto puedes pedir a mi Padre como cosa propia» (CC ). De tal ma- nera que, según la experiencia de santa Teresa, ninguna función, ministerio o misión está vetada a la mujer, como tampoco a nin- gún hombre se excluye de la ex- periencia de unión con Cristo que ella expresa bajo el símbolo del matrimonio espiritual. Si to- dos somos uno en Cristo Jesús, asumimos como propia la misión de Cristo, según la medida del don de Dios, para el bien común. En esta proyección el Papa Fran- cisco y Teresa coinciden en volver a lo más genuino del Evangelio para vivirlo en lo más cotidiano de nuestro existir. Teresa de Jesús era conside- rada por algunos como ilumi- nada y heterodoxa, y su doc- trina fue analizada por la Inquisición. Hoy es doctora de la Iglesia, aunque tuvo que su- frir mucho. ¿Cuál fue la relación de Teresa de Jesús con la jerar- quía eclesial? ¿De qué manera es ella obediente y fiel a la Igle- sia? En muchos casos todas aque- llas sospechas nacían del miedo a los nuevos movimientos tanto teológicos como espirituales. Más que temer a los posibles errores temían a su propia igno- rancia, a su inmovilismo intelec- tual y a su carencia de experien- cia espiritual. Por eso les resultaba más fácil sospechar, perseguir y condenar que cambiar y abrirse a la fuerza del Evangelio. Por eso la Santa lamenta tanto la postura de le- trados y teólogos más predis- puestos a decir: «¡¡Demonio, de- monio!!» donde podían decir: «¡¡Dios, Dios!! (V ,). Como decíamos antes, Teresa no sólo fue reconocida en vida como santa sino que muy pron- to, después de su muerte, se la reconocía como doctora en las cosas de espíritu. De tal manera Ý Nos reta a un conocimiento real de nosotros mismos y del valor personal de cada ser humano Ü
  • 7. 7II trimestre de 2015 cambio de mentalidad que, como afirmó el Papa Pablo VI en , la Iglesia más que proclamar a Teresa de Jesús doc- tora de la Iglesia lo que hizo fue reconocerle un doctorado que ya ostentaba desde mucho tiempo atrás, aunque fuera un doctorado forjado en la criba de la sospecha ylaincomprensión,especialmen- te en la que la santa llamaba «contradicción de buenos», entre quienes hubo obispos, frailes de su misma Orden, teólogos, con- fesores, miembros del clero, reli- giosos y hasta religiosas. Pero, en general las relaciones de Teresa con la jerarquía fueron cordiales, obsequiosas y de res- petuoso acatamiento, aunque muchas veces lamenta los incom- prensibles obstáculos que encon- tró en algunos. Porque su fidelidad a la Iglesia tiene un fundamento más fuerte que la fragilidad humana y ve en la Iglesia y en sus ministros a Cristo mismo a quien conoce y con quien se relaciona cada día en intensa comunión. Por eso no se deja distraer por sus fallos. Su reacción ante sus incomprensio- nes y resistencias es que Cristo tiene poder para sacar adelante su obra y que se sirve de con es- tos obstáculos para hacerla más consistente. Por eso la fidelidad de Teresa a la Iglesia es fidelidad a Cristo cuyo cuerpo es la Iglesia. De ahí que su postrera exclama- ción: «Muero hija de la Iglesia» se pueda interpretar como un canto a la fidelidad de Cristo y una acción de gracias por haber- la mantenido fiel en esta media- ción humana de la Iglesia que no carece de fallos pero que la sos- tiene en la fidelidad del Señor. Son famosas las palabras del nuncio del Papa, Felipe Sega, que definen a la santa como «an- dariega, desobediente y contu- maz». ¿Cómo era la personali- dad humana de Teresa de Jesús? Dentro de los esquemas men- tales del momento, especialmen- te en lo tocante a la mujer, tanto en la sociedad como en la Iglesia, las palabras del Nuncio segura- mente fueron aplaudidas por muchos. El estancamiento inte- lectual, la estrechez de miras y la poca experiencia para captar algo que superaba su horizonte inte- lectual y espiritual no daban pa- ra más. Más que censurar a Te- resaelNuncioylosqueleseguían estaban expresando su temor, su miopía y su habilidad para abu- sar del poder descalificando a quien tenía la cabeza unos me- tros por encima de las suyas. Porque la Santa, cuando em- pieza su «vida pública» como fundadora, ya tiene experiencia de muchas cosas, se ha leído mu- chos libros, conoce y ha tratado con los más sobresalientes teólo- gos y biblistas del momento, lle- va años de profunda experiencia de comunión con Cristo y tiene fundada su esperanza y su segu- ridad en Dios. Por eso desde esa atalaya desde donde se ven todas las verdades tiene una libertad avasalladora y desconcertante. Una libertad que la hace seduc- tora e irresistible para algunos y temible para otros. Anda en la verdad que la hace libre delante Ü Santa Teresa: reto, denuncia y propuesta de todos, y su sola presencia des- enmascara y hace dudar especial- mente a los mediocres que ponen su seguridad en autoridades pos- tizas. Esa personalidad tan pro- fundamente humana la hace simpática, buena conversadora, clara en sus planteamientos, nunca susceptible de ser intimi- dada ni con amenazas ni con censuras ni con descalificacio- nes. Por eso goza de una alegría profunda que nadie le puede qui- tar y hace gala de buen humor. Tiene una libertad avasalladora y desconcertante. Una libertad que la hace seduc- tora e irresistible para algunos y temible para otros Þ
  • 8. 8 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Ü Así consigue que ni a ella ni a sus monjas puedan quitarle «esa or- dinaria alegría que siempre traen consigo.» Teresa es conocida especial- mente por sus experiencias mís- ticas extraordinarias (levita- ción, transverberación, etc.) que han quedado reflejadas en obras de arte como el Éxtasis de Santa Teresa de Bernini. ¿Qué impor- tancia tienen estas experiencias dentro de su doctrina? ¿Qué es la mística, dentro de la doctrina teresiana? Ciertamente Teresa disfrutó y sufrió singularísimas experien- cias místicas que presenta con tal fuerza narrativa que muchas ve- ces han tenido más acogida las figuras y comparaciones con que las narra que la experiencia que nos quiere comunicar. Pero ella misma no se cansa de advertir que ese es el camino peculiar por donde ha querido llevarla el Se- ñor a ella; que a cada persona la lleva por el camino que le es más conveniente; y que lo que impor- ta no son los fenómenos extraor- dinarios sino «los dejos que de- jan», es decir, los efectos que producen en la vida creyente, que siempre en Teresa se reducen a dos: crecimiento en el amor de Dios y crecimiento en el amor al prójimo. Si no dejan estos efectos ninguna oración y tampoco nin- guna experiencia extraordinaria puede considerarse verdadera. Es la aplicación en radicalidad de la máxima evangélica: «por sus fru- tos los conoceréis» (Mt ,) La Santa no descarta las ex- periencias místicas extraordina- rias en nadie. Pero no fundamen- ta en ellas ni sus enseñanzas ni sus propuestas. Lo que realmen- te es fundamento para ella es la comunión con la voluntad de Dios y cumplirla. De ahí que po- damos decir que para la Santa la experiencia mística es recibir con tanta humildad la voluntad de Dios que no tengamos otro em- peño que ponerla por obra en la entrega a los demás. Así, cuanto más servimos y nos entregamos al prójimo, más unidos estamos con Dios y esa será la experiencia mística más profunda, así no se dé ni un asomo de fenómenos extraordinarios. Ante el reto eclesial de la Nueva Evangelización, ¿qué nos aporta Teresa de Jesús? En consonancia con lo que hemos dicho anteriormente, el encuentro de Teresa y el Papa Francisco se da en la sugestiva propuesta de volver a la simpli- cidad del Evangelio con el mis- mo ardor con que lo vivieron las primitivas comunidades cristia- nas que interpelaban a todo el que las veía vivir, y de quienes arrancaban esa admiración con- tenida en la expresión: «¡Mirad cómo se aman!». Lo que realmente interpela con eficacia y mueve a un cam- bio radical de vida es el testimo- nio sencillamente vivido y hu- mildemente comunicado. Decir Teresa de Jesús es decir experien- cia, fidelidad, entrega: Experien- cia del Dios vivo y verdadero sin glosas, manipulaciones o tergi- versaciones. Es la experiencia de recibir a quien me busca; escu- char a quien me habla; mirar a quien me mira; caminar con quien siempre está conmigo por- que vive en lo más íntimo de mi ser. Fidelidad a quien siempre ha sido fiel y no puede dejar de ser- lo porque sería negarse a sí mis- mo. Una fidelidad que es entrega permanente y siempre me está impulsando a querer darle con- tento en aquellos en quienes más y mejor se manifiesta, que son los pobres, los excluidos, los mi- grantes, los sin techo, los sin es- peranza. Para Teresa los grandes dones de Dios y Dios mismo no se me dan para que me encierre en la indiferencia a gozar de lo que me da. Lo pierdo todo si no lo entrego. l Û La Iglesia, inspirada por Teresa, tienda a vitalizarse y hacerse más creíble por la vía de la experiencia de Dios 8 II trimestre de 2015
  • 9. 9II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer L a vida de Teresa de Jesús coincide con el rei- nado de Felipe II, que regentó un «imperio donde no se ponía el sol». En la época pos- terior al cisma protestante y anglicano, Felipe fue un rey profundamente religioso que puso todo su esfuerzo en defender la fe católica. La política y la religión iban unidas y el imperio usaba todo su poder también para detener las herejías y castigar El autor nos introduce en la historia de amor de la Santa de Ávila y su encuentro esponsal con Jesús, mostrando las circunstancias concretas y las dificultades que rodearon su itinerario vital, y subrayando la novedad que representó para la historia de la espiritualidad eclesial Pensamiento Xabier Segura a sus promotores, fortaleciendo así la unidad po- lítica. En aquella época la Inquisición asumió un papel judicial junto al poder secular, persiguiendo herejes y exigiendo conversiones. Mientras Europa se desangraba en guerras de poder de connotaciones también religiosas, Teresa de Jesús iniciaba una aventura interior que generó una pequeña reforma descalza y una gigantesca Ü cambio de mentalidad
