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El conflicto tragico entre antigona y creonte.

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  1. 1. EL CONFLICTO TRÁGICO DE ANTÍGONA Y CREONTE. UNA REFLEXIÓN CRÍTICA A LA LEY FORMAL Por: Edwin Valladares Portillo Resumen El objetivo del presente trabajo consiste en mostrar al lector cómo a partir del mito de Antígona y de autores situados en momentos históricos distintos como Franz Hinkelammert y Martha Nussbaum se pone de manifiesto, que la tensión dialéctica entre el derecho antiguo y el nuevo derecho conduce hacia una síntesis que configura una pluralidad de momentos éticos que le den un nuevo sentido al mundo jurídico, entendido éste como la realidad humana en sus dimensiones social, política, económica y cultural. Claro está, que en este propósito la crítica de Hinkelammert a la ley como violencia indiscriminada, cobra importancia a la hora de fundamentar filosóficamente la ética del sujeto en su capacidad de discernir la ley como dios falso y de trascender esa realidad política desde sí misma. En esta línea, en el artículo se plantea la necesidad de complementar el mito de Antígona con la crítica al mito del poder realizada por Franz Hinkelammert, y desde este hacer volver al sujeto ético en su autonomía e independencia hasta ahora ausente como fundamento de la ley. I. Aproximación al tema. Entre otras cosas la tragedia griega pone ante nuestra mirada la situación del conflicto. Y por lo general, en ella se toma muy en serio casos reales de conductas censurables que son pertinentes para valorar la vida ética del agente. Ahora bien, en el contexto del mito de Antígona asistimos al conflicto de la ley de los dioses que prescribe:” No se puede negar la tierra a un muerto”; y la ley de los hombres que establece: “No se debe honrar el cadáver de un traidor.” En apariencia esto no provoca conflicto, pero la cosa cambia de sentido cuando es un pariente cercano a quien la ley prohíbe sepultar por haber luchado contra la ciudad, ya que es ahí donde afloran exigencias prácticas del sujeto que lo coloca en situación de confrontar la validez de la ley, pues los compromisos de carácter moral lo impulsan normalmente a rechazarla. Este es el caso de Antígona, y que para nosotros su final trágico despierta un interés particular porque nos lleva a considerarla como grande y torturada. Se trata pues, de una tensión entre posturas unilaterales que ponen en evidencia la existencia de principios éticos opuestos en relación al edicto de Creonte. Lo trágico en el conflicto de Antígona y Creonte, consiste en que por tratarse de posturas unilaterales y simples resulta indisoluble; en otras palabras, no existe la posibilidad de síntesis o complemento. Pero a pesar de ello abre la puerta, pues no se puede olvidar que la superación de la tensión dialéctica entre el derecho viejo y un derecho nuevo, puede llevarnos a una síntesis que configure una pluralidad de momentos éticos que le den un nuevo sentido a la vida, y en el caso particular de Antígona a la polis. Sin embargo, ambos no son consciente de ello, al contrario, su ensimismamiento los lleva a pasar de largo otros principios y valores que están obligados a respetar, por lo que al no hacer justicia de ellos caen en irrefrenable exceso que los conduce al abismo de la perdición. 1
  2. 2. Tanto Antígona como Creonte se deslizan en una ética individual. Desde esta perspectiva, la primera no ve más allá del mundo de los muertos (muertos de su familia) y el segundo más allá del bien supremo el bienestar de la ciudad, por tanto, en ambos falta una ética universal. No obstante, es preferible la conducta de Antígona a la de Creonte, porque en ella habita un anhelo de justicia y piedad. Esto la vuelve grande y punto de partida para una ética del sujeto que al poner como fundamento la vida humana, integra valores como la justicia y piedad. Afirmación, que hacemos siguiendo a Hinkelammert en el entendido que Antígona al final no se suicida intencionalmente, sino que su muerte es consecuencia de la lógica sacrificial del poder. Tal como hemos afirmado, Antígona constituye el punto de partida de todo acto ético que busca romper con la lógica de la ley que humilla, somete, abandona y desprecia al hombre. De este modo, el acto ético se transforma en acto ético político que hace un llamado a cambiar toda ley que como fin en sí misma anula la corporalidad y necesidad humana. Aunque Antígona no es capaz de encontrar esta salida, su desacuerdo ético con el decreto de Creonte crea un conflicto de creencias sobre lo moralmente correcto. De hecho, tal circunstancia, en la actualidad abre la posibilidad de revisar la universalidad concreta de la ley, de ampliar la concepción de mundo y abandonar la creencia que un valor tomado aisladamente permanezca libre de todo conflicto. Esta posibilidad no está presente en Creonte, pues en su arrogancia sólo cabe el imperativo categórico de salvación y seguridad de la ciudad. En consecuencia, todo ataque a los valores civiles lo interpretará como signo de incapacidad mental o de irrespeto a la autoridad. Finalmente, creemos que, a pesar de la crítica formulada a Antígona en el sentido, que no rompe con el esquema de la ley, su acto ético constituye un mito fundacional de rechazo a toda ley que se halle fuera del orden cósmico, y precisamente por ello estimamos que al final de la tragedia hay una función utópica que nos desafía y empuja a considerar la tesis de Georges Bataile: “La transgresión no es la negación de lo prohibido, sino que lo supera y lo completa.” Por tanto, debemos preguntarnos: ¿hay una visión heterogenia u homogénea en la postura de conflicto de Creonte y Antígona? ¿Se consolida la razón del Estado