Liturgia general

P. Guillermo  Villarreal Chapa
P. Guillermo Villarreal ChapaSacerdote Católico en o
Liturgia
2016
TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 1
Cuando la teología abordó el estudio sistemático de las celebraciones
sacramentales (s. XII y XIII), se partió de una neta distinción entre
su esencia (sacramento) y aquello que, según se pensaba, pertenecía
a su ornato y significación (rito).
Aunque Santo Tomás no lo hiciera, se llegó con
el tiempo a una excesiva separación entre sacra-
mento y rito. La liturgia se identificó con el con-
junto de gestos (ceremonias) que acompañan al
sacramento; ritos venerables por su tradición,
pero carentes de relación directa con el miste-
rio de salvación celebrado.
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TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 2
En el siglo XX, el llamado movimiento litúrgico (1909-1963) se
esforzó por conseguir una noción integral de liturgia: se trataba
de alcanzar una concepción que superara la idea del culto como
algo reducido a ceremonia o protocolo y de recuperar la íntima
relación entre el misterio de Cristo y su celebración en el culto.
Raíces de este movimiento: la restauración mo-
nástica iniciada en Francia por Prosper Gué-
ranger (+ 1875) y las disposiciones reformado-
ras de san Pío X encaminadas a la participación
activa de los fieles en los misterios del culto.
Primera manifestación pública: Congreso de
Malinas (Bélgica, 1909) promovido por Lambert
Beauduin (1873-1960).
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TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 3
Primera fase del movimiento (1909-1914): polémica con Maurice
Festugière (+ 1950) según el cual la liturgia, lejos de ser una simple
institución ceremonial, constituye la auténtica fuente de la vida
espiritual de los fieles.
Segunda fase (1918-1939): Ildefons Herwegen (+ 1946), abad del
monasterio renano de María Laach, concibe un ambicioso proyecto
para la formación litúrgica de sus monjes. Romano Guardini
(+ 1968): estudios novedosos de liturgia. Pius Parsch (+ 1954):
comentarios al misal, al breviario y sobre el año litúrgico.
Tercera fase (1947-1963): clima más sereno con las intervenciones
de Pío XII (Encíclica Mediator Dei, 1947). Reconoce los valores
del movimiento. La fase se cierra con Vaticano II (Constitución
Sacrosanctum Concilium, 1963).
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TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 4
La encíclica de Pío XII Mediator Dei (1947),
primer documento magisterial que trata de ma-
nera estructurada la naturaleza del culto de la
Iglesia. La liturgia no es ni sólo una parte exter-
na y sensible del culto divino ni un mero con-
junto de leyes y preceptos para el rito.
Para Pío XII, la liturgia, vista en su contenido teológico, es la “conti-
nuación del oficio sacerdotal de Cristo” o “el ejercicio del sacerdo-
cio de Cristo”; y considerada a partir de su celebración, es “el culto
público del Cuerpo místico de Jesucristo”.
La liturgia comenzó a ser contemplada como el ejercicio del sacer-
docio de Cristo en su Iglesia y, por tanto, una obra de Dios.
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TEOLOGIA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 5
El benedictino Odo Casel (+ 1948) propuso
comprender la liturgia como la presencia ri-
tual de la obra redentora de Cristo. Recupera
la consideración de los sacramentos como
“misterios” del único misterio de salvación
obrado por Dios en la historia. Las celebra-
ciones de culto actualizan, según sus distin-
tas y propias modalidades, el único misterio
de nuestra salvación.
La Iglesia, en la liturgia, hace presente la acción salvadora de su
redentor, ya que en la celebración del culto Cristo mismo está
presente y obra por la Iglesia y con la Iglesia. CCE 1067: “En la
liturgia, la Iglesia celebra principalmente el misterio pascual por
el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación”.
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OBRA DE LA TRINIDAD, 1
La liturgia es en primer lugar una teofanía:
Dios manifiesta su fuerza, y el hombre le
reconoce, le adora y le glorifica. Se sitúa
dentro de la economía salvífica proyectada
y revelada por el Padre, cumplida por el
Hijo y llevada a cabo por el Espíritu Santo
en la etapa de la Iglesia.
En la creación, la vida es donada al mundo. Cuando llega el hombre
se inicia la historia que vive el drama del rechazo de la comunión con
Dios. Llega la “plenitud de los tiempos” y la vida es nuevamente do-
nada. El Hijo eterno, engendrado antes de todos los siglos y encarna-
do en el tiempo por obra del Espíritu Santo, introduce al hombre en
el misterio de la comunión del Dios tres veces santo.
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OBRA DE LA TRINIDAD, 2
CCE 236: “Los Padres de la Iglesia distinguen
entre la Theologia y la Oikonomia, designando
con el primer término el misterio de la vida ín-
tima del Dios-Trinidad, con el segundo todas
las obras de Dios por las que se revela y comu-
nica su vida (...). Las obras de Dios revelan
quién es en sí mismo; e inversamente, el miste-
rio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de
todas sus obras”.
Una vez cumplida la voluntad del Padre mediante el misterio pascual,
el Hijo entrega su Espíritu a la Iglesia. Desde la hora pascual, el mis-
terio de la comunión de la santidad divina (theologia), dispensado en
el misterio de Cristo (oikonomia), se convierte, en cuanto dado en
participación a los hombres mediante el culto de la Iglesia, en liturgia.
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OBRA DE LA TRINIDAD, 3
La liturgia no es otra cosa en el fondo que la actualización sacra-
mental continuada de aquel primer acontecimiento por el cual la
Palabra-Dios se hizo carne para santificar a los hombres y dar
gloria al Padre.
