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Fesón
TRAGEDIA EN TRES ACTOS




 Rodrigo Federico Eugui Ferrari
Derechos de Autor Uruguay 2009


           Inscripto en el libro 31 del Registro con el número 1230
 La reproducción de esta obra a través de medios ópticos, electrónicos, químicos,
fotográficos o de fotocopias está permitida; al igual que la traducción de la misma
                             respetando su contenido.
DRAMATIS PERSONAE
Coro.
Fesón; joven campesino, protagonista de la obra.
Cleta; madre de Fesón.
Neurímides; padre de Fesón.
Arges; uno de los tres cíclopes hijos de Urano y Gea.
Hades; dios griego de los muertos.
Zeus; dios griego del cielo y soberano de los dioses olímpicos.
Cerbero; perro de tres cabezas, con cola de dragón, que guardaba la entrada al mundo de
los muertos.
Euríale; una de las tres Gorgonas, criaturas terroríficas, parecidas a dragones, cubiertas
de escamas y con serpientes en lugar de cabellos. Tenían alas fuertes y dientes como
colmillos.


NOTAS:
   ∗    El escenario deberá contar con un entrepiso, que cumplirá la función de un
        segundo piso.
   ∗    El escenario, en su conjunto, se “dividirá”, por la mitad del mismo, en dos
        partes, o lados, iguales: una derecha y otra izquierda.
   ∗    Durante la representación, se iluminará, únicamente, el lado en el cual se esté
        desarrollando la acción, dejando oscura la otra parte.
   ∗    Los personajes se vestirán de acuerdo al lugar (Grecia), al tiempo (Época
        Antigua), y a la situación que pertenecen.


                                 ACTO PRIMERO

El lado izquierdo del escenario se decorará siguiendo un estilo rural. En el centro de
dicho lado, se colocará un tronco de madera en sentido horizontal, el cual será utilizado
como asiento por los actores. La parte derecha del escenario será ambientada a un
paisaje montañoso rocoso. El entrepiso del lado derecho simulará una montaña, por lo
que se decorará como una.
Algo muy importante a destacar, es que la escenografía no debe obstaculizar el
movimiento de los actores, al igual que no debe obstruir la visibilidad del espectador al
momento de la actuación.


                                        Escena I


El escenario se encuentra completamente oscurecido. Se comienza a reproducir “Si yo
fuera rey”, del compositor francés Adolphe Adam. Luego de transcurridos unos catorce
segundos, aproximadamente, se bajará el volumen de la música e intervendrá el Coro.
Cuando haya finalizado, se detendrá la ejecución de la misma, y una luz iluminará sólo
el lado izquierdo del escenario, en el cual se encontrará sentada en el tronco, tejiendo,
Cleta. Luego de un instante, aparece Neurímides, por la parte oscura, jadeando, y se
dirige a hablar con ella.


Coro- Esta es la historia perdida
       de la singular hazaña de un joven guerrero,
       cuya astucia y bravura lo impulsaron
       a traspasar el límite de lo permitido.
       Cuentan los antiguos sabios,
       que en un pueblo de Esparta,
       en el seno de una familia pobre y culta,
       nació un niño con espada en mano,
       dispuesto a salvar a su gente
       de la ira del dios supremo.
       Conoceréis vosotros la verdad,
       que se ha ocultado en el silencio,
       y que hoy renace del olvido
       pidiendo ser contada.


Neurímides (nervioso y casi sin aliento)- Cleta, esposa mía, vine lo más rápido que
pude, para contarte del nuevo infortunio que mis ojos han visto…
Cleta (interrumpiéndole, sin apartar la vista de su tarea)- Cálmate, que si no lo haces
pronto tendremos otra desgracia que lamentarnos. Ahora dime, ¿cuál es la nueva
desdicha que azota nuestras vidas?


Neurímides (exaltado)- ¡Por Zeus y todos los dioses del Olimpo, Cleta! ¿Qué no te das
cuenta de la gravedad del asunto? Deberías, por lo menos, prestarme atención, y estar
preocupada por lo que tengo que decir.


Cleta (dejando de tejer y viéndolo como con fastidio)- ¿Y qué quieres que haga?
¿Llorar por un infortunio que desconozco? ¿Acaso esta desdicha se compara con el
castigo que Zeus nos ha dado, por no sepultar a ese viajero ateniense que decidió morir
en este pueblo? Pues déjame decirte que si de algo he de lamentarme es de mi propio
orgullo, el cual me impidió escuchar las voces de mi conciencia, que pedían a gritos que
cumpliese con la ley divina, aquella creada por Zeus. Ahora ya es tarde para lamentos,
violamos una ley, y con el mismo orgullo que tuvimos al momento de romperla,
afrontaremos el castigo impuesto por el soberano de los dioses olímpicos.


Neurímides (calmado)- Pero esta vez es diferente. Aquellos tres monstruos alados,
hijas de Taumante, y enviadas por Zeus como forma de venganza, decidieron dejar de
lado la destrucción de nuestros sembrados para cobrar la vida de una joven, Nefesta, la
prometida de nuestro hijo.


Cleta (se levanta, paralizada con la noticia, y con mirada perdida)- ¿Por qué duele más
la herida ajena, que la causada por un puñal? Pronto habrá nuevas lágrimas, que
correrán por los ríos del Hades, y caerán por el precipicio del orgullo humano, hacia los
abismos de la conciencia. Ya no temo lo que ocurrirá. El destino que sellan las Moiras
en un hombre es incambiable, por más doloroso este que fuese.


                                       Escena II


Aparece Fesón, por la parte oscura del escenario, llevando a sus espaldas un costal.
Camina hacia donde se encuentra su padre y le dirige la palabra.
Fesón (cansado)- Padre, he regresado del mercado con el pedido que me has
encomendado. Aquí está la harina, polvo mágico capaz de convertirse en pan, el
alimento más digno de un trabajador, cuyas herramientas son la azada y el rastrillo.
Ahora, si me lo permites, iré a visitar a mi amada, pues un día de trabajo intenso y
fatigoso se merece un rato libre, donde el alma se sienta como si estuviese en el Olimpo.


Cleta (a Fesón, tomándole la mano y mirándolo a los ojos)- Hijo, tengo que
comunicarte que ya no podrás ir a visitarla. Por más que me duela en el alma, tengo que
decirte que aquella fuerza mayor a la humana, que es la de los dioses, selló el destino de
tu prometida. Si quieres encontrarte con ella, tendrá que ser en el Hades.


Fesón (lleno de angustia y desesperación)- ¡¿Por qué Zeus, soberano de todos los
dioses, tuvo que elegir tan terrible final para ella?! ¿Será que habrá profanado algún
templo, o acaso asesinado a un hombre? Dudo de la justicia humana, pero ahora
también de la divina.


Neurímides (a Fesón, tratando de hacerle entrar en razón)- ¡No permitas que tus
emociones te lleven a un laberinto sin salida! Piensa con la mente y no con el corazón,
que un corazón herido es un puñal que solo hiere a uno mismo. Arrepiéntete de lo que
has dicho, pues la soberbia es el camino de la estupidez y la ignorancia. Sé sensato, pues
con espada en mano solo apresurarás tu pasaje al Hades.


Fesón (sosegado)- Comprendo lo que me dices, pero lo que no puedo comprender es la
ineptitud de vosotros ante el asunto. Hoy la víctima del castigo fue Nefesta, quien debió
pagar con su vida, pero mañana serán vuestros hermanos, jóvenes espartanos que no
tienen la culpa de los errores cometidos por sus padres. Por eso, y muchas razones más,
he decidido que esta venganza divina debe acabar. Seré yo (señalándose a sí mismo)
quien le de finalidad a este suplicio, aunque deba sacrificar mi propia vida para lograrlo.


Cleta (a Fesón, dirigiéndose a él con tristeza)- Hijo mío, piensa en el dolor que nos
causarás a nosotros, tus padres, si llegases a morir en el intento. Olvida lo que has
dicho, y deja que los dioses, que todo lo saben y todo lo pueden, impongan su voluntad
ante nosotros. Recuerda que es sensato doblegarse ante el fuerte, pues dime, ¿qué
consigue el débil rehusándose ante la decisión del poderoso? Pues te diré que no obtiene
nada, sino que pierde lágrimas de sangre. Considera lo que he dicho, y no pienses que es
de cobarde elegir vivir felizmente, que apresurar la muerte a causa de un preclaro
capricho.


Fesón (a Cleta, abrazándola y hablándole en tono comprensivo)- Madre, comprendo y
considero tu opinión, al igual que la de mi padre, pero entiende que aunque desista de
mi decisión, también estaré expuesto a la muerte, sabiendo que rondan esos monstruos
alados, llamados arpías. Prefiero morir en el intento de defender la vida de espartanos
inocentes, que prolongar mi estadía en este mundo, y luego, cuando no esté ya presente,
ser recordado como un hombre necio, que se negó a cumplir una ley divina y, por lo
tanto, sufrió un merecido castigo. (Colocando las manos en sus hombros y mirándola a
los ojos) Respeto tu decisión de no intervenir en el asunto, al igual que tu deberías
respetar la mía. Por eso, os pido a ustedes, (viendo a ambos padres a la vez) padres
míos, que no dejen que su instinto paternal sea la razón de la infelicidad de su hijo.


Neurímides (a Fesón, hablándole en tono reflexivo)- El bien más preciado de un padre
es la felicidad de sus hijos. No quiero que seas infeliz a causa de nuestro “capricho”. Si
has de tomar una decisión, ha de ser respetada por nosotros, aunque no sea de nuestro
agrado. Déjame darte un último consejo, que pienso te será de gran ayuda. Una vez,
cuando estaba a mitad de camino de regreso a casa, me detuve en una taberna para
saciar mi sed. Estando ahí, conocí a un viajero, con quien hablé un largo rato. En un
momento dado, me comentó que en la cima de la montaña más alta de Esparta, vive
Arges, uno de los tres cíclopes hijos de Urano y Gea, quienes regalaron a Zeus el rayo y
el relámpago por haberlos liberado del submundo. Creo que, si logras convencer a
Arges para que hable con Zeus, acerca de perdonar nuestro mal comportamiento,
conseguirás que vuelva a reinar la paz y el orden en nuestro pueblo.


Fesón (aferrándose, con una mano, en el hombro de su padre)- Te agradezco el
haberme aconsejado sabiamente, y prometo que tendré en cuenta todas tus palabras, al
igual que las de mi madre (apoyándose, con la otra mano, en el hombro de su madre),
en especial las últimas. Recuerden que siempre pensaré en ustedes, y es este un motivo
que hace que emprenda el viaje hacia la montaña en la cual se habita el cíclope, el saber
que las vidas de mis padres peligran ante este castigo. Lo dicho, dicho está. Es hora de
que parta. El camino es largo, y el tiempo oro.
Los personajes permanecen inmóviles en la posición en la que están, mientras la parte
izquierda del escenario se va oscureciendo lentamente.


                                        Escena III


El personaje de Arges se ubica parado en el entrepiso del lado derecho del escenario,
posicionándose en el centro del mismo. Fesón pasa a dicho lado. Luego de la
participación del Coro, aparecerá una luz que dirigirá su enfoque hacia Fesón,
acompañándolo en sus movimientos.


Coro- Luz nueva para Esparta,
      clama este joven caballero,
      quien a Zeus piensa corregir,
      por un castigo que ha impuesto.
      Comienza la travesía,
      de este astuto guerrero,
      ¿tendrá suerte, tal vez,
      o será víctima de su propio juego?


Cuando Fesón llega a la montaña, se detiene.


Fesón (levantando la voz)- Busco al hijo de Urano y Gea, Arges, pues necesito de él,
como, quizás, él necesite de mí.


Aparece una segunda luz, con propiedades iguales a la anterior, que dirige su enfoque
hacia Arges, situado en lo alto del entrepiso.


Arges (furioso)- ¡¿Quién osa molestarme?! ¡¿No sabéis que a un titán no se le
molesta!?! (Apuntando a Fesón) ¡Quien quiera que seas, esto lo pagaréis caro!


Fesón (en tono reflexivo, tratando de tranquilizarlo)- Sé que debo respetar a los titanes
y dioses. Pero, ¿acudiría a ti, Arges, solo para provocarte? Déjame darte una explicación
de por qué acudo a ti, y si consideras que no es del todo convincente, estoy dispuesto a
obedecer tu castigo, aunque fuese la muerte.


