2. “Es
el
escritor
alemán
más
grande
de
nuestro
3empo.
A
su
lado,
poetas
como
Rilke
o
novelistas
como
Thomas
Mann
son
enanos
o
santos
de
escayola”.
Vladimir
Nabokov
3.
4. Papá,
detestable.
Mamá,
servil.
Hermann
KaBa
(1852-‐1931),
el
padre.
Hijo
de
carnicero.
Nacido
y
criado
en
Osek,
al
sur
de
Bohemia.
Comerciante
de
arQculos
de
fantasía
en
una
3enda
de
Praga
desde
1882.
Empleaba
a
15
personas.
Julie
Löwy
(1856-‐1934),
la
madre.
Hija
de
un
comerciante
de
paños
y
cervecero.
Nacida
y
criada
en
Podebrady,
a
orillas
del
Elba.
Se
casó
con
Hermann
KaBa
en
1882.
A
los
67
años
escribió
un
resumen
novelado
de
su
vida.
Aunque
el
manuscrito
se
ha
perdido,
quienes
lo
leyeron
recuerdan
que
abundaba
en
referencias
al
marido,
el
trabajo
y
los
hijos,
pero
no
incluía
ni
un
solo
apunte
personal.
KaBa
no
empa3zaba
con
ninguno
de
sus
progenitores:
al
padre
lo
consideraba
detestable
(“un
verdadero
KaBa
en
fuerza,
salud,
ape3to,
vozarrón
,
elocuencia
y
autosa3sfacción”,
escribió),
y
a
la
madre,
servil
y
cobarde
por
aguantar
al
marido.
5. Pues
bien,
la
relación
de
amor-‐odio
que
el
autor
checo
mantenía
con
su
padre
se
puede
rastrear
en
su
obra
en
dos
niveles:
1. El
primero,
implícito
o
subyacente
a
toda
su
obra,
se
manifiesta
en
el
sen3miento
fatalista,
derro3sta
y
pesimista
ante
el
mundo.
En
efecto,
sus
personajes
están
abocados
al
fracaso
desde
el
comienzo,
por
muy
ac3vos
o
perseverantes
que
sean
(por
ejemplo,
el
protagonista
de
El
Cas9llo).
2. El
segundo
nivel
en
el
que
se
evidencia
la
paradójica
relación
padre-‐hijo
en
su
obra
se
circunscribe
a
las
tramas
y
relaciones
entre
los
personajes
de
algunas
de
sus
novelas
o
relatos.
Aquí
se
tratará
de
La
metamorfosis
y
La
condena.
6. El
padre
ejerce
dos
funciones
básicas
en
KaBa
y
su
obra:
1) Haber
mo3vado
un
sen3miento
de
inferioridad
en
el
autor
que
se
refleja
en
el
fatalismo
que
desprenden
sus
obras.
2) Paradójicamente,
el
fatalismo
y
pesimismo
propio
de
sus
obras
contrasta
con
unos
protagonistas
perseverantes,
valientes,
desafiantes
ante
un
mundo
absurdo,
verdaderos
superhombres
que
luchan
contra
un
des3no
que
los
aniquila.
7. "Soy
un
hombre
cerrado,
taciturno,
poco
sociable,
descontento,
sin
que
todo
ello
cons9tuya
una
infelicidad
para
mí,
ya
que
es
solamente
el
reflejo
de
mi
meta.
De
mi
modo
de
vivir
en
casa
se
puede
sacar
alguna
deducción.
Vivo
en
familia
con
personas
bonísimas
y
afectuosas,
más
extraño
que
un
extraño.
Con
mi
madre
no
he
cambiado
en
estos
úl9mos
años
más
de
veinte
palabras
de
promedio
al
día;
con
mi
padre,
nada
más
que
el
saludo.
Con
mis
hermanas
casadas
y
mis
cuñados
no
hablo
en
absoluto,
sin
que
esto
signifique
que
esté
enojado
con
ellos.
El
mo9vo
es
sencillamente
éste:
no
tengo
absolutamente
nada
que
decirles.
Todo
cuanto
no
es
literatura
me
hasRa
y
provoca
mi
odio,
porque
me
molesta
o
es
un
obstáculo
para
mí,
por
lo
menos
en
mi
opinión".
KaBa
se
refiere
a
sí
mismo
y
a
su
familia
con
estas
palabras:
8. El
padre
de
Franz
era
un
hombre
corpulento
y
dinámico
que
ejercía
una
autoridad
absoluta
en
su
familia;
es
la
encarnación
del
“pater
familias”
la3no,
con
potestad
absoluta
para
ordenar,
organizar
y
dirigir
la
vida
familiar.
Este
comportamiento
dictatorial
no
excluye
el
cariño
y
amor
hacia
sus
familiares.
Podían
convivir
ambos
actos
(3ranía
y
amor),
pues
venían
refrendados
por
toda
la
tradición
occidental
de
relaciones
familiares.
Por
otra
parte,
el
padre
era
un
hombre
centrado
en
sus
negocios
y
vida
laboral,
lo
cual
le
mantenía
algo
alejado
de
sus
hijos.
Por
todas
estas
razones,
el
escritor
temía
y
odiaba
a
su
progenitor,
pero
al
mismo
3empo
lo
veneraba
y
admiraba.
9. "Te
lo
ruego,
papá,
comprende
lo
que
te
digo,
todos
estos
detalles
no
habrían
tenido
importancia
por
sí
solos.
Me
deprimían
únicamente
por
el
hecho
de
que
tú,
el
hombre
que
tan
enormemente
ha
influido
en
mi
vida,
sin
embargo,
no
observaba
los
mandamientos
que
imponía.
Por
ello
subdividí
el
mundo
en
tres
partes:
una,
en
la
cual
vivía
yo,
el
esclavo,
bajo
leyes
que
sólo
hablan
sido
inventadas
para
mi
y
a
las
que
yo,
por
otra
parte
—sin
saber
por
qué—
nunca
más
podía
cumplir
en
forma
sa9sfactoria:
luego
un
segundo
mundo,
infinitamente
lejos
del
mío,
en
el
cual
vivías
tú,
ocupado
en
gobernar,
emi9r
las
órdenes
y
disgustarte
a
causa
de
su
incumplimiento;
finalmente
un
tercer
mundo,
en
el
cual
vivía
el
resto
de
la
gente,
feliz
y
sin
órdenes
ni
obediencia".
"Desde
muy
temprano
tú
me
prohibías
la
palabra.
Te
recuerdo
siempre
amenazante
"¡Ni
una
palabra
de
réplica!"
y
levantando
la
mano
al
mismo
9empo.
