1. Por cada minera, una resistencia
Lunes 26 de Noviembre de 2012 Escrito por Sursiendo.com
Fuente: OCMAL
El escenario al que no queremos acostumbrarnos intenta imponer
modelos extractivistas de saqueo y contaminación en toda
Latinoamérica. Los pueblos gritan a viva voz sus exigencias para
hacer frente al despojo y derroche de los bienes comunes. Son esas
las voces que recorren larguísimos kilómetros y hacen historia.
En 2003, la población de Esquel, en el sur patagónico argentino, fue
la primera en impedir la explotación de un proyecto de megaminería
en el país. Esa victoria marcó un antes y un después para los
sucesivos movimientos asamblearios de vecinos que sintieron un gran
apoyo y empezaron el camino del empoderamiento.
Este pasado 3 de junio Loncopué en Neuquén, se convirtió en el
primer pueblo argentino que prohibía la megaminería en un
referendum vinculante. Su lucha comenzó en 2007 y esta es su
tercera victoria frente al modelo. En las primeras lograron desalentar
consecutivamente a dos multinacionales mineras: una canadiense y
la otra china. Con cada victoria los abrazos y celebraciones se hacían
más fuertes. La organización coordinó asambleas de todos los
pueblos y comunidades afectadas, incluyendo a la comunidad
mapuche que iba a ser gravemente agredida con este megaproyecto.
"Las asambleas de vecinos autoconvocados son el único obstáculo
2. para el saqueo de las multinacionales mineras", afirmaron en más de
una ocasión. Y así el pueblo se fue volviendo a sentir comunidad.
Desde este sur patagónico remoto podríamos tomar la Ruta 40 y casi
un día después de viaje llegaríamos a la tierras riojanas donde lo que
se comparte es ese mismo sentimiento de lucha. Famatina y
Chilecito, al norte del país, están en resistencia contra la explotación
minera a cielo abierto. Pero no están solos. Los apoyos llegan desde
otras provincias lejanas donde se organizan marchas y se escriben
declaratorias, pero sobre todo desde la propia población organizada
en la Unión de Asambleas Ciudadanas. El "Famatina no se toca" es un
clamor que une como nunca antes, sobre todo de la mano de
"mujeres muy valientes" que han sido la clave de la resistencia.
Hubo muchas grandes historias cotidianas que vivimos en nuestra
visita por la zona. El atardecer de regreso de los Talampayas nos
regalaba una bruma baja al final del camino que se movía rápida en
dirección norte. "No es bruma, es contaminación y está yendo hacia
mi casa", dijo el guía. Al otro día, un ex minero de otro poblado
cercano, nos contaba que "ya entendió lo malo que puede ser la
extracción de minerales". Con cada capa geológica que describía
mostraba una parte de ese vínculo que siente con esas montañas que
quiere proteger. Las alturas cordilleranas se imaginan áridas y
despobladas. Puede que lo sean. Pero ese silencio que a veces sólo
deja escuchar el viento, también trae consigo el sentimiento de
unidad que ya forma parte del paisaje de la región.
El agua es la preocupación principal que recorren todos estos
reclamos. Los metales pesados van a parar al agua provocando
multitud de enfermedades directas o indirectas. La minería no sabe
convivir con la agricultura o la ganadería. No sabe y no puede
aprender. Es también la conclusión del Tribunal Popular Internacional
de Salud celebrado el pasado fin de semana en Guatemala, que
focalizando en la minera canadiense GoldCorp, expresa la necesidad
de acciones contundentes en favor de la salud y la vida.
Si con un lápiz color café seguimos el trazo de los núcleos en
resistencia a las mineras, se dibujan fácilmente las cadenas
montañosas que atraviesan el continente desde los Andes
septentrionales hasta la Sierra Madre en el norte de México. Haciendo
un alto a mitad de camino en el pueblo de espinas, Cajamarca, Perú
encontramos que la minería también es una actividad resistida. La
región se encuentra ubicada dentro de la mayor cuenca hídrica del
país. Más del 60% de la población de la región es agrícola.
Su lucha por el agua y la biodiversidad son respaldadas con las
formas de cultivo que los cajamarquinos han elegido. Esta región que
alimenta a poblaciones rurales y urbanas posee numerosos
3. productores ecológicos para los que un proyecto como Yanacocha "no
goza de su confianza" ya que afectaría de manera irremediable las
reservas de agua "de donde sale nuestra verdadera riqueza".
Eligieron la agroecología como medio de desarrollo y la explotación
metalífera de oro acabaría con ella.
Pero el viaje rumbo al río Bravo sigue y la insistencia de las
multinacionales también.
En los últimos años el gobierno federal mexicano han otorgado 97
concesiones mineras con hasta medio siglo de vigencia cada una sin
que se le moviera un pelo; pasando incluso por sobre normas
ambientales preestablecidas.
En Chiapas la explotación afectaría a la reserva de la biósfera El
Triunfo, uno de los pulmones forestales más importantes de la región
y los ecosistemas de manglar de la reserva de la biosfera La
Encrucijada. Con ellos se verían afectadas todas las aguas
subterráneas y mantos freáticos. Si el agua es la sangre de la
naturaleza, nosotros como parte de ella, dentro de muy poco tiempo
empezaremos a sentir los síntomas de la enfermedad.
Muchas son las mentiras y hostigamientos a los que han tenido que
enfrentarse las resistencias antimineras y sin embargo allá donde
intenta implantarse un proyecto de megaminería, hay organización.
Las mineras no están preparadas para movimientos (civiles)
horizontales y sólidos que revalorizan y tejen alianzas con los pueblos
originarios en el reclamo por el derecho al buen vivir. Sin líderes a los
que cooptar o comprar, las instituciones arcaicas que se niegan a
escuchar a los pueblos que dicen representar no dan más que pasos
torpes.
Las poblaciones latinoamericanas hemos vuelto a redescubrirnos en
la importancia de espacios de escucha recíprocos y a establecer
nuestras propias ideas de desarrollo. Victorias como las de Loncopué
sean quizás las que sigan marcando el camino de la esperanza para
alcanzarlas.