2. Me presento. Me llamo Luciano, o Llucià, que es como me han
llamado desde pequeño en mi casa, mis amigos, en mi tierra de Gerona.
Ahora ando por Granada, ciudad de singular belleza.
Hay dos palabras importantes: vida y muerte, amor y sacrificio,
alegría y dolor… y vemos que éste es como una moneda con dos caras,
una mala que es agonía y otra éxtasis, camino para la gloria, como la
cruz,
Aunque aquí tratemos solo de la pérdida, pongo el índice de
los siguientes libros que formarán el camino de las lágrimas:
1: el duelo por el ser amado muerto;
2: la enfermedad
3: la angustia y el dolor interno, soledad...
4: el mal de amor (amor imposible, no correspondido, etc.);
5: el dolor por los inocentes (¿cómo Dios permite esto?);
6: el dolor de Dios (el Padre del hijo pródigo, que sufre), el dolor de
Cristo en la Cruz; el pecado;
7: la salida del dolor: dar consuelo a los demás; los 7 dolores de la
Virgen, el consuelo de la Madre.
Otros libros míos:
-Mi querida Misa
-Esperanza y salvación
-Orar (meditación para jóvenes, siguiendo la liturgia)
-Cristo Maestro, modelo del educador
-Carta a un cónyuge con dudas
Las fotos son de la red, y si alguna tiene algún derecho de
autor me gustaría saberlo para sustituirla por otra o hacer lo que sea
oportuno. También me gustaría que me hagáis sugerencias al e-mail
que pongo a continuación.
Pedidos: llucia.pou@gmail.com
c/ Nª Sra. de la Salud 2, 1º U
18014 – Granada – tel 617027236
www.impresiondigitalgami.com
2
3. ÍNDICE:
Presentación……………………………………………………4
1. El camino de las lágrimas………………………………….…7
2. El Tren de la Vida…………………………………….……….8
3. El cristiano ante la muerte…………………..…….……….20
4. La muerte digna……………………...………....….……....22
5. La vida humana es sagrada………………………...……....29
6. Azul. La Belleza de lo simple. .......................................... …35
7. A veces el duelo viene ya antes de la muerte .................... 40
8. El arte de rehacerse de los golpes. ..................................... 42
9. Confiar, dejarse llevar… .....................................................45
10. Dolor y crecimiento personal... ........................................ 64
11. Titanic o la frialdad del destino .........................................74
12. Pretensión de inmortalidad. .............................................. 75
13. La locura y rabia, primera reacción ...................................76
14. Lo sagrado y el hecho religioso ........................................ 84
15. Liturgia para los difuntos… ............................................. 86
16. Dios no nos quita nada, lo da todo................................... 88
17. "Tierras de penumbra" ..................................................... 94
18. El dolor puede ser la mejor medicina .............................. 99
19. Canto a la vida no nacida................................................. 101
20. Tristeza y dolor, compañeros saludables ....................... 123
21. Recomendaciones para recorrer el camino .................... 128
22. Entrevista a la Dra. Elizabeth Kubler Ross ...................... 133
23. Etapas del camino. .......................................................... 177
24. Duelo: etapas y tipos. ...................................................... 192
25. Ayudar a otros a recorrer el camino ............................... 203
26. Hablar del ser querido que ha muerto........................... 206
27. Como abordar el tema con los pequeños ....................... 207
28. Es muy bonito poder despedirse ...................................... 211
29. Espíritu positivo............................................................... 216
30. Hacia una conclusión… resumiendo. ............................. 218
31. Aceptar la muerte ............................................................ 222
32. El sufrimiento, la cruz de Cristo y alegría ....................... 229
33. El amor, más fuerte que la muerte………………………235
34. El consuelo ....................................................................... 223
35. Una carta que sólo tú podrás leer……………………….235
3
4. Presentación: Llevo años con ganas de escribir
sobre el dolor, para recoger algunas reflexiones, lecturas y
sobre todo experiencias del diálogo que tengo día a día con
la gente que sufre, y aunque no sea una cosa completa
aquí va...
“¿Por qué no escribes algo para la gente que sufre la
pérdida de un ser querido?”, me dijo un amigo un día… y
por ahí empezamos. El dolor no es bueno, tampoco es el
mal, es síntoma de un mal. De ahí salen muchas cosas, unas
también son positivas… sólo se engendra con dolor... No
sé si es el dolor más fuerte, porque alguna enfermedad,
como la depresión y otras formas de sufrimiento, también
son fuertes. Agradeceré mejorar estas páginas con
vuestras aportaciones.
Son muchas las preguntas que nos llegan día a día
sobre el porqué sufrir, y me gustaría ofrecer algo a mano
ágil, y de pocas páginas para acompañarte, para que tú
puedas acompañar a esas personas… pero siempre es la
compasión lo más
importante que podemos
ofrecer en esos
momentos: com-pasión es
acompañar en las
emociones, y -como no-
acompañarles al consuelo
de Dios.
El consuelo puede
llegar por muchos caminos… "En una ocasión, dice el Dr. V.
Frankl, un viejo doctor en medicina general me consultó
4
5. sobre la fuerte depresión que padecía. No podía
sobreponerse a la pérdida de su esposa, que había muerto
hacía dos años y a quién él había amado por encima de
todas las cosas. ¿De qué forma podía ayudarle? ¿Qué
decirle? Pues bien, me abstuve de decirle nada y en vez de
ello le espeté la siguiente pregunta: -¿Qué hubiera
sucedido, doctor, si usted hubiera muerto primero y su
esposa le hubiera sobrevivido?” -“¡Oh!”, dijo, ¡para ella
hubiera sido terrible, habría sufrido muchísimo!” A lo que
repliqué: “Lo ve, doctor, usted le ha ahorrado a ella todo
ese sufrimiento; pero ahora tiene que pagar por ello
sobreviviendo y llorando su muerte”. No dijo nada, pero
me tomó de la mano y, quedamente, abandonó mi
despacho.
Al dolor del duelo seguirán otros, como la
enfermedad, dolor interno, mal de amor, dolor por los
inocentes, y el consuelo de Dios y los demás.
El sufrimiento deja de ser en cierto modo
sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido,
como puede serlo el sacrificio". Chesterton consolaba a
una viuda con estas palabras: “Lo que ahora vemos es su
ausencia, pero su muerte no es su ausencia, sino su
presencia en algún otro lugar”.
Entrar en el misterio del dolor y el sufrimiento nos
merece respeto. Dedico estas páginas a estas personas,
comenzando por mi madre de quien he aprendido a vivir la
muerte de mi padre, tantos parientes, amigos… a cada
uno, cada una, que pasa por esos momentos de la muerte
de un ser querido, y os pido que me ayudéis a mejorarlas
para que sirvan a otros, pues aquí no hago más que verter
5
6. esas experiencias vividas juntos, con alguna cita que me
parece que ilustra esas vivencias, algunas reflexiones con
las que hemos rezados juntos...
Llucià Pou Sabaté, 1-2 de noviembre 2009, Fiesta de
todos los santos y Memoria de todos los difuntos.
“Aunque no lo quieras
pasarán los años
y siempre surgirá quien te haga daño.
Se irán los hijos del nido materno
en pos de sus metas y superación.
Quedarás tranquila, en paz, sosegada,
es ley de la vida, es una lección.
Aunque no lo quieras quedarás muy sola
cuando se mueran tus seres queridos,
sentirás la ausencia, el vacío profundo,
y la soledad te tendrá afligida-
Aunque no lo quieras, sumarás el tiempo.
La carne marchita, el surco de arrugas,
probará en silencio que ya estamos viejos.
Aunque no lo quieras quedarás cesante
porque te ha llegado la jubilación
y habrá mas espacios para tus labores,
para caminatas y la diversión.
Solamente Dios estará contigo
en las horas buenas y en la aflicción
y será tu escudo, tu norte y tu guía
mientras permanezca en tu
corazón” (Trina).
1. El camino de las lágrimas.
Cuando dentro sentimos esa pérdida
que nos llena de vacío. En tiempo de
6
7. prodigios (Marta Rivera de la Cruz, 2007) es una novela
donde la protagonista, Cecilia es la única persona que visita
a Silvio, el abuelo de su amiga del alma, un hombre que
guarda celosamente el misterio de una vida de leyenda que
nunca ha querido compartir con nadie. Cecilia, sumida en
una profunda crisis personal tras perder a su madre y
romper con su pareja, encontrará en Silvio un amigo y un
aliado para reconstruir su vida. Ahí se dice: “Si bien es
cierto que vivimos tiempos crueles, también es cierto que
estamos en tiempo de prodigios” (Sergio Pitol, El arte de la
fuga) pues de todo se puede aprovechar en la vida, ya que
ha pasado, pues hay que vivirlo, aceptarlo, no amargarnos
más de la cuenta, pues “las peores aflicciones son las que
nos causamos a nosotros mismos” (Sófocles, Edipo Rey).
Ahí aparecen junto a los recuerdos buenos los reproches.
¿Por qué me cerraba en estas situaciones? Uno deja de
depender de los padres, del cordón umbilical… “Quizá
porque intuía que hay cosas que queremos que nadie
comprenda, cosas que pertenecen al territorio sagrado de
esas decisiones que ni siquiera nosotros mismos sabemos
por qué tomamos. Mi madre jamás preguntaba por qué.
Aceptaba. Justificaba. Llegado el caso, y si era posible,
disculpaba incluso. Pero lo que no hacía era juzgar… ahora
que nuestra madre se había marchado, iba a faltarle un
guía, un maestro en el arte intrincado de la bondad, de la
generosidad, de la entrega.
Cuando nuestra madre murió, envidió intensamente
la condición maternal de mi hermana. Ahora que no podía
llamar madre a nadie, alguien la llamaba madre a ella”. Y es
verdad, uno olvida las penas cuando siente las de las
demás, cuando siente el amor de los demás, “un clavo se
quita con otro clavo”… el hueco que deja una pérdida
7
8. nunca se llena, y se puede mitificar, pero también puede
irse llenando de matices, a veces también grises,
traumáticos, y así mientras nuestra protagonista ve que
“en los bancos había padres leyendo el periódico, parejas
besándose, jubilados matando el tiempo de su eterno
domingo”, piensa: “creo que uno de los más raros
momentos de la infancia es aquel en el que descubres que
tus padres te mienten. Hay algo que se quiebra, una
especie de decepción sorda, de mudo reproche hacia
aquellos en los que habías depositado tu confianza
absoluta en la seguridad de que nunca iban a engañarte”.
Todo forma parte de una madeja, que a veces se mitifica y
se construye de nuevo, pero otras se mantiene con sus
traumas y momentos felices.
2. El Tren de la Vida. Corre por Internet un relato:
cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos
personas queridas que nos harán conocer el viaje hasta el
fin: nuestros padres. Lamentablemente, ellos en alguna
estación se bajarán para no volver a subir más.
Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto.
Pero, a pesar de esto, nuestro viaje debe continuar;
conoceremos otras interesantes personas, durante la larga
travesía, subirán nuestros hermanos, amigos y amores.
Muchos de ellos solo realizarán un corto paseo, otros
estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y
tristezas.
En el tren también viajarán personas que andarán de
vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite. Muchos se
bajarán y dejarán recuerdos imborrables. Otros en cambio
viajarán ocupando asientos, sin que nadie perciba que
están allí sentados. Es curioso ver cómo algunos pasajeros
8
9. a los que queremos, prefieren sentarse alejados de
nosotros, en otros vagones. Eso nos obliga a realizar el
viaje separado de ellos. Pero eso no nos impedirá, con
alguna dificultad, acercarnos a ellos. Lo difícil es aceptar
que a pesar de estar cerca..... No podremos sentarnos
juntos, pues muchas veces otras son las personas que los
acompañan.
Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños,
fantasmas, esperas,
llegadas y partidas.
Sabemos que este
tren sólo realiza un
viaje, el de ida.
