Desde una perspectiva histórica la violencia doméstica constituye la expresión de un orden social basado en la desigualdad, generada por una asignación de roles diferentes a hombres y mujeres y a un reconocimiento y valoración social y económica más elevada de lo masculino, en relación con la esfera pública. Desde una perspectiva social es una manifestación de prepotencia y dominio sobre las mujeres y los menores, que lleva a algunos hombres, en un intento por preservar sus privilegios, a recurrir a la violencia física cuando no son capaces de convencer mediante la lógica y la razón.