cuando triunfa sobre la moral? ¿Mantiene la substancia ética el sujeto cuando en su intento de cumplir con un principio viola otros que debe respetar? ¿Cómo podemos recuperar el sujeto ético desde Antígona? ¿Hasta que punto el sacrificio de Antígona puede tener frutos? II. Enfrentamiento entre la ley como lo prohibido y la ley como lo humano. El enfrentamiento entre Antígona y Creonte responde a la necesidad de cumplir con la ley. De ahí que ninguno cree transgredir la ley con su decisión. En este sentido, lo que se pone en juego en el enfrentamiento entre ambos coloca las decisiones de uno y otro en diversos planos: el primero en la ley de la polis que deviene como contingente respecto de la ley natural y el segundo en la necesidad para lo cual invoca la ley de los dioses. Veamos a continuación, como fundamenta Antígona su decisión. En su diálogo con Ismena dice: “¿no acaba Creonte de conceder preferentemente á uno de nuestros dos hermanos el honor de la sepultura, privando de él al otro indignamente? A Eteocles, por un decreto equitativo y justo, le ha hecho 2
  3. 3. sepultar [….] y, por lo que hace al cadáver del desgraciado Polynice, se ha pregonado una orden, prohibiendo a los ciudadanos que le sepulten ni le lloren, para que, abandonado, sin honras fúnebres, ni duelo, sirva de preciado pasto a las aves carniceras.”1 Lo que Antígona, somete a juicio en esta parte de su discurso, es la crueldad e injusticia del decreto, pues para ella no existe justificación alguna si se toma en cuenta que ninguno de los muertos lo fue siendo esclavo; además en su contenido está rebasando la tradición de la polis, ya que ha sobrepasado la piedad y la justicia. Por tanto nuestra Antígona declara: “No hay en él ningún derecho para apartarme de los míos.”2 Acá se hace presente la angustia de respetar o transgredir la resolución del tirano. Como es obvio, Antígona opta por lo segundo y se crea el conflicto entre la ley religiosa (eterna e inviolable) y la ley del hombre; amparada en ella Antígona cree que no está violando la ley con su decisión de dar sepultura a su hermano Polynice. Por tanto, el rito se impone y la transgresión supera y completa lo prohibido. En efecto, en esta línea sostiene: “Desprecia tú, en buena hora, si lo juzgas conveniente, la sacrosanta leyes de los dioses”3 Como podemos observar Antígona invoca la ley no escrita para desobedecer el decreto de Creonte. Ciertamente, cuando éste le enrostra por que se ha atrevido a infringir la ley aun conociendo la prohibición, nuestra heroína responde: “Semejante ley no ha sido decretada por el excelso Jove, ni por la justicia, compañera de los dioses manes; ellos jamás impusieron tales leyes á los hombres, , y yo no puedo creer nunca que tus pregones tuvieran fuerza superior á las leyes no escritas, pero infalibles y eternas de los dioses….”4 Las respuestas a Creonte continúan en la misma línea hasta el final; por lo tanto el conflicto no se soluciona por la vía pacifica. De modo que Creonte persiste con su acción de tiranía y Antígona en su rebeldía, que por cierto considera motivo de honra y no de traición, pues traición seria no cumplir con el deber necesario de dar sepultura a su hermano Polynice. Se trata de un enfrentamiento entre la ley divina como ley de lo humano que descansa en la justicia y la piedad, contra la ley como lo prohibido que coacciona al cumplimiento de la ley en sí misma, en donde el ciudadano común y corriente carece de soberanía para denunciar el contenido de injusticia e impiedad presente en ella. De ahí que, lo rescatable de Antígona a pesar que limite el conflicto práctico a lo familiar sin dar el salto a lo universal, es su rebeldía y valentía de ir hasta la muerte por aquello que debe formar parte del contenido humano de la ley. En consecuencia, es obvio, que la legitimidad de la decisión de Antígona está dada por la ley de los dioses que representan el orden del ser. A veces se ha dicho, que la muerte de Antígona es infructuosa. En lo personal considero, que su rebeldía a obedecer la prohibición del decreto supera y completa el sentido de la vida que se consolida en la muerte. Como hemos dicho Antígona acepta morir antes que obedecer un decreto que considera injusto y cruel, ver su diálogo con Ismena: “Como buena hermana iré a reposar con mi hermano amado por haber sido santamente criminal.” 5 1 Sófocles. “Antígona”. Biblioteca Andaluza. Madrid. 1889. Pp. 2. 2 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 29. 3 Sófocles. Ob. Cit. PP. 31. 4 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 57. 5 Sófocles. Ob. Cit. PP. 31 3
  4. 4. En cuanto a Creonte, éste piensa que su decisión procura el bienestar de la polis, por lo tanto, no considera que con su acción esté incumpliendo la ley. En efecto, al dirigirse al coro Creonte para hacer de su conocimiento el decreto sobre la suerte del cadáver de Eteocles y Polynice argumenta: “En cuanto a mi, declaro que a todo el que teniendo a su cargo el gobierno de un pueblo, no adopta las resoluciones más acertadas, y sella sus labios por temor, le juzgo y he juzgado siempre malísimo magistrado…”6 Como se puede apreciar, Creonte tiene la convicción que la ley mediante la cual somete a muertos y vivos no rompe el orden cósmico, al contrario se trata de una resolución acertada, ya que con ella se procura el bienestar de la ciudad como bien supremo. Ahora bien, ¿qué representa Creonte? ¿Acaso su función como gobernante no es procurar el bienestar de su patria y el hacer cumplir la ley? Sí, pero desde su actitud unilateral provoca una crisis de legitimidad externa de ley, pues con su decreto no mira más allá de la justicia que exige el mundo de la polis. En consecuencia, la ley de Creonte como producto de su arbitrio