2. Los milagros
• Un milagro es un hecho perceptible a los sentidos
que sobrepasa las leyes de la naturaleza y el poder
del hombre. Es por lo tanto una acción de Dios y
“signos” de la omnipotencia divina.
• La creación está siempre bajo la guía providente de
Dios. Aunque generalmente realiza su obra
valiéndose de las leyes que Él mismo puso en la
naturaleza, no está limitado a ellas.
• Las Sagradas Escrituras, ya desde el Antiguo
Testamento, nos relatan muchos milagros. Los más
importantes son los que hizo Jesucristo.
3. Los milagros de Jesús
• Son los hechos sobrenaturales, registrados en los
Evangelios, realizados por Él en el curso de su vida
terrenal.
• Jesús realizó muchas curaciones y expulsiones de
demonios, lo que ayudó en la aceptación de su
predicación del Reino de Dios. Son una manifestación
de que Él es verdaderamente Dios, ya que los hacía con
su propio poder.
• Se pueden clasificar en cuatro grupos:
1. Curaciones
2. Exorcismos
3. Resurrección de muertos
4. Control sobre la naturaleza
6. Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un capitán
de la guardia, suplicándole: “Señor, mi muchacho
está en cama, totalmente paralizado, y sufre
terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo iré a sanarlo”. El
capitán contestó: “Señor, ¿quién soy yo para que
entres en mi casa? Di no más una palabra y mi
sirviente sanará. Pues yo, que no soy más que un
capitán, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le
digo a uno: Vete, el se va; y si le digo a otro. Ven, el
viene; y si ordeno a mi sirviente: Haz tal cosa, el la
hace”.
Luego Jesús dijo al capitán: “Vete a casa, hágase
todo como has creído”. Y en ese mismo momento el
muchacho quedó sano. (Mateo 8, 5-9;13)
8. En ese momento llegaron unos hombres que traían a
un paralitico en su camilla. Querían entrar en la casa
para colocar al enfermo delante de Jesús, pero no
lograron abrirse camino a través de aquel gentío.
Entonces subieron al tejado, quitaron tejas y bajaron al
enfermo en su camilla, poniéndolo en medio de la
gente delante de Jesús.
“Sepan pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la
tierra para perdonar los pecados”. Entonces dijo al
paralítico: “Yo te lo ordeno: levántate, toma tu camilla
y vete a tu casa”. Y al instante el hombre se levantó a
la vista de todos, tomo la camilla en que estaba
tendido y se fue a su casa dando gloria a Dios. (Lucas 5,
18-19;24-25)
10. Saliendo de aquel lugar, Jesús entró en una sinagoga
de los judíos. Se encontraba allí un hombre que tenía
una mano paralizada. Le preguntaron a Jesús, con
intención de acusarlo después: “¿Está permitido
hacer curaciones en día sábado?”
Jesús les dijo: “Si alguno de ustedes tiene una sola
oveja y se le cae a un barranco en día sábado, ¿no
irá a sacarla? ¡Pues un ser humano vale mucho más
que una oveja! Por lo tanto, está permitido hacer el
bien en día sábado”. Dijo entonces al enfermo:
“Extiende tu mano”. La extendió y le quedó tan sana
como la otra. (Mateo 12, 11-13)
12. Un sábado Jesús estaba enseñando en una
sinagoga. Había allí una mujer que desde hacía
dieciocho años estaba poseída por un espíritu que la
tenía enferma, y estaba tan encorvada que no podía
enderezarse de ninguna manera. Jesús la vio y la
llamó. Luego le dijo: “Mujer quedas libre de tu
mal”. Y le impuso las manos. Al instante se enderezó
y se puso a alabar a Dios. (Lucas 13, 10-13)
14. Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años
que estaba enfermo. Jesús lo vio tendido, y cuando
se enteró del mucho tiempo que estaba allí, le dijo:
“¿Quieres sanar?” El enfermo le contestó: “Señor,
no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando
se agita el agua, y mientras yo trato de ir, ya se ha
metido otro””. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu
camilla y anda”. Al instante el hombre quedó sano,
tomó su camilla y empezó a caminar. (Juan 5, 5-9)
17. Al retirarse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos
que le gritaban: “¡Hijo de David ten compasión de
nosotros!”. Cuando Jesús estuvo en casa, los ciegos
se le acercaron, y Jesús les preguntó: “¿Creen que
puedo hacer esto?” Contestaron: “Sí, Señor”.
