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La princesa y el guisante
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La princesa y el guisante

  1. La princesa y el guisante Había una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero con una verdadera princesa de sangre real. Viajó por todo el mundo buscando una, pero era muy difícil encontrarla, mucho más difícil de lo que había supuesto. Las princesas abundaban, pero no era sencillo averiguar si eran de sangre real. Siempre acababa descubriendo en ellas algo que le demostraba que en realidad no lo eran, y el príncipe volvió a su país muy triste por no haber encontrado una verdadera princesa real. Una noche, estando en su castillo, se desencadenó una terrible tormenta: llovía muchísimo, los relámpagos iluminaban el cielo y los truenos sonaban muy fuerte. De pronto, se oyó que alguien llamaba a la puerta: -¡ Toc, toc! La familia no entendía quién podía estar a la intemperie en semejante noche de tormenta y fueron a abrir la puerta. -¿ Quién es? - preguntó el padre del príncipe. - Soy la princesa del reino de Safi - contestó una voz débil y cansada. - Me he perdido en la oscuridad y no sé regresar a donde estaba. Le abrieron la puerta y se encontraron con una hermosa joven: - Pero ¡Dios mío! ¡Qué aspecto tienes! La lluvia chorreaba por sus ropas y cabellos. El agua salía de sus zapatos como si de una fuente se tratase. Tenía frío y tiritaba. En el castillo le dieron ropa seca y la invitaron a cenar. Poco a poco entró en calor al lado de la chimenea. La reina quería averiguar si la joven era una princesa de verdad.
  2. "Ya sé lo que haré - pensó -. Colocaré un guisante debajo de los muchos edredones y colchones que hay en la cama para ver si lo nota. Si no se da cuenta no será una verdadera princesa. Así podremos demostrar su sensibilidad". Al llegar la noche, la reina colocó un guisante bajo los colchones y después se fue a dormir. A la mañana siguiente, el príncipe preguntó: -¿Qué tal has dormido, joven princesa? - ¡Oh! Terriblemente mal - contestó -. No he dormido en toda la noche. No comprendo qué tenía la cama; Dios sabe lo que sería. Tengo el cuerpo lleno de cardenales. ¡Ha sido horrible! - Entonces, ¡eres una verdadera princesa! Porque a pesar de los muchos colchones y edredones, has sentido la molestia del guisante. ¡Sólo una verdadera princesa podía ser tan sensible! El príncipe se casó con ella porque estaba seguro de que era una verdadera princesa. Después de tanto tiempo, al final encontró lo que quería. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
  3. EL PIRATA ESCACHARRADO Érase una vezun pirata, al que la mala suerte (sin saber por qué), le había venido a ver… El pirata tenía un ojo de palo, una pata llena de ojos y hasta una larga melena, que se le había mudado de la cabeza a los pies. ¡Parecíaque le hubieran vuelto delrevés! Aquelcorsario destartalado ya no tenía cuchillos, ni garfios, ni parche en el ojo… ni carade malo. Pero tenía unas uñas tan largas, que le servíande ancla cuando frenaba su barco, para poder hacer pie. Y es que hasta las anclas se habían alejado de él. Descansaba el pirata siempre en islas desiertas, puesto que todo desaparecíanada más posarse en ellas. Y así vivíaasustando al miedo, con su ojo de palo, su pata llena de ojos y sus pies llenos de pelo.  La Tierray el Mar me han olvidado…–se lamentaba el escacharrado pirata– ¡A pesar de haber robado cien barcos, navegado mil horas y haber sido un pirata tan malo! No le quedaban fuerzas yaa aquel pirata, para seguir intentando lo del ser un pirata malo. Y decidió, tras mucho pensar, abandonar sus galones (cuatro jirones mal remendados sobre la solapa de una chaqueta viejay tiesa) en alta mar. Y a partir de entonces, la mala suerte ya no vino a visitarle nunca más…
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