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STAFF 
Moderadoras 
Mel Cipriano 
Traductoras 
Snowsmily Michelle♡ Adriana Tate CrisCras Juli Julieyrr Nats Sofí Fullbuster Blaire2015 Danny_McFly MaryJane♥ Chachii America Sardothien Zafiro Cynthia Delaney letssinkhearts eyeOc Mel Cipriano Deydra Eaton aa.tesares Polilla KristewStewpid Valen Drtner Mar Winston francisca abdo arias Valentine Fitzgerald Vanessa VR Jeyly Carstairs Val_17 Mel Markham 
Correctoras 
Melii Gabbita Andreina Vanessa mariaesperanza.nino Val Zöe Victoria Ferris Daenerys Paltonika Marie.Ang Maarlopez Meliizza niki Aimetz PaulaFran! Daniela Aiden Alessa Ely Cris Tsuki Karool CarolVanessa Gabihhbelieber Cami SammyD Gaz Walker 
Lectura Final 
Elle 
Diseño 
Sofía Belikov & Yessy
4 
ÍNDICE 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capítulo 27 
Capítulo 28 
Capítulo 29 
Capítulo 30 
Capítulo 31 
Capítulo 32 
Capítulo 33 
Capítulo 34 
Capítulo 35 
Capítulo 36 
Capítulo 37 
Capítulo 38 
Agradecimientos 
Sobre el Autor
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SINOPSIS 
Cath es fan de Simon Snow. 
Bueno, todo el mundo es fan de Simon Snow... 
Pero para Cath, ser fan es toda su vida, y ella es realmente buena en ello. Ella y su hermana gemela, Wren, se escondieron en la serie Simon Snow cuando eran unas niñas, y eso fue lo que las ayudó a superar el abandono de su madre. 
Leer. Releer. Pasar el rato en los foros de Simon Snow, escribir fanfictions sobre Simon Snow, vestirse como los personajes para cada estreno de una película. 
La hermana de Cath se ha alejado del fandom, pero Cath no puede dejarlo ir. No quiere hacerlo. 
Ahora que van a la universidad, Wren le ha dicho a Cath que no quiere ser su compañera de habitación. Cath está sola, y completamente fuera de su zona de confort. Ella tiene una compañera de cuarto hosca con un novio encantador y que siempre está alrededor, un profesor escritor de ficción que piensa que fanfiction es el fin del mundo civilizado, un compañero guapo que sólo quiere hablar de palabras... Y no puede dejar de preocuparse por su padre, quien es amoroso y frágil, y nunca ha estado solo. 
Para Cath, la pregunta es: ¿Puede hacer esto? 
¿Puede hacerlo sin Wren sosteniendo su mano? ¿Está lista para empezar a vivir su propia vida? ¿Escribir sus propias historias? 
¿Y querrá ella seguir adelante si eso significa dejar a Simon Snow atrás?
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Para Jennifer, quien siempre tuvo un sable de luz adicional.
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SEMESTRE DE OTOÑO, 2011
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LA SERIE DE SIMON SNOW 
Fuente: Encyclowikia, la enciclopedia de la gente 
Este artículo es sobre la serie de libros para niños. Para otras aplicaciones, vea Simon Snow (desambiguación). 
Simon Snow es una serie de siete libros de fantasía escritos por la lingüista Inglesa Gemma T. Leslie. Los libros cuentan la historia de Simon Snow, de 11 años de edad, un huérfano de Lancashire que es reclutado para asistir a la Escuela Watford Magicks para convertirse en un mago. A medida que crece, Simon se une a un grupo de hechiceros —los Magos— que luchan contra Humdrum Insidious, un ser maligno que intenta erradicar la magia del mundo. 
Desde la publicación de Simon Snow y El Heredero del Mago en 2001, los libros han sido traducidos a 53 idiomas, y para agosto de 2011 ya se habían vendido más de 380 millones de copias. 
Leslie ha sido criticada por la violencia en la serie, y por la creación de un héroe que a veces es egoísta y malhumorado. Una escena de exorcismo en el cuarto libro, Simon Snow y el Cuarto Selkies, provocó boicots entre grupos cristianos estadounidenses en 2008. Pero los libros son ampliamente considerados como clásicos modernos, y en 2010, la revista Time llamó a Simon el "personaje literario para niños más grande desde Huckleberry Finn". 
Un octavo libro, el último de la serie, tiene fecha de lanzamiento para el 1 de mayo de 2012. 
Publicaciones: 
Simon Snow y el Heredero del Mago, 2001 
Simon Snow y la Segunda Serpiente, 2003 
Simon Snow y la Tercera Puerta, 2004 
Simon Snow y el Cuarto Selkies, 2007 
Simon Snow y las Cinco Hojas, 2008 
Simon Snow y las Seis Liebres Blancas, 2009 
Simon Snow y el Séptimo Roble, 2010 
Simon Snow y la Octava Danza, programado para el 1 de mayo de 2012
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Traducido por Mel Cipriano 
Corregido por Gabbita 
Había un chico en su habitación. 
Cath miró el número pintado en la puerta y luego hacia abajo, a la asignación de espacio en su mano. 
Pound Hall, 913. 
Esa era sin duda la habitación 913, pero tal vez no era Pound Hall, todas esas residencias se parecían, como torres de viviendas públicas para ancianos. Tal vez Cath debía tratar de interceptar a su padre antes de que le llevara el resto de sus cajas. 
—Tú debes ser Cather —dijo el muchacho, sonriendo y tendiéndole la mano. 
—Cath —dijo, sintiendo un salto de pánico en el estómago. Hizo caso omiso a su mano. (Ella estaba sosteniendo una caja de todos modos, ¿qué esperaba?) 
Aquello era un error, tenía que ser un error. Sabía que Pound era un edificio de dormitorios mixtos… ¿Existía tal cosa como los dormitorios mixtos? 
El chico tomó la caja de sus manos y la puso en una cama vacía. La cama en el otro lado de la habitación ya estaba cubierta con ropa y cajas. 
—¿Tienes más cosas abajo? —preguntó—. Acabamos de terminar. Creo que ahora iremos a por una hamburguesa; ¿quieres una? ¿Ya has estado en Pear‘s? Hamburguesas del tamaño de tu puño. —Él tomó su brazo. Ella tragó saliva—. Has un puño —dijo. 
Cath lo hizo. 
—Más grande que tú puño —dijo, dejando caer la mano y tomando la mochila que ella había dejado en la puerta—. ¿Tienes más cajas? Debes tenerlas. ¿Tienes hambre?
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Era alto, delgado y bronceado, y parecía como si acabara de quitarse un gorro de lana, tirando del cabello rubio oscuro en todas direcciones. Cath miró la asignación de la habitación. ¿Este era Reagan? 
—¡Reagan! —dijo el chico felizmente—. Mira, tú compañera de cuarto está aquí. 
Una chica rodeó a Cath en la puerta y la miró con frialdad. Tenía cabello liso, castaño, y un cigarrillo sin encender en la boca. El chico lo tomó y se lo puso en su boca. —Reagan, Cather. Cather, Reagan —dijo. 
—Cath —corrigió ella. 
Reagan asintió y buscó en su bolso otro cigarrillo. —Tomé esté lado — dijo, señalando a la pila de cajas en el lado derecho de la habitación—. Pero eso no importa. Si tienes problemas de feng shui, no dudes en mover mi mierda. —Se volvió hacia el muchacho—. ¿Listo? 
Él se giró hacia Cath. —¿Vienes? 
Cath negó con la cabeza. 
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, se sentó en el colchón desnudo que aparentemente era suyo —el feng shui era el menor de sus problemas—, y apoyó la cabeza contra la pared de bloques de hormigón. 
ESólo tenía que tranquilizar sus nervios. 
Tomar la ansiedad que sentía como estática negra trás sus párpados y un corazón extra en su garganta, y empujarlo todo hacia su estómago a donde pertenecía, donde pudiera, al menos, atarlo en un buen nudo y trabajar en torno a ello. 
Su padre y Wren estarían allí de un momento a otro, y Cath no quería que supieran que estaba a punto de deshacerse. Si Cath se deshacía, su padre se desharía. Y sí ambos lo hacían, Wren actuaría como si lo estuvieran haciendo a propósito, sólo para arruinar su perfecto primer día en el campus. Su nueva y hermosa aventura. 
Vas a darme las gracias por esto, seguía diciendo Wren. 
La primera vez que lo dijo fue en junio. 
Cath ya había enviado sus solicitudes de vivienda a la universidad, y por supuesto que había puesto a Wren como su compañera de cuarto, no lo había pensado dos veces. Las dos habían compartido una habitación durante dieciocho años, ¿por qué detenerse ahora? 
—Hemos compartido una habitación por dieciocho años — argumentó Wren. Estaba sentada a la cabecera de la cama de Cath, portando su exasperante rostro de ―Soy la Madura Aquí‖.
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—Y ha funcionado muy bien —dijo Cath, agitando su brazo alrededor del dormitorio hacia las pilas de libros y posters de Simon en el armario, donde metían toda su ropa sin preocuparse la mayoría de las veces de qué le pertenecía a cada una. 
Cath estaba sentada a los pies de la cama, tratando de no parecer la ―Patética que Siempre Lloriquea‖. 
—Esto es la universidad —insistió Wren—. El punto de la universidad es conocer gente nueva. 
—El punto de tener una hermana gemela —dijo Cath—, es no tener que preocuparse por este tipo de cosas. Raros extraños que roban tus tampones, huelen como a aderezo para ensaladas y te toman fotos con sus teléfonos celulares mientras duermes… 
Wren suspiró. —¿De qué estás hablando? ¿Por qué alguien va a oler como aderezo para ensalada? 
—Como a vinagre —dijo Cath—. ¿Recuerdas cuando nos fuimos de viaje en primer año, y que la habitación de una niña olía a aderezo italiano? 
—No. 
—Bueno, era horrible. 
—Es la universidad —repitió Wren, exasperada, cubriéndose la cara con las manos—. Se supone que debe ser una aventura. 
—Ya es toda una aventura. —Cath se arrastró junto a su hermana y le sacó las manos de la cara—. Toda la perspectiva ya es aterradora. 
—Se supone que debemos conocer gente nueva —insistió Wren. 
—Yo no necesito gente nueva. 
—Eso demuestra lo mucho que necesitas gente nueva.... —Wren le apretó las manos—. Cath, piensa en ello. Si lo hacemos juntas, la gente nos tratará como si fuéramos la misma persona. Pasarán cuatro años antes de que alguien pueda incluso diferenciarnos. 
—Todo lo que tienen que hacer es prestar atención. —Cath tocó la cicatriz en la barbilla de Wren, justo debajo de su labio. (Accidente de trineo. Tenían nueve, y Wren estaba en la parte delantera del trineo cuando golpeó el árbol. Cath había caído a la nieve de la parte posterior.) 
—Sabes que tengo razón —dijo Wren. 
Cath negó con la cabeza. —No lo creo. 
—Cath... 
—Por favor no me hagas hacer esto sola.
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—Nunca estás sola —dijo Wren, suspirando de nuevo—. Ese es el maldito punto de tener una hermana gemela. 
—Esto es muy bonito —dijo su padre, echando un vistazo alrededor de Pound 913, y poniendo un cesto de la ropa lleno de zapatos y libros sobre el colchón de Cath. 
—No es lindo, papá —dijo Cath con rigidez, de pie en la puerta—. Es como una habitación de hospital, pero más pequeña. Y sin televisión. 
—Tienes una gran vista del campus —dijo. 
Wren se acercó a la ventana. —Mi habitación da a un estacionamiento. 
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Cath. 
—Google Earth. 
Wren no podía esperar a que toda esa cosa de la universidad comenzara. Ella y su compañera de cuarto, Courtney, habían estado hablando durante semanas. Courtney era de Omaha también. Las dos se habían reunido y fueron juntas a comprar cosas para el dormitorio. Cath se les unió de mala gana y trató de no hacer pucheros mientras ellas escogían posters y lámparas de escritorio a juego. 
El padre de Cath volvió de la ventana y le pasó un brazo alrededor de sus hombros. —Todo va a estar bien —dijo. 
Ella asintió. —Lo sé. 
—Está bien —dijo, aplaudiendo—. Próxima parada, Schramm Hall. Segunda parada, pizza buffet. Tercera parada, mi triste y vacío nido. 
—No pizza —dijo Wren—. Lo siento, papá. Courtney y yo vamos a la barbacoa de primer año esta noche. —Dirigió su mirada hacia Cath—. Cath debe ir, también. 
—Sí pizza —dijo Cath desafiante. 
Su padre sonrió. —Tú hermana tiene razón, Cath. Tienes que ir. Conocer gente nueva. 
—Todo lo que voy a hacer durante los próximos nueve meses es conocer gente nueva. Hoy elijo pizza buffet. 
Wren puso los ojos en blanco.
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—Está bien —dijo su padre, dándole a Cath palmaditas en el hombro—. Próxima parada, Schramm Hall. ¿Señoritas? —Abrió la puerta. 
Cath no se movió. —Puedes venir a buscarme después de dejarla — sugirió, mirando a su hermana—. Quiero empezar a desempacar. 
Wren no discutió, sólo salió al pasillo. —Voy a hablar contigo mañana —dijo, sin voltearse a mirar a Cath. 
—Seguro. 
Se sentía bien desempacar. Poner sábanas a la cama y ordenar sus nuevos libros de texto, ridículamente caros, en las estanterías de su nuevo escritorio. 
Cuando su padre regresó, caminaron juntos hasta Valentino‘s. Todas las personas que vieron en el camino eran de la edad de Cath. Era espeluznante. 
—¿Por qué todo el mundo es rubio? —preguntó Cath—.¿Y por qué son todos blancos? 
Su padre se echó a reír. —No estás más que acostumbrada a vivir en el barrio menos blanco de Nebraska. 
Su casa, en el sur de Omaha, estaba en un barrio mexicano. La familia de Cath era la única blanca de la manzana. 
—Oh, Dios —dijo—. ¿Crees qué en esta ciudad tengan un camión de tacos? 
—Creo que he visto un Chipotle… 
Ella gimió. 
—¡Vamos! —dijo él—, te gusta el Chipotle. 
—No es el punto. 
Cuando llegaron a Valentino‘s, estaba lleno de estudiantes. Unos pocos, como Cath, habían venido con sus padres, pero no muchos. —Es como una historia de ciencia ficción —dijo ella—. No hay niños pequeños... Nadie mayor de treinta... ¿Dónde están todas las personas mayores?
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Su padre levantó una rebanada de pizza. —Soylent Green1. 
Cath se echó a reír. 
—Yo no soy viejo, ¿sabes? —Estaba golpeando la mesa con los dos dedos del medio de la mano izquierda—. Cuarenta y uno. Los otros tipos de mi edad en el trabajo están empezando a tener hijos. 
—Esa fue una buena idea —dijo Cath—, sacarnos del camino antes de tiempo. Podrías comenzar a traer chicas a casa ahora… No hay moros en la costa. 
—Todas mis chicas… —dijo, mirando a su plato—. Ustedes son las únicas chicas por las que me preocupó. 
—Ugh. Papá. Raro. 
—Sabes lo que quiero decir. ¿Qué pasa contigo y tu hermana? Ustedes nunca han peleado así antes.... 
—No estamos peleando ahora —dijo Cath, tomando un bocado de tocino de la pizza—. Oh, cielos. —Lo escupió. 
—¿Qué pasa, has encontrado una pestaña? 
—No. Un pepinillo. Está bien. Es que no me lo esperaba. 
—Parece como si estuvieran peleando —insistió. 
Cath se encogió de hombros. Ella y Wren ni siquiera hablaban mucho, por no decir pelear. —Wren sólo quiere más... independencia. 
—Suena razonable. 
Por supuesto que sí, pensó Cath, es la especialidad de Wren. Pero ella la dejó caer. No quería que su padre se preocupara por eso ahora. Podía decir, por la forma en que se mantuvo golpeando la mesa, que ya se estaba agotando. Demasiadas horas de normalidad seguidas. 
—¿Cansado? —preguntó. 
Él le sonrió, disculpándose, y puso su mano en su regazo. —Ha sido un gran día. Un gran y duro día… es decir, sabía que lo sería. —Levantó una ceja—. Ambas, el mismo día. Guau. Todavía no puedo creer que no van a venir conmigo a casa.... 
—No te pongas demasiado cómodo. No estoy segura de que pueda seguir con esto todo un semestre. —Era sólo una broma, y él lo sabía. 
—Vas a estar bien, Cath. —Puso su mano, menos nerviosa, sobre la de ella y se la apretó—. Y yo también. ¿Sabes? 
1 Película de Ciencia Ficción basada en la novela distópica “Make Room! Make Room!” escrita por Harry Harrison en 1966.
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Cath dejó de mirarlo a los ojos por un momento. Parecía cansado… y, sí, nervioso, pero él estaba intentándolo. 
—Todavía me gustaría que consiguieras un perro —dijo. 
—Nunca recordaría alimentarlo. 
—Tal vez podríamos entrenarlo para que te alimente a ti. 
Cuando Cath regresó a su habitación, su compañera de cuarto, Reagan, seguía desaparecida. O tal vez se había ido otra vez, sus cajas parecían intactas. Cath terminó quitarse la ropa, y luego abrió la caja de los objetos personales que había llevado desde su casa. 
Sacó una foto de ella y Wren, y la colocó en el tablero de corcho detrás de su escritorio. Era de su graduación. Ambas vestían túnicas rojas y estaban sonrientes. Fue antes de que Wren se cortara el pelo.... 
Ella ni siquiera le había dicho a Cath que iba a hacer eso. Sólo llegó a casa del trabajo, al final del verano, con el cabello corto. Se veía increíble, lo que probablemente significaba que también se vería increíble en Cath. Pero Cath jamás podría conseguir ese corte de pelo ahora, incluso si pudiera reunir el valor para cortarse quince centímetros. No podía copiar a su propia hermana gemela. 
Luego, Cath sacó la foto enmarcada de su padre, que siempre había estado en su cómoda. Se veía especialmente guapo en esa foto, tomada el día de su boda. Era joven y sonriente, y tenía un girasol en la solapa. Cath lo puso en el anaquel por encima de su escritorio. 
También ubicó una foto de Abel y ella en el baile. Cath llevaba un vestido verde brillante, y Abel tenía una faja coincidente. Era una buena imagen de Cath, a pesar de que su rostro se veía desnudo y plano sin las gafas. Y era una buena imagen de Abel, a pesar de que parecía aburrido. 
Él siempre parecía un poco aburrido. 
Cath probablemente debería haberle enviado un mensaje de texto a Abel, sólo para decirle que había llegado bien, pero quería esperar hasta que se sintiera más relajada y despreocupada. No podía responder sus mensajes. Si contestaba toda de mal humor y melancólica, el mensaje sólo se quedaría allí en su teléfono, recordándole lo arrastrada que era. 
En la parte inferior de la caja estaban los posters de Simon y Baz de Cath. Los puso en su cama con cuidado, algunos eran originales, dibujados o pintados para ella. Tendría que elegir sus favoritos; no había
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espacio para todos en el tablero de corcho y Cath ya había decidido no usar ninguna de las paredes, donde Dios y todo el mundo se dieran cuenta de ellos. 
Eligió tres… 
Simon levantando la Espada de los Magos. Baz descansando en un trono negro con colmillos. Los dos caminando juntos a través de hojas doradas girando, azotando en el viento. 
Unas cuantas cosas más que quedaban en la caja: un ramillete2 seco, una cinta que Wren le había dado y que decía: CLUB DEL PLATO LIMPIO, bustos conmemorativos de Simon y Baz que había pedido en Noble Collection… 
Cath encontró un lugar para cada cosa y luego se sentó en la silla del escritorio de madera destartalada. Si se sentaba allí, de espaldas a las paredes y cuadros desnudos de Reagan, se sentía casi como en casa. 
Había un chico en el cuarto de Simon. 
Un muchacho de pulcro cabello negro y ojos fríos y grises. Él daba vueltas alrededor, sosteniendo un gato en el aire, mientras que una chica saltaba e intentaba agarrarlo. —Devuélvemelo —dijo la niña—. Vas a hacerle daño. 
El muchacho se echó a reír y mantuvo al gato más alto, luego notó a Simon de pie en la puerta y se detuvo, su rostro afilado. 
—Hola —dijo el chico de cabello oscuro, dejando caer el gato al suelo. Aterrizó sobre sus cuatro patas y salió corriendo de la habitación. La niña corrió tras él. 
El muchacho no les hizo caso, tirando su chaqueta escolar perfectamente en su lugar, y sonriendo con el lado izquierdo de su boca. —Yo te conozco. Eres Simon Snow... el Heredero del Mago. —Le tendió la mano con aire de suficiencia—. Soy Tyrannus Basilton Pitch. Pero puedes llamarme Baz. Vamos a ser compañeros de cuarto. 
Simon frunció el ceño e hizo caso omiso a la pálida mano del muchacho. —¿Qué pensabas que estabas haciendo con su gato? 
—Del capítulo 3 de Simon Snow y el Heredero del Mago, 
Copyright © 2001 por Gemma T. Leslie 
2 Corsage: Este ramillete es el que los chicos le dan a las chicas en la fiesta de graduación.
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2 
Traducido por Snowsmily 
Corregido por *Andreina F* 
En los libros, cuando las personas despiertan en un lugar extraño, siempre tienen ese momento desorientador cuando no saben dónde están. 
Eso nunca le había sucedido a Cath; siempre recordaba quedarse dormida. 
Pero todavía se sentía extraño escuchar la misma vieja alarma apagarse en este nuevo lugar. 
La luz en la habitación era extraña, demasiado amarilla por la mañana, y el aire del dormitorio tenía un toque de detergente del que no estaba segura si llegaría a acostumbrarse. Recogió su teléfono y apagó la alarma, recordando que todavía no le había escrito a Abel. No había siquiera revisado su e-mail o su cuenta de FanFixx antes de irse a la cama. 
Primer día. —Le envió un mensaje a Abel ahora—. Más luego, x, o, etc. 
La cama en el otro lado de la habitación estaba todavía vacía. 
Podría acostumbrarse a eso. Tal vez Reagan pasaría todo su tiempo en la habitación de su novio. O en su apartamento. Su novio se veía mayor, probablemente vivía fuera del campus con otros veinte chicos, en alguna casa destartalada con un sofá en el patio delantero. 
Incluso con la habitación para ella misma, no se sentía segura cambiándose aquí. 
Reagan podría entrar en cualquier minuto, el novio de Reagan podría entrar en cualquier minuto… Y cualquiera de ellos podría ser un pervertido con la cámara del celular. 
Cath llevó su ropa al baño y se cambió en una cabina. Había una chica en los lavabos, tratando desesperadamente de hacer contacto visual amistoso. Ella pretendió no notarlo.
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Terminó de acomodarse con suficiente tiempo para tomar el desayuno, pero no tenía ganas de hacer frente al comedor, todavía no sabía dónde era, o cómo funcionaba... 
En situaciones nuevas, todas las reglas más difíciles son aquellas que nadie se molesta en explicarte. (Y las que no puedes buscar en Google.) Como: ¿dónde comienza la línea?, ¿qué comida puedes tomar?, ¿dónde se supone que debes ponerte de pie? Luego, ¿dónde se supone que tienes que sentarte?, ¿a dónde vas cuando terminas? ¿por qué todo el mundo está mirándote?... Bah. 
Abrió una caja de barras de proteína. Tenía cuatro cajas más y tres tarros gigantes de mantequilla de maní metidas debajo de su cama. Si mantenía el ritmo, podría no tener que enfrentar el comedor hasta octubre. 
Abrió su portátil mientras masticaba una barra de algarrobo y avena y hacía clic a través de su cuenta en FanFixx. Había un montón de nuevos comentarios en su página, todas las personas retorciéndose las manos porque ella no había publicado un nuevo capítulo de Carry On ayer. 
Hola chicos, escribió. Lo siento sobre lo de ayer. Primer día de escuela, familia, cosas, etc. Hoy quizás no suceda tampoco. Pero prometo que estaré de vuelta el martes, y tengo algo especialmente perverso planeado. Paz, fuera, Magicath. 
Caminando a clases, Cath no podía evitar la sensación de que estaba pretendiendo ser una estudiante universitaria en una película para mayores de edad. El escenario era perfecto, atravesando el pasto verde, edificios de ladrillos, niños en todas partes con mochilas. Cath cambió su bolso incómodamente en su espalda. Mírame, soy una foto de archivo de una estudiante universitaria. 
Llegó a Historia Americana diez minutos antes, lo que todavía no era suficientemente temprano para conseguir un asiento en la parte trasera de la clase. Todos en el salón parecían incómodos y nerviosos, como si hubieran pasado demasiado tiempo decidiendo qué ponerse. 
(Comienza como si tuvieras la intención de seguir, había pensado cuando se probó su atuendo la noche anterior. Camisa Simon3. Cárdigan verde. ) 
3 Línea de ropa.
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El chico sentado en el escritorio a su lado utilizaba auriculares y concienzudamente movía la cabeza. La chica al otro lado de Cath seguía cambiando su cabello de un hombro a otro. 
Cerró los ojos. Podía sentir sus escritorios crujiendo. Podía oler sus desodorantes. Solo saber que ellos estaban allí la hacía sentirse tensa y arrinconada. 
Si tuviera un poco menos de orgullo, podría haber tomado la clase con su hermana, ella y Wren necesitaban los créditos de historia. Tal vez debería estar tomando clases con Wren mientras todavía tenían un poco en común; no se interesaban en nada del mismo tema. Wren quería estudiar mercadeo, y quizás conseguir un trabajo en publicidad como su papá. 
Cath no podía imaginar tener ninguna clase de trabajo o carrera. Se había especializado en Inglés, esperando que eso significara poder pasar los próximos cuatro años leyendo y escribiendo. Y tal vez los cuatros años después de eso. 
