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JUNIO
1
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Una devoción
que nos asemeja
a Cristo
Dedicar el mes de junio
al Sagrado Corazón de Jesús
2
MESDEJUNIO
Una devoción es un estímulo que, dirigiéndose a la
inteligencia y al corazón, permite al hombre dar
a Dios el culto que le es debido, no sólo con la
exactitud y puntualidad que requiere la más elemental
justicia, sino también con aquella libertad alegre y
aquella gozosa prontitud que exige el amor
P. H. MONIER-VINARD S.I.
3
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Breve introducción
a este devocionario
E
l 27 de diciembre de 1673, día de san Juan Apóstol, Margarita
María de Alacoque, quien tenía sólo 14 meses de profesa y 26
años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el
Señor en el Santísimo Sacramento, expuesto en la capilla del
convento de La Visitación. Era el momento de la primera gran revela-
ción del Señor a la futura santa.
“Mi Divino Corazón –le dijo el Señor a Margarita María– está tan
apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pu-
diendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester
que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enrique-
cerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales
contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para sepa-
rarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de in-
dignidad y de ignorancia, a fin de que seas todo obra mía”.
Desde ese instante y hasta nuestros días –en que va creciendo– la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús no ha dejado de ganar adeptos,
gente común y sencillísima, gente encumbrada y de graves responsa-
bilidades, todos quieren seguir la indicación de la jaculatoria que reza
así: “Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante
al tuyo”. Se trata de una semejanza. No de una igualdad. El filósofo
católico Dietrich von Hildebrand señala que a esta oración “se aplica
todo lo que sabemos sobre el sentido de la imitación de Cristo”. Y más
adelante indica que “la transformación en Cristo que implica esta imi-
tación consiste en hacernos santos”. Es el ethos cristiano; la forma de
ser que Dios quiere de nosotros y que santa Margarita María lo dejó
dicho de esta manera: “Como el amor hace uno a los amantes, si quie-
res ser amado de Jesús has de ser manso como Él, y humilde como Él.”
No fue hasta el 11 de junio de 1899, dentro del mes dedicado al Sa-
grado Corazón, cuando un Papa, en este caso el Papa León XIII, con-
sagró la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús. Unos días antes, el
4
MESDEJUNIO
25 de mayo del mismo año, había publicado la encíclica Annum Sacrum
(refiriéndose al Año Santo de 1900). En ella escribió: “El Corazón di-
vino es símbolo e imagen viva del infinito amor de Jesucristo, que nos
impulsa a pagarle también con amor”.
La idea de consagrar el mundo y toda la humanidad al Corazón de
Jesús surgió 25 años antes, con motivo de las conmemoraciones en el
segundo centenario de la canonización de santa Margarita María de
Alacoque. En aquel entonces, siendo Papa Pío IX, miles de personas
de toda clase y condición, incluidos obispos, solicitaban al Papa, in-
cesantemente, realizar una consagración de la humanidad al Sagrado
Corazón.
León XIII lo hizo. Y llegó a considerar éste como el acto más impor-
tante de su largo pontificado. Su argumentación es sublime: “Puesto
que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la cari-
dad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos
a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo.
Obrar así es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales
de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referi-
dos realmente y en propiedad a Cristo en persona”.
Cien años después, san Juan Pablo II, recordando la Consagración
de León XIII, y renovándola, escribió: “La contemplación del Cora-
zón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese
Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia.
Le permitirá saborear, en comunión con sus hermanos y hermanas, la
dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redes-
cubrir su propio Bautismo le hará más consciente de tener que vivir
su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de
evangelizar”.
De eso trata este devocionario: de que cada uno, a través de la medi-
tación, la oración, la reflexión y la alabanza, nos unamos a la gran ta-
rea de la Iglesia, a la enorme tarea que nos dejó como obligación nues-
tro Señor: ir y predicar desde los tejados. ¿Predicar qué? El amor del
que es puramente Amor. El amor de quien subió a la cruz para fundar
nuestra esperanza. Por eso santa Margarita María nos dejó esta idea
inspirada en el amor del Corazón de Jesús: “La cruz es en este mundo
el patrimonio de los escogidos”.
5
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
ACTO DE CONTRICIÓN
Sagrado Corazón de Jesús, que en el divino sacramento de la Eucaris-
tía estás vivo e inflamado de amor por nosotros, aquí nos tienes en tu
presencia, pidiéndote perdón de nuestras culpas e implorando tu mi-
sericordia. Nos pesa, oh buen Jesús, el haberte ofendido. Tú eres tan
bueno que no mereces esa ingratitud. Concédenos luz y gracia para
meditar tus virtudes y formar, según ellas, nuestro humilde corazón.
AMÉN.
Se hace aquí la meditación correspondiente a cada día del mes de junio. Al termi-
nar la meditación, se hace la siguiente…
R
endido a tus pies, oh Jesús mío, considerando las extraor-
dinarias muestras de amor que me has dado y las sublimes
lecciones que me enseña continuamente tu adorable Cora-
zón, te pido, con humildad, la gracia de conocerte, amarte y
servirte como fiel discípulo tuyo. Quiero hacerme digno de los favores
y bendiciones que con generosidad concedes a los que, de veras, te
conocen, te aman y te sirven.
Mira que soy necesitado, dulce Jesús, y sólo necesito de Ti, como el
mendigo necesita la limosna que le han de dar los hombres Mira que
soy muy tosco, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas ense-
ñanzas para que sean luz y guía de mi ignorancia. Mira que soy muy
débil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y
necesito apoyarme en Ti para no desfallecer.
Seas todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria, lumbre
PARA DECIR CADA DÍA
DEL MES DE JUNIO
ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
6
MESDEJUNIO
de mis ojos, bastón de mis pasos, remedio de mis males, auxilio de
toda necesidad. De Ti lo espera todo mi corazón. Tú lo alentaste y lo
invitaste, cuando con sencillas palabras dijiste repetidas veces en tu
Evangelio: Vengan a mí… Aprendan de mí… Pidan; llamen…
A las puertas de tu Corazón vengo, llamo, pido y espero. Del mío te
hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo Tú y dame a
cambio lo que Tú sabes que me ha de hacer bueno en la tierra y dicho-
so en la eternidad. AMÉN.
Aquí se rezará tres veces el Padrenuestro, Avemaría y Gloria, en recuerdo
de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sa-
grado Corazón a santa María Margarita Alacoque. Luego, se rezan las…
LETANÍAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
-Señor, ten piedad de nosotros.
-Cristo, ten piedad de nosotros.
-Señor, ten piedad de nosotros.
-Cristo, óyenos.
-Cristo, escúchanos.
-Dios, Padre Celestial,
-Dios Hijo, Redentor del mundo,
-Dios, Espíritu Santo,
-Santísima Trinidad, que eres un solo Dios,
-Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,
-Corazón de Jesús, formado en el seno
de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,
-Corazón de Jesús, unido sustancialmente
al Verbo de Dios,
-Corazón de Jesús, de infinita majestad,
-Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
-Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
-Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
-Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad,
Se repite
Ten piedad
de nosotros
7
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
-Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor,
-Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
-Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
-Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
-Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
-Corazón de Jesús, en quien se hallan
todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
-Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud
de la divinidad,
-Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace,
-Corazón de Jesús, de cuya plenitud
todos hemos recibido,
-Corazón de Jesús, deseado de las eternas colinas,
-Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia,
-Corazón de Jesús, generoso para todos
los que te invocan,
-Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad,
-Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
-Corazón de Jesús, colmado de oprobios,
-Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados,
-Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
-Corazón de Jesús, traspasado por una lanza,
-Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
-Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
-Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
-Corazón de Jesús, víctima por los pecadores,
-Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan,
-Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren,
-Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,
-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
-Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
-Jesús, manso y humilde de Corazón,
Ten piedad
de nosotros
Perdónanos
Señor.
Escúchanos
Señor.
Ten piedad
de nosotros.
Haz nuestro corazón
semejante al tuyo.
8
MESDEJUNIO
ORACIÓN FINAL
Oh, Dios todopoderoso y eterno, mira en el Corazón de tu amadísimo
Hijo las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te
ofrece, y concede el perdón a estos hijos tuyos que piden misericordia
en el nombre de tu mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cual vive
y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. AMÉN
DÍA 1
MEDITACIONES PARA CADA DÍA
El Sagrado Corazón,
modelo de amor
¿
Qué motivos han llevado a Jesús a darnos su Sagrado Corazón?
Sólo motivos de amor. Porque nos amó se hizo hombre; porque
nos amó sufrió pasión y muerte; porque nos amó quiso quedar-
se en la Eucaristía; porque nos amó se dignó manifestarnos las
riquezas de su Corazón.
¿Y a quién amó? A criaturas ingratas y culpables, indignas de ocupar
uno solo de sus pensamientos. Nos vio como éramos: pobres, infelices,
llenos de corrupción y de pecado. Por nuestra total miseria nos amó.
¿Y cómo nos amó? No como aman los hombres ni como aman los án-
geles; ni como ama la misma Virgen María. Nos amó como sólo Él pue-
de amar: con amor eterno, infinito, divino: el amor del Corazón de Dios.
Ay, corazón mío, qué gran regalo recibiste: has sido amado a pesar
de tu miseria por el Corazón de todo un Dios ¿Conoces tú hasta qué
punto te ha engrandecido Dios haciéndote objeto de su amor?
Se medita unos momentos
1
9
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
DÍA II
El Sagrado Corazón,
modelo de humildad
2
1
¿
Y qué pide el Corazón de Jesús a cambio de su amor? ¿Nues-
tra vida, nuestra salud, nuestras riquezas. Pide sólo el amor de
nuestro corazón. Pide sólo ser amado, no como merece Él, sino
como podemos amar nosotros. Con una pequeña gota de nues-
tro corazón se contenta Él y, a cambio, nos regala el inmenso océano
del suyo.
¡Tengo sed!, grita hoy desde el sagrario, como lo hizo desde la cruz.
¡Tengo sed de tu amor! No nos hagamos sordos a este grito del Corazón de
Jesús y amemos su Sagrado Corazón.
¿Y cómo se le puede amar? Guardando su ley, procurando seguir
sus enseñanzas, buscando amigos que lo quieran, ganando almas que
un día sean con Él dichosas; también evitando insultos y menospre-
cios en su contra, desagraviándole cuando esos menosprecios existan.
Así nos amamos los seres humanos cuando hay amor entre nosotros.
Así debemos amar a Jesús.
¿Qué haces tú por tu padre, por tu esposa o por tu esposo, por tu
hermano o por tu amigo a quien amas tanto? ¿Cómo les hablas?
¿Cómo los sirves? ¿Cómo los acompañas? Pues bien, haz lo mismo
con el Corazón de tu amigo Jesús y Él estará satisfecho de ti.
Ay de ti si no lo amas por lo menos de la misma manera como amas
a tus padres, a tu esposo o esposa, a tus hermanos, a tus amigos… Te
estás jugando la eternidad.
Se medita y se pide una gracia particular para este día
10
MESDEJUNIO
C
ontemplemos la humildad del Corazón de Jesús. Siendo Je-
sucristo Dios y soberano de todas las cosas, no le bastó ha-
cerse niño en el seno de una mujer, nacer en una cueva de
animales, trabajar como joven y adulto en un taller y morir,
finalmente, como reo miserable en una cruz. Aún después de su exis-
tencia humana, hoy mismo, vive humillado y abatido.
En los Sacramentos ha escogido –para vivir con nosotros– la más
modesta apariencia. Se deja encerrar como un prisionero en el fondo
del tabernáculo, en nuestras iglesias casi siempre desiertas y abando-
nadas. Oh, buen Jesús, eres el mismo hoy que cuando naciste en Be-
lén, cuando trabajabas en Nazaret, cuando recorrías a pie los campos y
aldeas de Judea y que cuando morías, entre injurias y desprecios, en el
Calvario. No ha cambiado tu condición de pobreza y sencillez; no has
dejado de ser humilde para que se puedan acercar a Ti, sin temor, los
más pobres y los más pequeños. Y para que aprendan de Ti la sencillez
y la humildad los vanidosos y los orgullosos.
Jesús: enséñame a mí, tan altivo y tan presumido que soy, esta san-
ta virtud de la humildad.
J
esús, me avergüenzo y espanto cuando doy una mirada a mi
corazón. Es lo contrario del tuyo, tan sencillo y tan humilde.
El mío está lleno de vanidad, presunción, orgullo, amor pro-
pio. Busco siempre el aplauso y la alabanza, sobresalir y bri-
llar, oscurecer a los demás, hacerme superior a todos.
Desde luego, no son las ésas las lecciones de tu Corazón. Tú me quie-
res humilde para con Dios, para con mis prójimos, para conmigo mis-
mo. Para con Dios, reconociéndome siervo y discípulo suyo, acatando
sin murmurar todas sus disposiciones, sujetándome sin réplica a su Pro-
videncia, agradeciendo –como cosa suya– todo lo bueno que hay en mí.
Para con mis prójimos, portándome como si fuera el menor de to-
dos ellos, sufriendo con caridad, tratándolos con dulzura, perdonando
sus injurias, huyendo de sus aplausos y alabanzas.
Para conmigo mismo, teniéndome por lo que soy: criatura misera-
2
Se medita unos momentos
11
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
ble, indigna del polvo que piso, del cielo que contemplo y del aire que
respiro; conociéndome infeliz pecador, que sólo por la divina compa-
sión no ardería ya en los infiernos.
Corazón de Jesús: dame ese espíritu de perfecta humildad para que
consiga sentarme un día en el trono que reservas a tu lado a los que
son tan humildes como Tú.
E
l Sagrado Corazón de Jesús es modelo de la más perfecta obe-
diencia. Para dar ejemplo, bajó del cielo y se encarnó de la
Virgen María. Toda su vida mortal puede resumirse en una
sola palabra: obediencia. Es Rey de los cielos y obedece. Es
Dueño de todo lo creado y obedece. Es Árbitro poderoso de cuanto
existe y, no obstante, obedece.
¿A quién obedece? Además de la obediencia que continuamente
presta al Padre celestial, aquellos a quienes obedeció fueron siempre
criaturas suyas y, por tanto, infinitamente inferiores a Él. Le mandaba
María, le mandaba José, el juez impío, los crueles verdugos… A todos
obedeció. Hoy mismo, en el sacramento de la Eucaristía, obedece a la
voz de su ministros, a quienes ha dado –en cierto modo– facultad de
poderlo colocar en nuestros altares.
Confusión de mi orgullosa independencia: a una criatura vil como
soy yo, le gusta mandar y hacer su propia voluntad, cuando Dios mis-
mo le dio el ejemplo más claro de la obediencia Debería avergonzarme
y aprender del Sagrado Corazón la virtud de obedecer la voluntad de
Dios y no a la mía.
Se medita unos momentos
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA III
El Sagrado Corazón,
modelo de obediencia
1
12
MESDEJUNIO
O
h, Señor, si toda tu vida fue obedecer, la mía ha sido una
continua desobediencia. Nunca he sabido hacer otra cosa
más que rebelarme contra tu voluntad. Mi ley ha sido mi
gusto; mi regla, los vanos antojos de mi corazón. Obedecías
Tú, y yo, insolente, pretendo alzarme con el mando. Te hacías esclavo
Tú y yo quiero darme aires de grandeza.
En mi vida he levantado tronos y altares, pero no han sido para Ti,
sino para dar culto a mi ambiciosa arrogancia. ¿Qué freno hubo que
me contuviera? ¿Qué barda me pusiste que yo no saltara? ¿Qué man-
damiento me dictaste que yo no rompiera?
Siervo rebelde, mal súbdito, hijo egoísta e indigno de la herencia de
tan buen Padre… Perdóname, Jesús mío; perdona al extraviado que,
arrepentido, vuelve a tu casa. Manda, Señor, que a mí me toca obede-
cer. Prometo, desde hoy, obediencia a tu ley, a tus enseñanzas, a tus
ministros y a mis superiores.
¿
Deseas conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazón
de Jesús? Mira cómo se dignó manifestarse a su devota santa
Margarita, herido por la lanza, coronado de espinas, con la Cruz
clavada en su pecho. Esas son las insignias del Sagrado Cora-
zón; su escudo de armas. Se diría que para eso vino al mundo: para
padecer.
En su existencia en la tierra padeció dolores muy crueles tanto en su
cuerpo como en su alma. En su cuerpo, pobreza, persecución, azotes,
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA IV
El Sagrado Corazón, modelo
de paciencia
1
13
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
bofetadas, espinas, cruz. En su alma, mentiras, ingratitud, tristeza,
agonía mortal, abandono de los suyos.
Todo lo padeció callando, sin expresar la menor queja, sin enojarse,
sin manifestarse cansado por tanto sufrir. Aún hoy, en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía, si pudiera padecer, no sería trono de glo-
ria el Sagrario para Él, sino Calvario de nuevos e ignorados dolores.
Cómo lo tratamos los hombres. Con qué odio lo insultan unos. Con
qué desprecio lo miran otros. ¡Con qué frialdad lo visitamos la ma-
yoría de nosotros! ¡Qué tibieza de los que nos decimos sus amigos!
¡Cuán pocos lo tratan con verdadero amor!
Pobre Jesús mío, tan sufrido y tan paciente: enséñale a nuestro co-
razón enfermo el secreto de esta heroica paciencia.
C
uánto me confunde, oh buen Jesús, esta meditación. Tú, ino-
cente, no te cansas de padecer por mí; yo, pecador, ni un ins-
tante quiero padecer por Ti. Cualquier pequeña dolencia se
me hace insoportable; la menor de tus espinas acabaría con
mi paciencia…
No obstante, Tú quieres que suframos callados. Es más, así nos
lo aconseja nuestro propio interés. Pero… Nos has colocado en este
mundo donde desde la cuna hasta la sepultura nos acompaña la pre-
ocupación. Lo quiera o no lo quiera el hombre, ese es su destino. La
salud, la fortuna, las inclemencias del tiempo, la rareza de nuestro ca-
rácter, son fuente constante de decepciones. Es necesario sufrir: he
aquí la advertencia que desde el nacer traemos escrita sobre la frente.
Sufrir, pues, con paciencia, como Tú, es el único modo de hacer suave
y llevadera esta necesidad.
Sufriré, Dios mío; sufriré contigo, por Ti y como Tú quieras y hasta
donde Tú quieras. Contemplaré tu Corazón herido y coronado de es-
pinas para alentarme a sufrir con mayor paciencia mis penas. Alzaré
los ojos a ese cielo que ha de ser mi recompensa, para no desfallecer en
los combates presentes. Tú lo dijiste y está escrito: solamente se va al
cielo por el camino de la Cruz.
2
Se medita unos momentos
14
MESDEJUNIO
Feliz quien la abrace contigo en esta vida, para recoger contigo sus
frutos en la eternidad…
F
ijemos hoy los ojos del alma en esta especial virtud del Sagra-
do Corazón. Su generosidad ha sido tan grande que nuestra
imaginación no puede concebirla mayor. Todo, todo hasta Sí
mismo, nos lo ha dado, generosamente, el Sagrado Corazón
de Jesús. Mientras vivió en carne mortal empeñó su vida al servicio
del hombre. Por el hombre obró milagros, predicó, se fatigó, sudó,
derramó lágrimas y sangre.
Se acercaba la hora de su Pasión y, después de haberse entregado
totalmente, inventó un milagro especial para poderse donar en su ver-
dadero Cuerpo y Sangre: el Santísimo Sacramento de la Eucaristía.
¿Podría regalarnos otra cosa? Sí, todavía nos dio más. Vio al pie de
la cruz a una Mujer, a su Madre, y de ella nos hizo regalo generoso.
¿Le restaba aún algo más? Unas pocas gotas de sangre quedaban en
su Corazón, y ya muerto permitió que se lo rompiera un soldado, para
que ni una sola gota dejara de derramarse por nosotros. Hoy se dona
a todas horas en los altares, sin distinción, dispuesto siempre a ser
generoso hasta con los más ingratos.
De modo que, por su inexplicable generosidad, es nuestra su doc-
trina, su propia Madre, su Cuerpo y su Sangre, su cielo. Sí, porque
después de darse como alimento para nuestra redención, quiere ser
Él mismo –por toda la eternidad– nuestra recompensa. Es su divisa:
todo por el hombre y para el hombre: qué generosidad inmensa de tan
maravilloso Corazón.
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA V
El Sagrado Corazón,
modelo de generosidad
1
Se medita unos momentos
15
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Qué distante se encuentra de corresponder nuestro corazón
egoísta a la virtud de generosidad del Sagrado Corazón de
Jesús. Tal vez servimos a Dios, es verdad, pero midiendo y
escatimando los servicios por temor a hacer “demasiado”.
Cuando no advertimos peligro de pecado mortal, nos sentimos “sin
obligación alguna” con respecto a Dios. Nos parece que amamos lo su-
ficiente cuando no “ofendemos a nadie”; que somos los mejores ami-
gos cuando no somos “unos traidores”.
¿Qué hago, por ejemplo, por Aquél que hizo tanto por mí? Cual-
quier sacrificio se me hace imposible; cualquier crítica basta para de-
tenerme. Y cuando me resuelvo a hacer algo por Dios, ¿es desintere-
sado mi servicio? ¿Lo haría si no tuviera la conciencia del castigo? Tal
vez el cielo no tuviera para mí bastantes atractivos…
Soy un criado vil que sólo sirve por temor o por la paga. De ahora en
adelante diré con la Imitación de Cristo: “¿cuándo habrá uno, Señor, que
se preste a servirte gratuitamente?”. Yo he de ser, Jesús mío. Seré ge-
neroso, no me limitaré a hacer lo que manda tu ley, sino que haré todo
lo que sepa que es de tu mayor agrado. Tómalo todo de mí: cuerpo,
alma, salud, fuerzas, libertad, honra, intereses, vida. Todo te lo regalo
y en todo quiero que seas Tú única y exclusivamente servido.
A
dmiremos hoy la extraordinaria mansedumbre y bondad
del adorable Corazón de Jesús que nunca deja de mostrarse
manso y cariñoso. La contemplación nos invita a que apren-
damos en Él esta virtud. Así lo habían ya retratado los pro-
Se medita y se pide una gracia particular para este día
2
DÍA VI
El Sagrado Corazón,
modelo de mansedumbre
1
16
MESDEJUNIO
fetas; con este mismo carácter lo vieron después y nos lo retrataron los
evangelistas.
Veamos cómo trató a los pobres y a los ignorantes; cómo recibió
a los pecadores y acarició a los niños. Muy contadas veces se instaló
el enojo en su rostro, para darnos a entender que si la indignación es
buena alguna vez, casi siempre son mejores la suavidad y la manse-
dumbre. No se advirtieron en Él ademanes imperiosos ni se le oyeron
palabras de desdén; tampoco mal humor o fastidio.
Con qué dulzura tolera la rudeza de sus primeros discípulos. Con
qué palabras tan suaves alienta a la Magdalena. Qué frases tan delica-
das emplea frente al apóstol traidor. Con qué serena majestad contes-
ta el interrogatorio de Poncio Pilatos…
Oh, bondad y mansedumbre del Corazón adorable de nuestro Je-
sús, ¿a quién no enamoraría tu suavidad y la belleza de tus palabras?
N
o nos cansamos, Señor, de admirar en Ti esta delicada vir-
tud. Pero, ay, a nuestro corazón se le hace siempre difícil
practicarla.