Cuando
se
trata
de
tus
asuntos,
tú
eres
un
excelente
orador
y
yo
adquirí
en
tu
presencia
un
modo
de
hablar
entrecortado,
tartamudeante,
y
aun
eso
era
demasiado
para
9:
finalmente
me
quedé
callado,
primero
acaso
por
terquedad
y
más
adelante,
debido
a
que
en
tu
presencia
no
podía
ni
pensar
ni
hablar".
"Tú
me
decías:
"Ni
una
palabra
más"
y
con
ello
querías
acallar
en
mí
las
fuerzas
contrarias
que
te
eran
desagradables.
Pero
tal
influjo
era
demasiado
fuerte
para
mí,
yo
era
demasiado
obediente
y
enmudecí
del
todo,
me
oculté
de
9
y
sólo
osaba
moverme
cuando
estabas
tan
lejos
que
tu
poder,
cuando
menos
directamente,
ya
no
me
alcanzaba".
"Entre
nosotros
no
hubo
realmente
ninguna
lucha;
yo
de
inmediato
estuve
liquidado;
lo
que
quedó
era
huida,
amargura,
tristeza,
lucha
interna".
(Carta
al
padre,
1919)
12. "En
nosotros
siguen
vivos
los
oscuros
rincones,
los
pasajes
misteriosos,
las
ventanas
cegadas,
los
pa9os
sucios,
las
ruidosas
tabernas,
y
las
posadas
cerradas
con
llave.
Recorremos
las
anchas
calles
de
la
ciudad
nueva,
pero
nuestros
pasos
y
miradas
son
inseguros.
La
ciudad
judía
vieja
e
insalubre
que
hay
en
nosotros
es
mucho
más
real
que
la
ciudad
nueva
e
higiénica
que
nos
rodea.
Despiertos
vamos
atravesando
un
sueño:
no
somos
más
que
fantasmas
de
9empos
pasados...".
13. Franz
KaBa
había
nacido
aquí
en
1883,
hijo
mayor
del
comerciante
Hermann
KaBa
y
de
Julie
Löwy.
El
padre
descendía
de
un
carnicero
judío,
pobre
pero
temido,
de
Osek;
la
madre
procedía
de
una
familia
judeoalemana
de
Podebrady,
respetable
y
acaudalada,
fabricante
de
paños
y
de
cerveza,
en
la
que
también
había
talmudistas,
médicos,
eruditos,
conversos
y
solterones
excéntricos.
KaBa
era
de
raza
judía,
pero
no
prac3caba
su
religión;
era
checo
pero
no
hablaba
la
lengua
nacional.
Fue
educado
en
la
dominante
cultura
y
lengua
alemana,
la
del
enemigo
interior.
Era
una
forma
de
no
ser
de
nadie,
un
extranjero
en
su
propia
patria.
En
la
calle
Celetná
estaba
el
ins3tuto
donde
estudió
el
bachillerato
y
después
se
licenció
en
Derecho
en
el
Clemen3num,
sin
vocación,
obligado
por
el
padre
en
cuya
sombra
ominosa
descubrió
el
enigma
de
los
3ranos.
Palacio
Kinsky
en
Praga,
donde
KaBa
cursó
los
estudios
secundarios
15. En
el
viejo
cementerio
judío
de
Josefov
el
fuego
fatuo
es
un
grajo
que
levanta
el
vuelo
entre
las
estelas
mohosas
hacia
las
espadañas
crispadas
de
la
iglesia
de
Nuestra
Señora
de
Tyn
en
la
plaza
del
Ayuntamiento.
Alrededor
de
esta
plaza
se
movió
la
existencia
de
KaBa.
Muy
cerca
se
halla
la
casa
donde
nació,
en
una
esquina
estaba
la
3enda
de
objetos
de
regalo
de
su
padre,
al
pie
de
la
columna
de
la
Virgen
se
citaba
con
su
amigo
Max
Brod.
La
familia
de
KaBa
cambió
de
aposento
al
menos
veinte
veces
a
lo
largo
de
la
vida
del
escritor
siempre
en
un
círculo
muy
constreñido
alrededor
de
la
plaza
Vieja.
Todos
han
desaparecido.
Es
inú3l
buscar
su
rastro.
16.
17. Hermann
KaBa
usaba
como
emblema
de
su
3enda
el
perfil
de
una
grajilla
—kavka
en
checo,
palabra
que
se
pronuncia
kaBa—.
La
3enda
del
padre
de
KaBa
en
la
Staromestske
Names3
(Plaza
de
la
Ciudad
Vieja)
de
Praga,
en
torno
a
1920
Palacio
Kinsky
18. Kaaaarr!
La
grajilla
es
un
córvido
con
notables
capacidades
vocales:
un
chyak-‐chyak
o
kak-‐kak
metálico
y
chirriante
es
el
sonido
de
saludo
en
vuelo;
kiaw
o
kyow
es
la
llamada
de
alimentación,
que
en
las
hembras
es
más
compleja:
kyaay,
tchaayk
o
giaaa;
arrrrr
o
kaaaarr
es
usada
como
voz
de
alarma
ante
la
amenaza
o
proximidad
de
depredadores…
Algunos
ejemplares
del
pájaro,
como
salidos
de
una
narración
kaBiana,
pueden
imitar
la
voz
de
los
seres
humanos.
Es
significa3vo
la
presencia
cadenciosa
de
la
letra
k
en
el
idioma
de
las
grajas.
21. Fue
en
la
casa
de
Oqla
donde
KaBa
encontró
refugio
cuando
se
alejó
por
primera
vez
de
la
familia
por
la
incipiente
tuberculosis
que
le
habían
diagnos3cado.
Durante
el
otoño
y
el
invierno
de
1917
–
1918
escribió
en
la
tranquilidad
campestre
luminosos
aforismos
casi
teológicos:
“Se
les
ofreció
la
posibilidad
de
ser
reyes
o
correos
de
reyes.
A
la
manera
de
los
niños
todos
quisieron
ser
correos.
Por
eso
es
que
no
hay
más
que
correos,
que
recorren
el
mundo
y
se
gritan
unos
a
otros
los
mensajes
sin
sen9do,
a
falta
de
reyes.
Con
gusto
le
pondrían
fin
a
sus
miserables
vidas,
pero
no
se
atreven
por
el
juramento
que
prestaron.”
22.
23. Elli
y
su
marido
tuvieron
tres
hijos:
Felix
(1911-‐1940),
Ger3
(1912-‐1972)
y
Hanna
(1919-‐1942).