  • 10. 10 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad hazaña espiritual. Así fue como unas pobres mujeres «de ruin condición» mostraron, quizá mejor que nadie, los caminos del Espíritu en el seno de la Iglesia. De hecho, fueron las guerras religiosas con el protestantismo, unidas al entusiasmo por la evangelización de América, que impulsaron la Reforma teresiana: «En este tiempo vinie- ron a mi noticia los daños de Francia y el es- trago que habían hecho estos luteranos y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Dime gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le su- plicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían; y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poqui- to que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pu- diese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y podría yo contentar en algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y le- trados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien...» (Camino de Perfección ,). En una época en que aparentemente todo el mundo era religioso, Teresa consideraba que, en realidad, Dios tiene pocos amigos, constatando el escaso agradecimiento que los cristianos solemos mostrarle. La respuesta de Teresa a los males de su época consiste en ofrecer su «determinada determina- ción», para ser ella misma amiga verdadera de Dios, entregándose a Él del todo y enseñando a sus monjas a hacer lo mismo. De esta manera, la comunidad orante intercedía por todos y se soste- nía la vida activa de la Iglesia con la oración de las primeras descalzas. Buscando la plenitud El Libro de la Vida nos relata el itinerario hu- mano y espiritual de una mujer singular, que sor- prende por su valentía y su fuerza. Durante mu- Ü Ý La respuesta de Teresa a los males de su época consiste en ofrecer su «determinada determinación», para ser ella misma amiga verdadera de Dios
  • 11. 11II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Ü chos años, ella vivió una insatisfacción interior que, en realidad, escondía una búsqueda apasionada de la verdad. De pequeña, la muerte de su madre le provocó un vacío, que buscará llenar con una mirada inte- rior hacia la Virgen, a quien adoptó, a partir de en- tonces mismo, como sustituta de la madre ausente. La proximidad de la muerte le hizo reflexionar, y de ahí nacerá su deseo de vida «para siempre». Sien- do muy pequeña animó a su hermano Rodrigo a ir a tierra de musulmanes para sufrir el martirio y así poder conseguir, «tan fácil», la vida eterna y la visión de Dios. Un tío suyo los recogió fuera de la ciudad y los devolvió a su casa. Más adelante de- cidió hacerse monja, pensando que era el camino «más seguro» para salvarse, y con veintiún años entró en el convento de la Encarnación de Ávila. Teresa pasó muchos años de vida religiosa en una sorda lucha en busca de una plenitud que no acababa de llegar. Estaba frecuentemente enferma, y llegó al umbral de la muerte. Dañada y debili- tada inició un camino nuevo, guiado por la ora- ción interior que aprendió en lecturas espirituales: «Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba repre- sentar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor –a mi parecer– de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí [...] En especial me hallaba muy bien en la ora- ción del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor [...] Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era mon- ja, porque me dijeron se ganaban muchos perdo- nes. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mu- cho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguar- me para dormir» (Libro de la Vida ,). La santa aprendió a vivir la oración como una experiencia de interioridad, alejándose de las dis- tracciones y concentrándose en la figura de Jesús, a quien sentía más cercano en momentos de sufri- miento y soledad, como en el huerto de los Olivos. Iba perseverando en la actitud orante de ponerse en su presencia, de estar con Él. Finalmente, después de dieciocho años de vida religiosa, cuando ella tenía treinta y nueve, vivió una importante experiencia de conversión que marcó desde entonces su vida: «Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrójeme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle […] Esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi con- fianza en Dios. Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, por- que fui mejorando mucho desde entonces» (Libro de la Vida ,.). El cambio radical de Teresa nació al contemplar la humanidad sufriente de Cristo, entregado por amor a nosotros, el cual le suscitó el deseo de responder generosamente. También encontramos una actitud radical de abandono en manos de Dios, en pugna con Él: «Que no me ha- bía de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba.» Es la lucha de la fe, como la de Israel con Dios (cf. Gn ,-), de la que nace una he- rida de amor que acompañará a Teresa a lo largo de toda su vida. Un itinerario de amistad y amor Para Teresa la vida cristiana es un camino de oración. Es famosa su definición: «No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amis- tad, estando muchas veces a solas con quien sabe- mos nos ama» (Libro de la Vida ,). Vemos aquí Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer
  • 12. 12 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad la esencia de la oración como una experiencia de reciprocidad: de nosotros a él (tratar de amistad), y de él a nosotros (con quien sa- bemos que nos ama). Una expe- riencia que exige repetición y per- severancia, intimidad personal. En el proceso de la oración te- resiana se descubre una evolu- ción. Primero es ella la que, si- guiendo la doctrina de algunos textos de espiritualidad de su época, dirige su mente hacia las imágenes de Cristo o hacia esce- nas imaginadas del Evangelio. Posteriormente estos libros fue- ron prohibidos, y ella se ve em- pujada a encontrar la luz en la voz interior de Jesús: «Cuando se qui- taron muchos libros de romance, que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya, por dejarlos en latín; me dijo el Señor: No tengas pena, que Yo te daré libro vivo… Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades» (Libro de la Vida ,). El Jesús imaginado pasa a ser una presencia interior. En el camino espiritual Teresa busca a Jesús en su humanidad, como amigo, y va descubrien- do con sorpresa un itinerario que va de la amistad al desposorio, a la unión plena y transformada en el Amado. En sus primeras etapas Teresa era un poco reticente a asumir el símbolo esponsal como clave iluminadora del camino espiritual. Las mon- jas eran denominadas comúnmente «esposas de Cristo», pero ella era consciente del papel de la mujer casada en su tiempo, más bien sometida a una sociedad de matriz patriarcal, sin capacidad de decisión y dominada, sin posibilidad de estu- diar ni de enseñar. En cierto sentido, con su pro- yecto fundacional, Teresa crea nuevos espacios de libertad y crecimiento humano y espiritual para las mujeres. Con el paso del tiempo, el mismo Jesús se pre- senta a Teresa como esposo, y ella descubre que se trata de un esposo diferente, que conoce a la mu- jer y se preocupa de ella, la quiere verdaderamen- te y cuida de su bienestar. Y Jesús mismo le pro- pone el desposorio: «De aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía» (Relaciones ). Ser espo- sa de Cristo conduce, al final del camino, a com- partirlo todo con Él, en plena reciprocidad. No se trata de ser esclava del marido, utilizada por él, sino de dar y recibir amor, servicio, diálogo... Por eso, al final de Las Moradas, Teresa asume ya ple- namente la simbología esponsal: el verdadero es- poso es Cristo, que ama apasionadamente la Iglesia y a cada persona concreta, ofreciéndole espacios de vida y recreación; en esta unión el alma ofrece su debilidad humana y recibe la grandeza de los dones divinos. La obra escrita de Teresa Todas las obras de Teresa transmiten su propia experiencia vital y de oración, y comunican su pe- dagogía. El Libro de la Vida es una reflexión sobre su propia historia, contemplada desde la miseri- Ü Ý El cambio radical de Teresa nació al contemplar la huma- nidad sufriente de Cristo, entregado por amor a nosotros, el cual le suscitó el deseo de responder generosamente
  • 13. 13II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Ü Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer cordia del Señor, que vino a buscarla. Camino de perfección se escribió como un manual de oración pensado para las primeras carmelitas. El libro de Fundaciones es una crónica de la dimensión activa que va ligada a la vida mística de su autora. El li- bro de las Relaciones, también llamado Cuentas de Conciencia, es la agrupación de varios textos tere- sianos donde explica el contenido de sus diálogos con Jesús en la oración. Las Exclamaciones son tex- tos de plegaria personal. Pero la obra culminante de la santa es Las Mo- radas o Castillo Interior, que diseña la perspectiva de un bello y sorprendente camino espiritual. Se trata de una de las mayores obras de espiritualidad de todos los tiempos, escrita en dos meses, en me- dio de viajes y tribulaciones. Redactado según el más puro estilo teresiano, sin mirar atrás, sin co- rrecciones. Teresa no se lo piensa mucho, y su plu- ma escribe sobre lo que llena su corazón. El estilo resulta a veces un poco confuso. Diseña un re- corrido con siete estancias que no están claramente definidas, con elementos que se repiten de mo- dos diversos. La obra de Las Moradas tiene muchas lecturas, todas válidas, que se adaptan a la circunstan- cia y realidad de quien se acerca a ella. Los principios que ema- nan están llenos de luz, en un camino de mistagogia cristiana que nos hace penetrar el miste- rio de la vida, caminando con Jesús a nuestro lado. La tradi- ción carmelitana salvaguarda y comunica este tesoro, que es para toda la Iglesia. Teresa había iniciado su camino espiritual experimen- tando su propia miseria y pe- cado. Pero la presencia viva de Dios va modificando pro- gresivamente el concepto de sí misma. Fijémonos en las palabras que Jesús le dirige en Relaciones : «Y como estaba es- pantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma, entendí: “No es baja, hija, pues está hecha a mi imagen”.» Ella descubre que no debe mirar tanto su pequeñez, miseria y pecado, sino la belleza que Dios ha puesto en ella, la ima- gen de Dios impresa en su interior: «No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente ape- nas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza» (Las Moradas ,). Sus obras, escritas por obediencia a sus confesores o a Jesús mismo, manifiestan la apasionada voluntad de ofrecer su mensaje a todo el mundo Þ
