2. El 21 de abril dijo:
“El sentimiento dominante que transluce de
los relatos evangélicos de la Resurrección es la
alegría llena de estupor; alegría que viene
desde adentro;
y en la Liturgia nosotros revivimos el estado
de ánimo de los discípulos por la noticia que
las mujeres habían dado: ¡Jesús ha resucitado!
Nosotros lo hemos visto."
3. "Dejemos que esta
experiencia, impresa en el
Evangelio, se imprima
también en nuestros
corazones y se vea en
nuestra vida.
Dejemos que el estupor
gozoso del Domingo de
Pascua se irradie en los
pensamientos,
en las miradas, en las
actitudes, en los gestos
y en las palabras…
ojalá seamos así
luminosos."
4. "¡Pero esto no es un
maquillaje!
Viene desde dentro,
de un corazón inmerso en
la fuente de esta alegría,
como el de María
Magdalena, que lloró por
la pérdida de su Señor
y no creía a sus ojos
viéndolo resucitado."
5. “Quien hace esta experiencia se convierte
en testigo de la Resurrección…
"Entonces es capaz de llevar un “rayo” de la
luz del Resucitado en las diversas
situaciones: en las felices, haciéndolas más
bellas y preservándolas del egoísmo; y en
las dolorosas, llevando serenidad
y esperanza."
6.
Pensemos en la alegría
de María,
la Madre de Jesús.
Así como su dolor fue
tan íntimo,
tanto que le traspasó
su alma,
del mismo modo su
alegría fue íntima y
profunda,
y de ella los
discípulos podían
tomar."
7.
" Habiendo pasado,
a través de la
experiencia de la
muerte y de la
resurrección de su Hijo,
viste, en la fe,
como la expresión
suprema del amor de
Dios,
y el corazón de María
se ha convertido en una
fuente de paz, de
consuelo,
de esperanza y de
misericordia."
8. "Todas las prerrogativas
de nuestra Madre derivan
de aquí,
de su participación en la
Pascua de Jesús.
Desde la mañana del
viernes hasta la mañana
del domingo, Ella no
perdió la esperanza:
la hemos contemplado
como Madre de los
dolores, pero,
al mismo tiempo,
como Madre llena de
esperanza. Ella,
la Madre de todos
los discípulos, la Madre de
la Iglesia y Madre de
9. "A Ella, testigo silencioso de la muerte
y de la resurrección de Jesús,
le pedimos que nos introduzca en la alegría
pascual."...
10. El 23 de abril dijo:
…Celebramos la Resurrección de Jesús.
Es una alegría verdadera, profunda,
basada en la certeza de que Cristo
resucitado,
ya no muere más, sino que está vivo
y activo en la Iglesia y en el mundo.
11. Esta certeza habita en los corazones de los
creyentes desde esa mañana de Pascua,
cuando las mujeres fueron a la tumba de
Jesús y los ángeles les dijeron: "¿Por qué
buscan entre los muertos al que está vivo? "
(Lc 24,5).
12. Estas palabras son como una piedra millar
en la historia; pero también una "piedra de
tropiezo",
si no nos abrimos a la Buena Noticia,
¡si pensamos que un Jesús muerto molesta
menos que un Jesús vivo!
13. En cambio, ¿cuántas veces en nuestro caminar
diario, necesitamos escuchar que nos digan:
¿Por qué buscan entre los muertos al que está
vivo?
14. Y cuántas veces nosotros buscamos la vida
entre las cosas muertas, entre las cosas que
no pueden dar vida, entre las cosas que hoy
están
y mañana no estarán más. Las cosas que
pasan.
¿Por qué buscan entre los muertos al que
15. Necesitamos escucharlo cuando nos cerramos en
cualquier forma de egoísmo o de
autocomplacencia;
cuando nos dejamos seducir por los poderes
terrenales y por las cosas de este mundo,
olvidando a Dios
y al prójimo;
cuando ponemos nuestras esperanzas en las
16. Entonces la Palabra de
Dios nos dice: ¿Por qué
buscan entre los
muertos al que está
vivo? ¿Por qué estás
buscando allí? Aquello
no te puede dar vida,
sí, quizás te de una
alegría de un minuto,
de un día,
de una semana, de un
mes, ¿y luego? ¿Por qué
buscan entre los
muertos al que está
vivo? Esta frase debe
entrar en el corazón y
17. Si escuchamos, podemos abrirnos a Aquel
que da la vida, Aquel que puede dar la
verdadera esperanza.