Arges- Dudo que un mortal sacrificase su bien más preciado por algo sin sentido. ¡Está
bien, habla! Pero recuerda que tus palabras podrían costarte la vida.


Fesón (serio, con firmeza)- Mi pueblo sufre un terrible castigo impuesto por el dios
supremo, y desde entonces ya no corre agua en nuestros ríos, sino sangre de personas
que fueron víctimas de dicho infortunio. En la desesperación, un campesino me ha
dicho que acuda a ti para que intercedas por nosotros ante Zeus, y a cambio de tu ayuda,
ofrezco la mía para cumplir lo que pidas.


Arges- Por lo que me has contado, deduzco que eres un guerrero, ¿o me equivoco?


Fesón (temeroso, demostrando preocupación al hablar)- Soy el hijo perdido del héroe
Heracles y de una ninfa de los bosques. Recorro las ciudades de toda Grecia con el
propósito de que haya paz en las mismas. Pero esta vez es diferente, por lo que necesito
de tu ayuda, pues solo así daré fin a este problema.


Arges (sonriendo)- Estoy dispuesto a ayudarte, pero si tú me ayudas a mí primero.


Fesón- Me parece justo.


Arges- ¿Recuerdas a la Hidra de Lerna, aquel monstruo que tu padre, Heracles, dio
muerte en tercer de sus doce desafíos? He conseguido el cuerpo de la bestia, pero no el
alma, pues un inmortal como yo no le es permitido visitar el Hades. Si viajas al
inframundo, y logras dar vida nueva al cuerpo de la Hidra, hablaré con Zeus para que
perdone a tu pueblo.


Fesón (decidido)- Haré lo que me pides, pero antes dime, ¿por qué quieres revivir a tan
terrible monstruo?


Arges (en tono fastidioso)- Poseo en mis manos un objeto que Urano, mi padre, me ha
encargado cuidar. Necesito a la Hidra para, mientras yo no esté presente, cerciorarme
que nadie atentará robarlo. Pero eso no es de tu incumbencia. Cumple con tu parte del
trato y yo cumpliré con la mía. Toma esto (recogiendo del suelo una lira y
arrojándosela), que te servirá de gran ayuda cuando estés en aprietos. (Apuntando al
instrumento) Cuídalo muy bien, que vale más que tu miserable vida. Ahora vete
(haciéndole un ademán), pues el tiempo que pierdes puede significar la vida de tu
pueblo.


Fesón (observando minuciosamente la lira, mostrando ignorancia)- ¿Qué tiene de
especial esta lira? ¿Acaso su música da vida a lo inanimado, o alivia el sufrimiento del
alma?


Arges- ¡Que necio eres! Lo que tienes en tus manos (señalando al instrumento) es la
mismísima lira de Orfeo, cuya música domina al más salvaje de los animales. Las
musas me encomendaron que la destruyera, para que no cayera en manos equivocadas;
pero cuando iba a hacerlo, su belleza se apoderó de mis ojos, y decidí guardarla en el
lugar más oscuro de mi guarida. Úsala con prudencia, y devuélvemela en el mismo
instante en que regreses a este mundo. Si intentas robármela, iré a buscarte y, cuando te
encuentre, prometo que lo lamentarás profundamente.


La luz que dirige su enfoque hacia Arges se apaga. Fesón camina hasta encontrar un
arbusto que da unos extraños frutos. Toma uno y se lo come. En un instante, cae muerto
al piso. Interviene el Coro, y, cuando finaliza, se oscurece todo el escenario y se baja el
telón.


Coro- La muerte es el túnel,
         por el cual debe pasar el alma de este joven,
         para llegar al reino de lo perdido,
         y cumplir con lo pactado.
         ¡Hay Fesón, en que juego has participado!
         La mentira ha hecho de ti,
         un hombre deshonrado y desmedido,
         pues tu obsesión te llevará al fracaso.
ACTO SEGUNDO

El lado izquierdo del escenario representará el mundo de los muertos, también llamado
Hades. Dejaré que la decoración de dicha parte sea fruto de la imaginación humana. No
obstante, advierto que, al momento de decorar este lado, se debe simular una especie de
caudal de agua, que sea visible para el espectador. El mismo representará una corriente
fluvial de la laguna Estigia, por la cual Caronte navega con el fin de transportar las
almas de los muertos. Dicho caudal se puede construir con cualquier material, en tanto
sea visible, en el piso del escenario. Debe nacer en la esquina superior derecha del lado
izquierdo, y terminar en el centro del mismo. Se colocará un bote, en el cual se
encontrará Caronte, que seguirá el trayecto del caudal. El personaje anteriormente
mencionado contará con un remo, que utilizará para movilizarse, y así simular la acción
misma de remar. En cuanto a la parte derecha del escenario, contará con la misma
decoración que la realizada en el lado izquierdo del mismo, en el Acto I; sólo que, en
vez de un tronco, se colocará un arbusto, detrás del cual se esconderá, a la vista de
todos, Euríale.


                                        Escena I


Se ilumina, únicamente, la parte izquierda del escenario, en la cual se encuentra,
dormido en el piso, Fesón. Aparece Caronte, desde la oscuridad, subido en un bote,
remando. Al ver a Fesón tirado, detiene la marcha y, molesto, comienza a picarlo con el
remo, con el fin de despertarlo.


Caronte (gritando)- ¡Despiértate, que no me sobra el tiempo para esperarte!


Fesón (recuperándose, confundido)- ¿Dónde estoy?, ¿ya llegué al submundo, o es solo
un triste sueño mío?


Caronte (en tono burlón, haciéndole una reverencia)- ¡Oh, su majestad ha decidido
despertarse! Levántate y súbete al barco, que te llevaré al otro lado de la laguna Estigia,
donde descansan las almas que han sido purificadas.
Fesón- Dudo que mi cuerpo haya recibido el ritual de purificación.


Caronte (exaltado)- ¡¿Entonces cómo has llegado hasta aquí?! ¿Acaso se han
quebrantado las leyes divinas? Pues lo que ocurriese no me incumbe. Tengo demasiado
trabajo para detenerme y pensar sobre ello. A cada momento llegan almas que necesitan
de mí para llegar a la morada de Hades. (Apuntándolo) ¡Y tú ni creas que te llevaré allí!
Si has de pasar, será por otro medio. Ahora me retiro (dándose la vuelta), pues este
imprevisto ha retrasado mi trabajo.


Fesón (rogándole)- ¡Espera, oh señor de la oscuridad, antes de retornar a tu agobiante
trabajo, te ruego que me digas cómo llamar a Hades, dios de los muertos, pues necesito
hablar con él! ¡Dime eso, y te prometo que no te molestaré más!


Caronte (en tono tedioso)- ¿Crees que te diré cómo llamar al príncipe de las tinieblas
porque sí? Primero dame una buena razón para ello, y luego, quizás, te lo diga. Pero se
breve, pues no cuento con mucho tiempo para escucharte.


Fesón- He hecho un acuerdo con Arges, uno de los cíclopes hijo de Urano y Gea, en el
cual Hades se ve involucrado. Si no logro contactarme con él, tanto la Tierra como el
Olimpo sentirán la furia de Zeus. (En tono irónico) ¿Queréis sufrir la ira del dios
supremo? Pues yo no.


Caronte (dudando, mostrando cierta inseguridad al hablar)- Convoca a Hades por
medio de Perséfone. Solo así lograrás lo que deseas. Ahora, como has escuchado lo que
querías oír, me marcho, pues he perdido mucho tiempo, y no quiero recibir un castigo
merecido del dios de los muertos, por no cumplir con mi deber. Recuerda no
nombrarme cuando Hades te pregunte quién te dijo cómo llamarle.


Caronte se retira de escena, remando por el mismo caudal por el cual llegó, pero en
sentido inverso, es decir, de espaldas al público.


Fesón (levantando la mirada)- ¡Dios de los muertos, príncipe de las tinieblas, préstale
atención a este llamado, y preséntate ante mí! ¡Te lo pido por el amor que sientes por
Perséfone, diosa de la tierra y de la agricultura! ¡En nombre de ese amor que los une, te
ruego a ti, Hades, que vengas al lugar donde esta triste alma se encuentra!


                                        Escena II


Empieza a salir un humo violeta, y se escuchan los gritos de las almas cautivas. Entre
medio de tanta confusión, aparece Hades, furioso.


Hades- ¡¿Quién se atreve a invocar al dios de los muertos?! ¿Quién ha osado
interrumpir mi labor, para hacerme venir hasta aquí? Espero que quien lo haya hecho
tenga justificación alguna, porque, si no es así, sufriréis toda la eternidad como un alma
en pena.


Fesón (inclinándose, demostrándole respeto)- Me inclino ante ti, mi señor, pues una
simple alma te debe rendir respeto como el dios que eres, oh gran Hades. Te ruego que
me escuches por un momento, pues lo que tengo que decirte ha de interesarte. Si lo que
te diré no te convence lo suficiente para justificar tu intervención, estaré dispuesto a que
me juzgues y a que me condenes.


Hades (en tono irónico)- ¡¿Piensas que yo (señalándose a sí mismo), un dios, no conoce
las razones por las que has venido?! Ahórrate el palabrerío, pues ya te contesto que no
te ayudaré. Si hiciste un trato con Arges, no me importa. Lo que sí me interesa es que,
en ese acuerdo, me has involucrado. (Con ira) ¡¿Quién te crees que eres para involucrar
a un ser superior?! Por ello, te condenaré a que vivas toda la eternidad en las aguas de la
laguna Estigia. Además, por haber engañado al cíclope, tu amada será expulsada de mi
palacio, y pasará a acompañarte. Ambos recibirán el mismo castigo. En cuanto a
Caronte, ese viejo barquero, será removido de su función por el período de una década.
¡Eso se merece por confabular a mis espaldas! Y tú (apuntándolo), agradece a la suerte
que no te impuse un castigo más severo, que merite a la gravedad de lo que has causado.
De todas formas, se hará justicia, y allá (apuntando hacia arriba), en el Olimpo, se
sabrá quién fue el justiciero.
Fesón (en tono desafiante, mostrándose temerario)- Sabes, tú podrás conocer las
razones por las cuales acudo ante ti, pero dudo que conozcas, de igual manera, el futuro
de mis acciones, pues eres un dios cuyos poderes se encuentran limitados por la función
que cumples.


Hades (enfadado)- ¡¿Te atreves a cuestionar mi potencial, tú, una simple alma
desgraciada?! ¡¿Piensas que posees autoridad alguna para ello?! ¿No sabéis que quienes
llegan a mi reino, por más que en la otra vida hayan sido reyes de polis, aquí reciben un
trato indiscriminado con respecto a los demás?


Fesón- No te refugies en las palabras, y demuestra que sabes de antemano lo que
sucederá, si me permites ingresar al Tártaro para recuperar el alma de la Hidra de Lerna,
para darle vida nueva.


Hades- Comprendo ahora tu juego. Me desafías con la intención de lograr tus objetivos.
Lamento desilusionarte, pero no haré lo que esperas que haga. Ahora, me retiro a mi
palacio, y tú pasarás toda la eternidad en las aguas de la laguna Estigia. Demasiado
tiempo he perdido para continuar hablando contigo.


Hades da una vuelta, colocándose de espaldas al joven, y comienza a alejarse de éste,
caminando en sentido contrario.


Fesón (en tono irónico, gritándole)- ¡Has dejado bien claro que tus poderes son
limitados, oh gran Hades! ¡También te agradezco el haber confirmado lo que decía: la
función que cumples contribuye a limitar tus poderes! ¿Quién diría que una simple alma
lograría demostrar la equivocación del dios de los muertos?


Hades (deteniéndose y viéndolo a los ojos)- ¡Basta, no tolero lo que dices! Si quieres
darle vida nueva al cuerpo de la Hidra, lo harás, siempre y cuando venzas a Cerbero, el
monstruo que guarda la entrada a mi mundo. Si logras vencerlo, que sé que no lo harás,
prometo que tanto el alma de la Hidra como la tuya, regresarán a sus respectivos
cuerpos físicos, tendrán una nueva vida terrenal. Ahora prepárate a luchar con el
poderoso Cerbero, en una batalla que se librará en este mismo lugar.
Escena III


Un humo gris invade el ambiente de la parte, ya mencionada, del escenario. A su vez, se
escuchan feroces aullidos perrunos, y, si se quiere, para aumentar todavía más la
sensación de terror y misterio que experimenta el espectador en ese momento, se puede
optar por un juego de luces bien realizado. En medio del tumulto, aparece, enfadado, y
con mirada de odio hacia Fesón, Cerbero. La bestia intenta atacar al joven, pero Hades
la detiene. Se espera a que se normalice el ambiente, que el humo se esfume y que todo
lo demás desaparezca.