  • 14. 14 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad De ahí nace la idea fundamental del libro: en nuestro interior hay un gran castillo de diamante, transparente, profundamente hermoso, con mu- chas estancias, y en lo más profundo del castillo está la presencia de Dios. El camino teresiano es un penetrar en nuestro interior, pero no para buscarse uno mismo, no para recrear los traumas y complejos del inconsciente, sino para salir en busca del Otro, la fuente del Ser. De esta manera la fe nos sustrae de la esclavitud de contemplarnos a nosotros mismos, y nos conduce misteriosamente por un camino de alteridad y tras- cendencia, que no contradice sino que realiza la propia identidad personal. Nos realizamos en el Otro, para el que estamos diseñados, creados a su imagen, y será Él quien dará forma a todas las re- laciones con los demás. Esta idea motriz se encuen- tra en el trasfondo de todo el camino espiritual, y explica cómo al final del camino se unifica la ex- periencia de amor y de unidad con Dios con el amor concreto y servicial a los hermanos. En este camino de perfeccionamiento, Teresa ha diseñado siete experiencias. Conviene señalar que no se trata de siete escalones en un camino de perfección espiritual de ascenso hacia Dios, sino de siete experiencias humanas en que la persona recorre al mismo tiempo un camino hacia Dios y hacia uno mismo, y donde el amor al prójimo es la garantía de autenticidad. Las siete moradas del Castillo son experiencias que se pueden superpo- ner, o donde unas pueden preparar las otras, pero por encima de todo está siempre la misteriosa vo- luntad e iniciativa de Dios que trabaja a cada uno según le place. La primera Morada consiste en entrar en el Castillo, en la propia interioridad, para conocerse por la fe, abandonando el egocentrismo para bus- car a Dios. Ponerse en gracia, reconocer los peca- dos, hacer penitencia. La segunda es meditar la propia vida y acercarse a Jesús, centrarse en Él y en su humanidad, leer libros devotos, desapegarse de posesiones egoístas. La tercera conlleva una de- cisión personal: actos interiores y exteriores de virtudes que fortale- cen la fe, perseverancia en las dificultades, y se ofrece a Jesús las pro- pias miserias, la propia humildad. Como hemos visto, en las tres primeras Moradas predomina la ascética y la iniciativa personal, con oración de meditación. En cambio, la cuarta Mo- rada, la del medio, es una morada de transi- ción, como el gusano de seda que se va a ce- rrar en el capullo para Ü El camino teresiano es un penetrar en nuestro interior, Ý pero no para recrear los traumas y complejos del inconsciente, sino para salir en busca del Otro, fuente del Ser
  • 15. 15II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer una transformación definitiva. En la experiencia de recogimiento y de intimidad con el Señor, se vive de la fe, en la gratuidad y en actitud de servi- cio. Las tres últimas Moradas tienden a la mística, con oración de contemplación, dando paso a la iniciativa divina. La quinta representa la muerte del gusano convertido en mariposa, el dinamismo bautismal (muerte-resurrección), donde la nueva criatura brota de la fe y vive sólo para agradar a Dios. La sexta es un espacio de unión y aprendi- zaje en el amor, donde la fe se muestra como una herida de amor, como un anhelo de júbilo lleno. La séptima es la unión ple- na y consumada de amor: confi- guración con Cristo en un total olvido de uno mismo, sin miedo a las adversidades ni de la muerte. Al final del camino espiritual la persona se caracteriza por estar siempre en la presencia de Dios, con la conciencia de que Dios vive en ella y ella vive en Dios. El re- sultado es una vida llena de amor a los demás concretado en obras («obras quiere el Señor»: cf. Las Moradas ,,), servicio y entrega. El hombre nuevo es una persona libre, generosa, sin temores, en- tregada, siempre disponible, hu- milde, totalmente confiada en la misericordia del Señor. Teresa, una mujer, nos ha mostrado esta criatura nueva, este tesoro de espiritualidad: la gesta- ción de la vida divina en el seno de cada uno de los creyentes. La gran aportación teresiana No subrayaremos nunca suficientemente, sin embargo, que la mayor aportación de Teresa en la teología y en la espiritualidad es el volver a recu- perar la centralidad de la humanidad de Cristo. En su época, este tema fue revolucionario, ya que, aparte de algunos espirituales y miembros de nuevos grupos –como los jesuitas–, se pensaba que para acceder a lo superior y divino había que ale- jarse de lo humano. Teresa de Jesús, siguiendo los consejos de algunos directores espirituales, había intentado una oración abstracta sobre Dios, pero no conseguía avanzar en ella. Será su propia expe- riencia de oración la que le guiará por un camino lleno de dificultades, y con el apoyo de varias fi- guras, como Pedro de Alcántara o Francisco de Ý Teresa defenderá la condición femenina y apelará al mismo Jesús, que, «cuando andaba por el mundo… halló entre las mujeres tanto amor, y más fe, que en los hombres» Ü
  • 16. 16 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Borja, encontrará el impulso necesario para man- tener una opinión, hoy universalmente aceptada: todos los dones y gracias que Dios quiere dar al hombre pasan por la humanidad de Cristo, que no se debe abandonar nunca. La gran santa castellana desarrolló una sabidu- ría profundamente humana, un conocimiento de la interioridad personal y una pedagogía espiritual personalizada conectada con la vida real. Ella es, sin duda, una de las mujeres que más ha influido en la historia de la espiritualidad. Encontramos en Teresa una gran riqueza y complejidad. Una gran «maestra de espirituales» y, al mismo tiempo, una mujer práctica y concre- ta, que pasó mucho tiempo emprendiendo nego- cios, compras, fundaciones de conventos, buscan- do dinero y organizando personas. La gran mística es también una gran líder, para hombres y mujeres, ocupada en los detalles más concretos de la vida diaria, tal como se puede com- probar en sus cartas. Sabe dar sabios consejos para el progreso espiritual, pero también advertencias prácticas para moverse en el mundo real y secular. Su sabiduría práctica queda bien reflejada en sa- bias sentencias diseminadas por sus obras: «entre los pucheros también anda Dios»; «de devociones a bobas nos libre Dios»; «la paciencia todo lo al- canza», etc. La intuición de la humanidad de Cristo impul- sa una espiritualidad humanista, que acoge los ele- mentos culturales de su época y los conduce pe- dagógicamente a la Buena Noticia del mensaje cris- tiano. Teresa canta y baila con sus monjas, escribe poesías y comparte con ellas su intimidad y con- fidencias, promueve espacios lúdicos de recreación, procura el bienestar de todos, rechaza exageracio- nes ascéticas o devociones pietistas, es muy exi- gente, pero, al mismo tiempo, comprensiva y mi- sericordiosa. Encontramos en ella una pedagogía realista y práctica, un discernimiento humano y eclesial. Une lo humano con lo divino en una vida de radicalidad cristiana, también muy familiar y fraterna. Fue precisamente la humanidad de Cristo, la relación personal con Él, que le dio el equilibrio humano y espiritual que anhelaba. En el encuen- tro personal y humano con Jesús quedaron sacia- dos sus deseos de amor infinito. Desvelando el genio femenino El historiador García Cárcel considera que del  al  hubo en España unos . juicios de la Inquisición, con unas . víctimas morta- les. Teresa coincide con una de las épocas más du- ras y, por ejemplo, funda un convento en Toledo cuando precisamente su arzobispo, Bartolomé de Carranza, está todavía en prisión acusado de ilu- minismo. En otro momento, en Valladolid, fue sentenciada Ana Enríquez, acusada de participar en los círculos protestantes del doctor Cazalla. Años más tarde sería amiga de Teresa de Jesús y colaboradora en las fundaciones teresianas. En aquellos tiempos duros, Teresa enseña doc- trinas de oración de interioridad a un grupo de hombres y mujeres. Sus obras, escritas por obe- diencia a sus confesores o a Jesús mismo, manifies- tan también la apasionada voluntad de ofrecer su mensaje a todo el mundo, impulsada por aquella humanidad de Jesús que le había impactado. Es sorprendente el caso de una de sus obras, que se ha denominado Conceptos del Amor de Dios, un comentario al Cantar de los Cantares. Mientras Fray Luis de León había sido encarcelado por tra- ducir al castellano este libro bíblico, Teresa, que no había estudiado teología ni tenía acceso direc- to a la Biblia, se atrevió a escribir un comentario, que su confesor hizo quemar, aunque se ha con- servado una versión incompleta. Allí explica la ra- zón de su atrevimiento: «No hemos de quedar las mujeres tan fuera de gozar las riquezas del Señor» (Conceptos del Amor de Dios ,). Y es que, si miramos con atención el contexto de su época, se agiganta la figura de Teresa de Jesús como mujer, ya que la condición femenina se en- contraba socialmente marginada: «Basta ser mujer para caérseme las alas, cuanto más mujer y ruin» (Libro de la Vida ,). A las mujeres del siglo XVI no se las consideraba capaces de tener oración si- lenciosa. Y Teresa recoge estas dificultades: «Mu- Ü
  • 17. 17II trimestre de 2015 cambio de mentalidad chas veces acaece con decirnos… no es para muje- res, que les podrán venir ilusiones, mejor será que hilen» (Camino de Perfección ,). Sin embargo, Teresa defiende no sólo el derecho de la mujer a la oración, sino incluso el de enseñar en la Iglesia. No fueron pocos los sufrimientos que esta postu- ra le ocasionó ante las incomprensiones de su épo- ca. En la primera versión del libro Camino de Per- fección, Teresa había escrito una queja, que ella mismo había borrado siguiendo el consejo de al- gún confesor, y que hoy se ha podido recuperar: «¿No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorra- ladas e incapaces para que no hagamos cosa que valga nada por Vos en público –ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto–, no nos habéis de oír petición tan justa?... No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois Justo juez –y no como los jueces de este mundo, que, como son hijos de Adán y, en fin, todos varones–, no hay virtud de mujer que no tengan por sospe- chosa.» Hoy todo el mundo reconoce la sabiduría espiritual de esta gran mujer; pero ella pasó en vida una difícil situación que la acompañó hasta el fi- nal de sus días, ya que no llegó a ver su Libro de la Vida fuera de la Inquisición, donde estaba sien- do examinado. Con este dolor murió en Alba de Tormes, pero contenta de morir «hija de la Iglesia». Una mujer singular, que no pudo ser entendida por el máximo representante del Papa en España, el nuncio Felipe Sega: «Es una fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de oración inventaba malas doctrinas, andando fuera de clausura contra la orden del Concilio de Trento, enseñando como maestra, contra lo que san Pablo enseñó mandando que las mujeres no enseñasen.» Teresa encuentra la respuesta en la oración. En la Relación  ella misma comenta: «Estando, po- cos días después de esto que digo, pensando si te- nían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, y que estaría yo mejor empleándome siem- pre en oración, entendí: “Mientras se vive, no está la ganancia en procurar gozarme más, sino en ha- cer mi voluntad.” Parecíame a mí, pues san Pablo Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer Ý Para Teresa la vida cristiana es un camino de oración Ü
