El documento discute ocho aspectos que deben ser parte del equilibrio de un buen sistema de justicia, incluyendo que los tiempos sean razonables, la participación de los involucrados, y la reparación de los daños. El autor argumenta que el sistema de justicia colombiano carece de este equilibrio y propone varias soluciones como acortar los tiempos de los procesos, permitir que las partes expresen sus perspectivas, y establecer sistemas de reparación basados en la capacidad real del culpable.
El profundo equilibrio que debe mostrar la justicia
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EL PROFUNDO EQUILIBRIO QUE DEBE MOSTRAR LA JUSTICIA
Enrique Posada
noviembre de 2015
Hay que retirar la cortina de la justicia ciega y descubrir sus posibilidades humanistas
El tema de la justicia es vital para el buen funcionamiento de una sociedad. De
hecho, existe una continuada tradición que consagra la justicia como uno de los
tres poderes del estado, indicando con ello que es uno de los tres apoyos sobre
los cuales reside la estabilidad y la posibilidad real de que los ciudadanos
acepten las estructuras que los gobiernan.
El poder de la justicia no se puede derivar de consideraciones políticas, ni de
fuerzas ideológicas, sino de la sabiduría, de su sentido de fuerza social, de su
evidente sentido de la verdad, de sus manifestaciones equilibradas, bien
razonadas y coherentes con el desarrollo de la sociedad y de la humanidad. De
la mano de la justicia debe avanzar la sociedad hacia su evolución y su sentido
armónico.
Tengo la sincera sensación de que el sistema nacional de justicia en Colombia,
mi país, está profundamente enfermo, de tal manera que esa enfermedad es
causa fundamental de las grandes discordias sociales y males nacionales.
Quiero señalar ocho aspectos que deben ser parte del complejo equilibrio que
subyace en los comportamientos, las sentencias, la apariencia y la realidad de
un buen sistema de justicia. Es complicado equilibrar todo esto, pero de eso se
trata. Tristes servicio le hace a una sociedad un sistema de cortesanos
orgullosos y separados de la realidad, que están con frecuencia demasiado
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centrados en sus privilegios como futuros jubilados, muy pendientes de que el
sistema se adapte a sus ideologías particulares y extremadamente prestos a
realizar paros judiciales con cualquier pretexto. Como consecuencia de ello, en
las encuestas de opinión pública, las personas dan porcentajes de aprobación
terriblemente bajos a las cortes y a los tribunales, que tendrían que ser
depositarios de la máxima sabiduría y del máximo respeto y admiración de los
ciudadanos.
Según El Tiempo, noviembre 2014, la encuestadora Gallup hizo un balance de
lo que han sido 20 años midiendo la opinión en el país y encontró que por
primera vez las distintas instituciones del sistema judicial (Fiscalía,
Procuraduría, la Corte Constitucional y la Corte Suprema) tienen la imagen
negativa más alta que la positiva, de modo que en la actualidad se vive el
menor nivel de credibilidad institucional en el país. Sobre la Fiscalía los
colombianos tienen imagen favorable del 41% y desfavorable del 52%. Sobre la
Corte Constitucional, su imagen favorable es del 41% y la desfavorable del 43%.
La Corte Suprema de Justicia, desde junio de 2012 ha mantenido problemas con
su imagen, pero ahora, en agosto, alcanzó el récord en su imagen negativa al
llegar al 55 por ciento. A la luz de los resultados de Gallup, el sistema judicial
lleva mucho tiempo saliendo mal librado. La novedad esta vez es que su
imagen negativa llegó al 79 por ciento, la más alta que ha tenido.
Es decir, la aprobación no sería mayor del 21 %. En cambio el país de América
en el que más se confía en el sistema judicial es Canadá, con 58,3 %. Segundo
Uruguay, con 54,1 %; luego Costa Rica, con 53% y cuarto Estados Unidos, con
52,3%. No son tampoco números maravillosos, pero los de Colombia van a la
baja y son preocupantes.
Que no sea ciega y desequilibrada la justicia
Tomada de http://lavozdelapalma.com/wp-content/uploads/2012/12/justicia.jpg
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Dejemos las encuestas y consideremos los ocho puntos que quiero proponer
como aproximación al equilibrio. Para cada uno de ellos señalo algo que se
puede hacer:
1- La importancia de que los tiempos sean razonables
Los tiempos para resolver las situaciones deben ser razonables y cortos. De lo
contrario se da lugar a enormes costos sociales, a que las personas permanezcan
en un limbo de indecisiones, a esperas que no tienen razón de ser, que nadie
entiende, a una sensación de abandono y de desespero por parte de todos los
involucrados.