se decide al margen del otro. Ciertamente, al revisar el enfrentamiento con Antígona, se puede verificar que éste no admite la ley natural como fundamento de la ley positiva, tampoco admite la justificación de Antígona para desobedecer una ley que considera cruel e injusta. Al contrario, como buen tirano sostiene: “Mientras yo viva, no consentiré que una mujer nos dicte la ley.”7 Por tanto, en Creonte el otro no existe, únicamente existe su visión de mundo y lo que está fuera de ella lo considera como irracional. De ahí que para él Antígona es una persona que nunca tuvo juicio, porque insensatamente ha violado la ley. De modo que al tirano nada lo hace entrar en razón, siempre recurrirá a la ley del orden para justificar sus acciones; en esta idea, cuando su hijo Hemón le advierte que los ciudadanos de Thebas no creen lo mismo que él respecto a su resolución de enterrar viva a Antígona, esté responde: “¡los thebanos! ¿Y son los thebanos los que han de imponerme a mí las órdenes que yo debe dictar? ¿Pues quién si no yo tiene el derecho a gobernar en este país?8 Acá Creonte se presenta como el único soberano de la ley, el que tiene la última palabra para decidir la vida y la muerte de sus súbditos. En otras palabras, se trata de un gobernante como le enrostra su hijo Hemón, que mira a la ciudad como propiedad personal, y por lo tanto toda la parte afectiva, religiosa y privada queda interferida con su voluntad. Es obvio que esto rompe con los valores tradicionales de la polis, y por eso ante la interrogante de Creonte: ¿Pues no se tiene como dueño de una ciudad al que la gobierna? Hemón responde: “pero en ese caso reinarás en un país desierto.”9 Bajo este ejercicio de análisis, si admitimos que la ley es el conjunto de normas ordenadas en función de valores y fines que la comunidad se da y persigue, Creonte no sería un gobernante justo, sino un tirano que desde su ensimismamiento invade la esfera personal y la somete en función de la ley misma, y no en función del bien en constante 6 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 38 7 Sófocles. Ob. Cit. PP. 63. 8 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 79 9 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 80 4
  5. 5. transformación por las necesidades concretas; por lo tanto, únicamente podría gobernar en un país desierto. Como humano que es, Creonte atiende a la vanidad del poder y afincado en ella considera, que no hay calamidad más grande que la anarquía, por eso todo el que infringe la ley y el que pretende mandar a los que gobiernan no son dignos de elogio. Con esta actitud abandona la virtud que debe guiar sus decisiones, y por lo tanto viola la ley, entendida esta no como la ley válida en su virtud formal sino como mandato que representa el orden universal y toda tradición anterior a ella. En su arrogancia, Creonte hace alarde de la prudencia y desprecio al magistrado que no adopta decisiones acertadas; sin embargo, actúa como un irracional al persistir en su obstinación de mantener como única opinión la suya creyéndola la única razonable. De ahí que, el comportamiento ético de Creonte de constituirse sabio en su propia opinión y de anular al sujeto como fundamento de la ley, no es válido para una ética de la ley que pretenda hundir sus raíces en la soberanía del sujeto. Finalmente, diremos que la conducta mostrada por Creonte ante el conflicto que suscita su decreto, no es preferible a la de Antígona, ya si bien es cierto que el error de ambos acarrea la tragedia. En Antígona la trasgresión a la ley es el reconocimiento al valor absoluto del logos ordenador del cosmos. En cambio, en Creonte existe un desconocimiento del valor del logos ordenador del cosmos, este error desata la tragedia en su casa: muere su hijo Hemón y su esposa Eurídice para que se restituya nuevamente el orden. De ahí que para nosotros es preferible la conducta de Antígona, porque defiende la ley como lo humano (como justa, universal y piadosa) y no lo ley como lo prohibido, es decir, la ley en su obediencia ciega y sin cuestionamiento a la lógica sacrificial del poder. En este sentido, Martha Nussbaum sostiene: “La virtud de Antígona, posee un grado de complejidad que permite un sacrificio auténtico dentro de los limites de la defensa de la piedad.” 10 En Antígona no hay marcha atrás. En efecto, a pesar de su vulnerabilidad ante el poder político lleva hasta las últimas consecuencias el conflicto contra la ley como lo prohibido en aras de experimentar el amor de hermano. Meta que es digna de elogio en una ética del sujeto. Aunque claro está con la corrección que una ética del sujeto no se limita como en el caso de Antígona a la familiar, sino que trasciende a lo comunitario. En el otro extremo, la simplicidad de Creonte no es digna de elogio, pues al reducir el bienestar de ciudad a la seguridad elimina el conflicto como elemento necesario para la transformación política y social. III. El punto de vista de terceras personas en el conflicto Antígona-Creonte. Todo conflicto no surge al margen de lo social. Ciertamente, en el conflicto están presentes los valores que el sujeto adopta y defiende para realizarse como persona, y los valores que la sociedad se da para conservar el orden. De ahí que a pesar de la complementariedad que se da entre persona y sociedad, la tensión entre ellos siempre se 10 Nussbaum, Martha. “La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega” Editorial Visor. Madrid. 1995. Pp. 111. 5
