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Kilima 108 - Diciembre 2015

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Kilima 108 - Diciembre 2015

  1. 1. KILIMA 108 Diciembre 2015 Queridos amigos: Os he hablado en diversas ocasiones del pueblo que estoy intentando levantar en la mitad de la selva y que se llama Kabulumbu. La gente no se da cuenta del esfuerzo que cuesta mantener este pueblo e intentar mejorarlo en todos sus aspectos, tanto sanitario como intelectual. Ellos se contentan con instalarse y continúan con su forma habitual de vida, sus rencillas, amuletos, hechicerías, borracheras y despistándose de mujer a la hora de ir a la cama. Llevo años inculcando una nueva forma de vida, poniéndoles de manifiesto los peligros con los que se van a encontrar si continúan de la misma manera, que el hecho de ser cristiano supone un cambio de actitudes, etc. Me escuchan con mucha atención, hacen gestos afirmativos con la cabeza como asintiendo lo que trato de explicarles, pero en cuanto desaparezco vuelven a las andadas. Hace tiempo que quien nos había recibido con los brazos abiertos y nos había acompañado a todos los lugares para que pudiéramos conocer bien aquellas tierras, había cambiado de forma de actuar, debido tal vez a las opiniones de los moradores de los poblados vecinos quienes estaban encantados del progreso que les habíamos llevado, ya que ahora pueden contar con un pequeño hospital para curarse de sus enfermedades o de las heridas, una escuela a la que pueden frecuentar sus hijos, un almacén en al que pueden guardar el grano de la cosecha, pero ese conjunto de beneficios ha hecho que creciera la envidia hacia estos extraños que habitan en sus tierras, que somos nosotros, y esta envidia haya ido creciendo de día en día. Cuando están serenos, se muestran sonrientes, pero en cuanto beben unas calabazas de la bebida nativa, se les suelta la lengua y dan rienda suelta a lo que sienten por dentro. Nosotros escuchamos sus comentarios sin rechistar, pero nos damos cuenta que no somos considerados como sus “salvadores” y les gustaría que nos marcháramos cuanto antes para apoderarse de las casas, del dispensario y de cuanto haya sido construido en el pueblo. Aquelque nos había acogido con entusiasmo en el primer momento en el que mendigábamos un trozo de tierra para cultivar, fue muy bien aceptado en el grupo e incluso ocupó cargos de responsabilidad dentro del mismo. Era alegre, despierto, había sido militar en su tiempo y tenía un carácter que se hacía respetar. Era uno que aspiraba a ser Jefe en cuanto muriera quien ocupaba ese puesto, pero cuando ocurrió el luctuoso suceso,el grupo de notables de la tribu eligió a otro en su lugar y esto no lo recibió de buenas formas. Todos los poblados tuvimos que enviarle un saco de maíz para los festejos de la coronación y nuestro hombre desvió el saco que habíamos mandado con él y no sabemos cuál fue su destino final. Su carácter no era el mismo, se enfriaron las relaciones con nosotros, empezaron a surgir brotes de tribalismo, se juntó con el director de la escuela que al igual que él era un gran admirador de las bebidas fuertes, le hicieron presidente de la asociación de padres de alumnos, y se creyó que era el primer mandamás de Kabulumbu y de los poblados vecinos. No lejos de su choza vivía un hermano suyo, que en un principio iba a su rueda pero se dio cuenta que se pasaba de la raya en sus ataques y falsas
