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La batalla de
Karansebes.
La torre de Babel de los sistemas
de control de gestión.
Daniel Milner Resel
Control de gestión
EMBA Oct. 2015 – Sección O2
Control de gestión Daniel Milner Resel
2
Trascurría de manera trágica el mes de Septiembre de 1788, debido a que una nueva
guerra asolaba Europa, y como no hace demasiados años, de nuevo el Imperio austríaco
se encontraba en guerra con el otomano, dando el primero cumplimiento al tratado de
defensa mutuo con sus aliados rusos. Desde el ventanal por el que contemplaba como la
lluvia golpeaba las murallas de Viena, el viejo general Von Weyrother no podía dejar de
pensar una y otra vez en las tropas, en los 100.000 hombres que estarían moviéndose y
llegando en estos días hasta sus posiciones de agrupamiento cerca de las tierras
fronterizas de Timisoara. La responsabilidad le atenazaba el pensamiento, dado que la
orden final de movimiento de tropas desde Belgrado había sido firmada por él.
Sin embargo, Von Weyrother seguía manteniendo
muchas reservas respecto a los objetivos de la
misma y no había tenido opción de disiparlas.
Sospechaba que la reunión de hace un mes con
el emperador Jose II y con el recién ascendido
general Karl Mack von Leiberich había sido de
trámite para ambos y no había trascurrido por los
cauces que él había previsto. <<¿Acaso no
carece de sentido no sentir ningún tipo de
empatía hacia tus colaboradores, ningunearlos,
cuando sólo puedes ejecutar acciones a través
de las que ejecutan ellos?>>, pensaba para sí.
<<¿A falta de retribución e independientemente
de la cuantía de ésta, no tendría la obligación un
oficial de otorgar reconocimiento para el trabajo
y valor de sus subordinados?. ¿No late en todos
nosotros como personas la necesidad de
reconocimiento y un oficial debe manejarlo de la
manera más inteligente?>>, en ese momento ese
tipo de ideas venían a su cabeza como las gotas
a la tormenta.
La idea que sostenía la formulación de la estrategia era enfrentar al ejército otomano
cuanto antes mientras estuviera combatiendo en dos frentes y los objetivos de la
planificación estratégica eran cortar el avance de un ejército enemigo que se tenía
constancia que avanzaba hacia Vidin y bloquearlo o destruirlo. La idea troncal era
compartida por los tres oficiales pero habían surgido tres importantes puntos de
divergencia a la hora de la planificación organizacional de la acción de los ejércitos
austríacos.
 El general von Leiberich expuso que había obtenido indicadores del estado de los
ejércitos y dado el buen estado de los mismos, aconsejaba avanzar con todas las
unidades de manera inmediata. Von Weyrother, sin embargo, recelaba de esos
números cuando veía que no iban complementados por otro tipo de contexto,
intentando evitar el efecto anclaje que tienen sobre nosotros. Siempre había
mantenido que los números son sólo símbolos y que la verdadera información que
aporta el dato está detrás del conjunto de esos trazos y su correcta interpretación,
que siempre consta de una parte subjetiva. <<¿Para qué sirven todos estos
números si no es para obtener la mejor información que me permita decidir la
mejor opción?. ¿Estamos apoyando con indicadores una decisión que ya se
había adoptado sin información?>>, pensaba en aquella calurosa tarde de
Agosto. Habiendo vivido en multitud de batallas muchas estimaciones
proyectadas que nunca se llegaron a cumplir, lo expuso al final con claridad:
<<Señor, estos indicadores deberían marcarnos a mi entender la ruta, no el
camino para llegar a ese objetivo. Corremos el riesgo de confundir los indicadores
con el hecho en sí>>. No recibió respuesta de ninguno de los dos. <<Señor, lo
siento, pero debo insistir. Estamos gestionando muchos indicadores, pero no veo
con claridad que nos permitan tomar decisiones y acciones. Si no nos permiten
deducir o acciones o decisiones, quizá deberíamos medir otros factores. Tampoco
Control de gestión Daniel Milner Resel
3
nos están permitiendo anticiparnos a un problema en la campaña bélica y
además los indicadores que se han recogido sólo miden efectos, cuando
debiéramos basar nuestra estrategia en las causas>>”. <<Me consta que está
usted en contra de estos nuevos métodos de ciencia matemática aplicados a la
guerra, general. Me consta>>, le respondió con desdén el emperador, no dándole
opción a la réplica. El emperador, incapaz de aceptar la incertidumbre de control
donde lo único permanente es el cambio, prestaba oídos a las explicaciones del
joven general según apreció Von Weyrother, intentando convencerse del hecho
de que había que enviar las tropas con la mayor inmediatez. <<En los conciertos a
los que he asistido, nunca he visto a un músico tocar el violín con una sola mano.
Siempre el arte es ambidiestro y estos indicadores nos sepultarán>>, pensaba para
sí Von Weyrother. <<Cada decisión deberíamos gestionarla con los indicadores
adecuados, no al revés>>.