Tratemos, entonces
de viajar lo mejor
posible, intentando
tener una buena
relación con todos
los pasajeros,
procurando lo mejor de cada uno de ellos, recordando
siempre que, en algún momento del viaje alguien puede
perder sus fuerzas y deberemos entender eso. A nosotros
también nos ocurrirá lo mismo: seguramente alguien nos
entenderá y ayudara. El gran misterio de este viaje es que
no sabemos en cual estación nos tocará descender.
Pienso en cuando tenga que bajarme del tren,
¿Sentiré añoranzas? Mi respuesta es: “Sí”; dejar a mis hijos
viajando solos será muy triste. Separarme de los amores de
mi vida, será doloroso. Pero tengo la esperanza de que en
algún momento nos volvamos a encontrar en la estación
principal y tendré la emoción de verlos llegar con muchas
9
10. más experiencias de las que tenían al iniciar el viaje. Seré
feliz al pensar que en algo pude colaborar para que ellos
hayan crecido como buenas personas. Ahora, en este
momento, el tren disminuye la velocidad para que suban y
bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren
va parando... ¿Quién subirá?, ¿Quién será? Me gustaría que
tú pensaras que desembarcar del tren no es solo una
representación de la muerte o el término de una historia
que dos personas construyeron y que por motivos íntimos
dejaron desmoronar.
Estoy feliz de ver como ciertas personas, como
nosotros, tienen la capacidad de reconstruir para volver a
empezar, eso es señal de
lucha y garra, y saber vivir
es poder dar y obtener lo
mejor de todos los
pasajeros.
Agradezco a Dios
que estemos realizando
este viaje juntos y a pesar
de que nuestros asientos
no estén juntos, con
seguridad el vagón es el
mismo.
“Pérdida”… ¿Qué
es “pérdida”? Algo tan
amplio que va desde la
ruptura de un matrimonio, el fin de una relación de pareja,
el alejamiento forzado de las personas que amamos, la
pérdida de un empleo, los cambios físicos repentinos
10
11. debidos a una enfermedad o accidente, la pérdida de
bienes (para algunos también, aunque para muchos
quedan lejos de las relaciones personales), la desilusión por
ciertos objetivos e ideales al ver que las personas nos han
fallado y que aquello no era lo que esperábamos… Cuando
nos acontece todo eso debemos pasar por un proceso de
duelo. Es un camino sinuoso y complejo que supone una
experiencia intensa a nivel psíquico, emocional, mental y
espiritual. Aquí nos centraremos en el duelo ante la
muerte, y más adelante otros tipos de pérdida, pero está
claro que algunas ideas sirven para toda pérdida… Es
importante aprender a tomar conciencia de nuestros
sentimientos y emociones y también a expresarlos con
precisión y de forma no agresiva. Todos, sin excepción,
hemos tenido y/o tendremos conflictos, pérdidas,
enfermedades y muerte. Todos, en algún momento,
acompañamos en este camino difícil a otra persona que las
padece. Existe la posibilidad de construir relaciones
creativas y de calidad en situaciones vitales muy duras
(Cómo crecer a través del duelo, Rosette Poletti, Barbara
Dobbs, 2008).
El desafío de la pérdida: la palabra tiene su origen
en el prefijo “per”, que quiere decir al extremo,
superlativamente, por completo, y a continuación se
compone de “der”, que es un antecesor de nuestro verbo
dar. Y dice J. Bucay: “partiendo de esto pensé que la
etimología me obligaba a pensar en la pérdida como la
sensación que tiene quien siente que ha dado todo a
alguien o a algo que ya no está. ¿La palabra pérdida tiene
que ver con haber dado lo máximo? Y entonces pensé: "No,
no puede ser. ¿Dónde está el error? Porque cuando uno da,
en general, no siente la pérdida, en todo caso lo perdido es
11
12. lo que alguien, la vida o las circunstancias te sacan". Y me
acordaba de Nasrudím... Él anda por el pueblo diciendo: -
He perdido la mula, he perdido la mula, estoy desesperado,
ya no puedo vivir.
-No puedo vivir si no encuentro mi mula. -Aquel que
encuentre mi mula va a recibir como recompensa mi mula.
Y la gente a su paso le grita: -Estás loco, totalmente loco,
¿perdiste la mula y ofreces como recompensa la propia
mula? Y él contesta: -Sí, porque a mí me molesta no tenerla,
pero mucho más me molesta haberla perdido. Porque el
dolor de la pérdida no tiene tanto que ver con el no tener,
como con la situación concreta del mal manejo de mi
impotencia, con lo que el afuera se ha quedado, con esa
carencia de algo que yo, por el momento al menos, no
hubiera querido que se llevara. Quizás, pienso ahora, ahí
está la base etimológica de la palabra. La pérdida nos habla
de conceder mucho más de lo que estoy dispuesto a dar.
Quizás en el fondo yo nunca quiero desprenderme
totalmente de nada, y la vivencia de lo perdido es tema del
"ya no más". Un "ya no más" impuesto, que no depende de
mi decisión ni de mi capacidad. Así que este dolor del duelo
es entonces la renuncia forzada a algo que hubiera
preferido seguir teniendo. ¿Pero cómo podría evitarlo?”
Muchas veces, esta pérdida afecta a algo vital, lo
que más queremos, y llegamos a pensar que la vida no
tiene sentido, pero la realidad es más rica, como decimos
en misa: “la vida no se acaba, se transforma”, y comienza
una Vida. A veces, tomamos un aspecto de la realidad,
“sentimos” una parte, absolutizamos eso que sentimos, y
aunque sea “normal” que eso pase, no que “me pase a
mí”, y nos parece que eso es lo real y que durará siempre,
12
13. pero no es así -sigue Bucay-: “las emociones redundan en
que yo me prepare para la acción. Y esta acción de alguna
manera me va a conectar con el estímulo.
Aunque conexión también puede querer decir salir
corriendo, porque conectarse quiere decir estar en sintonía
con lo que está pasando. Dicho de otra manera, hay una
relación entre lo que hago, lo que siento, lo que percibí y el
estímulo original.
Esta respuesta (mi respuesta) me conecta durante
un tiempo con la situación y la modifica (aunque más no
sea, en mi manera de percibir el estímulo). La conexión, en
el mejor de los casos, llegado un momento se agota, se
termina, pierde vigencia y entonces vuelvo a estar en
reposo. Este ciclo, que se llama ciclo de la experiencia, se
reproduce en cada una de las situaciones, minuto tras
minuto, instante tras instante, día tras día de nuestras
vidas. También cuando este estímulo es la muerte de
alguien. Lo que me pasa a mí en este caso recorre
exactamente el mismo circuito: percibo la situación del
afuera, me conecto con una determinada emoción,
movilizo una energía, que se va a tener que transformar en
acción para que establezca contacto con esa situación
concreta, hasta que esa situación se agote y vuelva al
reposo”. Esta elaboración se da, no sólo frente a la muerte
de alguien, sino en muchas otras pérdidas, nuestra
conexión no se agota con lo real, hay un apego y un
desapego, tanto en las pérdidas grandes como en las
pequeñas: “Cada pérdida, por pequeña que sea, implica la
necesidad de hacer una elaboración; no sólo las grandes
pérdidas generan duelos sino que toda pérdida lo implica.
Por supuesto que las grandes pérdidas generan
13
14. comúnmente duelos más difíciles, pero las pequeñas
también implican dolor y trabajo. Un trabajo que hay que
hacer, que no sucede solo. Una tarea que casi nunca
transcurre espontáneamente, conmigo como espectador.
Si bien hay cierta parte que ocurre naturalmente, la
elaboración implica como mínimo cierta concientización,
un darme cuenta y un hacer lo que debo. Un camino no por
elegido y necesario forzosamente placentero…, un camino
doloroso”.
Nos parece que muchas cosas son para siempre y
vamos viendo que se acaban, aunque sólo sea porque las
personas nos morimos, el “para siempre” sólo sirve de cara
a las eternidades, y si tengo esto claro miraré con otros
ojos muchas cosas que tomo para toda la vida, y podré
aferrarme tranquilo a ellas, porque estarán a mi lado hasta
mi último minuto. Pero también es posible que aunque yo
he decidido que estén conmigo para siempre, sea
abandonado por esa persona, pierda esa cosa, cambie esa
situación… Y si tengo un sentido de trascendencia de mi
vida, y me “curto” a base de las crisis de cada día, estaré
preparado para la siguiente pérdida.
Crisis en latín significa decisión (del griego “krino”:
yo decido, juzgo) y significa una mutación que se produce
en una enfermedad, o en cualquier proceso físico o
histórico, o momento delicado o conflictivo en un asunto
importante, para mejoría o empeoramiento. Comparte
etimología con cribar (qué tomo y qué dejo de lo que
tenía), con criterio (saber escoger lo bueno de entre
muchas cosas, tomar el camino justo), con crítico
(momento importante, problema, dificultad, trance),
14
15. crisálida (fase de reposo en el que el animal ni se alimenta
ni se mueve y sufre una metamorfosis completa para
desarrollarse por ejemplo en mariposa, algo maravilloso).
No es que la crisis sea buena, pero no nos podemos
adaptar a esos cambios de la vida y no podemos crecer en
ellos sin el efecto bofetada. En relación a duelo, nada
parece ahogar el dolor insoportable, a veces, al inicio sobre
todo, pero luego tiene sus etapas, de crisis en relación a
sufrimiento.
Crisis = cambio, no es estable, pero la
transformación depende de ti, puedes hacer que el cambio
puede ser a tu favor. Tomar la iniciativa, hacer algo, no solo
a nivel de intenciones y menos de quejarse solamente,
pues va bien para desahogarse, pero en la justa medida, si
no nos configuramos negativamente, nos “pasamos de
rosca” y lo vemos todo negativo y arrastramos a los demás
a nuestra negatividad, y nos rehúyen. Crear un ambiente
solidario es siempre la solución, a base de tener en cuenta
los demás, porque si los demás están mejor yo también, lo
que mueve todo es el amor, y mi principal misión será
siempre que los demás estén bien, así estaré yo mejor. La
crisis será buena si la sabemos gestionar. Así lo decía Álex
Rovira en La buena crisis. Lo importante no es la realización
de los deseos sino lo que los deseos hacen para que nos
realicemos. Trabaja con discapacitados, y ha visto que
podemos mucho cuando se nos exige: hay muchas
potencialidades dentro de nosotros que al ponernos a
prueba salen, tenemos dentro un poder inmenso, que se
desarrolla cuando vemos que los demás dependen de
nosotros... Hemos de poner la inteligencia al servicio del
amor, esa es la fuerza del corazón, que mueve el mundo…
15
16. (en youtube se puede ver a ese autor explicando en la tele
estas ideas).
Pienso que las emociones nos colapsan como en
Romeo y Julieta, o El jardinero fiel, y esas ideas románticas
absolutizan un momento presente pero no tienen en
cuenta a los demás: si yo me muriera por una tristeza sería
como dejarme llevar por un aspecto de la vida, pero es
mejor tomar distancia de ese sentimiento dominante, ver
más allá de él, ver la realidad entera: a la familia y a los
amigos, a Dios por encima de todo, que me pide no
abandonar. Sería mejor luchar más, para llevar todo
adelante, no retener a quien se ha ido, no querer
“atraparlo” ni irme con él, no apegarme, no encerrarme en
el duelo, abrirme a la vida que continúa y saber que él/ella
estarán contentos si yo me dedico a los que están vivos,
como me dediqué a él/ella cuando estaba conmigo.
