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LAS BARRERAS AFECTIVAS
Los bloqueos afectivos se encuadran en tres categorías principales.
Algunos afectan sobre la visión interior que tenemos de nosotros mismos.
Así, algunas percepciones comunes de las propia personas, tales como “no
merezco amor”, o “no necesito a nadie, soy fuerte”, pueden dañar seriamente
nuestro receptividad al amor.
Otros bloqueos afectivos inciden sobre nuestra visión del mundo en general y
reflejan nuestra filosofía de vida y nuestras expectativas. Por ejemplo, muchas
personas fueron educadas en la idea de que el mundo es un lugar frío u hostil, y
en consecuencia creen que “en mi horóscopo no hay amor”. A otras personas se
les enseñó a ver el mundo como un lugar en el que las oportunidades se esfuman
rápidamente, por lo cual creen que “para mí es demasiado tarde; mi plazo ya
venció”.
El tercer tipo de bloqueos afectivos determina nuestra visión de los demás y
nuestras expectativas respecto de cómo deben tratarnos. Muchas personas,
por ejemplo, creen que “el amor debe ser de cierto modo”. Si se les ofrece amor
de otra manera, consideran que no es verdadero amor y lo rechazan. Hay también
quienes piensan que si al amor hay que pedirlo, no es verdadero amor. Por lo
tanto, encaran sus relaciones con una demanda implícita: “¿Por qué no puedes
leer mi pensamiento?”.
La mayoría de las personas padece más de un bloqueo afectivo, de diferentes
tipos. De hecho, es frecuente que un mismo individuo padezca bloqueos de los
tres tipos mencionados, que actúan en forma simultánea. En ese caso, su
percepción de sí mismo tiene expectativas irrazonables respecto de los demás.
Como es obvio, los bloqueos afectivos pueden manifestarse en nuestro
pensamiento consciente, adoptando formas ya conocidas por nosotros. Pero por lo
general los bloqueos están arraigados en nuestro inconsciente y sirven a fines- y
producen efectos – de los que no tenemos plena conciencia. De ahí que sean tan
tenaces y nos afecten con tanta fuerza.
Los bloqueos afectivos afectan a las personas de distinta manera y en distintos
grados. Algunas personas tienen relaciones que les ofrecen la posibilidad de
sentirse amadas y valoradas y de lograr una auténtica intimidad. Sin embargo, sus
bloqueos afectivos les impiden concretar esas posibilidades. Más aún: las
personas así afectadas se comportan de un modo que inevitablemente les crea
problemas y que hasta puede llegar a destruir por completo las relaciones.
En otras personas, la afección es más grave. Sus bloqueos afectivos las llevan a
entrar en relaciones que les ofrecen poca o ninguna posibilidad de llegar a sentirse
valoradas y amadas y de encontrar la intimidad que buscan. Se vinculan con
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personas reprimidas, crueles, inmaduras, egocéntricas, o bien con personas que
al parecer reúnen las condiciones necesarias para brindarles amor, pero no
pueden hacerlo por razones ajenas a ellos.
LOS ORIGENES INFANTILES DE LOS BLOQUEOS AFECTIVOS
Dado que todos deseamos ser amados, es obvio que nadie genera un bloqueo
afectivo por elección consciente. Nuestros bloqueos afectivos son inconscientes y
en su origen es probable que haya una razón que los justifique. Suelen nacer
como una manera de protegernos contra alguna experiencia anterior que nos
produjo miedo y confusión, una experiencia tan difícil y dolorosa que nuestra frágil
psiquis no pudo manejarla. Tal vez desde una perspectiva intelectual adulta
nuestros bloqueos afectivos no parezcan tener mucho sentido. Pero si exploramos
nuestras experiencias tempranas, inevitablemente descubriremos que hay amplios
motivos emocionales que los explican.
La naturaleza también decretó que permaneciéramos en esa situación de
desvalimiento y dependencia durante un período inusitadamente prolongado. La
mayoría de los animales madura en un lapso relativamente breve después del
nacimiento, pero el infante humano nace cuando el cerebro y el cuerpo se
encuentran muy lejos del desarrollo completo. Para cada uno de nosotros eso
significó que durante el largo período de la infancia y la adolescencia nos
encontráramos en una situación de extrema vulnerabilidad. Existía una gran riesgo
de que alguna de nuestras necesidades no fueran satisfechas y de que nada
pudiéramos hacer para remediarlo.
Si bien jamás superamos la necesidad de amor, ésta nunca es tan urgente como
en las primeras etapas de la vida. De hecho, el amor es tan crucial para la
supervivencia del infante como el aire que respira y la leche que lo nutre. Como
dice una canción popular, “el amor es como oxígeno; si no tienes bastante, te
mueres”.
Cuando la necesidad infantil de amor no es satisfecha en la medida necesaria,
ocurre algo trágico: el niño comienza a perder su receptividad natural para el
amor. En términos ideales, esa receptividad natural se va expandiendo a medida
que su necesidad de amor es satisfecha, del mismo modo como su cuerpo crece a
medida que son satisfechas sus necesidades alimentarias. Y al mismo tiempo que
crece la capacidad del niño para recibir amor, también crece su capacidad de dar
amor. Pero cuando el niño no recibe bastante amor, su receptividad natural
disminuye, tal como se contrae un estómago que no recibe alimento. Si la
necesidad de amor de un niño no es satisfecha en forma sostenida durante largo
tiempo, o si el niño sufre una experiencia traumática en la cual la respuesta a su
pedido de amor es el maltrato o el total rechazo, aquella parte del niño que llegó al
mundo abierta y receptiva al amor puede marchitarse por completo. Será entonces
como si el yo naturalmente receptivo del niño hubiera muerto.
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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La madre miró a Nancy y en seguida le dio la espalda y siguió limpiando su horno.
Con tono de ruego Nancy preguntó: “Mami, ¿me amas?” Como la madre no le
respondió la niña respondió su pregunta. La madre entonces, si quitar la vista del
horno, exclamó ¡deja ya de molestarme!¿No ves que estoy ocupada? Al recordar
la escena tres décadas más tarde, las lagrimas corrieron por las mejillas de Nancy.
Con voz entrecortada por los sollozos, dijo: “Quedé anonadada. Recuerdo que
permanecí inmóvil y pensé: “¡qué importancia puedo tener yo si mi madre me
presta menos atención a que a la suciedad?
¿Esa única experiencia bastó para arruinarle la vida a Nancy?
Pero como ocurre siempre con los recuerdos infantiles intensos, el de Nancy no
estuvo referido a un hecho determinado, sino que fue el compendio de muchas
experiencias similares. Fue un resumen taquigráfico de la vida familiar de Nancy
durante su infancia, en particular las relaciones con su madre. Es por ello que se
grabó en si inconsciente con tanta fuerza y volvió a aflorar años más tarde con
tanta resonancia emocional.
Tal como los padres de Nancy no se propusieron en forma consciente lastimar a
su hija, tampoco ella decidió en forma consciente desarrollar bloqueos afectivas.
La función principal del inconsciente es reducir a un mínimo el sufrimiento
emocional a fin de que nuestra vida no nos parezca tan intolerable como para no
seguir adelante. Cuando una y otra vez los pedidos de amor materno de Nancy
fueron respondidos con repetidos rechazos, ella experimentó un sufrimiento tan
intenso que tuvo que encontrar una manera de protegerse. Como es obvio, la niña
no se dijo a sí misma “estoy sufriendo; veamos que puedo hacer al respecto”. En
lugar de ello, el subconsciente de Nancy cerró en forma automática una válvula
emocional y así impidió el sufrimiento. Pero como la mayoría de las válvulas de
cierre, tampoco ésta supo discriminar y con el tiempo llegó a bloquear muchas
otras emociones, incluso las de Nancy anhelaba sentir.
Los mecanismos de supervivencia que nos ayudaron en la infancia suelen
volverse contra nosotros en la adultez bajo la forma de bloqueos afectivos, y en
última instancia nos causan más daño que beneficio.
Si bien nos fueron necesarios para sobrevivir en la infancia y en la adolescencia,
en la edad adulta debemos liberarnos de ellos para poder desarrollarnos y recibir
amor.
LA IMPOTANCIA DE AHONDAR EN EL PASADO
Son legiones los que piensan que ahondar en el pasado es una tarea absurda.
Una razón obvia de semejante posición es que para mucha gente el pasado fue
doloroso. Como no quieren reconocerlo, miran estoicamente sólo hacia el futuro
diciendo “dejemos atrás el pasado”. O tal vez se permitan recordar el pasado, pero
sólo una versión fantasiosa que justifique su afirmación. “Tuve una infancia muy
feliz”.
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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En algunas familias se miente abiertamente sobre el pasado, o se lo oculta. Si los
niños formulan preguntas que indagan en el pasado, se los silencia con frases
como “no es asunto tuyo”, “eso nada tiene que ver contigo” “no eras más que un
bebé entonces”, “eso fue hace mucho y se acabó”, “en realidad no tiene ninguna
importancia”...
La verdad, en cambio, es que el pasado tiene una gran importancia. Al igual que
se transmiten los genes de una generación a la siguiente, también se transmiten
los esquemas y los problemas psicológicos. Incluidos los bloqueos afectivos.
Cuanto más ignore una persona su legado psicológico, tanto más probable será
que quede atascado repitiendo una y otra vez los esquemas y dramas pasados de
la familia. Por otra parte, si no se comprende por qué y cómo se desarrolló un
bloqueo afectivo, todo intento de superara ese bloqueo
afectivo, será superficial y estará condenado al fracaso. La actitud que adopta
mucha gente es “No me importa de dónde vienen mis bloqueos; sólo me importa
librarme de ellos”. Pero la eliminación de un bloqueo empieza por la comprensión
de sus orígenes, y ello sólo es posible cuando la persona está dispuesta a
examinar su historia familiar y sus propias experiencias tempranas.
EL TIEMPO Y EL INCONSCIENTE
Lo pasado pisado. Este concepto descansa en una premisa totalmente incorrecta,
a saber que la psiquis humana funciona conforme al tiempo lineal y es capaz de
establecer distinciones claras entre pasado, presente y futuro. En realidad sólo la
conciencia puede distinguir entre pasado, presente y futuro: el inconsciente no
hace estas distinciones. A decir verdad, el inconsciente no tiene ningún sentido de
tiempo lineal. Cada vez que un suceso de nuestra vida nos provoca una intensa
reacción emocional, el recuerdo de ese suceso y los sentimientos que lo
acompañan son automáticamente depositados y almacenados en el inconsciente.
A medida que avanzamos por la vida tenemos otras experiencias que hacen
aflorar recuerdos inconscientes de experiencias pasadas, y junto con ellos afloran
también los sentimientos que en su momento experimentamos como reacción a
dichas experiencias. Pero cuando los sentimientos del pasado reviven en nuestro
interior, no los experimentamos como viejos sentimientos; los experimentamos en
el aquí y ahora, a menudo con la misma intensidad de la primera vez, aunque el
suceso haya ocurrido treinta, cuarenta o sesenta años atrás.
Es como si la identidad adulta nos fuera arrancada de pronto haciéndonos sentir
nuevamente como niños desvalidos. Aunque estemos vestidos con ropas de
adulto por dentro sentimos como si hubiéramos vuelto a los pañales.
Aunque en ocasiones el inconsciente falle en el almacenamiento de los detalles de
hechos pasados, jamás deja de conservar los sentimientos. Aun cuando pueda
parecer que ciertos sentimientos surgen “de la nada” o “porque si”, en realidad
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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afloran desde el subconsciente. Y aunque el protagonista de la experiencia tenga
la impresión de que esos sentimientos sepultados vuelven a la conciencia “sin
razón aparente”, suscita, por ejemplo, un perfume, un sonido, o el aire de una
persona entrevistada al azar en la calle.
Tal vez uno esté convencido que puesto que nada recuerda, nada ocurrió. Lo más
probable, sin embargo, es que sufra perturbaciones emocionales- depresión,
ansiedad, miedo a la intimidad o desórdenes alimentarios- cuya existencia misma
indica que hubo en algún momento des se pasado una experiencia traumática.
Aun cuando el recuerdo de una experiencia dolorosa parezca haber sido borrado,
las consecuencias emocionales de esa experiencia persisten.
Resultaba demasiado penoso admitir que el abuso sexual no sólo la había
afectado sino que seguía afectándola décadas después.
CÓMO SE OPERA EL PROCESO DE CAMBIO
Al principio fue sólo una comprensión intelectual, un concepto incorporado a su
mente. Fue preciso mucho tiempo mucho tiempo para que ese nuevo
conocimiento penetrara en sus emociones, en su corazón y en su alma. Si bien la
comprensión intelectual es decisiva, el cambio sólo puede producirse y
completarse cuando lo que se comprende por vía intelectual es captado
emocionalmente y comienza a penetrar cada vez más hondo en la psiquis. Aun
después de haber comenzado a creer que no era tan mal, tuvo que pasar mucho
tiempo hasta que Nancy se sintió preparada para empezar a cambiar realmente su
comportamiento.
De esta manera Nancy comenzó a captar la atención positiva de los hombres.
Era obvio que Nancy había hecho grandes progresos en la superación de su
principal bloqueo afectivo. “No merezco amor”. Pero es muy común que cuando
alguien supera un bloqueo afectivo, descubra que detrás de él se ocultan otros.
1. EL CAMBIO COMIENZA CON EL DESEO DE CAMBIAR, JUNTO
CON LA COMPRENSIÓN DE QUE EL CAMBIO ES POSIBLE: Muchas
personas pasan por la vida como sonámbulos, con escasa o ninguna
percepción de los problemas que existen en su relación con los demás o
consigo mismos. Hay quienes saben que algo anda mal y los expresan de
las más diversas maneras: “Sufro mucho”, “Necesito crecer más como
persona”, “Quiero obtener más de la vida y de la gente”, “Mis relaciones
nunca resultan como yo quiero”, “Algo me falta”, y así sucesivamente. A
veces esas mismas personas sienten que “Soy como soy, nada puedo
hacer para cambiar”. Pero después de ver como cambia la gente a su
alrededor, su actitud puede cambiar: “Tal vez no deba seguir siendo como
soy”, “Tal vez yo también pueda cambiar”. Ese es el momento en que
puede comenzar el cambio.
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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2. EL CAMBIO SE PRODUCE MAS FÁCILMENTE CON LA AYUDA DE
UN GUIA: Cuando nos disponemos a internarnos en un territorio
desconocido, siempre es aconsejable consultar a alguien que estuvo antes
allí. Un guía puede sugerirnos qué caminos tomar, alertarnos sobre los
accidentes del terreno, decirnos qué podemos esperar del viaje, estimular
nuestro interés y entusiasmo y contarnos las experiencias de quienes ya
han viajado por la misma ruta.
En el dominio del campo psicológico, son muchos los guías que pueden
sernos de utilidad. Por ejemplo, los libros de autoayuda, las enseñanzas o
prácticas espirituales, y los grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos.
Existen también guías individuales. En buena parte del mundo y a lo largo
de gran parte de la historia, el guía personal fue casi siempre un maestro
espiritual, un gurú o mentor. Pero en la cultura occidental de nuestros días
el guía personal es habitualmente un psicoterapeuta.
Es conveniente formular una advertencia. La terapia no es el único medio
para superar los bloqueos afectivos.. Si bien es el modo decididamente
indicado para aquellos cuyos bloqueos afectivos le incapacitan gravemente
para mantener relaciones, quienes sólo padecen problemas leves pueden
superarlos con otro tipo de guías.
2. AUN EL MEJOR DE LOS GUÍAS ES SÓLO UN GUÍA; es el
paciente quien produce el cambio. Muchos libros escritos en años recientes
dejan la impresión de que la única manera en que alguien logra cambios
sustanciales en su vida interior y su comportamiento exterior es
sometiéndose a un prolongado tratamiento psicoterapéutico individual. Más
aún: un aluvión de recientes libros de autoayuda escritos por
psicoterapeutas describe el proceso e cambio ubicando al terapeuta en el
papel estelar y convirtiéndolo en un ser omnisapiente que siempre
encuentra la palabra justa en el momento justo. Según tales elatos
estereotipados, el paciente llega al consultorio con su vida deshecha, y
como se muestra reacio a entrar en detalles, el terapeuta logra, con
habilidad detectivesca, arrancarle su historia mediante una serie de
preguntas sagaces. Casi antes de que el paciente termine de hablar, ya el
terapeuta ha asimilado completamente los problemas expuestos y sabe
como resolverlos. Aun más asombroso es que al instante es capaz de
comunicarle todo esto al paciente en un lenguaje compasivo, elocuente y
sucinto. Al poco tiempo el paciente vuelve al consultorio del terapeuta y le
informa que su vida ha dado un vuelco total.
Los pacientes de terapia que leen este tipo de descripciones se desalientan, dado
que ellos no han experimentado cambios tan enormes, y llegan a la conclusión de
que algo anda mal en su tratamiento y que sus terapeutas no son tan rápidos e
infalibles como los de los libros. La realidad es otra. Los terapeutas no son dioses,
y aun el más perceptivo, sabio y brillante de ellos no es más que un guía. Por otra
parte, en la terapia es el paciente quien hace el grueso trabajo y quien produce la
totalidad del cambio. A lo sumo, el terapeuta participa una horas por semana, pero
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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el paciente vive el proceso de cambio durante 24 horas por día y 7 días por
semana. El terapeuta puede tener percepciones profundas y brindar brillantes
interpretaciones de sueños, pero nada de eso ayudará un ápice al paciente si éste
no ha llegado por sí mismo a idénticas conclusiones.
4. EL CONOCIMIENTO CONSCIENTE ES UN INGREDIENTE CLAVE DEL
PROCESO DEL CAMBIO: Es habitual que en sus relaciones con los demás el
individuo no tenga conciencia de lo que hace ni de las razones por las cuales lo
hace. Obviamente, mientras una persona desconozca sus propios esquemas de
conducta, le resultará muy difícil cambiarlos. De ahí que sea crucial cobrar
conciencia de los problemas.
Igualmente crucial es comprender por qué se generan determinados esquemas.
Muchas personas que no se han esforzado seriamente por comprender y cambiar
sus esquemas psicológicos y de comportamiento rechazan la idea de que el
conocimiento consciente es importante. Se aferran para ello a la siguiente
posición: “Suponiendo que en efecto llegue a descubrir que mis problemas de
adulto están relacionados con lo que me ocurrió en la infancia “¿Cuál sería la
diferencia?. Pero aunque parezca un razonamiento de forma teórica en realidad
existe una respuesta. Cuando una persona descubre los motivos raigales que l
llevan a sentir y a actuar de determinada manera, la diferencia es enorme. Es
como si una luz poderosa penetrara en un túnel oscuro. El túnel seguirá siendo
largo y tenebroso, lleno de sombras. Pero cuando la luz cae sobre las paredes
interiores, revelando la forma, las dimensiones y la textura del túnel, resulta mucho
más fácil encontrar la salida. Con la comprensión de los problemas,, las piezas
anteriormente mezcladas del rompecabezas, que es la vida de un individuo,
comienzan a juntarse en un todo coherente, y muchas cosas que parecían
misteriosas, insondables y desconcertantes, comienzan a cobrar sentido.
PARA QUE SE PRODUZCA UN CAMBIO SIGNIFICATIVO ES PRECISO QUE EL
CONOCIMIENTO CONSCIENTE SEA SEGUIDO POR LA INTEGRACIÓN. Para
algunas personas Y EN CIERTAS SITUACIONES, EL CONOCIMIENTO
CONSCIENTE DE LO QUE HACEN Y DE POR QUÉ LO HACEN ES SUFICIENTE
PARA EMPEZAR A CAMBIAR SUS SENTIMIENTOS Y SU CONDUCTA. Para LA
MAYORÍA, sin embargo, ése es sólo el primer paso. Para que una persona
cambie realmente sus sentimientos y su conducta hacia los demás, es
indispensable la integración. Cada no de nosotros posee diferentes estratos de
conciencia y la capacidad de adquirir distintos tipos de conocimiento. Existen el
conocimiento intelectual y racional, el que se da a nivel de la mente. Existe el
conocimiento emocional o visceral, que se produce en el corazón, las entrañas y el
alma. En culturas de orientación cognoscitiva como la nuestra, la mayoría de las
personas perciben primero las cosas a través de la mente, pero lograr esa misma
percepción a nivel visceral lleva más tiempo, y es entonces cuando tienen lugar
los cambios más profundos.
5. LA RAPIDEZ DE LOS CAMBIOS VARÍAN SEGÚN SU ÍNDOLE, PERO LOS
CAMBIOS MÁS PROFUNDOS SE PRODUCEN MUY LENTAMENTE. A veces, la
estrategia más útil para una persona puede ser cambiar primero su
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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comportamiento, con la esperanza de que luego cambiará en consonancia su
manera de sentir. Así, por ejemplo, cuando Nancy se planteó la necesidad de
conseguir trabajo después de terminar sus estudios, se sintió aterrada hasta el
punto de ser incapaz de redactar su vitae o efectuar llamadas telefónicas
necesarias. Hubiera podido abocarse primero a tratar de superar sus miedos, y
luego buscar trabajo. En cambió decidió aceptar por el momento sus miedos y
actuar y actuar a pesar de ellos. Una vez que consiguió empleo y empezó a
trabajar, comprobó que esos miedos empezaban a disiparse automáticamente, ya
que sólo se debían a sus fantasías de no poder adaptarse o desempeñarse con
eficacia. En este caso, lo sensato fue cambiar primero la conducta.
6. MUCHAS VECES, CUANDO AL PARECER NADA OCURRE, EN REALIDAD
SE ESTÁN OPERANDO CAMBIOS PROFUNDOS. La lentitud del proceso de
cambio es en sí misma causa suficiente de frustración. A ello se suma además
que la mayoría de los cambios profundos no ocurren de manera ostensible o
rotunda. Si bien es cierto que algunas personas experimentan a veces
iluminaciones súbitas, lo más común es que los cambios se experimentan de un
modo muy sutil. A veces tan sutil, que al parecer no ocurre nada en absoluto y la
persona tiene la sensación de encontrarse completamente estancada.
7. EL CAMBIO NO SE PRODUCE EN FORMA SOSTENIDA Y LINEAL; A LO
LARGO DEL CAMINO HAY RETROCESOS Y TROPIEZOS. A veces, los
momentos de calma chicha son exactamente lo que parecen: momentos en los
que nada ocurre. Estas pausas son inevitables. Sería muy lindo el cambio se
produjera en línea siempre ascendente e ininterrumpida, pero la realidad es que
hay momentos en los que el ritmo del cambio se hace más lento o se detiene
temporariamente.
Del mismo modo, son inevitables los retrocesos. Por ejemplo, cuando Nancy se
esforzaba por superar sus atracones de comida, hubo ocasiones en las que volvió
a recaer en sus antiguos hábitos. Esas regresiones nunca son agradables, pero
tampoco deben ser motivo de desesperación. El proceso de cambio es un proceso
clemente. Una persona puede resbalar, caerse del vagón, por así decirlo y volver
a treparse al tren. No hay castigos. No será obligada a ”volver a fojas cero”, sino
que podrá reanudar el viaje en el punto en que lo dejó.
Así como no siempre el proceso de cambio se desarrolla hacia delante y en línea
ascendente, tampoco es siempre muy divertido. De hecho, en la medida en que
saca a la luz recuerdos largamente reprimidos, a menudo hace surgir sentimientos
dormidos de dolor, pérdida, tristeza, ira, etc, que pueden ser muy difíciles de
soportar. En ciertos casos existe el riesgo de que la persona empeñada en el
proceso de cambio se sienta tan invadida por sentimientos penosos que no pueda
seguir funcionando o caiga en una grave depresión. Cada vez que el proceso de
cambio penetra penetra en un territorio tan pedregoso es indispensable recurrir de
inmediato a la ayuda profesional. No hay razón en el mundo para que una persona
sumida en intolerable sufrimiento o depresión deba continuar en ese estado. Un
psicoterapeuta que trabaje en equipo con un médico, o a la inversa, podrá
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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indicarle un tratamiento que tal vez incluya medicación y que la ayudará a capear
el período difícil y a continuar con el proceso de cambio.
