La declaración de Córdoba estableció pautas para el diálogo interreligioso. Reconoció que los seres humanos tienen derecho a seguir y practicar libremente su propia religión y que todos deben gozar plenamente de los derechos humanos fundamentales sin distinción alguna. Instó a todas las partes a esforzarse por comprender los puntos de vista de los demás y promover la justicia, la equidad, el respeto y la libertad para todos.