 El mismo emperador había tomado hace días parte activa en el nuevo diseño
operativo de las unidades del ejército austríaco, a imagen y semejanza de la
distribución francesa, que tantos éxitos le había brindado a aquella nación. La
mayoría de las tropas del Imperio austríaco estaban compuestas por hombres de
pueblos vencidos por la fuerza y no había una lengua común que los permitiera
comunicarse entre sí de manera fluida. Después de la reorganización, cada
unidad de cada una de esas naciones entablaría combate con sus propios
mandos y gozaría de una autonomía elevada. Cuando se reorganizaron las
unidades militares el general Von Weyrother expuso su opinión acerca de que
estaba de acuerdo en principio con la nueva estructura funcional en base a
unidades de combate en divisiones (similares en concepto a las unidades de
negocio de las empresas industriales que tanto florecían en el Imperio austríaco
aquellos días). En definitiva, había muchos factores que aconsejaban ese modo
de estructura: había diferentes culturas entre las unidades, permitía una mucho
más rápida respuesta y los sistemas de gestión de las unidades militares eran
propios de cada nación. Sin embargo, la discrepancia surgió entre los tres
oficiales a la hora de determinar los centros de responsabilidad y su asignación a
los objetivos. Von Weyrother fue el único que puso en cuestión que el papel
asignado a los oficiales de estado mayor, que era integrar mediante su lengua
común a todas estas unidades militares no homogéneas en pos de un único y
común objetivo, pudiera ser realmente llevado a la práctica en un campo de
batalla. En definitiva, pensaba que llegado el momento no podrían estos oficiales
de enlace impedir que cada división buscara únicamente su propio beneficio.
 Por último, dado que se había detectado que la calidad medida de las distintas
unidades militares era muy diferente, se había implementado un mecanismo para
traspasar algunas unidades de una división a otra. <<Pero, señor, si hacemos eso
lo que tendremos es un buen número de unidades no dispuestas para el
combate, pues habremos transferido las ineficiencias de un lado al otro y al final
estarán presentes en todas las unidades>>, argumentó Von Weyrother.
Concedieron el emperador y von Leiberich parte de razón a este argumento,
pero lo refutaron: <<Hay tropas que no merecen un entrenamiento militar más
dedicado. Además, me temo que no tenemos más tiempo>>. El tiempo se había
agotado, porque la decisión ya estaba tomada antes de la reunión. Von
Weyrother no terminaba de aceptar el argumento y seguía sumido en sus
pensamientos: <<Importan mucho más las actitudes y habilidades que los
conocimientos, en el campo de batalla y en cualquier otro lugar. El buen hacer o
la experiencia es difícilmente medible pero nadie puede negar su efecto en las
circunstancias que nos rodean. La victoria siempre se ha vestido con una ropa de
ciencia y una capa de arte. Esta última es difícilmente cuantificable, pero
imprescindible para cualquier ejército en campaña>>.
Control de gestión Daniel Milner Resel
4
Al atardecer del 17 de Septiembre
de 1788, el capitán Mancini
vadeaba con su unidad de húsares
lombardos el río que se interponía
entre el campamento austríaco y la
población de Karansebes. Había
recibido la orden de explorar con su
unidad junto a otras la población
vecina, por si se detectaba
presencia otomana en la misma y
ellos eran la vanguardia. El
campamento aliado quedaba de
tal manera a su espalda según
avanzaban hacia Karensebes a
través del río.
Había llegado al campamento ese mismo mediodía, después de cinco días de marcha
acelerada en la que sus hombres habían sufrido un desgaste notable. Las quejas se
habían hecho constantes desde que reiniciaran la marcha, pues los hombres entendían
que tenían derecho a un descanso después de tantos días encima de las grupas de los
caballos y en los que habían protagonizado una gesta heroica para llegar al destino en
tan poco tiempo. No había presencia enemiga, había unidades descansadas y ellos eran
una unidad de élite de exploración. El capitán no carecía de capacidad de observación
y se había percatado del malestar, pero no había tenido el valor ni el saber para
confrontar la realidad y ofreció a su unidad voluntaria para la tarea. No fue capaz de
escuchar el grito silencioso de queja de sus húsares, de escuchar lo que aparentemente
no se puede.
No encontraron rastro del ejército otomano en la población una vez arribaron, pero si una
población nómada de gitanos valacos que llevaban una gran carga de aguardiente en
barriles que compraron íntegramente sin el permiso del capitán. Los soldados, agotados,
exhaustos, en una condición física deplorable, desmontaron de los caballos y empezaron
a beber aguardiente. Mancini, no podía creer lo que contemplaban sus ojos aquel
anochecer. Creía conocer a sus hombres, pues había andado muchas millas con sus
mocasines, pero en esos momentos sus orgullosos húsares simplemente habían dejado de
obedecer órdenes militares. <<¿Cómo he conducido a estos hombres a esta situación?.
¿Cómo no lo he visto venir?. ¿Acaso no observaba la realidad con visión de 360º si no sólo
a través de un catalejo?>>. Entendió el capitán que la menos mala de las situaciones
sería tolerar aquella situación durante un tiempo de descanso para sus hombres. <<Al fin y
al cabo, el ejército otomano no ha llegado ni se han descubierto indicios de su próxima
llegada. Sí, es una solución situacional, pero todo depende del contexto y de las
personas. ¡Siempre una solución es particularista!. Creo que voy a tolerar un margen en
esta situación porque es importante la disciplina pero esencial es el estado de los
hombres. Al final están las personas>>. Afrontaba por tanto, el dilema del supervisor, por el
cual se establece una relación inversa entre la cantidad de controles y la motivación.