8. MUCHAS DE LAS RESPUESTAS YA ESTAN DENTRO DE USTED. Al
descubrir que padecen bloqueo afectivo, muchas personas reaccionan diciendo en
esencia lo siguiente: ”Muy bien, comprendo que tengo un problema. Ahora dígame
qué puedo hacer al respecto”. Estar abierto para recibir ayuda y consejo es un
rasgo saludable, pero hay quienes lo llevan demasiado lejos. Pretenden que los
guías que han elegido no se limiten simplemente a señalarles los caminos
posibles, sino que decidan por ellos cuál deben tomar, Como no confían en su
propio ser interior, no se dan cuenta de que tal vez en un nivel inconsciente ya
tengan una idea exacta de lo que necesitan saber.
Para que el proceso de cambio avance, es preciso que el individuo tenga una
conciencia cada vez más clara de sus propias fuentes interiores de sabiduría y
que se apoye en ellas. Cada uno de nosotros posee una voz interior inconsciente
que sabe lo que más nos conviene. Esa voz procura comunicarse con nuestro yo
consciente de diversas maneras: a través de sueños, de imágenes o recuerdos
que acuden a nosotros sin que sepamos por qué, a través de enfermedades
físicas que parecen difíciles de explicar o curar. Existen muchas formas de
hacernos más receptivos a nuestra voz interior, entre las que se incluyen la
meditación, los ejercicios de visualización, llevar un diario, acostumbrarse a
recordar, registrar y analizar los sueños, la creación, el ayuno, los rituales
religiosos , la danza, el canto, la música, la pintura y otras artes creativas. Cuando
una persona se comunica mejor con sus propias fuentes de sabiduría, estará en
mejores condiciones para decidir qué camino elegir entre aquellos que otros le
aconsejan.
9. EL PROCESO DE CAMBIO PUEDE SER FATIGANTE Y HACERNOS SENTIR
ESTUPIDOS. No es solo la lentitud la que puede tornar fatigante el proceso de
cambio, sino también la necesidad de indagar tanto en el propio yo. Por mucho
que a muchas personas les pueda resultar inicialmente interesante la
autoexploración y el auto análisis, suele llegar un momento en que sienten que
“Esto no va más. Estoy harto y asqueado de hablar de mi vida y mis problemas.
Me enferma tanto hurgar bajo la superficie y analizarlo todo. Me aburre mi propia
neurosis. Lo único que deseo es callarme e ignorarla por n tiempo”. Durante
cualquier viaje largo, es inevitable sentirse a veces harto de tanto viajar y aburrido
con el panorama. Tales sentimientos deben ser aceptados y elaborados, Son
parte del proceso de cambio, y no un motivo para abandonarlo.
Lo mismo puede decirse de los sentimientos de estupidez que casi siempre
surgen. Cuando alguien comienza a establecer relaciones penetre lo que sucedió
en la infancia y lo que le sucede en su vida adulta, suele ocurrir que esas
relaciones le parezcan “tan obvia que cualquiera podría verlas”. Cuando logran
una percepción importante, no exclaman “Eureka” ¡Es maravilloso que haya
comprendido esto!. En cambio reaccionan con alguna versión de “¿Cómo no me di
cuente antes?” Es tan evidente que solo a un idiota se le pudo escapar”, o “debo
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haber estado ciego” “¡Qué imbécil que soy!”. La realidad es que muchas de las
cosas más obvias para los ojos de los demás respecto de nosotros mismos y de
nuestras vidas, son precisamente aquellas que a nosotros más nos cuesta ver. Es
preciso recordar esta verdad cuando uno está embarcado en el proceso del
cambio.
10. EL CAMBIO ASUSTA. Los esquemas hondamente arraigados como lo son os
bloqueos afectivos, se originaron por una sola razón: para ayudarnos a sobrevivir.
Por lo tanto, cuando una persona se dispone a abandonarlos, es probable que
sienta que su supervivencia está en juego, que literalmente va a morir. No hay
duda de que causan miedo, y a veces terror, cambiar esquemas de sentimientos y
comportamientos de toda una vida y encarar la existencia de una manera diferente
y desconocida.
11. NUNCA ES TARDE PARA CAMBIAR. Este es uno de los principios del
cambio que tropieza con una mayor resistencia. Muchas personas que padecen
bloqueos afectivos y otros problemas psicológicos llegan a un punto en la vida que
piensan: “He perdido mi oportunidad de cambiar. He sido como soy desde que
recuerdo, y supongo que lo seguiré siendo hasta que me muera”. En nuestra
cultura obsesionada con la juventud, es habitual dar por sentado que una vez
pasada cierta edad, la gente pierde su capacidad de cambio. Esto es
rotundamente falso. Las personas cuya historia se relata en las páginas siguientes
se embarcaron en un esfuerzo por cambiar diversas edades, desde antes de los
30 años hasta bien pasados los 50 años. Para nadie existió la barrera de la edad,
y la mayoría comprobó que su mayor experiencia les daba sabiduría, perspectiva y
humor, todo lo cual facilita las cosas.
12. EL CAMBIO ES UN TRABAJO PARA TODA LA VIDA. Este principio final
suele ser fuertemente resistido. Nancy por ejemplo, no ha concluido su proceso
de cambio. Después de lograr progresos significativos, la persona puede llegar a
un punto en que siente que: “Ya está. Me siento mucho mejor; no me queda más
trabajo para hacer”. Luego, dos días, meses o años después, advierte que hay
más trabajo para hacer, tal vez a un nivel más profundo respecto de cuestiones
por completo diferentes, que desconocía antes. Puede resultar muy desalentador
darse cuenta de que no está mejor como creía, que se debe seguir trabajando. Es
útil recordar que hay dos maneras de ver la situación. Una persona puede
lamentarse y decir: “Oh, no, creí que estaba mucho mejor y ahora descubro que
todavía me falta mucho. ¡Qué desalentador!”. O bien puede decir: “!Qué bueno!
Creí que había llegado lo más lejos que podía ir, y ahora descubro que todavía
hay espacio para progresar. ¡Puedo sentirme aún mejor!”.
“NO QUIERO OCUPARME DE MIS SENTIMIENTOS”
El amor es una sensación, un sentimiento. De ahí que para poder amar y sentirse
amada, una persona debe primero ser capaz de experimentar emociones. Esto
suena simple, tan obvio que algunos podrán decir que es ridículo señalarlo. La
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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verdad es, sin embargo, que muchas personas desean poder amar y sentirse
amadas, al mismo tiempo que se mantienen ajenas a lo emocional.
Aunque tal vez consideren que “enamorarse” apasionadamente es una
experiencia deseable, creen que por principio es necesario mantener controladas
las emociones, no ceder a ellas ni permitir “que se apoderen de nosotros”. Según
esa visión, dejarse llevar por los sentimientos es un signo de debilidad, falta de
carácter y/o mala crianza, aunque ser arrastrado por el sentimiento específico del
amor, sobre todo el amor romántico o el amor hacia los hijos, puede ser aceptable
e incluso deseable.
Aquellos que padecen las formas más severas de bloqueo “No quiero ocuparme
de mis sentimientos” se encuadran en términos generales en dos grandes
categorías. La primera la forman las personas que no pueden tolerar la intensidad
emocional. Los sentimientos fuertes de cualquier naturaleza los ponen incómodos,
aun cuando sean sentimientos “agradables” como el amor. Se empeñan en
mantener bajo control sus propios sentimientos, asumiendo un aire de calma
imperturbable, y casi siempre también procuran controlar los sentimientos de los
demás, para lo cual utilizan un repertorio convencional: “No te sientas de ese
modo”, “No puedes dejar que eso te perturbe”, “Estás sobreactuando”, etc. Por
mucho que deseen sentirse amados, cuando por fin se les presenta la oportunidad
se muestran ansiosos y alterados y sienten que la experiencia les produce una
enorme agitación interior, hasta el punto de dejarlos aturdidos, confusos,
descolocados. Para ellos, la perspectiva de pasar por la vida sin amor puede ser
menos asustante que vivir la inquietante experiencia de ser amados.
Para el segundo grupo de personas afectadas por este bloqueo, la cuestión no es
cuán intensamente sienten, sino qué sienten. Desean sentir en forma selectiva,
experimentando sólo aquellos sentimientos que consideran “buenos, agradables, y
positivos. No tienen inconveniente en experimentar estos sentimientos “buenos”
con intensidad, siempre que no experimenten nunca sentimientos “malos”, tales
como “enojo, envidia y resentimiento.
Ambas actitudes son igualmente efectivas para bloquear la receptividad del amor,
porque si lo aceptaran correrían el riesgo de sentirse sacudidas, conmocionadas.
Semejante intensidad los excede, son incapaces de absorberla. Las personas del
segundo grupo se bloquean para no o aceptar amor porque creen erróneamente
que pueden cerrarse sólo a los “malos” sentimientos. No comprenden que dado
que todos los sentimientos están inextricablemente vinculados, nadie puede
suprimir varios sentimientos “malos” sin perder la capacidad de experimentar
también todos los otros sentimientos, incluidos los “buenos”.
No todas las personas afectadas por el bloqueo “No quiero ocuparme de mis
sentimientos” lo padecen en sus formas graves. Tampoco se encuadran todas
exactamente en una de las dos categorías descriptas. El bloqueo puede
manifestarse en forma sutil: personas que no están permanentemente en guardia
contra los sentimientos fuertes, pero que tampoco se sienten del todo cómodos
cuando sienten una emoción con auténtica intensidad. Si se sorprenden a sí
mismos experimentando un sentimiento que consideran “malo”, digamos
resentimiento hacia un ser querido, deseo sexual hacia alguien que no es su
pareja, o envidia hacia un amigo, se apresuran a censurar y reprimir ese
sentimiento, diciéndose “No debería sentir los que siento”. Y si experimentan una
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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emoción con gran intensidad, ya sea rabia o euforia, los invade el temor de que si
no la controlan, esa emoción puede dominarlos y hacer que se comparten de un
modo tonto e imprudente que luego lamentarán. No matan la emoción, pero le
ponen sordina. Viven el miedo como “incómodo”, la alegría como ”agradable” y el
enojo como ”desagradable”. Si bien son capaces de sentir afecto y amor por los
demás, no se permiten amar sin trabas, porque esto implicaría perder el control. Y
aunque en el plano intelectual puedan saber que otros los aman profundamente,
son incapaces de experimentar la expansiva calidez interior que logra quien se
permite a sí mismo abrirse de verdad y dejar que el amor de otra persona penetre
en lo más hondo de su ser.
INFLUENCIAS CULTURALES
Es indudable que nuestras experiencias familiares tempranas determinan en gran
medida el estilo con que manejamos nuestros sentimientos. Pero una de las
razones por la que tantas personas se sienten incómodas con sus sentimientos es
que somos todos productos de na cultura caracterizada por un fuerte prejuicio
antiemocional. En la cultura norteamericana se enseña a admirar la racionalidad
“viril” como un rasgo al que se debe aspirar, en tanto que el sentimiento es
menospreciado por considerárselo femenino e infantil. A cultura popular ha
glorificado al hombre fuerte, silencioso, que nunca “cede” ante sus sentimientos,
pintándolo como un ser noble, heroico y hasta sexi. En contraste con ello, la
expresión abierta de los sentimientos es vista como algo embarazoso, poco serio
o indecoroso, y a quienes manifiestan sus sentimientos se los suele considerar
débiles y tontos.
Por su puesto los diversos grupos étnicos tienen actitudes distintas frente a las
emociones y se ajustan a distintas reglas respecto a la manera de expresarlas. En
términos generales, las culturas alemana, escandinava, inglesa e irlandesa
tienden a una represión emocional mucho mayor que las latinas y mediterráneas.
Y en las culturas asiáticas, así como las árabes y africanas, existen distintas
creencias respecto e cuáles son los sentimientos aceptables y cuáles los modos
permisibles de expresarlos. Cuando hablamos del prejuicio antiemocional que
impregna la cultura norteamericana, nos referimos a una tendencia de la corriente
cultural dominante, que hasta el presente se halla sometida sobre todo a la
influencia de las culturas de Europa del Norte.
Es verdad que este prejuicio antiemocional tiene su lado positivo. Dado que el
comercio y las relaciones sociales serían imposibles si todo el mundo diera rienda
suelta a sus emociones, cierto grado de represión emocional es necesario para
que podamos vivir en n mundo aceptablemente ordenado, eficiente y civilizado.
Pero es igualmente cierto que esa represión torna difícil para mucha gente la
saludable aceptación de sus emociones, tan crucial para el bienestar psicológico y
el mantenimiento e relaciones satisfactorias.
Junto con el prejuicio general contra los sentimientos, prevalece en nuestra cultura
la idea de que ciertos sentimientos son especialmente malos. Así, por ejemplo,
muchas personas consideran que la pena y la tristeza son sentimientos impropios,
enfermizos y de mal gusto. En la infancia se les enseño que no tenían derecho a
ellos, y que experimentarlos era una tontería, una falta y una grosería. Tal vez sus
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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padres les inculcaron que los “niños grandes no lloran”, trataron de convencerlos
de que “en realidad no te sientes de ese modo”, los fastidiaron con expresiones
como “apuesto a que no sabes sonreír”, o les dijeron “no tienes derecho a sentir
lastima por ti mismo cuando en China (o donde fuere) los niños mueren de
hambre”. Aun cuando a n niño se le permitía experimentar pena y tristeza, lo más
posible es que se le enseñara a no dejar que tales sentimientos se prolongaran
demasiado, pues corría el riesgo de acabar “hundiéndose” en ellos. De ahí que
cuando experimentan tales sentimientos en la edad adulta, muchas personas
reaccionan con impaciencia y enojo contra si mismo, diciéndose que están en falta
y que deben “salir de eso lo antes posible”.
El enojo es otro sentimiento que a muchos se les enseñó a ocultar, o incluso a no
permitirse experimentarlo. El castigo podía ser manifiesto, como en el caso de
niños a quienes se les pegaba cuando tenían una rabieta o se enojaban. También
podía ser sutil, como en el caso delos padres que retaceaban afecto, aprobación o
alimento hasta que sus hijos empezaban a sonreír como ellos creían que debía
hacerlo un niño.
El sexo es un factor de peso para determinar cuáles son los sentimientos que
aprendimos a considerar inaceptables. Por ejemplo, a las mujeres se les da por lo
general más libertad que a los varones para tener sentimientos y expresarlos.
Pero el problema es que esa libertad sólo se aplica al grupo relativamente
pequeño de emociones humanas consideradas “femeninas”, tales como la
compasión, la ternura, la humildad y el amor romántico y maternal. Otros
sentimientos humanos como la ira, la lujuria, la ambición, la agresión, el odio, y la
vanidad están catalogados como “no femeninos”.
También los varones aprenden que sólo ciertos sentimientos son aceptables. La
ambición, el orgullo, los celos y la arrogancia son permisibles; no así las
emociones más tiernas y “femeninas”. Y si bien en la infancia se les enseña a
niñas y varones que la ira es mala, en la edad adulta los hombres gozan de mayor
libertad para experimentarla. Los “jóvenes iracundos” representados por figuras de
actores muy famosos y sexis, constituyen un elemento aceptado En cambio no
existen imágenes correspondientes de jóvenes iracundas igualmente atractivas.
En una sociedad que prohíbe la ira en las mujeres pero las acepta y alienta en los
hombres, “a menudo las mujeres se deshacen en lágrimas en lugar de tener un
estallido de ira, en tanto que los hombres se enfurecen cuando alguien lastima sus
sentimientos y tienen ganas de llorar”.
Para ciertas personas los sentimientos más o perturbadores son los ed índole
sexual. Para quienes viven con incomodidad los sentimientos sexuales, el sexo,
más que un medio para llegar a la intimidad, puede ser una barrera contra ella.
Por ejemplo, Julia, sentía repugnancia por los genitales de su marido; en cambio
con sus amigos podía relajarse y aceptar afecto, porque estaba sobreentendido
que había límites claros para el grado de contacto físico permitido. Pero la relación
con su marido que debía incluir por definición, el contacto sexual, le resultaba
amenazante y abusiva porque hacía surgir recuerdos reprimidos de abusos
sexuales que Julia había sufrido cuando niña.
En una situación inversa a la de Julia, ciertas personas son capaces de
experimentar intimidad con su pareja sexual, pero no con amigos. Ello se debe a
que asocian el sentimiento cánido de ser amado con el “cosquilleo” e la excitación
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sexual y les causa terror la posibilidad de que el sentimiento cálido de la amistad
íntima pueda encender sentimientos sexuales que consideran inaceptables. En los
heterosexuales el miedo suele ser especialmente intenso cuando se trata de la
amistad con una persona del mismo sexo, a la inversa de lo que ocurre con los
homosexuales.
EL ALTO PRECIO DE LA REPRESIÓN EMOCIONAL
Lo que hacemos con nuestros sentimientos, es decir nuestro comportamiento,
puede caracterizarse como correcto o incorrecto, bueno o malo. La renombrada
psicoanalista suiza Alice Miller señala este hecho al reherirse a la ira y el odio.
Como lo explica la autora. La ira y el odio suelen ser respuestas apropiadas a las
crueldades y a la injusticia que muchas personas sufren en el mundo. Ambos son
sentimientos normales, y “un sentimiento nunca ha matado a nadie”.
Es necesario dar salida a los sentimientos de alguna manera, ya sea verbalmente,
a través del lenguaje corporal o del comportamiento. Pero en lugar de formas
saludables de dar salida a los sentimientos, lo que se le ha enseñado a mucha
gente es a practicar la negación (“En realidad no me siento de ese modo”) , a
juzgarse y autocensurarse (“No debería sentirme de este modo”) y a provocar que
sus sentimientos se ajusten a las expectativas impuestas desde afuera (“Llegaron
las fiestas, debo sentirme feliz”). Estas son defensas corrientes contra las
emociones y pueden ser eficaces, al menos por un tiempo, para mantener a raya a
los sentimientos perturbadores.
Pero a la larga es perjudicial manejar los sentimientos de esta manera. En primer
lugar, las defensas minan la autoestima. Para sentir auténtica autoestima, un
individuo debe estar en condiciones de decir: “Soy un ser que siente, capaz de
experimentar toda la gama de emociones humanas, y está bien que así sea”.
Dicho de otro modo, respetarse a sí mismo significa respetar los propios
sentimientos, sin exclusión de ninguno.
Cuando alguien censura y reprime sus sentimientos también se priva de una
fuente importante de información y guía. El miedo, por ejemplo, puede alertar a
una persona sobre el peligro que la acecha, y hacerle ver la conveniencia de
tomar precauciones o de huir. La tristeza que al parecer surge “porque sí” puede
estar diciéndole a alguien que no cumplió el duelo necesario por una pérdida y que
es usada en sus relaciones, ello tal vez sea un signo de que debe poner ciertos
límites a lo que los demás pueden exigirle. Pero si alguien está demasiado
ocupado censurando sus propios sentimientos, no podrá “oír” lo que éstos tratan
de decirle.
Muchas veces también surgen problemas físicos. Si una persona procura poner
coto a sus sentimientos, se hace más vulnerable a una serie de dolencias
psicosomáticas, que van desde dolores de espalda, cuello y cabeza o desórdenes
digestivos menores, hasta cuadros más graves como asma, úlceras y colitis.
Quienes niegan y reprimen sus sentimientos también corren un grave riesgo de
caer en adicciones a la bebida o ala droga, pues como bien saben los alcohólicos
y los drogadictos en tren de recuperación, la bebida y las drogas se utilizan
muchas veces para mantener sepultados los propios sentimientos verdaderos.
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Estudios recientes sugieren asimismo que en las enfermedades físicas las
posibilidades de curación pueden verse afectadas por la forma en que el paciente
maneja sus emociones. Así por ejemplo un estudio realizado en San Francisco por
la Universidad de California, demostró que entre enfermos de melanoma, una
forma grave de cáncer de piel, quienes expresaban con libertad sentimientos
como la angustia y la ira mostraban respuestas inmunológicas más positivas que
quieres reprimían sus sentimientos.
Muchas personas creen que si niegan determinados sentimientos como la ira o el
resentimiento, éste simplemente se esfumará. Lo cierto, en cambio, es que los
seres humanos no podemos hacer desaparecer nuestros sentimientos. Podemos
empujarlos al subconsciente, con lo cual en apariencia desaparecerán, pero ello
requiere una enorme cantidad de energía, y a medida que transcurra el tiempo se
necesitará cada vez más energía, y a medida que transcurra el tiempo se
necesitará cada vez más energía para mantenerlos reprimidos. Es inevitable que
esto lleve a ataque de agotamiento, o a una fatiga crónica que al parecer no tiene
motivos. Y dado que a cada uno de nosotros posee una cantidad determinada de
energía psíquica, cuanto mayor sea el caudal de energía que alguien invierte en
reprimir sus sentimientos, tanto menos le quedará para otros esfuerzos que le
demanda la vida.
COMO PESAN EN LAS RELACIONES LOS SENTIMIENTOS REPRIMIDOS
La represión de los sentimientos acaba siempre por ser un esfuerzo inútil. Tarde o
temprano los sentimientos sepultados afloran. A menudo ello ocurre en el
momento más inesperado y con fuerza sorprendente, lo cual puede causar
estragos en las relaciones. Bien lo sabe cualquiera que halla estado de pronto con
un ser querido, por motivos que nada tienen que ver con el asunto que se plantea
en ese momento.
El bloqueo “No quiero ocuparme de mis sentimientos” interfiere en las relaciones
de distintas maneras. Dado que la forma principal en que las personas se vinculan
y llegan a intimar es a través de experiencias y emociones compartidas, a menudo
intensas, quienes se esfuerzan por no mostrar sus sentimientos- o directamente
por no tenerlos - necesariamente se sienten solos, apartados y no amados, aun en
medio de relaciones en apariencia íntimas. La alineación que experimentan
respecto de los demás es el reflejo de la alineación en que se hallan respecto de
sus propias emociones.
Cuando un individuo muestra intolerancia y rechazo y está asustado de sus
propios sentimientos, suelen adoptar la misma actitud hacia los sentimientos de
los demás. De ahí que a veces pueda causar una falsa impresión de
insensibilidad. Aunque se diga a sí mismo que al reprimir sus sentimientos
“negativos” protege a los demás de hecho su faltas de calidez, tolerancia y
naturalidad emocional lastima a los demás y los aleja.
Otra consecuencia de no asumir los propios sentimientos es la proyección. Esta
situación se da cuando una persona ubica mentalmente sus sentimientos en otra,
imaginando que esta última quien experimenta las emociones que en realidad es
él quien siente. Por ejemplo, una mujer que está enojada con su marido pero no
se permite a si misma admitirlo, se aferrará a la idea de que es él quien está
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enojado con ella. O un hombre que se siente inseguro en una relación puede
proyectar sus sentimientos de vulnerabilidad sobre su pareja, pues en ella le
parecen mucho menos amenazantes. “nos fuimos a vivir juntos porque ella
necesitaba esa cercanía”., dirá él, sin reconocer nunca que él lo necesitaba tanto
como ella. La proyección es un mecanismo habitual en toda clase de relaciones y
genera buena parte de los malentendidos entre las personas.
La segunda tarea importante que debió realizar fue comenzar a ser más precisa
en la identificación de lo que sentía. Hasta ese momento X había andado por la
vida pensando únicamente en términos de “me siento mal” y “me siento bien”. Por
la tanto le parecía difícil describir sus sentimientos con mayor precisión.
A medida que X fue distinguiendo mejor que sentimientos concretos
experimentaba, también comenzó a tenerles menos miedo y a no censurarlos. En
el pasado, cuando le ponía al sentimiento el rotulo de “malo”, con ello no sólo
quería significar que era desagradable o doloroso, sino también que no estaba
moralmente permitido. Siempre había creído que había toda una gama de
sentimientos prohibidos; por ejemplo la ira, los celos, el odio y el resentimiento.
Sólo muy gradualmente fue comprendiendo que todos eran sentimientos humanos
naturales, y que el hecho de experimentarlos no la convertía en una mala persona.