En este tiempo pascual, dejémonos
nuevamente tocar por el estupor del
encuentro con Cristo resucitado y vivo,
por la belleza
y la fecundidad de su presencia.
18. No es fácil estar abierto a Jesús.
No se da por descontado aceptar la vida del
Resucitado y su presencia entre nosotros.
El Evangelio nos hace ver diversas
reacciones:
la del apóstol Tomás, la de María
Magdalena
y la de los dos discípulos de Emaús:
19. Tomás pone una
condición a la fe, pide
tocar la evidencia, las
llagas;
María Magdalena
llora,
lo ve pero no lo
reconoce, se da cuenta
de que es Jesús sólo
cuando Él la llama por
su nombre;
los discípulos de
Emaús,
deprimidos y con
sentimientos de
derrota,
llegan al encuentro
con Jesús dejándose
20. ¡Cada uno por diferentes
caminos! Buscaban entre
los muertos al que está
vivo, y fue el mismo
Señor el que corrigió el
rumbo.
Y yo, ¿qué hago?
¿Qué rumbo sigo para
encontrar a Cristo vivo?
Él estará siempre cerca
de nosotros para corregir
el rumbo si nosotros nos
hemos equivocado.
21. los muertos al que está
vivo?
(Lc 24,5)
Esta pregunta nos hace
superar la tentación de
mirar hacia atrás, a lo
que ha sido ayer y nos
empuja adelante, hacia
el futuro.
Jesús no está en el
sepulcro, ha
resucitado,
Él es el Viviente,
Aquel que siempre
renueva su cuerpo que
es la Iglesia y lo hace
22. “Ayer” es la tumba de Jesús y la tumba de
la Iglesia, el sepulcro de la verdad y de la
justicia;
“hoy” es la resurrección perenne hacia la
cual nos empuja el Espíritu Santo,
donándonos la plena libertad.
23. Hoy nos es dirigido también a nosotros este
interrogativo. Tú, ¿por qué buscas entre los
muertos a aquel que está vivo, tú que te
cierras en ti mismo después de una derrota y
tú que no tienes más fuerza para rezar? ¿Por
qué buscas entre los muertos al que está
vivo, tú que te sientes solo, abandonado
por los amigos y quizás también por Dios?
24. ¿Por qué buscas entre los muertos al que
está vivo, tú que has perdido la esperanza y
tú que te sientes prisionero de tus pecados?
¿Por qué buscas entre los muertos al que
está vivo, tú que aspiras a la belleza, a la
perfección espiritual, a la justicia, a la paz?
25. ¡Tenemos necesidad de sentirnos repetir y de
recordarnos mutuamente la advertencia del ángel!
Esta advertencia ¿Por qué buscas entre los
muertos al que está vivo?,
nos ayuda a salir de nuestros espacios de tristeza
y nos abre a los horizontes de la alegría y de la
esperanza.
26. Aquella esperanza que remueve las piedras de los
sepulcros y alienta a anunciar la Buena Nueva,
capaz de generar vida nueva para los otros.
Repitamos esta frase del ángel para tenerla en el
corazón y en la memoria. Y después cada uno
responda en silencio: ¿Por qué buscan entre los
muertos al que está vivo?
27. Pero miren,
hermanos y hermanas,
¡Él está vivo, está con
nosotros!
¡No vayamos por
tantos sepulcros que
hoy te prometen algo,
belleza…
y luego no te dan
nada!
¡Él está vivo!
¡No busquemos entre
los muertos al que está
vivo! Gracias.
28. El 24 de abril dijo a
los católicos no ser:
“cristianos
murciélagos”, que
prefieren las sombras a
la luz de la presencia
de Cristo y por tanto
tienen miedo a la
alegría de la
Resurrección del Señor
y de su cercanía."