Valli,
que
se
casó
con
el
empleado
de
comercio
Josef
Pollak
(1882-‐1942),
tuvo
dos
hijas:
Marianne
(1913-‐2000)
y
Loqe
(1914-‐1931).
Oqla
se
casó
con
un
católico,
el
abogado
Josef
David,
una
unión
que
despertó
las
iras
del
padre
de
la
novia
por
la
diferencia
de
credo
religioso
entre
los
cónyuges.
Tuvieron
dos
hijas,
Vera
y
Helene.
En
1942
el
matrimonio
se
divorció.
La
relación
de
pareja
era
tan
insostenible
que
Oqla
prefirió
la
seperación
aún
a
costa
de
que
estaba
perdiendo
la
única
posibilidad,
el
catolicismo
del
marido,
de
salvarse
del
nazismo.
24. Tres
hermanas
asesinadas
por
los
nazis.
Franz
fue
el
primogénito
del
matrimonio.
Luego
nacieron,
con
un
año
de
diferencia,
un
par
de
niños
que
murieron
prematuramente:
Georg
(1885-‐1886)
y
Heinrich
(1887-‐1888).
A
con3nuación,
con
la
misma
cadencia
casi
anual,
llegaron
tres
crías:
Gabriele
KaBa
(1889-‐1941),
Valerie
KaBa
(1890-‐1942)
y
Otlie
KaBa
(1892-‐1943),
llamadas
en
familia
por
los
diminu3vos
Valli,
Elli
y
Oqla.
La
úl3ma
fue
la
más
querida
por
el
hermano,
que
la
ayudó
a
estudiar
agronomía
para
que
pudiese
ges3onar
la
granja
del
marido
de
Elli,
Karl
Hermann
(1883-‐1939),
en
Zürau,
pueblo
que
se
llama
ahora
Siřem.
25. Las
tres
hermanas
KaBa
murieron
durante
el
Holocausto.
Elli
y
Valli
fueron
internadas,
como
la
mayoría
de
los
judíos
de
Praga,
en
el
gueto
de
Lódź
y
trasladadas
después
al
campo
de
exterminio
de
Chelmno,
donde
las
gasearon.
Oqla
murió
en
Auschwitz.
Gueto
de
Lódź
26. Elli
y
Valli
y
fueron
trasladadas
al
campo
de
exterminio
de
Chelmno,
donde
las
gasearon
28. Arbeit
macht
frei,
«el
trabajo
hace
libre».
Hoy
en
día
se
calcula
que
en
Auschwitz
llegaron
a
estar
internadas
un
total
de
1,3
millones
de
personas,
de
las
cuales
murieron
1,1
millones,
el
90%
de
ellos,
en
torno
a
un
millón.
29.
30. Deseo
de
ser
indio.
Algunos
de
los
mejores
relatos
cortos
de
KaBa
están
relacionados
con
animales.
Escribió
sobre
perros,
ratones
y
caballos.
Este
texto
se
3tula
Deseo
de
ser
indio:
“Si
pudiera
ser
un
indio,
ahora
mismo,
y
sobre
un
caballo
a
todo
galope,
con
el
cuerpo
inclinado
y
suspendido
en
el
aire,
estremeciéndome
sobre
el
suelo
oscilante,
hasta
dejar
las
espuelas,
pues
no
tenía
espuelas,
hasta
9rar
las
riendas,
pues
no
tenía
riendas,
y
sólo
viendo
ante
mí
un
paisaje
como
una
pradera
segada,
ya
sin
el
cuello
y
sin
la
cabeza
del
caballo.”
El
sosegado
y
eficaz
redactor
diurno
de
informes
de
accidentes
laborales
se
converQa,
en
las
garras
del
insomnio,
en
un
feroz
aullador.
El
vegetarianismo,
la
calistenia
que
prac3caba
en
desnudez
ante
la
ventana
abierta
al
abismo
tembloroso
de
Praga,
las
brazadas
en
el
río…,
nada
de
aquella
sanitaria
agenda
lograba
apagar
el
horno
que
anidaba
en
el
pecho.
31.
32. Autómata
insomne.
En
la
madrugada,
cuando
el
silencio
era
propicio,
escribía
con
la
voluntad
de
un
lúcido
autómata.
A
veces
anota
con
orgullo
la
disposición
metódica
de
las
jornadas,
repe3das
en
una
sincronía
de
mareas
oceánicas.
“De
8.30
a
14.30
horas,
trabajo
de
oficina
en
la
aseguradora;
regreso
a
casa;
comida
hasta
las
15.30;
siesta
hasta
las
19.30;
gimnasia;
acompañar
a
la
familia
durante
la
cena,
en
la
que
casi
no
probaba
bocado
y
sólo
picotea
frutos
secos;
a
las
23,
comienzo
de
la
jornada
de
escritura;
dependiendo
de
la
“fuerza,
inspiración
y
suerte”
puede
terminar
entre
las
3
y
las
6
de
madrugada;
algo
más
de
gimnasia;
a
las
6,
desayuno;
a
las
8,
salida
hacia
la
oficina…”
33.
34.
35.
36. Tuvo
entre
1908
y
1922
un
empleo
donde
le
entregaban
un
sueldo
que,
según
el
mismo
afirmaba,
le
alcanzaba
para
“pagar
el
pan”.
Fue
empleado
de
la
aseguradora
italiana
Assicurazioni
Generali
y
luego
redactor
de
informes
en
el
Ins3tuto
de
Seguros
de
Accidentes
Laborales
para
el
Reino
de
Bohemia.
Sede
de
la
compañía
de
seguros
de
Praga
en
la
que
trabajaba
KaBa
37. El
mejor
redactor
de
informes
de
seguros.
KaBa
(1883-‐1924),
el
primer
escritor
moderno,
acaso
el
único
que
todavía
merece
ser
considerado
moderno,
tuvo
entre
1908
y
1922
un
empleo
donde
le
entregaban
un
sueldo
que,
según
el
mismo
afirmaba,
le
alcanzaba
para
“pagar
el
pan”.
Componía
precisos
memorandos
—podemos
imaginar
cuan
precisos—
para
que
la
compañía
pagase
o
dejase
de
pagar
indemnizaciones
a
trabajadores
heridos
en
el
ejercicio
laboral.
Al
final
de
la
jornada,
de
ocho
de
la
mañana
a
seis
de
la
tarde,
corría
a
casa
de
sus
padres,
cenaba
frugalmente
un
apio
y
una
zanahoria
—era
vegetariano—
y
dedicaba
la
noche
entera
a
iluminar
los
caprichos
de
la
3nta
sobre
el
papel
con
las
candelas
de
su
mirada
de
golem
con
alma
de
hombre.