Luego los sentimientos intensos se aplacan y dan paso a una sensación de mayor
equilibrio emocional y muchas veces a una profunda calma. Tal fue la experiencia
de X. Si bien está emocionalmente mucho más viva que antes, también está más
tranquila. Experimenta sus sentimientos en forma plena cuando se presentan, y
luego lo sentimientos pasan. La verdad es que es mucho menos “esclava de sus
emociones” ahora que cuando ponía tanto empeño en reprimirlas.
Una vez que X y su marido aprendieron a expresar su enojo de manera directa y
honesta, sin recriminaciones, fueron perdiendo el miedo a dejar que el enojo
aflorara. Advirtieron que después de sus “sesiones de enojo” se sentían más cerca
el no del otro y entraban en una etapa de reconciliación caracterizada por la
calidez y el erotismo. A menudo desembocaban en la “mejor relación sexual que
hemos tenido en años”. Lo que estaban descubriendo es que la ira reprimida se
asienta en el pecho como un bloque de cemento que cierra el paso al amor,
impidiéndole entrar o salir.
“NO MEREZCO AMOR”
El amor a sí mismo no es narcisismo.
Una de las simples verdades de la vida es que una persona no será capaz de
aceptar el amor de los demás si antes no se ama a sí misma. Del mismo modo,
una persona no será capaz de sentir amor por los demás a menos que también se
ame a sí misma. Ello está implícito en las palabras de Cristo, quien no dijo “ama a
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tu prójimo más que a ti mismo”, ni “ama a tu prójimo y no a ti mismo”. Sino “ama a
tu prójimo como a ti mismo”.
Cuando alguien tiene amor por sí mismo se valora y se preocupa por su propia
persona, se ve a si mismo como merecedor de compasión, benevolencia y
felicidad. Tiene plena conciencia de sus faltas y errores, pero en lugar de ver sus
imperfecciones como prueba de su falta de méritos y de la imposibilidad de que lo
amen, las ve como pruebas de su condición humana.
Aunque los términos “amor a sí mismo” y “narcisismo” suelen usarse como
sinónimos, no lo son. El narcisista es un perfeccionista exigente que se fastidia
cuando él y los demás no responden a sus grandes expectativas. En cambio,
cuando una persona aprende a amarse más a sí misma se torna más tolerante y
deja de juzgarse y juzgar a los demás conforme a modelos imposibles de
alcanzar.
El individuo narcisista tiene también un marcado sentido de sus derechos y lo
impacienta que los demás no lo atiendan como él cree que debería hacerlo. Quien
tiene amor por sí mismo, en cambio, considera que merece la mejor vida, pero no
que se le debe un tratamiento especial.
El narcisista tiene una idea exagerada de su propio valor y se siente superior a los
demás. El que se ama a sí mismo tiene una visión realista de su propia
Persona y se considera un ser complejo, ni superior ni inferior a los demás y
valores como seres humanos tan complejos como él mismo.
EL PROCESO DE APRENDIZAJE
Hay quienes están tan acostumbrados a verse a sí mismos de determinada
manera, que jamás cuestionan el origen de esa visión, sino que dan por sentado
que si sienten desagrado por su propia persona lo más probable es que hayan
nacido con ese sentimiento y que sin duda es el destino que merecen Los cierto
es que nadie llegó al mundo viéndose a sí mismo feo, malo, estúpido o indigno de
ser amado, ni tampoco hermoso, bueno, inteligente o digno de ser amado. En lo
que respecta a ideas acerca de nosotros mismos, todos comenzamos la vida con
una pizarra en blanco. Ignorábamos por completo si éramos listos o tontos,
valiosos o despreciables, lindos o feos, incluso si éramos varón o mujer. Todo lo
que sabemos acerca de nosotros mismos, lo hemos aprendido.
A medida que crecimos y adquiridos ideas definidas acerca de quiénes
deberíamos ser. Lo típico es que constantemente comparemos el yo que
percibimos con el yo ideal. Si el primero queda muy debajo del segundo, nuestra
autoestima será baja.
LOS PADRES NO SON LA UNICA INFLUENCIA
Desgraciadamente, el impacto del mundo exterior coloca a ciertos grupos en una
posición de desventaja en lo que respecta al desarrollo y la conservación de la
autoestima. Así , por ejemplo, aunque un niño de color se críe en la más afectuosa
de las familias, al mirar a su alrededor y moverse en el mundo inevitablemente se
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encontrará con el racismo, y ello puede afectar a su autoestima y sus
posibilidades.
Un niño cuyo idioma materno no sea aquel del país en e que vive, puede recibir en
su hogar un gran caudal de amor incondicional, pero si en la escuela se le enseña
que el único idioma aceptable es el del país, es razonable que se sienta
avergonzado y descolocado. Lo s homosexuales y las lesbianas pueden sentirse
muy orgullosos de su identidad sexual, pero en un mundo en donde la
heterosexualidad es considerada la norma y en el que abunda la homofobia,
inevitablemente encontrarán discriminación, burlas e insultos que pueden ser una
amenaza a su autoestima. Aunque los discapacitados se acepten a sí mismos
como son, dado que el mundo exterior les le hace tan difícil la inserción- o incluso
la supervivencia, sufren a diario agresiones a su sentido de la dignidad, del propio
valor y de la pertenencia.
También es importante que vivimos en una cultura en la que tradicionalmente se
han considerado superiores los méritos del varón. Un chico cuyos padres no lo
aman lo bastante puede hallar consuelo en el hecho de que es varón, y como tal
se lo supone más inteligente, más competente, más importante y en general más
valioso que sus contrapartes femeninas. Una niña cuyos padres no le brindan
suficiente amor no dispone de esa fuente de consuelo. Más aún: en lugar de
constituirse en baluarte contra el sexismo de la cultura en la que vivimos, muchas
familias difunden activamente la idea de que los varones poseen una superioridad
innata.
Los hombres no sólo son educados en la idea de que tienen más motivos de
autoestima que las mujeres, sino que también se los alienta a alimentar elevadas
opiniones acerca de sí mismos. Conforme a un milenario sistema de valores en
que se privilegia al hombre, la elevada autoestima es una prerrogativa
exclusivamente masculina. Se da por sentado que los hombres han de tener una
opinión positiva de sí mismos, mientras que las mujeres deben ser modesta y se
les enseña a tener mucho cuidado de no mostrarse vanidosas o demasiado
satisfechas consigo mismas. De ahí que cuando los padres no logran que sus
hijos varones elaboren suficiente autoestima, se los considera culpables de una
falta terrible, en tanto que criar a una hija con baja autoestima es visto como un
hecho normal y aceptable. Por ejemplo, se habla mucho del frágil ego masculino, y
las niñas son educadas en la idea de que una de sus tareas más importantes en la
vida consiste en apuntalar la autoestima de los hombres. Muy poco se dice en
cambio, del frágil ego femenino, y no se educa a los varones para que consideren
su deber reforzar las autoestima de las mujeres.
Durante su infancia y adolescencia hubo en la vida de July dos emociones
dominantes: una desesperada soledad y un profundo odio a sí misma. Anhelaba
ser varón y se avergonzaba hasta tal punto de su feminidad que nunca intentó
hacerse amiga de otras chicas.
Para Judy y su esposo, la clave para superar sus problemas sexuales- y de hecho
la mayoría de sus problemas- fue aprender a hablar entre ellos. Esto parece
simple, pero no lo es tanto: “Por qué no puedes leer mi pensamiento?”. En sus
años de formación la mayoría de las personas no aprenden a identificar sus
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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propios sentimientos ni a expresarlo de manera directa, sincera, serena y no
hiriente. Tampoco aprenden a escuchar.
A medida que Judy y su esposo pudieron comunicarse mejor sus verdaderos
sentimientos mutuos, empezaron a comprender hasta qué punto ambos había
proyectado y malinterpretado. Por primera vez en sus 25 años de matrimonio
también empezaron a hablar de sexo, de sus experiencias tempranas, de lo que
les gustaba y les disgustaba, de sus miedos e inseguridades.
La máscara de superioridad de Bob era un legado de su padres, quien
simplemente no aceptaba los errores. Los hombres en general tienen dificultades
para admitir honestamente sus errores y limitaciones ante sí mismos y ante sus
familiares y amigos. De ahí que sus hijos varones crezcan sin tener un modelo que
les permita aceptar, revelar y hacerse responsables de sus propias carencias y
fracasos. En lugar de ello, aprenden que la actitud viril consiste en negar y ocultar
sus errores y limitaciones, o proyectarlo sobre otras personas, en particular su
esposa e hijos. No obstante, en algún nivel ellos tienen conciencia de que este
método “viril” es en realidad una cobardía. Esto, a su vez, le s da más motivos
para experimentar los sentimientos de vergüenza e insuficiencia que se les
enseña a ocultar y negar.
‘NO NECESITO A NADIE: SOY FUERTE’
En muchos casos, el bloqueo “No necesito ayuda” coexiste con el bloqueo “No
quiero ocuparme de mis sentimientos”, y se lo puede considerar una extensión y
manifestación específica de aquel. Las personas que están incomodas con sus
sentimientos en general, lo están en particular con sus sentimientos de necesidad
y dependencia.
Muchas personas que afirman, en esencia, ‘NO necesito a nadie: soy fuerte’,
ignoran que esta posición actúa como bloqueo afectivo. Por el contrario, creen que
los demás los aman por su fuerza y su autosuficiencia, y temen que si no fueran
tan fuertes, los demás los amarían menos. No advierten que existe una diferencia
entre el amor y la admiración, y que si bien la fuerza y la autosuficiencia pueden
ser admirables, estos rasgos no despiertan afecto en la mayoría de la gente, o por
lo menos no tanto afecto como la franqueza, la suavidad, el humor y la
vulnerabilidad. Tampoco advierten que mucha gente necesita que la necesiten, y
por lo tanto una postura de fuerza y autosuficiencia totales puede apartar a los
demás. Así por, por ejemplo, una persona puede levantar un muro tan alto
alrededor de sus sentimientos de dependencia y vulnerabilidad, que causa la
impresión de ser frío y soberbio, por lo cual suscita antipatía en mucha gente.
CÓMO NIEGAN LOS HOMBRES SUS NECESIDADES EMOCIONALES
En nuestra cultura son sobre todo los hombres lo que tienen dificultades para
reconocer las formas en que están vinculados con los demás y dependen de ellos.
Varones y niñas desarrollan percepciones marcadamente distintas de sí mismos
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en relación con los demás. Ello se debe a que por lo general es la madre quien
asume la responsabilidad principal por el cuidado de los hijos. Las niñas por
pertenecer al mismo sexo, no desarrollan un sentido profundo de diferencia y
separación en relación con la madre, y el hecho de sentirse similares y conectadas
con ella determina la visión que tienen de sus posteriores relaciones y su manera
de abordarlas. A la inversa, los varones desarrollan una fuerte percepción de sí
mismos como individuos separados, muy distintos de la personas con la que
tuvieron su primer vínculo íntimo, y ello colora la visión que tienen de sus
relaciones adultas. Estas dos visiones diferentes dela propia persona se refuerzan
más tarde a través de los roles sexuales. En nuestra cultura se ha alentado
tradicionalmente al varón a construirse una identidad fuerte, como individuo
independiente, en tanto que la mujer se espera que derive su identidad de la
fusión con el varón – más valorado por su carácter de tal – y que, idealmente, le
dé hijos varones. El resultado final es que los hombres tienden a verse a sí
mismos como individuos autónomos, algo separados o totalmente apartados de
los demás, mientras que las mujeres se ven a sí mismas como personas
conectadas, insertas en una compleja red de relaciones.
Dentro de una misma relación, es frecuente que el hombre se vea a sí mismo más
dependiente de lo que es en realidad, en tanto que a la mujer le ocurre lo
contrario. Por ejemplo, cuando Alan entré en terapia hacía más de 12 años que
Ana se ocupaba de sus necesidades físicas, sexuales y emocionales. Sin el apoyo
emocional de Ana, a Alan le resultaría difícil enfrentarse con el mundo exterior, y
sin sus servicios prácticos- tales como lavarle la ropa y llevar el coche al taller para
repararlo-, es probable que Alan no podría vestirse por la mañana. No obstante,
Alan persistía en verse a sí mismo como n ser autónomo y autosuficiente, al igual
que muchos hombres en situaciones similares.
Ana, por el contrario, tenía, como muchas mujeres, una percepción insuficiente de
su propia capacidad para bastarse a sí misma, y no veía en absoluto la forma en
que los demás se apoyaban en ella. Durante la mayor parte de sus años de
matrimonio, Ana creyó siempre que necesitaba a Alan y dependía de él mucho
más de lo que él la necesitaba y dependía de ella. Minimizaba el hecho de haber
trabajado como enfermera en doble turno para que él pudiera terminar su carrera
de abogado. “En realidad, él no me necesitaba”, decía. “Si no hubiera contado
conmigo, habría encontrado otra manera de hacerlo”. Al mismo tiempo,
minimizaba sus propios logros, convencida de que ser enfermera era fácil,
mientras que llegar a ser abogado era difícil. “Yo no hubiera sido capaz”,
aseguraba. Sólo después de 10 años de matrimonio y de entrar en un grupo
terapéutico, Ana comenzó a cuestionarse esas suposiciones.
LAS MUJERES SE AVERGÜENZAN DE SUS NECESIDADES EMOCIONALES
Hasta hace muy poco se daba por sentado que la única preocupación de una
mujer debía ser la satisfacción delas necesidades emocionales de su marido y sus
hijos. Y así como Joyce dando constantemente a los demás se distraía de lo
mucho que anhelaba recibir, también generaciones de mujeres han encontrado
cierto solaz en su papel tradicional, porque el hecho de ocuparse siempre de las
necesidades de otras personas les impedía enfrentarse con las propias.
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“EN MI HORÓSCOPO NO HAY AMOR”
Las personas que se consideran condenadas a la privación afectiva, también
suelen creerse destinadas a sufrir privaciones económicas y materiales. Algunos
provienen de hogares en los que la falta de recursos emocionales iba de la mano
con una falta de recursos económicos, por lo cual las dos clases de privación
quedaron inextricablemente ligadas en su mente. Otros llegaron a las misma
conclusiones pese a haberse criado en hogares de buena situación económica. En
estos casos, la sensación de carencia emocional que impregnaba el clima familiar
de su infancia salpicaba el orden de las cosas materiales, coloreando la forma de
ver y manejar el dinero y haciendo que todos se sintieran pobres y que los niños
crecieran con una “mentalidad de pobreza”.
Joyce
Suele suceder que una persona supere un bloqueo afectivo, sólo para descubrir
que detrás está agazapado otro bloqueo más grave y más profundamente
arraigado. Eso fue lo que le ocurrió a Joyce. Durante su primera etapa de terapia,
poco después de los veinte años, la preocupación principal de Joyce era superar
su bloqueo “No necesito a nadie, soy fuerte”. En ese momento parecía que el
principal obstáculo que le impedía obtener relaciones satisfactorias era su
incapacidad para reconocer y aceptar que tenía necesidades emocionales. Pero
cuando Joyce retomó la terapia unos años más tarde se hizo evidente que detrás
de aquel bloqueo se ocultaba otro: “En mi horóscopo no hay amor”.
“YA NO TENDRE OTRA OPORTUNIDAD”
EL MUNDO COMO UN SITIO IMPLACABLE
Algunas personas que creen que nunca tendrán otra oportunidad para el amor,
piensan simplemente que ya han otorgado la cuota que les corresponde. Un
ejemplo clásico es el de la viuda o viudo que no quieren ni oír hablar de salir con
una persona del sexo opuesto y mucho menos de volver a casarse, ya que eso
sería una traición al cónyuge desaparecido, ‘mi único amor verdadero’. Pero lo
más común es que quienes padecen este bloqueo sientan que han
DESPILFARRADO o ARRUINADO sus oportunidades, o que corren el riesgo de
que eso les ocurra. Para los que así piensan, este mundo no es sólo un sitio de
escasez, sino también un sitio implacable.
Las personas que creen que ya han consumido sus oportunidades para el amor,
generalmente piensan que no lograr que una relación funcione (sobre todo el
matrimonio) es un delito terrible que merece ser castigado. ¿Y qué mejor castigo
puede haber que no tener ya jamás otra oportunidad, y por lo tanto estar
condenado a la soledad perpetua? Después de un divorcio, por ejemplo, muchas
personas se culpan a sí mismos razonando de este modo: ‘Vivir solo el resto de mi
vida es el castigo que merezco por haber fracasado en mi matrimonio’.
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También aquí la influencia de la familia desempeña un papel importante. Es muy
probable que el mundo le parezca un lugar implacable a quien creció en un hogar
donde reinaba la inquina y nadie pedía perdón nunca, o donde se arrastraban las
mismas acusaciones y las mismas agresiones a lo largo de los años. AL que
creció en un hogar donde le más mínimo ‘delito’ (no tender la cama, olvidar un
plato sucio en la cocina, derramar la leche en el piso) provocaba amenazas de
castigo eterno (‘No volveré a hablarte nunca’, ‘Te daré una lección que no
olvidarás jamás’, ‘Ve a tu cuarto y no vuelvas a salir nunca más’), probablemente
le resulte muy difícil creer que el mundo puede perdonar.
‘Sólo te dan una oportunidad, y si la malogras no habrá otras’, es una clásica
experiencia infantil por la que pasan incluso las personas que se criaron en una
familia muy bien avenida. Casi no hay quien no recuerde un episodio en el que
perdió, rompió por accidente o arruinó en un berrinche un objeto favorito. EN lugar
de consolarlo por la pérdida, se lo reprendía: ‘¿Ves lo que pasa cuando no cuidas
tus cosas? Pues bien, si esperas que te compremos otro (juguete, vestido,
muñeco, etc.), olvídalo. Eres tú quien lo perdió (rompió, aplastó, etc.), de modo
que te lo tienes merecido’.
Las personas que crecen con la sensación de que el mundo es un sitio implacable
desembocan en un callejón sin salida que limita su capacidad de amarse a sí
mismas. Dado que no existe un ser capaz de llegar a una edad avanzada sin
lastimar a otros aunque sólo sea ocasionalmente y sin cometer algún acto
criticable, saber perdonarse es esencial para el bienestar psicológico. Pero quien
no cree en la posibilidad del perdón no podrá hacerlo, y por lo tanto se verá
obligado a abrazar una de estas dos imágenes distorsionadas de sí mismo: o bien
se verá como una mala persona condenada a pasar por la vida manchado por
todas las malas acciones que alguna vez cometió, o se verá como alguien que
goza de un status muy especial y elevado, alguien que es incapaz de hacer nada
malo y en consecuencia está por encima de la necesidad de perdón. Para los del
primer grupo el amor a sí mismos está fuera de la cuestión y la vida llena de auto
odio y autocastigo. Los del segundo grupo PARECEN sentir un gran amor por sí
mismos, pero se trata de un seudo amor basado en un concepto erróneo del
propio yo y del lugar que ocupan en el mundo.
Cuando la gente crece viendo al mundo como un sitio implacable, también tiene
tendencia a ser implacable con los demás. Esas personas responden a las
heridas y desilusiones que sufren en su relación con los demás con esta actitud:
“Aquí se acabó todo. Has arruinado todas tus chances conmigo, y no te daré otra
oportunidad de acercarte a mi y volver a hacerlo”. Es habitual que hagan balance
de lo que dan y lo que reciben y se sientan perpetuamente víctimas y explotados,
lamentándose en estos términos: “¿Por qué dar tanto para recibir tan poco?”.
También la situación económica de una familia puede hacerle sentir al niño que el
mundo es un lugar de escasez. Muchas personas criados en hogares donde el
dinero escaseaba siguen sintiéndose pobres aun cuando llegan en la adultez a
una situación económica estable incluso brillante. Ideas como “No me alcanzará” o
“Mañana me lo quitarán todo” están tan firmemente arraigadas que es imposible
eliminarlas. Estas personas pueden también trasladar su percepción interior de
escasez del terreno económico al personal, convencidas d que si gozan de
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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abundancia material el destino se cobrará lo suyo estafándolos en el terreno del
amor.
Muchas culturas tiene leyendas para ayudar a la gente a manejar la ansiedad y el
miedo. A Jorge lo ayudó una práctica acerca de un dragón, similar a la historia
india de Vichnú. Cuenta esa leyenda que en tiempos medievales había una aldea
que vivía horrorizada por una dr4agón que habitaba en una cueva en las afueras.
Todos estaban dominados por el miedo al dragón, y a medida que el miedo crecía,
mudaban sus viviendas cada vez más lejos de la cueva. Pero el dragón seguía
creciendo . De los diez metros de largo que medía al principio, pasó a los quince y
luego a los veinte. Le salieron dos cabezas en lugar de una. Grandes púas le
crecieron en el lomo y empezó a echar fuego por la boca. Cuanto más aterrados
estaban los aldeano y cuánto más trataban de alejarse, tanto más se acercaba el
dragón y más lejos llegaba su aliento ardiente.
Cierto día, un joven aldeano que había crecido en medio del terror que inspiraba el
monstruo, decidió acercarse a la cueva para ver si la bestia era tan feroz como
todos creían. Su familia y los demás aldeanos tratan de disuadirlo, pero él estaba
decidido. Aunque el miedo hacía palpitar aceleradamente su corazón, partió en
dirección de la cueva del dragón. A medida que se acercaba, su miedo crecía. EL
sudor le corría por la cara y sus piernas casi no le sostenían. Pero siguió
caminando.
Por fin avistó la cueva. Oyó los movimientos del dragón y su terror aumentó.
Estuvo a punto de vomitar y sintió ganas de huir. Pero siguió avanzando hacia la
cueva hasta que pudo espiar el interior. Lo que vio lo sorprendió. El dragón era
grande y fiero, pero ni por asomo tan grande y fiero como el suponía. Tenía una
sola cabeza. Y ninguna púa. Arrojaba fuego, pero las llamas apenas llegaban a un
metro de distancia. Muy aliviado el aldeano decidió sentarse a descansar. Se
quedó dormido durante varias horas, y al despertar notó algo extraño. El dragón
parecía más pequeño y menos feroz que antes. El joven decidió pasar la noche
allí. Cuando despertó por la mañana, el dragón seguía en su lugar pero era mucho
más pequeño. El aldeano se acercó a la bestia y le habló. Al hacerlo, el dragón
siguió encogiéndose hasta que no fue más grande que un lagarto.
El joven regresó a la aldea y contó su aventura. Al principio los demás no le
creyeron, pero poco después empezaron a acercarse a la cueva, primero de a dos
y de a tres y luego en grupos mayores, para ver al dragón con sus propios ojos.
Comprobaron que el dragón era desagradable y un tanto amenazante, pero ni tan
feo ni tan feroz como ellos creían. Seguían sin gustarles la idea de que un dragón
viviera en el linde con su aldea, pero ahora que se habían enfrentado con la bestia
no les molestaba demasiado, y con el tiempo se acostumbraron su presencia.
“PARA MI ES MUY TARDE; MI PLAZO YA VENCIÓ”
“Paso la hora, Entreguen su prueba”. Para la mayoría de las personas éstas son
palabras familiares. Para muchos, también son palabras ominosas, que les
recuerdan alguna ocasión en que el reloj sonó antes de que hubieran podido
terminar un examen. Que nos dijeran que “pasó la hora” antes de que hubiéramos
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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terminado una prueba nos hacía sentir muy mal, sobre todo si habíamos estudiado
mucho. Tal vez nos sintiéramos estafados, pensando que no nos habían dado el
tiempo necesario. Tal vez nos sintiéramos estúpidos y lentos y nos reprocháramos
habernos demorado tanto en la primera parte. Inevitablemente entregábamos el
examen de mala gana, quizá diciéndonos: “Si hubiera tenido más tiempo me
habría sacado un 10”.
Para muchas personas, ‘Pasó la hora’ no es simplemente una frase asociada con
sus tiempos de estudiante: es también una frase que resume su manera de sentir
respecto de sus oportunidades para el amor. De acuerdo con su visión del mundo,
cuando el destino distribuye las oportunidades para el amor, cada una lleva un
sello con la fecha de vencimiento, correspondiente a determinada época de
nuestra vida. SI cumplida esa fecha no hemos hecho uso de esas oportunidades,
mala suerte: automáticamente todos caducan.