¿Cómo prepararnos a esta libertad?: Disfrutando de
la vida. A veces estamos con miedo, enfrascados en una
espiral de búsqueda de seguridades, que no nos deja paz…
¿Cuándo puedo yo disfrutar de algo si estoy vigilando que
nada ni nadie me lo arrebaten? Recuerdo que hace tiempo
me encontré unos gemelos de camisa, que debían ser de
oro, y en un traslado de vivienda pensé que los había
perdido, y sentía mucho la pérdida, pero al encontrarlos ya
no me decían nada: de hecho, casi no me los he vuelto a
poner… Reconozco que es una postura tonta eso de tener
cosas que no usamos… también, hace tiempo, me
regalaron una colonia buena y después de un par de años
de casi no usarla la regalé a mi madre que le saca más
provecho. Así, nos aferramos a las cosas inútiles,
retenemos también el dolor con fuerza para que nadie
16
17. pueda quitárnoslo. Dice Bucay que lo que sigue a aferrarse
siempre es el dolor. “El dolor de la mano cerrada, el dolor
de una mano apretada que obtiene un único placer posible,
el placer del que no ha perdido, el único placer que tiene la
vanidad, el de haber vencido a quien me lo quería sacar, el
placer de "ganar", pero, ningún placer que provenga de mi
relación con el objeto en sí mismo. Esto pasa en la estúpida
necesidad de mantener algunos bienes inútiles. Esto pasa
con cualquier idea retenida como baluarte. Esto pasa con la
posesividad en cualquier relación, aún en aquellos vínculos
más amorosos (padres e hijos, parejas). Lo que hace que
mis vínculos, sobre todo los más amorosos, sean espacios
disfrutables, es poder abrir la mano, es aprender a no
vincularnos desde el lugar odioso de atrapar, controlar o
retener sino de la situación del verdadero encuentro con el
otro”, que hemos de aprender en el camino del encuentro,
que sólo puede ser disfrutado en libertad.
Mucha gente cree que no aferrar significa no estar
comprometido, como la moda, que algunos han
introducido de las filosofías orientales. Siempre nos
apegamos a quienes queremos, ponemos el corazón, me
aferro a quienes son importantes para mí, y los
existencialistas decían que entonces mi aferrarme es
símbolo de mi interés y por lo tanto es egoísmo... pero si
no hay algo de apegamiento no hay compromiso, la
frialdad es desamor. Hoy volvía de Misa y estaban unos
jóvenes de mañana, después del botellón de primavera, y
me dice uno: “-Padre, ¿le gusta la música?” Le contesté que
sí. Siguió él: “-Es la alegría del corazón, da la emoción a la
vida, sentimiento a las cosas…” Iba a seguir, pero me volví
y le dije: “¿Sabes cuál es lo que mueve la música de la vida,
el corazón de las personas?...: el amor… Eso es lo que nos
17
18. da vida, música a todo lo que hacemos” La chica del lado
sonrió con él, y los demás, iban con la resaca pero
compartieron eso conmigo y me dijo el chico: “eso, el
amor…” y al ver lo distinto de nuestra situación: ellos
vestidos de bohemios hippies y yo de sacerdote, añadió:
“cada uno en sus cosas”… Ya no seguimos concretando…
¿Dónde está el equilibrio? Como siempre, es
cuestión de amor. Y hay que procurar no caer en
simplicismos de pasarse por frío o meloso con argumentos
de que es necesario porque... “Esto es lo mismo que
deducir que como los muertos no toman Coca-Cola, si
tomas Coca-Cola te volverás inmortal”. Hay quien piensa
que es necesario enfadarse para poder hablar, sin darse
cuenta que muchas veces es una impresión subjetiva, que
generalmente hace que la gente se aleje. Es lo mismo que
justificar el absurdo argumento de las guerras que se hacen
para garantizar la paz. En las dos puntas están los que
hacen sufrir inútilmente a los demás, volcando en ellos sus
continuos sufrimientos: y los que por no hacer sufrir a los
demás se beben el dolor y no corrigen nunca. El
compromiso está en un equilibrio entre la posesión
enfermiza que nunca tiene bastante y el desapego del que
no quiere implicarse con nada ni con nadie. No poner el
corazón es una posibilidad, la del egoísta, un seguro contra
el sufrimiento, pero se paga una prima: no amar. Sigue
Bucay: “No enredarse afectivamente con nada ni con
nadie… Posiblemente no consigas no sufrir pero sufrirás
mucho menos; lo que seguramente perderás en el trato es
la posibilidad de disfrutar. Porque no hay forma de
disfrutar si estoy escapando obsesivamente del
sufrimiento. Y la manera de no padecer "de más" no es no
amar sino que es no quedarse pegado a lo que no está. La
18
19. manera es disfrutar de esto y hacer lo posible para que sea
maravilloso, mientras dure. Quiero decir, vivo
comprometidamente cada momento de mi vida, pero no
vivo mañana pensando en este día de ayer que fue tan
maravilloso. Porque mañana debo comprometerme con lo
que mañana esté pasando para poder hacer de aquello
también una maravilla. Mi idea del compromiso es la del
anclaje a lo que está pasando a cada momento y no a lo
que vendrá después. Y creo que quedarse pegado a las
cosas es vivir cultivando el pasado, cultivando lo que ya no
es. Es ocuparme de los tomates que ya no están,
descuidando la lechuga que necesita de mí ahora.
¿Qué pasa si uno se anima a descubrir su relación
con el otro cada día, qué pasa si uno renueva su
compromiso con el otro cada noche? ¿Será esto una actitud
"light", poco comprometida?
Yo digo que no. La herramienta para no sufrir no
debería ser el no compromiso sino el desapego. Si mañana
esto que tanto placer te da se termina, sé capaz de dejarlo
ir: pero, mientras está, todo debe ser compromiso”.
Pienso que la libertad implica un compromiso de
amor que puede ser para siempre, y una manera de vivir el
compromiso actual como bueno es no tocarlo, no
manosearlo. Las cosas que se quieren mantener, cuidarlas
con esmero: familia, amistad. Pero sin miedo, respetando la
libertad, como hizo Jesús con sus apóstoles, en aquel
momento de crisis: “¿también vosotros queréis iros?”, y
ellos reafirmaron su lealtad: “¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de vida eterna”. Esos compromisos abarcan la
afectividad, hay un apegamiento, que es bueno, mientras
19
20. no sea enfermizo, como veremos también al hablar del mal
de amor al referirnos al amor y la dependencia en el cuarto
paso del camino de las lágrimas. Se decían dos amigos que
se habían cambiado de lugar de residencia:
“-Siento tanto tu ausencia, que te hayas ido… sufro
mucho”.
-“Me da pena, casi prefiero que no me hubieras
conocido, para que no sufrieras…”
-“¡Nunca…! ¡Prefiero sufrir!”
3. El cristiano ante la muerte. La pérdida más grave,
la definitiva, es la muerte: he dedicado a este tema otro
escrito, que al principio llamé Vida más allá de la muerte,
pero después lo integré dentro de un libro más amplio con
el título Esperanza y salvación, porque no vivimos pensando
en el cielo sino que ya estamos aquí viviendo en esperanza
esa Vida que luego gozaremos, la salvación comienza con
ese amor que compartimos en el Señor. Pero, de todas
formas, nos impacta cuando llega esa realidad, el trance
definitivo, la debilidad e impotencia que sentimos cuando
alguien ha muerto, ante el despojo de un difunto, un
cadáver a quien quisiéramos dar vida y no podemos, el
realismo de ese momento sin trampa nos deja
consternados.
Los parientes, amigos, familiares y la comunidad
cristiana: un clima muy complejo. El cuerpo del muerto
genera preguntas, cuestiones insoportables. Nos enfrenta
ante el sentido de la vida y de todo, causa un dolor agudo
ante la separación y el aniquilamiento. Mirar un cadáver es
algo terrible. A mí me gusta rezar ante el difunto, pero
entiendo a mis amigos cuando dicen que al morir no
quieren ser vistos. A mí tampoco me gustan esas colas de
20
21. gente que va a ver a alguien cuando ha muerto, cuando
podían haberlo visitado antes, mientras estaba enfermo, y
dicen cosas muy “sentidas”, y sueltan lágrimas de
cocodrilo… Corre por Internet un hermoso poema, que se
titula Ahora que estoy vivo:
“Prefiero que compartas conmigo unos minutos,
ahora que estoy vivo y no una noche entera, cuando yo
muera.
Prefiero que estreches suavemente mi mano ahora
que estoy vivo, y no que apoyes tu cuerpo sobre mi
cadáver, cuando yo muera.
Prefiero que me hagas una breve llamada ahora que
estoy vivo y no que emprendas un inesperado viaje, cuando
yo muera.
Prefiero que me regales una sola flor, ahora que
estoy vivo, y no que envíes un hermoso ramo, cuando yo
muera.
Prefiero que eleves por mí una corta oración, ahora
que estoy vivo (además de) una eucaristía cantada y
concelebrada, cuando yo muera.
Prefiero que me digas unas palabras de aliento
ahora que estoy vivo, y no un desgarrador poema, cuando
yo muera.
Prefiero que me escribas unas cortas palabras,
ahora que estoy vivo, y no un poético epitafio sobre mi
tumba, cuando yo muera.
Prefiero disfrutar de los más mínimos detalles tuyos,
ahora que estoy vivo, y no de grandes manifestaciones de
pesar, cuando yo muera.
¡La vida nos da la hermosa posibilidad de demostrar
nuestros afectos a los seres amados, no la
desaprovechemos!”
21
22. Ese ser querido, del que tantos recuerdos tienes,
que cuando te enfadabas con él pensabas que a pesar de
todo si se muriera lo sentirías, que entrelazó su vida con la
nuestra, ahora hay que enterrarlo. Y después del funeral,
en Granada se llevaba al cortejo fúnebre por el paseo más
bonito de la ciudad, a los pies de la Alhambra, al lado del
río, camino al cementerio, por eso se llama así: el Paseo de
los tristes, también lo dijo Becquer: “¡Qué solos y tristes se
quedan los muertos!"
4. La muerte digna. Hoy se puede prolongar la vida
gracias a los progresos de la ciencia y la tecnología. El
trasplante de órganos, incluido el corazón, es una
maravilla. Pero también se puede provocar una larga
dolorosa agonía sin sentido: lo hemos visto en muchos
casos, y se ha ido formando una ética al respecto. El
derecho a una "muerte digna" es un tema importante,
como veremos en el libro 2 del camino de las lágrimas, al
tratar de la enfermedad terminal. Cuando el cuerpo ya ha
cumplido su ciclo normal de vida, no hay obligación de
recurrir "a métodos extraordinarios" para prolongar la
vida, según lo define la Iglesia. El enfermo tiene derecho de
pedir que lo dejen morir en paz, como recordamos que dijo
Juan Pablo II: “dejadme ir a la Casa del Padre”.
Instrucciones previas (o testamento vital).
Recuerdo un buen hombre, que me mandó un modelo de
esos, privado, muy sentimental, que dejaba cualquier
decisión en manos de un hijo en caso de enfermedad. Le
hice ver que estaba poniendo al hijo en tentación de
quitarle la vida en caso de necesidad, pues él era
millonario... convino conmigo en que era mejor el de la
22
23. Conferencia Episcopal, de directivas anticipadas, accesible
por Internet, respetuoso con los valores morales y la
dignidad del enfermo.
“No volverás nunca más / pero perduras / en las
cosas y en mí, / de tal manera / que me cuesta / imaginar-te
absente / para siempre” (Miquel Martí Pol). Ante la muerte
de un ser querido, nos vienen a la mente muchas cosas...
así me lo decía una persona amiga: “son reflexiones que
nos vienen a la cabeza desde que ha muerto ella. Pido y a
Dios que nos ayude a encontrar respuestas ciertas.
Abracémonos y démonos vida, para poderla dar”. Ante la
muerte de una amiga que había muerto debido a un
testamento vital –la familia accedió a que no la
alimentaran, cuando sin salir del coma cogió una infección-,
escribía:
-“¿De qué nos sirve el don de profecía, si ese ‘amor’
no da la vida...?, si no hay amor, no hay vida” Y yo pensaba
que sí, que somos ignorantes, pues sabemos de muchas
cosas pero no sabemos responder qué es ese amor que da
vida...
“¿Nosotros podemos decidir si vale más nuestra
vida que la suya? ¿Tiene más valor la nuestra?” Estos días he
visto “El circo de las mariposas”, un corto estupendo,
donde el cine se hace humanidad, lo he colgado en mi blog,
http://alhambra1492.blogspot.com .