Hades (agarrando a la bestia por el dorso y dirigiéndose a la misma con tranquilidad)-
Calma fiel guardián, que pronto saciarás tu apetito de lucha. Sé que lo vencerás y,
cuando lo hagas, no tendré piedad alguna con él, y lo mandaré al sitio más horrendo de
mi mundo. Parece que el temerario no tuvo en cuenta que yo no soy un dios bondadoso,
y ese pequeño detalle olvidado será el responsable de su eterno sufrimiento.
(Alejándose del sitio donde se librará el enfrentamiento) ¡Basta de palabras, y que
comience la pelea!


Se comienza a reproducir, como música de fondo, “El anillo del nibelungo”, del
compositor alemán Richard Wagner. La misma se oirá durante todo el enfrentamiento, y
se detendrá su ejecución en el instante en el que se escuche la voz de Hades.
Cerbero adopta una pose ofensiva, y da un salto hacia Fesón. Éste lo esquiva y desata de
su espalda, muy rápidamente, la lira de Orfeo que le ha dado Arges. Se pone a tocarla,
muy suavemente, y la música que produce tranquiliza al monstruo. Entonces, empieza a
tocarla cada vez más rápido, desafinando, y la espantosa música que de ella sale termina
enloqueciendo a la bestia, a tal punto que todas sus cabezas comienzan a morderse unas
a otras, y cae al piso, completamente derribado.


Hades (sorprendido)- ¡Imposible! He sido derrotado por alguien inferior a mí.
(Señalando a Fesón con el dedo) ¡Maldigo este momento, y te maldigo a ti también!
Podrás escapar a tu condena esta vez, pero recuerda que, tarde o temprano, regresarás,
y, cuando lo hagas, prepárate a sentir el intenso ardor de las llamas.
Los personajes permanecen inmóviles en la posición en la que están, mientras la parte
izquierda del escenario se va oscureciendo lentamente.


                                       Escena IV


El personaje de Euríale se encuentra escondido, escapando a la mirada del espectador,
detrás del arbusto ubicado en el lado derecho del escenario. Fesón se traslada a dicho
lado, y se arroja al piso, adoptando una posición de desmayo. Se ilumina toda la parte
derecha del escenario. Luego de un momento, Fesón, que se encuentra desmayado,
comienza a recuperarse, lentamente.


Fesón (confundido)- ¿He regresado al mundo de los vivos, o es sólo otra pesadilla mía?
(Alzando la mirada) Veo el hermoso cielo otra vez, y los rayos del sol iluminan mi
rostro. (Con alegría) ¡Por Zeus, he despertado del sueño eterno! Me siento tan feliz y
afortunado, que no veo la hora de llegar a mi pueblo y contarles a todos mi hazaña. Pero
antes, lo primero que haré será buscar a mis padres, y, cuando los encuentre, les daré un
profundo y cariñoso abrazo, y les diré lo mucho que los quiero. Ahora, cabría
preguntarse, ¿dónde estoy? (Caminando, inspeccionando el sitio) Conozco este lugar
pues, cuando era niño, mi padre y yo lo recorríamos en busca de madera. Estas tierras se
encuentran llenas de caminos y senderos, que llevan a diferentes pueblos y ciudades. Si
no me equivoco, este camino (apuntándolo) desemboca en mi pueblo. Lo seguiré para
así retornar a mi hogar, y recibir la gloria que me merezco.


Euríale (en tono misterioso)- Dudo que llegues con vida, joven amigo.


Fesón (desafiante)- ¿Quién eres? Deja de esconderte y muéstrate de una vez.


Euríale (sorprendida)- ¿Desafías a alguien que no conoces? Si quieres que me muestre,
lo haré, pero déjame advertirte que, de sólo verme, tu carne se convertirá en piedra, y
tus músculos se paralizarán, convirtiéndote en una estatua.
Fesón- Ahora sé con quién me enfrento. Eres una de las tres Gorgonas, hijas de Forcis,
dios del mar, y de Ceto, su esposa. ¿Cómo te llamas, con cuál de las tres bestias he de
luchar?


Euríale (saliendo de su escondite y presentándose a escena)- Soy Euríale, y desde ya te
digo que esa ofensa te costará la vida.


Fesón (tapándose los ojos, cuidando de no verla)- ¿Cuál ofensa, o acaso me negarás
que no eres una bestia, que tienes cola de serpiente en lugar de piernas y que tu cabeza
se encuentra cubierta por víboras? En realidad, tú me has ofendido al no reconocerme
¿Acaso no conoces al famoso guerrero que derrotó al poderoso Hades, dios de los
muertos, en su propio reino?


Euríale (acercándosele, acariciándole el cabello, en tono seductor)- Si no lo conociera,
no me dirigiría hacia él en este momento.


Fesón (intrigado)- ¿De qué hablas? ¿Por qué estás interesada en mí?


Euríale- Hades y yo hicimos un trato. Si logro matarte, él hablará con Palas Atenea,
diosa de las ciudades, de la industria y de las artes; para que nos devuelva la cabeza de
nuestra hermana Medusa, a quien Perseo decapitó. Si tenemos la cabeza, podremos
unirla con su respectivo cuerpo, para así darle nueva vida terrenal, con ayuda del dios de
los muertos, quien se comprometió a hacerlo. Ya que conoces la causa por la cual debo
matarte, te sugiero que aceptes la voluntad del destino, y no te resistas a ello.


Fesón (quitándole la mano y alejándose de ella)- ¡Nunca! Yo soy un guerrero y, antes
de morir cobardemente, prefiero dar una última batalla.


Euríale (enfadada)- Como quieras, pero recuerda que conmigo no tendrás tanta suerte.
Si realmente eres un guerrero, como dices serlo, ¡pelea como tal!


Se comienza a reproducir, como música de fondo, la danza esclava nº 8 en fa menor, del
compositor checo Antonín Dvorák. La misma se oirá durante todo el enfrentamiento, y
se detendrá su ejecución en el instante en el que se escuche la voz del Coro.
La Gorgona adopta una pose ofensiva, y se dirige, corriendo, hacia Fesón, con el
objetivo de derribarlo. Éste la esquiva y recoge del suelo un palo, cuyos extremos son
puntiagudos. Euríale se pierde en la oscuridad, y Fesón se ubica en el centro del lado
derecho, estando atento a sonidos y movimientos extraños. En un momento dado,
cuando éste se encuentra desprevenido, el monstruo aparece, sorpresivamente, y lo
voltea. Fesón intenta defenderse, pero las serpientes que habitan en la cabeza de la
bestia le dan el beso de la muerte. Euríale se levanta del suelo, y se hace a un lado. La
oscuridad se apodera del escenario, y una luz azulada tenue, proveniente del techo del
mismo, iluminará, únicamente, el cuerpo sin vida del joven. En ese instante, se
reproducirá la música “Son of the light”, del artista Mike Rowland. Luego de
transcurridos unos segundos, se bajará el volumen de ésta e intervendrá el Coro. Cuando
haya finalizado, se detiene la ejecución de la música y se baja el telón.


Coro- Mala suerte te ha sorteado el destino,
       joven guerrero de espada en mano,
       que a ese ritmo no llegarías lejos,
       de convertirte en un héroe pagano.
       Mas tu valentía es una joya
       con soberbia y arrogancia incrustada,
       que reluce su belleza
       y oculta su perla arrancada.
       Y una cosa recordaréis vosotros,
       que a un ser superior nunca se le desafía
       por más noble que una causa sea,
       mejor quedarse quieto que sufrir una muerte fría.


                                ACTO TERCERO

La parte derecha del escenario representará el descampado de un bosque, mientras que
la izquierda el Monte Olimpo. En ambos casos, dejaré que la imaginación humana se
encargue de la decoración de los mismos. No obstante, advierto que el entrepiso del
lado izquierdo debe ser decorado como si fuese una gran nube blanca, en la cual se
encontrará, sentado en su trono, el poderoso Zeus.
Escena I

Se ilumina, únicamente, el lado derecho del escenario, en el cual se encuentran,
preocupados, buscando el cuerpo de su hijo, Neurímides y Cleta.


Neurímides (abatido, en tono de desilusión)- Aceptémoslo Cleta, por más que sigamos
buscando a nuestro hijo, nunca lo encontraremos en este lugar. Tal vez, el muchacho
que vino a avisarme que lo vio dormido en el suelo de este bosque, nos haya querido
jugar una mala pasada, burlándose de nuestra desgracia. O, quizás, la visión lo haya
confundido, y, en vez de ser Fesón el que estaba dormido, haya sido otra persona con
similares características. Igualmente, fuimos unos ilusos al creerle, y más aún, al
mantener viva la esperanza de que lo hallaríamos, sano y salvo. (Viéndola a los ojos y
tomándole las manos) Te pido que, por el bien de ambos, desistamos con la búsqueda, y
dejemos que el tiempo se encargue de contestarnos.


Cleta (apartándosele, con mirada perdida)- Hoy se cumplen dos meses de su partida.
(A punto de llorar) ¡¿Qué infortunio le ha sorteado el destino que ha impedido su pronto
regreso?! Cada noche desde su ausencia, la culpa se adentra en mis sueños, y horrendas
pesadillas atormentan mi mente. Si le hubiese negado la petición de realizar tan terrible
viaje, ahora, seguramente, estaría con nosotros, sano y salvo. ¡Pero no! Me dejé
arrastrar por el orgullo, y le di mi autorización. ¡Tonta de mí! El mínimo castigo que me
merezco por ello, tal vez, sea la muerte. Y eso si me aceptan allá abajo. (Apuntando a
Neurímides) ¡Y tú eres tan culpable como yo! Pudiste haberlo evitado, pero no lo
hiciste.


Neurímides (ubicándose frente a ella y agarrándola de los hombros)- Cleta, esposa
mía, actúa con sensatez, te lo pido, que tus palabras lo único que hacen es envenenarte
el alma, sembrando en ti la duda. Piensa, ¿somos nosotros culpables de la mala suerte
que le ampara el destino a nuestro hijo? No, porque somos seres humanos. No podemos
predecir el futuro de una persona, y menos controlarlo. A lo sumo creemos poder
controlar nuestro propio destino, pero, igualmente, es una fuerza que escapa de nuestras
manos. Si deseas continuar castigándote por una causa predicha, hazlo, que lo único que
lograrás con ello será envejecer tu cerebro y detener tu corazón. Yo, en cambio,
intentaré soportar esta gran pérdida con los ojos secos y la mente abierta, y si he de
llorar, trataré de hacerlo en silencio, sin romper con la armonía que reina en la
naturaleza.


Se oscurece un poco el ambiente, y una luz dirigirá su enfoque hacia Cleta, quien se
ubicará en el centro de dicho lado. Neurímides se alejará de ella, posicionándose entre
medio de la luz y la oscuridad. Se escuchará la voz de Fesón, la cual le hablará,
únicamente, a Cleta, quien, al escucharla, “empleará” gestos de asombro, con el
objetivo de transmitir al lector dicha idea. Cuando haya finalizado, los personajes
retornarán a sus posiciones anteriores, y se iluminará, nuevamente, la parte derecha del
escenario.


Voz (débil, fantasmagórica)- Mamá, te necesito, ayúdame. Los desgarradores gritos que
lastiman mis oídos me impiden escuchar tu dulce voz. (Con enfado) ¡¿Dónde estás
cuando necesito que me protejas?! (Entre lágrimas) ¡Por favor, te lo ruego, sácame de
este horrible lugar! No permitas que las falsas palabras de mi desalmado padre penetren
en ti. (Apagándose) ¡Apúrate, que la vela que me ilumina pronto se apagará!


Neurímides (nervioso)- ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan callada? ¿Acaso dije algo
que te haya ofendido?


Cleta (pensativa)- Creo haber escuchado la funesta voz de nuestro hijo, proveniente del
otro mundo, rogándome que lo proteja de las tinieblas que atormentan su alma.