Unas horas más tarde, avanzaban como refuerzo hacia Karansebes varias unidades de
infantería aliada de diferentes naciones que carecían todavía de noticias del cuerpo de
vanguardia que había salido al mismo tiempo que ellos pero a caballo. El teniente
Dumitrescu comandaba una de las unidades que marchaba hacia la población, en su
caso, una compañía de infantería rumana. Dirigía a sus hombres con mucha rigidez, tal y
como le habían enseñado en la escuela militar. Ponía atención en todos los detalles y
organizaba todos los aspectos del funcionamiento de la compañía. Este oficial se
consumía neciamente en intentar controlarlo todo. Era a ojos de sus superiores un firme
oficial, pero no tenía empatía de ningún tipo con sus soldados, a los que veía como
meros medios. El orden impuesto le garantizaba que no se cometieran errores mediante
una falsa ilusión de control, pero al mismo tiempo condenaba a su unidad a la
mediocridad operativa. Esta unidad de infantería y otras cuantas se dirigían por rutas
paralelas y serpenteantes hacia la ciudad ya entrada la noche.
Control de gestión Daniel Milner Resel
5
Cuando confluyeron en la ciudad de
Karansebes lo que encontraron todas
ellas no fue en ningún caso lo que
podían haber esperado. Los húsares
italianos habían reemplazado
totalmente su disciplina con
aguardiente durante horas. Ante la
visión, la envidia hizo profunda mella
en los soldados de infantería, agotados
tras la marcha a pie. El teniente
Dumitrescu no se percató de ello, pues
no tenía en cuenta en ningún caso las
emociones de sus soldados, que son
tan propias del ser humano como la
subjetividad. Las tropas recién llegadas se acercaron a los húsares para solicitar sin
permiso un trago de aguardiente, pero éstos ya completamente borrachos se negaron a
compartir nada con ellos de muy malas maneras. Ni siquiera se entendían. Comenzó
entonces un forcejeo por el acceso al aguardiente de proporciones muy considerables,
entre los dos contingentes de soldados, los de infantería y los de caballería. Entre voces,
empujones y puñetazos, Dumitrescu se vió engullido por lo incontrolable de la masa.
Nunca había vivido una situación como a la que se veía empujado en ese momento:
<<He perdido por completo el control de la situación y de mis tropas. Me formarán
consejo de guerra por esto>>. Intentaba hacer valer su condición de oficial para con sus
hombres, pero en todas las zonas de la tumultuosa pelea sucedía lo mismo. En realidad, el
teniente Dumitrscu intentaba controlar con las herramientas equivocadas una situación
mala que no había entrado en sus cálculos y para la que no estaba preparado en su
fuero interno. El teniente nunca había asumido las leyes de la incertidumbre, que no
puede ser dominada ni eliminada en ningún proceso de gestión. <<Esto es intolerable.
Para cualquier oficial, es inasumible que esta soldadesca no respete las llamadas al
orden>>. Con la mejor de las intenciones, desenfundó su pistola, apuntó al aire y en la
noche se oyó un disparo entre sus voces desquiciadas que llamaban a poner orden a sus
hombres.
La noche destilaba ya a esa altura color oscuro de tragedia. El disparo en realidad fue el
primer fuego de la batalla de Karansebes y convirtió por una mala evaluación de gestión
una situación mala en una situación catastrófica. Todos los implicados en la pelea
pudieron escuchar el sonido típico del disparo de un arma de llave, creyéndose bajo el
ataque del ejército otomano, y los rumanos del pueblo aledaño comenzaron a bramar
simultáneamente “¡los turcos!”, “¡los turcos!” mientras que se metían rápidamente en sus
casas, lo que desató el pavor y la desbandada desorganizada de todas las tropas allí
presentes. Los húsares montaron rápidamente en sus caballos y giraron sus grupas sin
contemplaciones hacia la seguridad del campamento detrás del río. Los oficiales
austríacos de estado mayor intentaban contener la situación de caos de todas las
unidades ordenando al grito “¡halt!”, ¡halt! (alto), pero los soldados sin gestión ninguna
más que la del propio miedo y la confusión creyeron escuchar “¡Alá!” “¡Alá!”, que era la
voz característica que proferían los soldados turcos antes de lanzarse a la carga. Los
infantes, totalmente ciegos por el temor y aplastados muchos por los caballos y las
carreras, corrieron hacia el campamento imperial detrás de los caballos de los húsares,
como si seguir a aquellos animales a la carrera fuera su única esperanza de sobrevivir a
una jornada aciaga.
Pese a que las condiciones ambientales habían empeorado mucho desde hace unas
horas y ya prácticamente nada se veía ahogado en la oscuridad de la noche, la
secuencia de la turbamulta a las afueras de la villa de Karansebes había sido percibida
gracias a las hogueras de las viviendas desde la otra orilla del río por el capitán Mirković,
que era el segundo al mando de una unidad de artilleros serbios y croatas que se había
apostado al lado del campamento austríaco para proteger sus flancos. También pudo
ver horas antes cuando había todavía algo de luz cómo habían llegado los primeros
húsares para explorar la zona al otro lado del río y habían desmontado. Mirković era un
oficial privado de ninguna iniciativa, pues el coronel de su unidad se había encargado
Control de gestión Daniel Milner Resel
6
de recordarle continuamente su subordinación jerárquica y sus limitaciones. Cuando salió
de la academia, era un oficial artillero brillante pero su forma de pensar no había
encajado a la perfección en las rigideces militares de la época que le había tocado vivir
y no le había facilitado su
progresión dentro del estamento
de oficiales: <<¿Cómo puede
afirmarse que sólo se puede
vencer a lo que se ha medido?. No
creo que todo sea medible tal y
como nos han instruido en la
academia. ¿Cómo mido los
valores de mi mejor artillero en su
peor situación personal?. ¡Los
valores no se miden!. ¡Las
cualidades más valoradas no son
numéricas!. ¿Acaso no existe en
todos los órdenes una dualidad
entre lo medible y lo no medible?.