A
veces
senQa
remordimientos
por
entregarse
a
una
vida
laboral
adocenante,
pero
en
ocasiones
se
mostraba
indulgente
y
afirmaba
que
el
trabajo
libera
al
hombre
“del
sueño
que
lo
deslumbra”.
Era
incansable
y
nunca
dejaba
nada
sin
terminar
o
mal
terminado.
38. ¿Inventor
del
casco
de
seguridad
en
el
trabajo?
Un
libro
publicado
en
inglés
en
2008,
Franz
Kakfa:
The
Office
Wri3ngs
[se
pueden
leer
extractos
en
Googlebooks],
reunió
por
primera
vez
las
prolijas
evaluaciones
que
en
horario
de
oficina
caligrafiaba
el
menudo
joven
en
cuyo
interior,
sin
que
ninguno
de
sus
compañeros
de
trabajo
lo
sospechase,
ardían
todos
los
fuegos
del
infierno.
KaBa
fue
uno
de
los
pioneros
de
la
disciplina
que
hoy
llamamos
seguridad
e
higiene
en
el
trabajo,
que
no
estaba
entonces
regulada
ni
fiscalizada
y
que
el
empleado
de
la
aseguradora
consideraba
necesario
desarrollar
para
evitar
los
accidentes
y
las
bajas.
39. En
una
carta
a
uno
de
sus
amigos,
KaBa
resumió
con
humor
la
tarea
a
la
que
se
enfrentaba:
“No
9enes
idea
de
lo
ocupado
que
estoy…
En
los
cuatro
distritos
que
tengo
a
mi
cargo
(…)
hay
personas
que
caen
de
los
andamios
o
dentro
de
las
maquinarias…
Es
como
si
todos
estuvieran
borrachos,
los
tablones
volcaran
a
la
vez,
los
terraplenes
se
deslizaran
y
todo
esté
siempre
patas
arriba.
Hasta
las
chicas
de
las
fábricas
de
vajilla
no
dejan
de
volar
escaleras
abajo
con
montañas
de
loza…
El
dolor
de
cabeza
por
estos
asuntos
no
me
abandona.”
En
el
libro
Managin
in
the
Next
Society
(2003),
el
analista
Peter
Drucker
asegura
que
KaBa
fue
el
inventor
del
casco
rígido
de
seguridad
para
determinados
oficios,
pero
nadie
ha
encontrado
pruebas
sobre
la
veracidad
de
la
teoría.
40. La
American
Safety
Society
le
concedió
tres
años
seguidos
(1910-‐1912)
la
medalla
de
oro
por
sus
aportaciones
a
la
especialidad
y
los
desvelos
que
se
tomaba
para
aconsejar
medidas
de
protección
para
los
obreros.
41. “Ya
no
os
como”.
Desde
que
cumplió
25
años,
KaBa
decidió
no
comer
ningún
3po
de
carne
animal
o
huevos
de
aves
y
sólo
de
vez
en
cuando
se
permiQa
unos
sorbos
de
leche.
Durante
una
visita
al
acuario
de
Berlín
se
enfrentó
a
las
peceras
iluminadas
y
dijo
en
voz
alta,
hablando
a
los
peces
sin
la
menor
afectación
ni
sen3mentalismo:
“Ahora
al
menos
puedo
miraros
en
paz.
Ya
no
os
como.”
42. Freud,
“un
irremediable
error”.
No
encendía
la
calefacción
en
su
dormitorio,
solía
mantener
la
ventana
abierta,
hacía
media
hora
de
gimnasia
al
día
y,
excepto
en
momentos
de
especial
debilidad,
nadaba
desnudo
unos
kilómetros
en
el
río
varias
veces
por
semana.
Era
enclenque
solamente
en
apariencia.
Apenas
dormía
pero
estaba
habitado
por
una
caldera
que
nadie
apagaba.
Nunca.
Algunas
interpretaciones
deducen
que
su
obra
literaria
solo
puede
entenderse
por
el
alma
siempre
calcinada
del
escritor
—sus
mejores
amigos
iban
un
poco
más
lejos
y
hablaban
de
“san9dad”
43. Mandamientos.
KaBa
era
un
escritor
tan
escrupuloso
que
prefería
condenar
al
fuego
las
palabras
antes
de
usarlas
mal.
Nunca
se
consideró
capaz
de
dar
consejos
pero
no
hay
redactor
de
mandamientos
tan
humano
como
él,
siempre
cercano
al
úl3mo
suspiro,
siempre
consciente
del
ahogo.
Esta
es
una
posibilidad
de
tablas
de
la
ley.
Uno:
La
desproporción
del
mundo
parece
ser
—qué
consuelo—
sólo
numérica.
Dos:
Solo
cuando
esté
contento
con
mis
sufrimientos
podré
hacer
un
alto.
Tres:
En
la
lucha
entre
uno
y
el
mundo,
hay
que
estar
de
parte
del
mundo.
Cuatro:
Si
el
libro
que
leemos
no
nos
despierta
de
un
puñetazo
en
el
cráneo,
¿para
qué
leerlo?…
Un
libro
3ene
que
ser
un
hacha
que
rompa
el
mar
de
hielo
que
llevamos
dentro.
Cinco:
La
desgracia
de
Don
Quijote
no
es
su
fantasía,
es
Sancho
Panza.
Seis:
Conócete
a
3
mismo
no
quiere
decir:
obsérvate.
Obsérvate
es
la
frase
de
la
serpiente.
Quiere
decir:
hazte
dueño
de
tus
actos.
Ahora
bien,
eso
ya
lo
eres,
eres
dueño
de
tus
actos.
De
modo
que
esa
frase
significa:
¡desconócete!
¡destrúyete!
(….)
Para
que
te
conviertas
en
quien
eres.
Siete:
La
ociosidad
es
el
comienzo
de
todos
los
vicios,
el
coronamiento
de
todas
las
virtudes.
Ocho:
El
cielo
es
mudo,
sólo
al
mudo
le
hace
eco.
Nueve:
Quien
busca
no
encuentra,
pero
quien
no
busca
es
encontrado.
Diez:
No
librarse
de
sí
mismo,
sino
consumirse
a
sí
mismo.
44. El
Ro
español.
KaBa
se
iden3ficaba
firmemente
con
sus
antepasados
maternos.