Nuestras palabras, nuestro rostro, nuestros ademanes,
traspasan muy a menudo las reglas de la caridad que Tú nos mandaste
en el trato con el prójimo. La amargura del corazón rebosa, frecuente-
mente, en los labios. Tratamos a los superiores con altivez, a los igua-
les con indiferencia, a los inferiores con dureza. Somos altaneros en
la prosperidad y malhumorados en la aflicción. Confundimos muchas
veces la viveza del celo con los arranques del amor propio.
Danos, oh Señor, la caridad y mansedumbre que han sido sello y
distintivo de los santos. Sea igual y blanda y serena nuestra conducta,
sin arrebatos ni decaimientos; sin ruidosas alegrías ni enojosas displi-
cencias. Vea el prójimo en nuestro rostro y escuche en nuestras pa-
labras y acciones la imagen y el camino de tu manso Corazón. Danos
esas bellas cualidades para ganarte almas que en la tierra te sigan y te
glorifiquen por toda la eternidad.
Se medita unos momentos
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
17
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
S
erá hoy objeto de nuestra meditación el celo del Sagrado Cora-
zón de Jesús. Se entiende por celo un deseo ardiente de la gloria
de Dios y de la salvación de las almas, así como una acción cons-
tante para conseguir estos objetivos. ¿Quién podrá explicar cuá-
les fueron este deseo y esta actividad en el Sagrado Corazón de Jesús?
Un solo pensamiento era el suyo, mismo que le hacía palpitar noche y
día: glorificar al Padre celestial y salvar al mundo. Si predica, si obra
milagros, si anda a pie largas jornadas, si forma parte de los banquetes
de los pecadores, si se transfigura glorioso en el monte Tabor o se deja
aplastar como un gusano por sus enemigos; si muere por fin o si resuci-
ta, todo obedece a un solo plan, todo tiene por blanco un solo objetivo:
glorificar a Dios y salvar al hombre de las tinieblas del pecado.
El celo por esta empresa lo tenía siempre entusiasmado y lo hacía
hablar de sus próximos sufrimientos como si fueran próximos triun-
fos. Al dirigirse a Jerusalén por última vez, para ser allí preso y cruci-
ficado, se admiraban sus discípulos de que Jesús fuera más aprisa que
de costumbre. Era un celo ardiente el que lo empujaba a la realización
de su deseo: glorificar al Padre y darnos una casa en el cielo.
C
ómo contrasta esa actividad ardorosa del Corazón de Jesús con
la frialdad ordinaria del nuestro. Ah, es verdad. También el
mío se mueve, se agita, se acalora, se enciende; pero: ¿es por
la gloria de Dios? ¿Es por el bien de mis hermanos o por inte-
reses momentáneos; por enaltecer mi honra o por puro amor propio?
El celo que a menudo nos devora quizá no sea otra cosa que ambición,
DÍA VII
El Sagrado Corazón,
modelo de celo
1
Se medita unos momentos
2
18
MESDEJUNIO
codicia, vanidad; quizá nada más sea el apego por las cosas del mundo.
¿Qué hago yo por la honra divina? ¿Cómo siento los insultos de
que es objeto? ¿Cómo me esfuerzo en evitarlos o en repararlos? Si
estuvieran tan amenazados nuestros intereses, como lo están siem-
pre los de Dios, ¿estaríamos tan tranquilos frente a la guerra brutal
que le hacen los enemigos de la fe? ¡Ojalá no sea yo de aquellos que
con su flojera y malos ejemplos contribuyen a la deshonra de la reli-
gión y a la ruina de las almas!
Señor, haznos partícipes del fuego abrasador que consumió tu Cora-
zón; queremos ser apóstoles de tu nombre en la medida que lo permi-
tan nuestras fuerzas. Con nuestra conversación, con nuestra conducta
en la calle, con nuestra influencia, relaciones, dinero, en fin, también
con nuestra oración procuraremos trabajar para que seas cada día más
honrado por toda la humanidad…
¿
Qué ves, alma cristiana, en la figura exterior de tu divino Jesús?
Ves el retrato más perfecto del recogimiento y de la modestia. Mí-
ralo bien y aprende de Él cómo han de ser tu porte y tus maneras,
si quieres hasta en eso llevar el sello del Sagrado Corazón.
Su voz era quieta y sumisa, sus palabras prudentes y pocas, su andar
grave y mesurado, su mirada recatada y bondadosa. El semblante de
Jesús inspiraba sentimientos de virtud entre quienes lo contemplaban.
Según los Evangelios, resultaba imposible verle y no sentirse interior-
mente mejorado.
Sus enemigos nunca pudieron tacharle de “ligero”. Los que sin cesar
buscaban un error en sus palabras jamás pudieron echarle en cara una
sola frase que fuera inconveniente. Su alegría era tan edificante como
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA VIII
El Sagrado Corazón, modelo
de recogimiento y modestia
1
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
su austeridad; nadie le oyó ruidosas carcajadas ni le vio desacompasa-
dos movimientos. Todo su exterior era reflejo del orden, paz, igualdad y
armonía de su divino interior.
Danos a conocer, oh Jesús, los encantos de la virtud de la modestia
que tanto la necesitan nuestros corazones...
N
uestro rostro y nuestros ademanes son el espejo de lo que
pasa en nuestro corazón. Por eso llevamos retratados en
ellos el orden o el desorden que habita en nuestra intimidad.
¿Somos cristianos o paganos? ¿Servimos a Dios o al mundo?
Nadie creerá que somos cristianos y servimos a Dios oyendo algunas
de nuestras conversaciones, mirando nuestros vestidos, observando las
actitudes con las que nos conducimos en público.
¿A qué dedicamos los sentidos sino a peligrosos o francamente cul-
pables deseos? ¿Qué freno ponemos a los ojos para que no tropiecen
con mil escollos para conservar su honestidad? ¿Qué freno aplica-
mos a la lengua para que no hiera la reputación ajena o no se deslice
en mil superficialidades? ¿Qué obstáculo ponemos a los oídos para
que no se vayan tras la curiosidad y los pasatiempos mundanos? Que
el Señor nos ayude a que los medios que nos ha dado para servirlo a
Él y al prójimo los usemos para ese objetivo y no para esclavizarnos a
las vanidades del mundo.
Nuestro corazón está abierto, sin la puerta de la modestia, a todos
los embates del enemigo; expuesto a todas las oleadas del mar de la
corrupción.
Rodéalo, Señor, de esta preciosa virtud, como si fuera una fortísima
muralla, para que sea plaza cerrada e inexpugnable donde sólo entres
Tú y nunca, jamás, tu enemigo.
Se medita unos momentos
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
20
MESDEJUNIO
DÍA IX
El Sagrado Corazón,
modelo de desprendimiento
1
L
a virtud que quiere enseñarnos hoy el Sagrado Corazón de Jesús
es la del desprendimiento. Tan desprendido de todo lo humano
estuvo el Sagrado Corazón que nada ejercía sobre Él peso ni in-
fluencia alguna como no fuera la voluntad de su Padre celestial.
Estuvo desprendido de cualquier interés material, hasta el punto de
nacer privado de todo en una cueva y de morir desnudo del todo en una
cruz. Y en el intermedio de su vida nunca tuvo cosa que llamase suya.
Las limosnas que le daba la piedad de los fieles las devolvía Él a los po-
bres o las depositaba en poder de sus discípulos.
En cuanto a los afectos de sangre, ninguno de ellos pesó para nada en
la libertad y el desprendimiento de su Corazón. Niño aún, dejó a su Ma-
dre y a San José, y se separó por tres días de su compañía. Y cuando sus
padres se atrevieron a hacerle una queja, les respondió así: “¿No sabían
que a Mí me toca atender primero a las cosas de mi Padre celestial?”
Era la suya una sublime libertad de espíritu; un total desprendimien-
to de lazos humanos; una soberana independencia: la independencia de
un corazón entregado únicamente a Dios.
O
h, Jesús, nuestro corazón es esclavo de tantos señores y está
atado a tan miserables cadenas que no sabe volar hacia Ti.
Lo ata el amor a los bienes temporales; el ansia por las co-
modidades; el afecto exagerado a los amigos. Nuestro cora-
zón ha echado tan profundas raíces en esta tierra que le rodea, que no
sabe vivir sino con ella y por ella. Y así como la planta se nutre y se for-
ma de los jugos que bebe del suelo por medio de sus raíces, así nuestro
Se medita unos momentos
2
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
corazón vive y se nutre sólo de la materia del mundo, por medio de los
mil y un afectos que le tienen atado a él.
Desarraiga, Jesús, nuestra alma de esta tierra en la que no crece como
debiera hacerlo, es decir, sólo para Ti. Vivamos en este mundo sólo cor-
poralmente, pero espiritualmente vivamos fuera de él. Que no nos lle-
nen afectos humanos puesto que estamos llamados a poseer un objetivo
divino. Haz que no encontremos ilusión en todo lo que no seas Tú, para
que no se apegue el corazón más que a Ti.
Si Contigo tan sólo hemos de reinar eternamente, ¿cómo es que tan fá-
cil entregamos el corazón a criaturas que pronto hemos de abandonar…?
E
l pecado ha hecho de este mundo, que debería ser un paraíso
anticipado, una especie de infierno. Las espinas con que a cada
paso tropezamos nos punzan dolorosamente y nos arrancan
frecuentes gemidos. Así que nada necesita tanto el hombre
durante su vida mortal como el consuelo. Consuelo necesitamos en los
contratiempos de la fortuna, en los dolores de la enfermedad, en la pér-
dida de los que amamos, en las dudas de la conciencia, en todos los mo-
mentos de la vida y, sobre todo, en el muy crítico y angustioso momento
de nuestra muerte.
¿Dónde mejor podemos buscar ese consuelo sino en el Corazón de
Jesús? ¿No han salido de él aquellas amorosas palabras: “Vengan a mí
todos los que están cansados y afligidos y yo los aliviaré”?
Oh, Jesús, único Consolador verdadero de los corazones angustiados,
¿a quién iremos sino a Ti en nuestras horas amargas? Cuando los inte-
reses mundanos nos dejan insatisfechos, cuando los amigos se alejan,
cuando las fuerzas faltan, ¿a quién acudiremos sino a Ti, fuente infatiga-
ble de todo consuelo?
DÍA X
En el Sagrado Corazón
hallaremos el mejor consuelo
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Se medita unos momentos
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MESDEJUNIO
2
N
o obstante su presencia consoladora, es a Jesús a quien al
final acudimos en las horas de tribulación. Primero son los
amigos de la tierra que ese Amigo del cielo. Primero busca-
mos un desahogo en el pasatiempo que en la intimidad del
Sagrario, donde espera este misericordioso Consolador.
¿No llevamos ya bastantes desengaños? ¿Qué herida o qué dolor nos
lo ha calmado el mundo? ¿Qué bálsamo hemos encontrado en él para
endulzar la amargura? El mundo no está interesado en consolar a los
que padecen, sino en adular a los dichosos. Solamente hay un asilo se-
guro para los corazones heridos y es el herido Corazón de Jesús.
Oh, Señor, a tu Corazón nos acogemos, como al regazo de una madre
amorosa, para que nos abrigues en él con tu calor y nos defiendas y con-
sueles. Sólo Tú tienes consuelos para nuestro atribulado corazón.
Aléjense, consolaciones humanas: vanas, inconstantes, mentirosas.
Son como una copa de licor cuyos bordes parecen dulces, pero, en el
fondo, sólo se beben los residuos amargos del desengaño. A Ti, Señor,
únicamente buscamos; en tu Corazón queremos entrar y ahí permane-
cer. ¡Oh, Dios de todo consuelo! En Ti y sólo en Ti espera encontrar
consuelo el desolado corazón del hombre...
E
s la amistad una de las más apremiantes exigencias y, a la
vez, una de las más dulces satisfacciones del corazón hu-
mano. Nuestro corazón necesita comunicarse a otro, tanto
en sus alegrías como en sus tristezas. Y esta comunicación
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XI
En el Sagrado Corazón
hallaremos el más fiel amigo
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
afectuosa se llama amistad.
¿Queremos tener una amistad verdadera? Tomemos por amigo al Sa-
grado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos
con mayor seguridad de ser correspondidos. Es amigo constante, ami-
go que no abandona si no es previamente abandonado. No es como los
amigos del mundo, que sólo nos sirven –tal vez– en la prosperidad y
que se olvidan de nosotros en la aflicción. La amistad del Corazón de
Jesús es firme para los que le aman. Es firme hasta la muerte y más
allá de la muerte.
Él velará como fiel amigo junto a nuestro lecho de agonía y será el
fiador en la presencia del supremo Juez. Busquemos, pues, esta amis-
tad única que no puede salirnos mentirosa. Sí, Jesús mío, admítenos
en el número de los amigos de tu Corazón.
M
uchos amigos hemos tenido en este mundo o muchos
se han llamado como tales. Pero, ¿lo han sido de veras?
Nunca lo han sido para cada uno de nosotros como pro-
mete serlo el Corazón de Jesús.
Los amigos del mundo encubren muchas veces, bajo palabras de hala-
go, la frialdad y, quizá, el interés. Son inconstantes, mudables, egoístas.
Los más firmes no pueden resistir a la separación forzosa que impone la
muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan inestables compañías?
No así Tú, Jesús, y, no obstante, cuán pocos son tus amigos. Llenos
están, a todas horas, los centros de disipación y de maldad que tiene el
mundo, y Tú apenas si encuentras quien te haga presencia alrededor
del Sagrario…
Quiero ser de esos pocos, oh divino Jesús, para hacerme digno de de
tu amistad. Quiero conversar contigo con frecuencia, ya que tu mayor
delicia es tener conversación con nuestras almas. ¡Oh mi Jesús, mi
Dios, mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre y no se acabe
nunca, ni con la muerte, esta amistad…
2
Se medita unos momentos
Se medita y se pide una gracia particular para este día
24
MESDEJUNIO
DÍA XII
En el Sagrado Corazón
hallaremos al más seguro maestro
1
C
onsideremos hoy, bajo este punto de vista, al Sagrado Corazón
de Jesús. A peso de oro y a costa de largos viajes, buscan los
hombres ir a tomar clases con grandes maestros y tienen por
honor hacerse discípulos suyos para aprender de sus labios las
ciencias humanas. Con menor costo y fatiga podemos encontrar noso-
tros en el Sagrado Corazón de Jesús al más seguro maestro.
Dos clases de lecciones nos da este divino Maestro: unas lecciones ex-
teriores, por medio de la voz de la Iglesia; otras lecciones interiores, por
medio de su secreta inspiración. ¿Y qué nos enseña? Grandes verda-
des, máximas de vida eterna, consejos de salvación, prudencia celestial.
Adoctrinados por este Maestro se han visto en la historia de la Iglesia
hombres y mujeres analfabetos admirar y confundir a los sabios y dejar
a los que vienen después monumentos de profunda ciencia interior, no
adquirida en las escuelas, sino en el trato con el Sagrado Corazón.
Jesús es Maestro de verdad; libro siempre abierto para quien desea
penetrar sus secretos; cátedra santa, donde ni Moisés ni los profetas ni
los filósofos, sino el mismo Dios, dicta lecciones de verdad a los discípu-
los de su Corazón.
Abre, Señor, nuestro corazón para que reciba tus enseñanzas, las siga
y las practique con toda fidelidad.
¿
A quién hemos escuchado hasta hoy? A muchos maestros de pa-
labras seductoras que no nos han llevado a nada. Han sido nues-
tros maestros el mundo con sus necias máximas, las pasiones, la
vanidad, el amor propio, la ira y los apetitos desordenados.
Se medita unos momentos
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Estas lecciones hemos escuchado, Jesús, y nos han hecho permane-
cer sordos a tu ley. Habla ahora, Señor; habla, divino Maestro, que tu
fiel discípulo te escucha. Habla a lo íntimo de mi corazón desde las pro-
fundidades del tuyo; que oiga yo tu voz y aprenda los secretos de la vida
eterna. Nadie más los puede enseñar. Sordo quiero ser en adelante a
todos los secretos del mundo que me han seducido y engañado.
¡Oh, Maestro divino, admítenos en la escuela de tu corazón, de donde
han salido tantos y tan admirables discípulos! Somos ignorantes como
niños: hazte cargo de nuestra ignorancia, compadécete de nuestra de-
bilidad. No queremos por maestro más que a Ti: enséñanos a hacer
siempre tu Santa voluntad…
S
e cansan los hombres y se exponen a gravísimos peligros para
poder adquirir una fortuna; atraviesan mares, desafían climas,
todo les parece poco si pueden hacerse con un puñado de oro
para regalarse una vida de comodidades. ¡Cuántos, no obs-
tante, ven defraudadas sus esperanzas! Y aun cuando consigan verse
llenos de riquezas, ¿acaso dan éstas paz y felicidad a su corazón? Al
revés, porque el temor de perderlas, o la tristeza de tener que abando-
narlas con la muerte, bastan para turbar toda la alegría de su posesión.
No busquemos con afán estas riquezas perecederas. Sea nuestra
mejor riqueza el Sagrado Corazón de Jesús.
He aquí un tesoro que sin gran esfuerzo podemos alcanzar. Para ga-
narlo no hemos de emprender largos viajes ni hacer costosos trabajos,
tampoco difíciles negocios, ni luchar con los elementos, arriesgar la
salud o la existencia. Todo esto hacen los hombres por el oro y la plata
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XIII
En el Sagrado Corazón
hallaremos el más precioso tesoro
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MESDEJUNIO
del mundo. Nada de esto exige el Sagrado Corazón de Jesús. Cerca lo
tenemos; a la mano está: Él mismo se ofrece. Sólo quiere ser de veras
amado y deseado para dejarse poseer con toda seguridad.
¿Te arriesgas a hacer esa brillante fortuna? ¿Te decides a querer ser
rico, con las riquezas del Sagrado Corazón?
L
as vanas riquezas del mundo excitan nuestra codicia. Los
mezquinos tesoros de oro y plata, o mejor, de lodo y estiércol,
son en los que suele poner el hombre su corazón. ¿Qué repre-
sentan en comparación con las riquezas eternas del Corazón
divino, tesoro de los bienaventurados y prenda de toda felicidad? Ne-
cios somos los hombres, nos desvivimos para alcanzar tesoros que no
nos seguirán a la hora de la muerte.
Oh, Señor, que eres la verdadera riqueza de tus elegidos, no quiero
otra cosa que a Ti ni busco mejor tesoro. Seguro estoy que si llego a
poseerlo ni ladrones ni adversidades, ni la muerte misma, me lo han
de arrebatar. Los poderosos del mundo tienen suntuosos palacios, a
mí me basta un asilo en el nido amoroso de tu Corazón. Ellos se cu-
bren con galas y joyas de gran precio, yo sólo quiero para mi alma las
joyas de tu gracia; ellos se gozan en banquetes y en placeres, a mí me
basta saborear los mejores consuelos de tu amor.
¡Oh, Señor, riqueza inagotable, cuán pobre es el corazón que no te
posee a Ti, aunque posea todos los bienes de la tierra…!
Se medita unos momentos
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Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XIV
En el Sagrado Corazón hallaremos
la más firme esperanza
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
V
anas son las esperanzas del mundo y desgraciado quien se
fía de ellas. Pasa la juventud, se cambia la fortuna, caen las
ilusiones, se entibia la amistad; nada, en una palabra, queda
en pie de cuanto parece halagar al hombre en su breve paso
por la tierra.
Y, sin embargo, el corazón humano necesita algo firme y permanen-
te a qué atenerse para no caer en la desesperación. ¿En qué podrá,
pues, fijar su esperanza? “Todo se pasa”, dijo santa Teresa de Jesús;
todo se pasa, es verdad, pero “Dios no se muda”. He aquí el centro
fijo en el que podemos colocar nuestras esperanzas los que deseamos
colocarlas en algo seguro.
Oh Corazón divino de Jesús, todo escapa y desaparece a nuestro amor
humano, dejándonos vacíos y desolados Sólo Tú permaneces, eterna-
mente, como faro de luz y como norte resplandeciente para el corazón
que te ama. ¡Que nos falte todo, Dios mío, pero que no nos faltes Tú; en
Ti ponemos nuestra esperanza y no seremos defraudados!
L
a vida humana está llena de muchos desengaños Nuestra alma,
que en tantos objetos ha querido amarrar su felicidad, es como
una hoja seca que el viento arremolina y agita, buscando la di-
cha y no hallándola en ninguna de las cosas creadas.
Fíjate aquí y detente, alma desolada; ahonda tus raíces en el amor
de Jesús, único que puede calmar tu anhelo, único que no defraudará
tus esperanzas. Pobre navecilla siempre llevada acá y allá por las olas y
siempre con el abismo bajo los pies, temiendo el naufragio. Echa aquí
tus anclas si quieres hallar puerto seguro donde reposar y rehacerte
de las fatigas de tu azarosa navegación. Paloma cansada de volar por
todas partes, sin hallar donde fijar una morada. Métete por la abertura
de esa Arca que te espera para ofrecerte asilo seguro contra la borrasca.
Corazón de Jesús, sé todo para nosotros, pues de Ti lo espera todo el
Se medita unos momentos
1
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MESDEJUNIO
afligido corazón. Promesas seductoras del mundo que tantas veces han
engañado el alma, hay que verlas como lo que verdaderamente son:
polvo, sombra, nada. ¿Qué puede prometerse quien pone sus esperan-
zas en el polvo y en la nada?
¡Oh, Dios de cielos y tierra, cuán sosegado descansa el que lo espera
todo de Ti y nada fuera de Ti!
E
n nada se conoce tanto la sustancia del hombre como en su
debilidad. Nuestra alma ha quedado, después de la culpa ori-
ginal, tan endeble que cualquier esfuerzo del enemigo basta
para derribarla si no tiene al lado una fuerza superior que la
sostenga. Puede, asimismo, obrar tan poco para el bien que cualquier
leve dificultad la asusta. ¿Queremos ser fuertes en medio de nuestra
flaqueza? Acudamos a buscar la fuerza en el Sagrado Corazón de Jesús.
Allí fueron a buscarla los santos, criaturas débiles, de carne y hueso,
como nosotros. Gracias a esa búsqueda fueron fuertes y obraron mara-
villas. Recorramos la historia de la Iglesia y veamos cómo tiernas jóve-
nes, pobres ancianos se burlaron del poder de los enemigos de Cristo
y fueron muy superiores a los halagos, a los tormentos y a la misma
amenaza de muerte. Los claustros y los desiertos, la vida doméstica y
las cortes están llenos de hombres y mujeres que, en la flor de su edad
y en medio de las seducciones, fueron fuertes para renunciar a todo y
seguir a Jesucristo hasta elevarse a la mayor santidad.
Nada hicieron ellos que no lo puedas hacer tú si procuras los mismos
auxilios. ¿Dónde los hallarás? En el Sagrado Corazón de Jesús.
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XV
En el Sagrado Corazón hallaremos
la más poderosa fortaleza
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Se medita unos momentos
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
S
omos débiles y enclenques porque así lo queremos. ¿Qué dis-
culpa tendría un niño que no pudiera levantarse del suelo por
no querer alargar su mano y tomar la que le tiende su madre?
Por eso son frecuentes nuestras caídas; por eso sentimos des-
confianza ante la más pequeña dificultad. Quizá, para mayor desgra-
cia, hemos presumido algo de nuestro propio “valor” y con necia arro-
gancia hemos creído que podíamos prescindir de cualquier amparo…
Acudamos a Dios, el poderoso auxilio y estaremos salvados. Nada
podrán los más fieros enemigos; nada las más desordenadas pasiones.