Toda celebración sacramental –y de
modo eminente la Eucaristía- vive los
tres movimientos de la Pascua de Je-
sús: el Padre nos dona a su Hijo a-
mado, el Verbo asume nuestra carne
y nuestra muerte para que resucite-
mos con Él, y su Espíritu nos hace
entrar en la comunión eterna del
Padre.
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OBRA DE LA TRINIDAD, 4
Juan Pablo II, Ecclesia in Europa (28.06.2003):
“Se trata de vivir la liturgia como acción de la Tri-
nidad. El Padre es quien actúa por nosotros en los
misterios celebrados; Él es quien nos habla, nos
perdona, nos escucha, nos da su Espíritu; a Él nos
dirigimos, lo escuchamos, alabamos e invocamos.
Jesús es quien actúa para nuestra santificación, ha-
ciéndonos partícipes de su misterio. El Espíritu
Santo es el que interviene con su gracia y nos con-
vierte en el cuerpo de Cristo, la Iglesia”.
La liturgia es primariamente misterio, acontecimiento y obra trinita-
ria, presencia siempre actual de la inefable santidad de Dios dada por
Cristo en comunión a los hombres. Se convierte “en anticipación de la
bienaventuranza final y participación de la gloria celestial” (Idem).
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OBRA DE LA TRINIDAD, 5
El Padre es la fuente y el fin de la liturgia; Cristo, el Hijo en-
carnado, es el mediador; y el Espíritu Santo su artífice.
La estructura trinitaria de la liturgia im-
plica que toda celebración de culto debe
ser siempre comprendida y vivida como
alabanza de la gloria del Padre (doxolo-
gía), presencia sacramental de Cristo
(anámnesis), resplandor de su gloria por
obra del Espíritu Santo (epíclesis).
Todas las fórmulas litúrgicas culminan
en una glorificación del Padre, por
Cristo, en la unidad del Espíritu Santo.
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OBRA DE LA TRINIDAD, 6
La liturgia unifica en su dinámica teológica interna las dimensiones
descendente y ascendente –santificación y culto- del misterio de
salvación.
“En la liturgia terrena, pregustamos y toma-
mos parte en aquella liturgia celestial que
se celebra en la santa ciudad de Jerusalén,
hacia la cual nos dirigimos como peregri-
nos, y donde Cristo está sentado a la dies-
tra de Dios como ministro del santuario y
del tabernáculo verdadero” (Sacrosanctum
Concilium 8).
Final de los prefacios y Sanctus.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 1
CCE 1067: “En la liturgia, la Iglesia cele-
bra principalmente el misterio pascual por
el que Cristo realizó la obra de nuestra
salvación”. En el centro de toda acción li-
túrgica se sitúan los ritos y fiestas que ce-
lebran el misterio pascual de un modo nu-
clear: la Eucaristía y el triduo pascual.
Ya desde los tiempos apostólicos, la Iglesia tuvo conciencia de que
el anuncio y la presencia del misterio de la salvación acontecían en
las celebraciones de culto. Misterio era para la literatura patrística
la categoría teológica que expresaba tanto la acción salvadora de
Dios en Cristo, como su celebración en el culto.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 2
Para las primeras generaciones cristianas, las acciones de culto no
se limitaban a ser la expresión ritual de la propia pertenencia a una
comunidad religiosa, sino auténticos misterios y, por consiguiente,
obra de Dios.
En el AT la Pascua es aquella celebración anual que,
en el libro del Éxodo, había recibido el significado
de actualizar ritualmente la liberación de la esclavi-
tud de Israel.
Con la muerte y resurrección de Cristo, acontece la liberación plena
de la esclavitud (del pecado y de la muerte) y la constitución per-
fecta del pueblo elegido (la Iglesia), la nueva y definitiva Alianza,
ahora a favor no sólo de una nación, sino de todos los hombres de
todos los tiempos.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 3
En el AT el rito memorial de la Pascua es, al mismo tiempo, signo
rememorativo de un acontecimiento de salvación del pasado, mani-
festativo de su presencia actual en el hoy y ahora de la celebración
de culto, y profético de su consumación futura.
En el NT la celebración eucarística, raíz de
la liturgia eclesial, fue instituida por el Señor
–y así interpretada por la Iglesia- como el
memorial litúrgico de la nueva y definitiva
Pascua, es decir, de la plena liberación y
alianza eterna que Cristo mismo sellaría con
su sacrificio en la cruz.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 4
CCE 1363: “En el sentido empleado por la
Sagrada Escritura, el memorial no es sola-
mente el recuerdo de los acontecimientos
del pasado, sino la proclamación de las ma-
ravillas que Dios ha realizado a favor de los
hombres. En la celebración litúrgica, estos
acontecimientos se hacen, en cierta forma,
presentes y actuales”.
CCE 1364: “El memorial recibe un sentido nuevo en el NT. Cuando
la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo
y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez
para siempre en la cruz, permanece siempre actual”.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 5
En su estructura y realidad última, la liturgia es ante todo una obra
del amor misericordioso de las tres divinas Personas en favor de
los hombres (opus Trinitatis). Pero además, en su dimensión de
respuesta humana al don ofrecido, la liturgia es también una acción
de la Iglesia (actio Ecclesiae).
CCE 1076: “El día de Pentecostés, por la
efusión del Espíritu Santo, la Iglesia se ma-
nifiesta al mundo. El don del Espíritu inau-
gura un tiempo nuevo en la dispensación
del Misterio: el tiempo de la Iglesia, durante
el cual Cristo manifiesta, hace presente y
comunica su obra de salvación mediante la
Liturgia de su Iglesia ‘hasta que él venga’
(1 Co 11, 26)”.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 6
La celebración litúrgica “no sólo recuerda los
acontecimientos que nos salvaron, sino que los
actualiza, los hace presentes” (CCE 1104).