De cualquier manera, ya había probado el curso introductorio para los de primer año, y cuando se reunió con su consejero en la primavera, lo convenció de que podía manejar la Introducción a la Escritura de Ficción en un curso de nivel junior. Era la única clase —tal vez la única cosa en la universidad— que Cath estaba esperando. La profesora que lo impartía era una novelista de verdad. Cath había leído todos sus tres libros (sobre el descenso y la desolación en la América rural) en el verano. 
—¿Por qué estás leyendo eso? —preguntó Wren cuando lo notó. 
—¿Qué? 
—Algo sin un dragón o un elfo en la cubierta. 
—Estoy diversificándome. 
—Shh —dijo Wren, cubriendo los oídos en el poster de la película sobre su cama—. Baz te escuchará. 
—Baz está seguro en nuestra relación —había dicho Cath, sonriendo a su pesar. 
Pensar en Wren en ese momento hizo a Cath buscar su teléfono. 
Wren probablemente había salido anoche. 
Había sonado como si todo el campus estuviera festejando. Cath se sentía asediada en su habitación vacía. Gritos. Risas. Música. Todo viniendo de todas direcciones. Wren no habría podido resistir el ruido. 
Cath buscó su teléfono en su mochila. 
¿Estás despierta? —Envió.
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Pocos segundos después, su teléfono sonó. ¿Esa no es mi línea? 
Demasiado cansada para escribir anoche —tecleó Cath—, fui a la cama a las diez. 
Sonó. Ya descuidando a tus admiradores… 
Cath sonrió. Siempre tan celosa de mis fanáticos… 
Ten un buen día. 
Sí, tú también. 
Un hombre indio de mediana edad en una reconfortante chaqueta de lana entró en el auditorio. 
Cath bajó su teléfono y lo deslizó dentro de su bolso. 
Cuando regresó al dormitorio, se encontraba hambrienta. A este ritmo, sus barras de proteína no durarían una semana… 
Había un chico sentando fuera de su habitación. El mismo. ¿Novio de Reagan? ¿El amigo de cigarrillos de Reagan? 
—¡Cather! —dijo con una sonrisa. Comenzó a ponerse de pie tan pronto como la vio, lo que fue más de una producción de la que debería haber sido; sus piernas y brazos eran demasiado largos para su cuerpo. 
—Es Cath —dijo. 
—¿Estás segura? —Recorrió una mano a través de su cabello. Como si estuviera confirmando que estaba todavía desordenado—. Porque realmente me gusta Cather. 
—Estoy segura —dijo categóricamente—. He tenido un montón de tiempo para pensar al respecto. 
Él se paró allí, esperando a que ella abriera la puerta. 
—¿Está Reagan aquí? —preguntó Cath. 
—Si Reagan estuviera aquí —sonrió—, ya estaría adentro. 
Cath apretó su llave pero no abrió la puerta. No estaba al tanto de esto. Ya estaba saturada de nuevo y otro el día de hoy. Justo ahora sólo quería acurrucarse en su cama extraña y ruidosa e inhalar tres barras de proteína. Miró sobre el hombro del muchacho. —¿Cuándo llegará? 
Él se encogió de hombros.
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El estómago de Cath se apretó. —Bueno, simplemente no puedo dejarte entrar —espetó. 
—¿Por qué no? 
—Ni siquiera te conozco. 
—¿Estas bromeando? —Rió—. Nos conocimos ayer. Estaba en la habitación cuando me conociste. 
—Sí, pero no te conozco. Ni siquiera conozco a Reagan. 
—¿Vas a hacerla esperar afuera también? 
—Mira… —dijo Cath—, simplemente no puedo dejar a chicos extraños en mi habitación. Ni siquiera sé tu nombre. Toda esta situación es demasiado abusiva. 
—¿Abusiva? 
—Tu entiendes —dijo—, ¿cierto? 
Él dejó caer una ceja y sacudió la cabeza, todavía sonriendo. —No realmente. Pero ahora no quiero entrar contigo. La palabra ―abusivo‖ me pone incómodo. 
—A mí también —dijo agradecidamente. 
Se recostó contra la pared y se deslizó nuevamente hacia el suelo, mirándola. Luego le tendió la mano. —Soy Levi, por cierto. 
Cath frunció el ceño y tomó su mano ligeramente, todavía sosteniendo sus llaves. —De acuerdo —dijo, luego abrió la puerta y la cerró tan rápidamente como fue posible detrás de ella. 
Agarró su laptop y sus barras de proteína y gateó hasta la esquina de su cama. 
Cath estaba tratando de caminar por su lado de la habitación, pero no había suficiente piso. Ya se sentía como una prisión ahí, especialmente ahora que el novio de Reagan, Levi, estaba de pie haciendo guardia —o sentando haciendo guardia, o lo que fuera— en el pasillo. Cath se sentiría mejor si pudiera simplemente hablar con alguien. Se preguntaba si era demasiado pronto para llamar a Wren… 
Llamó a su papá en su lugar. Y dejó un mensaje de voz. 
Le escribió un mensaje a Abel. Hola. Uno menos. ¿Qué tal?
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Abrió su libro de sociología. Luego abrió su laptop. Después se levantó para abrir la ventana. Estaba cálido afuera. Las personas se perseguían una a las otras con pistolas Nerf en el exterior de una casa de fraternidad cruzando la calle. Pi-Kappa-Luce-Raro-O. 
Cath tiró de su teléfono y marcó. 
—Hola —respondió Wren—, ¿cómo fue tu primer día? 
—Bien. ¿Cómo estuvo el tuyo? 
—Bien —dijo Wren. Siempre se las arreglaba para sonar despreocupada y tranquila—. Quiero decir, estresante, supongo. Fui al edificio equivocado para Estadística. 
—Eso apesta. 
La puerta se abrió y Reagan y Levi entraron. Reagan le dio a Cath una mirada extraña, pero Levi sólo sonrió. 
—Sí —dijo Wren—. Solo me atrasó un par de minutos, pero todavía me siento tan estúpida… Oye, Courtney y yo estamos de camino a cenar, ¿puedo llamarte de vuelta? ¿O simplemente quieres reunirte con nosotras para almorzar mañana? Creo que comenzaremos a encontrarnos en el Salón Selleck al mediodía. ¿Sabes dónde está? 
—Lo encontraré —dijo Cath. 
—Está bien, genial. Te veo entonces. 
—Genial —dijo Cath, presionando Terminar y colocando el teléfono en su bolsillo. 
Levi ya se había tumbado en la cama de Reagan. 
—Hazte útil —dijo Reagan, arrojándole una sábana arrugada—. Hola —le dijo a Cath. 
—Hola —dijo ella. Se mantuvo de pie ahí por un minuto, esperando a que alguna clase de conversación sucediera, pero Reagan no parecía interesada. Estaba revisando todas sus cajas, como si estuviera buscando algo. 
—¿Cómo estuvo tu primer día? —preguntó Levi. 
Le tomó un segundo a Cath caer en la cuenta de que le hablaba a ella. —Bien —dijo. 
—Eres de primer año, ¿cierto? —Estaba haciendo la cama de Reagan. Cath se preguntó si planeaba pasar la noche, eso no sucedería. En absoluto. 
Todavía estaba mirándola, sonriéndole, así que asintió.
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—¿Encontraste todas tus clases? 
—Sí… 
—¿Estás conociendo gente? 
Sí, pensó, gente como tú. 
—No intencionalmente —dijo. 
Escuchó a Reagan resoplar. 
—¿Dónde están tus fundas? —le preguntó Levi al armario. 
—Cajas —dijo Reagan. 
Comenzó vaciando una caja, colocando cosas en el escritorio de Reagan como si supiera dónde iban. Su cabeza colgaba hacia adelante como si estuviera solo vagamente conectada a su cuello y hombros. Como si él fuera una de esas figuras de acción que se mantienen juntas por bandas de goma gastadas. Levi parecía un poco salvaje. Él y Reagan, ambos lo parecían. La gente tiende a emparejarse de esa manera, pensó Cath, en pares que coincidan. 
—Así qué, ¿qué estas estudiando? —le preguntó a Cath. 
—Inglés —dijo, luego esperó demasiado tiempo para decir—: ¿Qué estás estudiando? 
Parecía encantado de le hicieran esa pregunta. O cualquier pregunta. —Manejo de pastizales. 
Cath no sabía lo que eso significaba, pero no quería preguntar. 
—Por favor no comiencen a hablar sobre Manejo de Pastizales — gimió Reagan—. Simplemente pongamos esa regla, por el resto del año. Ninguna charla sobre Manejo de Pastizales en mi habitación. 
—Es la habitación de Cather también —dijo Levi. 
—Cath —lo corrigió Reagan. 
—¿Qué tal cuando no estés aquí? —le preguntó a Reagan—. ¿Podemos hablar sobre Manejo de Pastizales cuando de hecho no estés en la habitación? 
—Cuando no esté en realidad en la habitación… —dijo—. Creo que vas a estar esperando afuera en el pasillo. 
Cath sonrió a la parte posterior de la cabeza de Reagan. Luego vio a Levi observándola y se detuvo.
26 
Todos en el salón de clases lucían como si esto fuera lo que habían estado esperando durante toda la semana. Era como si estuvieran esperando a que un concierto empezara. O el estreno de una película de media noche. 
Cuando la profesora Piper entró, un par de minutos después, la primera cosa que Cath notó fue que era más pequeña de lo que parecía en las fotos de la cubierta de sus libros. 
Tal vez eso era estúpido. Después de todo solo eran tomas de cabeza. Pero la profesora Piper realmente las llenaba, con sus grandes pómulos, ojos azules acuosos, y una espectacular cabeza de largo cabello marrón. 
En persona, el cabello de la profesora igualmente espectacular, pero con mechones grises y un poco más espeso que en las fotos. Era tan pequeña, que tenía que dar un pequeño salto para sentarse en su escritorio. 
—Entonces —dijo en lugar de ―Hola‖—. Bienvenidos a Escritura de Ficción. Reconozco a unos pocos. —Sonrió por la habitación a las personas que no eran Cath. 
Ella era claramente la única novata en la habitación. Estaba comenzando a imaginar que identificaba a los de primer año… Bolsos demasiado nuevos. Maquillaje en las chicas. Camisetas Jokey Hot Topic en los chicos. 
Todo en Cath desde sus nuevas Vans rojas hasta las gafas moradas oscuras que había elegido en Target. Todos los estudiantes de último año usaban Ray-Bans negras de marco pesado. Todos los profesores también. Si conseguía Ray-Bans negras, probablemente podría ordenar un gin tonic sin tener que dar su identificación. 
—Bien —dijo la profesora Piper—, estoy feliz de que todos estén aquí. —Su voz era cálida y susurrante, podías decir que ronroneaba sin llegar demasiado lejos, y hablaba sólo suficientemente suave para que todos tuvieran que sentarse quietos para escucharla. 
—Tenemos mucho que hacer este semestre —dijo—. Así que no vamos a desperdiciar otro minuto. Vamos a zambullirnos directamente en ello. —Se inclinó hacia adelante en su escritorio, sosteniéndose en el borde—. ¿Están preparados? ¿Se zambullirán conmigo? 
La mayoría de las personas asintieron. Cath bajó la mirada hacia su cuaderno.
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—Muy bien. Vamos a comenzar con una pregunta que realmente no necesita una respuesta… ¿Por qué escribimos ficción? 
Uno de los estudiantes más antiguos, un chico, decidió animarse. — Para expresarnos a nosotros mismos —ofreció. 
—Claro —dijo la profesora Piper—. ¿Es por eso que escribes? 
El chico asintió. 
—De acuerdo… ¿Por qué más? 
—Porque nos gusta el sonido de nuestras propias voces —dijo una chica. Tenía el cabello como Wren, pero tal vez incluso mejor. Lucía como Mia Farrow4 en Rosemary’s Baby5 (usando un par de Ray-Bans). 
—Sí. —Rió la profesora Piper. Era una risa encantada, pensó Cath—. Esa es la razón por la que escribo, definitivamente. Ese es el motivo por el que enseño. —Todos rieron con ella—. ¿Por qué más? 
¿Por qué escribo? Cath intentó llegar a una respuesta profunda, sabiendo que no hablaría, incluso si la encontrara. 
—Para explorar nuevos mundos —dijo alguien. 
—Para explorar los antiguos —dijo alguien más. La profesora Piper estaba asintiendo. 
Para ser alguien más, pensó Cath. 
—Entonces… —ronroneó la profesora Piper—, ¿tal vez para darnos sentido a nosotros mismos? 
—Para liberarnos —dijo una chica. 
Para conseguir libertad de nosotros mismos. 
—Para mostrarles a las personas cómo es dentro de nuestra cabeza —dijo un chico en unos vaqueros rojos ajustados. 
—Asumiendo que ellos quieran saber —añadió la profesora Piper. Todo el mundo rió. 
—Para hacer a la gente reír. 
—Para conseguir atención. 
—Porque es todo lo que sabemos hacer. 
—Habla por ti mismo —dijo la profesora—. Yo toco el piano. Pero sigamos. Amo esto. Me encanta. 
4 Actriz estadounidense que protagonizó Rosemary's Baby. 
5 Película estadounidense de 1968 dirigida por Roman Polanski.
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—Para dejar de escuchar las voces en nuestra cabeza —dijo el chico frente a Cath. Tenía cabello corto y oscuro que llegaba a un punto moreno en la parte posterior de su cuello. 
Para parar, pensó Cath. 
Para dejar de ser cualquier cosa o estar en cualquier lugar en absoluto. 
—Para dejar nuestra marca —dijo Mia Farrow—. Para crear algo que nos sobrevivirá. 
El chico frente a Cath habló de nuevo: —Reproducción asexual. 
Cath se imaginó a sí misma en su laptop. Trataba de poner en palabras cómo se sentía, qué sucedía cuando estaba bien, cuando funcionaba, cuando las palabras salían antes de que ella supiera qué significaban, burbujeando desde su pecho, como una rima, como el rap, como saltar la cuerda, pensó, saltando justo antes de que la cuerda golpee tus tobillos. 
—Para compartir algo real —dijo otra chica. Otro par de Ray-Bans. 
Cath negó con la cabeza. 
—¿Por qué escribimos ficción? —preguntó la profesora Piper. 
Cath bajó la mirada a su cuaderno. 
Para desaparecer. 
Estaba tan concentrado —y frustrado— que ni siquiera vió a la chica de cabello rojo sentarse a su mesa. Llevaba trenzas y anteojos puntiagudos pasados de moda, del tipo que usarías para un vestido de fiesta elegante si estuvieras yendo como una bruja. 
—Vas a agotarte —dijo la chica. 
—Sólo estoy tratando de hacer esto bien —gruñó Simon, golpeteando la moneda de dos peniques de nuevo con su varita y frunciendo el ceño dolorosamente. Nada pasó. 
—Así —dijo ella, agitando su mano cuidadosamente sobre la moneda. 
No tenía una varita, pero usaba un gran anillo morado. Había hilo envolviéndolo para mantenerlo en su dedo. —Vuela lejos a casa.
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Con una sacudida, a la moneda le crecieron seis piernas y un tórax y comenzó a escabullirse. La chica la recogió amablemente del escritorio y la metió en tarro. 
—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Simon. Ella era de primer año, justo como él; podía decirlo por el escudo verde en la parte frontal de su jersey. 
—Tú no haces magia —dijo, tratando de sonreír modestamente y mayormente tuvo éxito—. Tú eres magia. 
Simon miró a la pequeña chica pájaro. 
—Soy Penelope Bunce —dijo la chica, extendiendo su mano. 
—Soy Simon Snow —dijo, tomándola. 
—Lo sé —dijo Penelope, y sonrió. 
—Del capítulo 8, Simon Snow y el Heredero del Mago, 
Copyright © 2001 by Gemma T. Leslie.
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Traducido por Michelle♡ 
Corregido por Vanessa VR 
Era imposible escribir así. 
En primer lugar, la habitación era demasiado pequeña. Un diminuto rectángulo, lo suficientemente amplio solo para las camas a cada lado de la puerta —cuando la puerta se abría, de hecho golpeaba la orilla del colchón de Cath— y sólo lo suficientemente profundo como para meter un escritorio a cada lado de las camas y las ventanas. Si alguna hubiera traído un sofá, ocuparía todo el espacio disponible en el centro de la habitación. 
Ninguna trajo un sofá. O una televisión. O alguna linda lámpara. 
Reagan no parecía haber traído nada personal, además de su ropa y una tostadora completamente ilegal, además de Levi, quien estaba tumbado en su cama con los ojos cerrados, escuchando música, mientras Reagan golpeaba su computadora (una PC de mierda como la de Cath). 
Cath estaba acostumbrada a compartir una habitación; siempre había compartido la habitación con Wren. Pero su cuarto era casi tres veces más grande que este. Y Wren no ocupaba tanto espacio como Reagan. Espacio figurativo, espacio en su mente. Wren no se sentía como compañía. 
Cath aún no sabía qué pensar de Reagan… 
Por un lado, Reagan no parecía interesada en permanecer despierta toda la noche, trenzándose el cabello una a la otra y convirtiéndose en mejores amigas por siempre. Eso era un alivio. 
Por otro lado, Reagan no parecía interesada en Cath en absoluto. 
En realidad eso también era un alivio. Reagan daba miedo. 
Hacía todo enérgicamente. Abría la puerta y la cerraba de golpe. Era más grande que Cath, un poco más alta y mucho más voluptuosa (en serio voluptuosa). Parecía más grande. En el interior también.
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Cuando Reagan estaba en la habitación, Cath trataba de mantenerse fuera de su camino, trataba de no hacer contacto visual, ella pretendía que Cath no estaba allí, así que Cath fingía eso también. Generalmente eso parecía funcionar para ambas. 
Pero justo en ese momento, pretender no existir le hacía a Cath muy difícil el escribir. 
Estaba trabajando en una complicada escena: Simon y Baz discutiendo acerca de si los vampiros podían ser realmente considerados buenos y también si los dos debían ir juntos al baile de graduación. Se suponía que todo iba a ser divertido, romántico, y meditado, que por lo general eran especialidades de Cath (era muy buena con la traición también. Y dragones parlantes). 
Pero no podía pasar de: «Simon recorrió su cabello castaño miel con los ojos y suspiró». No podía ni siquiera conseguir que Baz se moviera. No podía dejar de pensar en Reagan y Levi sentados detrás de ella. Su cerebro atascado en ¡ALERTA DE INTRUSO! 
Además, se moría de hambre. Tan pronto como Reagan y Levi salieran de la habitación a cenar, Cath se iba a comer un frasco entero de mantequilla de maní. Si alguna vez se iban a cenar. Reagan seguía golpeando como si fuera a escribir a través del escritorio, y Levi seguía sin marcharse, y el estómago de Cath comenzaba a gruñir. 
Agarró una barra de proteínas y salió de la habitación, pensando que daría un rápido paseo por el pasillo para despejar la cabeza. 
Pero el pasillo era prácticamente un conocer y saludar. Cada puerta estaba abierta, a excepción de la de ellas. Las chicas se arremolinaban alrededor hablando y riendo. Todo el piso olía a palomitas de maíz quemadas en el microondas. Se metió en el baño y se sentó en uno de los compartimientos, desenvolviendo la barra de proteínas y dejando caer lágrimas nerviosas por las mejillas. 
Dios, pensó. Dios. Está bien, esto no es tan malo. En realidad no hay nada de malo. ¿Qué pasa Cath? Nada. 
Se sintió tensa por todas partes ¡Colapsando! Y su estómago estaba ardiendo. 
Sacó el teléfono y se preguntó qué estaba haciendo Wren. Probablemente coreografiando una secuencia de baile para las canciones de Lady Gaga. Probablemente probándose suéteres de su compañera de cuarto. Probablemente no estaba sentada en un inodoro, comiendo una barra de almendras y linaza. 
Podía llamar a Abel… pero sabía que se iba para Missouri Tech mañana por la mañana. Su familia le estaba dando una gran fiesta esta
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noche con tamales caseros y yoyos de coco de su abuela —que eran tan especiales, que ni siquiera los vendían en la panadería de la familia—. Abel trabajaba en la panadería, y su familia vivía encima de esta. Su cabello siempre olía a canela y levadura… Jesús, Cath tenía hambre. 
Empujó el envoltorio de la barra de proteínas en el cesto de higiene femenina y se enjuagó la cara antes de irse a la habitación. 
Reagan y Levi se estaban yendo. Gracias a Dios, y por fin. 
—Nos vemos —dijo Reagan. 
—Chao —sonrió Levi. 
Cath se sintió colapsar cuando la puerta se cerró tras ellos. 
Agarró otra barra de proteínas, se dejó caer en la vieja silla de capitán —le estaba empezando a gustar esa silla— y abrió el cajón para apoyar el pie. 
Simon recorrió su cabello castaño miel con los ojos y suspiró. —Sólo porque no pueda pensar en ningún vampiro heroico, no quiere decir que no existen. 
Baz dejó de tratar de hacer levitar su baúl y le dio a Simon un destello de colmillo brillante. —Los buenos visten de blanco —dijo Baz— ¿Alguna vez has tratado de quitar sangre de una capa blanca? 
Selleck Hall era un dormitorio en el centro del campus. Podías comer ahí incluso si no vivías ahí. Cath usualmente esperaba en el vestíbulo a Wren y Courtney, así no tendría que entrar a la cafetería sola. 
—Así que, ¿cómo es tu compañera de cuarto? —preguntó Courtney mientras se movían a través de la fila de la barra de ensaladas. Le preguntaba como si Cath y ella fueran viejas amigas, tampoco tenía ni idea de cómo era Courtney, fuera de su gusto por el queso cottage con melocotones. 
La barra de ensaladas en el Selleck era completamente pésima. Cottage con melocotones, peras en conserva con queso rallado cheddar. —¿Qué es esto? —preguntó Courtney, levantando una cucharada de riñón frío y ensalada de judías verdes. 
—Tal vez otra cosa de Nebraska Occidental —dijo Wren— hay chicos en nuestro dormitorio que usan sombreros de vaquero todo el tiempo, incluso cuando están caminando por el pasillo.
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—Voy a conseguir una mesa —dijo Courtney. 
—Oye —Cath observó las verduras en el plato de Wren—, ¿alguna vez escribimos algun fic de Simon y Baz bailando? 
—No recuerdo —dijo Wren— ¿Por qué? ¿Estas escribiendo una escena de baile? 
—Un vals. Arriba en las murallas. 
—Romántico. —Wren miró a su alrededor buscando a Courtney. 
—Estoy preocupada porque estoy haciendo a Simon demasiado blando. 
—Simon es blando. 
—Desearía que lo estuvieras leyéndolo —dijo Cath, siguiéndola a la mesa. 
—¿No lo está leyendo cada estudiante de noveno grado en Norteamérica? —Wren se sentó a la par de Courtney. 
—Y Japón —dijo Cath, sentándose—. Soy extrañamente grande en Japón. 
Courtney se inclinó hacía Cath, zambulléndose, como si tuviera un gran secreto. 
—Cath, Wren me dijo que tú escribes historias de Simon Snow. Es genial. Soy una gran admiradora de él. Leí todos los libros cuando era una niña. 
Cath desenvolvió el sándwich con escepticismo —No han acabado —dijo. 
Courtney tomó un bocado del queso cottage, no captando la corrección. 
—Quiero decir —dijo Cath— los libros no han terminado. El libro ocho no sale hasta el próximo año… 
—Cuéntanos acerca de tu compañera de cuarto —dijo Wren, sonriendo rotundamente a Cath. 
—No hay nada que contar. 
—Entonces inventa algo. 
Wren estaba irritada. Lo que irritaba a Cath. Pero entonces Cath pensó sobre lo contenta que estaba de comer alimentos que requerían cubiertos y hablar con alguien que no era un extraño, y decidió hacer un esfuerzo con la nueva y brillante compañera de cuarto de Wren. 
—Su nombre es Reagan. Tiene el cabello castaño rojizo… y fuma.
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Courtney arrugó la nariz. —¿En el cuarto? 
—Realmente no ha estado mucho tiempo en el cuarto. 
Wren miraba recelosa. —¿No han hablado? 
—Hemos dicho hola —dijo Cath—. He hablado un poco con su novio. 
—¿Cómo luce su novio? —preguntó Wren. 
—No lo sé. ¿Alto? 
—Bueno, solo han pasado pocos días. Estoy segura de que llegarás a conocerla. —Luego Wren cambió el tema a algo que sucedió en una fiesta a la que ella y Courtney habían ido. Solo habían estado viviendo juntas dos semanas y ya tenían una gran cantidad de bromas que superaban a Cath. 
Cath comió el sándwich de pavo y dos porciones de papas fritas a la francesa, y metió un segundo sándwich en el bolso cuando Wren no estaba prestando atención. 
Reagan finalmente estuvo en el cuarto esa noche (Levi no, gracias a Dios). Se fue a la cama mientras Cath seguía escribiendo. 
—¿Te molesta la luz? —preguntó Cath, señalando la lámpara incorporada en su escritorio—. Podría apagarla. 
—Está bien —dijo Reagan. 
Cath se puso los auriculares así que no escucharía los ruidos de Reagan quedándose dormida. Respiración. Roce de sábanas. Crujidos de la cama. 
¿Cómo puede dormirse así con un extraño en la habitación? Se preguntó Cath. Dejó los auriculares, cuando finalmente se metió en la cama y estiró el edredón por encima de su cabeza. 
—¿Todavía no has hablado con ella? —preguntó Wren en el almuerzo, la siguiente semana.
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—Hablamos —dijo Cath—. Ella dice: ―¿Te importaría cerrar la ventana?‖ y también dice: ―Esta bien‖, ―Hola‖. Intercambiamos ―Holas‖ a diario. A veces dos veces al día. 
—Se está poniendo raro —dijo Wren. 
Cath picó su puré de papas. —Me estoy acostumbrando a ello. 
—Sigue siendo raro. 