¿No penaliza en exceso tanta medición nuestra capacidad de adaptabilidad a unas
circunstancias siempre cambiantes?>>. Todas estas reflexiones habían penalizado a
Mirković delante de otros oficiales, por lo que con el tiempo había dejado de exponer sus
ideas más creativas en público, pero no habían desaparecido durante un tiempo: <<Hay
factores que no se pueden cuantificar con un número, que no se pueden medir ni contar.
¿Cuál es la medida de la innovación?. ¿Alguien mediante medidas se acercó a prever el
impacto que tuvo la artillería en las batallas?>>. <<¿Cómo se cuantifica la pasión y el
esfuerzo invertido en alcanzar las metas?. Su oficial al mando, el coronel Popović era un
militar que carecía de la habilidad de delegar, no había interiorizado la máxima de hacer
sin hacer, que Mirković siempre había asociado a una buena dirección y que orden tras
orden, había conseguido anular su juicio individual y matado su creatividad hasta
convertirse en el simple conducto de transmisión de sus instrucciones. Por este motivo,
cuando el capitán vio a los húsares retirándose de la villa con infantería persiguiéndoles,
revisó mentalmente las órdenes que le había transmitido su coronel, que ahora
descansaba, y con voz firme y segura trasmitió la orden a todas las baterías que
rodeaban el campamento imperial: <<Abran fuego detrás de la caballería>>.
El teniente Bárány estaba al mando de una división de caballería húngara que guardaba
la entrada del campamento imperial en esta fatídica noche. Los destellos de los cañones
hacia el río habían puesto a todos sus hombres en un grado de ansiedad máximo ante un
inminente ataque. Era un oficial ambicioso que siempre cumplía con los objetivos que le
fijaban sus mandos y nunca se cuestionaba si los mismos pudieron tener sentido antaño
pero en este momento deberían revisarse, de una manera u otra los cumplía. Era
consciente de que los sistemas de control y objetivos que le imponían y él aceptaba,
inducían en él una serie de predisposiciones por la obligación de cumplirlos, y cuya
primera implicación era que por efecto espejo dichas actitudes se propagaban a todos
sus hombres. Dotaba a sus jinetes de amplios incentivos por conseguir objetivos, pero
tenían fama de ser desmedidos y una amenaza, no un reto para los hombres de su
unidad. Permitía que los sistemas de gestión de su unidad destruyeran a sus hombres por
su ambición, no que los desarrollara incentivando sus comportamientos, si no únicamente
sus resultados. Cuando desde la entrada del campamento oyeron ruido de cascos de
caballo dirigiéndose hacia ellos al galope, nadie dudó cuando cursó su orden con gran
violencia cuando el sonido era cada vez más cercano: <<Sable en mano. ¡¡¡¡Carguen
contra el enemigo!!!!>>.
Los soldados imperiales en su totalidad estaban absolutamente enloquecidos y creyeron
estar rodeados por todas partes por el ejército otomano, por lo que se disparaba sin
control entre los diferentes grupos de las diferentes naciones. Así trascurrieron varias horas,
hasta que el cansancio y la muerte trajeron la calma al campo de batalla. Cuando los
generales imperiales consiguieron gestionar el desastre, gran parte de las tropas estaba
muerta o herida y los soldados que tuvieron la fortuna de salvarse estaban aturdidos e
inhabilitados para cualquier resistencia. El ejército imperial se tuvo que retirar y el ejército
Control de gestión Daniel Milner Resel
7
otomano llegó a Karansebes dos días más tarde con la idea de presentar batalla. Se
encontraron el terreno ganado y 10000 cadáveres de soldados imperiales como prueba
de lo que fueron a mi entender continuados errores en los controles de gestión del
ejército austríaco.
Referencias sobre la batalla de Karansebes
- History of the eighteenth century and of the nineteenth till the overthrow of the French
empire, with particular reference to mental cultivation and progress. F.C. Scholosser. 1843
- “The Hinge Factor: How Chance and Stupidity Have Changed History”. Erik Durschmied.
Arcade Publishing (2000)
- Geschichte Josephs des Zweiten. A. J. Gross-Hoffinger
- The Brassey’s Book of Military Blunders. Geoffrey Reagan. 2000.