Neurímides (alejándosele, enojado)- ¡Piensa con sensatez y despierta de ese macabro
sueño tuyo, que lo único que lograrás será predecir nuestro fracaso! La desesperación
está causando estragos en tu cordura, y no voy a permitir que cometas una locura…


Cleta (encarándolo, con prepotencia)- ¡Y yo no voy a dejar que mi hijo sufra un
minuto más, pues el amor que nos une es más fuerte que cualquier adversidad que se
presente; y si debo renunciar a mi vida en nombre de ello, no dudaré en hacerlo, y
nadie, ni siquiera tú, me lo va a impedir!
Neurímides (deprimido)- Al escucharte, pienso que el “amor” al que te refieres esconde
un significado mucho más nefasto del que realmente posee. Dime, ¿acaso estar viva no
significa nada para ti, que deseas con entusiasmo que el velo lila cubra tu bello rostro?
(Alzando la voz) ¡Pues déjame decirte, necia terca, que el amor hacia uno mismo es el
más importante de todos! Para saber amar a otra persona, primero necesitamos saber
cuanto aprecio nos tenemos. Te pido que reflexiones acerca de lo que acabas de decir,
pues tus palabras han quebrantado el alma de ambos. Piensa que, si realmente amas a
nuestro hijo, éste nunca intentaría lastimarnos. Si permites que la muerte te convenza,
significa que nunca amaste a nadie, y pasarás toda la eternidad buscando la luz en donde
reina la oscuridad. En la mente posees el pensamiento, en las manos la acción. Domina
tus emociones, no permitas que un simple deseo te lleve a un canal sin salida…


Cleta (interrumpiéndole, furiosa)- ¡Un simple deseo! ¡Que cínico eres! ¿Crees que
renunciaré a mi deber maternal, como tú lo has hecho como padre, y olvidaré que tengo
un hijo que necesita de mí? ¡Eres un desalmado, y nunca amaste a nadie más que a ti
mismo! ¡Egoísta, ni siquiera lamentas su pérdida! Espero que las llamas del Hades
purifiquen tu desgraciada alma.


Neurímides (con amargura, a punto de llorar)- ¡Entra en razón y no digas
barbaridades! Tú bien sabes que, si pudiera, sacrificaría mi propia vida a cambio de la
suya; pero, lamentablemente, soy un simple mortal, y no poseo tal poder. Tendré que
continuar viviendo viendo el cerúleo y triste cielo, hasta que la muerte venga a
buscarme.


La voz de Fesón vuelve a dirigirse a su madre. Se procederá de la misma forma que la
anterior.


Voz (con fastidio, molestia)- ¡Cállalo, te lo suplico, que su cinismo me sepulta todavía
más en el abismo! (Denotando malicia) Él nunca me quiso. Siempre me consideró una
carga y, en varios intentos, quiso deshacerse de mí, hasta que lo logró. No te extrañes
que quiera hacer lo mismo contigo. Pero tú no debes permitirlo. Mata a ese animal antes
de que vuelva a atacar. (Con enfado) ¡Hazlo ahora o nunca más te perdonaré!


Neurímides (muy intranquilo)- ¿Qué estás haciendo? (Gritándole) ¡Contéstame!
Cleta se dirige a un rincón y, colocándose de espaldas a Neurímides, saca un puñal
escondido en su vestido. Muy ágilmente, corre por detrás de su esposo, lo sujeta con
una mano, y, con la otra, posiciona la daga en el cuello de éste, con intención de
degollarlo.


Cleta (resuelta)- Dijiste que darías tu vida a cambio de la suya, y ahora lo harás.


Neurímides (conmocionado, costándole hablar)- ¿Qué lograrás con matarme sino
aumentar el dolor que causa el vacío en tu corazón?


Cleta (con profundo dolor y amargura)- Ya no habrá más vacío en mí, puesto que no
viviré sintiendo culpa todos los días de mi miserable vida. Espero que entiendas lo que
hago, es mi deber como madre, y recuerda que yo siempre te amaré. Adiós, esposo mío.


Neurímides (entre lágrimas, casi sin palabras)- Te amo. Adiós, esposa mía (cerrando
los ojos).


Cleta, con los ojos cerrados y llorando, degüella a Neurímides y éste cae muerto al piso.


Cleta (observando el puñal, en tono melancólico)- Fría daga que posees el poder de
invocar a la muerte, te pido que me lleves al otro mundo, pues ya no merezco vivir.
¡Llévame lejos, donde no exista la luz y reine el silencio! Y a ustedes (levantando la
mirada y dirigiéndose a los dioses), les imploro que perdonen a mi hijo, pues yo soy la
única responsable de lo que haya cometido. (Suplicando) ¡Liberen a esa inocente alma
cautiva, que aquí se encuentra el verdadero culpable (señalándose), rogando que se haga
justicia! Ahora que puedo ver el sol con los ojos abiertos, ya no siento miedo hacia lo
desconocido. (Mirando la palma de ambas manos) Mis sucias manos de sangre ajena,
fueron limpiadas en el manantial del arrepentimiento, y serán curadas en el arroyo de la
justicia. (Alzando la daga) ¡Ven a mí, muerte impía, y llévame contigo a los calabozos
del abismo!


Cleta hunde el puñal en su pecho, y cae muerta al piso. Se comienza a reproducir la
sonata nº 2 en do sostenido menor para piano, opus 27 (Claro de luna), del compositor
alemán Ludwig van Beethoven. Se oscurecerá todo el lado, y una luz tenue dirigirá su
enfoque al cuerpo sin vida de Cleta. Luego de transcurridos unos segundos, se bajará el
volumen de la música e intervendrá el Coro. Cuando haya finalizado, el escenario se
encontrará completamente oscurecido y el silencio se adueñará del mismo.


Coro- Nadie en este mundo,
       incluyendo al más sabio de los sabios,
       conoce el sufrimiento de una madre
       cuando pierde a su joya más valiosa.
       Ríos de amargura corren por su mente,
       y su corazón se paraliza,
       esperando escuchar, una vez más,
       la apagada voz de su hijo.
       No la juzguen por amar demasiado,
       pues el fruto de la desesperación
       la ha obligado a teñir de púrpura
       lo que antes era blanco.


                                       Escena II


Se ilumina el lado izquierdo del escenario, en el cual se encuentran Hades, parado en el
centro del mismo, y Zeus, sentado en su trono, en las alturas.


Hades (molesto, levantando la cabeza y viendo a Zeus)- Ahora que estoy presente, exijo
saber la causa por la cual me has mandado a buscar con tanta urgencia, logrando así
interrumpir mi arduo trabajo.


Zeus (serio)- Prepotente como siempre, ¿no Hades? Deberías pensar lo que dices
cuando estás frente al rey del Olimpo. (Con firmeza, alzando la voz y apuntándolo) ¡Tú
bien conoces el poder de mi palabra! ¡Sabes de lo que soy capaz de hacer para que mi
autoridad sea respetada, y obedecida, por todos en este universo!
Hades (abatido, bajando la mirada)- Disculpa Zeus, mi precipitado interrogatorio. La
intriga que siembra el motivo por el cual he sido citado, me ha llevado al extremo de
demostrarte preponderancia. Te ruego me perdones por ello.


Zeus (con severidad)- Ahórrate las falsas disculpas, que de nada te servirán para
escapar del castigo que te he asignado.


Hades (sorprendido, exaltado)- ¡¿De qué hablas!? ¡Explícate, te lo suplico!


Zeus (en tono irónico)- ¿Cómo? ¿Un dios tan poderoso y sabio, como dices ser, no sabe
las causas por las cuales ha sido convocado, o es que acaso teme la flama de la justicia?
(Con enojo) ¡Te advierto Hades, que no intentes jugar conmigo, pues lo único que
conseguirás será aumentar tu sufrimiento! Tú (apuntándolo), que desafías hasta lo que
se encuentra escrito, has quebrantado el orden entre lo cósmico y lo terrenal, al permitir
que un alma desgraciada regresara a su antiguo cuerpo físico, luego de haberte
derrotado en singular batalla, a ti, (alzando la voz) ¡un dios! Se supone que nosotros
somos superiores a los humanos ¡por eso ellos nos adoran y nos rinden tributos! ¿Cómo
crees que quedaría nuestra reputación si se enteran que una divinidad fue derrotada por
uno de ellos? (Exaltado, con furia) ¡Nos has dejado en ridículo, y eso no lo toleraré!


Hades (hablando calmadamente, tratando de sosegarlo y queriéndose justificar)- Pero
Zeus, ¿cómo reaccionarías si acudiesen a ti por medio de Hera, sólo para enfrentarte?


Zeus (recuperando la tranquilidad)- Diría que no tengo nada que demostrar a nadie,
porque soy un dios, y luego condenaría a eterno sufrimiento al alma infeliz que se
atrevió a hacerlo.


Hades (en tono reflexivo)- Entiende, hermano mío, que he sido víctima de mi propio
orgullo, el cual me ha arrastrado hacia aguas abiertas, donde, seguramente, he de
padecer. Aceptaré con sumisión el castigo que me has de imponer, pero antes, dime
¿cuál es el riesgo de que la historia sea contada, si el alma del osado guerrero se
encuentra en las profundidades de mi mundo, y ningún humano conoce la verdad de lo
ocurrido?
Zeus- Los humanos nunca sabrán la verdad de lo ocurrido, porque yo me encargaré de
que ello no pase; pero algo que no puedo controlar son los rumores que se pasean por el
Olimpo, provocando burla en quienes aceptan escucharlos. ¿Sabes acaso, cómo has
dejado a tu imagen? (En tono irónico) El gran y poderoso Hades, dios de los muertos,
ha sido derrotado, en su propio mundo, por un simple y ordinario hombre. Y, todavía,
como no aceptó tal humillación, decidió hacer un pacto con un adefesio mestizo, en el
cual establecía liberar el alma de otro monstruo a cambio de la vida del joven guerrero.
La rabia que poseías en ese momento te impidió pensar con claridad cuando decidiste
realizar un trato con la Gorgona. Ese monstruo maldito se encargó de esparcir la historia
en el Olimpo. Pero, al igual que tú, será castigada. La enviaré más allá del abismo,
donde su presencia no moleste a nadie más que a ella misma. Y en cuanto a ti
(apuntándolo), pasarás dos primaveras adormecido en las profundas aguas del río
Éstige. El rol que cumples en el inframundo, durante tu ausencia, será ejercido por mí,
ya que soy el único con la suficiente autoridad y poder para realizarlo correctamente. Si
tienes algo que decirme, hazlo antes de que ejecute el castigo, pues, después de ello, tu
voz se apagará y soñarás una pesadilla de remordimiento.


Hades (angustiado, confundido)- En este momento, me atormentan palabras huecas y
sin sentido, que provocan una vacilación en mis sentimientos. Mas algo me intriga, y
necesito saber su respuesta para calmar el dolor que me causa la duda. Zeus (viéndolo a
los ojos), te ruego que me digas si el muchacho conquistó su objetivo, si pudo salvar a
su desdichado pueblo, o si fracasó en el intento. Nada más eso necesito conocer para
afrontar con serenidad el nuevo sufrimiento.


Zeus- El pueblo del joven rompió una ley de suma importancia, razón por la cual el
rayo de la justicia cayó sobre sus habitantes con tanta fuerza, destruyendo todo a su
paso. Yo, como dios supremo, sabio y justiciero, no puedo permitir que alguien inferior
intente cambiar mi decisión. (Con firmeza, alzando la voz) Lo que yo digo se hace, y
nadie, ni siquiera Arges, podrá doblegar mi voluntad. (En tono reflexivo) El perdón sólo
ilumina a aquellos que realmente están arrepentidos, y lo demuestran sacrificando su
bien más preciado. Ésta es la única causa que puede apagar la flama ardiente del
castigo. El muchacho actuó siempre con actitud vengativa, mostrándose temerario ante
todo, y nunca le importó salvar a su gente. Lo que deseaba, realmente, era alcanzar la
fama y ocupar un lugar en el Olimpo. ¡Tonto de él si creía que la mentira y el engaño se
convertirían en honor y respeto! Mas una persona, muy cercana a él, me demostró
abiertamente su arrepentimiento, ofreciendo su vida como prueba de ello. (Levantando
la mirada y dirigiéndose al público) Por esta razón decidí perdonar a su pueblo,
dejándoles a los habitantes una lección que nunca olvidarán: lo que se encuentra escrito
prevalece ante cualquier circunstancia.


