Características del historicismo en arquitectura y su evolución hacia el eclecticismo
• Se ha producido la Revolución Industrial
y con ella sus avances técnicos y la
economía capitalista.
• Se ha producido la Revolución Francesa y
el periodo de las llamadas Revoluciones
se extenderá hasta bien entrado el siglo.
• Es el siglo del despertar de los
nacionalismos.
• La burguesía liberal alcanzará el poder
político y sus valores se impondrán a la
sociedad.
• Paralelamente nace la clase obrera y su
problemática.
• La población aumenta como nunca hasta
ahora, las ciudades crecen…
• Las potencias europeas dominarán el
mundo a través del imperialismo.
El siglo XIX va a ser un siglo de grandes cambios económicos, sociales y políticos
que transformarán el mundo y que tendrán su correspondiente reflejo en el mundo
del arte:
Por otro, existirán resistencias a esa nueva
arquitectura, considerada como “fea”,
carente de estilo, lo que desembocó en la
valoración de la tradición arquitectónica y en
la búsqueda de soluciones en el pasado, lo
que dará lugar a diferentes revivals, que
darán lugar al historicismo.
En el campo de la arquitectura, el impacto de la Revolución Industrial será decisivo.
Las nuevas posibilidades técnicas que abre y los nuevos materiales industriales supondrán
un punto de inflexión fundamental:
Por un lado, se desarrollará la llamada
arquitectura del hierro, a partir de las
posibilidades que abrían los nuevos
materiales como el hierro y el cristal.
La nueva sociedad burguesa
precisará de una respuesta
arquitectónica a sus
necesidades y a lo largo del
siglo XIX se irán buscando las
soluciones adecuadas.
Todo este periodo estará
marcado por la oposición
entre la tradición
arquitectónica y las nuevas
técnicas, materiales y
necesidades, consecuencia de
la revolución industrial.
A lo largo de este siglo
convivirán dos tendencias
artísticas:
• La arquitectura historicista,
que derivará en el
eclecticismo
• La arquitectura del hierro.
El estilo arquitectónico predominante hasta comienzos del siglo XIX era el neoclasicismo,
acorde con los principios de la Ilustración y las formas e ideales clásicos grecorromanos e
impulsado por los gobernantes y las Academias en las que se formaban los arquitectos.
Era una arquitectura que miraba al pasado clásico grecorromano y con pretensiones de
racionalidad y universalidad.
Karl Fiedrich Schinkel: Edificio de la Nueva Guardia, Berlín, 1818
Durante los primeros decenios del siglo XIX las formas neoclásicas siguieron inundando las
principales capitales europeas, en un afán de rememorar las glorias y virtudes de la época
clásica.
A lo largo del siglo estas formas entrarán en crisis, en gran medida por el encorsetamiento
que suponían las normas impuestas por las Academias, que limitaban la creatividad de los
arquitectos al estricto empleo de las normas y órdenes clásicos.
Leo von Klenze: Monumento al Walhalla. 1830-42
Al abandonar las propuestas
neoclásicas, los arquitectos
tradicionales del siglo XIX tendrán
serias dificultades para encontrar un
lenguaje apropiado para responder a
los cambios sociales que se habían
producido, especialmente al impacto
de la arquitectura industrial.
Tratarán de buscar su inspiración en
el pasado, en la tradición
arquitectónica.
Catedral de Sofía. 1882-1912
Palacio de Westminster. Londres. 1840-55
Por otra parte, las poderosas
clases burguesas que dominarán
la sociedad en el siglo XIX
también desean una expresión
artística propia, alejada tanto
del feismo de las nuevas
propuestas de la arquitectura
del hierro como del estilo
neoclásico:
• Verán en la recuperación de
las formas del pasado un
modo de demostrar el
prestigio social y económico
que han alcanzado.
• Estos códigos artísticos,
basados en la tradición,
sirven a la burguesía
capitalista, industrial (y
conservadora, porque ha
conseguido el poder), y
suponen una forma de
hundir sus raíces en el
pasado, de “ennoblecerse”.
Se desarrollará así una arquitectura conocida como “historicista”, que designa una serie
de estilos que muestran un especial interés histórico por las manifestaciones artísticas
del pasado e incluso de otras civilizaciones extraeuropeas, recuperando sus formas.