CCE 1068: “es el misterio de Cristo lo que la Iglesia
anuncia y celebra en su liturgia, a fin de que los fie-
les vivan de él y den testimonio del mismo al mundo”.
CCE 1085: “El misterio pascual de Cristo (...) no puede permanecer
solamente en el pasado, pues su muerte destruyó a la muerte, y todo
lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres parti-
cipa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos
se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la
Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida”.
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 7
Sin perder su carácter simbólico, el rito ecle-
sial de culto es primordialmente una acción
sacramental: “la obra de Cristo en la liturgia
es sacramental, porque su misterio de salva-
ción se hace presente en ella por el poder de
su Espíritu Santo” (CCE 1111). Este prin-
cipio subraya la íntima conexión entre la
epíclesis (invocación al Padre para que en-
víe su Espíritu santificador) y la presencia
del misterio de Cristo (anámnesis).
Se llama “economía sacramental” “la comunicación (o ‘dispensa-
ción’) de los frutos del misterio pascual de Cristo en la celebra-
ción de la liturgia ‘sacramental’ de la Iglesia” (CCE 1076).
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CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 8
El ser de la celebración litúrgica no es otro que su ser actualización
perenne de la Palabra de salvación en y por medio del rito de culto.
En la celebración litúrgica, el misterio de la salvación se actualiza
y se manifiesta mediante el rito.
Ni la Iglesia ni su liturgia crean el misterio de
Cristo: antes bien, tanto en el orden de la inteli-
gencia (teología) como en el de la historia (reve-
lación), primero es el acontecimiento salvador
de Cristo y después su celebración memorial.
El rito de culto se encuentra en el fundamento
mismo de la posibilidad del acontecer litúrgico
y de la fe como acontecimiento salvador en la
historia.
L 19 de 92
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 1
“Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11, 25). “Cumplimos este
mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio. Al
hacerlo, ofrecemos al Padre lo que Él mismo nos ha dado: los do-
nes de la creación, el pan y el vino, convertidos por el poder del
Espíritu Santo y las palabras de Cristo, en el Cuerpo y la Sangre
del mismo Cristo: así Cristo se hace real y misteriosamente pre-
sente” (CCE 1357).
La santa Misa es acción de Cristo. En ella
se actualiza el sacrificio pascual del Señor.
La celebración eucarística tiene un dina-
mismo trinitario: acción de gracias y ala-
banza al Padre, memorial del sacrificio de
Cristo, presencia real del Señor, por el po-
der de su Palabra y de su Espíritu.
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CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 2
La celebración eucarística es también sacrificio de la Iglesia, Cuerpo
y Esposa de Cristo, porque ella, nacida del costado abierto del Señor
en la cruz, se une a su Cabeza y Esposo mediante la celebración del
rito sacramental. De este modo, la Iglesia ofrece al Padre el único
sacrificio aceptable, convirtiéndose en víctima agradable a su Dios.
Toda Eucaristía celebrada en una comunidad
local es celebración de toda la Iglesia, una y
católica. Además, en la Eucaristía, la Iglesia
que peregrina en la tierra se une al eterno
coro de la Iglesia celestial: ángeles y santos
que glorifican y dan gracias a Dios sin
interrupción.
L 41 de 92
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 3
Relato de la Última Cena en el NT: “tomar, bendecir, dar gracias,
partir, dar”. Esta secuencia se recoge en la liturgia de todas las
tradiciones eclesiales: presentación de dones, oración consagratoria
de bendición y acción de gracias, fracción del pan y comunión.
Periodo apostólico: en las comunidades pro-
cedentes de la gentilidad, el rito se acompa-
ñaba de las lecturas de la Sagrada Escritura,
costumbre extendida a las comunidades de
origen judío tras la expulsión de la sinagoga.
La celebración dominical aparece ya como
una institución consolidada.
Siglo II: ya estructura Palabra de Dios – rito eucarístico. Siglo III:
la Traditio Apostolica incluye todos los elementos de la plegaria
eucarística.
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CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 4
Celebración eucarística romana hasta la reforma tridentina
Fase clásica (siglos IV-VIII): nos han llegado libros
para la celebración en fascículos (libelli) o en co-
lecciones completas (sacramentarios). Contienen ya
los elementos que conocemos ahora: prefacio y ple-
garia eucarística, oración colecta, sobre las ofrendas
y de poscomunión, lecturas, aleluya y homilía, cantos
del Kyrie, Gloria y, a partir del s. VII, Agnus Dei.
Siglos IX-XV: proliferación de las apologías (oraciones del sacerdote
para su purificación interior), composición de secuencias, misal ple-
nario, costumbre de recitar en secreto partes de la Misa.
Se deteriora la participación del pueblo y se produce un alejamiento
de la comunión. Nuevos gestos como la elevación de la hostia
consagrada.
L 43 de 92
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 5
Misa tridentina (siglos XVI-XX)
Decadencia litúrgica de la Baja Edad
Media, desafío de la doctrina eucarís-
tica de la reforma protestante y defi-
ciente formación del clero, mostraron
la urgente necesidad de una revisión
autorizada del rito de la Misa.
Con este fin, durante el concilio de Trento se decidió la revisión de
los libros litúrgicos y la publicación del nuevo misal. Los trabajos
concluyeron con san Pío V: promulgó el misal reformado en 1570
y lo estableció obligatorio para toda la Iglesia latina (salvo liturgias
de las diócesis y órdenes religiosas que tuvieran más de doscientos
años de antigüedad). Este misal suprimió la mayor parte de las se-
cuencias, revisó las oraciones privadas y gestos del celebrante, etc.