Los
Löwy
le
gustaban,
como
apunta
Mauro
Nervi,
“por
su
espiritualidad,
dis9nción
intelectual,
conocimiento
rabínico,
excentricidad,
disposición
melancólica
y
delicada
cons9tución
msica
y
mental”
De
sus
tres
Qos
maternos
admiraba
sobre
todo
al
mayor,
Alfred
Löwy
(1852-‐1923),
que
siempre
permaneció
soltero,
tenía
un
enorme
carisma
y
facultades
para
triunfar
en
el
mundo
de
los
negocios
que
no
limitaban
un
gran
sen3do
de
la
jus3cia.
Era
el
apaciguador
y
consejero
de
la
familia.
Trabajó
durante
varias
décadas
como
direc3vo
de
una
empresa
española
de
ferrocarriles
y
residió
en
Madrid.
Los
biógrafos
de
KaBa
nunca
han
ahondado
en
esta
figura
en
espera
de
reparación
e
inves3gación
histórica
por
la
influencia
moral
que
tenía
sobre
el
sobrino,
al
que
animaba
a
dedicarse
a
la
escritura
pese
a
que
el
resto
de
la
familia
lo
consideraba
un
caso
perdido.
(1852-‐1923)
45.
46. Era
un
joven
alto,
flaco,
de
tronco
corto
y
de
piernas
largas,
enamoradizo,
asiduo
de
tabernas
y
burdeles.
Aunque
tenía
un
diseño
de
grajo
con
huesos
muy
pun3agudos,
un
poco
siniestro,
su
espíritu
tendía
con
furia
hacia
el
placer,
que
su
padre
y
la
tuberculosis
reprimieron
tempranamente.
Amaba
los
deportes,
iba
a
nadar
a
la
Escuela
Civil
de
natación
en
el
río
Moldava
y
a
remar
en
su
propia
barca
bau3zada
con
el
nombre
Bebedor
de
Almas.
Muchas
veces
tomaba
el
tranvía
hacia
la
úl3ma
parada
y
se
perdía
en
los
bosques.
Pasaba
largos
veraneos
en
los
pueblos
de
origen
de
sus
padres,
en
sanatorios
naturistas,
en
balnearios,
en
ciudades
del
imperio,
Berlín,
Viena,
Múnich,
Budapest,
y
luego
en
París,
en
el
lago
Garda,
en
la
costa
danesa,
en
innumerables
excursiones
en
las
que
le
solía
acompañar
su
amigo
Max
Brod
y
en
cada
lugar
se
las
arreglaba
para
encontrar
una
amiga,
una
amante
adicta
a
su
tortura
interior,
que
le
ayudaba
a
sacudirse
de
encima
el
peso
de
Praga,
con
sus
piedras
carbonizadas.
KaBa
no
amaba
a
su
ciudad,
por
eso
la
penetró
con
su
obra
como
a
una
ramera.
47. La
estudiante
Hedwig
Weiler
fue
su
primer
amor
de
verano
en
Trest
con
la
que
se
carteó
durante
algún
3empo.
48. KaBa
(1883-‐1924)
había
conocido
a
Felice
en
agosto
de
1912
y
en
sep3embre
le
escribió
la
primera
carta.
El
1
de
noviembre
ya
le
dejaba
perfectamente
claro
cuál
era
su
mayor
obsesión:
“Mi
vida,
en
el
fondo,
consiste
y
ha
consis9do
siempre
en
intentos
de
escribir,
en
su
mayoría
fracasados.
Pero
el
no
escribir
me
hacía
estar
por
los
suelos,
para
ser
barrido”.
Por
entonces
estaba
trabajando
en
una
novela,
que
Brod
publicaría
con
el
Qtulo
de
América.
Pero
se
había
atascado.
Como
a
Felice
le
daba
cumplida
cuenta
de
todo
lo
que
le
ocurría,
el
17
de
ese
mismo
mes
le
anunció
que
se
le
había
ocurrido
un
cuento
que
lo
llevaba
asediando
desde
“lo
más
hondo”
de
sí
mismo.
49. Con
la
berlinesa
estableció
un
noviazgo
convulso
lleno
de
misivas,
dudas,
rupturas
y
reencuentros.
50. Estuvo
comprome3do
dos
veces
con
Felice
Bauer
(1867-‐1960),
con
quien
mantenía
sobre
todo
relaciones
epistolares.
Le
remi3ó
alguna
de
las
más
descarnadas
de
las
cartas
que
escribió
a
sus
novias
[han
sido
reeditadas
por
Nórdica]:
“Yo
perdería
mi
soledad,
que
en
su
mayor
parte
es
horrible,
y
te
ganaría
a
9,
a
quien
amo
más
que
ningún
otro
ser
(…)
En
cambio
tú
perderías
tu
vida
tal
como
la
has
llevado
hasta
el
momento,
vida
con
la
que
te
sientes
sa9sfecha
casi
por
completo
(…)
En
lugar
de
esta
nada
despreciable
pérdida
ganarías
un
hombre
enfermo,
débil,
insociable,
taciturno,
triste,
rígido,
casi
desprovisto
de
toda
esperanza,
cuya
tal
vez
única
virtud
consiste
en
que
te
quiere.”
51. En
el
verano
de
1916,
después
de
unas
vacaciones
con
su
novia
Felice
en
Marienbad,
KaBa
encontró
un
pequeño
estudio
en
el
número
22
de
este
callejón.
Aquí
se
re3raba
a
escribir
por
las
tardes,
después
del
trabajo
de
abogado
de
Seguros,
hasta
altas
horas
de
la
madrugada.
"Quizá
hay
otras
maneras
de
escribir,
pero
yo
no
conozco
más
que
una;
de
noche,
cuando
la
angus9a
no
me
deja
dormir".
Luego
volvía
a
la
ciudad
por
la
an3gua
escalinata
del
palacio.
52.
53. Luego
entró
en
su
vida
la
suiza
Ger3
Wasner,
que
en
los
diarios
de
KaBa
aparece
sólo
con
las
iniciales.
54. En
enero
de
1919
conoció
a
Julie
Wohryzek
en
la
pensión
Stüdl
y
con
la
que
se
prome3ó
unos
meses
después.
55. Milena,
casada
con
Ernest
Pollak,
ocupó
durante
este
3empo
su
cabeza
y
en
sus
brazos
comenzaron
los
primeros
vómitos
de
sangre.
56. Más
tarde,
su
amor
por
Milena
Jesenská
(1896-‐1944)
también
se
vio
frustrado.
