La felicidad absoluta es imposible para los seres humanos. En su lugar, debemos enfocarnos en mantener la alegría y buscar satisfacciones a través de experiencias de vida, incluso las malas, ya que nos ayudan a apreciar mejor los momentos buenos. Además, la felicidad depende de factores concretos como las relaciones sociales, no de cosas abstractas como el dinero.
2. La felicidad
El humorista Jardiel Poncela decía: “ Si quieres ser feliz como me
dices, no analices”.
Sin embargo, en una ocasión le preguntaron a Bertrand Russell: “ Si
te dieran a escoger entre saber más o ser feliz, ¿que preferiría?” y
Russell respondió: “ Es extraño, pero preferiría seguir
aprendiendo”.
La clase de pensamiento que se elabora en la reflexión ética, el que
no está relacionado con una acción concreta, puede provocar un
vértigo temible.
3. En realidad, relacionamos la felicidad con el transcurso o el
resultado de alguna actividad nuestra. Y aunque, en muchas
ocasiones, actuar nos dé problemas y disgustos, en el fondo
parece que nos compensa, porque no queremos abandonar el
juego. No queremos dejar de vivir de hacer, aunque pueda
dolernos. A veces si que nos asustamos y damos un paso atrás,
pero nadie quiere renunciar del todo a la libertad de actuar y de
hacerse preguntas.
Entonces para ser felices también tenemos que vivir
malas experiencias, si fuéramos felices
constantemente no distinguiríamos la felicidad.
4. Lo propio de los seres humanos, su mayor aspiración, quizá no sea la felicidad,
sino conservar la alegría.
Quien dice que ama la vida debe hacerlo con todas sus consecuencias. Hay que
luchar contra lo que nos gusta de la vida, pero no aplazar el amor que podemos
sentir por ella: pese a todo lo negativo siempre es mejor participar de la vida
que no estar en el mundo.
Además las cosas malas de la vida nos ofrecen un contraste que intensifica y
mejora el sabor de las buenas. Si nos faltara ese contraste, nos faltaría la
experiencia, Es gracias a la madures y ala experiencia de la vida que
aprendemos el valor de cada cosa. Lo mismo sucede con la alegría y la felicidad.
Es decir, somos felices porque nos arriesgamos
5. No podemos imaginar una vida sin muerte, pero si sabemos que la muerte le
da el picante a la vida, su sabor especial.
Entonces la felicidad absoluta es imposible, siempre vamos a
pedir más.
Los ideales humanos se parecen al horizonte. Nadie puede alcanzar el
horizonte, pero podemos andar hacia él, y merece la pena encaminarse
hacia allí, porque sólo así avanzamos como personas, como sociedad y como
especie.
Los seres humanos nos vamos volviendo más exigentes con las libertades
porque vamos conociendo más cosas y por eso no se nos puede saciar del
todo, mientras estamos vivos vamos a exigir siempre mejoras
El problema es que la felicidad no es solo una palabra. Hay que
imaginar un contenido.
6. Es verdad que a medida que aumenta nuestro nivel de vida somos más
exigentes, buscamos más y mejores satisfacciones, nos cuesta más sentirnos
satisfechos.
A medida que disminuyen las molestias, el más pequeño inconveniente se
vuelve insoportable.
La palabra felicidad es demasiado ambiciosa. La autentica felicidad exigiría ser
invulnerable, que el futuro no te pudiese afectar.
La felicidad es un estado exagerado para una criatura mortal. Lo que los seres
humanos buscamos es algo de satisfacción. Satisfacción fisiológica, pero
también a otros niveles: cultural, afectiva,...Las satisfacciones tienen fecha de
caducidad, pero son un objetivo vital mas modesto, más realista que la
felicidad.
7. En el momento en el que la gente empieza a vivir bien, como se pierde la
capacidad de resistir las molestias y las complicaciones, hay personas que se
imaginan viviendo en un mundo insoportable. Son personas que te
preguntan: “¿ Usted cree que se puede ser alegre en este mundo?”. Apetece
responderles que viven en el mejor de los mundos conocidos, que no hay otro
sitio, ni por supuesto otra época en los que se haya vivido mejor.
Pero claro, solo podemos valorar la realidad comparativamente, y muchos
ciudadanos solo pueden valorar la vida de Occidente.
8. ¿El dinero da la felicidad?
El dinero, como decía Schopenhauer, es una felicidad
abstracta. El dinero es una promesa de felicidad mientras
lo tienes en el bolsillo, pero eres feliz porque lo puedes
transformar en cien cosas distintas. Por esta felicidad
abstracta empieza a darte problemas cuando intentas
concretarla.
Quizá deberíamos acostumbrarnos a formas concretas de
felicidad más sociables.
Además, si la felicidad fuese tener veinte millones en el
banco ya se sabría a estas alturas de la vida y de la
sociedad, Pero lo que todos sabemos es que no es así, que
la alegría viene de las cosas concretas, y no de las
abstractas.
9. La diferencia esencial entre
una persona culta, y una
persona inculta es que
cuanto menos sabes, mas
tienes que gastar para
divertirse.
En cambio, las personas
cultas puede pasear con
provecho, conversas, ver
museos... Van produciendo
por sus propios recursos
momentos agradables que
les salen prácticamente
gratis.