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CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 6
San Pío X impulsó la renovación litúrgica (motu proprio Tra le
sollecitudine y algunas medidas como misas vespertinas). Labor
reformadora de Pío XII: ya visto.
El misal romano de 1970, promulgado por Pablo VI, es fruto de
las determinaciones acordadas por el Concilio Vaticano II.
Sacrosanctum Concilium 50: “Revísese el
ordinario de la Misa, de modo que se mani-
fieste con mayor claridad el sentido propio
de cada una de las partes y su mutua cone-
xión y se haga más fácil la piadosa y activa
participación de los fieles”.
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CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 7
Estructura de la celebración eucarística, 1
Dos secciones rituales: “Liturgia de la Palabra y liturgia eucarística
constituyen juntas un solo acto de culto” (CCE 1346).
Ritos de introducción: canto de entrada; saludo del celebrante; acto
penitencial para toda la asamblea; Gloria (final s. IV); oración co-
lecta (a mediados del s. V).
Liturgia de la Palabra: lecturas de la Sagrada
Escritura con cantos interleccionales (salmo res-
ponsorial, aleluya, secuencia): el leccionario
consta de un ciclo festivo trienal de tres lecturas
y un ciclo ferial de dos lecturas, bienal para la
primera; homilía (obligatoria en los días festi-
vos); profesión de fe; oración de los fieles.
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CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 8
Estructura de la celebración eucarística, 2
Liturgia eucarística, 1
Ofertorio: la presentación de dones significa la participación de
todos los fieles en el sacrificio sacramental. Concluye con la
oración sobre las ofrendas, que prepara a la asamblea para su par-
ticipación en la oración eucarística.
Plegaria eucarística (núcleo de la celebración):
alabanza-acción de gracias (prefacio, Santo); epí-
clesis (en la anáfora romana una consagratoria,
otra de comunión); relato de la institución (actua-
liza el sacrificio de la cruz, presencia por la fuerza
de las palabras y el poder del Espíritu Santo); aná-
mnesis (evoca el misterio pascual); intercesiones;
doxología (alabanza trinitaria, asamblea “amen”).
L 47 de 92
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 9
Estructura de la celebración eucarística, 3
Liturgia eucarística, 2
Ritos de comunión: oración dominical con
embolismo (suplicar la liberación del mal) y
doxología (aclamada por los fieles); rito de la
paz; fracción del pan; Agnus Dei; immixtio
o commixtio (símbolo de la única persona de
Cristo glorioso y subraya la unicidad del sa-
cramento en sus dos especies); comunión
eucarística (celebración orientada hacia la
comunión); canto de comunión; oración
después de la comunión.
Rito de conclusión: saludo, bendición,
despedida
L 48 de 92
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 10
Culto eucarístico
“La Iglesia católica ha dado y continúa dando
este culto de adoración que se debe al sacra-
mento de la Eucaristía no solamente durante
la misa, sino también fuera de su celebración:
conservando con el mayor cuidado las hostias
consagradas, presentándolas a los fieles para
que las veneren con solemnidad, llevándolas
en procesión” (Pablo VI, Mysterium Fidei,
1965).
Entre los ejercicios de adoración y devoción a la presencia real de
Cristo en la Eucaristía, el ritual actualmente en vigor recomienda
aquellos que poseen ya una larga tradición eclesial, como la exposi-
ción y bendición con el santísimo sacramento y las procesiones.
L 49 de 92
El año Litúrgico
Un Ciclo para celebrar
AÑO LITÚRGICO
La liturgia distribuye las celebraciones a lo largo
del tiempo, siguiendo las pautas establecidas,
pero dándoles un valor e importancia en
función del misterio que se celebra.
La liturgia comienza a celebrar determinados días la víspera: do-
mingo y solemnidad: misas vespertinas válidas para cumplir con
el precepto.
La semana judía empezaba en el día primero, que era nuestro do-
mingo. Los cristianos otorgaron enseguida la centralidad de la
semana al domingo. Lunes es la feria segunda.
.
AÑO LITÚRGICO
Ritmo anual: dos ciclos de fiestas. Unas fijas (ejemplo: Navidad),
otras móviles, que cada año caen en un día diferente, en función
de la fecha de la Pascua (ejemplos: Pentecostés, Corpus,...).
La fecha de la Pascua (Nicea, 325) se fija el
domingo siguiente al primer plenilunio de pri-
mavera. Así puede caer entre el 22 de marzo y
el 25 de abril.
El día en que comienza el año litúrgico no coin-
cide con el del calendario civil: comienza el
domingo I de adviento.
AÑO LITÚRGICO
La Iglesia vive y celebra la liturgia a lo largo del año. La liturgia,
celebración del misterio de Cristo en el tiempo de la Iglesia, se
despliega según un ritmo anual: “en el círculo del año, desarrolla
todo el misterio de Cristo” (Sacrosanctum Concilium 102).
En la revelación divina, “el tiempo tiene una
importancia fundamental. Dentro de su di-
mensión se crea el mundo, en su interior se
desarrolla la historia de la salvación, que tiene
su cima en la plenitud de los tiempos de la
Encarnación, y su término en el retorno glo-
rioso del Hijo de Dios al final de los tiempos”
(Juan Pablo II, Tertio millenio adveniente,
1994, 10).
AÑO LITÚRGICO
CCE 1076: “El día de Pentecostés, por la efu-
sión del Espíritu Santo, la Iglesia se mani-
fiesta al mundo. El don del Espíritu inaugura
un tiempo nuevo en la ‘dispensación del
Misterio’: el tiempo de la Iglesia, durante el
cual Cristo manifiesta, hace presente y co-
munica su obra de salvación mediante la
Liturgia de la Iglesia, ‘hasta que él venga’
(1 Co 11, 26)”.
