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Cre-
do
3
Nuestra religión
cristiana no se basa en
ideas ni en filosofías,
sino en una persona,
que es el centro y final
de nuestra fe. El
Cristianismo es Cristo
conocido, creído,
amado, seguido y
transmitido.
Por eso nos interesa, más que nada,
saber bien quién es Jesucristo.
¿Quién
eres
tu?
Automático
Quiero
saber.
Jesús, quién
eres Tu.
Eres un
Dios,
eres un
hombre?
Quiero
saber,
Jesús,
quién eres
Tu.
Hacer CLICK
San Mateo, que fue testigo de ello, nos lo
cuenta: "viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo,
preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que
es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: unos, que Juan
el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de
los Profetas. Y El les dijo: y vosotros, ¿quién decís que
soy?" (Mt 16, 13-15).
Un día Jesús
dirigió a los
discípulos, que
estaban con Él,
unas preguntas
importantes.
San Pedro, superando sus
propias fuerzas, dio la
respuesta: "Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios
vivo" (Mt 16, 16). Para que
nosotros podamos darla,
como una expresión vital,
fruto del don del Padre, cada
uno debe dejarse tocar
personalmente por la
pregunta: Y tú, ¿quién dices
que soy? Tú, que oyes
hablar de Mí, responde:
¿Qué soy yo de verdad para
ti?.
El nombre de Jesús, dado por
el ángel en el momento de la
Anunciación, significa «Dios
salva». Expresa, a la vez, su
identidad y su misión,
«porque él salvará al pueblo
de sus pecados» (Mt 1, 21). A
lo largo de todo el Antiguo
Testamento se repite la
promesa de que Dios salvará
definitivamente a su pueblo y
a toda la humanidad. San
Pedro afirma que «bajo el
cielo no se nos ha dado otro
nombre que pueda salvarnos»
(Hch 4, 12).
En nuestro lenguaje
habitual, Jesucristo es
una sola palabra, un
nombre propio. Para
nosotros, Jesús, Cristo
y Jesucristo es una
misma persona. Sin
embargo, en los
orígenes del
cristianismo no fue así.
Cristo era un adjetivo.
Cristo, aplicado a
Jesús, es un título
dado a Jesús.
Decía San Cirilo de
Jerusalén: “Se le llama
Cristo, no por haber sido
ungido por los hombres,
sino por haber sido ungido
por el Padre en orden a un
sacerdocio eterno supra-
humano”.
Cristo es una palabra
griega que
significa ungido y
traduce la expresión
bíblica hebrea Mesías.
Luego pasa a designar al
destinatario de las
esperanzas de Israel, al
MESIAS. Cristo, aplicado a
Jesús de Nazaret, era, por
tanto, la confesión de fe en
Él como Mesías, «el que
había de venir», el esperado,
en quien Dios cumplía sus
promesas, el Salvador de
Israel y de las naciones.
En la Escritura el título de Cristo, Ungido, se aplica
primeramente a reyes y sacerdotes, expresando la
elección y consagración divinas para su misión.
Los cristianos
confesamos que
Jesús es el Cristo.
Muy pronto las dos
palabras de esta
confesión de fe
"Jesús" y Cristo", se
fundieron en una,
Jesucristo, con la que
desde los tiempos del
Nuevo Testamento
venimos nombrando a
Jesús.
¿Existió realmente Jesús, o
el Cristianismo se ha
construido sobre una
leyenda? Pocos estudiantes
o intelectuales se cuestionan
su existencia, pero algunos
enemigos del Cristianismo
están intentando probar lo
contrario. Suele ser para
evitar tener que cumplir los
mandamientos y con ello
justificarse a si mismos su
libertinaje y mal proceder.
Nos interesa en primer lugar saber si Jesucristo
existió.
La historia, no sólo
cristiana, sino
también pagana, da
testimonio de que
Jesucristo realmente
existió. Pero estos
escritos ¿son fiables
y objetivos? Veamos.
Todos los libros del Nuevo Testamento están escritos por
autores que conocían a Jesús o recibieron el conocimiento
de primera mano por parte de otros. Los cuatro evangelios
relatan información de la vida de Jesús y sus palabras
desde diferentes perspectivas. Estos relatos han sido
ampliamente estudiados por eruditos tanto dentro como
fuera del Cristianismo.
