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JUECES
Este libro, que en hebreo se llama Shofetim (Jueces), y en el griego de los LXX
Kritaí, contiene la historia de Israel desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de
Samuel, con el que comienza el primer Libro de Samuel. Discuten los comentaristas
sobre la duración de este período. Mientras el Dr. Lighfoot opina que abarcó el espacio
de 299 años, el Dr. L. Wood fundamenta bien su opinión de que fueron 340. Los jueces
fueron líderes providencialmente levantados por Dios para salvar a Israel del acoso de
sus enemigos, cuando éstos prevalecían a causa de los pecados del pueblo. Estos líderes
surgieron de ocho diferentes tribus. Así se difundió este honor ampliamente por todo
Israel hasta centrarse posteriormente en Judá. Los dos últimos jueces, que no aparecen
en este libro, surgieron de la tribu de Leví. Parece ser que no surgió ningún juez de las
tribus de Rubén, Simeón, Gad y Aser.
En cuanto a la situación espiritual de Israel durante este período: I. No aparece tan
elevada como podríamos esperar que fuese, al estar regidos por leyes tan justas y
animados con promesas tan buenas, sino que los hallamos malamente corrompidos por
dentro y malamente oprimidos desde fuera por los enemigos circundantes. II. Sin
embargo, no todo es sombrío en este libro; aun cuando había muchos que caían en la
idolatría, había también muchos que continuaban fieles, y el servicio o culto en el
tabernáculo nunca fue interrumpido, sino conservado de acuerdo con la ley de Moisés.
III. Por lo que vemos, cada tribu actuaba con cierta independencia, sin un jefe ni una
asamblea común, lo cual ocasionó graves diferencias entre ellos y les impidió obrar
grandes cosas conjuntamente. IV. El gobierno de los jueces no era, de ordinario,
constante, sino que surgían y eran capacitados por el Espíritu de Dios cuando llegaba la
ocasión de vengar a Israel de sus enemigos y purificar al pueblo de sus idolatrías.
Débora, la profetisa, parece haber sido una excepción, pues juzgaba constantemente al
pueblo, aun antes de presentarse la oportunidad de defender a Israel de sus enemigos. V.
Durante el gobierno de los jueces, Dios era, de una manera especial, el Rey de Israel,
como les hace ver Samuel al pedir ellos tener un rey como las demás naciones (1 S. 8:5;
12:12). En Hebreos 11:32, se mencionan los nombres de cuatro jueces: Gedeón, Barac,
Sansón y Jefté. El erudito obispo Patrick opina que el escritor de este libro fue Samuel.
CAPÍTULO 1
Este capítulo nos refiere el avance que algunas tribus de Israel llevaron a cabo,
después de la muerte de Josué, en la conquista de la tierra de Canaán. Como suele
decirse, Josué quebró el cuello del enemigo y puso a Israel en situación favorable para
haber alcanzado pronto la victoria completa, si no hubiese sido por la apatía de la
mayoría de las tribus en expulsar al enemigo. Se nos dice: I. Que las tribus de Judá y
Simeón actuaron bravamente, pero: II. Las otras tribus actuaron cobardemente. III. No
se nos dice cómo actuaron las tribus de Isacar y las dos tribus y media de allende el
Jordán.
Versículos 1–8
I. Los hijos de Israel consultaron el oráculo de Dios para saber cuál de las tribus
había de comenzar la campaña de limpieza de enemigos en el país. La pregunta fue:
¿Quién de nosotros subirá primero? (v. 1). Podemos suponer que, para este tiempo, ya
se habían multiplicado en los lugares que ocupaban, de tal forma que el espacio que
ocupaban les resultaba estrecho. No sabemos si es que cada tribu deseaba el honor de
ser la primera en comenzar la campaña, o si cada tribu tenía más bien miedo de ser la
primera.
II. Dios ordenó que Judá subiese primero y les prometió éxito en la empresa (v. 2):
«He aquí que yo he entregado la tierra en sus manos para que sea poseída; por tanto,
entregaré en sus manos al enemigo que de momento está en posesión de ella». ¿Por qué
había de ser Judá la primera tribu en subir? 1. Por ser la tribu más numerosa y poderosa.
2. Por ser la primera en dignidad, por lo que también debía ser la primera en cumplir
con este deber. Era la tribu de la que había de surgir el Señor según la carne. Así que, en
Judá, el León de esa tribu había de acometer el primero. De modo similar, Cristo fue el
primero en enfrentarse con los poderes de las tinieblas y vencerlos, y así nos animó para
vencer en nuestras luchas con esos poderes; en Cristo, somos más que vencedores (Ro.
8:37).
III. Así pues, Judá se dispone a subir, pero pide a su hermano y vecino Simeón que
suba con él uniéndose así en la empresa las fuerzas de las dos tribus (v. 3). Los fuertes
no han de despreciar la ayuda de los débiles. Judá era la tribu más considerable de todas
y Simeón la menos considerable, a pesar de lo cual Judá pide ayuda a Simeón. La
cabeza no le puede decir al pie: No te necesito, puesto que somos miembros los unos de
los otros.
IV. Las fuerzas confederadas de Judá y Simeón salen al campo de batalla (v. 4): Y
subió Judá. Y Simeón subió con él (v. 3). Es probable que el comandante en jefe de esta
expedición fuese Caleb. Por lo que sigue (vv. 10, 11), parece ser que él no estaba aún en
posesión de la heredad que le correspondía. Fue una bendición tener un general tan
valiente.
V. Dios les dio éxito completo. Ya sea que ellos invadiesen primero el campo del
enemigo, o que fuese éste el primero en tocar alarma, lo cierto es que Jehová entregó en
sus manos al cananeo y al ferezeo (v. 4). Respecto de esta campaña se nos dan los
siguientes detalles:
1. El ejército enemigo fue derrotado en Bézec o cerca de la ciudad, el lugar al que
los soldados de Judá y Simeón habían subido, y en el que, más adelante, tuvo Saúl una
especie de cuartel general (1 S. 11:8). Allí mataron a 10.000 hombres. Gran victoria,
conseguida no con propias fuerzas, sino con la ayuda de Dios.
2. El rey enemigo fue hecho prisionero. Su nombre era Adoní-Bézec, que significa
Señor de Bézec. Después de capturarlo, le cortaron los pulgares de manos y pies a fin de
que, en lo sucesivo, no pudiese batallar ni huir (v. 6). Sería bárbaro este modo de
proceder con un hombre ya vencido y a merced de ellos, si no fuese porque era un
corrompido cananeo que había abusado de setenta reyes de un modo similar. (A) Cuán
elevada había sido hasta entonces la posición de este hombre pero ahora era un
desdichado prisionero, reducido a la miseria y al dolor. (B) Cuán extensa era la
desolación que había llevado a cabo anteriormente, pues había subyugado a setenta
reyes; de forma que, como dice Lightfoot, «Judá, al subyugar a Adoní-Bézec, subyugó
en realidad a setenta reyes más». (C) Cuán justamente fue tratado del mismo modo que
había tratado a otros. (D) Cuán sinceramente confesó la justicia de Dios en ello: Como
yo hice, así me ha pagado Dios (v. 7). (v. 8).
VI. Se hace especial mención de la conquista de Jerusalén.
Versículos 9–20
Sigue un ulterior relato de la gloriosa campaña de Judá y Simeón:
I. La heredad de Judá quedó limpia de enemigos, pero no por completo. Fueron
expulsados los que habitaban en las montañas (vv. 9, 19), las que rodean Jerusalén,
pero los que habitaban en el valle les hicieron resistencia, pues poseían carros herrados,
como los que vimos en Josué 17:16. Pensaron los de Judá que no era buena medida
combatir contra ellos, olvidando que los carros de Dios se cuentan por veintenas de
millares (Sal. 68:17). Permitieron así que el miedo prevaleciera contra la fe y no
pusieron su confianza en el poder de Dios contra toda fuerza material, batiéndose en
retirada cuando con una sola embestida podían haber completado sus victorias.
II. Caleb fue puesto en posesión de su heredad de Hebrón. Ésta le había sido
otorgada por Josué hacía unos diez o doce años, pero, como él prefirió servir antes a los
intereses de la comunidad, y ayudar al pueblo a establecerse, antes que mirar por su
propio interés, parece ser que no había tomado aún posesión de su heredad. Tan
contento estaba de servir a los demás, que no le importó ser servido el último. Pero
ahora los hombres de Judá venían en su ayuda para la conquista de Hebrón (v. 10) y le
pusieron a Caleb en posesión de la ciudad (v. 20). Ahora Caleb, para corresponder a la
amabilidad de sus paisanos, está impaciente por ver la ciudad de Debir en manos de los
de Judá y, para darles ánimo, ofrece su hija por mujer al hombre que tome el mando de
las tropas que vayan a conquistar la ciudad (vv. 11, 12). Se ofrece valientemente Otoniel
y conquista así la ciudad y la mujer (v. 13).
III. Simeón, por su parte, ayudado por Judá, derrotó a los cananeos que moraban en
sus fronteras (vv. 17, 18). En la parte oriental de la heredad de Simeón, conquistaron
Sefat y le pusieron por nombre Hormá, que significa destrucción. En la parte
occidental, tomaron Gaza, Ascalón y Ecrón (según el texto masorético, corregido por
los LXX en el sentido de que no las tomaron, como puede verse por el versículo
siguiente. Posteriormente, las habitaron los filisteos. Nota del traductor).
IV. Los cineos ganaron una heredad dentro de la tribu de Judá, pues se unieron a
esta tribu por ser la más fuerte, y así esperaban estar más seguros (v. 16). Estos cineos
eran descendientes de Jetró el suegro de Moisés. Al principio se habían asentado en
Jericó la ciudad de las palmeras (Dt. 34:3), ciudad que no había de ser reedificada y,
por ello, muy adecuada para los acostumbrados a vivir en tiendas de campaña y a no
echar de menos las viviendas cómodas. Pero después se trasladaron al desierto de Judá.
Al ser un pueblo pacífico y que se contentaba con poco, Israel le prestó esta atención.
Los que a nadie molestaban, por nadie fueron molestados. Bienaventurados los
apacibles, porque ellos heredarán la tierra (Mt. 5:5).
Versículos 21–36
Nos refiere en qué forma actuaron las demás tribus en lo tocante a los cananeos que
se quedaron en el país.
I. Benjamín descuidó expulsar a los jebuseos de la parte de la ciudad de Jerusalén
que había tocado en suerte a dicha tribu (v. 21). Judá les había dado un buen ejemplo (v.
9) pero ellos no les imitaron por falta de resolución.
II. En cuanto a la casa de José:
1. Se esforzaron por posesionarse de Betel (v. 22). Esta ciudad es mencionada, en
Josué 18:22, como perteneciente a la tribu de Benjamín. Pero aquí la vemos tomada por
los de José (v. 23). Como ciudad fronteriza, parece ser que la línea de demarcación
pasaba así por en medio de la ciudad, perteneciendo una mitad a Benjamín, y la otra a
Efraín. En este relato de la expedición de los efrainitas contra Betel es de observar:
(A) Su interés en el favor de Dios: Jehová estaba con ellos lo mismo que habría
estado con las demás tribus si se hubiesen comportado como Dios había mandado.
(B) Las prudentes medidas que tomaron para conquistar la ciudad. Enviaron espías
para hallar qué parte de la ciudad era la más débil (v. 23). Estos espías adquirieron
buena información de un hombre que les mostró una entrada privada a la ciudad. Parece
ser que este hombre no quiso unirse al pueblo de Dios, sino que se retiró a una colonia
de los heteos, los cuales se habían marchado a Arabia cuando Josué invadió el país. Allá
se fue este hombre a vivir y edificó allí una ciudad a la que puso por nombre Luz, que
era el antiguo nombre de Betel. Prefirió así conservar el antiguo nombre de su ciudad
nativa, que significa almendro, más bien que Betel, que significa casa de Dios.
(C) Éxito de los efrainitas. Los espías trajeron o enviaron recado del informe que les
había dado el hombre, tomaron la ciudad por sorpresa y la pasaron a filo de espada (v.
25).
2. Aparte de este éxito, no parece que los hijos de José hiciesen ninguna otra cosa
digna de mención.
III. Zabulón, quizá por su inclinación al comercio marítimo (pues le había sido
predicho que sería puerto de barcos), descuidó arrojar a los habitantes de Quitrón y de
Naalal (v. 30), y se contentó con hacerlos tributarios.
IV. Aser se portó peor que todas las demás tribus (vv. 31, 32), ya que no sólo dejó
en manos de los cananeos mayor número de ciudades que los demás, sino también se
conformó con morar entre los enemigos, en lugar de hacerlos tributarios.
V. Neftalí permitió igualmente que los cananeos se quedasen entre ellos (v. 33),
aunque poco a poco les fue exigiendo contribución.
VI. Dan, por su parte, lejos de extender sus conquistas en el terreno que le había
tocado en suerte, no tuvo ánimos para hacer frente a los amorreos y fue acosado por
ellos hasta retirarse a los lugares de la montaña y vivir allí sin aventurarse a bajar al
valle donde, con toda probabilidad, el enemigo poseía carros herrados (v. 34). Al
bendecir Jacob en su lecho mortuorio a Judá, lo comparó a un león; a Dan lo comparó a
una serpiente; obsérvese cómo Judá, con su bravura comparable a la del león, prevaleció
y prosperó, mientras que Dan, con su astucia serpentina, no pudo ganar terreno. No
siempre consigue la maliciosa astucia llevar a cabo los portentos que pretende hacer.
VII. En conjunto, vemos que el pueblo de Israel descuidó, hablando en términos
generales, su deber y su interés en la conquista de la tierra prometida; no hicieron lo que
podían haber hecho para echar a los cananeos y hacerse sitio en Canaán. La misma
causa que impidió a sus padres llegar pronto a la tierra y les detuvo durante cuarenta
años en el desierto, les impidió ahora tomar plena posesión de la tierra. Esta causa fue la
incredulidad. Por desconfiar del poder y de las promesas de Dios, perdieron los
beneficios que podían haber obtenido y se ocasionaron a sí mismos miles de perjuicios.
CAPÍTULO 2
I. Dios envía un mensaje especial por medio de un ángel (vv. 1–5).
II. Se nos da también una idea general de la situación de Israel durante la época de
los jueces. 1. Su adhesión a Dios mientras vivieron Josué y los ancianos de la anterior
generación (vv. 6–10). 2. Su posterior idolatría (vv. 11–13). 3. El desagrado de Dios y
los castigos que les envió (vv. 14–15). 4. La compasión que tuvo de ellos, mostrada en
los líderes que hizo surgir entre ellos para librarles (vv. 16–18). 5. Su recaída en la
idolatría (vv. 17–19). 6. El punto final que Dios, en su ira, puso a los éxitos primeros de
su pueblo (vv. 20–23).
Versículos 1–5
Uno de los grandes privilegios de Israel fue recibir del Cielo frecuentes mensajes, ya
de reproche, de corrección o de instrucción, según los casos. Además de la palabra
escrita que tenían delante, con frecuencia oían a sus espaldas palabra que decía: Éste
es el camino (Is. 30:21). De este modo comienza aquí el modo como obraba Dios con
ellos. En estos versículos tenemos un sermón de avivamiento que les fue predicado
cuando su estado espiritual se iba enfriando.
I. El predicador fue el ángel de Jehová (v. 1). Por la nomenclatura y el contexto, no
cabe duda de que se trata del «ángel del pacto», esto es, el propio Señor preencarnado,
como se había aparecido antes a Josué (Jos. 5:14–15) y, después, a Gedeón (6:11 y ss.),
a los padres de Sansón (13:3 y ss.), etc.
II. Las personas a las que fue predicado el sermón: Todos los hijos de Israel (v. 4).
¡Gran congregación para tan gran predicador! El lugar es llamado Boquim (v. 1), pues
se ganó el nombre en esta ocasión. Todo Israel merecía el reproche y la advertencia que
aquí se le dieron.
III. El mensaje fue corto, pero muy directo. Dios les dice aquí claramente: 1. Lo que
había hecho por ellos (v. 1). Los había sacado de Egipto, país de esclavitud y fatigas, a
Canaán, tierra de reposo, libertad y abundancia. 2. Lo que les había prometido: No
invalidaré jamás mi pacto con vosotros. 3. Lo que esperaba razonablemente de ellos (v.
2): Que, al haber entrado en pacto con Jehová su Dios no habían de pactar con los
moradores de la tierra, que eran enemigos de Dios y de Israel: y que, al haber levantado
altar y santuario a Dios, debían derribar los idolátricos altares de los cananeos, para que
no sintieran la tentación de adorar y servir a los dioses. 4. Que, precisamente en esto, en
lo que más había insistido Dios, ellos le habían desobedecido: Vosotros no habéis
atendido mi voz. 5. Lo que ellos habían de esperar a causa de esta locura (v. 3). Se
engañan los que esperan sacar provecho de la amistad de los enemigos de Dios.
IV. Es muy notable el éxito que tuvo este sermón: El pueblo alzó su voz y lloró (v.
4). Pero esto no bastaba; lloraron, pero no se enmendaron, pues no se nos dice que
destruyesen los vestigios de idolatría que había en medio de ellos. Debían haber roto sus
relaciones con sus enemigos cosa que no hicieron. Siempre nos es más fácil emprender
un camino malo que dejarlo una vez emprendido. Más fácil es al creyente formar
amistades con los no creyentes que romperlas después de formadas. Hay muchos que
parecen derretirse por la acción de la Palabra de Dios, pero se endurecen de nuevo antes
de ser echados en el nuevo molde. No obstante, este llanto general: 1. Dio al lugar un
nuevo nombre (v. 5): lo llamaron Boquim que significa los que lloran. 2. Les impulsó a
ofrecer allí sacrificios a Jehová, bajo la llamada encina del llanto (Gn. 35:8), al norte
de Betel, sin intentar por eso levantar allí un nuevo santuario, diferente del de Siló,
donde estaba el altar de Dios.
Versículos 6–23
El ángel había predicho que los cananeos y sus ídolos les habían de ser lazo y
trampa a los israelitas. Ahora, el historiador va a demostrar que así fue; y, para que esto
aparezca más claro, echa una mirada retrospectiva para que se tome nota: 1. Del feliz
asentamiento del pueblo en el país de Canaán. Después de bendecir al pueblo, Josué les
había despedido para que fuesen a tomar pacífica posesión de la tierra (v. 6). 2. De su
perseverancia en la fe y el temor del santo nombre de Dios mientras vivió Josué (v. 7).
3. De la muerte y sepultura de Josué, lo cual fue un golpe fatal para los intereses de la
verdadera religión en Israel (vv. 8–9). 4. Del surgimiento de una nueva generación (v.
10), la cual estaba tan enteramente entregada a las cosas del mundo, que les importaba
muy poco del verdadero Dios y del servicio que debían prestarle, por lo que fácilmente
se desviaron hacia los falsos dioses y sus abominables supersticiones.
Se nos da, a continuación, una idea general de la secuencia histórica de Israel
durante el período de los jueces:
I. Israel abandonó a su Dios. En general, hicieron lo malo; nada peor pudieron hacer
que provocar así a Dios, y nada más perjudicial para ellos mismos, y lo hicieron ante los
ojos de Jehová (v. 11). En particular:
1. Dejaron a Jehová (v. 12; y, de nuevo, en el v. 13); éste fue uno de los dos grandes
males que hicieron (V. Jer. 2:13). Se habían unido, por pacto, a Jehová, pero ahora lo
abandonaron, como una mujer que se separa traidoramente de su marido.
2. Después de abandonar al verdadero Dios, no se hicieron ateos, pues no eran tan
necios como para decir: No hay Dios (Sal. 14:1; 53:1), sino que se fueron tras otros
dioses; les quedaba algo de su antigua condición, puesto que deseaban tener algún dios,
pero estaban tan corrompidos que multiplicaban sus dioses, cualesquiera fuesen éstos, y
seguían así la forma, no la norma, del culto religioso. Baalim significa señores,
Ashtaroth significa estrellas, de la raíz babilónica Istar, ya que los israelitas cambiaron
el primitivo nombre Astarté en Ashtoreh, que es el singular (deidad femenina) de
Ashtaroth. Así se hicieron muchos dioses y muchos señores.
II. El Dios de Israel fue provocado a ira por ello, y los entregó en manos de sus
enemigos (vv. 14, 15). 1. La balanza de la victoria se inclinó de la parte contraria. Dios
estaba dispuesto a conceder el éxito a quienes no le habían conocido ni le habían
pertenecido, antes que a quienes, después de conocerle y pertenecerle, le habían
abandonado. 2. La balanza del poder se volvió igualmente, por supuesto, contra ellos.
III. El Dios de infinita misericordia tuvo compasión de ellos en sus momentos de
apuro, aunque ellos se habían metido en el apuro por su insensatez y su pecado, y les
proporcionó liberación.
1. La fuente de esta liberación. Brotó puramente de la tierna compasión de Dios; la
razón se hallaba dentro de Sí mismo, no en los merecimientos de ellos. Ellos mismos
gemían bajo la opresión de sus enemigos (v. 18), más bien que bajo la opresión de sus
pecados, pero aun así Jehová era movido a misericordia, puesto que ahora es el día de
su paciencia y de nuestra prueba, a pesar de que ellos (como también nosotros) no
merecían otra cosa que perecer bajo la maldición de Dios.
2. Los instrumentos de su liberación. Dios levantaba jueces de entre ellos, conforme
lo requería la ocasión; hombres a quienes Dios capacitaba por modos extraordinarios y
con poderes especiales para reformar y libertar a Israel, y con quienes Jehová estaba
para coronar sus empresas con magníficos resultados. Obsérvese: (A) Que, aun en los
días de mayor degeneración y de mayor agobio para la Iglesia, habrá quienes sean
capacitados por Dios para reavivar lo mortecino y enderezar lo torcido. (B) Que Dios
reviste de prudencia y valor a ciertos hombres, y les da corazón y ánimos para actuar y
aventurarse a empresas difíciles. Todos los que de alguna manera son una bendición
para su país, han de ser considerados como un regalo de Dios.
IV. Los degenerados israelitas no se reformaban de modo efectivo y permanente, ni
siquiera mediante la acción de los jueces (vv. 17–19). Habían sido desposados con Dios,
pero quebrantaban el vínculo conyugal y se prostituían con otros dioses. La idolatría es
adulterio espiritual. Se corrompían más que sus padres (v. 19), como esforzándose en
superarles, en multiplicar dioses extraños e inventar formas de adoración profanas e
impías, en flagrante contradicción a los esfuerzos de los reformadores.
V. La justa decisión de Dios, por ese motivo, de continuar castigando al pueblo con
la vara del escarmiento. Después de la muerte de Josué, fue poco lo que se hizo, durante
mucho tiempo, para echar del país a los cananeos: Israel era indulgente con éstos y se
iba familiarizando con ellos, por lo que Dios resolvió no volver a arrojarlos (v. 21).
Dios abandonó a Israel a sus propios temores y a sus propios engaños (V. Is. 66:3, 4).
De manera semejante, los hombres ceden a sus malvados deseos y corruptas pasiones,
por lo que Dios les entrega justamente en manos de su propia corrupción bajo el poder
del pecado (v. Ro. 1:28), con lo que se precipitan rápidamente en la más completa ruina.
CAPÍTULO 3
I. Una relación general de los enemigos de Israel y del daño que causaron al pueblo
de Dios (vv. 1–7). II. Un informe particular de las bravas hazañas llevadas a cabo por
los tres primeros jueces: 1. Otoniel, a quien Dios levantó para luchar contra el rey de
Mesopotamia (vv. 8–11). 2. Eúd, que fue usado para rescatar a Israel de manos de los
moabitas (vv. 12–30). 3. Samgar, que se señaló en un encuentro con los filisteos (v. 31).
Versículos 1–7
Se nos refiere aquí quiénes quedaron de los antiguos habitantes de Canaán. Algunos
quedaron unidos en cierta especie de corporación, como los cinco príncipes de los
filisteos (v. 3), a saber, de Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón (Jos. 13:3; 1 S. 6:17).
Había un grupo llamado específicamente cananeos, limítrofes de los sidonios, en las
costas del Mediterráneo. Y, al norte, los heveos ocupaban buena parte del monte
Líbano. Aparte de éstos, estaban dispersos por el país muchos otros grupos étnicos (v.