Entonces Jesús les toco los ojos, diciendo: “Hágase
así, tal como han creído”. Y sus ojos vieron.
Después les ordenó severamente: “Cuiden de que
nadie lo sepa”. Pero ellos, en cuanto se fueron, lo
publicaron por toda la región. (Mateo 9, 27-31)
19. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más
gente, un ciego que pedía limosna se encontraba a la orilla del
camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). Al enterarse de
que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar:
“¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”. Muchas
personas trataban de hacerlo callar. Pero el gritaba con más
fuerza: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.
Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Llamaron, pues, al ciego
diciéndole: “Vamos, levántate, que te está llamando”. Y él,
arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a
Jesús.
Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”
Él ciego respondió: “Maestro, que vea”. Entonces Jesús le dijo::
“Puedes irte, tu fe te ha salvado”.
Y al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino. (Marcos
10, 46-52)
21. Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le
pidieron que lo tocara. Jesús tomó al ciego de la
mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los
ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó:
“¿Ves algo?” El ciego, que empezaba a ver, dijo: “Veo
como árboles, pero deben ser gente, porque se
mueven”. Jesús le puso nuevamente las manos en los
ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se
recuperó plenamente y podía ver todo con claridad.
Jesús pues, lo mandó a su casa, diciéndole: “Ni
siquiera entres en el pueblo”.
(Marcos 8, 22-26)
23. Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de
nacimiento. Sus discípulos le preguntaron:
“Maestro, ¿quién ha pecado para que esté ciego: él
o sus padres?” Jesús respondió: “No es por haber
pecado él o sus padres, sino para que las obras de
Dios se manifiesten claramente”.
Dicho esto, hizo un poco de lodo con tierra y saliva,
untó con él los ojos del ciego y le dijo: “Vete y
lávate en la piscina de Siloé (que quiere decir el
enviado)” El ciego fue, se lavó y, cuando volvió, veía
claramente. (Juan 9, 1-3;6-7)
26. Estando Jesús en uno de esos pueblos, se presentó un
hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se
postró con la cara en tierra y le suplicó: “Señor, si tu
quieres puedes limpiarme”. Jesús extendió la mano y
lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda limpio”. Y al
instante le desapareció la lepra. (Lucas 5, 12-13)
28. De camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre
Samaria y Galilea, y al entrar en un pueblo, le salieron al
encuentro diez leprosos. Se detuvieron a cierta distancia y
gritaban: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Jesús
les dijo: “Vayan y preséntense a los sacerdotes”.
Mientras iban quedaron sanos. Uno de ellos al verse sano,
volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz, y se echó a los
pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. Era un
samaritano.
Jesús entonces preguntó: “¿No han sido sanados los diez?
¿Dónde están los otros nueve? ¿Así que ninguno volvió a
glorificar a Dios fuera de este extranjero?”. Y Jesús le dijo:
“Levántate y vete; tu fe te ha salvado”. (Lucas 17, 11-17)
31. Al salir Jesús de la sinagoga fue a casa de Simón. La
suegra de Simón estaba con fiebre muy alta, y le
rogaron por ella. Jesús se inclinó hacia ella, dio una
orden a la fiebre y ésta desapareció. Ella se levantó al
instante y se puso a atenderlos. (Lucas 4, 38-39)
33. Entonces una mujer, que padecía hemorragias desde
hacía doce años y a la que nadie había podido curar, se
acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Al instante
se le detuvo el derrame. Jesús preguntó: “¿Quién me ha
tocado?”. Como todos decían: “Yo, no”, Pedro le replicó:
“Maestro, es toda esta multitud que te rodea y te
oprime”. Pero Jesús le dijo: “Alguien me ha tocado, pues
he sentido que una fuerza ha salido de mí”.