- http://www.historiasreales.net/una-batalla-por-error/
- https://es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Gede%C3%B3n_von_Laudon
- https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_ruso-turca_(1787-1792)
- https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Kar%C3%A1nsebes
- http://bellumartis.blogspot.com.es/2015/07/la-batalla-de-karansebes-los-borrachos.html
-http://www.gehm.es/edad-contemporanea/batalla-de-karansebes-la-mayor-derrota-
autoinfligida-de-la-historia-militar/
-http://esasombroso.com/en-1788-el-ejercito-austriaco-se-ataco-a-si-mismo-por-accidente-y-perdio-
10-000-hombres/
- https://misterios.co/karansebes-la-batalla-mas-absurda-de-la-historia/
- http://www.totalwarspain.com/t1584-la-batalla-mas-absurda-de-la-historia-karansebes-1788
- http://verne.elpais.com/verne/2014/10/12/articulo/1413131841_000146.html
-https://unahistoriacuriosa.wordpress.com/2014/07/16/karansebes-la-batalla-mas-absurda-de-la-
historia/

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Control Gestion - Batalla Karansebes

  • 1. La batalla de Karansebes. La torre de Babel de los sistemas de control de gestión. Daniel Milner Resel Control de gestión EMBA Oct. 2015 – Sección O2
  • 2. Control de gestión Daniel Milner Resel 2 Trascurría de manera trágica el mes de Septiembre de 1788, debido a que una nueva guerra asolaba Europa, y como no hace demasiados años, de nuevo el Imperio austríaco se encontraba en guerra con el otomano, dando el primero cumplimiento al tratado de defensa mutuo con sus aliados rusos. Desde el ventanal por el que contemplaba como la lluvia golpeaba las murallas de Viena, el viejo general Von Weyrother no podía dejar de pensar una y otra vez en las tropas, en los 100.000 hombres que estarían moviéndose y llegando en estos días hasta sus posiciones de agrupamiento cerca de las tierras fronterizas de Timisoara. La responsabilidad le atenazaba el pensamiento, dado que la orden final de movimiento de tropas desde Belgrado había sido firmada por él. Sin embargo, Von Weyrother seguía manteniendo muchas reservas respecto a los objetivos de la misma y no había tenido opción de disiparlas. Sospechaba que la reunión de hace un mes con el emperador Jose II y con el recién ascendido general Karl Mack von Leiberich había sido de trámite para ambos y no había trascurrido por los cauces que él había previsto. <<¿Acaso no carece de sentido no sentir ningún tipo de empatía hacia tus colaboradores, ningunearlos, cuando sólo puedes ejecutar acciones a través de las que ejecutan ellos?>>, pensaba para sí. <<¿A falta de retribución e independientemente de la cuantía de ésta, no tendría la obligación un oficial de otorgar reconocimiento para el trabajo y valor de sus subordinados?. ¿No late en todos nosotros como personas la necesidad de reconocimiento y un oficial debe manejarlo de la manera más inteligente?>>, en ese momento ese tipo de ideas venían a su cabeza como las gotas a la tormenta. La idea que sostenía la formulación de la estrategia era enfrentar al ejército otomano cuanto antes mientras estuviera combatiendo en dos frentes y los objetivos de la planificación estratégica eran cortar el avance de un ejército enemigo que se tenía constancia que avanzaba hacia Vidin y bloquearlo o destruirlo. La idea troncal era compartida por los tres oficiales pero habían surgido tres importantes puntos de divergencia a la hora de la planificación organizacional de la acción de los ejércitos austríacos.  El general von Leiberich expuso que había obtenido indicadores del estado de los ejércitos y dado el buen estado de los mismos, aconsejaba avanzar con todas las unidades de manera inmediata. Von Weyrother, sin embargo, recelaba de esos números cuando veía que no iban complementados por otro tipo de contexto, intentando evitar el efecto anclaje que tienen sobre nosotros. Siempre había mantenido que los números son sólo símbolos y que la verdadera información que aporta el dato está detrás del conjunto de esos trazos y su correcta interpretación, que siempre consta de una parte subjetiva. <<¿Para qué sirven todos estos números si no es para obtener la mejor información que me permita decidir la mejor opción?. ¿Estamos apoyando con indicadores una decisión que ya se había adoptado sin información?>>, pensaba en aquella calurosa tarde de Agosto. Habiendo vivido en multitud de batallas muchas estimaciones proyectadas que nunca se llegaron a cumplir, lo expuso al final con claridad: <<Señor, estos indicadores deberían marcarnos a mi entender la ruta, no el camino para llegar a ese objetivo. Corremos el riesgo de confundir los indicadores con el hecho en sí>>. No recibió respuesta de ninguno de los dos. <<Señor, lo siento, pero debo insistir. Estamos gestionando muchos indicadores, pero no veo con claridad que nos permitan tomar decisiones y acciones. Si no nos permiten deducir o acciones o decisiones, quizá deberíamos medir otros factores. Tampoco
  • 3. Control de gestión Daniel Milner Resel 3 nos están permitiendo anticiparnos a un problema en la campaña bélica y además los indicadores que se han recogido sólo miden efectos, cuando debiéramos basar nuestra estrategia en las causas>>”. <<Me consta que está usted en contra de estos nuevos métodos de ciencia matemática aplicados a la guerra, general. Me consta>>, le respondió con desdén el emperador, no dándole opción a la réplica. El emperador, incapaz de aceptar la incertidumbre de control donde lo único permanente es el cambio, prestaba oídos a las explicaciones del joven general según apreció Von Weyrother, intentando convencerse del hecho de que había que enviar las tropas con la mayor inmediatez. <<En los conciertos a los que he asistido, nunca he visto a un músico tocar el violín con una sola mano. Siempre el arte es ambidiestro y estos indicadores nos sepultarán>>, pensaba para sí Von Weyrother. <<Cada decisión deberíamos gestionarla con los indicadores adecuados, no al revés>>.  