Sentiremos agilidad, ligereza, facilidad para toda obra buena y para
todo costoso sacrificio.
Corazón de Jesús, fortaleza de los caídos, nuestro corazón anda con-
tinuamente desalentado y acude a Ti para que lo sostengas. Danos la
mano, Señor, como se la diste a tantos que por Ti se levantaron del lodo
y subieron a la cumbre de la virtud; como se la diste a la Magdalena, a
Pablo, a Agustín.
¿Qué podría hacer el más valeroso hombre si Tú lo abandonaras?
Pero, ¿qué no podrá hacer el más débil si Tú lo fortaleces? ¡Oh, Dios
mío, fortaleza mía: haznos fuertes como Tú para contigo reinar eterna-
mente, victoriosos…!
“
Sirvan a Dios con alegría”, dicen los Libros Santos y, en efecto, la
alegría del corazón ha sido siempre lo que distingue a los verda-
deros servidores de Dios. Los santos, en medio de su más riguro-
sa austeridad, han sido alegres. Nunca la tristeza fue virtud, sino
2
DÍA XVI
En el Sagrado Corazón hallaremos
la fuente de la alegría
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Se medita y se pide una gracia particular para este día
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MESDEJUNIO
un gran peligro para el alma cristiana.
Pero, ¿dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de tristeza las
hallamos dondequiera y parece poco menos que imposible sustraerse
de ellas. Volemos a depositar nuestras congojas en el Corazón de Jesús
y encontraremos en él la fuente de la verdadera alegría. Descarguemos
allí el peso de nuestras inquietudes, por medio de una perfecta resig-
nación a la santa voluntad de Dios. No tardaremos en oír resonar en
el fondo de nuestro corazón aquellas maravillosas palabras que tan a
menudo dirigía el Salvador a sus Discípulos: “¡La Paz sea con ustedes!”
Oh, Jesús mío; mi alma tiene necesidad de Ti para sacudir el peso
abrumador de sus perpetuas tristezas. Tú lo has dicho en otra ocasión:
“Alégrate, hija de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel”.
Dame este don celestial con que favoreces a tus elegidos.
T
odos buscamos la alegría pero, comúnmente, equivocamos
el camino para encontrarla. El mundo la promete, pero
bien sabe que no nos la puede dar. Sus alegrías son rui-
dosas, pero no llenan el corazón ni duran más que breves
momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre como una
máscara alegre que oculta un corazón devorado por el tedio y, quizá,
por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de
la buena conciencia.
El alma del gran Francisco Javier, en medio de sus fatigas apostóli-
cas, se sentía tan inundada de gozo que le obligaba a exclamar: “¡Basta,
Señor, basta, basta!”. Cuando nos hallemos tristes, examinemos nues-
tro corazón y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna se-
creta falta de virtud.
Oh, divino Corazón, que eres en el cielo la alegría de los ángeles y
santos, y en este mundo la de tus amigos. Por Ti sonreían alegres en
sus tormentos los mártires, en sus penitencias los anacoretas, en sus
humillaciones los seguidores de tu ley. Por Ti espero sonreír, Jesús,
hasta las amarguras de mi última agonía. ¡Habla, oh Dios mío, a mi
Se medita unos momentos
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
alma con aquella tu voz conmovedora, y se estremecerán de júbilo mis
entrañas, y disfrutaré en este mundo ya anticipadas las alegrías del
paraíso…!
R
odeados como estamos de enemigos, necesitamos a todas
horas un celoso y vigilante protector. Los enemigos son mu-
chos, son poderosos y nos aborrecen a muerte.
Todo lo que es enemigo de Jesucristo lo es, por consecuen-
cia, de nosotros los cristianos. Tenemos enfrente de nosotros al po-
der del infierno y servimos de blanco a sus ataques. El ejército del
mal, que inspira invisiblemente Satanás y visiblemente acaudillan sus
representantes en la tierra, llena al mundo. Hay momentos en que
se pregunta el corazón ansioso si no es ya dueño Satanás de la tierra
entera. Le sirven para la propaganda de sus ideas la imprenta y la
elocuencia; ejecutan sus órdenes muchos gobiernos; le prestan ayuda
talentos extraviados. No hay acontecimiento alguno de cuantos pre-
senciamos que no tenga pública o secreta relación con la suerte eterna
de cada uno de sus amigos.
Porque así como todo lo ha puesto a mi servicio Dios para salvarme,
así todo lo pone en juego el demonio para perderme. Toda la rabia del
infierno contra Dios la descarga el demonio contra mí, porque soy he-
cho a imagen y semejanza de Dios. Porque el demonio contra Dios se
reconoce impotente. Sin embargo, somos, continuamente, objeto de
sus fieras arremetidas. ¿Hay esperanza de salvación para el hombre,
en medio de tan obstinado empeño en que se pierda?
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XVII
En el Sagrado Corazón hallaremos
la más eficaz protección
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Se medita unos momentos
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MESDEJUNIO
T
enemos un protector más fuerte que todos los enemigos y es
seguro que nada puede el infierno contra quien sepa acogerse
al Sagrado Corazón de Jesús. Tomándolo por escudo avanza-
remos decididos. Digamos con seguridad: El Señor es mi refugio,
no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el enemigo. El Señor es defensor
mío, ¿qué puede asustarme? Si se levantan contra mí escuadrones armados, no
temerá mi corazón; si se libra contra mí recia batalla, en Él pondré mi confianza.
Corazón Sagrado de Jesús, mira cómo está nuestra alma constante-
mente asediada, cómo es víctima de tenaz persecución, como se obser-
va vacilante y tal vez ya próxima a caer en manos de sus enemigos. El
mundo, el demonio y la carne vienen en contra nuestra, pero, ¿acaso
estamos solos? No, tenemos al lado al único amparo, al único protec-
tor, a nuestra fortaleza. No nos dará miedo ya el enemigo.
Levántense en mi corazón tempestuosas pasiones; haga brillar el
mundo a mi alrededor sus más poderosos atractivos; oiga zumbar so-
bre mi cabeza el continuo tiroteo de los que te persiguen de muerte, a
tu Iglesia y a tus amigos. A tu lado estoy y no desfalleceré. Caigan a mi
diestra mil o diez mil, y a mi izquierda… No me tocarán los dardos del
perseguidor. Clamaré al Señor y Él me escuchará; conmigo estará en el
peligro y me sacará sano y salvo. Luego, el Señor me glorificará.
Sí, dulce protector mío, bondadosísimo Corazón: en tu poder he
puesto mi confianza y sé que no me fallarás…
2
DÍA XVIII
En el Sagrado Corazón hallaremos
la mayor honra
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Se medita y se pide una gracia particular para este día
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
S
e llaman ilustres y honrados, según el mundo, los que obtienen
por sus méritos o por su fortuna el favor de los príncipes; los
que tienen libre entrada e influyen mucho en los palacios de los
poderosos. A ellos se les ve, generalmente, con una admiración
mezclada con secreta envidia. Más que por sus riquezas y poderío, se
les señala por el lustre que rodea su nombre, por el esplendor en que
viven sus familias, por la consideración y el respeto que les tienen sus
conciudadanos. Y, no obstante, cuán fugaz y pasajera es esta gloria hu-
mana, y cuán fácilmente se transforma en olvido y, quizá, en espantosa
desgracia. Las historias están llenas de estas catástrofes de la vanidad
humana. Más de una vez se han tocado en el mismo día los extremos
de la mayor elevación y de la mayor ignominia: el trono en la mañana
y, por la noche, la cárcel.
No es ese el honor y la gloria que a sus servidores concede el Sagrado
Corazón de Jesús. Los cercanos y favoritos de este generoso Monarca
no pierden nunca la gracia real, si no renuncian a ella espontáneamente
con su voluntario apartamiento. Son admitidos en intimidad y poseen
cerca de Él la más absoluta influencia. De su recomendación pueden
servirse para alcanzar del Padre cuanto les sea conveniente, para sí o
para sus hermanos.
No se mostró más dadivoso y blando con los suyos aquel antiguo
José de lo que, con nosotros, quiere mostrarse nuestro hermano mayor,
Jesucristo. A los que le hayan hecho compañía en la vida, promete asien-
to junto a Él para juzgar al mundo en el supremo tribunal. A los que
lo hayan tenido por suyo en la tierra y ante los hombres, promete Él
reconocerlos por suyos ante su Padre celestial.
S
i ambicionamos gloria, honores y reconocimientos, que sean
solamente aquellos que nos puede dar el Sagrado Corazón. Oi-
gamos lo que dijo a sus discípulos y en ellos a cada uno de noso-
tros: “Ya no los llamaré siervos, porque el siervo ignora lo de su
señor; los llamaré, sí, amigos, porque todo lo que de mi Padre recibí se
lo comuniqué a ustedes”. ¿Qué príncipe de la tierra hablaría alguna vez
Se medita unos momentos
2
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MESDEJUNIO
así a sus súbditos cuando quisiera honrarlos?
Lo reconozco, Jesús mío, y por eso en adelante no quiero ya otra gloria
ni otro honor que los que resulten de servirte a Ti. Guárdense los reyes
sus palacios, los cortesanos su codiciada influencia, los poderosos los
favores con los que honran a sus amigos. Ténganse por engañosos esos
favores que tan caros se compran y tan fácilmente se pierden.
No excitará ya mi codicia el brillo de los fastuosos vestidos, de los ele-
vados puestos, del renombre, de la fama popular incierta y veleidosa.
Oh, Jesús, quien contigo vive alcanza la mayor alcurnia; quien pueda
llamarse tuyo adquiere el más elevado título de honor. No deseo más
ni quiero menos. Esta será mi principal nobleza. La cruz, la herida
cruel y la corona de espinas que muestras en tu Corazón serán mis bla-
sones, los únicos blasones que harán que me reconozcan como tuyo en
el juicio en tu palacio. Soy ambicioso, Jesús mío, y no me contento con
reinar más que contigo en la gloria que preparas a tus escogidos. Dame
cada día más sed de esos verdaderos honores y haz que los alcance un
día en tu reino celestial…
H
emos llegado a la última novena de este mes dedicado al
Sagrado Corazón de Jesús. Es hora de dirigirnos a Él con
fervor para rogarle, en estos últimos días, por las necesida-
des más urgentes de la sociedad cristiana. Por las necesidad
particulares ya le hemos rogado cada día y podemos seguir haciéndolo
en el fondo de nuestro corazón. Por estas otras, debe ser pública y co-
mún nuestra oración, como son ellas públicas y comunes.
Dediquemos el día de hoy a rogar al Sagrado Corazón de Jesús por el
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XIX
Pidamos al Sagrado Corazón por
nuestro Santísimo padre el Papa
1
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Papa Francisco y por el Papa emérito Benedicto XVI. Es el Papa centro de
toda la vida católica sobre la faz de la tierra, base de su edificio, cabeza visible
del cuerpo espiritual del que es Cristo cabeza invisible.
Es, por lo mismo, el objetivo privilegiado de las más rabiosas iras
del infierno. Alrededor de su trono rugen todas las tempestades de la
impiedad. Fieros y desembocados, le dirigen brutales amenazas sus
enemigos; pérfidos y engañosos, le tienden astutas trampas.
¿Habrá quien se tenga por hijo fiel de la Iglesia y deje solo a su Padre y
Pastor en esos tremendos combates? ¿Habrá quien no acuda al Sagrado
Corazón por esta primera y más urgente necesidad de nuestros días?
¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús! Cubre con tu escudo de protección a
ese Vicario tuyo, el primero de tus hijos, a quien constituiste en la tierra
como Padre y Pastor de nuestras almas en tu lugar. Asístelo, defiénde-
lo, sácalo vencedor de sus constantes enemigos. Lo son tuyos también,
y cuando contra el Papa se pelea, se pelea contra Ti.
¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús! Por el Papa, por nuestro venerable
Pontífice Francisco, por el Papa emérito Benedicto XVI, seas siempre,
y en especial durante este mes de junio, abogado y mediador nuestro
ante el Padre celestial.
D
e todos los deberes del buen católico, el deber de rogar por
el Papa es, sin duda, el primero y principal. ¿Qué familia
hay en la cual los hijos no se crean obligados a prestar
toda clase de auxilios a su padre? Aquí la gran familia
es el catolicismo, y el gran Padre de ella es el Romano Pontífice;
nosotros somos sus miembros y el auxilio principal que necesita es
nuestra fervorosa y constante oración.
Examine, pues, cada uno de nosotros cuál ha sido hasta hoy su con-
ducta en este punto. Aunque no hayamos sido hijos rebeldes y malva-
dos como los que se han alzado contra el Papa, ¿no es cierto que quizá
nos hayamos portado como extraños o indiferentes? ¿Estamos seguros
de haber cumplido la obligación de buenos hijos? Tal vez habrá motivo
2
Se medita unos momentos
36
MESDEJUNIO
para que se nos acuse en el Tribunal de Dios. No queramos permane-
cer ya más en nuestra frialdad y olvido.
Oh, Sagrado Corazón de Jesús, éste será mi grito constante en tu
presencia: salva al Papa; concédele el triunfo. Dale autoridad y fuerza a sus
palabras para que las respete el mundo, indócil a su voz; haznos –sobre
todo a nosotros– obedientes y sumisos a sus enseñanzas. Confunde y
disipa a los que lo quieren mal, vuelve en sí a los que ha extraviado el
mundo con sus falsas doctrinas, regresa al redil las ovejas que se han
apartado del rebaño y de su Pastor.
Oh, Sagrado Corazón de Jesús, por los méritos de tu cruz, por el valor
infinito de tu sangre, por los azotes y espinas de tu cruel Pasión, dale a
tu Vicario sobre la tierra lo que por él te pedimos en el día de hoy…
S
i el Papa es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el clero y las órdenes
religiosas son sus brazos. De ellos se sirve para obrar el bien y pro-
mover el servicio de Dios. Por eso los impíos aborrecen tanto a
los sacerdotes y religiosos; por eso a todas horas andan procu-
rando o destruirlos o corromperlos. Dediquemos, pues, el día de hoy a
rogar por tan importante necesidad.
Pidamos al Sagrado Corazón que encienda y abrase en celo y caridad
el alma de sus sacerdotes, religiosos y religiosas, para que, por su me-
dio, gane cada día terreno el reino de Dios sobre la tierra y se conquis-
ten nuevas almas para la gloria celestial. Que sea en ellos perfecta la
observancia de las leyes eclesiásticas; que brillen entre el pueblo por la
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XX
Pidamos en este día al Sagrado
Corazón por el clero
y las órdenes religiosas
1
37
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
pureza de sus costumbres, por el desinterés, la obediencia, la humildad
y el espíritu de sacrificio.
¡Oh, Corazón de Jesús, ve cómo está el mundo y la necesidad que hay
de que trabajen buenos obreros en él; oh, Padre de las familias, manda
buenos trabajadores a tu viña; hazlo, Corazón divino, por tu gloria y
por la salvación de tantas almas que se han confiado a la dirección de
tus ministros!
Te lo suplicamos muy especialmente, Corazón divino, en este día.
C
omo sean los sacerdotes y las casas religiosas, así serán los
laicos que viven a su alrededor. Ay de aquel pueblo en el que
reina –hasta en los ministros del santuario– el desorden o la negli-
gencia. ¡Cuánto no debe, pues, interesarnos esta necesidad
ante el Sagrado Corazón!
El reino de Dios necesita celosos pastores de sus ovejas; ardientes
pregoneros de su Palabra; fieles dispensadores de sus sacramentos.
Necesita que se avive en las almas de los institutos religiosos el espíritu
de oración, la vida mortificada, el recogimiento interior, la ejemplar
observancia.
Tú, Señor, dijiste: “Un poco de levadura hace fermentar luego toda la
masa”; ¿quiénes son la levadura de tu pueblo sino estas almas que has
escogido de la masa común? Envía santos religiosos, oh Señor; envía
almas de perfección superior y se transformará el mundo…
Se medita unos momentos
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXI
Pidamos hoy al Sagrado Corazón
por la restauración
de las familias cristianas
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MESDEJUNIO
D
espués del Papa, del clero y de las órdenes religiosas, a donde
el infierno dirige con más ahínco sus ataques es a la Iglesia doméstica,
a la familia. Lograr que desaparezca Jesucristo de la familia,
he aquí el blanco de sus deseos. Ay, cómo se va logrando en
muchas partes este espantoso deseo de Satanás. Apenas se encuen-
tra ya en algunos pueblos la familia verdaderamente cristiana. Ciertos
padres y madres de hoy parecen haber desterrado a la religión de su
hogar pues ya olvidaron todas las prácticas religiosas. Apenas se reza
en familia, apenas se oye el nombre de Dios. Toda la importancia se le
da al dinero, a la vanidad, al lujo, a las diversiones.
Sagrado Corazón de Jesús, hazte cargo también de esta necesidad y
acude a remediarla. Haz tuyas otra vez estas casas de donde pareciera
que te lanzó fuera el demonio. Vuelve a reinar en nuestros hogares,
como en otros tantos templos consagrados a Ti. Une a tu divino Cora-
zón los corazones de los padres y de los hijos que hoy tienen tristemen-
te divididos la disipación y el egoísmo.
Oh, Sagrado Corazón, te pedimos muy fervorosamente por esta ne-
cesidad, una de las situaciones más tristes de nuestros días.
Qué distinto sería el mundo si volviera a reinar en la familia
cristiana el Sagrado Corazón de Jesús. Habría prudencia de
los padres, respeto de los hijos, fidelidad de los esposos, amor entre los
hermanos. Cada casa cristiana sería una viva imitación de la
Sagrada Familia de Nazaret.
Dios ya no reina en muchas familias; reinan, en cambio, el egoísmo,
la desconfianza, la relajación de los vínculos más sagrados. Corazón
de Jesús, ¿es ésta la familia cristiana que Tú quieres? ¿No es como la
quiere el demonio, enemigo de tu nombre y de nuestras almas? Quí-
tale ese señorío a Satanás; recóbralo Tú y no lo pierdas nunca más. Se
Tú en la familia el centro de unión y la norma de la conducta. Den los
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Se medita unos momentos
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
padres buen ejemplo y consejo sano; muestren los hijos obediencia y
docilidad; esmérense todos en el cumplimiento de tu ley y en el respeto
a tu Iglesia.
¡Oh, Señor, sé Tú el verdadero Padre de todas las familias de la
tierra para que, juntas, formemos un día contigo la dichosa familia
del cielo…!
S
on las niñas y los niños las flores tempranas del jardín de Cristo
y la porción predilecta de su amoroso Corazón. Jesucristo, en
su vida mortal, manifestó por la niñez singular preferencia. Un
pasaje del Santo Evangelio nos pinta al Salvador llamando en
torno de sí a esas tiernas primicias de su rebaño, para darles cariño y
recomendarlos al cuidado de sus Apóstoles. La Iglesia, heredera del
divino Maestro, es igualmente celosa en esta predilección.
Satanás también muestra decidido empeño de apoderarse de estos
tiernos corazones… y el mundo le secunda. Muchos padres de familia fa-
vorecen al demonio –de un modo espantoso– en la obra infame de robarle las niñas
y los niños a Dios. El síntoma más terrible de nuestros tiempos desven-
turados es la corrupción de la niñez. Roguemos hoy por las niñas y los
niños al Sagrado Corazón.
Salva, oh Jesús, de la peste del siglo a esas pequeñas almas, apenas
salidas de las aguas de tu Bautismo y ya enlodadas –quizá– por la tur-
bia corriente de la corrupción. Conserva en sus corazones la posesión
completa que tomaste de ellos cuando, por el Bautismo, los redimiste y
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXII
Pidamos hoy al Sagrado Corazón
por la cristiana educación de las niñas
y los niños
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MESDEJUNIO
los sacaste de las garras de Satanás. ¡Mira, divino Jesús, cómo han sido
pisoteadas y cortadas las más bellas flores de tu jardín!
Oh, dulce Jesús, bondadoso amigo de las niñas y de los niños, te pe-
dimos hoy, con lágrimas en los ojos, por esas criaturas que el demonio
procura robar a tu Corazón.
¿
A quién no entristece ver en poder del infierno tantas almas que
deberían ser el adorno y la más preciada esperanza del catolicis-
mo? Unas sumidas en las tinieblas de la infidelidad en países no
cristianos; otras entregadas a la educación perversa en escuelas
ateas; otras presenciando cada día ejemplos corruptores de aquellos
mismos que deberían ser su luz. ¿Cuántos de esas niñas y niños llevan
a la primera Comunión el alma ya embrutecida por el vicio? ¿Cuántos,
después de esta toma de posesión del Hijo de Dios, lanzan inmediata-
mente a Cristo de su corazón para alzar en él el trono de su enemigo?
¿Cuántos quedarán en poder de ese enemigo la mayor parte de su vida,
y cuántos por toda la eternidad?
Oh, dulce Corazón de Jesús, bien merecen estas víctimas de la as-
tucia infernal las súplicas más fervientes de quienes te somos devotos.
Te rogamos, pues, por ese plantío predilecto que ha de ser mañana la
cosecha de la Iglesia. Que no sea la cosecha del infierno, buen Jesús.
Hazla tuya, líbrala de los lazos que se le tienden, de los falsos maestros,
de los malos padres, de las lecturas perversas, de los amigos de perdi-
ción. Sé Tú el guardia de su candor, el guía de sus pasos, el dulce objeto
de sus primeras aficiones; atráelos y enamóralos; ríndelos con tu amor.
Clava en ellos el sello de tu dominio en su vida, en su muerte y para
toda la eternidad...
Se medita unos momentos
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
H
ay hermanos nuestros creados, como nosotros, por Dios; re-
dimidos, como nosotros, por la Sangre divina; destinados,
como nosotros, para el reino eterno y que, sin embargo, se
obstinan en cerrar sus ojos a la luz de la verdad y en permane-
cer apartados de la fe, en ciego y voluntario paganismo. Estos son los
pobres incrédulos. ¿Cuántos de estos gentiles hay en medio de nuestra
sociedad cristiana, entre nuestros amigos, conocidos y, quizá, parien-
tes? Ellos no tienen de Dios, de su ley y de sus misterios, mayor co-
nocimiento que el que tiene un salvaje, para quien es absolutamente
desconocida la cruz. Roguemos, pues, hoy al Sagrado Corazón de Jesús
por este doloroso estado de tantas almas.
Oh, Jesús, Señor nuestro, ¿cómo es posible que veinte siglos después
de tu venida al mundo haya aún quien no te conozca? Abre los ojos de
esos ciegos del alma. Tú, que a tantos alumbraste los ojos del cuerpo en
tu vida mortal, te diremos, como aquel ciego del Evangelio: “Señor, ¡que
vean!” Que vean, que sientan, que gocen la verdad de tu doctrina, la
suavidad de tu ley, la ternura de tu amor, la eficacia de tus Sacramentos.
Que te conozcan estas almas a quienes tiene engañadas la idea de
que pueden salvarse por haber sido “buenas” en el mundo. Rasga, di-
vino Sol, las densas tinieblas en que están envueltos tantos hermanos
nuestros y que les impiden ver el abismo de la eternidad que tienen
abierto a sus pies. Acepta por ellos, Corazón Sagrado, los humildes rue-
gos de nuestro rendido corazón.