  6. 6. hace presente. Ahora bien, desde esta perspectiva, es válido revisar si el ethos de terceras personas empobrece o enriquece el conflicto. A) La postura de Ismena ante el rechazo de Antígona a la ley de Creonte. Tanto Antígona como Ismena son afectadas por el decreto de Creonte que les impide sepultar a su hermano Polynice. Sin embargo, la actitud de ambas es diferente. Antígona realiza una acción rebelde; en cambio la actitud de Ismena es de obediencia a la autoridad con independencia de la legitimidad de su acto. Veamos la actitud que adopta cuando Antígona le pide ayuda para levantar el cadáver de Polynice: “¡Qué! A pesar de la prohibición impuesta a la ciudad, ¿te atreverás á dar sepultura? ¡Desdichada! ¿Y la prohibición del tirano? Reflexiona, pues con cuánta ignominia pereceríamos las dos […], sí rebeldes a la ley, osáramos quebrantar ese decreto, y desafiar el poder de los príncipes […] Por mi parte, después de pedir á los difuntos que me perdonen, si cedo á la violencia, me someteré á la autoridad de los magistrados constituidos en poder; pues sería insensatez pretender ejecutar lo que excede de nuestras fuerzas.”11 A simple vista parecería que la actitud de Ismena es razonable. En efecto, apela a su condición de mujer subordinada y gobernada que le hacen sentirse limitada e incapaz de luchar contra los hombres, y por ende contra el decreto de Creonte. No obstante, su ethos está cargado de una simplicidad que no lo permite ver más allá de su condición física, es decir, de poder apelar a una fuerza superior y anterior a la del tirano -la ley de los dioses que impone los deberes de la piedad-. De hecho, su actitud simplista le impide hacer el intento de abogar por la justica del mundo de los muertos. En esta línea, en su diálogo con Antígona expone:” ¡Y si te fuera siquiera posible!... empero intentas lo que es superior a tus fuerzas” “Desde el principio debemos renunciar aquello que supera nuestro poder.”12 En definitiva, la actitud reverencial de Ismena a la ley de Creonte la lleva a juzgar como imposible e insensata toda actitud de rebeldía ante el decreto del tirano, antes bien opta por una postura egoísta e individualista en la que no tiene cabida la solidaridad y la piedad para con el otro. De ahí que, en lo personal, considero que la simplicidad de su ethos no enriquece el conflicto al contrario lo evita y da por sentado que toda ley por el hecho de provenir de la autoridad encargada de dictarla tiene valor en si misma. B) El ethos de Hemón frente a la resolución de Creonte. Del discurso de Hemón ante la resolución de Creonte de enterrar viva a Antígona por haber cumplido ésta sus deberes de piedad con los muertos, se recogen de elementos que a nuestro juicio enriquecen el conflicto, pues pone en evidencia la necesidad de apertura y flexibilidad que debe contener el mismo. Ciertamente, Hemón le hace ver a su padre Creonte la existencia de un mundo abierto y deliberativo. En este sentido le dice: “te ruego que no te ciegues, creyendo solo bueno tu modo de sentir y no otro, alguno; los que pretenden poseer solos la prudencia, la elocuencia y la razón, puestos en evidencia, se ve muy frecuentemente que no las tienen. El hombre, por sabio que sea, jamás debe ruborizarse de de aprender; y no debe llevar la contra más allá de lo 11 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 29-30. 12 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 33. 6
  7. 7. razonable.”13 Acá la prudencia como elemento necesario del conflicto no se limita a lo individual, sino que es abierta y en tal sentido se hace presente la tradición social y extensión del sentir de los otros frente al conflicto. De modo que, en el caso planteado, no solo existe el sentir y pensar de Creonte ante la actitud de Antígona, sino que también los Thebanos tienen un modo de sentir y pensar que no es tomado en cuenta por un tirano arrogante y soberbio que se define como gobernante prudente. Como mediador en el conflicto que Hemón es, quiere hacer consciente a Creonte que la soberanía de la ley no está representada por la voluntad del gobernante, sino por la voluntad de los representados, en este caso de los Thebanos. Tal consejo es rechazado por Creonte, pues parte de la idea que la soberanía reside en el gobernante y no en el gobernado. Esto obliga a Hemón a recordarle lo siguiente: “Una ciudad no es ciudad desde que se la mira como propiedad de uno solo.”14 Ciertamente, el bien jurídico que Creonte pretende asegurar no puede ser producto de lógica del poder por el poder, sino producto de las necesidades concretas de los ciudadanos, que en el caso de los Thebanos se haya en la necesidad de asegurar el orden cósmico, es decir, de mantener las leyes de la piedad y justicia como fuente de toda ley positiva. Contra esta aspiración y en nombre del bienestar de la ciudad, Creonte justifica su discurso para castigar la desobediencia de Antígona al decreto, traspasando con su acción no solo el punto de vista de los Thebanos sino también las leyes de los dioses. Por tanto, Hemón lo acusa de hablar como un mancebo. La acusación de Hemón a Creonte, no se queda sólo en el hecho de hacerle saber la postura diferente de los Thebanos sobre la actitud de Antígona (admirada y respetada por cumplir con sus deberes piadosos). También trasciende a realizar un juicio de valor sobre el conflicto entre justicia o injusticia de la resolución. Resolución, en la que Creonte según Hemón ha pecado con injusto motivo, ha perdido el juicio, ha traspasado el respeto debido a los dioses, ha perdido la visión y audición porque no lo volverá a verlo y porque quiere oír solo lo que conviene a su sentencia. En consecuencia, la actitud ética de Hemón sobre el conflicto Antígona-Creonte lo enriquece, puesto que introduce elementos que no están presentes en la actitud ética de Ismena. Aunque es probable que tal cambio tenga que ver con el hecho que Hemón además de ser hombre, es el hijo del tirano y el prometido de Antígona, lo cual puede llevarlo a hablar como lo hace. Esta crítica se la hace Creonte cuando le dice: “¡Miserable corazón subyugado por una mujer!” 15 Sin embargo, más allá de estas críticas, es una realidad que todo conflicto tiene que ser receptivo a las exigencias del exterior, y como Martha Nussbaum dice: “Así Hemón [….] Lo que afirma es que, cuando se intenta hacer realidad los propios fines, es importante ser receptivo a las exigencias del exterior, cultivar un modo de respuesta flexible en lugar de aferrarse a una postura de rígida obstinación.”16 Aunque es probable, que Hemón movido 13 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 77. 14 Sófocles Ob. Cit. Pp. 79. 15 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 81. 7