“¿Es el sufrimiento que la limita, o bien la muerte
decidida libremente?” Sobre esto no tengo ni idea: pero, en
los párrafos siguientes intentaré explicar algo de lo que se
dice, porque vemos dentro de nosotros que hay algo
divino, que nos dice que no somos dueños de la vida, y que
conecta con la pregunta siguiente:
“¿El amor que se le daba, quien lo recibirá?… Su
vida”. Es el gran misterio: el enfermo es fuente de amor, en
23
24. esos planes misteriosos de amor. Curiosamente, es la
primera vez que veo escrito eso de esta manera, y tengo
ganas de desarrollarlo.
“La alegría de vivir, quizá, no la tenía, pero el don
de la vida, sí. ¿Quizá la tenemos nosotros, esa alegría…?
Antes de nacer, esta vida que defendemos, tampoco la
tiene, aún” (esa alegría). Es decir, no podemos “medir” la
vida con bienes que parecen esenciales, como aún el
mismo gozo, la calidad de vida, porque ¿quién se atreve a
definir lo esencial de la vida, fuera de la misma vida?
“Pedimos vida, esta vida para toda la humanidad, y
cuando nos toca ponernos a favor de la vida, ¿qué
hacemos? ¿No nos desentendemos, a veces? ¿Quién nos lo
da el derecho sobre la vida? Dios, es quien nos lo da”.
Sobre esto, no tengo nada que añadir, está todo dicho…
Así es. La película reciente “Amazing Grace” sobre el
diputado inglés que consiguió la abolición de la esclavitud,
luchando contra todos los intereses y la pasividad de la
cultura de la época, es un ejemplo a imitar ante la batalla
actual de la dignidad de la vida humana, tanto en el
nacimiento como ante la muerte. No podemos quedar
pasivos, como muchos, en tiempos de Hitler, o de la
esclavitud, ante tantos que mueren. ¿Qué queremos que
digan de nosotros, nuestros sucesores? Estos días, un
obispo irlandés, reconocía ante la opinión pública: me
porté mal escondiendo los abusos de algunos sacerdotes…
me daba cuenta, pero no supe ir contra la costumbre de no
castigar suficientemente aquello…
“La alegría y la paz, ¿de qué nos ha de venir? –De
Dios, que renueva los corazones arrepentidos, que renueva
la vida: la misericordia de Dios”. Así es.
24
25. Y tomo de un comentario del blog: “Al leer esta
entrada se me viene a la cabeza algo que ha pasado en dos
ocasiones ya en mi familia, la primera vez, mi abuelo, de 90
años casi agonizante, se sabía que mas de dos días no iba a
durar, alguien sugirió adelantar el momento
desconectándolo del respirador porque ‘ya no estaba entre
nosotros’, mi madre se opuso tajantemente con estas
palabras: ‘ni hablar, su vida, es suya hasta el último
momento, aunque no me oiga mientras esté ahí yo le veo y
puedo seguir diciéndole que le quiero’.
Años más tarde pasó algo parecido con una tía mía,
ante la situación irreversible alguien dijo que mejor era que
la muerte llegará cuanto antes, mi tía no sufría sino que ya
no conocía a nadie y realmente iba a morir en breve
tiempo. Mi madre otra vez alzo su voz, esta vez vino a
decir: ‘Puro egoísmo, queréis que sea rápido para aliviaros
vosotros vuestro trabajo con ella y vuestro propio
sufrimiento, su vida es suya y a mí no me importa darle
parte de la mía cuidándola el tiempo que le quede.’
En los dos casos las palabras de mi madre hicieron
que el resto callara y tanto mi abuelo como mi tía se fueron
cuando Dios quiso”. Pienso que ahí se ilustran muy bien el
punto clave que intento tocar: 1) la dignidad de la vida está
en la misma vida sagrada, en sí misma, no en ninguna
circunstancia de esta vida (conciencia, salud, utilidad, etc.);
2) el enfermo nos está dando humanidad a nosotros, es
fuente de amor...
En la atención de los enfermos terminales hay
conflictos de interpretación. Una cosa es prescindir de
aquellos métodos extraordinarios y otra es la de provocar
25
26. la muerte positivamente: crimen, que es llamado eutanasia.
Tampoco podemos llamar "muerte digna" al suicidio. Ni
estamos obligados a posponer dolorosamente el momento
de la muerte, ni podemos provocarla.
La eutanasia es ahora un debate parlamentario en
los países de occidente, como una función teatral de los
que se llaman progresistas. De una parte, se plantea la
solución de casos de enfermedad muy dolorosa o de
muerte segura. Y en el fondo está la emoción que hemos
tenido todos con motivo de la muerte del tetrapléjico
Ramón Sampedro. Fue llevado por las Asociaciones de
ayuda a morir a que deseara la muerte, porque su equilibrio
mental era deficiente en esas circunstancias en las que hay
tendencias depresivas. Se va diciendo que la mayoría de la
gente según las encuestas apoya la eutanasia, en ciertos
casos, y estos argumentos que se van llevando al cine. La
película Mar adentro es un ejemplo de una sensibilidad
exquisita y una mentira al servicio de una ideología, quizá
por el resentimiento que el director tiene contra la religión.
Al ver las noticias vamos participando de estos
sufrimientos, y acabamos por decir: “efectivamente, hay
que hacer algo”.
De otra parte tenemos la novela “Ámsterdam” que
nos muestra en toda su crudeza adonde lleva una ley hecha
para “ayudar” al débil pero que deja la puerta abierta a que
se use la eutanasia como medio legal de eliminar a quien le
tienes manía. En este caso, dos amigos egoístas, que a
causa de una confusión, de un malentendido sobre una
mujer que los dos se disputan, se desean la muerte uno al
otro, en un momento determinado. Consiguen el
certificado médico para matarse sobre la base de que el
26
27. otro está depresivo y su vida no reúne condiciones para ser
vivida. El entuerto no se puede resolver por la muerte de
los protagonistas, como en los mejores dramas del
Shakespeare. Tenemos casos reales como uno que pasó en
Lieja: confundirse de paciente en la aplicación de la
eutanasia. O el doctor Shipman, que mató a 15 pacientes
ingleses con diamorfina: se fue sospechando de él al
quedarse con las herencias de los pacientes. Es lógico que
los médicos teman la eutanasia para no ser considerados
potenciales verdugos y puedan caer sospechas sobre su
honorabilidad profesional; pero en una profesión con tal
índice de paro, los hay para todos los gustos y
efectivamente algunos no temen la amenaza bíblica:
“exigiré satisfacción por la vida del hombre... quien
derrame la sangre verá la suya derramada”.
La dignidad humana descansa sobre todo en la fe en
Dios, que nos dice que es sagrada. A partid de aquí, le
vamos poniendo cosas: que la persona esté consciente,
inteligente, que sea guapa, etc. El gran Ingmar Bergman ha
creado films preciosos en su planteamiento sobre la
esencia de la persona y su sentido de la vida, pero al no
poder dar respuesta queda frustrada esta búsqueda y deja
una puerta abierta a la eutanasia en sus últimas
declaraciones televisivas. Al final, murió de muerte
natural… Hoy día, una vez perdida la confianza en la “diosa
razón” y destrozada la voluntad por Nietzsche, nos queda
la herencia sentimental freudiana. Como decía Bergman en
una de sus películas, somos muchas veces educados para el
éxito y las cosas de trabajo pero “emocionalmente
analfabetos”, ya que dependemos de unas modas y una de
ellas es que la eutanasia es progresista. Libertad, gritamos,
pero ¿dónde está la responsabilidad?; una vez atropellada
27
28. la dignidad de la persona, caemos en el mundo de la tiranía
(como en la película “Matrix”), y esto es algo muy pero
muy peligroso: aquí no se juzgan las intenciones de una
persona que opta por morir, sino que se está hablando de
una legislación sobre la vida, que es algo de lo más serio, y
no frívolamente.
Una persona puede concebir su muerte como la
única opción para poner fin a su sufrimiento, y de ver que
requiere la ayuda de un tercero, dicen a favor de la
eutanasia. Pero si bien algunos no encuentran solución a la
situación incurable, intolerable, insoportable, a la sensación
de inútil, la solución siempre pasa por los cuidados
paliativos: alguien que le haga sentir la alegría de vivir,
cambiar la sensación de inútil por sentir que importa a
otros. Una sociedad para la que –fuera de términos de
producción o de sujetos de consumo- no somos nadie, está
dispuesta a eliminar los incapacitados tanto por
incompetencia laboral o enfermedad, los “parásitos”, pero
matar a alguien es una cosa muy seria y un camino sin
retorno, que hay que pensarse dos veces.
Una cosa es no castigar (tolerar) una asistencia al
suicidio, como el caso de Sampedro, y otra legislar sobre su
aprobación, dando así carta blanca a los que quieran
ofrecernos una “condena a muerte”. Toda nuestra
sociedad se fundamenta en el derecho a la vida, y si se
vulnera este principio –como ya se hace con el aborto- la
lógica de la vida deja paso a una incertidumbre, a una
sociedad salvaje y tenebrosa. Sin que esté presente en las
intenciones de los legisladores, nos puede conducir luego a
diversos tipos de selección de las personas, una legislación
que favorece formas de nazismo.
28
29. La experiencia es que, en algunos sitios donde hay
aprobación de la eutanasia, se ha pasado del suicidio
asistido a la eutanasia de enfermos terminales, para seguir
después con los enfermos crónicos, con los que pasan por
enfermedades físicas, con los que tienen problemas
psicológicos, como el caso de aquella persona que pidió
morir en un estado de depresión y, efectivamente, la
ayudaron a morir con atención médica, en lugar de
ayudarle a sobrellevar el peso de la desgracia familiar que
le estaba afectando. Así, se va yendo de la eutanasia
voluntaria a la involuntaria, la que llaman "terminación del
paciente sin petición explícita.
¿Dónde está la frontera, que cuando se cruza se va
contra el hombre? ¿Cuándo es el hombre un lobo para el
hombre? Cuando nos saltamos la dignidad humana. Esto
nos lleva a la pregunta: ¿hay una verdad sobre el hombre,
sobre los derechos humanos, o todo son opiniones del
momento?
5. La vida humana es sagrada, porque tiene
esencias divinas, para vivir la vida eterna. En paleontología
sabemos que nos encontramos con restos humanos
cuando tenemos entre los testimonios arqueológicos
tumbas, actos culturales o artísticos, generalmente
también de tipo religioso. En ellos podemos descubrir la
idea que las diferentes culturas tenían del más allá.
También había ritos de entrar en contacto con los difuntos
(inhumación en la casa, trepanación de cráneos, comer
ritualmente el cerebro, espiritismo, y más tarde las
historias de apariciones, fantasmas, ánimas en pena, y ese
29
30. mundo supersticioso que aún dura de trasponer los
dinteles de la muerte y saber algo del más allá.
Una luz en las tinieblas. Jesús nos dice: "Yo soy la
Luz del Mundo. Quien me sigue no andará en tinieblas";
nos descubre el sentido de la vida, y nos habla de la vida
más allá de la muerte. A la muerte de Lázaro, le dice a
Marta: "Yo soy la Resurrección. El que cree en Mí, aunque
muera vivirá. El que vive por la fe en Mí, no morirá para
siempre" (Jn 11,25); y también nos habla de la Vida eterna:
"yo soy el Pan vivo bajado del Cielo; el que coma de este
Pan, vivirá para siempre… El que come mi carne y bebe mi
sangre, vive de la vida eterna y yo lo resucitaré en el último
día" (Jn 6,51.54).
Así, el cristiano sabe que la muerte no solamente no
es el fin, sino que por el contrario es el principio de la
verdadera vida, la vida eterna.
En cierta manera, desde que por los Sacramentos
gozamos de la Vida Divina en esta tierra, estamos viviendo
ya la vida eterna. Nuestro cuerpo tendrá que rendir su
tributo a la madre tierra, de la cual salimos, por causa del
pecado, pero la Vida Divina de la que ya gozamos, es por
definición eterna como eterno es Dios.