5). Respecto de todos estos grupos de nativos que se quedaron en el país, obsérvese:
I. Cuán sabiamente permitió Dios que se quedasen. Al final del capítulo anterior, se
menciona este hecho como un acto de la justicia de Dios a fin de que sirviesen de
correctivo a Israel. Pero aquí se añade que lo hizo para probar a Israel, como un acto
de sabiduría, a fin de que los que no habían conocido ninguna de las guerras de
Canaán … conociese, esto es, aprendiese, la guerra (vv. 1, 2). Como el terreno de Israel
caía en medio de naciones enemigas, era necesario que fuesen bien entrenados en la
milicia, no sólo para defenderse cuando algún enemigo invadiese sus fronteras, sino
también para poder ensanchar sus límites conforme al espacio que Dios les había
prometido.
II. Cuán malvadamente se mezcló Israel con los grupos que habían permanecido en
el país. 1. Se unieron en matrimonio con los cananeos (v. 6), aunque estas uniones no
convenían ni a su honor espiritual ni a su ventaja material. 2. Así fueron conducidos a
unirse a ellos en la adoración y servicio de los falsos dioses (v. 6): los baales y las
imágenes de Aserá (v. 7), es decir, las imágenes que adoraban en el hueco formado en el
interior de gruesos árboles, lo que les servía como una especie de santuario natural. Bajo
un yugo tan desigual, era de temer que los malos corrompieran a los buenos más bien
que el que los buenos reformasen a los malos, lo mismo que ocurre cuando se colocan
juntas dos peras una corrompida y la otra sana. Al servir a los dioses falsos, olvidaron a
Jehová su Dios (v. 7).
Versículos 8–11
Llegamos ahora al informe del gobierno de los primeros jueces; en primer lugar, de
Otoniel, en quien el relato de este libro se une con el del libro de Josué. Tenemos en esta
breve narración del gobierno de Otoniel:
I. El apuro por el que Israel estaba pasando a causa de su pecado (v. 8). Dios estaba
justamente descontento de Israel, y los vendió a las naciones, como quien vende bienes
que han perdido su valor, y el primero que acudió a la compra fue Cusán-Risatáyim, rey
de Mesopotamia, país llamado así por caer en medio de los ríos Tigris y Éufrates. Con
afán de ensanchar sus dominios, invadió primero las dos tribus de allende el Jordán que
eran limítrofes con su reino y, después, tal vez gradualmente, penetró en el corazón del
país, exigió rigurosos tributos por donde pasaba y, quizá, dejó guarniciones de soldados.
II. Bajo esta aflicción, Israel clamó a Jehová (v. 9). Los que en días de fiesta y
jolgorio acudían a los baales y a las imágenes de Aserá, en tiempo de aflicción y apuro
se volvían a Jehová.
III. Dios se volvió a ellos en su misericordia para libertarlos. 1. El libertador
humano fue Otoniel, el que se casó con la hija de Caleb y uno de los pertenecientes a la
anterior generación, que había visto las maravillas de Jehová. Podemos suponer que ya
estaba entrado en años cuando Dios le confió esta empresa y le otorgó tal honor. 2. No
fue comisionado de hombre ni por hombre, sino por el Espíritu de Jehová (v. 10), el
espíritu de sabiduría y de fortaleza que le equipó para este servicio. 3. El método que
empleó: Primero, juzgó a Israel, los reprendió y los reformó y, después, los condujo a la
guerra. Este era el método correcto. El enemigo interior, el pecado, ha de ser vencido
antes, para que el enemigo exterior pueda ser derrotado con facilidad. Si Jehová es
nuestro Juez, nuestro Legislador y nuestro Rey, Él nos salvará (Is. 33:22). Ése es el
camino de la liberación, y no hay otro. 4. El éxito que tuvo. Quebrantó el yugo de la
opresión, pues leemos que Jehová entregó en su mano a Cusán-Risatáyim. 5. Las
felices consecuencias de los buenos servicios de Otoniel: Reposó la tierra cuarenta
años (v. 11). Y el beneficio obtenido habría sido perpetuo, si ellos hubiesen cumplido
con su deber de mantenerse fieles a su Dios.
Versículos 12–30
El siguiente juez es Eúd, y aquí tenemos un informe de las hazañas que llevó a cabo.
I. Siempre que Israel peca, Dios hace surgir un nuevo opresor (vv. 12–14). Quizá
pensaron los israelitas que, al haberse debilitado el antiguo opresor, podían vivir a sus
anchas en sus antiguos vicios. Pero Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel
(v. 12). Este opresor estaba más cerca que el anterior, con lo que podía hacerles mayor
daño. El rey de Moab tomó por ayudantes a los amonitas y a los amalecitas (v. 13) y,
con este refuerzo, prevaleció contra Israel. 1. Batió a los israelitas en el campo de
batalla (v. 13), no sólo a las tribus cercanas de la otra orilla del Jordán, sino también a
las de este lado del Jordán, pues tomó la ciudad de las palmeras, cerca de donde había
estado situada Jericó (Dt. 34:3). 2. Y le sirvieron los hijos de Israel (v. 14), esto es, le
pagaron tributo, ya fuese en dinero o en frutos de la tierra, durante dieciocho años.
II. De nuevo clamó Israel a Dios, y de nuevo levantó Dios a otro libertador, llamado
Eúd (v. 15). De él se nos dice:
1. Que era benjaminita. La ciudad de las palmeras caía dentro de esta tribu, con lo
que es probable que esta tribu sufriera más que ninguna otra y, por ello, se preparó a
sacudirse el yugo. Al ser la tribu más débil, Dios hizo surgir de ella un libertador.
2. Que era zurdo, como parece que lo eran muchos de esta tribu (20:16). Benjamín
significa hijo de la mano derecha; sin embargo, es curioso que tantos hombres de esa
tribu fuesen zurdos, pues no siempre corresponde la naturaleza de un hombre al nombre
que lleva. Dios escogió a un zurdo (lit. impedido de la mano derecha, lo que no quiere
decir otra cosa sino que tenía el brazo izquierdo más fuerte o, quizá, que era
ambidextro) para que fuese el varón de su diestra (Sal. 80:17). Fue la diestra de Dios la
que ganó la victoria para Israel (Sal. 44:3), no la diestra de los instrumentos que empleó.
3. Lo que hizo Eúd para librar a Israel de las manos de los moabitas:
(A) Dio muerte a Eglón. Digo que dio muerte, no que lo asesinó, porque obró como
juez de la justicia divina, y ejecutó sobre él el justísimo juicio de Dios. Para ello:
(a) Buscó la ocasión de tener fácil acceso al rey. Se ve que era hombre muy hábil y,
por eso, los de su tribu le comisionaron a él para llevar al rey de Moab un presente,
aparte de los tributos que le pagaban, y congraciarse así a los ojos de él (v. 15). Eúd
cumplió a maravilla su comisión, sin levantar sospechas de ninguna clase.
(b) Desde el principio, planeó Eúd matar a Eglón, como se ve por las precauciones
que adoptó, ya que se proveyó de una daga lo bastante corta para poder disimularla bajo
los vestidos (v. 16), y la ciñó al lado derecho, con lo que podía usarla más cómodamente
al ser zurdo, y más disimuladamente por llevarla en un lado que no era el corriente.
(c) Se las arregló para quedarse con el rey a solas, ahora que podía hacerlo más
fácilmente por haberse congraciado con Eglón por medio de la presentación del regalo.
Le pidió audiencia privada, que le fue concedida en la sala de verano del rey (v. 20). Le
dijo que tenía un secreto que comunicarle, por lo que el rey despachó a todos sus
ayudantes (v. 19).
(d) Cuando se quedó a solas con Eglón, Eúd le dijo que tenía un mensaje de Dios
para él (v. 20). Este mensaje era la daga que llevaba y le fue comunicado no a la oreja,
sino a las entrañas mismas donde quedó totalmente encerrado (vv. 21, 22). Eglón
significa ternero y, como ternero bien cebado («era hombre muy grueso»—v. 17) cayó a
punta de cuchillo en sacrificio agradable a la justicia divina. En nuestro tiempo, Dios no
da tales comisiones y pretenderlas en nombre de Dios es la peor de las villanías.
(e) La providencia de Dios ayudó estupendamente a Eúd para que escapase después
de la ejecución. El tirano cayó sin decir palabra y Eúd, con admirable calma, cerró tras
sí la puerta y la aseguró con el cerrojo, luego atravesó por entre la guardia de palacio
con aire de inocencia, audacia y despreocupación. Cuando los sirvientes vinieron a la
puerta de la sala y la encontraron cerrada, pensaron que el rey estaba haciendo sus
necesidades (éste es el sentido del eufemismo «cubre sus pies»—v. 24. Comp. con 1 S.
24:3, 4). Para el tiempo en que ellos abrieron la puerta, Eúd estaba ya a buen recaudo,
en Seirat (v. 26).
(B) Después de matar al rey, Eúd dio buena cuenta de las fuerzas moabitas que
estaban entre ellos, de forma que quebrantó completamente el yugo de la opresión bajo
la que gemía el pueblo de Israel: (a) Formó inmediatamente un ejército en el monte
Efraín a cierta distancia del cuartel general de los moabitas, y al frente (v. 27) de las
tropas de Israel, se lanzó contra el enemigo. La trompeta de cuerno que tocó fue
verdaderamente trompeta de jubileo que proclamaba libertad a los hijos de Israel,
quienes por tan largo tiempo no habían oído otras trompetas que las de sus enemigos.
(b) Como hombre piadoso que era, y guiado por fe en todo lo que hacía, tomó ánimo él
mismo, y lo comunicó a sus soldados, del poder con que Dios le había capacitado (v.
28): «Seguidme, porque Jehová ha entregado a vuestros enemigos los moabitas en
vuestras manos». (c) Como general experto en estrategia, aseguró primero los vados del
Jordán, y puso guardia en todos los pasos, a fin de cortarle al enemigo las
comunicaciones. Luego, cayó sobre ellos y los pasó a filo de espada: no escapó ninguno
(v. 29).
(C) La consecuencia de esta victoria fue que el poder de los moabitas fue totalmente
quebrantado en la tierra de Israel. El país permaneció libre de sus opresores y quedó
tranquilo por ochenta años (v. 30).
Versículo 31
El otro lado del país que da al suroeste estaba por este tiempo infestado de filisteos,
contra los que combatió Samgar. 1. Parece ser que esta parte de Israel necesitaba
urgentemente liberación, pues leemos que Samgar salvó a Israel. Posteriormente, fue
Débora la que, en su cántico, expresó el aprieto en que Israel se halló entonces (5:6):
«En los días de Samgar … quedaron abandonados los caminos». 2. Dios le levantó a él
para que librase a Israel cuando, según parece, todavía vivía Eúd. No era muy
considerable el número de los enemigos, pues leemos que mató a seiscientos hombres
de los filisteos con una aguijada de bueyes, y con ello adquirió libertad y salvación esta
parte del territorio de Israel. El que después capacitó, con su Espíritu, a unos pescadores
para que fuesen los Apóstoles del Cordero, capacitó también a unos boyeros para que
fuesen jueces y generales cuando así le plugo. No importa la debilidad del arma cuando
es Dios quien da fuerza al brazo y dirección a la mente. Cuando a Dios le place, una
aguijada de buey puede hacer más que la espada de Goliat.
CAPÍTULO 4
Historia de Débora y Barac. I. Israel se aparta de Dios (v. 1). II. Israel, bajo la
opresión de Jabín (vv. 2–3). III. Débora, juez de Israel (vv. 4–5). IV. Israel es rescatado
de las manos de Jabín por la acción concertada de Débora y Barac (vv. 6–24).
Versículos 1–3
I. Apostasía de Israel: Volvieron a hacer lo malo. 1. La extraña fuerza de la
corrupción, que precipita a los hombres en el pecado, por mucha que sea la frecuencia
con que ellos experimentan sus fatales consecuencias. 2. Los malos efectos que suele
tener una tranquilidad demasiado larga. El país había estado tranquilo durante ochenta
años (3:30), lo cual debería haberlos confirmado en su adhesión a Dios, pero, por el
contrario, los volvió presuntuosos y confiados. 3. La gran pérdida que supone para una
nación la muerte de los buenos gobernantes: Después de la muerte de Eúd, los hijos de
Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová.
II. Israel es oprimido por sus enemigos. Como ellos abandonaron a Dios, Dios los
abandonó a ellos, y vinieron a ser presa fácil de cualquier opresor. Jabín era rey de
Hazor, como lo había sido otro del mismo nombre, quizás antepasado suyo, al que Josué
derrotó y mató, incendiando después su ciudad (Jos. 11:1, 10). Parece ser que andando
el tiempo, la ciudad fue reedificada. Jabín y su general Sísara oprimieron con crueldad a
los hijos de Israel por veinte años (vv. 2–3). Lo que agravó esta opresión fue que estos
cananeos habían sido vencidos y subyugados anteriormente por los israelitas, conforme
habían sido sentenciados de antiguo a ser siervos de los semitas (Gn. 9:25), y habrían
estado ahora bajo los pies de Israel si no hubiese sido por la pereza, la cobardía y la
incredulidad del pueblo de Dios.
III. Israel se vuelve a Dios: Clamaron a Jehová (v. 3), cuando se vieron en apuros,
sin vislumbrar otra salida.
Versículos 4–9
Por fin llegó el día feliz de los redimidos, cuando Israel iba a ser librado de las
manos de Jabín.
I. La preparación del pueblo para esta liberación, mediante el gobierno y el don
profético de Débora (vv. 4–5). Su nombre significa abeja, y ella correspondió a su
nombre por su laboriosidad, sagacidad y gran utilidad para la nación; dulce para sus
amigos y dolorosa para sus enemigos. Era esposa de un tal Lapidot, que significa
lámparas. Dicen los rabinos que se había dedicado antes a confeccionar mechas para las
lámparas del tabernáculo, con lo que Lapidot vendría a ser un apelativo de oficio, más
bien que el nombre de su marido. En todo caso, le venía muy bien ese apelativo, como
mujer de luces, por su extraordinaria prudencia y sabiduría. Lo que de cierto se nos dice
de ella es que:
1. Era una mujer que tenía comunión íntima con Dios, pues era profetisa.
2. Estaba dedicada totalmente al servicio de Israel. Era juez de Israel en el tiempo en
que Jabín los oprimía. Juzgaba, no como princesa que ostenta una autoridad
gubernativa, sino como profetisa (hebreo nebiah—femenino de nabí), es decir,
transmisora de los mensajes de Dios al pueblo.
3. Se nos dice que habitaba (o, según prefieren traducir otros, se sentaba), debajo de
una palmera, la cual se llamó, a raíz de esto, la palmera de Débora. Ya fuese que su
casa estuviese cercana a esa palmera, o que ejerciese su oficio al aire libre, lo cierto es
que la palmera era un buen emblema de la justicia que administraba, la cual se crece
ante la oposición, como la palmera bajo presión.
II. El plan proyectado para la liberación de Israel. Débora no era la persona
adecuada para ponerse al frente de un ejército, al ser mujer, pero ella fue la que designó
como general a Barac de Neftalí. Ni éste podía hacer nada sin la cabeza de Débora, ni
ella podía hacer nada sin las manos de Barac; pero entrambos formaron un libertador
completo y obtuvieron una liberación total.
1. Bajo la dirección de Dios, ella ordenó a Barac juntar una tropa y hacer frente a las
fuerzas de Jabín, mandadas por Sísara (vv. 6, 7). Es posible que Barac hubiese meditado
por largo tiempo sobre el modo de combatir al enemigo, pero había dos cosas que le
desanimaban:
(A) Necesitaba que se le comisionase para formar un ejército. Y esto es lo que hizo
Débora bajo la dirección de Dios y el sello del Cielo, ya que, como profetisa, podía
darle la garantía necesaria: «¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve,
junta a tu gente en et monte de Tabor …?» (a) Le indica el número de hombres que ha
de emplear: Diez mil (b) De dónde los ha de sacar: Únicamente de su tribu y de la de
Zabulón que era colindante. (c) Dónde los ha de juntar: En el monte de Tabor, en la
próxima vecindad.
(B) Cuando él tuvo preparada la tropa, no sabía de qué forma había de atacar al
enemigo, pero Débora le dijo: «Yo atraeré hacia ti … a Sísara … con sus carros y su
ejército». Además, le prometió completo éxito: «Y lo entregaré (ella hablaba de parte de
Dios) en tus manos.
2. A petición de Barac, ella promete acompañarle hasta el campo de batalla, ya que:
(A) Barac insistía mucho en la necesidad de que ella estuviese presente, con lo que
él se sentiría más confiado que con todo un consejo de guerra (v. 8): «Si tú vienes
conmigo para instruirme y aconsejarme, haciéndome saber la voluntad de Dios en
cualquier dificultad, yo iré de muy buena gana y no temeré los carros herrados; pero si
no vienes conmigo, no iré». Ninguna satisfacción mayor para él que tener consigo a la
profetisa, para dar ánimo a los soldados y para pedirle consejo cuando lo requiriese la
oportunidad.
(B) Débora le prometió ir con él (v. 9). No había peligro ni fatiga que pudiera
desanimarla de hacer todo cuanto estuviera en su mano para el servicio de su país.
Débora era el «vaso más frágil», sin embargo, su fe era más fuerte. Y aun cuando
condesciende a ir con Barac, ante la insistencia de éste, le echa en cara con suave ironía,
su falta de resolución y bravura. «Mas no será tuya la gloria de la jornada que
emprendes, como lo habría sido si hubieras marchado solo, porque en mano de mujer
entregará Jehová a Sísara», esto es: (a) El mundo atribuirá la victoria a las manos de
Débora. (b) Dios completará la victoria por mano de Jael. La labor de estas dos mujeres
eclipsará la gloria de Barac.
(C) No obstante esta reconvención de Débora, Barac estima el éxito de su empresa
mucho más que su propio honor y, por consiguiente, no retira su petición.
Versículos 10–16
I. Barac pide voluntarios y pronto tiene presta su cuota de soldados (v. 10). Aunque
las tribus de Zabulón y Neftalí fueron las principales en aportar fuerzas, del cántico de
Débora se desprende que algunos soldados habían venido de las tribus de Manasés e
Isacar también (5:14–17), mientras que Rubén no había enviado los refuerzos que se
esperaban de esa tribu. El versículo 11, paréntesis acerca del traslado de Héber al valle
de Zaanaim, junto a Cedes, tiene por objeto introducir lo que sigue después acerca de la
hazana de Jael, mujer de Héber cineo.
II. Sísara entra en el campo de batalla con un ejército muy numeroso y poderoso
(vv. 12, 13). La confianza de Sísara estaba principalmente en sus carros herrados; por
eso se hace mención especial de sus 900 carros herrados (v. 13) tan efectivos para la
destrucción del enemigo, como ya explicamos en otro lugar.
III. Débora da la orden de ataque (v. 14). Dice Flavio Josefo que, cuando Barac vio
desplegado el ejército de Sísara, y en ademán de rodear el monte de Tabor en el que se
hallaban las tropas de Israel, su corazón desfalleció, pero Débora le animó a descender
contra el enemigo: «Jehová ha entregado a Sísara en tus manos». Bien le vino a Barac
tener consigo a Débora, pues ésta suplió lo que a él le faltaba: 1. De sabiduría, pues le
dijo: «Éste es el día». 2. De valentía, pues le dijo: «¿No ha salido Jehová delante de
ti?»
IV. Es Dios mismo quien derrota al ejército enemigo (v. 15). No fue tanto lo que
hizo Barac con su ataque por sorpresa, como lo que hizo Dios desde el Cielo, para
derrotar completamente a Sísara. «Desde los cielos pelearon las estrellas»—cantó
después Débora (5:20). Dice Josefo que estalló una tremenda tormenta de granizo, y
grandes piedras cayeron sobre los rostros de los enemigos haciéndoles retroceder; de tal
forma que vinieron a ser fácil presa de Israel con lo que se cumplió la profecía de
Débora: «Jehová ha entregado a Sísara en tus manos».
V. Barac persiguió al ejército en fuga, hasta el cuartel general de las fuerzas
enemigas en Haroset (v. 16) y no perdonó la vida a ninguno de los que Dios había
entregado en su mano: No quedó ni uno.
Versículos 17–24
Hemos visto la completa derrota del ejército cananeo. Ahora vemos:
I. La caída de su general, Sísara. Observemos los pasos contados de la caída de este
poderoso capitán:
1. Descendió del carro, y huyó a pie (vv. 15, 17). ¡Qué miseria de hombre, vencido
y desmontado! El que tanto confiaba en sus carros herrados para atacar, tiene que
confiar en sus propios talones para escapar.
2. Al no tener baluarte ni lugar propio donde refugiarse, buscó cobijo en las tiendas
de los cineos. Lo que le animó a cobijarse allí fue que, en aquel tiempo, había paz entre
Jabín rey de Hazor, el amo de Sísara, y la casa de Héber cineo, en la que Sísara se
refugió. Pensó, con falso fundamento, que allí estaría a salvo.
3. Jael le invitó a entrar y le dio la bienvenida. Es probable que estuviese ella a la
puerta de la tienda para ver si alguien le daba noticias del resultado de la batalla. Con
todo disimulo: (A) Jael le invitó a entrar. Es probable que, al ser su marido descendiente
del suegro de Moisés, esperase la oportunidad de hacer algún favor a los hijos de Israel.
(B) Le trató con toda amabilidad, como huésped invitado, para que se sintiera seguro en
su casa. Podemos suponer que procuró que no se hiciese ningún ruido allí, a fin de que
él se durmiese profundamente y cuanto antes. Ahora que Sísara se creía tan seguro, es
cuando menos estaba a salvo.
4. Al estar él profundamente dormido, tomó Jael una estaca puntiaguda, como las
usadas para fijar en el suelo las tiendas de campaña, y un martillo o mazo, y le metió la
estaca por las sienes hasta coserlo con el suelo (v. 21). Tenía, sin duda, la garantía
divina para hacer esto (V. el v. 23), por lo que su caso no puede, sin más, ser imitado,
puesto que nadie puede arrogarse ahora una similar comisión de parte de Dios. Se deben
observar religiosamente las leyes de la amistad y de la hospitalidad, y hemos de
aborrecer aun el pensamiento de traicionar a cualquier persona a la que hayamos
invitado y animado a poner su confianza en nosotros. Lo mismo que en el caso de Eúd
con respecto a Eglón, podemos estar seguros de que Jael era consciente del impulso
divino que la movía a llevar a cabo aquella acción y a quedar satisfecha con el feliz
resultado de su estratagema. El que pensaba destruir a Israel con la multitud de sus
carros herrados, quedó destruido con una estaca de madera.
II. La gloria y el gozo de Israel por este triunfo. 1. Barac, el general del ejército
israelita, encuentra muerto a su enemigo (v. 22); no cabe duda de que se quedaría
ampliamente satisfecho de la parte que le cabía en este triunfo y de la gloria que se le
seguía a Dios, así como de la confusión de sus enemigos. 2. Israel quedó totalmente
libre de las manos de Jabín, rey de Canaán (vv. 23, 24). Con la victoria de este día, no
sólo se sacudió de encima su yugo, sino que prosiguieron después victoriosamente
contra él, hasta destruirle por completo.
CAPÍTULO 5
Cántico triunfal que fue compuesto y cantado con ocasión de la gloriosa victoria que
Israel había obtenido contra las fuerzas de Jabín. I. Comienza con alabanza a Dios (vv.
2–3). II. El núcleo del poema nos transmite el recuerdo de este gran acontecimiento, y
se compara la intervención sobrenatural de Dios en este caso con la aparición de Dios
en el Sinaí (vv. 4–5). III. Expone la situación calamitosa en que se hallaban antes y se
invita a alabar a Dios a los que eran beneficiarios de tal éxito al presente (vv. 6–13). IV.
Se tributa honor a las tribus que participaron en la batalla, y reproche a las que se
negaron a contribuir (vv. 14–19). V. Se menciona de modo especial el hecho de que
Dios luchó a favor de Israel, y el honor que le cupo a Jael de acabar con Sísara (vv. 20–
30). VI. El poema (y el capítulo) acaba con una oración a Dios (v. 31).
Versículos 1–5
I. Dios es aquí alabado por medio de un cántico. 1. Medio natural de expresar el
regocijo: ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas (Stg. 5:13). El gozo santo es el alma y
la raíz misma de la alabanza y de la acción de gracias. 2. Procedimiento muy apropiado
para perpetuar la memoria de grandes acontecimientos. El vecino aprenderá este canto
de otro vecino, y los hijos lo aprenderán de sus padres: Una generación encomiará tus
obras a la siguiente generación, y anunciará tus portentosos hechos (Sal. 145:4).
II. Como se ve por el versículo 7, Débora misma compuso este cántico. 1. Usó el
don de profetisa al componer el cántico, el cual, según los expertos, sobrepasa a todos
los cánticos de la literatura hebrea, no sólo extrabíblica, sino también bíblica, pues el
tenor general del poema es muy bello y elevado, son muy vivas las imágenes, elegantes
las mismas expresiones, y hallamos en él una excelente mezcla de dulzura y majestad.