  8. 8. por el eros no esté pensando en llevar el conflicto hasta su máxima expresión, sino en salvar a Antígona. Sin embargo, su ethos es preferible al de Ismena. C) El papel de Tíresias ante el conflicto. Este viejo adivino, quiere guiar a Creonte para que entre en razón y modifique su decisión injusta de impedir la sepultura de Polynice, pues a la larga esta imprudencia le traerá graves consecuencias. En esta línea, Tíresias dice a Creonte: “Medita en esto, hijo mío. El error es común A todos los mortales; pero el que yerra si repara los males encausados por su error, si no permanece impasible, obra feliz y sabiamente. La arbitrariedad es madre del error. Cesa, pues, de molestar á es difunto; deja de herir a un cuerpo inerte.”17 Como se puede apreciar, el objetivo de Tíresias consiste en hacer consciente a Creonte del error en que ha caído y la necesidad de que obre prudentemente, ya que la prudencia es superior y preferible a todos los bienes de la tierra. En palabras de Tíresias, el actuar prudentemente es preferible a toda acción arbitraria, aunque en ella esté la buena intención del bienestar de la ciudad. Se trata pues, de que Creonte abandone su terca obstinación y abra paso a la deliberación, es decir, que sane de la insensatez que está padeciendo. En otras palabras, el consejo de Tíresias a Creonte no se reduce al hecho que éste permanezca inerte, sino que reaccione correctivamente frente aquellas resoluciones rígidas. Como todo tirano arrogante, Creonte rechaza el consejo y acusa a Tíresias ser un aficionado al dinero. De modo que, para Creonte, todo argumento en contra de postura inflexible la califica como algo no fundada en la prudencia, sino en el eros (Hemón), en ambición al dinero (Tíresias). Llegado a este punto de análisis, habría que preguntarse: ¿por qué hasta antes del conflicto con Antígona Creonte había gobernado de la mano del consejo de Tíresias? ¿Por qué si la colaboración le había permitido gobernar felizmente la ciudad ahora es desechada? ¿Qué lleva a Tíresias a rechazar el decreto de Creonte? Es obvio que, para la funcionalidad del conflicto trágico, Creonte debe erigirse como el único sabio y dios de la tierra que exige sacrificios para exaltar su poder. En este sentido, Tíresias lanza la predicción siguiente:” Sábete que no terminará muchas veces el sol su carrera sin que un fruto de tú sangre haya pagado con su vida la muerte de la que tú has aprisionado bárbaramente bajo tierra, de la que has enterrado viva en la tumba. Tú has arrebatado a los dioses infernales el cadáver de aquél a quien has privado de la sepultura y de los fúnebres honores para lo que no tienes tú poder; para lo que no lo tienen ni los númenes celestes: que solo te lo ha otorgado la violencia.” 18 En lo personal considero que el desacuerdo de Tíresias con el decreto que ha provocado el conflicto, no tiene tanto que ver con su crueldad e injusticia, sino con el hecho de romper el orden cósmico guiado por los dioses infernales. Orden que si no lo restablece Creonte tendrá que sufrir el terrible castigo de las divinidades. De hecho, esto significa, que, si el castigo de Antígona y la 16 Nussbaum, Martha. Ob. Cit. Pp. 125. 17 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 99-100- 18 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 104 8
  9. 9. suerte sobre el cuerpo de Polynice no implica la ruptura del orden cósmico, por muy cruel e injusto que fuere, Tíresias y las divinidades lo recibirían como olor grato. Finalmente, diremos que nuestra lectura sobre el papel de Tíresias en el conflicto, reconoce que tiene partes importantes, ya que hace saber a Creonte la arbitrariedad e imprudencia con la que ha actuado en su decisión, la necesidad de sanar de la enfermedad mental y de reparar su error a fin de evitar consecuencias desastrosas para su vida. Pero, por otra parte, el papel de Tíresias no pretende llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias, sino únicamente que el orden sea restaurado, aunque con ello la ley continué siendo símbolo de muerte. D) Actitud del coro ante el conflicto. Frente al decreto de Creonte, acerca de que a Eteocles se le sepulte con todos los honores debidos a los dioses manes por haber muerto defendiendo la patria; en cambio a su hermano polynice por haber venido del destierro a exterminar la ciudad ni se le sepulte ni se le llore, al contrario que quede sin que la tierra lo cubra, para ser pasto de los perros y de las aves carniceras. La respuesta del coro a Creonte es la siguiente: “Tales son tus decretos, hijo de Maneceo, respecto al enemigo y amigo de la patria. Vivos y muertos todos estamos sometidos a tu Ley.”19 De entrada el coro no cuestiona el decreto de Creonte al contrario atiende sus recomendaciones de vigilar que se cumplan sus leyes. De tal manera, que es a partir del hecho concreto de Antígona de dar sepultura al cuerpo de Polynice que entran en reflexión. En este sentido, a Creonte dicen: “¡Oh Rey! ¡Oh Rey! Cuanto más lo reflexiono, tanto más creo descubrir en esto la mano de los dioses.”20 Es pues, a medida que el conflicto se va desarrollando que el coro va modificando su visión del mismo. En efecto, cuando Hemón hace el llamado a su padre de rectificar su error de sepultar viva a Antígona, el coro juega el papel de mediador y dice: “¡Oh rey! te conviene no desoír lo que hay de justo en ese discurso; - y tú escucha á tu padre también, que los dos se expresan os expresáis con suma rectitud. 