A primera vista podría pensar que el bloqueo ‘Para mí es muy tarde; mi plazo ya
venció’, es idéntico al bloqueo ‘Ya no tendré otra oportunidad’, examinado antes.
Es cierto que a veces estos bloqueos van de la mano. Pero en realidad son
distintos el uno del otro, y la persona que padece uno de los dos, no
necesariamente padece el otro.
Para las personas que creen que habrán de consumir o malograr sus únicas
oportunidades para el amor, el mundo es un sitio donde rige el principio de
escasez y donde por lo tanto cada uno de nosotros sólo recibe una única
oportunidad, o unas pocas. Pero para quienes consideran que su plazo ya venció,
lo que está limitado no es el número de oportunidades, sino el tiempo dentro del
cual debemos utilizarlas. Los que así piensan pueden creer que se les ha
concedido un número INFINITO de oportunidades, pero como participantes de un
concurso televisivo a los que se les da un minuto para cargar la mayor cantidad
posible de productos en una carretilla, creen que tienen un plazo determinado para
utilizar sus oportunidades, y que si no logran hacerlo antes de que suene el timbre,
eso significa que ‘la hora ya pasó’ y todas las oportunidades desaparecen.
IMPACIENCIA
Las personas que crecieron en medio de un clima de impaciencia suelen entrar a
la edad madura sin haber madurado en una serie de aspectos emocionales. El
niño tiene su propio reloj de desarrollo, que indica por qué etapa habrá de
atravesar naturalmente, cuando y en qué orden. En una familia ideal se respeta el
reloj interno del niño. No se lo obliga a abandonar la mamadera cuando aún siente
una gran necesidad de ella, no se espera que forme frases cuando sólo está
empezando a balbucear sus primeras palabras. Dicho de otro modo: no se
espera- ni se lo obliga a ello- que se porte “como un chico grande” antes de que
haya cumplido el tiempo en que necesita ser un bebé. En un hogar donde la regla
es la impaciencia de los padres, la situación es muy diferente. Lo que impera es la
necesidad de dominio de los padres, y son sus expectativas, y no el reloj interno
del niño, las que marca el ritmo para el desarrollo de los hijos
Inevitablemente, los niños criados en hogares impacientes se ven forzados a
recorrer las fases de su desarrollo a n ritmo acelerado; antes de que hayan tenido
tiempo de completar una etapa, se los empuja hacia la etapa siguiente.
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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Esas personas a menudo aprenden a enorgullecerse de ser “muy maduros para
su edad” y a tener un “equilibrio de personas mucho mayores”. Pero en un
momento dado, los aspectos emocionales no elaborados en la infancia irrumpen
en la edad adulta, llevándolos en ciertos casos a crisis graves. Si desean seguir
adelante, lo único que les queda por hacer es ir hacia atrás para identificar y
finalmente completar las tare3as tan largamente demoradas.
En la edad adulta, las personas que crecieron en un clima de impaciencia también
tienden a ser muy impacientes consigo mismo y con los demás. No se conceden a
sí mismos ni a los demás el tiempo necesario para aprender y crecer. Tampoco
conceden a sus relaciones el tiempo necesario para desarrollarse. Tienen una
necesidad urgente de establecer una intimidad inmediata, como si ya en el primer
encuentro quisieran dar el salto hasta la mitad de la relación. Una relación que se
desarrolla a un ritmo más lento, más saludable, los frustra y los enfurece; las
cosas no ocurren lo bastante rápido y eso no pueden soportarlo..
Quienes sienten que su plazo ha vencido suelen rechazar la terapia- “Es
demasiado tarde para empezar a cambiar”, creen. “¿Para qué entonces debo
tomarme la molestia de intentarlo?”. Pero si entran en terapia manifiestan la
misma urgencia. Quieren experimentar cambios rotundos, y experimentarlos
ahora. Si eso no ocurre su frustración es enorme, Puesto que la psiquis incorpora
e integra el cambio gradual mucho más fácilmente que el cambio súbito, es crucial
para las personas que padecen este bloqueo aprender a darse el premiso s sí
mismos para avanzar lentamente y no dejar que su sensación de que “mi tiempo
se está acabando” los domine hasta el punto de renunciar por completo al
tratamiento.
La visión infantil del tiempo
¿Por qué tantas personas, por lo demás pacientes, sienten semejante pánico y
urgencia cuando esperan que alguien que les interesa las llame, venga a verlas,
les diga “la palabra justa”, o satisfaga de algún otro modo sus necesidades? EL
pánico surge porque cuando las necesidades emocionales básicas de una
persona son activadas y se ven luego frustradas en una relación, la experiencia
hace aflorar el recuerdo inconsciente de aquel tiempo en que era un niño
desvalido cuyos padres tenían un poder absoluto. Y ese recuerdo es acompañado
por una regresión a la visión infantil del tiempo. Los infantes no son capaces de
distinguir entre un minuto, una hora y una semana; lo único que conocen es el
ahora, el momento presente. Cuando un bebé necesita alimento, lo necesita
ahora. Si debe esperar, no puede distribuir entre 10 minutos y una hora; la espera
siempre le parecerá eterna. Además, siente que si su necesidad no es satisfecha
ahora, no lo será nunca, y si eso ocurre sabe que morirá. De ahí el sentimiento de
pánico total aun cuando sólo se trate de un lapso breve de espera y frustración.
‘ES INEVITABLE QUE SALGA LASTIMADO’
EL amor y la intimidad siempre entrañan el riesgo de salir lastimado. Cuando nos
importa otra persona abiertos para recibir su amor, somos vulnerables a las
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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vicisitudes de su personalidad individual y a los acontecimientos exteriores que la
afectan. Inevitablemente habrá momentos en los que personas que son
importantes para nosotros nos criticarán, nos defraudarán, nos subestimarán o
nos harán sufrir de alguna manera. Y siempre existe el riesgo de que alguien con
cuyo amor contamos se retire en forma parcial o total de la relación o muera,
dejándonos con un sentimiento de abandono y desamparo, dolidos por la pérdida.
Muchas personas consideran que vale la pena correr estos riesgos en vista de los
placeres y los beneficios que las relaciones íntimas pueden potencialmente
procurarnos. Para otros, en cambio, pesa más el riesgo de que los lastimen. En lo
hondo de su ser sienten que el amor siempre lleva al sufrimiento, un sufrimiento
tan terrible que el dolor supera de lejos al posible placer.
CUANDO SER AMADO SIGNIFICA SER LASTIMADO
Algunas personas equiparan amor con sufrimiento porque cuando niños su
contacto principal con sus padres fue a través de la violencia o el desinterés. Los
padres se relacionaban con ellos sobre todo a través de los golpes o el castigo.
Cuando no los maltrataban en forma activa, sencillamente no les prestaban la
menor atención, por lo cual los niños crecían con la idea de que ser amado
significa ser maltratado o ignorado.
Las personas a quienes les pegaban cuando eran niños, suelen decir: ‘Después
de un tiempo, ya no dolía’, y también: ‘Era mejor que a un le pegaran y no que lo
ignoraran. El ‘tratamiento silencioso’ era mucho peor que los golpes’.
Racionalizaciones parecidas son frecuentes en víctimas de abuso sexual en la
infancia, que afirman: ‘No fue tan malo’ o ‘Por lo menos me prestaban atención’.
Dada la intensa necesidad de contacto con sus padres que tienen los niños, algún
contacto –aunque sea abusivo o violento- puede ser mejor que ninguno.
Pero incluso los niños que no fueron habitualmente maltratados pueden aprender
a vincular amor y dolor. ‘Sólo hago esto porque te amo’, ‘Esto me duele más que a
ti’, y ‘Si no te amara tanto no haría esto’, son frases comunes en boca de muchos
padres cuando castigan a sus hijos. Estas palabras le dicen al niño que lo que
está recibiendo es amor, cuando su reacción natural es sentir miedo, ira,
humillación y una gran falta de amor. De ahí que en ese tipo de situación el niño
aprenda a invalidar sus propios sentimientos, y a internalizar el mensaje de los
padres, diciéndose a sí mismo: ‘Recibí el castigo que merecía’, y Sólo me hicieron
eso porque me aman y quieren corregirme’.
MENSAJES CULTURALES
Aunque todo el mundo está expuesto a la idea de que el amor conduce al
sufrimiento, varones y mujeres reciben mensajes que, en aspectos sutiles pero
significativos, son diferentes. EL mensaje común que transmiten a los varones sus
padres, sus pares y también los medios de difusión, es que amar los llevará a una
pérdida de poder y libertad. A los varones se los alienta a dar rienda suelta a sus
impulsos mediante el contacto sexual con el sexo opuesto, pero se los previene
contra el compromiso emocional. Aprenden que una vez que el hombre entrega su
corazón se convierte en un ‘bobo enamorado’ que pierde su autonomía, y al que
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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como a un animal de tiro se lo ‘ensilla’ con responsabilidades pasadas y
restrictivas.
LOS QUE ELUDEN EL SUFRIMIENTO Y LOS QUE LO BUSCAN
Quienes padecen el bloqueo ‘Es inevitable que salga lastimado’ pueden agruparse
en dos categorías generales: los que eluden el sufrimiento y los que son adictos al
sufrimiento. A los primeros los motiva principalmente el miedo al sufrimiento que
están seguros habrán de padecer si se permiten a sí mismos amar y ser amados.
Según sea la dimensión y la naturaleza exacta de su miedo, o se abstienen por
completo de toda relación íntima, o bien establecen relaciones pero luego se
distancian o escapan apenas empieza a desarrollarse una auténtica cercanía.
SI bien quienes eluden el sufrimiento pueden pertenecer a uno u otro sexo y tener
cualquier inclinación sexual, esta manifestación del bloqueo ‘Es inevitable que
salga lastimado’, es especialmente común entre hombres heterosexuales. Muchos
pasan de una relación sentimental u otra, retrayéndose o desapareciendo cuando
empieza a desarrollarse una verdadera intimidad. Cuando alguien repite el
esquema hasta el punto en que eludir el sufrimiento se convierte en un modo de
vida, es inevitable que en ese proceso también desarrolle otro bloqueo importante.
Dicho bloqueo –‘No puedo tomar un compromiso’- y sus relaciones con el bloqueo
‘Es inevitable que salga lastimado’, otro bloqueo.
Los adictos al sufrimiento también tienen la certeza de que el sufrimiento será
inevitable si se permiten a sí mismos amar y ser amados. Lo que los diferencia de
la categoría anterior es que están más que dispuestos a sufrir sin límites en aras
del amor. De hecho, es frecuente que se sientan atraídos –como la polilla por la
lana- precisamente hacia aquellas personas que más habrán de lastimarlos. Para
ellos, una relación no entraña cierto caudal de sufrimiento, obviamente no es una
verdadera relación amorosa.
Aunque los adictos al sufrimiento pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales
u homosexuales, el ejemplo más emblemático ha llegado a ser la mujer que una y
otra vez se relaciona con hombres tan acosados por problemas como lo estaban
los padres de ellas. Ya se trate de alcohólicos, drogadictos, mujeriegos, tiranos,
golpeadores, eternos fracasados o simplemente individuos emocionalmente
reprimidos, son hombres que generan problemas con P mayúscula, y que
acarrean enorme sufrimiento a las mujeres que los aman.
Sin embargo, estos hombres suelen poseer también ciertas cualidades muy
atractivas, y pasan por momentos o períodos en los que pueden ser muy
cariñosos, cosa que habitualmente ocurre incluso con los ‘peores’ padres. Este
punto crucial es la clave para comprender el comportamiento de los adictos al
dolor. Hasta los niños más seriamente maltratados rara vez crecen con una falta
total de amor. Padres que por lo general son fríos, indiferentes o abusivos con sus
hijos, tienen momentos en los que se muestran bondadosos, atentos, risueños y
afectuosos. Es el carácter impredecible de la conducta de los padres el que hace
que los hijos se ‘enganchen’ en relaciones dolorosas. SI los padres se muestran
SIEMPRE fríos e indiferentes, los hijos pueden simplemente dejarlos de lado y
dirigir su búsqueda de amor hacia otras personas capaces de brindárselo en forma
consecuente. Pero cuando los padres son OCASIONALMENTE cariñosos, los
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hijos se empeñan en generar situaciones que susciten esa actitud afectuosa.
Convencidos de que sus padres son buenos ‘en el fondo’, los hijos hacen todo lo
posible por hacer aflorar esa bondad. Cada vez que el padre o la madre
indiferente da alguna muestra de bondad y afecto, los hijos tratan de recordar con
exactitud qué fue lo que hicieron y dijeron para que ello ocurriera. Piensan que si
vuelven a hacer lo mismo, recibirán nuevas muestras de amor. SI esto no ocurre,
los hijos no advierten que la conducta de los padres nada tiene que ver con ellos,
y suponen que no han hecho lo que correspondía, o no lo han hecho exactamente
como debían. Cada fracasado intento de hacer aflorar el lado afectuoso de sus
padres los convence de que los culpables de esa falta de amor son ellos, y que sin
duda algo malo habrán hecho.
Quienes funcionan de este modo repiten el mismo esquuema trágico en sus
relaciones adultas, sobre todo en las relaciones amorosas. Una y otra vez se
embarcan en relaciones con personas tan duras para brindar amor como lo eran
sus propios padres. Ansiosos de conseguir por fin el amor que nunca recibieron de
sus padres, son arrastrados a una clásica compulsión repetitiva, una necesidad
inconsciente de volver a vivir sus relaciones familiares tempranas hasta que logren
el dominio de la situación y puedan cambiar el resultado final. La decisión
inconsciente que toma el adicto al sufrimiento es ésta: ‘Voy a hacer esto una y otra
vez hasta que me salga bien’.
Podría argumentarse que las personas adictas al sufrimiento, sobre todo las
mujeres, son masoquistas, o sea que el dolor les produce placer. Pero a los
adictos al sufrimiento no les resulta para nada placentero el dolor que sus
relaciones les acarrea; por el contrario, lo encuentran insoportable. El sufrimiento
no les parece BUENO, sino JUSTO, porque les es muy familiar. Es fácil
impacientarse con los adictos al sufrimiento y decir que si son desdichados en sus
relaciones es por su propia culpa, por elegir siempre a personas que no les
convienen. En verdad, lo que hacen al revivir su sufrimiento temprano es tratar de
encontrar una manera de poner fin al dolor. ‘Si paso por esto una vez más’,
piensan, ‘podré por fin encontrar una salida’.
“ME SIENTO AMENAZADO CUANDO OTRA PERSONA
SE ACERCA DEMASIADO”
A primera vista podría parecer paradójico que en una era en la que tanta gente
proclama abiertamente su deseo de intimidad (como lo demuestra el auge de los
llamados ‘anuncios personales’), muchos estén al mismo tiempo tan
profundamente asustados. Es obvio que la intimidad es un valor caracterizado por
la ambivalencia. Todos la anhelan, pero cuando tienen una oportunidad de
acercamiento son muchos los que también escapan.
Algunas personas temen a la intimidad porque sus experiencias tempranas los
llevaron a equiparar ser amados con ser sobreprotegidos o dominados. A modo de
ejemplo, veamos el caso clásico del padre que con el pretexto de “ayudar” a su
hijo a hacer los deberes lo suplanta y los hace él. Así el padre se impone de este
modo a su hijo en forma habitual , el niño no desarrollará su yo en plenitud, se
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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sentirá minúsculo e incapaz, eclipsado por la sombra gigantesca y siempre
presente de su padre,. O tomemos la clásica situación de la madre amante que
permanece de guardia junto a la ventana mientras su hijo juega afuera, y corre en
su ayuda al menor signo de peligro. El niño constantemente sobreprotegido
crecerá sintiéndose incapaz de desenvolverse en el mundo. En ambos casos se
trata de padres cariñosos y bienintencionados, pero su comportamiento impide
que los hijos desarrollen una fuerte conciencia de sí mismos como seres
autónomos. En la edad adulta, esos hijos seguirán demasiado apegados
psicológicamente a sus padres, con un sentido de identidad subdesarrollado y
débil. Cuando otras personas comiencen a intimar con ellos, reaccionarán como si
fueran nuevamente niños pequeños avasallados por padres todopoderosos.
Hay también quienes temen a la intimidad porque se trata de un territorio
desconocido. Muchas personas crecieron sin experimentar nunca un sentimiento
de verdadera conexión con otro ser humano. Tampoco aprendieron con el
ejemplo, dado que sus padres no tenían comunicación entre ellos. Ya adultos, tal
vez hagan algún intento de llegar a la intimidad en ciertas relaciones, pero como
no saben manejarse en esa situación, lo más probable es que todo termine en
desilusión, sufrimiento o incluso desastre. Eso alimenta su temor de entrar en
territorio desconocido y refuerza su convicción de que lo más seguro es mantener
altas las defensas e impedir que nadie se acerque.
Una razón más de que el miedo a la intimidad sea tan corriente, es que las
relaciones íntimas obligan al individuo a descubrir y enfrentarse con su yo más
profundo, incluso sus costados más oscuros y menos atractivos. Algo que mucha
gente no puede o no quiere hacer. Muchos crecieron desconectados de part4es
enteras de su propio ser- sus sentimientos más profundos, sus verdaderos
deseos, su confusión, su ira, su ambivalencia, sus anhelos espirituales- y fueron
criados por personas que también estaban desconectadas de su propio ser. La
intimidad implica para ellos avanzar por una zona desconocida, el territorio sin
mapas del auténtico conocimiento de una mismo. Es así como, algunos parecen
dispuestos a aprender quiénes son en realidad, suelen dar marcha atrás cuando
una relación los fuerza enfrentarse con partes de su propia personalidad que
prefieren negar o desconocer.
Como ocurre con los demás bloqueos afectivos, el bloqueo “Me siento amenazado
cuando otra persona se acerca demasiado” puede manifestarse en grado
variables y de diferentes maneras. Algunas de las personas que lo padecen tienen
tanto miedo a la intimidad que sólo entablan relaciones muy superficiales, o pasan
por la vida casi sin establecer vínculos con los demás, salvo por los del trabajo.
Otros tienen numerosos amigos con los que se sienten cómodos y a los que
confían sus sentimientos, pero se sienten amenazados ante la perspectiva de
abrirse del mismo modo ante la persona con la que mantienen una relación
sentimental o que les interesa en ese aspecto.
En las relaciones amorosas, el miedo a la intimidad se expresa de diversas
maneras. Algunas personas se sienten cómodas en la gimnasia sexual con su
pareja pero les resulta muy incómodo confiarle sus sentimientos más profundos.
Otros son más reprimidos respecto de sus cuerpos pero no les cuesta revelar sus
sentimientos.
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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Si bien este bloqueo está muy difundido, hay que ser muy cauteloso antes de
concluir que alguien lo padece. A veces, escapar de la intimidad puede ser muy
saludable, ya que abunda ene l mundo la gente de personalidad invasora. Apenas
conocen a alguien desean convertirse instantáneamente en su mejor amigo o su
amante, o exigen algún otro modo de fuerte compromiso desde el primer
momento. La persona asediada responderá a menudo cerrándose en forma
instintiva y apartándose, lo cual en una situación de ese tipo constituye una
reacción sana de autoprotección, y no la evidencia de un bloqueo afectivo. La
reacción es apropiada porque la amenaza que representa la persona invasora es
una amenaza real. Sólo podemos afirmar que se está ante el bloqueo descripto
cuando alguien reacciona HABITUALMENTE a la intimidad cerrándose y
apartándose, y haciéndolo incluso cuando quien desea intimar no es una
personalidad invasora.
Límites e invasión
A fin de poder relacionarse íntimamente de un modo saludable, es preciso tener
una idea clara de los límites, saber dónde termina uno y dónde empieza el otro.
Los límites claros y apropiados actúan a modo de antenas que indican cuándo el
comportamiento del otro representa una intrusión o una amenaza. También
permiten establecer el tono justo en la relación, decir: ‘No, no puedes tratarme de
ese modo’ o ‘No, no puedo hacer lo que quieres que haga: es demasiado pedir’.
Sólo cuando las personas establecen límites saludables son capaces de alcanzar
el delicado equilibrio entre cercanía y distancia que la intimidad requiere, sin
sentirse amenazadas ni por la cercanía ni por la distancia. Lo cierto, sin embargo,
es que muchas personas crecieron en hogares donde los límites eran
constantemente violados, y la única forma en que podían proteger de la invasión
su frágil individualidad era erigir un muro de defensas impenetrables.
Hay dos clases de invasión corrientes en el seno de la familia. La primera es una
invasión física, que se produce cuando existe poco o ningún respeto por la
privacidad. Algunas personas crecieron en hogares donde no se les permitía a los
niños cerrar la puerta de su dormitorio para leer o estudiar, o simplemente para
estar solos. Todo intento de hacerlo era interpretado por los padres como un acto
hostil, y el niño era acusado de ‘guardar secretos’, ‘estar malhumorado’ o ‘portarte
como si fueras demasiado bueno para nosotros’. Algunos padres interpretaban
como un rechazo todo deseo de soledad manifestado por sus hijos y se mostraban
ofendidos cada vez que un niño expresaba el deseo de hacer algo por su cuenta.
La segunda clase de invasión habitual es la psicológica. Ocurre en familias en las
que no se les permite a cada uno delos miembros tener sentimientos, ideas y
opiniones diferentes. Muchas personas crecieron en hogares donde se
consideraba impertinente o herético que un niño expresara un sentimiento, una
idea o una opinión que no estuvieran de acuerdo, o estuvieran en contradicción,
con lo que pensaban o sentían sus padres. Los padres eran tan narcisistas que no
podían distinguir entre sus propios sentimientos y los de sus hijos. Si sentían de
determinada manera, daban por sentado que sus hijos debían sentir lo mismo; si
los niños intentaban expresar su disenso, ellos reaccionaban con la negación. ‘No
digas eso, no es lo que realmente piensas’, afirmaban, o tal vez: ‘¿Cómo que
Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional
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odias las habas? No puedes odiarlas. ¡Si a mí siempre me encantaron!’ O quizá
preguntaban incrédulos: ‘¿Cómo puedes tenerle miedo al agua?’ ¡En esta familia a
todo el mundo le encanta nadar!’ Y una invasión aun más sutil ocurre cuando uno
le dice al otro: ‘Lee este libro, te encantará’, o ‘No vayas a ver esa película, la
detestarás’, o ‘Me compré una campera nueva pero no quiero mostrártela porque
sé que no te gustará’.
A los niños cuyo temperamento no coincide con las expectativas de sus padres,
esta clase de invasión psicológica puede llevarlos a una autoestima muy baja.
Tomemos el caso de un niño a quien por temperamento le cuesta relacionarse con
los demás. En algunas familias se respeta el reloj interno de ese hijo y se le
permite entablar relaciones siguiendo su propio ritmo, acercándose a los demás y
permitiéndoles acercarse a él paso a paso, según le resulte cómodo. EN otras
familias, en cambio, ese reloj interno no es respetado porque lo que rige las
relaciones es la impaciencia de los padres. EN lugar de ver al niño como alguien
que necesita tiempo para abrirse a los demás, se lo etiqueta como ‘tímido’,
‘solitario’, ‘presumido’, o incluso se lo castiga por ser descortés y ‘raro’.
Probablemente también se lo obliga a un acercamiento antes de que esté
preparado para ello, con lo cual se convierte en efecto en un solitario y casi con
seguridad desarrolla el bloqueo ‘Me siento amenazado cuando otra persona se
acerca demasiado’. Si se le permitiera ser él mismo, el niño seguiría siendo lento
para establecer relaciones, pero no las consideraría amenazantes.
“NO QUIERO TENER QUE PEDIR POR LO QUE
NECESITO”
(ó “¿PORQUÉ NO PUEDES LEER MIS PENSAMIENTOS?”)
La mayoría de las personas razonables nunca entrarían a un negocio esperando
que el vendedor intuya qué desean comprar. Sin embargo, mucha gente encara
sus relaciones íntimas precisamente con esa expectativa. Consideran que no
deberían tener necesidad de decirles a sus seres queridos qué necesitan para
sentirse amados y apreciados; de alguna manera ellos deberían saberlo, y si no lo
saben es porque en realidad no los aman. Así por ejemplo, un hombre afectado
por ese bloqueo podría decirle a su esposa: “Si ella de veraz me amara sabría qué
es lo que quiero; yo no tendría necesidad de decírselo”. O una mujer podría decir:
“Si debo decirla a mi pareja qué es lo que deseo, ¿de qué sirve?