El mismo emperador había tomado hace días parte activa en el nuevo diseño operativo de las unidades del ejército austríaco, a imagen y semejanza de la distribución francesa, que tantos éxitos le había brindado a aquella nación. La mayoría de las tropas del Imperio austríaco estaban compuestas por hombres de pueblos vencidos por la fuerza y no había una lengua común que los permitiera comunicarse entre sí de manera fluida. Después de la reorganización, cada unidad de cada una de esas naciones entablaría combate con sus propios mandos y gozaría de una autonomía elevada. Cuando se reorganizaron las unidades militares el general Von Weyrother expuso su opinión acerca de que estaba de acuerdo en principio con la nueva estructura funcional en base a unidades de combate en divisiones (similares en concepto a las unidades de negocio de las empresas industriales que tanto florecían en el Imperio austríaco aquellos días). En definitiva, había muchos factores que aconsejaban ese modo de estructura: había diferentes culturas entre las unidades, permitía una mucho más rápida respuesta y los sistemas de gestión de las unidades militares eran propios de cada nación. Sin embargo, la discrepancia surgió entre los tres oficiales a la hora de determinar los centros de responsabilidad y su asignación a los objetivos. Von Weyrother fue el único que puso en cuestión que el papel asignado a los oficiales de estado mayor, que era integrar mediante su lengua común a todas estas unidades militares no homogéneas en pos de un único y común objetivo, pudiera ser realmente llevado a la práctica en un campo de batalla. En definitiva, pensaba que llegado el momento no podrían estos oficiales de enlace impedir que cada división buscara únicamente su propio beneficio.  Por último, dado que se había detectado que la calidad medida de las distintas unidades militares era muy diferente, se había implementado un mecanismo para traspasar algunas unidades de una división a otra. <<Pero, señor, si hacemos eso lo que tendremos es un buen número de unidades no dispuestas para el combate, pues habremos transferido las ineficiencias de un lado al otro y al final estarán presentes en todas las unidades>>, argumentó Von Weyrother. Concedieron el emperador y von Leiberich parte de razón a este argumento, pero lo refutaron: <<Hay tropas que no merecen un entrenamiento militar más dedicado. Además, me temo que no tenemos más tiempo>>. El tiempo se había agotado, porque la decisión ya estaba tomada antes de la reunión. Von Weyrother no terminaba de aceptar el argumento y seguía sumido en sus pensamientos: <<Importan mucho más las actitudes y habilidades que los conocimientos, en el campo de batalla y en cualquier otro lugar. El buen hacer o la experiencia es difícilmente medible pero nadie puede negar su efecto en las circunstancias que nos rodean. La victoria siempre se ha vestido con una ropa de ciencia y una capa de arte. Esta última es difícilmente cuantificable, pero imprescindible para cualquier ejército en campaña>>.
  • 4. Control de gestión Daniel Milner Resel 4 Al atardecer del 17 de Septiembre de 1788, el capitán Mancini vadeaba con su unidad de húsares lombardos el río que se interponía entre el campamento austríaco y la población de Karansebes. Había recibido la orden de explorar con su unidad junto a otras la población vecina, por si se detectaba presencia otomana en la misma y ellos eran la vanguardia. El campamento aliado quedaba de tal manera a su espalda según avanzaban hacia Karensebes a través del río. Había llegado al campamento ese mismo mediodía, después de cinco días de marcha acelerada en la que sus hombres habían sufrido un desgaste notable. Las quejas se habían hecho constantes desde que reiniciaran la marcha, pues los hombres entendían que tenían derecho a un descanso después de tantos días encima de las grupas de los caballos y en los que habían protagonizado una gesta heroica para llegar al destino en tan poco tiempo. No había presencia enemiga, había unidades descansadas y ellos eran una unidad de élite de exploración. El capitán no carecía de capacidad de observación y se había percatado del malestar, pero no había tenido el valor ni el saber para confrontar la realidad y ofreció a su unidad voluntaria para la tarea. No fue capaz de escuchar el grito silencioso de queja de sus húsares, de escuchar lo que aparentemente no se puede. No encontraron rastro del ejército otomano en la población una vez arribaron, pero si una población nómada de gitanos valacos que llevaban una gran carga de aguardiente en barriles que compraron íntegramente sin el permiso del capitán. Los soldados, agotados, exhaustos, en una condición física deplorable, desmontaron de los caballos y empezaron a beber aguardiente. Mancini, no podía creer lo que contemplaban sus ojos aquel anochecer. Creía conocer a sus hombres, pues había andado muchas millas con sus mocasines, pero en esos momentos sus orgullosos húsares simplemente habían dejado de obedecer órdenes militares. <<¿Cómo he conducido a estos hombres a esta situación?. ¿Cómo no lo he visto venir?. ¿Acaso no observaba la realidad con visión de 360º si no sólo a través de un catalejo?>>. Entendió el capitán que la menos mala de las situaciones sería tolerar aquella situación durante un tiempo de descanso para sus hombres. <<Al fin y al cabo, el ejército otomano no ha llegado ni se han descubierto indicios de su próxima llegada. Sí, es una solución situacional, pero todo depende del contexto y de las personas. ¡Siempre una solución es particularista!. Creo que voy a tolerar un margen en esta situación porque es importante la disciplina pero esencial es el estado de los hombres. Al final están las personas>>. Afrontaba por tanto, el dilema del supervisor, por el cual se establece una relación inversa entre la cantidad de controles y la motivación. Unas horas más tarde, avanzaban como refuerzo hacia Karansebes varias unidades de infantería aliada de diferentes naciones que carecían todavía de noticias del cuerpo de vanguardia que había salido al mismo tiempo que ellos pero a caballo. El teniente Dumitrescu comandaba una de las unidades que marchaba hacia la población, en su caso, una compañía de infantería rumana. Dirigía a sus hombres con mucha rigidez, tal y como le habían enseñado en la escuela militar. Ponía atención en todos los detalles y organizaba todos los aspectos del funcionamiento de la compañía. Este oficial se consumía neciamente en intentar controlarlo todo. Era a ojos de sus superiores un firme oficial, pero no tenía empatía de ningún tipo con sus soldados, a los que veía como meros medios. El orden impuesto le garantizaba que no se cometieran errores mediante una falsa ilusión de control, pero al mismo tiempo condenaba a su unidad a la mediocridad operativa. Esta unidad de infantería y otras cuantas se dirigían por rutas paralelas y serpenteantes hacia la ciudad ya entrada la noche.