—¿De verdad? —preguntó Cath— ¿Tú de verdad vas a empezar a hablar acerca de cómo me quedé atrapada con una rara compañera de cuarto? 
Wren suspiró. —¿Qué hay acerca de su novio? 
—No lo he visto desde hace unos días. 
—¿Qué vas a hacer este fin de semana? 
—Tarea, supongo. Escribir de Simon. 
—Courtney y yo vamos a ir a una fiesta esta noche. 
—¿En dónde? 
—¡La Casa Triángulo! —dijo Courtney. Lo dijo de la misma manera en que diría ―La mansión Playboy‖ si fueras una D-bag6 total. 
—¿Qué es la Casa Triángulo? —preguntó Cath. 
—Es una fraternidad de ingeniería —dijo Wren. 
—¿Así que se emborrachan y construyen puentes? 
—Se emborrachan y diseñan puentes. ¿Quieres venir? 
—Nah. —Cath tomó un bocado de carne asada y papas; era siempre la cena de los domingos en el comedor Selleck—. Nerds borrachos, no es lo mío. 
—Te gustan los nerds. 
—No los nerds que se unen a las fraternidades —dijo Cath—. Esa es una subclase de nerds en la que no estoy interesada. 
—¿Le hiciste firmar una promesa de sobriedad a Abel antes de partir hacia Missouri? 
—¿Abel es tu novio? —preguntó Courtney—. ¿Es lindo? 
Cath la ignoró. —Abel no se va a convertir en un borracho. Ni siquiera puede tolerar la cafeína. 
6 D-bag: douche-bag (idiota)
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—Eso es una lógica defectuosa. 
—Sabes que no me gustan las fiestas, Wren. 
—Y tú sabes lo que dice papá: ―Tienes que probar algo antes de que puedas decir que no te gusta‖. 
—¿En serio? ¿Estas usando a papá para llevarme a una fiesta? He probado las fiestas. Ahí tienes la de Jesse, con el tequila… 
—¿Haz probado el tequila? 
—No, pero tú lo hiciste, y te ayudé a limpiar todo cuando vomitaste. 
Wren sonrió tristemente y se alisó el flequillo cruzado de su frente. 
—Beber tequila es más sobre el viaje que el destino… 
—Me llamarás —preguntó Cath—. ¿Cierto? 
—¿Si vomito? 
—Si necesitas ayuda. 
—No necesitaré ayuda. 
—Pero, ¿me llamarás? 
—Dios, Cath. Sí. Relájate. ¿Está bien? 
—Pero, señor —presionó Simon—. ¿Por qué tengo que ser su compañero de cuarto cada año? ¿Todos los años hasta que dejemos Watford? 
El mago sonrió con indulgencia y le revolvió el pelo marrón miel. 
—Ser emparejado con tu compañero de cuarto es una tradición sagrada en Watford —su voz era suave pero firme—. El Crisol los ubica juntos. Tienen que estar atentos el uno del otro, para conocerse tan bien como hermanos. 
—Sí. Pero, señor… —Simon se removió en su silla—. El Crisol debe haber cometido un error. Mi compañero de cuarto es un completo imbécil. Puede ser malo. La semana pasada alguien hechizó mi computadora portátil para que se cerrara, y sé que fue él. Prácticamente rió a carcajadas. 
El Mago dio a su barba unas cuantas caricias solemnes. Esta era corta y puntiaguda y solo le cubría el mentón 
—El Crisol los pone juntos, Simon. Quiere decir que tienes que cuidar de él.
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—Del capítulo 3, Simon Snow y la Segunda Serpiente, © 2003 
por Gemma T. Leslie
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4 
Traducido por Adriana Tate 
Corregido por mariaesperanza.nino 
Las ardillas en el campus estaban más allá de domésticas; eran prácticamente domésticas abusivas. Si estabas comiendo algo, venían justo hacia ti y hacían chit-chit-chit en tu espacio. 
—Toma —dijo Cath, tirándole un trozo de la barra de fresa con salsa de soya para la gorda ardilla roja a sus pies. Le tomo una foto con su teléfono y se la envió a Abel, ―ardilla abusadora” escribió. 
Abel le había enviado fotos de su habitación —su suite— en MoTech, y de él de pie con sus cinco cerebritos compañeros de habitación que lucían a lo Big Bang Theory. Cath trató de imaginarse pedirle a Reagan posar para una foto y se rió un poco fuerte. La ardilla se quedó inmóvil pero no huyó. 
Los miércoles y los viernes, Cath tenía cuarenta y cinco minutos entre Biología y Escritura de Ficción, y últimamente había estado matando el tiempo aquí mismo, sentada en un umbroso parche de césped en el lado suave del edificio de Inglés. Nadie con quien lidiar aquí. Nadie excepto las ardillas. 
Revisó sus mensajes de texto aun cuando su teléfono no había sonado. 
Ella y Abel en realidad no habían hablado desde que Cath se marchara a la escuela tres semanas atrás, pero él sí le mandaba mensajes de texto y correos de vez en cuando. Él dijo que estaba bien y que la competencia en Missouri ya era intensa. “Todo el mundo aquí fue el más inteligente de su clase”. 
Cath se había resistido al impulso de responderle. “Excepto por ti, ¿verdad?” 
Solo porque Abel había obtenido la calificación perfecta en la sección de matemáticas en el examen de admisión no significaba que fuera el chico más inteligente de su clase. Era una mierda en Historia
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Americana, y se las arreglaba más o menos en Español. En Español, por el amor a Cristo. 
Ya le había dicho a Cath que no iba a regresar a Omaha hasta Acción de Gracias, y ella no trató de convencerlo para que regresara antes. 
Realmente no lo extrañaba todavía. 
Wren diría que era porque Abel no era realmente el novio de Cath. Era una de sus recurrentes conversaciones: 
—Es un novio perfectamente bueno —diría Cath. 
—Es una mesa auxiliar —respondería Wren. 
—Siempre está ahí para mí. 
—…para colocar revistas. 
—¿Preferirías que saliera con alguien como Jesse? ¿Así podemos las dos quedarnos llorando cada fin de semana? 
—Preferiría que salieras con alguien a quien en realidad te gustara besar. 
—He besado a Abel. 
—Oh, Cath, para. Estás haciendo que mi cerebro vomite. 
—Hemos estado saliendo por tres años. Es mi novio. 
—Tienes sentimientos más fuertes por Baz y Simon. 
—Obvio, son Baz y Simon. Eso ni siquiera es justo… me gusta Abel. Es constante. 
—Tú simplemente sigues describiendo una mesita auxiliar… 
Wren había empezado a salir con chicos en octavo grado (dos años antes de que Cath siquiera empezara a pensar en ello), y hasta Jesse Sandoz, Wren no se había quedado con el mismo chico por más de un par de meses. Mantenía a Jesse alrededor por tanto tiempo porque nunca estaba realmente segura de si a él le gustaba ella —al menos esa era la teoría de Cath. 
Wren generalmente perdía el interés en un chico tan pronto como lo conquistaba. La conversión era su parte favorita. 
—Ese momento —le dijo a cath—, cuando te das cuenta de que un chico te mira diferente, que estás ocupando más espacio en su campo de visión. Ese momento cuando sabes que él no puede ver más allá de ti nunca más.
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A Cath le había gustado tanto la última línea, que le la habí dado a Baz un par de semanas más tarde. Wren estaba molesta cuando lo leyó. 
Como fuera, Jesse realmente nunca se convirtió. Él nunca tuvo ojos solo para Wren, ni siquiera después de que tuvieran sexo el otoño anterior. Esó del paso el juego de Wren. 
Cath se sintió aliviada cuando Jesse recibió una beca de fútbol en Iowa State. Él no tenía ese radio de atención para una relación a larga distancia, y había al menos unos diez mil chicos frescos en la Universidad de Nebraska para que Wren convirtiera. 
Cath le lanzó otra barra de proteína a la ardilla, pero alguien en un par de zapatos de cordones dio un paso adelante demasiado cerca de ellos, y la ardilla se sorprendió, alejándose pesadamente. Gordas ardillas del campus, pensó Cath. Se mueven pesadamente. 
Los zapatos de cordones dieron otro paso hacia ella, luego se detuvieron. Cath miró hacia arriba. Había un tipo parado frente a ella. Desde donde estaba sentada, y desde donde él estaba parado, con el sol detrás de su cabeza parecía de dos metros de altura. Entrecerró los ojos, pero no lo reconoció. 
—Cath —dijo él—, ¿cierto? 
Reconoció su voz; era el chico de cabello oscuro que se sentaba delante de ella en Escritura de Ficción: Nick. 
—Sí —respondió. 
—¿Terminaste tu ejercicio de escritura? 
La profesora Piper les había pedido que escribieran un centenar de palabras desde la perspectiva de un objeto inanimado. Cath asintió, todavía entrecerrando los ojos hacia él. 
—Oh, lo siento —dijo Nick, quitándose del sol y sentándose en la hierba junto a ella. Puso su mochila entre sus piernas—. Así que, ¿sobre qué escribiste? 
—Una cerradura —dijo ella—. ¿Y tú? 
—Un bolígrafo. —Hizo una mueca—. Me preocupa que todo el mundo vaya a hacerlo sobre un bolígrafo. 
—No lo estés —dijo ella—. Un bolígrafo es una terrible idea. 
Nick se rió y Cath miró hacia el césped. 
—Entonces —preguntó él—, ¿crees que nos hará leerlo en voz alta? 
Cath alzó la cabeza. —No. ¿Por qué haría eso?
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—Ellos siempre lo hacen —dijo él, como si fuera algo que Cath ya debiera saber. Ella no estaba acostumbrada a ver a Nick de frente, tenía cara de niño, con ojos azules caídos y cuadrados. Cejas negras que casi se juntaban en el medio. Tenía el aspecto de alguien con billete de tercera clase en el Titanic. De alguien que estaría en una fila en la Isla Ellis. Castizo y viejo. Además, lindo. 
—Pero no habrá tiempo en clases para que todos leamos —dijo ella. 
—Probablemente nos separaremos en grupos primero —dijo él, de nuevo como si ella debiera saber eso. 
—Oh… soy un poco nueva por aquí. 
—¿Eres una estudiante de primer año? 
Ella asintió y rodó los ojos. 
—¿Cómo una estudiante de primer año entró a la clase del nivel trescientos de la profesora Piper? 
—Lo pedí. 
Nick alzó sus peludas cejas y mostró su labio inferior, impresionado. — ¿Realmente crees que un bolígrafo es una terrible idea? 
—No estoy segura de lo quieres que te diga ahora —respondió Cath. 
—¿Tienes un desorden alimenticio? —preguntó Reagan. 
Cath estaba sentada en su cama, estudiando. 
Reagan estaba sosteniendo la puerta de su closet, saltando, tratando de ponerse una bota de tacón negra. Probablemente estaba de camino a trabajar, Reagan siempre estaba de camino a alguna parte. Trataba su habitación como una estación de paso, un lugar donde se detenía entre las clases y la biblioteca, entre su trabajo en la unión de estudiantes y su trabajo en el Olive Garden7. Un lugar para cambiarse de ropa, tirar libros y recoger a Levi. 
Algunas veces había otros chicos también. Ya en el último mes habían estado un Nathan y un Kyle. Pero ninguno de ellos parecía formar parte permanente del sistema solar de Reagan como lo hacía Levi. 
Lo cual hacía a Levi parte del sistema solar de Cath, también. Él la había visto en el campus hoy y caminó con ella todo el camino hacia 
7 Olive Garden: famosa cadena de restaurantes vegetarianos de los Estados Unidos.
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Oldfather Hall, hablando sobre algunos mitones que había comprado en las afueras de la Unión de estudiantes. 
—Hechos a mano. En Ecuador. ¿Alguna vez has visto una alpaca, Cather? Son como las llamas más adorables del mundo. Como, imagínate la llama más linda que puedas, y luego sigue imaginando. Y su lana, en realidad no es lana, es fibra y es hipo alergénico… 
Reagan ahora estaba mirando a Cath con el ceño fruncido. Estaba usando unos vaqueros negros ajustados y un top negro. Tal vez iba a salir, no a trabajar. 
—Tu bote de basura está lleno de envoltorios de barritas energéticas —dijo Reagan. 
—¿Estabas revolviendo mi basura? —Cath sintió una oleada de ira. 
—Levi estaba buscando un lugar donde escupir su chicle… ¿Entonces? ¿Tienes trastornos alimenticios? 
—No —dijo Cath, bastante segura de que era eso exactamente lo que diría si tuviera un trastorno alimenticio. 
—¿Entonces por qué no comes comida de verdad? 
—Lo hago. —Cath apretó sus puños. Su piel se sentía tersa y tensa—. Solo que no aquí. 
—¿Eres una de esas raras comedoras? 
—No. Yo… —Cath miró al techo, decidiendo que este era uno de esos momentos en donde la verdad sería mucho más simple que una mentira—… no sé dónde está el comedor. 
—Has estado viviendo aquí por más de un mes. 
—Lo sé. 
—¿Y no has encontrado el comedor? 
—Realmente no lo he buscado. 
—¿Por qué no les ha preguntado a alguien? Me pudiste haber preguntado. 
Cath rodó los ojos y miró a Reagan. —¿Realmente quieres que te haga preguntas estúpidas? 
—Si son sobre comida, agua, aire o refugio, sí. Jesús, Cath, soy tu compañera de habitación. 
—Está bien —dijo Cath, volviendo a su libro—. Anotado. 
—Entonces, ¿quieres que te enseñe donde está el comedor? 
—No, está bien.
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—No puedes seguir viviendo de barras dietéticas. Se te están acabando. 
—No se me están acabando… 
Reagan suspiró. —Levi pudo haberse comido unas cuantas. 
—¿Estás dejando a tu novio robar mis barras de proteínas? —Cath se inclinó sobre su cama para revisar su escondite… todas las cajas estaban abiertas. 
—Él dijo que te estaba haciendo un favor —dijo Reagan—. Forzando el asunto. Y no es mi novio. Exactamente. 
—Esto es una violación —dijo Cath furiosa, olvidándose por un momento de que Reagan era probablemente la persona más intimidante que había conocido alguna vez. 
—Ponte los zapatos —dijo Reagan—. Te voy a mostrar donde está el comedor. 
—No. —Cath ya podía sentir la ansiedad empezando a rasgar su estómago en pequeñas piezas nerviosas—. No es solo eso… No me gustan los lugares nuevos. Nuevas situaciones. Allí estarán todas estas personas, y no sabré donde sentarme… No quiero ir. 
Reagan se sentó al final de su propia cama, cruzando los brazos. — ¿Has estado yendo a clases? 
—Por supuesto. 
—¿Cómo? 
—Las clases son diferentes —dijo Cath—. Ahí hay algo en lo que enfocarse. Aún así es malo, pero es tolerable. 
—¿Consumes drogas? 
—No. 
—Tal vez deberías… 
Cath presionó sus puños en la cama. —Esto no es asunto tuyo. Ni siquiera me conoces. 
—Este —dijo Reagan—. Este es el por qué no quería una estudiante de primer año como compañera de habitación. 
—¿Por qué siquiera te importa? ¿Te estoy molestando? 
—Vamos a ir a cenar ahora mismo. 
—No. No vamos. 
—Agarra tu identificación estudiantil.
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—No voy a ir a cenar contigo. Ni siquiera te agrado. 
—Me caes bien —dijo Reagan. 
—Esto es ridículo. 
—Jesucristo, ¿no tienes hambre? 
Cath estaba apretando sus puños tan fuertes, que sus nudillos se estaban poniendo blancos. 
Pensó en el filete de pollo frito. Y papas gratinadas. Y tarta de fresa ruibarbo. Y se preguntó si el comedor de Pound tendría una máquina de helado como en Selleck. 
Y pensó sobre ganar. Sobre cómo estaba dejando que esto ganara, lo que sea que fuera, la locura dentro de ella. Cath, cero. Locura, un millón. 
Se inclinó, comprimiendo el nudo en su estómago. 
Luego se puso de pie con tanta dignidad como pudo encontrar y se puso sus zapatillas Vans. 
—He estado comiendo comida de verdad… —murmuró—. Almuerzo en Selleck con mi hermana. 
Reagan abrió la puerta. —Entonces, ¿por qué no comes aquí? 
—Porque esperé demasiado. Construí un muro para bloquearlo. Es difícil de explicar… 
—En serio, ¿por qué no te drogas? 
Cath caminó pasándola saliendo de la habitación. —¿Eres una licenciada de psiquiatría? ¿O solo juegas a una en televisión? 
—Estoy en la drogas —dijo Reagan—. Son una cosa hermosa. 
No hubo momento incómodo en el comedor, no se quedó parada en la puerta con una bandeja, tratando de decidir el lugar más inocuo para sentarse. 
Reagan se sentó en la primera mesa medio vacía que encontró. Ni siquiera saludó a las otras personas sentadas allí. 
—¿No vas a llegar tarde al trabajo? —preguntó Cath.
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—Voy a salir. Pero iba a comer primero aquí la cena de todas maneras. Nosotros pagamos por toda esta comida; muy bien que podemos comerla. 
La bandeja de Cath tenía un plato de macarrones al horno y dos cuencos de coles de Bruselas. Estaba hambrienta. 
Reagan tomó un gran bocado de su pasta de ensalada. Su cabello largo colgaba sobre sus hombros. Era una docena de tonos rojos y dorados, ninguno de ellos muy natural. —¿Realmente crees que no me agradas? —preguntó con la boca llena. 
Cath tragó. Ella y Reagan nunca habían tenido una conversación antes de hoy, ninguna seria que importara. —Um… tuve la sensación de que no querías un compañero de habitación. 
—No quiero un compañero de habitación. —Reagan frunció el ceño. Ella fruncía el ceño tanto como Levi sonreía—. Pero eso no tiene nada que ver contigo. 
—Entonces, ¿por qué vives en los dormitorios? No eres una estudiante de primer año, ¿cierto? Ni siquiera creo que los estudiantes de cuarto o tercer año vivan en el campus. 
—Lo tengo que hacer —dijo Reagan—. Es parte de mi beca. Se supone que obtendría mi propia habitación este año, estaba en la lista, pero todas las residencias están sobre su capacidad. 
—Lo siento —dijo Cath. 
—No es tu culpa. 
—Yo tampoco quería un compañero de habitación —dijo Cath—. Quiero decir… pensé que iba a vivir con mi hermana. 
—¿Tienes una hermana que estudia aquí? 
—Gemela. 
—Ew, raro. 
—¿Por qué es raro? —preguntó Cath. 
—Solo lo es. Es espeluznante. Como tener una doble. ¿Son idénticas? 
—Técnicamente. 
—Ew. —Reagan se estremeció melodramáticamente. 
—No es espeluznante —dijo Cath—. ¿Qué está mal contigo? 
Reagan sonrió y se estremeció de nuevo. —Entonces, ¿por qué no estás viviendo con tu hermana? 
—Ella quería conocer gente nueva —dijo Cath.
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—Lo haces sonar como si hubiera roto contigo. 
Cath pinchó otra col de Bruselas. —Vive en Schramm —dijo a su bandeja. Cuando levantó su mirada Reagan le estaba frunciendo el ceño. 
—Me estás haciendo sentir lástima por ti otra vez —dijo Reagan. 
Cath giró su tenedor hacia Reagan. —No sientas lástima por mí. No quiero que sientas lástima por mí. 
—No puedo evitarlo —dijo Reagan—. Eres patética. 
—No lo soy. 
—Si lo eres. No tienes ningún amigo, tu hermana te dejó, eres una comedora extraña… y tienes alguna cosa rara por Simon Snow. 
—Objeto a cada cosa que acabas de decir. 
Reagan masticaba. Y fruncía el ceño. Estaba usando un lápiz labial rojo oscuro. 
—Tengo un montón de amigos —dijo Cath. 
—Nunca los veo. 
—Acabo de entrar aquí. La mayoría de mis amigos van a otras escuelas. O están en línea. 
—Amigos de Internet no cuentan. 
—¿Por qué no? 
Reagan se encogió de hombros con desdén. 
—Y no tengo una cosa rara por Simon Snow —dijo Cath—. Simplemente soy activa en el fandom. 
—¿Qué mierda es el fandom? 
—No entenderías —suspiró Cath, deseando no haber usado esa palabra, sabiendo que si trataba de explicarse a sí misma más allá, solo lo haría peor. Reagan no creería, o entendería, que Cath no era simplemente una fan de Simon. Ella era una de las fans. El primer nombre solo de fan con las fans por su cuenta. 
Si le contaba a Reagan que los fics de Simon regularmente tenían veinte mil accesos… Reagan simplemente se reiría de ella. Además, decir todo eso en voz alta haría a Cath sentirse como una completa idiota. 
—Tienes cabezas de Simon Snow en tu escritorio —dijo Reagan. 
—Esos son bustos conmemorativos. 
—Siento lástima por ti. Seré tu amiga.
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—No quiero ser tu amiga —dijo Cath tan severamente como pudo—. Me gusta que no seamos amigas. 
—A mí también —dijo Reagan—. Lo siento, lo arruinaste siendo tan patética. 
Bienvenidos a FanFixx.net, donde las historias nunca terminan. 
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—Mensaje de bienvenida de la página principal de FanFixx.net, recuperado el 1 de Julio del 2011.
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Traducido por CrisCras & Juli 
Corregido por Val_17 
—Por favor, no me hagas sentarme en el pasillo —dijo Levi. 
Cath pasó por encima de sus piernas para llegar a la puerta. — Tengo que estudiar. 
—Reagan llega tarde, y ya he estado aquí sentado media hora. —Su voz descendió hasta un susurro—: Tu vecina con las botas rosas Ugg sigue saliendo para hablar conmigo. Ten piedad. 
Cath le frunció el ceño. 
—No te molestaré —dijo él—. Solo esperaré tranquilamente por Reagan. 
Rodó los ojos y entró, dejando la puerta abierta detrás de ella. 
—Puedo ver porqué Reagan y tú se han hecho amigas. —Se levantó y la siguió—. Ambas pueden ser extremadamente bruscas a veces. 
—No nos hemos hecho amigas. 
—Eso no es lo que oí… Oye, ahora que estás comiendo en el comedor, ¿puedo comerme tus barritas de proteínas? 
—Ya estabas comiéndote mis barritas de proteínas —dijo Cath con indignación, sentándose ante su escritorio y abriendo su ordenador portátil. 
—Me sentía mal por hacerlo a tus espaldas. 
—Me alegro. 
—¿Pero no eres más feliz ahora? —Se sentó al final de su cama y se apoyó contra la pared, cruzando sus largas piernas por los tobillos—. Ya luces mejor alimentada. 
—Um, ¿gracias? 
—¿Entonces? 
—¿Qué? 
Él sonrió. —¿Puedo tomar un barrita de proteínas?
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—Eres increíble. 
Levi se inclinó y metió la mano debajo de la cama. —Las de ―Felicidad de Arándano‖ son mis favoritas… 
Cath en realidad estaba más feliz ahora. (No es que fuera a admitir eso a Levi). Hasta el momento, ser la obra de caridad de Reagan no requería mucho, solo bajar al comedor juntas y ayudar a Reagan a ridiculizar a todo el mundo que pasaba por su mesa. 
A Reagan le gustaba sentarse junto a la puerta de la cocina, justo donde la línea del buffet daba paso al comedor. Ella lo llamaba asientos de desfile, y nadie estaba a salvo. —Mira —había dicho anoche—, es Gimpy. ¿Cómo crees que se rompió la pierna? 
Cath alzó la vista hacia el tipo, un personaje de aspecto peligrosamente moderno con pelo desgreñado y gafas de gran tamaño. —Probablemente se tropezó con su barba. 
—¡Ah! —dijo Reagan—. Su novia está llevando su bandeja. Solo mírala, ese es un brillante unicornio. ¿Crees que en realidad se conocieron en un anuncio de American Apparel? 
—Estoy bastante segura de que se conocieron en la ciudad de Nueva York, pero les tomó cinco años llegar hasta aquí. 
—Oh, Chica Lobo a las tres en punto —dijo Reagan emocionada. 
—¿Lleva puesta una cola de clip? 
—No lo sé, espero que… No. Maldita sea. 
—Como que me gusta un poco la cola. —Cath sonrió con cariño ante la chica gordita con el pelo teñido de negro. 
—Si Dios me puso en tu vida para evitar que lleves una jodida cola — dijo Reagan—, acepto la tarea. 
En lo que se refería a Reagan, Cath ya era problemáticamente extraña. —Ya es lo suficientemente malo que tengas posters hechos a mano de Simon Snow —había dicho Reagan mientras se preparaba para la cama—. ¿Tienes que tener posters gays de Simon Snow hechos a mano? 
Cath había levantado la vista del dibujo de Simon y Baz tomados de la mano que estaba sobre su escritorio. 
—Déjalos en paz —dijo—. Están enamorados. 
—Estoy bastante segura de que no recuerdo eso de los libros. 
—Cuando yo escribo sobre ellos —dijo Cath—, están enamorados. 
—¿Qué quiere decir cuando tú escribes sobre ellos? —Reagan se detuvo, tirando de su camiseta por encima de su cabeza—. No, ¿sabes
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qué? No importa. No quiero saberlo. Ya es bastante difícil hacer contacto visual contigo. 
Levi tenía razón, ellas debían de haberse hecho amigas, porque ahora cuando Reagan decía cosas así, hacía que Cath quisiera reír. Si Reagan se perdía la cena, Cath bajaría al comedor de todos modos y se sentaría en su mesa. Luego, cuando Reagan volvía a la habitación más tarde —si Reagan volvía a la habitación más tarde— Cath le contaría todo lo que se había perdido. 
—Sandalias de Fútbol finalmente habló con la Lindsay Lohan venezolana —diría Cath. 
—Gracias a Dios —respondería Reagan, dejándose caer en la cama—. La tensión sexual estaba matándome. 