  • 18. 18 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad dice del encerramiento de las mujeres –que me han dicho poco ha y aun antes lo había oído–, que ésta sería la voluntad de Dios. Díjome: “Diles que no se sigan por sola una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos.”» La relación personal con Jesús reafirma y reva- loriza la condición femenina de Teresa y le anima a llevar un mensaje de vida en el seno de la Iglesia. Para defender la condición femenina, ella apelará al mismo Jesús, que, «cuando andaba por el mun- do... halló entre las mujeres tanto amor, y más fe, que en los hombres». Aunque, para poder confir- mar su opinión, debe buscar algún apoyo mascu- lino: «Hay muchas más que hombres a quien el Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo Fray Pedro de Alcántara (y también lo he visto yo), que decía aprovechaban mucho más en este camino que hombres, y daba de ello excelentes razones, que no hay para qué las decir aquí, todas en favor de las mujeres» (Libro de la Vida ,). La mujer, maestra y pedagoga en la fe Y,¿ cómo ve Teresa la mujer en la Iglesia? Teresa presenta varios modelos de mujer como ejemplo de vida cristiana: la Virgen, María Magdalena o la Samaritana, de la que recuerda siempre un cua- dro de casa de su padre: «¡Oh, qué de veces me acuerdo del agua viva que dijo el Señor a la Sama- ritana!, y así soy muy aficionada a aquel Evangelio; y es así, cierto, que sin entender como ahora este bien, desde muy niña lo era, y suplicaba muchas veces al Señor me diese aquel agua, y la tenía di- bujada adonde estaba siempre, con este letrero, cuando el Señor llegó al pozo. Domine, da mihi aquam» (Libro de la Vida ,). Particularmente significativa es la figura de Ma- ría Magdalena, que hace aparecer en el Libro de la Vida, justo después del relato de su propia conver- sión: «Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muchas veces pensaba en su conversión, en es- pecial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágri- mas. Y no sabía lo que decía, que harto hacía quien por sí me las consentía derramar, pues tan presto se me olvidaba aquel sentimiento. Y encomendá- bame a aquesta gloriosa Santa para que me alcan- zase perdón» (Libro de la Vida ,). Ü Ý El mundo de hoy reclama una vivencia que sea capaz de unificar lo humano y lo divino, regalo precioso de la humanidad de Cristo
  • 19. 19II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Teresa de Jesús, la sabiduría de una mujer Siguiendo la mentalidad de la época, Teresa de Jesús une, bajo el nombre de María Magdalena, tres mujeres que aparecen en el Nuevo Testamento y que hoy la exégesis actual separa: María de Mag- dala, a la que Jesús liberó de siete demonios, María de Betania, hermana de Marta y Lázaro, y la pe- cadora que unge a Jesús con perfumes. Los datos sobre ella se ampliaban con la leyenda popular ex- puesta en el libro de vidas de santos Flos Sanctorum, que contaba cómo después de la Ascensión de Je- sús, María fue al desierto donde vivió treinta años con grandes penitencias. Teresa recoge esta idea y la aplica a las carmelitas: «Imite a la Magdalena, que de que esté fuerte, Dios la llevará al desierto» (Libro de la Vida ,). Teresa ve en María Magdalena un prototipo de la vida cristiana: por su conversión, por su paso del estado de pecado al del amor a Cristo (la pe- cadora en casa de Simón), como modelo de con- templación (María ha escogido la mejor parte), como ejemplo de amor humilde y servicio (lava los pies a Jesús), y como testigo de la resurrección ante los apóstoles. Es significativo un texto de un certamen litera- rio ideado por Teresa de Jesús, llamado el Vejamen. Teresa había escuchado de Dios unas palabras in- teriores («Búscate en mí») y hace un concurso li- terario con varias personas para ver quién descubre el significado de las palabras divinas. No conoce- mos las respuestas de los autores, pero sí el comen- tario que les devuelve Teresa. Llama la atención la respuesta que da al Padre Juan de la Cruz, llena de sentido del humor: «Harto buena doctrina dice en su respuesta, para quien quisiere hacer los ejer- cicios que hacen en la Compañía de Jesús, mas no para nuestro propósito. Caro costaría, si no pudié- semos buscar a Dios sino cuando estuviésemos muertos al mundo. No lo estaba la Magdalena, ni la Samaritana, ni la Cananea, cuando le hallaron […] Dios me libre de gente tan espiritual, que todo lo quiere hacer contemplación perfecta, dé do die- re. Con todo, los agradecemos el habernos tan bien dado a entender lo que no preguntamos. Por eso, es bien hablar siempre de Dios, que de donde no pensamos nos viene el provecho.» Corrige aquí Teresa una tendencia, según ella, un poco «espiritualista», y presenta tres mujeres paganas o pecadoras que se encuentran con Jesús y le siguen. La Magdalena, la Samaritana y la Ca- nanea dan testimonio de que Jesús viene cuando Él quiere, y que lo importante es responder con prontitud y amor, no esperando una cierta «con- templación perfecta» que podría condicionar su llamada gratuita. El día  de septiembre de  Pablo VI reco- noció a santa Teresa de Jesús el título de Doctora de la Iglesia, la primera mujer entre doctores. Teresa, hoy Quinientos años después de su nacimiento, la Santa es muy actual entre nosotros. Y es que tam- bién hoy, que vivimos en un mundo de grandes cambios, es necesario el testimonio de personas que comuniquen una experiencia de Dios, una ex- periencia vivida en comunidad. El mundo de hoy reclama una vivencia que sea capaz de unificar lo humano y lo divino, regalo precioso de la humanidad de Cristo. Recogemos unas palabras de Mons. Demetrio Fernández Gon- zález, obispo de Córdoba, en la carta pastoral de comienzo del curso -: «La época de santa Teresa fue un tiempo de cambios, de apertura a un nuevo mundo, de renacimiento. Fue un verda- dero cambio de época. Una constelación de santos dio un fuerte impulso a la Iglesia, a la evangeliza- ción, a la verdadera reforma. Así sucede en nues- tros días, en la que no sólo hay cambios, sino que somos también ante un cambio de época. Y por eso son necesarios los santos que vivan el Evangelio “sin glosa”, en pobreza y humildad, que abran ca- minos al Evangelio, que arriesguen su vida por Jesucristo, que salgan al encuentro del hombre con- temporáneo para mostrarle la belleza de la vida cristiana. Un tiempo en el que, ante tantas mise- rias, viejas y nuevas, el hombre se encuentre con la misericordia, para tener esperanza.» «En tiempos recios» (Libro de la Vida ,), «son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos» (Ídem ,). l
  • 20. 20 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Perfil de Evangelio Su presencia Vicenç M. Farré J esús, cuando ascendió al cielo, no nos dejó solos. Él nos aseguró su presencia entre nosotros para siempre. Dijo a sus discípulos: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt ,b). Esta presencia del Resucitado acompaña a los discípulos, que van por todo el mundo a enseñar y a realizar todo lo que el Maestro nos ha ordenado. No es una presencia física. Es una presencia que se hace patente con la acción invisible del Espíritu Santo. Él es el Defensor que permanece para siempre con nosotros (cf. Jn ,). El Dios hecho hombre no deja de intervenir en la historia del Pueblo de Dios, porque es el Emmanuel, el Dios con nosotros. El hombre, en su libertad, recibiendo el bautismo, ha sido insertado en el misterio trinitario, y es la Trinidad la que se hace presente en la humanidad hasta el fin de los tiempos. Es la presencia de Dios Padre en Jesucristo y actuando en unidad por el Espíritu Santo. Por ello, Dios en Jesucristo, su amor hecho humanidad, puede enseñar a guardar todo lo que su Palabra ha manifestado, durante toda la historia hasta el fin de los tiempos. Y ha grabado dentro del corazón de cada uno todo lo que Él quiere que observemos para ser felices. La Iglesia, como comunidad de discípulos de Cristo, ha recibido el don del Espíritu Santo, y su presencia ha hecho posible conservar el depósito de la fe contenido en la Sagrada Escritura, se ha nutrido con los sacramentos, lo ha explicado ejerciendo su magisterio y lo ha inculturizado en cada época, aplicando las iniciativas pastorales en cada cultura, según las costumbres arraigadas en cada país. También la presencia del Espíritu de Jesús en sus seguidores les ha fortalecido en las persecuciones, en medio del martirio, y en toda circunstancia negativa, iluminando con la verdad cualquier posible error o trampa que pueda oscurecer la autenticidad de la vida cristiana. La presencia del Resucitado en la comunidad eclesial ha sido siempre fuente de luz, de verdad y de vida que anima a caminar hacia el Reino eterno. l
  • 21. 21 cambio de mentalidad II trimestre de 2015 Mirada de mujer La belleza más grande Carta abierta al Papa Francisco Lourdes Campi Estimado Papa Francisco: ¡Cuántas veces los hombres y las mujeres, qui- zá por nuestra poca fe, vivimos angustiados, nos sentimos pequeños y sufrimos la impotencia de no poder hacer cosas grandes! ¡Cuántas veces ex- perimentamos las fuerzas del mal dentro de noso- tros y en el mundo entero! A menudo nos inquie- ta la perenne pregunta: «Dios mío, ¿dónde estás?» Nos vemos solos, frustrados en los grandes ideales; las malas noticias nos atenazan en el presente, el futuro es incierto y el miedo paraliza aquel paso que en otros momentos era decidido y caminaba hacia la utopía de un mundo mejor. En cambio, cuando le escuchamos, día tras día, recibimos de usted palabras de valentía, coraje, novedad, alegría. Gracias, Santo Padre, por su vi- talidad a favor de la Iglesia universal y de la hu- manidad entera, que nos trae luz, serenidad, espe- ranza y, sobre todo, un gran optimismo cristiano y humano. Usted es un hombre enamorado del bien, de la paz y de la libertad, enamorado de Cristo y de la Iglesia. Un hombre que cree en el Amor. Un hom- bre que, a buen seguro, no se avergüenza de llorar en silencio por tanto sufrimiento en el mundo, por la injusticia, por las heridas de todo tipo que pa- dece la humanidad. Creo que es por todo ello que se ha dedicado un año jubilar a la misericordia, consciente de sus beneficios para la humanidad. ¡Cuán grande y pro- fundo el contenido de esta palabra! Disfrutar de la misericordia de Dios y de la misericordia de los hermanos. Todos llevamos dentro el fuerte impulso de la fraternidad universal, queremos la paz, la solida- Ý Como un estallido de luz, el don de la misericordia y del perdón hacen posible empezar de nuevo, volver a las verdes praderas del Reino Ü