Charles Barry y Augustus Pugin: Palacio de Westminster, 1836-70
John Nash: Royal Pavilion, Brighton, 1815-1823
Desde comienzos del siglo XIX, en
Europa se manifiesta un fuerte
deseo de rescatar su pasado
medieval y un interés por otras
culturas, así como de abandonar
los motivos clásicos.
Los motivos de esta actitud son
múltiples:
• La búsqueda de un estilo
nuevo tras el abandono del
modelo clásico, y el rechazo de
su uniformidad.
• La desconfianza en los valores
de la Razón, y del arte a ella
asociados, que originaron los
desmanes revolucionarios y las
guerras napoleónicas.
• El surgimiento del
Romanticismo y el interés por
el pasado histórico de los
pueblos.
Caspar David Friedrich: El soñador (Las ruinas de Oybin), 1835
• Los sentimientos
nacionalistas, que llevan a
una identificación con el
pasado histórico de los
pueblos europeos y a la
búsqueda de estilos
históricos considerados como
señas de identidad del país,
como su arte medieval.
• La revitalización religiosa tras
la Restauración y la
Revolución Industrial, que
ahonda en las raíces
tradicionales del pasado
europeo cristiano y su arte
medieval.
• La valoración de la tradición
artesanal medieval frente al
maquinismo industrial.
• El interés por las culturas
exóticas, propio de la época
del naciente imperialismo. Caspar David Friedrich: La tumba de Hutten, 1823-24
La vuelta al pasado que había supuesto el neoclasicismo derivó también en un interés
por el pasado de los pueblos y por la arqueología, pero no solo hacia el pasado clásico
de la antigüedad, sino también a otros pasados de las naciones europeas,
especialmente al medieval, y a pasados exóticos de otras culturas.
Ese retorno al pasado está
íntimamente ligado al surgimiento
del Romanticismo.
La desconfianza del Romanticismo
hacia la Razón y con ello hacia el
estilo clásico, asociado a la idea de
racionalidad, dio paso al interés
por las arquitecturas medievales
que rompían el canon del
clasicismo.
Por ello, los arquitectos hicieron
resurgir las formas góticas,
románicas, islámicas, bizantinas o
incluso de las culturas exóticas de
los imperios de las potencias
coloniales.
Frente al arte oficial de las
Academias, se pretenden recuperar
las raíces genuinas de los pueblos,
presentes en la etapa medieval, y
alejarse de la influencia del
clasicismo.
Christian Jank: Castillo de
Neuschwanstein,
Baviera, 1869-86
El proyecto imperial
napoleónico y de
homogeneizar la
cultura y el arte
contribuyó también a
la aparición de
sentimientos
nacionalistas en todos
los países ocupados,
que, progresivamente,
iniciaron una
búsqueda en el pasado
de sus propios estilos
autóctonos,
destacando entre ellos
el gótico.
Se pretende recuperar
las raíces genuinas de
los pueblos, presentes
en la etapa medieval, y
alejarse de la influencia
italiana.
John Constable: La Catedral de Salisbury, 1820
Caspar David Friedrich: Abadía en el robledal, 1809
Por otra parte, frente a los
valores laicistas y ciudadanos
de la Ilustración, asociados al
arte neoclásico, o a los
nuevos valores mundanos y
materiales del mundo
industrial (y a la pretendida
descristianización de las
clases obreras), renace una
nueva espiritualidad que
pretende volver a los
tradicionales valores
cristianos de la civilización
europea, anteriores a las
crisis religiosas de la Edad
Moderna.
Ello supondrá una
revitalización de estilos
como el románico o el
gótico, símbolos de un
pasado glorioso, de una
Europa unida bajo una
misma civilización cristiana.
Paralelamente (aunque ya se había iniciado en el rococó), la cultura europea desarrollará
un gran interés por los mundos exóticos y lejanos, que van conociendo a partir de su
expansión colonial, que permitió un mejor conocimiento de culturas lejanas y que
empezarán a influir en el arte occidental.
Pagoda china. Kew
Gardens. Londres.
William Chambers. 1761
Royal Pavilion de Brighton. John Nash. 1815-23
Frente a la pretensión de universalidad del estilo neoclásico, el Romanticismo entenderá ese
deseo como una homogeneización y uniformización en el arte.
Por ello, el acento ya no se pondrá en un estilo único sino en lo plural, lo subjetivo, de
modo que las fuentes de inspiración y los repertorios se ampliarán en gran manera, dando
lugar a diferentes historicismos, a un resurgimiento de esos estilos basados en pasados
diferentes.