DÍA XXIII
Pidamos hoy al Sagrado Corazón
por los pobres incrédulos
y malos cristianos
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Se medita unos momentos
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MESDEJUNIO
2
A
demás de los incrédulos hay los malos cristianos; es decir,
quienes creen pero no practican; tienen fe y no quieren dejar
de ser llamados católicos, pero andan en malas compañías y
cometen malas acciones. ¿Qué les valdrá su creencia, si no
procuran ajustar a ella su conducta? Ah, les valdrá sólo enfrentar una mayor
responsabilidad en el tribunal de Dios.
Te pedimos, también, amoroso Corazón de nuestro Jesús, por esos
malos cristianos cuya vida licenciosa deshonra tu ley y da ocasión a que
se burlen de ella tus enemigos, al igual que resulta mortal escándalo
para los incautos. ¡Oh, indigna ingratitud! Creen en Ti, Señor, pero no
te sirven; admiten tu ley pero la pisotean; temen tu infierno, pero nada
hacen para no caer en él.
Oh, Señor, despierta a estos dormidos; limpia de la enfermedad de
sus costumbres a estos leprosos. Toca con tu inspiración a esos Lázaros
malolientes por sus vicios. Haz brillar aquí, a la vez, tu poder y tu mise-
ricordia. Muchos fueron los pecadores que por tu misericordia son ahora faros
de santidad y orgullo de la Iglesia.
Sagrado Corazón de Jesús, por los infelices incrédulos, por los endu-
recidos pecadores, te pedimos hoy luz, gracia, perdón.
B
ajo el nombre de propaganda católica entendemos el conjunto
de trabajos para difundir la influencia de la Iglesia católica y
de sus instituciones contra la acción demoledora de la munda-
nidad que pugna por sacar a Dios de la vida pública.
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXIV
Pidamos hoy al Sagrado Corazón por
las obras de propaganda católica
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Pertenecen al concepto general de la propaganda católica todos los
ministerios eclesiásticos, pero de un modo muy particular se distin-
guen con este nombre las obras de apostolado cristiano que ejercen los
laicos bajo los auspicios de la Iglesia. Las sociedades de caridad, las
escuelas y talleres, los periódicos y libros de apologética, los medios de
comunicación, las academias de juventud católica, asociaciones de ca-
tólicos y círculos de obreros…, todas las que –con cualquier nombre–se
proponen la reparación de los estragos de la mundanidad, la moralización del
pueblo, la protección del pobre, o, simplemente, el ejercicio práctico de
la religión.
Todo lo que constituye hoy, con diversidad de organización y me-
dios, pero con maravillosa unidad de pensamiento, el gran ejército del
apostolado laical, tantas veces bendecido por el Romano Pontífice y los
obispos, necesita, para ser eficaz, de la secreta ayuda de las oraciones de
las almas fervorosas.
Oremos hoy por esta imperiosa necesidad de los tiempos presentes.
Oremos por estos hermanos nuestros que, en la brecha y cara a cara
con el enemigo, sostienen la lucha más tenaz. Oremos para que sosten-
ga Dios sus empeños, aumente su fe, dé fuerza a sus palabras, los libre
de la vacilación y del desaliento en los contratiempos, los corone de
consuelos en la tierra y de gloria en el cielo, en premio de sus combates.
Oh, Sagrado Corazón, Tú eres el jefe de esa espiritual y generosa
milicia; Tú eres el sello de su escudo y el lema de su bandera. Hazlos
Contigo una sola alma y un solo corazón: valerosos, aguerridos, dig-
nos en todo de la santa causa que defienden y de la celestial recom-
pensa que esperan.
Qué glorioso es ese ejército creyente que de uno a otro confín
del mundo cristiano lucha por el nombre de Cristo, mezclado,
aunque no confundido, con otro ejército de error y corrup-
ción que sigue la bandera de Satanás. Brillantes combates se
libran a todas horas entre los de uno y otro bando, por medio del ejerci-
cio de la caridad, de la pluma, de la elocuencia humana, del testimonio.
Se medita unos momentos
2
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MESDEJUNIO
Esto ha de ser muy grato para Dios, ver alrededor de la Iglesia y bajo
la dirección del sacerdocio esos escuadrones improvisados de toda
edad, sexo y condición, que forman nuestras obras católicas. Cuán
digna de nuestras oraciones es esa multitud batalladora, consuelo y espe-
ranza de la atribulada Iglesia de Dios.
Roguemos al Sagrado Corazón por el aumento, prosperidad y felices
resultados de la propaganda católica. Que vibren los soldados consa-
grados con los latidos del Corazón de Jesús. Que no los mueva otro
deseo que el dar mayor gloria a Dios y ganar almas para su reino. Que
otro norte no las guíe que la luz de la fe en la Santa Iglesia Romana.
Que no los engañe el fuego fatuo de las ideologías que tienden a dismi-
nuir la santa libertad del dogma católico.
Oh, Corazón de Jesús: que vengan a templar sus armas en Ti los sol-
dados de nuestra fe; que las saquen enrojecidas por el fuego de tu cari-
dad. Que arda para ellos el mundo. Fuego viniste a poner en la tierra.
Avívalo, Señor, primeramente en esos corazones que ya son tuyos y sírvete,
más tarde, de ellos para las colosales empresas de tu santa religión.
C
erca de 155 mil personas, según un cálculo aproximado para
2013, mueren cada día en el mundo Por consiguiente, más de
155 mil personas están a todas horas en agonía. Y ¿qué es la
agonía? Son los últimos instantes concedidos al alma antes de presentar-
se al Tribunal Supremo. Son las últimas luchas entre la gracia de Dios y la
acción del diablo. Son momentos preciosos, de los cuales puede salir
una eternidad feliz o una eternidad desventurada.
Al tiempo que se le van acabando al cuerpo sus fuerzas; mientras va
faltándole al pecho la respiración, a los ojos la luz, a los miembros el ca-
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXV
Pidamos hoy al Sagrado Corazón
por los que están agonizando
1
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
lor y el movimiento, va acercándose el alma a aquella región pavorosa
de la cual ya no pude volver atrás.
Esto es agonizar, esto es morir. Y 155 mil hermanos nuestros están
cada día, ahora mismo, en este preciso instante, en trance tan angus-
tioso. Roguemos por ellos hoy y cada día al Sagrado Corazón de Jesús.
Oh, Corazón divino, que agonizaste en el huerto y en el Calvario,
vuélvete luz y consuelo de estos hermanos nuestros en su dolorosa ago-
nía. Mira bondadoso a estas almas privadas de todo consuelo humano y que,
como pendientes entre el cielo que desean y el infierno que temen, co-
locadas entre el tiempo que les huye y la eternidad que se les viene
encima, no tienen ya a quien volverse más que a Ti.
¡Corazón agonizante de nuestro divino Salvador, seas Tú el bálsamo
cordial para estos hermanos nuestros en su angustiosa situación!
U
n día seremos nosotros los que nos hallaremos en agonía.
Aquello que varias veces hemos presenciado con horror en
otros, por nosotros pasará y en nosotros lo verán, estremeci-
dos, nuestros amigos. El color pálido, la respiración difícil,
la vista fija o extraviada, el entendimiento nublado, la voz anudada a la
garganta, dirán que llegó el fin para nosotros, la hora de abandonar este
mundo al que hemos entregado, quizá con demasía, nuestro corazón.
Oh, adorable Corazón de Jesús, cuando me falte todo y todo me huya y me
desampare, no me dejes sin Ti. Dulce amigo mío, de Ti espero la mejor gota
del tónico que ha de fortalecer mi espíritu acongojado y calmar su agi-
tación y zozobra; de Ti aguardo, por medio de los santos sacramentos,
el último abrazo de paz y reconciliación.
Pero, entre tanto, 155 mil hermanos míos se hallan cada día en estas
angustias y te ruego los socorras. Mientras yo como, descanso, trabajo,
rezo o me divierto, 155 mil almas se hallan pendientes de su suerte eterna en
este último y decisivo combate. Oh, Jesús, por aquellas tres amargas horas
que en el lecho de la cruz te vieron cielos y tierra agonizante, socorre en
tales momentos a los hijos de tu Corazón.
Se medita unos momentos
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
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MESDEJUNIO
DÍA XXVI
Pidamos hoy al Sagrado Corazón por
nuestros hermanos del Purgatorio
1
L
a Iglesia de Dios tiene hijos suyos necesitados aún fuera de este
mundo. También tiene un alivio para las necesidades de la otra
vida. Entre los combates de la vida presente y el descanso final
de la gloria, hay para muchas almas un plazo de expiación en el
que se purgan culpas todavía no purificadas o se pagan deudas todavía
no satisfechas. Este plazo de expiación, concedido por la misericordia
divina –y exigido por su justicia– es el Purgatorio.
El buen devoto del Sagrado Corazón de Jesús no puede menos que ser ami-
go del Purgatorio. Hay allí almas que un día fueron muy fervorosas,
que oraron al pie de los mismos altares que nosotros, que sonrieron
con las mismas alegrías cristianas y lloraron con idénticos dolores.
Aman a Dios, le desean, tienen segura su próxima posesión. Pero
esta dicha se les retarda hasta que sea cumplido el pago de sus atra-
sos. En su favor, Dios admite nuestras oraciones y obras buenas.
¿Quién se las negará?
Oh, divino Corazón, hazle sentir al mío un tierno afecto, un vivo in-
terés por aliviar esas almas de hermanas y hermanos míos, que nada
pueden hacer ya por sí mismas y que todo lo esperan de nuestra cari-
dad. Derrama sobre sus penas los tesoros de tu Corazón y apresura el
dulce momento de reunirlas eternamente contigo.
E
s muy grande la caridad para con las almas del Purgatorio.
Los grandes santos han sido muy fervorosos en este punto.
La Iglesia nos da el ejemplo mezclando en todos sus rezos y
ceremonias el piadoso recuerdo de los difuntos.
Se medita unos momentos
II
47
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Dulce comunicación la de nuestros corazones con los de estos her-
manos nuestros por medio de la oración; lazo misterioso que nos per-
mite tener amigos aún más allá de la tumba y aleja de nosotros la idea
de una separación total… Padres, hermanos, amigos, bienhechores,
sabemos que nos escuchan en el Corazón de Jesús y que, por conducto de
Él, reciben y agradecen nuestro cariñoso recuerdo.
Oh, Corazón divino, intermediario de estas peticiones: da a esas al-
mas la paz que por ellas te piden tus amigos en la tierra, a fin de que un
día nos reúnas a todos en el gozo de la vida eterna. Acepta por esas al-
mas nuestras oraciones, nuestras limosnas, nuestra Comunión, nues-
tros sacrificios, nuestra devoción a Ti.
Porque sabemos que te son queridas, las recomendamos a tu com-
pasión. Los méritos de tu vida, pasión y muerte; las lágrimas de tu Madre; las
virtudes de tus santos; los servicios de tu Iglesia: todo te lo ofrecemos en pago de esas
deudas para que, bondadosamente, se lo apliques a su salvación eterna…
¿
Podríamos dejar olvidada esta súplica entre las muchas que
hemos dirigido estos días al Sagrado Corazón de Jesús? ¿Po-
dríamos dejar de interesarnos en que cada día sea más ardiente en
nosotros y en todo el mundo su devoción? Haciéndolo, apoyaremos
la mira del Salvador al manifestarse a los hombres de esta manera y
ejerceremos –a favor de ellos y por su eterna salvación– el más fecundo
apostolado.
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXVII
Pidamos hoy al Sagrado Corazón
de Jesús por el aumento de esta
devoción en nosotros
y en todo el mundo
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MESDEJUNIO
Veamos cómo se afanan los hombres ilustres del mundo por propa-
gar sus ideas; veamos cómo sufren por ello persecución y se exponen a
crueles contratiempos. ¿Qué no podríamos hacer nosotros algo similar
para extender el amor a Jesús? ¿Qué hemos hecho hasta hoy? ¿Qué
nos proponemos hacer en adelante? ¿Qué trabajos pensamos empren-
der en nuestro pueblo, entre nuestros amigos o familiares, o por lo me-
nos en nosotros mismos?
Pareciera que no nos espanta considerar el reproche que pueda diri-
girnos un día el Salvador, cuando nos muestre la cruz, las espinas y las
heridas de su Corazón, y nos diga: “Mira lo que lo que hice Yo por ti,
¿qué has hecho tú por Mí?”
Bondadoso Jesús: bien quisiera yo extender por todo el mundo y
hacer conocer a todos los hombres las riquezas de tu Corazón; pero
ya que mis fuerzas son pocas para tan grande apostolado, te suplico
que seas Tú quien a todos se dé a conocer, para que crezca cada día el
número de los que te aman y te sirven. Sea yo uno de ellos, soberano
Rey de las almas. Aviva en mí tu llama amorosa y hazme discípulo fiel,
amigo fervoroso de tu Sagrado Corazón.
G
randes favores pueden pedirse al Sagrado Corazón si de ve-
ras nos dedicamos a propagarlo entre nuestros hermanos y
aumentar en nosotros mismos esta devoción.
Tomemos las palabras del Salvador a santa Margarita en
sus revelaciones:
“A los que trabajan en extender el culto a mi Sagrado Corazón les
daré abundantemente las gracias necesarias a su estado; pondré paz
en sus familias; les consolaré en sus penas; seré su amparo en la vida y
en la muerte y bendeciré sus empresas cristianas. A los religiosos que
trabajen en la conversión de los pecadores, les daré fuerzas con qué
ablandar y mover los corazones más endurecidos. Las casas en que se
halle expuesta mi Imagen, se llenarán de mis bendiciones. Los que se
dediquen a dar a conocer mi culto, tendrán su nombre escrito en mi
Corazón y jamás se borrará de Él”.
Se medita unos momentos
2
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
¡Oh, Sagrado Corazón! ¡Oh, Corazón divino a quien veloces hemos
acudido a festejar cada día de este mes de junio, cúmplanse en noso-
tros tan consoladoras promesas! Aquí nos tienes para renovar el pro-
pósito de eterna fidelidad y constancia en tu servicio y en el apostolado
de tu Corazón. Reina en nosotros y en nuestras casas y pueblos, preside nuestros
proyectos, anima nuestros pensamientos y que estos se dirijan a un solo objetivo:
promover, sin descanso, tu gloria.
Oh, dulce Jesús: dichoso quien viva en Ti y en Ti muera. Sea tu Co-
razón nuestro tesoro en vida, para que lo sea, asimismo, en toda la
eternidad, donde juntos te alabemos, te bendigamos y te glorifiquemos
eternamente.
E
stos tres últimos días del mes de junio los dedicaremos a la
acción de gracias. Nada más digno de un corazón noble que el
agradecimiento por los beneficios recibidos, y por desgracia,
nada más olvidado por el común de los cristianos.
Fijémonos hoy únicamente en lo que debemos a Dios en el orden de
la naturaleza. Dones suyos son esta existencia que tengo y los medios
con los que su bondad me la conserva todos los días y me la embellece.
La luz que me alumbra, el pan que me sustenta, el agua que sacia mi
sed, el sueño que repara mis fuerzas, la creación entera que me rodea,
todo ha sido puesto a mi disposición para que me ayude a conseguir un
fin noble.
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXVIII
Demos hoy gracias al Sagrado
Corazón por los beneficios recibidos
en el orden de la naturaleza
1
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MESDEJUNIO
Si amanece y si anochece; si cambian las estaciones; si el campo pro-
duce cosechas; si resplandece en el firmamento el sol; si tiene peces el
mar, fieras la tierra y aves el aire; si reinan en todo el orden y la provi-
dencia, por mí lo hizo, por mí lo ordenó Dios en admirable conjunto.
¿Hay corazón capaz de entonar el himno debido de acción de gracias
a Dios por tales maravillas? Sí lo hay. En el Sagrado Corazón de Jesús
tiene el hombre un medio seguro con el que mostrarse agradecido a
Dios. Lo que nuestra lengua es incapaz de decir, lo que nuestro co-
razón es pequeño para sentir como se debe, por nosotros lo expresa,
con infinito amor, el Sagrado Corazón de Jesús. En Él, por Él y con Él
estaremos eternamente reconocidos de la obra de Dios.
L
os beneficios de Dios no nos han sido dados una sola vez: nos
siguen, nos rodean, nos acompañan como luminosa atmósfera
de amor en todos los instantes de nuestra vida. Resplandece
menos el sol cada mañana en el horizonte de lo que brilla sobre
nosotros la infinita bondad de Dios. Hasta en los males se pueden en-
contrar motivos de agradecimiento, pues si de ellos nos valemos como
parte de su soberana voluntad, ¿qué tesoros de paz y de consuelo no
derramará su mano benéfica sobre cualquiera de mis preocupaciones?
Es muy cierta la expresión de que “nunca se me muestra más como
un Padre nuestro Dios que cuando nos aflige”. La sola consideración
de los muchos males de los que me ha sacado su bondad exige de mí un
reconocimiento. La enfermedad que no tengo, la persecución que no
sufro, la privación que no me mortifica, son beneficios negativos pero
no por eso son menos apreciables. Dios tiene extendida, como un es-
cudo, su mano sobre mí y me libera de muchas angustias que aquejan
a otros hermanos míos.
Oh, Sagrado Corazón; a Ti te agradecemos tan enormes beneficios,
para que nos sirvas de intérprete ante el Padre celestial y le ofrezcas
nuestro agradecimiento. Pase por Ti, Jesús, nuestra gratitud y por el
encendido fuego de tu Corazón, adquiera las cualidades que la hagan
digna de ser admitida por Dios.
Se medita unos momentos
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SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
Niños somos, Dios mío, te diremos como el Profeta; no sabemos ha-
blar de Ti como merecen tu bondad y tu grandeza. Hablen por noso-
tros la gratitud y la alabanza que salen del Corazón de tu Hijo. Suplan
ellos nuestra debilidad y cubran nuestra insuficiencia.
S
i generosa se ha mostrado la mano de Dios en el orden natural,
no lo será menos en el orden de la gracia; es decir, en el orden
de los medios sobrenaturales que se nos han sido dados para la
salvación eterna.
En el centro de su Iglesia nos ha hecho nacer en la gracia. El Bau-
tismo y los demás sacramentos nos robustecen y sustentan, los santos
nos dan ejemplos, nos estimula la voz de sus ministros, la enseñanza de
los buenos libros, los secretos toques con que despierta, aviva y hasta
resucita nuestro corazón…, todos estos son beneficios intangibles con
los que nos conduce su mano desde la cuna hasta la eternidad.
Si me pongo a considerar lo que ha sido hasta ahora mi vida, si me
detengo a reflexionar sobre las causas que en cualquier período de ella
han influido en mis decisiones para que sea hoy lo que soy, y no lo
que son otros desventurados, ¿no me hallo como siendo objeto de un amoroso
cuidado de Dios? Aquella palabra que me hizo una impresión saludable,
aquella página que me hirió el alma, aquel ejemplo que me alumbró
de repente el camino, ¿quién lo dispuso, quién lo hizo aparecer sino la
providencia de Dios que velaba por mí como una madre vela por su hijo
que lleva en brazos?
Se medita y se pide una gracia particular para este día
DÍA XXIX
Demos hoy gracias al Sagrado
Corazón por los beneficios recibidos
en el orden de la gracia
1
52
MESDEJUNIO
Sagrado Corazón de Jesús: a Ti debo el manantial de estas innume-
rables gracias que ha derramado sobre mi alma la divina misericordia.
Tuyas son, por que tú las mereciste y nos las comunicaste. Fue por
Ti por donde llegaron a mi alma necesitada. Sea a través de Ti que le
llegue al Padre celestial la gratitud y el reconocimiento de mi corazón.
N
o hay minuto de nuestra vida que no tengamos algo que
agradecer a la infinita bondad y misericordia de Dios en el
orden de la gracia. Más fácil sería contar las estrellas que
pueblan el firmamento en una noche serena, o las gotas de
rocío que bañan el prado una mañana fresca de abril, que enumerar las
enseñanzas con que ilumina Dios la noche de nuestra vida y ablanda la
aridez del corazón.
Lo distraídos que somos y lo limitado de nuestra inteligencia no nos
permite entrever los misterios de la operación de Dios en el alma por
medio de las múltiples formas de la gracia. De hecho, jamás tendremos
conocimiento completo de la gracia divina sino hasta la vida eterna.
Hoy sólo podemos indagar lo que es la gracia. Y eso basta para admirar
su riqueza, variedad y eficacia en nosotros. Una sola tentación a la que nos
hayamos resistido nos daría materia suficiente para alabar incesante-
mente a Dios. Y son tantas en cada día, en cada mes o año de nuestra
vida. Son tantas las crisis por las que hemos pasado para la salvación
eterna y que han sido resueltas a nuestro favor con una ayuda que tal
vez entonces ni siquiera pensábamos pedir…
La eternidad no parece bastante para agradecerle dignamente tales
muestras de amor a Dios. Tu puedes, Corazón divino de Jesús, llenar
cumplidamente y por lo que mí respecta esta obligación sagrada. A Ti
te escojo para que pagues por mí esa deuda de reconocimiento. Toma,
Jesús mío, los votos de mi alma y preséntalos al Eterno Padre, en unión
del himno de gracias que en gloria suya le canta tu adorable Corazón.
Se medita unos momentos
2
Se medita y se pide una gracia particular para este día
53
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
L
a misericordia que da el Señor en la tierra a sus criaturas es,
apenas, una sombra pálida de la que reserva para ellas en la
eternidad. El cielo ha de ser nuestro estado perfecto y ahí se realizará
la mayor dicha que pudiera haber jamás soñado el hombre. Será tal
nuestra dicha que ni la menor proporción de ella podría caber en la
más desbordada de nuestras fantasías. Si una sola gota de los con-
suelos que derrama hoy el Señor en nuestro corazón basta para que
olvide éste sus mayores tristezas, ¿qué será cuando se inunde de paz y
de buenaventura?
Si apenas el ver la perfección y belleza que nos ha querido dejar el
autor de la creación en algunas de sus criaturas –y que el arte repro-
duce en sus obras maestras—nos estremece el alma, ¿qué será ver cara a
cara a la suprema Belleza, y perfección que, abiertamente y sin velos, se
comunica en la eternidad a sus elegidos?
Allí la salud sin el menor riesgo de enfermedad o molestia; la vida
sin la dolorosa perspectiva de una muerte próxima o lejana; el amor
sin tibieza ni desfallecimiento; allí la fiesta perpetua del alma. El aleluya
que se canta en el cielo no es como el de la tierra: mezclado con gemi-
dos de persecución o gritos de combate. Se vence en la gloria con la
paz, no con fatigas y sudores. Se vive gozando con pureza, se ama con la
mayor plenitud y alcance que es dado concebir en la palabra amor. Eso
nos promete Dios; eso nos reserva.
¡Gracias, Corazón de Jesús, gloria de los bienaventurados, sol es-
plendente de la feliz ciudad de Dios! Gracias por esos dones que por Ti
esperamos y que, mediante tu gracia y nuestras obras, estamos seguros
de poder poseer algún día.
Se medita unos momentos
DÍA XXX
Demos hoy gracias al Sagrado
Corazón por los beneficios que
esperamos recibir en la gloria
1
54
MESDEJUNIO
2
A
lma mía, alza los ojos al cielo azul lleno de estrellas por la
noche y de día radiante de claridad. Contempla tu patria, el
dulce hogar de tu Padre, la mansión que dentro de poco va
a ser tu patrimonio. Región maravillosa de paz, felicidad y
eterna esperanza. Con sus ángeles y santos, con la Reina gloriosa de
todos ellos, María; con la humanidad resplandeciente de Cristo y con la
majestad de la Santísima Trinidad. Todo es para ti.