De hecho, el Nuevo
Testamento ha sido
considerado el
“más fiable de
todos los
documentos
históricos
antiguos”.
Otros escritos judíos también hablan de la existencia de
Jesús. Hay un pasaje interesante del Talmud judío que
se refiere a Jesús. Aunque parece ser que la intención
era negar la divinidad de Jesús, por lo menso asegura
que fue una persona histórica.
Entre los no cristianos: Flavio
Josefo fue un destacado
historiador judío que nació
unos pocos años después de
que Jesús murió. En su libro
“Antigüedades de los Judíos”
en el año 93 Josefo escribió
sobre Jesús como una persona
real.
Tácito nació alrededor de
25 años después de la
muerte de Jesús, y él
había visto cómo la
propagación del
Cristianismo empezó a
impactar en Roma. Otros
autores de aquel tiempo,
que hablan sobre Jesús,
son Plinio el joven y
Suetonio.
Uno de los más grandes historiadores antiguos,
Cornelio Tácito, afirmó que Jesús había sufrido
bajo Poncio Pilato.
Hay varios relatos
independientes en
tiempos antiguos.
Todos, incluso los
oponentes al
Cristianismo, no
dudaron de la
historicidad de Jesús.
Sobre Jesús se han
escrito más libros que
sobre alguna otra
persona en la historia.
Algunos creen que más
que una persona
histórica, Jesús es un
mito. Pero no puede ser
si nos atenemos al factor
tiempo. Los mitos y
leyendas suelen tomar
cientos de años para
evolucionar. Sin
embargo, las Buenas
Nuevas del cristianismo
despegaron tan rápido
que no pueden ser un
mito o una leyenda.
Su vida y sus palabras han
influido muy favorablemente
en la vida social. Su sermón
de la montaña es como un
ejemplo y modelo en la ética y
la moral. Multitud de escuelas,
hospitales y obras
humanitarias se han fundado
en su nombre. El elevado
papel de la mujer en la cultura
occidental tiene sus raíces en
las enseñanzas de Jesús. La
esclavitud fue abolida debido
a las enseñanzas de Jesús.
Una importante distinción entre un mito y una
persona real es cómo la figura impacta en la
historia.
Quizá la evidencia más convincente de que
Jesús existió fue el rápido desarrollo de los
cristianos. ¿Cómo puede explicarse sin Jesús?
¿Cómo puede este grupo de pescadores y otros
hombres trabajadores inventar a Jesús en unos
escasos años?
“Que unos pocos y simples hombres debieran en
una generación haber inventado tan poderosa y
atractiva personalidad, tan elevada ética y tan
inspirada visión de la fraternidad humana, sería
un milagro mucho más increíble que ningún otro
relatado en los evangelios”.
Decía un ateo
convertido:
Quizás la evidencia más grande de que Jesús existió es el
hecho de que miles de cristianos del primer siglo,
incluidos los 12 apóstoles, estuvieron gozosos de
ofrendar sus vidas como mártires por Jesucristo. La gente
morirá por lo que creen que es verdad, pero ninguno
morirá por lo que ellos saben que es una mentira.
No existe ningún
experto legítimo en la
actualidad que niegue
que Jesús es una figura
histórica que caminó
sobre esta tierra hace
unos 2.000 años, que
hizo extraordinarias
maravillas y actos de
caridad, y que sufrió
una horrible muerte en
una cruz romana en las
afueras de Jerusalén.
Jesús no fue sólo un personaje histórico, sino que causó
en el mundo un impacto mayor que cualquier otro líder
moral o religioso.
¿Qué tenía
Jesucristo que
marcó la
diferencia? ¿Fue
meramente un
gran hombre, o
fue algo más?
La fe cristiana católica
confiesa que Jesús,
aquel hombre que
nació y murió
crucificado en Palestina
al comienzo de nuestra
era, es el Hijo de
Dios, el Cristo, el
Ungido de Dios, centro
de toda la historia.
¿Jesucristo es el
Hijo de Dios?
¿Es Jesús Dios? Muchas personas lo han negado,
aceptando a Jesús como a un gran hombre, un gran
maestro, o un gran profeta. Sin embargo, Jesús y sus
inspirados seguidores declararon ser Dios (Juan 10:30-38,
Mateo 16:13-17, Marcos 14:61-64, Juan 14:6, Hebreos 1:8,
Colosenses 1:16, Juan 12:40-41.