  2. 2. acusaciones, creyéndose siempre la primera autoridad de la región, y poco a poco se fue separando y sus relaciones familiares fueron cada vez más distantes. Los dos tenían fama de hechiceros, pero el primero se había ufanado públicamente de haber participado en la muerte de uno de los miembros de Kabulumbu, que había ocurrido el año pasado. La víctima, un hombre fuerte, de los más activos del poblado, había contraído una enfermedad misteriosa que nadie había podido diagnosticar y murió al tercer día. No se hablaba en voz alta de lo que pensaban, pero en el fondo estaban seguros que había sido producida por alguna persona de los alrededores que quería influir sobre los demás para que éstos abandonaran el lugar en el que estábamos viviendo. Esa muerte inopinada había creado un mal ambiente por los alrededores y esa fama se extendió rápidamente hasta la ciudad y ya nadie quería acercarse a Kabulumbu porque allí andaban sueltos los hechiceros y la muerte podría sorprenderlesen cualquier momento. Los habitantes del poblado se defendían como podían, unos, buscando la bendición del cura cuando pasaba a visitar la comunidad cristiana, otros, habían pedido que les bendijeran un recipiente de agua para rociar los alrededores de la casa por la noche y establecer una especie de barrera que impidiera la llegada de visitantes inoportunos, algunos, menos religiosos que los anteriores, recurrieron a los brujos para que les fabricaran unos amuletos que fueran como los pararrayos que detuvieran las fuerzas del mal que tratan de introducirse en las casas. También había quienes dormían plácidamente sin verse en la necesidad de recurrir a protecciones externas. Durante el verano el calor se hace sentir y toda la naturaleza está reseca. Es la época en la que la gente quema el campo para protegerse de las alimañas, serpientes, etc. Normalmente esperan a que cada uno haya recogido la cosecha, pero a veces el fuego se presenta de formainsospechadasin saber quién ha sido el promotor y todos acuden a sofocarlo para poner a salvo el maíz por el que han trabajado durante el año. Un día, cuando todo estaba en calma y ningún peligro amenazaba los campos que habían cultivado, el fuego hizo presenciaen los terrenos del segundo hechicero y por mucho que trabajaron para extinguirlo, las llamas convirtieron en humo todo lo que habían sembrado. La indignación de la familia fue indescriptible y uno de los hijos mayores del afectado, agarró el hacha y fue a matarle al primer hechicero, que habitaba a pocos metros de distancia. Afortunadamente, entre los que acudieron a apagar el fuego, algunos corrieron a frenar el ímpetu del atacante y consiguieron reducirle y calmar sus impulsos primarios, pero la separación de las dos familias ya se había fraguado. Procuraban no cruzarse en los caminos que tenían que recorrer por la selva ni acudir a las reuniones que se celebraban en la escuela o en el poblado. Cada cual se ocupaba de sus asuntos pero sin dirigirse la palabra, y así fueron transcurriendo los días mientras los habitantes de Kabulumbu se regocijaban “por bajines” porque anteriormente formaban un dúo de hechiceros que tenían atemorizados a todos. Cuando ya todos habíamos olvidado este trágico suceso, ocurrió que enfermó el segundo hechicero y la voz corrió por el poblado de que el primer hechicero había proferido palabras de amenazas con respecto a su hermano y que ese podría ser la causa de la enfermedad. El hecho es que a los tres días, el enfermo murió,
  3. 3. de forma parecida al que había perecido el del año anterior y como el primer hechicero hizo saber que él había sido el causante en aquel caso, ahora nadie dudó de su autoría en este, y en cuanto falleció su hermano, como medida de prudencia, cogió a su mujer y a sus hijos menores y se escapó a Zambia que dista unos 30 Km por los senderos de la selva. Cuando los hijos de la víctima fueron a vengar la muerte de su padre, porque estaban seguros que había sido el primer hechicero, se encontraron con que éste había desaparecido con su mujer y sus hijos. En casa se encontraba uno de sus hijos mayores que no estaba al corriente de lo sucedido y “sus primos” arremetieron contra él dejándole medio muerto de la paliza que le proporcionaron y salvó su vida gracias a que los gritos fueron escuchados por los demás habitantes del poblado y acudieron en su auxilio. El hechicero mayor no ha vuelto al poblado, sigue refugiado en Zambia, y según el Jefe de la tribu, ya no volverá jamás porque puede ocasionar la muerte de alguno de la familia y para evitarlo prefiere que