3. La hija de Jairo
El hijo de la viuda
Lázaro de Betania
Jesús realizó tres resurrecciones durante su caminar
por la tierra:
4. La emoción y la tristeza de Jesús ante la muerte es
patente, y también su poderío sobre ella:
• San Lucas, al narrar la resurrección del joven de Naím,
dice que Jesús, ante las lágrimas de la madre viuda, se
compadeció de ella.
• De un modo aún más vivo expresa Juan la emoción de
Jesús ante el sepulcro de Lázaro, su amigo. Primero dice
que se conmovió ante las lágrimas de la hermana de
Lázaro y las de quienes habían acudido a consolarla.
Después, cuando le conducen ante el sepulcro, la
emoción es más intensa y Jesús comenzó a llorar.
La actitud del Señor no es fría como si no permitiese
dejar vibrar los resortes del corazón humano. Jesús se
emociona, se compadece, se conmueve, llora. El hecho
de ser Dios no sólo no excluye las reacciones de su
humanidad, sino que éstas surgen limpias y naturales.
6. Al volver a Cafarnaúm sucede un nuevo milagro que
va más allá de las curaciones que ya se han convertido
en cosa ordinaria. Se trata de la hija de un hombre
importante: Jairo, el jefe de la sinagoga. El dolor del
padre es agudo: su hija se muere, y Jesús ha curado a
muchos. Duda hasta que se decide a pedir el milagro.
7. Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran
alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Jesús entró y les
dijo: “¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no
está muerta sino dormida”.
Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó
consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y
entró donde estaba la niña. Tomándola de la mano, dijo a
la niña: “Talitá kumi”, que quiere decir: “Niña, te lo digo,
¡levántate!”
La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar
(tenía doce años). ¡Qué estupor más grande! Quedaron
fuera de sí. Pero Jesús les pidió insistentemente que no lo
contaran a nadie, y les dijo que dieran algo de comer a la
niña. (Marcos 5, 38-43)
9. La resurrección del hijo de la viuda de Naím es una
prueba más del amor de Dios hacia nosotros, que es
infinito. Tiene el arrojo y tesón del amor de padre y el
candor y profundidad del amor de madre. Cristo al ver a
la viuda que se le había muerto todo lo que tenía en el
mundo, se compadece de ella. Del Corazón de Cristo
brota esa necesidad de consolar a la viuda y le vuelve a
entregar a su hijo.
10. Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado
Naím, y con él iban sus discípulos y un buen número
de personas. Cuando llegó a la puerta del pueblo,
sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su
madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la
acompañaba.
Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No
llores”. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo
llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: “Joven, yo
te lo mando, levántate”. Se incorporó el muerto
inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo
entregó a su madre. (Lucas 7, 11-17)
12. Jesús es consciente del valor de la vida frente a la
eternidad y la muerte. Sabe que el alma de Lázaro
reposa esperando, como la del resto de los hombres, el
momento sublime de la redención. Sin embargo, Jesús
también es un hombre. Lo que en un primer momento no
le cuesta aplazar cuatro días, más tarde se transformará
en lágrimas y llanto: la contemplación del sepulcro de su
amigo.
El regreso a la vida de Lázaro es un anticipo, una
profecía, de lo que será en el futuro la resurrección de
los muertos. Los amigos de Jesús, sus íntimos, sus más
queridos, volverán a la vida ante el asombro de sus
enemigos y las miradas mezquinas de los que en vida
no acogieron a Jesús en su corazón.
13. Jesús, conmovido de nuevo en su interior, se acercó al
sepulcro. Era una cueva cerrada con una piedra. Jesús
ordenó: “Quiten la piedra”. Marta, hermana del muerto, le
dijo: “Señor, ya tiene mal olor, pues lleva cuatro días”. Jesús
le respondió: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria
de Dios?”. Y quitaron la piedra.
Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó: “Te doy gracias,
Padre, porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me
escuchas; pero yo lo digo por esta gente, porque así
creerán que tú me has enviado”. Al decir esto gritó con
fuerte voz: “¡Lázaro, sal fuera!”
Y salió el muerto. Tenía las manos y los pies atados con
vendas y la cabeza cubierta con un sudario. Jesús les dijo:
“Desátenlo y déjenlo caminar”.
Muchos judíos que habían ido a casa de María creyeron en
Jesús al ver lo que había hecho. (Juan 11, 38-45)
14. El Domingo de Pascua de Resurrección es la fiesta más
importante para todos los católicos, ya que con la
Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda
nuestra religión.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las
puertas del Cielo.