  • 22. 22 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad ridad, la igualdad, la dignidad de los hombres y mujeres de este mundo. Sin embargo, este deseo lo experimentamos frágil, y vemos cómo fácilmente rom- pemos nuestras relaciones de amor y de amistad, y dejamos paso –a veces sin ni darnos cuenta– a la división, al odio, a las desavenencias. Como un estallido de luz, el don de la misericordia y del perdón hacen posible empezar de nue- vo, volver a las verdes praderas del Reino donde Jesús espera acogernos con su amor. Pero hay que tener presente que la virtud que precede a la misericordia es la fe. Fe en Dios y fe en los hermanos. Creer que Dios es amor y que me quie- re a pesar de mi pecado. Esta es la verdadera paz y el verdadero descanso. ¡Cuántos sufrimientos y escrúpulos, cuánto miedo e incluso desesperación, por no confiar en el amor del Padre! ¡Cuántos es- fuerzos para lograr una perfección y escalar virtu- des o para ganarse una buena estancia en el cielo! Y en el otro extremo, ¡qué peligroso caer en el re- lativismo pensando que todo es igual y que Dios ya hará lo que yo no he querido hacer! Entonces, ¿cuál es el camino justo? Santa Teresa del Niño Jesús nos puede ayudar con frases como «en el corazón de la Iglesia quiero ser el Amor»; «el ascensor que debe llevarme al cielo son tus brazos, ¡oh Jesús!» De ella aprendemos la responsabilidad humana de amar, y a la vez la confianza de que en Dios todo es gracia. Ella deseaba vivir la experien- cia más grande, tener todas las vocaciones y vivir todos los carismas, y en el amor encontró la res- puesta a sus anhelos de santidad. Sabía, sin embar- go, que sin Jesús no podía hacer nada, y ella solo podía ofrecerle sus manos vacías. Equilibrio per- fecto, de humanidad y divinidad. Fijémonos en ella para vivir la infancia espiritual y penetrar así en el gran misterio de la misericordia. Pero hay que tener fe en los hermanos, en los hombres y mujeres que nos rodean cada día. Santa Teresa de Ávila dice que no hay belleza más gran- de que el alma de una persona, que es como un Ü gran castillo de diamantes o un paraíso que hace disfrutar a nuestro Señor. ¿Sabemos ver esta belle- za? La Santa del Carmelo puede decir esto porque es un alma contemplativa. Contemplar es más que mirar. Contemplar es dejarse sorprender por lo que ves,aunqueseaatravésdelvelodelafe.Contemplar es permanecer en quietud, vacíos de nosotros mis- mos, dejándonos modelar por el don de la caridad. La fe en la humanidad viene de encontrar esta be- lleza en el interior del ser humano, que es imagen y semejanza del Creador. Desde este atractivo y la fascinación por la persona, vivir la misericordia será una necesidad y no la práctica de una virtud pesada. Yo veo en usted, Santo Padre, esta fascinación para todos. Su rostro expresa alegría ante las per- sonas, sobre todo con las más necesitadas de per- dón y de consuelo. Usted quiere ir a las periferias de nuestro corazón donde está el desamor, la frial- dad y la indiferencia, para llevar –como usted di- ce– el bálsamo de la misericordia. ¡Oh bálsamo divino que suaviza nuestras heridas y nos devuel- ve a los brazos del Padre Eterno donde reposamos felices y tranquilos! Ý Contemplar es dejarse sorprender por lo que ves, aunque sea a través del velo de la fe
  • 23. 23 cambio de mentalidad II trimestre de 2015 La belleza más grande Y nos propone una peregrinación simbólica ha- cia la Puerta Santa de Roma. Atravesado el umbral de esta puerta, nos espera la caricia del Señor, el abrazo eterno, la mirada de amor, la acogida de nuestra indigencia y la palabra de perdón. En este Año Jubilar, también yo me propongo hacer esta peregrinación a Roma, a ser posible, co- mo un momento extraordinario de gracia. Pero a la vez me propongo otro peregrinaje más ordina- rio, del día a día, de lo cotidiano. Peregrinar hacia los hermanos y prójimos que me rodean y ofrecer- les lo que soy. Por mí misma soy pequeña, reves- tida de mis signos pobres, pero con Cristo soy todo y lo puedo todo. Identificada en esta humanidad del Señor, quiero poner mi persona al servicio del Amor. Peregrinar hacia los hombres y mujeres con mis sentidos iluminados por la fe. Mirar a los demás y a mí misma con compa- sión, no desde arriba como juez, sino fijamente, de tú a tú, sabiendo que todos estamos hechos del mismo barro. Escuchar a todos, con el deseo del conocimiento, con el fin de sentir el latido de cada corazón y encontrar el tesoro escondido en cada interior. Y mirar con discernimiento para distin- guir lo que es auténtico y dejar lo que no lo es. A menudo, más allá de la primera impresión, se es- conde el manantial de agua viva que el Espíritu ha derramado en nuestros corazones. Degustar el ambiente de amor, de paz, de armonía y de cielo que todos, como buenos artistas guiados por el Evangelio de Cristo, somos capaces de engendrar en nuestras familias, comunidades, parroquias y grupos de trabajo. Tocar con ternura las heridas que todos llevamos en el corazón. Muchas veces, mejor que con mil palabras, lo haremos acarician- do, cogiendo la mano, dando un beso: ¡un gesto corporal lleno de afecto! Así queremos transmitir al otro la proximidad, el compañerismo, la delica- deza. Es la manera humana que tenemos para vi- vir la misericordia que usted nos propone, Papa Francisco. Esta es mi mirada de madre, de esposa, de her- mana, pero sobre todo de mujer. La mujer, como usted dice, vive la realidad de la vida humana y cristiana de una manera diferente, incluso –usted lo ha dicho–, de manera más rica y más profunda. Déjeme expresar una vez más mi convencimiento personal, y lo hago con palabras de san Pablo: «Para el Señor no hay mujer sin hombre ni hombre sin mujer» (Co ,). Quizás sea en esta relación en- tre el hombre y la mujer donde hace más falta la misericordia, para encontrar la perla del encuentro y superar el dolor de la separación. En la relación de amor de ambos encontramos la luz justa y ne- cesaria para encarar la grande, bonita y apasiona- da aventura humana y cristiana de nuestro pere- grinar. Deseo ser testigo de la misericordia de Dios, y hacer posible, así, sus intenciones. Gracias por su mirada de amor. l Û Usted quiere ir a las periferias de nuestro corazón donde está el desamor, la frialdad y la indiferencia, y llevarle el bálsamo de la misericordia
  • 24. 24 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Escrito del 5 de mayo de 2000, de la serie de catequesis mensuales dirigidas al Seminario del Pueblo de Dios por su fundador. Redactor: Manel Serradell Maná Francesc Casanovas L a mentalidad evangélica no viene de los hombres. «El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra» (Jn 3,31). Si obedecemos a Dios, él nos da su Espíritu Santo (cf. Hechos 5,32) y nos convertimos en testigos de su pensamiento. El Espíritu Santo es el encargado de iluminar nuestro entendimien- to con una penetrante intuición de las cosas reveladas en la Palabra. Ser sensatos es poner en el cuerpo el movimiento que procede de los dones del Espíritu. No hay nadie capaz de actuar según la mentalidad divina. Cuando con humildad aprendemos a amar según el corazón de Jesús y de María, entonces los movimientos del cuerpo, empujados por la gracia, se armonizan y disfrutamos de la caridad divina por los méritos de Jesucristo. Ser sensatos es propio de personas que han madurado en el seno de una comunidad que vive unida en la mutua y continua caridad. Gracias a la penetración profunda e intuitiva de la Revelación, nos convertimos en contemplativos en la intuición sencilla de la verdad: «Simplex intuitus veritatis» (Tomás de Aquino, Summa Theologica II-II q. 180 a. 3 ad 1). La mentalidad nueva del Evangelio es esa penetración profunda de las verdades de fe. Sin prejuicios de ningún tipo aplica- mos a los casos concretos y singulares de la vida lo que vemos con fe desnuda. El don del Espíritu Santo nos hace probar gustosamente y sabrosamente las delicias de la luz en la humanidad divina de Jesús. El proceso de reflexión de la Palabra de Dios se convierte en cuerpo en el pensamiento iluminado por la fe, ayudando a captar el sentido profundo de las Escrituras. Paso a paso se manifiesta el significado misterioso, las realidades espiritua- les que, a través de los efectos, nos llevan a las causas. Debemos aprender a preguntarnos a menudo: «¿Por qué he hecho tal cosa? ¿Qué razón doy de mi manera de actuar?». Esto es propio del don del entendimiento sobrenatural. Nosotros tenemos el sentir de Cristo (cf. 1Co 2,16) cuando vivimos de la fe y rechazamos los sentimientos del propio yo. La ceguera espiritual y el embotamiento de los sentidos se oponen radicalmente a la sublime forma de pensar que nos da el Señor. Lo que no podemos hacer es actuar de una manera burda por falta de sensibilidad ante la belleza en sí misma. Deberíamos empeñarnos en vivir la bienaventuranza que corresponde a los limpios de corazón, porque estos ven a Dios. El Espíritu Santo es amigo del recogimiento y de la soledad. «No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios» (Ef 4,30). Sin Él, no sabríamos nada del misterio trinitario del Dios único; ni de la mirada misericordiosa del Padre ni de la expe- riencia sabrosa que nos viene del Verbo hecho hombre: «Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos» (1Jn 1,1). El entendimiento obtuso, los movimientos remolones, el saco pesado de los sentimentalismos que arrastramos con nuestra inercia y con nuestra inseguridad, nos hacen vivir sometidos e instalados en los instintos carnales. La agilidad del Espíritu Santo es contraria al andar pesado de los que razonan como los hombres y no como Dios: «¡Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!» (Mt 16,23). El misterio del amor de Dios sólo se deja entrever en la mirada virginal de quienes aman con la caridad enamorada del Señor. l Sensatos 24 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad
