Jesús asistió a una boda en Caná, Galilea. Cuando el vino comenzó a escasear, María le dijo a Jesús sobre el problema. Jesús convirtió agua en excelente vino, el mejor que habían probado, mostrando su gloria y poder divino. Este milagro marcó el inicio del ministerio público de Jesús.
1. “Las Bodas de Caná”
Galilea es una región enclavada en el Norte de Israel, rodeada por el Líbano, el
Mar Mediterráneo y el río Jordán, con una extensión aproximada de 4.719 Km².
En aquél lugar de Palestina, a unos 100 Km de Betania (Juan 11: 1; 12:1) se
encontraba la ciudad de Caná, célebre por las bodas que allí se llevaron a cabo
con la intervención milagrosa del Señor Jesús.
Sin embargo, antes de rastrear los aspectos destacables de esta historia, es
preciso identificar las razones por las cuales una boda, que para muchos no
pasaría de ser un evento social más, terminó convirtiéndose en un lugar
apropiado para la manifestación del poder de Dios, digno de ser registrado den
la escritura.
“En general, las bodas en Israel no eran acontecimientos menores, por
aquellos días, quien deseara casarse debía iniciar los preparativos con muchos
meses de anticipación. Se trataba de entregar regalos y hacer votos de
compromiso muy serios. Al cumplirse los votos, ya era posible llevar a cabo la
boda en propiedad; el novio junto con sus amigos, solía dirigirse a la casa de la
novia con gran alegría, cantos e instrumentos, para llevarla de la casa paterna
a su propia morada. La fiesta en cuestión era exuberante, contaba con
abundante comida para los comensales allí presentes y en el lugar no podían
faltar los vecinos y amigos. El jolgorio duraba entre 7 y 14 días y finalizada la
fiesta, el novio llevaba a su novia a la cámara para la consumación del
matrimonio”1.
Tal era el tipo de ceremonia al que Jesús asistió con sus discípulos, en ese
evento estaba María(madre de Jesús), al parecer encargada de algunos
aspectos de la organización de la ceremonia y como era su costumbre siempre
presta para el servicio (Juan 2:1). La presencia de Jesús en ese preciso
momento no debería extrañar, aún no había realizado ningún milagro ni tenía el
reconocimiento público que vendría poco tiempo después, pero sin duda Jesús
provenía de un contexto familiar y social significativo, su entorno cercano,
entendiendo que por años fue carpintero y aunque daba comienzo a su
ministerio público, no por ello desdeñó a su comunidad, antes bien tomó parte
activa de una festividad, honrando aquél matrimonio con su presencia.
Pero el rol del maestro de Galilea no acabaría en el de un invitado más, un
problema se avecinaba, el vino comenzaba a escasear. María observa la
inminente crisis y expone la necesidad al Señor Jesús (Juan 2:3); no tener vino
en ése contexto significaba un absoluto desprestigio para el novio y un afrenta
directa a la familia de la novia. Era imperativo actuar y María sabía que solo
Jesús y nadie más podría conjurar la crisis.
Entonces Jesús con un interrogante da su respuesta: ¿Qué tienes conmigo
mujer? (Juan 2:4a), igual que la viuda que acudió al profeta Eliseo (¿Qué te
haré yo?, 2 Reyes 4:2), el Señor Jesús respetuosamente la confronta para que
entendiera que si bien existía una situación de emergencia, la respuesta no iba
a llegar por sus demandas, a lo cual agregó “Aún no ha llegado mi hora”(Juan
1
Notas adaptadas del Comentario Bíblico Mundo Hispano, Pág. 85
2. 2:4b). Es entonces que el texto permite inferir algunas lecciones que Jesús
legó en ése instante a saber:
♣ Jesús no se mueve por parentescos o lazos humanos, (no es manipulable, ni
afectado por la inestabilidad humana, aunque estuviera dotado de emociones
semejantes a las nuestras) Mateo 12: 48 – 49 Se deduce entonces que el
Señor Jesús actúa de conformidad con su palabra y un único principio
ordenador, la obediencia al Padre.
♣ La urgencia, el afán y la ansiedad de los hombres no obligan de ningún modo
a que Cristo actúe, el sabe cuándo es preciso obrar (Salmos 90:4) y demanda
de nosotros fe y saber esperar.
♣ Dios perfeccionar la petición de María (Romanos 8:26), que antes que una
demanda fuera un ruego; ella acertadamente entendió que Jesús tenía la
potestad (igual que hoy y siempre) y obró con humildad y sujeción, doblegando
su voluntad a la del Señor, aceptando asimismo la corrección y dirección.
“Haced todo lo que Él os dijere” Juan 2:5. Cómo Faraón entregó el control y la
dirección de Egipto a José (Génesis41: 55), María Hubo de despojarse de su
posición de control para que Jesús actuara.
Ahora dentro de la voluntad del Padre, Jesús empezó a operar dentro del lugar,
en el mismo se encontraban Seis Tinajas de piedra para agua destinadas al rito
judío de la purificación, seis tinajas que representan al hombre y su esfuerzo
por ser mejor, pero que siempre tropieza con sendas debilidades en su
naturaleza (hombre de pecado), sin embargo, Jesús se vario de ése recurso
(tinaja), que no era el indicado, así como el hombre de ninguna manera era
apto para salvación; pero Dio para nuestro bien, posee sus propios métodos y
actúa en consecuencia, entonces las tinajas fueron llenas, el agua, otrora
destinada para lavamientos externos ahora era convertida en Vino, como la
Sangre de nuestro Señor Jesucristo, superó los límites de la Ley que ningún
mortal habría de cumplir, reconciliándonos con el Padre y librándonos de la
condenación eterna. (Romanos 10:4; Hebreos 7:18).
La fiesta podía continuar (Juan 2:9), el Maestresala, escogido para probar los
alimentos y catar el vino, y que sin duda estaba entrenado para identificar la
calidad del mismo, notificó al esposo, “has reservado el buen vino hasta ahora”;
con ello Jesús trajo dignidad y reconocimiento al esposo, pero no solo eso,
aquí el elemento destacable y si se quiere definitivo, estriba en que el Vino
dejado para el final sea el Mejor, sin igual, como la misma Gracia de Dios
traída al mundo por medio de la Sangre de Cristo derramada por nosotros en la
Cruz, Gracia que solo puede ser entendida y disfrutada a partir de un genuino
arrepentimiento y la implantación de la naturaleza de Jesucristo en nuestro ser.
(Nuevo Nacimiento). (Isaías 1:16 – 18).
Johan Fernando Alfonso Aguirre