Casi siempre el bloqueo ‘No quiero tener que pedir lo que necesito’ está asentado
sobre otro. Algunas personas padecen el bloqueo ‘No merezco amor’, y en
consecuencia creen que aun si decidieran pedir lo que necesitan, no lo
conseguirían porque no lo merecen. Quienes padecen el bloqueo ‘EN mi
horóscopo no hay amor’ ven el mundo como un lugar tan hostil que también ellos
consideran inútil pedir lo que necesitan’. ‘¿Para qué tomarme la molestia?’,
razonan. ‘De todos modos no obtendré lo que pido’. Para los que padecen el
bloqueo ‘No necesito a nadie: soy fuerte’, pedir lo que necesitan está fuera de la
cuestión porque eso implicaría reconocer que tienen necesidades. Y para aquellos
cuyos bloqueos nacen de una visión del mundo como lugar de castigo, siempre
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Bloqueos afectivos: orígenes e importancia de explorar el pasado

  • 1. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 1 LAS BARRERAS AFECTIVAS Los bloqueos afectivos se encuadran en tres categorías principales. Algunos afectan sobre la visión interior que tenemos de nosotros mismos. Así, algunas percepciones comunes de las propia personas, tales como “no merezco amor”, o “no necesito a nadie, soy fuerte”, pueden dañar seriamente nuestro receptividad al amor. Otros bloqueos afectivos inciden sobre nuestra visión del mundo en general y reflejan nuestra filosofía de vida y nuestras expectativas. Por ejemplo, muchas personas fueron educadas en la idea de que el mundo es un lugar frío u hostil, y en consecuencia creen que “en mi horóscopo no hay amor”. A otras personas se les enseñó a ver el mundo como un lugar en el que las oportunidades se esfuman rápidamente, por lo cual creen que “para mí es demasiado tarde; mi plazo ya venció”. El tercer tipo de bloqueos afectivos determina nuestra visión de los demás y nuestras expectativas respecto de cómo deben tratarnos. Muchas personas, por ejemplo, creen que “el amor debe ser de cierto modo”. Si se les ofrece amor de otra manera, consideran que no es verdadero amor y lo rechazan. Hay también quienes piensan que si al amor hay que pedirlo, no es verdadero amor. Por lo tanto, encaran sus relaciones con una demanda implícita: “¿Por qué no puedes leer mi pensamiento?”. La mayoría de las personas padece más de un bloqueo afectivo, de diferentes tipos. De hecho, es frecuente que un mismo individuo padezca bloqueos de los tres tipos mencionados, que actúan en forma simultánea. En ese caso, su percepción de sí mismo tiene expectativas irrazonables respecto de los demás. Como es obvio, los bloqueos afectivos pueden manifestarse en nuestro pensamiento consciente, adoptando formas ya conocidas por nosotros. Pero por lo general los bloqueos están arraigados en nuestro inconsciente y sirven a fines- y producen efectos – de los que no tenemos plena conciencia. De ahí que sean tan tenaces y nos afecten con tanta fuerza. Los bloqueos afectivos afectan a las personas de distinta manera y en distintos grados. Algunas personas tienen relaciones que les ofrecen la posibilidad de sentirse amadas y valoradas y de lograr una auténtica intimidad. Sin embargo, sus bloqueos afectivos les impiden concretar esas posibilidades. Más aún: las personas así afectadas se comportan de un modo que inevitablemente les crea problemas y que hasta puede llegar a destruir por completo las relaciones. En otras personas, la afección es más grave. Sus bloqueos afectivos las llevan a entrar en relaciones que les ofrecen poca o ninguna posibilidad de llegar a sentirse valoradas y amadas y de encontrar la intimidad que buscan. Se vinculan con
  • 2. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 2 personas reprimidas, crueles, inmaduras, egocéntricas, o bien con personas que al parecer reúnen las condiciones necesarias para brindarles amor, pero no pueden hacerlo por razones ajenas a ellos. LOS ORIGENES INFANTILES DE LOS BLOQUEOS AFECTIVOS Dado que todos deseamos ser amados, es obvio que nadie genera un bloqueo afectivo por elección consciente. Nuestros bloqueos afectivos son inconscientes y en su origen es probable que haya una razón que los justifique. Suelen nacer como una manera de protegernos contra alguna experiencia anterior que nos produjo miedo y confusión, una experiencia tan difícil y dolorosa que nuestra frágil psiquis no pudo manejarla. Tal vez desde una perspectiva intelectual adulta nuestros bloqueos afectivos no parezcan tener mucho sentido. Pero si exploramos nuestras experiencias tempranas, inevitablemente descubriremos que hay amplios motivos emocionales que los explican. La naturaleza también decretó que permaneciéramos en esa situación de desvalimiento y dependencia durante un período inusitadamente prolongado. La mayoría de los animales madura en un lapso relativamente breve después del nacimiento, pero el infante humano nace cuando el cerebro y el cuerpo se encuentran muy lejos del desarrollo completo. Para cada uno de nosotros eso significó que durante el largo período de la infancia y la adolescencia nos encontráramos en una situación de extrema vulnerabilidad. Existía una gran riesgo de que alguna de nuestras necesidades no fueran satisfechas y de que nada pudiéramos hacer para remediarlo. Si bien jamás superamos la necesidad de amor, ésta nunca es tan urgente como en las primeras etapas de la vida. De hecho, el amor es tan crucial para la supervivencia del infante como el aire que respira y la leche que lo nutre. Como dice una canción popular, “el amor es como oxígeno; si no tienes bastante, te mueres”. Cuando la necesidad infantil de amor no es satisfecha en la medida necesaria, ocurre algo trágico: el niño comienza a perder su receptividad natural para el amor. En términos ideales, esa receptividad natural se va expandiendo a medida que su necesidad de amor es satisfecha, del mismo modo como su cuerpo crece a medida que son satisfechas sus necesidades alimentarias. Y al mismo tiempo que crece la capacidad del niño para recibir amor, también crece su capacidad de dar amor. Pero cuando el niño no recibe bastante amor, su receptividad natural disminuye, tal como se contrae un estómago que no recibe alimento. Si la necesidad de amor de un niño no es satisfecha en forma sostenida durante largo tiempo, o si el niño sufre una experiencia traumática en la cual la respuesta a su pedido de amor es el maltrato o el total rechazo, aquella parte del niño que llegó al mundo abierta y receptiva al amor puede marchitarse por completo. Será entonces como si el yo naturalmente receptivo del niño hubiera muerto.
  • 3. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 3 La madre miró a Nancy y en seguida le dio la espalda y siguió limpiando su horno. Con tono de ruego Nancy preguntó: “Mami, ¿me amas?” Como la madre no le respondió la niña respondió su pregunta. La madre entonces, si quitar la vista del horno, exclamó ¡deja ya de molestarme!¿No ves que estoy ocupada? Al recordar la escena tres décadas más tarde, las lagrimas corrieron por las mejillas de Nancy. Con voz entrecortada por los sollozos, dijo: “Quedé anonadada. Recuerdo que permanecí inmóvil y pensé: “¡qué importancia puedo tener yo si mi madre me presta menos atención a que a la suciedad? ¿Esa única experiencia bastó para arruinarle la vida a Nancy? Pero como ocurre siempre con los recuerdos infantiles intensos, el de Nancy no estuvo referido a un hecho determinado, sino que fue el compendio de muchas experiencias similares. Fue un resumen taquigráfico de la vida familiar de Nancy durante su infancia, en particular las relaciones con su madre. Es por ello que se grabó en si inconsciente con tanta fuerza y volvió a aflorar años más tarde con tanta resonancia emocional. Tal como los padres de Nancy no se propusieron en forma consciente lastimar a su hija, tampoco ella decidió en forma consciente desarrollar bloqueos afectivas. La función principal del inconsciente es reducir a un mínimo el sufrimiento emocional a fin de que nuestra vida no nos parezca tan intolerable como para no seguir adelante. Cuando una y otra vez los pedidos de amor materno de Nancy fueron respondidos con repetidos rechazos, ella experimentó un sufrimiento tan intenso que tuvo que encontrar una manera de protegerse. Como es obvio, la niña no se dijo a sí misma “estoy sufriendo; veamos que puedo hacer al respecto”. En lugar de ello, el subconsciente de Nancy cerró en forma automática una válvula emocional y así impidió el sufrimiento. Pero como la mayoría de las válvulas de cierre, tampoco ésta supo discriminar y con el tiempo llegó a bloquear muchas otras emociones, incluso las de Nancy anhelaba sentir. Los mecanismos de supervivencia que nos ayudaron en la infancia suelen volverse contra nosotros en la adultez bajo la forma de bloqueos afectivos, y en última instancia nos causan más daño que beneficio. Si bien nos fueron necesarios para sobrevivir en la infancia y en la adolescencia, en la edad adulta debemos liberarnos de ellos para poder desarrollarnos y recibir amor. LA IMPOTANCIA DE AHONDAR EN EL PASADO Son legiones los que piensan que ahondar en el pasado es una tarea absurda. Una razón obvia de semejante posición es que para mucha gente el pasado fue doloroso. Como no quieren reconocerlo, miran estoicamente sólo hacia el futuro diciendo “dejemos atrás el pasado”. O tal vez se permitan recordar el pasado, pero sólo una versión fantasiosa que justifique su afirmación. “Tuve una infancia muy feliz”.
  • 4. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 4 En algunas familias se miente abiertamente sobre el pasado, o se lo oculta. Si los niños formulan preguntas que indagan en el pasado, se los silencia con frases como “no es asunto tuyo”, “eso nada tiene que ver contigo” “no eras más que un bebé entonces”, “eso fue hace mucho y se acabó”, “en realidad no tiene ninguna importancia”... La verdad, en cambio, es que el pasado tiene una gran importancia. Al igual que se transmiten los genes de una generación a la siguiente, también se transmiten los esquemas y los problemas psicológicos. Incluidos los bloqueos afectivos. Cuanto más ignore una persona su legado psicológico, tanto más probable será que quede atascado repitiendo una y otra vez los esquemas y dramas pasados de la familia. Por otra parte, si no se comprende por qué y cómo se desarrolló un bloqueo afectivo, todo intento de superara ese bloqueo afectivo, será superficial y estará condenado al fracaso. La actitud que adopta mucha gente es “No me importa de dónde vienen mis bloqueos; sólo me importa librarme de ellos”. Pero la eliminación de un bloqueo empieza por la comprensión de sus orígenes, y ello sólo es posible cuando la persona está dispuesta a examinar su historia familiar y sus propias experiencias tempranas. EL TIEMPO Y EL INCONSCIENTE Lo pasado pisado. Este concepto descansa en una premisa totalmente incorrecta, a saber que la psiquis humana funciona conforme al tiempo lineal y es capaz de establecer distinciones claras entre pasado, presente y futuro. En realidad sólo la conciencia puede distinguir entre pasado, presente y futuro: el inconsciente no hace estas distinciones. A decir verdad, el inconsciente no tiene ningún sentido de tiempo lineal. Cada vez que un suceso de nuestra vida nos provoca una intensa reacción emocional, el recuerdo de ese suceso y los sentimientos que lo acompañan son automáticamente depositados y almacenados en el inconsciente. A medida que avanzamos por la vida tenemos otras experiencias que hacen aflorar recuerdos inconscientes de experiencias pasadas, y junto con ellos afloran también los sentimientos que en su momento experimentamos como reacción a dichas experiencias. Pero cuando los sentimientos del pasado reviven en nuestro interior, no los experimentamos como viejos sentimientos; los experimentamos en el aquí y ahora, a menudo con la misma intensidad de la primera vez, aunque el suceso haya ocurrido treinta, cuarenta o sesenta años atrás. Es como si la identidad adulta nos fuera arrancada de pronto haciéndonos sentir nuevamente como niños desvalidos. Aunque estemos vestidos con ropas de adulto por dentro sentimos como si hubiéramos vuelto a los pañales. Aunque en ocasiones el inconsciente falle en el almacenamiento de los detalles de hechos pasados, jamás deja de conservar los sentimientos. Aun cuando pueda parecer que ciertos sentimientos surgen “de la nada” o “porque si”, en realidad
  • 5. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 5 afloran desde el subconsciente. Y aunque el protagonista de la experiencia tenga la impresión de que esos sentimientos sepultados vuelven a la conciencia “sin razón aparente”, suscita, por ejemplo, un perfume, un sonido, o el aire de una persona entrevistada al azar en la calle. Tal vez uno esté convencido que puesto que nada recuerda, nada ocurrió. Lo más probable, sin embargo, es que sufra perturbaciones emocionales- depresión, ansiedad, miedo a la intimidad o desórdenes alimentarios- cuya existencia misma indica que hubo en algún momento des se pasado una experiencia traumática. Aun cuando el recuerdo de una experiencia dolorosa parezca haber sido borrado, las consecuencias emocionales de esa experiencia persisten. Resultaba demasiado penoso admitir que el abuso sexual no sólo la había afectado sino que seguía afectándola décadas después. CÓMO SE OPERA EL PROCESO DE CAMBIO Al principio fue sólo una comprensión intelectual, un concepto incorporado a su mente. Fue preciso mucho tiempo mucho tiempo para que ese nuevo conocimiento penetrara en sus emociones, en su corazón y en su alma. Si bien la comprensión intelectual es decisiva, el cambio sólo puede producirse y completarse cuando lo que se comprende por vía intelectual es captado emocionalmente y comienza a penetrar cada vez más hondo en la psiquis. Aun después de haber comenzado a creer que no era tan mal, tuvo que pasar mucho tiempo hasta que Nancy se sintió preparada para empezar a cambiar realmente su comportamiento. De esta manera Nancy comenzó a captar la atención positiva de los hombres. Era obvio que Nancy había hecho grandes progresos en la superación de su principal bloqueo afectivo. “No merezco amor”. Pero es muy común que cuando alguien supera un bloqueo afectivo, descubra que detrás de él se ocultan otros. 1. EL CAMBIO COMIENZA CON EL DESEO DE CAMBIAR, JUNTO CON LA COMPRENSIÓN DE QUE EL CAMBIO ES POSIBLE: Muchas personas pasan por la vida como sonámbulos, con escasa o ninguna percepción de los problemas que existen en su relación con los demás o consigo mismos. Hay quienes saben que algo anda mal y los expresan de las más diversas maneras: “Sufro mucho”, “Necesito crecer más como persona”, “Quiero obtener más de la vida y de la gente”, “Mis relaciones nunca resultan como yo quiero”, “Algo me falta”, y así sucesivamente. A veces esas mismas personas sienten que “Soy como soy, nada puedo hacer para cambiar”. Pero después de ver como cambia la gente a su alrededor, su actitud puede cambiar: “Tal vez no deba seguir siendo como soy”, “Tal vez yo también pueda cambiar”. Ese es el momento en que puede comenzar el cambio.
  • 6. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 6 2. EL CAMBIO SE PRODUCE MAS FÁCILMENTE CON LA AYUDA DE UN GUIA: Cuando nos disponemos a internarnos en un territorio desconocido, siempre es aconsejable consultar a alguien que estuvo antes allí. Un guía puede sugerirnos qué caminos tomar, alertarnos sobre los accidentes del terreno, decirnos qué podemos esperar del viaje, estimular nuestro interés y entusiasmo y contarnos las experiencias de quienes ya han viajado por la misma ruta. En el dominio del campo psicológico, son muchos los guías que pueden sernos de utilidad. Por ejemplo, los libros de autoayuda, las enseñanzas o prácticas espirituales, y los grupos de apoyo como Alcohólicos Anónimos. Existen también guías individuales. En buena parte del mundo y a lo largo de gran parte de la historia, el guía personal fue casi siempre un maestro espiritual, un gurú o mentor. Pero en la cultura occidental de nuestros días el guía personal es habitualmente un psicoterapeuta. Es conveniente formular una advertencia. La terapia no es el único medio para superar los bloqueos afectivos.. Si bien es el modo decididamente indicado para aquellos cuyos bloqueos afectivos le incapacitan gravemente para mantener relaciones, quienes sólo padecen problemas leves pueden superarlos con otro tipo de guías. 2. AUN EL MEJOR DE LOS GUÍAS ES SÓLO UN GUÍA; es el paciente quien produce el cambio. Muchos libros escritos en años recientes dejan la impresión de que la única manera en que alguien logra cambios sustanciales en su vida interior y su comportamiento exterior es sometiéndose a un prolongado tratamiento psicoterapéutico individual. Más aún: un aluvión de recientes libros de autoayuda escritos por psicoterapeutas describe el proceso e cambio ubicando al terapeuta en el papel estelar y convirtiéndolo en un ser omnisapiente que siempre encuentra la palabra justa en el momento justo. Según tales elatos estereotipados, el paciente llega al consultorio con su vida deshecha, y como se muestra reacio a entrar en detalles, el terapeuta logra, con habilidad detectivesca, arrancarle su historia mediante una serie de preguntas sagaces. Casi antes de que el paciente termine de hablar, ya el terapeuta ha asimilado completamente los problemas expuestos y sabe como resolverlos. Aun más asombroso es que al instante es capaz de comunicarle todo esto al paciente en un lenguaje compasivo, elocuente y sucinto. Al poco tiempo el paciente vuelve al consultorio del terapeuta y le informa que su vida ha dado un vuelco total. Los pacientes de terapia que leen este tipo de descripciones se desalientan, dado que ellos no han experimentado cambios tan enormes, y llegan a la conclusión de que algo anda mal en su tratamiento y que sus terapeutas no son tan rápidos e infalibles como los de los libros. La realidad es otra. Los terapeutas no son dioses, y aun el más perceptivo, sabio y brillante de ellos no es más que un guía. Por otra parte, en la terapia es el paciente quien hace el grueso trabajo y quien produce la totalidad del cambio. A lo sumo, el terapeuta participa una horas por semana, pero
  • 7. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 7 el paciente vive el proceso de cambio durante 24 horas por día y 7 días por semana. El terapeuta puede tener percepciones profundas y brindar brillantes interpretaciones de sueños, pero nada de eso ayudará un ápice al paciente si éste no ha llegado por sí mismo a idénticas conclusiones. 4. EL CONOCIMIENTO CONSCIENTE ES UN INGREDIENTE CLAVE DEL PROCESO DEL CAMBIO: Es habitual que en sus relaciones con los demás el individuo no tenga conciencia de lo que hace ni de las razones por las cuales lo hace. Obviamente, mientras una persona desconozca sus propios esquemas de conducta, le resultará muy difícil cambiarlos. De ahí que sea crucial cobrar conciencia de los problemas. Igualmente crucial es comprender por qué se generan determinados esquemas. Muchas personas que no se han esforzado seriamente por comprender y cambiar sus esquemas psicológicos y de comportamiento rechazan la idea de que el conocimiento consciente es importante. Se aferran para ello a la siguiente posición: “Suponiendo que en efecto llegue a descubrir que mis problemas de adulto están relacionados con lo que me ocurrió en la infancia “¿Cuál sería la diferencia?. Pero aunque parezca un razonamiento de forma teórica en realidad existe una respuesta. Cuando una persona descubre los motivos raigales que l llevan a sentir y a actuar de determinada manera, la diferencia es enorme. Es como si una luz poderosa penetrara en un túnel oscuro. El túnel seguirá siendo largo y tenebroso, lleno de sombras. Pero cuando la luz cae sobre las paredes interiores, revelando la forma, las dimensiones y la textura del túnel, resulta mucho más fácil encontrar la salida. Con la comprensión de los problemas,, las piezas anteriormente mezcladas del rompecabezas, que es la vida de un individuo, comienzan a juntarse en un todo coherente, y muchas cosas que parecían misteriosas, insondables y desconcertantes, comienzan a cobrar sentido. PARA QUE SE PRODUZCA UN CAMBIO SIGNIFICATIVO ES PRECISO QUE EL CONOCIMIENTO CONSCIENTE SEA SEGUIDO POR LA INTEGRACIÓN. Para algunas personas Y EN CIERTAS SITUACIONES, EL CONOCIMIENTO CONSCIENTE DE LO QUE HACEN Y DE POR QUÉ LO HACEN ES SUFICIENTE PARA EMPEZAR A CAMBIAR SUS SENTIMIENTOS Y SU CONDUCTA. Para LA MAYORÍA, sin embargo, ése es sólo el primer paso. Para que una persona cambie realmente sus sentimientos y su conducta hacia los demás, es indispensable la integración. Cada no de nosotros posee diferentes estratos de conciencia y la capacidad de adquirir distintos tipos de conocimiento. Existen el conocimiento intelectual y racional, el que se da a nivel de la mente. Existe el conocimiento emocional o visceral, que se produce en el corazón, las entrañas y el alma. En culturas de orientación cognoscitiva como la nuestra, la mayoría de las personas perciben primero las cosas a través de la mente, pero lograr esa misma percepción a nivel visceral lleva más tiempo, y es entonces cuando tienen lugar los cambios más profundos. 5. LA RAPIDEZ DE LOS CAMBIOS VARÍAN SEGÚN SU ÍNDOLE, PERO LOS CAMBIOS MÁS PROFUNDOS SE PRODUCEN MUY LENTAMENTE. A veces, la estrategia más útil para una persona puede ser cambiar primero su