Cath no estaba segura de a dónde iba Reagan por las noches cuando no volvía a los dormitorios. Tal vez a donde Levi. Cath miró a Levi ahora… 
Todavía sentado en la cama de Cath, comiéndose la que debía ser su segunda barrita de ―Felicidad de Arándano‖. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta negra. Tal vez Levi también trabajaba en el Olive Garden. 
—¿Eres un camarero? —preguntó ella. 
—¿En la actualidad? No. 
—¿Trabajas en el mostrador de Lancôme? 
Él se rió. —¿Qué? 
—Estoy tratando de averiguar por qué vistes todo de negro a veces. 
—Tal vez en realidad soy gótico y oscuro —sonrió—, pero solo en determinados días. —Cath no podía imaginar a Levi siendo gótico y oscuro; tenía la cara más sonriente que había visto jamás. Él sonreía desde la barbilla hasta la línea de su pelo. Su frente se arrugaba, sus ojos brillaban. Incluso sus orejas se involucraban en la acción, se crispaban, como las de un perro. 
—O tal vez trabajo en Starbucks —dijo. 
Ella soltó un bufido. —¿De verdad? 
—De verdad —dijo, todavía sonriendo—. Algún día necesitarás un seguro de salud, y no pensarás que trabajar en Starbucks es divertido. 
Levi y Reagan estaban siempre haciéndole eso a Cath: recordándole lo joven e ingenua que era. Reagan era solo dos años mayor que ella. Ni siquiera era lo suficientemente mayor para beber todavía. No legalmente. (No es que eso importara en el campus; había alcohol en
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todas partes. Wren ya tenía su identificación falsa. ―Puedes tomarla prestada‖ le había dicho a Cath. ―Di que tienes extensiones de pelo‖). 
Cath se preguntaba cuántos años tenía Levi. Parecía lo suficientemente mayor como para beber, pero tal vez era solo su pelo… 
No es que Levi fuera calvo. O cualquier cosa cerca de calvo. (Todavía). 
Pero la línea de su cabello llegaba a un pico en su frente, luego se retiraba, dramáticamente, por encima de sus sienes. Y en lugar de dejar que su pelo colgara suelto hacia delante, para minimizarlo —o en vez de darse por vencido y llevarlo muy corto, como harían la mayoría de los tipos— Levi se lo peinaba hacia arriba y hacia atrás en una descuidada onda rubia. Y siempre estaba desordenándolo, atrayendo aún más la atención hacia su amplia y delineada frente. Estaba haciéndolo ahora. 
—¿En qué estás trabajando? —preguntó, pasándose los dedos a través del pelo y rascándose la parte posterior de la cabeza. 
—Estudiando en silencio —dijo ella. 
Cath solo había publicado un capítulo de Carry On, Simon esta semana, y era la mitad de largo de lo normal. 
Normalmente publicaba algo en su página de FanFixx cada noche, si no era un capítulo completo, al menos una entrada de blog. 
Los comentarios en su página toda la semana habían sido amistosos… “¿Cómo estás?, “Solo revisando”. “¡No puedo esperar el próximo post!”, “¡Gah! Necesito mi Baz diario”. Pero para Cath se sentían como demandas. 
Ella solía leer y responder cada comentario sobre sus historias, los comentarios eran como estrellas doradas, como ramos del Primero de Mayo, pero desde que Carry On, Simon despegó el año pasado, todo se había vuelto demasiado grande para que Cath lo manejara. Pasó de conseguir alrededor de quinientas visitas por capítulo a cinco mil. Regularmente. 
Entonces uno de los pesos pesados del mayor sitio de fans, Fic- station, nombró a Carry On, Simon “el fic del octavo año” —y la página de Cath en FanFixx consiguió treinta y cinco mil visitas en un día. 
Ella todavía intentaba mantenerse al día con los comentarios y las preguntas tanto como podía. Pero ya no era lo mismo.
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No estaba escribiendo solo para Wren y los amigos que habían hecho en los viejos foros de Snowflakes. No era solo un puñado de chicas dedicándose a hacer fics de cumpleaños, de ánimo y de locuras, historias ―que escribí para hacer reír…‖ 
Cath tenía un público ahora, unos seguidores. Toda esa gente a la que no conocía, quienes esperaban cosas de ella y cuestionaban sus decisiones. A veces incluso se volvían contra ella. La habían hecho polvo en otros fansites, diciendo que Cath solía ser buena, pero que había perdido la magia —que su Baz era demasiado como el personaje oficial o no lo suficiente, que su Simon era un mojigato, que exageró a Penelope… 
—No les debes nada —diría Wren, arrastrándose en la cama de Cath a las tres de la mañana y alejando el ordenador de Cath—. Ve a dormir. 
—Lo haré. Yo solo… quiero terminar esta escena. Creo que Baz va a decirle finalmente a Simon que lo ama. 
—Él todavía lo amará mañana. 
—Es un gran capítulo. 
—Siempre es un gran capítulo. 
—Esta vez es diferente. —Cath había estado diciendo esto durante el último año—. Es el fin. 
Wren tenía razón: Cath había escrito esta historia, Baz y Simon enamorados, docenas de veces antes. Había escrito esta escena, esta línea: ―Snow… Simon, te amo‖, de quince formas diferentes. 
Pero Carry On era diferente. 
Era el fic más largo que había escrito hasta el momento, ya era más largo que cualquiera de los libros de Gemma T. Leslie, y Cath estaba a solo dos tercios del camino. 
Carry On estaba escrito como si fuera el octavo libro de Simon Snow, como si fuera el trabajo de Cath enlazar todos los cabos sueltos, para asegurarse de que Simon ascendiera a Mago, para redimir a Baz (algo que GTL nunca haría), para hacer que ambos chicos se olvidaran de Agatha… para escribir todas las escenas de despedidas, de graduaciones y de revelaciones de último minuto… y para poner en escena la batalla final entre Simon e Insidious Humdrum. 
Todo el mundo en el fandom estaba escribiendo fics sobre el octavo año en estos momentos. Todo el mundo quería probar con el gran final antes de que el último libro de Simon Snow fuera publicado en mayo. 
Pero para miles de personas, Carry On ya lo era.
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La gente estaba siempre diciéndole a Cath que no podían mirar al personaje oficial de la misma manera después de leer sus cosas. (―¿Por qué Gemma odia a Baz?‖) 
Alguien incluso había empezado a vender camisetas en Etsy que decían KEEP CALM AND CARRY ON, con una foto de Baz y Simon mirándose fijamente el uno al otro. Wren le compró una a Cath por su decimoctavo cumpleaños. 
Cath trató de no permitir que todo se le fuera a la cabeza. Estos personajes pertenecen a Gemma T. Leslie, ella lo escribía al comienzo de cada nuevo capítulo. 
—Perteneces a Gemma —le había dicho al Baz del poster que había sobre su cama en su casa—. Solo estoy tomándote prestado. 
—No tomaste prestado a Baz —diría Wren—. Lo secuestraste y lo criaste como su fuera tuyo. 
Si Cath se quedaba levantada hasta tarde escribiendo, demasiadas noches seguidas —si estaba obsesionada por los comentarios o las críticas— Wren se subiría a la cama de Cath y le robaría su ordenador portátil, abrazándolo como a un oso de peluche mientras dormía. 
En noches como esa, Cath siempre podría ir al piso de abajo y seguir escribiendo en el ordenador de su padre si realmente quería hacerlo, pero no le gustaba enfadar a Wren. Se escuchaban la una a la otra cuando no escucharían a nadie más. 
Hola, chicos, empezó a escribir Cath ahora en su diario de FanFixx. Deseó que Wren estuviera aquí para leer esto antes de que lo publicara. 
Así que supongo que es momento de que admita que la universidad es dura —¡La universidad es dura! ¡O al menos consume mucho tiempo!— y probablemente no voy a actualizar Carry On tanto como solía hacerlo, tanto como me gustaría… 
Pero no voy a desaparecer, lo prometo. No voy a renunciar a ella. Ya sé cómo termina esto, y no voy a descansar hasta llegar allí. 
Nick se giró en su escritorio tan pronto como la clase concluyó. — Serás mi compañera, ¿verdad? 
—Claro —dijo Cath, notando a una chica en el siguiente pasillo mirándolos decepcionada. Probablemente porque quería trabajar con Nick.
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Se suponía que debían encontrar un compañero y escribir una historia juntos fuera de clase, haciendo párrafos alternativamente. El punto del ejercicio, dijo la profesora Piper, era hacerles extra conscientes del argumento y la voz, y guiar sus cerebros por caminos que nunca habrían encontrado por su cuenta. 
Nick quería encontrarse en la biblioteca Love del campus. (Ese era en verdad su nombre; gracias por su donación, alcalde Don Lathrop Love). Nick trabajaba allí unas cuantas noches a la semana, colocando libros en las estanterías. 
Reagan pareció perspicaz cuando Cath empezó a guardar su ordenador después de cenar. 
—¿Vas a marcharte del dormitorio después de que oscurezca? ¿Tienes una cita? —Lo dijo como si fuera una broma. La idea de Cath en una cita. 
—He quedado con alguien para estudiar. 
—No camines a casa por tu cuenta si es tarde —dijo Levi. Él y Reagan tenían notas de clase esparcidas por todo el lado de Reagan de la habitación. 
—Yo camino a casa por mi cuenta todo el tiempo —le espetó Reagan. 
—Eso es diferente. —Levi le sonrió cálidamente—. Tú no desprendes esa sensación de Caperucita Roja. Tú das miedo. 
Reagan le sonrió como el Gran Lobo Feroz. 
—No creo que los violadores realmente se preocupen por la confianza —dijo Cath. 
—¿No crees? —Levi la miró seriamente—. Creo que van por la presa fácil. Las jóvenes y débiles. 
Reagan resopló. Cath se colgó la bufanda del cuello. —No soy débil… —murmuró. 
Levi se levantó de la cama de Reagan y se puso una pesada y gruesa chaqueta de lona verde. —Vamos —dijo. 
—¿Por qué? 
—Voy a acompañarte a la biblioteca. 
—No tienes que hacerlo —discutió Cath. 
—No me he movido en dos horas. No me importa. 
—No, de verdad…
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—Solo ve, Cath —dijo Reagan—. Tomará cinco minutos, y si te violaran ahora sería culpa nuestra. No tengo tiempo para el dolor. 
—¿Vienes? —le preguntó Levi a Reagan. 
—Mierda, no. Hace frío afuera. 
Hacía frío afuera. Cath caminaba tan rápido como podía, pero Levi, con lo largas que eran sus piernas, no caminó deprisa en ningún momento. 
Estaba tratando de hablar con Cath sobre búfalos. Por lo que ella sabía, Levi tenía toda una clase que era solo sobre búfalos. Él parecía como si fuera un especialista en búfalos si eso fuera una opción. Tal vez era una opción… 
Esta escuela recordaba constantemente a Cath lo rural que era Nebraska, algo en lo que nunca había pensado antes, al crecer en Omaha, la única ciudad real del estado. Cath había conducido a través de Nebraska un par de veces en el camino a Colorado, había visto el césped y los campos de maíz, pero nunca pensó mucho más allá de la vista. Nunca había pensado en la gente que vivía allí. 
Levi y Reagan eran de un pueblo llamado Arnold, el cual Reagan dijo que olía y parecía ―estiércol‖. 
—Tierra de Dios —exclamó Levi—. Todos los dioses. A Brahma y Odin le encantaría este lugar. 
Levi seguía hablando de búfalos a pesar de que ya se encontraban en la biblioteca. Cath subió el primer escalón de piedra, saltando arriba y abajo para mantener el calor. De pie en el estribo, ella era casi tan alta como él. 
—¿Ves lo que quiero decir? —preguntó. 
Ella asintió. —Las vacas son malas. Los búfalos son buenos. 
—Las vacas son buenas —dijo—. Los búfalos son mejor. —Entonces él le dio una perezosa sonrisa de medio lado—. Todo esto es muy importante, ya sabes, es por eso que te estoy diciendo. 
—Vital —dijo ella—. Ecosistemas. El nivel acuífero. Las musarañas extinguiéndose. 
—Llámame cuando hayas terminado, Caperucita. 
No, pensó Cath, ni siquiera sé tu número. 
Levi ya se alejaba. —Voy a estar en la habitación —dijo sobre su hombro—. Llámame allí.
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La biblioteca tenía seis niveles sobre el suelo y dos niveles más abajo. 
Los subniveles, donde estaban los montones de libros, se encontraban dispuestos de formas extrañas y accesibles sólo desde ciertas escaleras; parecía casi como si estuvieran escondidos bajo otros edificios alrededor del campus. 
Nick trabajaba en una larga y blanca habitación, que era prácticamente un silo de misiles con los estantes. Había un zumbido constante sin importar dónde estuvieras de pie, y a pesar de que Cath no podía ver las rejillas, partes de la habitación tenían su propio viento. En la mesa donde se encontraban sentados, Nick tuvo que dejar una pluma en el cuaderno abierto para evitar que las páginas se agitaran. 
Nick escribía a mano. 
Cath trataba de convencerlo de que estarían mejor si tomaban turnos en su portátil. 
—Pero entonces no veremos el cambio —dijo—. No vamos a ver las diferentes caligrafías en el trabajo. 
—No puedo pensar en el papel —dijo ella. 
—Perfecto —dijo Nick—. Este ejercicio se trata de salir de nuestra zona de confort. 
—Está bien —suspiró. No tenía sentido seguir discutiendo, él ya había apartado el ordenador. 
—Está bien. —Nick cogió su pluma y abrió la tapa con los dientes—. Voy a empezar. 
—Espera —dijo Cath—. Tenemos que hablar de qué tipo de historia vamos a escribir. 
—Ya lo verás. 
—Eso no es justo. —Se inclinó hacia delante, mirando a la hoja de papel en blanco—. No quiero escribir sobre cadáveres o cuerpos desnudos... 
—Entonces lo que estoy escuchando es: nada de cuerpos. 
Nick escribió garabateando en una semi cursiva. Era zurdo, así que manchó con tinta azul el papel mientras escribía. Necesitas un marcador, pensó Cath, tratando de leer su letra al revés desde el otro lado de la mesa. Cuando él le entregó el cuaderno, apenas podía leerlo, incluso al derecho.
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—¿Cuál es esa palabra? —preguntó, señalando. 
—Retinas. 
Ella está de pie en un estacionamiento. Y se encuentra bajo una farola. Y su pelo es tan rubio, que está parpadeando hacia ti. Te está quemando las retinas, un jodido cono a la vez. Se inclina hacia delante y agarra su camiseta. Y ahora se pone de puntillas. Está acercándose a ti. Huele a té negro y cigarrillos American Spirits, y cuando su boca llega a tu oído, te preguntas si ella recuerda tu nombre. 
—Así que... —dijo Cath—, ¿estamos haciendo esto en tiempo presente? 
—Segunda persona —confirmó Nick. 
Cath le frunció el ceño. 
—¿Qué pasa? —preguntó él—. ¿No te gustan las historias de amor? 
Cath notó que se ruborizaba y trató de detenerlo. Mantén la calma, Caperucita. Se inclinó sobre su bolso para buscar un bolígrafo. 
Era difícil para ella escribir sin teclear, y era difícil escribir con Nick mirándola como si él acabara de darle una patata caliente. 
—Por favor, no le digas a mamá —se ríe ella. 
—¿Qué parte debería excluir? —le preguntas—. ¿El cabello? ¿O los estúpidos cigarrillos hipster? 
Ella tira vilmente de tu camiseta, y tú la empujas hacia atrás como si tuviera doce. Y prácticamente los tiene; es tan joven. Y estás tan cansado. Y qué va a pensar Dave si no vas a tu primera cita por ocuparte de tu estúpidamente rubia y pequeña hermanita. 
—Apestas, Nick —dice ella. Y está tambaleándose. Está balanceándose de nuevo bajo el farol de la calle. 
Cath dio vuelta el cuaderno y lo empujó hacia Nick. 
Él empujó la lengua en su mejilla y sonrió. 
—Así que nuestro narrador es gay... —dijo—. Y se llama así por mí... 
—Me encantan las historias de amor —dijo Cath. 
Nick asintió un par de veces más. 
Y luego ambos se echaron a reír.
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Era casi como escribir con Wren, como cuando ella y Wren se sentaban frente a la computadora, tirando del teclado de un sitio al otro y leyendo en voz alta lo que la otra persona escribía. 
Cath siempre escribía la mayor parte del diálogo. Wren era mejor en la trama y el modo. A veces Cath escribía todas las conversaciones, y Wren escribía detrás de ella, decidiendo dónde se encontraban Baz y Simon y hacia dónde se dirigían. Una vez Cath había escrito lo que pensaba que era una escena de amor, y Wren la había convertido en una lucha con espadas. 
Incluso después de que habían dejado de escribir juntas, Cath aún seguiría a Wren en la casa, pidiendo ayuda, siempre que no podía lograr que Simon y Baz hicieran algo más que hablar. 
Nick no era Wren. 
Él era mandón y un exhibicionista. Y también, por supuesto, un chico. De cerca, sus ojos eran más azules, y sus cejas eran prácticamente sensibles. Se lamía los labios cuando escribía, tocando su lengua en los dientes delanteros. 
A su favor, él superó la cosa gay casi inmediatamente. Incluso cuando Cath le dio al ficticio Nick gay cejas negras y gruesas, y zapatos ingleses de cordones azul y violeta. 
El Nick real tenía problemas para esperar su turno, empezaría a tomar el cuaderno de las manos de Cath antes de que ella terminara de escribir y la pluma verde mancharía la página. 
—Espera —había dicho ella. 
—No, tengo una idea y estás a punto de arruinarlo. 
Ella se esforzó para hacer que sus párrafos se parecieran a los de Nick, pero su propio estilo seguía escapándosele. Había sido genial cuando se dio cuenta de que él la imitaba también. 
Después de unas horas, Cath bostezaba, y su historia estaba el doble de larga de lo que tenía que estar. —Va a tomar una eternidad pasar esto al ordenador —dijo. 
—No lo hagas, entonces. Sigamos de esta manera. 
Cath miró las páginas manchadas de verde y azul. —Es nuestra única copia.
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—Entonces no dejes que tu perro se la coma. —Subió la cremallera de la sudadera con capucha gris y cogió su chaqueta de mezclilla—. Es más de medianoche. Tengo que irme. 
El carrito de libros al lado de su mesa aún seguía colmado de libros. —¿Qué pasa con esos? —preguntó Cath. 
—La chica de la mañana puede hacerlo. Va a recordarle que está viva. 
Cath arrancó cuidadosamente su historia del cuaderno de Nick y la guardó en su mochila, y luego lo siguió hasta la escalera de caracol. No vieron a nadie más en su camino hacia el primer piso. 
Ahora era diferente estar con él. Diferente incluso desde hace unas horas. Divertido. Cath no se sentía como si su verdadero yo estuviera enterrada bajo ocho capas de miedo y ansiedad diagnosticable. Nick caminó junto a ella en la escalera, y hablaron como si todavía estuvieran pasándose el cuaderno entre ellos. 
Al llegar afuera, se detuvieron en la acera. 
Cath sintió algo de su nerviosismo desaparecer. Torpemente abrochó los botones de su abrigo. 
—De acuerdo —dijo Nick, poniéndose la mochila—. ¿Nos vemos en clase? 
—Sí —dijo Cath—. Voy a tratar de no perder nuestra novela. 
—Nuestra primera novela —dijo, tomando el sendero que conducía fuera de la escuela—. Buenas noches. 
—Buenas noches. —Ella lo miró irse, todo el pelo oscuro y manchas azules en la luz de la luna.... 
Y luego Cath estaba en el patio. Cath y alrededor de un centenar de árboles que nunca notó durante el día. Las luces de la biblioteca se apagaron detrás de ella, su sombra desapareció. 
Cath suspiró y sacó su teléfono —tenía dos textos de Abel, los cuales ignoró— y marcó el número de su habitación, esperando que su compañera no estuviera dormida. 
—¿Hola? —respondió Reagan en el tercer tono. Había música en el fondo. 
—Es Cath. 
—Bueno, hola, Cath, ¿cómo estuvo tu cita? 
—No fue… Mira, tengo que caminar a casa. Voy a ser rápida. Ya estoy caminando.
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—Levi se fue tan pronto como sonó el teléfono. Muy bien podrías esperar por él. 
—Él no tiene… 
—Va a estar aun más molesto si no puede encontrarte. 
—Está bien —dijo Cath, dándose por vencida—. Gracias, supongo. 
Reagan colgó. 
Cath se encontraba junto a un poste de luz, así él la vería, y trató de lucir como el cazador y no como la niña con la cesta. Levi apareció mucho antes de lo que ella esperaba, corriendo por la senda. Incluso al trotar parecía relajado. 
Ella comenzó a caminar hacia él, pensando que por lo menos le ahorraría unos pocos pasos. 
—Catherine —dijo, deteniéndose cuando se encontraron y volviéndose para caminar con ella—. En una sola pieza incluso. 
—Ese —dijo—, ni siquiera es mi nombre. 
—Sólo Cather, ¿eh? 
—Sólo Cath. 
—¿Te perdiste en la biblioteca? 
—No. 
—Yo siempre me pierdo en la biblioteca —dijo—, no importa cuántas veces voy. De hecho, creo que cuanto más voy, más me pierdo. Como si estuviera llegando a conocerme y revelando nuevos pasajes. 
—¿Pasas mucho tiempo en la biblioteca? 
—Lo hago, en realidad. 
—¿Cómo es eso posible cuando estás siempre en mi habitación? 
—¿Dónde crees que duermo? —preguntó. Y cuando ella lo miró, él estaba sonriendo. 
Simon se acurrucó en su cama como un unicornio herido, sosteniendo el trozo de terciopelo verde con la cara llena de lágrimas. 
—¿Estás bien? —preguntó Basil. Se notaba que no quería preguntarle. Era evidente que le resultaba muy desagradable hablar con su viejo enemigo. 
—Déjame en paz —espetó Simon, ahogándose en lágrimas y odiando a Basil aún más de lo habitual—. Ella era mi madre.
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Basil frunció el ceño. Entrecerró los ojos gris ahumado y cruzó los brazos, como si estuviera esforzándose por mantenerse de pie. Como si lo que realmente quisiera hacer era lanzarle otro hechizo de estornudos a Simon. 
—Lo sé —dijo Basil casi con rabia—. Sé lo que estás pasando. Yo también perdí a mi madre. 
Simon se limpió la nariz mocosa con la manga de su chaqueta y se incorporó lentamente, con los ojos tan amplios y azules como el Octavo Mar. ¿Basil estaba mintiendo? Eso sería justo como él, el imbécil. 
—De ―Amigos de por Vida… y Después‖, publicado en agosto de 2006 por los autores de FanFixx.net Magicath y Wrenegade.
62 
6 
Traducido por *~ Vero ~* 
Corregido por Gabbita 
—¿Papá? Llámame. 
… 
—Es Cath de nuevo. Llámame. 
… 
—Papá, deja de ignorar mis correos de voz. ¿Escuchas tu correo de voz? ¿Sabes cómo hacerlo? Incluso si no lo sabes, sé que puedes ver mi número en las llamadas pérdidas. Llámame, ¿de acuerdo? 
… 
—Papá. Llámame. O llama a Wren. No, llámame a mí. Estoy preocupada por ti. No me gusta tener que preocuparme por ti. 
… 
—No me hagas llamar a los vecinos. Irán a ver cómo estás, y no hablas nada de español; será va a ser vergonzoso. 
… 
—¿Papá? 
—Hola, Cath. 
—Papá. ¿Por qué no me has llamado? Te dejé un millón de mensajes. 
—Me dejaste demasiados mensajes. No deberías llamarme o incluso pensar en mí. Estás en la universidad ahora. Sigue tú camino. 
—Es sólo la universidad, papá. No es como que tuviéramos diferencias irreconciliables. 
—Cariño, he visto un montón de la serie 90210. Los padres no estuviero siquiera en el programa una vez que Brandon y Brenda fueron a la universidad. Este es tu momento, se supone que vas a fiestas de fraternidades y vuelves con Dylan.
63 
—¿Por qué todos quieren que vaya a fiestas de fraternidades? 
—¿Quién quiere que vayas a fiestas de fraternidades? Sólo estaba bromeando. No pases el rato con los chicos de fraternidad, Cath, son terribles. Todo lo que hacen es emborracharse y mirar 90210. 
—Papá, ¿cómo estás? 
—Estoy bien, cariño. 
—¿Te sientes solo? 
—Sí. 
—¿Estás comiendo? 
—Sí. 
—¿Qué estás comiendo? 
—Alimentos nutritivos. 
—¿Qué has comido hoy? No mientas. 
—Algo ingenioso que descubrí en la tienda QuikTrip: Es una salchicha envuelta en una tortilla, que se cocina a la perfección en la máquina de perros calientes… 
—Papá. 
—Vamos, Cath, me dijiste que no mienta. 
—¿Podrías simplemente ir a la tienda de comestibles o algo así? 
—Sabes que odio ese tipo de tiendas. 
—Venden fruta en QuikTrip. 
—¿Lo hacen? 
—Sí. Pregunta a alguien. 
—Sabes que odio preguntar a alguien. 
—Estás haciendo que me preocupe por ti. 
—No te preocupes por mí, Cath. Voy a ir a buscar la fruta. 
—Esa es una concesión tan penosa... 
—Está bien, voy a ir al supermercado. 
—No mientas… ¿Lo prometes? 
—Te lo prometo. 
—Te amo. 
—También te amo. Dile a tu hermana que la amo.
64 
… 
—Cath, es tú padre. Sé que es tarde, y es probable que estés dormida. ¡Espero que estés durmiendo! Pero tuve esta idea. Es una gran idea. Llámame. 