2. Podemos suponer que usó también su don de princesa, de juez de Israel, al incitar al
victorioso ejército de Israel a aprender y cantar el poema. Ella había sido la primera en
la acción de guerra, y es también la primera en la acción de gracias.
1. Ya al comienzo (final del v. 2) tenemos una invitación a alabar a Dios: «Load (lit.
bendecid) a Jehová». El objetivo del poema es dar gloria a Dios; por eso, se pone al
principio, para explicar y dar carácter a todo lo que sigue, lo mismo que en la oración
dominical o Padrenuestro, cuya primera petición es: Santificado sea tu nombre.
2. Invita a los grandes de este mundo, a reyes y príncipes, a que escuchen su cántico
y tomen buena nota del tema del mismo (v. 3): Oíd, reyes; escuchad, oh príncipes. (A)
Quiere notificarles que carros y caballos son cosas vanas para proporcionar seguridad.
(B) Quiere que tomen buena nota de la suerte que le ha cabido a Sísara, para que no se
atrevan a provocar al pueblo de Dios.
3. Echa una mirada retrospectiva a las anteriores manifestaciones de Dios y las
compara con esta reciente. Lo que Dios hace ahora debería traernos a la mente lo que ha
hecho hasta ahora, porque Él es el mismo, ayer, hoy y por lo siglos (v. 4): Cuando
saliste de Seír, oh Jehová … Esto puede entenderse de tres maneras:
(A) Con referencia a las manifestaciones del poder y de la justicia de Dios contra los
enemigos de Israel, a fin de vencerlos y subyugarlos. Dios había guiado a su pueblo
desde el país de Edom y sometió bajo sus pies a Sehón y Og, aterrorizándoles a ellos y a
sus ejércitos de tal manera, que les pareció que todos los elementos, del cielo y de la
tierra, se unían contra ellos.
(B) Con referencia al glorioso alarde de majestad y poder con que Dios hizo que la
tierra temblara, los montes se derritieran como la nieve delante del sol y los mismos
elementos celestes parecieron descomponerse y chorrear agua ante el furor de la ira de
Dios.
(C) Con referencia a la manifestación de gloria y majestad con que Dios se presentó
ante Israel en el Sinaí al darles su ley. Fue entonces cuando literalmente se estremeció el
monte, etc. (V. Éx. 19:16 y ss.; Sal. 68:8 y ss.; Hab. 3:6 y ss.; He. 12:26). La paráfrasis
caldea lo aplica a la donación de la ley al pueblo pero hace un extraño comentario a la
frase «los montes se derritieron» pues añade: «El Tabor, el Hermón y el Carmel
contendieron entre sí; el uno decía: Que la majestad de Dios habite sobre mí; el otro
decía: Que habite sobre mí; pero Dios hizo que habitase sobre el monte Sinaí, el menor
y menos importante de todos los montes». Supongo que quiere decir el de menos valor,
por cuanto es rocoso y estéril.
Versículos 6–11
I. Débora describe ahora la situación de apuro y aflicción en que se hallaba Israel
bajo la tiranía de Jabín. Desde los días de Samgar, que hizo lo que pudo para librar a
Israel de los filisteos, hasta los actuales días de Jael, quien se había señalado por su
astucia y valor, el país había pasado por un período de angustia y desolación. 1. Sin
comercio, porque los mercaderes no se atrevían a transitar por los caminos reales. 2. Sin
atreverse siquiera a viajar, por la dificultad que suponía apartarse siempre por senderos
tortuosos. 3. Sin labores agrícolas, ya que los labradores abandonaron las aldeas para
buscar refugio en ciudades amuralladas y defendidas con cercas. 4. Sin administración
de justicia, puesto que la guerra estaba constantemente a las puertas (v. 8), en las que se
constituían los tribunales de juicio y justicia. 5. Sin paz para los que entraban ni para los
que salían ya que las puertas estaban infestadas de enemigos, y hasta las fuentes y los
abrevaderos estaban a merced de los temibles arqueros que infundían terror a los que se
acercaban a sacar agua. 6. Sin armas ni ánimos para proveerse de ellas: ni una lanza ni
un escudo entre cuarenta mil (v. 8).
II. En una breve frase compendia Débora cuál era la causa de toda esta miseria que
le había sobrevenido a Israel: «Cuando escogían nuevos dioses» (v. 8). Fue la idolatría
del pueblo lo que provocó a Dios para entregarlos en manos de sus enemigos.
III. Se hace eco de la gran bondad de Dios hacia Israel al levantar libertadores que
les sacasen del apuro. Primeramente a ella misma: Hasta que yo Débora me levanté (v.
7), para frenar y castigar a los que perturbaban la paz pública. De este modo, se
convirtió ella en una madre en Israel, madre que nutre y protege, tal era el afecto que la
ligaba a su pueblo (comp. con 1 Ts. 2:7, 11). Bajo el mando de ella había otros jefes de
los que ella misma dice: Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel (v. 9).
IV. Invita a cuantos han participado especialmente en los beneficios de esta
salvación tan grande, a que presenten su gratitud a Dios por ello (vv. 10–11):
1. Vosotros los que cabalgáis en asnas blancas es decir los nobles y los jefes. Éstos
tienen doble motivo para alabar a Dios, pues no sólo han recuperado su libertad como
los demás israelitas, sino también su antigua dignidad.
2. Los que presidís en juicio. También éstos tienen una especial razón para dar
gracias a Dios, ya que la espada de la justicia no les ha sido quitada para siempre por la
espada de la guerra.
3. Y vosotros los que viajáis, hablad. Ahora que ya pueden transitar seguros por los
caminos sin encontrarse con nadie que les pueda hacer daño, deben hablar agradecidos a
la bondad de Dios, que ha tenido a bien despejar sendas y caminos de los bandidos que
los habían infestado por tanto tiempo.
4. Y los que, lejos del ruido de los arqueros, pueden acercarse ya sin miedo a los
abrevaderos sin que nadie se los ciegue con piedras o les impida sacar agua de allí, han
de repetir allí los triunfos de Jehová (v. 11). No dice «los triunfos de Débora y de
Barac», sino de Jehová.
V. Obsérvese en todos estos actos de Dios: 1. Su justicia contra los enemigos de
Israel, 2. Su bondad hacia los temblorosos israelitas, especialmente los habitantes de las
aldeas; o, como da a entender el original hebreo, se trata, más bien, de los actos justos
de los mismos aldeanos, quienes, al estar en mayor peligro que los de las ciudades,
respondieron con mayor presteza y valentía al llamamiento de Barac. En todo caso,
significa una mayor gloria para Dios el proteger a los que están en mayor peligro, y
ayudar a los más débiles.
Versículos 12–23
I. Débora se exhorta ahora a sí misma y a Barac a celebrar esta victoria del modo
más solemne. 1. Como profetisa, ella debe hacerlo mediante un cántico, y a ello se
anima diciendo: Despierta, despierta, Débora y de nuevo añade: Despierta, despierta.
2. Barac, como general, ha de hacerlo mediante un alarde triunfal: Levántate, Barac, y
lleva tus cautivos (comp. con Ef. 4:8 llevó cautiva la cautividad). Aunque el ejército de
Sísara fue destruido en el campo de batalla y no se le dio cuartel, podemos suponer que,
cuando la guerra fue llevada al territorio enemigo muchos que fueron hallados sin armas
en la mano fueron arrestados y hechos prisioneros de guerra.
II. Da una razón muy buena para celebrar este triunfo (v. 13). 1. Los israelitas eran
débiles e inermes, pero Dios les dio dominio sobre los poderosos. Mientras quede un
remanente de Dios (y ha de quedar en el peor de los tiempos), habrá esperanza por
pequeño que sea dicho remanente, pues Dios puede hacer que triunfe, aun cuando sólo
quedase una persona, contra los más orgullosos y poderosos. 2. Débora misma era del
sexo débil; sexo que desde el principio había sido sentenciado a sumisión (Gn. 3:16);
sin embargo, Dios la comisionó para que gobernase sobre el pueblo de Israel, incluidos
los jefes, quienes se sometieron voluntariamente a la dirección de ella y la ayudaron a
triunfar contra los poderosos de Canaán.
III. Especifica algunos detalles acerca de los grupos involucrados en esta acción
militar, toma nota de quiénes lucharon en contra de Israel, quiénes lucharon a favor y
quiénes se mantuvieron neutrales.
1. Quiénes lucharon contra Israel. Jabín y Sísara habían sido ya mencionados en el
relato, pero de aquí (v. 14) se desprende que quizá los amalecitas, entre los que estaban
radicados los de Efraín, prestaron alguna ayuda a Sísara, aunque esto no puede
asegurarse con el texto a la vista (la traducción de la AV inglesa, que M. Henry sigue, es
en este versículo 14 incorrecta. Nota del traductor). Parece ser (v. 19) que otros reyes
cananeos prestaron ayuda a Jabín. Quizá se habían recuperado algún tanto desde los
tiempos de Josué y quisieron unir sus fuerzas a las de Sísara. De ellos se dice que «no
llevaron ganancia alguna de dinero», lo cual puede entenderse de dos maneras: (A)
Que no eran tropas mercenarias (así piensa el propio M. Henry); (B) Que no pudieron
llevarse ningún botín, pues fueron derrotados. Esto es lo más probable.
2. Quiénes lucharon de parte de Israel. Las tribus que aportaron sus fuerzas para esta
empresa son mencionadas con gran honor:
(A) Efraín y Benjamín, tribus entre las que Débora vivía, se armaron de valor y se
portaron bravamente. Benjamín tomó la delantera, pues de Efraín se dice que fue en pos
de él. Aunque Benjamín era inferior, en número y riqueza, a Efraín, especialmente en
esta época, dieron un buen ejemplo, tomaron la delantera e incitaron, de este modo, a
Efraín a seguirle.
(B) Roto el hielo por estas dos tribus, les siguieron los de Maquir (la media tribu de
Manasés de allende el Jordán) y los de Zabulón. Los que vinieron de estas tribus son
descritos como lo más noble y lo más útil para esta empresa militar.
(C) También Isacar prestó buenos servicios. Aunque de Isacar había dicho Jacob
(Gn. 49:15) que le apetecía el descanso y bajaba su hombro al yugo, aquí prefirió
sacudirse el yugo de Jabín y acudir generosamente a las fatigas de la guerra, más bien
que a un descanso servil.
(D) Zabulón y Neftalí fueron las tribus más atrevidas y activas de todas las tribus,
no sólo por afecto especial a su paisano Barac, sino también por ser las más cercanas a
Jabín, cuyo yugo pesaba sobre el cuello de ellas más que sobre el de cualquier otra tribu.
(E) Incluso las estrellas, es decir, los cuerpos celestes actuaron de parte del ejército
de Israel (v. 20), ya fuese mediante malignas influencias contra Sísara, ya mediante el
envío de la gran tormenta de granizo, que tanto contribuyó a sembrar la confusión y la
derrota en el ejército de Jabín.
(F) El torrente de Cisón peleó también contra los enemigos de Israel, pues barrió a
numerosos soldados que pensaban escapar a través de él (v. 21). De ordinario, era un
arroyo somero, pero ahora, por la gran lluvia que cayó, creció de tal manera, que llegó a
convertirse en un profundo y rápido torrente; así que se ahogaron cuantos intentaron
atravesarlo vadeando o nadando.
(G) La propia Débora se enardeció para la lucha, como lo expresa ella misma en el
versículo 21: «Marcha, oh alma mía, con poder».
3. También menciona Débora a las tribus que permanecieron neutrales y no se
pusieron del lado de Israel como había de esperarse. Nada dice de Judá ni de Simeón,
porque estas tribus estaban tan lejos del campo de batalla, que no tuvieron oportunidad
de acudir a tiempo. Pero:
(A) Rubén cometió la vileza de negarse a prestar sus servicios y se contentó con
buenos deseos por parte de algunas familias (vv. 15, 16). Dos factores dificultaron el
que se comprometiera en esta lucha: (a) Sus divisiones internas. No fue precisamente su
separación, por el Jordán, del país de Canaán, ya que esto no debería haber sido causa
de su ausencia si ellos hubiesen puesto el corazón en esta causa, sino que, al parecer, no
había entre ellos acuerdo sobre quién debía ir y quién no, o sobre si merecía la pena o
no embarcarse en esta empresa, ya que pensaban que el intento no era justificable o no
era practicable. (b) Su interés por los negocios de este mundo: Se quedaron entre los
rediles para oír los balidos de los rebaños (v. 16). En los rediles estaban más calientes
y más seguros que en el campo de batalla, y se excusaron de acudir por resultarles
inconveniente el dejar sus rebaños.
(B) Gad, mencionada en versículo 17a en la expresión de Galaad prefirió reposar en
la altiplanicie de dicho nombre, al otro lado del Jordán, antes que acudir a prestar su
ayuda contra el enemigo común.
(C) Dan y Aser se negaron igualmente a acudir (v. 17). Ambas tribus estaban
asentadas a orillas del Mediterráneo. (a) Dan estaba muy a gusto comerciando con sus
naves, y no quiso renunciar a las ventajas del negocio terrenal. (b) Aser, por su parte, se
había contentado con unos primeros intentos de invasión (1:31–32), y se hallaba muy
tranquila junto a los fenicios en sus ensenadas. Seguramente que sus excusas eran
parecidas a las de la tribu de Aser.
(D) Pero quien se lleva la mayor maldición de la poetisa es Meroz (v. 23): Porque
no vinieron en ayuda de Jehová. Meroz es, con la mayor probabilidad, la actual Jirbet-
Marús, al sur de Cedes de Neftalí, cerca precisamente del camino de los fugitivos de la
batalla por lo que sus habitantes tenían una magnífica oportunidad de ayudar al ejército
de Israel. De seguro que tuvieron miedo a los carros herrados de Jabín y prefirieron
salvar el pellejo. Parece ser que esta ciudad era a la sazón, no sólo de posición
estratégica, sino también de población alta, por lo que se esperaba mucho de ella y, por
eso, es digna de especial maldición.
Versículos 24–31
Débora concluye ahora su brillante y triunfal cántico:
I. Con grandes alabanzas para Jael, cuya valentía coronó la victoria de Israel. La
poesía de Débora alcanza su cota más alta en estos últimos versos del cántico. ¡Con
cuánto honor habla de Jael (v. 24), quien prefirió su paz con el Dios de Israel a la paz
con el rey de Canaán! «Entre las mujeres que habitan en tiendas, bendita sea.» A pesar
de lo limitado del campo de acción en una tienda de campaña, el servicio que prestó esta
mujer fue sumamente valioso. Esto nos enseña a no menospreciar la esfera en que nos
haya tocado desarrollar nuestra actividad, si servimos a Dios de acuerdo con nuestra
capacidad y de nuestras oportunidades, no por eso perderemos nuestro galardón. (Nota
del traductor: Desde el punto de vista puramente humano, la acción de Jael no tuvo nada
de valentía, sino que fue una infame cobardía y una horrible traición a las leyes de la
hospitalidad. Suscribo la opinión expresada por Jamieson, Fausset y Brown en su
Comentario de la Biblia, Jueces 4:21: «Fue una violación de todas las ideas de honra y
amistad que se consideraban sagradas entre los pueblos pastoriles … Aunque fue
predicha por Débora, fue sólo el resultado de la presciencia divina, no del decreto divino
ni de la aprobación de Dios. Aunque el hecho fue alabado en un cántico, se debe
considerar el elogio como pronunciado, no por el carácter moral de la mujer y de su
obra, sino por los beneficios públicos que, en la soberana providencia de Dios,
resultaron de ello». Como escribía el misionero Payne: «Ninguna obra de Dios puede
ser ayudada por medios contrarios al carácter de Dios. Tales medios pueden entrar, y a
nosotros nos parece que se mezclan con lo que es verdadero. Pero Dios sabe separar lo
uno de lo otro. Él no rechaza el grano precioso, por causa de lo vil que haya allí
mezclado. Tal es su gran misericordia para con nosotros en todo tiempo. Léase un
resumen de la historia de hombres de fe en el capítulo 11 a los Hebreos, y nótese allí
cómo queda separado lo precioso de lo vil. En la historia de Abraham, como la hallamos
en el Génesis, leemos que mintió respecto a su mujer, y en Éxodo hallamos que Moisés
mató a un egipcio, pero estas manchas no aparecen en el capítulo citado. Ambos
perdieron mucho por su incredulidad, y cuando llegaron a creer y a confiar en Dios con
toda sencillez, ¡cuánto ganaron!»)
II. Después de mencionar los detalles de la acción llevada a cabo por Jael, Débora
pasa a cantar, con ironía no disimulada, la perplejidad de la madre de Sísara ante la
tardanza de su hijo en regresar a casa (vv. 28–30). Por las celosías con que la ventana
está enrejada, grita: ¿Por qué tarda en venir? Animada a mantener un resquicio de
esperanza, gracias a la respuesta optimista de las más avisadas (o sabias) de sus damas,
se hace la ilusión de que la tardanza se debe a que los guerreros se están repartiendo el
botín de doncellas y vestidos. Así es como, con mucha frecuencia, las ilusiones de los
mundanos se tornan en amargas decepciones no sólo en la hora de la muerte, sino
también en la quiebra súbita de negocios y empresas que parecían descansar en base
segura.
III. Débora concluye su cántico con una plegaria a Dios (v. 31): 1. Por la destrucción
de todos los enemigos de Dios: «Así, de esta manera tan vergonzosa y tan miserable,
perezcan todos tus enemigos, oh Jehová». 2. Por la exaltación y las bendiciones de
todos los amigos de Dios: «Mas los que te aman, y desean de corazón que el reino de
Dios sea un hecho entre los hombres, sean como el sol cuando nace con todo su
fulgor».
IV. Tras el cántico, se cierra el capítulo con una frase que expresa las felices
consecuencias que esta victoria, tan celebrada por Débora, tuvo para toda aquella
generación de israelitas: Y la tierra reposó cuarenta años.
CAPÍTULO 6
Nada se nos refiere de lo que sucedía en los años de paz y reposo de la tierra. Los
cuarenta años de reposo tras la derrota de Jabín pasan sin mención en la Biblia, y a
continuación tenemos el relato de una nueva aflicción de Israel y de una nueva
liberación de Dios, esta vez por mano de Gedeón, el cuarto de los jueces. I. La
calamitosa situación de Israel ante las incursiones de los madianitas (vv. 1–6). II. El
mensaje de Dios por medio de un profeta (vv. 7–10). III. La designación divina de
Gedeón como nuevo libertador del pueblo, hasta las preparaciones que hizo para la
guerra (vv. 11–40).
Versículos 1–6
I. De nuevo, el pecado de Israel (v. 1): Hicieron lo malo ante los ojos de Jehová.
II. De nuevo, también, la aflicción de Israel. Esto había de seguirse, por supuesto.
Los que pecan, han de sufrir; si no es aquí, en la otra vida. Los que vuelven a la
insensatez, deben volver a la miseria. En lo que concierne a esta nueva aflicción, vemos
que:
1. Surgió por obra de un enemigo digno del mayor desprecio. Dios los entregó en
manos de Madián (v. 1), que estaba junto a Moab (Nm. 22:4). Madián era un pueblo
inculto, ignorante y despreciado por todos. Israel lo había subyugado anteriormente y,
hasta cierto punto, lo había destruido (Nm. 31:7). Sin embargo, ahora se habían hecho
tan fuertes que eran un temible azote para Israel.
2. Seguramente por la multitud presente de sus soldados, la mano de Madián
prevaleció contra Israel (v. 2). Dios había prometido multiplicar a Israel como la arena
que está a la orilla del mar, pero el pecado del pueblo detuvo su crecimiento y los
menguó, y entonces sus enemigos que, de otro modo, serían en todo inferiores a ellos,
prevalecieron contra ellos en número y fuerza. (A) A los israelitas oprimidos, más bien
por sí mismos que por mano de extraños, y como prisioneros en cuevas en los montes
cavernas y lugares fortificados (v. 2). Esto se debía a su falta de ánimo, pues preferían
huir a luchar; era el efecto de una conciencia culpable. (B) También los vemos
grandemente empobrecidos (v. 6). Los madianitas hacían frecuentes incursiones en el
país de Canaán. Esta fructífera tierra era para ellos una gran tentación. Subían contra
ellos (v. 3), acampaban allí y destruían los frutos de la tierra (v. 4), y penetraban hasta el
otro lado, hasta Gaza en el límite occidental. Dejaban que los israelitas sembrarán, y
venían al tiempo de la recolección para consumir el fruto sin dejar ni la hierba, y se
llevaban después las ovejas, los bueyes y los asnos. En esto vemos: (a) La justicia de
Dios en castigar el pecado de Israel. (b) Las consecuencias de la desaparición de la
presencia benéfica de Dios. Cuando Dios aparta su rostro de un pueblo, todo bien
desaparece, y toda clase de mal sobreviene.
III. Al sentir la pesada mano de Dios por medio de Madián, Israel revivió al fin.
Durante siete años, año tras año, habían llevado a cabo los madianitas estas incursiones
(v. 1). Podemos suponer que cada año resultaría más pesada la mano de Madián, hasta
que, fallidos todos los recursos, los hijos de Israel clamaron a Jehová (v. 6).
Versículos 7–10
I. Dios se dio por enterado del clamor de Israel cuando, por fin, el pueblo se volvió
hacia Él. Con esto daba a entender cuán presto está a perdonar, cuán dispuesto a mostrar
misericordia y cuán inclinado a escuchar la oración.
II. El método que usó Dios para llevar a cabo la liberación de Israel.
1. Antes de enviarles un ángel para suscitar un salvador, les envió un profeta para
reprenderles por su pecado y traerlos al arrepentimiento (v. 8). La misión del profeta era
convencerles de pecado, a fin de que, en su clamor a Dios, confesasen con pesadumbre
y vergüenza, y no gastasen todo su aliento en quejarse de su aflicción. (A) Tenemos
razón para esperar que Dios planee mostrarnos su misericordia, si vemos que, con su
gracia, nos está preparando para ella. (B) El envío de profetas a un pueblo y el equipar
de fieles ministros a un país, es buena señal, una evidencia de que Dios guarda para
ellos un arsenal de misericordia.
2. Tenemos a continuación los epígrafes del mensaje que este profeta llevó a Israel
en nombre de Dios:
(A) Pone ante ellos las grandes cosas que Dios ha hecho por Israel (vv. 8, 9). (a) Los
sacó de Egipto, donde habrían continuado en pobreza y esclavitud. (b) Los libró de
mano de todos los que les afligieron. Se menciona esto para dar a entender que la razón
por la que no habían sido librados ahora de las manos de los opresores madianitas no
era por falta de poder o de buena voluntad de parte de Dios. (c) Dios los había puesto en
posesión del país, una tierra tan buena, esto agravaba el pecado de Israel, por una parte,
y añadía la nota de vil ingratitud, pero, por otra parte, vindicaba el honor de Dios al
eximirle de todo reproche por la aflicción en que ahora se encontraban.
(B) Les muestra la facilidad y equidad de las demandas que Dios les hacía, así como
lo que esperaba de ellos (v. 10): «Yo soy Jehová vuestro Dios, a quien estáis ligados con
el más alto deber; no temáis a los dioses de los amorreos».
(C) Les acusa de rebelión contra Dios, quien les había dado orden de obedecerle y
servirle: «pero no habéis obedecido a mi voz».
Versículos 11–24
No se nos dice el efecto que tuvo en el pueblo este mensaje del profeta, pero
podemos suponer que lo tuvo y que, al menos algunos de ellos se arrepintieron y
cambiaron de conducta, ya que, inmediatamente después, tenemos el alborear de su
liberación mediante el llamamiento efectivo de Gedeón para que se pusiera al frente de
las fuerzas de Israel a fin de luchar contra los madianitas.
I. La persona comisionada para este servicio fue Gedeón, hijo de Joás (v. 14). Su
padre observaba en el seno de la familia el culto a Baal (v. 25), contra el que hemos de
suponer que Gedeón daba testimonio en cuanto estaba en su mano. Era de la media tribu
de Manasés que se había establecido en Canaán, y de la familia de Abiezer, la casa más
antigua de esta tribu (Jos. 17:2).
II. La persona que le dio la comisión fue el Ángel de Jehová. Este ángel es llamado
aquí Jehová, el nombre incomunicable de Dios (vv. 14, 16); y le dijo: Ciertamente
estaré contigo.