  • 8. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 8 comportamiento, con la esperanza de que luego cambiará en consonancia su manera de sentir. Así, por ejemplo, cuando Nancy se planteó la necesidad de conseguir trabajo después de terminar sus estudios, se sintió aterrada hasta el punto de ser incapaz de redactar su vitae o efectuar llamadas telefónicas necesarias. Hubiera podido abocarse primero a tratar de superar sus miedos, y luego buscar trabajo. En cambió decidió aceptar por el momento sus miedos y actuar y actuar a pesar de ellos. Una vez que consiguió empleo y empezó a trabajar, comprobó que esos miedos empezaban a disiparse automáticamente, ya que sólo se debían a sus fantasías de no poder adaptarse o desempeñarse con eficacia. En este caso, lo sensato fue cambiar primero la conducta. 6. MUCHAS VECES, CUANDO AL PARECER NADA OCURRE, EN REALIDAD SE ESTÁN OPERANDO CAMBIOS PROFUNDOS. La lentitud del proceso de cambio es en sí misma causa suficiente de frustración. A ello se suma además que la mayoría de los cambios profundos no ocurren de manera ostensible o rotunda. Si bien es cierto que algunas personas experimentan a veces iluminaciones súbitas, lo más común es que los cambios se experimentan de un modo muy sutil. A veces tan sutil, que al parecer no ocurre nada en absoluto y la persona tiene la sensación de encontrarse completamente estancada. 7. EL CAMBIO NO SE PRODUCE EN FORMA SOSTENIDA Y LINEAL; A LO LARGO DEL CAMINO HAY RETROCESOS Y TROPIEZOS. A veces, los momentos de calma chicha son exactamente lo que parecen: momentos en los que nada ocurre. Estas pausas son inevitables. Sería muy lindo el cambio se produjera en línea siempre ascendente e ininterrumpida, pero la realidad es que hay momentos en los que el ritmo del cambio se hace más lento o se detiene temporariamente. Del mismo modo, son inevitables los retrocesos. Por ejemplo, cuando Nancy se esforzaba por superar sus atracones de comida, hubo ocasiones en las que volvió a recaer en sus antiguos hábitos. Esas regresiones nunca son agradables, pero tampoco deben ser motivo de desesperación. El proceso de cambio es un proceso clemente. Una persona puede resbalar, caerse del vagón, por así decirlo y volver a treparse al tren. No hay castigos. No será obligada a ”volver a fojas cero”, sino que podrá reanudar el viaje en el punto en que lo dejó. Así como no siempre el proceso de cambio se desarrolla hacia delante y en línea ascendente, tampoco es siempre muy divertido. De hecho, en la medida en que saca a la luz recuerdos largamente reprimidos, a menudo hace surgir sentimientos dormidos de dolor, pérdida, tristeza, ira, etc, que pueden ser muy difíciles de soportar. En ciertos casos existe el riesgo de que la persona empeñada en el proceso de cambio se sienta tan invadida por sentimientos penosos que no pueda seguir funcionando o caiga en una grave depresión. Cada vez que el proceso de cambio penetra penetra en un territorio tan pedregoso es indispensable recurrir de inmediato a la ayuda profesional. No hay razón en el mundo para que una persona sumida en intolerable sufrimiento o depresión deba continuar en ese estado. Un psicoterapeuta que trabaje en equipo con un médico, o a la inversa, podrá
  • 9. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 9 indicarle un tratamiento que tal vez incluya medicación y que la ayudará a capear el período difícil y a continuar con el proceso de cambio. 8. MUCHAS DE LAS RESPUESTAS YA ESTAN DENTRO DE USTED. Al descubrir que padecen bloqueo afectivo, muchas personas reaccionan diciendo en esencia lo siguiente: ”Muy bien, comprendo que tengo un problema. Ahora dígame qué puedo hacer al respecto”. Estar abierto para recibir ayuda y consejo es un rasgo saludable, pero hay quienes lo llevan demasiado lejos. Pretenden que los guías que han elegido no se limiten simplemente a señalarles los caminos posibles, sino que decidan por ellos cuál deben tomar, Como no confían en su propio ser interior, no se dan cuenta de que tal vez en un nivel inconsciente ya tengan una idea exacta de lo que necesitan saber. Para que el proceso de cambio avance, es preciso que el individuo tenga una conciencia cada vez más clara de sus propias fuentes interiores de sabiduría y que se apoye en ellas. Cada uno de nosotros posee una voz interior inconsciente que sabe lo que más nos conviene. Esa voz procura comunicarse con nuestro yo consciente de diversas maneras: a través de sueños, de imágenes o recuerdos que acuden a nosotros sin que sepamos por qué, a través de enfermedades físicas que parecen difíciles de explicar o curar. Existen muchas formas de hacernos más receptivos a nuestra voz interior, entre las que se incluyen la meditación, los ejercicios de visualización, llevar un diario, acostumbrarse a recordar, registrar y analizar los sueños, la creación, el ayuno, los rituales religiosos , la danza, el canto, la música, la pintura y otras artes creativas. Cuando una persona se comunica mejor con sus propias fuentes de sabiduría, estará en mejores condiciones para decidir qué camino elegir entre aquellos que otros le aconsejan. 9. EL PROCESO DE CAMBIO PUEDE SER FATIGANTE Y HACERNOS SENTIR ESTUPIDOS. No es solo la lentitud la que puede tornar fatigante el proceso de cambio, sino también la necesidad de indagar tanto en el propio yo. Por mucho que a muchas personas les pueda resultar inicialmente interesante la autoexploración y el auto análisis, suele llegar un momento en que sienten que “Esto no va más. Estoy harto y asqueado de hablar de mi vida y mis problemas. Me enferma tanto hurgar bajo la superficie y analizarlo todo. Me aburre mi propia neurosis. Lo único que deseo es callarme e ignorarla por n tiempo”. Durante cualquier viaje largo, es inevitable sentirse a veces harto de tanto viajar y aburrido con el panorama. Tales sentimientos deben ser aceptados y elaborados, Son parte del proceso de cambio, y no un motivo para abandonarlo. Lo mismo puede decirse de los sentimientos de estupidez que casi siempre surgen. Cuando alguien comienza a establecer relaciones penetre lo que sucedió en la infancia y lo que le sucede en su vida adulta, suele ocurrir que esas relaciones le parezcan “tan obvia que cualquiera podría verlas”. Cuando logran una percepción importante, no exclaman “Eureka” ¡Es maravilloso que haya comprendido esto!. En cambio reaccionan con alguna versión de “¿Cómo no me di cuente antes?” Es tan evidente que solo a un idiota se le pudo escapar”, o “debo
  • 10. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 10 haber estado ciego” “¡Qué imbécil que soy!”. La realidad es que muchas de las cosas más obvias para los ojos de los demás respecto de nosotros mismos y de nuestras vidas, son precisamente aquellas que a nosotros más nos cuesta ver. Es preciso recordar esta verdad cuando uno está embarcado en el proceso del cambio. 10. EL CAMBIO ASUSTA. Los esquemas hondamente arraigados como lo son os bloqueos afectivos, se originaron por una sola razón: para ayudarnos a sobrevivir. Por lo tanto, cuando una persona se dispone a abandonarlos, es probable que sienta que su supervivencia está en juego, que literalmente va a morir. No hay duda de que causan miedo, y a veces terror, cambiar esquemas de sentimientos y comportamientos de toda una vida y encarar la existencia de una manera diferente y desconocida. 11. NUNCA ES TARDE PARA CAMBIAR. Este es uno de los principios del cambio que tropieza con una mayor resistencia. Muchas personas que padecen bloqueos afectivos y otros problemas psicológicos llegan a un punto en la vida que piensan: “He perdido mi oportunidad de cambiar. He sido como soy desde que recuerdo, y supongo que lo seguiré siendo hasta que me muera”. En nuestra cultura obsesionada con la juventud, es habitual dar por sentado que una vez pasada cierta edad, la gente pierde su capacidad de cambio. Esto es rotundamente falso. Las personas cuya historia se relata en las páginas siguientes se embarcaron en un esfuerzo por cambiar diversas edades, desde antes de los 30 años hasta bien pasados los 50 años. Para nadie existió la barrera de la edad, y la mayoría comprobó que su mayor experiencia les daba sabiduría, perspectiva y humor, todo lo cual facilita las cosas. 12. EL CAMBIO ES UN TRABAJO PARA TODA LA VIDA. Este principio final suele ser fuertemente resistido. Nancy por ejemplo, no ha concluido su proceso de cambio. Después de lograr progresos significativos, la persona puede llegar a un punto en que siente que: “Ya está. Me siento mucho mejor; no me queda más trabajo para hacer”. Luego, dos días, meses o años después, advierte que hay más trabajo para hacer, tal vez a un nivel más profundo respecto de cuestiones por completo diferentes, que desconocía antes. Puede resultar muy desalentador darse cuenta de que no está mejor como creía, que se debe seguir trabajando. Es útil recordar que hay dos maneras de ver la situación. Una persona puede lamentarse y decir: “Oh, no, creí que estaba mucho mejor y ahora descubro que todavía me falta mucho. ¡Qué desalentador!”. O bien puede decir: “!Qué bueno! Creí que había llegado lo más lejos que podía ir, y ahora descubro que todavía hay espacio para progresar. ¡Puedo sentirme aún mejor!”. “NO QUIERO OCUPARME DE MIS SENTIMIENTOS” El amor es una sensación, un sentimiento. De ahí que para poder amar y sentirse amada, una persona debe primero ser capaz de experimentar emociones. Esto suena simple, tan obvio que algunos podrán decir que es ridículo señalarlo. La
  • 11. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 11 verdad es, sin embargo, que muchas personas desean poder amar y sentirse amadas, al mismo tiempo que se mantienen ajenas a lo emocional. Aunque tal vez consideren que “enamorarse” apasionadamente es una experiencia deseable, creen que por principio es necesario mantener controladas las emociones, no ceder a ellas ni permitir “que se apoderen de nosotros”. Según esa visión, dejarse llevar por los sentimientos es un signo de debilidad, falta de carácter y/o mala crianza, aunque ser arrastrado por el sentimiento específico del amor, sobre todo el amor romántico o el amor hacia los hijos, puede ser aceptable e incluso deseable. Aquellos que padecen las formas más severas de bloqueo “No quiero ocuparme de mis sentimientos” se encuadran en términos generales en dos grandes categorías. La primera la forman las personas que no pueden tolerar la intensidad emocional. Los sentimientos fuertes de cualquier naturaleza los ponen incómodos, aun cuando sean sentimientos “agradables” como el amor. Se empeñan en mantener bajo control sus propios sentimientos, asumiendo un aire de calma imperturbable, y casi siempre también procuran controlar los sentimientos de los demás, para lo cual utilizan un repertorio convencional: “No te sientas de ese modo”, “No puedes dejar que eso te perturbe”, “Estás sobreactuando”, etc. Por mucho que deseen sentirse amados, cuando por fin se les presenta la oportunidad se muestran ansiosos y alterados y sienten que la experiencia les produce una enorme agitación interior, hasta el punto de dejarlos aturdidos, confusos, descolocados. Para ellos, la perspectiva de pasar por la vida sin amor puede ser menos asustante que vivir la inquietante experiencia de ser amados. Para el segundo grupo de personas afectadas por este bloqueo, la cuestión no es cuán intensamente sienten, sino qué sienten. Desean sentir en forma selectiva, experimentando sólo aquellos sentimientos que consideran “buenos, agradables, y positivos. No tienen inconveniente en experimentar estos sentimientos “buenos” con intensidad, siempre que no experimenten nunca sentimientos “malos”, tales como “enojo, envidia y resentimiento. Ambas actitudes son igualmente efectivas para bloquear la receptividad del amor, porque si lo aceptaran correrían el riesgo de sentirse sacudidas, conmocionadas. Semejante intensidad los excede, son incapaces de absorberla. Las personas del segundo grupo se bloquean para no o aceptar amor porque creen erróneamente que pueden cerrarse sólo a los “malos” sentimientos. No comprenden que dado que todos los sentimientos están inextricablemente vinculados, nadie puede suprimir varios sentimientos “malos” sin perder la capacidad de experimentar también todos los otros sentimientos, incluidos los “buenos”. No todas las personas afectadas por el bloqueo “No quiero ocuparme de mis sentimientos” lo padecen en sus formas graves. Tampoco se encuadran todas exactamente en una de las dos categorías descriptas. El bloqueo puede manifestarse en forma sutil: personas que no están permanentemente en guardia contra los sentimientos fuertes, pero que tampoco se sienten del todo cómodos cuando sienten una emoción con auténtica intensidad. Si se sorprenden a sí mismos experimentando un sentimiento que consideran “malo”, digamos resentimiento hacia un ser querido, deseo sexual hacia alguien que no es su pareja, o envidia hacia un amigo, se apresuran a censurar y reprimir ese sentimiento, diciéndose “No debería sentir los que siento”. Y si experimentan una
  • 12. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 12 emoción con gran intensidad, ya sea rabia o euforia, los invade el temor de que si no la controlan, esa emoción puede dominarlos y hacer que se comparten de un modo tonto e imprudente que luego lamentarán. No matan la emoción, pero le ponen sordina. Viven el miedo como “incómodo”, la alegría como ”agradable” y el enojo como ”desagradable”. Si bien son capaces de sentir afecto y amor por los demás, no se permiten amar sin trabas, porque esto implicaría perder el control. Y aunque en el plano intelectual puedan saber que otros los aman profundamente, son incapaces de experimentar la expansiva calidez interior que logra quien se permite a sí mismo abrirse de verdad y dejar que el amor de otra persona penetre en lo más hondo de su ser. INFLUENCIAS CULTURALES Es indudable que nuestras experiencias familiares tempranas determinan en gran medida el estilo con que manejamos nuestros sentimientos. Pero una de las razones por la que tantas personas se sienten incómodas con sus sentimientos es que somos todos productos de na cultura caracterizada por un fuerte prejuicio antiemocional. En la cultura norteamericana se enseña a admirar la racionalidad “viril” como un rasgo al que se debe aspirar, en tanto que el sentimiento es menospreciado por considerárselo femenino e infantil. A cultura popular ha glorificado al hombre fuerte, silencioso, que nunca “cede” ante sus sentimientos, pintándolo como un ser noble, heroico y hasta sexi. En contraste con ello, la expresión abierta de los sentimientos es vista como algo embarazoso, poco serio o indecoroso, y a quienes manifiestan sus sentimientos se los suele considerar débiles y tontos. Por su puesto los diversos grupos étnicos tienen actitudes distintas frente a las emociones y se ajustan a distintas reglas respecto a la manera de expresarlas. En términos generales, las culturas alemana, escandinava, inglesa e irlandesa tienden a una represión emocional mucho mayor que las latinas y mediterráneas. Y en las culturas asiáticas, así como las árabes y africanas, existen distintas creencias respecto e cuáles son los sentimientos aceptables y cuáles los modos permisibles de expresarlos. Cuando hablamos del prejuicio antiemocional que impregna la cultura norteamericana, nos referimos a una tendencia de la corriente cultural dominante, que hasta el presente se halla sometida sobre todo a la influencia de las culturas de Europa del Norte. Es verdad que este prejuicio antiemocional tiene su lado positivo. Dado que el comercio y las relaciones sociales serían imposibles si todo el mundo diera rienda suelta a sus emociones, cierto grado de represión emocional es necesario para que podamos vivir en n mundo aceptablemente ordenado, eficiente y civilizado. Pero es igualmente cierto que esa represión torna difícil para mucha gente la saludable aceptación de sus emociones, tan crucial para el bienestar psicológico y el mantenimiento e relaciones satisfactorias. Junto con el prejuicio general contra los sentimientos, prevalece en nuestra cultura la idea de que ciertos sentimientos son especialmente malos. Así, por ejemplo, muchas personas consideran que la pena y la tristeza son sentimientos impropios, enfermizos y de mal gusto. En la infancia se les enseño que no tenían derecho a ellos, y que experimentarlos era una tontería, una falta y una grosería. Tal vez sus
  • 13. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 13 padres les inculcaron que los “niños grandes no lloran”, trataron de convencerlos de que “en realidad no te sientes de ese modo”, los fastidiaron con expresiones como “apuesto a que no sabes sonreír”, o les dijeron “no tienes derecho a sentir lastima por ti mismo cuando en China (o donde fuere) los niños mueren de hambre”. Aun cuando a n niño se le permitía experimentar pena y tristeza, lo más posible es que se le enseñara a no dejar que tales sentimientos se prolongaran demasiado, pues corría el riesgo de acabar “hundiéndose” en ellos. De ahí que cuando experimentan tales sentimientos en la edad adulta, muchas personas reaccionan con impaciencia y enojo contra si mismo, diciéndose que están en falta y que deben “salir de eso lo antes posible”. El enojo es otro sentimiento que a muchos se les enseñó a ocultar, o incluso a no permitirse experimentarlo. El castigo podía ser manifiesto, como en el caso de niños a quienes se les pegaba cuando tenían una rabieta o se enojaban. También podía ser sutil, como en el caso delos padres que retaceaban afecto, aprobación o alimento hasta que sus hijos empezaban a sonreír como ellos creían que debía hacerlo un niño. El sexo es un factor de peso para determinar cuáles son los sentimientos que aprendimos a considerar inaceptables. Por ejemplo, a las mujeres se les da por lo general más libertad que a los varones para tener sentimientos y expresarlos. Pero el problema es que esa libertad sólo se aplica al grupo relativamente pequeño de emociones humanas consideradas “femeninas”, tales como la compasión, la ternura, la humildad y el amor romántico y maternal. Otros sentimientos humanos como la ira, la lujuria, la ambición, la agresión, el odio, y la vanidad están catalogados como “no femeninos”. También los varones aprenden que sólo ciertos sentimientos son aceptables. La ambición, el orgullo, los celos y la arrogancia son permisibles; no así las emociones más tiernas y “femeninas”. Y si bien en la infancia se les enseña a niñas y varones que la ira es mala, en la edad adulta los hombres gozan de mayor libertad para experimentarla. Los “jóvenes iracundos” representados por figuras de actores muy famosos y sexis, constituyen un elemento aceptado En cambio no existen imágenes correspondientes de jóvenes iracundas igualmente atractivas. En una sociedad que prohíbe la ira en las mujeres pero las acepta y alienta en los hombres, “a menudo las mujeres se deshacen en lágrimas en lugar de tener un estallido de ira, en tanto que los hombres se enfurecen cuando alguien lastima sus sentimientos y tienen ganas de llorar”. Para ciertas personas los sentimientos más o perturbadores son los ed índole sexual. Para quienes viven con incomodidad los sentimientos sexuales, el sexo, más que un medio para llegar a la intimidad, puede ser una barrera contra ella. Por ejemplo, Julia, sentía repugnancia por los genitales de su marido; en cambio con sus amigos podía relajarse y aceptar afecto, porque estaba sobreentendido que había límites claros para el grado de contacto físico permitido. Pero la relación con su marido que debía incluir por definición, el contacto sexual, le resultaba amenazante y abusiva porque hacía surgir recuerdos reprimidos de abusos sexuales que Julia había sufrido cuando niña. En una situación inversa a la de Julia, ciertas personas son capaces de experimentar intimidad con su pareja sexual, pero no con amigos. Ello se debe a que asocian el sentimiento cánido de ser amado con el “cosquilleo” e la excitación
  • 14. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 14 sexual y les causa terror la posibilidad de que el sentimiento cálido de la amistad íntima pueda encender sentimientos sexuales que consideran inaceptables. En los heterosexuales el miedo suele ser especialmente intenso cuando se trata de la amistad con una persona del mismo sexo, a la inversa de lo que ocurre con los homosexuales. EL ALTO PRECIO DE LA REPRESIÓN EMOCIONAL Lo que hacemos con nuestros sentimientos, es decir nuestro comportamiento, puede caracterizarse como correcto o incorrecto, bueno o malo. La renombrada psicoanalista suiza Alice Miller señala este hecho al reherirse a la ira y el odio. Como lo explica la autora. La ira y el odio suelen ser respuestas apropiadas a las crueldades y a la injusticia que muchas personas sufren en el mundo. Ambos son sentimientos normales, y “un sentimiento nunca ha matado a nadie”. Es necesario dar salida a los sentimientos de alguna manera, ya sea verbalmente, a través del lenguaje corporal o del comportamiento. Pero en lugar de formas saludables de dar salida a los sentimientos, lo que se le ha enseñado a mucha gente es a practicar la negación (“En realidad no me siento de ese modo”) , a juzgarse y autocensurarse (“No debería sentirme de este modo”) y a provocar que sus sentimientos se ajusten a las expectativas impuestas desde afuera (“Llegaron las fiestas, debo sentirme feliz”). Estas son defensas corrientes contra las emociones y pueden ser eficaces, al menos por un tiempo, para mantener a raya a los sentimientos perturbadores. Pero a la larga es perjudicial manejar los sentimientos de esta manera. En primer lugar, las defensas minan la autoestima. Para sentir auténtica autoestima, un individuo debe estar en condiciones de decir: “Soy un ser que siente, capaz de experimentar toda la gama de emociones humanas, y está bien que así sea”. Dicho de otro modo, respetarse a sí mismo significa respetar los propios sentimientos, sin exclusión de ninguno. Cuando alguien censura y reprime sus sentimientos también se priva de una fuente importante de información y guía. El miedo, por ejemplo, puede alertar a una persona sobre el peligro que la acecha, y hacerle ver la conveniencia de tomar precauciones o de huir. La tristeza que al parecer surge “porque sí” puede estar diciéndole a alguien que no cumplió el duelo necesario por una pérdida y que es usada en sus relaciones, ello tal vez sea un signo de que debe poner ciertos límites a lo que los demás pueden exigirle. Pero si alguien está demasiado ocupado censurando sus propios sentimientos, no podrá “oír” lo que éstos tratan de decirle. Muchas veces también surgen problemas físicos. Si una persona procura poner coto a sus sentimientos, se hace más vulnerable a una serie de dolencias psicosomáticas, que van desde dolores de espalda, cuello y cabeza o desórdenes digestivos menores, hasta cuadros más graves como asma, úlceras y colitis. Quienes niegan y reprimen sus sentimientos también corren un grave riesgo de caer en adicciones a la bebida o ala droga, pues como bien saben los alcohólicos y los drogadictos en tren de recuperación, la bebida y las drogas se utilizan muchas veces para mantener sepultados los propios sentimientos verdaderos.