  • 25. 25II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Experiencias de vida Un jardín de flores Imma Borrós N ací en Manresa (Barcelona) y hace unos diez años que resido en el País Vasco, viviendo en común con María Luisa. Mi trabajo forma parte de mi misión eclesial, en una de las parroquias céntricas de Bilbao. Me considero privilegiada al poder compartir la vivencia cristiana con las personas que, por motivos diversos, se acer- can a la parroquia. Todos estos años de servicio parroquial me han hecho comprender y, sobre todo experimentar, que la Igle- sia es un jardín de flores, donde cada una es única y distinta; y, así, aportando su peculiar belleza y aroma, hacen posible el jardín entero. Es bien cierto que disfruto mucho conociendo tantas y tantas flores de este inmenso y precioso jardín. Mi trabajo es bastante variado, porque tanto puedo estar haciendo tareas en el despacho parroquial, como realizando algunos trabajos de mantenimiento de los locales o colaboran- do en la liturgia. Procuro hacerlo todo con el deseo de servir, a fin de ir construyendo juntos los espacios del Reino. Cada día aprendo cosas nuevas, y, cuando me doy cuenta de algún desacierto, procuro corregirme y tener buen trato con las per- sonas. ¿Qué destacaría de mi trabajo? Sin duda alguna, lo que considero más importante y enriquecedor es la relación perso- nal. Cada persona es un mundo con una inmensidad de regis- Ü Ý Cuando les abro la puerta procuro que se encuentren acogidos y que se sientan en la parroquia como en su casa
  • 26. 26 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad tros distintos, y esto me hace dar cuenta que cada uno es ama- do por Dios con un amor único y personal; Él hace de sus hijos una preciosa obra de arte, esa flor de belleza única de la que anteriormente hablábamos. Disfruto mucho acogiendo a las personas y recibiendo su acogida, amando y dejándome querer. Y todo eso me hace des- cubrir que el deseo de comunión constituye la co- munidad parroquial y la proyecta verdaderamente hacia la misión. Llevaremos adelante tareas y ser- vicios muy diversos y complementarios, pero siem- pre en el espíritu de la comunión que nos enseña Jesús en el Evangelio; con el sello inequívoco de engendrar vida de familia y comunicación fraterna. Por ejemplo, por mi situación actual, no parti- cipo directamente en ningún grupo pastoral con- creto. Pero cuando puedo colaborar en alguna ta- rea o servir en alguna pequeña cosa disfruto como si fuera un miembro activo. Así, por ejemplo, me gusta ver a los niños que participan de la cateque- sis, saludar a las personas mayores del grupo de Vida Ascendente, que se reúnen semanalmente, relacionarme con los que visitan a los enfermos o con los que rezan el Rosario, conversar con los jó- venes de confirmación, etc. Cuando les veo o les abro la puerta, procuro que se encuentren acogidos y que se sientan en la parroquia –la Iglesia– como en su casa. En la parroquia debemos encontrarnos bien, porque es nuestra familia de fe. Procuro, entonces, vivir atenta a las personas con las que me encuentro cada día, tratando de aprender de cada una de ellas. Ciertamente, no es cosa fácil, porque a menudo me pueden dominar los impulsos de la propia psicología o no estoy su- ficientemente abierta a la sorpresa del otro, acep- tándolo tal y como se presenta. En cambio, si pro- curo conocer el fondo de cada uno y le abro el corazón con deseo de escucha y acogida, disfruto mucho de la amistad y fraternidad con los hermanos. Un día, la fe y la perseverancia de una buena mujer me dejó muy admirada. Ella, que proviene de otro país, manifestaba una gran devoción a una imagen de la Virgen que tenemos en el templo. A mí, particularmente, esa imagen no me inspiraba mucha devoción, porque me parecía que reflejaba un rostro muy dolorido, que evocaba un cierto sentimiento de tristeza o desánimo. Ü Imma con Mª Luisa, miembro Externo del SPD, y dos mujeres de la parroquia Ý El deseo de comunión constituye la comunidad parroquial y la proyecta verdaderamente hacia la misión
  • 27. 27II trimestre de 2015 cambio de mentalidad La mujer en cuestión me contaba que había rogado muchas veces ante esta imagen de la Virgen, para pedirle que su hija, que vivía todavía en su país de origen, pudiera reunirse pron- to con ella en nuestro país. Con gran alegría, ya que la cosa no era fácil, finalmente se pudo conseguir, y la hija se reunió de nuevo con su madre. Aquella mujer venía todos los días a dar gracias a la Virgen. Más adelante, sin embargo, me expli- có que, lamentablemente, su hija había perdido la vida, y la mujer, naturalmente afligida y afectada, venía a pedir una misa por ella. Pero lo que más me llamó la atención de esta historia triste y chocante fue que ella continuaba arrodillándose ante la mis- ma imagen de la Virgen, rezando cada día por su hija, enco- mendándola a Dios y deseando que María fuera ahora la ma- dre que le diera protección y consuelo. Me impresionó mucho la experiencia de esta madre, una mujer sencilla que, lejos de rebelarse, seguía confiando y orando a Dios. Ver cómo la fe mueve a las personas fue para mí motivo de admiración pro- funda y de renovación de aquella oración que solemos hacer: «Jesús, aumenta mi fe.» La experiencia de esta madre me hizo cambiar la mirada hacia aquella imagen de María. Comprendí que la Madre nos acoge siempre y en cualquier circunstancia, y que precisamente esa cara de sufrimiento era probablemente la adecuada para las personas que cada día se le acercan, con- fiándole sus dolores y problemas. Otro momento fuerte y privilegiado de la vida parroquial se refiere a las personas que han perdido algún familiar o ami- go. Se trata, ciertamente, de una ocasión única y muy huma- na de hacernos presentes y cercanos. A mí, de entrada siempre me produce un gran respeto acoger a los familiares de un di- funto, sobre todo porque algunas veces lo viven de una ma- nera dramática, y no sabes cómo hacerles llegar el consuelo. Sin embargo, cuando es así, procuro, más que decirles muchas palabras, hacer mío su dolor con gestos de acogida y de escu- cha, a fin de ofrecer serenidad, proximidad y esperanza cris- tiana. Por otra parte, hay familias que viven estos momentos con fe y serenidad, siendo un verdadero testimonio de fe y resu- rrección. Yo misma lo he experimentado recientemente con la defunción de mi madre, una mujer de mucha fe, que hasta el último momento vivió confiada en manos de Dios. Cuando nos dejó, a todas las hermanas nos surgía espontáneamente hacer una oración y agradecer a Dios su larga y fecunda vida. Y es como si su fe fuera también la nuestra, ya que, a pesar del dolor, se respiraba un ambiente de serenidad y confianza. Todas Un jardín de flores Ü Aquella cara de sufrimiento era probablemente la adecuada para las personas que cada día se le acercan, confiándole sus dolores y problemas Þ
  • 28. 28 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad estas experiencias nos ayudan a dar razón de la esperanza y a agradecer a Dios el consuelo que nos ofrece cuando confiamos plenamente en su amor. A veces la vida parroquial puede ofrecer signos pobres, pero es el lugar privilegiado a través del cual la Iglesia proyecta la vida del Reino en el mundo de hoy. Esta pobreza nos hace dar cuenta que sólo el Señor es capaz de llevar adelante la tarea mi- sionera que Él mismo nos encomienda. En mi caso, procuro poner toda la dedicación y consagro a ello la vida, sabiendo que en mi actuación y testimonio me apoyo en la fuerza de su Espíritu. Pienso que hacemos un fraude al Evangelio cuando ponemos la confianza en nuestro prestigio o en nuestras pro- pias fuerzas, o cuando nos creemos algo por nosotros mismos o buscamos un protagonismo que no nos corresponde. Prefiero el silencio de los espacios parroquiales, la vida cris- tiana sencilla que cada día surge a través de las vivencias de fe anónimas de tantos cristianos. Disfruto creando vida de fami- lia, para que resuene el mandamiento del amor recíproco que nos dio el Señor. Sueño con una Iglesia renovada, de nuevos horizontes, que sabe ir más allá de ella misma para ir a buscar al pobre y al alejado; siempre, sin embargo, desde esa sencillez de los signos pobres que nos ayudan a dar protagonismo al Señor, a contemplar por encima de todo su acción liberadora en nosotros y a través de nosotros. l Ü Todos estos años de servicio parroquial me han hecho disfrutar mucho conociendo tantas y tantas flores de este inmenso y precioso jardín, que es la Iglesia Þ
  • 29. 29II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Con los pies en el suelo El Papa, consciente de que es- tá escribiendo una exhortación apostólica, emplea un lenguaje interpelador que quiere hacer re- accionar a los católicos –y yo di- ría, también a los que no lo son– ante los retos actuales y las rápidas transformaciones que la sociedad nos presenta. La exhortación, sin embargo, siempre habla en primera perso- na. Es decir, no habla como de alguien que mira los problemas desde fuera, ni meramente como un analista o un estadista, sino que se sumerge en el momento actual; el Papa, como represen- tante de la Iglesia, nos invita a zambullirnos en nuestra realidad actual, ora como corresponsables de la situación, ora como valien- tes atletas de la renovación y del progreso de nuestro mundo. El análisis sociológico y político está bien fundamentado, pero lo que realmente le preocupa es po- der ofrecer un discernimiento evangélico: «La mirada del dis- cípulo misionero, que se alimen- ta con la luz y la fuerza del Espíritu Santo» (EG ). En esta mirada a la realidad, el Papa argentino se detiene so- bre todo en el drama de la des- igualdad y de la exclusión social, uno de los temas que caracteri- zan su pontificado. El asunto que más le preocupa es la llamada «globalización de la indiferen- cia», fruto de un individualismo exacerbado, y productora de un relativismo que no tiene en cuen- ta las necesidades básicas ni la dignidad del ser humano. Aquí encontramos una enér- gica invitación a revisar las prio- ridades de nuestra escala de va- Mater et magistra Un pueblo en medio del mundo y para el mundo Xavier Estopá El autor comenta los capítulos segundo y tercero de «La alegría del Evangelio» haciendo eco del deseo de progreso del Obispo de Roma para la Iglesia universal. Un progreso que, como subraya el artículo, únicamente es posible desde una mirada realista y esperanzada hacia el mundo y la Iglesia Ü