Por lo tanto,
llamar a Jesús
sólo un "buen
hombre" es
lógicamente
inconsistente.
O es un mentiroso, o un lunático, o nuestro Señor y Dios.
Ya que Jesús afirmó ser Dios, sus afirmaciones son
verdaderas o falsas. Si son falsas, Él debió haber sido un
mentiroso, deliberadamente engañando a las multitudes.
O, fue un lunático, sinceramente creyendo ser Dios,
cuando en realidad era sólo un hombre.
¿Por qué?
Porque existen
realmente sólo
tres alternativas
legítimas para la
identidad de
Jesucristo.
Sin embargo, si Jesús fue
un "buen hombre," ¿cómo,
entonces, pudo ser bueno y
loco, o loco y mentiroso?
Existe sólo una alternativa
lógicamente consistente: Él
tiene que haber dicho la
verdad. Además de la
inconsistencia lógica, la
extraordinaria evidencia
histórica, arqueológica, y de
manuscritos, muestra que
Jesús no fue un mentiroso,
ni un loco. Por lo tanto su
afirmación es verdadera.
Jesús es el Señor y Dios.
En otro momento Jesús proclamó, “¡De cierto, de cierto os
digo: Antes que Abraham fuese, yo soy!” Tomaron entonces
piedras para arrojárselas (Juan 8:59). Jesús, anunciando Su
identidad como “Yo soy” es una aplicación directa del
nombre del Antiguo Testamento para Dios.
Jesús en Juan 10:30 declara
ser Dios: “Yo y el Padre
somos uno”. Así lo
entendieron sus mismos
enemigos: “Por ninguna obra
buena te apedreamos, sino
por la blasfemia; porque tú,
siendo hombre, te haces
Dios”. Y Jesús nunca corrige
a los judíos diciéndoles, “Yo
no me hago Dios”.
Después de ser acusado de
blasfemia, él decía: “El Hijo
del Hombre tiene autoridad en
la tierra para perdonar
pecados”. A los muertos él
podía decirles: “Sal fuera” o
“Levántate”. Y ellos
obedecían. A las tormentas en
el mar les decía: “calma”. Y al
pan le multiplicaba. Y todo se
realizaba inmediatamente.
Jesús afirmó tener
poderes que pertenecían
exclusivamente a Dios.
Cuando un santo “hace” un milagro, no lo hace él, sino
que lo pide a Dios, si es su voluntad. Jesús sí realizaba
los milagros, por su mandato. El milagro es el sello de
Dios. Es una obra de su poder y también de su amor.
Todos los milagros de Jesús
son para el bien; nunca
realiza ningún milagro para
castigar o hacer caer fuego
del cielo sobre los injustos o
los malhechores. Los que los
observan, ven el dedo de Dios
que señala: mirad a mi Hijo.
Los beneficiados se gozan.
Los ciegos se llenan de
alegría, al ver; los paralíticos
saltan de gozo, y los leprosos
estrenan nueva convivencia al
quedar limpios.
Cuando Jesús se
bautiza en el Jordán,
«se abrieron los cielos y
vio al Espíritu de Dios
que descendía en forma
de paloma y se posaba
sobre El. Y una voz
desde los cielos dijo:
Este es mi Hijo amado,
en quien me com-
plazco» (Mt 3,16-17).
Los cielos, cerrados por el pecado para el
hombre, se abren con la aparición de
Jesucristo entre los hombres.
San Juan concluirá su evangelio con la misma confesión:
“Estos signos han sido escritos para que creáis que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyéndolo
tengáis vida en su nombre» (Jn 20,31).
Y dirá luego en una
carta: “En esto se
manifestó el amor
que Dios nos tiene:
en que envió al
mundo a su Hijo
único para que
vivamos por medio
de El”.
El segundo concilio ecuménico, reunido en
Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en
su formulación del Credo de Nicea y confesó "al Hijo
único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los
siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado no creado, consubstancial al Padre“.
Después, siguiendo la
tradición apostólica, la
Iglesia confesó en el
año 325 en el primer
concilio ecuménico de
Nicea que el Hijo es
"consubstancial" al
Padre, es decir, un solo
Dios con él.
Jesús es el Hijo eterno del Padre. No lo es por
elección o adopción, sino por naturaleza.
