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obras cortas
teatro y pantomima
    Petronio Cáceres Arteaga
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                                             Petronio Cáceres Arteaga
                              Director, actor, titiritero e investigador teatral.
    Profesor de Expresión Corporal en la Facultad de Artes de la Universidad
                                                       Central del Ecuador.
    Ha realizado estudios formales en cine, teatro, dirección teatral, pan-
    tomima, antropología, semiología, sicología transpersonal, pensamiento
    complejo, los mismos que han sido la base para sus investigaciones sobre
              lenguajes no verbales, el espacio escénico y expresión corporal.
                                                  petroniocaceres@gmail.com
                                                                   Enero - 2011
                                                               Quito - Ecuador
Petronio Cáceres                                                        3




   EL VENDEDOR DE PALOMAS DE LA PAZ
                                                     (ACTO ÚNICO)




  Personajes:
  EL, esposo, joven
  ELLA, esposa, comerciante cincuentona.
  (La acción sucede en un lujoso comedor familiar)


  EL.    Lo que realmente se necesita es, que aquellos que como
  tú, que se exceden en teneres, sientan un poco de caridad por sus
  semejantes que no tienen ni pan, ni abrigo, ni refugio.
  ELLA. Lo que realmente se necesita es que esos vagos trabajen.
  ¡Bonita la cosa! Unos tienen que ser los que se sacrifican para que
  los sinvergüenzas, bien servidos, se sienten a la mesa a disfrutar
  del sudor de unos pocos. ¡Bonita la cosa!
  EL.    ¡Brindo por aquellos que no tienen agua para beber, ha-
  rapos para vestir, lecho para dormir!
  ELLA. ¡Qué brindo por aquellos ni qué nada! Lo que tienes que
  hacer es buscar en qué te pones a producir y no pasarte la vida
  soñando, o es que ¿de tus sueños vas a hacer plata?
  EL.    ¡Ah! ¡Qué maravilloso es detenerse, mirar un instante el
4                                                            Obras Cortas

    universo, descubrir un pajarillo, contemplar cómo, él, sin ningún
    esfuerzo, encuentra su alimento! La naturaleza le ofrece todo sin
    ninguna condición. ¡Generosa! Y él trina en una rama. Trina en
    un tejado. Brinca. Vuela. Se reproduce. Vive. Cumple su ciclo y
    todo ¿a cambio de qué? De nada. ¡Qué maravilloso!
    ELLA. Esa cucharada que te estás echando a la boca, ese pla-
    to que piensas embutirte, dime ¿qué es lo que has hecho para
    merecértelo? Aquí no estamos en el paraíso. Muy fácil es hablar
    cuando se tienen una tonta que lo mantenga. Desde ahora, me
    trabajas o no me comes.
    EL.    ¡Qué insensibilidad! ¡No captar los valores profundos de la
    naturaleza, del ser humano!
    ELLA. ¡Soberbia majadería! A mí nadie me va a tomar por la
    naturaleza de ningún pajarillo. A partir de hoy se ponen las cosas
    en sus puestos. Se fajan los pantaloncitos... los que tengan.
    EL.    Yo soy capaz de muchas cosas. Si no he ido a trabajar no
    es porque no puedo, sino porque no he tenido necesidad. Pero
    bien que me dices. Si esas son tus condiciones... bien que me dices.
    ELLA. Sí señor. Las cosas conmigo son bien claritas. El agua clara
    y el chocolate espeso.
           (Él se va)
    ELLA. ¡Ja! ¡Buena es! Creer que por la bonita cara que le carac-
    teriza, una está obligada a servirle de almohadón a su pereza.
    Bastante trabajo me ha costado tener lo que tengo. Acaso que
    la herencia de mis padres fue una fortuna. Harto he tenido que
    trabajar de sol a sol, para hacer crecer los cuatro reales que me
    dejaron. ¡Ja! Dar de comer. Dar de beber a los que no tienen. ¡Va-
    yan a trabajar sinvergüenzas! Aquí cada uno araña para sus bol-
    sillos. Yo si que no estoy para hacer de madrina de nadie. ¿Qué
    no tiene qué comer? Vaya y trabaje. Manos tiene igual que yo.
    ¿Qué le falta? Todo le ha dado Dios. ¡Todo! ¿No dice que es tan
    inteligente? ¿Por qué no piensa qué hacer para producir algo?
Petronio Cáceres                                                         5

  Yo no he estudiado tanto y sé lo que debo hacer. A mí mejor que
  no me moleste este soñador mozalbete. En ese caso que vuelva
  donde su madre y a ella le pida la teta.
  EL.    (Volviendo con equipaje)
         He estado reflexionando muy seriamente sobre nuestro
  intercambio de ideas.
  ELLA. ¿Sí?
  EL.    Sí.
  ELLA. Y ¿a qué conclusión ha llegado el caballero?
  EL.    ¿Ya se calmó tu acaloramiento?
  ELLA. (Descubriendo el equipaje)
         Ja ja ja ja ja. Buena conclusión. Ja ja ja ja. Muy buena. ¿Y
  sé puede saber hasta cuándo será?
  EL.    ¿Qué interesa el tiempo? Voy en busca de paz. Ella me
  llama. Siempre estuvo llamándome. De niño escuchaba su voz:
  ¡Ven! Ven, me decía. Y yo, podía hasta no comer por atender su
  llamado. Eso me llenaba. ¿Por qué me llamaba a mí? ¿A un niño
  pobre? Porque éramos muy pobres. Y a pesar de la pobreza me
  llamaba. ¡Qué gran satisfacción haber sido pobre! Esa es la causa
  de mi desinterés ahora.
  ELLA. Y en absoluto ¿No te hacía falta comer?
  EL.    En absoluto.
  ELLA. Entonces ¿de qué te alimentabas?
  EL.   Del aire. De los rayos del sol. De la satisfacción de mirar un
  atardecer. De mirar el universo reflejado en una gota de rocío...
  ELLA. Realmente es asombroso que haya personas que puedan
  vivir del viento. Así, ¿para qué trabajar? ¿Qué falta puede hacer
  la plata?
  EL.    ¿Las plata? Nada de eso. En mi familia despreciábamos a
6                                                               Obras Cortas

    los que tenían plata. El comerciante era lo peor. ¡Nada más dig-
    no que la filosofía, la sabiduría, la estética; la poesía, la música, el
    pensamiento superior, el número, harían del hombre el rey de la
    naturaleza. El comerciante junto a un ser así, ¿qué bueno puede
    ser? Solo es un grotesco especulador, explotador de los pueblos.
    Un sinvergüenza ladrón que cree que robar es trabajar. Cree que
    robar es producir. Yo me pregunto: ¿él puede producir un verso?
    ¿Puede producir una sola idea feliz?
    ELLA. Así que el comerciante es un ladrón.
    EL.     Un infame infradimensional.
    ELLA. Y este comerciante ¿qué es lo que te ha robado a ti? ¿Qué
    es lo que tú has tenido para que te haya podido robar?
    EL.    A mí... bueno, no, nada. Yo soy un desposeído que solo
    busca la paz, la felicidad, el amor y la armonía de toda la huma-
    nidad.
    ELLA. Amén.
    EL.     Sí, amén.
    ELLA. Su santidad, esta es la puerta por la que entró y esta es la
    puerta por la que se me va.
    El.     Solo te pido que no me guardes rencor.
    ELLA. (Mirando el equipaje)
            Y yo te pido que no te guardes lo que no es tuyo.
    EL.      De ninguna manera. Solo llevo lo más indispensable para
    ser feliz: unos pocos ternos, que reflejan la nobleza de mi alma; el
    juego Párker, que más vale como recuerdo afectivo; mi amado
    Stradivarius, que algún día lo aprenderé a tocar; mi reloj de leon-
    tina, que tan ingratamente me señala las horas; la fiel cámara
    fotográfica, que conserva las imágenes magníficas de los más
    dulces momentos; la mecedora antigua con sus bordados cojines
    de la India, inseparable compañera de meditaciones profundas;
Petronio Cáceres                                                       7