vaya a vivir a la región de la que es su mujer para que no haya enfrentamientos entre ellos. La verdad es que, el Jefe de la tribu le tiene miedo y aunque públicamente lo ha amenazado con expulsarle del pueblo, meterle en la cárcel, castigarte con una fuerte multa, no es capaz de llevar a cabo sus amenazas, no sea que le caiga encima la ira de su pariente y le ocurra alguna desgracia. La hechicería podrá ser algo imaginativo, que nada tiene que ver con la vida de cada día, pero aquí eso no se discute ni se pone a prueba: la hechicería existe y quien no crea en ella es como si no perteneciera a este mundo, lo cual me obliga a hacer como que también yo participo de su forma de pensar, porque de lo contrario jamás vendrían a solicitar una oración, un consejo, o pedir una protección porque se sienten atacados. Otro caso. Una anciana de la parroquia, ya bisabuela y más gruesa que un tonel, se desplaza con dificultad, ayudada de una estaca con la que sostiene su peso. Tengo la impresión que ha comprado todas las papeletas de la rifa, porque cada vez que hay un suceso doloroso en la familia, alguno de sus miembros recurre al buen saber de un adivino y casi siempre la toca a ella acarrear el título de “hechicera” y hasta ahora lo estaba soportando con mayor o menor estoicismo pero ya no puede más porque se le han marchado todos los hijos de casa y nadie quiere ir a visitarla por miedo a que les pise la sombra, les eche el mal de ojo, o les profiera alguna maldición y tengan que sufrir las consecuencias de sus acciones vengativas. Yo la suelo visitar con bastante frecuencia y últimamente me había dicho que les va a denunciar a todos los adivinos que le acusan sin prueba alguna. De esto hace al menos tres meses y todavía sigue con ganas de denunciarles, pero para ir al juzgado tiene que desplazarse unos cuatro kilómetros y el taxi no puede llegar hasta la puerta de su casa porque los jóvenes del barrio abrieron una zanja de unos 2 m. de profundidad en la mitad de la calle, en su afán por encontrar cobre o cobalto, con lo cual es imposible circular en coche e incluso para ir a pie hay que estar muy seguro de dónde se pone el zapato para no caer en la zanja. Hoy en día, la hechicería es una creencia admitida por la mayoría de la gente, incluso en los conventos, y en cuanto uno de sus miembros coge una enfermedad rara o de larga duración, siempre habrá quien piense que es efecto del malquerer
  4. 4. de alguno de los compañeros y se han dado casos de acudir al adivino para conocer al causante y evitar que actúe de la misma forma en el futuro. Y si se rechaza en la comunidad acudir a estos medios, la familia irá por su cuenta a consultar a un adivino para conocer la causa del mal que le aqueja y si éste les declara que se trata de un compañero de la comunidad, le harán la vida imposible hasta que los superiores decidan trasladarle a una comunidad alejada para que pueda llevar una vida normal sin la presión de las amenazas. Antiguamente, para ser hechicero, éste debía haber alcanzado la mayoría de edad, pero actualmente es tal el deterioro de las costumbres que estamos conociendo, que incluso un recién nacido puede ser acusado de pertenecer al grupo de hechiceros y ser rechazado por la familia. Nosotros tenemos una joven de 24 años y una niña de 6 años que fueron rechazados por la familia y les acogimos en nuestra casa y tengo que decir que son majísimos en todos los sentidos. Pero creo que ya he hablado de este tema en anteriores ocasiones y prefiero no repetirme. ********Entre las muchas visitas que suelo recibir a lo largo del día, con cierta frecuenciavenía a verme un joven que se encontraba siempre sin trabajo. Se había fabricado una especie de guitarra con una lata de aceite y tratando de hacer música con la misma, se ganaba la vida tocando en todos los acontecimientos a los que le llamaban. No le daban mucho, pero tampoco era muy exigente porque a los sumo, se contentaba con quitar el hambre de ese día. Pero sintió la necesidad de casarse