La mujer, al verse descubierta, se presentó temblando y
se echó a los pies de Jesús. Después contó delante de
todos por qué lo había tocado y cómo había quedado
instantáneamente sana. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha
salvado; vete en paz”. (Lucas 8, 43-48)
35. Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando
la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis.
Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le
pidieron que le impusiera la mano.
Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y
con su saliva le tocó la lengua. En seguida levantó los ojos al
cielo, suspiró y dijo: “Effetá”, que quiere decir: “Ábrete”.
Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto
de la lengua y comenzó a hablar correctamente. Jesús les
mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía,
tanto más ellos lo publicaban. Estaban fuera de sí y decían
muy asombrados: “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los
sordos y hablar a los mudos”. Marcos 7, 31-37)
37. Un sábado Jesús fue a comer a la casa de unos delos
fariseos más importantes, y ellos lo observaban. Por
casualidad había delante de él un hombre que sufría
de hidropesía. Jesús preguntó a los maestros de la
Ley y a los fariseos: “¿Está permitido por la Ley curar
en día sábado o no?” Pero ninguno respondió. Jesús
entonces se acercó al enfermo, lo curó y lo despidió.
Después les dijo: “Si a uno de ustedes se le cae su
burro o su buey en un pozo en día en sábado,
¿acaso no va en seguida a sacarlo?”. Y no pudieron
contestarle. (Lucas 14, 1-6)
39. Todavía estaba hablando cunado llegó un grupo
encabezado por Judas, uno de los Doce. Como se
acercara a Jesús para darle un beso, Jesús le dijo:
“Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del
Hombre?”.
Los que estaban con Jesús vieron lo que iba a pasar y
le preguntaron: “Maestro, ¿sacamos la espada?”. Y
uno de ellos hirió al servidor del sumo sacerdote
cortándole la oreja derecha. Pero Jesús le dijo:
“¡Basta ya!”. Y tocando la oreja del hombre la sanó.
(Lucas 22, 47-51)
41. Jesús volvió a Caná de Galilea, donde había convertido el
agua en vino. Había un funcionario real en Cafarnaúm
que tenía un hijo enfermo. Al saber que Jesús había
vuelto de Judea a Galilea, salió a su encuentro para
pedirle que fuera a sanar a su hijo que estaba muriendo.
Jesús le dio esta respuesta: “Si ustedes no ven señales y
prodigios no creen”. El funcionario le dijo: “Señor, ten la
bondad de venir antes de que muera mi hijo”. Jesús le
contestó: “Puedes volver, tu hijo está vivo”.
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en
camino. Al llegar a la bajada de los cerros, se topó con
sus sirvientes que venían a decirle que su hijo estaba
sano. Les preguntó a qué hora se había mejorado el niño,
y le contestaron: “Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la
fiebre”. El padre comprobó que a esa misma hora Jesús le
había dicho: “Tu hijo está vivo”. Y creyó él y toda su
familia. (Juan 4, 46-54)
42. Curaciones a multitudes
Además de las ya mencionadas curaciones, hay
pasajes que hacen referencia a ocasiones en que
Jesús curó diversas enfermedades. Se mencionan
cinco a continuación:
• Recorriendo Galilea (Mt. 4:23-25).
• En casa de Simón (Mt. 8:16-17, Mr. 1:32-34, Lc.
4:40-41).
• Junto al mar de Galilea (Mt. 15:29-31).
• En el Templo (Mt. 21:14-15).
• A orillas del lago (Mc 3:7-12).
43. • Son muchos los milagros de sanación que hizo Jesús,
probablemente no todos quedaron registrados en los
Evangelios.
• Siendo el dolor de la enfermedad el efecto del pecado
original, al vencerlo, demuestra que viene a vencer a su
causa que es el pecado.
• Jesús da conocer, por medio de los milagros, que Él es
el Mesías. Cada milagro es un signo visible de lo que
viene a traer al mundo: “vida en abundancia”.
• Los milagros de Jesús son también la revelación del
amor de Dios hacia el hombre, particularmente hacia el
hombre que sufre, que tiene necesidad, que implora la
curación, el perdón, la piedad. Son, pues, "signos" del
amor misericordioso proclamado en el Antiguo y Nuevo
Testamento (cfr. Encíclica Dives in misericordia).