Hades dirige la mirada al piso, agachando la cabeza. La luz que ilumina el lado, pasa a
ser azulada y tenue. Se comienza a reproducir la música de la canción “Hymn to the
Sea”, del artista James Horner. A su vez, se arrojarán, desde lo alto del escenario, a
modo de lluvia, hojas o pétalos de flores. Pasado un minuto y ocho segundos,
aproximadamente, se detendrá la ejecución de la música, y la lluvia de hojas, o pétalos,
cesará. La oscuridad se apoderará, lentamente, del escenario. Cuando lo haya hecho por
completo, se bajará el telón.

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Fesón

  • 1. Fesón TRAGEDIA EN TRES ACTOS Rodrigo Federico Eugui Ferrari
  • 2. Derechos de Autor Uruguay 2009 Inscripto en el libro 31 del Registro con el número 1230 La reproducción de esta obra a través de medios ópticos, electrónicos, químicos, fotográficos o de fotocopias está permitida; al igual que la traducción de la misma respetando su contenido.
  • 3. DRAMATIS PERSONAE Coro. Fesón; joven campesino, protagonista de la obra. Cleta; madre de Fesón. Neurímides; padre de Fesón. Arges; uno de los tres cíclopes hijos de Urano y Gea. Hades; dios griego de los muertos. Zeus; dios griego del cielo y soberano de los dioses olímpicos. Cerbero; perro de tres cabezas, con cola de dragón, que guardaba la entrada al mundo de los muertos. Euríale; una de las tres Gorgonas, criaturas terroríficas, parecidas a dragones, cubiertas de escamas y con serpientes en lugar de cabellos. Tenían alas fuertes y dientes como colmillos. NOTAS: ∗ El escenario deberá contar con un entrepiso, que cumplirá la función de un segundo piso. ∗ El escenario, en su conjunto, se “dividirá”, por la mitad del mismo, en dos partes, o lados, iguales: una derecha y otra izquierda. ∗ Durante la representación, se iluminará, únicamente, el lado en el cual se esté desarrollando la acción, dejando oscura la otra parte. ∗ Los personajes se vestirán de acuerdo al lugar (Grecia), al tiempo (Época Antigua), y a la situación que pertenecen. ACTO PRIMERO El lado izquierdo del escenario se decorará siguiendo un estilo rural. En el centro de dicho lado, se colocará un tronco de madera en sentido horizontal, el cual será utilizado como asiento por los actores. La parte derecha del escenario será ambientada a un paisaje montañoso rocoso. El entrepiso del lado derecho simulará una montaña, por lo que se decorará como una.
  • 4. Algo muy importante a destacar, es que la escenografía no debe obstaculizar el movimiento de los actores, al igual que no debe obstruir la visibilidad del espectador al momento de la actuación. Escena I El escenario se encuentra completamente oscurecido. Se comienza a reproducir “Si yo fuera rey”, del compositor francés Adolphe Adam. Luego de transcurridos unos catorce segundos, aproximadamente, se bajará el volumen de la música e intervendrá el Coro. Cuando haya finalizado, se detendrá la ejecución de la misma, y una luz iluminará sólo el lado izquierdo del escenario, en el cual se encontrará sentada en el tronco, tejiendo, Cleta. Luego de un instante, aparece Neurímides, por la parte oscura, jadeando, y se dirige a hablar con ella. Coro- Esta es la historia perdida de la singular hazaña de un joven guerrero, cuya astucia y bravura lo impulsaron a traspasar el límite de lo permitido. Cuentan los antiguos sabios, que en un pueblo de Esparta, en el seno de una familia pobre y culta, nació un niño con espada en mano, dispuesto a salvar a su gente de la ira del dios supremo. Conoceréis vosotros la verdad, que se ha ocultado en el silencio, y que hoy renace del olvido pidiendo ser contada. Neurímides (nervioso y casi sin aliento)- Cleta, esposa mía, vine lo más rápido que pude, para contarte del nuevo infortunio que mis ojos han visto…
  • 5. Cleta (interrumpiéndole, sin apartar la vista de su tarea)- Cálmate, que si no lo haces pronto tendremos otra desgracia que lamentarnos. Ahora dime, ¿cuál es la nueva desdicha que azota nuestras vidas? Neurímides (exaltado)- ¡Por Zeus y todos los dioses del Olimpo, Cleta! ¿Qué no te das cuenta de la gravedad del asunto? Deberías, por lo menos, prestarme atención, y estar preocupada por lo que tengo que decir. Cleta (dejando de tejer y viéndolo como con fastidio)- ¿Y qué quieres que haga? ¿Llorar por un infortunio que desconozco? ¿Acaso esta desdicha se compara con el castigo que Zeus nos ha dado, por no sepultar a ese viajero ateniense que decidió morir en este pueblo? Pues déjame decirte que si de algo he de lamentarme es de mi propio orgullo, el cual me impidió escuchar las voces de mi conciencia, que pedían a gritos que cumpliese con la ley divina, aquella creada por Zeus. Ahora ya es tarde para lamentos, violamos una ley, y con el mismo orgullo que tuvimos al momento de romperla, afrontaremos el castigo impuesto por el soberano de los dioses olímpicos. Neurímides (calmado)- Pero esta vez es diferente. Aquellos tres monstruos alados, hijas de Taumante, y enviadas por Zeus como forma de venganza, decidieron dejar de lado la destrucción de nuestros sembrados para cobrar la vida de una joven, Nefesta, la prometida de nuestro hijo. Cleta (se levanta, paralizada con la noticia, y con mirada perdida)- ¿Por qué duele más la herida ajena, que la causada por un puñal? Pronto habrá nuevas lágrimas, que correrán por los ríos del Hades, y caerán por el precipicio del orgullo humano, hacia los abismos de la conciencia. Ya no temo lo que ocurrirá. El destino que sellan las Moiras en un hombre es incambiable, por más doloroso este que fuese. Escena II Aparece Fesón, por la parte oscura del escenario, llevando a sus espaldas un costal. Camina hacia donde se encuentra su padre y le dirige la palabra.
  • 6. Fesón (cansado)- Padre, he regresado del mercado con el pedido que me has encomendado. Aquí está la harina, polvo mágico capaz de convertirse en pan, el alimento más digno de un trabajador, cuyas herramientas son la azada y el rastrillo. Ahora, si me lo permites, iré a visitar a mi amada, pues un día de trabajo intenso y fatigoso se merece un rato libre, donde el alma se sienta como si estuviese en el Olimpo. Cleta (a Fesón, tomándole la mano y mirándolo a los ojos)- Hijo, tengo que comunicarte que ya no podrás ir a visitarla. Por más que me duela en el alma, tengo que decirte que aquella fuerza mayor a la humana, que es la de los dioses, selló el destino de tu prometida. Si quieres encontrarte con ella, tendrá que ser en el Hades. Fesón (lleno de angustia y desesperación)- ¡¿Por qué Zeus, soberano de todos los dioses, tuvo que elegir tan terrible final para ella?! ¿Será que habrá profanado algún templo, o acaso asesinado a un hombre? Dudo de la justicia humana, pero ahora también de la divina. Neurímides (a Fesón, tratando de hacerle entrar en razón)- ¡No permitas que tus emociones te lleven a un laberinto sin salida! Piensa con la mente y no con el corazón, que un corazón herido es un puñal que solo hiere a uno mismo. Arrepiéntete de lo que has dicho, pues la soberbia es el camino de la estupidez y la ignorancia. Sé sensato, pues con espada en mano solo apresurarás tu pasaje al Hades. Fesón (sosegado)- Comprendo lo que me dices, pero lo que no puedo comprender es la ineptitud de vosotros ante el asunto. Hoy la víctima del castigo fue Nefesta, quien debió pagar con su vida, pero mañana serán vuestros hermanos, jóvenes espartanos que no tienen la culpa de los errores cometidos por sus padres. Por eso, y muchas razones más, he decidido que esta venganza divina debe acabar. Seré yo (señalándose a sí mismo) quien le de finalidad a este suplicio, aunque deba sacrificar mi propia vida para lograrlo. Cleta (a Fesón, dirigiéndose a él con tristeza)- Hijo mío, piensa en el dolor que nos causarás a nosotros, tus padres, si llegases a morir en el intento. Olvida lo que has dicho, y deja que los dioses, que todo lo saben y todo lo pueden, impongan su voluntad ante nosotros. Recuerda que es sensato doblegarse ante el fuerte, pues dime, ¿qué consigue el débil rehusándose ante la decisión del poderoso? Pues te diré que no obtiene
  • 7. nada, sino que pierde lágrimas de sangre. Considera lo que he dicho, y no pienses que es de cobarde elegir vivir felizmente, que apresurar la muerte a causa de un preclaro capricho. Fesón (a Cleta, abrazándola y hablándole en tono comprensivo)- Madre, comprendo y considero tu opinión, al igual que la de mi padre, pero entiende que aunque desista de mi decisión, también estaré expuesto a la muerte, sabiendo que rondan esos monstruos alados, llamados arpías. Prefiero morir en el intento de defender la vida de espartanos inocentes, que prolongar mi estadía en este mundo, y luego, cuando no esté ya presente, ser recordado como un hombre necio, que se negó a cumplir una ley divina y, por lo tanto, sufrió un merecido castigo. (Colocando las manos en sus hombros y mirándola a los ojos) Respeto tu decisión de no intervenir en el asunto, al igual que tu deberías respetar la mía. Por eso, os pido a ustedes, (viendo a ambos padres a la vez) padres míos, que no dejen que su instinto paternal sea la razón de la infelicidad de su hijo. Neurímides (a Fesón, hablándole en tono reflexivo)- El bien más preciado de un padre es la felicidad de sus hijos. No quiero que seas infeliz a causa de nuestro “capricho”. Si has de tomar una decisión, ha de ser respetada por nosotros, aunque no sea de nuestro agrado. Déjame darte un último consejo, que pienso te será de gran ayuda. Una vez, cuando estaba a mitad de camino de regreso a casa, me detuve en una taberna para saciar mi sed. Estando ahí, conocí a un viajero, con quien hablé un largo rato. En un momento dado, me comentó que en la cima de la montaña más alta de Esparta, vive Arges, uno de los tres cíclopes hijos de Urano y Gea, quienes regalaron a Zeus el rayo y el relámpago por haberlos liberado del submundo. Creo que, si logras convencer a Arges para que hable con Zeus, acerca de perdonar nuestro mal comportamiento, conseguirás que vuelva a reinar la paz y el orden en nuestro pueblo. Fesón (aferrándose, con una mano, en el hombro de su padre)- Te agradezco el haberme aconsejado sabiamente, y prometo que tendré en cuenta todas tus palabras, al igual que las de mi madre (apoyándose, con la otra mano, en el hombro de su madre), en especial las últimas. Recuerden que siempre pensaré en ustedes, y es este un motivo que hace que emprenda el viaje hacia la montaña en la cual se habita el cíclope, el saber que las vidas de mis padres peligran ante este castigo. Lo dicho, dicho está. Es hora de que parta. El camino es largo, y el tiempo oro.
  • 8. Los personajes permanecen inmóviles en la posición en la que están, mientras la parte izquierda del escenario se va oscureciendo lentamente. Escena III El personaje de Arges se ubica parado en el entrepiso del lado derecho del escenario, posicionándose en el centro del mismo. Fesón pasa a dicho lado. Luego de la participación del Coro, aparecerá una luz que dirigirá su enfoque hacia Fesón, acompañándolo en sus movimientos. Coro- Luz nueva para Esparta, clama este joven caballero, quien a Zeus piensa corregir, por un castigo que ha impuesto. Comienza la travesía, de este astuto guerrero, ¿tendrá suerte, tal vez, o será víctima de su propio juego? Cuando Fesón llega a la montaña, se detiene. Fesón (levantando la voz)- Busco al hijo de Urano y Gea, Arges, pues necesito de él, como, quizás, él necesite de mí. Aparece una segunda luz, con propiedades iguales a la anterior, que dirige su enfoque hacia Arges, situado en lo alto del entrepiso. Arges (furioso)- ¡¿Quién osa molestarme?! ¡¿No sabéis que a un titán no se le molesta!?! (Apuntando a Fesón) ¡Quien quiera que seas, esto lo pagaréis caro! Fesón (en tono reflexivo, tratando de tranquilizarlo)- Sé que debo respetar a los titanes y dioses. Pero, ¿acudiría a ti, Arges, solo para provocarte? Déjame darte una explicación