Ensancha tu corazón, extiende tus deseos, dilata tu imaginación, sé
codiciosa, alma mía, hasta donde puedas serlo: todo excederá tus ilu-
siones. No habrá bienes que perezcan con la muerte ni amores que la
edad marchite o la ausencia entibie. No habrá fortuna que se acabe,
pues nada de lo que el mundo ofrece para hacernos felices tiene cabida
allí. Nada de eso será tu felicidad. Dios mismo será tu recompensa.
Contempla la grandeza de tu porvenir, lo magnífico de tus esperanzas.
Enciende el ardor de poseerlas y rinde mil gracias al Corazón divino,
quien será el que te proporcione la gracia de Dios.
Sagrado Corazón de Jesús, no quiero esperar a recibir tus dones para agra-
decértelos. El hijo que lee el testamento de su padre y se ve nombrado en
la herencia, no espera a darle las gracias al padre hasta que esté en po-
sesión de los bienes. No, aquellas letras que le prometen el bien equi-
valen para él a un título de propiedad. Y esas letras las has escrito Tú
muchas veces en tu testamento, y en ellas cien veces me has nombrado
a mí, heredero de tu gloria. Gracias, Señor, muchas gracias. Te las
damos en este último día de nuestro mes de junio dedicado al Sagrado
Corazón de Jesús. Anhelamos reunirnos contigo en el cielo para can-
tarlas ahí, en unión del Padre y del Espíritu Santo, todo honor y toda
gloria, por los siglos de los siglos. AMÉN
Se medita y se pide una gracia particular para este día
55
SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS
LAS DOCE PROMESAS
DEL SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS A QUIEN SEA
SU FIEL Y DEVOTO SEGUIDOR
» Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
» Les daré paz a sus familias.
» Los consolaré en todas sus penas.
» Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
» Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
» Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de
misericordia.
» Las almas tibias se volverán fervorosas.
» Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
» Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
» Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el
don de mover los corazones más endurecidos.
» Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que
propaguen esta devoción.
» Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que
su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen
nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia
final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus sacramentos,
y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.
56
MESDEJUNIO
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Devocionario sagradocorazon

  • 2. 1 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Una devoción que nos asemeja a Cristo Dedicar el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús
  • 3. 2 MESDEJUNIO Una devoción es un estímulo que, dirigiéndose a la inteligencia y al corazón, permite al hombre dar a Dios el culto que le es debido, no sólo con la exactitud y puntualidad que requiere la más elemental justicia, sino también con aquella libertad alegre y aquella gozosa prontitud que exige el amor P. H. MONIER-VINARD S.I.
  • 4. 3 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Breve introducción a este devocionario E l 27 de diciembre de 1673, día de san Juan Apóstol, Margarita María de Alacoque, quien tenía sólo 14 meses de profesa y 26 años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento, expuesto en la capilla del convento de La Visitación. Era el momento de la primera gran revela- ción del Señor a la futura santa. “Mi Divino Corazón –le dijo el Señor a Margarita María– está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pu- diendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enrique- cerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para sepa- rarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de in- dignidad y de ignorancia, a fin de que seas todo obra mía”. Desde ese instante y hasta nuestros días –en que va creciendo– la devoción al Sagrado Corazón de Jesús no ha dejado de ganar adeptos, gente común y sencillísima, gente encumbrada y de graves responsa- bilidades, todos quieren seguir la indicación de la jaculatoria que reza así: “Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”. Se trata de una semejanza. No de una igualdad. El filósofo católico Dietrich von Hildebrand señala que a esta oración “se aplica todo lo que sabemos sobre el sentido de la imitación de Cristo”. Y más adelante indica que “la transformación en Cristo que implica esta imi- tación consiste en hacernos santos”. Es el ethos cristiano; la forma de ser que Dios quiere de nosotros y que santa Margarita María lo dejó dicho de esta manera: “Como el amor hace uno a los amantes, si quie- res ser amado de Jesús has de ser manso como Él, y humilde como Él.” No fue hasta el 11 de junio de 1899, dentro del mes dedicado al Sa- grado Corazón, cuando un Papa, en este caso el Papa León XIII, con- sagró la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús. Unos días antes, el
  • 5. 4 MESDEJUNIO 25 de mayo del mismo año, había publicado la encíclica Annum Sacrum (refiriéndose al Año Santo de 1900). En ella escribió: “El Corazón di- vino es símbolo e imagen viva del infinito amor de Jesucristo, que nos impulsa a pagarle también con amor”. La idea de consagrar el mundo y toda la humanidad al Corazón de Jesús surgió 25 años antes, con motivo de las conmemoraciones en el segundo centenario de la canonización de santa Margarita María de Alacoque. En aquel entonces, siendo Papa Pío IX, miles de personas de toda clase y condición, incluidos obispos, solicitaban al Papa, in- cesantemente, realizar una consagración de la humanidad al Sagrado Corazón. León XIII lo hizo. Y llegó a considerar éste como el acto más impor- tante de su largo pontificado. Su argumentación es sublime: “Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la cari- dad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referi- dos realmente y en propiedad a Cristo en persona”. Cien años después, san Juan Pablo II, recordando la Consagración de León XIII, y renovándola, escribió: “La contemplación del Cora- zón de Jesús en la Eucaristía estimulará al creyente a buscar en ese Corazón el misterio inagotable del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia. Le permitirá saborear, en comunión con sus hermanos y hermanas, la dulzura espiritual de la fuente de la caridad. El ayudar a todos a redes- cubrir su propio Bautismo le hará más consciente de tener que vivir su dimensión apostólica al difundir amor y participar en la misión de evangelizar”. De eso trata este devocionario: de que cada uno, a través de la medi- tación, la oración, la reflexión y la alabanza, nos unamos a la gran ta- rea de la Iglesia, a la enorme tarea que nos dejó como obligación nues- tro Señor: ir y predicar desde los tejados. ¿Predicar qué? El amor del que es puramente Amor. El amor de quien subió a la cruz para fundar nuestra esperanza. Por eso santa Margarita María nos dejó esta idea inspirada en el amor del Corazón de Jesús: “La cruz es en este mundo el patrimonio de los escogidos”.
  • 6. 5 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS ACTO DE CONTRICIÓN Sagrado Corazón de Jesús, que en el divino sacramento de la Eucaris- tía estás vivo e inflamado de amor por nosotros, aquí nos tienes en tu presencia, pidiéndote perdón de nuestras culpas e implorando tu mi- sericordia. Nos pesa, oh buen Jesús, el haberte ofendido. Tú eres tan bueno que no mereces esa ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar, según ellas, nuestro humilde corazón. AMÉN. Se hace aquí la meditación correspondiente a cada día del mes de junio. Al termi- nar la meditación, se hace la siguiente… R endido a tus pies, oh Jesús mío, considerando las extraor- dinarias muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña continuamente tu adorable Cora- zón, te pido, con humildad, la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo. Quiero hacerme digno de los favores y bendiciones que con generosidad concedes a los que, de veras, te conocen, te aman y te sirven. Mira que soy necesitado, dulce Jesús, y sólo necesito de Ti, como el mendigo necesita la limosna que le han de dar los hombres Mira que soy muy tosco, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas ense- ñanzas para que sean luz y guía de mi ignorancia. Mira que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer. Seas todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria, lumbre PARA DECIR CADA DÍA DEL MES DE JUNIO ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
  • 7. 6 MESDEJUNIO de mis ojos, bastón de mis pasos, remedio de mis males, auxilio de toda necesidad. De Ti lo espera todo mi corazón. Tú lo alentaste y lo invitaste, cuando con sencillas palabras dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Vengan a mí… Aprendan de mí… Pidan; llamen… A las puertas de tu Corazón vengo, llamo, pido y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo Tú y dame a cambio lo que Tú sabes que me ha de hacer bueno en la tierra y dicho- so en la eternidad. AMÉN. Aquí se rezará tres veces el Padrenuestro, Avemaría y Gloria, en recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sa- grado Corazón a santa María Margarita Alacoque. Luego, se rezan las… LETANÍAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS -Señor, ten piedad de nosotros. -Cristo, ten piedad de nosotros. -Señor, ten piedad de nosotros. -Cristo, óyenos. -Cristo, escúchanos. -Dios, Padre Celestial, -Dios Hijo, Redentor del mundo, -Dios, Espíritu Santo, -Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, -Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre, -Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo, -Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, -Corazón de Jesús, de infinita majestad, -Corazón de Jesús, templo santo de Dios, -Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, -Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, -Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, Se repite Ten piedad de nosotros
  • 8. 7 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS -Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor, -Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, -Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, -Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, -Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, -Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, -Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad, -Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace, -Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, -Corazón de Jesús, deseado de las eternas colinas, -Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia, -Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan, -Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, -Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, -Corazón de Jesús, colmado de oprobios, -Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados, -Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, -Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, -Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, -Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, -Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, -Corazón de Jesús, víctima por los pecadores, -Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, -Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren, -Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, -Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, -Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, -Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, -Jesús, manso y humilde de Corazón, Ten piedad de nosotros Perdónanos Señor. Escúchanos Señor. Ten piedad de nosotros. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
  • 9. 8 MESDEJUNIO ORACIÓN FINAL Oh, Dios todopoderoso y eterno, mira en el Corazón de tu amadísimo Hijo las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece, y concede el perdón a estos hijos tuyos que piden misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cual vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. AMÉN DÍA 1 MEDITACIONES PARA CADA DÍA El Sagrado Corazón, modelo de amor ¿ Qué motivos han llevado a Jesús a darnos su Sagrado Corazón? Sólo motivos de amor. Porque nos amó se hizo hombre; porque nos amó sufrió pasión y muerte; porque nos amó quiso quedar- se en la Eucaristía; porque nos amó se dignó manifestarnos las riquezas de su Corazón. ¿Y a quién amó? A criaturas ingratas y culpables, indignas de ocupar uno solo de sus pensamientos. Nos vio como éramos: pobres, infelices, llenos de corrupción y de pecado. Por nuestra total miseria nos amó. ¿Y cómo nos amó? No como aman los hombres ni como aman los án- geles; ni como ama la misma Virgen María. Nos amó como sólo Él pue- de amar: con amor eterno, infinito, divino: el amor del Corazón de Dios. Ay, corazón mío, qué gran regalo recibiste: has sido amado a pesar de tu miseria por el Corazón de todo un Dios ¿Conoces tú hasta qué punto te ha engrandecido Dios haciéndote objeto de su amor? Se medita unos momentos 1
  • 10. 9 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS DÍA II El Sagrado Corazón, modelo de humildad 2 1 ¿ Y qué pide el Corazón de Jesús a cambio de su amor? ¿Nues- tra vida, nuestra salud, nuestras riquezas. Pide sólo el amor de nuestro corazón. Pide sólo ser amado, no como merece Él, sino como podemos amar nosotros. Con una pequeña gota de nues- tro corazón se contenta Él y, a cambio, nos regala el inmenso océano del suyo. ¡Tengo sed!, grita hoy desde el sagrario, como lo hizo desde la cruz. ¡Tengo sed de tu amor! No nos hagamos sordos a este grito del Corazón de Jesús y amemos su Sagrado Corazón. ¿Y cómo se le puede amar? Guardando su ley, procurando seguir sus enseñanzas, buscando amigos que lo quieran, ganando almas que un día sean con Él dichosas; también evitando insultos y menospre- cios en su contra, desagraviándole cuando esos menosprecios existan. Así nos amamos los seres humanos cuando hay amor entre nosotros. Así debemos amar a Jesús. ¿Qué haces tú por tu padre, por tu esposa o por tu esposo, por tu hermano o por tu amigo a quien amas tanto? ¿Cómo les hablas? ¿Cómo los sirves? ¿Cómo los acompañas? Pues bien, haz lo mismo con el Corazón de tu amigo Jesús y Él estará satisfecho de ti. Ay de ti si no lo amas por lo menos de la misma manera como amas a tus padres, a tu esposo o esposa, a tus hermanos, a tus amigos… Te estás jugando la eternidad. Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 11. 10 MESDEJUNIO C ontemplemos la humildad del Corazón de Jesús. Siendo Je- sucristo Dios y soberano de todas las cosas, no le bastó ha- cerse niño en el seno de una mujer, nacer en una cueva de animales, trabajar como joven y adulto en un taller y morir, finalmente, como reo miserable en una cruz. Aún después de su exis- tencia humana, hoy mismo, vive humillado y abatido. En los Sacramentos ha escogido –para vivir con nosotros– la más modesta apariencia. Se deja encerrar como un prisionero en el fondo del tabernáculo, en nuestras iglesias casi siempre desiertas y abando- nadas. Oh, buen Jesús, eres el mismo hoy que cuando naciste en Be- lén, cuando trabajabas en Nazaret, cuando recorrías a pie los campos y aldeas de Judea y que cuando morías, entre injurias y desprecios, en el Calvario. No ha cambiado tu condición de pobreza y sencillez; no has dejado de ser humilde para que se puedan acercar a Ti, sin temor, los más pobres y los más pequeños. Y para que aprendan de Ti la sencillez y la humildad los vanidosos y los orgullosos. Jesús: enséñame a mí, tan altivo y tan presumido que soy, esta san- ta virtud de la humildad. J esús, me avergüenzo y espanto cuando doy una mirada a mi corazón. Es lo contrario del tuyo, tan sencillo y tan humilde. El mío está lleno de vanidad, presunción, orgullo, amor pro- pio. Busco siempre el aplauso y la alabanza, sobresalir y bri- llar, oscurecer a los demás, hacerme superior a todos. Desde luego, no son las ésas las lecciones de tu Corazón. Tú me quie- res humilde para con Dios, para con mis prójimos, para conmigo mis- mo. Para con Dios, reconociéndome siervo y discípulo suyo, acatando sin murmurar todas sus disposiciones, sujetándome sin réplica a su Pro- videncia, agradeciendo –como cosa suya– todo lo bueno que hay en mí. Para con mis prójimos, portándome como si fuera el menor de to- dos ellos, sufriendo con caridad, tratándolos con dulzura, perdonando sus injurias, huyendo de sus aplausos y alabanzas. Para conmigo mismo, teniéndome por lo que soy: criatura misera- 2 Se medita unos momentos
  • 12. 11 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS ble, indigna del polvo que piso, del cielo que contemplo y del aire que respiro; conociéndome infeliz pecador, que sólo por la divina compa- sión no ardería ya en los infiernos. Corazón de Jesús: dame ese espíritu de perfecta humildad para que consiga sentarme un día en el trono que reservas a tu lado a los que son tan humildes como Tú. E l Sagrado Corazón de Jesús es modelo de la más perfecta obe- diencia. Para dar ejemplo, bajó del cielo y se encarnó de la Virgen María. Toda su vida mortal puede resumirse en una sola palabra: obediencia. Es Rey de los cielos y obedece. Es Dueño de todo lo creado y obedece. Es Árbitro poderoso de cuanto existe y, no obstante, obedece. ¿A quién obedece? Además de la obediencia que continuamente presta al Padre celestial, aquellos a quienes obedeció fueron siempre criaturas suyas y, por tanto, infinitamente inferiores a Él. Le mandaba María, le mandaba José, el juez impío, los crueles verdugos… A todos obedeció. Hoy mismo, en el sacramento de la Eucaristía, obedece a la voz de su ministros, a quienes ha dado –en cierto modo– facultad de poderlo colocar en nuestros altares. Confusión de mi orgullosa independencia: a una criatura vil como soy yo, le gusta mandar y hacer su propia voluntad, cuando Dios mis- mo le dio el ejemplo más claro de la obediencia Debería avergonzarme y aprender del Sagrado Corazón la virtud de obedecer la voluntad de Dios y no a la mía. Se medita unos momentos Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA III El Sagrado Corazón, modelo de obediencia 1
  • 13. 12 MESDEJUNIO O h, Señor, si toda tu vida fue obedecer, la mía ha sido una continua desobediencia. Nunca he sabido hacer otra cosa más que rebelarme contra tu voluntad. Mi ley ha sido mi gusto; mi regla, los vanos antojos de mi corazón. Obedecías Tú, y yo, insolente, pretendo alzarme con el mando. Te hacías esclavo Tú y yo quiero darme aires de grandeza. En mi vida he levantado tronos y altares, pero no han sido para Ti, sino para dar culto a mi ambiciosa arrogancia. ¿Qué freno hubo que me contuviera? ¿Qué barda me pusiste que yo no saltara? ¿Qué man- damiento me dictaste que yo no rompiera? Siervo rebelde, mal súbdito, hijo egoísta e indigno de la herencia de tan buen Padre… Perdóname, Jesús mío; perdona al extraviado que, arrepentido, vuelve a tu casa. Manda, Señor, que a mí me toca obede- cer. Prometo, desde hoy, obediencia a tu ley, a tus enseñanzas, a tus ministros y a mis superiores. ¿ Deseas conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazón de Jesús? Mira cómo se dignó manifestarse a su devota santa Margarita, herido por la lanza, coronado de espinas, con la Cruz clavada en su pecho. Esas son las insignias del Sagrado Cora- zón; su escudo de armas. Se diría que para eso vino al mundo: para padecer. En su existencia en la tierra padeció dolores muy crueles tanto en su cuerpo como en su alma. En su cuerpo, pobreza, persecución, azotes, 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA IV El Sagrado Corazón, modelo de paciencia 1
  • 14. 13 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS bofetadas, espinas, cruz. En su alma, mentiras, ingratitud, tristeza, agonía mortal, abandono de los suyos. Todo lo padeció callando, sin expresar la menor queja, sin enojarse, sin manifestarse cansado por tanto sufrir. Aún hoy, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, si pudiera padecer, no sería trono de glo- ria el Sagrario para Él, sino Calvario de nuevos e ignorados dolores. Cómo lo tratamos los hombres. Con qué odio lo insultan unos. Con qué desprecio lo miran otros. ¡Con qué frialdad lo visitamos la ma- yoría de nosotros! ¡Qué tibieza de los que nos decimos sus amigos! ¡Cuán pocos lo tratan con verdadero amor! Pobre Jesús mío, tan sufrido y tan paciente: enséñale a nuestro co- razón enfermo el secreto de esta heroica paciencia. C uánto me confunde, oh buen Jesús, esta meditación. Tú, ino- cente, no te cansas de padecer por mí; yo, pecador, ni un ins- tante quiero padecer por Ti. Cualquier pequeña dolencia se me hace insoportable; la menor de tus espinas acabaría con mi paciencia… No obstante, Tú quieres que suframos callados. Es más, así nos lo aconseja nuestro propio interés. Pero… Nos has colocado en este mundo donde desde la cuna hasta la sepultura nos acompaña la pre- ocupación. Lo quiera o no lo quiera el hombre, ese es su destino. La salud, la fortuna, las inclemencias del tiempo, la rareza de nuestro ca- rácter, son fuente constante de decepciones. Es necesario sufrir: he aquí la advertencia que desde el nacer traemos escrita sobre la frente. Sufrir, pues, con paciencia, como Tú, es el único modo de hacer suave y llevadera esta necesidad. Sufriré, Dios mío; sufriré contigo, por Ti y como Tú quieras y hasta donde Tú quieras. Contemplaré tu Corazón herido y coronado de es- pinas para alentarme a sufrir con mayor paciencia mis penas. Alzaré los ojos a ese cielo que ha de ser mi recompensa, para no desfallecer en los combates presentes. Tú lo dijiste y está escrito: solamente se va al cielo por el camino de la Cruz. 2 Se medita unos momentos
  • 15. 14 MESDEJUNIO Feliz quien la abrace contigo en esta vida, para recoger contigo sus frutos en la eternidad… F ijemos hoy los ojos del alma en esta especial virtud del Sagra- do Corazón. Su generosidad ha sido tan grande que nuestra imaginación no puede concebirla mayor. Todo, todo hasta Sí mismo, nos lo ha dado, generosamente, el Sagrado Corazón de Jesús. Mientras vivió en carne mortal empeñó su vida al servicio del hombre. Por el hombre obró milagros, predicó, se fatigó, sudó, derramó lágrimas y sangre. Se acercaba la hora de su Pasión y, después de haberse entregado totalmente, inventó un milagro especial para poderse donar en su ver- dadero Cuerpo y Sangre: el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. ¿Podría regalarnos otra cosa? Sí, todavía nos dio más. Vio al pie de la cruz a una Mujer, a su Madre, y de ella nos hizo regalo generoso. ¿Le restaba aún algo más? Unas pocas gotas de sangre quedaban en su Corazón, y ya muerto permitió que se lo rompiera un soldado, para que ni una sola gota dejara de derramarse por nosotros. Hoy se dona a todas horas en los altares, sin distinción, dispuesto siempre a ser generoso hasta con los más ingratos. De modo que, por su inexplicable generosidad, es nuestra su doc- trina, su propia Madre, su Cuerpo y su Sangre, su cielo. Sí, porque después de darse como alimento para nuestra redención, quiere ser Él mismo –por toda la eternidad– nuestra recompensa. Es su divisa: todo por el hombre y para el hombre: qué generosidad inmensa de tan maravilloso Corazón. Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA V El Sagrado Corazón, modelo de generosidad 1 Se medita unos momentos