1. Esta persona divina se apareció aquí a Gedeón y es de notar cómo le halló: (A)
Gedeón estaba solo. Dios se muestra con frecuencia a los suyos cuando están retirados
del ruido y de las prisas de este mundo. (B) Estaba dedicado a sacudir el trigo con un
bastón o báculo, probablemente porque era muy poco el trigo que tenía que sacudir y,
por eso, no necesitaba bueyes para esa labor. El trabajo en que estaba ocupado era como
una figura del trabajo mucho más importante al que ahora iba a ser llamado, algo
semejante a lo que les sucedió a los discípulos cuando estaban pescando y los llamó el
Salvador para que fuesen pescadores de hombres. De sacudir el trigo fue llamado a
trillar a los madianitas (comp. con Is. 41:15). (C) Estaba bajo opresión, pues sacudía el
trigo, no en la era, que es su propio lugar, sino en el lagar, en un rincón escondido, por
miedo a los madianitas.
2. Veamos ahora lo que pasó entre el ángel y Gedeón, quien no se dio cuenta de que
era el Angel de Dios hasta que éste desapareció, sino que supuso que era un profeta.
(A) El ángel le saludó con todo respeto y cortesía, asegurándole de la presencia de
Dios con él (v. 12). Con esas palabras: (a) Le da la comisión. (b) Le atribuye las
cualidades necesarias para llevar a cabo la comisión. (c) Le asegura el éxito, porque, si
Dios está por nosotros, ¿quién puede prevalecer contra nosotros?
(B) Gedeón correspondió con una respuesta muy melancólica a tan gozoso saludo
(v. 13): Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo
esto? El ángel le había dicho en particular: Jehová está contigo, pero él generaliza: Si
Jehová está con nosotros …, contándose a sí mismo como una oveja perdida entre los
miles y miles de israelitas, sin admitir un consuelo personal que no pueda ser
compartido por todo el pueblo. Gedeón era varón esforzado en valor, pero de fe débil.
Es cierto que no hemos de esperar que los milagros obrados en la plantación de la
Iglesia continúen hoy que la Iglesia está establecida de antiguo por todo el mundo,
como también es verdad que no hemos de esperar que las grandes misericordias de Dios
mostradas a nuestros mayores sean compartidas por nosotros, si nos rebelamos contra Él
y no caminamos como es propio de un cristiano.
(C) El ángel le dio una réplica contundente a sus objeciones, al comisionarle para
librar a Israel de las manos de los madianitas, y al asegurarle el éxito en tal empresa (v.
14). Ahora el ángel es llamado Jehová, como quien habla con toda autoridad, y no como
un simple mensajero:
(a) Hubo algo de extraordinario en la tierna mirada que ahora le lanzó a Gedeón: Y
mirándole Jehová le dijo … como sonriendo ante la respuesta de Gedeón y hablándole
con tal seguridad, que pronto había de sentir Gedeón un poder con el que contestarse a
sí mismo y avergonzarse de haber hablado tan melancólicamente. Fue una mirada de las
que hablan, como la de Jesús a Pedro (Lc. 22:61), una mirada poderosa que atravesó el
pecho de Gedeón hasta llenar de luz y vida su corazón.
(b) Pero hubo algo más en lo que le dijo de palabra. Primero, le comisionó para
aparecer y actuar como libertador de Israel, tal como muy pocos en Israel, y el mismo
Gedeón entre ellos, esperaban que se levantase. Y ahora se le dice a Gedeón: «Tú eres el
hombre, ve con esta tu fuerza, con la misma que empleas para sacudir el trigo, y
empléala en otra tarea más noble; te voy a hacer trillador de hombres; no vas con tu
fuerza, sin con esta tu fuerza, la que acabas de recibir de Dios y con la que has de
fortalecerte a ti mismo». Segundo, le asegura el éxito: «Salvarás a Israel de la mano de
los madianitas; no sólo serás testigo de vista de ello, sino que serás glorioso
instrumento de maravillas semejantes a las que tus mayores te narraron». Podemos
suponer que Gedeón se quedaría atónito ante el extraño y sorprendente poder con que
era investido.
(D) Gedeón opuso todavía una modesta objeción a la comisión que se le
encomendaba (v. 15): «Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel?» Con esta pregunta
daba a entender: (a) Ya fuese desconfianza en el poder de Dios, lo cual no es probable.
(b) Ya fuese meramente el deseo de conocer la estrategia que había de emplear. (c) Ya
fuese, más bien, una humilde desconfianza de sí mismo, como le había ocurrido a
Moisés (Éx. 3:11 y ss.). Aunque el ángel le había honrado y exaltado, él se ve todavía
pequeño e insignificante: «He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor
en la casa de mi padre. ¿Qué voy a intentar hacer yo, cuando me falta toda cualificación
para ese servicio y, además, soy indigno de tal honor?» Pero a Dios le place exaltar a los
humildes.
(E) Esta objeción es también rápidamente contestada mediante una repetición de la
promesa de que Dios estaría con él (v. 16): «Ciertamente yo estaré contigo para
instruirte y fortalecerte, dándote además la seguridad de que derrotarás a los
madianitas como si fuera un solo hombre, tan fácil y tan efectivamente como si en
realidad tuvieses que luchar con un solo madianita. Todos los millares de Madián serán
para ti como un solo cuello que cortar».
(F) Gedeón desea ver confirmada su fe tocante a esta comisión y pide humildemente
a esta persona, quienquiera que sea: (a) Una señal (v. 17). En la presente dispensación,
no hemos de esperar tales señales ante nuestros ojos, como pidió Gedeón, sino orar a
Dios, por medio del Espíritu Santo, con todo afán que, si hemos hallado gracia a sus
ojos, nos muestre una señal en lo íntimo del corazón, mediante la poderosa acción del
mismo Espíritu, que complete y perfeccione la obra de la fe. (b) También le pide que le
de una oportunidad más amplia de conversar con él (v. 18). Ante la promesa del ángel
de quedarse con él para aceptar su ofrenda, está deseoso: Primero, de ofrecer sus
agradecidos y generosos respetos a este extraño personaje y, en él, a Dios que le ha
enviado. De lo poco que los madianitas le habían dejado, quiere hacer partícipe a un
amigo, especialmente siendo éste un mensajero celestial. Segundo, de investigar más a
fondo quién era este personaje extraordinario. Lo que le presentó fue una ofrenda (v.
18), y el término usado es el mismo que el empleado para la oblación de Lv. 2:1. Si se
la comía, estaría claro que era un hombre, un profeta; si no se la comía, como así fue, es
que se trataba de un ángel.
(G) El ángel le ordenó que tomara la carne y los panes y lo pusiera todo sobre una
peña, y que vertiera el caldo encima (v. 20), y así lo hizo él, creyendo, sin duda, que el
ángel iba a darle entonces una señal: (a) El ángel tornó la oblación en ofrenda
encendida, de olor grato a Jehová (Lv. 2:2). (b) Sacó fuego de la roca para consumir la
oblación, con lo que le dio una señal de que había hallado gracia en sus ojos. La
aceptación del sacrificio significaba la aceptación de la persona y así confirmaba la
comisión que le había dado. (c) Inmediatamente después, el Ángel de Jehová
desapareció de su vista.
(H) Gedeón tuvo entonces un miedo tremendo, a pesar de que su fe había sido
confirmada. Por la forma en que el ángel aceptó y consumió el sacrificio, Gedeón se
percató de que había visto a Dios en la forma del Ángel de Jehová, y pensó que iba a
morir (v. 23), como lo pensó después (13:21), en ocasión similar, el padre de Sansón.
Le falló ahora el valor a Gedeón, pero Dios le aquietó el turbado ánimo dándole palabra
de paz: «Paz a ti; no tengas temor, no morirás». Al que los israelitas temían ver, bajo
pena de muerte, lo vieron, ya encarnado, lo contemplaron y lo palparon los discípulos (1
Jn. 1:1–2) y nosotros, que ahora andamos por fe, lo veremos también un día (1 Jn. 3:2) y
estaremos siempre con el Señor (1 Ts. 4:17).
3. Como memorial de esta visión, edificó allí Gedeón un altar a Jehová (v. 24),
siendo así un monumento de la extraordinaria experiencia que había tenido, y le puso al
altar el nombre de Yahweh shalom, que significa Dios (es) paz. Con esto se daba a
entender no sólo que Dios había llevado la paz al ánimo turbado de Gedeón, sino, en el
sentido bíblico del vocablo «paz», bienestar completo y prenda segura de liberación
para Israel.
Versículos 25–32
I. Se le ordena a Gedeón que comience su gobierno empezando por la reforma de la
casa de su padre (vv. 25, 26). La noche misma después de haber estado con el Ángel de
Dios, cuando él estaba lleno de pensamientos acerca de lo que había acontecido aquel
día, le dijo Dios (sin duda, en sueños) que hiciera lo que vemos en los vv. 25 y 26. Si
damos la bienvenida a Dios, de seguro que vendrá a nosotros de nuevo. Dios ordena a
Gedeón:
1. Que derribe el altar a Baal que parece ser que su padre tenía, ya fuese para el
culto de su casa ya fuese para el de toda la ciudad. También había de cortar la imagen
de Aserá que estaba junto al altar.
2. Que erigiese un altar a Jehová su Dios. Dios mismo le dice dónde lo ha de erigir:
en la cumbre de este peñasco. El vocablo que vemos aquí para «peñasco» significa un
baluarte o fortaleza, que habían levantado, según piensan algunos, para defenderse de
los madianitas. Sobre este altar: (A) Había de ofrecer en sacrificio dos toros de su padre.
El primero (podemos suponer) había de ofrecerlo por sí mismo, y el otro por los
pecados del pueblo al que iba a libertar. (B) El altar de Baal había de ser derribado, y la
imagen contigua debía ser cortada y quemada para servir de combustible al sacrificio.
Dios ordenó a Gedeón hacer esto, con el fin de: (a) Poner a prueba su celo religioso, del
que tenía que presentar evidencia antes de comenzar la batalla. (b) Dar los primeros
pasos para emprender la reforma de Israel, con la que había de prepararse la liberación.
Si no se quitaba de en medio el pecado, que era la causa, ¿cómo iba a llegar a su
término la aflicción, que no era sino su efecto?
II. Gedeón fue obediente a la visión celestial (v. 27). El que había de ostentar el
mando del Israel de Dios, debía salvar al pueblo de sus pecados antes de salvarle de sus
enemigos: 1. Le ayudaron diez siervos suyos en quienes podía confiar. 2. No tuvo
escrúpulos en tomar el toro de su padre y ofrecerlo en sacrificio sin el consentimiento de
su padre, porque Dios, que se lo había ordenado expresamente, tenía derechos más
elevados que los de su padre y, además, el mejor servicio que podía prestar a su padre
era quitarle lo que era continua ocasión de pecado. 3. Esperaba incurrir en la
indignación de la casa de su padre por motivo de lo que estaba haciendo, pero al estar
seguro del favor de Dios, no tenía miedo a la ira de los hombres. Sin embargo: 4. Para
prevenirse de la resistencia que pudiesen hacerle, escogió llevarlo a cabo por la noche.
III. Vemos que lo hizo con peligro de su vida (vv. 28–30).
1. Pronto se descubrió lo que había hecho, pues los hombres de la ciudad se
levantaron temprano, como para recitar sus Maitines junto al altar de Baal. 2. Vieron
que el altar había sido derribado y cortada la imagen de Aserá que estaba junto a él. 3.
Al saber que Gedeón era el culpable, estos degenerados israelitas demandaron a su
padre que lo entregara para darle muerte.
IV. Fue librado de sus perseguidores por su propio padre (v. 31).
1. Había quienes estaban contra Gedeón y querían darle muerte. A pesar del severo
castigo que estaban sufriendo por causa de su idolatría, aborrecían que se pretendiera
reformarlos.
2. Pero Joás, su padre, salió en su favor. Él era uno de los principales de la ciudad.
(A) Este Joás había sido promotor o cómplice en la erección del altar de Baal, pero
ahora protegía al que había destruido el altar: (a) ya fuese por el afecto natural hacia su
hijo, (b) ya fuese para preservar la paz pública. La turba se amotinaba, y era de temer
que la cosa pasara a mayores; por consiguiente (piensan algunos), sacó fuerzas de
flaqueza para reprimir el tumulto. O: (c) Llegó a la convicción de que Gedeón había
obrado bien. Cumplamos con nuestro deber y confiemos en Dios en cuanto a nuestra
seguridad personal.
(B) Joás presenta dos fuertes argumentos: (a) Que era un absurdo demandar defensa
para Baal. Malo es cometer pecado, pero todavía es mayor iniquidad querer defenderlo,
especialmente defender a Baal, el ídolo, cualquiera que éste sea, que ocupa en el
corazón el lugar que sólo Dios tiene derecho a ocupar. (b) Que no era necesario
defender a Baal. Si no era dios, nada tenían que alegar en su defensa; y si lo era, de
seguro que sería capaz de defenderse a sí mismo.
(C) Con ocasión de esta discusión, el padre de Gedeón le puso un nuevo nombre (v.
32) a su hijo; le llamó Jerobaal (hebreo Yerub-baal = defiéndase Baal), como diciendo:
«Contienda Baal contra él si puede; si algo tiene que decir contra el que ha destruido su
altar, que lo diga».
Versículos 33–40
I. Vemos ahora la incursión de los enemigos confederados contra Israel (v. 33). Un
numeroso ejército de madianitas, amalecitas y sus aliados del oriente acamparon en el
valle de Jizreel, y pusieron allí su cuartel general, en el corazón mismo de la tribu de
Manasés, no lejos de la ciudad de Gedeón. Pero se demostró que la medida de sus
iniquidades estaba colmada y había llegado el día de su retribución; ahora tenían que
cesar de despojar para ser ellos despojados, como gavillas en la era, para que los trillase
Gedeón (comp. con Mi. 4:12, 13).
II. La preparación que Gedeón llevó a cabo para atacar el campamento enemigo (vv.
34, 35). 1. Dios, por medio de su Espíritu, puso vida en el interior de Gedeón: Entonces
el Espíritu de Jehová vino sobre (lit. revistió a) Gedeón; lo revistió como con un manto,
para otorgarle honor, y lo revistió como con una cota de malla, para su defensa. Cuando
Dios llama a alguien para un servicio, también le equipa, le anima y le protege. 2.
Tocando la trompeta, Gedeón puso vida en sus vecinos, al obrar Dios por medio de él y
con él. (A) Los hombres de Abiezer, aun cuando habían estado recientemente enojados
con él por destruir el altar de Baal, y le habían condenado a muerte, como si fuese un
criminal, estaban ahora convencidos de su error y acudieron bravamente en su ayuda.
(B) Algunas tribus distantes, como las de Aser y Neftalí, que caían tan lejos, acudieron
también a su convocatoria (v. 35).
III. Las señales con que Dios le favoreció, para confirmar su fe y la de sus
seguidores.
1. Su petición de una señal (vv. 36, 37): «Si has de salvar a Israel por mi mano …,
yo pondré un vellón de lana extendido en la era, y que el rocío esté en el vellón
solamente, quedando seca toda la otra tierra en derredor de él». El significado de esta
petición es como si dijera: «Señor, creo, ayuda a mi incredulidad». Cuando repitió su
petición de un nuevo signo, ahora el reverso del primero, lo hizo rogando antes a Dios
que no se enfadara por ello (v. 39), ya que parecía un necio juego de desconfianza en
Dios. El favor de Dios ha de ser buscado con gran reverencia, el debido sentido de
nuestra distancia y un temor religioso.
2. Dios le otorgó benignamente su petición. Véase aquí cuán tierno es con los
verdaderos creyentes, aunque sean débiles. Gedeón pidió primero que el vellón
estuviese mojado, y la tierra en derredor seca; pero luego, para que nadie objetase: «Es
natural que el vellón de lana, por poca humedad que caiga, se la beba y la retenga, por
consiguiente no hay nada de extraordinario en ello», aun cuando la cantidad caída sobre
el vellón era suficiente para refutar dicha objeción, desea sin embargo que, a la noche
siguiente, el suelo aparezca húmedo y el vellón esté seco y así se hizo, porque plugo a
Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de
su designio (He. 6:17, 18), lo hizo por medio de dos cosas inmutables. Él soporta, no
sólo que prevalezcamos sobre Él con nuestras importunidades, sino también que le
indiquemos lo que ha de hacer para satisfacción de nuestras dudas. ¿Desea Gedeón que
el rocío de la gracia divina caiga sobre él en particular? Entonces ve el vellón húmedo
con el rocío que se lo asegura. ¿Desea que Dios provea de ese rocío a todo Israel?
Entonces todo el suelo está húmedo.
Es de notar que en estos cinco versículos, que tratan de las señales, no se emplea el
nombre de Jehová ni una sola vez, sino el de Dios. Esto no es por casualidad, porque el
Espíritu Santo inspiró a los escritores de las sagradas letras, no sólo comunicándoles el
asunto, sino también las palabras que debían emplear para expresarlo. El nombre o
título de Jehová, que significa «Ser eterno», se halla particularmente en relación con el
hombre aparte de lo demás de la creación, y luego en relación con el pueblo redimido
como pueblo distinto de todos los demás pueblos, mientras que Dios (heb. Elohim,
fuerte) se halla en relación de un modo general con todo lo creado y como obrando
saludes por todos los medios que Él quiere en favor de los redimidos. En nuestros
versículos de meditación Gedeón desea asegurarse por medio de las señales propuestas
que el Dios que creó los cielos y la tierra con todo lo que en ellos hay, es en verdad
Jehová, quien le envía a librar a Israel. Véanse Génesis 7:16; 2 Crónicas 18:31, donde
se hallan los dos títulos o nombres de Jehová y Dios juntos.
CAPÍTULO 7
Tenemos ya a Gedeón en el campo de batalla, al mando de las tropas de Israel, y
derrotando al ejército enemigo. Vemos: I. Las instrucciones que le da Dios para la
formación de su ejército, el cual queda reducido a 300 hombres (vv. 1, 8). II. El ánimo
que Dios le dio mediante el extraño sueño que oyó contar a un madianita (vv. 9–15). III.
Cómo formó a sus hombres en plan de ataque, no para presentar batalla al enemigo, sino
para asustarle (vv. 16–20). IV. El éxito de este ataque puso a los enemigos en fuga y les
infligió una completa derrota.
Versículos 1–8
I. Gedeón se pone a desempeñar el cargo de un buen general. Acampa junto a una
fuente, para que el ejército no se acobarde por falta de agua, y en lugar elevado, para
cobrar ventaja sobre el enemigo, ya que los madianitas estaban en el valle (v. 1). Nótese
que la fe en las promesas de Dios no debe servir para amenguar, sino para avivar
nuestro esfuerzo.
II. El ejército de Israel constaba de 30.000 hombres, muy pocos en comparación con
los que el pueblo podía haber reunido, y especialmente pocos en comparación con el
ejército enemigo (v. 12); sin embargo, a Dios le parecieron demasiados (v. 2), pues
quería silenciar y excluir toda jactancia por parte de Israel. Ésta es la razón que da
aquí el que conoce bien el orgullo que hay en el corazón del hombre: No sea que se
alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Dios empleó dos metodos
diferentes para reducir el número de los soldados de Israel:
1. Ordenó que fuesen despedidos todos los que se sintiesen tímidos y acobardados
(v. 3). Podríamos suponer que, contra un enemigo como Madián, con tales señales y
promesas como las de Dios, y con un líder como Gedeón, escasamente se hallaría un
israelita que se delatase a sí mismo como cobarde; con todo, más de dos terceras partes
se aprovecharon de este pregón y se retiraron a sus casas. Hay quienes opinan que la
opresión bajo la cual habían vivido por tanto tiempo había minado la moral de sus
ánimos. Otros con mayor probabilidad, piensan que la conciencia de su culpabilidad les
privó del coraje necesario para entrar en batalla. El pecado les salía al rostro y, por eso,
no se atrevían a mirarle a la cara a la muerte.
2. Ahora emplea Dios un segundo método e indica a Gedeón cómo ha de conocer a
los que ha de seleccionar: «Aún es mucho el pueblo», dice Dios (v. 4), con lo que nos
enseña a no valorar demasiado el número y a entender aquellos designios de la
Providencia que parecen ir en mengua de la Iglesia y de sus intereses. Dios ordena a
Gedeón que lleve a los diez mil soldados restantes a una fuente, probablemente la de
Harod (v. 1) y al arroyo que fluye de ella. Dice el Señor: «Llévalos a las aguas y allí yo
te los probaré». La palabra hebrea empleada aquí, y traducida probaré, es la que se
emplea para expresar el acto de refinar o ensayar metales preciosos. Se halla en este
sentido en el Salmo 12:6, y en Isaías 1:25: «Limpiaré hasta lo más puro de tus
escorias». Así Dios iba a ensayar y limpiar el ya reducido ejército de Gedeón. Al mismo
tiempo, ¡cuán severa era la prueba para la fe del mismo Gedeón!; porque, ¿qué podía
esperar, sino más disminución? Pero ¡cuán preciosa es la pequeña palabra te en este v.
4! Es como si dijera: «Quiero darte los más escogidos entre diez mil, hombres, según tu
propio corazón, dispuestos a obedecerme a mí, y a confiar en mí como tú mismo lo
haces, por esto los pongo en el horno para ensayarlos». No cabía duda de que la mayoría
se habían de arrodillar para beber, bajando la boca al agua como hacen los caballos.
Otros, los menos, preferirían darse prisa y no tomarse mucho tiempo en formalidades,
por lo que se contentarían con llevar un poco de agua con la mano a la boca, de manera
semejante a como beben los perros el agua, lamiéndola con la lengua. Solamente 300
hombres bebieron de este segundo modo y, por este medio (sólo conocido por Gedeón),
le mostró Dios a quiénes había de seleccionar para derrotar a los madianitas (v. 7).
Fueron seleccionados:
(A) Hombres duros, dispuestos a soportar la fatiga, sin quejarse de sed ni de
cansancio.
(B) Hombres presurosos, que pensaron que no había que detenerse en beber
cómodamente, sino prestos a avanzar rápidamente contra el enemigo, y que preferían el
servicio a Dios y a su país más bien que la comodidad del refrigerio.
(C) Hombres animosos y valientes, que no temieron permanecer en pie para beber,
aun a costa de exponerse a la vista del enemigo. Fue una gran prueba para la fe de
Gedeón cuando Dios le dijo que con estos 300 hombres había de salvar a Israel, y que
todos los demás se marcharan cada uno a su lugar. De esta manera tan extraña fue
purgado el ejército de Gedeón, modelado y reducido en lugar de ser ampliado.
3. Veamos ahora cómo fue equipado este pequeño y despreciable regimiento. (A)
Tomaron provisiones (v. 8), se cargaron cada uno con sus víveres, y mostraron así su fe
en Dios de que tendrían bastante para subsistir, y no demasiado para ir sobrecargados,
con lo que mostrarían también su prudencia y diligencia en no llevar más de lo que
requería la oportunidad. Esto sí que era vivir de la mano a la boca. (B) Cada soldado
había de tomar su trompeta, como si fueran a un Juego en lugar de ir a una batalla.
Versículos 9–15
Al estar el ejército de Gedeón disminuido hasta el extremo que hemos visto, sólo le
quedaba el luchar por fe o no luchar de ninguna forma. De ahí que Dios les provea de
recursos para su fe en lugar de proveerles de recursos para sus fuerzas.
I. Le provee de una buena base para su fe. Sólo la Palabra de Dios proporciona
sólida base para la fe. 1. Una palabra de mando para dar garantía a la acción: Levántate
y desciende al campamento (v. 9). 2. Una palabra de promesa para dar garantía al éxito:
Porque yo lo he entregado en tus manos. Esta palabra de Dios le vino a Gedeón aquella
misma noche, cuando estaría agitado cavilando cómo saldría de esta peligrosa empresa.
II. Le provee también de una buena prueba con que sostener su fe.
1. Si tiene miedo de comenzar la batalla, le ordena que baje con su criado a espiar,
en lo oscuro de la noche, en el campamento de Madián y verá lo que aprende con esto:
«Oirás lo que hablan» (v. 11), insinuándole que lo que va a oír le dará mucho ánimo y
fortalecerá su fe.
2. Después de darle ánimo, le muestra algo que, de suyo, habría sido desanimador,
pues era bastante para asustar a cualquiera el ver, quizás a la luz de la luna, el numeroso
ejército enemigo (v. 12), como langostas en multitud, como plaga de langostas abatidas
sobre un campo, aunque, en cuanto a fuerza y valentía, iban a demostrar que no eran
más que langostas; y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la
ribera del mar.