… 
—¿Cath? Es tu padre otra vez. Todavía es tarde, pero no podía esperar para decirte esto. ¿Recuerdas cuánto querían un baño de arriba? Bueno, su habitación está justo sobre el baño. Podríamos poner una trampilla. Y una escalera. Sería como un atajo secreto para el baño. ¿No es esta una idea genial? Llámame. Es tú padre. 
… 
—¡Cath! No una escalera, ¡una barra de bomberos! Aún tienes que usar las escaleras para llegar a tú habitación, pero, Cath, una barra de bomberos. Creo que puedo hacerla yo mismo. Quiero decir, voy a tener que encontrar una barra... 
… 
—¿Papá? Llámame. 
… 
—Llámame, ¿de acuerdo? 
… 
—Papá, es Cath. Llámame. 
Era viernes por la noche, y Cath tenía la habitación de la residencia para ella. 
Estaba tratando de trabajar en Carry On, Simon, pero su mente seguía vagando... Ese día en clase, la profesora Piper les había entregado la historia que ella y Nick escribieron juntos. La profesora había llenado los márgenes con As y dibujado una pequeña caricatura de sí misma en la esquina gritando ¡AAAAAA! 
Puso a algunos de los equipos de redacción —a las personas que lo habían hecho muy bien— a leer sus historias en voz alta frente a la clase. Cath y Nick fueron últimos, intercambiando párrafos, por lo que siempre estaban leyendo lo que el otro había escrito. Obtuvieron un montón de risas. Probablemente porque Nick se comportaba como si fuera
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  • 1. 1
  • 2. 2 Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una traducción de fans para fans. Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro. También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro. ¡Disfruta la lectura!
  • 3. 3 STAFF Moderadoras Mel Cipriano Traductoras Snowsmily Michelle♡ Adriana Tate CrisCras Juli Julieyrr Nats Sofí Fullbuster Blaire2015 Danny_McFly MaryJane♥ Chachii America Sardothien Zafiro Cynthia Delaney letssinkhearts eyeOc Mel Cipriano Deydra Eaton aa.tesares Polilla KristewStewpid Valen Drtner Mar Winston francisca abdo arias Valentine Fitzgerald Vanessa VR Jeyly Carstairs Val_17 Mel Markham Correctoras Melii Gabbita Andreina Vanessa mariaesperanza.nino Val Zöe Victoria Ferris Daenerys Paltonika Marie.Ang Maarlopez Meliizza niki Aimetz PaulaFran! Daniela Aiden Alessa Ely Cris Tsuki Karool CarolVanessa Gabihhbelieber Cami SammyD Gaz Walker Lectura Final Elle Diseño Sofía Belikov & Yessy
  • 4. 4 ÍNDICE Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Agradecimientos Sobre el Autor
  • 5. 5 SINOPSIS Cath es fan de Simon Snow. Bueno, todo el mundo es fan de Simon Snow... Pero para Cath, ser fan es toda su vida, y ella es realmente buena en ello. Ella y su hermana gemela, Wren, se escondieron en la serie Simon Snow cuando eran unas niñas, y eso fue lo que las ayudó a superar el abandono de su madre. Leer. Releer. Pasar el rato en los foros de Simon Snow, escribir fanfictions sobre Simon Snow, vestirse como los personajes para cada estreno de una película. La hermana de Cath se ha alejado del fandom, pero Cath no puede dejarlo ir. No quiere hacerlo. Ahora que van a la universidad, Wren le ha dicho a Cath que no quiere ser su compañera de habitación. Cath está sola, y completamente fuera de su zona de confort. Ella tiene una compañera de cuarto hosca con un novio encantador y que siempre está alrededor, un profesor escritor de ficción que piensa que fanfiction es el fin del mundo civilizado, un compañero guapo que sólo quiere hablar de palabras... Y no puede dejar de preocuparse por su padre, quien es amoroso y frágil, y nunca ha estado solo. Para Cath, la pregunta es: ¿Puede hacer esto? ¿Puede hacerlo sin Wren sosteniendo su mano? ¿Está lista para empezar a vivir su propia vida? ¿Escribir sus propias historias? ¿Y querrá ella seguir adelante si eso significa dejar a Simon Snow atrás?
  • 6. 6
  • 7. 7 Para Jennifer, quien siempre tuvo un sable de luz adicional.
  • 8. 8 SEMESTRE DE OTOÑO, 2011
  • 9. 9 LA SERIE DE SIMON SNOW Fuente: Encyclowikia, la enciclopedia de la gente Este artículo es sobre la serie de libros para niños. Para otras aplicaciones, vea Simon Snow (desambiguación). Simon Snow es una serie de siete libros de fantasía escritos por la lingüista Inglesa Gemma T. Leslie. Los libros cuentan la historia de Simon Snow, de 11 años de edad, un huérfano de Lancashire que es reclutado para asistir a la Escuela Watford Magicks para convertirse en un mago. A medida que crece, Simon se une a un grupo de hechiceros —los Magos— que luchan contra Humdrum Insidious, un ser maligno que intenta erradicar la magia del mundo. Desde la publicación de Simon Snow y El Heredero del Mago en 2001, los libros han sido traducidos a 53 idiomas, y para agosto de 2011 ya se habían vendido más de 380 millones de copias. Leslie ha sido criticada por la violencia en la serie, y por la creación de un héroe que a veces es egoísta y malhumorado. Una escena de exorcismo en el cuarto libro, Simon Snow y el Cuarto Selkies, provocó boicots entre grupos cristianos estadounidenses en 2008. Pero los libros son ampliamente considerados como clásicos modernos, y en 2010, la revista Time llamó a Simon el "personaje literario para niños más grande desde Huckleberry Finn". Un octavo libro, el último de la serie, tiene fecha de lanzamiento para el 1 de mayo de 2012. Publicaciones: Simon Snow y el Heredero del Mago, 2001 Simon Snow y la Segunda Serpiente, 2003 Simon Snow y la Tercera Puerta, 2004 Simon Snow y el Cuarto Selkies, 2007 Simon Snow y las Cinco Hojas, 2008 Simon Snow y las Seis Liebres Blancas, 2009 Simon Snow y el Séptimo Roble, 2010 Simon Snow y la Octava Danza, programado para el 1 de mayo de 2012
  • 10. 10 1 Traducido por Mel Cipriano Corregido por Gabbita Había un chico en su habitación. Cath miró el número pintado en la puerta y luego hacia abajo, a la asignación de espacio en su mano. Pound Hall, 913. Esa era sin duda la habitación 913, pero tal vez no era Pound Hall, todas esas residencias se parecían, como torres de viviendas públicas para ancianos. Tal vez Cath debía tratar de interceptar a su padre antes de que le llevara el resto de sus cajas. —Tú debes ser Cather —dijo el muchacho, sonriendo y tendiéndole la mano. —Cath —dijo, sintiendo un salto de pánico en el estómago. Hizo caso omiso a su mano. (Ella estaba sosteniendo una caja de todos modos, ¿qué esperaba?) Aquello era un error, tenía que ser un error. Sabía que Pound era un edificio de dormitorios mixtos… ¿Existía tal cosa como los dormitorios mixtos? El chico tomó la caja de sus manos y la puso en una cama vacía. La cama en el otro lado de la habitación ya estaba cubierta con ropa y cajas. —¿Tienes más cosas abajo? —preguntó—. Acabamos de terminar. Creo que ahora iremos a por una hamburguesa; ¿quieres una? ¿Ya has estado en Pear‘s? Hamburguesas del tamaño de tu puño. —Él tomó su brazo. Ella tragó saliva—. Has un puño —dijo. Cath lo hizo. —Más grande que tú puño —dijo, dejando caer la mano y tomando la mochila que ella había dejado en la puerta—. ¿Tienes más cajas? Debes tenerlas. ¿Tienes hambre?
  • 11. 11 Era alto, delgado y bronceado, y parecía como si acabara de quitarse un gorro de lana, tirando del cabello rubio oscuro en todas direcciones. Cath miró la asignación de la habitación. ¿Este era Reagan? —¡Reagan! —dijo el chico felizmente—. Mira, tú compañera de cuarto está aquí. Una chica rodeó a Cath en la puerta y la miró con frialdad. Tenía cabello liso, castaño, y un cigarrillo sin encender en la boca. El chico lo tomó y se lo puso en su boca. —Reagan, Cather. Cather, Reagan —dijo. —Cath —corrigió ella. Reagan asintió y buscó en su bolso otro cigarrillo. —Tomé esté lado — dijo, señalando a la pila de cajas en el lado derecho de la habitación—. Pero eso no importa. Si tienes problemas de feng shui, no dudes en mover mi mierda. —Se volvió hacia el muchacho—. ¿Listo? Él se giró hacia Cath. —¿Vienes? Cath negó con la cabeza. Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, se sentó en el colchón desnudo que aparentemente era suyo —el feng shui era el menor de sus problemas—, y apoyó la cabeza contra la pared de bloques de hormigón. ESólo tenía que tranquilizar sus nervios. Tomar la ansiedad que sentía como estática negra trás sus párpados y un corazón extra en su garganta, y empujarlo todo hacia su estómago a donde pertenecía, donde pudiera, al menos, atarlo en un buen nudo y trabajar en torno a ello. Su padre y Wren estarían allí de un momento a otro, y Cath no quería que supieran que estaba a punto de deshacerse. Si Cath se deshacía, su padre se desharía. Y sí ambos lo hacían, Wren actuaría como si lo estuvieran haciendo a propósito, sólo para arruinar su perfecto primer día en el campus. Su nueva y hermosa aventura. Vas a darme las gracias por esto, seguía diciendo Wren. La primera vez que lo dijo fue en junio. Cath ya había enviado sus solicitudes de vivienda a la universidad, y por supuesto que había puesto a Wren como su compañera de cuarto, no lo había pensado dos veces. Las dos habían compartido una habitación durante dieciocho años, ¿por qué detenerse ahora? —Hemos compartido una habitación por dieciocho años — argumentó Wren. Estaba sentada a la cabecera de la cama de Cath, portando su exasperante rostro de ―Soy la Madura Aquí‖.
  • 12. 12 —Y ha funcionado muy bien —dijo Cath, agitando su brazo alrededor del dormitorio hacia las pilas de libros y posters de Simon en el armario, donde metían toda su ropa sin preocuparse la mayoría de las veces de qué le pertenecía a cada una. Cath estaba sentada a los pies de la cama, tratando de no parecer la ―Patética que Siempre Lloriquea‖. —Esto es la universidad —insistió Wren—. El punto de la universidad es conocer gente nueva. —El punto de tener una hermana gemela —dijo Cath—, es no tener que preocuparse por este tipo de cosas. Raros extraños que roban tus tampones, huelen como a aderezo para ensaladas y te toman fotos con sus teléfonos celulares mientras duermes… Wren suspiró. —¿De qué estás hablando? ¿Por qué alguien va a oler como aderezo para ensalada? —Como a vinagre —dijo Cath—. ¿Recuerdas cuando nos fuimos de viaje en primer año, y que la habitación de una niña olía a aderezo italiano? —No. —Bueno, era horrible. —Es la universidad —repitió Wren, exasperada, cubriéndose la cara con las manos—. Se supone que debe ser una aventura. —Ya es toda una aventura. —Cath se arrastró junto a su hermana y le sacó las manos de la cara—. Toda la perspectiva ya es aterradora. —Se supone que debemos conocer gente nueva —insistió Wren. —Yo no necesito gente nueva. —Eso demuestra lo mucho que necesitas gente nueva.... —Wren le apretó las manos—. Cath, piensa en ello. Si lo hacemos juntas, la gente nos tratará como si fuéramos la misma persona. Pasarán cuatro años antes de que alguien pueda incluso diferenciarnos. —Todo lo que tienen que hacer es prestar atención. —Cath tocó la cicatriz en la barbilla de Wren, justo debajo de su labio. (Accidente de trineo. Tenían nueve, y Wren estaba en la parte delantera del trineo cuando golpeó el árbol. Cath había caído a la nieve de la parte posterior.) —Sabes que tengo razón —dijo Wren. Cath negó con la cabeza. —No lo creo. —Cath... —Por favor no me hagas hacer esto sola.
  • 13. 13 —Nunca estás sola —dijo Wren, suspirando de nuevo—. Ese es el maldito punto de tener una hermana gemela. —Esto es muy bonito —dijo su padre, echando un vistazo alrededor de Pound 913, y poniendo un cesto de la ropa lleno de zapatos y libros sobre el colchón de Cath. —No es lindo, papá —dijo Cath con rigidez, de pie en la puerta—. Es como una habitación de hospital, pero más pequeña. Y sin televisión. —Tienes una gran vista del campus —dijo. Wren se acercó a la ventana. —Mi habitación da a un estacionamiento. —¿Cómo lo sabes? —preguntó Cath. —Google Earth. Wren no podía esperar a que toda esa cosa de la universidad comenzara. Ella y su compañera de cuarto, Courtney, habían estado hablando durante semanas. Courtney era de Omaha también. Las dos se habían reunido y fueron juntas a comprar cosas para el dormitorio. Cath se les unió de mala gana y trató de no hacer pucheros mientras ellas escogían posters y lámparas de escritorio a juego. El padre de Cath volvió de la ventana y le pasó un brazo alrededor de sus hombros. —Todo va a estar bien —dijo. Ella asintió. —Lo sé. —Está bien —dijo, aplaudiendo—. Próxima parada, Schramm Hall. Segunda parada, pizza buffet. Tercera parada, mi triste y vacío nido. —No pizza —dijo Wren—. Lo siento, papá. Courtney y yo vamos a la barbacoa de primer año esta noche. —Dirigió su mirada hacia Cath—. Cath debe ir, también. —Sí pizza —dijo Cath desafiante. Su padre sonrió. —Tú hermana tiene razón, Cath. Tienes que ir. Conocer gente nueva. —Todo lo que voy a hacer durante los próximos nueve meses es conocer gente nueva. Hoy elijo pizza buffet. Wren puso los ojos en blanco.
  • 14. 14 —Está bien —dijo su padre, dándole a Cath palmaditas en el hombro—. Próxima parada, Schramm Hall. ¿Señoritas? —Abrió la puerta. Cath no se movió. —Puedes venir a buscarme después de dejarla — sugirió, mirando a su hermana—. Quiero empezar a desempacar. Wren no discutió, sólo salió al pasillo. —Voy a hablar contigo mañana —dijo, sin voltearse a mirar a Cath. —Seguro. Se sentía bien desempacar. Poner sábanas a la cama y ordenar sus nuevos libros de texto, ridículamente caros, en las estanterías de su nuevo escritorio. Cuando su padre regresó, caminaron juntos hasta Valentino‘s. Todas las personas que vieron en el camino eran de la edad de Cath. Era espeluznante. —¿Por qué todo el mundo es rubio? —preguntó Cath—.¿Y por qué son todos blancos? Su padre se echó a reír. —No estás más que acostumbrada a vivir en el barrio menos blanco de Nebraska. Su casa, en el sur de Omaha, estaba en un barrio mexicano. La familia de Cath era la única blanca de la manzana. —Oh, Dios —dijo—. ¿Crees qué en esta ciudad tengan un camión de tacos? —Creo que he visto un Chipotle… Ella gimió. —¡Vamos! —dijo él—, te gusta el Chipotle. —No es el punto. Cuando llegaron a Valentino‘s, estaba lleno de estudiantes. Unos pocos, como Cath, habían venido con sus padres, pero no muchos. —Es como una historia de ciencia ficción —dijo ella—. No hay niños pequeños... Nadie mayor de treinta... ¿Dónde están todas las personas mayores?
  • 15. 15 Su padre levantó una rebanada de pizza. —Soylent Green1. Cath se echó a reír. —Yo no soy viejo, ¿sabes? —Estaba golpeando la mesa con los dos dedos del medio de la mano izquierda—. Cuarenta y uno. Los otros tipos de mi edad en el trabajo están empezando a tener hijos. —Esa fue una buena idea —dijo Cath—, sacarnos del camino antes de tiempo. Podrías comenzar a traer chicas a casa ahora… No hay moros en la costa. —Todas mis chicas… —dijo, mirando a su plato—. Ustedes son las únicas chicas por las que me preocupó. —Ugh. Papá. Raro. —Sabes lo que quiero decir. ¿Qué pasa contigo y tu hermana? Ustedes nunca han peleado así antes.... —No estamos peleando ahora —dijo Cath, tomando un bocado de tocino de la pizza—. Oh, cielos. —Lo escupió. —¿Qué pasa, has encontrado una pestaña? —No. Un pepinillo. Está bien. Es que no me lo esperaba. —Parece como si estuvieran peleando —insistió. Cath se encogió de hombros. Ella y Wren ni siquiera hablaban mucho, por no decir pelear. —Wren sólo quiere más... independencia. —Suena razonable. Por supuesto que sí, pensó Cath, es la especialidad de Wren. Pero ella la dejó caer. No quería que su padre se preocupara por eso ahora. Podía decir, por la forma en que se mantuvo golpeando la mesa, que ya se estaba agotando. Demasiadas horas de normalidad seguidas. —¿Cansado? —preguntó. Él le sonrió, disculpándose, y puso su mano en su regazo. —Ha sido un gran día. Un gran y duro día… es decir, sabía que lo sería. —Levantó una ceja—. Ambas, el mismo día. Guau. Todavía no puedo creer que no van a venir conmigo a casa.... —No te pongas demasiado cómodo. No estoy segura de que pueda seguir con esto todo un semestre. —Era sólo una broma, y él lo sabía. —Vas a estar bien, Cath. —Puso su mano, menos nerviosa, sobre la de ella y se la apretó—. Y yo también. ¿Sabes? 1 Película de Ciencia Ficción basada en la novela distópica “Make Room! Make Room!” escrita por Harry Harrison en 1966.
  • 16. 16 Cath dejó de mirarlo a los ojos por un momento. Parecía cansado… y, sí, nervioso, pero él estaba intentándolo. —Todavía me gustaría que consiguieras un perro —dijo. —Nunca recordaría alimentarlo. —Tal vez podríamos entrenarlo para que te alimente a ti. Cuando Cath regresó a su habitación, su compañera de cuarto, Reagan, seguía desaparecida. O tal vez se había ido otra vez, sus cajas parecían intactas. Cath terminó quitarse la ropa, y luego abrió la caja de los objetos personales que había llevado desde su casa. Sacó una foto de ella y Wren, y la colocó en el tablero de corcho detrás de su escritorio. Era de su graduación. Ambas vestían túnicas rojas y estaban sonrientes. Fue antes de que Wren se cortara el pelo.... Ella ni siquiera le había dicho a Cath que iba a hacer eso. Sólo llegó a casa del trabajo, al final del verano, con el cabello corto. Se veía increíble, lo que probablemente significaba que también se vería increíble en Cath. Pero Cath jamás podría conseguir ese corte de pelo ahora, incluso si pudiera reunir el valor para cortarse quince centímetros. No podía copiar a su propia hermana gemela. Luego, Cath sacó la foto enmarcada de su padre, que siempre había estado en su cómoda. Se veía especialmente guapo en esa foto, tomada el día de su boda. Era joven y sonriente, y tenía un girasol en la solapa. Cath lo puso en el anaquel por encima de su escritorio. También ubicó una foto de Abel y ella en el baile. Cath llevaba un vestido verde brillante, y Abel tenía una faja coincidente. Era una buena imagen de Cath, a pesar de que su rostro se veía desnudo y plano sin las gafas. Y era una buena imagen de Abel, a pesar de que parecía aburrido. Él siempre parecía un poco aburrido. Cath probablemente debería haberle enviado un mensaje de texto a Abel, sólo para decirle que había llegado bien, pero quería esperar hasta que se sintiera más relajada y despreocupada. No podía responder sus mensajes. Si contestaba toda de mal humor y melancólica, el mensaje sólo se quedaría allí en su teléfono, recordándole lo arrastrada que era. En la parte inferior de la caja estaban los posters de Simon y Baz de Cath. Los puso en su cama con cuidado, algunos eran originales, dibujados o pintados para ella. Tendría que elegir sus favoritos; no había
  • 17. 17 espacio para todos en el tablero de corcho y Cath ya había decidido no usar ninguna de las paredes, donde Dios y todo el mundo se dieran cuenta de ellos. Eligió tres… Simon levantando la Espada de los Magos. Baz descansando en un trono negro con colmillos. Los dos caminando juntos a través de hojas doradas girando, azotando en el viento. Unas cuantas cosas más que quedaban en la caja: un ramillete2 seco, una cinta que Wren le había dado y que decía: CLUB DEL PLATO LIMPIO, bustos conmemorativos de Simon y Baz que había pedido en Noble Collection… Cath encontró un lugar para cada cosa y luego se sentó en la silla del escritorio de madera destartalada. Si se sentaba allí, de espaldas a las paredes y cuadros desnudos de Reagan, se sentía casi como en casa. Había un chico en el cuarto de Simon. Un muchacho de pulcro cabello negro y ojos fríos y grises. Él daba vueltas alrededor, sosteniendo un gato en el aire, mientras que una chica saltaba e intentaba agarrarlo. —Devuélvemelo —dijo la niña—. Vas a hacerle daño. El muchacho se echó a reír y mantuvo al gato más alto, luego notó a Simon de pie en la puerta y se detuvo, su rostro afilado. —Hola —dijo el chico de cabello oscuro, dejando caer el gato al suelo. Aterrizó sobre sus cuatro patas y salió corriendo de la habitación. La niña corrió tras él. El muchacho no les hizo caso, tirando su chaqueta escolar perfectamente en su lugar, y sonriendo con el lado izquierdo de su boca. —Yo te conozco. Eres Simon Snow... el Heredero del Mago. —Le tendió la mano con aire de suficiencia—. Soy Tyrannus Basilton Pitch. Pero puedes llamarme Baz. Vamos a ser compañeros de cuarto. Simon frunció el ceño e hizo caso omiso a la pálida mano del muchacho. —¿Qué pensabas que estabas haciendo con su gato? —Del capítulo 3 de Simon Snow y el Heredero del Mago, Copyright © 2001 por Gemma T. Leslie 2 Corsage: Este ramillete es el que los chicos le dan a las chicas en la fiesta de graduación.
  • 18. 18
  • 19. 19 2 Traducido por Snowsmily Corregido por *Andreina F* En los libros, cuando las personas despiertan en un lugar extraño, siempre tienen ese momento desorientador cuando no saben dónde están. Eso nunca le había sucedido a Cath; siempre recordaba quedarse dormida. Pero todavía se sentía extraño escuchar la misma vieja alarma apagarse en este nuevo lugar. La luz en la habitación era extraña, demasiado amarilla por la mañana, y el aire del dormitorio tenía un toque de detergente del que no estaba segura si llegaría a acostumbrarse. Recogió su teléfono y apagó la alarma, recordando que todavía no le había escrito a Abel. No había siquiera revisado su e-mail o su cuenta de FanFixx antes de irse a la cama. Primer día. —Le envió un mensaje a Abel ahora—. Más luego, x, o, etc. La cama en el otro lado de la habitación estaba todavía vacía. Podría acostumbrarse a eso. Tal vez Reagan pasaría todo su tiempo en la habitación de su novio. O en su apartamento. Su novio se veía mayor, probablemente vivía fuera del campus con otros veinte chicos, en alguna casa destartalada con un sofá en el patio delantero. Incluso con la habitación para ella misma, no se sentía segura cambiándose aquí. Reagan podría entrar en cualquier minuto, el novio de Reagan podría entrar en cualquier minuto… Y cualquiera de ellos podría ser un pervertido con la cámara del celular. Cath llevó su ropa al baño y se cambió en una cabina. Había una chica en los lavabos, tratando desesperadamente de hacer contacto visual amistoso. Ella pretendió no notarlo.
  • 20. 20 Terminó de acomodarse con suficiente tiempo para tomar el desayuno, pero no tenía ganas de hacer frente al comedor, todavía no sabía dónde era, o cómo funcionaba... En situaciones nuevas, todas las reglas más difíciles son aquellas que nadie se molesta en explicarte. (Y las que no puedes buscar en Google.) Como: ¿dónde comienza la línea?, ¿qué comida puedes tomar?, ¿dónde se supone que debes ponerte de pie? Luego, ¿dónde se supone que tienes que sentarte?, ¿a dónde vas cuando terminas? ¿por qué todo el mundo está mirándote?... Bah. Abrió una caja de barras de proteína. Tenía cuatro cajas más y tres tarros gigantes de mantequilla de maní metidas debajo de su cama. Si mantenía el ritmo, podría no tener que enfrentar el comedor hasta octubre. Abrió su portátil mientras masticaba una barra de algarrobo y avena y hacía clic a través de su cuenta en FanFixx. Había un montón de nuevos comentarios en su página, todas las personas retorciéndose las manos porque ella no había publicado un nuevo capítulo de Carry On ayer. Hola chicos, escribió. Lo siento sobre lo de ayer. Primer día de escuela, familia, cosas, etc. Hoy quizás no suceda tampoco. Pero prometo que estaré de vuelta el martes, y tengo algo especialmente perverso planeado. Paz, fuera, Magicath. Caminando a clases, Cath no podía evitar la sensación de que estaba pretendiendo ser una estudiante universitaria en una película para mayores de edad. El escenario era perfecto, atravesando el pasto verde, edificios de ladrillos, niños en todas partes con mochilas. Cath cambió su bolso incómodamente en su espalda. Mírame, soy una foto de archivo de una estudiante universitaria. Llegó a Historia Americana diez minutos antes, lo que todavía no era suficientemente temprano para conseguir un asiento en la parte trasera de la clase. Todos en el salón parecían incómodos y nerviosos, como si hubieran pasado demasiado tiempo decidiendo qué ponerse. (Comienza como si tuvieras la intención de seguir, había pensado cuando se probó su atuendo la noche anterior. Camisa Simon3. Cárdigan verde. ) 3 Línea de ropa.