Sinagoga de Budapest
Parlamento de Westminster
Sagrado Corazón de París
En cualquier caso, los
arquitectos historicistas
siempre fueron
conscientes de estar
empleando formas y
estilos del pasado en el
siglo XIX, por lo que en
ocasiones también van a
aprovechar los hallazgos
tecnológicos de la
sociedad industrial y de
la arquitectura del
hierro.
A pesar del aspecto
exterior de carácter
historicista, algunos
arquitectos utilizaron las
nuevas técnicas
constructivas que
permitían el empleo del
hierro y otros
materiales, para levantar
los nuevos edificios.
Estudio de
Viollet le Duc
para un
auditorio,
empleando
sistemas
constructivos
góticos,
junto con
nuevos
materiales
como hierro
y ladrillo.
Esta corriente arquitectónica, que recibe el nombre de “Historicismo”, se caracteriza por el
“revival” de distintos estilos históricos o de procedencia exótica: intenta recuperar
formas arquitectónicas de otras civilizaciones o antiguas, creando nuevos estilos a los que
se llamará “neos:” neo-gótico, neo-barroco, neo-románico, neo-mudéjar, neo-indio, neo-
egipcio…
Medical College. Richmond, Virginia. 1845
Catedral de San Patricio. New York. 1878
Iglesia de Santa María y de San Nicolás,
Wilton, Wiltshire
Biblioteca de Sarajevo, 1896
Castillo de Neuschwanstein.
Baviera. 1869…
• Rechazo al academicismo
clasicista de tradición italiana y
búsqueda de una expresión de
un nuevo espíritu más libre.
• El interés por el estudio de
estilos históricos llevó a la
reproducción de formas
arquitectónicas del pasado.
• Se trata de imitar estilos
arquitectónicos de otras épocas,
reinterpretados con algunas
características culturales
propias del siglo XIX.
• No se limita a copiarlos, sino
que utiliza su lenguaje estético
en los nuevos edificios.
• Uso de formas y fórmulas
pertenecientes al pasado
artístico, por lo que ha sido una
arquitectura poco valorada.
Palacete Laredo, Alcalá de Henares. 1882
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES:
Estación de St. Pancras. Londres. 1868
• Es un tipo de
arquitectura que se
preocupa
esencialmente del
aspecto exterior de los
edificios sin que haya
siempre una verdadera
correspondencia con el
interior o con su
estructura.
• En algunas ocasiones
frente a la apariencia
externa del edificio, se
incorporarán en sus
estructuras nuevos
materiales como el
hierro.
• Serán edificios de gran
acogida entre las clases
burguesas del
momento.
Henri-Jacques Espérandieu, Léon Vaudoyer:
Catedral de Marsella, 1852-93CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES:
Georg von Dollmann: Palacio
Linderhof, Baiviera, 1886
El “neogriego” fue un revival que continúa la
tradición clásica anterior, pero haciendo un
especial hincapié en la tradición de los
templos griegos clásicos, frente a los modelos
clásicos de tradición italiana o palladiana.
Tuvo gran desarrollo en Inglaterra, EEUU y
Alemania, en gran medida por los viajes del
Grand Tour, la llegada de los mármoles del
Partenón al Reino Unido y por la simpatía con
el movimiento nacionalista griego.
Nª Sª de Laeken,
Bruselas.
Consagrada en
1872
William y Henry Inwood: Iglesia de St. Pancras , Londres, 1819-22
Robert Smirke: Museo Británico, Londres, 1823William Strickland: Second Bank of the United States,
Filadelfia, 1818-24
El “neogótico” fue el
historicismo más difundido en
la primera mitad del siglo XIX,
en gran medida paralelo al
Romanticismo, al evocar una
Edad Media que entonces
estaba siendo reivindicada, y al
despertar de los sentimientos
nacionales.
Frente al clasicismo francés
que pretendía imponer
Napoleón, numerosos países
volvieron sus ojos a su pasado
medieval.
Esto fue especialmente así en
Reino Unido, donde el gótico
nunca se había abandonado del
todo, y en Alemania, al
considerarlo un símbolo de su
pasado glorioso medieval, por
lo que la recuperación de esas
formas fue rápidamente
aceptada .
Joseph Poelaert: Nª Sª de Laeken,
Bruselas. Consagrada en 1872
También influyeron en su desarrollo los escritos de John Ruskin y Augustus Pugin y su valoración
de la artesanía propia del gótico y los gremios medievales, frente al maquinismo e
industrialismo, que rechazaban.