Jesús no es el Hijo de
Dios en el mismo
sentido con que vemos
aquí a un padre y su
hijo. Dios no se casó y
tuvo un hijo. Jesús es el
Hijo de Dios en el
sentido de que Él es
Dios manifestado en
forma humana (Juan 1:1,
14).
Ser el Hijo Único de Dios
es lo central en la
persona de Jesús. La
filiación divina es su
identidad personal. Por
eso, antes de aparecer
en su realidad débil,
pobre y mortal de
hombre, ya estaba
Jesús precisamente
como el Hijo único de
Dios, desde la eternidad
en el seno del Padre.
(Cfr. Jn 1, 1. 14. 18; 17,5;
2 Cor 8,9; Flp 2, 6-11)
San Juan afirma claramente que el Verbo, que «estaba
en el principio con Dios, es el mismo que se hizo carne»
(Jn 1,2.14). Jesús es el Verbo encarnado, una sola
persona e inseparable: no se puede separar a Jesús de
Cristo, ni hablar de un «Jesús de la historia», que sería
distinto del «Cristo de la fe».
No se puede
separar el
Verbo eterno y
Jesucristo.
La vida humana de Jesús es, por decirlo así, una
proyección de esta relación eterna, que es amor divino. Y
esto, no como un mero reflejo o representación de la
realidad, sino en el sentido de que el amor que el Padre
tuvo por el Hijo «antes de la fundación del mundo» y al
que Éste corresponde perpetuamente, opera activamente
en toda la vida histórica de Jesús.
La relación de Padre a
Hijo es una relación
eterna, no alcanzada en
el tiempo y que tampoco
termina con esta vida o
con la historia del
mundo.
Algunos sostienen que
Jesús solamente estaba
afirmando ser parte de Dios.
Algo así como entre los
panteístas, como los
hindúes, cualquiera podría
decir que él es parte de Dios,
o que es uno con Dios. O
también como los de la
“nueva era”. La idea de que
todos somos parte de Dios, y
que dentro de nosotros está
la semilla de la divinidad, no
es el significado de las
palabras y acciones de
Jesús.
Jesús enseñó que él es Dios de la manera que los
judíos entendían a Dios y la manera que las
Escrituras hebreas describían a Dios. Para los
judíos Dios significaba el Ser que está fuera del
mundo, que lo ha creado y es infinitamente
distinto a cualquier otra cosa.
Por eso
impresionaron
tanto las
palabras de
Jesús.
Jesús se designó como el
"Hijo" que conoce al Padre.
Distinguió su filiación de la
de sus discípulos, no
diciendo "nuestro Padre“,
sino subrayando la
distinción: "Mi Padre y
vuestro Padre". Después de
su Resurrección, su
filiación divina aparece en
el poder de su humanidad
glorificada: "Constituido
Hijo de Dios con poder,
según el Espíritu de
santidad, por su
Resurrección de entre los
muertos“.
La fe cristiana nos dice que
Jesús no es un portador del
reinado de Dios y, en ese
sentido, por la función
mesiánica que ejerce, un «hijo
de Dios». Es el único Hijo,
el único que ha sido investido
del poder de Dios, el
único realizador de su reinado.
Es el único camino, toda y
la única verdad que Dios nos
comunica, el único cauce por
el que Dios nos da la vida.
Jesús es perfecto en la
divinidad, y perfecto en la
humanidad, compuesto
de alma racional y
cuerpo. Es consustancial
con el Padre según la
divinidad, y consustancial
con nosotros según la
humanidad, sin
confusión, sin cambio,
sin división, sin
separación.
Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa
humanamente las costumbres divinas de la Trinidad.
En la unión misteriosa de la
Encarnación "la naturaleza
humana ha sido asumida,
no absorbida“. La
naturaleza humana de
Cristo pertenece
propiamente a
la persona divina del Hijo
de Dios que la ha asumido.
El Hijo de Dios comunica a
su humanidad su propio
modo personal de existir en
la Trinidad.
Esta alma humana que el Hijo
de Dios asumió está dotada de
un verdadero conocimiento
humano. Pero, al mismo tiempo,
este conocimiento
verdaderamente humano del
Hijo de Dios expresaba la vida
divina de su persona. Debido a
su unión con la Sabiduría divina
en la persona del Verbo
encarnado, el conocimiento
humano de Cristo gozaba en
plenitud de la ciencia de los
designios eternos que había
venido a revelar.