3. Luego le hace escuchar algo que le había de animar sobremanera. Oyó a dos
soldados enemigos que mantenían una interesante conversación: (A) Uno de ellos le
contaba al otro un sueño que había tenido: Vio un pan de cebada que rodaba hasta el
campamento de Madián y golpeó a una tienda con tal violencia que la trastornó
completamente, cayendo sobre los que estaban dentro (v. 13). (B) El compañero
comprendió de inmediato el significado del sueño y dio su interpretación: Esto no es
otra cosa sino la espada de Gedeón (v. 14). Gedeón, que sacudía el grano para su
familia y cocía panes para su amigo (6:11–19), estaba bien representado aquí por un pan
de cebada, de lo más pobre, como el minúsculo regimiento que mandaba y que, desde el
punto de vista humano, era muy improbable que pudiese derrotar al numeroso y bien
equipado ejército de Madián. Pero el sueño, y su interpretación, eran una muestra de
que los de Madián estaban faltos de ánimo, pues el nombre solo de Gedeón les resultaba
ahora tan temible como para perturbarles el sueño.
III. Finalmente, Gedeón cobró con esto ánimos extraordinarios. No le importó que le
comparasen con un pan de cebada, si tales efectos había de producir. Dio a Dios la
gloria por ello y adoró; esto es, en una breve jaculatoria, dio al Señor alabanza y
gratitud por la victoria de la que ahora estaba tan seguro. Así que hizo partícipes a sus
amigos del ánimo que había cobrado (v. 15): Levantaos, porque Jehová ha entregado el
campamento de Madián en vuestras manos.
Versículos 16–22
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Jueces

  • 1. JUECES Este libro, que en hebreo se llama Shofetim (Jueces), y en el griego de los LXX Kritaí, contiene la historia de Israel desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de Samuel, con el que comienza el primer Libro de Samuel. Discuten los comentaristas sobre la duración de este período. Mientras el Dr. Lighfoot opina que abarcó el espacio de 299 años, el Dr. L. Wood fundamenta bien su opinión de que fueron 340. Los jueces fueron líderes providencialmente levantados por Dios para salvar a Israel del acoso de sus enemigos, cuando éstos prevalecían a causa de los pecados del pueblo. Estos líderes surgieron de ocho diferentes tribus. Así se difundió este honor ampliamente por todo Israel hasta centrarse posteriormente en Judá. Los dos últimos jueces, que no aparecen en este libro, surgieron de la tribu de Leví. Parece ser que no surgió ningún juez de las tribus de Rubén, Simeón, Gad y Aser. En cuanto a la situación espiritual de Israel durante este período: I. No aparece tan elevada como podríamos esperar que fuese, al estar regidos por leyes tan justas y animados con promesas tan buenas, sino que los hallamos malamente corrompidos por dentro y malamente oprimidos desde fuera por los enemigos circundantes. II. Sin embargo, no todo es sombrío en este libro; aun cuando había muchos que caían en la idolatría, había también muchos que continuaban fieles, y el servicio o culto en el tabernáculo nunca fue interrumpido, sino conservado de acuerdo con la ley de Moisés. III. Por lo que vemos, cada tribu actuaba con cierta independencia, sin un jefe ni una asamblea común, lo cual ocasionó graves diferencias entre ellos y les impidió obrar grandes cosas conjuntamente. IV. El gobierno de los jueces no era, de ordinario, constante, sino que surgían y eran capacitados por el Espíritu de Dios cuando llegaba la ocasión de vengar a Israel de sus enemigos y purificar al pueblo de sus idolatrías. Débora, la profetisa, parece haber sido una excepción, pues juzgaba constantemente al pueblo, aun antes de presentarse la oportunidad de defender a Israel de sus enemigos. V. Durante el gobierno de los jueces, Dios era, de una manera especial, el Rey de Israel, como les hace ver Samuel al pedir ellos tener un rey como las demás naciones (1 S. 8:5; 12:12). En Hebreos 11:32, se mencionan los nombres de cuatro jueces: Gedeón, Barac, Sansón y Jefté. El erudito obispo Patrick opina que el escritor de este libro fue Samuel. CAPÍTULO 1 Este capítulo nos refiere el avance que algunas tribus de Israel llevaron a cabo, después de la muerte de Josué, en la conquista de la tierra de Canaán. Como suele decirse, Josué quebró el cuello del enemigo y puso a Israel en situación favorable para haber alcanzado pronto la victoria completa, si no hubiese sido por la apatía de la mayoría de las tribus en expulsar al enemigo. Se nos dice: I. Que las tribus de Judá y Simeón actuaron bravamente, pero: II. Las otras tribus actuaron cobardemente. III. No se nos dice cómo actuaron las tribus de Isacar y las dos tribus y media de allende el Jordán. Versículos 1–8 I. Los hijos de Israel consultaron el oráculo de Dios para saber cuál de las tribus había de comenzar la campaña de limpieza de enemigos en el país. La pregunta fue: ¿Quién de nosotros subirá primero? (v. 1). Podemos suponer que, para este tiempo, ya se habían multiplicado en los lugares que ocupaban, de tal forma que el espacio que ocupaban les resultaba estrecho. No sabemos si es que cada tribu deseaba el honor de ser la primera en comenzar la campaña, o si cada tribu tenía más bien miedo de ser la primera. II. Dios ordenó que Judá subiese primero y les prometió éxito en la empresa (v. 2): «He aquí que yo he entregado la tierra en sus manos para que sea poseída; por tanto,
  • 2. entregaré en sus manos al enemigo que de momento está en posesión de ella». ¿Por qué había de ser Judá la primera tribu en subir? 1. Por ser la tribu más numerosa y poderosa. 2. Por ser la primera en dignidad, por lo que también debía ser la primera en cumplir con este deber. Era la tribu de la que había de surgir el Señor según la carne. Así que, en Judá, el León de esa tribu había de acometer el primero. De modo similar, Cristo fue el primero en enfrentarse con los poderes de las tinieblas y vencerlos, y así nos animó para vencer en nuestras luchas con esos poderes; en Cristo, somos más que vencedores (Ro. 8:37). III. Así pues, Judá se dispone a subir, pero pide a su hermano y vecino Simeón que suba con él uniéndose así en la empresa las fuerzas de las dos tribus (v. 3). Los fuertes no han de despreciar la ayuda de los débiles. Judá era la tribu más considerable de todas y Simeón la menos considerable, a pesar de lo cual Judá pide ayuda a Simeón. La cabeza no le puede decir al pie: No te necesito, puesto que somos miembros los unos de los otros. IV. Las fuerzas confederadas de Judá y Simeón salen al campo de batalla (v. 4): Y subió Judá. Y Simeón subió con él (v. 3). Es probable que el comandante en jefe de esta expedición fuese Caleb. Por lo que sigue (vv. 10, 11), parece ser que él no estaba aún en posesión de la heredad que le correspondía. Fue una bendición tener un general tan valiente. V. Dios les dio éxito completo. Ya sea que ellos invadiesen primero el campo del enemigo, o que fuese éste el primero en tocar alarma, lo cierto es que Jehová entregó en sus manos al cananeo y al ferezeo (v. 4). Respecto de esta campaña se nos dan los siguientes detalles: 1. El ejército enemigo fue derrotado en Bézec o cerca de la ciudad, el lugar al que los soldados de Judá y Simeón habían subido, y en el que, más adelante, tuvo Saúl una especie de cuartel general (1 S. 11:8). Allí mataron a 10.000 hombres. Gran victoria, conseguida no con propias fuerzas, sino con la ayuda de Dios. 2. El rey enemigo fue hecho prisionero. Su nombre era Adoní-Bézec, que significa Señor de Bézec. Después de capturarlo, le cortaron los pulgares de manos y pies a fin de que, en lo sucesivo, no pudiese batallar ni huir (v. 6). Sería bárbaro este modo de proceder con un hombre ya vencido y a merced de ellos, si no fuese porque era un corrompido cananeo que había abusado de setenta reyes de un modo similar. (A) Cuán elevada había sido hasta entonces la posición de este hombre pero ahora era un desdichado prisionero, reducido a la miseria y al dolor. (B) Cuán extensa era la desolación que había llevado a cabo anteriormente, pues había subyugado a setenta reyes; de forma que, como dice Lightfoot, «Judá, al subyugar a Adoní-Bézec, subyugó en realidad a setenta reyes más». (C) Cuán justamente fue tratado del mismo modo que había tratado a otros. (D) Cuán sinceramente confesó la justicia de Dios en ello: Como yo hice, así me ha pagado Dios (v. 7). (v. 8). VI. Se hace especial mención de la conquista de Jerusalén. Versículos 9–20 Sigue un ulterior relato de la gloriosa campaña de Judá y Simeón: I. La heredad de Judá quedó limpia de enemigos, pero no por completo. Fueron expulsados los que habitaban en las montañas (vv. 9, 19), las que rodean Jerusalén, pero los que habitaban en el valle les hicieron resistencia, pues poseían carros herrados, como los que vimos en Josué 17:16. Pensaron los de Judá que no era buena medida combatir contra ellos, olvidando que los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares (Sal. 68:17). Permitieron así que el miedo prevaleciera contra la fe y no pusieron su confianza en el poder de Dios contra toda fuerza material, batiéndose en retirada cuando con una sola embestida podían haber completado sus victorias.
  • 3. II. Caleb fue puesto en posesión de su heredad de Hebrón. Ésta le había sido otorgada por Josué hacía unos diez o doce años, pero, como él prefirió servir antes a los intereses de la comunidad, y ayudar al pueblo a establecerse, antes que mirar por su propio interés, parece ser que no había tomado aún posesión de su heredad. Tan contento estaba de servir a los demás, que no le importó ser servido el último. Pero ahora los hombres de Judá venían en su ayuda para la conquista de Hebrón (v. 10) y le pusieron a Caleb en posesión de la ciudad (v. 20). Ahora Caleb, para corresponder a la amabilidad de sus paisanos, está impaciente por ver la ciudad de Debir en manos de los de Judá y, para darles ánimo, ofrece su hija por mujer al hombre que tome el mando de las tropas que vayan a conquistar la ciudad (vv. 11, 12). Se ofrece valientemente Otoniel y conquista así la ciudad y la mujer (v. 13). III. Simeón, por su parte, ayudado por Judá, derrotó a los cananeos que moraban en sus fronteras (vv. 17, 18). En la parte oriental de la heredad de Simeón, conquistaron Sefat y le pusieron por nombre Hormá, que significa destrucción. En la parte occidental, tomaron Gaza, Ascalón y Ecrón (según el texto masorético, corregido por los LXX en el sentido de que no las tomaron, como puede verse por el versículo siguiente. Posteriormente, las habitaron los filisteos. Nota del traductor). IV. Los cineos ganaron una heredad dentro de la tribu de Judá, pues se unieron a esta tribu por ser la más fuerte, y así esperaban estar más seguros (v. 16). Estos cineos eran descendientes de Jetró el suegro de Moisés. Al principio se habían asentado en Jericó la ciudad de las palmeras (Dt. 34:3), ciudad que no había de ser reedificada y, por ello, muy adecuada para los acostumbrados a vivir en tiendas de campaña y a no echar de menos las viviendas cómodas. Pero después se trasladaron al desierto de Judá. Al ser un pueblo pacífico y que se contentaba con poco, Israel le prestó esta atención. Los que a nadie molestaban, por nadie fueron molestados. Bienaventurados los apacibles, porque ellos heredarán la tierra (Mt. 5:5). Versículos 21–36 Nos refiere en qué forma actuaron las demás tribus en lo tocante a los cananeos que se quedaron en el país. I. Benjamín descuidó expulsar a los jebuseos de la parte de la ciudad de Jerusalén que había tocado en suerte a dicha tribu (v. 21). Judá les había dado un buen ejemplo (v. 9) pero ellos no les imitaron por falta de resolución. II. En cuanto a la casa de José: 1. Se esforzaron por posesionarse de Betel (v. 22). Esta ciudad es mencionada, en Josué 18:22, como perteneciente a la tribu de Benjamín. Pero aquí la vemos tomada por los de José (v. 23). Como ciudad fronteriza, parece ser que la línea de demarcación pasaba así por en medio de la ciudad, perteneciendo una mitad a Benjamín, y la otra a Efraín. En este relato de la expedición de los efrainitas contra Betel es de observar: (A) Su interés en el favor de Dios: Jehová estaba con ellos lo mismo que habría estado con las demás tribus si se hubiesen comportado como Dios había mandado. (B) Las prudentes medidas que tomaron para conquistar la ciudad. Enviaron espías para hallar qué parte de la ciudad era la más débil (v. 23). Estos espías adquirieron buena información de un hombre que les mostró una entrada privada a la ciudad. Parece ser que este hombre no quiso unirse al pueblo de Dios, sino que se retiró a una colonia de los heteos, los cuales se habían marchado a Arabia cuando Josué invadió el país. Allá se fue este hombre a vivir y edificó allí una ciudad a la que puso por nombre Luz, que era el antiguo nombre de Betel. Prefirió así conservar el antiguo nombre de su ciudad nativa, que significa almendro, más bien que Betel, que significa casa de Dios.
  • 4. (C) Éxito de los efrainitas. Los espías trajeron o enviaron recado del informe que les había dado el hombre, tomaron la ciudad por sorpresa y la pasaron a filo de espada (v. 25). 2. Aparte de este éxito, no parece que los hijos de José hiciesen ninguna otra cosa digna de mención. III. Zabulón, quizá por su inclinación al comercio marítimo (pues le había sido predicho que sería puerto de barcos), descuidó arrojar a los habitantes de Quitrón y de Naalal (v. 30), y se contentó con hacerlos tributarios. IV. Aser se portó peor que todas las demás tribus (vv. 31, 32), ya que no sólo dejó en manos de los cananeos mayor número de ciudades que los demás, sino también se conformó con morar entre los enemigos, en lugar de hacerlos tributarios. V. Neftalí permitió igualmente que los cananeos se quedasen entre ellos (v. 33), aunque poco a poco les fue exigiendo contribución. VI. Dan, por su parte, lejos de extender sus conquistas en el terreno que le había tocado en suerte, no tuvo ánimos para hacer frente a los amorreos y fue acosado por ellos hasta retirarse a los lugares de la montaña y vivir allí sin aventurarse a bajar al valle donde, con toda probabilidad, el enemigo poseía carros herrados (v. 34). Al bendecir Jacob en su lecho mortuorio a Judá, lo comparó a un león; a Dan lo comparó a una serpiente; obsérvese cómo Judá, con su bravura comparable a la del león, prevaleció y prosperó, mientras que Dan, con su astucia serpentina, no pudo ganar terreno. No siempre consigue la maliciosa astucia llevar a cabo los portentos que pretende hacer. VII. En conjunto, vemos que el pueblo de Israel descuidó, hablando en términos generales, su deber y su interés en la conquista de la tierra prometida; no hicieron lo que podían haber hecho para echar a los cananeos y hacerse sitio en Canaán. La misma causa que impidió a sus padres llegar pronto a la tierra y les detuvo durante cuarenta años en el desierto, les impidió ahora tomar plena posesión de la tierra. Esta causa fue la incredulidad. Por desconfiar del poder y de las promesas de Dios, perdieron los beneficios que podían haber obtenido y se ocasionaron a sí mismos miles de perjuicios. CAPÍTULO 2 I. Dios envía un mensaje especial por medio de un ángel (vv. 1–5). II. Se nos da también una idea general de la situación de Israel durante la época de los jueces. 1. Su adhesión a Dios mientras vivieron Josué y los ancianos de la anterior generación (vv. 6–10). 2. Su posterior idolatría (vv. 11–13). 3. El desagrado de Dios y los castigos que les envió (vv. 14–15). 4. La compasión que tuvo de ellos, mostrada en los líderes que hizo surgir entre ellos para librarles (vv. 16–18). 5. Su recaída en la idolatría (vv. 17–19). 6. El punto final que Dios, en su ira, puso a los éxitos primeros de su pueblo (vv. 20–23). Versículos 1–5 Uno de los grandes privilegios de Israel fue recibir del Cielo frecuentes mensajes, ya de reproche, de corrección o de instrucción, según los casos. Además de la palabra escrita que tenían delante, con frecuencia oían a sus espaldas palabra que decía: Éste es el camino (Is. 30:21). De este modo comienza aquí el modo como obraba Dios con ellos. En estos versículos tenemos un sermón de avivamiento que les fue predicado cuando su estado espiritual se iba enfriando. I. El predicador fue el ángel de Jehová (v. 1). Por la nomenclatura y el contexto, no cabe duda de que se trata del «ángel del pacto», esto es, el propio Señor preencarnado, como se había aparecido antes a Josué (Jos. 5:14–15) y, después, a Gedeón (6:11 y ss.), a los padres de Sansón (13:3 y ss.), etc. II. Las personas a las que fue predicado el sermón: Todos los hijos de Israel (v. 4). ¡Gran congregación para tan gran predicador! El lugar es llamado Boquim (v. 1), pues
  • 5. se ganó el nombre en esta ocasión. Todo Israel merecía el reproche y la advertencia que aquí se le dieron. III. El mensaje fue corto, pero muy directo. Dios les dice aquí claramente: 1. Lo que había hecho por ellos (v. 1). Los había sacado de Egipto, país de esclavitud y fatigas, a Canaán, tierra de reposo, libertad y abundancia. 2. Lo que les había prometido: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros. 3. Lo que esperaba razonablemente de ellos (v. 2): Que, al haber entrado en pacto con Jehová su Dios no habían de pactar con los moradores de la tierra, que eran enemigos de Dios y de Israel: y que, al haber levantado altar y santuario a Dios, debían derribar los idolátricos altares de los cananeos, para que no sintieran la tentación de adorar y servir a los dioses. 4. Que, precisamente en esto, en lo que más había insistido Dios, ellos le habían desobedecido: Vosotros no habéis atendido mi voz. 5. Lo que ellos habían de esperar a causa de esta locura (v. 3). Se engañan los que esperan sacar provecho de la amistad de los enemigos de Dios. IV. Es muy notable el éxito que tuvo este sermón: El pueblo alzó su voz y lloró (v. 4). Pero esto no bastaba; lloraron, pero no se enmendaron, pues no se nos dice que destruyesen los vestigios de idolatría que había en medio de ellos. Debían haber roto sus relaciones con sus enemigos cosa que no hicieron. Siempre nos es más fácil emprender un camino malo que dejarlo una vez emprendido. Más fácil es al creyente formar amistades con los no creyentes que romperlas después de formadas. Hay muchos que parecen derretirse por la acción de la Palabra de Dios, pero se endurecen de nuevo antes de ser echados en el nuevo molde. No obstante, este llanto general: 1. Dio al lugar un nuevo nombre (v. 5): lo llamaron Boquim que significa los que lloran. 2. Les impulsó a ofrecer allí sacrificios a Jehová, bajo la llamada encina del llanto (Gn. 35:8), al norte de Betel, sin intentar por eso levantar allí un nuevo santuario, diferente del de Siló, donde estaba el altar de Dios. Versículos 6–23 El ángel había predicho que los cananeos y sus ídolos les habían de ser lazo y trampa a los israelitas. Ahora, el historiador va a demostrar que así fue; y, para que esto aparezca más claro, echa una mirada retrospectiva para que se tome nota: 1. Del feliz asentamiento del pueblo en el país de Canaán. Después de bendecir al pueblo, Josué les había despedido para que fuesen a tomar pacífica posesión de la tierra (v. 6). 2. De su perseverancia en la fe y el temor del santo nombre de Dios mientras vivió Josué (v. 7). 3. De la muerte y sepultura de Josué, lo cual fue un golpe fatal para los intereses de la verdadera religión en Israel (vv. 8–9). 4. Del surgimiento de una nueva generación (v. 10), la cual estaba tan enteramente entregada a las cosas del mundo, que les importaba muy poco del verdadero Dios y del servicio que debían prestarle, por lo que fácilmente se desviaron hacia los falsos dioses y sus abominables supersticiones. Se nos da, a continuación, una idea general de la secuencia histórica de Israel durante el período de los jueces: I. Israel abandonó a su Dios. En general, hicieron lo malo; nada peor pudieron hacer que provocar así a Dios, y nada más perjudicial para ellos mismos, y lo hicieron ante los ojos de Jehová (v. 11). En particular: 1. Dejaron a Jehová (v. 12; y, de nuevo, en el v. 13); éste fue uno de los dos grandes males que hicieron (V. Jer. 2:13). Se habían unido, por pacto, a Jehová, pero ahora lo abandonaron, como una mujer que se separa traidoramente de su marido. 2. Después de abandonar al verdadero Dios, no se hicieron ateos, pues no eran tan necios como para decir: No hay Dios (Sal. 14:1; 53:1), sino que se fueron tras otros dioses; les quedaba algo de su antigua condición, puesto que deseaban tener algún dios, pero estaban tan corrompidos que multiplicaban sus dioses, cualesquiera fuesen éstos, y seguían así la forma, no la norma, del culto religioso. Baalim significa señores,
  • 6. Ashtaroth significa estrellas, de la raíz babilónica Istar, ya que los israelitas cambiaron el primitivo nombre Astarté en Ashtoreh, que es el singular (deidad femenina) de Ashtaroth. Así se hicieron muchos dioses y muchos señores. II. El Dios de Israel fue provocado a ira por ello, y los entregó en manos de sus enemigos (vv. 14, 15). 1. La balanza de la victoria se inclinó de la parte contraria. Dios estaba dispuesto a conceder el éxito a quienes no le habían conocido ni le habían pertenecido, antes que a quienes, después de conocerle y pertenecerle, le habían abandonado. 2. La balanza del poder se volvió igualmente, por supuesto, contra ellos. III. El Dios de infinita misericordia tuvo compasión de ellos en sus momentos de apuro, aunque ellos se habían metido en el apuro por su insensatez y su pecado, y les proporcionó liberación. 1. La fuente de esta liberación. Brotó puramente de la tierna compasión de Dios; la razón se hallaba dentro de Sí mismo, no en los merecimientos de ellos. Ellos mismos gemían bajo la opresión de sus enemigos (v. 18), más bien que bajo la opresión de sus pecados, pero aun así Jehová era movido a misericordia, puesto que ahora es el día de su paciencia y de nuestra prueba, a pesar de que ellos (como también nosotros) no merecían otra cosa que perecer bajo la maldición de Dios. 2. Los instrumentos de su liberación. Dios levantaba jueces de entre ellos, conforme lo requería la ocasión; hombres a quienes Dios capacitaba por modos extraordinarios y con poderes especiales para reformar y libertar a Israel, y con quienes Jehová estaba para coronar sus empresas con magníficos resultados. Obsérvese: (A) Que, aun en los días de mayor degeneración y de mayor agobio para la Iglesia, habrá quienes sean capacitados por Dios para reavivar lo mortecino y enderezar lo torcido. (B) Que Dios reviste de prudencia y valor a ciertos hombres, y les da corazón y ánimos para actuar y aventurarse a empresas difíciles. Todos los que de alguna manera son una bendición para su país, han de ser considerados como un regalo de Dios. IV. Los degenerados israelitas no se reformaban de modo efectivo y permanente, ni siquiera mediante la acción de los jueces (vv. 17–19). Habían sido desposados con Dios, pero quebrantaban el vínculo conyugal y se prostituían con otros dioses. La idolatría es adulterio espiritual. Se corrompían más que sus padres (v. 19), como esforzándose en superarles, en multiplicar dioses extraños e inventar formas de adoración profanas e impías, en flagrante contradicción a los esfuerzos de los reformadores. V. La justa decisión de Dios, por ese motivo, de continuar castigando al pueblo con la vara del escarmiento. Después de la muerte de Josué, fue poco lo que se hizo, durante mucho tiempo, para echar del país a los cananeos: Israel era indulgente con éstos y se iba familiarizando con ellos, por lo que Dios resolvió no volver a arrojarlos (v. 21). Dios abandonó a Israel a sus propios temores y a sus propios engaños (V. Is. 66:3, 4). De manera semejante, los hombres ceden a sus malvados deseos y corruptas pasiones, por lo que Dios les entrega justamente en manos de su propia corrupción bajo el poder del pecado (v. Ro. 1:28), con lo que se precipitan rápidamente en la más completa ruina. CAPÍTULO 3 I. Una relación general de los enemigos de Israel y del daño que causaron al pueblo de Dios (vv. 1–7). II. Un informe particular de las bravas hazañas llevadas a cabo por los tres primeros jueces: 1. Otoniel, a quien Dios levantó para luchar contra el rey de Mesopotamia (vv. 8–11). 2. Eúd, que fue usado para rescatar a Israel de manos de los moabitas (vv. 12–30). 3. Samgar, que se señaló en un encuentro con los filisteos (v. 31). Versículos 1–7 Se nos refiere aquí quiénes quedaron de los antiguos habitantes de Canaán. Algunos quedaron unidos en cierta especie de corporación, como los cinco príncipes de los filisteos (v. 3), a saber, de Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón (Jos. 13:3; 1 S. 6:17).