En sus escritos expresaban su admiración no solamente por el arte medieval, sino por todo el
"espíritu medieval", afirmando que la arquitectura gótica era el producto de una sociedad más
pura.
Además, el gótico fue considerado como especialmente adecuado para la arquitectura religiosa,
como paradigma de la arquitectura cristiana, frente al laicismo, que se identificaba con las
formas neoclásicas, llegando a tildar al arte clásico y académico de “pagano”.
George Gilbert Scott: Universidad de Glasgow, 1870
En el Reino Unido, la tradición gótica
se había mantenido muy viva y era
considerado como un arte nacional.
Además, la concentración obrera en
las ciudades industriales, con su
potencial revolucionario, generaba
una preocupación en la burguesía,
que encontró la complicidad de la
Iglesia para lanzar una campaña de
recristianización de la sociedad
Se plantea un retorno al primitivo
cristianismo y la arquitectura gótica
era para ellos el paradigma del
edificio religiosos donde el culto
primitivo recuperado hallara su
espacio de representación idóneo.
Su ideal era la recuperación de la
sociedad medieval cristiana, desde
una posición nostálgica que
rechazaba la sociedad de su tiempo,
a la vez que al clasicismo por su
significado pagano.
Robert Lewis Roumieu : Iglesia de San Marcos,
Royal Tunbridge Well, Kent, Reino Unido, 1866
Uno de los ejemplos más característicos es el "Parlamento de Westminster" en Londres,
de Charles Barry, que mezcla planteamientos clasicistas (simetría, regularidad de la
planta), junto con un aspecto general y una decoración gótica, que fue realizada por
Augustus Pugin.
Combina una tendencia a la horizontalidad con torres de formas y alturas diversas,
pináculos o remates en forma de agujas, que acentúan la verticalidad.
Es una reinterpretación de las formas del gótico perpendicular inglés.
Charles Barry y Augustus Pugin: Palacio de Westminster, 1836-70
Tras el incendio de 1834, se realizó
un concurso que exigía que el
palacio se reconstruyese siguiendo
el estilo gótico o el isabelino (de la
época de Isabel I), pues debían
reflejar el origen de las Cámaras
y las Libertades inglesas, que
hundían sus raíces en los tiempos
medievales.
Se escogió el proyecto de Barry y
Puguin, de aspecto goticista, pues
ese estilo era considerado como un
símbolo nacional inglés frente al
clasicismo academicista,
interpretado como afrancesado.
En él se conjugan la visión clasicista
y equilibrada de Barry con el
interés por el gótico de Pugin, que
consideraba ese estilo como el
único lo bastante elocuente como
para expresar los hondos
sentimientos religiosos del
cristianismo, un arte cargado de
valores espirituales. Charles Barry y Augustus Pugin: Palacio de Westminster, 1836-70
Charles Barry y Augustus Pugin: Palacio de Westminster, 1836-70
Barry situó la ubicación del Trono
del Soberano, la Cámara de los
Lores y la Cámara de los
Comunes en una línea recta,
vinculando así los tres elementos
del Parlamento en forma continua.
En su diseño, equilibra lo
horizontal (que enfatizaba con
bandas continuas de
revestimiento) con lo vertical (que
marcaba con torrecillas que
terminaban muy por encima de las
paredes).
A pesar de su aspecto exterior
gótico, en su construcción se
emplearon modernas tecnologías
de grúas móviles y encofrados, así
como un basamento de piedra y
hormigón y pilares y cerchas de
hierro fundido, considerándose,
asimismo, aspectos como la
ventilación del edificio y su
resistencia a los incendios.
Charles Barry y Augustus Pugin: Palacio de Westminster, 1836-70
Numerosas torres, de
diferentes formas,
volúmenes y alturas,
así como pináculos y
agujas, ofrecen un
contrapunto vertical y
goticista a la
horizontalidad
dominante en el
edificio.
Las tracerías y
ventanales divididos
por delgados maineles
se inspiran en el gótico
perpendicular inglés,
estilo asociado a
Westminster, debido a
su utilización en la
capilla de Enrique VII
de la vecina Abadía de
Westminster.
Charles Barry y Augustus Pugin: Palacio de Westminster (Salón Westminster visto desde el sur) , 1836-70
La ornamentación, obra de Pugin, supone el contrapunto goticista a la simetría y aspecto
clásico del edificio.
