2. Montse de Pablo presenta esta vez un recorrido en donde
el sobresalto último de cada imagen “reencontrada”,
elaborada emocionalmente y previa al descubrimiento casual,
dibuja un auténtico camino, suyo, único, elegido. No hay que
dejarse engañar por el esplendor satinado del medio; muy por
el contrario, la paradoja entre forma y fondo coloca al
espectador en el mismo sugerente, incómodo punto de vista,
o diríamos bucle, de la autora, que comparte con nosotros la
interrogación, pero que se guarda para ella sola la respuesta.
Por tanto, no deis nada por sentado y Salud!
3. EL PINTOR ES LA MODELO, 2003. Fotografía, impresión digital Lambda, 50 x 147 cm.
4. FOTOS,
DONDE por ausencia,
por pequeña, se hace presente la figura.
Interiores que uno, el espectador,
el mirón, descubre y reconoce en movimiento.
Intención de parar un recorrido.
...Y HABÍA NEVADO I, 2004.
Fotografía, impresión digital Lambda, 30 x 40 cm. Deseo de atrapar un viaje.
Mirada que convierte solo lo
representativo.
Realidad donde la luz es luz
y el color no resbala,
acoge.
Chiqui Abril
5. SNACK BAR I, II, 2004. Fotografía, impresión digital lambda, 30 x 40 cm.
17. SOLO PARA LEER MIENTRAS SE CAMINA
por María Vela Zanetti.
Para Montse como modelo de sí misma.
El cuerpo dividido por la guillotina —no importa dónde caiga el limpio corte— da a la
mirada moribunda el derecho a un último aleteo liberador. De ese nuevo desprendimiento
recordaremos solo cómo se alzaron los hombros, cómo se recogieron las manos, cómo se
enarcaban las cejas. Las rodillas inocentes; el encanto del mechón.
¶
La falsa perspectiva invita a la siguiente [modesta] reflexión que se hacía Kafka sobre si la
fotografía no será una forma de ahuyentar los espíritus que nos aterran, de cerrar los ojos.
¶
18. Menos es más. Depende de si la “Mies” es mucha. Cuánta y cómo avanza. Vedla
aquí, en esta imagen rodante de Montserrat de Pablo, blanda y amenazante, en
formación de colmena, peluda y vagamente siniestra, sin traicionar su frontalidad
delicada, pero con su prestancia militar al fin. Un cielo diáfano y una luz casi idílica
no nos permiten, sin embargo, aceptar la metáfora obvia del sucesivo romper de las
olas, su ciclo sedante. Pero el ojo tiene sus artimañas: antes de que iniciemos el
cobarde pestañeo, detendrá la avalancha del tiempo.
Porque de eso tratan estas hojas de aluminio en donde la mirada ha impreso su
huella: de la tintura del tiempo y su tic-tac.
¶
Mientras la vista se acostumbra, cabe la posibilidad de una oración laica:
SAUDADE. SUEÑO. SPLEEN. SONÁMBULOS. SOLOS. SAUNTERING.
SUDOESTE. SALIDA.
¶
En la bendita infancia aprendemos jugando las reglas de ordenación del espacio.
Las prefiguraciones no son más que elipsis que el tiempo traza, diábolos, canicas
de colores, lupas fabulosas, que nos ayudarán más tarde a controlar el horror que
nos embarga cuando creemos encontrar “por primera vez” un lugar. Percibimos que
no es nuevo porque,
a pesar de que la vista nos entretiene con brillantes movimientos de cámara, el
lugar vibra en algún lugar dentro de nosotros, entre la cárcel de las costillas y el
pozo húmedo del corazón.
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19. Endroits trouvés. Pulimentadas escenografías por las que el deseo transita sin caer en la
cuenta de lo mucho que sacrifica a las imágenes.
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Se encontraron en alguna de las cintas “métricas” del aeropuerto, cada uno en diferente
plano, y se miraron un momento como esas parejas que se requiebran en un “tú y yo”. Solo
hubo tiempo para enfrentar las barbillas que no dijeron ni sí, ni no. No hizo falta huir.
Las escaleras mecánicas son hoy en día el más firme aliado del juego amoroso.
¶
Para Chiqui.
Si pudiéramos hacer líquido con la sustancia dura de la espera interminable, único tiempo
fijo y perdido, no habría Snack Bar, ni amor que se nos resistiese, ni siquiera el de ese
hombre habituado al altar de la barra.
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Vapor de lluvia. Tintineante barrido ¿para casa? A veces el fotógrafo purga sus culpas de
voyeur languideciendo en acercamientos y retrocesos imposibles hasta que se rinde a la
evidencia: la visión es tan porosa como ese tul
desgarrado de la novia plantada, loca, viejísima.
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20. Ignacio Aldecoa nos llevaba de niñas a unas boleras que había en la calle de Cea Bermúdez.
Visto desde lejos, aquel plan un poco canalla y de adultos me ha hecho pensar en ese otro
festín en donde ruedan también las cabezas al final del pasillo, se cierran puertas batientes,
se come, la madera barata nada en una verde atmósfera de botella: “la sala de espera lo
peor”.
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Al borde de la carretera comarcal siempre hay algo acechándonos. Son precisamente las
balizas bancas, y cuanto más recién pintadas, peor, las que nos ponen sobre aviso. Eterno
falso aviso, contrafigura de la inigualable decisión del paisaje por permanecer ahí cuando ya
hemos pasado de largo.
Creo que la raíz del terror que los americanos sienten por su “campiña profunda” procede
justamente de ahí: en el maíz hay niños de ojos glaucos que nos devorarán apenas nos
detengamos, y nos pondrán limón. Son ellos también los que insisten en mantener bien
pintadas las lindes, con su feroz apego a la costumbre.
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A propósito de Petrarca
En lo alto del Pirineo soñé
que la nieve ardía;
y por soñar lo imposible soñé
que tú me querías.
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A propósito de un amanecer kitsch
Sí; está muy preparada.
Se licenció en la Universidad de Copacabana.
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21. ...Y HABÍA NEVADO II, 2004. Fotografía, impresión digital Lambda, 30 x 40 cm.