1. ESCUELA DE CAPACITACIÓN PARA CONDUCTORES
PROFECIONALES 13 de febrero de 2011
TEORÍA MODELO DE AMENZA-EVITACIÓN FULLER
DEFINICIÓN, LA EXPERIENCIA UN FACTOR DE RIESGO, RESPUESTA
ANTICIPATORIA, RESPUESTAS RETARDADAS, ESTILOS DE
CONDUCCIÓN, RIESGOS HIPOTÉTICOS, PROGRESIVA EXTINSIÓN DE
LAS RESPUESTAS ANTICIPATORIAS
Fuller parte de que todo conductor, en cuanto se encuentra con una situación
que asocia con la posible aparición de un peligro futuro (por ejemplo, cuando
se aproxima, conduciendo a una velocidad elevada, a una curva sin visibilidad,
por la que quizás circula un vehículo a poca velocidad) puede reaccionar de
dos modos distintos: o bien anticipándose a todo peligro potencial y adoptando,
desde el momento en que advierte ese peligro potencial y remoto, medidas
tendentes a evitarlo (respuesta anticipatoria): así, en el ejemplo indicado,
reduciendo la velocidad y extremando la vigilancia, aun sin saber todavía si al
entrar en la curva se encontrará otro vehículo circulando a poca velocidad; o
bien, optando por esperar a que ese peligro remoto e hipotético se concrete y,
sólo entonces, reaccionar adoptando medidas específicamente dirigidas a
eludir ese peligro concreto y evitar el accidente, en el caso de la curva, esto se
traduciría en esperar a comprobar si realmente en la curva aparece un vehículo
circulando a poca velocidad, y de ser así, realizar una maniobra evitadora del
accidente como accionar el freno (en este segundo caso hablaremos de
respuestas retardadas de evitación).
La mayor o menor tendencia a adoptar uno u otro tipo de respuestas
caracteriza los distintos estilos de conducción: un estilo de conducción
arriesgado es aquel en el que el conductor tiende a realizar conductas
retardadas de evitación; mientras que un estilo de conducción seguro y
prudente es aquél en el que el conductor tiende a desarrollar respuestas
anticipatorias.
Obvio es que, desde el punto de vista de la seguridad vial y de la prevención de
accidentes, las respuestas anticipatorias son preferibles, pues las respuestas
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demoradas entrañan mayor peligro y sólo son efectivas si el conductor dispone
del tiempo y la habilidad suficientes para evitar el accidente. Sin embargo, la
práctica del tráfico demuestra que la opción por las respuestas anticipatorias es
poco habitual o, al menos, mucho menos frecuente de lo que sería deseable;
con lo que inmediatamente surge la pregunta sobre el porqué de este
fenómeno.
Según Fuller, esta general tendencia a las respuestas retardadas de evitación
se explica porque el conductor, a la hora de decidir si adopta o no respuestas
de evitación anticipada, realiza una doble estimación: por un lado, valora el
grado de peligro existente y, por otro, las recompensas y castigos asociados a
las posibles maniobras a realizar. En esta segunda parte de la ponderación
pesa mucho el deseo de alcanzar cuanto antes el punto de destino -que
constituye, junto al deseo de seguridad, una de las motivaciones básicas del
conductor- toda vez que las respuestas anticipatorias implican a menudo un
mayor sacrificio de tiempo.
Ahora bien, este juicio ponderativo no permanece estático a lo largo del tiempo,
sino que se va modificando con los años, a medida que el conductor va
acumulando experiencia al volante (o al manillar).
En efecto, el conductor, a medida que acumula experiencia, va comprobando
una y otra vez que, a menudo, tras adoptar una medida de cautela anticipada,
el riesgo hipotético por él anticipado en realidad no se presenta (y así, por
ejemplo, en la curva sin visibilidad, tras reducir precautivamente la velocidad
antes de entrar en la curva, lo más frecuente es que no aparezca ningún otro
coche).
De este modo, el conductor, a medida que va comprobando que muchos de los
riesgos hipotéticos asociados a determinadas situaciones del tráfico finalmente
no se presentan, y que, a menudo, la amenaza anticipada ex ante no llega a
confirmarse ex post, con lo que la respuesta anticipatoria se revela a la postre
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innecesaria tiende a considerar razonable prescindir de determinadas
respuestas anticipatorias.
Y así, la propia experiencia al volante va modificando la actitud del conductor
ante los riesgos del tráfico, y va inclinándolo progresivamente a abandonar las
respuestas anticipatorias y a preferir las respuestas de evitación retardada.