y se encontró con que no tenía con qué pagar la dote. Me contaba sus penas con la esperanza que acudiera en su auxilio y pudiera complacer a los suegros en lo que pedían para poder llevarse a su hija. Yo le aconsejabaque para ello deberíaencontrar un trabajo y de esa forma asegurar la estabilidad del hogar. El pobre hombre hacía lo que podía pero allá donde acudía, le preguntaban por su nombre y al ser natural de otra provincia, le dejaban trabajar unos días y luego le despedían. Hoy en día, los katangueses tienen más facilidades a la hora de encontrar un empleo, que cualquier otro que sea de otra provincia, aunque esté mejor preparado. Todo cuanto ganaba lo ahorraba para completar la dote, pero a pesar de sus esfuerzos no conseguía reunir lo suficiente para llevarse la mujer a su casa. Al final, agotado de recurrir a las empresas de la ciudad vino donde mi para decirme que le faltaban solo 50 $. Según él, todo lo demás ya lo tenía solucionado: la cabra, el paño de vestir para la madre, los zapatos, el traje del padre, y del dinero que le exigían solo le faltaba esa cantidad. Cualquiera sabe si me hablaba de verdad o era una forma de conseguir algo de dinero para hacer frente a alguna otra necesidad delmomento,pero no me pude negar y cada vez que me encuentro con él le pregunto ¿qué tal te encuentras en casa? y me contesta con una sonrisa de oreja a oreja: “Estupendamente”. ********* Hay una congregación religiosa femenina, de la que también os he hablado, compuesta en su mayoría por personas de cierta edad, viudas, que han decidido dedicar los últimos años de su vida a entregarse al Señor con todas sus fuerzas, aunque éstas hayan quedado bastante disminuidas por el peso de los años. Llegué a visitarlas por casualidad, porque su casa-madre se encuentra a unos 80 Km de Panda, un poco alejada de la carretera principal. Su convento era
  5. 5. parecido a las casas del poblado, construido con cañas, barro y pajas. Vivían de lo que cultivaban, pero ya no tenían demasiada energía para manejar la azada y el maíz, del que sacaban la harina, se terminaba antes de lo deseado, viviendo entonces de lo que podían conseguir de la caridad de las personas de buena voluntad. Para más desgracia, un día el fuego se interesó por su residencia y destruyó parte de las chozas que lo componían. Quedaron a la intemperie. Menos mal que un misionero, enterado de la desgracia, hizo lo que pudo y les construyó unas habitaciones para que pudieran seguir adelante con el convento y levantó incluso una sala para cocina, otra para comedor, pero sin llegar a terminarlas. Así las encontré el día que pasé a visitarlas, sin puertas ni ventanas, con los locales vacíos, sin muebles y con unas azadas gastadas por el uso, pero sonrientes aunque sus hábitos remendados no fueran los más idóneos como para un desfile de modelos religiosos. El cuadro que se presentó ante mis ojos fue impactante e inmediatamente me puse manos a la obra tratando de mejorar lo que había visto, para que las pobres religiosas tuvieran un convento que les permitiera vivir su compromiso religioso con una cierta dignidad. Se colocaron las puertas y ventanas, un gran brasero en la cocina para que prepararan su comida, unas baldas para guardar los platos y las cazuelas y alguna cosa más y sin querer, me he convertido en el gran protector de la Congregacióny no hay acto al que no sea invitado, tanto se trate del fallecimiento de uno de sus miembros mayores, la primera comunión de alguno de los niños que tienen acogidos, o a que participe de su alegría por la cosecha que han tenido. Cuando vino a visitarme D. Mario Iceta, obispo de Bilbao, le llevé para que las conocieray la felicidad que mostraron ante dicha visita y el “recuerdo” que les dejó, merece que lo comente en el próximo número. Como ya se acercan las Navidades os deseo a todos lo mejor y que el Señor nos conceda la posibilidad de seguir en contacto muchos años más ¡ZORIONAK! ¡FELICIDADES!

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