En Francia el neogótico se
difundió en parte como un
intento de revitalización del
catolicismo tras el laicismo
revolucionario.
La Restauración de los Borbones
permitió a los jóvenes arquitectos
volver a conectar con el pasado
artístico del reino de la Francia
medieval, en especial con el estilo
gótico francés del siglo XIII.
La figura fundamental será
Eugène Viollet-le-Duc, que fue un
gran estudioso del arte gótico y
procedió a la restauración de
algunas de las principales
catedrales góticas francesas, de
las que tomó sus formas e impulsó
el revival de las formas góticas.
Consideraba al estilo gótico como
un modelo de lógica constructiva
y ejemplo de arte colectivo.
Henri Grégoire: Fachada occidental de St. Ouen, Ruan,
1845-1852
Desde una perspectiva positivista, realizará una interpretación racionalista de la arquitectura
medieval (también del románico), estableciendo los fundamentos para que las restauraciones
se hiciesen, en la medida de los posible, lo más ajustadas a los planes del supuesto estado
original del edificio, legitimando así al arquitecto para crear elementos supuestamente
desaparecidos.
Restauración de la Sainte Chapelle,
París.
Violet llegará a la conclusión de que, al
margen de su simbología nacional o religiosa,
el gótico es el estilo que mejor se adecua a
las nuevas formas constructivas, ya que su
sistema de equilibrios tenía en las nervaduras
de las bóvedas su base organizativa y ello es
un modelo racional que se compagina muy
bien con el hierro y con las necesidades de
grandes espacios de la sociedad del XIX.
En sus proyectos pretendió adaptar la
solución estructural gótica con arbotantes,
bóvedas de crucerías y nervios a los tiempos
modernos, empleando los nuevos materiales
derivados de la Rev. Industrial, como el
hierro y mostrando la estructura del edificio
de un modo racionalista.
Para él, la lógica estructural de la
arquitectura gótica la convertía en un
ejemplo para el presente, el cual debía
asimilar sus principios y utilizar los nuevos
materiales sin renunciar a la claridad y
sinceridad medieval.
Proyecto para auditorio. Viollet-le-Duc
Francia: Castillo de Abbadie, Hendaya, 1860
Santa Clotilde, París, 1846-57Iglesia de San Pablo. Estrasburgo. 1892
El neogótico tendrá especial relevancia en Alemania, al unirlo a su pasado nacional y
considerarlo manifestación del espíritu germano.
Ayuntamiento de Munich, 1867
El “neoindio”, se desarrollará sobre todo en Inglaterra, consecuencia de la colonización del
subcontinente.
El edificio más representativo será el Pabellón Real de Brighton, de John Nash (1815-22),
en el que, empleando también materiales modernos como columnas, vigas y barandillas
de hierro colado, se aprecia la influencia del exótico arte de la India en su colorido, las
cúpulas bulbosas, los minaretes o su apariencia general oriental.
.
También se desarrolló el “neorrománico”, muy difundido en Alemania como símbolo del
pasado glorioso alemán del Sacro Imperio Romano Germánico.
Basílica de Covadonga (1901)
Iglesia de San Mateo. Berlín (1844-46)
En Alemania se desarrollará un estilo ecléctico entre el neorrománico y el neorrenacentista
conocido como “Rundbogenstil”, o “estilo de arco redondo o de medio punto”, que tendrá
gran presencia en la remodelación de Munich llevada a cabo por Luis I y Maximiliano II.
Friedrich von Gärtner : Biblioteca Estatal de Baviera, Munich, 1832-43
El “neoárabe” y “neomudéjar” se
emplearán muy habitualmente en
España (también en otros países),
recuperando formas de la arquitectura
árabe o mudéjar y empleando ladrillo
y decoración con cerámica vidriada,
como ejemplos de arquitecturas
nacionales basadas en la historia
propia.
Se empleó mucho en plazas de toros o
sinagogas.
Sinagoga de Budapest, 1854-59
Teatro Falla. Cádiz. 1884Biblioteca de Sarajevo, 1896
También tendrá gran éxito en España,
como estilo nacional propio, el llamado
neoplateresco, que retoma formas y
elementos decorativos de la
arquitectura plateresca.
Estación de tren de Zamora
Aníbal González: Casa para Dolores Miravent en
Don Alonso El Sabio 8, Sevilla.