  • 5. Control de gestión Daniel Milner Resel 5 Cuando confluyeron en la ciudad de Karansebes lo que encontraron todas ellas no fue en ningún caso lo que podían haber esperado. Los húsares italianos habían reemplazado totalmente su disciplina con aguardiente durante horas. Ante la visión, la envidia hizo profunda mella en los soldados de infantería, agotados tras la marcha a pie. El teniente Dumitrescu no se percató de ello, pues no tenía en cuenta en ningún caso las emociones de sus soldados, que son tan propias del ser humano como la subjetividad. Las tropas recién llegadas se acercaron a los húsares para solicitar sin permiso un trago de aguardiente, pero éstos ya completamente borrachos se negaron a compartir nada con ellos de muy malas maneras. Ni siquiera se entendían. Comenzó entonces un forcejeo por el acceso al aguardiente de proporciones muy considerables, entre los dos contingentes de soldados, los de infantería y los de caballería. Entre voces, empujones y puñetazos, Dumitrescu se vió engullido por lo incontrolable de la masa. Nunca había vivido una situación como a la que se veía empujado en ese momento: <<He perdido por completo el control de la situación y de mis tropas. Me formarán consejo de guerra por esto>>. Intentaba hacer valer su condición de oficial para con sus hombres, pero en todas las zonas de la tumultuosa pelea sucedía lo mismo. En realidad, el teniente Dumitrscu intentaba controlar con las herramientas equivocadas una situación mala que no había entrado en sus cálculos y para la que no estaba preparado en su fuero interno. El teniente nunca había asumido las leyes de la incertidumbre, que no puede ser dominada ni eliminada en ningún proceso de gestión. <<Esto es intolerable. Para cualquier oficial, es inasumible que esta soldadesca no respete las llamadas al orden>>. Con la mejor de las intenciones, desenfundó su pistola, apuntó al aire y en la noche se oyó un disparo entre sus voces desquiciadas que llamaban a poner orden a sus hombres. La noche destilaba ya a esa altura color oscuro de tragedia. El disparo en realidad fue el primer fuego de la batalla de Karansebes y convirtió por una mala evaluación de gestión una situación mala en una situación catastrófica. Todos los implicados en la pelea pudieron escuchar el sonido típico del disparo de un arma de llave, creyéndose bajo el ataque del ejército otomano, y los rumanos del pueblo aledaño comenzaron a bramar simultáneamente “¡los turcos!”, “¡los turcos!” mientras que se metían rápidamente en sus casas, lo que desató el pavor y la desbandada desorganizada de todas las tropas allí presentes. Los húsares montaron rápidamente en sus caballos y giraron sus grupas sin contemplaciones hacia la seguridad del campamento detrás del río. Los oficiales austríacos de estado mayor intentaban contener la situación de caos de todas las unidades ordenando al grito “¡halt!”, ¡halt! (alto), pero los soldados sin gestión ninguna más que la del propio miedo y la confusión creyeron escuchar “¡Alá!” “¡Alá!”, que era la voz característica que proferían los soldados turcos antes de lanzarse a la carga. Los infantes, totalmente ciegos por el temor y aplastados muchos por los caballos y las carreras, corrieron hacia el campamento imperial detrás de los caballos de los húsares, como si seguir a aquellos animales a la carrera fuera su única esperanza de sobrevivir a una jornada aciaga. Pese a que las condiciones ambientales habían empeorado mucho desde hace unas horas y ya prácticamente nada se veía ahogado en la oscuridad de la noche, la secuencia de la turbamulta a las afueras de la villa de Karansebes había sido percibida gracias a las hogueras de las viviendas desde la otra orilla del río por el capitán Mirković, que era el segundo al mando de una unidad de artilleros serbios y croatas que se había apostado al lado del campamento austríaco para proteger sus flancos. También pudo ver horas antes cuando había todavía algo de luz cómo habían llegado los primeros húsares para explorar la zona al otro lado del río y habían desmontado. Mirković era un oficial privado de ninguna iniciativa, pues el coronel de su unidad se había encargado
  • 6. Control de gestión Daniel Milner Resel 6 de recordarle continuamente su subordinación jerárquica y sus limitaciones. Cuando salió de la academia, era un oficial artillero brillante pero su forma de pensar no había encajado a la perfección en las rigideces militares de la época que le había tocado vivir y no le había facilitado su progresión dentro del estamento de oficiales: <<¿Cómo puede afirmarse que sólo se puede vencer a lo que se ha medido?. No creo que todo sea medible tal y como nos han instruido en la academia. ¿Cómo mido los valores de mi mejor artillero en su peor situación personal?. ¡Los valores no se miden!. ¡Las cualidades más valoradas no son numéricas!. ¿Acaso no existe en todos los órdenes una dualidad entre lo medible y lo no medible?. ¿No penaliza en exceso tanta medición nuestra capacidad de adaptabilidad a unas circunstancias siempre cambiantes?