21 Tal como se desprende de ello, el papel que juega el coro frente al conflicto es neutro, pues piensa que Hemón si bien es cierto habla con rectitud, en el fondo es el amor que siente por Antígona lo que suscita la reyerta con su padre, y por lo tanto debe entender que la decisión de su padre de mantener el orden de la ciudad es digna también de ser tomada en cuenta. En esta misma línea, cuando Antígona se dirige a ellos sostienen: “Honrar a los difuntos es ciertamente un acto de piedad; pero la autoridad de los que mandan debe también ser acatada. La fiereza de tu carácter te ha perdido.” 22 Por otra parte, el coro solo vislumbra la arbitrariedad de la ley cuando el adivino Tíresisas advierte a Creonte la terrible venganza de los dioses infernales por el contenido del decreto. Es a partir de dicha advertencia, que aconsejan a Creonte: “saca a esa joven de su 19 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 39-40. 20 Sófocles Ob. Cit. Pp. 45. 21 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 78. 22 Sófocles Ob. Cit. Pp. 90. 9
  10. 10. prisión subterránea: y después eleva un tumba al que tienes privado de ella.”23 El final de Creonte es trágico, el castigo de los dioses se cumple y solo entonces reconoce la justicia de los dioses. Afirmando el coro: “La prudencia es una primera fuente de ventura; pero es preciso además no ser irreligioso y referenciar a la Divinidad. Los discursos presuntuosos de los hombres altivos, les originan terribles infortunios, que enseñan aunque tarde a apreciar la sabiduría.”24 Al igual que Tíresias, el coro mide la prudencia en función de continuidad del orden cósmico. En este sentido, únicamente es digna de rechazo la ley positiva que viola las leyes de la naturaleza, por tanto, es probable que se acepte como válida la ley de un dios falso. Ahora bien, desde esta perspectiva, al no ser la ley del amor la que mueve su papel en el conflicto, este carece de radicalidad, pues se limita únicamente en el ámbito de la conveniencia, y no en el amor al otro, fuente necesaria en la solución de todo conflicto. IV. El mito de Antígona. Crisis de legitimidad de la ley en la actualidad Ante un mundo de injusticia como en el que vivimos, y en donde la filosofía política se esfuerza por la elaboración de teorías de la justicia, el mito de Antígona cobra actualidad. En efecto, el mito del poder y la lex mercatoria en Babel conduce cada vez más a la irracionalidad y barbarie. En este sentido, las leyes tienen como valor supremo la divinización del mercado y la victimización de los derechos humanos. De modo que, nos encontramos ante una crisis de legitimidad de la ley tanto en el ámbito externo como interno. En el ámbito externo, la ley no responde a las necesidades concretas de los ciudadanos sino a las del mercado. Basta con revisar la producción normativa para comprender que la inflación de leyes en la actualidad se concentra, en la privatización de los derechos del ciudadano por parte del mercado. Ciertamente, la prioridad la tienen los derechos de propiedad intelectual y material, la libertad contractual de industria y comercio, y toda una serie de leyes destinadas a proteger el libre mercado. Al contrario, todos aquellos derechos que tienen que ver con la participación política de los ciudadanos (asociación, libertad de manifestación, salud, educación, trabajo, etc.) están siendo violados por la ley misma, la cual se ha dado a la tarea de castigar con pena de prisión toda manifestación que se califique como desordenes públicos o actos de terrorismo. De hecho, esto pone en evidencia que la eticidad de la ley actual debe ser rechazada por cruel e injusta. Sin embargo, este compromiso no se toma con seriedad por la mayoría de los funcionarios encargados de aplicar la ley, ya que en la praxis forense por ejemplo son pocos los que se han atrevido a realizar un examen de constitucionalidad de la Ley Antiterrorista y Ley de desordenes públicos entre otras, e inaplicarlas por violentar derechos fundamentales de la persona. En el ámbito interno, la ley en la actualidad también adolece de ilegitimidad. En efecto, desde la perspectiva del Derecho Constitucional para que la ley goce de validez formal, debe ser la expresión de la voluntad soberana del pueblo depositada en sus 23 Sófocles. Ob. Cit. Pp. 106. 24 Sófocles. Ob. Cit. 124. 10
  11. 11. representantes parlamentarios. Sin embargo, este presupuesto en la actualidad se encuentra en duda, ya que, ante la pérdida de soberanía de los Estados, el soberano ha pasado a ser el mercado que en última instancia define bajo qué criterios se debe legislar so pretexto de retirar las inversiones. A mi juicio, esto significa que el parlamento como la única institución legitimada de emitir leyes que sean expresión de la voluntad soberana del pueblo que manda, prohíbe y permite, es muy cuestionada desde el ámbito formal. De ahí que en esta línea, considero que el planteamiento de Zizek sobre la ley es aplicable, y al respecto dice: “la ley no tiene ya su fundamento en algún principio superior del cual derivaría su autoridad, sino que se basa en sí misma y sólo es válida en virtud de su propia forma.”25 Ahora bien cuando se afirma que la ley es válida en su forma, no se debe entender que lo es por el simple hecho de provenir del órgano