El Hijo eterno asumió también un alma racional humana.
Cristo posee dos
voluntades y
dos operaciones naturales,
divina y humana, no
opuestas, sino
cooperantes, de forma que
el Verbo hecho carne, en
su obediencia al Padre, ha
querido humanamente todo
lo que ha decidido
divinamente con el Padre y
el Espíritu Santo para
nuestra salvación.
El Corazón del Verbo
encarnado, Jesús, durante
su vida, su agonía y su
pasión nos ha conocido y
amado a todos y a cada uno
de nosotros y se ha
entregado por cada uno de
nosotros: Nos ha amado a
todos con un corazón
humano. Amor con que el
divino Redentor ama
continuamente al eterno
Padre y a todos los
hombres.
Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera
humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado. Dios, "que era
invisible en su naturaleza, se hace visible“.
Hoy te hace la misma pregunta que a los
apóstoles y lo único que quiere es escuchar tu
respuesta de amor. Conoce el amor y la
misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada
más importante en tu vida.
¿Quién es
para ti
Jesucristo?
Jesús, en un momento delicado,
cuando algunos de los primeros
discípulos lo abandonaban, hizo
a los que se habían quedado con
Él otra de estas preguntas tan
penetrantes e
ineludibles: "¿Queréis iros
vosotros también?". Fue de
nuevo Pedro quien le
respondió: "Señor, ¿a quién
iríamos? Tú tienes palabras de
vida eterna, y nosotros hemos
creído y sabemos que Tú eres el
Santo de Dios" (Jn 6, 67-69).
Jesús es signo de contradicción.
¿A quién
iremos, Señor?
Tu tienes
palabras de
vida eterna.
Automático
¿A quién
iremos,
Señor?
Tu eres
Jesucristo,
el profeta
esperado.
¿A quién
iremos,
Señor?
Tu eres
el camino,
la verdad
y la vida.
¿A quién
iremos,
Señor?
¿A quién
iremos,
Señor? Tu
tienes
palabras de
vida eterna.
¿A quién
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Credo3

  • 2. Nuestra religión cristiana no se basa en ideas ni en filosofías, sino en una persona, que es el centro y final de nuestra fe. El Cristianismo es Cristo conocido, creído, amado, seguido y transmitido. Por eso nos interesa, más que nada, saber bien quién es Jesucristo.
  • 7. San Mateo, que fue testigo de ello, nos lo cuenta: "viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los Profetas. Y El les dijo: y vosotros, ¿quién decís que soy?" (Mt 16, 13-15). Un día Jesús dirigió a los discípulos, que estaban con Él, unas preguntas importantes.
  • 8. San Pedro, superando sus propias fuerzas, dio la respuesta: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Para que nosotros podamos darla, como una expresión vital, fruto del don del Padre, cada uno debe dejarse tocar personalmente por la pregunta: Y tú, ¿quién dices que soy? Tú, que oyes hablar de Mí, responde: ¿Qué soy yo de verdad para ti?.
  • 9. El nombre de Jesús, dado por el ángel en el momento de la Anunciación, significa «Dios salva». Expresa, a la vez, su identidad y su misión, «porque él salvará al pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). A lo largo de todo el Antiguo Testamento se repite la promesa de que Dios salvará definitivamente a su pueblo y a toda la humanidad. San Pedro afirma que «bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos» (Hch 4, 12).
  • 10. En nuestro lenguaje habitual, Jesucristo es una sola palabra, un nombre propio. Para nosotros, Jesús, Cristo y Jesucristo es una misma persona. Sin embargo, en los orígenes del cristianismo no fue así. Cristo era un adjetivo. Cristo, aplicado a Jesús, es un título dado a Jesús.
  • 11. Decía San Cirilo de Jerusalén: “Se le llama Cristo, no por haber sido ungido por los hombres, sino por haber sido ungido por el Padre en orden a un sacerdocio eterno supra- humano”. Cristo es una palabra griega que significa ungido y traduce la expresión bíblica hebrea Mesías.
  • 12. Luego pasa a designar al destinatario de las esperanzas de Israel, al MESIAS. Cristo, aplicado a Jesús de Nazaret, era, por tanto, la confesión de fe en Él como Mesías, «el que había de venir», el esperado, en quien Dios cumplía sus promesas, el Salvador de Israel y de las naciones. En la Escritura el título de Cristo, Ungido, se aplica primeramente a reyes y sacerdotes, expresando la elección y consagración divinas para su misión.