Llevamos en nuestro cuerpo la sentencia de muerte
debida al pecado, pero nuestra alma ya está en la eternidad
y al final, hasta este cuerpo de pecado resucitará para la
eternidad. San Pablo (Rom 8,11) lo expresa
magníficamente: "Mas vosotros no sois de la carne, sino
del Espíritu, pues el Espíritu de Dios habita en vosotros. El
que no tuviera el Espíritu de Cristo, no sería de Cristo. En
30
31. cambio, si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo vaya a
la muerte a consecuencia del pecado, el espíritu vive por
estar en gracia de Dios. Y si el Espíritu de aquel que resucitó
a Cristo de entre los muertos está en vosotros, el que
resucitó a Jesús de entre los muertos dará también vida a
sus cuerpos mortales; lo hará por medio de su Espíritu, que
ya habita en vosotros".
El cristiano, iluminado por la fe, ve pues la muerte
con ojos muy distintos de los del mundo. Si sabemos lo que
nos espera una vez transpuesto el umbral de la muerte,
puede ésta llegar a hacerse deseable.
El mismo San Pablo, enamorado del Señor, se queja
"del cuerpo de pecado" pidiendo ser liberado ya de él.
"Para mí la vida es Cristo y la muerte ganancia" (Fil 1,21)
"Cuando se manifieste el que es nuestra vida, Cristo,
vosotros también estaréis en gloria y vendréis a la luz con
El" (Col 3,4).
En esperanza de cielo… Sin la esperanza, todo
consuelo es difícil1. Por desgracia somos tan carnales, tan
terrenales, que nos aferramos a esta vida. Después de
todo, es lo único que conocemos, lo único que hemos
experimentado.
Queremos vivir la vida, que es la que tenemos… Al
menos, cuando las cosas van bien, estamos enfrascados en
la vida, y nos lleva y el tiempo pasa volando… Nos parece –
como diremos luego- que estamos hechos para este
mundo tan bonito, y que el cielo, el más allá, puede
1
Debo estos párrafos a las notas que tomé de un texto del que no recuerdo
el autor.
31
32. esperar; sin embargo, sin perder la atención a las cosas de
la vida y sus goces -también hay penas- San Pablo nos
enseña que fue arrebatado en éxtasis para tener un atisbo
de los que nos espera más allá, y no puede describirlo con
palabras humanas: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la
mente del hombre lo que Dios tiene preparado para los
que le aman" (1 Cor 2,9), son cosas que el hombre no sabría
expresar.
Ante lo efímero de los goces o sufrimientos de esta
vida, el mismo Apóstol nos recomienda en la carta a los
Colosenses: 3,1-4, "Buscad las cosas de arriba, donde se
encuentra Cristo; pensad en las cosas de arriba, no en las
de la tierra".
Envejecer es maravilloso. El instinto de conservación
y la falta de fe, nos hacen tener horror al envejecimiento
irremediable, como dice la canción de Luz: “con el veneno
sobre tu piel”. Da pena ver a personas entradas en años
intentar inútilmente defenderse de la calvicie, de las canas,
de las arrugas... Quisieran detener el tiempo, beber en la
fuente de la eterna juventud. Antes, al acercarse el
sacerdote al altar para celebrar Misa, proclamaba con el
salmo: “entro al altar de Dios, al Dios que alegra mi
juventud”, se refiere a esa juventud eterna del amor, decía
San Josemaría, y San Pablo nos escribe: "Por eso, no nos
desanimamos. Al contrario, mientras nuestro exterior se va
destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día
a día. La prueba ligera y que pronto pasa, nos prepara para
la eternidad una riqueza de gloria tan grande que no se
puede comparar. Nosotros, pues, no nos fijamos en lo que
se ve, sino en lo invisible, ya que las cosas visibles duran un
momento y las invisibles son para siempre" (2 Cor 4,16-18).
32
33. Cuando en las reuniones de antiguos alumnos
vemos que van faltando miembros de nuestra promoción,
que van muriendo, pensamos que se van gastando
nuestros días, que un día llegará nuestra muerte, que es lo
inevitable. Y en cambio hemos de cambiar el chip, verlo
como una entrada a la casa del cielo, con la conciencia
jubilosa de que estamos siendo llamados por Dios: la meta
está ya cerca. San Ignacio de Antioquía, anciano y camino al
martirio, avanza gozoso al encuentro con Dios y escribe a
los romanos: "Mi amor está crucificado y ya no queda en mí
el fuego de los deseos terrenos; únicamente siento en mi
interior la voz de una agua viva que me habla y me dice: '
Ven al Padre. No encuentro ya deleite en el alimento
material ni en los placeres de este mundo’”.
¡Qué maravilla llegar a comprender que la muerte es
el inicio de la verdadera vida y que todo esto no ha sido
sino un ensayo, un camino, una invitación!
La liturgia de los difuntos. La reforma litúrgica del
Concilio Vaticano II abandona los ornamentos color negro
en las Misas de Difuntos, signo de duelo, para destacar el
consuelo y esperanza: "A pesar de todo, la comunidad
celebra la muerte con esperanza. El creyente, contra toda
evidencia, muere confiado: "En tus manos encomiendo mi
espíritu" (Lc 23,26). En medio del enigma y la realidad
tremenda de la muerte, se celebra la fe en el Dios que
salva… En el corazón de la muerte, la iglesia proclama su
esperanza en la resurrección. Mientras toda imaginación
fracasa, ante la muerte, la iglesia afirma que el hombre ha
sido creado por Dios para un destino feliz. La muerte
corporal será vencida."
33
34. La iglesia festeja el misterio pascual con el que el
difunto ha vivido identificado, iniciada en el Bautismo, la
posesión de la bienaventuranza: "Dios, Padre
Todopoderoso, apoyados en nuestra fe, que proclama la
muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que concedas
a nuestro hermano N. que así como ha participado ya de la
muerte de Cristo, llegue también a participar de la alegría
de su gloriosa resurrección" (oración colecta). Y en la
oración sobre las Ofrendas: "Te ofrecemos, Señor, este
sacrificio de reconciliación por nuestro hermano N. para
que pueda encontrar como juez misericordioso a tu hijo
Jesucristo, a quien por medio de la fe reconoció siempre
como su Salvador".
"La muerte, es por tanto, un momento santo: el del
amor perfecto, el de la entrega total, en el cual, con Cristo y
en Cristo, podemos plenamente realizar la inocencia
bautismal y volver a encontrar, más allá de los siglos, la
vida del Paraíso" (Romano Guardini)
La mejor y más completa respuesta al problema de
la muerte la encontramos en los escritos de San Pablo.
Recordemos la, magnífica frase: "Al fin de los tiempos, la
muerte quedará destruida para siempre, absorbida en la
victoria" (I Cor 15,26).
Con el realismo que caracteriza a la Iglesia Católica,
toda la liturgia de Difuntos, ofrece a Dios sufragios por los
muertos, sabiendo que todos, en mayor o menor grado,
hemos ofendido a Dios, pero con la plena confianza en la
infinita misericordia divina, que garantiza al final el goce de
la bienaventuranza. Por ello el libro del Apocalipsis nos
34
35. enseña: "Bienaventurados los que mueren en el Señor" (Ap
21,4).
Repetimos una y otra vez al orar por los nuestros:
"Dale Señor el descanso eterno y brille para él la Luz
Perpetua". Descanso de las luchas y fatigas de esta vida;
luz para siempre, sin sombras de muerte, sin tinieblas de
angustias, dudas o ignorancias. La luz total de contemplar
la gloria de Dios en todo su esplendor, en la consumación
del amor perfecto y eterno.
"La Muerte es la compañera del amor, la que abre la
puerta y nos permite llegar a Aquel que amamos" (San
Agustín). "La Vida se nos ha dado para buscar a Dios, la
muerte para encontrarlo, la eternidad para poseerlo" (P.
Novet).
6. Azul. La Belleza de lo simple. Muy por encima de
"Blanco" y ligeramente superior a "Rojo" (aunque Irene
Jacob trabaja muy bien, no tiene la prestancia de Juliette
Binoche), es una película intimista llena de símbolos, que
con silencios y
música describe,
una música, una
lírica del dolor.
Trata de una mujer
que vivía para su
marido, que
sacrifica todo por
él y que ese es su
único interés, no la
mueve ni la
vanidad ni la notoriedad, era feliz con su marido y lo
35
36. sacrificaba todo por él y su hija. Hipnotizados, se nos
involucra en la tragedia de esa mujer de 33 años que pierde
al marido –que conduce el coche- y a su única hija en un
accidente de carretera, que pierde el sentido de la vida de
modo que haberlos perdido le deja un vacío que no puede
o no quiere llenar. Tras llegar a la conclusión de que las
ataduras de la vida sólo pueden hacerte sufrir, decide
deshacerse de todo lo que tiene, tanto de todos los
recuerdos materiales como de cualquier cosa que pueda
recordarle a su familia, desapareciendo de la vida pública
para siempre. Se suele decir que sólo el que no tiene nada
es verdaderamente libre, y ella quiere utilizar ese principio
para seguir viviendo con el menor sufrimiento posible.
Juliette Binoche es buscada porque su marido era
un famoso compositor que estaba terminando una sinfonía
para celebrar en la Unión europea el nuevo milenio. Ella
lucha por estar lo más sola posible, no necesitar a nadie,
pero llega el momento en el que todos necesitamos a
alguien y a ella le llega también ese momento. Durante la
película averiguamos que el verdadero talento musical no
era el del marido sino que ella era la compositora. Se nos
36
37. habla de cómo las almas rotas se enfrentan de nuevo a la
vida, bajo el signo de libertad que Kieslowski da al color
azul de la bandera francesa: la que Julie va buscando
cuando decide aprender a vivir de nuevo, y para ello
liberarse de pasados, de recuerdos, de ataduras y de
trampas. Y en ello se empeña aunque el destino la golpee
una y otra vez recordándole su sufrimiento: pero ella sigue
adelante. Hay algo por lo que no se atreve a suicidarse,
algo misterioso la lleva a estar viva y descubrir un motivo
para una vida nueva. Aquella vida por la que quería morir
no era cierta. Conmueve profundamente sin obligar al
llanto y, todo ello, sin apenas palabras: la luz con tono azul,
el agua, la extraordinaria música y los ojos de la Binoche
son los medios para ese precioso lenguaje.
La película investiga la compleja realidad de la
libertad individual, y lo que causa el cambio no es algo
positivo, sino el dolor de una mentira. Julie aspira a hacer
tan grande como pueda su capacidad de vivir sin
compromisos, ataduras,
recuerdos, antiguas
amistades, viejos objetos.
Prescinde de lo que la puede
condicionar y se sumerge en
una vida independiente,
solitaria y anónima. No
trabaja, no cumple horarios y
no busca nuevas amistades.
Siente con dolor su vacío emocional (acaricia las imágenes
de TV del funeral con la sombra de sus dedos). Vemos la
profundidad de su soledad, la firmeza de su humanidad, la
sinceridad de su compasión, la autenticidad de su
solidaridad, su serena templanza y su disposición de ayudar
37
38. a los demás. Es cuando casualmente descubre la infidelidad
del marido que constata que ella sigue viva, acepta la
mentira por la que vivía antes, y rectifica decisiones
recientes. La libertad individual es un proceso de lucha y de
conquista que ha de cambiar de estrategia cuando los
referentes cambian. Y se encuentra enamorada de Olivier.
Con notable generosidad atiende a las necesidades de sus
criados y de su madre. Al descubrir que va a nacer un hijo
natural de su marido, dispone todo como para el heredero.
