Tema 6 CUAL ES LA ULTIMA PONTENCIA DEL MUNDO.pptx.pdf
Celebracion penitenical-cuaresma-2015
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APÉNDICE
CELEBRACIÓN PENITENCIAL
PARA EL TIEMPO DE CUARESMA
Canto
RITO DE ENTRADA
Saludo (sacerdote)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
R./ Amén.
Que el Señor Jesús los encamine hacia el amor de Dios Padre
y les dé la perseverancia
para renovar su compromiso bautismal,
y que su amor misericordioso
descienda y esté con todos ustedes.
R./ Y con tu espíritu.
Monición (lector)
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para
cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide
nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó
primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de
nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.
Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos
sucede. (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2015, Vaticano, 4 de
octubre de 2014)
Oración (sacerdote)
Padre misericordioso y Dios de todo consuelo,
que quieres la conversión
y no la muerte del pecador,
ven en ayuda de tu pueblo,
para que se convierta a ti y viva.
Ayúdanos para que,
escuchando tu palabra,
reconozcamos nuestros pecados
y te demos gracias por el don recibido
y, siendo sinceros en el amor,
nos santifiquemos en Cristo, tu Hijo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
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LITURGIA DE LA PALABRA
Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto 5, 17-20
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo
se ha hecho presente. Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por
intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque es Dios el
que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los
pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación. Nosotros
somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por
intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar
con Dios.
Palabra de Dios.
Salmo 102, 1-4. 8-9. 11-12
R./ El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura. R.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente. R.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados. R.
Evangelio
Se puede hacer un canto apropiado.
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 2,1-12
Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en
la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta,
y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre
cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el
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techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla
con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus
pecados te son perdonados». Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su
interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede
perdonar los pecados, sino sólo Dios? Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así,
les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te
son perdonados", o "Levántate, toma tu camilla y camina"? Para que ustedes sepan
que el Hijo de hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al
paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». El se levantó
en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y
glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».
Palabra del Señor.
Homilía (sacerdote)
Se pueden usar estas u otras palabras que preparen a la comunidad para recibir el sacramento de la
penitencia. (P. Daniel Cavallo, Catequesis Radio María, 16/01/2015)
Los amigos que nos conducen a Jesús
Esta escena no sólo nos hace pensar en el milagro de Cristo, la curación, sino también en el rol
intercesor de sus amigos, y las palabras de Jesús “tus pecados quedan perdonados”.
Para Jesús curar es lo mismo que perdonar, y perdonar es curar. Lo que Dios busca con el
perdón de nuestros pecados, es ante todo, nuestra curación. En nuestra oración cada vez que
nosotros pedimos una gracia, estamos pidiendo, aun sin darnos cuenta, esta doble realidad
que Jesús nos concede: el perdón y la curación. Cuando nosotros decimos que Cristo nuestro
Señor vino a librarnos de todos los males y a vencer la batalla contra el pecado, estamos
diciendo que con ello las consecuencias (enfermedad, angustia, muerte) del pecado son
sanadas. A veces nosotros pedimos librarnos de esas consecuencias, pero lo importante es la
raíz, esta sanación que Cristo hace cuando perdona.
El hombre tiene hambre de la palabra, de alimento y de salud, y Cristo lo sabe. Estos camilleros
que provocan el encuentro frente a Cristo, escuchan lo que Jesús dice al paralítico “tus
pecados te son perdonados. Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra
el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla
y vete a tu casa”.
La Iglesia lo celebra y lo siente como fiesta, por eso el perdón vivido en comunidad es un
regalo de Dios. Todo este episodio habla de la solidaridad con el enfermo: los camilleros que
hicieron de intermediarios, Jesús como intermediario del Padre. Sin esta ayuda aquel paralítico
no hubiera encontrado la salud que necesitaba.
Jesús sana el cuerpo y cura el alma
El evangelio nos ayuda a tener esta mirada nueva de segunda oportunidad, cuantas veces sea
necesario para que nos encontremos con la misericordia de Dios. La dimensión del perdón de
Dios es una de las características esenciales de nuestra fe: “confieso ante Dios todo poderoso y
ante ustedes hermanos, que he pecado mucho…” Dios nos reconcilia por medio del servicio de
la Iglesia, y nos une a la comunidad.
El pecado, aunque sea una realidad íntima del hombre, siempre tiene una dimensión social. De
allí que el perdón de Dios, mediante el sacramento, nos vuelve a unir a esta dimensión
comunitaria. Esto lo podemos vivir en nuestra vida corriente. La conversión se manifiesta en el
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cambio de actitudes y conductas que vamos operando en la dirección del reino de Dios. A esto
nos llama el Señor “conviértanse, el reino de Dios está cerca”. Déjense convertir, déjense
reconciliar con Dios.
Nos dice el Documento de Aparecida: “El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el
pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de
nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte
que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos
devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso”.