  • 9. de por qué acudo a ti, y si consideras que no es del todo convincente, estoy dispuesto a obedecer tu castigo, aunque fuese la muerte. Arges- Dudo que un mortal sacrificase su bien más preciado por algo sin sentido. ¡Está bien, habla! Pero recuerda que tus palabras podrían costarte la vida. Fesón (serio, con firmeza)- Mi pueblo sufre un terrible castigo impuesto por el dios supremo, y desde entonces ya no corre agua en nuestros ríos, sino sangre de personas que fueron víctimas de dicho infortunio. En la desesperación, un campesino me ha dicho que acuda a ti para que intercedas por nosotros ante Zeus, y a cambio de tu ayuda, ofrezco la mía para cumplir lo que pidas. Arges- Por lo que me has contado, deduzco que eres un guerrero, ¿o me equivoco? Fesón (temeroso, demostrando preocupación al hablar)- Soy el hijo perdido del héroe Heracles y de una ninfa de los bosques. Recorro las ciudades de toda Grecia con el propósito de que haya paz en las mismas. Pero esta vez es diferente, por lo que necesito de tu ayuda, pues solo así daré fin a este problema. Arges (sonriendo)- Estoy dispuesto a ayudarte, pero si tú me ayudas a mí primero. Fesón- Me parece justo. Arges- ¿Recuerdas a la Hidra de Lerna, aquel monstruo que tu padre, Heracles, dio muerte en tercer de sus doce desafíos? He conseguido el cuerpo de la bestia, pero no el alma, pues un inmortal como yo no le es permitido visitar el Hades. Si viajas al inframundo, y logras dar vida nueva al cuerpo de la Hidra, hablaré con Zeus para que perdone a tu pueblo. Fesón (decidido)- Haré lo que me pides, pero antes dime, ¿por qué quieres revivir a tan terrible monstruo? Arges (en tono fastidioso)- Poseo en mis manos un objeto que Urano, mi padre, me ha encargado cuidar. Necesito a la Hidra para, mientras yo no esté presente, cerciorarme
  • 10. que nadie atentará robarlo. Pero eso no es de tu incumbencia. Cumple con tu parte del trato y yo cumpliré con la mía. Toma esto (recogiendo del suelo una lira y arrojándosela), que te servirá de gran ayuda cuando estés en aprietos. (Apuntando al instrumento) Cuídalo muy bien, que vale más que tu miserable vida. Ahora vete (haciéndole un ademán), pues el tiempo que pierdes puede significar la vida de tu pueblo. Fesón (observando minuciosamente la lira, mostrando ignorancia)- ¿Qué tiene de especial esta lira? ¿Acaso su música da vida a lo inanimado, o alivia el sufrimiento del alma? Arges- ¡Que necio eres! Lo que tienes en tus manos (señalando al instrumento) es la mismísima lira de Orfeo, cuya música domina al más salvaje de los animales. Las musas me encomendaron que la destruyera, para que no cayera en manos equivocadas; pero cuando iba a hacerlo, su belleza se apoderó de mis ojos, y decidí guardarla en el lugar más oscuro de mi guarida. Úsala con prudencia, y devuélvemela en el mismo instante en que regreses a este mundo. Si intentas robármela, iré a buscarte y, cuando te encuentre, prometo que lo lamentarás profundamente. La luz que dirige su enfoque hacia Arges se apaga. Fesón camina hasta encontrar un arbusto que da unos extraños frutos. Toma uno y se lo come. En un instante, cae muerto al piso. Interviene el Coro, y, cuando finaliza, se oscurece todo el escenario y se baja el telón. Coro- La muerte es el túnel, por el cual debe pasar el alma de este joven, para llegar al reino de lo perdido, y cumplir con lo pactado. ¡Hay Fesón, en que juego has participado! La mentira ha hecho de ti, un hombre deshonrado y desmedido, pues tu obsesión te llevará al fracaso.
  • 11. ACTO SEGUNDO El lado izquierdo del escenario representará el mundo de los muertos, también llamado Hades. Dejaré que la decoración de dicha parte sea fruto de la imaginación humana. No obstante, advierto que, al momento de decorar este lado, se debe simular una especie de caudal de agua, que sea visible para el espectador. El mismo representará una corriente fluvial de la laguna Estigia, por la cual Caronte navega con el fin de transportar las almas de los muertos. Dicho caudal se puede construir con cualquier material, en tanto sea visible, en el piso del escenario. Debe nacer en la esquina superior derecha del lado izquierdo, y terminar en el centro del mismo. Se colocará un bote, en el cual se encontrará Caronte, que seguirá el trayecto del caudal. El personaje anteriormente mencionado contará con un remo, que utilizará para movilizarse, y así simular la acción misma de remar. En cuanto a la parte derecha del escenario, contará con la misma decoración que la realizada en el lado izquierdo del mismo, en el Acto I; sólo que, en vez de un tronco, se colocará un arbusto, detrás del cual se esconderá, a la vista de todos, Euríale. Escena I Se ilumina, únicamente, la parte izquierda del escenario, en la cual se encuentra, dormido en el piso, Fesón. Aparece Caronte, desde la oscuridad, subido en un bote, remando. Al ver a Fesón tirado, detiene la marcha y, molesto, comienza a picarlo con el remo, con el fin de despertarlo. Caronte (gritando)- ¡Despiértate, que no me sobra el tiempo para esperarte! Fesón (recuperándose, confundido)- ¿Dónde estoy?, ¿ya llegué al submundo, o es solo un triste sueño mío? Caronte (en tono burlón, haciéndole una reverencia)- ¡Oh, su majestad ha decidido despertarse! Levántate y súbete al barco, que te llevaré al otro lado de la laguna Estigia, donde descansan las almas que han sido purificadas.
  • 12. Fesón- Dudo que mi cuerpo haya recibido el ritual de purificación. Caronte (exaltado)- ¡¿Entonces cómo has llegado hasta aquí?! ¿Acaso se han quebrantado las leyes divinas? Pues lo que ocurriese no me incumbe. Tengo demasiado trabajo para detenerme y pensar sobre ello. A cada momento llegan almas que necesitan de mí para llegar a la morada de Hades. (Apuntándolo) ¡Y tú ni creas que te llevaré allí! Si has de pasar, será por otro medio. Ahora me retiro (dándose la vuelta), pues este imprevisto ha retrasado mi trabajo. Fesón (rogándole)- ¡Espera, oh señor de la oscuridad, antes de retornar a tu agobiante trabajo, te ruego que me digas cómo llamar a Hades, dios de los muertos, pues necesito hablar con él! ¡Dime eso, y te prometo que no te molestaré más! Caronte (en tono tedioso)- ¿Crees que te diré cómo llamar al príncipe de las tinieblas porque sí? Primero dame una buena razón para ello, y luego, quizás, te lo diga. Pero se breve, pues no cuento con mucho tiempo para escucharte. Fesón- He hecho un acuerdo con Arges, uno de los cíclopes hijo de Urano y Gea, en el cual Hades se ve involucrado. Si no logro contactarme con él, tanto la Tierra como el Olimpo sentirán la furia de Zeus. (En tono irónico) ¿Queréis sufrir la ira del dios supremo? Pues yo no. Caronte (dudando, mostrando cierta inseguridad al hablar)- Convoca a Hades por medio de Perséfone. Solo así lograrás lo que deseas. Ahora, como has escuchado lo que querías oír, me marcho, pues he perdido mucho tiempo, y no quiero recibir un castigo merecido del dios de los muertos, por no cumplir con mi deber. Recuerda no nombrarme cuando Hades te pregunte quién te dijo cómo llamarle. Caronte se retira de escena, remando por el mismo caudal por el cual llegó, pero en sentido inverso, es decir, de espaldas al público. Fesón (levantando la mirada)- ¡Dios de los muertos, príncipe de las tinieblas, préstale atención a este llamado, y preséntate ante mí! ¡Te lo pido por el amor que sientes por
  • 13. Perséfone, diosa de la tierra y de la agricultura! ¡En nombre de ese amor que los une, te ruego a ti, Hades, que vengas al lugar donde esta triste alma se encuentra! Escena II Empieza a salir un humo violeta, y se escuchan los gritos de las almas cautivas. Entre medio de tanta confusión, aparece Hades, furioso. Hades- ¡¿Quién se atreve a invocar al dios de los muertos?! ¿Quién ha osado interrumpir mi labor, para hacerme venir hasta aquí? Espero que quien lo haya hecho tenga justificación alguna, porque, si no es así, sufriréis toda la eternidad como un alma en pena. Fesón (inclinándose, demostrándole respeto)- Me inclino ante ti, mi señor, pues una simple alma te debe rendir respeto como el dios que eres, oh gran Hades. Te ruego que me escuches por un momento, pues lo que tengo que decirte ha de interesarte. Si lo que te diré no te convence lo suficiente para justificar tu intervención, estaré dispuesto a que me juzgues y a que me condenes. Hades (en tono irónico)- ¡¿Piensas que yo (señalándose a sí mismo), un dios, no conoce las razones por las que has venido?! Ahórrate el palabrerío, pues ya te contesto que no te ayudaré. Si hiciste un trato con Arges, no me importa. Lo que sí me interesa es que, en ese acuerdo, me has involucrado. (Con ira) ¡¿Quién te crees que eres para involucrar a un ser superior?! Por ello, te condenaré a que vivas toda la eternidad en las aguas de la laguna Estigia. Además, por haber engañado al cíclope, tu amada será expulsada de mi palacio, y pasará a acompañarte. Ambos recibirán el mismo castigo. En cuanto a Caronte, ese viejo barquero, será removido de su función por el período de una década. ¡Eso se merece por confabular a mis espaldas! Y tú (apuntándolo), agradece a la suerte que no te impuse un castigo más severo, que merite a la gravedad de lo que has causado. De todas formas, se hará justicia, y allá (apuntando hacia arriba), en el Olimpo, se sabrá quién fue el justiciero.
  • 14. Fesón (en tono desafiante, mostrándose temerario)- Sabes, tú podrás conocer las razones por las cuales acudo ante ti, pero dudo que conozcas, de igual manera, el futuro de mis acciones, pues eres un dios cuyos poderes se encuentran limitados por la función que cumples. Hades (enfadado)- ¡¿Te atreves a cuestionar mi potencial, tú, una simple alma desgraciada?! ¡¿Piensas que posees autoridad alguna para ello?! ¿No sabéis que quienes llegan a mi reino, por más que en la otra vida hayan sido reyes de polis, aquí reciben un trato indiscriminado con respecto a los demás? Fesón- No te refugies en las palabras, y demuestra que sabes de antemano lo que sucederá, si me permites ingresar al Tártaro para recuperar el alma de la Hidra de Lerna, para darle vida nueva. Hades- Comprendo ahora tu juego. Me desafías con la intención de lograr tus objetivos. Lamento desilusionarte, pero no haré lo que esperas que haga. Ahora, me retiro a mi palacio, y tú pasarás toda la eternidad en las aguas de la laguna Estigia. Demasiado tiempo he perdido para continuar hablando contigo. Hades da una vuelta, colocándose de espaldas al joven, y comienza a alejarse de éste, caminando en sentido contrario. Fesón (en tono irónico, gritándole)- ¡Has dejado bien claro que tus poderes son limitados, oh gran Hades! ¡También te agradezco el haber confirmado lo que decía: la función que cumples contribuye a limitar tus poderes! ¿Quién diría que una simple alma lograría demostrar la equivocación del dios de los muertos? Hades (deteniéndose y viéndolo a los ojos)- ¡Basta, no tolero lo que dices! Si quieres darle vida nueva al cuerpo de la Hidra, lo harás, siempre y cuando venzas a Cerbero, el monstruo que guarda la entrada a mi mundo. Si logras vencerlo, que sé que no lo harás, prometo que tanto el alma de la Hidra como la tuya, regresarán a sus respectivos cuerpos físicos, tendrán una nueva vida terrenal. Ahora prepárate a luchar con el poderoso Cerbero, en una batalla que se librará en este mismo lugar.