  • 7. Había un grupo llamado específicamente cananeos, limítrofes de los sidonios, en las costas del Mediterráneo. Y, al norte, los heveos ocupaban buena parte del monte Líbano. Aparte de éstos, estaban dispersos por el país muchos otros grupos étnicos (v. 5). Respecto de todos estos grupos de nativos que se quedaron en el país, obsérvese: I. Cuán sabiamente permitió Dios que se quedasen. Al final del capítulo anterior, se menciona este hecho como un acto de la justicia de Dios a fin de que sirviesen de correctivo a Israel. Pero aquí se añade que lo hizo para probar a Israel, como un acto de sabiduría, a fin de que los que no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán … conociese, esto es, aprendiese, la guerra (vv. 1, 2). Como el terreno de Israel caía en medio de naciones enemigas, era necesario que fuesen bien entrenados en la milicia, no sólo para defenderse cuando algún enemigo invadiese sus fronteras, sino también para poder ensanchar sus límites conforme al espacio que Dios les había prometido. II. Cuán malvadamente se mezcló Israel con los grupos que habían permanecido en el país. 1. Se unieron en matrimonio con los cananeos (v. 6), aunque estas uniones no convenían ni a su honor espiritual ni a su ventaja material. 2. Así fueron conducidos a unirse a ellos en la adoración y servicio de los falsos dioses (v. 6): los baales y las imágenes de Aserá (v. 7), es decir, las imágenes que adoraban en el hueco formado en el interior de gruesos árboles, lo que les servía como una especie de santuario natural. Bajo un yugo tan desigual, era de temer que los malos corrompieran a los buenos más bien que el que los buenos reformasen a los malos, lo mismo que ocurre cuando se colocan juntas dos peras una corrompida y la otra sana. Al servir a los dioses falsos, olvidaron a Jehová su Dios (v. 7). Versículos 8–11 Llegamos ahora al informe del gobierno de los primeros jueces; en primer lugar, de Otoniel, en quien el relato de este libro se une con el del libro de Josué. Tenemos en esta breve narración del gobierno de Otoniel: I. El apuro por el que Israel estaba pasando a causa de su pecado (v. 8). Dios estaba justamente descontento de Israel, y los vendió a las naciones, como quien vende bienes que han perdido su valor, y el primero que acudió a la compra fue Cusán-Risatáyim, rey de Mesopotamia, país llamado así por caer en medio de los ríos Tigris y Éufrates. Con afán de ensanchar sus dominios, invadió primero las dos tribus de allende el Jordán que eran limítrofes con su reino y, después, tal vez gradualmente, penetró en el corazón del país, exigió rigurosos tributos por donde pasaba y, quizá, dejó guarniciones de soldados. II. Bajo esta aflicción, Israel clamó a Jehová (v. 9). Los que en días de fiesta y jolgorio acudían a los baales y a las imágenes de Aserá, en tiempo de aflicción y apuro se volvían a Jehová. III. Dios se volvió a ellos en su misericordia para libertarlos. 1. El libertador humano fue Otoniel, el que se casó con la hija de Caleb y uno de los pertenecientes a la anterior generación, que había visto las maravillas de Jehová. Podemos suponer que ya estaba entrado en años cuando Dios le confió esta empresa y le otorgó tal honor. 2. No fue comisionado de hombre ni por hombre, sino por el Espíritu de Jehová (v. 10), el espíritu de sabiduría y de fortaleza que le equipó para este servicio. 3. El método que empleó: Primero, juzgó a Israel, los reprendió y los reformó y, después, los condujo a la guerra. Este era el método correcto. El enemigo interior, el pecado, ha de ser vencido antes, para que el enemigo exterior pueda ser derrotado con facilidad. Si Jehová es nuestro Juez, nuestro Legislador y nuestro Rey, Él nos salvará (Is. 33:22). Ése es el camino de la liberación, y no hay otro. 4. El éxito que tuvo. Quebrantó el yugo de la opresión, pues leemos que Jehová entregó en su mano a Cusán-Risatáyim. 5. Las felices consecuencias de los buenos servicios de Otoniel: Reposó la tierra cuarenta
  • 8. años (v. 11). Y el beneficio obtenido habría sido perpetuo, si ellos hubiesen cumplido con su deber de mantenerse fieles a su Dios. Versículos 12–30 El siguiente juez es Eúd, y aquí tenemos un informe de las hazañas que llevó a cabo. I. Siempre que Israel peca, Dios hace surgir un nuevo opresor (vv. 12–14). Quizá pensaron los israelitas que, al haberse debilitado el antiguo opresor, podían vivir a sus anchas en sus antiguos vicios. Pero Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel (v. 12). Este opresor estaba más cerca que el anterior, con lo que podía hacerles mayor daño. El rey de Moab tomó por ayudantes a los amonitas y a los amalecitas (v. 13) y, con este refuerzo, prevaleció contra Israel. 1. Batió a los israelitas en el campo de batalla (v. 13), no sólo a las tribus cercanas de la otra orilla del Jordán, sino también a las de este lado del Jordán, pues tomó la ciudad de las palmeras, cerca de donde había estado situada Jericó (Dt. 34:3). 2. Y le sirvieron los hijos de Israel (v. 14), esto es, le pagaron tributo, ya fuese en dinero o en frutos de la tierra, durante dieciocho años. II. De nuevo clamó Israel a Dios, y de nuevo levantó Dios a otro libertador, llamado Eúd (v. 15). De él se nos dice: 1. Que era benjaminita. La ciudad de las palmeras caía dentro de esta tribu, con lo que es probable que esta tribu sufriera más que ninguna otra y, por ello, se preparó a sacudirse el yugo. Al ser la tribu más débil, Dios hizo surgir de ella un libertador. 2. Que era zurdo, como parece que lo eran muchos de esta tribu (20:16). Benjamín significa hijo de la mano derecha; sin embargo, es curioso que tantos hombres de esa tribu fuesen zurdos, pues no siempre corresponde la naturaleza de un hombre al nombre que lleva. Dios escogió a un zurdo (lit. impedido de la mano derecha, lo que no quiere decir otra cosa sino que tenía el brazo izquierdo más fuerte o, quizá, que era ambidextro) para que fuese el varón de su diestra (Sal. 80:17). Fue la diestra de Dios la que ganó la victoria para Israel (Sal. 44:3), no la diestra de los instrumentos que empleó. 3. Lo que hizo Eúd para librar a Israel de las manos de los moabitas: (A) Dio muerte a Eglón. Digo que dio muerte, no que lo asesinó, porque obró como juez de la justicia divina, y ejecutó sobre él el justísimo juicio de Dios. Para ello: (a) Buscó la ocasión de tener fácil acceso al rey. Se ve que era hombre muy hábil y, por eso, los de su tribu le comisionaron a él para llevar al rey de Moab un presente, aparte de los tributos que le pagaban, y congraciarse así a los ojos de él (v. 15). Eúd cumplió a maravilla su comisión, sin levantar sospechas de ninguna clase. (b) Desde el principio, planeó Eúd matar a Eglón, como se ve por las precauciones que adoptó, ya que se proveyó de una daga lo bastante corta para poder disimularla bajo los vestidos (v. 16), y la ciñó al lado derecho, con lo que podía usarla más cómodamente al ser zurdo, y más disimuladamente por llevarla en un lado que no era el corriente. (c) Se las arregló para quedarse con el rey a solas, ahora que podía hacerlo más fácilmente por haberse congraciado con Eglón por medio de la presentación del regalo. Le pidió audiencia privada, que le fue concedida en la sala de verano del rey (v. 20). Le dijo que tenía un secreto que comunicarle, por lo que el rey despachó a todos sus ayudantes (v. 19). (d) Cuando se quedó a solas con Eglón, Eúd le dijo que tenía un mensaje de Dios para él (v. 20). Este mensaje era la daga que llevaba y le fue comunicado no a la oreja, sino a las entrañas mismas donde quedó totalmente encerrado (vv. 21, 22). Eglón significa ternero y, como ternero bien cebado («era hombre muy grueso»—v. 17) cayó a punta de cuchillo en sacrificio agradable a la justicia divina. En nuestro tiempo, Dios no da tales comisiones y pretenderlas en nombre de Dios es la peor de las villanías. (e) La providencia de Dios ayudó estupendamente a Eúd para que escapase después de la ejecución. El tirano cayó sin decir palabra y Eúd, con admirable calma, cerró tras
  • 9. sí la puerta y la aseguró con el cerrojo, luego atravesó por entre la guardia de palacio con aire de inocencia, audacia y despreocupación. Cuando los sirvientes vinieron a la puerta de la sala y la encontraron cerrada, pensaron que el rey estaba haciendo sus necesidades (éste es el sentido del eufemismo «cubre sus pies»—v. 24. Comp. con 1 S. 24:3, 4). Para el tiempo en que ellos abrieron la puerta, Eúd estaba ya a buen recaudo, en Seirat (v. 26). (B) Después de matar al rey, Eúd dio buena cuenta de las fuerzas moabitas que estaban entre ellos, de forma que quebrantó completamente el yugo de la opresión bajo la que gemía el pueblo de Israel: (a) Formó inmediatamente un ejército en el monte Efraín a cierta distancia del cuartel general de los moabitas, y al frente (v. 27) de las tropas de Israel, se lanzó contra el enemigo. La trompeta de cuerno que tocó fue verdaderamente trompeta de jubileo que proclamaba libertad a los hijos de Israel, quienes por tan largo tiempo no habían oído otras trompetas que las de sus enemigos. (b) Como hombre piadoso que era, y guiado por fe en todo lo que hacía, tomó ánimo él mismo, y lo comunicó a sus soldados, del poder con que Dios le había capacitado (v. 28): «Seguidme, porque Jehová ha entregado a vuestros enemigos los moabitas en vuestras manos». (c) Como general experto en estrategia, aseguró primero los vados del Jordán, y puso guardia en todos los pasos, a fin de cortarle al enemigo las comunicaciones. Luego, cayó sobre ellos y los pasó a filo de espada: no escapó ninguno (v. 29). (C) La consecuencia de esta victoria fue que el poder de los moabitas fue totalmente quebrantado en la tierra de Israel. El país permaneció libre de sus opresores y quedó tranquilo por ochenta años (v. 30). Versículo 31 El otro lado del país que da al suroeste estaba por este tiempo infestado de filisteos, contra los que combatió Samgar. 1. Parece ser que esta parte de Israel necesitaba urgentemente liberación, pues leemos que Samgar salvó a Israel. Posteriormente, fue Débora la que, en su cántico, expresó el aprieto en que Israel se halló entonces (5:6): «En los días de Samgar … quedaron abandonados los caminos». 2. Dios le levantó a él para que librase a Israel cuando, según parece, todavía vivía Eúd. No era muy considerable el número de los enemigos, pues leemos que mató a seiscientos hombres de los filisteos con una aguijada de bueyes, y con ello adquirió libertad y salvación esta parte del territorio de Israel. El que después capacitó, con su Espíritu, a unos pescadores para que fuesen los Apóstoles del Cordero, capacitó también a unos boyeros para que fuesen jueces y generales cuando así le plugo. No importa la debilidad del arma cuando es Dios quien da fuerza al brazo y dirección a la mente. Cuando a Dios le place, una aguijada de buey puede hacer más que la espada de Goliat. CAPÍTULO 4 Historia de Débora y Barac. I. Israel se aparta de Dios (v. 1). II. Israel, bajo la opresión de Jabín (vv. 2–3). III. Débora, juez de Israel (vv. 4–5). IV. Israel es rescatado de las manos de Jabín por la acción concertada de Débora y Barac (vv. 6–24). Versículos 1–3 I. Apostasía de Israel: Volvieron a hacer lo malo. 1. La extraña fuerza de la corrupción, que precipita a los hombres en el pecado, por mucha que sea la frecuencia con que ellos experimentan sus fatales consecuencias. 2. Los malos efectos que suele tener una tranquilidad demasiado larga. El país había estado tranquilo durante ochenta años (3:30), lo cual debería haberlos confirmado en su adhesión a Dios, pero, por el contrario, los volvió presuntuosos y confiados. 3. La gran pérdida que supone para una nación la muerte de los buenos gobernantes: Después de la muerte de Eúd, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová.
  • 10. II. Israel es oprimido por sus enemigos. Como ellos abandonaron a Dios, Dios los abandonó a ellos, y vinieron a ser presa fácil de cualquier opresor. Jabín era rey de Hazor, como lo había sido otro del mismo nombre, quizás antepasado suyo, al que Josué derrotó y mató, incendiando después su ciudad (Jos. 11:1, 10). Parece ser que andando el tiempo, la ciudad fue reedificada. Jabín y su general Sísara oprimieron con crueldad a los hijos de Israel por veinte años (vv. 2–3). Lo que agravó esta opresión fue que estos cananeos habían sido vencidos y subyugados anteriormente por los israelitas, conforme habían sido sentenciados de antiguo a ser siervos de los semitas (Gn. 9:25), y habrían estado ahora bajo los pies de Israel si no hubiese sido por la pereza, la cobardía y la incredulidad del pueblo de Dios. III. Israel se vuelve a Dios: Clamaron a Jehová (v. 3), cuando se vieron en apuros, sin vislumbrar otra salida. Versículos 4–9 Por fin llegó el día feliz de los redimidos, cuando Israel iba a ser librado de las manos de Jabín. I. La preparación del pueblo para esta liberación, mediante el gobierno y el don profético de Débora (vv. 4–5). Su nombre significa abeja, y ella correspondió a su nombre por su laboriosidad, sagacidad y gran utilidad para la nación; dulce para sus amigos y dolorosa para sus enemigos. Era esposa de un tal Lapidot, que significa lámparas. Dicen los rabinos que se había dedicado antes a confeccionar mechas para las lámparas del tabernáculo, con lo que Lapidot vendría a ser un apelativo de oficio, más bien que el nombre de su marido. En todo caso, le venía muy bien ese apelativo, como mujer de luces, por su extraordinaria prudencia y sabiduría. Lo que de cierto se nos dice de ella es que: 1. Era una mujer que tenía comunión íntima con Dios, pues era profetisa. 2. Estaba dedicada totalmente al servicio de Israel. Era juez de Israel en el tiempo en que Jabín los oprimía. Juzgaba, no como princesa que ostenta una autoridad gubernativa, sino como profetisa (hebreo nebiah—femenino de nabí), es decir, transmisora de los mensajes de Dios al pueblo. 3. Se nos dice que habitaba (o, según prefieren traducir otros, se sentaba), debajo de una palmera, la cual se llamó, a raíz de esto, la palmera de Débora. Ya fuese que su casa estuviese cercana a esa palmera, o que ejerciese su oficio al aire libre, lo cierto es que la palmera era un buen emblema de la justicia que administraba, la cual se crece ante la oposición, como la palmera bajo presión. II. El plan proyectado para la liberación de Israel. Débora no era la persona adecuada para ponerse al frente de un ejército, al ser mujer, pero ella fue la que designó como general a Barac de Neftalí. Ni éste podía hacer nada sin la cabeza de Débora, ni ella podía hacer nada sin las manos de Barac; pero entrambos formaron un libertador completo y obtuvieron una liberación total. 1. Bajo la dirección de Dios, ella ordenó a Barac juntar una tropa y hacer frente a las fuerzas de Jabín, mandadas por Sísara (vv. 6, 7). Es posible que Barac hubiese meditado por largo tiempo sobre el modo de combatir al enemigo, pero había dos cosas que le desanimaban: (A) Necesitaba que se le comisionase para formar un ejército. Y esto es lo que hizo Débora bajo la dirección de Dios y el sello del Cielo, ya que, como profetisa, podía darle la garantía necesaria: «¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en et monte de Tabor …?» (a) Le indica el número de hombres que ha de emplear: Diez mil (b) De dónde los ha de sacar: Únicamente de su tribu y de la de Zabulón que era colindante. (c) Dónde los ha de juntar: En el monte de Tabor, en la próxima vecindad.
  • 11. (B) Cuando él tuvo preparada la tropa, no sabía de qué forma había de atacar al enemigo, pero Débora le dijo: «Yo atraeré hacia ti … a Sísara … con sus carros y su ejército». Además, le prometió completo éxito: «Y lo entregaré (ella hablaba de parte de Dios) en tus manos. 2. A petición de Barac, ella promete acompañarle hasta el campo de batalla, ya que: (A) Barac insistía mucho en la necesidad de que ella estuviese presente, con lo que él se sentiría más confiado que con todo un consejo de guerra (v. 8): «Si tú vienes conmigo para instruirme y aconsejarme, haciéndome saber la voluntad de Dios en cualquier dificultad, yo iré de muy buena gana y no temeré los carros herrados; pero si no vienes conmigo, no iré». Ninguna satisfacción mayor para él que tener consigo a la profetisa, para dar ánimo a los soldados y para pedirle consejo cuando lo requiriese la oportunidad. (B) Débora le prometió ir con él (v. 9). No había peligro ni fatiga que pudiera desanimarla de hacer todo cuanto estuviera en su mano para el servicio de su país. Débora era el «vaso más frágil», sin embargo, su fe era más fuerte. Y aun cuando condesciende a ir con Barac, ante la insistencia de éste, le echa en cara con suave ironía, su falta de resolución y bravura. «Mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, como lo habría sido si hubieras marchado solo, porque en mano de mujer entregará Jehová a Sísara», esto es: (a) El mundo atribuirá la victoria a las manos de Débora. (b) Dios completará la victoria por mano de Jael. La labor de estas dos mujeres eclipsará la gloria de Barac. (C) No obstante esta reconvención de Débora, Barac estima el éxito de su empresa mucho más que su propio honor y, por consiguiente, no retira su petición. Versículos 10–16 I. Barac pide voluntarios y pronto tiene presta su cuota de soldados (v. 10). Aunque las tribus de Zabulón y Neftalí fueron las principales en aportar fuerzas, del cántico de Débora se desprende que algunos soldados habían venido de las tribus de Manasés e Isacar también (5:14–17), mientras que Rubén no había enviado los refuerzos que se esperaban de esa tribu. El versículo 11, paréntesis acerca del traslado de Héber al valle de Zaanaim, junto a Cedes, tiene por objeto introducir lo que sigue después acerca de la hazana de Jael, mujer de Héber cineo. II. Sísara entra en el campo de batalla con un ejército muy numeroso y poderoso (vv. 12, 13). La confianza de Sísara estaba principalmente en sus carros herrados; por eso se hace mención especial de sus 900 carros herrados (v. 13) tan efectivos para la destrucción del enemigo, como ya explicamos en otro lugar. III. Débora da la orden de ataque (v. 14). Dice Flavio Josefo que, cuando Barac vio desplegado el ejército de Sísara, y en ademán de rodear el monte de Tabor en el que se hallaban las tropas de Israel, su corazón desfalleció, pero Débora le animó a descender contra el enemigo: «Jehová ha entregado a Sísara en tus manos». Bien le vino a Barac tener consigo a Débora, pues ésta suplió lo que a él le faltaba: 1. De sabiduría, pues le dijo: «Éste es el día». 2. De valentía, pues le dijo: «¿No ha salido Jehová delante de ti?» IV. Es Dios mismo quien derrota al ejército enemigo (v. 15). No fue tanto lo que hizo Barac con su ataque por sorpresa, como lo que hizo Dios desde el Cielo, para derrotar completamente a Sísara. «Desde los cielos pelearon las estrellas»—cantó después Débora (5:20). Dice Josefo que estalló una tremenda tormenta de granizo, y grandes piedras cayeron sobre los rostros de los enemigos haciéndoles retroceder; de tal forma que vinieron a ser fácil presa de Israel con lo que se cumplió la profecía de Débora: «Jehová ha entregado a Sísara en tus manos».