  • 30. 30 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad lores, poniendo en evidencia las contradicciones de nuestra socie- dad: «La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la cal- ma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas estas vidas trun- cadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectácu- lo que de ninguna manera nos altera» (EG ). Duras palabras que no quieren dejarnos indife- rentes. También hay una fuerte crítica a la instauración de una injusta «ley de la selva», favorecida por los poderes económicos y las cla- ses acomodadas, que deja una gran mayoría de la población en la cuneta de la sociedad. El Papa apunta como causa principal la crisis antropológica, una crisis que tiene como origen el olvido culpable de la ética y de Dios, frente a una nueva reedición de la idolatría del dinero. Esta manera de vivir requiere también un análisis del aspecto cultural, ya que el hombre res- ponde siempre a la cultura que él mismo genera. Francisco ex- pone la injerencia de una subcul- tura centrada en los aspectos más superficiales de la experiencia humana y que, a través de los nuevos medios de comunicación, se difunde en todo el planeta. Llega a decir: «La realidad cede el lugar a la apariencia» (EG ). La legítima búsqueda de sentido del hombre navega, entonces, en- tre el racionalismo que inhabili- ta la experiencia trascendente y un conjunto de sesgadas formas de espiritualidad. En este punto, el Papa hace una autocrítica interesante, ya que nos enfrenta con el déficit de las parroquias y de las comuni- dades cristianas, que a menudo son poco acogedoras y no tratan con suficiente seriedad los pro- blemas de las personas: «La falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificul- tad para recrear la adhesión mís- tica de la fe en un escenario re- ligioso plural» (EG ). Sin embargo, el obispo de Ro- ma reconoce también la influen- cia de la tradición católica en muchas culturas y nos exhorta a valorarla como fermento de hu- manización y como una auténti- ca manifestación de la presencia del Espíritu. Los retos de la comunidad cristiana En la segunda parte de este capítulo, Francisco se ciñe más al ámbito intracomunitario de nuestras iglesias. El Papa se ex- presa aquí como un pastor pre- ocupado por el rebaño, o, mejor aún, como un padre de familia que, con misericordia, contem- pla todo lo que hay que mejorar en el propio hogar: «Reconozco que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes de pastoral, lugares don- de regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupa- ciones cotidianas» (EG ). Su anhelo está declarado ex- plícitamente, el anhelo de una Iglesia que manifieste el rostro atractivo, resplandeciente y go- zoso de espacios de comunión fraterna, de auténticos oasis de solidaridad y de acompañamien- to recíprocos (EG ). Una Igle- sia así no se construye por arte de magia, sino que pide una seria vida ascética, fundamentada en la práctica de las virtudes, y una purificación profunda y sincera Ü Ý El Papa, como representante de la Iglesia, nos invita a zambullirnos en el momento actual, como valientes atletas de la renovación y del progreso de nuestro mundo
  • 31. 31II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Ü de ciertas actitudes que impiden vivir el Evangelio a pleno pul- món. El Papa nos advierte contra una vida que sea aparentemente ade- cuada a la moral cristiana, pero que esconda peligros interiores, como centrarse excesivamente en uno mismo, o buscar el éxito personal y el prestigio. Este pe- ligro del fuero interno se traspa- sa fácilmente a la vida eclesial, de modo que podemos caer en lu- chas de sectores para ocupar el protagonismo del ágora eclesial, como si hubiéramos olvidado que la esencia del Evangelio apunta al servicio humilde y a la donación libre de uno mismo. Estas actitudes atacarían de raíz la gratuidad, la generosidad, la conciencia del don, fundamen- tales para una auténtica evange- lización, porque no se puede per- der de vista que el mensaje viene únicamente de Jesús. Quedaríamos en zona de ries- go, también, si nos dejáramos lle- var por la desilusión y el pesimis- mo ante la situación actual. Con gran fe, el Papa nos exhorta a lu- char contra nuestros miedos y, llenos de celo y entusiasmo, nos propone llegar a todo el mundo, con la conciencia de que quere- mos ofrecer un regalo. El antí- doto es alejarnos del individua- lismo y de creer en las propias fuerzas, y buscar la fuerza y la luz de la comunidad cristiana. El Papa también pide encarar temas pendientes, como revisar el papel social y eclesial de la mu- jer, o buscar una concepción del ministerio ordenado que real- mente exprese su condición de servicio. En definitiva, Francisco nos pide regenerarnos a la luz del Evangelio y ofrecer a todos el mensaje de liberación y de aper- tura de Jesús de Nazaret. Con- cluye el capítulo con el entusias- mo de un niño evangélico: «Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, el coraje y la entrega esperanzada. No nos dejemos ro- bar la fuerza misionera» (EG ). Un pueblo evangelizador En el capítulo tercero, el Papa entra en el tema central de la en- cíclica, el del anuncio del Evan- gelio. Ante todo quiere dejar cla- ro que se trata de un anuncio salvífico, que afecta a la integri- dad de la persona humana. El evangelizador debe tener claro, por lo tanto, que el único que salva es Dios, y que lo hace mo- vido por su gran misericordia. Es lo que Francisco designa como «el principio de la primacía de la gracia» (EG ); sólo por pura gracia los cristianos somos sus colaboradores, y lo somos como asambleaconvocadadirectamen- te por su amor. Debemos ser muy conscien- tes, por tanto, de la importancia de la dimensión comunitaria: «Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos Su anhelo es de una Iglesia que manifieste el rostro atractivo, resplandeciente y gozoso de espacios de comunión fraterna, de auténticos oasis de solidaridad y de acompañamiento recíprocos Þ Un pueblo en medio del mundo y para el mundo
  • 32. 32 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad atrae teniendo en cuenta la com- pleja trama de relaciones inter- personales que supone la vida en una comunidad humana» (EG ). Y esta característica afecta también al terreno de la evange- lización. No sólo porque cada cristiano tiene el deber y el dere- cho de proclamar las maravillas de Dios, sino también porque es todo el conjunto de la asamblea que posee la fuerza y el atractivo de regalar la vida nueva del Rei- no. Jesús resucitado se ha com- prometido con esta dimensión comunitaria, en aquel «dos o tres reunidos en su nombre» (Mt , ), y lo hace porque el Reino implica claramente las relaciones interpersonales y sociales. El aspecto social y comuni- tario da pie al tema de la univer- salidad, una dimensión que siempre tenemos que seguir de- sarrollando y profundizando. La evangelización cristiana, en efec- to, no puede dejar de ser sensible a la inculturación, ni dejar de es- tar atenta a la diversidad de sen- sibilidades y culturas, «diversi- dad de rostros» (EG ). La evangelización necesita adaptar- se a toda expresión cultural y en todo contexto social, no como un mal menor, sino como un te- soro de diálogo y de enriqueci- miento mutuo. En esta acogida de la diversi- dad, que debe confluir finalmen- te en la unidad, conviene consi- derar el papel de los diversos carismas al servicio de la evan- gelización. Debe poder integrar armónicamente cada carisma en el conjunto de toda la Iglesia, de modo que todos ofrezcan su es- pecificidad como las caras diver- sas de un único y precioso dia- mante. Ciertamente, la cultura de la unidad posee una fuerza evan- gelizadora impresionante; pro- bablemente está todavía poco profundizada y hace que pida- mos, siempre de nuevo y con in- sistencia, el don del Espíritu Santo, el gran Armonizador de esta diversidad de pueblos y cul- turas en la unidad del único Pueblo de Dios. Evangelizadores En esta tarea no valen las ex- cusas. Francisco nos propone una Iglesia donde cada bautizado asuma la responsabilidad de co- municar su propio descubri- miento de la novedad del Evan- gelio. Esta decisión interior depen- de únicamente de la necesidad de transmitir la alegría del kerig- ma, nunca del estatus social o de la formación académica del cre- yente. No podemos eludir nues- tra tarea evangelizadora, porque el anuncio es una realidad coti- diana que se desarrolla en el mano a mano con nuestros con- temporáneos, en el testimonio y en la palabra que abre nuevas perspectivas, de persona a perso- na. La evangelización no es un Ü Ý «Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana»
  • 33. 33II trimestre de 2015 cambio de mentalidad ejercicio de marketing, sino una comunicación de la salvación vi- vida «en primera persona»: «Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces esto que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los demás» (EG ). Por ello, la audacia evangeli- zadora es una experiencia perso- nal, más aliada con el deseo de comunicar que con las cualida- des individuales. Esta realidad, como decía- mos, tiende a su expresión comu- nitaria y, por tanto, cultural. Cuando el Evangelio arraiga en una cultura, ésta se convierte en una cultura evangelizadora, con el rico abanico de posibilidades que ello supone. La piedad popular es una cla- ra expresión; como lugar teoló- gico, no puede ser despreciada, sino que se debe redescubrir co- mo una manifestación del Espí- ritu capaz de producir un testi- monio cierto y veraz. Y, del mismo modo que la piedad popular se convierte en expresión de la vida teologal del pueblo, también lo debe ser el diálogo con el ámbito académi- co. En este sentido el Papa pide explícitamente: «Convoco a los teólogos a cumplir este servicio como parte de la misión salvífica de la Iglesia. Pero es necesario que, para este propósito, lleven en el corazón la finalidad evan- gelizadora de la Iglesia y también de la teología, y no se contenten con una teología de escritorio» (EG ). La homilía Una de las formas importan- tes de la evangelización es la ho- milía, ya que en ella el sacerdote puede atraer a la asamblea hacia la verdad, la belleza y el bien. Pa- ra lograr este propósito, es im- prescindible el diálogo con Dios, con la Palabra y con el pueblo. Esto implica la experiencia de la oración, el conocimiento profun- do y académico de la Escritura y el conocimiento del pueblo al que el predicador se dirige: «Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un con- templativo del pueblo» (EG ). También se pone de relieve el contexto donde la Palabra es pro- clamada y comentada: la litur- gia. Contexto que ciñe la expo- sición y la orienta, ya que forma parte de un todo, respecto al cual no puede ni desentonar ni caer en un exceso de protagonismo. Alejándose de toda concepción de superficialidad, el Obispo de Roma entiende la homilética ple- namente insertada en la dona- ción de vida: «La preocupación por la forma