1. LA CULTURA UNIVERSAL EN ENTREDICHO
Hablar de cultura es hablar de un término tan amplio, tan complejo y a veces
tan sencillo que resulta difícil asimilarlo con facilidad; todo esto debido a la
amplia gama de conceptos que se nos han inculcado al respecto desde nuestra
época colegial, y aún hoy en día, en la universidad, resultan un tanto difusos
los límites que tiene el término “cultura”.
Sin embargo. Dejando de lado lo que es en sí el término y concentrándonos en
lo que conlleva la cultura propiamente dicha, podemos tener ingredientes
suficientemente sustanciosos para delimitarla. Lo que sucede es que la cultura
lo abarca todo, desde las producciones materiales humanas, hasta las
intelectuales, pasando obviamente por todos sus estados intermedios, es decir
las manifestaciones mixtas, como el arte, la música o la ciencia, producciones
que, aunque se den a distinta escala y nivel, se desarrollan de una u otra
manera en todas la naciones del mundo, a tal punto que podríamos hablar de
características culturales básicas, comunes a todos los seres humanos, y por
tanto hablar de una cultura universal.
No obstante parece haber quedado obsoleta esa idea; parece que sólo los
arcaísmos de la cosmovisión humana pueden dar lugar a una idea
“aparentemente descabellada”. Hoy en día en un mundo globalizado, de forma
paradójica se acrecienta la idea de las culturas individuales, la idea de que
todos somos diferentes culturalmente hablando, lo cual puede ser cierto desde
alguna óptica; pero no hay que olvidar que en un mundo multifacético como el
nuestro, no hay verdad ni mentira, sino que todo es del cristal con que se mira.
Hoy más que nunca, inmersos en un constante ambiente de amenazas de
guerra y de terrorismo, me parece justa, necesaria y oportuna reivindicar la
existencia de una cultura universal. Para ello considero primordial despojarnos
de nuestras pequeñeces, salir de nuestro reducido universo delimitado por la
sociedad en la que nacimos y estamos gastando nuestras vidas, observar el
más allá, ya no sólo físico sino también espiritual, cambiar nuestra miopía
cultural por una amplitud de miras que nos convierta en seres menos
regionalistas, menos nacionalistas, quizás menos racistas y clasistas; pero
definitivamente más humanistas.
Debemos comenzar a poner más atención a la cultura humana, donde las
banderas empiecen a ser parte de los museos, donde las armas sean
recordadas como la peor lacra que tuvo un día nuestra civilización, nuestra
cultura. Debemos empezar a reconocernos como hermanos, al margen de
nuestras frívolas diferencias provocadas por factores que escapan a nuestra
voluntad, como la geografía, la lengua, las creencias o las religiones. Debemos
empezar a considerar la gran posibilidad de culturas extra-planetarias, que
2. posiblemente al igual que los humanos, tienen grandes afanes en su intención
por descubrir quiénes son o cuál ha sido su origen.
No descartemos la posibilidad de vida extraterrestre inteligente que, aunque
hoy por hoy, para el dogmático más radical resulte otra idea descabellada. Es
conveniente recordar que hasta los más grandes avances tecnológicos,
científicos y los más grandes descubrimientos de la historia humana, en un
primer momento fueron catalogados como “ideas descabelladas”, “locuras” o
“imposibles”, en el mejor de los casos.
Creo que es necesario ese encuentro intergaláctico, ya que la contemplación
de seres extraterrestres daría a los seres humanos la oportunidad de
percatarse cuán idénticos somos, con nuestros pares de ojos, oídos, manos,
piernas, brazos y pies, nuestra posición erguida apuntando hacia el cielo,
nuestro cerebro apenas explotado y nuestra naturaleza afectiva que nos hace
vulnerables unas veces, y otras nos catapulta a la victoria. La visión de la
humanidad se ampliaría y ésta, al fin, lograría reconocerse como una sola
familia, como una sola raza, como una sola cultura… la cultura humana. Y
tú?... esperarás a que eso suceda para recién abrazar a la cultura universal…?