  • 15. Escena III Un humo gris invade el ambiente de la parte, ya mencionada, del escenario. A su vez, se escuchan feroces aullidos perrunos, y, si se quiere, para aumentar todavía más la sensación de terror y misterio que experimenta el espectador en ese momento, se puede optar por un juego de luces bien realizado. En medio del tumulto, aparece, enfadado, y con mirada de odio hacia Fesón, Cerbero. La bestia intenta atacar al joven, pero Hades la detiene. Se espera a que se normalice el ambiente, que el humo se esfume y que todo lo demás desaparezca. Hades (agarrando a la bestia por el dorso y dirigiéndose a la misma con tranquilidad)- Calma fiel guardián, que pronto saciarás tu apetito de lucha. Sé que lo vencerás y, cuando lo hagas, no tendré piedad alguna con él, y lo mandaré al sitio más horrendo de mi mundo. Parece que el temerario no tuvo en cuenta que yo no soy un dios bondadoso, y ese pequeño detalle olvidado será el responsable de su eterno sufrimiento. (Alejándose del sitio donde se librará el enfrentamiento) ¡Basta de palabras, y que comience la pelea! Se comienza a reproducir, como música de fondo, “El anillo del nibelungo”, del compositor alemán Richard Wagner. La misma se oirá durante todo el enfrentamiento, y se detendrá su ejecución en el instante en el que se escuche la voz de Hades. Cerbero adopta una pose ofensiva, y da un salto hacia Fesón. Éste lo esquiva y desata de su espalda, muy rápidamente, la lira de Orfeo que le ha dado Arges. Se pone a tocarla, muy suavemente, y la música que produce tranquiliza al monstruo. Entonces, empieza a tocarla cada vez más rápido, desafinando, y la espantosa música que de ella sale termina enloqueciendo a la bestia, a tal punto que todas sus cabezas comienzan a morderse unas a otras, y cae al piso, completamente derribado. Hades (sorprendido)- ¡Imposible! He sido derrotado por alguien inferior a mí. (Señalando a Fesón con el dedo) ¡Maldigo este momento, y te maldigo a ti también! Podrás escapar a tu condena esta vez, pero recuerda que, tarde o temprano, regresarás, y, cuando lo hagas, prepárate a sentir el intenso ardor de las llamas.
  • 16. Los personajes permanecen inmóviles en la posición en la que están, mientras la parte izquierda del escenario se va oscureciendo lentamente. Escena IV El personaje de Euríale se encuentra escondido, escapando a la mirada del espectador, detrás del arbusto ubicado en el lado derecho del escenario. Fesón se traslada a dicho lado, y se arroja al piso, adoptando una posición de desmayo. Se ilumina toda la parte derecha del escenario. Luego de un momento, Fesón, que se encuentra desmayado, comienza a recuperarse, lentamente. Fesón (confundido)- ¿He regresado al mundo de los vivos, o es sólo otra pesadilla mía? (Alzando la mirada) Veo el hermoso cielo otra vez, y los rayos del sol iluminan mi rostro. (Con alegría) ¡Por Zeus, he despertado del sueño eterno! Me siento tan feliz y afortunado, que no veo la hora de llegar a mi pueblo y contarles a todos mi hazaña. Pero antes, lo primero que haré será buscar a mis padres, y, cuando los encuentre, les daré un profundo y cariñoso abrazo, y les diré lo mucho que los quiero. Ahora, cabría preguntarse, ¿dónde estoy? (Caminando, inspeccionando el sitio) Conozco este lugar pues, cuando era niño, mi padre y yo lo recorríamos en busca de madera. Estas tierras se encuentran llenas de caminos y senderos, que llevan a diferentes pueblos y ciudades. Si no me equivoco, este camino (apuntándolo) desemboca en mi pueblo. Lo seguiré para así retornar a mi hogar, y recibir la gloria que me merezco. Euríale (en tono misterioso)- Dudo que llegues con vida, joven amigo. Fesón (desafiante)- ¿Quién eres? Deja de esconderte y muéstrate de una vez. Euríale (sorprendida)- ¿Desafías a alguien que no conoces? Si quieres que me muestre, lo haré, pero déjame advertirte que, de sólo verme, tu carne se convertirá en piedra, y tus músculos se paralizarán, convirtiéndote en una estatua.
  • 17. Fesón- Ahora sé con quién me enfrento. Eres una de las tres Gorgonas, hijas de Forcis, dios del mar, y de Ceto, su esposa. ¿Cómo te llamas, con cuál de las tres bestias he de luchar? Euríale (saliendo de su escondite y presentándose a escena)- Soy Euríale, y desde ya te digo que esa ofensa te costará la vida. Fesón (tapándose los ojos, cuidando de no verla)- ¿Cuál ofensa, o acaso me negarás que no eres una bestia, que tienes cola de serpiente en lugar de piernas y que tu cabeza se encuentra cubierta por víboras? En realidad, tú me has ofendido al no reconocerme ¿Acaso no conoces al famoso guerrero que derrotó al poderoso Hades, dios de los muertos, en su propio reino? Euríale (acercándosele, acariciándole el cabello, en tono seductor)- Si no lo conociera, no me dirigiría hacia él en este momento. Fesón (intrigado)- ¿De qué hablas? ¿Por qué estás interesada en mí? Euríale- Hades y yo hicimos un trato. Si logro matarte, él hablará con Palas Atenea, diosa de las ciudades, de la industria y de las artes; para que nos devuelva la cabeza de nuestra hermana Medusa, a quien Perseo decapitó. Si tenemos la cabeza, podremos unirla con su respectivo cuerpo, para así darle nueva vida terrenal, con ayuda del dios de los muertos, quien se comprometió a hacerlo. Ya que conoces la causa por la cual debo matarte, te sugiero que aceptes la voluntad del destino, y no te resistas a ello. Fesón (quitándole la mano y alejándose de ella)- ¡Nunca! Yo soy un guerrero y, antes de morir cobardemente, prefiero dar una última batalla. Euríale (enfadada)- Como quieras, pero recuerda que conmigo no tendrás tanta suerte. Si realmente eres un guerrero, como dices serlo, ¡pelea como tal! Se comienza a reproducir, como música de fondo, la danza esclava nº 8 en fa menor, del compositor checo Antonín Dvorák. La misma se oirá durante todo el enfrentamiento, y se detendrá su ejecución en el instante en el que se escuche la voz del Coro.
  • 18. La Gorgona adopta una pose ofensiva, y se dirige, corriendo, hacia Fesón, con el objetivo de derribarlo. Éste la esquiva y recoge del suelo un palo, cuyos extremos son puntiagudos. Euríale se pierde en la oscuridad, y Fesón se ubica en el centro del lado derecho, estando atento a sonidos y movimientos extraños. En un momento dado, cuando éste se encuentra desprevenido, el monstruo aparece, sorpresivamente, y lo voltea. Fesón intenta defenderse, pero las serpientes que habitan en la cabeza de la bestia le dan el beso de la muerte. Euríale se levanta del suelo, y se hace a un lado. La oscuridad se apodera del escenario, y una luz azulada tenue, proveniente del techo del mismo, iluminará, únicamente, el cuerpo sin vida del joven. En ese instante, se reproducirá la música “Son of the light”, del artista Mike Rowland. Luego de transcurridos unos segundos, se bajará el volumen de ésta e intervendrá el Coro. Cuando haya finalizado, se detiene la ejecución de la música y se baja el telón. Coro- Mala suerte te ha sorteado el destino, joven guerrero de espada en mano, que a ese ritmo no llegarías lejos, de convertirte en un héroe pagano. Mas tu valentía es una joya con soberbia y arrogancia incrustada, que reluce su belleza y oculta su perla arrancada. Y una cosa recordaréis vosotros, que a un ser superior nunca se le desafía por más noble que una causa sea, mejor quedarse quieto que sufrir una muerte fría. ACTO TERCERO La parte derecha del escenario representará el descampado de un bosque, mientras que la izquierda el Monte Olimpo. En ambos casos, dejaré que la imaginación humana se encargue de la decoración de los mismos. No obstante, advierto que el entrepiso del lado izquierdo debe ser decorado como si fuese una gran nube blanca, en la cual se encontrará, sentado en su trono, el poderoso Zeus.
  • 19. Escena I Se ilumina, únicamente, el lado derecho del escenario, en el cual se encuentran, preocupados, buscando el cuerpo de su hijo, Neurímides y Cleta. Neurímides (abatido, en tono de desilusión)- Aceptémoslo Cleta, por más que sigamos buscando a nuestro hijo, nunca lo encontraremos en este lugar. Tal vez, el muchacho que vino a avisarme que lo vio dormido en el suelo de este bosque, nos haya querido jugar una mala pasada, burlándose de nuestra desgracia. O, quizás, la visión lo haya confundido, y, en vez de ser Fesón el que estaba dormido, haya sido otra persona con similares características. Igualmente, fuimos unos ilusos al creerle, y más aún, al mantener viva la esperanza de que lo hallaríamos, sano y salvo. (Viéndola a los ojos y tomándole las manos) Te pido que, por el bien de ambos, desistamos con la búsqueda, y dejemos que el tiempo se encargue de contestarnos. Cleta (apartándosele, con mirada perdida)- Hoy se cumplen dos meses de su partida. (A punto de llorar) ¡¿Qué infortunio le ha sorteado el destino que ha impedido su pronto regreso?! Cada noche desde su ausencia, la culpa se adentra en mis sueños, y horrendas pesadillas atormentan mi mente. Si le hubiese negado la petición de realizar tan terrible viaje, ahora, seguramente, estaría con nosotros, sano y salvo. ¡Pero no! Me dejé arrastrar por el orgullo, y le di mi autorización. ¡Tonta de mí! El mínimo castigo que me merezco por ello, tal vez, sea la muerte. Y eso si me aceptan allá abajo. (Apuntando a Neurímides) ¡Y tú eres tan culpable como yo! Pudiste haberlo evitado, pero no lo hiciste. Neurímides (ubicándose frente a ella y agarrándola de los hombros)- Cleta, esposa mía, actúa con sensatez, te lo pido, que tus palabras lo único que hacen es envenenarte el alma, sembrando en ti la duda. Piensa, ¿somos nosotros culpables de la mala suerte que le ampara el destino a nuestro hijo? No, porque somos seres humanos. No podemos predecir el futuro de una persona, y menos controlarlo. A lo sumo creemos poder controlar nuestro propio destino, pero, igualmente, es una fuerza que escapa de nuestras manos. Si deseas continuar castigándote por una causa predicha, hazlo, que lo único que
  • 20. lograrás con ello será envejecer tu cerebro y detener tu corazón. Yo, en cambio, intentaré soportar esta gran pérdida con los ojos secos y la mente abierta, y si he de llorar, trataré de hacerlo en silencio, sin romper con la armonía que reina en la naturaleza. Se oscurece un poco el ambiente, y una luz dirigirá su enfoque hacia Cleta, quien se ubicará en el centro de dicho lado. Neurímides se alejará de ella, posicionándose entre medio de la luz y la oscuridad. Se escuchará la voz de Fesón, la cual le hablará, únicamente, a Cleta, quien, al escucharla, “empleará” gestos de asombro, con el objetivo de transmitir al lector dicha idea. Cuando haya finalizado, los personajes retornarán a sus posiciones anteriores, y se iluminará, nuevamente, la parte derecha del escenario. Voz (débil, fantasmagórica)- Mamá, te necesito, ayúdame. Los desgarradores gritos que lastiman mis oídos me impiden escuchar tu dulce voz. (Con enfado) ¡¿Dónde estás cuando necesito que me protejas?! (Entre lágrimas) ¡Por favor, te lo ruego, sácame de este horrible lugar! No permitas que las falsas palabras de mi desalmado padre penetren en ti. (Apagándose) ¡Apúrate, que la vela que me ilumina pronto se apagará! Neurímides (nervioso)- ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan callada? ¿Acaso dije algo que te haya ofendido? Cleta (pensativa)- Creo haber escuchado la funesta voz de nuestro hijo, proveniente del otro mundo, rogándome que lo proteja de las tinieblas que atormentan su alma. Neurímides (alejándosele, enojado)- ¡Piensa con sensatez y despierta de ese macabro sueño tuyo, que lo único que lograrás será predecir nuestro fracaso! La desesperación está causando estragos en tu cordura, y no voy a permitir que cometas una locura… Cleta (encarándolo, con prepotencia)- ¡Y yo no voy a dejar que mi hijo sufra un minuto más, pues el amor que nos une es más fuerte que cualquier adversidad que se presente; y si debo renunciar a mi vida en nombre de ello, no dudaré en hacerlo, y nadie, ni siquiera tú, me lo va a impedir!