La
salud
precaria
volvía
a
aparecer
como
disfraz
del
miedo
en
las
cartas
[editadas
en
español
por
Alianza]:
“
Reflexione,
además
Milena,
en
qué
condiciones
me
acerco
a
usted,
que
viaje
de
treinta
y
ocho
años
hay
detrás
de
mí
(y
un
viaje
mucho
más
largo
todavía
,
porque
soy
judío),
y
cómo,
al
tomar
una
curva
aparentemente
causal
del
camino,
la
veo,
cuando
no
esperaba
verla,
y
menos
aún
tan
defini9vamente
tarde,
entonces
Milena,
no
puedo
gritar,
ni
tampoco
grita
nada
en
mí,
ni
siquiera
digo
mil
tonterías,
porque
no
están
en
mí,
y
quizá
sólo
advierto
que
estoy
arrodillado
al
ver
que
sus
pies
están
ante
mis
ojos
y
al
acariciarlos
(…)
Estamos
jugando
a
un
juego
infan9l,
yo
me
arrastro
por
la
sombra,
de
un
árbol
a
otro,
estoy
en
pleno
camino,
usted
me
llama,
me
señala
los
peligros,
quiere
darme
ánimos,
se
desespera
al
ver
mi
paso
inseguro,
me
recuerda
la
seriedad
del
juego
(…)
Estoy
mentalmente
enfermo,
la
enfermedad
de
los
pulmones
no
es
más
que
un
desbordamiento
de
la
enfermedad
mental.”
Años
después,
Milena,
decidida,
valiente,
casi
temeraria,
se
comprome3ó
con
la
lucha
clandes3na
contra
los
nazis
durante
la
ocupación
de
Checoslovaquia.
Pese
a
que
no
tenía
origen
judío,
cosía
en
sus
abrigos
la
cruz
amarilla
iden3fica3va
y
se
paseaba
por
Praga.
57. La
actriz
Dora
Diamant
llegó
a
con3nuación
y
con
ella
convivió
los
úl3mos
meses
de
su
vida
58. La
úl3ma
novia
de
KaBa
fue
Dora
Diamant
(1858-‐1952),
una
chica
polaca
de
izquierdas
a
la
que
conoció
en
un
balneario
y
con
quien
vivió
en
Berlín,
feliz,
yendo
a
la
compra,
charlando
con
los
paisanos
y
alejado
—la
mejor
de
las
terapias—
de
las
dependencias
familiares.
Ella
dejó
escrito
uno
de
los
tes3monios
más
enternecedores
sobre
el
escritor,
Mi
vida
con
Franz
KaBa:
“Kapa
tenía
que
escribir
porque
la
escritura
era
el
aire
que
necesitaba
para
vivir.
Lo
respiraba
los
días
en
los
que
escribía.
Cuando
se
dice
que
estuvo
escribiendo
durante
catorce
días,
significa
que
no
paró
de
hacerlo
durante
catorce
días
y
catorce
noches.
Por
lo
general,
antes
de
empezar,
deambulaba
torpe
y
descontento
por
la
casa.
Entonces
hablaba
poco,
comía
sin
ape9to,
no
se
interesaba
por
nada
y
se
mostraba
muy
aba9do
(…)
Como
no
estaba
seguro
de
la
mayoría
de
las
cosas
de
la
vida,
se
expresaba
con
mucha
prudencia.
Sin
embargo,
cuando
se
trataba
de
literatura
no
transigía
y
no
estaba
dispuesto
a
aceptar
ningún
compromiso,
pues
toda
su
existencia
se
veía
afectada
por
ella.
No
sólo
quería
ir
al
fondo
de
las
cosas…
Él
mismo
estaba
en
el
fondo.”
Tras
el
ascenso
de
Hitler
al
poder,
Diamant
se
casó
con
el
editor
del
diario
comunista
Bandera
Roja
—un
periodista
que
sería
víc3ma
de
las
purgas
de
Stalin
en
la
URSS—.
Ella
logró
escapar
al
Reino
Unido,
donde
la
internaron
como
“extranjera
enemiga”
en
un
campo
de
detención.
Durante
toda
su
vida
siguió
presentándose
como
“la
mujer
de
Franz
Kapa,
el
escritor”.
59. Con
ninguna
de
sus
amantes
llegó
a
superar
la
neurosis
del
amor,
la
misma
que
sufría
frente
a
la
figura
del
padre,
angus3as
y
promesas
rotas
en
el
úl3mo
momento,
barreras
que
nunca
pudo
saltar.
60.
Miedo
al
compromiso,
adicto
al
sexo.
Temeroso
hasta
la
neurosis
del
efecto
que
provocaba
en
los
demás,
que
consideraba
nefasto,
las
relaciones
personales
nunca
fueron
lo
suyo.
Ardía
en
deseos
sexuales
pero
temía
fallar
en
la
cama.
Era
encantador,
sensible
e
inteligente,
pero
le
paralizaba
la
inhibición
que
sufría
ante
las
mujeres:
“Soy
espiritualmente
incapaz
de
casarme.
Desde
el
momento
en
que
me
comprometo,
sufro
insomnio,
dolores
de
cabeza,
me
desespero,
ni
siquiera
vivo
y
ando
todo
el
día
dando
tumbos
de
un
lado
a
otro.”
61. Erotómano.
Un
inves3gador
que
trabajaba
con
los
archivos
de
KaBa
que
se
guardan
en
la
Universidad
de
Oxford
descubrió
en
2008
que
el
escritor
coleccionaba
revistas
pornográficas
baratas,
fotos
eró3cas
e
ilustraciones
de
ar3stas
que
mostraban
explícitas
y
a
veces
aberrantes
escenas
sexuales.
Le
gustaban,
sobre
todo,
el
espectral
simbolista
Alfred
Kubin
—con
quien
entabló
amistad
y
al
que
visitó
varias
veces
en
París—,
el
caricaturista
Thomas
Theodor
Heine
y
el
expresionista
Karl
Hofer
pero
sus
favoritos
eran,
sobre
todo,
el
salvaje
belga
Félicien
Rops
y
el
descarado
austriaco
Franz
von
Bayros.
KaBa
guardaba
las
publicaciones
porno
en
unos
cajones
del
armario
que
siempre
que
salía
de
la
casa
paterna
tenía
la
precauación
de
dejar
cerrados
con
llave.
62.
63. Mirada
de
araña.
La
mirada
de
KaBa,
como
demuestran
las
anotaciones
de
ambiente
de
sus
diarios,
era
de
una
exac3tud
pavorosa.
También
era
capaz
de
aplicar
esa
afilada
observación
del
mundo
en
dibujos
y
bocetos
que
dejó
desperdigados
en
papeles
y
legajos:
hombres
largos
y
rec3líneos,
apocados
y
en
perpetua
capitulación.