También se difundieron otro tipo de “neos”:
“Neochino”, frecuente en
Inglaterra, a modo de
pequeños pabellones
(kioskos o pagodas) que se
instalaban en los jardines.
“Neoegipcio”, que fue
introducido tras las
campañas de Napoleón.
Neobizantino
Catedral católica de Westminster, Londres
Egyptian Building del Medical College de
Virginia (1845), Richmond.
Pabellón chino. Laeken. Bruselas. 1890
Con el historicismo, un arquitecto podía inspirarse en un edificio o en una época que no
tenía por qué ser necesariamente Grecia o Roma, sino la Edad Media, el Renacimiento,
pero también el arte del Antiguo Egipto o la arquitectura árabe o hindú, según sus deseos.
Con el tiempo, los arquitectos fueron liberándose de un único referente estilístico y
abordaron sus proyectos con mayor libertad, tomando elementos de origen diverso y
reuniéndolos en un solo edificio, dando lugar al llamado eclecticismo.
Petre Antonescu :Palacio Kretzulescu. Bucarest, 1902
Persuadidos de que la
arquitectura debía
responder a las claves de
su tiempo, los arquitectos
optaron por el
eclecticismo, por la
selección de aquellos
aspectos útiles que la
historia les ofrecía, pero
dispuestos con un nuevo
orden, de modo que se
adaptara a las necesidades
de la sociedad del siglo
XIX.
De este modo, apoyándose
en la Historia, pero sin
repetirla, la arquitectura
ecléctica ofrecía un
concepto y una imagen
absolutamente renovada,
original, propia e
inconfundible del siglo XIX.
Louis Joaquim T. Visconti y Hector M. Lefuel: Nuevo Louvre, 1852-27
Desde el Renacimiento, la arquitectura
había vivido del legado grecorromano;
ahora era necesaria una nueva
respuesta, que no parecía hallarse.
Los arquitectos, una vez abandonados
los principios del neoclasicismo,
inicialmente volvieron sus ojos al
pasado medieval o exótico, a los
historicismos.
Tras la revalorización y
experimentación de diferentes estilos
históricos, los arquitectos –en vez de
seguir canónicamente las normas de
cada historicismo- comenzaron a
ensayar la combinación libre de
lenguajes y formas históricas
diversas.
En principio, el eclecticismo se
planteó como una solución de
compromiso hasta que se lograra un
estilo acorde con el espíritu propio
del siglo XIX.
Carlos Agote y Alberto Gainza, Casa de la Cultura, Buenos Aires, 1898
Sin atreverse a emplear el lenguaje
de los ingenieros, la arquitectura del
hierro (considerada como fea),
muchos arquitectos deciden
experimentar libremente la
combinación de formas sancionadas
como válidas históricamente, lo que
tenderá a cristalizar en el
eclecticismo.
Es, precisamente, esa combinación
dispar de lenguajes y formas de
origen histórico, lo que otorga una
cierta coherencia de estilo al
eclecticismo del siglo XIX.
El eclecticismo radica más en el
edificio (y a veces en el cliente) que
en el propio arquitecto, que puede
sentirse cómodo manejando e
integrando diferentes lenguajes e,
incluso, proponiendo al cliente
distintas soluciones basadas en
diferentes combinaciones de estilos y
elementos históricos.
Edificios en Amberes,
Cogels Osylei
El término proviene del
griego “ἐκλεκτικός”, “el
que escoge.”
Esta es la característica
fundamental de este estilo:
combinar de modo
creativo formas
procedentes de diferentes
estilos y fundirlos en una
síntesis nueva en el
edificio.
Los arquitectos eclécticos
tienen una voluntad
consciente de desarrollo
de un nuevo lenguaje
adaptado a su época, a
través de la combinación
de estas formas del
pasado, formas que no son
originales, creando algo
nuevo.
Antonio Palacios: Palacio de Comunicaciones, Madrid, 1919
Michel Pacewicz: Edificio “El
Moderno”, Vigo, 1897-1902
Estas soluciones son acordes con el propio pensamiento de la época. Ya comienzos de siglo,
el filósofo francés Cousin propuso como más adecuada la combinación armónica de los
elementos positivos de las filosofías del idealismo, sensualismo, escepticismo y misticismo.