29.
“Esta es una enfermedad de los cristianos.
Tenemos miedo de la alegría.
Es mejor pensar: ‘Sí, sí, Dios existe, pero está
allá;
Jesús ha resucitado, está allá’.
Un poco de distancia. Tenemos miedo de la
cercanía de Jesús, porque esto nos da alegría.
30. Y así se explica la existencia de tantos
cristianos de funeral, ¿no? Que su vida
parece un funeral continuo”, recordemos
el pasaje evangélico en que los apóstoles se
quedan
“trastornados y llenos de temor”
ante el saludo de paz del Señor.
31.
En vez de alegrarse, piensan “que veían un
fantasma”,
por lo que Jesús trata de hacerles entender que lo
que ven es real, los invita a tocar su cuerpo, y
pide que le den de comer. Los quiere conducir a
la “alegría de la Resurrección, a la alegría de su
presencia entre ellos”. Pero los discípulos “no
podían creer, porque tenían miedo de la alegría”.
32.
hay cristianos que “prefieren la tristeza y no la
alegría.
Se mueven mejor, no en la luz de la alegría, sino
en las sombras, como esos animales que sólo
logran salir de noche, pero no a la luz del día,
porque no ven nada.
Como los murciélagos. Y con un poco de sentido
del humor podemos decir que hay cristianos
murciélagos que prefieren las sombras a la luz de
33. alegría:
la alegría de ser
cristianos;
la alegría de seguirlo de
cerca;
la alegría de ir por el
camino de las
Bienaventuranzas,
la alegría de estar con
Él”,
“la vida cristiana debe
ser esto: un diálogo con
Jesús, porque iJesús
siempre está con
nosotros,
siempre está con nuestros
problemas,
con nuestras dificultades,
34. Por ello, llamó a no ser cristianos que
“han sido vencidos” en la cruz.
“En mi tierra hay un dicho que dice así:
‘Cuando uno se quema con la leche hirviendo,
después, cuando ve una vaca, llora’. Y éstos se
habían quemado con el drama de la cruz y
dijeron: ‘No, detengámonos aquí;
Él está en el Cielo; muy bien, ha resucitado, pero
que no venga otra vez aquí, porque ya no
podemos más’”,
35. “Pidamos al Señor que
haga con todos nosotros
lo que ha hecho con los
discípulos, que tenían
miedo de la alegría: que
abra nuestra mente:
‘Entonces, les abrió la
mente para comprender
las Escrituras’;
36. que abra nuestra mente y que nos haga
comprender que Él es una realidad viva, que Él
tiene cuerpo, que Él está con nosotros, que nos
acompaña y que Él ha vencido.
Pidamos al Señor la gracia de no tener miedo de
la alegría”.
37. El 27 de abril el Papa
Francisco declaró
santos a San Juan Pablo
II y San Juan XXIII.
“En el centro de este
domingo, con el que se
termina la octava de
pascua, y que San Juan
Pablo II quiso dedicar a
la Divina Misericordia,
están las llagas
gloriosas de Cristo
resucitado.
38.
Él ya las enseñó la
primera vez que se
apareció a los
apóstoles la misma
tarde del primer día de
la semana, el día de la
resurrección.
Pero Tomás aquella
tarde no estaba; y,
cuando los demás le
dijeron que habían
visto al Señor,
respondió que,
mientras no viera
y tocara aquellas
llagas,
no lo creería.
39. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo
en el cenáculo, en medio de los discípulos,
y Tomás también estaba; se dirigió a él y lo
invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel
hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a
comprobar personalmente las cosas, se arrodilló
delante de Jesús y dijo:
«Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).
40. Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe,
pero son también la comprobación de la fe.
Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las
llagas no desaparecen, permanecen, porque
aquellas llagas son el signo permanente del amor
de Dios por nosotros,
y son indispensables para creer en Dios.
41. No para creer que Dios
existe, sino para creer
que Dios es amor,
misericordia, fidelidad.