La
letra
con
la
que
escribía
a
pluma
tenía
algo
de
animal:
en
ocasiones
las
palabras
parecen
desfilar
como
arañas
protagonizando
por
sí
mismas
la
austera
ciné3ca
de
las
narraciones.
65. Empresario
Kapa.
A
finales
de
1911,
en
un
intento
desesperado
por
escapar
de
la
tutela
paterna,
Kakfa
y
su
cuñado
Karl,
esposo
de
Elli,
montaron
la
primera
factoría
de
Praga
dedicada
a
la
fabricación
de
amianto,
un
aislante
en
alza
desde
finales
del
siglo
XIX
al
que
presagiaban
gran
futuro
comercial
—nadie
sospechaba
por
entonces
que
se
trataba
de
un
poderoso
agente
cancerígeno—.
El
ansia
de
romper
con
el
padre
no
empezó
con
buen
pie,
porque
los
socios
necesitaron
pedirle
un
préstamo
para
montar
la
empresa,
bau3zada
como
Prager
Asbestwerke
Hermann
&
Co.
Aunque
KaBa
dedicaba
a
la
ges3ón
de
la
firma
buena
parte
de
su
3empo
libre,
a
los
pocos
meses
abandonó
la
ilusión
porque
robaba
horas
al
ejercicio
de
la
escritura.
El
28
de
diciembre
de
1911
anota
en
el
diario:
“El
tormento
que
me
causa
la
fábrica.
Por
qué
cedí
cuando
me
obligaron
a
trabajar
en
ella
por
las
tardes.
Es
cierto
que
nadie
me
obliga
por
la
fuerza,
pero
mi
padre
me
obliga
con
sus
reproches;
Karl,
con
su
silencio,
y
me
sen9miento
de
culpa
también
(…)
Con
ese
esfuerzo
sin
valor
empleado
en
la
fábrica
me
privaría,
por
otro
lado,
de
la
posibilidad
de
emplear
para
mí
las
pocas
horas
de
la
tarde,
lo
cual
conduciría
necesariamente
al
aniquilamiento
total
de
mi
existencia,
que,
aun
sin
eso,
va
reduciéndose
cada
vez
más.”
66.
67.
68.
69.
70. En
el
Café
Louvre
tenía
asiento
reservado
con
sus
amigos.
Allí
se
hablaba
de
filosoˆa,
sobre
todo
de
Kant
y
Hegel;
de
ˆsica
cuán3ca,
de
psicoanálisis,
de
nada.
Al
terminar
la
tertulia
KaBa
regresaba
a
casa,
muy
alta
la
noche,
con
bombín
y
traje
negro
pisando
los
adoquines
mojados
de
la
plaza
Vieja
o
desde
el
cas3llo
bajaba
sobre
la
nieve
por
el
oscuro
Callejón
del
Oro,
que
arranca
de
la
Torre
de
los
Alquimistas
sobre
el
foso
de
los
Ciervos,
sin
salida,
donde
el
enigmá3co
emperador
Rodolfo
II
despeñaba
a
sus
enemigos.
71. Repulsivo.
Según
algunos
biógrafos,
KaBa
padecía
un
trastorno
de
la
personalidad
—que
nunca
fue
diagnos3cado—.
Uno
de
los
efectos
era
la
sensación
de
ser
una
persona
ˆsica
e
intelectualmente
repulsiva
para
los
demás,
impresión
alucinada,
ya
que
los
tes3monios
de
quienes
le
trataron
dibujan
una
personalidad
animosa,
con
seco
sen3do
del
humor
y
gran
inteligencia.
Era,
desde
luego,
repugnante
para
sí
mismo.
En
una
carta
a
Milena
se
describió
así:
“Yo,
animal
de
la
floresta,
yazco
en
cualquier
parte,
en
mi
sucia
zanja
(sucia
solamente
a
causa
de
mi
presencia)”.
El
90
por
ciento
de
lo
que
escribió
fue
quemado
por
él
mismo
en
arranques
de
furia
irracional.
Durante
su
vida
publicó
algunas
historias
cortas
y
preparó
con
fervor
varias
novelas
—compuso
La
condena
de
un
3rón
en
1912,
entre
las
diez
de
la
noche
y
las
seis
de
la
mañana—,
pero
nunca
llegaban
a
sa3sfacerle
del
todo
y
siempre
las
consideró
obras
sin
culminar.
72. Antes
de
morir,
adivinando
que
el
final
se
acercaba,
obligó
a
su
mejor
amigo,
Max
Brod
(1864-‐1968),
a
prometer
que
entregaría
a
las
llamas
todos
los
papeles,
notas,
cuentos,
cartas
y
otro
material
literario
que
dejaría
en
su
cuarto.
Para
desgracia
de
la
amistad
y
fortuna
para
el
mundo
Brod
no
cumplió
el
deseo.
A
los
pocos
años
del
fallecimiento
de
KaBa,
el
escritor
se
convir3ó
en
un
ídolo.
73.
74. Dentro
de
un
“círculo
imaginario”.
En
1918,
cuando
estaba
a
punto
de
cumplir
35
años
y
dado
el
progresivo
agravamiento
de
la
turberculosis,
la
empresa
de
seguros
concedió
a
KaBa
una
prejubilación
por
enfermedad.
Los
seis
años
que
le
quedaban
de
vida
los
pasó
entrando
y
saliendo
de
sanatorios,
donde
recibía
cuidados
palia3vos,
dado
que
la
medicina
de
entonces
no
tenía
remedios
válidos
para
la
dolencia.
KaBa
advierte
el
final
y
traza
un
diagnós3co
vital
dulcemente
amargo:
“Parece
evidente
que
nunca
podré
trazar
una
línea
recta
que
dirija
mi
vida.
Es
como
si
me
hubiesen
dado
el
centro
de
una
circunferencia
para
que
determinara
el
radio
y
pudiera
dibujar
un
círculo.
En
lugar
de
hacerlo
así,
me
he
dedicado
a
dibujar
radios
y
más
radios,
que
siempre
he
truncado
(el
piano,
el
violín,
los
idiomas,
la
filología,
el
an3sionismo
y
el
sionismo,
la
jardinería,
la
carpintería,
la
literatura,
las
tenta3vas
de
matrimonio,
la
aspiración
de
tener
una
vivienda
propia).
El
centro
de
ese
círculo
imaginario
está
lleno
de
radios
que
empiezan
y
no
acaban…
y
ya
no
hay
lugar
para
un
nuevo
intento.”
75. La
palabra,
“una
lanza”.