"Nadie parece haber tenido aún la
idea de recoger de cada uno de los
estilos arquitectónicos del pasado
lo útil, ornamental, científico, de
buen gusto y reunirlo con nuevas
formas y disposiciones, haciendo
nuevos descubrimientos, nuevas
conquistas, nuevos productos
desconocidos en otros tiempos. y
una arquitectura que, nacida en
nuestro país, desarrollada en
nuestro suelo, en armonía con
nuestro clima, instituciones y
costumbres, fuese a la vez elegante,
apropiada y original, y que
mereciese verdaderamente ser
llamada "nuestra.“
Thomas Hope: "An Historical Essay on
Architecture“, 1835. Jacques Dunant y Gastón Mallet:
Centro Naval, Buenos Aires, 1914
Sobre este estilo se producirá un intenso debate en la sociedad europea.
"Es lo cierto que el carácter de la
Arquitectura de nuestros días, tal
cual aparece en algunas fábricas,
consiste en no tener ninguno; en su
misma vaguedad; en la confusión
de todos los estilos; en la manera
extraña de mezclarlos y construir
con ellos un conjunto heterogéneo
que sorprende por la novedad,
aunque no satisfaga la imaginación
ni el buen sentido. Bástale hacer
alarde de su emancipación;
mostrase atrevida y caprichosa,
cosmopolita y variada en sus
inspiraciones. Cuando no imita al
pasado, busca la originalidad en
aprovecharse de sus despojos y
ajustarlos mutilados a una
combinación en que se consulta
primero el capricho que la filosofía;
antes lo extraño y exótico, que lo
agradable ya conocido“.
José Caveda y Nava. Memorias, 1867
"Nuestro siglo tiene un espíritu de asimilación que puede
fácilmente comprenderse, sin más que visitar el gabinete de una
persona de aficiones artísticas... Al hombre de nuestro siglo
parece no le basta lo presente. Ávido de emociones lleva al
concurso de sus deseos, nunca saciados, lo moderno y lo antiguo;
lo nacional y lo extranjero; el arte y la industria; y en su propósito
de buscar la belleza en esta novedad, cuya unidad está sólo en el
afán por lo bello que siente y no acierta a definir...Es un
eclecticismo inconsciente el de nuestra vida moderna, que
sintetiza el único carácter que puede llamarse propio de nuestro
siglo... El arte arquitectónico de nuestro siglo tiene que ser
ecléctico confundiendo todos los elementos de todos los estilos
para producir composiciones híbridas, en que no se encuentre un
pensamiento generador y dominante... Ecléctico también puede
ser el arte aun mezclando en un solo edificio elementos de estilo
diverso; pero en saber combinarlos de modo que resulte un todo
homogéneo y armónico está el secreto, que sólo al verdadero
talento artístico es dado penetrar. El eclecticismo, pues, así
entendido, forma a nuestro juicio la nota característica de la
arquitectura de nuestra época, sin que esto sea obstáculo para
que pueda formarse andando el tiempo y pasado el período de
transición que atravesamos, un estilo propio, con peculiares
características de originalidad.“
Juan de Dios de la Rada y Delgado, 1882: "Cuál es y debe ser el carácter propio de la
arquitectura del siglo XIX" , discurso Academia de San Fernando
Hunde sus raíces en
la arquitectura historicista, pero
se centra principalmente en la
combinación de corrientes
arquitectónicas del pasado,
existiendo una voluntad
estilística consciente de
búsqueda de un nuevo lenguaje
a través de formas que no son
originales.
El eclecticismo se desarrollará
especialmente a partir de mitad
del siglo y será un estilo muy
habitual en las viviendas
burguesas que se construían en
los ensanches de las ciudades,
en palacetes en el centro de la
ciudad y en sus grandes edificios
públicos, como muestra de su
poder y riqueza y hundiendo
sus raíces en la tradición
arquitectónica.
Casas gemelas
Cluj
Frans Van Dijk: Grand Hotel Metropole, Amberes, 1899
Su éxito y su particularidad se basaba en la posibilidad de escoger para cada caso la opción que
mejor se adaptara a los fines de la obra, de acuerdo con el gusto del cliente o del arquitecto,
permitiéndose combinar distintos estilos a la vez sin dar lugar a aparentes problemas de
coherencia estilística.
Jan Zawiejski: Teatro Slowacki, Cracovia, 1893
Para adaptarse a las necesidades del momento, también supo aprovechar y poner a disposición
de la obra las nuevas técnicas y materiales de la arquitectura industrial:
No sólo retomará elementos de la arquitectura clásica, sino que también hará uso frecuente de
los nuevos materiales propios de la revolución industrial: el hierro, el cristal y –más tarde- el
hormigón.