  • 13. Los cristianos confesamos que Jesús es el Cristo. Muy pronto las dos palabras de esta confesión de fe "Jesús" y Cristo", se fundieron en una, Jesucristo, con la que desde los tiempos del Nuevo Testamento venimos nombrando a Jesús.
  • 14. ¿Existió realmente Jesús, o el Cristianismo se ha construido sobre una leyenda? Pocos estudiantes o intelectuales se cuestionan su existencia, pero algunos enemigos del Cristianismo están intentando probar lo contrario. Suele ser para evitar tener que cumplir los mandamientos y con ello justificarse a si mismos su libertinaje y mal proceder. Nos interesa en primer lugar saber si Jesucristo existió.
  • 15. La historia, no sólo cristiana, sino también pagana, da testimonio de que Jesucristo realmente existió. Pero estos escritos ¿son fiables y objetivos? Veamos.
  • 16. Todos los libros del Nuevo Testamento están escritos por autores que conocían a Jesús o recibieron el conocimiento de primera mano por parte de otros. Los cuatro evangelios relatan información de la vida de Jesús y sus palabras desde diferentes perspectivas. Estos relatos han sido ampliamente estudiados por eruditos tanto dentro como fuera del Cristianismo. De hecho, el Nuevo Testamento ha sido considerado el “más fiable de todos los documentos históricos antiguos”.
  • 17. Otros escritos judíos también hablan de la existencia de Jesús. Hay un pasaje interesante del Talmud judío que se refiere a Jesús. Aunque parece ser que la intención era negar la divinidad de Jesús, por lo menso asegura que fue una persona histórica. Entre los no cristianos: Flavio Josefo fue un destacado historiador judío que nació unos pocos años después de que Jesús murió. En su libro “Antigüedades de los Judíos” en el año 93 Josefo escribió sobre Jesús como una persona real.
  • 18. Tácito nació alrededor de 25 años después de la muerte de Jesús, y él había visto cómo la propagación del Cristianismo empezó a impactar en Roma. Otros autores de aquel tiempo, que hablan sobre Jesús, son Plinio el joven y Suetonio. Uno de los más grandes historiadores antiguos, Cornelio Tácito, afirmó que Jesús había sufrido bajo Poncio Pilato.
  • 19. Hay varios relatos independientes en tiempos antiguos. Todos, incluso los oponentes al Cristianismo, no dudaron de la historicidad de Jesús. Sobre Jesús se han escrito más libros que sobre alguna otra persona en la historia.
  • 20. Algunos creen que más que una persona histórica, Jesús es un mito. Pero no puede ser si nos atenemos al factor tiempo. Los mitos y leyendas suelen tomar cientos de años para evolucionar. Sin embargo, las Buenas Nuevas del cristianismo despegaron tan rápido que no pueden ser un mito o una leyenda.
  • 21. Su vida y sus palabras han influido muy favorablemente en la vida social. Su sermón de la montaña es como un ejemplo y modelo en la ética y la moral. Multitud de escuelas, hospitales y obras humanitarias se han fundado en su nombre. El elevado papel de la mujer en la cultura occidental tiene sus raíces en las enseñanzas de Jesús. La esclavitud fue abolida debido a las enseñanzas de Jesús. Una importante distinción entre un mito y una persona real es cómo la figura impacta en la historia.
  • 22. Quizá la evidencia más convincente de que Jesús existió fue el rápido desarrollo de los cristianos. ¿Cómo puede explicarse sin Jesús? ¿Cómo puede este grupo de pescadores y otros hombres trabajadores inventar a Jesús en unos escasos años?
  • 23. “Que unos pocos y simples hombres debieran en una generación haber inventado tan poderosa y atractiva personalidad, tan elevada ética y tan inspirada visión de la fraternidad humana, sería un milagro mucho más increíble que ningún otro relatado en los evangelios”. Decía un ateo convertido:
  • 24. Quizás la evidencia más grande de que Jesús existió es el hecho de que miles de cristianos del primer siglo, incluidos los 12 apóstoles, estuvieron gozosos de ofrendar sus vidas como mártires por Jesucristo. La gente morirá por lo que creen que es verdad, pero ninguno morirá por lo que ellos saben que es una mentira.