  la ducha eléctrica, que mantiene sano y perfumado mi cuerpo; la
  invalorable biblioteca...
  ELLA. ¿No estará ya suficiente? Desinteresado y generoso men-
  sajero de la paz.
  EL.   No me vas a impedir que lleve mis prendas íntimas e irre-
  nunciables.
  ELLA. (Requisando el equipaje)
         Así que ¿este era el aire del que te alimentabas cuando
  niño? ¡Nada de esto sacarás de aquí!
  EL.    No te va a gustar que me vaya desnudo.
  ELLA. A mi casa llegaste con la una mano adelante y con la otra
  atrás.
  EL.    Son cosas que para nada te sirven.
  ELLA. Son cosas que me han costado mi plata.
  EL.    No niego su valor, sobre todo afectivo, pero...
  ELLA. Nada me sale de aquí.
  EL.    La ropa que llevo puesto, ¿también...
  ELLA. También me costó mi dinero.
  EL.     Aquí la tienes. Encontraré la paz y el amor de cualquier
  manera. Eso fue lo único que pude ofrecerte, pero ya que has
  preferido la vil satisfacción material, no me queda más remedio
  que despedirme. Adiós Stradivarius amado. Adiós Platón, com-
  pañero en teorías. Einstein, viejo sabio, adiós. Ustedes se quedan
  enmudecidos, sepultados aquí para siempre, en cambio yo, iré a
  practicar lo que tanto hemos platicado. Conmigo cumplieron su
  misión, me toca a mí cumplir la mía, muy difícil, dolorosa, pero
  por la misma razón grandiosa. Adiós colegas. Adiós. (Sale)
  ELLA. Conste que yo no soy la culpable. Lo único que he pre-
  tendido es que aprenda a trabajar, que deje de ser niño, que
8                                                             Obras Cortas

    proceda como un hombre.
           ¡Un hombre! Esta casa siempre necesitó de un hombre.
    Un varón enérgico, fuerte, decidido, que la ordene y la posea.
    (Abre los armarios, bargueños, alacenas. Lanza por el espacio los
    contenidos) Que la haga crecer y la multiplique, porque esta casa
    es muy fértil, fecunda, generosa como ella sola, con quien la sepa
    administrar.
              Mira que yo ya comienzo a ponerme vieja. Un día, no
    muy lejano, Dios me recogerá y tú eres joven y fuerte, noble e
    inteligente y sobre todo has tenido la oportunidad de haber sido
    elegido para que la gobiernes. No la abandones. No desprecies el
    llamado de su amor. Ya verás que un día ella te recompensará
    con la paz y felicidad que buscas. Todo cuesta al principio, pero al
    final se vence. ¡Ven! Siéntate en tu mecedora. (Se suelta el cabello
    y cambia su traje por ropas de dormir) Toma. Toca tu Stradiva-
    rius, aprende algo de él, bríndale tu talento. Aquí está Nietzsche,
    toma, conversa con él. Ten la cámara fotográfica, úsala. Si deseas
    puedo servirte de modelo. La leontina de oro que tan bien la
    sabes lucir. Las llaves de las dependencias, desde ahora son tuyas.
    El libro de cuentas. Todo a tu disposición. ¡Todo! Las puertas están
    abiertas, no te detengas, haz lo que quieras. Disfruta. Disfruta. Ja
    ja ja ja ja ja. ¡Disfruta de todo! ¡Mira cómo se te ofrece entera! Ja
    ja ja ja ja ja. Mira qué generosa es. Mírala. Mírala. Mírala. (Llora)
    ¿No la aprovechas? ¿La abandonas? ¿La dejas? ( Con la mirada
    fija en el infinito se queda inmóvil. Larga pausa).
    EL.    (Volviendo, se acerca hasta Ella)
    Tranquilízate Irene. Estoy aquí. A tu lado. No me he ido. Jamás
    podría dejarte. (Pausa)
    ELLA. ¿Verdad que me amas? ¿No te casaste conmigo solo pen-
    sado en mis bienes? Dime, dime la verdad.
    EL.    (Fríamente)
           Sí. Sí. Te amo. Te amo.
Petronio Cáceres                                                       9

  ELLA. ¡Mientes! No dice lo mismo tu cuerpo. ¿Qué es lo que bus-
  cas de mí?
  EL.   No... nada. Nada, te juro. Te amo Irene. Te amo. (La
  abraza) Te amo con toda mi vida.
  ELLA. Dime. Dime otra vez mi niño querido.
  EL.    Mi Irene. Mi dulce Irene. (La abraza con intensidad)
  ELLA. Mi Patricio. Mi tierno César Patricio. Eres lo más noble que
  ha dado la tierra.
  EL.    Eres la mejor mujer.
  ELLA. Somos tal para cual, mi amor.
  EL.    Somos hechos a la misma medida, mi tesoro.
  ELLA. Perdóname mi vida por no haber comprendido tu sensi-
  bilidad exquisita.
  EL.    Perdóname mi amor por mi falta de decisión.
  ELLA. ¿Cómo no me di cuenta antes de tu genialidad de artista?
  EL.    ¿Cómo no pude entender la generosidad de tu alma?
  ELLA. Mi amor, haz de mí lo que quieras, que hoy no atendere-
  mos a los clientes.
         (Coloca un cartel: CERRADO POR INVENTARIO)
  EL.     ¡Nada de eso! Aprovechemos este instante que el tiempo
  es oro. (Coloca un cartel: “EL TIEMPO ES ORO”)
  ELLA. ¡Brindo por nuestro amor y que la paz florezca en nues-
  tros corazones!
  EL.     ¡Rápido! ¡Rápido! Tenemos que dar un giro de 180 grados
  en los viejos sistemas de ventas (Arregla apresuradamente una
  Boutique)
  ELLA. Querido, no sabes cuanto me agrada el canto de los ca-
  narios (Ubica una jaula con pájaros)
10                                                          Obras Cortas

     EL.     ¡Excelente idea! Los canarios se reproducen como ratas.
     Eso incrementará las ganancias en nuestro negocio. Seremos sus
     representantes exclusivos. Manos a la obra. (Pone un cartel: VEN-
     DO CANARIOS)
     ELLA. ¡Ah! ¡Mi perrito de aguas! Le llamaré Fifí. (Trae un perro y
     lo acomoda en la butaca)
     EL.     ¡También seremos sus representantes! Ya verás que bien
     nos va. Deja que Fifí se reproduzca.
     ELLA. ¿Te fijaste que bien lucen mis pensamientos? Las Damas
     Pro-ornato no tardarán en solicitarme unas semillas.
     EL.    De ningún modo, querida. Con la plata en la mano y esas
     señoras tendrán lo que quieran. También tendremos la represen-
     tación exclusiva de los pensamientos. (Coloca un cartel: VENDO
     PENSAMIENTOS)
     ELLA. ¡Ah! ¡Qué feliz me siento! Nada hay más bello, más sabio
     y más bueno que practicar el amor en su sentido más puro, en-
     tregándose por entero al cuidado y protección de los más débiles.
     Esto sí que es la paz.
     EL.     ¡Extraordinaria idea! ¡Seremos también sus representan-
     tes exclusivos! ¡Ya verás cómo nos faltarán manos para exportar!
     (Coloca un nuevo cartel: PALOMAS DE LA PAZ-REPRESEN-
     TANTES EXCLUSIVOS) ¡No hay nada como una mentalidad re-
     novadora en las ventas. Ja ja. Sí señor. Nada mejor.
     (El escenario queda transformado en un variado bazar)
     TELÓN
Petronio Cáceres                                                       11




                                             EL INQUILINO
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  Personajes:
  Viejo
  Joven dueño de casa
  (Fuera. El dueño llega, golpea la puerta de una vivienda sencilla,
  como no abren, en un arrebato de ira rompe la puerta a golpes)


  VIEJO.- ¡Qué! ¿Ya son las seis?
  DUEÑO.- ¿Si sabe que ahora es primero?
  VIEJO.- ¡Ah! Pero si acaba de amanecer! ¡Ha madrugado pues!
  Yo creí que llegaría a las seis de la tarde, como siempre viene a
  esa hora...pues creí.
  La soledad es insoportable. Usted es el único amigo. El único
  que se acuerda de visitarme, aun cuando sea una vez por mes.
  ¡Cuánto lo agradezco por eso!
  DUEÑO.- ¡Yo no he venido a visitarle! Vengo a cobrar el arriendo.
  Y lo exijo que me pague de una vez todo, porque ya no soporto
  tanta trampa. ¡Y ni una palabra más! que he venido decidido a
  no escucharle.
12                                                            Obras Cortas

