Inmersos en la extensa llanura de los páramos la mirada se pierde en un paisaje suave y alomado sin apenas desnivel, a excepción de los valles que pequeños arroyos han excavado en las blancas calizas. Desde Moraleja de Cuéllar a Lovingos y Dehesa recorremos eriales y campos de cultivo en los que viven las aves representativas de la campiña y los páramos.