  • 16. 15 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Qué distante se encuentra de corresponder nuestro corazón egoísta a la virtud de generosidad del Sagrado Corazón de Jesús. Tal vez servimos a Dios, es verdad, pero midiendo y escatimando los servicios por temor a hacer “demasiado”. Cuando no advertimos peligro de pecado mortal, nos sentimos “sin obligación alguna” con respecto a Dios. Nos parece que amamos lo su- ficiente cuando no “ofendemos a nadie”; que somos los mejores ami- gos cuando no somos “unos traidores”. ¿Qué hago, por ejemplo, por Aquél que hizo tanto por mí? Cual- quier sacrificio se me hace imposible; cualquier crítica basta para de- tenerme. Y cuando me resuelvo a hacer algo por Dios, ¿es desintere- sado mi servicio? ¿Lo haría si no tuviera la conciencia del castigo? Tal vez el cielo no tuviera para mí bastantes atractivos… Soy un criado vil que sólo sirve por temor o por la paga. De ahora en adelante diré con la Imitación de Cristo: “¿cuándo habrá uno, Señor, que se preste a servirte gratuitamente?”. Yo he de ser, Jesús mío. Seré ge- neroso, no me limitaré a hacer lo que manda tu ley, sino que haré todo lo que sepa que es de tu mayor agrado. Tómalo todo de mí: cuerpo, alma, salud, fuerzas, libertad, honra, intereses, vida. Todo te lo regalo y en todo quiero que seas Tú única y exclusivamente servido. A dmiremos hoy la extraordinaria mansedumbre y bondad del adorable Corazón de Jesús que nunca deja de mostrarse manso y cariñoso. La contemplación nos invita a que apren- damos en Él esta virtud. Así lo habían ya retratado los pro- Se medita y se pide una gracia particular para este día 2 DÍA VI El Sagrado Corazón, modelo de mansedumbre 1
  • 17. 16 MESDEJUNIO fetas; con este mismo carácter lo vieron después y nos lo retrataron los evangelistas. Veamos cómo trató a los pobres y a los ignorantes; cómo recibió a los pecadores y acarició a los niños. Muy contadas veces se instaló el enojo en su rostro, para darnos a entender que si la indignación es buena alguna vez, casi siempre son mejores la suavidad y la manse- dumbre. No se advirtieron en Él ademanes imperiosos ni se le oyeron palabras de desdén; tampoco mal humor o fastidio. Con qué dulzura tolera la rudeza de sus primeros discípulos. Con qué palabras tan suaves alienta a la Magdalena. Qué frases tan delica- das emplea frente al apóstol traidor. Con qué serena majestad contes- ta el interrogatorio de Poncio Pilatos… Oh, bondad y mansedumbre del Corazón adorable de nuestro Je- sús, ¿a quién no enamoraría tu suavidad y la belleza de tus palabras? N o nos cansamos, Señor, de admirar en Ti esta delicada vir- tud. Pero, ay, a nuestro corazón se le hace siempre difícil practicarla. Nuestras palabras, nuestro rostro, nuestros ademanes, traspasan muy a menudo las reglas de la caridad que Tú nos mandaste en el trato con el prójimo. La amargura del corazón rebosa, frecuente- mente, en los labios. Tratamos a los superiores con altivez, a los igua- les con indiferencia, a los inferiores con dureza. Somos altaneros en la prosperidad y malhumorados en la aflicción. Confundimos muchas veces la viveza del celo con los arranques del amor propio. Danos, oh Señor, la caridad y mansedumbre que han sido sello y distintivo de los santos. Sea igual y blanda y serena nuestra conducta, sin arrebatos ni decaimientos; sin ruidosas alegrías ni enojosas displi- cencias. Vea el prójimo en nuestro rostro y escuche en nuestras pa- labras y acciones la imagen y el camino de tu manso Corazón. Danos esas bellas cualidades para ganarte almas que en la tierra te sigan y te glorifiquen por toda la eternidad. Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 18. 17 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS S erá hoy objeto de nuestra meditación el celo del Sagrado Cora- zón de Jesús. Se entiende por celo un deseo ardiente de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, así como una acción cons- tante para conseguir estos objetivos. ¿Quién podrá explicar cuá- les fueron este deseo y esta actividad en el Sagrado Corazón de Jesús? Un solo pensamiento era el suyo, mismo que le hacía palpitar noche y día: glorificar al Padre celestial y salvar al mundo. Si predica, si obra milagros, si anda a pie largas jornadas, si forma parte de los banquetes de los pecadores, si se transfigura glorioso en el monte Tabor o se deja aplastar como un gusano por sus enemigos; si muere por fin o si resuci- ta, todo obedece a un solo plan, todo tiene por blanco un solo objetivo: glorificar a Dios y salvar al hombre de las tinieblas del pecado. El celo por esta empresa lo tenía siempre entusiasmado y lo hacía hablar de sus próximos sufrimientos como si fueran próximos triun- fos. Al dirigirse a Jerusalén por última vez, para ser allí preso y cruci- ficado, se admiraban sus discípulos de que Jesús fuera más aprisa que de costumbre. Era un celo ardiente el que lo empujaba a la realización de su deseo: glorificar al Padre y darnos una casa en el cielo. C ómo contrasta esa actividad ardorosa del Corazón de Jesús con la frialdad ordinaria del nuestro. Ah, es verdad. También el mío se mueve, se agita, se acalora, se enciende; pero: ¿es por la gloria de Dios? ¿Es por el bien de mis hermanos o por inte- reses momentáneos; por enaltecer mi honra o por puro amor propio? El celo que a menudo nos devora quizá no sea otra cosa que ambición, DÍA VII El Sagrado Corazón, modelo de celo 1 Se medita unos momentos 2
  • 19. 18 MESDEJUNIO codicia, vanidad; quizá nada más sea el apego por las cosas del mundo. ¿Qué hago yo por la honra divina? ¿Cómo siento los insultos de que es objeto? ¿Cómo me esfuerzo en evitarlos o en repararlos? Si estuvieran tan amenazados nuestros intereses, como lo están siem- pre los de Dios, ¿estaríamos tan tranquilos frente a la guerra brutal que le hacen los enemigos de la fe? ¡Ojalá no sea yo de aquellos que con su flojera y malos ejemplos contribuyen a la deshonra de la reli- gión y a la ruina de las almas! Señor, haznos partícipes del fuego abrasador que consumió tu Cora- zón; queremos ser apóstoles de tu nombre en la medida que lo permi- tan nuestras fuerzas. Con nuestra conversación, con nuestra conducta en la calle, con nuestra influencia, relaciones, dinero, en fin, también con nuestra oración procuraremos trabajar para que seas cada día más honrado por toda la humanidad… ¿ Qué ves, alma cristiana, en la figura exterior de tu divino Jesús? Ves el retrato más perfecto del recogimiento y de la modestia. Mí- ralo bien y aprende de Él cómo han de ser tu porte y tus maneras, si quieres hasta en eso llevar el sello del Sagrado Corazón. Su voz era quieta y sumisa, sus palabras prudentes y pocas, su andar grave y mesurado, su mirada recatada y bondadosa. El semblante de Jesús inspiraba sentimientos de virtud entre quienes lo contemplaban. Según los Evangelios, resultaba imposible verle y no sentirse interior- mente mejorado. Sus enemigos nunca pudieron tacharle de “ligero”. Los que sin cesar buscaban un error en sus palabras jamás pudieron echarle en cara una sola frase que fuera inconveniente. Su alegría era tan edificante como Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA VIII El Sagrado Corazón, modelo de recogimiento y modestia 1
  • 20. 19 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS su austeridad; nadie le oyó ruidosas carcajadas ni le vio desacompasa- dos movimientos. Todo su exterior era reflejo del orden, paz, igualdad y armonía de su divino interior. Danos a conocer, oh Jesús, los encantos de la virtud de la modestia que tanto la necesitan nuestros corazones... N uestro rostro y nuestros ademanes son el espejo de lo que pasa en nuestro corazón. Por eso llevamos retratados en ellos el orden o el desorden que habita en nuestra intimidad. ¿Somos cristianos o paganos? ¿Servimos a Dios o al mundo? Nadie creerá que somos cristianos y servimos a Dios oyendo algunas de nuestras conversaciones, mirando nuestros vestidos, observando las actitudes con las que nos conducimos en público. ¿A qué dedicamos los sentidos sino a peligrosos o francamente cul- pables deseos? ¿Qué freno ponemos a los ojos para que no tropiecen con mil escollos para conservar su honestidad? ¿Qué freno aplica- mos a la lengua para que no hiera la reputación ajena o no se deslice en mil superficialidades? ¿Qué obstáculo ponemos a los oídos para que no se vayan tras la curiosidad y los pasatiempos mundanos? Que el Señor nos ayude a que los medios que nos ha dado para servirlo a Él y al prójimo los usemos para ese objetivo y no para esclavizarnos a las vanidades del mundo. Nuestro corazón está abierto, sin la puerta de la modestia, a todos los embates del enemigo; expuesto a todas las oleadas del mar de la corrupción. Rodéalo, Señor, de esta preciosa virtud, como si fuera una fortísima muralla, para que sea plaza cerrada e inexpugnable donde sólo entres Tú y nunca, jamás, tu enemigo. Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 21. 20 MESDEJUNIO DÍA IX El Sagrado Corazón, modelo de desprendimiento 1 L a virtud que quiere enseñarnos hoy el Sagrado Corazón de Jesús es la del desprendimiento. Tan desprendido de todo lo humano estuvo el Sagrado Corazón que nada ejercía sobre Él peso ni in- fluencia alguna como no fuera la voluntad de su Padre celestial. Estuvo desprendido de cualquier interés material, hasta el punto de nacer privado de todo en una cueva y de morir desnudo del todo en una cruz. Y en el intermedio de su vida nunca tuvo cosa que llamase suya. Las limosnas que le daba la piedad de los fieles las devolvía Él a los po- bres o las depositaba en poder de sus discípulos. En cuanto a los afectos de sangre, ninguno de ellos pesó para nada en la libertad y el desprendimiento de su Corazón. Niño aún, dejó a su Ma- dre y a San José, y se separó por tres días de su compañía. Y cuando sus padres se atrevieron a hacerle una queja, les respondió así: “¿No sabían que a Mí me toca atender primero a las cosas de mi Padre celestial?” Era la suya una sublime libertad de espíritu; un total desprendimien- to de lazos humanos; una soberana independencia: la independencia de un corazón entregado únicamente a Dios. O h, Jesús, nuestro corazón es esclavo de tantos señores y está atado a tan miserables cadenas que no sabe volar hacia Ti. Lo ata el amor a los bienes temporales; el ansia por las co- modidades; el afecto exagerado a los amigos. Nuestro cora- zón ha echado tan profundas raíces en esta tierra que le rodea, que no sabe vivir sino con ella y por ella. Y así como la planta se nutre y se for- ma de los jugos que bebe del suelo por medio de sus raíces, así nuestro Se medita unos momentos 2
  • 22. 21 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS corazón vive y se nutre sólo de la materia del mundo, por medio de los mil y un afectos que le tienen atado a él. Desarraiga, Jesús, nuestra alma de esta tierra en la que no crece como debiera hacerlo, es decir, sólo para Ti. Vivamos en este mundo sólo cor- poralmente, pero espiritualmente vivamos fuera de él. Que no nos lle- nen afectos humanos puesto que estamos llamados a poseer un objetivo divino. Haz que no encontremos ilusión en todo lo que no seas Tú, para que no se apegue el corazón más que a Ti. Si Contigo tan sólo hemos de reinar eternamente, ¿cómo es que tan fá- cil entregamos el corazón a criaturas que pronto hemos de abandonar…? E l pecado ha hecho de este mundo, que debería ser un paraíso anticipado, una especie de infierno. Las espinas con que a cada paso tropezamos nos punzan dolorosamente y nos arrancan frecuentes gemidos. Así que nada necesita tanto el hombre durante su vida mortal como el consuelo. Consuelo necesitamos en los contratiempos de la fortuna, en los dolores de la enfermedad, en la pér- dida de los que amamos, en las dudas de la conciencia, en todos los mo- mentos de la vida y, sobre todo, en el muy crítico y angustioso momento de nuestra muerte. ¿Dónde mejor podemos buscar ese consuelo sino en el Corazón de Jesús? ¿No han salido de él aquellas amorosas palabras: “Vengan a mí todos los que están cansados y afligidos y yo los aliviaré”? Oh, Jesús, único Consolador verdadero de los corazones angustiados, ¿a quién iremos sino a Ti en nuestras horas amargas? Cuando los inte- reses mundanos nos dejan insatisfechos, cuando los amigos se alejan, cuando las fuerzas faltan, ¿a quién acudiremos sino a Ti, fuente infatiga- ble de todo consuelo? DÍA X En el Sagrado Corazón hallaremos el mejor consuelo 1 Se medita unos momentos
  • 23. 22 MESDEJUNIO 2 N o obstante su presencia consoladora, es a Jesús a quien al final acudimos en las horas de tribulación. Primero son los amigos de la tierra que ese Amigo del cielo. Primero busca- mos un desahogo en el pasatiempo que en la intimidad del Sagrario, donde espera este misericordioso Consolador. ¿No llevamos ya bastantes desengaños? ¿Qué herida o qué dolor nos lo ha calmado el mundo? ¿Qué bálsamo hemos encontrado en él para endulzar la amargura? El mundo no está interesado en consolar a los que padecen, sino en adular a los dichosos. Solamente hay un asilo se- guro para los corazones heridos y es el herido Corazón de Jesús. Oh, Señor, a tu Corazón nos acogemos, como al regazo de una madre amorosa, para que nos abrigues en él con tu calor y nos defiendas y con- sueles. Sólo Tú tienes consuelos para nuestro atribulado corazón. Aléjense, consolaciones humanas: vanas, inconstantes, mentirosas. Son como una copa de licor cuyos bordes parecen dulces, pero, en el fondo, sólo se beben los residuos amargos del desengaño. A Ti, Señor, únicamente buscamos; en tu Corazón queremos entrar y ahí permane- cer. ¡Oh, Dios de todo consuelo! En Ti y sólo en Ti espera encontrar consuelo el desolado corazón del hombre... E s la amistad una de las más apremiantes exigencias y, a la vez, una de las más dulces satisfacciones del corazón hu- mano. Nuestro corazón necesita comunicarse a otro, tanto en sus alegrías como en sus tristezas. Y esta comunicación Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XI En el Sagrado Corazón hallaremos el más fiel amigo 1
  • 24. 23 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS afectuosa se llama amistad. ¿Queremos tener una amistad verdadera? Tomemos por amigo al Sa- grado Corazón de Jesús. A ningún otro corazón podemos arrimarnos con mayor seguridad de ser correspondidos. Es amigo constante, ami- go que no abandona si no es previamente abandonado. No es como los amigos del mundo, que sólo nos sirven –tal vez– en la prosperidad y que se olvidan de nosotros en la aflicción. La amistad del Corazón de Jesús es firme para los que le aman. Es firme hasta la muerte y más allá de la muerte. Él velará como fiel amigo junto a nuestro lecho de agonía y será el fiador en la presencia del supremo Juez. Busquemos, pues, esta amis- tad única que no puede salirnos mentirosa. Sí, Jesús mío, admítenos en el número de los amigos de tu Corazón. M uchos amigos hemos tenido en este mundo o muchos se han llamado como tales. Pero, ¿lo han sido de veras? Nunca lo han sido para cada uno de nosotros como pro- mete serlo el Corazón de Jesús. Los amigos del mundo encubren muchas veces, bajo palabras de hala- go, la frialdad y, quizá, el interés. Son inconstantes, mudables, egoístas. Los más firmes no pueden resistir a la separación forzosa que impone la muerte. ¿Quién fiará su corazón a tan inestables compañías? No así Tú, Jesús, y, no obstante, cuán pocos son tus amigos. Llenos están, a todas horas, los centros de disipación y de maldad que tiene el mundo, y Tú apenas si encuentras quien te haga presencia alrededor del Sagrario… Quiero ser de esos pocos, oh divino Jesús, para hacerme digno de de tu amistad. Quiero conversar contigo con frecuencia, ya que tu mayor delicia es tener conversación con nuestras almas. ¡Oh mi Jesús, mi Dios, mi amigo! Seamos los dos amigos para siempre y no se acabe nunca, ni con la muerte, esta amistad… 2 Se medita unos momentos Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 25. 24 MESDEJUNIO DÍA XII En el Sagrado Corazón hallaremos al más seguro maestro 1 C onsideremos hoy, bajo este punto de vista, al Sagrado Corazón de Jesús. A peso de oro y a costa de largos viajes, buscan los hombres ir a tomar clases con grandes maestros y tienen por honor hacerse discípulos suyos para aprender de sus labios las ciencias humanas. Con menor costo y fatiga podemos encontrar noso- tros en el Sagrado Corazón de Jesús al más seguro maestro. Dos clases de lecciones nos da este divino Maestro: unas lecciones ex- teriores, por medio de la voz de la Iglesia; otras lecciones interiores, por medio de su secreta inspiración. ¿Y qué nos enseña? Grandes verda- des, máximas de vida eterna, consejos de salvación, prudencia celestial. Adoctrinados por este Maestro se han visto en la historia de la Iglesia hombres y mujeres analfabetos admirar y confundir a los sabios y dejar a los que vienen después monumentos de profunda ciencia interior, no adquirida en las escuelas, sino en el trato con el Sagrado Corazón. Jesús es Maestro de verdad; libro siempre abierto para quien desea penetrar sus secretos; cátedra santa, donde ni Moisés ni los profetas ni los filósofos, sino el mismo Dios, dicta lecciones de verdad a los discípu- los de su Corazón. Abre, Señor, nuestro corazón para que reciba tus enseñanzas, las siga y las practique con toda fidelidad. ¿ A quién hemos escuchado hasta hoy? A muchos maestros de pa- labras seductoras que no nos han llevado a nada. Han sido nues- tros maestros el mundo con sus necias máximas, las pasiones, la vanidad, el amor propio, la ira y los apetitos desordenados. Se medita unos momentos 2
  • 26. 25 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Estas lecciones hemos escuchado, Jesús, y nos han hecho permane- cer sordos a tu ley. Habla ahora, Señor; habla, divino Maestro, que tu fiel discípulo te escucha. Habla a lo íntimo de mi corazón desde las pro- fundidades del tuyo; que oiga yo tu voz y aprenda los secretos de la vida eterna. Nadie más los puede enseñar. Sordo quiero ser en adelante a todos los secretos del mundo que me han seducido y engañado. ¡Oh, Maestro divino, admítenos en la escuela de tu corazón, de donde han salido tantos y tan admirables discípulos! Somos ignorantes como niños: hazte cargo de nuestra ignorancia, compadécete de nuestra de- bilidad. No queremos por maestro más que a Ti: enséñanos a hacer siempre tu Santa voluntad… S e cansan los hombres y se exponen a gravísimos peligros para poder adquirir una fortuna; atraviesan mares, desafían climas, todo les parece poco si pueden hacerse con un puñado de oro para regalarse una vida de comodidades. ¡Cuántos, no obs- tante, ven defraudadas sus esperanzas! Y aun cuando consigan verse llenos de riquezas, ¿acaso dan éstas paz y felicidad a su corazón? Al revés, porque el temor de perderlas, o la tristeza de tener que abando- narlas con la muerte, bastan para turbar toda la alegría de su posesión. No busquemos con afán estas riquezas perecederas. Sea nuestra mejor riqueza el Sagrado Corazón de Jesús. He aquí un tesoro que sin gran esfuerzo podemos alcanzar. Para ga- narlo no hemos de emprender largos viajes ni hacer costosos trabajos, tampoco difíciles negocios, ni luchar con los elementos, arriesgar la salud o la existencia. Todo esto hacen los hombres por el oro y la plata Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XIII En el Sagrado Corazón hallaremos el más precioso tesoro 1
  • 27. 26 MESDEJUNIO del mundo. Nada de esto exige el Sagrado Corazón de Jesús. Cerca lo tenemos; a la mano está: Él mismo se ofrece. Sólo quiere ser de veras amado y deseado para dejarse poseer con toda seguridad. ¿Te arriesgas a hacer esa brillante fortuna? ¿Te decides a querer ser rico, con las riquezas del Sagrado Corazón? L as vanas riquezas del mundo excitan nuestra codicia. Los mezquinos tesoros de oro y plata, o mejor, de lodo y estiércol, son en los que suele poner el hombre su corazón. ¿Qué repre- sentan en comparación con las riquezas eternas del Corazón divino, tesoro de los bienaventurados y prenda de toda felicidad? Ne- cios somos los hombres, nos desvivimos para alcanzar tesoros que no nos seguirán a la hora de la muerte. Oh, Señor, que eres la verdadera riqueza de tus elegidos, no quiero otra cosa que a Ti ni busco mejor tesoro. Seguro estoy que si llego a poseerlo ni ladrones ni adversidades, ni la muerte misma, me lo han de arrebatar. Los poderosos del mundo tienen suntuosos palacios, a mí me basta un asilo en el nido amoroso de tu Corazón. Ellos se cu- bren con galas y joyas de gran precio, yo sólo quiero para mi alma las joyas de tu gracia; ellos se gozan en banquetes y en placeres, a mí me basta saborear los mejores consuelos de tu amor. ¡Oh, Señor, riqueza inagotable, cuán pobre es el corazón que no te posee a Ti, aunque posea todos los bienes de la tierra…! Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XIV En el Sagrado Corazón hallaremos la más firme esperanza
  • 28. 27 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS V anas son las esperanzas del mundo y desgraciado quien se fía de ellas. Pasa la juventud, se cambia la fortuna, caen las ilusiones, se entibia la amistad; nada, en una palabra, queda en pie de cuanto parece halagar al hombre en su breve paso por la tierra. Y, sin embargo, el corazón humano necesita algo firme y permanen- te a qué atenerse para no caer en la desesperación. ¿En qué podrá, pues, fijar su esperanza? “Todo se pasa”, dijo santa Teresa de Jesús; todo se pasa, es verdad, pero “Dios no se muda”. He aquí el centro fijo en el que podemos colocar nuestras esperanzas los que deseamos colocarlas en algo seguro. Oh Corazón divino de Jesús, todo escapa y desaparece a nuestro amor humano, dejándonos vacíos y desolados Sólo Tú permaneces, eterna- mente, como faro de luz y como norte resplandeciente para el corazón que te ama. ¡Que nos falte todo, Dios mío, pero que no nos faltes Tú; en Ti ponemos nuestra esperanza y no seremos defraudados! L a vida humana está llena de muchos desengaños Nuestra alma, que en tantos objetos ha querido amarrar su felicidad, es como una hoja seca que el viento arremolina y agita, buscando la di- cha y no hallándola en ninguna de las cosas creadas. Fíjate aquí y detente, alma desolada; ahonda tus raíces en el amor de Jesús, único que puede calmar tu anhelo, único que no defraudará tus esperanzas. Pobre navecilla siempre llevada acá y allá por las olas y siempre con el abismo bajo los pies, temiendo el naufragio. Echa aquí tus anclas si quieres hallar puerto seguro donde reposar y rehacerte de las fatigas de tu azarosa navegación. Paloma cansada de volar por todas partes, sin hallar donde fijar una morada. Métete por la abertura de esa Arca que te espera para ofrecerte asilo seguro contra la borrasca. Corazón de Jesús, sé todo para nosotros, pues de Ti lo espera todo el Se medita unos momentos 1 2
  • 29. 28 MESDEJUNIO afligido corazón. Promesas seductoras del mundo que tantas veces han engañado el alma, hay que verlas como lo que verdaderamente son: polvo, sombra, nada. ¿Qué puede prometerse quien pone sus esperan- zas en el polvo y en la nada? ¡Oh, Dios de cielos y tierra, cuán sosegado descansa el que lo espera todo de Ti y nada fuera de Ti! E n nada se conoce tanto la sustancia del hombre como en su debilidad. Nuestra alma ha quedado, después de la culpa ori- ginal, tan endeble que cualquier esfuerzo del enemigo basta para derribarla si no tiene al lado una fuerza superior que la sostenga. Puede, asimismo, obrar tan poco para el bien que cualquier leve dificultad la asusta. ¿Queremos ser fuertes en medio de nuestra flaqueza? Acudamos a buscar la fuerza en el Sagrado Corazón de Jesús. Allí fueron a buscarla los santos, criaturas débiles, de carne y hueso, como nosotros. Gracias a esa búsqueda fueron fuertes y obraron mara- villas. Recorramos la historia de la Iglesia y veamos cómo tiernas jóve- nes, pobres ancianos se burlaron del poder de los enemigos de Cristo y fueron muy superiores a los halagos, a los tormentos y a la misma amenaza de muerte. Los claustros y los desiertos, la vida doméstica y las cortes están llenos de hombres y mujeres que, en la flor de su edad y en medio de las seducciones, fueron fuertes para renunciar a todo y seguir a Jesucristo hasta elevarse a la mayor santidad. Nada hicieron ellos que no lo puedas hacer tú si procuras los mismos auxilios. ¿Dónde los hallarás? En el Sagrado Corazón de Jesús. Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XV En el Sagrado Corazón hallaremos la más poderosa fortaleza 1 Se medita unos momentos