     VIEJO.- Pero don Paquito...¿usted está enojado? No puede ser.
     Usted está bromeando. ¡Ay! Si supiera cómo he pasado todo este
     tiempo. Pero venga, siéntese aquí aunque sea. No se quede ahí
     muriéndose de frío. Voy a prepararle un cafecito, en agua, por-
     que solo en agua tomo. Esto sí me sienta bien. Lo que es la leche
     me embota el estómago. Es que el gato ese que tengo dentro se
     sigue engordando con lo que como, y los médicos nada hacen.
     ¡Todos son unos brujos! No saben nada. Buena es, venir a rece-
     tar calmantes, como si yo quisiera que el gato se esté quieto. De
     darme algún veneno o ácido para que el animal ese se disuelva.
     ¡Estos son unos ignorantes!
     DUEÑO.- ¡Ya basta maestro! ¡Págueme lo que me debe!
     VIEJO.- ¡Claro! Usted creo que está pensando que no lo voy a
     pagar. Me he demorado un poco porque el Presidente de la Re-
     pública no firma pronto mi pedido. Si se lo conté pues cual es
     mi proyecto. Pero estos trámites han sido más largos oiga, que
     a ratos me hacen decepcionar. Más, con el dolor que tengo en
     los pies, estar caminando es terrible. No ve que el gato este me
     está clavando las garras en las plantas. Y así me hace en todito
     el cuerpo. Vea las camisas cómo están: ensangrentadas de lo que
     me mete las uñas. ¡Si parece caca de pulgas! Y aquí no hay una,
     desde que barro el cuarto con ramas de naranjo. No ha de creer,
     ¡qué bueno que es eso!
     DUEÑO.- ¡Ya comenzó! ¡Ya comenzó! Estoy de apuro señor, arre-
     glemos de una vez. ¿Cúanto me va a dar ahora? A ver...
     VIEJO.- Asiente aquí, en este veladorcito que estoy haciendo, ya
     solo me falta el cajón nada más. Quinientos me ofrece la vecina
     de al frente. ¡Pero qué lo voy a dar tan barato! ¡Imagínese! Un
     regalo fuera. Con tanta fórmica que lo he forrado. Y más el tra-
     bajo de hacer astillas para que me entren todos los colores. Ja, ja.
     Quinientos viene a decir. A usted si se lo puedo dar en ese precio,
     pero a ella por qué le voy a dar pues. ¡Figúrese! Si me dijera mil
     siquiera. Oiga. Yo no sé, pero la gente es medio rara. Yo no los
Petronio Cáceres                                                       13

  entiendo. El otro día, porque salgo a botar la bacinilla la señora
  de al lado se queda parada, ¡dándome paso como si yo fuera un
  entierro! Con esta gente no hay cómo ni hablar. ¡Qué también
  será! Parecen de otra especie.
  DUEÑO.- Otra vez he venido para nada. Es el colmo. Ahora sí
  dejo en manos del juzgado. Allá usted.
  VIEJO.- Qué’s pues. ¿Ya se irá? ¿Qué va a hacer tan de mañana?
  Usted creo que está dedicado a la cacería. ¿Y la escopeta? Ja, ja.
  DUEÑO.- Vea maestro, no estoy para chistes. Entiendo que usted
  necesita, pero ya se está pasando de abusivo. Que yo sea com-
  prensivo no es para que me tome de tonto. ¿Me va o no me va a
  pagar? No me haga perder más tiempo.
  VIEJO.- ¡Claro pues hombre! ¡Acaso que yo soy ladrón! Pero acep-
  te pues el cafecito que le estoy ofreciendo. ¿No le gusta en agua?
  Ya voy a traer unos pancitos. De los de la Arenas me gustan a mí.
  No ve que con estos dientes no puedo mascar los otros. ¡Qué se
  va a hacer¡ aunque sean más caros, por lo menos hay que comer.
  Los demás son puro estopa, que apenas se les remoja se chupan
  todito el café y uno se queda sin tomar nada. No ve que todito
  se traga el pan. Ya no sé adónde vamos a para con esta vida.
  Todo está por las nubes. Hasta los huevos de gallina criolla que
  solo comen desperdicios y cuicas están a dos cuarenta. Y de este
  tamaño. Ni de paloma pues. Yo no sé qué pasa. Hijo, si hasta las
  gallinas ya no quieren poner como las de antes. Si hasta descre-
  mados creo que son los huevos de ahora pues. Huevos que antes,
  rogando le daban a uno para que lleve a real y medio, ahora a
  dos cuarenta. Ja,ja. ¡Quí’ha de ser pues!
  DUEÑO.- Maestro, por favor, no diluya tanto. ¿Cómo lo explico?
  Es que... estoy necesitado ¿sabe? Hágame el favor...
  VIEJO.- ¡Ya está! Tómese su cafecito. Con este trozo de pan sírva-
  se. Yo he de comprar no más para mí cualquier rato. No ve que
  yo no hago horario en las comidas. No lo enseño a mal al gato, si
14                                                         Obras Cortas

     no estaría fregado. No habría plata que aguante.
     DUEÑO.- Entiendo... entiendo. Nadie está bien. No es solo usted.
     VIEJO.- Ja, ja. Usted qué ha de decir pues eso don Paquito. Tan
     joven y fuerte. Y con esa casota que ha heredado, si parece ha-
     cienda. Ya mismo empieza a brotarle petróleo. Ya verá uno de
     estos días, ja ja.
     DUEÑO.- Maestro, estoy de apuro...se lo suplico... tenga la bon-
     dad, aun cuando sea alguna cosa. Présteme unos centavos para
     el bus.
     VIEJO.- ¿Qué le pasa pues don Paquito? Qué ocurrido que es
     usted. Ja ja. Usted creo que está ejercitando para acompañarle a
     don Evaristo. No dejará que se lo enfríe. Tomará. Tomará
     DUEÑO.- Gracias. Yo solo estaba de paso. Gracias.
     VIEJO.- ¿Cómo? ¿No venía a visitarme? ¡Qué’he de creer pues!
     Yo creía que había madrugado para ir a cazar quilicos y que me
     venía a invitar. Ja ja. ¡Qué solo estamos en el mundo! ¿no? Yo no
     sé cómo no nos volvemos locos. Por eso a de ser que la gente es
     tan extraña. Cada uno más raro que otro y sin saber qué hacerse.
     DUEÑO.- Yo no quería molestarle, pero...
     VIEJO.- Bueno, yo siquiera tengo a mijo en los Estados Unidos,
     que nunca se olvida de mí. No me quejo. Es bueno. Ayer no más
     me mandó unos doscientos dólares. Ya cambié. Aquí tengo guar-
     dados para el arriendo. Tome antes de que me olvide. Yo pen-
     saba darle esta tarde, pero... ya que ha madrugado, llévese de
     una vez.
     DUEÑO.- ¿Cómo? ¿Me va a pagar? Pero...¿ no dijo que estaba
     enfermo? Maestro...
     VIEJO.- Con esto quedamos al día. Ja ja, como que fuera adivino
     ha mandado. Justo para los seis meses de arriendo. Ja, ja.
     DUEÑO.- No comprendo... yo venía solo...Maestro, ¿se siente us-
Petronio Cáceres                                                        15

  ted bien? ¡Ay! ¡Maldito sea ese gato!
  VIEJO.- No se preocupe, yo nunca he tenido dinero. Y cuando
  viene así mismo se va. Yo no me lamento por eso, porque si nunca
  he tenido, es como si nada perdiera. ¿Sí le gustó el café? No cree-
  rá que estaba con veneno eso.
  DUEÑO.- ¡Ay! Me está arrañando el estómago. Necesito urgente
  un ácido.
  VIEJO.- Bueno, présteme su taza para tomarme el mío. Café con
  tabaco nunca me falta. ¡Carajo! Qué amarga que es la vida. Por
  eso ha de ser que me gusta el café. Estamos como venimos al
  mundo: solos, desnudos y llorando. A usted ¿no le hace falta a
  ratos, conversar con alguien? A mí me dan ganas de hablar aun-
  que sea con los muebles, las herramientas y hasta las paredes. De
  noche no puedo ni dormir y siento que me levanto como estoy:
  llucho. Mi cuerpo comienza a traspasar el tumbado, es algo raro,
  porque de día que me acuerdo, quiero hacer lo mismo y no pue-
  do. En cambio de noche puedo hasta volar, ¡lejísimos! Por lugares
  que nunca he conocido. Y de día, ¡carajo! No puedo por más
  que quiero. ¡Qué también será! Parece cosa de vampiros. Y usted
  ¿qué sabe acerca de los vampiros?
  DUEÑO- ¡Eso es! La culpa de todo no tiene el gato. ¡Hay que
  atraparlos inmediatamente! Son los vampiros. ¿Entiende maes-
  tro? ¡Ay! Me está devorando los intestinos. Son los vampiros. ¡Los
  vampiros!. Malditos vampiros. Olvídese de los quilicos Maestro.
  Hasta vista. Me voy de cacería (Se va).
  VIEJO.- Adiós. Venga a visitarme cuando quiera, para tomarnos
  un cafecito bien caliente, como el de ahora y pasarnos un rato
  charlando. ¡Adiós! Y no se preocupe de la puerta. Ese es mi ofi-
  cio. En un ratito la arreglo. ¡Venga cuando quiera! ¡Pero venga!
  ¡Adiós!
  (Disponiéndose a cepillar las maderas, canta)
                            “Yo te quisiera llevar
16                                       Obras Cortas

               célico ángel de amor
                  a gozar del rumor
               de las orillas del mar.
             Porque allí se ama
                sin enemigos,
              sin más testigos
             que Dios y el mar.”
     TELÓN
Petronio Cáceres                                                       17




                                    EL VIEJO Y EL NIÑO
                                            Pantomima en un acto