En la celebración litúrgica, memorial del misterio de salvación, la
presencia actual de Cristo acontece en el ahora de la historia. El
momento litúrgico se convierte en tiempo pleno, síntesis de la en-
tera historia de la salvación que culmina en Cristo y ámbito del
admirable intercambio entre el tiempo y la eternidad.
AÑO LITÚRGICO
El nuevo calendario, articulado en torno a la Pascua, privilegia los
tiempos que celebran el misterio de la salvación:
a
Ciclo pascual, centrado en el santo triduo, y completado
por la Cuaresma que lo precede y la cincuentena que lo
prosigue.
Ciclo de la manifestación: tiempos de Adviento y Navidad.
Tiempo ordinario: gira en torno al domingo.
Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios
de la salvación, el calendario procedió a una simplificación del
santoral. En cualquier caso, el culto a los santos es positivo y no
oscurece los misterios centrales de la fe, sino que ayuda a ilustrar-
los y a comprenderlos.
b
c
El ciclo Litúrgico
.
.
F I N
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Liturgia general

  • 2. TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 1 Cuando la teología abordó el estudio sistemático de las celebraciones sacramentales (s. XII y XIII), se partió de una neta distinción entre su esencia (sacramento) y aquello que, según se pensaba, pertenecía a su ornato y significación (rito). Aunque Santo Tomás no lo hiciera, se llegó con el tiempo a una excesiva separación entre sacra- mento y rito. La liturgia se identificó con el con- junto de gestos (ceremonias) que acompañan al sacramento; ritos venerables por su tradición, pero carentes de relación directa con el miste- rio de salvación celebrado. L 1 de 92
  • 3. TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 2 En el siglo XX, el llamado movimiento litúrgico (1909-1963) se esforzó por conseguir una noción integral de liturgia: se trataba de alcanzar una concepción que superara la idea del culto como algo reducido a ceremonia o protocolo y de recuperar la íntima relación entre el misterio de Cristo y su celebración en el culto. Raíces de este movimiento: la restauración mo- nástica iniciada en Francia por Prosper Gué- ranger (+ 1875) y las disposiciones reformado- ras de san Pío X encaminadas a la participación activa de los fieles en los misterios del culto. Primera manifestación pública: Congreso de Malinas (Bélgica, 1909) promovido por Lambert Beauduin (1873-1960). L 2 de 92
  • 4. TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 3 Primera fase del movimiento (1909-1914): polémica con Maurice Festugière (+ 1950) según el cual la liturgia, lejos de ser una simple institución ceremonial, constituye la auténtica fuente de la vida espiritual de los fieles. Segunda fase (1918-1939): Ildefons Herwegen (+ 1946), abad del monasterio renano de María Laach, concibe un ambicioso proyecto para la formación litúrgica de sus monjes. Romano Guardini (+ 1968): estudios novedosos de liturgia. Pius Parsch (+ 1954): comentarios al misal, al breviario y sobre el año litúrgico. Tercera fase (1947-1963): clima más sereno con las intervenciones de Pío XII (Encíclica Mediator Dei, 1947). Reconoce los valores del movimiento. La fase se cierra con Vaticano II (Constitución Sacrosanctum Concilium, 1963). L 3 de 92
  • 5. TEOLOGÍA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 4 La encíclica de Pío XII Mediator Dei (1947), primer documento magisterial que trata de ma- nera estructurada la naturaleza del culto de la Iglesia. La liturgia no es ni sólo una parte exter- na y sensible del culto divino ni un mero con- junto de leyes y preceptos para el rito. Para Pío XII, la liturgia, vista en su contenido teológico, es la “conti- nuación del oficio sacerdotal de Cristo” o “el ejercicio del sacerdo- cio de Cristo”; y considerada a partir de su celebración, es “el culto público del Cuerpo místico de Jesucristo”. La liturgia comenzó a ser contemplada como el ejercicio del sacer- docio de Cristo en su Iglesia y, por tanto, una obra de Dios. L 4 de 92
  • 6. TEOLOGIA DE LA LITURGIA SIGLO XX, 5 El benedictino Odo Casel (+ 1948) propuso comprender la liturgia como la presencia ri- tual de la obra redentora de Cristo. Recupera la consideración de los sacramentos como “misterios” del único misterio de salvación obrado por Dios en la historia. Las celebra- ciones de culto actualizan, según sus distin- tas y propias modalidades, el único misterio de nuestra salvación. La Iglesia, en la liturgia, hace presente la acción salvadora de su redentor, ya que en la celebración del culto Cristo mismo está presente y obra por la Iglesia y con la Iglesia. CCE 1067: “En la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación”. L 5 de 92
  • 7. OBRA DE LA TRINIDAD, 1 La liturgia es en primer lugar una teofanía: Dios manifiesta su fuerza, y el hombre le reconoce, le adora y le glorifica. Se sitúa dentro de la economía salvífica proyectada y revelada por el Padre, cumplida por el Hijo y llevada a cabo por el Espíritu Santo en la etapa de la Iglesia. En la creación, la vida es donada al mundo. Cuando llega el hombre se inicia la historia que vive el drama del rechazo de la comunión con Dios. Llega la “plenitud de los tiempos” y la vida es nuevamente do- nada. El Hijo eterno, engendrado antes de todos los siglos y encarna- do en el tiempo por obra del Espíritu Santo, introduce al hombre en el misterio de la comunión del Dios tres veces santo. L 6 de 92
  • 8. OBRA DE LA TRINIDAD, 2 CCE 236: “Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida ín- tima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comu- nica su vida (...). Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el miste- rio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras”. Una vez cumplida la voluntad del Padre mediante el misterio pascual, el Hijo entrega su Espíritu a la Iglesia. Desde la hora pascual, el mis- terio de la comunión de la santidad divina (theologia), dispensado en el misterio de Cristo (oikonomia), se convierte, en cuanto dado en participación a los hombres mediante el culto de la Iglesia, en liturgia. L 7 de 92