  • 21. 21 El chico sentado en el escritorio a su lado utilizaba auriculares y concienzudamente movía la cabeza. La chica al otro lado de Cath seguía cambiando su cabello de un hombro a otro. Cerró los ojos. Podía sentir sus escritorios crujiendo. Podía oler sus desodorantes. Solo saber que ellos estaban allí la hacía sentirse tensa y arrinconada. Si tuviera un poco menos de orgullo, podría haber tomado la clase con su hermana, ella y Wren necesitaban los créditos de historia. Tal vez debería estar tomando clases con Wren mientras todavía tenían un poco en común; no se interesaban en nada del mismo tema. Wren quería estudiar mercadeo, y quizás conseguir un trabajo en publicidad como su papá. Cath no podía imaginar tener ninguna clase de trabajo o carrera. Se había especializado en Inglés, esperando que eso significara poder pasar los próximos cuatro años leyendo y escribiendo. Y tal vez los cuatros años después de eso. De cualquier manera, ya había probado el curso introductorio para los de primer año, y cuando se reunió con su consejero en la primavera, lo convenció de que podía manejar la Introducción a la Escritura de Ficción en un curso de nivel junior. Era la única clase —tal vez la única cosa en la universidad— que Cath estaba esperando. La profesora que lo impartía era una novelista de verdad. Cath había leído todos sus tres libros (sobre el descenso y la desolación en la América rural) en el verano. —¿Por qué estás leyendo eso? —preguntó Wren cuando lo notó. —¿Qué? —Algo sin un dragón o un elfo en la cubierta. —Estoy diversificándome. —Shh —dijo Wren, cubriendo los oídos en el poster de la película sobre su cama—. Baz te escuchará. —Baz está seguro en nuestra relación —había dicho Cath, sonriendo a su pesar. Pensar en Wren en ese momento hizo a Cath buscar su teléfono. Wren probablemente había salido anoche. Había sonado como si todo el campus estuviera festejando. Cath se sentía asediada en su habitación vacía. Gritos. Risas. Música. Todo viniendo de todas direcciones. Wren no habría podido resistir el ruido. Cath buscó su teléfono en su mochila. ¿Estás despierta? —Envió.
  • 22. 22 Pocos segundos después, su teléfono sonó. ¿Esa no es mi línea? Demasiado cansada para escribir anoche —tecleó Cath—, fui a la cama a las diez. Sonó. Ya descuidando a tus admiradores… Cath sonrió. Siempre tan celosa de mis fanáticos… Ten un buen día. Sí, tú también. Un hombre indio de mediana edad en una reconfortante chaqueta de lana entró en el auditorio. Cath bajó su teléfono y lo deslizó dentro de su bolso. Cuando regresó al dormitorio, se encontraba hambrienta. A este ritmo, sus barras de proteína no durarían una semana… Había un chico sentando fuera de su habitación. El mismo. ¿Novio de Reagan? ¿El amigo de cigarrillos de Reagan? —¡Cather! —dijo con una sonrisa. Comenzó a ponerse de pie tan pronto como la vio, lo que fue más de una producción de la que debería haber sido; sus piernas y brazos eran demasiado largos para su cuerpo. —Es Cath —dijo. —¿Estás segura? —Recorrió una mano a través de su cabello. Como si estuviera confirmando que estaba todavía desordenado—. Porque realmente me gusta Cather. —Estoy segura —dijo categóricamente—. He tenido un montón de tiempo para pensar al respecto. Él se paró allí, esperando a que ella abriera la puerta. —¿Está Reagan aquí? —preguntó Cath. —Si Reagan estuviera aquí —sonrió—, ya estaría adentro. Cath apretó su llave pero no abrió la puerta. No estaba al tanto de esto. Ya estaba saturada de nuevo y otro el día de hoy. Justo ahora sólo quería acurrucarse en su cama extraña y ruidosa e inhalar tres barras de proteína. Miró sobre el hombro del muchacho. —¿Cuándo llegará? Él se encogió de hombros.
  • 23. 23 El estómago de Cath se apretó. —Bueno, simplemente no puedo dejarte entrar —espetó. —¿Por qué no? —Ni siquiera te conozco. —¿Estas bromeando? —Rió—. Nos conocimos ayer. Estaba en la habitación cuando me conociste. —Sí, pero no te conozco. Ni siquiera conozco a Reagan. —¿Vas a hacerla esperar afuera también? —Mira… —dijo Cath—, simplemente no puedo dejar a chicos extraños en mi habitación. Ni siquiera sé tu nombre. Toda esta situación es demasiado abusiva. —¿Abusiva? —Tu entiendes —dijo—, ¿cierto? Él dejó caer una ceja y sacudió la cabeza, todavía sonriendo. —No realmente. Pero ahora no quiero entrar contigo. La palabra ―abusivo‖ me pone incómodo. —A mí también —dijo agradecidamente. Se recostó contra la pared y se deslizó nuevamente hacia el suelo, mirándola. Luego le tendió la mano. —Soy Levi, por cierto. Cath frunció el ceño y tomó su mano ligeramente, todavía sosteniendo sus llaves. —De acuerdo —dijo, luego abrió la puerta y la cerró tan rápidamente como fue posible detrás de ella. Agarró su laptop y sus barras de proteína y gateó hasta la esquina de su cama. Cath estaba tratando de caminar por su lado de la habitación, pero no había suficiente piso. Ya se sentía como una prisión ahí, especialmente ahora que el novio de Reagan, Levi, estaba de pie haciendo guardia —o sentando haciendo guardia, o lo que fuera— en el pasillo. Cath se sentiría mejor si pudiera simplemente hablar con alguien. Se preguntaba si era demasiado pronto para llamar a Wren… Llamó a su papá en su lugar. Y dejó un mensaje de voz. Le escribió un mensaje a Abel. Hola. Uno menos. ¿Qué tal?
  • 24. 24 Abrió su libro de sociología. Luego abrió su laptop. Después se levantó para abrir la ventana. Estaba cálido afuera. Las personas se perseguían una a las otras con pistolas Nerf en el exterior de una casa de fraternidad cruzando la calle. Pi-Kappa-Luce-Raro-O. Cath tiró de su teléfono y marcó. —Hola —respondió Wren—, ¿cómo fue tu primer día? —Bien. ¿Cómo estuvo el tuyo? —Bien —dijo Wren. Siempre se las arreglaba para sonar despreocupada y tranquila—. Quiero decir, estresante, supongo. Fui al edificio equivocado para Estadística. —Eso apesta. La puerta se abrió y Reagan y Levi entraron. Reagan le dio a Cath una mirada extraña, pero Levi sólo sonrió. —Sí —dijo Wren—. Solo me atrasó un par de minutos, pero todavía me siento tan estúpida… Oye, Courtney y yo estamos de camino a cenar, ¿puedo llamarte de vuelta? ¿O simplemente quieres reunirte con nosotras para almorzar mañana? Creo que comenzaremos a encontrarnos en el Salón Selleck al mediodía. ¿Sabes dónde está? —Lo encontraré —dijo Cath. —Está bien, genial. Te veo entonces. —Genial —dijo Cath, presionando Terminar y colocando el teléfono en su bolsillo. Levi ya se había tumbado en la cama de Reagan. —Hazte útil —dijo Reagan, arrojándole una sábana arrugada—. Hola —le dijo a Cath. —Hola —dijo ella. Se mantuvo de pie ahí por un minuto, esperando a que alguna clase de conversación sucediera, pero Reagan no parecía interesada. Estaba revisando todas sus cajas, como si estuviera buscando algo. —¿Cómo estuvo tu primer día? —preguntó Levi. Le tomó un segundo a Cath caer en la cuenta de que le hablaba a ella. —Bien —dijo. —Eres de primer año, ¿cierto? —Estaba haciendo la cama de Reagan. Cath se preguntó si planeaba pasar la noche, eso no sucedería. En absoluto. Todavía estaba mirándola, sonriéndole, así que asintió.
  • 25. 25 —¿Encontraste todas tus clases? —Sí… —¿Estás conociendo gente? Sí, pensó, gente como tú. —No intencionalmente —dijo. Escuchó a Reagan resoplar. —¿Dónde están tus fundas? —le preguntó Levi al armario. —Cajas —dijo Reagan. Comenzó vaciando una caja, colocando cosas en el escritorio de Reagan como si supiera dónde iban. Su cabeza colgaba hacia adelante como si estuviera solo vagamente conectada a su cuello y hombros. Como si él fuera una de esas figuras de acción que se mantienen juntas por bandas de goma gastadas. Levi parecía un poco salvaje. Él y Reagan, ambos lo parecían. La gente tiende a emparejarse de esa manera, pensó Cath, en pares que coincidan. —Así qué, ¿qué estas estudiando? —le preguntó a Cath. —Inglés —dijo, luego esperó demasiado tiempo para decir—: ¿Qué estás estudiando? Parecía encantado de le hicieran esa pregunta. O cualquier pregunta. —Manejo de pastizales. Cath no sabía lo que eso significaba, pero no quería preguntar. —Por favor no comiencen a hablar sobre Manejo de Pastizales — gimió Reagan—. Simplemente pongamos esa regla, por el resto del año. Ninguna charla sobre Manejo de Pastizales en mi habitación. —Es la habitación de Cather también —dijo Levi. —Cath —lo corrigió Reagan. —¿Qué tal cuando no estés aquí? —le preguntó a Reagan—. ¿Podemos hablar sobre Manejo de Pastizales cuando de hecho no estés en la habitación? —Cuando no esté en realidad en la habitación… —dijo—. Creo que vas a estar esperando afuera en el pasillo. Cath sonrió a la parte posterior de la cabeza de Reagan. Luego vio a Levi observándola y se detuvo.
  • 26. 26 Todos en el salón de clases lucían como si esto fuera lo que habían estado esperando durante toda la semana. Era como si estuvieran esperando a que un concierto empezara. O el estreno de una película de media noche. Cuando la profesora Piper entró, un par de minutos después, la primera cosa que Cath notó fue que era más pequeña de lo que parecía en las fotos de la cubierta de sus libros. Tal vez eso era estúpido. Después de todo solo eran tomas de cabeza. Pero la profesora Piper realmente las llenaba, con sus grandes pómulos, ojos azules acuosos, y una espectacular cabeza de largo cabello marrón. En persona, el cabello de la profesora igualmente espectacular, pero con mechones grises y un poco más espeso que en las fotos. Era tan pequeña, que tenía que dar un pequeño salto para sentarse en su escritorio. —Entonces —dijo en lugar de ―Hola‖—. Bienvenidos a Escritura de Ficción. Reconozco a unos pocos. —Sonrió por la habitación a las personas que no eran Cath. Ella era claramente la única novata en la habitación. Estaba comenzando a imaginar que identificaba a los de primer año… Bolsos demasiado nuevos. Maquillaje en las chicas. Camisetas Jokey Hot Topic en los chicos. Todo en Cath desde sus nuevas Vans rojas hasta las gafas moradas oscuras que había elegido en Target. Todos los estudiantes de último año usaban Ray-Bans negras de marco pesado. Todos los profesores también. Si conseguía Ray-Bans negras, probablemente podría ordenar un gin tonic sin tener que dar su identificación. —Bien —dijo la profesora Piper—, estoy feliz de que todos estén aquí. —Su voz era cálida y susurrante, podías decir que ronroneaba sin llegar demasiado lejos, y hablaba sólo suficientemente suave para que todos tuvieran que sentarse quietos para escucharla. —Tenemos mucho que hacer este semestre —dijo—. Así que no vamos a desperdiciar otro minuto. Vamos a zambullirnos directamente en ello. —Se inclinó hacia adelante en su escritorio, sosteniéndose en el borde—. ¿Están preparados? ¿Se zambullirán conmigo? La mayoría de las personas asintieron. Cath bajó la mirada hacia su cuaderno.
  • 27. 27 —Muy bien. Vamos a comenzar con una pregunta que realmente no necesita una respuesta… ¿Por qué escribimos ficción? Uno de los estudiantes más antiguos, un chico, decidió animarse. — Para expresarnos a nosotros mismos —ofreció. —Claro —dijo la profesora Piper—. ¿Es por eso que escribes? El chico asintió. —De acuerdo… ¿Por qué más? —Porque nos gusta el sonido de nuestras propias voces —dijo una chica. Tenía el cabello como Wren, pero tal vez incluso mejor. Lucía como Mia Farrow4 en Rosemary’s Baby5 (usando un par de Ray-Bans). —Sí. —Rió la profesora Piper. Era una risa encantada, pensó Cath—. Esa es la razón por la que escribo, definitivamente. Ese es el motivo por el que enseño. —Todos rieron con ella—. ¿Por qué más? ¿Por qué escribo? Cath intentó llegar a una respuesta profunda, sabiendo que no hablaría, incluso si la encontrara. —Para explorar nuevos mundos —dijo alguien. —Para explorar los antiguos —dijo alguien más. La profesora Piper estaba asintiendo. Para ser alguien más, pensó Cath. —Entonces… —ronroneó la profesora Piper—, ¿tal vez para darnos sentido a nosotros mismos? —Para liberarnos —dijo una chica. Para conseguir libertad de nosotros mismos. —Para mostrarles a las personas cómo es dentro de nuestra cabeza —dijo un chico en unos vaqueros rojos ajustados. —Asumiendo que ellos quieran saber —añadió la profesora Piper. Todo el mundo rió. —Para hacer a la gente reír. —Para conseguir atención. —Porque es todo lo que sabemos hacer. —Habla por ti mismo —dijo la profesora—. Yo toco el piano. Pero sigamos. Amo esto. Me encanta. 4 Actriz estadounidense que protagonizó Rosemary's Baby. 5 Película estadounidense de 1968 dirigida por Roman Polanski.
  • 28. 28 —Para dejar de escuchar las voces en nuestra cabeza —dijo el chico frente a Cath. Tenía cabello corto y oscuro que llegaba a un punto moreno en la parte posterior de su cuello. Para parar, pensó Cath. Para dejar de ser cualquier cosa o estar en cualquier lugar en absoluto. —Para dejar nuestra marca —dijo Mia Farrow—. Para crear algo que nos sobrevivirá. El chico frente a Cath habló de nuevo: —Reproducción asexual. Cath se imaginó a sí misma en su laptop. Trataba de poner en palabras cómo se sentía, qué sucedía cuando estaba bien, cuando funcionaba, cuando las palabras salían antes de que ella supiera qué significaban, burbujeando desde su pecho, como una rima, como el rap, como saltar la cuerda, pensó, saltando justo antes de que la cuerda golpee tus tobillos. —Para compartir algo real —dijo otra chica. Otro par de Ray-Bans. Cath negó con la cabeza. —¿Por qué escribimos ficción? —preguntó la profesora Piper. Cath bajó la mirada a su cuaderno. Para desaparecer. Estaba tan concentrado —y frustrado— que ni siquiera vió a la chica de cabello rojo sentarse a su mesa. Llevaba trenzas y anteojos puntiagudos pasados de moda, del tipo que usarías para un vestido de fiesta elegante si estuvieras yendo como una bruja. —Vas a agotarte —dijo la chica. —Sólo estoy tratando de hacer esto bien —gruñó Simon, golpeteando la moneda de dos peniques de nuevo con su varita y frunciendo el ceño dolorosamente. Nada pasó. —Así —dijo ella, agitando su mano cuidadosamente sobre la moneda. No tenía una varita, pero usaba un gran anillo morado. Había hilo envolviéndolo para mantenerlo en su dedo. —Vuela lejos a casa.
  • 29. 29 Con una sacudida, a la moneda le crecieron seis piernas y un tórax y comenzó a escabullirse. La chica la recogió amablemente del escritorio y la metió en tarro. —¿Cómo hiciste eso? —preguntó Simon. Ella era de primer año, justo como él; podía decirlo por el escudo verde en la parte frontal de su jersey. —Tú no haces magia —dijo, tratando de sonreír modestamente y mayormente tuvo éxito—. Tú eres magia. Simon miró a la pequeña chica pájaro. —Soy Penelope Bunce —dijo la chica, extendiendo su mano. —Soy Simon Snow —dijo, tomándola. —Lo sé —dijo Penelope, y sonrió. —Del capítulo 8, Simon Snow y el Heredero del Mago, Copyright © 2001 by Gemma T. Leslie.
  • 30. 30 3 Traducido por Michelle♡ Corregido por Vanessa VR Era imposible escribir así. En primer lugar, la habitación era demasiado pequeña. Un diminuto rectángulo, lo suficientemente amplio solo para las camas a cada lado de la puerta —cuando la puerta se abría, de hecho golpeaba la orilla del colchón de Cath— y sólo lo suficientemente profundo como para meter un escritorio a cada lado de las camas y las ventanas. Si alguna hubiera traído un sofá, ocuparía todo el espacio disponible en el centro de la habitación. Ninguna trajo un sofá. O una televisión. O alguna linda lámpara. Reagan no parecía haber traído nada personal, además de su ropa y una tostadora completamente ilegal, además de Levi, quien estaba tumbado en su cama con los ojos cerrados, escuchando música, mientras Reagan golpeaba su computadora (una PC de mierda como la de Cath). Cath estaba acostumbrada a compartir una habitación; siempre había compartido la habitación con Wren. Pero su cuarto era casi tres veces más grande que este. Y Wren no ocupaba tanto espacio como Reagan. Espacio figurativo, espacio en su mente. Wren no se sentía como compañía. Cath aún no sabía qué pensar de Reagan… Por un lado, Reagan no parecía interesada en permanecer despierta toda la noche, trenzándose el cabello una a la otra y convirtiéndose en mejores amigas por siempre. Eso era un alivio. Por otro lado, Reagan no parecía interesada en Cath en absoluto. En realidad eso también era un alivio. Reagan daba miedo. Hacía todo enérgicamente. Abría la puerta y la cerraba de golpe. Era más grande que Cath, un poco más alta y mucho más voluptuosa (en serio voluptuosa). Parecía más grande. En el interior también.
  • 31. 31 Cuando Reagan estaba en la habitación, Cath trataba de mantenerse fuera de su camino, trataba de no hacer contacto visual, ella pretendía que Cath no estaba allí, así que Cath fingía eso también. Generalmente eso parecía funcionar para ambas. Pero justo en ese momento, pretender no existir le hacía a Cath muy difícil el escribir. Estaba trabajando en una complicada escena: Simon y Baz discutiendo acerca de si los vampiros podían ser realmente considerados buenos y también si los dos debían ir juntos al baile de graduación. Se suponía que todo iba a ser divertido, romántico, y meditado, que por lo general eran especialidades de Cath (era muy buena con la traición también. Y dragones parlantes). Pero no podía pasar de: «Simon recorrió su cabello castaño miel con los ojos y suspiró». No podía ni siquiera conseguir que Baz se moviera. No podía dejar de pensar en Reagan y Levi sentados detrás de ella. Su cerebro atascado en ¡ALERTA DE INTRUSO! Además, se moría de hambre. Tan pronto como Reagan y Levi salieran de la habitación a cenar, Cath se iba a comer un frasco entero de mantequilla de maní. Si alguna vez se iban a cenar. Reagan seguía golpeando como si fuera a escribir a través del escritorio, y Levi seguía sin marcharse, y el estómago de Cath comenzaba a gruñir. Agarró una barra de proteínas y salió de la habitación, pensando que daría un rápido paseo por el pasillo para despejar la cabeza. Pero el pasillo era prácticamente un conocer y saludar. Cada puerta estaba abierta, a excepción de la de ellas. Las chicas se arremolinaban alrededor hablando y riendo. Todo el piso olía a palomitas de maíz quemadas en el microondas. Se metió en el baño y se sentó en uno de los compartimientos, desenvolviendo la barra de proteínas y dejando caer lágrimas nerviosas por las mejillas. Dios, pensó. Dios. Está bien, esto no es tan malo. En realidad no hay nada de malo. ¿Qué pasa Cath? Nada. Se sintió tensa por todas partes ¡Colapsando! Y su estómago estaba ardiendo. Sacó el teléfono y se preguntó qué estaba haciendo Wren. Probablemente coreografiando una secuencia de baile para las canciones de Lady Gaga. Probablemente probándose suéteres de su compañera de cuarto. Probablemente no estaba sentada en un inodoro, comiendo una barra de almendras y linaza. Podía llamar a Abel… pero sabía que se iba para Missouri Tech mañana por la mañana. Su familia le estaba dando una gran fiesta esta
  • 32. 32 noche con tamales caseros y yoyos de coco de su abuela —que eran tan especiales, que ni siquiera los vendían en la panadería de la familia—. Abel trabajaba en la panadería, y su familia vivía encima de esta. Su cabello siempre olía a canela y levadura… Jesús, Cath tenía hambre. Empujó el envoltorio de la barra de proteínas en el cesto de higiene femenina y se enjuagó la cara antes de irse a la habitación. Reagan y Levi se estaban yendo. Gracias a Dios, y por fin. —Nos vemos —dijo Reagan. —Chao —sonrió Levi. Cath se sintió colapsar cuando la puerta se cerró tras ellos. Agarró otra barra de proteínas, se dejó caer en la vieja silla de capitán —le estaba empezando a gustar esa silla— y abrió el cajón para apoyar el pie. Simon recorrió su cabello castaño miel con los ojos y suspiró. —Sólo porque no pueda pensar en ningún vampiro heroico, no quiere decir que no existen. Baz dejó de tratar de hacer levitar su baúl y le dio a Simon un destello de colmillo brillante. —Los buenos visten de blanco —dijo Baz— ¿Alguna vez has tratado de quitar sangre de una capa blanca? Selleck Hall era un dormitorio en el centro del campus. Podías comer ahí incluso si no vivías ahí. Cath usualmente esperaba en el vestíbulo a Wren y Courtney, así no tendría que entrar a la cafetería sola. —Así que, ¿cómo es tu compañera de cuarto? —preguntó Courtney mientras se movían a través de la fila de la barra de ensaladas. Le preguntaba como si Cath y ella fueran viejas amigas, tampoco tenía ni idea de cómo era Courtney, fuera de su gusto por el queso cottage con melocotones. La barra de ensaladas en el Selleck era completamente pésima. Cottage con melocotones, peras en conserva con queso rallado cheddar. —¿Qué es esto? —preguntó Courtney, levantando una cucharada de riñón frío y ensalada de judías verdes. —Tal vez otra cosa de Nebraska Occidental —dijo Wren— hay chicos en nuestro dormitorio que usan sombreros de vaquero todo el tiempo, incluso cuando están caminando por el pasillo.
  • 33. 33 —Voy a conseguir una mesa —dijo Courtney. —Oye —Cath observó las verduras en el plato de Wren—, ¿alguna vez escribimos algun fic de Simon y Baz bailando? —No recuerdo —dijo Wren— ¿Por qué? ¿Estas escribiendo una escena de baile? —Un vals. Arriba en las murallas. —Romántico. —Wren miró a su alrededor buscando a Courtney. —Estoy preocupada porque estoy haciendo a Simon demasiado blando. —Simon es blando. —Desearía que lo estuvieras leyéndolo —dijo Cath, siguiéndola a la mesa. —¿No lo está leyendo cada estudiante de noveno grado en Norteamérica? —Wren se sentó a la par de Courtney. —Y Japón —dijo Cath, sentándose—. Soy extrañamente grande en Japón. Courtney se inclinó hacía Cath, zambulléndose, como si tuviera un gran secreto. —Cath, Wren me dijo que tú escribes historias de Simon Snow. Es genial. Soy una gran admiradora de él. Leí todos los libros cuando era una niña. Cath desenvolvió el sándwich con escepticismo —No han acabado —dijo. Courtney tomó un bocado del queso cottage, no captando la corrección. —Quiero decir —dijo Cath— los libros no han terminado. El libro ocho no sale hasta el próximo año… —Cuéntanos acerca de tu compañera de cuarto —dijo Wren, sonriendo rotundamente a Cath. —No hay nada que contar. —Entonces inventa algo. Wren estaba irritada. Lo que irritaba a Cath. Pero entonces Cath pensó sobre lo contenta que estaba de comer alimentos que requerían cubiertos y hablar con alguien que no era un extraño, y decidió hacer un esfuerzo con la nueva y brillante compañera de cuarto de Wren. —Su nombre es Reagan. Tiene el cabello castaño rojizo… y fuma.
  • 34. 34 Courtney arrugó la nariz. —¿En el cuarto? —Realmente no ha estado mucho tiempo en el cuarto. Wren miraba recelosa. —¿No han hablado? —Hemos dicho hola —dijo Cath—. He hablado un poco con su novio. —¿Cómo luce su novio? —preguntó Wren. —No lo sé. ¿Alto? —Bueno, solo han pasado pocos días. Estoy segura de que llegarás a conocerla. —Luego Wren cambió el tema a algo que sucedió en una fiesta a la que ella y Courtney habían ido. Solo habían estado viviendo juntas dos semanas y ya tenían una gran cantidad de bromas que superaban a Cath. Cath comió el sándwich de pavo y dos porciones de papas fritas a la francesa, y metió un segundo sándwich en el bolso cuando Wren no estaba prestando atención. Reagan finalmente estuvo en el cuarto esa noche (Levi no, gracias a Dios). Se fue a la cama mientras Cath seguía escribiendo. —¿Te molesta la luz? —preguntó Cath, señalando la lámpara incorporada en su escritorio—. Podría apagarla. —Está bien —dijo Reagan. Cath se puso los auriculares así que no escucharía los ruidos de Reagan quedándose dormida. Respiración. Roce de sábanas. Crujidos de la cama. ¿Cómo puede dormirse así con un extraño en la habitación? Se preguntó Cath. Dejó los auriculares, cuando finalmente se metió en la cama y estiró el edredón por encima de su cabeza. —¿Todavía no has hablado con ella? —preguntó Wren en el almuerzo, la siguiente semana.