  Personajes:
  El Adulto – Viejo
  El Niño – Nuevo Adulto


  El Adulto, sentado en una butaca, lee un libro. Por el lateral en-
  tra gateando el Niño, llega hasta el Adulto, se agarra de las bas-
  tas del pantalón y se incorpora. El Adulto se fastidia, luego se
  controla y termina ofreciéndole sus manos para que el Niño se
  levante con su ayuda.
  El Niño, asido de las manos del Adulto, se mantiene en equilibrio.
  El Adulto enseña a caminar al Niño. El Niño aprende sus primeros
  pasos. Luego el Adulto lo suelta y anima para que camine solo.
  Poco a poco el Niño logra hacerlo. El Adulto aplaude y se sienta
  satisfecho para seguir leyendo.
  El Niño camina ya seguro de su marcha. Corretea, juega, salta.
  Camina en dirección al Adulto. Mira el sombrero que este lleva
  puesto. El Adulto sigue su lectura concentrado. El Niño toma el
  sombrero y se pone alegremente. El Adulto reacciona con sobre
  salto. El Niño maltrata el sombrero con sus manitos. El Adulto
18                                                              Obras Cortas

     lanza un grito furibundo.
     El Niño queda congelado en expresión de susto. El Adulto arran-
     cha el sombrero de la cabeza del Niño en medio de reprimendas.
     El Niño agacha su cabeza y lentamente vuelve a la postura de
     gateo. A gatas se dirige a un rincón donde se queda inmóvil. El
     Adulto se reubica en su butaca para continuar su lectura.
     El Adulto ya no puede concentrarse en la lectura; mira al Niño,
     se incomoda, termina por acercarse al Niño. Lo toma de las ma-
     nos. Hace un gesto gracioso. Le ofrece sus manos y ayuda para
     que se levante. Le hace caricias en la cabeza. Sin poder lograr su
     objetivo decide volver a su butaca para continuar con su lectura.
     El Niño continúa cabizbajo. El Adulto percibe la tristeza del Niño
     y se detiene, se dirige a él, se saca su sombrero y lo ofrece. El Niño
     no se reanima. Entonces le pone el sombrero al Niño. Cree que ya
     ha solucionado el problema y regresa a su butaca.
     Se sienta, se dispone a leer más tranquilo. El Niño se levanta, se
     quita el sombrero y lo arroja al suelo violentamente.
     El Adulto se sobresalta. Se levanta violentamente. Recoge el
     sombrero y lanza reprimendas contra el Niño. El Niño se asusta
     y conforme es reprendido se va contrayendo hasta alcanzar la
     postura de gateo.
     El Adulto se sienta a leer ofendido. El Niño muy lentamente se es-
     tira en el piso hasta quedar acostado. Poco a poco se va quedan-
     do inmóvil. El Adulto cada vez pone mayor interés en su lectura.
     Repentinamente siente la quietud y el silencio del ambiente. Bus-
     ca al Niño. Lo encuentra en el suelo. Se alarma de la quietud.
     Alarmado se acerca al Niño. Le levanta un brazo, luego, lo suelta
     y este cae relajado. Comprueba con una pierna y con otra que
     reaccionan igual. Le toma el pulso. No lo siente. Trate de reani-
     marlo con pequeños sacudones, pero no consigue. El Adulto se
     angustia. Corre de un lado a otro. Toma el sombrero y lo arroja
     violentamente al suelo. Se pasea de un lugar a otro. Toma el
Petronio Cáceres                                                          19

  libro y también lo arroja con violencia. Agobiado, se deja caer en
  la butaca.
  Amargamente reflexiona lo que ha ocurrido. Toma su propia
  mano con la otra, la eleva y la deja caer igual que ocurrió con
  el cuerpo del Niño. No comprende lo sucedido. De pronto, toma
  su mano por la manga, la eleva y la sacude, una y otra vez, la
  hace mover rítmicamente. Por un instante se congela su rostro en
  expresión de asombro, que poco a poco se transforma en entu-
  siasmo y alegría. Se levanta, corre hacia el Niño. Se ubica junto
  a él, saca un hilo de su traje y rápidamente lo atraviesa por las
  articulaciones del Niño. Tira de los hilos y los segmentos corporales
  del Niño reaccionan con movimientos.
  El Adulto hace reincorporar al Niño. Nuevamente lo enseña a
  caminar, esta vez tirando de los hilos. Le imprime una prosa y
  modales similares a los suyos. Luego, viste al Niño con un traje
  como el suyo. Le pone un sombrero. Se pone al frente a frente.
  Suelta los hilos y actúa frente a un espejo.
  Satisfecho el Adulto vuelve a su butaca. El Nuevo Adulto en-
  cuentra el sombrero del Adulto, lo toma, acomoda la forma. En-
  cuentra el libro botado en el piso, lo toma, lo desempolva. Entre-
  ga cortésmente a su dueño.
  El Nuevo Adulto sale por el lateral mientras el Adulto vuelve a su
  lectura complacido.
  Entra el Nuevo Adulto con una butaca y un libro. Se ubica junto
  al Adulto. Leen los dos con interés creciente.
  Pausa.
  El Adulto conforme se sumerge en la lectura, su cuerpo se encor-
  ba y distorsiona. Se relaja. Ronca. El Nuevo Adulto interrumpe la
  lectura con los ronquidos, lo mira, ve que se ha dormido, Le da
  unos golpecitos con su pie en el pie del Adulto dormido. Se des-
  pierta y vuelve a sumirse en la lectura.
20                                                               Obras Cortas

     Nuevamente los ronquidos, el Nuevo Adulto lo mira, comprende
     que la hora de su sueño ha llegado, se levanta, cierra su libro,
     despierta al Viejo, lo ayuda a incorporarse tomándolo por bajo
     el brazo.
     El Viejo se levanta con dificultad y sale por un lateral.
     El nuevo Adulto continúa su lectura.
     TELÓN
Petronio Cáceres                                                        21




                          LOS GALLOS MINADORES
                                            Pantomima en un acto




  Personajes:
  Dn. Gallo
  Dña. Gallina
  Gallobajero


  En el centro un basurero. Por un lateral aparece Dña Gallina.
  Camina apresurada y devotamente en dirección a la iglesia que
  llama a la misa de la mañana.
  Cuando está cerca del basurero lo descubre con curiosidad. Se
  asegura de que nadie la vea y corre hacia él. Escarba. Recoge un
  frasco de esmalte de uñas, lo mira. Da gracias al cielo y se guarda
  rápidamente en su bolso. Sigue escarbando, encuentra una pei-
  neta. La toma, la observa entusiasmada, se asegura que nadie la
  vea y la guarda también en el bolso. Vuelve a escarbar.
  Por el lateral opuesto aparece Dn. Gallo. Camina elegante en di-
  rección contraria, cuando está cerca al basurero descubre a Dña.
  Gallina, esta simula estar parada esperando a alguien.
  Dn. Gallo se emociona con la presencia de Dña. Gallina. Se acerca
22                                                             Obras Cortas

     a ella. La Galantea. Ella lo evita. Dn. Gallo insiste en el cortejo.
     Ella se pone nerviosa. Se enreda en las basuras que pisa. Dn. Gallo
     descubre las basuras. Las observa con interés. Las investiga. Las
     escarba.
     Dña Gallina se apresura también a escarbar. Escarban juntos
     apresuradamente. Ella se encuentra unas zapatillas, las mira, se
     las pone. Dn. Gallo encuentra una sortija. La toma. Se retira del
     basurero para contemplar a la claridad de la mañana. Dña. Ga-
     llina curiosea el hallazgo de Dn. Gallo. Se admira. Dn. Gallo lo
     exhibe orgulloso.
     Dña. Gallina se ubica junto a Dn. Gallo coquetona. Se miran, se
     sonríen. Ella esconde su mirada con pudor. Él la mira insistente
     con interés. Ella exhibe su mano tímidamente. Dn. Gallo le pone
     la sortija en su dedo anular. Se alegran. Dn. Gallo se acerca a
     abrazarla. Dña Gallina suavemente lo conduce hacia el basurero
     a escarbar.
     Dña. Gallina observa que nadie les vea. Dn. Gallo comprende la
     inquietud de Dña. Gallina y asume el rol de hacer de guardián
     mientras ella escarba.
     Entra un Gallobajero caminando vulgar e insolentemente. Cuan-
     do está próximo al basurero, descubre a Dña. Gallina en su que-
     hacer. Se entusiasma y corre también él a escarbar.
     El Gallobajero encuentra un medallón que anteriormente Dña.
     Gallina lo arrojara con desprecio. Él lo coloca sobre su pecho. Dña.
     Gallina lo descubre, se altera, se acerca a arrancharle el meda-
     llón. El Gallobajero se defiende disoluto. Dña. Gallina se refugia
     en Dn. Gallo, mientras el Gallobajero vuelve a escarbar.
     Dn. Gallo y Dña. Gallina se dirigen al intruso. Dn. Gallo lo increpa.
     El Gallobajero enfrenta agresivo a Dn. Gallo. Bota violentamente
     su gorro en el piso, deja a un lado su larga bufanda, Dn. Gallo
     entrega su sombrero a Dña. Gallina y se traban en terrible pelea.
     Dña. Gallina se horroriza. Pide clemencia al cielo. Intenta sepa-
Petronio Cáceres                                                        23