de predicar también es una actitud profundamente espiritual. Es responder al amor de Dios, entregándose con todas nuestras capacidades y nuestra creatividad a la misión que Él nos confía; pero también es un ejercicio exquisito de amor al prójimo, porque no queremos ofrecer a los demás algo de esca- sa calidad» (EG ). A fin de facilitar esta buena calidad de la predicación, se aconseja la proximidad del len- guaje, «hablar con imágenes», y un tono sugerente y positivo, alentador. El kerigma: LaBuenaNoticia de la misericordia Finalizando el capítulo, el Pa- pa hace referencia al kerigma: el anuncio de la definitiva acción de Dios, en Cristo, en favor de la humanidad. La misericordia abraza y ple- nifica este kerigma como don de Dios –iniciativa de su amor– y reclama la respuesta de cumplir el mandato del Señor: «Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he ama- do» (Jn ,). El anuncio de la misericordia libera e impulsa para dar a conocer el kerigma; el cual es designado como pri- mer anuncio y como eje sobre el que crecemos y maduramos du- rante toda nuestra experiencia cristiana. Todo esto necesita buscar pa- ra el anuncio lenguajes auténti- camente significativos, empapa- dos de belleza, verdad y bondad, que manifiesten a los hombres el misterio. Coherente con este plan de vida extensivo a todos los bautizados, que son, al mismo tiempo, evangelizadores, el Papa concluye el documento con una exhortación a convivir con la Palabra: «Nosotros no buscamos a tientas ni necesitamos esperar a que Dios nos dirija la palabra, porque realmente Dios ha habla- do; ya no es el gran desconocido, sino que se ha mostrado. Acoge- mos el sublime tesoro de la Pa- labra revelada» (EG ). l Un pueblo en medio del mundo y para el mundo
  • 34. 34 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Personalidad Pensamiento breve La personalidad de cada cual está enraizada en la mirada amorosa y gratuita de Jesucristo. Y nosotros, también con gratuidad de amor y amistad, le conocemos como el Hijo de Dios hecho hombre. Todos, incluso el diablo, podemos ser portavoces de este gran acontecimiento histórico. Pero tan sólo pueden ser sus testigos los amigos íntimos de Dios –Misterio trinitario–. Estos amigos confirman la palabra de Jesús con la fe y con la fuerza de las obras. Francesc Casanovas
  • 35. 35II trimestre de 2015 cambio de mentalidad E l genial artista de la Roma barroca, Gian Lorenzo Bernini, después de haber sido el preferido del papa Urbano VIII, con la muertedeéste()ylallegadadelpapaInocencio X, cayó en desgracia víctima de las conspiraciones de la corte papal y de las acusaciones debidas al proyecto fracasado de erigir dos campanarios en la basílica de San Pedro. El cardenal veneciano Federico Cornaro aprovechó que Bernini había sido apartado de los grandes encargos papales para encomendarle la realización de una capilla fune- El Éxtasis de Santa Teresa Carlos Rivas El Éxtasis de Santa Teresa (o Transverberación de Santa Teresa), obra realizada por Gian Lorenzo Bernini entre 1647 y 1651, es considerada una de las obras maestras de la escultura barroca. Se encuentra en una capilla lateral del transepto de la Iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma. raria en la iglesia de Santa María de la Victoria, para su familia Cornaro, y que fuera dedicada a santa Teresa de Jesús, recién canonizada el . La repercusión que tendrá el Éxtasis de Santa Te- resa, de Bernini, junto con alguna otra obra de ese momento, hará cambiar la suerte del artista, al darse cuenta Inocencio X de que no podía ignorar un genio como Gian Lorenzo. A menudo el comentario de esta obra de Bernini se centra en el conjunto escultórico del ángel y la Santa, que ciertamente es la parte central y más Arte y vida Ü
  • 36. 36 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad Fotos:CarlesRivas
  • 37. 37II trimestre de 2015 cambio de mentalidad relevante, pero para entenderla bien hay que tener en cuenta que Gian Lorenzo planteó con cuidado todo el espacio de la capilla como un escenario donde expresar el Éxtasis de la Santa. El concilio de Trento (-) había recomen- dado que mediante el arte religioso «se expongan a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, para que den gracias a Dios por ellos, y adap- ten su vida y costumbres a los ejemplos de los mis- mos santos; y para que se ejerciten a adorar, amar a Dios y practicar la piedad» (Sesión XXV). Es de esta manera que Gian Lorenzo concibe la obra: nos ofrece la oportunidad de compartir la contem- plación de la experiencia de Dios que experimen- tó santa Teresa. Y nos lo expone como si se trata- ra de una representación teatral a la que estamos invitados. La familia Cornaro asiste al acto desde las tri- bunas que Bernini coloca a cada lado de la capilla; nosotros asistimos desde la platea, desde la nave de la iglesia. La disposición escenográfica es evi- dente. Bernini desarrolló una concepción artística donde trataba de unir, dentro de la obra de arte, la arquitectura, la pintura y la escultura; lo llamó el bel composto, y la capilla Cornaro de Santa María de la Victoria es un buen ejemplo de ello. Gian Lorenzo utiliza un texto de la santa como coronamiento de la obra: unos angelitos sostienen la declaración de amor de Cristo a Teresa en sus «bodas místicas»: Nisi coelum creassem, ob té sola creasem (Si no hubiera creado el cielo, para ti sola lo crearía). Por debajo de esta leyenda ocurre todo, ángeles y putti de estuco con cintas de flores de azahar decoran el arco de entrada a la capilla. Detrás de ellos más ángeles, ahora pintados con instrumentos y llenos de movimiento, enmarcan un cielo abierto, en fiestas, donde el Espíritu Santo en forma de paloma es el centro. Este cielo irrum- pe en el techo de la capilla, escondiendo las formas arquitectónicas de la bóveda y es iluminado por un ventanal con una vidriera de la Santa con un libro abierto en una mano y una pluma de escriba en la otra, acompañada de un angelito. Abajo, entre la profusión de colores y formas de mármoles y alabastros, a cada lado de la capilla se abre un palco donde están esculpidos los miem- bros de la familia Cornaro que contemplan y co- mentan la escena principal, como invitando al es- pectador a hacer lo mismo. El escenario central se encuentra enmarcado por una estructura convexa en forma de retablo con unas columnas y frontis- picios truncados. Dentro de este escenario se de- sarrolla la acción hacia la que converge toda la ca- pilla: la magnífica escultura de Bernini donde se encuentra la Santa en éxtasis y un ángel con una flecha en la mano. Gian Lorenzo construyó una linterna exterior en la fachada para hacer entrar la luz de forma que iluminara la escultura cenital- mente, deslizando la luz por unos rayos dorados que descienden hasta la escena. La obra representa un célebre fragmento del Libro de la Vida (,), la autobiografía de santa Teresa de Jesús, donde la santa explica una visión: «Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquier- do, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nom- bres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me pare- cía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la sua- vidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espi- ritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa Ü El Éxtasis de Santa Teresa
  • 38. 38 II trimestre de 2015 cambio de mentalidad entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento.» Bernini representa la escena central con már- mol de Carrara, trabajado con gran virtuosismo, enmarcada por el escenario y con un fondo de lu- minosos rayos dorados que descienden hacia las figuras. El ángel se mantiene erguido ante la Santa, abriéndole el vestido por el pecho de donde acaba de extraer la flecha dorada que mantiene en la ma- no derecha. El ángel mira complacido y sonriente el gesto extasiado de Teresa. Ella suelta su cabeza con los ojos entornados, casi cerrados, y la boca entreabierta por la que parece salir un gemido. Su cuerpo queda abandonado, la mano izquierda cuelga sin fuerza, así como el pie izquierdo, des- calzo –recordando el nombre de la orden reforma- da por la Santa–. Tan sólo el pie derecho se apoya precariamente en la roca-nube, la mano derecha descansa entre los pliegues del vestido, con los de- dos despegando en un movimiento que recuerda las llamas de un fuego vivo. Gian Lorenzo se re- crea en los pliegues del vestido, llenando la escena de un movimiento y una fuerza que supera el ca- Ü rácter estático del material utilizado, confiriendo al estático mármol un dinamismo sublime. El con- traste entre la quietud de su cuerpo y el movimien- to de los vestidos transmite maravillosamente el sentir del momento. La Santa se nos presenta llena de un sentimiento de dolor y placer, que «no desea que se quite». No son extrañas las críticas que pronto recibió la obra, ya que se veía un marcado carácter de éx- tasis sexual. Realmente Bernini representa esplén- didamente una mujer abandonada al placer que ha conquistado todo su cuerpo. Pero quien se que- de con ello hará como el necio que, cuando el sa- bio apunta hacia las estrellas, su mirada limitada sólo ve el dedo que los señala. La experiencia mís- tica de santa Teresa, ella misma la describe como espiritual, pero en la que el cuerpo no deja de par- ticipar. Es evidente que la experiencia va más allá, porque no es frecuente que el éxtasis divino trans- forme y transmita la fuerza para llevar adelante la obra de Dios. Es de agradecer contemplarlo en Teresa de Jesús mediante esta genial obra de Ber- nini. l
  • 39. REVISTA DE PENSAMIENTO TEOLÓGICO SUSCRÍBETE UNA REFLEXIÓN SOBRE TEMAS DE ACTUALIDAD VIVIDOS EN COMUNIDAD DE FE 23 € suscripción anual (papel)10 € suscripción anual (digital) Más información: 93 301 14 16 / editorial@spdd.org / www.spdd.org
  • 40. Casal Sant MartíCasa de espiritualidad y de cultura al servicio de la pastoral diocesana y comunidades parroquiales Campelles VERANO 2015 Julio El Casal ofrece un espacio de acogida para grupos y personas en un ambiente de espiritualidad y cultura Agosto ü 4-6 V Jornadas de estudio sobre el hombre: La afectividad, motor de la humanidad. Coordinadas por Miquel Barcos ü 9-11 X Jornadas científicas: La ciencia y la tierra. Coordinadas por Carles Sanchiz ü 14-16 Jornadas de arte: Dimensiones del arte. Coordinadas por Ingrid García Moya ü 25-31 I Convivencia para gente adulta: ¡El gozo de vivir! Septiembre ü 4-10 II Convivencia para gente adulta: Ser un don para los demás Durante el verano ü EXPOSICIONES ARTÍSTICAS ü CONCIERTOS MUSICALES 692 603 180 csm@spdd.org www.spdd.org