  • 35. 35 —Hablamos —dijo Cath—. Ella dice: ―¿Te importaría cerrar la ventana?‖ y también dice: ―Esta bien‖, ―Hola‖. Intercambiamos ―Holas‖ a diario. A veces dos veces al día. —Se está poniendo raro —dijo Wren. Cath picó su puré de papas. —Me estoy acostumbrando a ello. —Sigue siendo raro. —¿De verdad? —preguntó Cath— ¿Tú de verdad vas a empezar a hablar acerca de cómo me quedé atrapada con una rara compañera de cuarto? Wren suspiró. —¿Qué hay acerca de su novio? —No lo he visto desde hace unos días. —¿Qué vas a hacer este fin de semana? —Tarea, supongo. Escribir de Simon. —Courtney y yo vamos a ir a una fiesta esta noche. —¿En dónde? —¡La Casa Triángulo! —dijo Courtney. Lo dijo de la misma manera en que diría ―La mansión Playboy‖ si fueras una D-bag6 total. —¿Qué es la Casa Triángulo? —preguntó Cath. —Es una fraternidad de ingeniería —dijo Wren. —¿Así que se emborrachan y construyen puentes? —Se emborrachan y diseñan puentes. ¿Quieres venir? —Nah. —Cath tomó un bocado de carne asada y papas; era siempre la cena de los domingos en el comedor Selleck—. Nerds borrachos, no es lo mío. —Te gustan los nerds. —No los nerds que se unen a las fraternidades —dijo Cath—. Esa es una subclase de nerds en la que no estoy interesada. —¿Le hiciste firmar una promesa de sobriedad a Abel antes de partir hacia Missouri? —¿Abel es tu novio? —preguntó Courtney—. ¿Es lindo? Cath la ignoró. —Abel no se va a convertir en un borracho. Ni siquiera puede tolerar la cafeína. 6 D-bag: douche-bag (idiota)
  • 36. 36 —Eso es una lógica defectuosa. —Sabes que no me gustan las fiestas, Wren. —Y tú sabes lo que dice papá: ―Tienes que probar algo antes de que puedas decir que no te gusta‖. —¿En serio? ¿Estas usando a papá para llevarme a una fiesta? He probado las fiestas. Ahí tienes la de Jesse, con el tequila… —¿Haz probado el tequila? —No, pero tú lo hiciste, y te ayudé a limpiar todo cuando vomitaste. Wren sonrió tristemente y se alisó el flequillo cruzado de su frente. —Beber tequila es más sobre el viaje que el destino… —Me llamarás —preguntó Cath—. ¿Cierto? —¿Si vomito? —Si necesitas ayuda. —No necesitaré ayuda. —Pero, ¿me llamarás? —Dios, Cath. Sí. Relájate. ¿Está bien? —Pero, señor —presionó Simon—. ¿Por qué tengo que ser su compañero de cuarto cada año? ¿Todos los años hasta que dejemos Watford? El mago sonrió con indulgencia y le revolvió el pelo marrón miel. —Ser emparejado con tu compañero de cuarto es una tradición sagrada en Watford —su voz era suave pero firme—. El Crisol los ubica juntos. Tienen que estar atentos el uno del otro, para conocerse tan bien como hermanos. —Sí. Pero, señor… —Simon se removió en su silla—. El Crisol debe haber cometido un error. Mi compañero de cuarto es un completo imbécil. Puede ser malo. La semana pasada alguien hechizó mi computadora portátil para que se cerrara, y sé que fue él. Prácticamente rió a carcajadas. El Mago dio a su barba unas cuantas caricias solemnes. Esta era corta y puntiaguda y solo le cubría el mentón —El Crisol los pone juntos, Simon. Quiere decir que tienes que cuidar de él.
  • 37. 37 —Del capítulo 3, Simon Snow y la Segunda Serpiente, © 2003 por Gemma T. Leslie
  • 38. 38 4 Traducido por Adriana Tate Corregido por mariaesperanza.nino Las ardillas en el campus estaban más allá de domésticas; eran prácticamente domésticas abusivas. Si estabas comiendo algo, venían justo hacia ti y hacían chit-chit-chit en tu espacio. —Toma —dijo Cath, tirándole un trozo de la barra de fresa con salsa de soya para la gorda ardilla roja a sus pies. Le tomo una foto con su teléfono y se la envió a Abel, ―ardilla abusadora” escribió. Abel le había enviado fotos de su habitación —su suite— en MoTech, y de él de pie con sus cinco cerebritos compañeros de habitación que lucían a lo Big Bang Theory. Cath trató de imaginarse pedirle a Reagan posar para una foto y se rió un poco fuerte. La ardilla se quedó inmóvil pero no huyó. Los miércoles y los viernes, Cath tenía cuarenta y cinco minutos entre Biología y Escritura de Ficción, y últimamente había estado matando el tiempo aquí mismo, sentada en un umbroso parche de césped en el lado suave del edificio de Inglés. Nadie con quien lidiar aquí. Nadie excepto las ardillas. Revisó sus mensajes de texto aun cuando su teléfono no había sonado. Ella y Abel en realidad no habían hablado desde que Cath se marchara a la escuela tres semanas atrás, pero él sí le mandaba mensajes de texto y correos de vez en cuando. Él dijo que estaba bien y que la competencia en Missouri ya era intensa. “Todo el mundo aquí fue el más inteligente de su clase”. Cath se había resistido al impulso de responderle. “Excepto por ti, ¿verdad?” Solo porque Abel había obtenido la calificación perfecta en la sección de matemáticas en el examen de admisión no significaba que fuera el chico más inteligente de su clase. Era una mierda en Historia
  • 39. 39 Americana, y se las arreglaba más o menos en Español. En Español, por el amor a Cristo. Ya le había dicho a Cath que no iba a regresar a Omaha hasta Acción de Gracias, y ella no trató de convencerlo para que regresara antes. Realmente no lo extrañaba todavía. Wren diría que era porque Abel no era realmente el novio de Cath. Era una de sus recurrentes conversaciones: —Es un novio perfectamente bueno —diría Cath. —Es una mesa auxiliar —respondería Wren. —Siempre está ahí para mí. —…para colocar revistas. —¿Preferirías que saliera con alguien como Jesse? ¿Así podemos las dos quedarnos llorando cada fin de semana? —Preferiría que salieras con alguien a quien en realidad te gustara besar. —He besado a Abel. —Oh, Cath, para. Estás haciendo que mi cerebro vomite. —Hemos estado saliendo por tres años. Es mi novio. —Tienes sentimientos más fuertes por Baz y Simon. —Obvio, son Baz y Simon. Eso ni siquiera es justo… me gusta Abel. Es constante. —Tú simplemente sigues describiendo una mesita auxiliar… Wren había empezado a salir con chicos en octavo grado (dos años antes de que Cath siquiera empezara a pensar en ello), y hasta Jesse Sandoz, Wren no se había quedado con el mismo chico por más de un par de meses. Mantenía a Jesse alrededor por tanto tiempo porque nunca estaba realmente segura de si a él le gustaba ella —al menos esa era la teoría de Cath. Wren generalmente perdía el interés en un chico tan pronto como lo conquistaba. La conversión era su parte favorita. —Ese momento —le dijo a cath—, cuando te das cuenta de que un chico te mira diferente, que estás ocupando más espacio en su campo de visión. Ese momento cuando sabes que él no puede ver más allá de ti nunca más.
  • 40. 40 A Cath le había gustado tanto la última línea, que le la habí dado a Baz un par de semanas más tarde. Wren estaba molesta cuando lo leyó. Como fuera, Jesse realmente nunca se convirtió. Él nunca tuvo ojos solo para Wren, ni siquiera después de que tuvieran sexo el otoño anterior. Esó del paso el juego de Wren. Cath se sintió aliviada cuando Jesse recibió una beca de fútbol en Iowa State. Él no tenía ese radio de atención para una relación a larga distancia, y había al menos unos diez mil chicos frescos en la Universidad de Nebraska para que Wren convirtiera. Cath le lanzó otra barra de proteína a la ardilla, pero alguien en un par de zapatos de cordones dio un paso adelante demasiado cerca de ellos, y la ardilla se sorprendió, alejándose pesadamente. Gordas ardillas del campus, pensó Cath. Se mueven pesadamente. Los zapatos de cordones dieron otro paso hacia ella, luego se detuvieron. Cath miró hacia arriba. Había un tipo parado frente a ella. Desde donde estaba sentada, y desde donde él estaba parado, con el sol detrás de su cabeza parecía de dos metros de altura. Entrecerró los ojos, pero no lo reconoció. —Cath —dijo él—, ¿cierto? Reconoció su voz; era el chico de cabello oscuro que se sentaba delante de ella en Escritura de Ficción: Nick. —Sí —respondió. —¿Terminaste tu ejercicio de escritura? La profesora Piper les había pedido que escribieran un centenar de palabras desde la perspectiva de un objeto inanimado. Cath asintió, todavía entrecerrando los ojos hacia él. —Oh, lo siento —dijo Nick, quitándose del sol y sentándose en la hierba junto a ella. Puso su mochila entre sus piernas—. Así que, ¿sobre qué escribiste? —Una cerradura —dijo ella—. ¿Y tú? —Un bolígrafo. —Hizo una mueca—. Me preocupa que todo el mundo vaya a hacerlo sobre un bolígrafo. —No lo estés —dijo ella—. Un bolígrafo es una terrible idea. Nick se rió y Cath miró hacia el césped. —Entonces —preguntó él—, ¿crees que nos hará leerlo en voz alta? Cath alzó la cabeza. —No. ¿Por qué haría eso?
  • 41. 41 —Ellos siempre lo hacen —dijo él, como si fuera algo que Cath ya debiera saber. Ella no estaba acostumbrada a ver a Nick de frente, tenía cara de niño, con ojos azules caídos y cuadrados. Cejas negras que casi se juntaban en el medio. Tenía el aspecto de alguien con billete de tercera clase en el Titanic. De alguien que estaría en una fila en la Isla Ellis. Castizo y viejo. Además, lindo. —Pero no habrá tiempo en clases para que todos leamos —dijo ella. —Probablemente nos separaremos en grupos primero —dijo él, de nuevo como si ella debiera saber eso. —Oh… soy un poco nueva por aquí. —¿Eres una estudiante de primer año? Ella asintió y rodó los ojos. —¿Cómo una estudiante de primer año entró a la clase del nivel trescientos de la profesora Piper? —Lo pedí. Nick alzó sus peludas cejas y mostró su labio inferior, impresionado. — ¿Realmente crees que un bolígrafo es una terrible idea? —No estoy segura de lo quieres que te diga ahora —respondió Cath. —¿Tienes un desorden alimenticio? —preguntó Reagan. Cath estaba sentada en su cama, estudiando. Reagan estaba sosteniendo la puerta de su closet, saltando, tratando de ponerse una bota de tacón negra. Probablemente estaba de camino a trabajar, Reagan siempre estaba de camino a alguna parte. Trataba su habitación como una estación de paso, un lugar donde se detenía entre las clases y la biblioteca, entre su trabajo en la unión de estudiantes y su trabajo en el Olive Garden7. Un lugar para cambiarse de ropa, tirar libros y recoger a Levi. Algunas veces había otros chicos también. Ya en el último mes habían estado un Nathan y un Kyle. Pero ninguno de ellos parecía formar parte permanente del sistema solar de Reagan como lo hacía Levi. Lo cual hacía a Levi parte del sistema solar de Cath, también. Él la había visto en el campus hoy y caminó con ella todo el camino hacia 7 Olive Garden: famosa cadena de restaurantes vegetarianos de los Estados Unidos.
  • 42. 42 Oldfather Hall, hablando sobre algunos mitones que había comprado en las afueras de la Unión de estudiantes. —Hechos a mano. En Ecuador. ¿Alguna vez has visto una alpaca, Cather? Son como las llamas más adorables del mundo. Como, imagínate la llama más linda que puedas, y luego sigue imaginando. Y su lana, en realidad no es lana, es fibra y es hipo alergénico… Reagan ahora estaba mirando a Cath con el ceño fruncido. Estaba usando unos vaqueros negros ajustados y un top negro. Tal vez iba a salir, no a trabajar. —Tu bote de basura está lleno de envoltorios de barritas energéticas —dijo Reagan. —¿Estabas revolviendo mi basura? —Cath sintió una oleada de ira. —Levi estaba buscando un lugar donde escupir su chicle… ¿Entonces? ¿Tienes trastornos alimenticios? —No —dijo Cath, bastante segura de que era eso exactamente lo que diría si tuviera un trastorno alimenticio. —¿Entonces por qué no comes comida de verdad? —Lo hago. —Cath apretó sus puños. Su piel se sentía tersa y tensa—. Solo que no aquí. —¿Eres una de esas raras comedoras? —No. Yo… —Cath miró al techo, decidiendo que este era uno de esos momentos en donde la verdad sería mucho más simple que una mentira—… no sé dónde está el comedor. —Has estado viviendo aquí por más de un mes. —Lo sé. —¿Y no has encontrado el comedor? —Realmente no lo he buscado. —¿Por qué no les ha preguntado a alguien? Me pudiste haber preguntado. Cath rodó los ojos y miró a Reagan. —¿Realmente quieres que te haga preguntas estúpidas? —Si son sobre comida, agua, aire o refugio, sí. Jesús, Cath, soy tu compañera de habitación. —Está bien —dijo Cath, volviendo a su libro—. Anotado. —Entonces, ¿quieres que te enseñe donde está el comedor? —No, está bien.
  • 43. 43 —No puedes seguir viviendo de barras dietéticas. Se te están acabando. —No se me están acabando… Reagan suspiró. —Levi pudo haberse comido unas cuantas. —¿Estás dejando a tu novio robar mis barras de proteínas? —Cath se inclinó sobre su cama para revisar su escondite… todas las cajas estaban abiertas. —Él dijo que te estaba haciendo un favor —dijo Reagan—. Forzando el asunto. Y no es mi novio. Exactamente. —Esto es una violación —dijo Cath furiosa, olvidándose por un momento de que Reagan era probablemente la persona más intimidante que había conocido alguna vez. —Ponte los zapatos —dijo Reagan—. Te voy a mostrar donde está el comedor. —No. —Cath ya podía sentir la ansiedad empezando a rasgar su estómago en pequeñas piezas nerviosas—. No es solo eso… No me gustan los lugares nuevos. Nuevas situaciones. Allí estarán todas estas personas, y no sabré donde sentarme… No quiero ir. Reagan se sentó al final de su propia cama, cruzando los brazos. — ¿Has estado yendo a clases? —Por supuesto. —¿Cómo? —Las clases son diferentes —dijo Cath—. Ahí hay algo en lo que enfocarse. Aún así es malo, pero es tolerable. —¿Consumes drogas? —No. —Tal vez deberías… Cath presionó sus puños en la cama. —Esto no es asunto tuyo. Ni siquiera me conoces. —Este —dijo Reagan—. Este es el por qué no quería una estudiante de primer año como compañera de habitación. —¿Por qué siquiera te importa? ¿Te estoy molestando? —Vamos a ir a cenar ahora mismo. —No. No vamos. —Agarra tu identificación estudiantil.
  • 44. 44 —No voy a ir a cenar contigo. Ni siquiera te agrado. —Me caes bien —dijo Reagan. —Esto es ridículo. —Jesucristo, ¿no tienes hambre? Cath estaba apretando sus puños tan fuertes, que sus nudillos se estaban poniendo blancos. Pensó en el filete de pollo frito. Y papas gratinadas. Y tarta de fresa ruibarbo. Y se preguntó si el comedor de Pound tendría una máquina de helado como en Selleck. Y pensó sobre ganar. Sobre cómo estaba dejando que esto ganara, lo que sea que fuera, la locura dentro de ella. Cath, cero. Locura, un millón. Se inclinó, comprimiendo el nudo en su estómago. Luego se puso de pie con tanta dignidad como pudo encontrar y se puso sus zapatillas Vans. —He estado comiendo comida de verdad… —murmuró—. Almuerzo en Selleck con mi hermana. Reagan abrió la puerta. —Entonces, ¿por qué no comes aquí? —Porque esperé demasiado. Construí un muro para bloquearlo. Es difícil de explicar… —En serio, ¿por qué no te drogas? Cath caminó pasándola saliendo de la habitación. —¿Eres una licenciada de psiquiatría? ¿O solo juegas a una en televisión? —Estoy en la drogas —dijo Reagan—. Son una cosa hermosa. No hubo momento incómodo en el comedor, no se quedó parada en la puerta con una bandeja, tratando de decidir el lugar más inocuo para sentarse. Reagan se sentó en la primera mesa medio vacía que encontró. Ni siquiera saludó a las otras personas sentadas allí. —¿No vas a llegar tarde al trabajo? —preguntó Cath.
  • 45. 45 —Voy a salir. Pero iba a comer primero aquí la cena de todas maneras. Nosotros pagamos por toda esta comida; muy bien que podemos comerla. La bandeja de Cath tenía un plato de macarrones al horno y dos cuencos de coles de Bruselas. Estaba hambrienta. Reagan tomó un gran bocado de su pasta de ensalada. Su cabello largo colgaba sobre sus hombros. Era una docena de tonos rojos y dorados, ninguno de ellos muy natural. —¿Realmente crees que no me agradas? —preguntó con la boca llena. Cath tragó. Ella y Reagan nunca habían tenido una conversación antes de hoy, ninguna seria que importara. —Um… tuve la sensación de que no querías un compañero de habitación. —No quiero un compañero de habitación. —Reagan frunció el ceño. Ella fruncía el ceño tanto como Levi sonreía—. Pero eso no tiene nada que ver contigo. —Entonces, ¿por qué vives en los dormitorios? No eres una estudiante de primer año, ¿cierto? Ni siquiera creo que los estudiantes de cuarto o tercer año vivan en el campus. —Lo tengo que hacer —dijo Reagan—. Es parte de mi beca. Se supone que obtendría mi propia habitación este año, estaba en la lista, pero todas las residencias están sobre su capacidad. —Lo siento —dijo Cath. —No es tu culpa. —Yo tampoco quería un compañero de habitación —dijo Cath—. Quiero decir… pensé que iba a vivir con mi hermana. —¿Tienes una hermana que estudia aquí? —Gemela. —Ew, raro. —¿Por qué es raro? —preguntó Cath. —Solo lo es. Es espeluznante. Como tener una doble. ¿Son idénticas? —Técnicamente. —Ew. —Reagan se estremeció melodramáticamente. —No es espeluznante —dijo Cath—. ¿Qué está mal contigo? Reagan sonrió y se estremeció de nuevo. —Entonces, ¿por qué no estás viviendo con tu hermana? —Ella quería conocer gente nueva —dijo Cath.
  • 46. 46 —Lo haces sonar como si hubiera roto contigo. Cath pinchó otra col de Bruselas. —Vive en Schramm —dijo a su bandeja. Cuando levantó su mirada Reagan le estaba frunciendo el ceño. —Me estás haciendo sentir lástima por ti otra vez —dijo Reagan. Cath giró su tenedor hacia Reagan. —No sientas lástima por mí. No quiero que sientas lástima por mí. —No puedo evitarlo —dijo Reagan—. Eres patética. —No lo soy. —Si lo eres. No tienes ningún amigo, tu hermana te dejó, eres una comedora extraña… y tienes alguna cosa rara por Simon Snow. —Objeto a cada cosa que acabas de decir. Reagan masticaba. Y fruncía el ceño. Estaba usando un lápiz labial rojo oscuro. —Tengo un montón de amigos —dijo Cath. —Nunca los veo. —Acabo de entrar aquí. La mayoría de mis amigos van a otras escuelas. O están en línea. —Amigos de Internet no cuentan. —¿Por qué no? Reagan se encogió de hombros con desdén. —Y no tengo una cosa rara por Simon Snow —dijo Cath—. Simplemente soy activa en el fandom. —¿Qué mierda es el fandom? —No entenderías —suspiró Cath, deseando no haber usado esa palabra, sabiendo que si trataba de explicarse a sí misma más allá, solo lo haría peor. Reagan no creería, o entendería, que Cath no era simplemente una fan de Simon. Ella era una de las fans. El primer nombre solo de fan con las fans por su cuenta. Si le contaba a Reagan que los fics de Simon regularmente tenían veinte mil accesos… Reagan simplemente se reiría de ella. Además, decir todo eso en voz alta haría a Cath sentirse como una completa idiota. —Tienes cabezas de Simon Snow en tu escritorio —dijo Reagan. —Esos son bustos conmemorativos. —Siento lástima por ti. Seré tu amiga.
  • 47. 47 —No quiero ser tu amiga —dijo Cath tan severamente como pudo—. Me gusta que no seamos amigas. —A mí también —dijo Reagan—. Lo siento, lo arruinaste siendo tan patética. Bienvenidos a FanFixx.net, donde las historias nunca terminan. Somos un foro y archivo de gestión voluntaria, aceptando ficción de calidad de todos los fandoms. Puedes ser voluntario o puedes hacer una donación aquí. Haz tu perfil de autor de FanFixx.net aquí. Debes tener trece años de edad o más para publicar o comentar en FanFixx.net. —Mensaje de bienvenida de la página principal de FanFixx.net, recuperado el 1 de Julio del 2011.
  • 48. 48 5 Traducido por CrisCras & Juli Corregido por Val_17 —Por favor, no me hagas sentarme en el pasillo —dijo Levi. Cath pasó por encima de sus piernas para llegar a la puerta. — Tengo que estudiar. —Reagan llega tarde, y ya he estado aquí sentado media hora. —Su voz descendió hasta un susurro—: Tu vecina con las botas rosas Ugg sigue saliendo para hablar conmigo. Ten piedad. Cath le frunció el ceño. —No te molestaré —dijo él—. Solo esperaré tranquilamente por Reagan. Rodó los ojos y entró, dejando la puerta abierta detrás de ella. —Puedo ver porqué Reagan y tú se han hecho amigas. —Se levantó y la siguió—. Ambas pueden ser extremadamente bruscas a veces. —No nos hemos hecho amigas. —Eso no es lo que oí… Oye, ahora que estás comiendo en el comedor, ¿puedo comerme tus barritas de proteínas? —Ya estabas comiéndote mis barritas de proteínas —dijo Cath con indignación, sentándose ante su escritorio y abriendo su ordenador portátil. —Me sentía mal por hacerlo a tus espaldas. —Me alegro. —¿Pero no eres más feliz ahora? —Se sentó al final de su cama y se apoyó contra la pared, cruzando sus largas piernas por los tobillos—. Ya luces mejor alimentada. —Um, ¿gracias? —¿Entonces? —¿Qué? Él sonrió. —¿Puedo tomar un barrita de proteínas?
  • 49. 49 —Eres increíble. Levi se inclinó y metió la mano debajo de la cama. —Las de ―Felicidad de Arándano‖ son mis favoritas… Cath en realidad estaba más feliz ahora. (No es que fuera a admitir eso a Levi). Hasta el momento, ser la obra de caridad de Reagan no requería mucho, solo bajar al comedor juntas y ayudar a Reagan a ridiculizar a todo el mundo que pasaba por su mesa. A Reagan le gustaba sentarse junto a la puerta de la cocina, justo donde la línea del buffet daba paso al comedor. Ella lo llamaba asientos de desfile, y nadie estaba a salvo. —Mira —había dicho anoche—, es Gimpy. ¿Cómo crees que se rompió la pierna? Cath alzó la vista hacia el tipo, un personaje de aspecto peligrosamente moderno con pelo desgreñado y gafas de gran tamaño. —Probablemente se tropezó con su barba. —¡Ah! —dijo Reagan—. Su novia está llevando su bandeja. Solo mírala, ese es un brillante unicornio. ¿Crees que en realidad se conocieron en un anuncio de American Apparel? —Estoy bastante segura de que se conocieron en la ciudad de Nueva York, pero les tomó cinco años llegar hasta aquí. —Oh, Chica Lobo a las tres en punto —dijo Reagan emocionada. —¿Lleva puesta una cola de clip? —No lo sé, espero que… No. Maldita sea. —Como que me gusta un poco la cola. —Cath sonrió con cariño ante la chica gordita con el pelo teñido de negro. —Si Dios me puso en tu vida para evitar que lleves una jodida cola — dijo Reagan—, acepto la tarea. En lo que se refería a Reagan, Cath ya era problemáticamente extraña. —Ya es lo suficientemente malo que tengas posters hechos a mano de Simon Snow —había dicho Reagan mientras se preparaba para la cama—. ¿Tienes que tener posters gays de Simon Snow hechos a mano? Cath había levantado la vista del dibujo de Simon y Baz tomados de la mano que estaba sobre su escritorio. —Déjalos en paz —dijo—. Están enamorados. —Estoy bastante segura de que no recuerdo eso de los libros. —Cuando yo escribo sobre ellos —dijo Cath—, están enamorados. —¿Qué quiere decir cuando tú escribes sobre ellos? —Reagan se detuvo, tirando de su camiseta por encima de su cabeza—. No, ¿sabes
  • 50. 50 qué? No importa. No quiero saberlo. Ya es bastante difícil hacer contacto visual contigo. Levi tenía razón, ellas debían de haberse hecho amigas, porque ahora cuando Reagan decía cosas así, hacía que Cath quisiera reír. Si Reagan se perdía la cena, Cath bajaría al comedor de todos modos y se sentaría en su mesa. Luego, cuando Reagan volvía a la habitación más tarde —si Reagan volvía a la habitación más tarde— Cath le contaría todo lo que se había perdido. —Sandalias de Fútbol finalmente habló con la Lindsay Lohan venezolana —diría Cath. —Gracias a Dios —respondería Reagan, dejándose caer en la cama—. La tensión sexual estaba matándome. Cath no estaba segura de a dónde iba Reagan por las noches cuando no volvía a los dormitorios. Tal vez a donde Levi. Cath miró a Levi ahora… Todavía sentado en la cama de Cath, comiéndose la que debía ser su segunda barrita de ―Felicidad de Arándano‖. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta negra. Tal vez Levi también trabajaba en el Olive Garden. —¿Eres un camarero? —preguntó ella. —¿En la actualidad? No. —¿Trabajas en el mostrador de Lancôme? Él se rió. —¿Qué? —Estoy tratando de averiguar por qué vistes todo de negro a veces. —Tal vez en realidad soy gótico y oscuro —sonrió—, pero solo en determinados días. —Cath no podía imaginar a Levi siendo gótico y oscuro; tenía la cara más sonriente que había visto jamás. Él sonreía desde la barbilla hasta la línea de su pelo. Su frente se arrugaba, sus ojos brillaban. Incluso sus orejas se involucraban en la acción, se crispaban, como las de un perro. —O tal vez trabajo en Starbucks —dijo. Ella soltó un bufido. —¿De verdad? —De verdad —dijo, todavía sonriendo—. Algún día necesitarás un seguro de salud, y no pensarás que trabajar en Starbucks es divertido. Levi y Reagan estaban siempre haciéndole eso a Cath: recordándole lo joven e ingenua que era. Reagan era solo dos años mayor que ella. Ni siquiera era lo suficientemente mayor para beber todavía. No legalmente. (No es que eso importara en el campus; había alcohol en
  • 51. 51 todas partes. Wren ya tenía su identificación falsa. ―Puedes tomarla prestada‖ le había dicho a Cath. ―Di que tienes extensiones de pelo‖). Cath se preguntaba cuántos años tenía Levi. Parecía lo suficientemente mayor como para beber, pero tal vez era solo su pelo… No es que Levi fuera calvo. O cualquier cosa cerca de calvo. (Todavía). Pero la línea de su cabello llegaba a un pico en su frente, luego se retiraba, dramáticamente, por encima de sus sienes. Y en lugar de dejar que su pelo colgara suelto hacia delante, para minimizarlo —o en vez de darse por vencido y llevarlo muy corto, como harían la mayoría de los tipos— Levi se lo peinaba hacia arriba y hacia atrás en una descuidada onda rubia. Y siempre estaba desordenándolo, atrayendo aún más la atención hacia su amplia y delineada frente. Estaba haciéndolo ahora. —¿En qué estás trabajando? —preguntó, pasándose los dedos a través del pelo y rascándose la parte posterior de la cabeza. —Estudiando en silencio —dijo ella. Cath solo había publicado un capítulo de Carry On, Simon esta semana, y era la mitad de largo de lo normal. Normalmente publicaba algo en su página de FanFixx cada noche, si no era un capítulo completo, al menos una entrada de blog. Los comentarios en su página toda la semana habían sido amistosos… “¿Cómo estás?, “Solo revisando”. “¡No puedo esperar el próximo post!”, “¡Gah! Necesito mi Baz diario”. Pero para Cath se sentían como demandas. Ella solía leer y responder cada comentario sobre sus historias, los comentarios eran como estrellas doradas, como ramos del Primero de Mayo, pero desde que Carry On, Simon despegó el año pasado, todo se había vuelto demasiado grande para que Cath lo manejara. Pasó de conseguir alrededor de quinientas visitas por capítulo a cinco mil. Regularmente. Entonces uno de los pesos pesados del mayor sitio de fans, Fic- station, nombró a Carry On, Simon “el fic del octavo año” —y la página de Cath en FanFixx consiguió treinta y cinco mil visitas en un día. Ella todavía intentaba mantenerse al día con los comentarios y las preguntas tanto como podía. Pero ya no era lo mismo.