  • 9. OBRA DE LA TRINIDAD, 3 La liturgia no es otra cosa en el fondo que la actualización sacra- mental continuada de aquel primer acontecimiento por el cual la Palabra-Dios se hizo carne para santificar a los hombres y dar gloria al Padre. Toda celebración sacramental –y de modo eminente la Eucaristía- vive los tres movimientos de la Pascua de Je- sús: el Padre nos dona a su Hijo a- mado, el Verbo asume nuestra carne y nuestra muerte para que resucite- mos con Él, y su Espíritu nos hace entrar en la comunión eterna del Padre. L 8 de 92
  • 10. OBRA DE LA TRINIDAD, 4 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa (28.06.2003): “Se trata de vivir la liturgia como acción de la Tri- nidad. El Padre es quien actúa por nosotros en los misterios celebrados; Él es quien nos habla, nos perdona, nos escucha, nos da su Espíritu; a Él nos dirigimos, lo escuchamos, alabamos e invocamos. Jesús es quien actúa para nuestra santificación, ha- ciéndonos partícipes de su misterio. El Espíritu Santo es el que interviene con su gracia y nos con- vierte en el cuerpo de Cristo, la Iglesia”. La liturgia es primariamente misterio, acontecimiento y obra trinita- ria, presencia siempre actual de la inefable santidad de Dios dada por Cristo en comunión a los hombres. Se convierte “en anticipación de la bienaventuranza final y participación de la gloria celestial” (Idem). L 9 de 92
  • 11. OBRA DE LA TRINIDAD, 5 El Padre es la fuente y el fin de la liturgia; Cristo, el Hijo en- carnado, es el mediador; y el Espíritu Santo su artífice. La estructura trinitaria de la liturgia im- plica que toda celebración de culto debe ser siempre comprendida y vivida como alabanza de la gloria del Padre (doxolo- gía), presencia sacramental de Cristo (anámnesis), resplandor de su gloria por obra del Espíritu Santo (epíclesis). Todas las fórmulas litúrgicas culminan en una glorificación del Padre, por Cristo, en la unidad del Espíritu Santo. L 10 de 92
  • 12. OBRA DE LA TRINIDAD, 6 La liturgia unifica en su dinámica teológica interna las dimensiones descendente y ascendente –santificación y culto- del misterio de salvación. “En la liturgia terrena, pregustamos y toma- mos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregri- nos, y donde Cristo está sentado a la dies- tra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero” (Sacrosanctum Concilium 8). Final de los prefacios y Sanctus. L 11 de 92
  • 13. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 1 CCE 1067: “En la liturgia, la Iglesia cele- bra principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación”. En el centro de toda acción li- túrgica se sitúan los ritos y fiestas que ce- lebran el misterio pascual de un modo nu- clear: la Eucaristía y el triduo pascual. Ya desde los tiempos apostólicos, la Iglesia tuvo conciencia de que el anuncio y la presencia del misterio de la salvación acontecían en las celebraciones de culto. Misterio era para la literatura patrística la categoría teológica que expresaba tanto la acción salvadora de Dios en Cristo, como su celebración en el culto. L 12 de 92
  • 14. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 2 Para las primeras generaciones cristianas, las acciones de culto no se limitaban a ser la expresión ritual de la propia pertenencia a una comunidad religiosa, sino auténticos misterios y, por consiguiente, obra de Dios. En el AT la Pascua es aquella celebración anual que, en el libro del Éxodo, había recibido el significado de actualizar ritualmente la liberación de la esclavi- tud de Israel. Con la muerte y resurrección de Cristo, acontece la liberación plena de la esclavitud (del pecado y de la muerte) y la constitución per- fecta del pueblo elegido (la Iglesia), la nueva y definitiva Alianza, ahora a favor no sólo de una nación, sino de todos los hombres de todos los tiempos. L 13 de 92
  • 15. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 3 En el AT el rito memorial de la Pascua es, al mismo tiempo, signo rememorativo de un acontecimiento de salvación del pasado, mani- festativo de su presencia actual en el hoy y ahora de la celebración de culto, y profético de su consumación futura. En el NT la celebración eucarística, raíz de la liturgia eclesial, fue instituida por el Señor –y así interpretada por la Iglesia- como el memorial litúrgico de la nueva y definitiva Pascua, es decir, de la plena liberación y alianza eterna que Cristo mismo sellaría con su sacrificio en la cruz. L 14 de 92
  • 16. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 4 CCE 1363: “En el sentido empleado por la Sagrada Escritura, el memorial no es sola- mente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las ma- ravillas que Dios ha realizado a favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales”. CCE 1364: “El memorial recibe un sentido nuevo en el NT. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual”. L 15 de 92
  • 17. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 5 En su estructura y realidad última, la liturgia es ante todo una obra del amor misericordioso de las tres divinas Personas en favor de los hombres (opus Trinitatis). Pero además, en su dimensión de respuesta humana al don ofrecido, la liturgia es también una acción de la Iglesia (actio Ecclesiae). CCE 1076: “El día de Pentecostés, por la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia se ma- nifiesta al mundo. El don del Espíritu inau- gura un tiempo nuevo en la dispensación del Misterio: el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación mediante la Liturgia de su Iglesia ‘hasta que él venga’ (1 Co 11, 26)”. L 16 de 92
  • 18. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 6 La celebración litúrgica “no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes” (CCE 1104). CCE 1068: “es el misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia, a fin de que los fie- les vivan de él y den testimonio del mismo al mundo”. CCE 1085: “El misterio pascual de Cristo (...) no puede permanecer solamente en el pasado, pues su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres parti- cipa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida”. L 17 de 92