  rarles. Se desanima. No sabe qué hacer. Mira las cosas botadas.
  Su rostro se ilumina con una idea. Rápidamente recoge la bufan-
  da y la gorra del Gallobajero, un nuevo objeto de la basura, da
  gracias al cielo y escapa con todo en dirección a la iglesia.
  Dn. Gallo y El Gallobajero ruedan por el suelo, se levantan, se
  golpean, se sueltan, toman aire. Se miran con odio y con cautela.
  De pronto, ponen atención al espacio que los rodea. Notan que
  ya no está Dña Gallina. Dn. Gallo la busca por uno y otro lado. El
  Gallobajero busca su bufanda y su gorra. Dn. Gallo busca enton-
  ces su sombrero. No escuentran. Hacen un gesto de comprensión
  de lo ocurrido. Resignados se dan disculpas. Dn. Gallo saca una
  botella de licor de un bolsillo. Brindan. Se abrazan. Se van juntos
  bebiendo pico a pico.
  TELÓN
Colectivo Teatral Arista
Dirección: Barrio Salvador Celi. Isla Baltra e Isla
                Isabela, Lote 53
             cta@artepresente.net
           www.cta.artepresente.net
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Obras cortas teatro paz vendedor palomas

  • 1. obras cortas teatro y pantomima Petronio Cáceres Arteaga
  • 2. 2 Petronio Cáceres Arteaga Director, actor, titiritero e investigador teatral. Profesor de Expresión Corporal en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. Ha realizado estudios formales en cine, teatro, dirección teatral, pan- tomima, antropología, semiología, sicología transpersonal, pensamiento complejo, los mismos que han sido la base para sus investigaciones sobre lenguajes no verbales, el espacio escénico y expresión corporal. petroniocaceres@gmail.com Enero - 2011 Quito - Ecuador
  • 3. Petronio Cáceres 3 EL VENDEDOR DE PALOMAS DE LA PAZ (ACTO ÚNICO) Personajes: EL, esposo, joven ELLA, esposa, comerciante cincuentona. (La acción sucede en un lujoso comedor familiar) EL. Lo que realmente se necesita es, que aquellos que como tú, que se exceden en teneres, sientan un poco de caridad por sus semejantes que no tienen ni pan, ni abrigo, ni refugio. ELLA. Lo que realmente se necesita es que esos vagos trabajen. ¡Bonita la cosa! Unos tienen que ser los que se sacrifican para que los sinvergüenzas, bien servidos, se sienten a la mesa a disfrutar del sudor de unos pocos. ¡Bonita la cosa! EL. ¡Brindo por aquellos que no tienen agua para beber, ha- rapos para vestir, lecho para dormir! ELLA. ¡Qué brindo por aquellos ni qué nada! Lo que tienes que hacer es buscar en qué te pones a producir y no pasarte la vida soñando, o es que ¿de tus sueños vas a hacer plata? EL. ¡Ah! ¡Qué maravilloso es detenerse, mirar un instante el
  • 4. 4 Obras Cortas universo, descubrir un pajarillo, contemplar cómo, él, sin ningún esfuerzo, encuentra su alimento! La naturaleza le ofrece todo sin ninguna condición. ¡Generosa! Y él trina en una rama. Trina en un tejado. Brinca. Vuela. Se reproduce. Vive. Cumple su ciclo y todo ¿a cambio de qué? De nada. ¡Qué maravilloso! ELLA. Esa cucharada que te estás echando a la boca, ese pla- to que piensas embutirte, dime ¿qué es lo que has hecho para merecértelo? Aquí no estamos en el paraíso. Muy fácil es hablar cuando se tienen una tonta que lo mantenga. Desde ahora, me trabajas o no me comes. EL. ¡Qué insensibilidad! ¡No captar los valores profundos de la naturaleza, del ser humano! ELLA. ¡Soberbia majadería! A mí nadie me va a tomar por la naturaleza de ningún pajarillo. A partir de hoy se ponen las cosas en sus puestos. Se fajan los pantaloncitos... los que tengan. EL. Yo soy capaz de muchas cosas. Si no he ido a trabajar no es porque no puedo, sino porque no he tenido necesidad. Pero bien que me dices. Si esas son tus condiciones... bien que me dices. ELLA. Sí señor. Las cosas conmigo son bien claritas. El agua clara y el chocolate espeso. (Él se va) ELLA. ¡Ja! ¡Buena es! Creer que por la bonita cara que le carac- teriza, una está obligada a servirle de almohadón a su pereza. Bastante trabajo me ha costado tener lo que tengo. Acaso que la herencia de mis padres fue una fortuna. Harto he tenido que trabajar de sol a sol, para hacer crecer los cuatro reales que me dejaron. ¡Ja! Dar de comer. Dar de beber a los que no tienen. ¡Va- yan a trabajar sinvergüenzas! Aquí cada uno araña para sus bol- sillos. Yo si que no estoy para hacer de madrina de nadie. ¿Qué no tiene qué comer? Vaya y trabaje. Manos tiene igual que yo. ¿Qué le falta? Todo le ha dado Dios. ¡Todo! ¿No dice que es tan inteligente? ¿Por qué no piensa qué hacer para producir algo?
  • 5. Petronio Cáceres 5 Yo no he estudiado tanto y sé lo que debo hacer. A mí mejor que no me moleste este soñador mozalbete. En ese caso que vuelva donde su madre y a ella le pida la teta. EL. (Volviendo con equipaje) He estado reflexionando muy seriamente sobre nuestro intercambio de ideas. ELLA. ¿Sí? EL. Sí. ELLA. Y ¿a qué conclusión ha llegado el caballero? EL. ¿Ya se calmó tu acaloramiento? ELLA. (Descubriendo el equipaje) Ja ja ja ja ja. Buena conclusión. Ja ja ja ja. Muy buena. ¿Y sé puede saber hasta cuándo será? EL. ¿Qué interesa el tiempo? Voy en busca de paz. Ella me llama. Siempre estuvo llamándome. De niño escuchaba su voz: ¡Ven! Ven, me decía. Y yo, podía hasta no comer por atender su llamado. Eso me llenaba. ¿Por qué me llamaba a mí? ¿A un niño pobre? Porque éramos muy pobres. Y a pesar de la pobreza me llamaba. ¡Qué gran satisfacción haber sido pobre! Esa es la causa de mi desinterés ahora. ELLA. Y en absoluto ¿No te hacía falta comer? EL. En absoluto. ELLA. Entonces ¿de qué te alimentabas? EL. Del aire. De los rayos del sol. De la satisfacción de mirar un atardecer. De mirar el universo reflejado en una gota de rocío... ELLA. Realmente es asombroso que haya personas que puedan vivir del viento. Así, ¿para qué trabajar? ¿Qué falta puede hacer la plata? EL. ¿Las plata? Nada de eso. En mi familia despreciábamos a
  • 6. 6 Obras Cortas los que tenían plata. El comerciante era lo peor. ¡Nada más dig- no que la filosofía, la sabiduría, la estética; la poesía, la música, el pensamiento superior, el número, harían del hombre el rey de la naturaleza. El comerciante junto a un ser así, ¿qué bueno puede ser? Solo es un grotesco especulador, explotador de los pueblos. Un sinvergüenza ladrón que cree que robar es trabajar. Cree que robar es producir. Yo me pregunto: ¿él puede producir un verso? ¿Puede producir una sola idea feliz? ELLA. Así que el comerciante es un ladrón. EL. Un infame infradimensional. ELLA. Y este comerciante ¿qué es lo que te ha robado a ti? ¿Qué es lo que tú has tenido para que te haya podido robar? EL. A mí... bueno, no, nada. Yo soy un desposeído que solo busca la paz, la felicidad, el amor y la armonía de toda la huma- nidad. ELLA. Amén. EL. Sí, amén. ELLA. Su santidad, esta es la puerta por la que entró y esta es la puerta por la que se me va. El. Solo te pido que no me guardes rencor. ELLA. (Mirando el equipaje) Y yo te pido que no te guardes lo que no es tuyo. EL. De ninguna manera. Solo llevo lo más indispensable para ser feliz: unos pocos ternos, que reflejan la nobleza de mi alma; el juego Párker, que más vale como recuerdo afectivo; mi amado Stradivarius, que algún día lo aprenderé a tocar; mi reloj de leon- tina, que tan ingratamente me señala las horas; la fiel cámara fotográfica, que conserva las imágenes magníficas de los más dulces momentos; la mecedora antigua con sus bordados cojines de la India, inseparable compañera de meditaciones profundas;