  • 12. V. Barac persiguió al ejército en fuga, hasta el cuartel general de las fuerzas enemigas en Haroset (v. 16) y no perdonó la vida a ninguno de los que Dios había entregado en su mano: No quedó ni uno. Versículos 17–24 Hemos visto la completa derrota del ejército cananeo. Ahora vemos: I. La caída de su general, Sísara. Observemos los pasos contados de la caída de este poderoso capitán: 1. Descendió del carro, y huyó a pie (vv. 15, 17). ¡Qué miseria de hombre, vencido y desmontado! El que tanto confiaba en sus carros herrados para atacar, tiene que confiar en sus propios talones para escapar. 2. Al no tener baluarte ni lugar propio donde refugiarse, buscó cobijo en las tiendas de los cineos. Lo que le animó a cobijarse allí fue que, en aquel tiempo, había paz entre Jabín rey de Hazor, el amo de Sísara, y la casa de Héber cineo, en la que Sísara se refugió. Pensó, con falso fundamento, que allí estaría a salvo. 3. Jael le invitó a entrar y le dio la bienvenida. Es probable que estuviese ella a la puerta de la tienda para ver si alguien le daba noticias del resultado de la batalla. Con todo disimulo: (A) Jael le invitó a entrar. Es probable que, al ser su marido descendiente del suegro de Moisés, esperase la oportunidad de hacer algún favor a los hijos de Israel. (B) Le trató con toda amabilidad, como huésped invitado, para que se sintiera seguro en su casa. Podemos suponer que procuró que no se hiciese ningún ruido allí, a fin de que él se durmiese profundamente y cuanto antes. Ahora que Sísara se creía tan seguro, es cuando menos estaba a salvo. 4. Al estar él profundamente dormido, tomó Jael una estaca puntiaguda, como las usadas para fijar en el suelo las tiendas de campaña, y un martillo o mazo, y le metió la estaca por las sienes hasta coserlo con el suelo (v. 21). Tenía, sin duda, la garantía divina para hacer esto (V. el v. 23), por lo que su caso no puede, sin más, ser imitado, puesto que nadie puede arrogarse ahora una similar comisión de parte de Dios. Se deben observar religiosamente las leyes de la amistad y de la hospitalidad, y hemos de aborrecer aun el pensamiento de traicionar a cualquier persona a la que hayamos invitado y animado a poner su confianza en nosotros. Lo mismo que en el caso de Eúd con respecto a Eglón, podemos estar seguros de que Jael era consciente del impulso divino que la movía a llevar a cabo aquella acción y a quedar satisfecha con el feliz resultado de su estratagema. El que pensaba destruir a Israel con la multitud de sus carros herrados, quedó destruido con una estaca de madera. II. La gloria y el gozo de Israel por este triunfo. 1. Barac, el general del ejército israelita, encuentra muerto a su enemigo (v. 22); no cabe duda de que se quedaría ampliamente satisfecho de la parte que le cabía en este triunfo y de la gloria que se le seguía a Dios, así como de la confusión de sus enemigos. 2. Israel quedó totalmente libre de las manos de Jabín, rey de Canaán (vv. 23, 24). Con la victoria de este día, no sólo se sacudió de encima su yugo, sino que prosiguieron después victoriosamente contra él, hasta destruirle por completo. CAPÍTULO 5 Cántico triunfal que fue compuesto y cantado con ocasión de la gloriosa victoria que Israel había obtenido contra las fuerzas de Jabín. I. Comienza con alabanza a Dios (vv. 2–3). II. El núcleo del poema nos transmite el recuerdo de este gran acontecimiento, y se compara la intervención sobrenatural de Dios en este caso con la aparición de Dios en el Sinaí (vv. 4–5). III. Expone la situación calamitosa en que se hallaban antes y se invita a alabar a Dios a los que eran beneficiarios de tal éxito al presente (vv. 6–13). IV. Se tributa honor a las tribus que participaron en la batalla, y reproche a las que se negaron a contribuir (vv. 14–19). V. Se menciona de modo especial el hecho de que
  • 13. Dios luchó a favor de Israel, y el honor que le cupo a Jael de acabar con Sísara (vv. 20– 30). VI. El poema (y el capítulo) acaba con una oración a Dios (v. 31). Versículos 1–5 I. Dios es aquí alabado por medio de un cántico. 1. Medio natural de expresar el regocijo: ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas (Stg. 5:13). El gozo santo es el alma y la raíz misma de la alabanza y de la acción de gracias. 2. Procedimiento muy apropiado para perpetuar la memoria de grandes acontecimientos. El vecino aprenderá este canto de otro vecino, y los hijos lo aprenderán de sus padres: Una generación encomiará tus obras a la siguiente generación, y anunciará tus portentosos hechos (Sal. 145:4). II. Como se ve por el versículo 7, Débora misma compuso este cántico. 1. Usó el don de profetisa al componer el cántico, el cual, según los expertos, sobrepasa a todos los cánticos de la literatura hebrea, no sólo extrabíblica, sino también bíblica, pues el tenor general del poema es muy bello y elevado, son muy vivas las imágenes, elegantes las mismas expresiones, y hallamos en él una excelente mezcla de dulzura y majestad. 2. Podemos suponer que usó también su don de princesa, de juez de Israel, al incitar al victorioso ejército de Israel a aprender y cantar el poema. Ella había sido la primera en la acción de guerra, y es también la primera en la acción de gracias. 1. Ya al comienzo (final del v. 2) tenemos una invitación a alabar a Dios: «Load (lit. bendecid) a Jehová». El objetivo del poema es dar gloria a Dios; por eso, se pone al principio, para explicar y dar carácter a todo lo que sigue, lo mismo que en la oración dominical o Padrenuestro, cuya primera petición es: Santificado sea tu nombre. 2. Invita a los grandes de este mundo, a reyes y príncipes, a que escuchen su cántico y tomen buena nota del tema del mismo (v. 3): Oíd, reyes; escuchad, oh príncipes. (A) Quiere notificarles que carros y caballos son cosas vanas para proporcionar seguridad. (B) Quiere que tomen buena nota de la suerte que le ha cabido a Sísara, para que no se atrevan a provocar al pueblo de Dios. 3. Echa una mirada retrospectiva a las anteriores manifestaciones de Dios y las compara con esta reciente. Lo que Dios hace ahora debería traernos a la mente lo que ha hecho hasta ahora, porque Él es el mismo, ayer, hoy y por lo siglos (v. 4): Cuando saliste de Seír, oh Jehová … Esto puede entenderse de tres maneras: (A) Con referencia a las manifestaciones del poder y de la justicia de Dios contra los enemigos de Israel, a fin de vencerlos y subyugarlos. Dios había guiado a su pueblo desde el país de Edom y sometió bajo sus pies a Sehón y Og, aterrorizándoles a ellos y a sus ejércitos de tal manera, que les pareció que todos los elementos, del cielo y de la tierra, se unían contra ellos. (B) Con referencia al glorioso alarde de majestad y poder con que Dios hizo que la tierra temblara, los montes se derritieran como la nieve delante del sol y los mismos elementos celestes parecieron descomponerse y chorrear agua ante el furor de la ira de Dios. (C) Con referencia a la manifestación de gloria y majestad con que Dios se presentó ante Israel en el Sinaí al darles su ley. Fue entonces cuando literalmente se estremeció el monte, etc. (V. Éx. 19:16 y ss.; Sal. 68:8 y ss.; Hab. 3:6 y ss.; He. 12:26). La paráfrasis caldea lo aplica a la donación de la ley al pueblo pero hace un extraño comentario a la frase «los montes se derritieron» pues añade: «El Tabor, el Hermón y el Carmel contendieron entre sí; el uno decía: Que la majestad de Dios habite sobre mí; el otro decía: Que habite sobre mí; pero Dios hizo que habitase sobre el monte Sinaí, el menor y menos importante de todos los montes». Supongo que quiere decir el de menos valor, por cuanto es rocoso y estéril. Versículos 6–11
  • 14. I. Débora describe ahora la situación de apuro y aflicción en que se hallaba Israel bajo la tiranía de Jabín. Desde los días de Samgar, que hizo lo que pudo para librar a Israel de los filisteos, hasta los actuales días de Jael, quien se había señalado por su astucia y valor, el país había pasado por un período de angustia y desolación. 1. Sin comercio, porque los mercaderes no se atrevían a transitar por los caminos reales. 2. Sin atreverse siquiera a viajar, por la dificultad que suponía apartarse siempre por senderos tortuosos. 3. Sin labores agrícolas, ya que los labradores abandonaron las aldeas para buscar refugio en ciudades amuralladas y defendidas con cercas. 4. Sin administración de justicia, puesto que la guerra estaba constantemente a las puertas (v. 8), en las que se constituían los tribunales de juicio y justicia. 5. Sin paz para los que entraban ni para los que salían ya que las puertas estaban infestadas de enemigos, y hasta las fuentes y los abrevaderos estaban a merced de los temibles arqueros que infundían terror a los que se acercaban a sacar agua. 6. Sin armas ni ánimos para proveerse de ellas: ni una lanza ni un escudo entre cuarenta mil (v. 8). II. En una breve frase compendia Débora cuál era la causa de toda esta miseria que le había sobrevenido a Israel: «Cuando escogían nuevos dioses» (v. 8). Fue la idolatría del pueblo lo que provocó a Dios para entregarlos en manos de sus enemigos. III. Se hace eco de la gran bondad de Dios hacia Israel al levantar libertadores que les sacasen del apuro. Primeramente a ella misma: Hasta que yo Débora me levanté (v. 7), para frenar y castigar a los que perturbaban la paz pública. De este modo, se convirtió ella en una madre en Israel, madre que nutre y protege, tal era el afecto que la ligaba a su pueblo (comp. con 1 Ts. 2:7, 11). Bajo el mando de ella había otros jefes de los que ella misma dice: Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel (v. 9). IV. Invita a cuantos han participado especialmente en los beneficios de esta salvación tan grande, a que presenten su gratitud a Dios por ello (vv. 10–11): 1. Vosotros los que cabalgáis en asnas blancas es decir los nobles y los jefes. Éstos tienen doble motivo para alabar a Dios, pues no sólo han recuperado su libertad como los demás israelitas, sino también su antigua dignidad. 2. Los que presidís en juicio. También éstos tienen una especial razón para dar gracias a Dios, ya que la espada de la justicia no les ha sido quitada para siempre por la espada de la guerra. 3. Y vosotros los que viajáis, hablad. Ahora que ya pueden transitar seguros por los caminos sin encontrarse con nadie que les pueda hacer daño, deben hablar agradecidos a la bondad de Dios, que ha tenido a bien despejar sendas y caminos de los bandidos que los habían infestado por tanto tiempo. 4. Y los que, lejos del ruido de los arqueros, pueden acercarse ya sin miedo a los abrevaderos sin que nadie se los ciegue con piedras o les impida sacar agua de allí, han de repetir allí los triunfos de Jehová (v. 11). No dice «los triunfos de Débora y de Barac», sino de Jehová. V. Obsérvese en todos estos actos de Dios: 1. Su justicia contra los enemigos de Israel, 2. Su bondad hacia los temblorosos israelitas, especialmente los habitantes de las aldeas; o, como da a entender el original hebreo, se trata, más bien, de los actos justos de los mismos aldeanos, quienes, al estar en mayor peligro que los de las ciudades, respondieron con mayor presteza y valentía al llamamiento de Barac. En todo caso, significa una mayor gloria para Dios el proteger a los que están en mayor peligro, y ayudar a los más débiles. Versículos 12–23 I. Débora se exhorta ahora a sí misma y a Barac a celebrar esta victoria del modo más solemne. 1. Como profetisa, ella debe hacerlo mediante un cántico, y a ello se anima diciendo: Despierta, despierta, Débora y de nuevo añade: Despierta, despierta.
  • 15. 2. Barac, como general, ha de hacerlo mediante un alarde triunfal: Levántate, Barac, y lleva tus cautivos (comp. con Ef. 4:8 llevó cautiva la cautividad). Aunque el ejército de Sísara fue destruido en el campo de batalla y no se le dio cuartel, podemos suponer que, cuando la guerra fue llevada al territorio enemigo muchos que fueron hallados sin armas en la mano fueron arrestados y hechos prisioneros de guerra. II. Da una razón muy buena para celebrar este triunfo (v. 13). 1. Los israelitas eran débiles e inermes, pero Dios les dio dominio sobre los poderosos. Mientras quede un remanente de Dios (y ha de quedar en el peor de los tiempos), habrá esperanza por pequeño que sea dicho remanente, pues Dios puede hacer que triunfe, aun cuando sólo quedase una persona, contra los más orgullosos y poderosos. 2. Débora misma era del sexo débil; sexo que desde el principio había sido sentenciado a sumisión (Gn. 3:16); sin embargo, Dios la comisionó para que gobernase sobre el pueblo de Israel, incluidos los jefes, quienes se sometieron voluntariamente a la dirección de ella y la ayudaron a triunfar contra los poderosos de Canaán. III. Especifica algunos detalles acerca de los grupos involucrados en esta acción militar, toma nota de quiénes lucharon en contra de Israel, quiénes lucharon a favor y quiénes se mantuvieron neutrales. 1. Quiénes lucharon contra Israel. Jabín y Sísara habían sido ya mencionados en el relato, pero de aquí (v. 14) se desprende que quizá los amalecitas, entre los que estaban radicados los de Efraín, prestaron alguna ayuda a Sísara, aunque esto no puede asegurarse con el texto a la vista (la traducción de la AV inglesa, que M. Henry sigue, es en este versículo 14 incorrecta. Nota del traductor). Parece ser (v. 19) que otros reyes cananeos prestaron ayuda a Jabín. Quizá se habían recuperado algún tanto desde los tiempos de Josué y quisieron unir sus fuerzas a las de Sísara. De ellos se dice que «no llevaron ganancia alguna de dinero», lo cual puede entenderse de dos maneras: (A) Que no eran tropas mercenarias (así piensa el propio M. Henry); (B) Que no pudieron llevarse ningún botín, pues fueron derrotados. Esto es lo más probable. 2. Quiénes lucharon de parte de Israel. Las tribus que aportaron sus fuerzas para esta empresa son mencionadas con gran honor: (A) Efraín y Benjamín, tribus entre las que Débora vivía, se armaron de valor y se portaron bravamente. Benjamín tomó la delantera, pues de Efraín se dice que fue en pos de él. Aunque Benjamín era inferior, en número y riqueza, a Efraín, especialmente en esta época, dieron un buen ejemplo, tomaron la delantera e incitaron, de este modo, a Efraín a seguirle. (B) Roto el hielo por estas dos tribus, les siguieron los de Maquir (la media tribu de Manasés de allende el Jordán) y los de Zabulón. Los que vinieron de estas tribus son descritos como lo más noble y lo más útil para esta empresa militar. (C) También Isacar prestó buenos servicios. Aunque de Isacar había dicho Jacob (Gn. 49:15) que le apetecía el descanso y bajaba su hombro al yugo, aquí prefirió sacudirse el yugo de Jabín y acudir generosamente a las fatigas de la guerra, más bien que a un descanso servil. (D) Zabulón y Neftalí fueron las tribus más atrevidas y activas de todas las tribus, no sólo por afecto especial a su paisano Barac, sino también por ser las más cercanas a Jabín, cuyo yugo pesaba sobre el cuello de ellas más que sobre el de cualquier otra tribu. (E) Incluso las estrellas, es decir, los cuerpos celestes actuaron de parte del ejército de Israel (v. 20), ya fuese mediante malignas influencias contra Sísara, ya mediante el envío de la gran tormenta de granizo, que tanto contribuyó a sembrar la confusión y la derrota en el ejército de Jabín. (F) El torrente de Cisón peleó también contra los enemigos de Israel, pues barrió a numerosos soldados que pensaban escapar a través de él (v. 21). De ordinario, era un
  • 16. arroyo somero, pero ahora, por la gran lluvia que cayó, creció de tal manera, que llegó a convertirse en un profundo y rápido torrente; así que se ahogaron cuantos intentaron atravesarlo vadeando o nadando. (G) La propia Débora se enardeció para la lucha, como lo expresa ella misma en el versículo 21: «Marcha, oh alma mía, con poder». 3. También menciona Débora a las tribus que permanecieron neutrales y no se pusieron del lado de Israel como había de esperarse. Nada dice de Judá ni de Simeón, porque estas tribus estaban tan lejos del campo de batalla, que no tuvieron oportunidad de acudir a tiempo. Pero: (A) Rubén cometió la vileza de negarse a prestar sus servicios y se contentó con buenos deseos por parte de algunas familias (vv. 15, 16). Dos factores dificultaron el que se comprometiera en esta lucha: (a) Sus divisiones internas. No fue precisamente su separación, por el Jordán, del país de Canaán, ya que esto no debería haber sido causa de su ausencia si ellos hubiesen puesto el corazón en esta causa, sino que, al parecer, no había entre ellos acuerdo sobre quién debía ir y quién no, o sobre si merecía la pena o no embarcarse en esta empresa, ya que pensaban que el intento no era justificable o no era practicable. (b) Su interés por los negocios de este mundo: Se quedaron entre los rediles para oír los balidos de los rebaños (v. 16). En los rediles estaban más calientes y más seguros que en el campo de batalla, y se excusaron de acudir por resultarles inconveniente el dejar sus rebaños. (B) Gad, mencionada en versículo 17a en la expresión de Galaad prefirió reposar en la altiplanicie de dicho nombre, al otro lado del Jordán, antes que acudir a prestar su ayuda contra el enemigo común. (C) Dan y Aser se negaron igualmente a acudir (v. 17). Ambas tribus estaban asentadas a orillas del Mediterráneo. (a) Dan estaba muy a gusto comerciando con sus naves, y no quiso renunciar a las ventajas del negocio terrenal. (b) Aser, por su parte, se había contentado con unos primeros intentos de invasión (1:31–32), y se hallaba muy tranquila junto a los fenicios en sus ensenadas. Seguramente que sus excusas eran parecidas a las de la tribu de Aser. (D) Pero quien se lleva la mayor maldición de la poetisa es Meroz (v. 23): Porque no vinieron en ayuda de Jehová. Meroz es, con la mayor probabilidad, la actual Jirbet- Marús, al sur de Cedes de Neftalí, cerca precisamente del camino de los fugitivos de la batalla por lo que sus habitantes tenían una magnífica oportunidad de ayudar al ejército de Israel. De seguro que tuvieron miedo a los carros herrados de Jabín y prefirieron salvar el pellejo. Parece ser que esta ciudad era a la sazón, no sólo de posición estratégica, sino también de población alta, por lo que se esperaba mucho de ella y, por eso, es digna de especial maldición. Versículos 24–31 Débora concluye ahora su brillante y triunfal cántico: I. Con grandes alabanzas para Jael, cuya valentía coronó la victoria de Israel. La poesía de Débora alcanza su cota más alta en estos últimos versos del cántico. ¡Con cuánto honor habla de Jael (v. 24), quien prefirió su paz con el Dios de Israel a la paz con el rey de Canaán! «Entre las mujeres que habitan en tiendas, bendita sea.» A pesar de lo limitado del campo de acción en una tienda de campaña, el servicio que prestó esta mujer fue sumamente valioso. Esto nos enseña a no menospreciar la esfera en que nos haya tocado desarrollar nuestra actividad, si servimos a Dios de acuerdo con nuestra capacidad y de nuestras oportunidades, no por eso perderemos nuestro galardón. (Nota del traductor: Desde el punto de vista puramente humano, la acción de Jael no tuvo nada de valentía, sino que fue una infame cobardía y una horrible traición a las leyes de la hospitalidad. Suscribo la opinión expresada por Jamieson, Fausset y Brown en su
  • 17. Comentario de la Biblia, Jueces 4:21: «Fue una violación de todas las ideas de honra y amistad que se consideraban sagradas entre los pueblos pastoriles … Aunque fue predicha por Débora, fue sólo el resultado de la presciencia divina, no del decreto divino ni de la aprobación de Dios. Aunque el hecho fue alabado en un cántico, se debe considerar el elogio como pronunciado, no por el carácter moral de la mujer y de su obra, sino por los beneficios públicos que, en la soberana providencia de Dios, resultaron de ello». Como escribía el misionero Payne: «Ninguna obra de Dios puede ser ayudada por medios contrarios al carácter de Dios. Tales medios pueden entrar, y a nosotros nos parece que se mezclan con lo que es verdadero. Pero Dios sabe separar lo uno de lo otro. Él no rechaza el grano precioso, por causa de lo vil que haya allí mezclado. Tal es su gran misericordia para con nosotros en todo tiempo. Léase un resumen de la historia de hombres de fe en el capítulo 11 a los Hebreos, y nótese allí cómo queda separado lo precioso de lo vil. En la historia de Abraham, como la hallamos en el Génesis, leemos que mintió respecto a su mujer, y en Éxodo hallamos que Moisés mató a un egipcio, pero estas manchas no aparecen en el capítulo citado. Ambos perdieron mucho por su incredulidad, y cuando llegaron a creer y a confiar en Dios con toda sencillez, ¡cuánto ganaron!») II. Después de mencionar los detalles de la acción llevada a cabo por Jael, Débora pasa a cantar, con ironía no disimulada, la perplejidad de la madre de Sísara ante la tardanza de su hijo en regresar a casa (vv. 28–30). Por las celosías con que la ventana está enrejada, grita: ¿Por qué tarda en venir? Animada a mantener un resquicio de esperanza, gracias a la respuesta optimista de las más avisadas (o sabias) de sus damas, se hace la ilusión de que la tardanza se debe a que los guerreros se están repartiendo el botín de doncellas y vestidos. Así es como, con mucha frecuencia, las ilusiones de los mundanos se tornan en amargas decepciones no sólo en la hora de la muerte, sino también en la quiebra súbita de negocios y empresas que parecían descansar en base segura. III. Débora concluye su cántico con una plegaria a Dios (v. 31): 1. Por la destrucción de todos los enemigos de Dios: «Así, de esta manera tan vergonzosa y tan miserable, perezcan todos tus enemigos, oh Jehová». 2. Por la exaltación y las bendiciones de todos los amigos de Dios: «Mas los que te aman, y desean de corazón que el reino de Dios sea un hecho entre los hombres, sean como el sol cuando nace con todo su fulgor». IV. Tras el cántico, se cierra el capítulo con una frase que expresa las felices consecuencias que esta victoria, tan celebrada por Débora, tuvo para toda aquella generación de israelitas: Y la tierra reposó cuarenta años. CAPÍTULO 6 Nada se nos refiere de lo que sucedía en los años de paz y reposo de la tierra. Los cuarenta años de reposo tras la derrota de Jabín pasan sin mención en la Biblia, y a continuación tenemos el relato de una nueva aflicción de Israel y de una nueva liberación de Dios, esta vez por mano de Gedeón, el cuarto de los jueces. I. La calamitosa situación de Israel ante las incursiones de los madianitas (vv. 1–6). II. El mensaje de Dios por medio de un profeta (vv. 7–10). III. La designación divina de Gedeón como nuevo libertador del pueblo, hasta las preparaciones que hizo para la guerra (vv. 11–40). Versículos 1–6 I. De nuevo, el pecado de Israel (v. 1): Hicieron lo malo ante los ojos de Jehová. II. De nuevo, también, la aflicción de Israel. Esto había de seguirse, por supuesto. Los que pecan, han de sufrir; si no es aquí, en la otra vida. Los que vuelven a la
  • 18. insensatez, deben volver a la miseria. En lo que concierne a esta nueva aflicción, vemos que: 1. Surgió por obra de un enemigo digno del mayor desprecio. Dios los entregó en manos de Madián (v. 1), que estaba junto a Moab (Nm. 22:4). Madián era un pueblo inculto, ignorante y despreciado por todos. Israel lo había subyugado anteriormente y, hasta cierto punto, lo había destruido (Nm. 31:7). Sin embargo, ahora se habían hecho tan fuertes que eran un temible azote para Israel. 2. Seguramente por la multitud presente de sus soldados, la mano de Madián prevaleció contra Israel (v. 2). Dios había prometido multiplicar a Israel como la arena que está a la orilla del mar, pero el pecado del pueblo detuvo su crecimiento y los menguó, y entonces sus enemigos que, de otro modo, serían en todo inferiores a ellos, prevalecieron contra ellos en número y fuerza. (A) A los israelitas oprimidos, más bien por sí mismos que por mano de extraños, y como prisioneros en cuevas en los montes cavernas y lugares fortificados (v. 2). Esto se debía a su falta de ánimo, pues preferían huir a luchar; era el efecto de una conciencia culpable. (B) También los vemos grandemente empobrecidos (v. 6). Los madianitas hacían frecuentes incursiones en el país de Canaán. Esta fructífera tierra era para ellos una gran tentación. Subían contra ellos (v. 3), acampaban allí y destruían los frutos de la tierra (v. 4), y penetraban hasta el otro lado, hasta Gaza en el límite occidental. Dejaban que los israelitas sembrarán, y venían al tiempo de la recolección para consumir el fruto sin dejar ni la hierba, y se llevaban después las ovejas, los bueyes y los asnos. En esto vemos: (a) La justicia de Dios en castigar el pecado de Israel. (b) Las consecuencias de la desaparición de la presencia benéfica de Dios. Cuando Dios aparta su rostro de un pueblo, todo bien desaparece, y toda clase de mal sobreviene. III. Al sentir la pesada mano de Dios por medio de Madián, Israel revivió al fin. Durante siete años, año tras año, habían llevado a cabo los madianitas estas incursiones (v. 1). Podemos suponer que cada año resultaría más pesada la mano de Madián, hasta que, fallidos todos los recursos, los hijos de Israel clamaron a Jehová (v. 6). Versículos 7–10 I. Dios se dio por enterado del clamor de Israel cuando, por fin, el pueblo se volvió hacia Él. Con esto daba a entender cuán presto está a perdonar, cuán dispuesto a mostrar misericordia y cuán inclinado a escuchar la oración. II. El método que usó Dios para llevar a cabo la liberación de Israel. 1. Antes de enviarles un ángel para suscitar un salvador, les envió un profeta para reprenderles por su pecado y traerlos al arrepentimiento (v. 8). La misión del profeta era convencerles de pecado, a fin de que, en su clamor a Dios, confesasen con pesadumbre y vergüenza, y no gastasen todo su aliento en quejarse de su aflicción. (A) Tenemos razón para esperar que Dios planee mostrarnos su misericordia, si vemos que, con su gracia, nos está preparando para ella. (B) El envío de profetas a un pueblo y el equipar de fieles ministros a un país, es buena señal, una evidencia de que Dios guarda para ellos un arsenal de misericordia. 2. Tenemos a continuación los epígrafes del mensaje que este profeta llevó a Israel en nombre de Dios: (A) Pone ante ellos las grandes cosas que Dios ha hecho por Israel (vv. 8, 9). (a) Los sacó de Egipto, donde habrían continuado en pobreza y esclavitud. (b) Los libró de mano de todos los que les afligieron. Se menciona esto para dar a entender que la razón por la que no habían sido librados ahora de las manos de los opresores madianitas no era por falta de poder o de buena voluntad de parte de Dios. (c) Dios los había puesto en posesión del país, una tierra tan buena, esto agravaba el pecado de Israel, por una parte,
  • 19. y añadía la nota de vil ingratitud, pero, por otra parte, vindicaba el honor de Dios al eximirle de todo reproche por la aflicción en que ahora se encontraban. (B) Les muestra la facilidad y equidad de las demandas que Dios les hacía, así como lo que esperaba de ellos (v. 10): «Yo soy Jehová vuestro Dios, a quien estáis ligados con el más alto deber; no temáis a los dioses de los amorreos». (C) Les acusa de rebelión contra Dios, quien les había dado orden de obedecerle y servirle: «pero no habéis obedecido a mi voz». Versículos 11–24 No se nos dice el efecto que tuvo en el pueblo este mensaje del profeta, pero podemos suponer que lo tuvo y que, al menos algunos de ellos se arrepintieron y cambiaron de conducta, ya que, inmediatamente después, tenemos el alborear de su liberación mediante el llamamiento efectivo de Gedeón para que se pusiera al frente de las fuerzas de Israel a fin de luchar contra los madianitas. I. La persona comisionada para este servicio fue Gedeón, hijo de Joás (v. 14). Su padre observaba en el seno de la familia el culto a Baal (v. 25), contra el que hemos de suponer que Gedeón daba testimonio en cuanto estaba en su mano. Era de la media tribu de Manasés que se había establecido en Canaán, y de la familia de Abiezer, la casa más antigua de esta tribu (Jos. 17:2). II. La persona que le dio la comisión fue el Ángel de Jehová. Este ángel es llamado aquí Jehová, el nombre incomunicable de Dios (vv. 14, 16); y le dijo: Ciertamente estaré contigo. 1. Esta persona divina se apareció aquí a Gedeón y es de notar cómo le halló: (A) Gedeón estaba solo. Dios se muestra con frecuencia a los suyos cuando están retirados del ruido y de las prisas de este mundo. (B) Estaba dedicado a sacudir el trigo con un bastón o báculo, probablemente porque era muy poco el trigo que tenía que sacudir y, por eso, no necesitaba bueyes para esa labor. El trabajo en que estaba ocupado era como una figura del trabajo mucho más importante al que ahora iba a ser llamado, algo semejante a lo que les sucedió a los discípulos cuando estaban pescando y los llamó el Salvador para que fuesen pescadores de hombres. De sacudir el trigo fue llamado a trillar a los madianitas (comp. con Is. 41:15). (C) Estaba bajo opresión, pues sacudía el trigo, no en la era, que es su propio lugar, sino en el lagar, en un rincón escondido, por miedo a los madianitas. 2. Veamos ahora lo que pasó entre el ángel y Gedeón, quien no se dio cuenta de que era el Angel de Dios hasta que éste desapareció, sino que supuso que era un profeta. (A) El ángel le saludó con todo respeto y cortesía, asegurándole de la presencia de Dios con él (v. 12). Con esas palabras: (a) Le da la comisión. (b) Le atribuye las cualidades necesarias para llevar a cabo la comisión. (c) Le asegura el éxito, porque, si Dios está por nosotros, ¿quién puede prevalecer contra nosotros? (B) Gedeón correspondió con una respuesta muy melancólica a tan gozoso saludo (v. 13): Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? El ángel le había dicho en particular: Jehová está contigo, pero él generaliza: Si Jehová está con nosotros …, contándose a sí mismo como una oveja perdida entre los miles y miles de israelitas, sin admitir un consuelo personal que no pueda ser compartido por todo el pueblo. Gedeón era varón esforzado en valor, pero de fe débil. Es cierto que no hemos de esperar que los milagros obrados en la plantación de la Iglesia continúen hoy que la Iglesia está establecida de antiguo por todo el mundo, como también es verdad que no hemos de esperar que las grandes misericordias de Dios mostradas a nuestros mayores sean compartidas por nosotros, si nos rebelamos contra Él y no caminamos como es propio de un cristiano.