  • 19. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 7 Sin perder su carácter simbólico, el rito ecle- sial de culto es primordialmente una acción sacramental: “la obra de Cristo en la liturgia es sacramental, porque su misterio de salva- ción se hace presente en ella por el poder de su Espíritu Santo” (CCE 1111). Este prin- cipio subraya la íntima conexión entre la epíclesis (invocación al Padre para que en- víe su Espíritu santificador) y la presencia del misterio de Cristo (anámnesis). Se llama “economía sacramental” “la comunicación (o ‘dispensa- ción’) de los frutos del misterio pascual de Cristo en la celebra- ción de la liturgia ‘sacramental’ de la Iglesia” (CCE 1076). L 18 de 92
  • 20. CELEBRACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO, 8 El ser de la celebración litúrgica no es otro que su ser actualización perenne de la Palabra de salvación en y por medio del rito de culto. En la celebración litúrgica, el misterio de la salvación se actualiza y se manifiesta mediante el rito. Ni la Iglesia ni su liturgia crean el misterio de Cristo: antes bien, tanto en el orden de la inteli- gencia (teología) como en el de la historia (reve- lación), primero es el acontecimiento salvador de Cristo y después su celebración memorial. El rito de culto se encuentra en el fundamento mismo de la posibilidad del acontecer litúrgico y de la fe como acontecimiento salvador en la historia. L 19 de 92
  • 21. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 1 “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11, 25). “Cumplimos este mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio. Al hacerlo, ofrecemos al Padre lo que Él mismo nos ha dado: los do- nes de la creación, el pan y el vino, convertidos por el poder del Espíritu Santo y las palabras de Cristo, en el Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo: así Cristo se hace real y misteriosamente pre- sente” (CCE 1357). La santa Misa es acción de Cristo. En ella se actualiza el sacrificio pascual del Señor. La celebración eucarística tiene un dina- mismo trinitario: acción de gracias y ala- banza al Padre, memorial del sacrificio de Cristo, presencia real del Señor, por el po- der de su Palabra y de su Espíritu. L 40 de 92
  • 22. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 2 La celebración eucarística es también sacrificio de la Iglesia, Cuerpo y Esposa de Cristo, porque ella, nacida del costado abierto del Señor en la cruz, se une a su Cabeza y Esposo mediante la celebración del rito sacramental. De este modo, la Iglesia ofrece al Padre el único sacrificio aceptable, convirtiéndose en víctima agradable a su Dios. Toda Eucaristía celebrada en una comunidad local es celebración de toda la Iglesia, una y católica. Además, en la Eucaristía, la Iglesia que peregrina en la tierra se une al eterno coro de la Iglesia celestial: ángeles y santos que glorifican y dan gracias a Dios sin interrupción. L 41 de 92
  • 23. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 3 Relato de la Última Cena en el NT: “tomar, bendecir, dar gracias, partir, dar”. Esta secuencia se recoge en la liturgia de todas las tradiciones eclesiales: presentación de dones, oración consagratoria de bendición y acción de gracias, fracción del pan y comunión. Periodo apostólico: en las comunidades pro- cedentes de la gentilidad, el rito se acompa- ñaba de las lecturas de la Sagrada Escritura, costumbre extendida a las comunidades de origen judío tras la expulsión de la sinagoga. La celebración dominical aparece ya como una institución consolidada. Siglo II: ya estructura Palabra de Dios – rito eucarístico. Siglo III: la Traditio Apostolica incluye todos los elementos de la plegaria eucarística. L 42 de 92
  • 24. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 4 Celebración eucarística romana hasta la reforma tridentina Fase clásica (siglos IV-VIII): nos han llegado libros para la celebración en fascículos (libelli) o en co- lecciones completas (sacramentarios). Contienen ya los elementos que conocemos ahora: prefacio y ple- garia eucarística, oración colecta, sobre las ofrendas y de poscomunión, lecturas, aleluya y homilía, cantos del Kyrie, Gloria y, a partir del s. VII, Agnus Dei. Siglos IX-XV: proliferación de las apologías (oraciones del sacerdote para su purificación interior), composición de secuencias, misal ple- nario, costumbre de recitar en secreto partes de la Misa. Se deteriora la participación del pueblo y se produce un alejamiento de la comunión. Nuevos gestos como la elevación de la hostia consagrada. L 43 de 92
  • 25. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 5 Misa tridentina (siglos XVI-XX) Decadencia litúrgica de la Baja Edad Media, desafío de la doctrina eucarís- tica de la reforma protestante y defi- ciente formación del clero, mostraron la urgente necesidad de una revisión autorizada del rito de la Misa. Con este fin, durante el concilio de Trento se decidió la revisión de los libros litúrgicos y la publicación del nuevo misal. Los trabajos concluyeron con san Pío V: promulgó el misal reformado en 1570 y lo estableció obligatorio para toda la Iglesia latina (salvo liturgias de las diócesis y órdenes religiosas que tuvieran más de doscientos años de antigüedad). Este misal suprimió la mayor parte de las se- cuencias, revisó las oraciones privadas y gestos del celebrante, etc. L 44 de 92
  • 26. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 6 San Pío X impulsó la renovación litúrgica (motu proprio Tra le sollecitudine y algunas medidas como misas vespertinas). Labor reformadora de Pío XII: ya visto. El misal romano de 1970, promulgado por Pablo VI, es fruto de las determinaciones acordadas por el Concilio Vaticano II. Sacrosanctum Concilium 50: “Revísese el ordinario de la Misa, de modo que se mani- fieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua cone- xión y se haga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles”. L 45 de 92