encargado de dictarla, sino por el castigo como expresión de la ley misma. Llegado a este punto de análisis, cobra importancia la crítica de Franz Hinkelammert al mito del poder. Ahora bien, el hombre para la convivencia justa y pacífica requiere de la existencia de reglas claras, obviamente que estas no se aplican por sí solas, sino que demandan el ejercicio del poder para conservar la paz y el orden. Sobre este punto nuestro autor dice: “El orden no se puede establecer sino por la administración de la muerte. Como tal es condición de la convivencia humana y, por tanto, de la vida humana. Pero por ser administración de la muerte, el orden es a la vez amenaza a la vida humana. Al basarse sobre la administración de la muerte, amenaza la vida.” 26 En nuestra opinión es un hecho que los Estados para conservar el orden (en el sentido de seguridad) a lo largo de la historia han recurrido a la coerción. Sin embargo, no siempre la coerción del derecho y el poder apunta a la administración de la muerte, pues cuando son fruto de la democracia pueden contribuir a la administrarán de la vida. Por tanto, ha sido la lucha por conservar el poder como un fin en sí, la que ha conducido a la perversión del orden actual. De ahí que, bajo esta lógica, podemos decir con Hinkelammert: “El actual orden surgido de la estrategia de la administración muestra obviamente la destructividad de este orden. Está socavando la vida humana y opera con la perspectiva del suicidio colectivo de la humanidad.”27 Se trata pues, de reconocer el actual estado de cosas. Es decir, la existencia de un orden mundial que oprime políticamente, que explota económicamente y que margina socialmente. Asimismo, de reconocer que el actual sistema legal no está afirmando la vida humana sino administrando la muerte. Pero a diferencia de Hinkelammert consideramos que el orden constituye una amenaza a la vida humana en la medida que corresponde al poder arbitrario, no así cuando además de la fuerza implica el consenso de los ciudadanos como fundamento último del derecho y el poder, pues en este caso el acto público administra la vida. 25 Zizek, Slavoj. “El espinoso sujeto.” El centro ausente de la ontología política, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2001. Pp. 390. 26 Hinkelammert, Franz. “Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la modernidad. Materiales para la discusión”. Editorial Arlekín. San José, Costa Rica. 2007. Pp. 84. 27 Hinkelammert, Franz. Ob. Cit. Pp. 86. 11
  12. 12. Lo anterior, lleva a la necesidad de construir una eticidad de la ley fundamentada en la ética del sujeto, la cual para Hinkelammert surge: “Al renunciar al suicidio, todas nuestras acciones hay que canalizarlas en función de nuestra vida, la mía y la de los otros. Eso permite el discernimiento de los dioses y de los ateísmos. Por eso, esta sentencia corresponde al carácter autónomo de la ética del sujeto.”28 Desde este argumento, se requiere de un sujeto ético capaz de discernir la ley como un dios falso y de trascender esa realidad política desde sí misma, pues para este autor: “No se puede afirmar la vida frente al mito del poder sino afirmándola reconociendo la realidad como una realidad en la cual el asesinato es suicidio. Esta afirmación es la rebelión del sujeto. [….] De la rebelión del sujeto resultan los derechos humanos y tienen que ser el límite infranqueable para toda mayoría democrática y para toda legislación del estado de derecho.” Por tanto, el sujeto que se enfrente contra el mito del poder que produce leyes que administran la muerte, debe ser consciente que la actual ley jurídica tiene como fundamento la ley del valor que hace cálculos con arreglo a fines económicos, y no en función de la vida humana. De ahí que, el imperativo categórico ahora consiste en volver el derecho a su fundamento –a la persona como sujeto autónomo e independiente- y no en el mercado como ocurre en la actualidad. De acuerdo al análisis crítico, que Franz Hinkelammert hace a la ley como violencia indiscriminada, ninguna rama normativa escapa a esta afirmación. Ciertamente, llámese derecho penal, civil, mercantil, constitucional, administrativo, laboral etc., para él: “Resulta, que la última instancia de toda ley formal e institución es la violencia, la amenaza de muerte y la pena capital, sea muerte judicial, muerte económica o violencia indiscriminada.” 29 En tal sentido, tanto en su creación como en su cumplimiento la ley descansa en la violencia. Ciertamente, el establecer penas de 75 años de prisión en un país como el nuestro dónde la expectativa de vida es de sesenta años, se reduce a la imposición de la muerte judicial. El derecho civil y mercantil entendido como derecho de propietarios, en la mayoría de casos reposa sobre el fraude y engaño; esta actitud desde luego implica hacer violencia sobre los desposeídos. En el campo laboral ocurre lo mismo, amenazar a los trabajadores con cerrar las empresas si se organizan en sindicatos y exigen contratos colectivos de trabajo, resulta la muerte económica. De hecho, esta lógica del poder sacrificial, debe ser reconocida y socavada por medio de la rebelión del sujeto, la cual como hemos venido diciendo tiene un antecedente remoto en el mito de Antígona. En definitiva, la violación de los derechos humanos en nombre de “las libertades” sin que exista ninguna respuesta política al fundamentalismo de mercado, está ganando terreno. En efecto, son pocos los ciudadanos que dudan sobre la legitimidad de la ley que los gobierna, y que disciernen si la ley es producto de la semilla de la democratización o de la voluntad del tirano (mercado) que al igual que Creonte rechaza un mundo deliberativo. En este orden de ideas, la falsedad de los sistemas democráticos publicitados por el norte – donde la libertad y la dignidad se arrodillan ante el dinero refuerza el tabú como en Ismena- obedecer ciegamente la ley. Ciertamente, son pocas las Antígonas que cuestionan el nonos básico de la ley y del poder. De ahí que es impostergable poner en cuestión la ley como principio democratizador e igualitario, pero no sólo eso, sino generar también una 28 Hinkelammert, Franz. Ob. Cit. Pp. 61. 29 Hinkelammert, Franz. Ob. Cit. Pp. 256. 12