  • 20. (C) El ángel le dio una réplica contundente a sus objeciones, al comisionarle para librar a Israel de las manos de los madianitas, y al asegurarle el éxito en tal empresa (v. 14). Ahora el ángel es llamado Jehová, como quien habla con toda autoridad, y no como un simple mensajero: (a) Hubo algo de extraordinario en la tierna mirada que ahora le lanzó a Gedeón: Y mirándole Jehová le dijo … como sonriendo ante la respuesta de Gedeón y hablándole con tal seguridad, que pronto había de sentir Gedeón un poder con el que contestarse a sí mismo y avergonzarse de haber hablado tan melancólicamente. Fue una mirada de las que hablan, como la de Jesús a Pedro (Lc. 22:61), una mirada poderosa que atravesó el pecho de Gedeón hasta llenar de luz y vida su corazón. (b) Pero hubo algo más en lo que le dijo de palabra. Primero, le comisionó para aparecer y actuar como libertador de Israel, tal como muy pocos en Israel, y el mismo Gedeón entre ellos, esperaban que se levantase. Y ahora se le dice a Gedeón: «Tú eres el hombre, ve con esta tu fuerza, con la misma que empleas para sacudir el trigo, y empléala en otra tarea más noble; te voy a hacer trillador de hombres; no vas con tu fuerza, sin con esta tu fuerza, la que acabas de recibir de Dios y con la que has de fortalecerte a ti mismo». Segundo, le asegura el éxito: «Salvarás a Israel de la mano de los madianitas; no sólo serás testigo de vista de ello, sino que serás glorioso instrumento de maravillas semejantes a las que tus mayores te narraron». Podemos suponer que Gedeón se quedaría atónito ante el extraño y sorprendente poder con que era investido. (D) Gedeón opuso todavía una modesta objeción a la comisión que se le encomendaba (v. 15): «Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel?» Con esta pregunta daba a entender: (a) Ya fuese desconfianza en el poder de Dios, lo cual no es probable. (b) Ya fuese meramente el deseo de conocer la estrategia que había de emplear. (c) Ya fuese, más bien, una humilde desconfianza de sí mismo, como le había ocurrido a Moisés (Éx. 3:11 y ss.). Aunque el ángel le había honrado y exaltado, él se ve todavía pequeño e insignificante: «He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. ¿Qué voy a intentar hacer yo, cuando me falta toda cualificación para ese servicio y, además, soy indigno de tal honor?» Pero a Dios le place exaltar a los humildes. (E) Esta objeción es también rápidamente contestada mediante una repetición de la promesa de que Dios estaría con él (v. 16): «Ciertamente yo estaré contigo para instruirte y fortalecerte, dándote además la seguridad de que derrotarás a los madianitas como si fuera un solo hombre, tan fácil y tan efectivamente como si en realidad tuvieses que luchar con un solo madianita. Todos los millares de Madián serán para ti como un solo cuello que cortar». (F) Gedeón desea ver confirmada su fe tocante a esta comisión y pide humildemente a esta persona, quienquiera que sea: (a) Una señal (v. 17). En la presente dispensación, no hemos de esperar tales señales ante nuestros ojos, como pidió Gedeón, sino orar a Dios, por medio del Espíritu Santo, con todo afán que, si hemos hallado gracia a sus ojos, nos muestre una señal en lo íntimo del corazón, mediante la poderosa acción del mismo Espíritu, que complete y perfeccione la obra de la fe. (b) También le pide que le de una oportunidad más amplia de conversar con él (v. 18). Ante la promesa del ángel de quedarse con él para aceptar su ofrenda, está deseoso: Primero, de ofrecer sus agradecidos y generosos respetos a este extraño personaje y, en él, a Dios que le ha enviado. De lo poco que los madianitas le habían dejado, quiere hacer partícipe a un amigo, especialmente siendo éste un mensajero celestial. Segundo, de investigar más a fondo quién era este personaje extraordinario. Lo que le presentó fue una ofrenda (v. 18), y el término usado es el mismo que el empleado para la oblación de Lv. 2:1. Si se
  • 21. la comía, estaría claro que era un hombre, un profeta; si no se la comía, como así fue, es que se trataba de un ángel. (G) El ángel le ordenó que tomara la carne y los panes y lo pusiera todo sobre una peña, y que vertiera el caldo encima (v. 20), y así lo hizo él, creyendo, sin duda, que el ángel iba a darle entonces una señal: (a) El ángel tornó la oblación en ofrenda encendida, de olor grato a Jehová (Lv. 2:2). (b) Sacó fuego de la roca para consumir la oblación, con lo que le dio una señal de que había hallado gracia en sus ojos. La aceptación del sacrificio significaba la aceptación de la persona y así confirmaba la comisión que le había dado. (c) Inmediatamente después, el Ángel de Jehová desapareció de su vista. (H) Gedeón tuvo entonces un miedo tremendo, a pesar de que su fe había sido confirmada. Por la forma en que el ángel aceptó y consumió el sacrificio, Gedeón se percató de que había visto a Dios en la forma del Ángel de Jehová, y pensó que iba a morir (v. 23), como lo pensó después (13:21), en ocasión similar, el padre de Sansón. Le falló ahora el valor a Gedeón, pero Dios le aquietó el turbado ánimo dándole palabra de paz: «Paz a ti; no tengas temor, no morirás». Al que los israelitas temían ver, bajo pena de muerte, lo vieron, ya encarnado, lo contemplaron y lo palparon los discípulos (1 Jn. 1:1–2) y nosotros, que ahora andamos por fe, lo veremos también un día (1 Jn. 3:2) y estaremos siempre con el Señor (1 Ts. 4:17). 3. Como memorial de esta visión, edificó allí Gedeón un altar a Jehová (v. 24), siendo así un monumento de la extraordinaria experiencia que había tenido, y le puso al altar el nombre de Yahweh shalom, que significa Dios (es) paz. Con esto se daba a entender no sólo que Dios había llevado la paz al ánimo turbado de Gedeón, sino, en el sentido bíblico del vocablo «paz», bienestar completo y prenda segura de liberación para Israel. Versículos 25–32 I. Se le ordena a Gedeón que comience su gobierno empezando por la reforma de la casa de su padre (vv. 25, 26). La noche misma después de haber estado con el Ángel de Dios, cuando él estaba lleno de pensamientos acerca de lo que había acontecido aquel día, le dijo Dios (sin duda, en sueños) que hiciera lo que vemos en los vv. 25 y 26. Si damos la bienvenida a Dios, de seguro que vendrá a nosotros de nuevo. Dios ordena a Gedeón: 1. Que derribe el altar a Baal que parece ser que su padre tenía, ya fuese para el culto de su casa ya fuese para el de toda la ciudad. También había de cortar la imagen de Aserá que estaba junto al altar. 2. Que erigiese un altar a Jehová su Dios. Dios mismo le dice dónde lo ha de erigir: en la cumbre de este peñasco. El vocablo que vemos aquí para «peñasco» significa un baluarte o fortaleza, que habían levantado, según piensan algunos, para defenderse de los madianitas. Sobre este altar: (A) Había de ofrecer en sacrificio dos toros de su padre. El primero (podemos suponer) había de ofrecerlo por sí mismo, y el otro por los pecados del pueblo al que iba a libertar. (B) El altar de Baal había de ser derribado, y la imagen contigua debía ser cortada y quemada para servir de combustible al sacrificio. Dios ordenó a Gedeón hacer esto, con el fin de: (a) Poner a prueba su celo religioso, del que tenía que presentar evidencia antes de comenzar la batalla. (b) Dar los primeros pasos para emprender la reforma de Israel, con la que había de prepararse la liberación. Si no se quitaba de en medio el pecado, que era la causa, ¿cómo iba a llegar a su término la aflicción, que no era sino su efecto? II. Gedeón fue obediente a la visión celestial (v. 27). El que había de ostentar el mando del Israel de Dios, debía salvar al pueblo de sus pecados antes de salvarle de sus enemigos: 1. Le ayudaron diez siervos suyos en quienes podía confiar. 2. No tuvo
  • 22. escrúpulos en tomar el toro de su padre y ofrecerlo en sacrificio sin el consentimiento de su padre, porque Dios, que se lo había ordenado expresamente, tenía derechos más elevados que los de su padre y, además, el mejor servicio que podía prestar a su padre era quitarle lo que era continua ocasión de pecado. 3. Esperaba incurrir en la indignación de la casa de su padre por motivo de lo que estaba haciendo, pero al estar seguro del favor de Dios, no tenía miedo a la ira de los hombres. Sin embargo: 4. Para prevenirse de la resistencia que pudiesen hacerle, escogió llevarlo a cabo por la noche. III. Vemos que lo hizo con peligro de su vida (vv. 28–30). 1. Pronto se descubrió lo que había hecho, pues los hombres de la ciudad se levantaron temprano, como para recitar sus Maitines junto al altar de Baal. 2. Vieron que el altar había sido derribado y cortada la imagen de Aserá que estaba junto a él. 3. Al saber que Gedeón era el culpable, estos degenerados israelitas demandaron a su padre que lo entregara para darle muerte. IV. Fue librado de sus perseguidores por su propio padre (v. 31). 1. Había quienes estaban contra Gedeón y querían darle muerte. A pesar del severo castigo que estaban sufriendo por causa de su idolatría, aborrecían que se pretendiera reformarlos. 2. Pero Joás, su padre, salió en su favor. Él era uno de los principales de la ciudad. (A) Este Joás había sido promotor o cómplice en la erección del altar de Baal, pero ahora protegía al que había destruido el altar: (a) ya fuese por el afecto natural hacia su hijo, (b) ya fuese para preservar la paz pública. La turba se amotinaba, y era de temer que la cosa pasara a mayores; por consiguiente (piensan algunos), sacó fuerzas de flaqueza para reprimir el tumulto. O: (c) Llegó a la convicción de que Gedeón había obrado bien. Cumplamos con nuestro deber y confiemos en Dios en cuanto a nuestra seguridad personal. (B) Joás presenta dos fuertes argumentos: (a) Que era un absurdo demandar defensa para Baal. Malo es cometer pecado, pero todavía es mayor iniquidad querer defenderlo, especialmente defender a Baal, el ídolo, cualquiera que éste sea, que ocupa en el corazón el lugar que sólo Dios tiene derecho a ocupar. (b) Que no era necesario defender a Baal. Si no era dios, nada tenían que alegar en su defensa; y si lo era, de seguro que sería capaz de defenderse a sí mismo. (C) Con ocasión de esta discusión, el padre de Gedeón le puso un nuevo nombre (v. 32) a su hijo; le llamó Jerobaal (hebreo Yerub-baal = defiéndase Baal), como diciendo: «Contienda Baal contra él si puede; si algo tiene que decir contra el que ha destruido su altar, que lo diga». Versículos 33–40 I. Vemos ahora la incursión de los enemigos confederados contra Israel (v. 33). Un numeroso ejército de madianitas, amalecitas y sus aliados del oriente acamparon en el valle de Jizreel, y pusieron allí su cuartel general, en el corazón mismo de la tribu de Manasés, no lejos de la ciudad de Gedeón. Pero se demostró que la medida de sus iniquidades estaba colmada y había llegado el día de su retribución; ahora tenían que cesar de despojar para ser ellos despojados, como gavillas en la era, para que los trillase Gedeón (comp. con Mi. 4:12, 13). II. La preparación que Gedeón llevó a cabo para atacar el campamento enemigo (vv. 34, 35). 1. Dios, por medio de su Espíritu, puso vida en el interior de Gedeón: Entonces el Espíritu de Jehová vino sobre (lit. revistió a) Gedeón; lo revistió como con un manto, para otorgarle honor, y lo revistió como con una cota de malla, para su defensa. Cuando Dios llama a alguien para un servicio, también le equipa, le anima y le protege. 2. Tocando la trompeta, Gedeón puso vida en sus vecinos, al obrar Dios por medio de él y con él. (A) Los hombres de Abiezer, aun cuando habían estado recientemente enojados
  • 23. con él por destruir el altar de Baal, y le habían condenado a muerte, como si fuese un criminal, estaban ahora convencidos de su error y acudieron bravamente en su ayuda. (B) Algunas tribus distantes, como las de Aser y Neftalí, que caían tan lejos, acudieron también a su convocatoria (v. 35). III. Las señales con que Dios le favoreció, para confirmar su fe y la de sus seguidores. 1. Su petición de una señal (vv. 36, 37): «Si has de salvar a Israel por mi mano …, yo pondré un vellón de lana extendido en la era, y que el rocío esté en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra en derredor de él». El significado de esta petición es como si dijera: «Señor, creo, ayuda a mi incredulidad». Cuando repitió su petición de un nuevo signo, ahora el reverso del primero, lo hizo rogando antes a Dios que no se enfadara por ello (v. 39), ya que parecía un necio juego de desconfianza en Dios. El favor de Dios ha de ser buscado con gran reverencia, el debido sentido de nuestra distancia y un temor religioso. 2. Dios le otorgó benignamente su petición. Véase aquí cuán tierno es con los verdaderos creyentes, aunque sean débiles. Gedeón pidió primero que el vellón estuviese mojado, y la tierra en derredor seca; pero luego, para que nadie objetase: «Es natural que el vellón de lana, por poca humedad que caiga, se la beba y la retenga, por consiguiente no hay nada de extraordinario en ello», aun cuando la cantidad caída sobre el vellón era suficiente para refutar dicha objeción, desea sin embargo que, a la noche siguiente, el suelo aparezca húmedo y el vellón esté seco y así se hizo, porque plugo a Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su designio (He. 6:17, 18), lo hizo por medio de dos cosas inmutables. Él soporta, no sólo que prevalezcamos sobre Él con nuestras importunidades, sino también que le indiquemos lo que ha de hacer para satisfacción de nuestras dudas. ¿Desea Gedeón que el rocío de la gracia divina caiga sobre él en particular? Entonces ve el vellón húmedo con el rocío que se lo asegura. ¿Desea que Dios provea de ese rocío a todo Israel? Entonces todo el suelo está húmedo. Es de notar que en estos cinco versículos, que tratan de las señales, no se emplea el nombre de Jehová ni una sola vez, sino el de Dios. Esto no es por casualidad, porque el Espíritu Santo inspiró a los escritores de las sagradas letras, no sólo comunicándoles el asunto, sino también las palabras que debían emplear para expresarlo. El nombre o título de Jehová, que significa «Ser eterno», se halla particularmente en relación con el hombre aparte de lo demás de la creación, y luego en relación con el pueblo redimido como pueblo distinto de todos los demás pueblos, mientras que Dios (heb. Elohim, fuerte) se halla en relación de un modo general con todo lo creado y como obrando saludes por todos los medios que Él quiere en favor de los redimidos. En nuestros versículos de meditación Gedeón desea asegurarse por medio de las señales propuestas que el Dios que creó los cielos y la tierra con todo lo que en ellos hay, es en verdad Jehová, quien le envía a librar a Israel. Véanse Génesis 7:16; 2 Crónicas 18:31, donde se hallan los dos títulos o nombres de Jehová y Dios juntos. CAPÍTULO 7 Tenemos ya a Gedeón en el campo de batalla, al mando de las tropas de Israel, y derrotando al ejército enemigo. Vemos: I. Las instrucciones que le da Dios para la formación de su ejército, el cual queda reducido a 300 hombres (vv. 1, 8). II. El ánimo que Dios le dio mediante el extraño sueño que oyó contar a un madianita (vv. 9–15). III. Cómo formó a sus hombres en plan de ataque, no para presentar batalla al enemigo, sino para asustarle (vv. 16–20). IV. El éxito de este ataque puso a los enemigos en fuga y les infligió una completa derrota. Versículos 1–8
  • 24. I. Gedeón se pone a desempeñar el cargo de un buen general. Acampa junto a una fuente, para que el ejército no se acobarde por falta de agua, y en lugar elevado, para cobrar ventaja sobre el enemigo, ya que los madianitas estaban en el valle (v. 1). Nótese que la fe en las promesas de Dios no debe servir para amenguar, sino para avivar nuestro esfuerzo. II. El ejército de Israel constaba de 30.000 hombres, muy pocos en comparación con los que el pueblo podía haber reunido, y especialmente pocos en comparación con el ejército enemigo (v. 12); sin embargo, a Dios le parecieron demasiados (v. 2), pues quería silenciar y excluir toda jactancia por parte de Israel. Ésta es la razón que da aquí el que conoce bien el orgullo que hay en el corazón del hombre: No sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Dios empleó dos metodos diferentes para reducir el número de los soldados de Israel: 1. Ordenó que fuesen despedidos todos los que se sintiesen tímidos y acobardados (v. 3). Podríamos suponer que, contra un enemigo como Madián, con tales señales y promesas como las de Dios, y con un líder como Gedeón, escasamente se hallaría un israelita que se delatase a sí mismo como cobarde; con todo, más de dos terceras partes se aprovecharon de este pregón y se retiraron a sus casas. Hay quienes opinan que la opresión bajo la cual habían vivido por tanto tiempo había minado la moral de sus ánimos. Otros con mayor probabilidad, piensan que la conciencia de su culpabilidad les privó del coraje necesario para entrar en batalla. El pecado les salía al rostro y, por eso, no se atrevían a mirarle a la cara a la muerte. 2. Ahora emplea Dios un segundo método e indica a Gedeón cómo ha de conocer a los que ha de seleccionar: «Aún es mucho el pueblo», dice Dios (v. 4), con lo que nos enseña a no valorar demasiado el número y a entender aquellos designios de la Providencia que parecen ir en mengua de la Iglesia y de sus intereses. Dios ordena a Gedeón que lleve a los diez mil soldados restantes a una fuente, probablemente la de Harod (v. 1) y al arroyo que fluye de ella. Dice el Señor: «Llévalos a las aguas y allí yo te los probaré». La palabra hebrea empleada aquí, y traducida probaré, es la que se emplea para expresar el acto de refinar o ensayar metales preciosos. Se halla en este sentido en el Salmo 12:6, y en Isaías 1:25: «Limpiaré hasta lo más puro de tus escorias». Así Dios iba a ensayar y limpiar el ya reducido ejército de Gedeón. Al mismo tiempo, ¡cuán severa era la prueba para la fe del mismo Gedeón!; porque, ¿qué podía esperar, sino más disminución? Pero ¡cuán preciosa es la pequeña palabra te en este v. 4! Es como si dijera: «Quiero darte los más escogidos entre diez mil, hombres, según tu propio corazón, dispuestos a obedecerme a mí, y a confiar en mí como tú mismo lo haces, por esto los pongo en el horno para ensayarlos». No cabía duda de que la mayoría se habían de arrodillar para beber, bajando la boca al agua como hacen los caballos. Otros, los menos, preferirían darse prisa y no tomarse mucho tiempo en formalidades, por lo que se contentarían con llevar un poco de agua con la mano a la boca, de manera semejante a como beben los perros el agua, lamiéndola con la lengua. Solamente 300 hombres bebieron de este segundo modo y, por este medio (sólo conocido por Gedeón), le mostró Dios a quiénes había de seleccionar para derrotar a los madianitas (v. 7). Fueron seleccionados: (A) Hombres duros, dispuestos a soportar la fatiga, sin quejarse de sed ni de cansancio. (B) Hombres presurosos, que pensaron que no había que detenerse en beber cómodamente, sino prestos a avanzar rápidamente contra el enemigo, y que preferían el servicio a Dios y a su país más bien que la comodidad del refrigerio. (C) Hombres animosos y valientes, que no temieron permanecer en pie para beber, aun a costa de exponerse a la vista del enemigo. Fue una gran prueba para la fe de
  • 25. Gedeón cuando Dios le dijo que con estos 300 hombres había de salvar a Israel, y que todos los demás se marcharan cada uno a su lugar. De esta manera tan extraña fue purgado el ejército de Gedeón, modelado y reducido en lugar de ser ampliado. 3. Veamos ahora cómo fue equipado este pequeño y despreciable regimiento. (A) Tomaron provisiones (v. 8), se cargaron cada uno con sus víveres, y mostraron así su fe en Dios de que tendrían bastante para subsistir, y no demasiado para ir sobrecargados, con lo que mostrarían también su prudencia y diligencia en no llevar más de lo que requería la oportunidad. Esto sí que era vivir de la mano a la boca. (B) Cada soldado había de tomar su trompeta, como si fueran a un Juego en lugar de ir a una batalla. Versículos 9–15 Al estar el ejército de Gedeón disminuido hasta el extremo que hemos visto, sólo le quedaba el luchar por fe o no luchar de ninguna forma. De ahí que Dios les provea de recursos para su fe en lugar de proveerles de recursos para sus fuerzas. I. Le provee de una buena base para su fe. Sólo la Palabra de Dios proporciona sólida base para la fe. 1. Una palabra de mando para dar garantía a la acción: Levántate y desciende al campamento (v. 9). 2. Una palabra de promesa para dar garantía al éxito: Porque yo lo he entregado en tus manos. Esta palabra de Dios le vino a Gedeón aquella misma noche, cuando estaría agitado cavilando cómo saldría de esta peligrosa empresa. II. Le provee también de una buena prueba con que sostener su fe. 1. Si tiene miedo de comenzar la batalla, le ordena que baje con su criado a espiar, en lo oscuro de la noche, en el campamento de Madián y verá lo que aprende con esto: «Oirás lo que hablan» (v. 11), insinuándole que lo que va a oír le dará mucho ánimo y fortalecerá su fe. 2. Después de darle ánimo, le muestra algo que, de suyo, habría sido desanimador, pues era bastante para asustar a cualquiera el ver, quizás a la luz de la luna, el numeroso ejército enemigo (v. 12), como langostas en multitud, como plaga de langostas abatidas sobre un campo, aunque, en cuanto a fuerza y valentía, iban a demostrar que no eran más que langostas; y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar. 3. Luego le hace escuchar algo que le había de animar sobremanera. Oyó a dos soldados enemigos que mantenían una interesante conversación: (A) Uno de ellos le contaba al otro un sueño que había tenido: Vio un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián y golpeó a una tienda con tal violencia que la trastornó completamente, cayendo sobre los que estaban dentro (v. 13). (B) El compañero comprendió de inmediato el significado del sueño y dio su interpretación: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón (v. 14). Gedeón, que sacudía el grano para su familia y cocía panes para su amigo (6:11–19), estaba bien representado aquí por un pan de cebada, de lo más pobre, como el minúsculo regimiento que mandaba y que, desde el punto de vista humano, era muy improbable que pudiese derrotar al numeroso y bien equipado ejército de Madián. Pero el sueño, y su interpretación, eran una muestra de que los de Madián estaban faltos de ánimo, pues el nombre solo de Gedeón les resultaba ahora tan temible como para perturbarles el sueño. III. Finalmente, Gedeón cobró con esto ánimos extraordinarios. No le importó que le comparasen con un pan de cebada, si tales efectos había de producir. Dio a Dios la gloria por ello y adoró; esto es, en una breve jaculatoria, dio al Señor alabanza y gratitud por la victoria de la que ahora estaba tan seguro. Así que hizo partícipes a sus amigos del ánimo que había cobrado (v. 15): Levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos. Versículos 16–22