  • 15. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 15 Estudios recientes sugieren asimismo que en las enfermedades físicas las posibilidades de curación pueden verse afectadas por la forma en que el paciente maneja sus emociones. Así por ejemplo un estudio realizado en San Francisco por la Universidad de California, demostró que entre enfermos de melanoma, una forma grave de cáncer de piel, quienes expresaban con libertad sentimientos como la angustia y la ira mostraban respuestas inmunológicas más positivas que quieres reprimían sus sentimientos. Muchas personas creen que si niegan determinados sentimientos como la ira o el resentimiento, éste simplemente se esfumará. Lo cierto, en cambio, es que los seres humanos no podemos hacer desaparecer nuestros sentimientos. Podemos empujarlos al subconsciente, con lo cual en apariencia desaparecerán, pero ello requiere una enorme cantidad de energía, y a medida que transcurra el tiempo se necesitará cada vez más energía, y a medida que transcurra el tiempo se necesitará cada vez más energía para mantenerlos reprimidos. Es inevitable que esto lleve a ataque de agotamiento, o a una fatiga crónica que al parecer no tiene motivos. Y dado que a cada uno de nosotros posee una cantidad determinada de energía psíquica, cuanto mayor sea el caudal de energía que alguien invierte en reprimir sus sentimientos, tanto menos le quedará para otros esfuerzos que le demanda la vida. COMO PESAN EN LAS RELACIONES LOS SENTIMIENTOS REPRIMIDOS La represión de los sentimientos acaba siempre por ser un esfuerzo inútil. Tarde o temprano los sentimientos sepultados afloran. A menudo ello ocurre en el momento más inesperado y con fuerza sorprendente, lo cual puede causar estragos en las relaciones. Bien lo sabe cualquiera que halla estado de pronto con un ser querido, por motivos que nada tienen que ver con el asunto que se plantea en ese momento. El bloqueo “No quiero ocuparme de mis sentimientos” interfiere en las relaciones de distintas maneras. Dado que la forma principal en que las personas se vinculan y llegan a intimar es a través de experiencias y emociones compartidas, a menudo intensas, quienes se esfuerzan por no mostrar sus sentimientos- o directamente por no tenerlos - necesariamente se sienten solos, apartados y no amados, aun en medio de relaciones en apariencia íntimas. La alineación que experimentan respecto de los demás es el reflejo de la alineación en que se hallan respecto de sus propias emociones. Cuando un individuo muestra intolerancia y rechazo y está asustado de sus propios sentimientos, suelen adoptar la misma actitud hacia los sentimientos de los demás. De ahí que a veces pueda causar una falsa impresión de insensibilidad. Aunque se diga a sí mismo que al reprimir sus sentimientos “negativos” protege a los demás de hecho su faltas de calidez, tolerancia y naturalidad emocional lastima a los demás y los aleja. Otra consecuencia de no asumir los propios sentimientos es la proyección. Esta situación se da cuando una persona ubica mentalmente sus sentimientos en otra, imaginando que esta última quien experimenta las emociones que en realidad es él quien siente. Por ejemplo, una mujer que está enojada con su marido pero no se permite a si misma admitirlo, se aferrará a la idea de que es él quien está
  • 16. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 16 enojado con ella. O un hombre que se siente inseguro en una relación puede proyectar sus sentimientos de vulnerabilidad sobre su pareja, pues en ella le parecen mucho menos amenazantes. “nos fuimos a vivir juntos porque ella necesitaba esa cercanía”., dirá él, sin reconocer nunca que él lo necesitaba tanto como ella. La proyección es un mecanismo habitual en toda clase de relaciones y genera buena parte de los malentendidos entre las personas. La segunda tarea importante que debió realizar fue comenzar a ser más precisa en la identificación de lo que sentía. Hasta ese momento X había andado por la vida pensando únicamente en términos de “me siento mal” y “me siento bien”. Por la tanto le parecía difícil describir sus sentimientos con mayor precisión. A medida que X fue distinguiendo mejor que sentimientos concretos experimentaba, también comenzó a tenerles menos miedo y a no censurarlos. En el pasado, cuando le ponía al sentimiento el rotulo de “malo”, con ello no sólo quería significar que era desagradable o doloroso, sino también que no estaba moralmente permitido. Siempre había creído que había toda una gama de sentimientos prohibidos; por ejemplo la ira, los celos, el odio y el resentimiento. Sólo muy gradualmente fue comprendiendo que todos eran sentimientos humanos naturales, y que el hecho de experimentarlos no la convertía en una mala persona. Luego los sentimientos intensos se aplacan y dan paso a una sensación de mayor equilibrio emocional y muchas veces a una profunda calma. Tal fue la experiencia de X. Si bien está emocionalmente mucho más viva que antes, también está más tranquila. Experimenta sus sentimientos en forma plena cuando se presentan, y luego lo sentimientos pasan. La verdad es que es mucho menos “esclava de sus emociones” ahora que cuando ponía tanto empeño en reprimirlas. Una vez que X y su marido aprendieron a expresar su enojo de manera directa y honesta, sin recriminaciones, fueron perdiendo el miedo a dejar que el enojo aflorara. Advirtieron que después de sus “sesiones de enojo” se sentían más cerca el no del otro y entraban en una etapa de reconciliación caracterizada por la calidez y el erotismo. A menudo desembocaban en la “mejor relación sexual que hemos tenido en años”. Lo que estaban descubriendo es que la ira reprimida se asienta en el pecho como un bloque de cemento que cierra el paso al amor, impidiéndole entrar o salir. “NO MEREZCO AMOR” El amor a sí mismo no es narcisismo. Una de las simples verdades de la vida es que una persona no será capaz de aceptar el amor de los demás si antes no se ama a sí misma. Del mismo modo, una persona no será capaz de sentir amor por los demás a menos que también se ame a sí misma. Ello está implícito en las palabras de Cristo, quien no dijo “ama a
  • 17. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 17 tu prójimo más que a ti mismo”, ni “ama a tu prójimo y no a ti mismo”. Sino “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Cuando alguien tiene amor por sí mismo se valora y se preocupa por su propia persona, se ve a si mismo como merecedor de compasión, benevolencia y felicidad. Tiene plena conciencia de sus faltas y errores, pero en lugar de ver sus imperfecciones como prueba de su falta de méritos y de la imposibilidad de que lo amen, las ve como pruebas de su condición humana. Aunque los términos “amor a sí mismo” y “narcisismo” suelen usarse como sinónimos, no lo son. El narcisista es un perfeccionista exigente que se fastidia cuando él y los demás no responden a sus grandes expectativas. En cambio, cuando una persona aprende a amarse más a sí misma se torna más tolerante y deja de juzgarse y juzgar a los demás conforme a modelos imposibles de alcanzar. El individuo narcisista tiene también un marcado sentido de sus derechos y lo impacienta que los demás no lo atiendan como él cree que debería hacerlo. Quien tiene amor por sí mismo, en cambio, considera que merece la mejor vida, pero no que se le debe un tratamiento especial. El narcisista tiene una idea exagerada de su propio valor y se siente superior a los demás. El que se ama a sí mismo tiene una visión realista de su propia Persona y se considera un ser complejo, ni superior ni inferior a los demás y valores como seres humanos tan complejos como él mismo. EL PROCESO DE APRENDIZAJE Hay quienes están tan acostumbrados a verse a sí mismos de determinada manera, que jamás cuestionan el origen de esa visión, sino que dan por sentado que si sienten desagrado por su propia persona lo más probable es que hayan nacido con ese sentimiento y que sin duda es el destino que merecen Los cierto es que nadie llegó al mundo viéndose a sí mismo feo, malo, estúpido o indigno de ser amado, ni tampoco hermoso, bueno, inteligente o digno de ser amado. En lo que respecta a ideas acerca de nosotros mismos, todos comenzamos la vida con una pizarra en blanco. Ignorábamos por completo si éramos listos o tontos, valiosos o despreciables, lindos o feos, incluso si éramos varón o mujer. Todo lo que sabemos acerca de nosotros mismos, lo hemos aprendido. A medida que crecimos y adquiridos ideas definidas acerca de quiénes deberíamos ser. Lo típico es que constantemente comparemos el yo que percibimos con el yo ideal. Si el primero queda muy debajo del segundo, nuestra autoestima será baja. LOS PADRES NO SON LA UNICA INFLUENCIA Desgraciadamente, el impacto del mundo exterior coloca a ciertos grupos en una posición de desventaja en lo que respecta al desarrollo y la conservación de la autoestima. Así , por ejemplo, aunque un niño de color se críe en la más afectuosa de las familias, al mirar a su alrededor y moverse en el mundo inevitablemente se
  • 18. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 18 encontrará con el racismo, y ello puede afectar a su autoestima y sus posibilidades. Un niño cuyo idioma materno no sea aquel del país en e que vive, puede recibir en su hogar un gran caudal de amor incondicional, pero si en la escuela se le enseña que el único idioma aceptable es el del país, es razonable que se sienta avergonzado y descolocado. Lo s homosexuales y las lesbianas pueden sentirse muy orgullosos de su identidad sexual, pero en un mundo en donde la heterosexualidad es considerada la norma y en el que abunda la homofobia, inevitablemente encontrarán discriminación, burlas e insultos que pueden ser una amenaza a su autoestima. Aunque los discapacitados se acepten a sí mismos como son, dado que el mundo exterior les le hace tan difícil la inserción- o incluso la supervivencia, sufren a diario agresiones a su sentido de la dignidad, del propio valor y de la pertenencia. También es importante que vivimos en una cultura en la que tradicionalmente se han considerado superiores los méritos del varón. Un chico cuyos padres no lo aman lo bastante puede hallar consuelo en el hecho de que es varón, y como tal se lo supone más inteligente, más competente, más importante y en general más valioso que sus contrapartes femeninas. Una niña cuyos padres no le brindan suficiente amor no dispone de esa fuente de consuelo. Más aún: en lugar de constituirse en baluarte contra el sexismo de la cultura en la que vivimos, muchas familias difunden activamente la idea de que los varones poseen una superioridad innata. Los hombres no sólo son educados en la idea de que tienen más motivos de autoestima que las mujeres, sino que también se los alienta a alimentar elevadas opiniones acerca de sí mismos. Conforme a un milenario sistema de valores en que se privilegia al hombre, la elevada autoestima es una prerrogativa exclusivamente masculina. Se da por sentado que los hombres han de tener una opinión positiva de sí mismos, mientras que las mujeres deben ser modesta y se les enseña a tener mucho cuidado de no mostrarse vanidosas o demasiado satisfechas consigo mismas. De ahí que cuando los padres no logran que sus hijos varones elaboren suficiente autoestima, se los considera culpables de una falta terrible, en tanto que criar a una hija con baja autoestima es visto como un hecho normal y aceptable. Por ejemplo, se habla mucho del frágil ego masculino, y las niñas son educadas en la idea de que una de sus tareas más importantes en la vida consiste en apuntalar la autoestima de los hombres. Muy poco se dice en cambio, del frágil ego femenino, y no se educa a los varones para que consideren su deber reforzar las autoestima de las mujeres. Durante su infancia y adolescencia hubo en la vida de July dos emociones dominantes: una desesperada soledad y un profundo odio a sí misma. Anhelaba ser varón y se avergonzaba hasta tal punto de su feminidad que nunca intentó hacerse amiga de otras chicas. Para Judy y su esposo, la clave para superar sus problemas sexuales- y de hecho la mayoría de sus problemas- fue aprender a hablar entre ellos. Esto parece simple, pero no lo es tanto: “Por qué no puedes leer mi pensamiento?”. En sus años de formación la mayoría de las personas no aprenden a identificar sus
  • 19. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 19 propios sentimientos ni a expresarlo de manera directa, sincera, serena y no hiriente. Tampoco aprenden a escuchar. A medida que Judy y su esposo pudieron comunicarse mejor sus verdaderos sentimientos mutuos, empezaron a comprender hasta qué punto ambos había proyectado y malinterpretado. Por primera vez en sus 25 años de matrimonio también empezaron a hablar de sexo, de sus experiencias tempranas, de lo que les gustaba y les disgustaba, de sus miedos e inseguridades. La máscara de superioridad de Bob era un legado de su padres, quien simplemente no aceptaba los errores. Los hombres en general tienen dificultades para admitir honestamente sus errores y limitaciones ante sí mismos y ante sus familiares y amigos. De ahí que sus hijos varones crezcan sin tener un modelo que les permita aceptar, revelar y hacerse responsables de sus propias carencias y fracasos. En lugar de ello, aprenden que la actitud viril consiste en negar y ocultar sus errores y limitaciones, o proyectarlo sobre otras personas, en particular su esposa e hijos. No obstante, en algún nivel ellos tienen conciencia de que este método “viril” es en realidad una cobardía. Esto, a su vez, le s da más motivos para experimentar los sentimientos de vergüenza e insuficiencia que se les enseña a ocultar y negar. ‘NO NECESITO A NADIE: SOY FUERTE’ En muchos casos, el bloqueo “No necesito ayuda” coexiste con el bloqueo “No quiero ocuparme de mis sentimientos”, y se lo puede considerar una extensión y manifestación específica de aquel. Las personas que están incomodas con sus sentimientos en general, lo están en particular con sus sentimientos de necesidad y dependencia. Muchas personas que afirman, en esencia, ‘NO necesito a nadie: soy fuerte’, ignoran que esta posición actúa como bloqueo afectivo. Por el contrario, creen que los demás los aman por su fuerza y su autosuficiencia, y temen que si no fueran tan fuertes, los demás los amarían menos. No advierten que existe una diferencia entre el amor y la admiración, y que si bien la fuerza y la autosuficiencia pueden ser admirables, estos rasgos no despiertan afecto en la mayoría de la gente, o por lo menos no tanto afecto como la franqueza, la suavidad, el humor y la vulnerabilidad. Tampoco advierten que mucha gente necesita que la necesiten, y por lo tanto una postura de fuerza y autosuficiencia totales puede apartar a los demás. Así por, por ejemplo, una persona puede levantar un muro tan alto alrededor de sus sentimientos de dependencia y vulnerabilidad, que causa la impresión de ser frío y soberbio, por lo cual suscita antipatía en mucha gente. CÓMO NIEGAN LOS HOMBRES SUS NECESIDADES EMOCIONALES En nuestra cultura son sobre todo los hombres lo que tienen dificultades para reconocer las formas en que están vinculados con los demás y dependen de ellos. Varones y niñas desarrollan percepciones marcadamente distintas de sí mismos
  • 20. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 20 en relación con los demás. Ello se debe a que por lo general es la madre quien asume la responsabilidad principal por el cuidado de los hijos. Las niñas por pertenecer al mismo sexo, no desarrollan un sentido profundo de diferencia y separación en relación con la madre, y el hecho de sentirse similares y conectadas con ella determina la visión que tienen de sus posteriores relaciones y su manera de abordarlas. A la inversa, los varones desarrollan una fuerte percepción de sí mismos como individuos separados, muy distintos de la personas con la que tuvieron su primer vínculo íntimo, y ello colora la visión que tienen de sus relaciones adultas. Estas dos visiones diferentes dela propia persona se refuerzan más tarde a través de los roles sexuales. En nuestra cultura se ha alentado tradicionalmente al varón a construirse una identidad fuerte, como individuo independiente, en tanto que la mujer se espera que derive su identidad de la fusión con el varón – más valorado por su carácter de tal – y que, idealmente, le dé hijos varones. El resultado final es que los hombres tienden a verse a sí mismos como individuos autónomos, algo separados o totalmente apartados de los demás, mientras que las mujeres se ven a sí mismas como personas conectadas, insertas en una compleja red de relaciones. Dentro de una misma relación, es frecuente que el hombre se vea a sí mismo más dependiente de lo que es en realidad, en tanto que a la mujer le ocurre lo contrario. Por ejemplo, cuando Alan entré en terapia hacía más de 12 años que Ana se ocupaba de sus necesidades físicas, sexuales y emocionales. Sin el apoyo emocional de Ana, a Alan le resultaría difícil enfrentarse con el mundo exterior, y sin sus servicios prácticos- tales como lavarle la ropa y llevar el coche al taller para repararlo-, es probable que Alan no podría vestirse por la mañana. No obstante, Alan persistía en verse a sí mismo como n ser autónomo y autosuficiente, al igual que muchos hombres en situaciones similares. Ana, por el contrario, tenía, como muchas mujeres, una percepción insuficiente de su propia capacidad para bastarse a sí misma, y no veía en absoluto la forma en que los demás se apoyaban en ella. Durante la mayor parte de sus años de matrimonio, Ana creyó siempre que necesitaba a Alan y dependía de él mucho más de lo que él la necesitaba y dependía de ella. Minimizaba el hecho de haber trabajado como enfermera en doble turno para que él pudiera terminar su carrera de abogado. “En realidad, él no me necesitaba”, decía. “Si no hubiera contado conmigo, habría encontrado otra manera de hacerlo”. Al mismo tiempo, minimizaba sus propios logros, convencida de que ser enfermera era fácil, mientras que llegar a ser abogado era difícil. “Yo no hubiera sido capaz”, aseguraba. Sólo después de 10 años de matrimonio y de entrar en un grupo terapéutico, Ana comenzó a cuestionarse esas suposiciones. LAS MUJERES SE AVERGÜENZAN DE SUS NECESIDADES EMOCIONALES Hasta hace muy poco se daba por sentado que la única preocupación de una mujer debía ser la satisfacción delas necesidades emocionales de su marido y sus hijos. Y así como Joyce dando constantemente a los demás se distraía de lo mucho que anhelaba recibir, también generaciones de mujeres han encontrado cierto solaz en su papel tradicional, porque el hecho de ocuparse siempre de las necesidades de otras personas les impedía enfrentarse con las propias.
  • 21. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 21 “EN MI HORÓSCOPO NO HAY AMOR” Las personas que se consideran condenadas a la privación afectiva, también suelen creerse destinadas a sufrir privaciones económicas y materiales. Algunos provienen de hogares en los que la falta de recursos emocionales iba de la mano con una falta de recursos económicos, por lo cual las dos clases de privación quedaron inextricablemente ligadas en su mente. Otros llegaron a las misma conclusiones pese a haberse criado en hogares de buena situación económica. En estos casos, la sensación de carencia emocional que impregnaba el clima familiar de su infancia salpicaba el orden de las cosas materiales, coloreando la forma de ver y manejar el dinero y haciendo que todos se sintieran pobres y que los niños crecieran con una “mentalidad de pobreza”. Joyce Suele suceder que una persona supere un bloqueo afectivo, sólo para descubrir que detrás está agazapado otro bloqueo más grave y más profundamente arraigado. Eso fue lo que le ocurrió a Joyce. Durante su primera etapa de terapia, poco después de los veinte años, la preocupación principal de Joyce era superar su bloqueo “No necesito a nadie, soy fuerte”. En ese momento parecía que el principal obstáculo que le impedía obtener relaciones satisfactorias era su incapacidad para reconocer y aceptar que tenía necesidades emocionales. Pero cuando Joyce retomó la terapia unos años más tarde se hizo evidente que detrás de aquel bloqueo se ocultaba otro: “En mi horóscopo no hay amor”. “YA NO TENDRE OTRA OPORTUNIDAD” EL MUNDO COMO UN SITIO IMPLACABLE Algunas personas que creen que nunca tendrán otra oportunidad para el amor, piensan simplemente que ya han otorgado la cuota que les corresponde. Un ejemplo clásico es el de la viuda o viudo que no quieren ni oír hablar de salir con una persona del sexo opuesto y mucho menos de volver a casarse, ya que eso sería una traición al cónyuge desaparecido, ‘mi único amor verdadero’. Pero lo más común es que quienes padecen este bloqueo sientan que han DESPILFARRADO o ARRUINADO sus oportunidades, o que corren el riesgo de que eso les ocurra. Para los que así piensan, este mundo no es sólo un sitio de escasez, sino también un sitio implacable. Las personas que creen que ya han consumido sus oportunidades para el amor, generalmente piensan que no lograr que una relación funcione (sobre todo el matrimonio) es un delito terrible que merece ser castigado. ¿Y qué mejor castigo puede haber que no tener ya jamás otra oportunidad, y por lo tanto estar condenado a la soledad perpetua? Después de un divorcio, por ejemplo, muchas personas se culpan a sí mismos razonando de este modo: ‘Vivir solo el resto de mi vida es el castigo que merezco por haber fracasado en mi matrimonio’.
  • 22. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 22 También aquí la influencia de la familia desempeña un papel importante. Es muy probable que el mundo le parezca un lugar implacable a quien creció en un hogar donde reinaba la inquina y nadie pedía perdón nunca, o donde se arrastraban las mismas acusaciones y las mismas agresiones a lo largo de los años. AL que creció en un hogar donde le más mínimo ‘delito’ (no tender la cama, olvidar un plato sucio en la cocina, derramar la leche en el piso) provocaba amenazas de castigo eterno (‘No volveré a hablarte nunca’, ‘Te daré una lección que no olvidarás jamás’, ‘Ve a tu cuarto y no vuelvas a salir nunca más’), probablemente le resulte muy difícil creer que el mundo puede perdonar. ‘Sólo te dan una oportunidad, y si la malogras no habrá otras’, es una clásica experiencia infantil por la que pasan incluso las personas que se criaron en una familia muy bien avenida. Casi no hay quien no recuerde un episodio en el que perdió, rompió por accidente o arruinó en un berrinche un objeto favorito. EN lugar de consolarlo por la pérdida, se lo reprendía: ‘¿Ves lo que pasa cuando no cuidas tus cosas? Pues bien, si esperas que te compremos otro (juguete, vestido, muñeco, etc.), olvídalo. Eres tú quien lo perdió (rompió, aplastó, etc.), de modo que te lo tienes merecido’. Las personas que crecen con la sensación de que el mundo es un sitio implacable desembocan en un callejón sin salida que limita su capacidad de amarse a sí mismas. Dado que no existe un ser capaz de llegar a una edad avanzada sin lastimar a otros aunque sólo sea ocasionalmente y sin cometer algún acto criticable, saber perdonarse es esencial para el bienestar psicológico. Pero quien no cree en la posibilidad del perdón no podrá hacerlo, y por lo tanto se verá obligado a abrazar una de estas dos imágenes distorsionadas de sí mismo: o bien se verá como una mala persona condenada a pasar por la vida manchado por todas las malas acciones que alguna vez cometió, o se verá como alguien que goza de un status muy especial y elevado, alguien que es incapaz de hacer nada malo y en consecuencia está por encima de la necesidad de perdón. Para los del primer grupo el amor a sí mismos está fuera de la cuestión y la vida llena de auto odio y autocastigo. Los del segundo grupo PARECEN sentir un gran amor por sí mismos, pero se trata de un seudo amor basado en un concepto erróneo del propio yo y del lugar que ocupan en el mundo. Cuando la gente crece viendo al mundo como un sitio implacable, también tiene tendencia a ser implacable con los demás. Esas personas responden a las heridas y desilusiones que sufren en su relación con los demás con esta actitud: “Aquí se acabó todo. Has arruinado todas tus chances conmigo, y no te daré otra oportunidad de acercarte a mi y volver a hacerlo”. Es habitual que hagan balance de lo que dan y lo que reciben y se sientan perpetuamente víctimas y explotados, lamentándose en estos términos: “¿Por qué dar tanto para recibir tan poco?”. También la situación económica de una familia puede hacerle sentir al niño que el mundo es un lugar de escasez. Muchas personas criados en hogares donde el dinero escaseaba siguen sintiéndose pobres aun cuando llegan en la adultez a una situación económica estable incluso brillante. Ideas como “No me alcanzará” o “Mañana me lo quitarán todo” están tan firmemente arraigadas que es imposible eliminarlas. Estas personas pueden también trasladar su percepción interior de escasez del terreno económico al personal, convencidas d que si gozan de
  • 23. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 23 abundancia material el destino se cobrará lo suyo estafándolos en el terreno del amor. Muchas culturas tiene leyendas para ayudar a la gente a manejar la ansiedad y el miedo. A Jorge lo ayudó una práctica acerca de un dragón, similar a la historia india de Vichnú. Cuenta esa leyenda que en tiempos medievales había una aldea que vivía horrorizada por una dr4agón que habitaba en una cueva en las afueras. Todos estaban dominados por el miedo al dragón, y a medida que el miedo crecía, mudaban sus viviendas cada vez más lejos de la cueva. Pero el dragón seguía creciendo . De los diez metros de largo que medía al principio, pasó a los quince y luego a los veinte. Le salieron dos cabezas en lugar de una. Grandes púas le crecieron en el lomo y empezó a echar fuego por la boca. Cuanto más aterrados estaban los aldeano y cuánto más trataban de alejarse, tanto más se acercaba el dragón y más lejos llegaba su aliento ardiente. Cierto día, un joven aldeano que había crecido en medio del terror que inspiraba el monstruo, decidió acercarse a la cueva para ver si la bestia era tan feroz como todos creían. Su familia y los demás aldeanos tratan de disuadirlo, pero él estaba decidido. Aunque el miedo hacía palpitar aceleradamente su corazón, partió en dirección de la cueva del dragón. A medida que se acercaba, su miedo crecía. EL sudor le corría por la cara y sus piernas casi no le sostenían. Pero siguió caminando. Por fin avistó la cueva. Oyó los movimientos del dragón y su terror aumentó. Estuvo a punto de vomitar y sintió ganas de huir. Pero siguió avanzando hacia la cueva hasta que pudo espiar el interior. Lo que vio lo sorprendió. El dragón era grande y fiero, pero ni por asomo tan grande y fiero como el suponía. Tenía una sola cabeza. Y ninguna púa. Arrojaba fuego, pero las llamas apenas llegaban a un metro de distancia. Muy aliviado el aldeano decidió sentarse a descansar. Se quedó dormido durante varias horas, y al despertar notó algo extraño. El dragón parecía más pequeño y menos feroz que antes. El joven decidió pasar la noche allí. Cuando despertó por la mañana, el dragón seguía en su lugar pero era mucho más pequeño. El aldeano se acercó a la bestia y le habló. Al hacerlo, el dragón siguió encogiéndose hasta que no fue más grande que un lagarto. El joven regresó a la aldea y contó su aventura. Al principio los demás no le creyeron, pero poco después empezaron a acercarse a la cueva, primero de a dos y de a tres y luego en grupos mayores, para ver al dragón con sus propios ojos. Comprobaron que el dragón era desagradable y un tanto amenazante, pero ni tan feo ni tan feroz como ellos creían. Seguían sin gustarles la idea de que un dragón viviera en el linde con su aldea, pero ahora que se habían enfrentado con la bestia no les molestaba demasiado, y con el tiempo se acostumbraron su presencia. “PARA MI ES MUY TARDE; MI PLAZO YA VENCIÓ” “Paso la hora, Entreguen su prueba”. Para la mayoría de las personas éstas son palabras familiares. Para muchos, también son palabras ominosas, que les recuerdan alguna ocasión en que el reloj sonó antes de que hubieran podido terminar un examen. Que nos dijeran que “pasó la hora” antes de que hubiéramos
  • 24. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 24 terminado una prueba nos hacía sentir muy mal, sobre todo si habíamos estudiado mucho. Tal vez nos sintiéramos estafados, pensando que no nos habían dado el tiempo necesario. Tal vez nos sintiéramos estúpidos y lentos y nos reprocháramos habernos demorado tanto en la primera parte. Inevitablemente entregábamos el examen de mala gana, quizá diciéndonos: “Si hubiera tenido más tiempo me habría sacado un 10”. Para muchas personas, ‘Pasó la hora’ no es simplemente una frase asociada con sus tiempos de estudiante: es también una frase que resume su manera de sentir respecto de sus oportunidades para el amor. De acuerdo con su visión del mundo, cuando el destino distribuye las oportunidades para el amor, cada una lleva un sello con la fecha de vencimiento, correspondiente a determinada época de nuestra vida. SI cumplida esa fecha no hemos hecho uso de esas oportunidades, mala suerte: automáticamente todos caducan. A primera vista podría pensar que el bloqueo ‘Para mí es muy tarde; mi plazo ya venció’, es idéntico al bloqueo ‘Ya no tendré otra oportunidad’, examinado antes. Es cierto que a veces estos bloqueos van de la mano. Pero en realidad son distintos el uno del otro, y la persona que padece uno de los dos, no necesariamente padece el otro. Para las personas que creen que habrán de consumir o malograr sus únicas oportunidades para el amor, el mundo es un sitio donde rige el principio de escasez y donde por lo tanto cada uno de nosotros sólo recibe una única oportunidad, o unas pocas. Pero para quienes consideran que su plazo ya venció, lo que está limitado no es el número de oportunidades, sino el tiempo dentro del cual debemos utilizarlas. Los que así piensan pueden creer que se les ha concedido un número INFINITO de oportunidades, pero como participantes de un concurso televisivo a los que se les da un minuto para cargar la mayor cantidad posible de productos en una carretilla, creen que tienen un plazo determinado para utilizar sus oportunidades, y que si no logran hacerlo antes de que suene el timbre, eso significa que ‘la hora ya pasó’ y todas las oportunidades desaparecen. IMPACIENCIA Las personas que crecieron en medio de un clima de impaciencia suelen entrar a la edad madura sin haber madurado en una serie de aspectos emocionales. El niño tiene su propio reloj de desarrollo, que indica por qué etapa habrá de atravesar naturalmente, cuando y en qué orden. En una familia ideal se respeta el reloj interno del niño. No se lo obliga a abandonar la mamadera cuando aún siente una gran necesidad de ella, no se espera que forme frases cuando sólo está empezando a balbucear sus primeras palabras. Dicho de otro modo: no se espera- ni se lo obliga a ello- que se porte “como un chico grande” antes de que haya cumplido el tiempo en que necesita ser un bebé. En un hogar donde la regla es la impaciencia de los padres, la situación es muy diferente. Lo que impera es la necesidad de dominio de los padres, y son sus expectativas, y no el reloj interno del niño, las que marca el ritmo para el desarrollo de los hijos Inevitablemente, los niños criados en hogares impacientes se ven forzados a recorrer las fases de su desarrollo a n ritmo acelerado; antes de que hayan tenido tiempo de completar una etapa, se los empuja hacia la etapa siguiente.