  13. 13. conciencia de resistencia a cumplir las prohibiciones contenidas en leyes que mutilan y cercenan lo humano. No Quiero terminar este apartado sin reconocer, que los valores están en función del hombre y no a la inversa. De hecho esto nos pone en la pista para reflexionar, que toda radicalización de las cosas políticas tiene que comenzar por aceptar que el hombre es la fuente primaria de la ley. Ahora bien la desatención de esto, pone en peligro la armonía social e individual y por ende abre la posibilidad de la rebelión. De ahí que, es sobre este punto donde juega un papel importante la postura de Antígona, la cual consiste en resistir el cumplimiento de leyes contrarias a la justicia y piedad; asimismo, en llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias. Claro que el mito de Antígona sirve como un punto de arranque, pues el carácter individual de su postura requiere ser universalizada; además, en atención a la condición humana, el sujeto ético no puede terminar con la vida llámese intencional o consecuencia de la lógica sacrificial. A nuestro juicio, su rebeldía a someterse ciegamente a la ley continua vigente, pero no como simple duda, sino como la transgresión que no es sólo negación de lo prohibido, sino como superación y complemento. Claro que no se trata de erradicar el conflicto, pues la justicia florece sólo en él. V. Conclusión. El interés particular en este ensayo era básicamente el de presentar un breve marco referencial del mito de Antígona, ya que este nos permite aproximarnos a una cultura crítica sobre la validez formal y material de la ley. Pues no podemos pasar por alto que en la medida en que afloran las exigencias prácticas, el sujeto se coloca en una posición crítica, que le otorgan los compromisos de carácter moral y que lo impulsan normalmente a aceptar o rechazar la ley cruel e injusta. El concepto de conflicto, muestra lo trágico que puede resultar para la vida individual y social las posturas unilaterales y simples. En efecto, el rechazo a un mundo deliberativo niega la posibilidad de síntesis o complemento, la cual es indispensable para llevarnos a una pluralidad de momentos éticos que le den un nuevo sentido a la vida. Pues, no podemos ignorar que el ensimismamiento de la ley nos puede tentar a pasar de largo otros principios y valores que estamos obligados a respetar. La tensión dialéctica entre la ley como lo humano y la ley como lo prohibido se hacen presentes en la realidad humana. La ley como lo humano tiene su punto de partida en el acto ético que realiza Antígona frente a la ley de Creonte, porque permite rechazar el contenido de toda ley que humilla, somete, abandona y desprecia lo humano; y por ende poner como fundamento de la ley la justicia y la piedad en función del hombre y no a la inversa. La ley como lo prohibido busca el cumplimiento de la ley a través de la obediencia ciega a la autoridad, como ocurre en el caso de Ismena, que por temor a la autoridad prefiere sacrificar valores necesarios para la convivencia pacifica. El papel de los terceros en el conflicto, nos pone en evidencia su apertura. Ciertamente, los intereses en juego no se limitan a las partes, sino que trascienden otros intereses. En 13
  14. 14. consecuencia, es necesario tomar en cuenta el comportamiento ético de los terceros, ya que estos como lo ilustra Ismena se reducen a la apatía; al interés que despierta el Eros como en el caso de Hemón; o bien a la necesidad de conservar el orden cósmico como en Tíresias y el Coro. Sin embargo, el papel ideal de los terceros debería apuntalar a la búsqueda de la colaboración y armonía. Ante la deshumanización y barbarie provocada por el orden mundial actual, resulta impostergable construir una eticidad de la ley fundada en la autonomía e independencia del sujeto. Acá es donde a nuestro juicio, cobra vigencia el mito de Antígona como punto de partida, pues el carácter individual de su postura requiere ser universalizada; asimismo, su rebelión frente a lo que considera injusto debe apuntalar a la afirmación de la vida propia y de los demás. A nuestro entender, las categorías expuestas ofrecen los elementos filosóficos iníciales, básicos e indispensables, para abordar adecuadamente la eticidad de la ley como reflexión crítica desde el conflicto de Antígona. En tal perspectiva nos parece que hemos insinuado la necesidad de complementar el mito de Antígona con la crítica del mito del poder realizada por Franz Hinkelammert, y desde ella hacer volver al sujeto ético en su autonomía e independencia hasta ahora ausente como fundamento de la ley. Bibliografía. Hinkelammert, Franz. “Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la modernidad. Materiales para la discusión.” Editorial Arlekín, San José, Costa Rica. 2007. Martínez Echeverri, Leonor y Martínez Echeverri, Hugo. “Diccionario de filosofía”. Editorial Panamericana. Santafé de Bogotá, Colombia. 1997. Nussbaum, Martha. “La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega”. Editorial Visor. Madrid. 1995. Sófocles. “Antígona”. Biblioteca Andaluza. Madrid. 1889. Zizek, Slavoj. “El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política”. Editorial Paidós, Buenos Aires. 2001. 14

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