  • 7. Petronio Cáceres 7 la ducha eléctrica, que mantiene sano y perfumado mi cuerpo; la invalorable biblioteca... ELLA. ¿No estará ya suficiente? Desinteresado y generoso men- sajero de la paz. EL. No me vas a impedir que lleve mis prendas íntimas e irre- nunciables. ELLA. (Requisando el equipaje) Así que ¿este era el aire del que te alimentabas cuando niño? ¡Nada de esto sacarás de aquí! EL. No te va a gustar que me vaya desnudo. ELLA. A mi casa llegaste con la una mano adelante y con la otra atrás. EL. Son cosas que para nada te sirven. ELLA. Son cosas que me han costado mi plata. EL. No niego su valor, sobre todo afectivo, pero... ELLA. Nada me sale de aquí. EL. La ropa que llevo puesto, ¿también... ELLA. También me costó mi dinero. EL. Aquí la tienes. Encontraré la paz y el amor de cualquier manera. Eso fue lo único que pude ofrecerte, pero ya que has preferido la vil satisfacción material, no me queda más remedio que despedirme. Adiós Stradivarius amado. Adiós Platón, com- pañero en teorías. Einstein, viejo sabio, adiós. Ustedes se quedan enmudecidos, sepultados aquí para siempre, en cambio yo, iré a practicar lo que tanto hemos platicado. Conmigo cumplieron su misión, me toca a mí cumplir la mía, muy difícil, dolorosa, pero por la misma razón grandiosa. Adiós colegas. Adiós. (Sale) ELLA. Conste que yo no soy la culpable. Lo único que he pre- tendido es que aprenda a trabajar, que deje de ser niño, que
  • 8. 8 Obras Cortas proceda como un hombre. ¡Un hombre! Esta casa siempre necesitó de un hombre. Un varón enérgico, fuerte, decidido, que la ordene y la posea. (Abre los armarios, bargueños, alacenas. Lanza por el espacio los contenidos) Que la haga crecer y la multiplique, porque esta casa es muy fértil, fecunda, generosa como ella sola, con quien la sepa administrar. Mira que yo ya comienzo a ponerme vieja. Un día, no muy lejano, Dios me recogerá y tú eres joven y fuerte, noble e inteligente y sobre todo has tenido la oportunidad de haber sido elegido para que la gobiernes. No la abandones. No desprecies el llamado de su amor. Ya verás que un día ella te recompensará con la paz y felicidad que buscas. Todo cuesta al principio, pero al final se vence. ¡Ven! Siéntate en tu mecedora. (Se suelta el cabello y cambia su traje por ropas de dormir) Toma. Toca tu Stradiva- rius, aprende algo de él, bríndale tu talento. Aquí está Nietzsche, toma, conversa con él. Ten la cámara fotográfica, úsala. Si deseas puedo servirte de modelo. La leontina de oro que tan bien la sabes lucir. Las llaves de las dependencias, desde ahora son tuyas. El libro de cuentas. Todo a tu disposición. ¡Todo! Las puertas están abiertas, no te detengas, haz lo que quieras. Disfruta. Disfruta. Ja ja ja ja ja ja. ¡Disfruta de todo! ¡Mira cómo se te ofrece entera! Ja ja ja ja ja ja. Mira qué generosa es. Mírala. Mírala. Mírala. (Llora) ¿No la aprovechas? ¿La abandonas? ¿La dejas? ( Con la mirada fija en el infinito se queda inmóvil. Larga pausa). EL. (Volviendo, se acerca hasta Ella) Tranquilízate Irene. Estoy aquí. A tu lado. No me he ido. Jamás podría dejarte. (Pausa) ELLA. ¿Verdad que me amas? ¿No te casaste conmigo solo pen- sado en mis bienes? Dime, dime la verdad. EL. (Fríamente) Sí. Sí. Te amo. Te amo.
  • 9. Petronio Cáceres 9 ELLA. ¡Mientes! No dice lo mismo tu cuerpo. ¿Qué es lo que bus- cas de mí? EL. No... nada. Nada, te juro. Te amo Irene. Te amo. (La abraza) Te amo con toda mi vida. ELLA. Dime. Dime otra vez mi niño querido. EL. Mi Irene. Mi dulce Irene. (La abraza con intensidad) ELLA. Mi Patricio. Mi tierno César Patricio. Eres lo más noble que ha dado la tierra. EL. Eres la mejor mujer. ELLA. Somos tal para cual, mi amor. EL. Somos hechos a la misma medida, mi tesoro. ELLA. Perdóname mi vida por no haber comprendido tu sensi- bilidad exquisita. EL. Perdóname mi amor por mi falta de decisión. ELLA. ¿Cómo no me di cuenta antes de tu genialidad de artista? EL. ¿Cómo no pude entender la generosidad de tu alma? ELLA. Mi amor, haz de mí lo que quieras, que hoy no atendere- mos a los clientes. (Coloca un cartel: CERRADO POR INVENTARIO) EL. ¡Nada de eso! Aprovechemos este instante que el tiempo es oro. (Coloca un cartel: “EL TIEMPO ES ORO”) ELLA. ¡Brindo por nuestro amor y que la paz florezca en nues- tros corazones! EL. ¡Rápido! ¡Rápido! Tenemos que dar un giro de 180 grados en los viejos sistemas de ventas (Arregla apresuradamente una Boutique) ELLA. Querido, no sabes cuanto me agrada el canto de los ca- narios (Ubica una jaula con pájaros)
  • 10. 10 Obras Cortas EL. ¡Excelente idea! Los canarios se reproducen como ratas. Eso incrementará las ganancias en nuestro negocio. Seremos sus representantes exclusivos. Manos a la obra. (Pone un cartel: VEN- DO CANARIOS) ELLA. ¡Ah! ¡Mi perrito de aguas! Le llamaré Fifí. (Trae un perro y lo acomoda en la butaca) EL. ¡También seremos sus representantes! Ya verás que bien nos va. Deja que Fifí se reproduzca. ELLA. ¿Te fijaste que bien lucen mis pensamientos? Las Damas Pro-ornato no tardarán en solicitarme unas semillas. EL. De ningún modo, querida. Con la plata en la mano y esas señoras tendrán lo que quieran. También tendremos la represen- tación exclusiva de los pensamientos. (Coloca un cartel: VENDO PENSAMIENTOS) ELLA. ¡Ah! ¡Qué feliz me siento! Nada hay más bello, más sabio y más bueno que practicar el amor en su sentido más puro, en- tregándose por entero al cuidado y protección de los más débiles. Esto sí que es la paz. EL. ¡Extraordinaria idea! ¡Seremos también sus representan- tes exclusivos! ¡Ya verás cómo nos faltarán manos para exportar! (Coloca un nuevo cartel: PALOMAS DE LA PAZ-REPRESEN- TANTES EXCLUSIVOS) ¡No hay nada como una mentalidad re- novadora en las ventas. Ja ja. Sí señor. Nada mejor. (El escenario queda transformado en un variado bazar) TELÓN
  • 11. Petronio Cáceres 11 EL INQUILINO (Acto único) Personajes: Viejo Joven dueño de casa (Fuera. El dueño llega, golpea la puerta de una vivienda sencilla, como no abren, en un arrebato de ira rompe la puerta a golpes) VIEJO.- ¡Qué! ¿Ya son las seis? DUEÑO.- ¿Si sabe que ahora es primero? VIEJO.- ¡Ah! Pero si acaba de amanecer! ¡Ha madrugado pues! Yo creí que llegaría a las seis de la tarde, como siempre viene a esa hora...pues creí. La soledad es insoportable. Usted es el único amigo. El único que se acuerda de visitarme, aun cuando sea una vez por mes. ¡Cuánto lo agradezco por eso! DUEÑO.- ¡Yo no he venido a visitarle! Vengo a cobrar el arriendo. Y lo exijo que me pague de una vez todo, porque ya no soporto tanta trampa. ¡Y ni una palabra más! que he venido decidido a no escucharle.
  • 12. 12 Obras Cortas VIEJO.- Pero don Paquito...¿usted está enojado? No puede ser. Usted está bromeando. ¡Ay! Si supiera cómo he pasado todo este tiempo. Pero venga, siéntese aquí aunque sea. No se quede ahí muriéndose de frío. Voy a prepararle un cafecito, en agua, por- que solo en agua tomo. Esto sí me sienta bien. Lo que es la leche me embota el estómago. Es que el gato ese que tengo dentro se sigue engordando con lo que como, y los médicos nada hacen. ¡Todos son unos brujos! No saben nada. Buena es, venir a rece- tar calmantes, como si yo quisiera que el gato se esté quieto. De darme algún veneno o ácido para que el animal ese se disuelva. ¡Estos son unos ignorantes! DUEÑO.- ¡Ya basta maestro! ¡Págueme lo que me debe! VIEJO.- ¡Claro! Usted creo que está pensando que no lo voy a pagar. Me he demorado un poco porque el Presidente de la Re- pública no firma pronto mi pedido. Si se lo conté pues cual es mi proyecto. Pero estos trámites han sido más largos oiga, que a ratos me hacen decepcionar. Más, con el dolor que tengo en los pies, estar caminando es terrible. No ve que el gato este me está clavando las garras en las plantas. Y así me hace en todito el cuerpo. Vea las camisas cómo están: ensangrentadas de lo que me mete las uñas. ¡Si parece caca de pulgas! Y aquí no hay una, desde que barro el cuarto con ramas de naranjo. No ha de creer, ¡qué bueno que es eso! DUEÑO.- ¡Ya comenzó! ¡Ya comenzó! Estoy de apuro señor, arre- glemos de una vez. ¿Cúanto me va a dar ahora? A ver... VIEJO.- Asiente aquí, en este veladorcito que estoy haciendo, ya solo me falta el cajón nada más. Quinientos me ofrece la vecina de al frente. ¡Pero qué lo voy a dar tan barato! ¡Imagínese! Un regalo fuera. Con tanta fórmica que lo he forrado. Y más el tra- bajo de hacer astillas para que me entren todos los colores. Ja, ja. Quinientos viene a decir. A usted si se lo puedo dar en ese precio, pero a ella por qué le voy a dar pues. ¡Figúrese! Si me dijera mil siquiera. Oiga. Yo no sé, pero la gente es medio rara. Yo no los