Continúa una inacabada partitura de su marido, se trata de
un "Concierto para la unificación europea" cuya parte coral
recoge el texto, en versión griega, del himno de San Pablo
(capítulo 13 de la 1ª carta a los Corintios), donde se afirma
que el amor (la caridad) sobrevivirá al tiempo: "Si no tengo
caridad, no soy nada (...) La caridad nunca acaba. Las
profecías desaparecerán, las lenguas cesarán, la ciencia
quedará anulada". Libertad para amar, titula Vicente Huerta
otro comentario sobre el film (del anterior no tomé nota
del autor). Juliette descubre que es una libertad sin sentido
la que no va con amor, que es el que da sentido a cada vida
personal, y la persona es un ser necesitado de sentido. Una
libertad sin amor no es nada, como dice el himno de San
Pablo (1 Cor 13). Es imposible vivir sin que nada importe: al
final, siempre nos quedamos con algo. En el caso de la
protagonista está esa lámpara azul de la que no quiere
desprenderse, y la música, que no la abandona, por más
que ella quiera deshacerse de las partituras. Consciente de
que no puede liberarse plenamente del pasado (“libertad
de”), va tomando, casi sin darse cuenta, decisiones
(“libertad para”) que le permiten establecer encuentros y
compromisos amorosos con el pasado y con nuevas
relaciones: relación con Olivier, que siempre estuvo
enamorado de ella, con la amante de su marido, que espera
38
39. un hijo del compositor fallecido, etc. Acompañamos a Julie
en su peculiar viaje interior desde ese estado oscuro y
angustioso en el que se encuentra tras el accidente hasta
encontrar el camino que le conduce a la plenitud y al amor.
Es, sin duda, un itinerario doloroso, un calvario que Julie
recorre doliente y desconcertada, al principio: confiada y
segura, después. Poco a poco, va superando temores y
angustias a la vez que su carácter se va fortaleciendo,
asumiendo el reto de una nueva vida, que será creativa y
fecunda en la medida en que asume también su pasado.
Pero, sobre todo, lo que vemos es la valentía y la
generosidad de una mujer que es capaz de rectificar.
Vemos un ascenso desde los infiernos para aprender el
verdadero significado de la libertad. Libremente –con una
libertad superior y creativa perdona a la amante de su
marido y se muestra espléndidamente generosa con ella.
Libremente, asume la tarea de terminar el inacabado
“Concierto para la unificación europea”. Libremente,
aunque de un modo tan natural que parece lo más normal,
como si no pudiera actuar de otra manera. Misteriosa
“solidaridad” la que liga libertad y necesidad: “¡no puedo
hacer otra cosa!” es a la vez el lamento del esclavo y el
gozoso postulado del amante.
La autonomía, en las personas, puede entenderse
en clave de independencia o en clave de autoposesión, en
un sentido negativo (“libertad de”) o en un sentido
positivo: “libertad para” coger las riendas de mi vida y
conducirla hacia algo que valga la pena. Sería de desear
que todos sepamos trascender la primera fase de la
libertad, como hace la protagonista de este film, y miremos
más allá de la libertad misma: hacia lo que esa libertad
apunta. La libertad interesa porque hay algo más allá de la
39
40. libertad misma, que la supera y marca su sentido: el bien,
todo aquello que, por ser bueno, merece la pena que nos
comprometamos. Así, entendemos que la libertad de una
persona se mide por la calidad de sus vínculos: es más libre
quien dispone de sí mismo de una manera más intensa. Ya
no depende de lo exterior, de lo que pasa fuera, en el
mundo, en los demás, sino de lo que uno quiere. Quien no
se siente tan dueño de sí mismo como para decidir darse
del todo porque le da la gana, en el fondo no es muy libre:
está encadenado a lo pasajero, a lo trivial, al instante
presente. Libertad y compromiso no se oponen, sino que
se potencian. Para Kieslowski el tema importante era
aprovechar las oportunidades que la vida te presentaba,
era eso algo decisivo. Pocos como él han sabido filmar la
música, captar los presentimientos (basta recordar La
doble vida de Verónica), recoger el dolor interior, debatirse
en las dudas existenciales; y hacer conectar al espectador
con esas mismas emociones y participar en esos
sentimientos.
7. A veces el duelo viene ya antes de la muerte: “Creo
que el ver así a su hija fue para
ella mucho peor que el propio
cáncer. Carmina adoraba a su
madre. Intentaba ayudarla,
pero, sencillamente, era
incapaz” (sigue la novela).
“El dolor es una estación
de paso. Un lugar de tránsito donde a veces no queda más
remedio que detenerse antes de seguir el viaje. Ojalá
hubiese podido renunciar a ese apeadero, pero no fue
posible. El dolor no invita. Aparece, sin más, y entonces no
40
41. queda otra opción que hacer un alto en el camino y
enfrentarse a la certeza de que nada podrá ser igual, que el
resto de viaje se ha visto alterado por esa parada
intempestiva, por esa parada indeseable, por esa parada
que ha tocado en suerte. Qué ironía, llamar suerte al roce
mezquino de la desgracia, al contacto íntimo con la
aflicción. Qué estúpido resulta llamar suerte a la
desventura”.
En tiempo de prodigios se sigue diciendo que el
dolor elige con los ojos cerrados a quien le corresponde
interrumpir la marcha y conocer un territorio incógnito
regido por reglas distintas, por normas particulares, donde
nada de lo que usábamos sobre la vida nos resulta de
provecho. Existen muchos lugares comunes que en
principio deberían ser de ayuda para orientarnos en el
dolor y, sobre todo,
para salir de él.
Pero, ni las frases
hechas, ni los
buenos consejos, ni
las
recomendaciones
resultan demasiado
útiles. Ni siquiera la
colaboración de
quienes ya han
estado allí, al otro lado de la frontera. “Frente al dolor, y en
el dolor, uno siempre se encuentra solo. La necesidad de
ayudar a mi madre lo ocupó todo. Así vencí mi miedo. Y
supe entonces que, a mi manera, también podría resistir el
dolor sin venirme abajo.
41
42. Fue lo primero que aprendí al morir mi madre: que la
fortaleza del alma humana no conoce límites. Que estamos
hechos para aguantar absolutamente cualquier cosa. Sí, ya
sé que existen casos de personas que se han trastornado
después de sufrir una tragedia, pero esos ejemplos son la
excepción y no la regla. El instinto de supervivencia y el
afán por conservar la cordura son, en muchos casos, muy
superiores al propio sufrimiento. Por eso el dolor casi
nunca nos mata, ni nos vuelve locos. Nos mutila por
dentro, eso sí, pero ¿es que no puede uno vivir lisiado?”
8. El arte de rehacerse de los golpes. “Resilencia”
es una palabra nueva en psicología, es la capacidad de
resistir ante las contrariedades y rehacerse, adaptarse a las
situaciones sin romperse, para mantenerse, y luego volver
a la situación estable, óptima. Las personas tienen la
posibilidad de sobreponerse a las crisis, y construir
positivamente sobre ellas, aprovecharlas para hacer
palanca sobre lo positivo que hay en algo malo, y moverlo.
La palabra, llamada también “resiliencia”, se aplicaba hasta
hace poco a los cuerpos físicos como metales, para indicar
la cualidad por la que se doblaban sin romperse y volvían a
la situación original. Es la cualidad de las personas para
resistir y rehacerse ante situaciones traumáticas o de
pérdida. “La resiliencia se ha definido como la capacidad de
una persona o grupo para seguir proyectándose en el
futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de
condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves”
(Héctor Lamas).
Esto, como se ve, tiene interés para explicar cómo
hay que resistir y hacer frente a las adversidades de la vida,
desgracias de todo tipo, sin rompernos, “pues aunque nos
42
43. doblemos al principio, después somos capaces de asumir
los traumas padecidos y desarrollar recursos internos
latentes de los que ni siquiera éramos conscientes (…) el
mismo hecho desolador (una pérdida traumática y
repentina de un ser querido, el diagnóstico de una
enfermedad grave, un terrible revés económico) a unos les
afecta de tal manera que no logran reponerse en meses y
en años y les sume en una profunda depresión, llevándoles
al abandono de sí mismos y al deterioro físico y psíquico,
mientras que otros, pasados los primeros días, todo lo
superan y no quedan afectados. Es más, algunos se sienten
fortalecidos tras la superación del trauma y afirman que les
ha servido como lección y experiencia práctica de cara al
futuro” (Bernabé Tierno). Lo que influye no son tanto los
hechos objetivos, sino la interpretación que sobre ellos se
hace. En el estudio llevado a cabo por Fredrickson y
colaboradores a partir de los atentados de Nueva York el 11
de septiembre de 2001, se encontró que la relación entre
resiliencia y ajuste tras los atentados estaba mediada por la
experimentación de emociones positivas. Así, se afirma
que las emociones positivas protegerían a las personas
contra la depresión e impulsarían su ajuste funcional. De
hecho, se ha sugerido que la experimentación recurrente
de emociones positivas puede ayudar a las personas a
desarrollar la resiliencia. Por otro lado, parece ser que la
experimentación y expresión de emociones positivas
elicitan a su vez emociones positivas en los demás, de
forma que las redes de apoyo social se ven fortalecidas.
Las emociones son tendencias de respuestas, con
un gran valor adaptativo y que se presentan con
manifestaciones fisiológicas, la más clara en la expresión
del rostro. Son consecuencia de la experiencia subjetiva
43
44. ante los hechos, es decir del procesamiento y evaluación de
la información recibida. La tendencia a la tristeza no es algo
inhumano, y por tanto no hay que obviarlo, pues así como
el dolor es la respuesta a un mal físico, o el remordimiento,
un síntoma de un mal moral, así también cuando el cuerpo
no puede hacer frente a un dolor excesivo se desmaya, o el
alma se deprime. Por eso la psicología positiva está bien,
pero no cuando quiere rechazar toda tristeza, pues
también tiene un sentido en la vida mientras no sea
excesiva, mientras no esté “averiado” este mecanismo, y
sea algo enfermizo. La huida de la realidad es una solución
pasajera, que tiene diversas formas: una es no pensar en el
trauma, y esto lo letarga en el tiempo, otras huidas son
químicas (sexo, alcohol, drogas…). Para llegar a la
solución, la forma de intervención no ha de ser la huida
sino enfrentar al sufriente con su dolor, en cuanto le sea
posible es decir cuando tenga los medios para poder
superar aquello. Es cierto que si alguien no tiene medios
para pensar, mejor que no piense y se dedique a leer
novelas, a pasear o viajar, pues quien no tiene resortes
para resolver un problema que no se lo plantee. De todas
formas, mejor es darle recursos para poder resolverlos,
cuanto antes. Si bien es cierto que los traumas
considerables nos hacen más vulnerables a infecciones,
enfermedades cardiovasculares, estrés y depresiones,
también lo es que una actitud de capacidad de encajar
estos golpes hará que como las abejas extraen miel del
tomillo, las personas sensibles suelen sacar ventajas y
provecho de las circunstancias más adversas. A la larga,
transforman las dificultades en oportunidades. Esta
capacidad de transformar la crisis en maduración personal
hace que la persona adquiera libertad personal y ya no
dependa de las circunstancias, sino que sean las que sean,
44
45. también en las experiencias de su infancia, etc., la persona
se erige en arquitecto de su propio destino. En el fondo, es
su vocación, un ser “en construcción”, abierto a
autodeterminarse. Su optimismo vital les hace crecer ante
el desafío, cuando otros se achican y pierden el equilibrio
interior: de los limones (amarguras de la vida) saben hacer
limonada, están abiertos a la esperanza. La resiliencia no es
absoluta ni se adquiere de una vez para siempre, es una
capacidad que resulta de un proceso dinámico y evolutivo,
que varía según las circunstancias: se sitúa en este
contexto de psicología positiva; pero, si uno tiene fe, sabe
que Dios nos ama y que no permitiría nada malo, si no sabe
sacar de aquello algo mejor, que todo es para bien, en el
sentido de que Dios reconduce todo hacia nuestro bien.
Entonces, al saber que lo mejor siempre está por llegar, se
puede luchar de manera mucho más profunda en este
sentido positivo de la vida, y concretarlo en el aprendizaje
de la resilencia.