Ignac Alpári:Casas gemelas, Cluj, Rumanía, 1897-98
Pronto se convirtió
en la gran corriente
constructiva de la
segunda mitad del
siglo XIX, con gran
éxito entre las clases
burguesas de la
época, que habían
alcanzado el poder y
se habían vuelto
conservadoras,
aunque
posteriormente será
un estilo
despreciado.
Frente a la
arquitectura del
hierro, que suponía
una ruptura radical
con el pasado, el
eclecticismo se
apoyaba
fuertemente en él.
Palacio de la Diputación de Vizcaya, 1890
Construcción Torre Eiffel. 1887-89
Uno de los edificios más
representativos de esta
corriente es la Ópera de París,
de Charles Garnier, realizada
entre 1862 y 1875.
Es una construcción con gran
riqueza decorativa y de
materiales, que emplea
referencias formales de
diferentes estilos, de aspecto
espectacular, en el que
predominan los recuerdos
barrocos, por lo que también se
le califica como ejemplo de
estilo neobarroco.
Es un ejemplo no solo de la
riqueza de la alta burguesía que
dominó el II Imperio francés,
sino también de la importante
transformación urbanística
llevada a cabo en París por el
barón Haussmann, en la época
de Napoleón III.
Emplea una estructura de
acero e incluso hormigón,
pero la recubre de
ornamento con un
aspecto suntuoso, de
aspecto neobarroco,
utilizando también
elementos procedentes
del Manierismo italiano,
sin renunciar a elementos
franceses.
El propio Garnier,
consciente de su
eclecticismo, denomino el
estilo como “estilo
Napoleón III.”
Es un edificio que emplea
la tecnología moderna en
su construcción, pero que
se recubre de ornato y
materiales clásicos al
modo tradicional.
Está diseñada como una sucesión de
diferentes volúmenes, claramente
diferenciados en su forma, en clara
correspondencia con la función
interior de cada uno de ellos.
Escenario Auditorio Gran
escalinata
de acceso
Servicios
técnicos y
adminis
trativos
Vestíbulo y
Grand Foyer
Fachada
Acceso para abonados
Acceso para el emperador con
rampa para carruajes
Su espectacular fachada, de aspecto simétrico, recuerda en cierta medida a la del Louvre,
mediante una columnata monumental, si bien emplea diferentes tamaños de columnas y
combina diferentes materiales y colores.
Se estructura en dos plantas (una galería de acceso y la de la columnata), rematada con un
enorme friso corrido y lleno de decoración y se corona por una cúpula achatada, rodeada de
una corona imperial, tras la que se aprecia el frontón triangular del escenario.
El interior es monumental y lleno de
decoración, con unos impresionantes
vestíbulo, Grand Foyer (Gran salón), y
escalera monumental, que permite el acceso
al enorme auditorio en forma de herradura y
cubierto por la cúpula.
Su riqueza exterior e interior pretenden
deslumbrar al espectador y mostrar el poder
y esplendor del Segundo Imperio Francés y la
riqueza y lujo de la alta burguesía que lo
sustentaba.
En la parte de atrás, con un
lenguaje arquitectónico muy
sobrio, se ubican los servicios
técnicos y administrativos de
la ópera.
En los laterales unos volúmenes cilíndricos adosados permiten, uno el ingreso privado de
la élite social y los abonados, y el otro para el uso exclusivo del emperador, para lo cual se
le dotó de una rampa para carruajes.
A partir de modelos como este, este estilo de arquitectura (que algunos llamarán Beaux Arts -
pues está vinculado a la Escuela de Bellas Artes de París- o Segundo Imperio), se difundió por toda
Europa y América hasta comienzos del siglo XX. Combinaba elementos de estilos diferentes, muy
especialmente barrocos, renacentistas y clásicos, con una gran impronta francesa (como las
buhardillas o mansardas), con abundante decoración (a veces en el propio cemento). Se convirtió
prácticamente en un “estilo internacional”.
Tuvo un enorme éxito, pues satisfacía las apetencias de ostentación y riqueza de la alta
burguesía, a la vez que anclaba sus raíces en la tradición artística.
Sociedad Bilbaina.
Bilbao
Edificio Metrópolis.
Madrid