Pasó tiempo y un día por la mañana al despertar Mario vio que sus hijas tenían una larga sonrisa en la cara ¡Sus hijas María y Julia tenían las manos llenas de monedas de oro!
Se levantó de la cama y vio que al lado de la chimenea había cuatro sacos de monedas de oros. Fue pasando lo mismo en todas las casas del pueblo hasta que descubrieron quien era: Nic, el obispo de la iglesia. Cuando recaudaba el dinero de la iglesia se lo daba a los pobres. Con el paso del tiempo a Nic lo fueron llamando de muchas formas hasta que le acabaron llamando Santa Claus. Hoy en día sigue repartiendo regalos a los niños y niñas que se portan bien.