Propongo que se abandonen creencias absurdas, como la de que la justicia es
lenta, que cojea pero llega. Que se eduque a los jueces, abogados y personal en
el sentido del tiempo y de la urgencia. Que se cuente con indicadores y metas
relacionados con el tiempo. Que se adopten prácticas que funcionan en otros
lugares y que aceleran los procesos. Que se simplifiquen los procesos.
Que dentro del andamiaje de la justicia haya la celeridad del águila y la humanidad del
hombre
2- La importancia de la participación de los involucrados.
Uno tiene la impresión de que los sistemas que existen no facilitan la escucha de
las personas. Más bien la tendencia es a separarse de lo humano y basarse en
papeles, en precedentes, en testigos, en declaraciones, en jurisprudencias, sin
que los jueces se acerquen al caso. Hay una gran lejanía humana. El juez no se
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acerca; las partes no se acercan. Todos están separados por ceremonias, por
plazos, por papeles, por procedimientos.
Propongo que se cuente con espacios de contacto, en las cuales las partes
puedan decir sus cosas, contar sus historias y que eso se considere importante.
Eso dará un sentido de justicia a las partes, inclusive cuando se tome una
decisión contraria a sus expectativas. Es vital la retroalimentación, es decir, las
conversaciones y la escucha. ¿Suena muy humano y muy idealista? Pues de eso
se trata.
Que la cara de la justicia tenga profundas visiones participativas, simbolizadas acá por
caras de mujer
3- La importancia de la reparación de los daños
Pareciera ser que el énfasis del sistema de justicia está en establecer la culpa, en
decir quién falló y cómo se lo puede condenar a pagar por ello. Para ello se han
fijado unos sistemas de condenas a prisión y de pagos de multas absolutamente
absurdos y onerosos, que nadie podría pagar y menos cuando es condenado el
culpable a largas penas de prisión. Como consecuencia de ello, se genera un
sistema mentiroso e imposible. Y los más probable es que la parte ofendida, sea
la sociedad o sean personas, no reciben compensaciones reales o
proporcionadas a la situación a que estuvieron sometidos.
Propongo que se establezcan sistemas razonables de negociación, que faciliten
el que la parte culpable haga reparaciones según su real capacidad, de manera
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que vea una conexión proporcionada entre el daño y la reparación, entendiendo
que en general el daño va a ser mayor que la reparación, pero esta última va a
ser real, rápida y directa. Propongo que se revisen las tablas que existen para
tasar reparaciones, pues carecen de realismo práctico y no conducen a la justicia
real.
Que así como queremos una tierra donde el hombre no haga daños, que la justicia sea un
mundo con cara humana, donde no se haga daño irreparable al otro
4- La importancia de las investigaciones de calidad y efectivas para allegar
pruebas y elementos de juicio
Que el flujo de las cosas fluya hacia la verdad central, la causa central, la esencia, que no
se quede enredado en las apariencias, en lo superficial
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Me parece evidente que nuestros sistemas de investigación tienden a ser pobres,
basados en testimonios de baja credibilidad, sin mayores bases técnicas. Da la
impresión de que la mayor parte de los delitos no se investigan a fondo, que se
convierten en meros registros siguiendo procedimientos inefectivos que no van
a conducir a encontrar la verdad de las cosas.
Propongo que se vayan reemplazando (o al menos complementando) los
métodos basados en los papeles y en los procedimiento por los métodos
basados en la prueba. Propongo que se haga mucho entrenamiento de las
personas y que se cuente con un sentido de compromiso por lo que es la
investigación y la búsqueda, que se estimule el sentido de amor por la verdad
evidente y no por la habilidad para encontrar la verdad procedimental.
5- La importancia del castigo adecuado
En nuestro medio el castigo se basa mucho en las penas de cárcel y en las
multas onerosas e imposibles. Me parece evidente que el sistema de prisiones
existentes es absolutamente descabellado. Se trata de lugares sucios,
desordenados, donde reina el hacinamiento, peligrosos, tenebrosos. Al menos
esa es la imagen que les llega a las personas comunes y corrientes. Se trata de
lugares que se convierten en lugares de entrenamiento de criminales, que no
dan lugar a que las personas se puedan rehabilitar efectivamente. Además son
terriblemente costosos e injustos, en los cuales hay muchas personas encerradas
que no son culpables o que pagan penas excesivas, sin que haya esperanza.
Dantescas en una palabra.
Que haya mucho equilibrio, muchas posibilidades en la danza de la justicia
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Propongo que todo esto se cambie radicalmente, que solo se tenga la cárcel para
delitos muy graves y para contener en ella a personas realmente peligrosas para
la sociedad. Que sean lugar de trabajo no solamente de guardias y carceleros,
sino también de grupos interdisciplinarios de profesionales humanistas, que
entreguen todo su saber y sus habilidades para rehabilitar, si es posible a estos
seres anormales y extraños que hayan escogido el crimen y el desorden de
comportamientos, como forma de vida. Para el resto de los que sean culpables,
elegir métodos de castigo variados, que permitan resarcir daños y que faciliten
la rehabilitación. Por ejemplo, el trabajo comunitario; el pago mensual de
cuotas, factibles y proporcionadas a sus capacidades; el emitir declaraciones
públicas de arrepentimiento; el servicio ambiental o social; el trabajo con
comunidades marginadas, en actividades de limpieza de las playas, de los ríos
y las carreteras; actividades educativas o artísticas . Todo ello administrado por
equipos competentes, interdisciplinarios, con objetivos claros y sentido de
compromiso.