  • 21. Neurímides (deprimido)- Al escucharte, pienso que el “amor” al que te refieres esconde un significado mucho más nefasto del que realmente posee. Dime, ¿acaso estar viva no significa nada para ti, que deseas con entusiasmo que el velo lila cubra tu bello rostro? (Alzando la voz) ¡Pues déjame decirte, necia terca, que el amor hacia uno mismo es el más importante de todos! Para saber amar a otra persona, primero necesitamos saber cuanto aprecio nos tenemos. Te pido que reflexiones acerca de lo que acabas de decir, pues tus palabras han quebrantado el alma de ambos. Piensa que, si realmente amas a nuestro hijo, éste nunca intentaría lastimarnos. Si permites que la muerte te convenza, significa que nunca amaste a nadie, y pasarás toda la eternidad buscando la luz en donde reina la oscuridad. En la mente posees el pensamiento, en las manos la acción. Domina tus emociones, no permitas que un simple deseo te lleve a un canal sin salida… Cleta (interrumpiéndole, furiosa)- ¡Un simple deseo! ¡Que cínico eres! ¿Crees que renunciaré a mi deber maternal, como tú lo has hecho como padre, y olvidaré que tengo un hijo que necesita de mí? ¡Eres un desalmado, y nunca amaste a nadie más que a ti mismo! ¡Egoísta, ni siquiera lamentas su pérdida! Espero que las llamas del Hades purifiquen tu desgraciada alma. Neurímides (con amargura, a punto de llorar)- ¡Entra en razón y no digas barbaridades! Tú bien sabes que, si pudiera, sacrificaría mi propia vida a cambio de la suya; pero, lamentablemente, soy un simple mortal, y no poseo tal poder. Tendré que continuar viviendo viendo el cerúleo y triste cielo, hasta que la muerte venga a buscarme. La voz de Fesón vuelve a dirigirse a su madre. Se procederá de la misma forma que la anterior. Voz (con fastidio, molestia)- ¡Cállalo, te lo suplico, que su cinismo me sepulta todavía más en el abismo! (Denotando malicia) Él nunca me quiso. Siempre me consideró una carga y, en varios intentos, quiso deshacerse de mí, hasta que lo logró. No te extrañes que quiera hacer lo mismo contigo. Pero tú no debes permitirlo. Mata a ese animal antes de que vuelva a atacar. (Con enfado) ¡Hazlo ahora o nunca más te perdonaré! Neurímides (muy intranquilo)- ¿Qué estás haciendo? (Gritándole) ¡Contéstame!
  • 22. Cleta se dirige a un rincón y, colocándose de espaldas a Neurímides, saca un puñal escondido en su vestido. Muy ágilmente, corre por detrás de su esposo, lo sujeta con una mano, y, con la otra, posiciona la daga en el cuello de éste, con intención de degollarlo. Cleta (resuelta)- Dijiste que darías tu vida a cambio de la suya, y ahora lo harás. Neurímides (conmocionado, costándole hablar)- ¿Qué lograrás con matarme sino aumentar el dolor que causa el vacío en tu corazón? Cleta (con profundo dolor y amargura)- Ya no habrá más vacío en mí, puesto que no viviré sintiendo culpa todos los días de mi miserable vida. Espero que entiendas lo que hago, es mi deber como madre, y recuerda que yo siempre te amaré. Adiós, esposo mío. Neurímides (entre lágrimas, casi sin palabras)- Te amo. Adiós, esposa mía (cerrando los ojos). Cleta, con los ojos cerrados y llorando, degüella a Neurímides y éste cae muerto al piso. Cleta (observando el puñal, en tono melancólico)- Fría daga que posees el poder de invocar a la muerte, te pido que me lleves al otro mundo, pues ya no merezco vivir. ¡Llévame lejos, donde no exista la luz y reine el silencio! Y a ustedes (levantando la mirada y dirigiéndose a los dioses), les imploro que perdonen a mi hijo, pues yo soy la única responsable de lo que haya cometido. (Suplicando) ¡Liberen a esa inocente alma cautiva, que aquí se encuentra el verdadero culpable (señalándose), rogando que se haga justicia! Ahora que puedo ver el sol con los ojos abiertos, ya no siento miedo hacia lo desconocido. (Mirando la palma de ambas manos) Mis sucias manos de sangre ajena, fueron limpiadas en el manantial del arrepentimiento, y serán curadas en el arroyo de la justicia. (Alzando la daga) ¡Ven a mí, muerte impía, y llévame contigo a los calabozos del abismo! Cleta hunde el puñal en su pecho, y cae muerta al piso. Se comienza a reproducir la sonata nº 2 en do sostenido menor para piano, opus 27 (Claro de luna), del compositor
  • 23. alemán Ludwig van Beethoven. Se oscurecerá todo el lado, y una luz tenue dirigirá su enfoque al cuerpo sin vida de Cleta. Luego de transcurridos unos segundos, se bajará el volumen de la música e intervendrá el Coro. Cuando haya finalizado, el escenario se encontrará completamente oscurecido y el silencio se adueñará del mismo. Coro- Nadie en este mundo, incluyendo al más sabio de los sabios, conoce el sufrimiento de una madre cuando pierde a su joya más valiosa. Ríos de amargura corren por su mente, y su corazón se paraliza, esperando escuchar, una vez más, la apagada voz de su hijo. No la juzguen por amar demasiado, pues el fruto de la desesperación la ha obligado a teñir de púrpura lo que antes era blanco. Escena II Se ilumina el lado izquierdo del escenario, en el cual se encuentran Hades, parado en el centro del mismo, y Zeus, sentado en su trono, en las alturas. Hades (molesto, levantando la cabeza y viendo a Zeus)- Ahora que estoy presente, exijo saber la causa por la cual me has mandado a buscar con tanta urgencia, logrando así interrumpir mi arduo trabajo. Zeus (serio)- Prepotente como siempre, ¿no Hades? Deberías pensar lo que dices cuando estás frente al rey del Olimpo. (Con firmeza, alzando la voz y apuntándolo) ¡Tú bien conoces el poder de mi palabra! ¡Sabes de lo que soy capaz de hacer para que mi autoridad sea respetada, y obedecida, por todos en este universo!
  • 24. Hades (abatido, bajando la mirada)- Disculpa Zeus, mi precipitado interrogatorio. La intriga que siembra el motivo por el cual he sido citado, me ha llevado al extremo de demostrarte preponderancia. Te ruego me perdones por ello. Zeus (con severidad)- Ahórrate las falsas disculpas, que de nada te servirán para escapar del castigo que te he asignado. Hades (sorprendido, exaltado)- ¡¿De qué hablas!? ¡Explícate, te lo suplico! Zeus (en tono irónico)- ¿Cómo? ¿Un dios tan poderoso y sabio, como dices ser, no sabe las causas por las cuales ha sido convocado, o es que acaso teme la flama de la justicia? (Con enojo) ¡Te advierto Hades, que no intentes jugar conmigo, pues lo único que conseguirás será aumentar tu sufrimiento! Tú (apuntándolo), que desafías hasta lo que se encuentra escrito, has quebrantado el orden entre lo cósmico y lo terrenal, al permitir que un alma desgraciada regresara a su antiguo cuerpo físico, luego de haberte derrotado en singular batalla, a ti, (alzando la voz) ¡un dios! Se supone que nosotros somos superiores a los humanos ¡por eso ellos nos adoran y nos rinden tributos! ¿Cómo crees que quedaría nuestra reputación si se enteran que una divinidad fue derrotada por uno de ellos? (Exaltado, con furia) ¡Nos has dejado en ridículo, y eso no lo toleraré! Hades (hablando calmadamente, tratando de sosegarlo y queriéndose justificar)- Pero Zeus, ¿cómo reaccionarías si acudiesen a ti por medio de Hera, sólo para enfrentarte? Zeus (recuperando la tranquilidad)- Diría que no tengo nada que demostrar a nadie, porque soy un dios, y luego condenaría a eterno sufrimiento al alma infeliz que se atrevió a hacerlo. Hades (en tono reflexivo)- Entiende, hermano mío, que he sido víctima de mi propio orgullo, el cual me ha arrastrado hacia aguas abiertas, donde, seguramente, he de padecer. Aceptaré con sumisión el castigo que me has de imponer, pero antes, dime ¿cuál es el riesgo de que la historia sea contada, si el alma del osado guerrero se encuentra en las profundidades de mi mundo, y ningún humano conoce la verdad de lo ocurrido?
  • 25. Zeus- Los humanos nunca sabrán la verdad de lo ocurrido, porque yo me encargaré de que ello no pase; pero algo que no puedo controlar son los rumores que se pasean por el Olimpo, provocando burla en quienes aceptan escucharlos. ¿Sabes acaso, cómo has dejado a tu imagen? (En tono irónico) El gran y poderoso Hades, dios de los muertos, ha sido derrotado, en su propio mundo, por un simple y ordinario hombre. Y, todavía, como no aceptó tal humillación, decidió hacer un pacto con un adefesio mestizo, en el cual establecía liberar el alma de otro monstruo a cambio de la vida del joven guerrero. La rabia que poseías en ese momento te impidió pensar con claridad cuando decidiste realizar un trato con la Gorgona. Ese monstruo maldito se encargó de esparcir la historia en el Olimpo. Pero, al igual que tú, será castigada. La enviaré más allá del abismo, donde su presencia no moleste a nadie más que a ella misma. Y en cuanto a ti (apuntándolo), pasarás dos primaveras adormecido en las profundas aguas del río Éstige. El rol que cumples en el inframundo, durante tu ausencia, será ejercido por mí, ya que soy el único con la suficiente autoridad y poder para realizarlo correctamente. Si tienes algo que decirme, hazlo antes de que ejecute el castigo, pues, después de ello, tu voz se apagará y soñarás una pesadilla de remordimiento. Hades (angustiado, confundido)- En este momento, me atormentan palabras huecas y sin sentido, que provocan una vacilación en mis sentimientos. Mas algo me intriga, y necesito saber su respuesta para calmar el dolor que me causa la duda. Zeus (viéndolo a los ojos), te ruego que me digas si el muchacho conquistó su objetivo, si pudo salvar a su desdichado pueblo, o si fracasó en el intento. Nada más eso necesito conocer para afrontar con serenidad el nuevo sufrimiento. Zeus- El pueblo del joven rompió una ley de suma importancia, razón por la cual el rayo de la justicia cayó sobre sus habitantes con tanta fuerza, destruyendo todo a su paso. Yo, como dios supremo, sabio y justiciero, no puedo permitir que alguien inferior intente cambiar mi decisión. (Con firmeza, alzando la voz) Lo que yo digo se hace, y nadie, ni siquiera Arges, podrá doblegar mi voluntad. (En tono reflexivo) El perdón sólo ilumina a aquellos que realmente están arrepentidos, y lo demuestran sacrificando su bien más preciado. Ésta es la única causa que puede apagar la flama ardiente del castigo. El muchacho actuó siempre con actitud vengativa, mostrándose temerario ante todo, y nunca le importó salvar a su gente. Lo que deseaba, realmente, era alcanzar la fama y ocupar un lugar en el Olimpo. ¡Tonto de él si creía que la mentira y el engaño se
  • 26. convertirían en honor y respeto! Mas una persona, muy cercana a él, me demostró abiertamente su arrepentimiento, ofreciendo su vida como prueba de ello. (Levantando la mirada y dirigiéndose al público) Por esta razón decidí perdonar a su pueblo, dejándoles a los habitantes una lección que nunca olvidarán: lo que se encuentra escrito prevalece ante cualquier circunstancia. Hades dirige la mirada al piso, agachando la cabeza. La luz que ilumina el lado, pasa a ser azulada y tenue. Se comienza a reproducir la música de la canción “Hymn to the Sea”, del artista James Horner. A su vez, se arrojarán, desde lo alto del escenario, a modo de lluvia, hojas o pétalos de flores. Pasado un minuto y ocho segundos, aproximadamente, se detendrá la ejecución de la música, y la lluvia de hojas, o pétalos, cesará. La oscuridad se apoderará, lentamente, del escenario. Cuando lo haya hecho por completo, se bajará el telón.