  • 13. Petronio Cáceres 13 entiendo. El otro día, porque salgo a botar la bacinilla la señora de al lado se queda parada, ¡dándome paso como si yo fuera un entierro! Con esta gente no hay cómo ni hablar. ¡Qué también será! Parecen de otra especie. DUEÑO.- Otra vez he venido para nada. Es el colmo. Ahora sí dejo en manos del juzgado. Allá usted. VIEJO.- Qué’s pues. ¿Ya se irá? ¿Qué va a hacer tan de mañana? Usted creo que está dedicado a la cacería. ¿Y la escopeta? Ja, ja. DUEÑO.- Vea maestro, no estoy para chistes. Entiendo que usted necesita, pero ya se está pasando de abusivo. Que yo sea com- prensivo no es para que me tome de tonto. ¿Me va o no me va a pagar? No me haga perder más tiempo. VIEJO.- ¡Claro pues hombre! ¡Acaso que yo soy ladrón! Pero acep- te pues el cafecito que le estoy ofreciendo. ¿No le gusta en agua? Ya voy a traer unos pancitos. De los de la Arenas me gustan a mí. No ve que con estos dientes no puedo mascar los otros. ¡Qué se va a hacer¡ aunque sean más caros, por lo menos hay que comer. Los demás son puro estopa, que apenas se les remoja se chupan todito el café y uno se queda sin tomar nada. No ve que todito se traga el pan. Ya no sé adónde vamos a para con esta vida. Todo está por las nubes. Hasta los huevos de gallina criolla que solo comen desperdicios y cuicas están a dos cuarenta. Y de este tamaño. Ni de paloma pues. Yo no sé qué pasa. Hijo, si hasta las gallinas ya no quieren poner como las de antes. Si hasta descre- mados creo que son los huevos de ahora pues. Huevos que antes, rogando le daban a uno para que lleve a real y medio, ahora a dos cuarenta. Ja,ja. ¡Quí’ha de ser pues! DUEÑO.- Maestro, por favor, no diluya tanto. ¿Cómo lo explico? Es que... estoy necesitado ¿sabe? Hágame el favor... VIEJO.- ¡Ya está! Tómese su cafecito. Con este trozo de pan sírva- se. Yo he de comprar no más para mí cualquier rato. No ve que yo no hago horario en las comidas. No lo enseño a mal al gato, si
  • 14. 14 Obras Cortas no estaría fregado. No habría plata que aguante. DUEÑO.- Entiendo... entiendo. Nadie está bien. No es solo usted. VIEJO.- Ja, ja. Usted qué ha de decir pues eso don Paquito. Tan joven y fuerte. Y con esa casota que ha heredado, si parece ha- cienda. Ya mismo empieza a brotarle petróleo. Ya verá uno de estos días, ja ja. DUEÑO.- Maestro, estoy de apuro...se lo suplico... tenga la bon- dad, aun cuando sea alguna cosa. Présteme unos centavos para el bus. VIEJO.- ¿Qué le pasa pues don Paquito? Qué ocurrido que es usted. Ja ja. Usted creo que está ejercitando para acompañarle a don Evaristo. No dejará que se lo enfríe. Tomará. Tomará DUEÑO.- Gracias. Yo solo estaba de paso. Gracias. VIEJO.- ¿Cómo? ¿No venía a visitarme? ¡Qué’he de creer pues! Yo creía que había madrugado para ir a cazar quilicos y que me venía a invitar. Ja ja. ¡Qué solo estamos en el mundo! ¿no? Yo no sé cómo no nos volvemos locos. Por eso a de ser que la gente es tan extraña. Cada uno más raro que otro y sin saber qué hacerse. DUEÑO.- Yo no quería molestarle, pero... VIEJO.- Bueno, yo siquiera tengo a mijo en los Estados Unidos, que nunca se olvida de mí. No me quejo. Es bueno. Ayer no más me mandó unos doscientos dólares. Ya cambié. Aquí tengo guar- dados para el arriendo. Tome antes de que me olvide. Yo pen- saba darle esta tarde, pero... ya que ha madrugado, llévese de una vez. DUEÑO.- ¿Cómo? ¿Me va a pagar? Pero...¿ no dijo que estaba enfermo? Maestro... VIEJO.- Con esto quedamos al día. Ja ja, como que fuera adivino ha mandado. Justo para los seis meses de arriendo. Ja, ja. DUEÑO.- No comprendo... yo venía solo...Maestro, ¿se siente us-
  • 15. Petronio Cáceres 15 ted bien? ¡Ay! ¡Maldito sea ese gato! VIEJO.- No se preocupe, yo nunca he tenido dinero. Y cuando viene así mismo se va. Yo no me lamento por eso, porque si nunca he tenido, es como si nada perdiera. ¿Sí le gustó el café? No cree- rá que estaba con veneno eso. DUEÑO.- ¡Ay! Me está arrañando el estómago. Necesito urgente un ácido. VIEJO.- Bueno, présteme su taza para tomarme el mío. Café con tabaco nunca me falta. ¡Carajo! Qué amarga que es la vida. Por eso ha de ser que me gusta el café. Estamos como venimos al mundo: solos, desnudos y llorando. A usted ¿no le hace falta a ratos, conversar con alguien? A mí me dan ganas de hablar aun- que sea con los muebles, las herramientas y hasta las paredes. De noche no puedo ni dormir y siento que me levanto como estoy: llucho. Mi cuerpo comienza a traspasar el tumbado, es algo raro, porque de día que me acuerdo, quiero hacer lo mismo y no pue- do. En cambio de noche puedo hasta volar, ¡lejísimos! Por lugares que nunca he conocido. Y de día, ¡carajo! No puedo por más que quiero. ¡Qué también será! Parece cosa de vampiros. Y usted ¿qué sabe acerca de los vampiros? DUEÑO- ¡Eso es! La culpa de todo no tiene el gato. ¡Hay que atraparlos inmediatamente! Son los vampiros. ¿Entiende maes- tro? ¡Ay! Me está devorando los intestinos. Son los vampiros. ¡Los vampiros!. Malditos vampiros. Olvídese de los quilicos Maestro. Hasta vista. Me voy de cacería (Se va). VIEJO.- Adiós. Venga a visitarme cuando quiera, para tomarnos un cafecito bien caliente, como el de ahora y pasarnos un rato charlando. ¡Adiós! Y no se preocupe de la puerta. Ese es mi ofi- cio. En un ratito la arreglo. ¡Venga cuando quiera! ¡Pero venga! ¡Adiós! (Disponiéndose a cepillar las maderas, canta) “Yo te quisiera llevar
  • 16. 16 Obras Cortas célico ángel de amor a gozar del rumor de las orillas del mar. Porque allí se ama sin enemigos, sin más testigos que Dios y el mar.” TELÓN
  • 17. Petronio Cáceres 17 EL VIEJO Y EL NIÑO Pantomima en un acto Personajes: El Adulto – Viejo El Niño – Nuevo Adulto El Adulto, sentado en una butaca, lee un libro. Por el lateral en- tra gateando el Niño, llega hasta el Adulto, se agarra de las bas- tas del pantalón y se incorpora. El Adulto se fastidia, luego se controla y termina ofreciéndole sus manos para que el Niño se levante con su ayuda. El Niño, asido de las manos del Adulto, se mantiene en equilibrio. El Adulto enseña a caminar al Niño. El Niño aprende sus primeros pasos. Luego el Adulto lo suelta y anima para que camine solo. Poco a poco el Niño logra hacerlo. El Adulto aplaude y se sienta satisfecho para seguir leyendo. El Niño camina ya seguro de su marcha. Corretea, juega, salta. Camina en dirección al Adulto. Mira el sombrero que este lleva puesto. El Adulto sigue su lectura concentrado. El Niño toma el sombrero y se pone alegremente. El Adulto reacciona con sobre salto. El Niño maltrata el sombrero con sus manitos. El Adulto