  • 52. 52 No estaba escribiendo solo para Wren y los amigos que habían hecho en los viejos foros de Snowflakes. No era solo un puñado de chicas dedicándose a hacer fics de cumpleaños, de ánimo y de locuras, historias ―que escribí para hacer reír…‖ Cath tenía un público ahora, unos seguidores. Toda esa gente a la que no conocía, quienes esperaban cosas de ella y cuestionaban sus decisiones. A veces incluso se volvían contra ella. La habían hecho polvo en otros fansites, diciendo que Cath solía ser buena, pero que había perdido la magia —que su Baz era demasiado como el personaje oficial o no lo suficiente, que su Simon era un mojigato, que exageró a Penelope… —No les debes nada —diría Wren, arrastrándose en la cama de Cath a las tres de la mañana y alejando el ordenador de Cath—. Ve a dormir. —Lo haré. Yo solo… quiero terminar esta escena. Creo que Baz va a decirle finalmente a Simon que lo ama. —Él todavía lo amará mañana. —Es un gran capítulo. —Siempre es un gran capítulo. —Esta vez es diferente. —Cath había estado diciendo esto durante el último año—. Es el fin. Wren tenía razón: Cath había escrito esta historia, Baz y Simon enamorados, docenas de veces antes. Había escrito esta escena, esta línea: ―Snow… Simon, te amo‖, de quince formas diferentes. Pero Carry On era diferente. Era el fic más largo que había escrito hasta el momento, ya era más largo que cualquiera de los libros de Gemma T. Leslie, y Cath estaba a solo dos tercios del camino. Carry On estaba escrito como si fuera el octavo libro de Simon Snow, como si fuera el trabajo de Cath enlazar todos los cabos sueltos, para asegurarse de que Simon ascendiera a Mago, para redimir a Baz (algo que GTL nunca haría), para hacer que ambos chicos se olvidaran de Agatha… para escribir todas las escenas de despedidas, de graduaciones y de revelaciones de último minuto… y para poner en escena la batalla final entre Simon e Insidious Humdrum. Todo el mundo en el fandom estaba escribiendo fics sobre el octavo año en estos momentos. Todo el mundo quería probar con el gran final antes de que el último libro de Simon Snow fuera publicado en mayo. Pero para miles de personas, Carry On ya lo era.
  • 53. 53 La gente estaba siempre diciéndole a Cath que no podían mirar al personaje oficial de la misma manera después de leer sus cosas. (―¿Por qué Gemma odia a Baz?‖) Alguien incluso había empezado a vender camisetas en Etsy que decían KEEP CALM AND CARRY ON, con una foto de Baz y Simon mirándose fijamente el uno al otro. Wren le compró una a Cath por su decimoctavo cumpleaños. Cath trató de no permitir que todo se le fuera a la cabeza. Estos personajes pertenecen a Gemma T. Leslie, ella lo escribía al comienzo de cada nuevo capítulo. —Perteneces a Gemma —le había dicho al Baz del poster que había sobre su cama en su casa—. Solo estoy tomándote prestado. —No tomaste prestado a Baz —diría Wren—. Lo secuestraste y lo criaste como su fuera tuyo. Si Cath se quedaba levantada hasta tarde escribiendo, demasiadas noches seguidas —si estaba obsesionada por los comentarios o las críticas— Wren se subiría a la cama de Cath y le robaría su ordenador portátil, abrazándolo como a un oso de peluche mientras dormía. En noches como esa, Cath siempre podría ir al piso de abajo y seguir escribiendo en el ordenador de su padre si realmente quería hacerlo, pero no le gustaba enfadar a Wren. Se escuchaban la una a la otra cuando no escucharían a nadie más. Hola, chicos, empezó a escribir Cath ahora en su diario de FanFixx. Deseó que Wren estuviera aquí para leer esto antes de que lo publicara. Así que supongo que es momento de que admita que la universidad es dura —¡La universidad es dura! ¡O al menos consume mucho tiempo!— y probablemente no voy a actualizar Carry On tanto como solía hacerlo, tanto como me gustaría… Pero no voy a desaparecer, lo prometo. No voy a renunciar a ella. Ya sé cómo termina esto, y no voy a descansar hasta llegar allí. Nick se giró en su escritorio tan pronto como la clase concluyó. — Serás mi compañera, ¿verdad? —Claro —dijo Cath, notando a una chica en el siguiente pasillo mirándolos decepcionada. Probablemente porque quería trabajar con Nick.
  • 54. 54 Se suponía que debían encontrar un compañero y escribir una historia juntos fuera de clase, haciendo párrafos alternativamente. El punto del ejercicio, dijo la profesora Piper, era hacerles extra conscientes del argumento y la voz, y guiar sus cerebros por caminos que nunca habrían encontrado por su cuenta. Nick quería encontrarse en la biblioteca Love del campus. (Ese era en verdad su nombre; gracias por su donación, alcalde Don Lathrop Love). Nick trabajaba allí unas cuantas noches a la semana, colocando libros en las estanterías. Reagan pareció perspicaz cuando Cath empezó a guardar su ordenador después de cenar. —¿Vas a marcharte del dormitorio después de que oscurezca? ¿Tienes una cita? —Lo dijo como si fuera una broma. La idea de Cath en una cita. —He quedado con alguien para estudiar. —No camines a casa por tu cuenta si es tarde —dijo Levi. Él y Reagan tenían notas de clase esparcidas por todo el lado de Reagan de la habitación. —Yo camino a casa por mi cuenta todo el tiempo —le espetó Reagan. —Eso es diferente. —Levi le sonrió cálidamente—. Tú no desprendes esa sensación de Caperucita Roja. Tú das miedo. Reagan le sonrió como el Gran Lobo Feroz. —No creo que los violadores realmente se preocupen por la confianza —dijo Cath. —¿No crees? —Levi la miró seriamente—. Creo que van por la presa fácil. Las jóvenes y débiles. Reagan resopló. Cath se colgó la bufanda del cuello. —No soy débil… —murmuró. Levi se levantó de la cama de Reagan y se puso una pesada y gruesa chaqueta de lona verde. —Vamos —dijo. —¿Por qué? —Voy a acompañarte a la biblioteca. —No tienes que hacerlo —discutió Cath. —No me he movido en dos horas. No me importa. —No, de verdad…
  • 55. 55 —Solo ve, Cath —dijo Reagan—. Tomará cinco minutos, y si te violaran ahora sería culpa nuestra. No tengo tiempo para el dolor. —¿Vienes? —le preguntó Levi a Reagan. —Mierda, no. Hace frío afuera. Hacía frío afuera. Cath caminaba tan rápido como podía, pero Levi, con lo largas que eran sus piernas, no caminó deprisa en ningún momento. Estaba tratando de hablar con Cath sobre búfalos. Por lo que ella sabía, Levi tenía toda una clase que era solo sobre búfalos. Él parecía como si fuera un especialista en búfalos si eso fuera una opción. Tal vez era una opción… Esta escuela recordaba constantemente a Cath lo rural que era Nebraska, algo en lo que nunca había pensado antes, al crecer en Omaha, la única ciudad real del estado. Cath había conducido a través de Nebraska un par de veces en el camino a Colorado, había visto el césped y los campos de maíz, pero nunca pensó mucho más allá de la vista. Nunca había pensado en la gente que vivía allí. Levi y Reagan eran de un pueblo llamado Arnold, el cual Reagan dijo que olía y parecía ―estiércol‖. —Tierra de Dios —exclamó Levi—. Todos los dioses. A Brahma y Odin le encantaría este lugar. Levi seguía hablando de búfalos a pesar de que ya se encontraban en la biblioteca. Cath subió el primer escalón de piedra, saltando arriba y abajo para mantener el calor. De pie en el estribo, ella era casi tan alta como él. —¿Ves lo que quiero decir? —preguntó. Ella asintió. —Las vacas son malas. Los búfalos son buenos. —Las vacas son buenas —dijo—. Los búfalos son mejor. —Entonces él le dio una perezosa sonrisa de medio lado—. Todo esto es muy importante, ya sabes, es por eso que te estoy diciendo. —Vital —dijo ella—. Ecosistemas. El nivel acuífero. Las musarañas extinguiéndose. —Llámame cuando hayas terminado, Caperucita. No, pensó Cath, ni siquiera sé tu número. Levi ya se alejaba. —Voy a estar en la habitación —dijo sobre su hombro—. Llámame allí.
  • 56. 56 La biblioteca tenía seis niveles sobre el suelo y dos niveles más abajo. Los subniveles, donde estaban los montones de libros, se encontraban dispuestos de formas extrañas y accesibles sólo desde ciertas escaleras; parecía casi como si estuvieran escondidos bajo otros edificios alrededor del campus. Nick trabajaba en una larga y blanca habitación, que era prácticamente un silo de misiles con los estantes. Había un zumbido constante sin importar dónde estuvieras de pie, y a pesar de que Cath no podía ver las rejillas, partes de la habitación tenían su propio viento. En la mesa donde se encontraban sentados, Nick tuvo que dejar una pluma en el cuaderno abierto para evitar que las páginas se agitaran. Nick escribía a mano. Cath trataba de convencerlo de que estarían mejor si tomaban turnos en su portátil. —Pero entonces no veremos el cambio —dijo—. No vamos a ver las diferentes caligrafías en el trabajo. —No puedo pensar en el papel —dijo ella. —Perfecto —dijo Nick—. Este ejercicio se trata de salir de nuestra zona de confort. —Está bien —suspiró. No tenía sentido seguir discutiendo, él ya había apartado el ordenador. —Está bien. —Nick cogió su pluma y abrió la tapa con los dientes—. Voy a empezar. —Espera —dijo Cath—. Tenemos que hablar de qué tipo de historia vamos a escribir. —Ya lo verás. —Eso no es justo. —Se inclinó hacia delante, mirando a la hoja de papel en blanco—. No quiero escribir sobre cadáveres o cuerpos desnudos... —Entonces lo que estoy escuchando es: nada de cuerpos. Nick escribió garabateando en una semi cursiva. Era zurdo, así que manchó con tinta azul el papel mientras escribía. Necesitas un marcador, pensó Cath, tratando de leer su letra al revés desde el otro lado de la mesa. Cuando él le entregó el cuaderno, apenas podía leerlo, incluso al derecho.
  • 57. 57 —¿Cuál es esa palabra? —preguntó, señalando. —Retinas. Ella está de pie en un estacionamiento. Y se encuentra bajo una farola. Y su pelo es tan rubio, que está parpadeando hacia ti. Te está quemando las retinas, un jodido cono a la vez. Se inclina hacia delante y agarra su camiseta. Y ahora se pone de puntillas. Está acercándose a ti. Huele a té negro y cigarrillos American Spirits, y cuando su boca llega a tu oído, te preguntas si ella recuerda tu nombre. —Así que... —dijo Cath—, ¿estamos haciendo esto en tiempo presente? —Segunda persona —confirmó Nick. Cath le frunció el ceño. —¿Qué pasa? —preguntó él—. ¿No te gustan las historias de amor? Cath notó que se ruborizaba y trató de detenerlo. Mantén la calma, Caperucita. Se inclinó sobre su bolso para buscar un bolígrafo. Era difícil para ella escribir sin teclear, y era difícil escribir con Nick mirándola como si él acabara de darle una patata caliente. —Por favor, no le digas a mamá —se ríe ella. —¿Qué parte debería excluir? —le preguntas—. ¿El cabello? ¿O los estúpidos cigarrillos hipster? Ella tira vilmente de tu camiseta, y tú la empujas hacia atrás como si tuviera doce. Y prácticamente los tiene; es tan joven. Y estás tan cansado. Y qué va a pensar Dave si no vas a tu primera cita por ocuparte de tu estúpidamente rubia y pequeña hermanita. —Apestas, Nick —dice ella. Y está tambaleándose. Está balanceándose de nuevo bajo el farol de la calle. Cath dio vuelta el cuaderno y lo empujó hacia Nick. Él empujó la lengua en su mejilla y sonrió. —Así que nuestro narrador es gay... —dijo—. Y se llama así por mí... —Me encantan las historias de amor —dijo Cath. Nick asintió un par de veces más. Y luego ambos se echaron a reír.
  • 58. 58 Era casi como escribir con Wren, como cuando ella y Wren se sentaban frente a la computadora, tirando del teclado de un sitio al otro y leyendo en voz alta lo que la otra persona escribía. Cath siempre escribía la mayor parte del diálogo. Wren era mejor en la trama y el modo. A veces Cath escribía todas las conversaciones, y Wren escribía detrás de ella, decidiendo dónde se encontraban Baz y Simon y hacia dónde se dirigían. Una vez Cath había escrito lo que pensaba que era una escena de amor, y Wren la había convertido en una lucha con espadas. Incluso después de que habían dejado de escribir juntas, Cath aún seguiría a Wren en la casa, pidiendo ayuda, siempre que no podía lograr que Simon y Baz hicieran algo más que hablar. Nick no era Wren. Él era mandón y un exhibicionista. Y también, por supuesto, un chico. De cerca, sus ojos eran más azules, y sus cejas eran prácticamente sensibles. Se lamía los labios cuando escribía, tocando su lengua en los dientes delanteros. A su favor, él superó la cosa gay casi inmediatamente. Incluso cuando Cath le dio al ficticio Nick gay cejas negras y gruesas, y zapatos ingleses de cordones azul y violeta. El Nick real tenía problemas para esperar su turno, empezaría a tomar el cuaderno de las manos de Cath antes de que ella terminara de escribir y la pluma verde mancharía la página. —Espera —había dicho ella. —No, tengo una idea y estás a punto de arruinarlo. Ella se esforzó para hacer que sus párrafos se parecieran a los de Nick, pero su propio estilo seguía escapándosele. Había sido genial cuando se dio cuenta de que él la imitaba también. Después de unas horas, Cath bostezaba, y su historia estaba el doble de larga de lo que tenía que estar. —Va a tomar una eternidad pasar esto al ordenador —dijo. —No lo hagas, entonces. Sigamos de esta manera. Cath miró las páginas manchadas de verde y azul. —Es nuestra única copia.
  • 59. 59 —Entonces no dejes que tu perro se la coma. —Subió la cremallera de la sudadera con capucha gris y cogió su chaqueta de mezclilla—. Es más de medianoche. Tengo que irme. El carrito de libros al lado de su mesa aún seguía colmado de libros. —¿Qué pasa con esos? —preguntó Cath. —La chica de la mañana puede hacerlo. Va a recordarle que está viva. Cath arrancó cuidadosamente su historia del cuaderno de Nick y la guardó en su mochila, y luego lo siguió hasta la escalera de caracol. No vieron a nadie más en su camino hacia el primer piso. Ahora era diferente estar con él. Diferente incluso desde hace unas horas. Divertido. Cath no se sentía como si su verdadero yo estuviera enterrada bajo ocho capas de miedo y ansiedad diagnosticable. Nick caminó junto a ella en la escalera, y hablaron como si todavía estuvieran pasándose el cuaderno entre ellos. Al llegar afuera, se detuvieron en la acera. Cath sintió algo de su nerviosismo desaparecer. Torpemente abrochó los botones de su abrigo. —De acuerdo —dijo Nick, poniéndose la mochila—. ¿Nos vemos en clase? —Sí —dijo Cath—. Voy a tratar de no perder nuestra novela. —Nuestra primera novela —dijo, tomando el sendero que conducía fuera de la escuela—. Buenas noches. —Buenas noches. —Ella lo miró irse, todo el pelo oscuro y manchas azules en la luz de la luna.... Y luego Cath estaba en el patio. Cath y alrededor de un centenar de árboles que nunca notó durante el día. Las luces de la biblioteca se apagaron detrás de ella, su sombra desapareció. Cath suspiró y sacó su teléfono —tenía dos textos de Abel, los cuales ignoró— y marcó el número de su habitación, esperando que su compañera no estuviera dormida. —¿Hola? —respondió Reagan en el tercer tono. Había música en el fondo. —Es Cath. —Bueno, hola, Cath, ¿cómo estuvo tu cita? —No fue… Mira, tengo que caminar a casa. Voy a ser rápida. Ya estoy caminando.
  • 60. 60 —Levi se fue tan pronto como sonó el teléfono. Muy bien podrías esperar por él. —Él no tiene… —Va a estar aun más molesto si no puede encontrarte. —Está bien —dijo Cath, dándose por vencida—. Gracias, supongo. Reagan colgó. Cath se encontraba junto a un poste de luz, así él la vería, y trató de lucir como el cazador y no como la niña con la cesta. Levi apareció mucho antes de lo que ella esperaba, corriendo por la senda. Incluso al trotar parecía relajado. Ella comenzó a caminar hacia él, pensando que por lo menos le ahorraría unos pocos pasos. —Catherine —dijo, deteniéndose cuando se encontraron y volviéndose para caminar con ella—. En una sola pieza incluso. —Ese —dijo—, ni siquiera es mi nombre. —Sólo Cather, ¿eh? —Sólo Cath. —¿Te perdiste en la biblioteca? —No. —Yo siempre me pierdo en la biblioteca —dijo—, no importa cuántas veces voy. De hecho, creo que cuanto más voy, más me pierdo. Como si estuviera llegando a conocerme y revelando nuevos pasajes. —¿Pasas mucho tiempo en la biblioteca? —Lo hago, en realidad. —¿Cómo es eso posible cuando estás siempre en mi habitación? —¿Dónde crees que duermo? —preguntó. Y cuando ella lo miró, él estaba sonriendo. Simon se acurrucó en su cama como un unicornio herido, sosteniendo el trozo de terciopelo verde con la cara llena de lágrimas. —¿Estás bien? —preguntó Basil. Se notaba que no quería preguntarle. Era evidente que le resultaba muy desagradable hablar con su viejo enemigo. —Déjame en paz —espetó Simon, ahogándose en lágrimas y odiando a Basil aún más de lo habitual—. Ella era mi madre.
  • 61. 61 Basil frunció el ceño. Entrecerró los ojos gris ahumado y cruzó los brazos, como si estuviera esforzándose por mantenerse de pie. Como si lo que realmente quisiera hacer era lanzarle otro hechizo de estornudos a Simon. —Lo sé —dijo Basil casi con rabia—. Sé lo que estás pasando. Yo también perdí a mi madre. Simon se limpió la nariz mocosa con la manga de su chaqueta y se incorporó lentamente, con los ojos tan amplios y azules como el Octavo Mar. ¿Basil estaba mintiendo? Eso sería justo como él, el imbécil. —De ―Amigos de por Vida… y Después‖, publicado en agosto de 2006 por los autores de FanFixx.net Magicath y Wrenegade.
  • 62. 62 6 Traducido por *~ Vero ~* Corregido por Gabbita —¿Papá? Llámame. … —Es Cath de nuevo. Llámame. … —Papá, deja de ignorar mis correos de voz. ¿Escuchas tu correo de voz? ¿Sabes cómo hacerlo? Incluso si no lo sabes, sé que puedes ver mi número en las llamadas pérdidas. Llámame, ¿de acuerdo? … —Papá. Llámame. O llama a Wren. No, llámame a mí. Estoy preocupada por ti. No me gusta tener que preocuparme por ti. … —No me hagas llamar a los vecinos. Irán a ver cómo estás, y no hablas nada de español; será va a ser vergonzoso. … —¿Papá? —Hola, Cath. —Papá. ¿Por qué no me has llamado? Te dejé un millón de mensajes. —Me dejaste demasiados mensajes. No deberías llamarme o incluso pensar en mí. Estás en la universidad ahora. Sigue tú camino. —Es sólo la universidad, papá. No es como que tuviéramos diferencias irreconciliables. —Cariño, he visto un montón de la serie 90210. Los padres no estuviero siquiera en el programa una vez que Brandon y Brenda fueron a la universidad. Este es tu momento, se supone que vas a fiestas de fraternidades y vuelves con Dylan.
  • 63. 63 —¿Por qué todos quieren que vaya a fiestas de fraternidades? —¿Quién quiere que vayas a fiestas de fraternidades? Sólo estaba bromeando. No pases el rato con los chicos de fraternidad, Cath, son terribles. Todo lo que hacen es emborracharse y mirar 90210. —Papá, ¿cómo estás? —Estoy bien, cariño. —¿Te sientes solo? —Sí. —¿Estás comiendo? —Sí. —¿Qué estás comiendo? —Alimentos nutritivos. —¿Qué has comido hoy? No mientas. —Algo ingenioso que descubrí en la tienda QuikTrip: Es una salchicha envuelta en una tortilla, que se cocina a la perfección en la máquina de perros calientes… —Papá. —Vamos, Cath, me dijiste que no mienta. —¿Podrías simplemente ir a la tienda de comestibles o algo así? —Sabes que odio ese tipo de tiendas. —Venden fruta en QuikTrip. —¿Lo hacen? —Sí. Pregunta a alguien. —Sabes que odio preguntar a alguien. —Estás haciendo que me preocupe por ti. —No te preocupes por mí, Cath. Voy a ir a buscar la fruta. —Esa es una concesión tan penosa... —Está bien, voy a ir al supermercado. —No mientas… ¿Lo prometes? —Te lo prometo. —Te amo. —También te amo. Dile a tu hermana que la amo.
  • 64. 64 … —Cath, es tú padre. Sé que es tarde, y es probable que estés dormida. ¡Espero que estés durmiendo! Pero tuve esta idea. Es una gran idea. Llámame. … —¿Cath? Es tu padre otra vez. Todavía es tarde, pero no podía esperar para decirte esto. ¿Recuerdas cuánto querían un baño de arriba? Bueno, su habitación está justo sobre el baño. Podríamos poner una trampilla. Y una escalera. Sería como un atajo secreto para el baño. ¿No es esta una idea genial? Llámame. Es tú padre. … —¡Cath! No una escalera, ¡una barra de bomberos! Aún tienes que usar las escaleras para llegar a tú habitación, pero, Cath, una barra de bomberos. Creo que puedo hacerla yo mismo. Quiero decir, voy a tener que encontrar una barra... … —¿Papá? Llámame. … —Llámame, ¿de acuerdo? … —Papá, es Cath. Llámame. Era viernes por la noche, y Cath tenía la habitación de la residencia para ella. Estaba tratando de trabajar en Carry On, Simon, pero su mente seguía vagando... Ese día en clase, la profesora Piper les había entregado la historia que ella y Nick escribieron juntos. La profesora había llenado los márgenes con As y dibujado una pequeña caricatura de sí misma en la esquina gritando ¡AAAAAA! Puso a algunos de los equipos de redacción —a las personas que lo habían hecho muy bien— a leer sus historias en voz alta frente a la clase. Cath y Nick fueron últimos, intercambiando párrafos, por lo que siempre estaban leyendo lo que el otro había escrito. Obtuvieron un montón de risas. Probablemente porque Nick se comportaba como si fuera