Hoy, la humanidad sigue necesitando pan y techo, como siempre ha sido; pero justamente ahora, las personas hemos tomado conciencia de lo importante que es ayudar a los demás. Sin embargo, hay que preguntarnos si la ayuda que damos no se queda sólo en una moneda o un pedazo de pan.
En nuestros tiempos de consumismo, de trajín y de deseo de pasar por encima de los demás, lo que las personas más necesitan es una sonrisa amable, un gesto de piedad, una palmada de aliento.
Los nuevos "Lázaros" me necesitan para que comparta su dolor y para que les muestre el amor de Dios.
Un abrazo y que Dios nos bendiga.
Luis J. Balvín Díaz
1. Primera Lectura: del libro de Jeremías (17,5-10):
Salmo Responsorial: Sal 1,1-2.3.4.6
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Evangelio: san Lucas (16,19-31):
Jueves de la 2ª semana de Cuaresma
Los nuevos "Lázaros" me necesitan para que comparta su
dolor y les muestre el amor de Dios.
Autor: H. Samuel Mauricio Hurtado | Fuente: Catholic.net
2. Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en
la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor.
Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien;
habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su
confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a
la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá,
su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no
deja de dar fruto. Nada más falso y enfermo que el corazón:
¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón,
sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta,
según el fruto de sus acciones.»
¡Es palabra de Dios! ¡Te alabamos Señor !
3. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
4. En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de
púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo
llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de
saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban
a lamerle la llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al
seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el
infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán,
y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a
Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me
torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste
tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo,
mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo
inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros,
ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces,
padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos,
para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de
tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen."
El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se
arrepentirán."
Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni
aunque resucite un muerto."»
¡Es palabra del Señor! ¡ Gloria a Ti, Señor Jesús!
5. Dios mío, Tú conoces mis sufrimientos. Tú mismo te
quisiste hacer hombre para compartir cada uno de mis
dolores y darme la seguridad de que estarás siempre
conmigo en esta vida. Dame la fe para soportar
valientemente mis carencias materiales o espirituales
sabiendo que todas me las premiarás. Haz que viva
desapegado interiormente de todos los bienes materiales,
para salir al encuentro de los demás "Lázaros" y ser para
ellos expresión de tu amor.
Señor, que desde este momento socorra en tu nombre a
todas las personas que necesiten de ayuda y de consuelo, y
que sea yo el primero en unir mis sufrimientos a los que
padeciste por mí.
6. Jesús narra la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. El
primero vive en el lujo y en el egoísmo, y cuando muere, acaba en
el infierno. El pobre, en cambio, que se alimenta de las sobras de
la mesa del rico, a su muerte es llevado por los ángeles a la
morada eterna de Dios y de los santos. "Bienaventurados los
pobres -había proclamado el Señor a sus discípulos- porque
vuestro es el Reino de Dios". Pero el mensaje de la parábola va
más allá: recuerda que, mientras estemos en este mundo,
debemos escuchar al Señor que nos habla mediante las sagradas
Escrituras y vivir según su voluntad, de lo contrario, después de
la muerte, será demasiado tarde para arrepentirse. Por tanto, esta
parábola nos dice dos cosas: la primera es que Dios ama a los
pobres y les alivia de su humillación; la segunda es que nuestro
destino eterno está condicionado por nuestra actitud, depende
de nosotros seguir el camino que Dios nos ha mostrado para
llegar a la vida, y este camino es el amor, no entendido como
sentimiento, sino como servicio a los demás, en la caridad de
Cristo.(Benedicto XVI, 26 de septiembre de 2010).
7. Hoy, la humanidad sigue necesitando pan y techo, como
siempre ha sido; pero justamente ahora, las personas
hemos tomado conciencia de lo importante que es ayudar a
los demás. Sin embargo, hay que preguntarnos si la ayuda
que damos no se queda sólo en una moneda o un pedazo de
pan. En nuestros tiempos de consumismo, de trajín y de
deseo de pasar por encima de los demás, lo que las
personas más necesitan es una sonrisa amable, un gesto de
piedad, una palmada de aliento. Los nuevos "Lázaros" me
necesitan para que comparta su dolor y para que les
muestre el amor de Dios. Cristo quiso sufrir lo que sufre un
ser humano y su triunfo y resurrección son la prueba
anticipada de nuestro triunfo. Basta abrir el corazón para
ayudar a los demás y la valentía para perseverar en mis
propias dificultades, en gratitud al amor de Dios.
8. Me interesaré por las personas con las que me encuentre
hoy, aunque ello signifique sacrificar mi tiempo.
Jesús, yo no quiero ser como el rico Epulón, que estuvo
preocupado toda la vida por tener bienes materiales, pero al final
se quedó sin nada. Yo quiero vivir desapegado de lo que tengo, y
es más: quiero utilizarlo para llevar consuelo a mis hermanos los
hombres. Gracias por responder a mi llamada dándome esta
parábola como ejemplo, para que mis cualidades no se vayan
conmigo a la tumba, sino que se queden con los que sufren, con
el mendigo que pide a la puerta, con el amigo que no ha
encontrado el sentido a la vida... Quiero sentir la satisfacción de
dar a los demás amor, el amor que tú me tienes. Por último te
pido la fuerza para no dejarme caer por el peso de mis
dificultades y te agradezco que hasta ahora me hayas ayudado en
todos los momentos difíciles de mi vida.