  • 18. 18 Obras Cortas lanza un grito furibundo. El Niño queda congelado en expresión de susto. El Adulto arran- cha el sombrero de la cabeza del Niño en medio de reprimendas. El Niño agacha su cabeza y lentamente vuelve a la postura de gateo. A gatas se dirige a un rincón donde se queda inmóvil. El Adulto se reubica en su butaca para continuar su lectura. El Adulto ya no puede concentrarse en la lectura; mira al Niño, se incomoda, termina por acercarse al Niño. Lo toma de las ma- nos. Hace un gesto gracioso. Le ofrece sus manos y ayuda para que se levante. Le hace caricias en la cabeza. Sin poder lograr su objetivo decide volver a su butaca para continuar con su lectura. El Niño continúa cabizbajo. El Adulto percibe la tristeza del Niño y se detiene, se dirige a él, se saca su sombrero y lo ofrece. El Niño no se reanima. Entonces le pone el sombrero al Niño. Cree que ya ha solucionado el problema y regresa a su butaca. Se sienta, se dispone a leer más tranquilo. El Niño se levanta, se quita el sombrero y lo arroja al suelo violentamente. El Adulto se sobresalta. Se levanta violentamente. Recoge el sombrero y lanza reprimendas contra el Niño. El Niño se asusta y conforme es reprendido se va contrayendo hasta alcanzar la postura de gateo. El Adulto se sienta a leer ofendido. El Niño muy lentamente se es- tira en el piso hasta quedar acostado. Poco a poco se va quedan- do inmóvil. El Adulto cada vez pone mayor interés en su lectura. Repentinamente siente la quietud y el silencio del ambiente. Bus- ca al Niño. Lo encuentra en el suelo. Se alarma de la quietud. Alarmado se acerca al Niño. Le levanta un brazo, luego, lo suelta y este cae relajado. Comprueba con una pierna y con otra que reaccionan igual. Le toma el pulso. No lo siente. Trate de reani- marlo con pequeños sacudones, pero no consigue. El Adulto se angustia. Corre de un lado a otro. Toma el sombrero y lo arroja violentamente al suelo. Se pasea de un lugar a otro. Toma el
  • 19. Petronio Cáceres 19 libro y también lo arroja con violencia. Agobiado, se deja caer en la butaca. Amargamente reflexiona lo que ha ocurrido. Toma su propia mano con la otra, la eleva y la deja caer igual que ocurrió con el cuerpo del Niño. No comprende lo sucedido. De pronto, toma su mano por la manga, la eleva y la sacude, una y otra vez, la hace mover rítmicamente. Por un instante se congela su rostro en expresión de asombro, que poco a poco se transforma en entu- siasmo y alegría. Se levanta, corre hacia el Niño. Se ubica junto a él, saca un hilo de su traje y rápidamente lo atraviesa por las articulaciones del Niño. Tira de los hilos y los segmentos corporales del Niño reaccionan con movimientos. El Adulto hace reincorporar al Niño. Nuevamente lo enseña a caminar, esta vez tirando de los hilos. Le imprime una prosa y modales similares a los suyos. Luego, viste al Niño con un traje como el suyo. Le pone un sombrero. Se pone al frente a frente. Suelta los hilos y actúa frente a un espejo. Satisfecho el Adulto vuelve a su butaca. El Nuevo Adulto en- cuentra el sombrero del Adulto, lo toma, acomoda la forma. En- cuentra el libro botado en el piso, lo toma, lo desempolva. Entre- ga cortésmente a su dueño. El Nuevo Adulto sale por el lateral mientras el Adulto vuelve a su lectura complacido. Entra el Nuevo Adulto con una butaca y un libro. Se ubica junto al Adulto. Leen los dos con interés creciente. Pausa. El Adulto conforme se sumerge en la lectura, su cuerpo se encor- ba y distorsiona. Se relaja. Ronca. El Nuevo Adulto interrumpe la lectura con los ronquidos, lo mira, ve que se ha dormido, Le da unos golpecitos con su pie en el pie del Adulto dormido. Se des- pierta y vuelve a sumirse en la lectura.
  • 20. 20 Obras Cortas Nuevamente los ronquidos, el Nuevo Adulto lo mira, comprende que la hora de su sueño ha llegado, se levanta, cierra su libro, despierta al Viejo, lo ayuda a incorporarse tomándolo por bajo el brazo. El Viejo se levanta con dificultad y sale por un lateral. El nuevo Adulto continúa su lectura. TELÓN
  • 21. Petronio Cáceres 21 LOS GALLOS MINADORES Pantomima en un acto Personajes: Dn. Gallo Dña. Gallina Gallobajero En el centro un basurero. Por un lateral aparece Dña Gallina. Camina apresurada y devotamente en dirección a la iglesia que llama a la misa de la mañana. Cuando está cerca del basurero lo descubre con curiosidad. Se asegura de que nadie la vea y corre hacia él. Escarba. Recoge un frasco de esmalte de uñas, lo mira. Da gracias al cielo y se guarda rápidamente en su bolso. Sigue escarbando, encuentra una pei- neta. La toma, la observa entusiasmada, se asegura que nadie la vea y la guarda también en el bolso. Vuelve a escarbar. Por el lateral opuesto aparece Dn. Gallo. Camina elegante en di- rección contraria, cuando está cerca al basurero descubre a Dña. Gallina, esta simula estar parada esperando a alguien. Dn. Gallo se emociona con la presencia de Dña. Gallina. Se acerca
  • 22. 22 Obras Cortas a ella. La Galantea. Ella lo evita. Dn. Gallo insiste en el cortejo. Ella se pone nerviosa. Se enreda en las basuras que pisa. Dn. Gallo descubre las basuras. Las observa con interés. Las investiga. Las escarba. Dña Gallina se apresura también a escarbar. Escarban juntos apresuradamente. Ella se encuentra unas zapatillas, las mira, se las pone. Dn. Gallo encuentra una sortija. La toma. Se retira del basurero para contemplar a la claridad de la mañana. Dña. Ga- llina curiosea el hallazgo de Dn. Gallo. Se admira. Dn. Gallo lo exhibe orgulloso. Dña. Gallina se ubica junto a Dn. Gallo coquetona. Se miran, se sonríen. Ella esconde su mirada con pudor. Él la mira insistente con interés. Ella exhibe su mano tímidamente. Dn. Gallo le pone la sortija en su dedo anular. Se alegran. Dn. Gallo se acerca a abrazarla. Dña Gallina suavemente lo conduce hacia el basurero a escarbar. Dña. Gallina observa que nadie les vea. Dn. Gallo comprende la inquietud de Dña. Gallina y asume el rol de hacer de guardián mientras ella escarba. Entra un Gallobajero caminando vulgar e insolentemente. Cuan- do está próximo al basurero, descubre a Dña. Gallina en su que- hacer. Se entusiasma y corre también él a escarbar. El Gallobajero encuentra un medallón que anteriormente Dña. Gallina lo arrojara con desprecio. Él lo coloca sobre su pecho. Dña. Gallina lo descubre, se altera, se acerca a arrancharle el meda- llón. El Gallobajero se defiende disoluto. Dña. Gallina se refugia en Dn. Gallo, mientras el Gallobajero vuelve a escarbar. Dn. Gallo y Dña. Gallina se dirigen al intruso. Dn. Gallo lo increpa. El Gallobajero enfrenta agresivo a Dn. Gallo. Bota violentamente su gorro en el piso, deja a un lado su larga bufanda, Dn. Gallo entrega su sombrero a Dña. Gallina y se traban en terrible pelea. Dña. Gallina se horroriza. Pide clemencia al cielo. Intenta sepa-
  • 23. Petronio Cáceres 23 rarles. Se desanima. No sabe qué hacer. Mira las cosas botadas. Su rostro se ilumina con una idea. Rápidamente recoge la bufan- da y la gorra del Gallobajero, un nuevo objeto de la basura, da gracias al cielo y escapa con todo en dirección a la iglesia. Dn. Gallo y El Gallobajero ruedan por el suelo, se levantan, se golpean, se sueltan, toman aire. Se miran con odio y con cautela. De pronto, ponen atención al espacio que los rodea. Notan que ya no está Dña Gallina. Dn. Gallo la busca por uno y otro lado. El Gallobajero busca su bufanda y su gorra. Dn. Gallo busca enton- ces su sombrero. No escuentran. Hacen un gesto de comprensión de lo ocurrido. Resignados se dan disculpas. Dn. Gallo saca una botella de licor de un bolsillo. Brindan. Se abrazan. Se van juntos bebiendo pico a pico. TELÓN
  • 24. Colectivo Teatral Arista Dirección: Barrio Salvador Celi. Isla Baltra e Isla Isabela, Lote 53 cta@artepresente.net www.cta.artepresente.net Quito - Ecuador