9. Confiar, dejarse llevar…
Cuenta Bucay del alpinista, desesperado por
conquistar el Aconcagua que inició su travesía después de
años de preparación, pero quería la gloria para él solo: por
lo tanto, subió sin compañeros. Se le hizo tarde, no se
preparó para acampar, decidido a llegar a la cima y le
oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de
la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo
era negro, sin visibilidad, no había luna y las estrellas
estaban cubiertas por las nubes. Cansado, por un
acantilado, se resbaló y se desplomó por los aires... cayó
rápido, pero esos momentos se hicieron largos: podía ver
veloces manchas oscuras que pasaban en la misma
oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la
45
46. gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes
momentos, le pasaron por su mente gratos y no tan gratos
momentos de la vida, y sintió el tirón fuerte... Sí, como
todo montañero, estaba asegurado, y las cuerdas tienen
elasticidad, aguantan hasta 10 toneladas…
En esos momentos de quietud, suspendido por los
aires, no le quedó más que gritar: "ayúdame, Dios mío..."
De repente una voz grave y profunda de los cielos le
contestó: "¿qué quieres que haga?"
-"Sálvame, Dios mío.”
-"Si confías en mí, corta la cuerda que te sostiene...”
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre
se aferró más a la cuerda y reflexionó...
Cuenta el equipo de rescate que por la mañana
encontraron colgado a un alpinista congelado, medio
muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda...
a dos metros del suelo...
Y concluye Bucay: “... ¿Y tú?... ¿Qué tan confiado
estás de tu cuerda?... ¿Por qué no la sueltas? Y yo digo, a
veces no soltar es la muerte. A veces la vida está
relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó. Soltar
las cosas a las cuales nos aferramos intensamente
creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando
de la caída. Todos tenemos una tendencia a aferrarnos de
las ideas, a las personas y a las vivencias. Nos aferramos a
los vínculos, a los espacios físicos, a los lugares conocidos,
con la certeza de que esto es lo único que nos puede
salvar. Creemos en lo "malo conocido" como aconseja el
dicho popular. Y aunque intuitivamente nos damos cuenta
de que aferrarnos a esto significará la muerte, seguimos
anclados a lo que ya no sirve, a lo que ya no está,
46
47. temblando por nuestras fantaseadas consecuencias de
soltarlo.
Cuando hablamos del camino de las lágrimas
hablamos de aprender a enfrentarnos con las pérdidas
desde un lugar diferente. Quiere decir no sólo desde el
lugar inmediato del dolor que, como dijimos, siempre
existe, sino también desde algo más, desde la posibilidad
de valorar el recorrido a la luz de lo que sigue. Y lo que
sigue, después de haber llorado cada pérdida, después de
haber elaborado el duelo de cada ausencia, después de
habernos animado a soltar, es el encuentro con uno
mismo. Enriquecido por aquello que hoy ya no tengo pero
pasó por mí y también por la experiencia vivida en el
proceso. Pero es horrible admitir que cada pérdida conlleva
una ganancia”. Esto es difícil entender, cuando uno está
sujeto a emociones que aparecen como la única verdad,
pero luego cuando más negra es la noche “amanece Dios”.
Así, hay como una revelación en cada persona y en cada
acontecimiento, la vida es como un camino en el que
vamos encontrando las pruebas cuando estamos
preparados, para continuar en la misión, es como un ir
descubriendo el sentido de la vida, del por qué de las cosas.
Así, los fracasos, el dolor, las penas, nos van preparando
para algo a lo que antes no serviamos, como el gusano que
en el crisol del dolor, se transforma en mariposa…
“Que cada dolor frente a una pérdida terminará
necesariamente con un rédito para mí. Y sin embargo no
hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento
personal”. Para algunos sufrimos porque hay algo deseado
que no tenemos, porque algo estamos perdiendo, porque
creemos que para algunas cosas ya es tarde. Por ejemplo,
47
48. decía Buda que el sufrimiento tiene una sola raíz y esa raíz
es el anhelo. Y el anhelo al que Buda refiere es el deseo. Y
como esto es la raíz del sufrimiento, el sufrimiento tiene
solución. La solución es dejar de desear. Deja de pretender
tener todo lo que quieres y el sufrimiento va a desaparecer.
El sacerdote jesuita Anthony De Mello jugaba a veces en
sus charlas: - ¿Quieres ser feliz? Yo puedo darte la felicidad
en este preciso momento, puedo asegurarte la felicidad
para siempre. ¿Quién acepta? Y varios de los presentes
levantaban la mano... - Muy bien -seguía De Mello- Te
cambio tu felicidad por todo lo que tienes, dame todo lo
que tienes y yo te doy la felicidad. La gente lo miraba.
Creían que él hablaba simbólicamente. - Y te lo garantizo –
confirmaba -No es broma. Las manos empezaban a
descender... y él decía: -Ah... No quieren. Ninguno quiere. Y
entonces él explicaba que identificamos nuestro ser felices
con nuestro confort, con el éxito, con la gloria, con el
poder, con el aplauso, con el dinero, con el gozo y con el
placer instantáneo. No parecemos dispuestos a renunciar a
nada de lo deseado. Aunque sabemos que gran parte de
nuestro sufrimiento proviene de lo que hacemos
diariamente para tener estas cosas, nadie consigue
hacernos creer que si renunciamos a esto dejaríamos de
sufrir”.
Y sin embargo esto no está tan claro. Esta postura
no es humana, porque basa ser feliz en la ausencia de
vínculos, en no tener corazón. Tiene algo de verdad, claro:
“Somos como el alpinista, aferrados a la búsqueda de las
cosas como si fuera la soga que nos va a salvar. No nos
animamos a soltar este pensamiento porque pensamos
que sin posesiones lo que sigue es el cadalso, la muerte, la
desaparición. Y entonces no hay ninguna posibilidad de
48
49. dejar de sufrir, porque esta idea, la de soltar las cosas para
recorrer el camino más liviano, es desconocida. Sabemos
que lo conocido nos ocasiona sufrimiento pero no estamos
dispuestos a renunciar a ello. Todo esto genera en
nosotros una cierta contradicción. Porque nos es imposible
dejar de desear y también es imposible poseer
infinitamente y para siempre todo lo que deseo. No somos
omnipotentes, ninguno de nosotros puede ni podrá jamás
tener todo lo que desea”.
Cuando no tenemos a alguien presente, lo seguimos
llevando dentro, vive en nuestro corazón. No es el tener y
el perder lo que nos hace felices o infelices, pues son parte
de la vida, sino la actitud que tenemos ante la vida, eso es
lo que puede o no hacer que nuestra vida sea considerada
feliz.
Sigue Bucay: “Vivir esos cambios es animarnos a
permitir que las cosas dejen de ser para que den lugar a
otras cosas nuevas. Elaborar un duelo es aprender a soltar
lo anterior. Sin embargo, si tengo miedo de las cosas que
vienen y me agarro de las cosas que hay, si me quedo
centrado en las cosas que tengo porque no me animo a
vivir lo que sigue, si creo que no voy a soportar el dolor que
significa que esto se vaya, si voy a aferrarme a todo lo
anterior... Entonces no podré conocer, ni disfrutar, ni vivir
lo que sigue”. Claro que cuando uno pierde cosas que
quiere, siente que le duele y a veces sufre mucho por lo
que no está. “El peligro está en que me aferre a personas o
cosas del pasado, de mi infancia, que yo me quedara
pensando en lo lindo que fue ser niño, o que me quedara
aferrado a la época cuando era un bebé y mi mamá me
daba la teta y se ocupaba de mí y yo no tenía nada que
49
50. hacer más de lo que tuviera ganas, o me quedara aferrado,
dentro del útero de mi mamá, pensando que este estado
supuestamente es ideal.
”Imagínate que me quedara en cualquier etapa
anterior a mi vida, que decidiera no seguir adelante.
Imagínate que decidiera que algunos momentos del
pasado han sido tan buenos, algunos vínculos han sido tan
gratificantes, algunas personas han sido tan importantes,
que no los quiero perder y me agarro como a una soga
salvadora de estos lugares que ya no estoy.
”Esto no serviría, esto no sería bueno para mí ni
para nadie.
”Seguramente moriría allí, paralizado. Y sin
embargo, dejar cada uno de estos lugares fue doloroso,
dejar mi infancia fue doloroso, dejar de ser el bebé de los
primeros días fue doloroso, dejar el útero fue doloroso,
dejar nuestra adolescencia fue doloroso. Todas estas
vivencias implicaron una pérdida, pero gracias a haber
perdido algunas cosas hemos ganado algunas otras. Puedo
poner el acento en esto diciendo que no hay una ganancia
importante que no implique de alguna forma una renuncia,
un costo emocional, una pérdida. Esta es la verdad que se
descubre al final del camino de las lágrimas: Que los duelos
son imprescindibles para nuestro proceso de crecimiento
personal, que las pérdidas son necesarias para nuestra
maduración y que ésta a su vez nos ayuda a recorrer el
camino: madurar es aprender a soltar; aprender a soltar es
madurar. En la medida en que yo aprenda a soltar, más fácil
va a ser que el crecimiento se produzca; cuanto más haya
crecido menor será el desgarro ante lo perdido; cuanto
menos me desgarre por aquello que se fue, mejor voy a
poder recorrer el camino que sigue. Madurando
50
51. seguramente descubra que por propia decisión dejo algo
dolorosamente para dar lugar a lo nuevo que deseo”.
-Gran maestro -dijo el discípulo-, he venido desde
muy lejos para aprender de ti. Durante muchos años he
estudiado con todos los iluminados y gurús del país y del
mundo y todos han dejado mucha sabiduría en mí. Ahora
creo que tú eres el único que puede completar mi
búsqueda. Enséñame, maestro, todo lo que me falta saber.
Badwin el sabio le dijo que tendría mucho gusto en
mostrarle todo lo que sabía pero que antes de empezar
quería invitarlo con un té. El discípulo se sentó junto al
maestro mientras él se acercaba a una pequeña mesita y
tomaba de ella una taza llena de té y una tetera de cobre.
El maestro alcanzó la taza al alumno y cuando éste la tuvo
en sus manos empezó a servir más té en la taza que no
tardó en resbalarse. El alumno con la taza entre las manos
intentó advertir al anfitrión: -“¡Maestro,... maestro!”
Badwin como si no entendiera el reclamo siguió vertiendo
té, que después de llenar la taza y el plato empezó a caer
sobre la alfombra. –“¡Maestro –gritó ahora el alumno-, deja
ya de echar té en mi taza! ¿No puedes ver que ya está
llena?” Badwin dejó de echar té y le dijo al discípulo: -
“Hasta que no seas capaz de vaciar tu taza no podrás
poner más té en ella. Hay que vaciarse para poder llenarse.
Una taza, dice Krishnamurti, sólo sirve cuando está vacía.
No sirve una taza llena, no hay nada que se pueda agregar
en ella. Manteniendo la taza siempre llena ni siquiera
puedo dar, porque dar significa haber aprendido a vaciar la
taza”.
¿Qué es vaciarme? Tengo que aprender a mostrarme
vulnerable, a admitir aquel vacío, que todo ha cambiado,
51
52. que ya no está. “Voy a tener que deshacerme del
contenido de la taza para poder llenarla otra vez. Mi vida se
enriquece cada vez que yo lleno la taza, pero también se
enriquece cada vez que la vacío... porque cada vez que yo
vacío mi taza estoy abriendo la posibilidad de llenarla de
nuevo.
Toda la historia de mi relación con mi crecimiento y
con el mundo es la historia de este ciclo de la experiencia
del que ya hablamos. Entrar y salir. Llenarse y vaciarse.
Tomar y dejar.
Vivir estos duelos para mi propio crecimiento.
Aunque no siempre el proceso sea fácil, aunque no siempre
esté exento de daño…”
Del mismo modo, cuanto mayor sea el apego que
siento a lo que estoy dejando atrás, cuanto más poderoso
sea el pegamento, mayor será el daño que se produzca a la
hora de la separación, a la hora de la pérdida…. Por eso,
queda limitado el ejemplo anterior de los orientales, de
Buda, de Di Mello… Si uno no ama no sufre. Porque el que
ama se arriesga a sufrir.