San Pedro, citando a
Isaías, escribe a los
cristianos:
«Sus heridas nos han
curado»
(1 P 2,24; cf. Is 53,5).
42. San Juan XXIII y San Juan Pablo II tuvieron el
valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus
manos llagadas y su costado traspasado. No se
avergonzaron de la carne de Cristo, no se
escandalizaron de él, de su cruz;
no se avergonzaron de la carne del hermano (cf.
Is 58,7),
43. porque en cada persona que sufría veían a Jesús.
Fueron dos hombres valerosos, llenos de la paresía
del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la
Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su
misericordia.
44.
Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX.
Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron.
En ellos, Dios fue más fuerte;
fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del
hombre
y Señor de la historia;
en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que
se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la
cercanía materna de María.
45. En estos dos hombres
contemplativos de las llagas
de Cristo y testigos de su
misericordia había
«una esperanza viva»,
junto a un
«gozo inefable y radiante»
(1 P 1,3.8). La esperanza
y el gozo que Cristo
resucitado da a sus
discípulos, y de los que
nada ni nadie les podrá
privar.
46. La esperanza y el gozo
pascual, purificados en el
crisol de la humillación, del
vaciamiento,
de la cercanía a los
pecadores hasta el extremo,
hasta la náusea a causa de la
amargura de aquel cáliz.
Ésta es la esperanza
y el gozo que los dos papas
santos recibieron como un
don del Señor resucitado,
y que a su vez dieron
abundantemente al Pueblo
de Dios, recibiendo de él un
reconocimiento eterno.
47.
Esta esperanza y esta alegría se respiraban en la
primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén,
como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles
(cf. 2,42-47).
Es una comunidad en la que se vive la esencia del
Evangelio, esto es, el amor, la misericordia,
con simplicidad y fraternidad.
48.
Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio
Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo
II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar
y actualizar la Iglesia según su fisonomía
originaria, la fisonomía que le dieron los santos
a lo largo de los siglos.
49.
No olvidemos que son
precisamente los santos
quienes llevan adelante y
hacen crecer la Iglesia. En
la convocatoria del
Concilio, San Juan XXIII
demostró una delicada
docilidad al Espíritu
Santo, se dejó conducir y
fue para la Iglesia un
pastor, un guía-guiado.
Éste fue su gran servicio a
la Iglesia; fue el Papa de
la docilidad al Espíritu.
50. En este servicio al Pueblo de Dios, San Juan Pablo
II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez,
dijo que así le habría gustado ser recordado,
como el Papa de la familia.
Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo
un camino sinodal sobre la familia y con las
familias,
un camino que él, desde el Cielo, ciertamente
51.
Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo
de Dios intercedan por la Iglesia, para que,
durante estos dos años de camino sinodal, sea
dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la
familia. Que ambos nos enseñen a no
escandalizarnos de las llagas de Cristo, a
adentrarnos en el misterio de la misericordia
divina que siempre espera, siempre perdona,
porque siempre ama”.
52. El 25 abril dijo: “La santidad y la indisolubilidad
del matrimonio cristiano, que con frecuencia se
desintegra bajo la tremenda presión del mundo
secular,
debe ser profundizada por una clara doctrina y
apoyada por el testimonio de parejas casadas
comprometidas”,
53. “el matrimonio cristiano es una alianza de amor
para toda la vida entre un hombre y una mujer
que implica sacrificios reales para alejarse de las
nociones ilusorias de la libertad sexual y fomentar
la fidelidad conyugal”.
54. En twitter dijo:
Cada encuentro con Jesús nos colma de
alegría, aquella alegría profunda que sólo
Dios nos puede dar.
55. Un estilo de vida sobrio nos hace bien y nos ayuda
a compartir lo que tenemos con quien pasa
necesidad.
56. Nunca nos dejemos arrastrar por la vorágine
del pesimismo. La fe mueve montañas.
57. Nadie puede sentirse exceptuado de la
preocupación por los pobres
y por la justicia social (EG 201)
58. Si deseas recibir mails, relacionados con
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Y que permanezcamos unidos en el amor
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