  • 25. No existe ningún experto legítimo en la actualidad que niegue que Jesús es una figura histórica que caminó sobre esta tierra hace unos 2.000 años, que hizo extraordinarias maravillas y actos de caridad, y que sufrió una horrible muerte en una cruz romana en las afueras de Jerusalén.
  • 26. Jesús no fue sólo un personaje histórico, sino que causó en el mundo un impacto mayor que cualquier otro líder moral o religioso. ¿Qué tenía Jesucristo que marcó la diferencia? ¿Fue meramente un gran hombre, o fue algo más?
  • 27. La fe cristiana católica confiesa que Jesús, aquel hombre que nació y murió crucificado en Palestina al comienzo de nuestra era, es el Hijo de Dios, el Cristo, el Ungido de Dios, centro de toda la historia. ¿Jesucristo es el Hijo de Dios?
  • 28. ¿Es Jesús Dios? Muchas personas lo han negado, aceptando a Jesús como a un gran hombre, un gran maestro, o un gran profeta. Sin embargo, Jesús y sus inspirados seguidores declararon ser Dios (Juan 10:30-38, Mateo 16:13-17, Marcos 14:61-64, Juan 14:6, Hebreos 1:8, Colosenses 1:16, Juan 12:40-41. Por lo tanto, llamar a Jesús sólo un "buen hombre" es lógicamente inconsistente.
  • 29. O es un mentiroso, o un lunático, o nuestro Señor y Dios. Ya que Jesús afirmó ser Dios, sus afirmaciones son verdaderas o falsas. Si son falsas, Él debió haber sido un mentiroso, deliberadamente engañando a las multitudes. O, fue un lunático, sinceramente creyendo ser Dios, cuando en realidad era sólo un hombre. ¿Por qué? Porque existen realmente sólo tres alternativas legítimas para la identidad de Jesucristo.
  • 30. Sin embargo, si Jesús fue un "buen hombre," ¿cómo, entonces, pudo ser bueno y loco, o loco y mentiroso? Existe sólo una alternativa lógicamente consistente: Él tiene que haber dicho la verdad. Además de la inconsistencia lógica, la extraordinaria evidencia histórica, arqueológica, y de manuscritos, muestra que Jesús no fue un mentiroso, ni un loco. Por lo tanto su afirmación es verdadera. Jesús es el Señor y Dios.
  • 31. En otro momento Jesús proclamó, “¡De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy!” Tomaron entonces piedras para arrojárselas (Juan 8:59). Jesús, anunciando Su identidad como “Yo soy” es una aplicación directa del nombre del Antiguo Testamento para Dios. Jesús en Juan 10:30 declara ser Dios: “Yo y el Padre somos uno”. Así lo entendieron sus mismos enemigos: “Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”. Y Jesús nunca corrige a los judíos diciéndoles, “Yo no me hago Dios”.
  • 32. Después de ser acusado de blasfemia, él decía: “El Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados”. A los muertos él podía decirles: “Sal fuera” o “Levántate”. Y ellos obedecían. A las tormentas en el mar les decía: “calma”. Y al pan le multiplicaba. Y todo se realizaba inmediatamente. Jesús afirmó tener poderes que pertenecían exclusivamente a Dios.
  • 33. Cuando un santo “hace” un milagro, no lo hace él, sino que lo pide a Dios, si es su voluntad. Jesús sí realizaba los milagros, por su mandato. El milagro es el sello de Dios. Es una obra de su poder y también de su amor.
  • 34. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva convivencia al quedar limpios.
  • 35. Cuando Jesús se bautiza en el Jordán, «se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y se posaba sobre El. Y una voz desde los cielos dijo: Este es mi Hijo amado, en quien me com- plazco» (Mt 3,16-17). Los cielos, cerrados por el pecado para el hombre, se abren con la aparición de Jesucristo entre los hombres.
  • 36. San Juan concluirá su evangelio con la misma confesión: “Estos signos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyéndolo tengáis vida en su nombre» (Jn 20,31). Y dirá luego en una carta: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de El”.
  • 37. El segundo concilio ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó "al Hijo único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre“. Después, siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer concilio ecuménico de Nicea que el Hijo es "consubstancial" al Padre, es decir, un solo Dios con él.