Examen de Conciencia (lector)
Es conveniente que se guarde un tiempo de silencio para examinar la conciencia y suscitar la verdadera
contrición de los pecados. En determinadas circunstancias, puede utilizarse este formulario propuesto a
continuación.
A la luz de la Palabra de Dios repasa tu propia vida.
a) En relación con Dios mi vida
¿está centrada en Dios como valor supremo? ¿rezo habitualmente? ¿leo asiduamente la
Palabra de Dios? ¿participo activamente en la Eucaristía dominical y la valoro como fuente
principal de mi vida cristiana? ¿mis obras hacen patente mi condición de seguidor Cristo?
b) En relación con el prójimo
¿Cómo es mi trato con mis familiares? ¿contribuyo a hacer que en casa reinen el amor, la
comprensión y la fe? ¿busco el bien de los demás miembros de la familia? ¿soy persona de
paz? ¿impongo siempre mis criterios y hago difícil el diálogo? ¿procuro ponerme en el lugar de
los demás y estoy dispuesto a ayudarles? ¿pido perdón cuando es preciso? ¿si me han
molestado, me encierro en el silencio y hago mala cara durante días? ¿sé perdonar de corazón
y disimular las faltas ajenas? ¿vigilo mi mal genio, ahorrando malestar a los demás? ¿como
padre o madre, me preocupo también del crecimiento en la fe de mis hijos? ¿mantengo
fidelidad al amor matrimonial? ¿como hijo, respeto y ayudo a mis padres? Si tengo
responsabilidad sobre los demás ¿sé respetarlos y tratarlos con delicadeza y justicia?
c) En relación a mí mismo
¿Cumplo con los deberes de mi estado (esposos, padres, hijos, consagrado/a, sacerdote…)?
¿trabajo con honradez y justicia? ¿busco siempre la justicia y el bien común? ¿amo la verdad, o
he calumniado o difamado a alguien? ¿estoy siempre descontento y murmurando? ¿vivo con
esperanza cristiana o me dejo dominar por el pesimismo? ¿practico la caridad con los
necesitados? ¿respeto con castidad mi cuerpo y el de los demás? ¿soy limpio de corazón? ¿me
dejo llevar por la envidia? ¿controlo la ira? ¿sé resistir a las tentaciones materialistas de? ¿soy
fiel al matrimonio? ¿amo a la Iglesia, escuchando sus orientaciones y siendo miembro activo?
¿me doy cuenta de las necesidades materiales de la Iglesia y contribuyo a su sostenimiento?
¿colaboro en lo que puedo en las diversas tareas de mi parroquia? ¿Colaboro en algún
voluntariado? ¿Participo en espacios de compromiso ciudadano?
RITO DE LA RECONCILIACIÓN
Confesión general de los pecados (sacerdote)
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Queridos hermanos: supliquemos a Dios omnipotente y misericordioso, que no quiere
la muerte del pecador sino que se convierta y viva, que escuche bondadosamente a los
que le piden de todo corazón el perdón de todos sus pecados.
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos hacen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión;
Y, golpeándose el pecho, dicen:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
R./ Amén.
Donde las circunstancias lo permitan, se puede hacer también un ejercicio piadoso como la adoración
de la cruz o el Vía Crucis, el rito de aspersión o el saludo de la paz, como signo de reconciliación;
respetando las costumbres de cada comunidad.
Finalmente se puede cantar o rezar el Padre nuestro.
Concluyamos nuestra oración comunitaria pidiendo al Padre que perdone nuestros
pecados como nosotros nos perdonamos mutuamente.
Padre nuestro…
RITO DE DESPEDIDA
Oración final
Señor Jesucristo,
porque eres rico en perdón
quisiste asumir la humildad de nuestra carne,
para dejarnos ejemplo de humildad
y hacernos fuertes en toda adversidad;
concédenos, a quienes nos preparamos
a celebrar las próximas fiestas pascuales,
mediante el sacramento de la reconciliación,
seguirte con un corazón sincero
manifestando la alegría del perdón
en la vida de la comunidad y del todo el Pueblo de Dios.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R./ Amén.
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Bendición (sacerdote)
El Señor esté con ustedes.
R./ Y con tu espíritu.
Que nos bendiga el Padre,
que nos engendró a la vida eterna.
R./ Amén.
Que nos de la salvación el Hijo,
que por nosotros murió y resucitó.
R./ Amén.
Que nos santifique el Espíritu Santo,
que infundido en nuestros corazones
nos conduce por el camino de la salvación.
R./ Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R./ Amén.
El sacerdote se despide diciendo:
A dar testimonio de la misericordia de Dios.
Pueden ir en paz.
R./ Demos gracias a Dios.
Canto de acción de gracias
CONFESIÓN Y ABSOLUCIÓN INDIVIDUAL
Ahora los que deseen recibir el perdón sacramental de Dios pueden acercarse a los sacerdotes
presentes para manifestar sus pecados brevemente y recibir la absolución.