>>. Todas estas reflexiones habían penalizado a Mirković delante de otros oficiales, por lo que con el tiempo había dejado de exponer sus ideas más creativas en público, pero no habían desaparecido durante un tiempo: <<Hay factores que no se pueden cuantificar con un número, que no se pueden medir ni contar. ¿Cuál es la medida de la innovación?. ¿Alguien mediante medidas se acercó a prever el impacto que tuvo la artillería en las batallas?>>. <<¿Cómo se cuantifica la pasión y el esfuerzo invertido en alcanzar las metas?. Su oficial al mando, el coronel Popović era un militar que carecía de la habilidad de delegar, no había interiorizado la máxima de hacer sin hacer, que Mirković siempre había asociado a una buena dirección y que orden tras orden, había conseguido anular su juicio individual y matado su creatividad hasta convertirse en el simple conducto de transmisión de sus instrucciones. Por este motivo, cuando el capitán vio a los húsares retirándose de la villa con infantería persiguiéndoles, revisó mentalmente las órdenes que le había transmitido su coronel, que ahora descansaba, y con voz firme y segura trasmitió la orden a todas las baterías que rodeaban el campamento imperial: <<Abran fuego detrás de la caballería>>. El teniente Bárány estaba al mando de una división de caballería húngara que guardaba la entrada del campamento imperial en esta fatídica noche. Los destellos de los cañones hacia el río habían puesto a todos sus hombres en un grado de ansiedad máximo ante un inminente ataque. Era un oficial ambicioso que siempre cumplía con los objetivos que le fijaban sus mandos y nunca se cuestionaba si los mismos pudieron tener sentido antaño pero en este momento deberían revisarse, de una manera u otra los cumplía. Era consciente de que los sistemas de control y objetivos que le imponían y él aceptaba, inducían en él una serie de predisposiciones por la obligación de cumplirlos, y cuya primera implicación era que por efecto espejo dichas actitudes se propagaban a todos sus hombres. Dotaba a sus jinetes de amplios incentivos por conseguir objetivos, pero tenían fama de ser desmedidos y una amenaza, no un reto para los hombres de su unidad. Permitía que los sistemas de gestión de su unidad destruyeran a sus hombres por su ambición, no que los desarrollara incentivando sus comportamientos, si no únicamente sus resultados. Cuando desde la entrada del campamento oyeron ruido de cascos de caballo dirigiéndose hacia ellos al galope, nadie dudó cuando cursó su orden con gran violencia cuando el sonido era cada vez más cercano: <<Sable en mano. ¡¡¡¡Carguen contra el enemigo!!!!>>. Los soldados imperiales en su totalidad estaban absolutamente enloquecidos y creyeron estar rodeados por todas partes por el ejército otomano, por lo que se disparaba sin control entre los diferentes grupos de las diferentes naciones. Así trascurrieron varias horas, hasta que el cansancio y la muerte trajeron la calma al campo de batalla. Cuando los generales imperiales consiguieron gestionar el desastre, gran parte de las tropas estaba muerta o herida y los soldados que tuvieron la fortuna de salvarse estaban aturdidos e inhabilitados para cualquier resistencia. El ejército imperial se tuvo que retirar y el ejército
  • 7. Control de gestión Daniel Milner Resel 7 otomano llegó a Karansebes dos días más tarde con la idea de presentar batalla. Se encontraron el terreno ganado y 10000 cadáveres de soldados imperiales como prueba de lo que fueron a mi entender continuados errores en los controles de gestión del ejército austríaco. Referencias sobre la batalla de Karansebes - History of the eighteenth century and of the nineteenth till the overthrow of the French empire, with particular reference to mental cultivation and progress. F.C. Scholosser. 1843 - “The Hinge Factor: How Chance and Stupidity Have Changed History”. Erik Durschmied. Arcade Publishing (2000) - Geschichte Josephs des Zweiten. A. J. Gross-Hoffinger - The Brassey’s Book of Military Blunders. Geoffrey Reagan. 2000. - http://www.historiasreales.net/una-batalla-por-error/ - https://es.wikipedia.org/wiki/Ernesto_Gede%C3%B3n_von_Laudon - https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_ruso-turca_(1787-1792) - https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Kar%C3%A1nsebes - http://bellumartis.blogspot.com.es/2015/07/la-batalla-de-karansebes-los-borrachos.html -http://www.gehm.es/edad-contemporanea/batalla-de-karansebes-la-mayor-derrota- autoinfligida-de-la-historia-militar/ -http://esasombroso.com/en-1788-el-ejercito-austriaco-se-ataco-a-si-mismo-por-accidente-y-perdio- 10-000-hombres/ - https://misterios.co/karansebes-la-batalla-mas-absurda-de-la-historia/ - http://www.totalwarspain.com/t1584-la-batalla-mas-absurda-de-la-historia-karansebes-1788 - http://verne.elpais.com/verne/2014/10/12/articulo/1413131841_000146.html -https://unahistoriacuriosa.wordpress.com/2014/07/16/karansebes-la-batalla-mas-absurda-de-la- historia/