  • 30. 29 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS S omos débiles y enclenques porque así lo queremos. ¿Qué dis- culpa tendría un niño que no pudiera levantarse del suelo por no querer alargar su mano y tomar la que le tiende su madre? Por eso son frecuentes nuestras caídas; por eso sentimos des- confianza ante la más pequeña dificultad. Quizá, para mayor desgra- cia, hemos presumido algo de nuestro propio “valor” y con necia arro- gancia hemos creído que podíamos prescindir de cualquier amparo… Acudamos a Dios, el poderoso auxilio y estaremos salvados. Nada podrán los más fieros enemigos; nada las más desordenadas pasiones. Sentiremos agilidad, ligereza, facilidad para toda obra buena y para todo costoso sacrificio. Corazón de Jesús, fortaleza de los caídos, nuestro corazón anda con- tinuamente desalentado y acude a Ti para que lo sostengas. Danos la mano, Señor, como se la diste a tantos que por Ti se levantaron del lodo y subieron a la cumbre de la virtud; como se la diste a la Magdalena, a Pablo, a Agustín. ¿Qué podría hacer el más valeroso hombre si Tú lo abandonaras? Pero, ¿qué no podrá hacer el más débil si Tú lo fortaleces? ¡Oh, Dios mío, fortaleza mía: haznos fuertes como Tú para contigo reinar eterna- mente, victoriosos…! “ Sirvan a Dios con alegría”, dicen los Libros Santos y, en efecto, la alegría del corazón ha sido siempre lo que distingue a los verda- deros servidores de Dios. Los santos, en medio de su más riguro- sa austeridad, han sido alegres. Nunca la tristeza fue virtud, sino 2 DÍA XVI En el Sagrado Corazón hallaremos la fuente de la alegría 1 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 31. 30 MESDEJUNIO un gran peligro para el alma cristiana. Pero, ¿dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de tristeza las hallamos dondequiera y parece poco menos que imposible sustraerse de ellas. Volemos a depositar nuestras congojas en el Corazón de Jesús y encontraremos en él la fuente de la verdadera alegría. Descarguemos allí el peso de nuestras inquietudes, por medio de una perfecta resig- nación a la santa voluntad de Dios. No tardaremos en oír resonar en el fondo de nuestro corazón aquellas maravillosas palabras que tan a menudo dirigía el Salvador a sus Discípulos: “¡La Paz sea con ustedes!” Oh, Jesús mío; mi alma tiene necesidad de Ti para sacudir el peso abrumador de sus perpetuas tristezas. Tú lo has dicho en otra ocasión: “Alégrate, hija de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel”. Dame este don celestial con que favoreces a tus elegidos. T odos buscamos la alegría pero, comúnmente, equivocamos el camino para encontrarla. El mundo la promete, pero bien sabe que no nos la puede dar. Sus alegrías son rui- dosas, pero no llenan el corazón ni duran más que breves momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre como una máscara alegre que oculta un corazón devorado por el tedio y, quizá, por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia. El alma del gran Francisco Javier, en medio de sus fatigas apostóli- cas, se sentía tan inundada de gozo que le obligaba a exclamar: “¡Basta, Señor, basta, basta!”. Cuando nos hallemos tristes, examinemos nues- tro corazón y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna se- creta falta de virtud. Oh, divino Corazón, que eres en el cielo la alegría de los ángeles y santos, y en este mundo la de tus amigos. Por Ti sonreían alegres en sus tormentos los mártires, en sus penitencias los anacoretas, en sus humillaciones los seguidores de tu ley. Por Ti espero sonreír, Jesús, hasta las amarguras de mi última agonía. ¡Habla, oh Dios mío, a mi Se medita unos momentos 2
  • 32. 31 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS alma con aquella tu voz conmovedora, y se estremecerán de júbilo mis entrañas, y disfrutaré en este mundo ya anticipadas las alegrías del paraíso…! R odeados como estamos de enemigos, necesitamos a todas horas un celoso y vigilante protector. Los enemigos son mu- chos, son poderosos y nos aborrecen a muerte. Todo lo que es enemigo de Jesucristo lo es, por consecuen- cia, de nosotros los cristianos. Tenemos enfrente de nosotros al po- der del infierno y servimos de blanco a sus ataques. El ejército del mal, que inspira invisiblemente Satanás y visiblemente acaudillan sus representantes en la tierra, llena al mundo. Hay momentos en que se pregunta el corazón ansioso si no es ya dueño Satanás de la tierra entera. Le sirven para la propaganda de sus ideas la imprenta y la elocuencia; ejecutan sus órdenes muchos gobiernos; le prestan ayuda talentos extraviados. No hay acontecimiento alguno de cuantos pre- senciamos que no tenga pública o secreta relación con la suerte eterna de cada uno de sus amigos. Porque así como todo lo ha puesto a mi servicio Dios para salvarme, así todo lo pone en juego el demonio para perderme. Toda la rabia del infierno contra Dios la descarga el demonio contra mí, porque soy he- cho a imagen y semejanza de Dios. Porque el demonio contra Dios se reconoce impotente. Sin embargo, somos, continuamente, objeto de sus fieras arremetidas. ¿Hay esperanza de salvación para el hombre, en medio de tan obstinado empeño en que se pierda? Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XVII En el Sagrado Corazón hallaremos la más eficaz protección 1 Se medita unos momentos
  • 33. 32 MESDEJUNIO T enemos un protector más fuerte que todos los enemigos y es seguro que nada puede el infierno contra quien sepa acogerse al Sagrado Corazón de Jesús. Tomándolo por escudo avanza- remos decididos. Digamos con seguridad: El Señor es mi refugio, no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el enemigo. El Señor es defensor mío, ¿qué puede asustarme? Si se levantan contra mí escuadrones armados, no temerá mi corazón; si se libra contra mí recia batalla, en Él pondré mi confianza. Corazón Sagrado de Jesús, mira cómo está nuestra alma constante- mente asediada, cómo es víctima de tenaz persecución, como se obser- va vacilante y tal vez ya próxima a caer en manos de sus enemigos. El mundo, el demonio y la carne vienen en contra nuestra, pero, ¿acaso estamos solos? No, tenemos al lado al único amparo, al único protec- tor, a nuestra fortaleza. No nos dará miedo ya el enemigo. Levántense en mi corazón tempestuosas pasiones; haga brillar el mundo a mi alrededor sus más poderosos atractivos; oiga zumbar so- bre mi cabeza el continuo tiroteo de los que te persiguen de muerte, a tu Iglesia y a tus amigos. A tu lado estoy y no desfalleceré. Caigan a mi diestra mil o diez mil, y a mi izquierda… No me tocarán los dardos del perseguidor. Clamaré al Señor y Él me escuchará; conmigo estará en el peligro y me sacará sano y salvo. Luego, el Señor me glorificará. Sí, dulce protector mío, bondadosísimo Corazón: en tu poder he puesto mi confianza y sé que no me fallarás… 2 DÍA XVIII En el Sagrado Corazón hallaremos la mayor honra 1 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 34. 33 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS S e llaman ilustres y honrados, según el mundo, los que obtienen por sus méritos o por su fortuna el favor de los príncipes; los que tienen libre entrada e influyen mucho en los palacios de los poderosos. A ellos se les ve, generalmente, con una admiración mezclada con secreta envidia. Más que por sus riquezas y poderío, se les señala por el lustre que rodea su nombre, por el esplendor en que viven sus familias, por la consideración y el respeto que les tienen sus conciudadanos. Y, no obstante, cuán fugaz y pasajera es esta gloria hu- mana, y cuán fácilmente se transforma en olvido y, quizá, en espantosa desgracia. Las historias están llenas de estas catástrofes de la vanidad humana. Más de una vez se han tocado en el mismo día los extremos de la mayor elevación y de la mayor ignominia: el trono en la mañana y, por la noche, la cárcel. No es ese el honor y la gloria que a sus servidores concede el Sagrado Corazón de Jesús. Los cercanos y favoritos de este generoso Monarca no pierden nunca la gracia real, si no renuncian a ella espontáneamente con su voluntario apartamiento. Son admitidos en intimidad y poseen cerca de Él la más absoluta influencia. De su recomendación pueden servirse para alcanzar del Padre cuanto les sea conveniente, para sí o para sus hermanos. No se mostró más dadivoso y blando con los suyos aquel antiguo José de lo que, con nosotros, quiere mostrarse nuestro hermano mayor, Jesucristo. A los que le hayan hecho compañía en la vida, promete asien- to junto a Él para juzgar al mundo en el supremo tribunal. A los que lo hayan tenido por suyo en la tierra y ante los hombres, promete Él reconocerlos por suyos ante su Padre celestial. S i ambicionamos gloria, honores y reconocimientos, que sean solamente aquellos que nos puede dar el Sagrado Corazón. Oi- gamos lo que dijo a sus discípulos y en ellos a cada uno de noso- tros: “Ya no los llamaré siervos, porque el siervo ignora lo de su señor; los llamaré, sí, amigos, porque todo lo que de mi Padre recibí se lo comuniqué a ustedes”. ¿Qué príncipe de la tierra hablaría alguna vez Se medita unos momentos 2
  • 35. 34 MESDEJUNIO así a sus súbditos cuando quisiera honrarlos? Lo reconozco, Jesús mío, y por eso en adelante no quiero ya otra gloria ni otro honor que los que resulten de servirte a Ti. Guárdense los reyes sus palacios, los cortesanos su codiciada influencia, los poderosos los favores con los que honran a sus amigos. Ténganse por engañosos esos favores que tan caros se compran y tan fácilmente se pierden. No excitará ya mi codicia el brillo de los fastuosos vestidos, de los ele- vados puestos, del renombre, de la fama popular incierta y veleidosa. Oh, Jesús, quien contigo vive alcanza la mayor alcurnia; quien pueda llamarse tuyo adquiere el más elevado título de honor. No deseo más ni quiero menos. Esta será mi principal nobleza. La cruz, la herida cruel y la corona de espinas que muestras en tu Corazón serán mis bla- sones, los únicos blasones que harán que me reconozcan como tuyo en el juicio en tu palacio. Soy ambicioso, Jesús mío, y no me contento con reinar más que contigo en la gloria que preparas a tus escogidos. Dame cada día más sed de esos verdaderos honores y haz que los alcance un día en tu reino celestial… H emos llegado a la última novena de este mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Es hora de dirigirnos a Él con fervor para rogarle, en estos últimos días, por las necesida- des más urgentes de la sociedad cristiana. Por las necesidad particulares ya le hemos rogado cada día y podemos seguir haciéndolo en el fondo de nuestro corazón. Por estas otras, debe ser pública y co- mún nuestra oración, como son ellas públicas y comunes. Dediquemos el día de hoy a rogar al Sagrado Corazón de Jesús por el Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XIX Pidamos al Sagrado Corazón por nuestro Santísimo padre el Papa 1
  • 36. 35 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Papa Francisco y por el Papa emérito Benedicto XVI. Es el Papa centro de toda la vida católica sobre la faz de la tierra, base de su edificio, cabeza visible del cuerpo espiritual del que es Cristo cabeza invisible. Es, por lo mismo, el objetivo privilegiado de las más rabiosas iras del infierno. Alrededor de su trono rugen todas las tempestades de la impiedad. Fieros y desembocados, le dirigen brutales amenazas sus enemigos; pérfidos y engañosos, le tienden astutas trampas. ¿Habrá quien se tenga por hijo fiel de la Iglesia y deje solo a su Padre y Pastor en esos tremendos combates? ¿Habrá quien no acuda al Sagrado Corazón por esta primera y más urgente necesidad de nuestros días? ¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús! Cubre con tu escudo de protección a ese Vicario tuyo, el primero de tus hijos, a quien constituiste en la tierra como Padre y Pastor de nuestras almas en tu lugar. Asístelo, defiénde- lo, sácalo vencedor de sus constantes enemigos. Lo son tuyos también, y cuando contra el Papa se pelea, se pelea contra Ti. ¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús! Por el Papa, por nuestro venerable Pontífice Francisco, por el Papa emérito Benedicto XVI, seas siempre, y en especial durante este mes de junio, abogado y mediador nuestro ante el Padre celestial. D e todos los deberes del buen católico, el deber de rogar por el Papa es, sin duda, el primero y principal. ¿Qué familia hay en la cual los hijos no se crean obligados a prestar toda clase de auxilios a su padre? Aquí la gran familia es el catolicismo, y el gran Padre de ella es el Romano Pontífice; nosotros somos sus miembros y el auxilio principal que necesita es nuestra fervorosa y constante oración. Examine, pues, cada uno de nosotros cuál ha sido hasta hoy su con- ducta en este punto. Aunque no hayamos sido hijos rebeldes y malva- dos como los que se han alzado contra el Papa, ¿no es cierto que quizá nos hayamos portado como extraños o indiferentes? ¿Estamos seguros de haber cumplido la obligación de buenos hijos? Tal vez habrá motivo 2 Se medita unos momentos
  • 37. 36 MESDEJUNIO para que se nos acuse en el Tribunal de Dios. No queramos permane- cer ya más en nuestra frialdad y olvido. Oh, Sagrado Corazón de Jesús, éste será mi grito constante en tu presencia: salva al Papa; concédele el triunfo. Dale autoridad y fuerza a sus palabras para que las respete el mundo, indócil a su voz; haznos –sobre todo a nosotros– obedientes y sumisos a sus enseñanzas. Confunde y disipa a los que lo quieren mal, vuelve en sí a los que ha extraviado el mundo con sus falsas doctrinas, regresa al redil las ovejas que se han apartado del rebaño y de su Pastor. Oh, Sagrado Corazón de Jesús, por los méritos de tu cruz, por el valor infinito de tu sangre, por los azotes y espinas de tu cruel Pasión, dale a tu Vicario sobre la tierra lo que por él te pedimos en el día de hoy… S i el Papa es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, el clero y las órdenes religiosas son sus brazos. De ellos se sirve para obrar el bien y pro- mover el servicio de Dios. Por eso los impíos aborrecen tanto a los sacerdotes y religiosos; por eso a todas horas andan procu- rando o destruirlos o corromperlos. Dediquemos, pues, el día de hoy a rogar por tan importante necesidad. Pidamos al Sagrado Corazón que encienda y abrase en celo y caridad el alma de sus sacerdotes, religiosos y religiosas, para que, por su me- dio, gane cada día terreno el reino de Dios sobre la tierra y se conquis- ten nuevas almas para la gloria celestial. Que sea en ellos perfecta la observancia de las leyes eclesiásticas; que brillen entre el pueblo por la Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XX Pidamos en este día al Sagrado Corazón por el clero y las órdenes religiosas 1
  • 38. 37 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS pureza de sus costumbres, por el desinterés, la obediencia, la humildad y el espíritu de sacrificio. ¡Oh, Corazón de Jesús, ve cómo está el mundo y la necesidad que hay de que trabajen buenos obreros en él; oh, Padre de las familias, manda buenos trabajadores a tu viña; hazlo, Corazón divino, por tu gloria y por la salvación de tantas almas que se han confiado a la dirección de tus ministros! Te lo suplicamos muy especialmente, Corazón divino, en este día. C omo sean los sacerdotes y las casas religiosas, así serán los laicos que viven a su alrededor. Ay de aquel pueblo en el que reina –hasta en los ministros del santuario– el desorden o la negli- gencia. ¡Cuánto no debe, pues, interesarnos esta necesidad ante el Sagrado Corazón! El reino de Dios necesita celosos pastores de sus ovejas; ardientes pregoneros de su Palabra; fieles dispensadores de sus sacramentos. Necesita que se avive en las almas de los institutos religiosos el espíritu de oración, la vida mortificada, el recogimiento interior, la ejemplar observancia. Tú, Señor, dijiste: “Un poco de levadura hace fermentar luego toda la masa”; ¿quiénes son la levadura de tu pueblo sino estas almas que has escogido de la masa común? Envía santos religiosos, oh Señor; envía almas de perfección superior y se transformará el mundo… Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXI Pidamos hoy al Sagrado Corazón por la restauración de las familias cristianas
  • 39. 38 MESDEJUNIO D espués del Papa, del clero y de las órdenes religiosas, a donde el infierno dirige con más ahínco sus ataques es a la Iglesia doméstica, a la familia. Lograr que desaparezca Jesucristo de la familia, he aquí el blanco de sus deseos. Ay, cómo se va logrando en muchas partes este espantoso deseo de Satanás. Apenas se encuen- tra ya en algunos pueblos la familia verdaderamente cristiana. Ciertos padres y madres de hoy parecen haber desterrado a la religión de su hogar pues ya olvidaron todas las prácticas religiosas. Apenas se reza en familia, apenas se oye el nombre de Dios. Toda la importancia se le da al dinero, a la vanidad, al lujo, a las diversiones. Sagrado Corazón de Jesús, hazte cargo también de esta necesidad y acude a remediarla. Haz tuyas otra vez estas casas de donde pareciera que te lanzó fuera el demonio. Vuelve a reinar en nuestros hogares, como en otros tantos templos consagrados a Ti. Une a tu divino Cora- zón los corazones de los padres y de los hijos que hoy tienen tristemen- te divididos la disipación y el egoísmo. Oh, Sagrado Corazón, te pedimos muy fervorosamente por esta ne- cesidad, una de las situaciones más tristes de nuestros días. Qué distinto sería el mundo si volviera a reinar en la familia cristiana el Sagrado Corazón de Jesús. Habría prudencia de los padres, respeto de los hijos, fidelidad de los esposos, amor entre los hermanos. Cada casa cristiana sería una viva imitación de la Sagrada Familia de Nazaret. Dios ya no reina en muchas familias; reinan, en cambio, el egoísmo, la desconfianza, la relajación de los vínculos más sagrados. Corazón de Jesús, ¿es ésta la familia cristiana que Tú quieres? ¿No es como la quiere el demonio, enemigo de tu nombre y de nuestras almas? Quí- tale ese señorío a Satanás; recóbralo Tú y no lo pierdas nunca más. Se Tú en la familia el centro de unión y la norma de la conducta. Den los 1 Se medita unos momentos 2
  • 40. 39 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS padres buen ejemplo y consejo sano; muestren los hijos obediencia y docilidad; esmérense todos en el cumplimiento de tu ley y en el respeto a tu Iglesia. ¡Oh, Señor, sé Tú el verdadero Padre de todas las familias de la tierra para que, juntas, formemos un día contigo la dichosa familia del cielo…! S on las niñas y los niños las flores tempranas del jardín de Cristo y la porción predilecta de su amoroso Corazón. Jesucristo, en su vida mortal, manifestó por la niñez singular preferencia. Un pasaje del Santo Evangelio nos pinta al Salvador llamando en torno de sí a esas tiernas primicias de su rebaño, para darles cariño y recomendarlos al cuidado de sus Apóstoles. La Iglesia, heredera del divino Maestro, es igualmente celosa en esta predilección. Satanás también muestra decidido empeño de apoderarse de estos tiernos corazones… y el mundo le secunda. Muchos padres de familia fa- vorecen al demonio –de un modo espantoso– en la obra infame de robarle las niñas y los niños a Dios. El síntoma más terrible de nuestros tiempos desven- turados es la corrupción de la niñez. Roguemos hoy por las niñas y los niños al Sagrado Corazón. Salva, oh Jesús, de la peste del siglo a esas pequeñas almas, apenas salidas de las aguas de tu Bautismo y ya enlodadas –quizá– por la tur- bia corriente de la corrupción. Conserva en sus corazones la posesión completa que tomaste de ellos cuando, por el Bautismo, los redimiste y Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXII Pidamos hoy al Sagrado Corazón por la cristiana educación de las niñas y los niños 1
  • 41. 40 MESDEJUNIO los sacaste de las garras de Satanás. ¡Mira, divino Jesús, cómo han sido pisoteadas y cortadas las más bellas flores de tu jardín! Oh, dulce Jesús, bondadoso amigo de las niñas y de los niños, te pe- dimos hoy, con lágrimas en los ojos, por esas criaturas que el demonio procura robar a tu Corazón. ¿ A quién no entristece ver en poder del infierno tantas almas que deberían ser el adorno y la más preciada esperanza del catolicis- mo? Unas sumidas en las tinieblas de la infidelidad en países no cristianos; otras entregadas a la educación perversa en escuelas ateas; otras presenciando cada día ejemplos corruptores de aquellos mismos que deberían ser su luz. ¿Cuántos de esas niñas y niños llevan a la primera Comunión el alma ya embrutecida por el vicio? ¿Cuántos, después de esta toma de posesión del Hijo de Dios, lanzan inmediata- mente a Cristo de su corazón para alzar en él el trono de su enemigo? ¿Cuántos quedarán en poder de ese enemigo la mayor parte de su vida, y cuántos por toda la eternidad? Oh, dulce Corazón de Jesús, bien merecen estas víctimas de la as- tucia infernal las súplicas más fervientes de quienes te somos devotos. Te rogamos, pues, por ese plantío predilecto que ha de ser mañana la cosecha de la Iglesia. Que no sea la cosecha del infierno, buen Jesús. Hazla tuya, líbrala de los lazos que se le tienden, de los falsos maestros, de los malos padres, de las lecturas perversas, de los amigos de perdi- ción. Sé Tú el guardia de su candor, el guía de sus pasos, el dulce objeto de sus primeras aficiones; atráelos y enamóralos; ríndelos con tu amor. Clava en ellos el sello de tu dominio en su vida, en su muerte y para toda la eternidad... Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 42. 41 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS H ay hermanos nuestros creados, como nosotros, por Dios; re- dimidos, como nosotros, por la Sangre divina; destinados, como nosotros, para el reino eterno y que, sin embargo, se obstinan en cerrar sus ojos a la luz de la verdad y en permane- cer apartados de la fe, en ciego y voluntario paganismo. Estos son los pobres incrédulos. ¿Cuántos de estos gentiles hay en medio de nuestra sociedad cristiana, entre nuestros amigos, conocidos y, quizá, parien- tes? Ellos no tienen de Dios, de su ley y de sus misterios, mayor co- nocimiento que el que tiene un salvaje, para quien es absolutamente desconocida la cruz. Roguemos, pues, hoy al Sagrado Corazón de Jesús por este doloroso estado de tantas almas. Oh, Jesús, Señor nuestro, ¿cómo es posible que veinte siglos después de tu venida al mundo haya aún quien no te conozca? Abre los ojos de esos ciegos del alma. Tú, que a tantos alumbraste los ojos del cuerpo en tu vida mortal, te diremos, como aquel ciego del Evangelio: “Señor, ¡que vean!” Que vean, que sientan, que gocen la verdad de tu doctrina, la suavidad de tu ley, la ternura de tu amor, la eficacia de tus Sacramentos. Que te conozcan estas almas a quienes tiene engañadas la idea de que pueden salvarse por haber sido “buenas” en el mundo. Rasga, di- vino Sol, las densas tinieblas en que están envueltos tantos hermanos nuestros y que les impiden ver el abismo de la eternidad que tienen abierto a sus pies. Acepta por ellos, Corazón Sagrado, los humildes rue- gos de nuestro rendido corazón. DÍA XXIII Pidamos hoy al Sagrado Corazón por los pobres incrédulos y malos cristianos 1 Se medita unos momentos
  • 43. 42 MESDEJUNIO 2 A demás de los incrédulos hay los malos cristianos; es decir, quienes creen pero no practican; tienen fe y no quieren dejar de ser llamados católicos, pero andan en malas compañías y cometen malas acciones. ¿Qué les valdrá su creencia, si no procuran ajustar a ella su conducta? Ah, les valdrá sólo enfrentar una mayor responsabilidad en el tribunal de Dios. Te pedimos, también, amoroso Corazón de nuestro Jesús, por esos malos cristianos cuya vida licenciosa deshonra tu ley y da ocasión a que se burlen de ella tus enemigos, al igual que resulta mortal escándalo para los incautos. ¡Oh, indigna ingratitud! Creen en Ti, Señor, pero no te sirven; admiten tu ley pero la pisotean; temen tu infierno, pero nada hacen para no caer en él. Oh, Señor, despierta a estos dormidos; limpia de la enfermedad de sus costumbres a estos leprosos. Toca con tu inspiración a esos Lázaros malolientes por sus vicios. Haz brillar aquí, a la vez, tu poder y tu mise- ricordia. Muchos fueron los pecadores que por tu misericordia son ahora faros de santidad y orgullo de la Iglesia. Sagrado Corazón de Jesús, por los infelices incrédulos, por los endu- recidos pecadores, te pedimos hoy luz, gracia, perdón. B ajo el nombre de propaganda católica entendemos el conjunto de trabajos para difundir la influencia de la Iglesia católica y de sus instituciones contra la acción demoledora de la munda- nidad que pugna por sacar a Dios de la vida pública. Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXIV Pidamos hoy al Sagrado Corazón por las obras de propaganda católica 1
