Cuentan que allá por 1551 un tal Fray Alonso de Manzanete (apellido con el que antiguamente se conocía a La Roca de la Sierra) refundó el convento franciscano que preside el hermoso y bravío paraje de Loriana, y cuyas ruinas puede contemplar ahora el viajero, mientras recuerda que Loriana se construyó en los siglos oscuros junto al arroyo que lleva su nombre, y que de su vientre sacaron piedras para construir dólmenes como la Cueva del Monje o la Cueva del Moro, o de sus entrañas en tiempos latinos prosperó una pequeña industria del vidrio, nombre con el que se conoce a la sierra cercana.