Esto explica que, en muchos casos, el hábito de adoptar respuestas
anticipatorias no sólo no se consolida con el paso del tiempo, sino que incluso
entra en un proceso de declive y progresiva extinción. Este fenómeno no puede
dejar de tener sus consecuencias en la actitud del conductor en relación a las
normas de tráfico: como éstas últimas no son, a la postre, más que la
plasmación normativa de respuestas anticipatorias de evitación del nesgó de
accidentes, a medida que el conductor se convence de que muchas de estas
respuestas son innecesarias se irá mostrando más crítico con las normas de
tráfico o, cuando menos, tenderá a concebirlas como normas flexibles y
abiertas a la interpretación que sólo han de aplicarse inexcusablemente cuando
se prevea que su transgresión puede crear un peligro próximo de accidente.
Se entiende así que un factor como la experiencia en la conducción que, en
principio, debería aportar seguridad y pericia puede acabar convirtiéndose,
paradójicamente, en un factor de riesgo, al propiciar formas de conducción
cada vez más arriesgadas.
Importa finalmente destacar que Fuller, al extraer de su modelo propuestas
para mejorar la seguridad vial, se inclina por reconocer un papel decisivo a la
vigilancia y a la sanción de las conductas imprudentes y peligrosas.
Subraya este autor en este punto la necesidad de incidir en el proceso
motivacional y de aprendizaje, para conseguir que el conductor se incline por
medidas anticipadoras de evitación.
CONDUCTAS IMPRUDENTES Y PELIGROSAS.- La conducta de las personas
no se determina por el temperamento, sino por las condiciones sociales de
vida, por el sistema de relaciones del individuo con la realidad.
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Lamentablemente la mayoría de los accidentes de tránsito en el país se han
originado por la imprudencia del conductor, esto obedece a que existe un
desequilibrio psicológico del mismo frente al rol que desempeña, por lo tanto es
necesario elevar su autoestima y jerarquizar su función y responsabilidad que
tiene ante la sociedad.
Al relacionar las condiciones y acciones del conductor, su estado físico,
psíquico y mental puede estar disminuido, especialmente cuando:
Esté fatigado o con sueño.
Ingiere alcohol, medicamentos o drogas.
Falta de emotividad.
Falta de atención.
Falta de coordinación motosensorial.
Falta de reflejos.
Mala audición y visión.
DISCORDANCIAS.- Es la oposición entre el riesgo percibido por el conductor y
el nivel de riesgo existente, con una diversidad de diferencia en cuanto a su
esencia forma o fin.
ORIGEN DE LAS DISCORDANCIAS.- Se producen entre el nivel de riesgo
subjetivamente percibido por el conductor y el nivel de riesgo objetivamente
existente.
EXPERIENCIA EN LA CONDUCCIÓN, MOTIVOS EXITATORIOS,
FENÓMENOS PSICOLÓGICOS Y MOTIVACIONALES.- La propia experiencia
del conductor, a medida que acumula tiempo de conducción sin sufrir
accidentes, tiende a ir atribuyendo cada vez menor peligro a determinadas
conductas y situaciones del tráfico, entre otros.
Si a esta tendencia subjetiva a subestimar el peligro objetivo se añade que, a
menudo, junto a la motivación básica de la conducción, alcanzar el punto de
destino en forma segura influyen en el conductor un conjunto de motivos
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excitatorios”, que le empujan a adoptar una conducción agresiva, veloz, e
infractora de las reglas de tráfico (así: la prisa, el ejemplo de los demás
conductores, el exhibicionismo, el deseo de autoafirmación, la búsqueda de
placer y emociones intensas a través de la sensación de velocidad, entre otros)
se entenderá que sean tan frecuentes en el tráfico los comportamientos
objetivamente peligrosos que nacen de decisiones voluntarias del conductor.
Estos fenómenos psicológicos y motivacionales que explican la tendencia de
los conductores a minusvalorar el riesgo están tan profundamente enraízados
en la persona que pretende contrarrestarlos a través de medidas educativas o
informativas y, así, lograr modificar el comportamiento de los conductores,
resulta muy poco realista y eficaz.
La mejora de la seguridad vial ha de buscarse por otros caminos: mediante la
introducción de mejoras en la seguridad objetiva, por un lado; y, por otro,
mediante el control y la sanción de las conductas contrarias a la seguridad del
tráfico.
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