  • 25. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 25 Esas personas a menudo aprenden a enorgullecerse de ser “muy maduros para su edad” y a tener un “equilibrio de personas mucho mayores”. Pero en un momento dado, los aspectos emocionales no elaborados en la infancia irrumpen en la edad adulta, llevándolos en ciertos casos a crisis graves. Si desean seguir adelante, lo único que les queda por hacer es ir hacia atrás para identificar y finalmente completar las tare3as tan largamente demoradas. En la edad adulta, las personas que crecieron en un clima de impaciencia también tienden a ser muy impacientes consigo mismo y con los demás. No se conceden a sí mismos ni a los demás el tiempo necesario para aprender y crecer. Tampoco conceden a sus relaciones el tiempo necesario para desarrollarse. Tienen una necesidad urgente de establecer una intimidad inmediata, como si ya en el primer encuentro quisieran dar el salto hasta la mitad de la relación. Una relación que se desarrolla a un ritmo más lento, más saludable, los frustra y los enfurece; las cosas no ocurren lo bastante rápido y eso no pueden soportarlo.. Quienes sienten que su plazo ha vencido suelen rechazar la terapia- “Es demasiado tarde para empezar a cambiar”, creen. “¿Para qué entonces debo tomarme la molestia de intentarlo?”. Pero si entran en terapia manifiestan la misma urgencia. Quieren experimentar cambios rotundos, y experimentarlos ahora. Si eso no ocurre su frustración es enorme, Puesto que la psiquis incorpora e integra el cambio gradual mucho más fácilmente que el cambio súbito, es crucial para las personas que padecen este bloqueo aprender a darse el premiso s sí mismos para avanzar lentamente y no dejar que su sensación de que “mi tiempo se está acabando” los domine hasta el punto de renunciar por completo al tratamiento. La visión infantil del tiempo ¿Por qué tantas personas, por lo demás pacientes, sienten semejante pánico y urgencia cuando esperan que alguien que les interesa las llame, venga a verlas, les diga “la palabra justa”, o satisfaga de algún otro modo sus necesidades? EL pánico surge porque cuando las necesidades emocionales básicas de una persona son activadas y se ven luego frustradas en una relación, la experiencia hace aflorar el recuerdo inconsciente de aquel tiempo en que era un niño desvalido cuyos padres tenían un poder absoluto. Y ese recuerdo es acompañado por una regresión a la visión infantil del tiempo. Los infantes no son capaces de distinguir entre un minuto, una hora y una semana; lo único que conocen es el ahora, el momento presente. Cuando un bebé necesita alimento, lo necesita ahora. Si debe esperar, no puede distribuir entre 10 minutos y una hora; la espera siempre le parecerá eterna. Además, siente que si su necesidad no es satisfecha ahora, no lo será nunca, y si eso ocurre sabe que morirá. De ahí el sentimiento de pánico total aun cuando sólo se trate de un lapso breve de espera y frustración. ‘ES INEVITABLE QUE SALGA LASTIMADO’ EL amor y la intimidad siempre entrañan el riesgo de salir lastimado. Cuando nos importa otra persona abiertos para recibir su amor, somos vulnerables a las
  • 26. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 26 vicisitudes de su personalidad individual y a los acontecimientos exteriores que la afectan. Inevitablemente habrá momentos en los que personas que son importantes para nosotros nos criticarán, nos defraudarán, nos subestimarán o nos harán sufrir de alguna manera. Y siempre existe el riesgo de que alguien con cuyo amor contamos se retire en forma parcial o total de la relación o muera, dejándonos con un sentimiento de abandono y desamparo, dolidos por la pérdida. Muchas personas consideran que vale la pena correr estos riesgos en vista de los placeres y los beneficios que las relaciones íntimas pueden potencialmente procurarnos. Para otros, en cambio, pesa más el riesgo de que los lastimen. En lo hondo de su ser sienten que el amor siempre lleva al sufrimiento, un sufrimiento tan terrible que el dolor supera de lejos al posible placer. CUANDO SER AMADO SIGNIFICA SER LASTIMADO Algunas personas equiparan amor con sufrimiento porque cuando niños su contacto principal con sus padres fue a través de la violencia o el desinterés. Los padres se relacionaban con ellos sobre todo a través de los golpes o el castigo. Cuando no los maltrataban en forma activa, sencillamente no les prestaban la menor atención, por lo cual los niños crecían con la idea de que ser amado significa ser maltratado o ignorado. Las personas a quienes les pegaban cuando eran niños, suelen decir: ‘Después de un tiempo, ya no dolía’, y también: ‘Era mejor que a un le pegaran y no que lo ignoraran. El ‘tratamiento silencioso’ era mucho peor que los golpes’. Racionalizaciones parecidas son frecuentes en víctimas de abuso sexual en la infancia, que afirman: ‘No fue tan malo’ o ‘Por lo menos me prestaban atención’. Dada la intensa necesidad de contacto con sus padres que tienen los niños, algún contacto –aunque sea abusivo o violento- puede ser mejor que ninguno. Pero incluso los niños que no fueron habitualmente maltratados pueden aprender a vincular amor y dolor. ‘Sólo hago esto porque te amo’, ‘Esto me duele más que a ti’, y ‘Si no te amara tanto no haría esto’, son frases comunes en boca de muchos padres cuando castigan a sus hijos. Estas palabras le dicen al niño que lo que está recibiendo es amor, cuando su reacción natural es sentir miedo, ira, humillación y una gran falta de amor. De ahí que en ese tipo de situación el niño aprenda a invalidar sus propios sentimientos, y a internalizar el mensaje de los padres, diciéndose a sí mismo: ‘Recibí el castigo que merecía’, y Sólo me hicieron eso porque me aman y quieren corregirme’. MENSAJES CULTURALES Aunque todo el mundo está expuesto a la idea de que el amor conduce al sufrimiento, varones y mujeres reciben mensajes que, en aspectos sutiles pero significativos, son diferentes. EL mensaje común que transmiten a los varones sus padres, sus pares y también los medios de difusión, es que amar los llevará a una pérdida de poder y libertad. A los varones se los alienta a dar rienda suelta a sus impulsos mediante el contacto sexual con el sexo opuesto, pero se los previene contra el compromiso emocional. Aprenden que una vez que el hombre entrega su corazón se convierte en un ‘bobo enamorado’ que pierde su autonomía, y al que
  • 27. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 27 como a un animal de tiro se lo ‘ensilla’ con responsabilidades pasadas y restrictivas. LOS QUE ELUDEN EL SUFRIMIENTO Y LOS QUE LO BUSCAN Quienes padecen el bloqueo ‘Es inevitable que salga lastimado’ pueden agruparse en dos categorías generales: los que eluden el sufrimiento y los que son adictos al sufrimiento. A los primeros los motiva principalmente el miedo al sufrimiento que están seguros habrán de padecer si se permiten a sí mismos amar y ser amados. Según sea la dimensión y la naturaleza exacta de su miedo, o se abstienen por completo de toda relación íntima, o bien establecen relaciones pero luego se distancian o escapan apenas empieza a desarrollarse una auténtica cercanía. SI bien quienes eluden el sufrimiento pueden pertenecer a uno u otro sexo y tener cualquier inclinación sexual, esta manifestación del bloqueo ‘Es inevitable que salga lastimado’, es especialmente común entre hombres heterosexuales. Muchos pasan de una relación sentimental u otra, retrayéndose o desapareciendo cuando empieza a desarrollarse una verdadera intimidad. Cuando alguien repite el esquema hasta el punto en que eludir el sufrimiento se convierte en un modo de vida, es inevitable que en ese proceso también desarrolle otro bloqueo importante. Dicho bloqueo –‘No puedo tomar un compromiso’- y sus relaciones con el bloqueo ‘Es inevitable que salga lastimado’, otro bloqueo. Los adictos al sufrimiento también tienen la certeza de que el sufrimiento será inevitable si se permiten a sí mismos amar y ser amados. Lo que los diferencia de la categoría anterior es que están más que dispuestos a sufrir sin límites en aras del amor. De hecho, es frecuente que se sientan atraídos –como la polilla por la lana- precisamente hacia aquellas personas que más habrán de lastimarlos. Para ellos, una relación no entraña cierto caudal de sufrimiento, obviamente no es una verdadera relación amorosa. Aunque los adictos al sufrimiento pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales u homosexuales, el ejemplo más emblemático ha llegado a ser la mujer que una y otra vez se relaciona con hombres tan acosados por problemas como lo estaban los padres de ellas. Ya se trate de alcohólicos, drogadictos, mujeriegos, tiranos, golpeadores, eternos fracasados o simplemente individuos emocionalmente reprimidos, son hombres que generan problemas con P mayúscula, y que acarrean enorme sufrimiento a las mujeres que los aman. Sin embargo, estos hombres suelen poseer también ciertas cualidades muy atractivas, y pasan por momentos o períodos en los que pueden ser muy cariñosos, cosa que habitualmente ocurre incluso con los ‘peores’ padres. Este punto crucial es la clave para comprender el comportamiento de los adictos al dolor. Hasta los niños más seriamente maltratados rara vez crecen con una falta total de amor. Padres que por lo general son fríos, indiferentes o abusivos con sus hijos, tienen momentos en los que se muestran bondadosos, atentos, risueños y afectuosos. Es el carácter impredecible de la conducta de los padres el que hace que los hijos se ‘enganchen’ en relaciones dolorosas. SI los padres se muestran SIEMPRE fríos e indiferentes, los hijos pueden simplemente dejarlos de lado y dirigir su búsqueda de amor hacia otras personas capaces de brindárselo en forma consecuente. Pero cuando los padres son OCASIONALMENTE cariñosos, los
  • 28. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 28 hijos se empeñan en generar situaciones que susciten esa actitud afectuosa. Convencidos de que sus padres son buenos ‘en el fondo’, los hijos hacen todo lo posible por hacer aflorar esa bondad. Cada vez que el padre o la madre indiferente da alguna muestra de bondad y afecto, los hijos tratan de recordar con exactitud qué fue lo que hicieron y dijeron para que ello ocurriera. Piensan que si vuelven a hacer lo mismo, recibirán nuevas muestras de amor. SI esto no ocurre, los hijos no advierten que la conducta de los padres nada tiene que ver con ellos, y suponen que no han hecho lo que correspondía, o no lo han hecho exactamente como debían. Cada fracasado intento de hacer aflorar el lado afectuoso de sus padres los convence de que los culpables de esa falta de amor son ellos, y que sin duda algo malo habrán hecho. Quienes funcionan de este modo repiten el mismo esquuema trágico en sus relaciones adultas, sobre todo en las relaciones amorosas. Una y otra vez se embarcan en relaciones con personas tan duras para brindar amor como lo eran sus propios padres. Ansiosos de conseguir por fin el amor que nunca recibieron de sus padres, son arrastrados a una clásica compulsión repetitiva, una necesidad inconsciente de volver a vivir sus relaciones familiares tempranas hasta que logren el dominio de la situación y puedan cambiar el resultado final. La decisión inconsciente que toma el adicto al sufrimiento es ésta: ‘Voy a hacer esto una y otra vez hasta que me salga bien’. Podría argumentarse que las personas adictas al sufrimiento, sobre todo las mujeres, son masoquistas, o sea que el dolor les produce placer. Pero a los adictos al sufrimiento no les resulta para nada placentero el dolor que sus relaciones les acarrea; por el contrario, lo encuentran insoportable. El sufrimiento no les parece BUENO, sino JUSTO, porque les es muy familiar. Es fácil impacientarse con los adictos al sufrimiento y decir que si son desdichados en sus relaciones es por su propia culpa, por elegir siempre a personas que no les convienen. En verdad, lo que hacen al revivir su sufrimiento temprano es tratar de encontrar una manera de poner fin al dolor. ‘Si paso por esto una vez más’, piensan, ‘podré por fin encontrar una salida’. “ME SIENTO AMENAZADO CUANDO OTRA PERSONA SE ACERCA DEMASIADO” A primera vista podría parecer paradójico que en una era en la que tanta gente proclama abiertamente su deseo de intimidad (como lo demuestra el auge de los llamados ‘anuncios personales’), muchos estén al mismo tiempo tan profundamente asustados. Es obvio que la intimidad es un valor caracterizado por la ambivalencia. Todos la anhelan, pero cuando tienen una oportunidad de acercamiento son muchos los que también escapan. Algunas personas temen a la intimidad porque sus experiencias tempranas los llevaron a equiparar ser amados con ser sobreprotegidos o dominados. A modo de ejemplo, veamos el caso clásico del padre que con el pretexto de “ayudar” a su hijo a hacer los deberes lo suplanta y los hace él. Así el padre se impone de este modo a su hijo en forma habitual , el niño no desarrollará su yo en plenitud, se
  • 29. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 29 sentirá minúsculo e incapaz, eclipsado por la sombra gigantesca y siempre presente de su padre,. O tomemos la clásica situación de la madre amante que permanece de guardia junto a la ventana mientras su hijo juega afuera, y corre en su ayuda al menor signo de peligro. El niño constantemente sobreprotegido crecerá sintiéndose incapaz de desenvolverse en el mundo. En ambos casos se trata de padres cariñosos y bienintencionados, pero su comportamiento impide que los hijos desarrollen una fuerte conciencia de sí mismos como seres autónomos. En la edad adulta, esos hijos seguirán demasiado apegados psicológicamente a sus padres, con un sentido de identidad subdesarrollado y débil. Cuando otras personas comiencen a intimar con ellos, reaccionarán como si fueran nuevamente niños pequeños avasallados por padres todopoderosos. Hay también quienes temen a la intimidad porque se trata de un territorio desconocido. Muchas personas crecieron sin experimentar nunca un sentimiento de verdadera conexión con otro ser humano. Tampoco aprendieron con el ejemplo, dado que sus padres no tenían comunicación entre ellos. Ya adultos, tal vez hagan algún intento de llegar a la intimidad en ciertas relaciones, pero como no saben manejarse en esa situación, lo más probable es que todo termine en desilusión, sufrimiento o incluso desastre. Eso alimenta su temor de entrar en territorio desconocido y refuerza su convicción de que lo más seguro es mantener altas las defensas e impedir que nadie se acerque. Una razón más de que el miedo a la intimidad sea tan corriente, es que las relaciones íntimas obligan al individuo a descubrir y enfrentarse con su yo más profundo, incluso sus costados más oscuros y menos atractivos. Algo que mucha gente no puede o no quiere hacer. Muchos crecieron desconectados de part4es enteras de su propio ser- sus sentimientos más profundos, sus verdaderos deseos, su confusión, su ira, su ambivalencia, sus anhelos espirituales- y fueron criados por personas que también estaban desconectadas de su propio ser. La intimidad implica para ellos avanzar por una zona desconocida, el territorio sin mapas del auténtico conocimiento de una mismo. Es así como, algunos parecen dispuestos a aprender quiénes son en realidad, suelen dar marcha atrás cuando una relación los fuerza enfrentarse con partes de su propia personalidad que prefieren negar o desconocer. Como ocurre con los demás bloqueos afectivos, el bloqueo “Me siento amenazado cuando otra persona se acerca demasiado” puede manifestarse en grado variables y de diferentes maneras. Algunas de las personas que lo padecen tienen tanto miedo a la intimidad que sólo entablan relaciones muy superficiales, o pasan por la vida casi sin establecer vínculos con los demás, salvo por los del trabajo. Otros tienen numerosos amigos con los que se sienten cómodos y a los que confían sus sentimientos, pero se sienten amenazados ante la perspectiva de abrirse del mismo modo ante la persona con la que mantienen una relación sentimental o que les interesa en ese aspecto. En las relaciones amorosas, el miedo a la intimidad se expresa de diversas maneras. Algunas personas se sienten cómodas en la gimnasia sexual con su pareja pero les resulta muy incómodo confiarle sus sentimientos más profundos. Otros son más reprimidos respecto de sus cuerpos pero no les cuesta revelar sus sentimientos.
  • 30. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 30 Si bien este bloqueo está muy difundido, hay que ser muy cauteloso antes de concluir que alguien lo padece. A veces, escapar de la intimidad puede ser muy saludable, ya que abunda ene l mundo la gente de personalidad invasora. Apenas conocen a alguien desean convertirse instantáneamente en su mejor amigo o su amante, o exigen algún otro modo de fuerte compromiso desde el primer momento. La persona asediada responderá a menudo cerrándose en forma instintiva y apartándose, lo cual en una situación de ese tipo constituye una reacción sana de autoprotección, y no la evidencia de un bloqueo afectivo. La reacción es apropiada porque la amenaza que representa la persona invasora es una amenaza real. Sólo podemos afirmar que se está ante el bloqueo descripto cuando alguien reacciona HABITUALMENTE a la intimidad cerrándose y apartándose, y haciéndolo incluso cuando quien desea intimar no es una personalidad invasora. Límites e invasión A fin de poder relacionarse íntimamente de un modo saludable, es preciso tener una idea clara de los límites, saber dónde termina uno y dónde empieza el otro. Los límites claros y apropiados actúan a modo de antenas que indican cuándo el comportamiento del otro representa una intrusión o una amenaza. También permiten establecer el tono justo en la relación, decir: ‘No, no puedes tratarme de ese modo’ o ‘No, no puedo hacer lo que quieres que haga: es demasiado pedir’. Sólo cuando las personas establecen límites saludables son capaces de alcanzar el delicado equilibrio entre cercanía y distancia que la intimidad requiere, sin sentirse amenazadas ni por la cercanía ni por la distancia. Lo cierto, sin embargo, es que muchas personas crecieron en hogares donde los límites eran constantemente violados, y la única forma en que podían proteger de la invasión su frágil individualidad era erigir un muro de defensas impenetrables. Hay dos clases de invasión corrientes en el seno de la familia. La primera es una invasión física, que se produce cuando existe poco o ningún respeto por la privacidad. Algunas personas crecieron en hogares donde no se les permitía a los niños cerrar la puerta de su dormitorio para leer o estudiar, o simplemente para estar solos. Todo intento de hacerlo era interpretado por los padres como un acto hostil, y el niño era acusado de ‘guardar secretos’, ‘estar malhumorado’ o ‘portarte como si fueras demasiado bueno para nosotros’. Algunos padres interpretaban como un rechazo todo deseo de soledad manifestado por sus hijos y se mostraban ofendidos cada vez que un niño expresaba el deseo de hacer algo por su cuenta. La segunda clase de invasión habitual es la psicológica. Ocurre en familias en las que no se les permite a cada uno delos miembros tener sentimientos, ideas y opiniones diferentes. Muchas personas crecieron en hogares donde se consideraba impertinente o herético que un niño expresara un sentimiento, una idea o una opinión que no estuvieran de acuerdo, o estuvieran en contradicción, con lo que pensaban o sentían sus padres. Los padres eran tan narcisistas que no podían distinguir entre sus propios sentimientos y los de sus hijos. Si sentían de determinada manera, daban por sentado que sus hijos debían sentir lo mismo; si los niños intentaban expresar su disenso, ellos reaccionaban con la negación. ‘No digas eso, no es lo que realmente piensas’, afirmaban, o tal vez: ‘¿Cómo que
  • 31. Sonia Bartivas Cerezo. Psiterapeuta Emocional 31 odias las habas? No puedes odiarlas. ¡Si a mí siempre me encantaron!’ O quizá preguntaban incrédulos: ‘¿Cómo puedes tenerle miedo al agua?’ ¡En esta familia a todo el mundo le encanta nadar!’ Y una invasión aun más sutil ocurre cuando uno le dice al otro: ‘Lee este libro, te encantará’, o ‘No vayas a ver esa película, la detestarás’, o ‘Me compré una campera nueva pero no quiero mostrártela porque sé que no te gustará’. A los niños cuyo temperamento no coincide con las expectativas de sus padres, esta clase de invasión psicológica puede llevarlos a una autoestima muy baja. Tomemos el caso de un niño a quien por temperamento le cuesta relacionarse con los demás. En algunas familias se respeta el reloj interno de ese hijo y se le permite entablar relaciones siguiendo su propio ritmo, acercándose a los demás y permitiéndoles acercarse a él paso a paso, según le resulte cómodo. EN otras familias, en cambio, ese reloj interno no es respetado porque lo que rige las relaciones es la impaciencia de los padres. EN lugar de ver al niño como alguien que necesita tiempo para abrirse a los demás, se lo etiqueta como ‘tímido’, ‘solitario’, ‘presumido’, o incluso se lo castiga por ser descortés y ‘raro’. Probablemente también se lo obliga a un acercamiento antes de que esté preparado para ello, con lo cual se convierte en efecto en un solitario y casi con seguridad desarrolla el bloqueo ‘Me siento amenazado cuando otra persona se acerca demasiado’. Si se le permitiera ser él mismo, el niño seguiría siendo lento para establecer relaciones, pero no las consideraría amenazantes. “NO QUIERO TENER QUE PEDIR POR LO QUE NECESITO” (ó “¿PORQUÉ NO PUEDES LEER MIS PENSAMIENTOS?”) La mayoría de las personas razonables nunca entrarían a un negocio esperando que el vendedor intuya qué desean comprar. Sin embargo, mucha gente encara sus relaciones íntimas precisamente con esa expectativa. Consideran que no deberían tener necesidad de decirles a sus seres queridos qué necesitan para sentirse amados y apreciados; de alguna manera ellos deberían saberlo, y si no lo saben es porque en realidad no los aman. Así por ejemplo, un hombre afectado por ese bloqueo podría decirle a su esposa: “Si ella de veraz me amara sabría qué es lo que quiero; yo no tendría necesidad de decírselo”. O una mujer podría decir: “Si debo decirla a mi pareja qué es lo que deseo, ¿de qué sirve? Casi siempre el bloqueo ‘No quiero tener que pedir lo que necesito’ está asentado sobre otro. Algunas personas padecen el bloqueo ‘No merezco amor’, y en consecuencia creen que aun si decidieran pedir lo que necesitan, no lo conseguirían porque no lo merecen. Quienes padecen el bloqueo ‘EN mi horóscopo no hay amor’ ven el mundo como un lugar tan hostil que también ellos consideran inútil pedir lo que necesitan’. ‘¿Para qué tomarme la molestia?’, razonan. ‘De todos modos no obtendré lo que pido’. Para los que padecen el bloqueo ‘No necesito a nadie: soy fuerte’, pedir lo que necesitan está fuera de la cuestión porque eso implicaría reconocer que tienen necesidades. Y para aquellos cuyos bloqueos nacen de una visión del mundo como lugar de castigo, siempre