  • 27. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 7 Estructura de la celebración eucarística, 1 Dos secciones rituales: “Liturgia de la Palabra y liturgia eucarística constituyen juntas un solo acto de culto” (CCE 1346). Ritos de introducción: canto de entrada; saludo del celebrante; acto penitencial para toda la asamblea; Gloria (final s. IV); oración co- lecta (a mediados del s. V). Liturgia de la Palabra: lecturas de la Sagrada Escritura con cantos interleccionales (salmo res- ponsorial, aleluya, secuencia): el leccionario consta de un ciclo festivo trienal de tres lecturas y un ciclo ferial de dos lecturas, bienal para la primera; homilía (obligatoria en los días festi- vos); profesión de fe; oración de los fieles. L 46 de 92
  • 28. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 8 Estructura de la celebración eucarística, 2 Liturgia eucarística, 1 Ofertorio: la presentación de dones significa la participación de todos los fieles en el sacrificio sacramental. Concluye con la oración sobre las ofrendas, que prepara a la asamblea para su par- ticipación en la oración eucarística. Plegaria eucarística (núcleo de la celebración): alabanza-acción de gracias (prefacio, Santo); epí- clesis (en la anáfora romana una consagratoria, otra de comunión); relato de la institución (actua- liza el sacrificio de la cruz, presencia por la fuerza de las palabras y el poder del Espíritu Santo); aná- mnesis (evoca el misterio pascual); intercesiones; doxología (alabanza trinitaria, asamblea “amen”). L 47 de 92
  • 29. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 9 Estructura de la celebración eucarística, 3 Liturgia eucarística, 2 Ritos de comunión: oración dominical con embolismo (suplicar la liberación del mal) y doxología (aclamada por los fieles); rito de la paz; fracción del pan; Agnus Dei; immixtio o commixtio (símbolo de la única persona de Cristo glorioso y subraya la unicidad del sa- cramento en sus dos especies); comunión eucarística (celebración orientada hacia la comunión); canto de comunión; oración después de la comunión. Rito de conclusión: saludo, bendición, despedida L 48 de 92
  • 30. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, 10 Culto eucarístico “La Iglesia católica ha dado y continúa dando este culto de adoración que se debe al sacra- mento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión” (Pablo VI, Mysterium Fidei, 1965). Entre los ejercicios de adoración y devoción a la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el ritual actualmente en vigor recomienda aquellos que poseen ya una larga tradición eclesial, como la exposi- ción y bendición con el santísimo sacramento y las procesiones. L 49 de 92
  • 31. El año Litúrgico Un Ciclo para celebrar
  • 32. AÑO LITÚRGICO La liturgia distribuye las celebraciones a lo largo del tiempo, siguiendo las pautas establecidas, pero dándoles un valor e importancia en función del misterio que se celebra. La liturgia comienza a celebrar determinados días la víspera: do- mingo y solemnidad: misas vespertinas válidas para cumplir con el precepto. La semana judía empezaba en el día primero, que era nuestro do- mingo. Los cristianos otorgaron enseguida la centralidad de la semana al domingo. Lunes es la feria segunda.
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  • 34. AÑO LITÚRGICO Ritmo anual: dos ciclos de fiestas. Unas fijas (ejemplo: Navidad), otras móviles, que cada año caen en un día diferente, en función de la fecha de la Pascua (ejemplos: Pentecostés, Corpus,...). La fecha de la Pascua (Nicea, 325) se fija el domingo siguiente al primer plenilunio de pri- mavera. Así puede caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril. El día en que comienza el año litúrgico no coin- cide con el del calendario civil: comienza el domingo I de adviento.
  • 35. AÑO LITÚRGICO La Iglesia vive y celebra la liturgia a lo largo del año. La liturgia, celebración del misterio de Cristo en el tiempo de la Iglesia, se despliega según un ritmo anual: “en el círculo del año, desarrolla todo el misterio de Cristo” (Sacrosanctum Concilium 102). En la revelación divina, “el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su di- mensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su cima en la plenitud de los tiempos de la Encarnación, y su término en el retorno glo- rioso del Hijo de Dios al final de los tiempos” (Juan Pablo II, Tertio millenio adveniente, 1994, 10).
  • 36. AÑO LITÚRGICO CCE 1076: “El día de Pentecostés, por la efu- sión del Espíritu Santo, la Iglesia se mani- fiesta al mundo. El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo en la ‘dispensación del Misterio’: el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y co- munica su obra de salvación mediante la Liturgia de la Iglesia, ‘hasta que él venga’ (1 Co 11, 26)”. En la celebración litúrgica, memorial del misterio de salvación, la presencia actual de Cristo acontece en el ahora de la historia. El momento litúrgico se convierte en tiempo pleno, síntesis de la en- tera historia de la salvación que culmina en Cristo y ámbito del admirable intercambio entre el tiempo y la eternidad.
  • 37. AÑO LITÚRGICO El nuevo calendario, articulado en torno a la Pascua, privilegia los tiempos que celebran el misterio de la salvación: a Ciclo pascual, centrado en el santo triduo, y completado por la Cuaresma que lo precede y la cincuentena que lo prosigue. Ciclo de la manifestación: tiempos de Adviento y Navidad. Tiempo ordinario: gira en torno al domingo. Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvación, el calendario procedió a una simplificación del santoral. En cualquier caso, el culto a los santos es positivo y no oscurece los misterios centrales de la fe, sino que ayuda a ilustrar- los y a comprenderlos. b c