6- La importancia de la protección de los más débiles
Uno tiene la impresión de que las personas sencillas, de niveles de educación
modestos o de recursos económicos escasos, están muy desprotegidas ante la
ley. Si sufre un crimen, no saben cómo denunciar o proceder, deben resignarse
ante la lentitud o la incapacidad de la justicia para resolver los casos
dignamente. Si son declarados culpables, o acusados, carecen de medios
efectivos para defenderse o para subsistir dignamente en una prisión, sufriendo
además la pena de no ser capaces de velar por sus familias abandonadas.
Terribles son estas situaciones. Muy desproporcionadas y severas para los
débiles.
Que en lo más alto del templo de la justicia, el débil sea el rey y el sentido femenino,
florido y materno de las cosas, sea su corte
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Propongo que se tenga una especial disposición del sistema hacia las personas
que tengan cualquier tipo de debilidad o de limitación, evitando en todo caso
que las familias queden abandonadas como consecuencia de asignar multas o
penas de cárcel. Hay que traer solidaridad y misericordia al sistema judicial.
Hay que ser creativos y encontrar formas proporcionadas de castigo, que no
acaben con las personas y con sus familias. Las personas mismas que se
equivocan y que caen en la trampa del delito, pueden ayudar a encontrar
formas de pagar por lo que han hecho, que no destruyan su dignidad y su
capacidad para ser responsables.
7- La importancia de la revisión justa y proporcionada de lo que se hace
Nuestro sistema tiene formas de recurrir y de revisar las sentencias en varias
instancias, con el sano propósito de evitar injusticias. Pero no parece que
funcionaran bien. Se trata de procesos largos, costosos y con frecuencia
contraevidentes y contradictorios, sin que queden sabores de sabiduría, de
verdad o de jurisprudencia en ellos. Parecieran torneos de debate o de
resistencia u oportunidades para imponer modos de pensar o ideologías. Se
trata de un sistema de instancias muy tecnológico y especializado, que se basa
en las habilidades en el uso de la palabra, en el manejo recursivo de los
argumentos y poco en hallazgos sobre la verdad y la justicia.
Que las instancias y las revisiones sean como montañas atractivas que se pueden
atravesar en búsqueda de valles ricos y fértiles
Propongo que el sistema para allegar pruebas y para encontrar la verdad,
permita en sí mismo, instancias. Es decir, momentos de revisión y de
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recapitulación, coordinados por los jueces, en los cuales se vaya observando
cómo se desarrolla el caso, cómo se va descubriendo la verdad, de forma que las
partes puedan escuchar, ser escuchadas, preguntar y revisar. En esta forma las
partes van llegando a acuerdos, por lo menos, al nivel de sus consciencias
internas, sobre la sabiduría de lo que está ocurriendo y ello va a contribuir a su
propia aceptación y a su convencimiento interior.
8 – La importancia de la empatía, de sentir al otro
El sistema judicial está dedicado a una causa muy noble: evitar que las personas
resuelvan sus dificultades de manera arbitraria: recurriendo a la violencia,
usando la venganza, utilizando la fuerza y el poder. Para ello debe dar a las
personas una sensación de justicia y de cercanía, de fuerza social, de coherencia.
Pero da la impresión de que este sistema es ciego, indiferente, severo, sordo,
ausente, alejado, inalcanzable, incapaz de acercarse a lo que sienten las
personas. Da la impresión de que par este sistema, el otro no es importante. Y el
otro es el otro en todas sus dimensiones: culpable e inocente; víctima y
victimario; juez y partes; fuerte y débil; sabio e ignorante.
Propongo que la empatía sea la máxima habilidad que practiquen los
responsables de este sistema: es decir, la habilidad para sentir y experimentar lo
que el otro siente; para ponerse en el lugar del otro; para identificarse con él. En
esta forma de acercamiento, se experimenta el máximo sentido del equilibrio
social y el máximo sentido de la justicia. Y no es algo imposible. En realidad es
bastante sencillo practicar esto. Ello permitiría recuperar el sentido de dignidad
y de armonía a la nación. Y no es idealismo inocentón. Es realismo puro, el que
permite usar a plenitud las capacidades más brillantes, excelsas y
evolucionadas del sistema nervioso, que son las de la empatía y el amor.