  • 44. 43 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Pertenecen al concepto general de la propaganda católica todos los ministerios eclesiásticos, pero de un modo muy particular se distin- guen con este nombre las obras de apostolado cristiano que ejercen los laicos bajo los auspicios de la Iglesia. Las sociedades de caridad, las escuelas y talleres, los periódicos y libros de apologética, los medios de comunicación, las academias de juventud católica, asociaciones de ca- tólicos y círculos de obreros…, todas las que –con cualquier nombre–se proponen la reparación de los estragos de la mundanidad, la moralización del pueblo, la protección del pobre, o, simplemente, el ejercicio práctico de la religión. Todo lo que constituye hoy, con diversidad de organización y me- dios, pero con maravillosa unidad de pensamiento, el gran ejército del apostolado laical, tantas veces bendecido por el Romano Pontífice y los obispos, necesita, para ser eficaz, de la secreta ayuda de las oraciones de las almas fervorosas. Oremos hoy por esta imperiosa necesidad de los tiempos presentes. Oremos por estos hermanos nuestros que, en la brecha y cara a cara con el enemigo, sostienen la lucha más tenaz. Oremos para que sosten- ga Dios sus empeños, aumente su fe, dé fuerza a sus palabras, los libre de la vacilación y del desaliento en los contratiempos, los corone de consuelos en la tierra y de gloria en el cielo, en premio de sus combates. Oh, Sagrado Corazón, Tú eres el jefe de esa espiritual y generosa milicia; Tú eres el sello de su escudo y el lema de su bandera. Hazlos Contigo una sola alma y un solo corazón: valerosos, aguerridos, dig- nos en todo de la santa causa que defienden y de la celestial recom- pensa que esperan. Qué glorioso es ese ejército creyente que de uno a otro confín del mundo cristiano lucha por el nombre de Cristo, mezclado, aunque no confundido, con otro ejército de error y corrup- ción que sigue la bandera de Satanás. Brillantes combates se libran a todas horas entre los de uno y otro bando, por medio del ejerci- cio de la caridad, de la pluma, de la elocuencia humana, del testimonio. Se medita unos momentos 2
  • 45. 44 MESDEJUNIO Esto ha de ser muy grato para Dios, ver alrededor de la Iglesia y bajo la dirección del sacerdocio esos escuadrones improvisados de toda edad, sexo y condición, que forman nuestras obras católicas. Cuán digna de nuestras oraciones es esa multitud batalladora, consuelo y espe- ranza de la atribulada Iglesia de Dios. Roguemos al Sagrado Corazón por el aumento, prosperidad y felices resultados de la propaganda católica. Que vibren los soldados consa- grados con los latidos del Corazón de Jesús. Que no los mueva otro deseo que el dar mayor gloria a Dios y ganar almas para su reino. Que otro norte no las guíe que la luz de la fe en la Santa Iglesia Romana. Que no los engañe el fuego fatuo de las ideologías que tienden a dismi- nuir la santa libertad del dogma católico. Oh, Corazón de Jesús: que vengan a templar sus armas en Ti los sol- dados de nuestra fe; que las saquen enrojecidas por el fuego de tu cari- dad. Que arda para ellos el mundo. Fuego viniste a poner en la tierra. Avívalo, Señor, primeramente en esos corazones que ya son tuyos y sírvete, más tarde, de ellos para las colosales empresas de tu santa religión. C erca de 155 mil personas, según un cálculo aproximado para 2013, mueren cada día en el mundo Por consiguiente, más de 155 mil personas están a todas horas en agonía. Y ¿qué es la agonía? Son los últimos instantes concedidos al alma antes de presentar- se al Tribunal Supremo. Son las últimas luchas entre la gracia de Dios y la acción del diablo. Son momentos preciosos, de los cuales puede salir una eternidad feliz o una eternidad desventurada. Al tiempo que se le van acabando al cuerpo sus fuerzas; mientras va faltándole al pecho la respiración, a los ojos la luz, a los miembros el ca- Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXV Pidamos hoy al Sagrado Corazón por los que están agonizando 1
  • 46. 45 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS lor y el movimiento, va acercándose el alma a aquella región pavorosa de la cual ya no pude volver atrás. Esto es agonizar, esto es morir. Y 155 mil hermanos nuestros están cada día, ahora mismo, en este preciso instante, en trance tan angus- tioso. Roguemos por ellos hoy y cada día al Sagrado Corazón de Jesús. Oh, Corazón divino, que agonizaste en el huerto y en el Calvario, vuélvete luz y consuelo de estos hermanos nuestros en su dolorosa ago- nía. Mira bondadoso a estas almas privadas de todo consuelo humano y que, como pendientes entre el cielo que desean y el infierno que temen, co- locadas entre el tiempo que les huye y la eternidad que se les viene encima, no tienen ya a quien volverse más que a Ti. ¡Corazón agonizante de nuestro divino Salvador, seas Tú el bálsamo cordial para estos hermanos nuestros en su angustiosa situación! U n día seremos nosotros los que nos hallaremos en agonía. Aquello que varias veces hemos presenciado con horror en otros, por nosotros pasará y en nosotros lo verán, estremeci- dos, nuestros amigos. El color pálido, la respiración difícil, la vista fija o extraviada, el entendimiento nublado, la voz anudada a la garganta, dirán que llegó el fin para nosotros, la hora de abandonar este mundo al que hemos entregado, quizá con demasía, nuestro corazón. Oh, adorable Corazón de Jesús, cuando me falte todo y todo me huya y me desampare, no me dejes sin Ti. Dulce amigo mío, de Ti espero la mejor gota del tónico que ha de fortalecer mi espíritu acongojado y calmar su agi- tación y zozobra; de Ti aguardo, por medio de los santos sacramentos, el último abrazo de paz y reconciliación. Pero, entre tanto, 155 mil hermanos míos se hallan cada día en estas angustias y te ruego los socorras. Mientras yo como, descanso, trabajo, rezo o me divierto, 155 mil almas se hallan pendientes de su suerte eterna en este último y decisivo combate. Oh, Jesús, por aquellas tres amargas horas que en el lecho de la cruz te vieron cielos y tierra agonizante, socorre en tales momentos a los hijos de tu Corazón. Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 47. 46 MESDEJUNIO DÍA XXVI Pidamos hoy al Sagrado Corazón por nuestros hermanos del Purgatorio 1 L a Iglesia de Dios tiene hijos suyos necesitados aún fuera de este mundo. También tiene un alivio para las necesidades de la otra vida. Entre los combates de la vida presente y el descanso final de la gloria, hay para muchas almas un plazo de expiación en el que se purgan culpas todavía no purificadas o se pagan deudas todavía no satisfechas. Este plazo de expiación, concedido por la misericordia divina –y exigido por su justicia– es el Purgatorio. El buen devoto del Sagrado Corazón de Jesús no puede menos que ser ami- go del Purgatorio. Hay allí almas que un día fueron muy fervorosas, que oraron al pie de los mismos altares que nosotros, que sonrieron con las mismas alegrías cristianas y lloraron con idénticos dolores. Aman a Dios, le desean, tienen segura su próxima posesión. Pero esta dicha se les retarda hasta que sea cumplido el pago de sus atra- sos. En su favor, Dios admite nuestras oraciones y obras buenas. ¿Quién se las negará? Oh, divino Corazón, hazle sentir al mío un tierno afecto, un vivo in- terés por aliviar esas almas de hermanas y hermanos míos, que nada pueden hacer ya por sí mismas y que todo lo esperan de nuestra cari- dad. Derrama sobre sus penas los tesoros de tu Corazón y apresura el dulce momento de reunirlas eternamente contigo. E s muy grande la caridad para con las almas del Purgatorio. Los grandes santos han sido muy fervorosos en este punto. La Iglesia nos da el ejemplo mezclando en todos sus rezos y ceremonias el piadoso recuerdo de los difuntos. Se medita unos momentos II
  • 48. 47 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Dulce comunicación la de nuestros corazones con los de estos her- manos nuestros por medio de la oración; lazo misterioso que nos per- mite tener amigos aún más allá de la tumba y aleja de nosotros la idea de una separación total… Padres, hermanos, amigos, bienhechores, sabemos que nos escuchan en el Corazón de Jesús y que, por conducto de Él, reciben y agradecen nuestro cariñoso recuerdo. Oh, Corazón divino, intermediario de estas peticiones: da a esas al- mas la paz que por ellas te piden tus amigos en la tierra, a fin de que un día nos reúnas a todos en el gozo de la vida eterna. Acepta por esas al- mas nuestras oraciones, nuestras limosnas, nuestra Comunión, nues- tros sacrificios, nuestra devoción a Ti. Porque sabemos que te son queridas, las recomendamos a tu com- pasión. Los méritos de tu vida, pasión y muerte; las lágrimas de tu Madre; las virtudes de tus santos; los servicios de tu Iglesia: todo te lo ofrecemos en pago de esas deudas para que, bondadosamente, se lo apliques a su salvación eterna… ¿ Podríamos dejar olvidada esta súplica entre las muchas que hemos dirigido estos días al Sagrado Corazón de Jesús? ¿Po- dríamos dejar de interesarnos en que cada día sea más ardiente en nosotros y en todo el mundo su devoción? Haciéndolo, apoyaremos la mira del Salvador al manifestarse a los hombres de esta manera y ejerceremos –a favor de ellos y por su eterna salvación– el más fecundo apostolado. Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXVII Pidamos hoy al Sagrado Corazón de Jesús por el aumento de esta devoción en nosotros y en todo el mundo 1
  • 49. 48 MESDEJUNIO Veamos cómo se afanan los hombres ilustres del mundo por propa- gar sus ideas; veamos cómo sufren por ello persecución y se exponen a crueles contratiempos. ¿Qué no podríamos hacer nosotros algo similar para extender el amor a Jesús? ¿Qué hemos hecho hasta hoy? ¿Qué nos proponemos hacer en adelante? ¿Qué trabajos pensamos empren- der en nuestro pueblo, entre nuestros amigos o familiares, o por lo me- nos en nosotros mismos? Pareciera que no nos espanta considerar el reproche que pueda diri- girnos un día el Salvador, cuando nos muestre la cruz, las espinas y las heridas de su Corazón, y nos diga: “Mira lo que lo que hice Yo por ti, ¿qué has hecho tú por Mí?” Bondadoso Jesús: bien quisiera yo extender por todo el mundo y hacer conocer a todos los hombres las riquezas de tu Corazón; pero ya que mis fuerzas son pocas para tan grande apostolado, te suplico que seas Tú quien a todos se dé a conocer, para que crezca cada día el número de los que te aman y te sirven. Sea yo uno de ellos, soberano Rey de las almas. Aviva en mí tu llama amorosa y hazme discípulo fiel, amigo fervoroso de tu Sagrado Corazón. G randes favores pueden pedirse al Sagrado Corazón si de ve- ras nos dedicamos a propagarlo entre nuestros hermanos y aumentar en nosotros mismos esta devoción. Tomemos las palabras del Salvador a santa Margarita en sus revelaciones: “A los que trabajan en extender el culto a mi Sagrado Corazón les daré abundantemente las gracias necesarias a su estado; pondré paz en sus familias; les consolaré en sus penas; seré su amparo en la vida y en la muerte y bendeciré sus empresas cristianas. A los religiosos que trabajen en la conversión de los pecadores, les daré fuerzas con qué ablandar y mover los corazones más endurecidos. Las casas en que se halle expuesta mi Imagen, se llenarán de mis bendiciones. Los que se dediquen a dar a conocer mi culto, tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás se borrará de Él”. Se medita unos momentos 2
  • 50. 49 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS ¡Oh, Sagrado Corazón! ¡Oh, Corazón divino a quien veloces hemos acudido a festejar cada día de este mes de junio, cúmplanse en noso- tros tan consoladoras promesas! Aquí nos tienes para renovar el pro- pósito de eterna fidelidad y constancia en tu servicio y en el apostolado de tu Corazón. Reina en nosotros y en nuestras casas y pueblos, preside nuestros proyectos, anima nuestros pensamientos y que estos se dirijan a un solo objetivo: promover, sin descanso, tu gloria. Oh, dulce Jesús: dichoso quien viva en Ti y en Ti muera. Sea tu Co- razón nuestro tesoro en vida, para que lo sea, asimismo, en toda la eternidad, donde juntos te alabemos, te bendigamos y te glorifiquemos eternamente. E stos tres últimos días del mes de junio los dedicaremos a la acción de gracias. Nada más digno de un corazón noble que el agradecimiento por los beneficios recibidos, y por desgracia, nada más olvidado por el común de los cristianos. Fijémonos hoy únicamente en lo que debemos a Dios en el orden de la naturaleza. Dones suyos son esta existencia que tengo y los medios con los que su bondad me la conserva todos los días y me la embellece. La luz que me alumbra, el pan que me sustenta, el agua que sacia mi sed, el sueño que repara mis fuerzas, la creación entera que me rodea, todo ha sido puesto a mi disposición para que me ayude a conseguir un fin noble. Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXVIII Demos hoy gracias al Sagrado Corazón por los beneficios recibidos en el orden de la naturaleza 1
  • 51. 50 MESDEJUNIO Si amanece y si anochece; si cambian las estaciones; si el campo pro- duce cosechas; si resplandece en el firmamento el sol; si tiene peces el mar, fieras la tierra y aves el aire; si reinan en todo el orden y la provi- dencia, por mí lo hizo, por mí lo ordenó Dios en admirable conjunto. ¿Hay corazón capaz de entonar el himno debido de acción de gracias a Dios por tales maravillas? Sí lo hay. En el Sagrado Corazón de Jesús tiene el hombre un medio seguro con el que mostrarse agradecido a Dios. Lo que nuestra lengua es incapaz de decir, lo que nuestro co- razón es pequeño para sentir como se debe, por nosotros lo expresa, con infinito amor, el Sagrado Corazón de Jesús. En Él, por Él y con Él estaremos eternamente reconocidos de la obra de Dios. L os beneficios de Dios no nos han sido dados una sola vez: nos siguen, nos rodean, nos acompañan como luminosa atmósfera de amor en todos los instantes de nuestra vida. Resplandece menos el sol cada mañana en el horizonte de lo que brilla sobre nosotros la infinita bondad de Dios. Hasta en los males se pueden en- contrar motivos de agradecimiento, pues si de ellos nos valemos como parte de su soberana voluntad, ¿qué tesoros de paz y de consuelo no derramará su mano benéfica sobre cualquiera de mis preocupaciones? Es muy cierta la expresión de que “nunca se me muestra más como un Padre nuestro Dios que cuando nos aflige”. La sola consideración de los muchos males de los que me ha sacado su bondad exige de mí un reconocimiento. La enfermedad que no tengo, la persecución que no sufro, la privación que no me mortifica, son beneficios negativos pero no por eso son menos apreciables. Dios tiene extendida, como un es- cudo, su mano sobre mí y me libera de muchas angustias que aquejan a otros hermanos míos. Oh, Sagrado Corazón; a Ti te agradecemos tan enormes beneficios, para que nos sirvas de intérprete ante el Padre celestial y le ofrezcas nuestro agradecimiento. Pase por Ti, Jesús, nuestra gratitud y por el encendido fuego de tu Corazón, adquiera las cualidades que la hagan digna de ser admitida por Dios. Se medita unos momentos 2
  • 52. 51 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS Niños somos, Dios mío, te diremos como el Profeta; no sabemos ha- blar de Ti como merecen tu bondad y tu grandeza. Hablen por noso- tros la gratitud y la alabanza que salen del Corazón de tu Hijo. Suplan ellos nuestra debilidad y cubran nuestra insuficiencia. S i generosa se ha mostrado la mano de Dios en el orden natural, no lo será menos en el orden de la gracia; es decir, en el orden de los medios sobrenaturales que se nos han sido dados para la salvación eterna. En el centro de su Iglesia nos ha hecho nacer en la gracia. El Bau- tismo y los demás sacramentos nos robustecen y sustentan, los santos nos dan ejemplos, nos estimula la voz de sus ministros, la enseñanza de los buenos libros, los secretos toques con que despierta, aviva y hasta resucita nuestro corazón…, todos estos son beneficios intangibles con los que nos conduce su mano desde la cuna hasta la eternidad. Si me pongo a considerar lo que ha sido hasta ahora mi vida, si me detengo a reflexionar sobre las causas que en cualquier período de ella han influido en mis decisiones para que sea hoy lo que soy, y no lo que son otros desventurados, ¿no me hallo como siendo objeto de un amoroso cuidado de Dios? Aquella palabra que me hizo una impresión saludable, aquella página que me hirió el alma, aquel ejemplo que me alumbró de repente el camino, ¿quién lo dispuso, quién lo hizo aparecer sino la providencia de Dios que velaba por mí como una madre vela por su hijo que lleva en brazos? Se medita y se pide una gracia particular para este día DÍA XXIX Demos hoy gracias al Sagrado Corazón por los beneficios recibidos en el orden de la gracia 1
  • 53. 52 MESDEJUNIO Sagrado Corazón de Jesús: a Ti debo el manantial de estas innume- rables gracias que ha derramado sobre mi alma la divina misericordia. Tuyas son, por que tú las mereciste y nos las comunicaste. Fue por Ti por donde llegaron a mi alma necesitada. Sea a través de Ti que le llegue al Padre celestial la gratitud y el reconocimiento de mi corazón. N o hay minuto de nuestra vida que no tengamos algo que agradecer a la infinita bondad y misericordia de Dios en el orden de la gracia. Más fácil sería contar las estrellas que pueblan el firmamento en una noche serena, o las gotas de rocío que bañan el prado una mañana fresca de abril, que enumerar las enseñanzas con que ilumina Dios la noche de nuestra vida y ablanda la aridez del corazón. Lo distraídos que somos y lo limitado de nuestra inteligencia no nos permite entrever los misterios de la operación de Dios en el alma por medio de las múltiples formas de la gracia. De hecho, jamás tendremos conocimiento completo de la gracia divina sino hasta la vida eterna. Hoy sólo podemos indagar lo que es la gracia. Y eso basta para admirar su riqueza, variedad y eficacia en nosotros. Una sola tentación a la que nos hayamos resistido nos daría materia suficiente para alabar incesante- mente a Dios. Y son tantas en cada día, en cada mes o año de nuestra vida. Son tantas las crisis por las que hemos pasado para la salvación eterna y que han sido resueltas a nuestro favor con una ayuda que tal vez entonces ni siquiera pensábamos pedir… La eternidad no parece bastante para agradecerle dignamente tales muestras de amor a Dios. Tu puedes, Corazón divino de Jesús, llenar cumplidamente y por lo que mí respecta esta obligación sagrada. A Ti te escojo para que pagues por mí esa deuda de reconocimiento. Toma, Jesús mío, los votos de mi alma y preséntalos al Eterno Padre, en unión del himno de gracias que en gloria suya le canta tu adorable Corazón. Se medita unos momentos 2 Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 54. 53 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS L a misericordia que da el Señor en la tierra a sus criaturas es, apenas, una sombra pálida de la que reserva para ellas en la eternidad. El cielo ha de ser nuestro estado perfecto y ahí se realizará la mayor dicha que pudiera haber jamás soñado el hombre. Será tal nuestra dicha que ni la menor proporción de ella podría caber en la más desbordada de nuestras fantasías. Si una sola gota de los con- suelos que derrama hoy el Señor en nuestro corazón basta para que olvide éste sus mayores tristezas, ¿qué será cuando se inunde de paz y de buenaventura? Si apenas el ver la perfección y belleza que nos ha querido dejar el autor de la creación en algunas de sus criaturas –y que el arte repro- duce en sus obras maestras—nos estremece el alma, ¿qué será ver cara a cara a la suprema Belleza, y perfección que, abiertamente y sin velos, se comunica en la eternidad a sus elegidos? Allí la salud sin el menor riesgo de enfermedad o molestia; la vida sin la dolorosa perspectiva de una muerte próxima o lejana; el amor sin tibieza ni desfallecimiento; allí la fiesta perpetua del alma. El aleluya que se canta en el cielo no es como el de la tierra: mezclado con gemi- dos de persecución o gritos de combate. Se vence en la gloria con la paz, no con fatigas y sudores. Se vive gozando con pureza, se ama con la mayor plenitud y alcance que es dado concebir en la palabra amor. Eso nos promete Dios; eso nos reserva. ¡Gracias, Corazón de Jesús, gloria de los bienaventurados, sol es- plendente de la feliz ciudad de Dios! Gracias por esos dones que por Ti esperamos y que, mediante tu gracia y nuestras obras, estamos seguros de poder poseer algún día. Se medita unos momentos DÍA XXX Demos hoy gracias al Sagrado Corazón por los beneficios que esperamos recibir en la gloria 1
  • 55. 54 MESDEJUNIO 2 A lma mía, alza los ojos al cielo azul lleno de estrellas por la noche y de día radiante de claridad. Contempla tu patria, el dulce hogar de tu Padre, la mansión que dentro de poco va a ser tu patrimonio. Región maravillosa de paz, felicidad y eterna esperanza. Con sus ángeles y santos, con la Reina gloriosa de todos ellos, María; con la humanidad resplandeciente de Cristo y con la majestad de la Santísima Trinidad. Todo es para ti. Ensancha tu corazón, extiende tus deseos, dilata tu imaginación, sé codiciosa, alma mía, hasta donde puedas serlo: todo excederá tus ilu- siones. No habrá bienes que perezcan con la muerte ni amores que la edad marchite o la ausencia entibie. No habrá fortuna que se acabe, pues nada de lo que el mundo ofrece para hacernos felices tiene cabida allí. Nada de eso será tu felicidad. Dios mismo será tu recompensa. Contempla la grandeza de tu porvenir, lo magnífico de tus esperanzas. Enciende el ardor de poseerlas y rinde mil gracias al Corazón divino, quien será el que te proporcione la gracia de Dios. Sagrado Corazón de Jesús, no quiero esperar a recibir tus dones para agra- decértelos. El hijo que lee el testamento de su padre y se ve nombrado en la herencia, no espera a darle las gracias al padre hasta que esté en po- sesión de los bienes. No, aquellas letras que le prometen el bien equi- valen para él a un título de propiedad. Y esas letras las has escrito Tú muchas veces en tu testamento, y en ellas cien veces me has nombrado a mí, heredero de tu gloria. Gracias, Señor, muchas gracias. Te las damos en este último día de nuestro mes de junio dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Anhelamos reunirnos contigo en el cielo para can- tarlas ahí, en unión del Padre y del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. AMÉN Se medita y se pide una gracia particular para este día
  • 56. 55 SAGRADOCORAZÓNDEJESÚS LAS DOCE PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS A QUIEN SEA SU FIEL Y DEVOTO SEGUIDOR » Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. » Les daré paz a sus familias. » Los consolaré en todas sus penas. » Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte. » Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas. » Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia. » Las almas tibias se volverán fervorosas. » Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección. » Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada. » Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos. » Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción. » Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.