“Nadie crece desde otro lugar que no sea haber
pasado por un dolor asociado a una frustración, a una
pérdida. Nadie crece sin tener conciencia de algo que ya no
es”.
Sobre todo, ese soltar amarras, es un dejarse llevar
por la confianza con Dios, no aferrarnos a los proyectos
demasiado elaborados, dejar que la mano de Dios los
rehaga, como el alfarero hace de nuevo el jarrón con el
52
53. barro fresco… Él sabe más, Él nos lleva a todos, nos dice
como a Pedro: “sígueme”. Aquello que perdemos ahora,
nos lo dará con creces, 100 veces más.
Madurar siempre implica dejar atrás algo perdido,
aunque sea un espacio imaginario. Elaborar un duelo es
abandonar uno de esos espacios anteriores (internos o
externos), siempre más seguros, más protegidos,
previsibles. Dejarlos para ir a lo diferente. Pasar de lo
conocido a lo desconocido. Esto, irremediablemente, nos
obliga a crecer. Que yo sepa que puedo soportar los
duelos, y sepa que puedo salirme, si lo decido, me permite
quedarme haciendo lo que hago, si esa es mi decisión.
Hay momentos de crisis en que nos parece que ha
llegado el final, que nada vale la pena. Caen por el suelo las
concepciones religiosas, como le pasó a Abraham (o a los
pueblos de América con la conquista de España). En el caso
de Abraham, nos han explicado que Dios le pedía que
matara a su hijo. A unos padres cuesta entender a un Dios
así, cuando en realidad, ahí Dios puso fin a los sacrificios
humanos. Aunque la Biblia lo explica de otra manera,
según lo que le pasaba por la cabeza a Abraham o a quien
escribiera. Así, nosotros vemos la realidad según lo que nos
pasa por la cabeza, pero la realidad decimos que es más
compleja y en realidad es más completa, nunca la vemos
por entero… ¿Qué quiero decir? Un comentario que hace
Juan Pablo II me ayudará: “Así pues, estamos llamados a
colaborar con Dios, mediante una actitud de gran
confianza. Jesús nos enseña a pedir al Padre celestial el pan
de cada día (cf Mt 6,11; Lc 11,3). Si lo recibimos con gratitud,
espontáneamente recordaremos también que nada nos
pertenece, y debemos estar dispuestos a donarlo: «A todo
53
54. el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames»
(Lc 6, 30).
”La certeza del amor de Dios nos lleva a confiar en
su providencia paterna incluso en los momentos más
difíciles de la existencia. Santa Teresa de Jesús expresa
admirablemente esta plena confianza en Dios Padre
providente, incluso en medio de las adversidades: «Nada te
turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda. La
paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta» (Poesías, 30).
”La Escritura nos brinda un ejemplo elocuente de
confianza total en Dios cuando narra que Abraham había
tomado la decisión de sacrificar a su hijo Isaac. En realidad,
Dios no quería la muerte del hijo, sino la fe del padre. Y
Abraham la demuestra plenamente, dado que, cuando
Isaac le pregunta dónde está el cordero para el holocausto,
se atreve a responderle: «Dios proveerá» (Gn 22, 8). E,
inmediatamente después, experimentará precisamente la
benévola providencia de Dios, que salva al niño y premia su
fe, colmándolo de bendición.
”Por consiguiente, es preciso interpretar esos
textos a la luz de toda la revelación, que alcanza su
plenitud en Jesucristo. Él nos enseña a poner en Dios una
inmensa confianza, incluso en los momentos más difíciles.
Jesús clavado en la cruz, se abandona totalmente al Padre:
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46).
Con esta actitud, eleva a un nivel sublime lo que Job había
sintetizado en las conocidas palabras: «El Señor me lo dio;
el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor» (Jb
1, 21). Incluso lo que, desde un punto de vista humano, es
54
55. una desgracia puede entrar en el gran proyecto de amor
infinito con el que el Padre provee a nuestra salvación”.
Hace poco leí un resumen, no sé donde, y que lo
tomo prestado, lo anoto aquí seguido:
Nuestra vida forma parte de un plan divino, dentro
del cual misteriosamente, aunque no lo entendamos, tiene
un lugar el sufrimiento. Si primero aprendemos que “no hay
mal que por bien no venga” representa una gran
oportunidad para que demos frutos y lleguemos al cielo
prometido.
-Nuestra vida forma parte de un plan divino... "Lo que
no estaba en mis proyectos se encontraba en los proyectos
de Dios. Y cuanto más a menudo se me presentan tales
acontecimientos, tanto más viva se hace en mí la
convicción de fe de que no existe el azar -visto de la parte
de Dios-, que toda mi vida, hasta en sus menores detalles,
está prevista en el plan de la providencia divina y que ella
es, ante los ojos de Dios que lo ve todo, una coherencia
inteligible perfecta" (Edith Stein). Esta filósofa alemana,
monja carmelita y mártir, murió en Auschwitz, y tiene una
gran riqueza interior sobre la “ciencia de la cruz” como se
titula una de sus principales obras.
"¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien,
ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de
vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de
vuestra cabeza están todos contados" (Mateo 10,29).
"Decid a aquellos que se escandalizan y se rebelan
de lo que les pasa: todo procede del Amor, todo es
55
56. dispuesto para la salvación del hombre. Dios todo lo hace
con este objetivo" (Santa Catalina de Siena).
"...Colaboradores a menudo inconscientes de la
voluntad divina, los hombres pueden entrar
deliberadamente en el plan divino, con la actividad, con la
oración y también con el sufrimiento" (Catecismo, 307).
"El fuego limpia el oro de su escoria, haciéndolo más
auténtico y más preciado. Igual hace Dios con el siervo
bueno que espera y se mantiene constante en la
tribulación" (San Jerónimo Emiliano).
"La principal razón de la creación no fue que el
hombre pudiera amar a Dios, aunque también fue creado
para amarlo, sino que Dios pudiera amar al hombre, que
pudiéramos convertirnos en objetos en los que el amor
divino pudiera "complacerse". Pedir que el amor de Dios se
contente con nosotros tal como somos significa pedir que
Dios deje de ser Dios. Habida cuenta de que Dios es el que
es, su amor tiene que ser dificultado y rechazado por
ciertas manchas de nuestro actual carácter por imperativo
de la naturaleza misma de las cosas. Y como Él nos ama
previamente, tiene que afanarse por hacer de nosotros
seres dignos de ser amados" (Clive S. Lewis, en "El
problema del dolor").
-Lo siguiente que hemos citado era ver que dentro
del plan de Dios se encuentra el sufrimiento.
"¿Cómo estás? ¿Aun te tiendes sobre tu espalda?
¿Cuánto tiempo tendrás que seguir así? ¡Como te debe de
amar el Señor para darte tanta porción de su sufrimiento!
Debes de ser feliz, porque eres su elegida"
56
57. "Siento escuchar que el ruido en tu oído aun
persiste, te mantiene despierta toda la noche y que los
calmantes no te alivian. Así es como el Señor trata a sus
amigos. Siento que la operación de tus dientes y
mandíbulas no hayan tenido éxito y que te hayas tenido
que operar de nuevo... Pediré al Señor que no colme sus
regalos en tan rápida sucesión, ya que necesitas un
descanso" (Madre Teresa de Calcuta. Fragmentos de dos
cartas dirigidas a Jacqueline de Decker).
“El Señor me ha admitido al misterio de la
vergüenza; es más, a esta hermana le ha concedido el
privilegio de comprender, totalmente, la fuerza diabólica
del mal... Me iré con mi hijo. No sé donde, pero Dios, que
de repente ha roto mi mayor alegría, me indicará el camino
que habré de seguir para cumplir su voluntad”. (Lucy
Vetruse. Novicia, violada por los serbios junto con otras dos
hermanas religiosas. Testimonio publicado en "Cataluña
cristiana" que se hacía eco de "Alfa y Omega").
"No quiero sufrir por sufrir, ni sufrir con resignación.
Quiero que mi dolor sea esperanzado y no de sabor
estoico. Yo me resigno al dolor porque sé que Dios me ama
y cuando ahora me da esta misión es porque sabe que
puedo cumplirla. Esto me llena de orgullo, pues Dios confía
en mí. Espero no defraudarle." (Anónimo. Un salesiano).
"Nada nos puede pasar que Dios no haya querido.
Todo aquello que Él quiere, por malo que nos pueda
parecer es, no obstante, lo que hay de mejor para
nosotros" (Santo Tomás Moro. Pronunció estas palabras,
consolando a su hija, poco antes de su propio martirio).
57
58. "Os quiero exponer o recordar qué es su voluntad.
No os pensaseis que quiera darnos riquezas, placeres,
honores, ni todos los otros bienes de la tierra. Os quiere
demasiado para daros eso, y, en cambio, aprecia mucho lo
que vosotras le podéis dar: ved aquí, pues, porque os
quiere recompensar dignamente y os da su Reino, incluso
ya desde ahora en esta vida. ¿Queréis saber como se
comporta con aquellos que le piden de todo corazón que
cumpla en ellos su voluntad? Pedídselo a su Hijo glorioso,
que también le dirigió esta misma súplica en el huerto. Él le
rezó con la firme resolución de cumplir su voluntad, y rezó
con todo su corazón. Y mirad como su Padre la realizó su
voluntad: entregándolo a toda clase de trabajos, dolores,
injurias y persecuciones, para dejarlo, finalmente, morir
sobre una cruz.
Viendo, hijas mías, qué dio a quien más amaba,
podéis entender cual es su voluntad. Estos son los dones
que nos hace en este mundo. Los mide según el amor que
nos tiene. Da más a quien más quiere y menos a quien
quiere menos, según el coraje que descubre en cada uno
de nosotros y el amor que le tenemos. Aquel que le quiere
mucho, ve que puede sufrir mucho por Él; pero verá que
puede sufrir poco aquel que le quiere poco. Y yo estoy
persuadida de que la fuerza de soportar una gran cruz o
una de más pequeña tiene por medida la misma del amor"
(Santa Teresa de Ávila).
"No hay que mirar de donde vienen las cruces.
Siempre vienen de Dios. Ya sea un padre, una madre, un
esposo, un hermano, el rector o el vicario, es Dios quien
nos brinda el medio de probarle nuestro amor."
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59. "La cruz es el regalo que Dios hace a sus amigos"
(San Juan María Bautista Vianney, "El Cura de Ars").
"No existen errores, ni coincidencias. Todos los
acontecimientos son bendiciones que se nos dan para que
podamos aprender." (Elisabeth Kübler-Ross).
"Los árboles que crecen en lugares sombreados y
libres de vientos, mientras que externamente se
desarrollan con aspecto próspero se hacen blandos y
fangosos; sin embargo, los árboles que viven en las
cumbres, agitados por muchos vientos y constantemente
expuestos a la intemperie, golpeados por fortísimas
tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se hacen
más robustos que el hierro" (San Juan Crisóstomo).
"En la infancia de la vida espiritual, cuando
comenzamos a dejarnos guiar por la mano de Dios, se
percibe con fuerza e intensidad la mano que dirige: se ve
con claridad qué es lo que hay que hacer u omitir, pero
esto no dura siempre. Quien pertenece a Cristo tiene que
vivir toda la vida de Cristo. Tiene que alcanzar la madurez
de Cristo y recorrer el camino de la Cruz, hasta Getsemaní y
el Gólgota" (Edith Stein).
"Dios no ama como nosotros quisiéramos que
amara cuando proyectamos en Él nuestros sueños. De esa
forma, sólo nos ahorraría el sufrimiento al precio de un
paternalismo por el que dejaría de ser el Amor" (François
Varillon, de "La humildad de Dios").
"No es el camino que es difícil, es lo difícil que es
camino" (San Juan Crisóstomo).
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