Como
no
podía
ser
menos
tratándose
del
gran
demiurgo
de
la
palabra
entera,
desnuda
de
aleaciones
adverbiales
e
insultos
mágicos,
la
úl3ma
nota
en
el
“cuaderno
duodécimo”
de
los
diarios
es
una
declaración
sobre
la
pureza
de
la
escritura
y
la
condena
del
escritor:
“Cada
vez
más
angus9ado
cuando
escribo.
Es
comprensible.
Cada
palabra,
volteada
en
la
mano
de
los
espíritus
—ese
giro
de
su
mano
es
el
movimiento
caracterís9co
de
ellos—
se
convierte
en
una
lanza
dirigida
contra
el
que
habla.”
76. Ayunador
profesional.
El
3
de
junio
de
1924
KaBa,
que
acababa
de
cumplir
41
años,
murió
en
un
sanatorio
de
Viena.
La
causa
úl3ma
del
deceso
fue
la
tuberculosis,
pero
la
muerte
se
produjo
por
inanición:
la
infección
se
había
cebado
con
la
laringe,
estrechándola
hasta
tal
punto
que
no
era
posible
la
ingesta
de
ningún
3po
de
alimento
y
la
alimentación
parenteral
todavía
no
había
sido
desarrollada.
Días
antes
de
la
muerte,
Kafaka
corrigió
el
original
del
relato
Ein
Hungerkünstler
(Un
ar3sta
del
hambre).
1
Radiograma
de
Franz
Kapa,
la
fiera
que
murió
de
hambre,
Jose
Ángel
González
77. Murió
en
el
sanatorio
Hoffmann,
en
Kierling,
cerca
de
Viena,
el
3
de
junio
de
1924,
a
los
41
años.
Dora
Diamant
le
cerró
los
ojos.
Cuando
al
final
de
su
enfermedad
KaBa
ya
no
podía
soportar
el
dolor,
le
recordó
a
su
amigo,
el
doctor
Klopstock,
la
promesa
que
le
había
hecho
de
inyectarle
una
dosis
mortal
de
morfina
y
como
en
el
úl3mo
momento
el
médico
dudara,
KaBa
le
dijo:
"Mátame,
si
no,
serás
un
asesino".
Tumba
de
Franz
KaBa
en
el
Cementerio
de
Praga-‐
Žižkov.
78. Tres
primeras
ediciones
de
obras
de
KaBa
Publicó
su
primer
relato,
`Contemplación´,
en
1913,
y
dos
años
después
su
famoso
y
extrañísimo
relato
`La
Metamorfosis´.
KaBa
sólo
publicó
algunas
historias
cortas
durante
toda
su
vida,
una
pequeña
parte
de
su
trabajo,
por
lo
que
su
obra
pasó
prác3camente
inadver3da
hasta
después
de
su
muerte.
79. Listado
de
sus
obras:
Obras
publicadas
en
vida
Descripción
de
una
lucha
(1904)
Contemplación
(1912)
Un
médico
rural
(1919)
La
condena
(1912)
En
la
colonia
penitenciaria
(
1914)
Una
mujercita
(1923)
Josefina
la
cantora
o
el
pueblo
de
los
ratones
(1924)
Un
ar3sta
del
hambre
(1924)
Un
ar3sta
del
trapecio
La
metamorfosis
(1915)
80. Obras
publicadas
póstumemente
El
Desaparecido
(1912).
Novela
inconclusa.
El
Proceso
(1925).
Novela
inacabada.
El
Cas3llo
(1922).
Novela
inconclusa.
La
edificación
de
la
Muralla
China.
Carta
al
padre
(1919)
Ricardo
y
Samuel.
Capítulo
de
una
novela,
escrito
en
colaboración
con
Max
Brod.
Prepara3vos
de
una
boda
en
el
campo
(1907-‐1908)
Der
Dorfschullehrer
o
Der
Riesenmaulwurf
(1914-‐1915)
La
muralla
china
(1917).
Versión
previa
a
otra
defini3va
destruida
más
tarde
por
KaBa.
La
obra
(1923-‐1924)
Aforismos,
visiones
y
sueños
(1917)
Cuadernos
en
octava
(1917)
Diarios
(1910-‐1923)
Escritos
sobre
sus
escritos
(1917)
Carta
al
padre
(1919)
Cartas
a
Felice
(1967)
Cartas
a
Milena
Cartas
a
Oqla
Cartas
a
la
familia
81. ‘En
el
b.’.
Además
de
relatos,
bosquejos,
divagaciones
y
cartas
—dejó
centenares—,
redactaba
la
que
acaso
fue
su
obra
más
humana,
los
Diarios.
Con3enen
legajos,
cuadernos
de
viaje
y
anotaciones
insomnes,
circulares,
absolutas,
de
engañosa
sencillez…
Los
Diarios
son
las
neurosis
de
K,
el
co3diano
fus3gador
de
sí
mismo:
K
yendo
al
prosQbulo
con
los
amigos
y
escribiendo
con
ternura
“en
el
b.”,
con
una
sola
letra
inicial
para
designar
al
burdel,
como
temiendo
la
curiosidad
ajena;
K.
fus3gando
el
insomnio
y
los
sueños
del
insomnio;
K.
en
los
salones
de
teatro
yiddish;
K.
en
la
correduría
de
accidentes
laborales,
comparando
las
arrugas
en
la
frente
del
jefe
con
las
arrugas
de
un
billete;
K.
en
el
nocturno
infierno
del
domicilio
familiar;
K.
repensando
los
agotadores
sueños,
los
cuellos
de
las
señoritas,
la
estupidez
de
los
amigos…
82. Una
entrada
al
azar:
“
No
puedo
comprenderlo,
ni
siquiera
creerlo.
Solo
de
vez
en
cuando
vivo
dentro
de
una
palabrita,
en
cuya
matafonía
(arriba,
‘stöst’,
’empuje’),
pierdo,
por
ejemplo,
por
un
instante
mi
inú9l
cabeza.
La
primera
y
la
úl9ma
letra
son
el
final
de
mi
sen9miento,
que
es
parecido
al
de
un
pez.”
Otra:
“La
silueta
de
un
hombre
que,
con
los
brazos
alzados
a
medias
y
en
posiciones
dis9ntas,
se
vuelve
hacia
una
niebla
densísima
para
penetrar
en
ella
(…)
Talmud:
El
que
interrumpe
su
estudio
para
decir
qué
bello
es
ése
árbol
merece
la
muerte.”
Una
tercera:
“Los
descubrimientos
se
han
impuesto
al
ser
humano.”
Los
Diarios