  • 38. Jesús es el Hijo eterno del Padre. No lo es por elección o adopción, sino por naturaleza. Jesús no es el Hijo de Dios en el mismo sentido con que vemos aquí a un padre y su hijo. Dios no se casó y tuvo un hijo. Jesús es el Hijo de Dios en el sentido de que Él es Dios manifestado en forma humana (Juan 1:1, 14).
  • 39. Ser el Hijo Único de Dios es lo central en la persona de Jesús. La filiación divina es su identidad personal. Por eso, antes de aparecer en su realidad débil, pobre y mortal de hombre, ya estaba Jesús precisamente como el Hijo único de Dios, desde la eternidad en el seno del Padre. (Cfr. Jn 1, 1. 14. 18; 17,5; 2 Cor 8,9; Flp 2, 6-11)
  • 40. San Juan afirma claramente que el Verbo, que «estaba en el principio con Dios, es el mismo que se hizo carne» (Jn 1,2.14). Jesús es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable: no se puede separar a Jesús de Cristo, ni hablar de un «Jesús de la historia», que sería distinto del «Cristo de la fe». No se puede separar el Verbo eterno y Jesucristo.
  • 41. La vida humana de Jesús es, por decirlo así, una proyección de esta relación eterna, que es amor divino. Y esto, no como un mero reflejo o representación de la realidad, sino en el sentido de que el amor que el Padre tuvo por el Hijo «antes de la fundación del mundo» y al que Éste corresponde perpetuamente, opera activamente en toda la vida histórica de Jesús. La relación de Padre a Hijo es una relación eterna, no alcanzada en el tiempo y que tampoco termina con esta vida o con la historia del mundo.
  • 42. Algunos sostienen que Jesús solamente estaba afirmando ser parte de Dios. Algo así como entre los panteístas, como los hindúes, cualquiera podría decir que él es parte de Dios, o que es uno con Dios. O también como los de la “nueva era”. La idea de que todos somos parte de Dios, y que dentro de nosotros está la semilla de la divinidad, no es el significado de las palabras y acciones de Jesús.
  • 43. Jesús enseñó que él es Dios de la manera que los judíos entendían a Dios y la manera que las Escrituras hebreas describían a Dios. Para los judíos Dios significaba el Ser que está fuera del mundo, que lo ha creado y es infinitamente distinto a cualquier otra cosa. Por eso impresionaron tanto las palabras de Jesús.
  • 44. Jesús se designó como el "Hijo" que conoce al Padre. Distinguió su filiación de la de sus discípulos, no diciendo "nuestro Padre“, sino subrayando la distinción: "Mi Padre y vuestro Padre". Después de su Resurrección, su filiación divina aparece en el poder de su humanidad glorificada: "Constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección de entre los muertos“.
  • 45. La fe cristiana nos dice que Jesús no es un portador del reinado de Dios y, en ese sentido, por la función mesiánica que ejerce, un «hijo de Dios». Es el único Hijo, el único que ha sido investido del poder de Dios, el único realizador de su reinado. Es el único camino, toda y la única verdad que Dios nos comunica, el único cauce por el que Dios nos da la vida.
  • 46. Jesús es perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad, compuesto de alma racional y cuerpo. Es consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación.
  • 47. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad. En la unión misteriosa de la Encarnación "la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida“. La naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. El Hijo de Dios comunica a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad.
  • 48. Esta alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su persona. Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar. El Hijo eterno asumió también un alma racional humana.
  • 49. Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divina y humana, no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación.
  • 50. El Corazón del Verbo encarnado, Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: Nos ha amado a todos con un corazón humano. Amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres. Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado. Dios, "que era invisible en su naturaleza, se hace visible“.
  • 51. Hoy te hace la misma pregunta que a los apóstoles y lo único que quiere es escuchar tu respuesta de amor. Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida. ¿Quién es para ti Jesucristo?
  • 52. Jesús, en un momento delicado, cuando algunos de los primeros discípulos lo abandonaban, hizo a los que se habían quedado con Él otra de estas preguntas tan penetrantes e ineludibles: "¿Queréis iros vosotros también?". Fue de nuevo Pedro quien le respondió: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 67-69). Jesús es signo de contradicción.
  • 53. ¿A quién iremos, Señor? Tu tienes palabras de vida eterna. Automático
  • 57. Tu eres el camino, la verdad y la vida.
  • 61. Que la madre María nos acompañe para ir al encuentro de Jesús. AMÉN